lunes, 31 de octubre de 2022

Una dura reseña seguida de varias reflexiones


El pasado 27 de octubre, el prestigioso e influyente diario inglés The Guardian publicó una reseña sobre la edición inglesa de la novela Nuestra parte de la noche –Premio Herralde 2019– de la argentina Mariana Enriquez (1973), originariamente editada por Anagrama, de España, que la editorial Granta, 
aprovechando la inminencia de Halloween –festividad asociada con el terror acaba de lanzar con bombos y platillos, y una gran campaña promocional en el Reino Unido. En síntesis, para quien sepa leer, hay aquí una serie de “números puestos” –Premio Herralde, Anagrama, Granta– que, en el iletrado mundo literario de la lengua castellana, estarían hablando a priori de un éxito garantizado, siempre y cuando uno confunda ventas con éxito literario. 

Sin embargo, el novelista británico Sam Byers (1979) le echó un balde de agua fría a esa fantasía, escribiendo una reseña durísima que, probablemente, ningún crítico de lengua castellana se habría animado hacer pública. Para muestra de los lectores, traduzco y copio el final de esa larga reseña, que no se limita a la autora, sino también a su traductora:

“La traductora, Megan McDowell, se las ha ingeniado con todos los libros anteriores de Enríquez, pero esta vez algo falla. ¿Es ‘una depresión adulta que lo derrumbó en la cama’ [en el original, an adult depression that collapsed him into bed] realmente un inglés impecable? ¿Y qué debemos pensar cuando se nos dice, hilarantemente, que en el curso de aprender a cocinar, Gaspar ‘se aventuró minuciosamente en un pastel de papas’ [en el original, ventured painstakingly into a potato pie?]

“Algunos podrían argumentar que una novela de terror, como aspira a ser ésta, debe juzgarse menos por la sofisticación de su lenguaje y más por su capacidad para emocionar. Pero la narración tiene una forma tan vaga como sus oraciones. La sección uno se basa en la mejor escena del libro: Juan invocando a la Oscuridad en una orgía de violencia sagrada. Aquí, mientras los fantasmas de la ‘guerra sucia’ de Argentina se vuelven cada vez más insistentes, y el poder oculto afianza la capacidad de una élite privilegiada para torturar y oprimir, la fusión de alegoría política y gore de Enríquez parece cohesionarse brevemente. Pero ha quemado sus mejores ideas y descargado toda tensión narrativa. Durante las 500 páginas restantes, está a la deriva, reciclando los motivos de la novela, reelaborando su propio material pasado y condenando a sus personajes a un estancamiento sensiblero.

“Enríquez no es la única que intenta, a través de las convenciones de género, revivir la gran y ambiciosa novela literaria. Karl Ove Knausgård intentó algo similar en The Morning Star y Hanya Yanagihara en To Paradise. El problema es que, como ellos, parece pensar que un barniz comercial obvia la necesidad de dotar de vida al lenguaje. El resultado es lo peor de ambos mundos: ni emoción ni poesía, ni ritmo ni el placer de la prosa.”

Todo esto, que de ninguna manera pretende ser gracioso, mueve a una serie de conclusiones.

La primera es que, más allá de que quien escribe estas palabras esté o no de acuerdo con el juicio de Byers, da gusto saber que, en algunos países, el periodismo literario todavía puede ser independiente y crítico, aun cuando perjudique los intereses de empresas que cuentan con un cierto poder y están reputadas como prestigiosas.

La segunda es imaginar que lo que quizás valga en una lengua no tenga interés en otra, lo que nos llevaría a preguntarnos las razones de que así sea. Y esas razones, en muchas oportunidades, necesitan el adecuado contexto –la correspondiente “traducción”– para entender y, en una de ésas, revisar nuestros propios juicios bajo otra luz. Esto va en todas direcciones. No sólo sorprenden los “éxitos en castellano; también llaman la atención los libros considerados importantes en inglés, francés, italiano y etc. Eso habla de las necesidades de cada cultura y sociedad en particular, lo que no siempre resulta extrapolable a otras culturas y sociedades.  

La tercera es considerar cuál es la importancia de los premios. Borges solía decir que un libro premiado no era necesariamente malo, lo que deja abierta la posibilidad de que tampoco sea necesariamente bueno. Si, por caso, uno recorre sistemáticamente las obras premiadas en muchos de los premios más consecuentes –y el Premio Herralde no es una excepción– comprobará que muchos de esos libros, en su momento tan festejados, no toleran una segunda lectura, ya liberados del lastre de la publicidad.

Por último, son pocas las veces en que la prensa siquiera considera la existencia de quien traduce. Cuando esto sucede, por lo general, es para destacar errores. Convendría quizás comparar el original de Mariana Enriquez con la versión de Megan McDowell, traductora estadounidense de Alejandro Zambra y Samanta Schweblin, entre otros escritores latinoamericanos “de éxito”, para saber en qué medida el juicio de Sam Byers es justo. Se puede hacer. 

Jorge Fondebrider

viernes, 28 de octubre de 2022

De cuando algunas partes de la anatomía femenina se ganaron el adjetivo "recalcada"

Todo el mundo recuerdo los cánticos de los hinchas argentinos en el Mundial de Brasil. Y resulta claro que no fue ésa la mejor manera de granjearse la simpatía de los simpatizantes brasileños. Pero la cuestión, lejos de limitarse a los eventos internacionales, también ocurre en las canchas locales: todo, desde llamar "deforme" a un árbitro de cabeza grande, a reclamarle que use corpiño a un miembro obeso de la parcialidad contraria, a recordarles sistemáticamente la misma parte del cuerpo de su madre a los seguidores de All Boys, puede ser motivo de ofensa. Sólo que nosotros estamos acostumbrados a maltratarnos y, probablemente, las consecuencias no sean las mismas cuando maltratamos a los hinchas de otros países. Tal vez por eso, el INADI, junto con la Defensoría del Público, produjeron un curioso manual de buenas prácticas que ahora mismo está siendo motivo de controversias. Acaso alertado por ello, el escritor y ensayista Fernando Alfón se decidió a reflexionar sobre los agravios y las ofensas. Lo hace en el siguiente artículo que, en cierta forma, remite lejanamente a "El arte de injuriar", de Jorge Luis Borges. Pero, si no están de acuerdo, pueden irse al carajo.

Arte de ofender 

El último de los 38 trucos que Schopenhauer enlistó para el agónico arte de tener razón consistía en agraviar. Cuando estamos seguros de que no ganaremos la pelea, hay que ser grosero, aconsejó. Era la extrema ratio y, aunque la encontró indigna, reconoció su eficacia. Si estamos discutiendo con un señor de 150 kilos de peso y sus argumentos se tornan infalibles, un buen «¡Callate, gordo de mierda!» puede echar su honra al suelo. Nótese aquí que la vulgaridad del adjetivo «de mierda» intensifica el agravio.

Si ante el menor dolor físico tendemos a insultar, no es improbable imaginar que el origen del insulto está asociado a esos dolores. Con el dolor nace la expresión que lo libera. El primer insulto debió de ser un grito, y algo de ese remoto grito conserva hoy toda puteada. Pero si el grito basta para soltar un clamor indefinido, cuando la fuente del dolor es alguien, un otro, el insulto se complejiza.

Partamos de la voz puto, cuyas posibilidades semánticas son tan vastas que resulta prematuro asignarle un sentido inmanente. Los diccionarios lo prejuzgan como insulto, pero en expresiones de lo más usuales como «¡Decí que te quiero mucho, puto!», es más bien un énfasis del cariño. Sabemos que esto puede suceder con todas las palabras, pero parecería ser más característico de los insultos. Me basta para demostrarlo la palabra profesor, que nadie sospecharía insultante, a menos que adquiera cierto tono de indulgencia en «El profesor no sabe lo que enseña», o de burla en «¡el “profesor” Giménez!» si queremos decir que a Giménez le queda grande el título de profesor.

Todo insulto, con el uso, tiende a perder su poder ofensivo. Trolo, marica, cagón, pueden ser formas enfáticas del afecto. «Te quiero mucho, turro», cuyo afecto se intensifica en el diminutivo turrito. Al igual que la metáfora, cuando el insulto se queda a vivir entre nosotros, pierde el encanto de la sorpresa. Pero si el uso desgasta el poder agraviante de un insulto, un pequeño agregado puede restituir su poder ofensivo. Decir puta puede pasar desapercibido, pero si digo tu madre es una puta, ahí la cosa cambia. Cuando la puteada rompe la sintaxis preestablecida o altera el léxico consabido, entonces tiende a buscar la expresividad, que es donde el insulto se despierta. Estamos a un paso de la puteada como un arte.

Puta es una forma simple que se perfeccionó en la expresión hijo de puta, pero también se fosilizó y perdió fuerza. Ahora bien, decir hijo de remil puta, ya tiene un remil que es llamativo, así como decir hijo de una madre bien puta, ya no puede pasar desapercibido. Con pequeñas alteraciones sintácticas, se recompone el filo. El que sigue lo encontré escrito en una pared descascarada: «¡Para vos, Pepe, que sos un tren de 500 vagones cargados de hijos de remilputas!»

Ofender es otra cosa. Si la puteada es como una cachetada con los dedos muy abiertos, la ofensa es un corte de puñal bien afilado. Se insulta con las palabras; se ofende con el sentido. Mil puteadas no equivalen a una ofensa; aquellas agobian, pero esta, mata. La ofensa es hundir en el prójimo un aguijón envenenado. Cuando la ofensa se hunde contra alguien muy querido, la herida no tiene fondo. La ofensa es un universo que excede infinitamente las posibilidades del insulto.

Es indispensable, ahora, explicar por qué razón el acto de ofender es un grado más complejo del insulto. Para ofender se precisa de la colaboración del ofendido. Es una acción recíproca; similar al conversar o al abrazarse: no se puede hacer en soledad. No es un acto unilateral. El ofensor puede estar decidido a ofender, pero requiere de la contraparte que se lo conceda. Insultar es fácil; lo difícil es ofender. Se insulta con la boca; se ofende con el alma. Solo ofende quien puede, pero es un poder que le concede el ofendido. Por eso ofender es una relación de dominio, en el que una de las partes ignora que se presta para que la operación se consuma. En esto reside el mayor arte del ofensor: detectar al candidato. No es como otras acciones meramente transitivas, como matar, por ejemplo; alguien puede ser sorprendido por una puñalada y ya. Alcanza con que exista el asesino. Para ofender, en cambio, no alcanza. La ofensa es un puñal sin hoja. La hoja es una colaboración, un don que pone el ofendido. Dicho de otra manera: la ofensa es una puñalada de un cuchillo imaginario, donde el que busca ofender pone el mango, y el que se ofende, el filo. El ofensor crea las condiciones de la ofensa y arroja una palabra o una frase. Hasta ahí, la ofensa está como posibilidad, como proyección. La ofensa es un disparo que solo se vuelve letal al oponerle un cuerpo. Retirando el cuerpo, el puñal no encuentra destino y se pierde.

Por esta condición recíproca del ofender, quizá sea un error penalizar la ofensa, porque es convertirla en un acto unilateral. Es concederle al ofensor que depende solo de él hacer un daño. Luego, como administrar el flujo de ofensas es imposible —al menos en una sociedad democrática—, la ofensa se desata como pandemia.

En un aula donde un docente enseña, todos los días del año, el arte de ofender como un acto unilateral, no se hace más que entregar a los alumnos un puñal entero, con el mango y la hoja completa. Ofender se convierte en algo muy simple, inmediato. Dado que está penalizado, es como haber concedido que la ofensa está consumada. Ante una sociedad abocada a ver ofensa en todos lados, ofender es lo más inmediato. Ha dejado de ser una acción compleja para pasar a ser una acción simple. Todos podemos ofender. Todos estamos ofendidos. Todo es ofensa. La publicidad, los periódicos, la escuela, el cine, la televisión, los juegos, todo es motivo de ofensa. Crecen los organismos del Estado en pos de combatir un flagelo que no hace más que constituirse en un flagelo a la par de que se constituye en una cuestión de Estado.

No es que la ofensa no tenga ninguna relevancia: es una mera chispa; para que se incendie el bosque, tiene que ser verano y estar el suelo muy seco. El ofensor es el soberano de la incipiente llama; el fuego abrazador lo aporta el ofendible. El tamaño del incendio se mide por el tamaño de la sequía.

jueves, 27 de octubre de 2022

"Las cosas también pueden salir muy mal"

El pasado 30 de septiembre, la periodista científica Sofía Quaglia publicó en la revista mexicana Letras Libres el presente texto a propósito de las herramientas de traducción cibernéticas. En su bajada se lee: “El exceso de confianza en las herramientas de traducción automática ha provocado un mal uso por parte de autoridades en situaciones de alto riesgo. La solución pasa por mejorar los sistemas, pero también por educar en su uso.”

¿Muerte por traducción automática?

Imagina que estás en un país extranjero en el que no hablas el idioma y tu hijo pequeño empieza a convulsionar inesperadamente por fiebre. Lo llevas al hospital y los médicos utilizan un traductor en línea para informarte de que tu hijo va a estar bien. Pero “su hijo está teniendo una convulsión” aparece accidentalmente en tu lengua materna como “su hijo está muerto”.

Este ejemplo concreto es una posibilidad muy real, según un estudio de 2014 publicado en el British Medical Journal acerca de la limitada utilidad de la traducción automática asistida con inteligencia artificial en las comunicaciones entre pacientes y médicos.

Las herramientas de traducción automática, como Google Translate, pueden ser muy útiles, y las grandes empresas tecnológicas suelen promocionarlas como herramientas precisas y accesibles que romperán muchas barreras intralingüísticas en el mundo moderno. Sin embargo, la realidad es que las cosas también pueden salir muy mal. Según los expertos, la confianza injustificada en la capacidad de estas herramientas de traducción automática ya está provocando un mal uso por parte de las autoridades en situaciones de alto riesgo: pedir un café en un país extranjero o traducir la letra de una canción no puede hacer mucho daño, pero pensemos en situaciones de emergencia en las que intervienen los bomberos, la policía, la patrulla fronteriza o inmigración. Sin una regulación adecuada y directrices claras, la situación podría empeorar.

Los sistemas de traducción automática como Google Translate, Microsoft Translator y los integrados en plataformas como Skype y Twitter son algunas de las funciones más difíciles en el procesamiento de datos. La preparación de un gran modelo puede producir tanto CO2 como un vuelo transatlántico. Para su desarrollo, se alimenta un algoritmo o una combinación de algoritmos con un conjunto de datos específicos de traducciones. Los algoritmos guardan las palabras y sus posiciones relativas como probabilidades de que puedan aparecer juntas, creando una estimación estadística de lo que podrían ser otras traducciones de frases similares. El sistema algorítmico, por tanto, no interpreta el significado, el contexto y la intención de las palabras, como haría un traductor humano. Se trata de una conjetura que no es necesariamente exacta.

En Corea del Sur, un joven usó una aplicación de traducción de chino a coreano para decirle al esposo coreano de su compañera de trabajo que deberían volver a pasar el rato juntos pronto. Una mala traducción resultó en que se refiriera erróneamente a la mujer como trabajadora de un establecimiento de vida nocturna, lo que resultó en una violenta pelea a puñetazos entre los dos en la que el esposo fue asesinado, según informó el Korea Herald en mayo.

En Israel, un joven subtituló una foto de sí mismo apoyado en una excavadora con la leyenda árabe “يصبحهم”, o “buenos días”, pero la traducción de IA de las redes sociales lo tradujo como “lastímalos” en inglés o “atácalos” en hebreo. De acuerdo con The Guardian, esto llevó al hombre, un trabajador de la construcción, a ser arrestado e interrogado por la policía en octubre de 2017.

Algo similar sucedió en Dinamarca en septiembre de 2012. Según informó el Copenhagen Post Online, la policía se enfrentó erróneamente a un hombre kurdo por supuestamente financiar el terrorismo debido a un mensaje de texto mal traducido. En 2017, un policía en Kansas usó Google Translate para preguntarle a un hispanohablante si podían buscar drogas en su automóvil. Sin embargo, la traducción era inexacta y el conductor no entendía completamente lo que había consentido dada la falta de precisión en la traducción. El caso fue desechado en la corte, según documentos legales estatales.

Estos ejemplos no son tan sorprendentes. La precisión de una traducción puede variar ampliamente dentro de un solo idioma –de acuerdo con factores de complejidad del lenguaje como la sintaxis, la longitud de la oración o el dominio técnico– así como entre idiomas y combinaciones lingüísticas, dependiendo de qué tan bien se hayan desarrollado y entrenado los modelos. Un estudio de 2019 mostró que, en entornos médicos, las instrucciones de alta hospitalaria traducidas con Google Translate al español y al chino están mejorando con los años, con una precisión general de entre 81 y 92 por ciento. Sin embargo, el estudio también encontró que hasta el 8 por ciento de las traducciones erróneas tienen el potencial de causar un daño significativo. Una evaluación pragmática de Google Translate para instrucciones giradas en el área de urgencias a partir de 2021 mostró que el significado general se mantuvo para el 82.5 por ciento de las 400 traducciones que usan español, armenio, chino, tagalo, coreano y farsi. Pero aunque las traducciones en español y tagalo son precisas, más del 90 por ciento de las veces hay un 45 por ciento de posibilidades de que se equivoquen cuando se trata de idiomas como el armenio. No todos los errores en la traducción automática son de la misma gravedad, pero las evaluaciones de calidad siempre encuentran algunos errores críticos de precisión, de acuerdo con este informe de junio.

La buena noticia es que las grandes empresas de tecnología son plenamente conscientes de esto, y sus algoritmos están mejorando constantemente. Año tras año, sus puntajes BLEU, que miden qué tan similar es el texto automáticamente traducido a una gran variedad de traducciones humanas de alta calidad, mejoran constantemente. Recientemente, Microsoft reemplazó algunos de sus sistemas de traducción con una categoría más eficiente de modelo de inteligencia artificial. Los programas de software también se actualizan para incluir más idiomas, como aquellos que a menudo se describen como “lenguajes de bajos recursos” porque son menos comunes o más difíciles de trabajar. Eso incluye la mayoría de los idiomas no europeos, pero también a otros ampliamente utilizados como el chino, el japonés y el árabe, o los pequeños idiomas comunitarios, como el sardo y el pitkern. Por ejemplo, Google ha estado construyendo un práctico sistema de traducción automática para más de mil idiomas. Meta acaba de lanzar el proyecto No Language Left Behind, que intenta implementar traducciones de alta calidad directamente entre 200 idiomas, incluidos idiomas como el asturiano, el luganda y el urdu, acompañado de datos sobre cómo mejoraron las traducciones en general.

Sin embargo, los errores que conducen a malentendidos, como los experimentados por el trabajador de la construcción, tienden a ser aleatorios, subjetivos y diferentes para cada plataforma y cada idioma. Por lo tanto, catalogarlos es solo superficialmente útil para descubrir cómo mejorar la traducción automática, dice Félix Do Carmo, profesor titular del Centro de Estudios de Traducción de la Universidad de Surrey. De lo que tenemos que hablar en su lugar, dice, es de “¿cómo se integran estas herramientas en la sociedad?” Lo más importante es que tenemos que ser realistas sobre lo que la traducción automática puede y no puede hacer por las personas en este momento. Esto implica comprender el papel que esta tecnología puede tener en la vida cotidiana, cuándo y dónde se puede usar, y cómo es percibida por las personas que la usan. “Hemos visto discusiones sobre errores en cada generación de traducción automática. Siempre existe la expectativa de que mejorará”, afirma Do Carmo. “Tenemos que encontrar soluciones que se acoplen a los problemas humanos”.

Y eso significa comprender el papel que los traductores humanos aún deben desempeñar. A pesar de que los medicamentos han mejorado enormemente a lo largo de las décadas, todavía existe la necesidad de que un médico los recete. Del mismo modo, en muchos de los casos en que se utilizan traducciones, no hay necesidad de eliminar totalmente a los mediadores humanos, dice Sabine Braun, directora del Centro de Estudios de Traducción de la Universidad de Surrey. Una forma de aprovechar la tecnología cada vez más sofisticada y a la vez protegerse contra los errores se puede lograr mediante la traducción automática seguida de la post edición, o MT+PE, por sus siglas en inglés, en la que un humano revisa y refina la traducción.

Uno de los ejemplos más antiguos de una empresa que utiliza MT+PE con éxito se detalla en este estudio de 2012 sobre Autodesk, una compañía de software que proporciona servicios de imágenes para arquitectos e ingenieros, que utilizó la postedición para la traducción automática de su interfaz de usuario a 12 idiomas. Otras soluciones similares han sido reportadas por la consultora EY, por ejemplo, y el banco suizo MigrosBank, que descubrió que la post edición aumentó la productividad de la traducción hasta en un 60 por ciento, según Slator. Algunas empresas de traducción automática ya han dejado de vender sus tecnologías para el uso directo de los clientes y ahora siempre requieren algún tipo de traducción posterior a la edición, dice Do Carmo. Por ejemplo, Unbabel y Kantan son plataformas complementarias que las empresas agregan a sus flujos de trabajo de atención al cliente y marketing para llegar a clientes de todo el mundo. Cuando detectan mala calidad en los textos traducidos, los textos se enrutan automáticamente a editores profesionales. Aunque estos sistemas no son perfectos, aprender de ellos podría ser un comienzo.

En última instancia, Braun y Do Carmo piensan que es necesario desarrollar marcos holísticos que vayan mucho más allá de las métricas utilizadas en este momento para valorar o evaluar la calidad de la traducción, como BLEU. Afirman que les gustaría ver al sector trabajando en un sistema de evaluación que abarque también el por qué del uso de la traducción. Un enfoque podría ser un organismo regulador internacional independiente para supervisar el uso y desarrollo de la traducción automática en el mundo real, con muchos científicos sociales a bordo. Ya hay muchos estándares en la industria de la traducción, así como organismos de estandarización tecnológica, como la organización W3, por lo que los expertos creen que se puede hacer, siempre y cuando haya algo más de organización en la industria.

Tanto los gobiernos como las empresas privadas también necesitan políticas claras sobre exactamente cuándo los funcionarios deben y no deben usar herramientas de traducción automática, ya sean gratuitas y dirigidas al consumidor o de otro tipo. Neil Coulson es el fundador de CommSOFT, una empresa de tecnología de software de comunicación y lenguaje que intenta hacer que la traducción automática sea más segura. “A las fuerzas policiales, las agencias de control fronterizo y muchas otras organizaciones oficiales no se les dice que la traducción automática no es una traducción exacta, por lo que prueban estos dispositivos de consumo”, dice. En marzo de 2020, su organización envió una solicitud de transparencia a 68 grandes organizaciones diferentes del sector público del Reino Unido solicitando sus políticas sobre el uso de tecnologías de traducción de dispositivos de consumo. El resultado: ninguna de estas organizaciones tenía una política para el uso de traducción automática, y no monitorean su uso ad hoc por parte de su personal. Esto puede conducir a un panorama no regulado en el que cualquiera puede publicar una aplicación de traducción y afirmar que funciona, dice Coulson. “Es un enfoque de ‘deja que florezcan mil flores’ … pero eventualmente alguien come una flor que resulta ser venenosa y muere”, dice Coulson.

Por supuesto, la educación sobre los pros y los contras de la traducción automática es primordial entre los investigadores, las empresas y las organizaciones que desean comenzar a usar la herramienta, pero sobre todo, entre los usuarios cotidianos. Es por eso que Lynne Bowker, profesora de traducción e interpretación en la Universidad de Ottawa, comenzó el proyecto de Alfabetización en Traducción Automática. Su objetivo es difundir la conciencia de cómo los sistemas de este tipo procesan la información y enseñar a los investigadores y académicos a usar la traducción automática de manera más efectiva.

También sería útil incluir información sobre la traducción automática como parte de la alfabetización digital e informática impartida en las escuelas. “Ser alfabetizado en traducción automática significa comprender lo esencial de cómo funciona esta tecnología para poder evaluar sus fortalezas y debilidades para una tarea o uso en particular”, dice Bowker. El lenguaje, en un contexto social, es comunicación. “Uno de los verdaderos desafíos a los que nos enfrentamos es cómo llegar al público en general con este mensaje”, dice Bowker.

Ser capaz de diferenciar entre tareas de bajo riesgo y tareas de alto riesgo sigue siendo uno de los puntos clave, dice Bowker. Por suerte, mientras eso ocurre, la mayoría de las traducciones erróneas aún conducen solamente a situaciones de comedia: según un estudio de 2016 en el International Journal of Communication, hay un restaurante chino llamado Translate Server Error. El sistema de traducción automática tradujo mal el idioma original, pero los dueños del restaurante no sabían inglés lo suficientemente bien como para darse cuenta del error.

miércoles, 26 de octubre de 2022

Por qué en el 2022 tampoco hay que usar el Diccionario de la Real Academia Española

Si los lectores de este blog consultaran la columna de la derecha, en el índice de temas y entradas hay toda una serie que se llama “Por qué no hay que usar el Diccionario de la Real Academia Española”. Allí, durante meses, a lo largo de 2019, ofrecimos diversos ejemplos de malas definiciones, errores de todo tipo y, por supuesto arrestos de nacionalismo ibérico que francamente dan náuseas. La suerte quiso que hoy nos topáramos con otro.

Buscando la palabra “charro”, hete aquí que dimos con las siguientes definiciones:

1. adj. Aldeano de Salamanca, y especialmente de la región que comprende Alba, Vitigudino, Ciudad Rodrigo y Ledesma. U.t.c.s.

2. adj. Perteneciente o relativo a las aldeas de Salamanca o a los charros. Traje charro. Habla charra.

3. adj. Dicho de una cosa: recagada de adornos, abigarrada.

4. adj. Méx. Propio del charro (jinete).

5. M. y f. Méx. Jinete o caballista que viste traje especial compuesto de chaqueta corta, camisa blanca y sombrero de ala ancha y alta copa cónica, con pantalón ajustado para los hombres y falda larga para las mujeres. U.t.c. adj.

6. f. Hond. Sombrero común, ancho de falda y bajo de copa.

Vale decir: pese a las promesas y juramentos que Pedro Álvarez de Miranda Gándara, el director del DRAE, hiciera en el Congreso de la Lengua de Córdoba (Argentina), de 2019, cuando se le reclamó el papel privilegiado que tienen los significados españoles respecto de los hispanoamericanos, en la edición de 2021, a) se siguen privilegiando los usos españoles, por insignificantes que sean y b) se indica Mex. (por mexicanismo) o similares, aun cuando la acepción de la que se habla sea mucho más común y universal que el limitado uso español, porque, al menos en este caso, convengamos que la palabra “charro” y su acepción mexicana comprende a muchos más hablantes que los que simplemente se refieren al gentilicio en cuestión.

Por estas cosas, entre muchas otras, no hay que usar el Diccionario de la Real Academia española.


martes, 25 de octubre de 2022

Dos puntos de vista salidos de un mismo país

A lo largo de los años, este blog ha mantenido una actitud crítica ante mucho de lo que ocurre en España en relación con lo que, curiosamente, se denomina Hispanoamérica. Algunos lectores españoles, nos acompañaron y otros, ofendidos, mostraron un punto de vista contrario a nuestras quejas, considerando perfectamente normal el comportamiento de la Real Academia, el Instituto Cervantes, el mundo editorial ibérico o el periodismo español en general, tan dado a hablar en sus páginas de “las malas traducciones sudamericanas”.

Lo que sigue son dos textos, debidos a la pluma de dos españoles y publicados con un mes de diferencia.

El primero, es una crítica que Ignacio Echevarría realizó en CTXT, donde es articulista y colaborador habitual. Allí, con fecha del 29 de septiembre pasado, habla sobre el programa creado por España para participar en la recientemente concluida Feria del Libro de Frankfurt, donde esa nación fue país invitado. Recordamos, de paso, que cada país invitado abona esa invitación pagando una cifra de varios millones de euros, a la que se suman los gastos vinculados al stand, los viajes de funcionarios y editores (y eventualmente, escritores), etc.

Terminado ese texto, se ofrecen las declaraciones de Josep Borrel, un español que actualmente trabaja de Alto Representante de la Unión Europea Para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, que el 10 de octubre dijo lo que copiamos más abajo, donde se ofrece su punto de vista respecto de Europa y el resto del mundo.  

Entendemos que la lectura de ambos textos, que nada parecen tener en común, uno después del otro, tal vez expliquen los motivos del disgusto que frecuentemente nos causa la mal llamada “madre patria”, sin hablar, claro, de esa canción tan de moda que pide la vuelta a 1936.

Eso no significa que no admiremos la labor de algunos editores, intelectuales, escritores y traductores españoles. Lo que ocurre es que esos, generalmente, nunca ocupan puestos en los que haya que tomar decisiones y puedan hacer pública su sincera empatía por las otras provincias de nuestra lengua.

I

Ignacio Echevarría

Creatividad desbordante

 

Aunque les cueste creerlo, el título de este artículo es el lema con el que España concurre este año como país Invitado de Honor a la Feria del Libro de Frankfurt. “España, un país de #CreatividadDesbordante”: así se presenta la industria editorial española, con esos aires de fiesta que el ministro Iceta viene insuflando a nuestra cultura, empeñado como parece en recuperar los mejores vientos del socialismo ochentista, el de la chequera y los abanicos. Hace ya mucho que, bajo este título, se colgó en las redes el programa de actividades planeadas para la ocasión, y su consulta produce a ratos verdadero sonrojo, por muy curtido que uno esté en la bochornosa cháchara con que suele envolverse este tipo de apuestas culturales (¿o queda mejor decir “retos”?).


De entrada, el programa se ofrece precedido de un manifiesto titulado, nada menos, #YoSoyGeneracióndel22. No se lo pierdan, aquí va:

 

Manifiesto 

Del Siglo de Oro al modernismo y el realismo mágico
Del Quijote a las vanguardias
Del 98, del 27, del 50, de los 70
De tinta, de tuit

Ahora estamos asistiendo en directo al nacimiento
de una nueva conciencia
que da forma a una nueva generación. 

Una que no entiende de edad o género,
que incluye a autores y editores; grandes y pequeños,
agentes, ilustradores y traductores. 

Una generación unida,
con varias lenguas,
que une pueblos y ciudades; a sus gentesque conecta con Latinoamérica. 
Una generación que mira al futuro.
Apostando por la digitalización y la sostenibilidad. 

Una generación nueva,
que porta la genética de las mejores letras de la historia.
Las que se escriben en español.

Vamos camino de Fráncfort para mostrárselo al mundo.
A reivindicar quiénes somos y lo que estamos consiguiendo.

Conociendo a quienes la conforman.
Reconociendo a sus protagonistas.
Desbordando creatividad.

Somos creativos y digitales
inclusivos
sostenibles
Somos la nueva literatura en español.
 

¿Qué tipo de lumbrera puede haber redactado algo así? ¿Conforme a qué criterios? ¿Con qué intenciones? 


¿Están los tiempos para chorradas de este tipo? 


¿Se imaginan ustedes a un ciudadano alemán o de donde sea leyendo esto y tomándoselo en serio?


Por si fuera poco, al manifiesto se suma un publirreportaje videográfico de una cursilería y vulgaridad todavía superiores, cuyos efectos, en quien sea capaz de soportar sus 72 segundos de duración, van del estupor a la carcajada.


Elvira Marco, una profesional con amplia experiencia en dirección de proyectos culturales y de proyección exterior (burbujas presupuestarias), ha liderado la confección del programa, que por supuesto ha contado con un amplio equipo asesor y la participación de numerosas instituciones (la presidencia de honor del Comité Organizador ha recaído, cómo no, en Sus Majestades los Reyes de España).


No he conseguido averiguar en qué proporción el programa es financiado por la misma Feria de Frankfurt. Confiemos que sea una proporción elevada, ya que el conjunto de las actividades programadas, que vienen desarrollándose desde hace ya algunos meses, implica un presupuesto sin duda generoso, con un amplio margen para el despilfarro, dado que resulta difícil deducir cuál pueda ser el interés o la rentabilidad cultural de la mayor parte de ellas.


Parece inútil, y seguramente carece de sentido, especular sobre los criterios conforme a los cuales se han escogido a los escritores y profesionales del sector del libro que vienen participando en las diferentes actividades desplegadas tanto en España como en Alemania (debates, charlas, lecturas, coloquios, presentaciones de libros, festivales, visitas culturales, exposiciones, conciertos, espectáculos de danza y de teatro, romerías de todo tipo...). No cuesta imaginarse la sofisticada ingeniería –inevitablemente trufada de oportunismo y amiguismo– con que habrán debido combinarse criterios de representatividad de lenguas peninsulares, de género, de franjas generacionales, de sectores sociales, de popularidad, etc. Hay sin duda innumerables factores técnicos que condicionan una programación de este tipo, como por ejemplo la circunstancia de que un autor determinado esté traducido o no al alemán, o las perspectivas de que pueda estarlo. Seguramente hay argumentos de toda especie para salir al paso de las innumerables quejas a que previsiblemente da lugar la exclusión de determinados nombres en beneficio de otros. Está claro que no pueden estar todos. Y, por otro lado, cómo evitar que estén los de siempre. 


Claro que el énfasis puesto por los organizadores en algunos adjetivos produce cierto crujido al ponerlos al lado de según qué nombres. Prueben si no a juntar lo de “somos inclusivos” con el nombre de Arturo Pérez-Reverte, o lo de “somos digitales” con el nombre de Antonio Muñoz Molina. O lo de “somos creativos” con…


Es broma.


Por lo demás, entre los ausentes, ¿cuántos lo son por haberse negado a concurrir, por las razones que sea?


Así que cualquiera se pone a cuestionar la por otro lado interminable lista de “protagonistas” de la feria: “narradores, poetas, ensayistas, dramaturgos, ilustradores, cineastas, periodistas, traductores, editores, artistas, profesores…”.


Pese a lo cual, a uno le gustaría saber cuál ha sido el mecanismo de selección de “protagonistas”, y a quiénes ha correspondido aplicarlo.


Es como si la consigna hubiera sido proponer un temario que no diera lugar a tensión ninguna, de ningún orden


Mi impresión es que el equipo directivo del programa destinado a representar a España como país Invitado de Honor en la Feria del Libro de Frankfurt 2022 ha privilegiado –como, por otra parte, era de esperar– los criterios comerciales y ha diseñado un programa –y una fraseología– de naturaleza huecamente publicitaria, basado en una propuesta de lo que es la actual cultura española falseada hasta el ridículo, a la vez voluntarista y triunfalista, en absoluto acorde con la realidad. 


El “programa literario y profesional” que se contempla desarrollar en la misma Feria de Frankfurt, los días 19 al 23 del próximo mes de octubre, constituye, con sus más de sesenta actos, un monumento a la obviedad y al vacío. El gran disparo de salida –el pregón, como quien dice– lo dan Irene Vallejo y Antonio Muñoz Molina, para que se hagan una idea. Los grandes protagonistas, objeto de atención monográfica, son, aparte de los dos mencionados… A ver si adivina usted algunos… ¡Sí! Arturo Pérez-Reverte, Bernardo Atxaga, Rosa Montero, Enrique Vila-Matas, Jorge Herralde e –in memoriam– Carlos Ruiz Zafón, Carmen Balcells y Almudena Grandes. Y lo que sigue es un rosario de coloquios y mesas redondas a cuál más inopinada e inconcerniente.


Es como si la consigna hubiera sido proponer un temario que no diera lugar a tensión ninguna, de ningún orden. No pretendo que los organizadores aprovechasen la ocasión para debatir aspectos cuestionables de la sociedad y de la cultura españolas, o para confrontarla con la idea que se hacen de ella en el mundo, o simplemente con otras realidades dadas o posibles, empezando por la de la España que concurrió a Frankfurt, también como Invitada de Honor, en 1991. Cómo aspirar a algo así. Pero, pues se trata de armar mesas que justifiquen el desplazamiento a Frankfurt, el alojamiento, la manutención y los honorarios de más de cerca de un centenar de invitados, sería exigible esforzarse al menos en idear mesas que tengan, en la formulación de su título, algún interés (por no hablar de mordiente).


He aquí, sin embargo, que las mesas del programa llevan títulos tan esotéricos como “Retratos del presente”, “La voz de la familia”, “Larga vida al cuento”, “La Naturaleza que (nos) habla”, “Tiempo y vida”, “Cantar y dibujar”, “Vidas inquietas”, “El poder de los afectos”, “Amor, deseo y dolor”… Asuntos sin duda apasionantes: ideales para poner de manifiesto la creatividad desbordante de la cultura española y para contribuir a conocerla, divulgarla y mejorarla. 


Por lo demás, ya saben: ¿qué hay que hablar (¿pero por qué demonios?) de “Paisajes de los márgenes de la ciudad”?: ¡llamemos a Kiko Amat y a Najat El Hachmi! ¿Qué hay que hablar de “La España vacía (y la llena)”?: ¡llamemos a Sergio del Molino! ¿Qué hay que hablar de “La Historia en las novelas”? ¡Llamemos a María Dueñas, a Julia Navarro y a Santiago Posteguillo! Y así.


Parece imposible procurarse, a partir del programa #CreatividadDesbordante, una idea más o menos articulada, por imprecisa que sea, del estado actual de la cultura española, de sus tendencias, de sus problemas. Ni siquiera de sus avances o diferencias respecto a la cultura que desembarcó en la misma Frankfurt hace tres décadas. Ninguno de los hilos temáticos que vinculan la literatura española con su sociedad, ninguno de los malestares a los que aquélla responde o de los que se evade, ninguno de los conflictos que en ella laten, de la naturaleza que sea, son objeto de atención. En lugar de eso, un escaparate de lugares comunes y de eslóganes. Todo al amparo de los predicados idiotas y repelentemente ecuménicos del dichoso manifiesto #YoSoyGeneracióndel22. 


Pura palabrería. Puro humo.

 

II

Josep Borrel

El jardín y la jungla

“Sí, Europa es un jardín. Nosotros hemos construido un jardín. Todo funciona. Es la mejor combinación de libertades políticas, prosperidad económica y cohesión social que la humanidad haya construido nunca.

La mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín. Porque la jungla tiene una fuerte capacidad de crecimiento y el muro no será lo bastante alto como para proteger el jardín”.

lunes, 24 de octubre de 2022

Lori Saint-Martin (1959-2022)


La noticia nos llegó el sábado a la mañana y todavía estamos perplejos: la gran traductora canadiense Lori Saint-Martin, que tantas veces pasó por la ciudad y por el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, murió en París, a los 63 años. 

Nacida en Kitchener, un pueblo de la provincia de Ontario, en el seno de una familia obrera, a los veinte años abandonó su lugar de residencia y la lengua inglesa y, en 1980, se mudó a Quebec, donde pasó por completo al francés, Así, al cabo de años de estudios, llegó a ocupar un importante puesto en la Université du Québec en Montreal y, posteriormente, a realizar numerosas investigaciones en el Institut de Recherches et d'Études Féministes de esa universidad.

Considerada como una de las mayores traductoras literarias de Canadá, ella, con su esposo Paul Gagné (también traductor) tradujeron conjuntamente unas cien obras del inglés (entre otros, de Margaret Atwood, Carol Shields, Mordecai Richler, Naomi Klein, Louise Penny, Maya Angelou, Gil Adamson, Miriam Toews, Alistair McLeod, Ann-Marie McDonald, David Homel, Neil Smith, Neil Bissondath y Lori Lansens), resultando ganadores en cuatro oportunidades del prestigioso Prix Littéraire du Guverneuer Général, que se otorga en Quebec. 

Como escritora publicó Mon père, la nuit : nouvelles (1999, 2014), Les Portes closes ( 2013), Mathématiques intimes : microrécits, (2014; traducido al castellano como Matemáticas íntimas y publicado por la editorial Milena París), Les Portes closes ( 2013) y el ensayo autobiográfico sobre su cambio de lengua Pour qui je me prends (2020; ver en este blog las entradas del 5 y 6 de abril de 2022). Por algunos de esos títulos recibió numerosos galardones y un gran reconocimiento, que incluyó su reciente admisión en la Académie des lettres du Quebec.

Desde hace una década, aproximadamente, había empezado a visitar Buenos Aires, una de sus ciudades, como solía decir, lo que la llevó a dominar perfectamente el castellano y a comenzar a traducir autores argentinos y de otras provincias de la lengua (algunos de ellos fueron Gustavo Nielsen, Leila Guerriero, María Jesús Álvarez, Marta Chicote, Alejandro Crotto y Sandro Barella) en Canadá. 

Compañera de andanzas y excelente amiga, la muerte de Lori nos deja sumidos en la más profunda tristeza. 

Jorge Fondebrider

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Quien desee saber más sobre ella, puede consultar las entradas correspondientes al 23 de abril de 2013, 25 de mayo de 2016, 14 y 15 de septiembre de 2017,  24 de marzo de 2020, 28 de abril de 2021.


viernes, 21 de octubre de 2022

Una nueva traducción de "La Tierra Baldía", a cargo de Silvia Camerotto, muy difícil de empardar

Cada lengua tiene sus especialistas y, en el caso de las lenguas compartidas, cada “provincia” tiene a su vez los suyos. A esta altura del partido, podría decirse que así como Pound, Joyce y Beckett –para nombrar a algunos de los más importantes escritores vanguardistas del siglo XX– fueron traducidos una y otra vez por un número importante escritores, hay traducciones que destacan sobre otras. Lo mismo pasa con T. S. Eliot. Acaso una de las mayores traductoras argentinas de poesía en lengua inglesa sea la poeta Silvia Camerotto, quien hace unos pocos años dio a conocer la primera traducción argentina de "Paterson", de William Carlos Williams (cfr. entrada del 6 de julio de 2020, en este mismo blog). Ella, que en numerosas oportunidades se ocupó de la poesía de Eliot en su blog De sibilas y pitias, este año llevó a cabo un memorable curso sobre el poeta, poniendo especial acento en La Tierra Baldía, texto que en noviembre cumple 100 años de publicado, al que a la vez tradujo para una publicación privada que, en breve, también será de acceso a los lectores. Por estas razones, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires realizó con ella la siguiente entrevista.

Silvia Camerotto habla de su versión de La Tierra Baldía

–¿Cómo llegó a traducir La Tierra Baldía?
–Si bien la obra de Eliot –que he leído y estudiado– ocupa un lugar importante de mi biblioteca y hace un tiempo corregí una traducción que no fue publicada, que me llevó a los detalles de La Tierra Baldía y a armar mis propias notas, no fue un proyecto personal. La traducción fue hecha por encargo. A principios de este año me escribieron preguntándome si me interesabatraducirla. Lo hice y lo disfruté mucho, como también disfruté del curso sobre La tierra baldía que preparé para la Asociación de Amigos del Museo de Arte Hispanoamericano Fernández Blanco durante el mes de agosto.

–¿Cuáles fueron los principales problemas que le planteó?
La tierra baldía no es un poema “regulado” ni por la historia, ni por la anécdota personal, tampoco por las notas de Eliot, sino que tiene diferentes niveles de lectura. El contexto o las referenciaspueden mejorar, empeorar, ampliar o restringir su sentido. Antes de traducir, volví al poema y a mis notas, que hoy alcanzan las cien páginas. Elegí traducir todo al castellano, incluso aquellos fragmentos en otras lenguas. Al no dominaralgunas de ellas, necesité de fuentes cuyas traducciones fueran afinesal contexto. Esto último me llevó un tiempo. También rastreé las cartas de Eliot y sus ensayos. No obstante, la traducción fue espontánea y revisada posteriormente teniendo en cuenta el material leído y que creí más pertinente para cerrarla. Al traducir sobre el facsímil el trabajo fue muy interesante, bastante más completo –y complejo. Me proveyó de lo que hubo, de lo que se modificó y de lo que se eliminó, además de los guiños en los comentarios tanto de Pound como de Vivien Eliot y, por último, el material en el que Eliot pensó para escribirlo: una cantidad de poemas recopilados –publicados o no, de los que se incluyen unos pocos fragmentos o ninguno. El facsímil es una fotografía del proceso de escribir. Lo más difícil fueron las notas de Eliot (no incluidas en el facsímil y que saqué de otra edición).Un confuso apéndice que, a partir delasreferencias del verso 316, se convierte en un galimatías, además de las omisiones e ironías.

–¿Qué decisión tomó para los fragmentos rimados?
–No tomé decisiones. Seguí el ritmo del poema. El inglés y el castellano no funcionan del mismo modo. El primero es acentual, el segundo es silábico. En una lengua silábica la duración de las sílabas es igual. En una lengua acentual, no. Depende del contexto y, por lo tanto, muchas veces se pierde el sentido del poema.

–¿En qué medida le resultaron útiles otras traducciones anteriores de este mismo texto?
–Evité la influencia, en la medida de lo posible. Las consulté cuando hizo falta. Debo decir que no fueron del todo útiles. Tienen poco en común entre sí.

–¿Podría nombrar cuáles, desde su punto de vista, se ajustan más a la idea de Eliot y por qué?
–Leí la de Ángel Flores y la de Girri. No tengo otras. Prefiero la de Girri. Me parece más afín, aunque no siempre se ajusta.

–¿Por qué podría decirse que su traducción interpreta mejor que otras el espíritu eliotiano?
El espíritu de Eliot es inconstante. En su “programa” dice, se desdice, luego justifica. También confunde. En 1923 comenta que Frazer y su Rama dorada no tienen importancia comparados con el trabajo de Freud. También que, “La Tierra Baldía es sólo un poco de queja con ritmo”. Su espíritu se resume en el He do the police in different voices. Eso interpretamos. El 15 de octubre se publica La tierra baldía, por primera vez en The Criterion.

jueves, 20 de octubre de 2022

“Hay manipulaciones brutales, vi traducciones de tramos seleccionados, y su dios es todopoderoso, castiga, todo ve, todo mira, se enfurece”


Pie de Página es un portal periodístico mexicano independiente, conformado por una red de periodistas expertos en temas sociales y de derechos humanos. El 26 de noviembre de 2020, allí subió la siguiente nota Tatiana Merlino. En ella se habla de un tema de extrema actualidad: la injerencia de los misioneros evangélicos en las poblaciones más desprotegidas –en este caso la de los nativos de la Amazonia–, a quienes amedrentan con las mentiras más viles. En la bajada se lee: “La idea de que el mundo será salvado sólo si todos se convierten a evangélicos impulsa misioneros hacia los pueblos aislados en Amazonia. Un Dios poderoso y punitivo impone miedo a los indígenas de reciente contacto, pero las enfermedades y los abusos son la verdadera amenaza”.

Misioneros evangélicos “traducen” la Biblia y crean demonios para convertir a los indígenas


BRASIL.- Al final de los años 1940, dos misiones estadounidenses grandes e importantes llegaron a Brasil con el objetivo de evangelizar a los indios: la Misión Nuevas Tribus de Brasil (Missão Novas Tribos do Brasil – MNTB), brazo brasileño de New Tribes Mission [y que fue renombrada Ethnos 360], y Summer Institute of Linguistics (SIL).

“Nuestra relación con los evangélicos y MNTB es muy antigua, viene desde las décadas de 1940 y 1950. Y los resultados son la modificación de nuestra vida tradicional del pueblo indígena Marubo. Solo perdimos. Ellos [los misioneros] condenaron determinadas prácticas, que fueron abandonadas con el tiempo”, define Eliesio da Silva Vargas, representante jurídico de la Unión de los Pueblos Indígenas de Vale do Javarí (Univaja).

Fue a partir de la década de 1950 que MNTB se instaló en Vila Nova, comunidad Marubo, en Vale do Javarí, oeste de la provincia brasileña de Amazonas.

Además de llevar enfermedades y causar muertes, los misioneros alteraron ritos y visiones ancestrales indígenas y, como consecuencia, su cultura y organización, al insertar valores cristianos.

“Ellos están presentes en varios lugares del mundo. Desde el siglo pasado están contactando grupos indígenas sin ningún control. Tienen una dinámica capilar, fundan iglesias locales, forman pastores locales y cuando no logran entrar a una aldea, se instalan en alguna ciudad cercana tratando de entrar, haciendo traducciones de la Biblia”, explica la antropóloga Aparecida Villaça, profesora del Programa de Posgrado en Antropología Social del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

Esa es una de las primeras medias de los evangélicos al pisar tierras indígenas: traducir la Biblia, o partes de la Biblia. Al fin y al cabo, el objetivo final es salvar almas. “Hay manipulaciones brutales, vi traducciones de tramos seleccionados, y su dios es todopoderoso, castiga, todo ve, todo mira, se enfurece”, describe Lucia Helena Rangel, antropóloga y profesora de PUC-SP.

En la tierra en la cual viven los Jarawara, pueblos de la región de los ríos Juruá y Purus, por ejemplo, los misioneros inventaron a un ser invisible y demoníaco, que solamente podría ser combatido si los indígenas se convirtiesen a la la religión evangélica”, relata Lucia Helena.

Inicialmente, los misioneros tenían apoyo de los órganos indigenistas, principalmente en los años 1960, cuando aún existía el Servicio de Protección al Indio [responsable por la política indigenista en Brasil y que fue sustituído por la Fundación Nacional del Indio, Funai, en 1967]. “Ellos entendían que la catequesis era parte del proceso civilizatorio y que los misioneros ayudaban en ese aspecto”.

Entre los casos de presencia de misioneros junto a los pueblos indígenas y aislados y reciente contacto, hay actuación de MNTB entre los pueblos Zo’é, Waiãpi, Yanomami y los pueblos de Vale do Javarí. También la organización Jocum (Jóvenes con una Misión) está presente entre los Suruwaha.

Al final de la década de 1980, los misioneros de MNTB forzaron el contacto con los Zo’é y, como consecuencia, una cuarta parte de los indígenas enfermó y murió. En los años 1990, Funai expulsó a los misioneros, pero algunos siguieron en la región. En 2014, Warren Scott Kennell, ex misionero del grupo, fue condenado a 58 años de prisión por la Justicia de Estados Unidos por el abuso sexual de niñas de tribu indígena en Amazonía y filmar sus actos.

La entrada de misioneros a tribus en Brasil pasó por tres etapas. La primera corresponde a la de los extranjeros evangelizando a indígenas, cuando llegaron al país. La segunda, de brasileños evangelizando a indígenas. La tercera es la formación de indios pastores que evangelizan a otros indios. La frontera final es acceder a los aislados.

Ese proceso causó cambios en la cultura, en la religión y en la formación política de las aldeas, de acuerdo con los entrevistados para este reportaje. La actuación de los evangélicos tuvo más éxito en sitios y momentos en que no había políticas públicas para esas poblaciones, principalmente atención a la salud.

La manera como se acercan sigue un modus operandi. Por lo general, ellos aprovechan de los vacíos del Estado, como falta de estructura sanitaria. “Van a las aldeas y llevan muchos medicamentos. También aprenden la lengua de los indígenas y van conquistando su confianza”, describe Lucia Helena Rangel.

En la aldea indígena donde vive el pueblo Deni, en el río Cunhuá, el Distrito Sanitario Especial Indígena fue creado en 2000 y comenzó a ser implementado en 2001, cuando el Estado comenzó a mandar equipos a ese sitio. Ese distrito es una de las unidades de responsabilidad federal correspondiente a una o más tierras indígenas.

“Esa es un área endémica de malaria, con mucha mortalidad infantil, surtos de sarampión y tuberculosis. Los misioneros armaron una estructura fija en la aldea y fueron los primeros proveedores permanentes de remedios. Y tenían la posibilidad de desplazar pacientes en situaciones graves, como picaduras de serpientes”, explica la antropóloga Adriana María Huber Azevedo, del Consejo Indigenista Misionero (CIMI).

Ese auxilio tiene un precio: “Después lo utilizan para crear un sentimiento de deuda entre los indígenas e imponer la pauta de los misioneros”. Ella comparte relatos de personas que dijeron que los misioneros querían impedir, por ejemplo, el uso de rapé, un pueblo hecho con hojas de tabaco y usado normalmente con fines espirituales. “Decían que eso despertaba resentimiento contra los misioneros, pero lo superaba el hecho de que les debían la vida. ‘Cuando yo estaba enfermo, él [el misionero] me dio remedio, pagó el avión para que yo fuera a la ciudad’.”

La manera como se instalan en las comunidades también sigue un patrón: hacen una pista de aterrizaje, colocan una antena de TV satelital, radio en el sistema de telefonía y van asentando a las familias alrededor de la pista. “Incluso remuneran a los indígenas para esos servicios”, comenta la antropóloga.

A partir de ahí, se crean dependencias. “Y comienzan las interferencias política, a prohibir el rapé, la pajelanza [prácticas rituales de cura de los pajés, o chamanes], el discurso moralista en relación a la sexualidad de los indígenas, que muchas veces no tienen una sola pareja, comienzan a imponer un cristianismo moralista y capitalista”.

miércoles, 19 de octubre de 2022

"Los diccionarios son construcciones que rescatan ciertos momentos de las sociedades en las cuales se forjan y para las que están dirigidas"

El 29 de septiembre pasado, Cintia Kemelmajer, de Prensa CONICET, publicó el siguiente artículo en Universidad. En la bajada se lee: “Daniela Lauría, investigadora del CONICET, se dedicó durante cinco años a estudiar los diccionarios para articular una historia crítica de las ideas sobre el lenguaje en América Latina.

“Los diccionarios se construyen con una ilusión de objetividad”

“Todo fenómeno lingüístico tiene una dimensión política y todo proceso político tiene un correlato en el uso del lenguaje”, dice Daniela Lauría. Desde ese punto de partida, la investigadora del CONICET, cuyo lugar de trabajo es el Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, se dedicó durante cinco años a estudiar los diccionarios: aquellas obras que desde el sentido común se toman apenas como catálogos de palabras ordenadas alfabéticamente, depositarios de un saber “neutro” y legitimado socialmente, pero que encierran, en sus páginas, toda una visión de mundo.

“Los diccionarios son, entonces y en mi opinión, construcciones que rescatan ciertos momentos de las sociedades en las cuales se forjan y para las que están dirigidas. Se construyen con una ilusión de objetividad, discursos donde se asoman y se esconden sistemas ideológicos que activan y reproducen, y, por supuesto, también borran, omiten, silencian, determinados lugares de la memoria social”, indica la científica, que justamente por esa razón se interesó en estudiarlos.

“No todos los diccionarios son iguales. No da lo mismo tener un diccionario que otro”, advierte Lauría, que acaba de editar el libro Lengua y política (Eudeba, 2022), donde reunió sus cinco años de estudios. Para analizar los diccionarios, tuvo que tomar en primer lugar una serie de decisiones para definir el recorte temático que abarcaría: debía pensar, por un lado, con qué diccionarios del español de la Argentina trabajar; y, por otro, qué partes del texto lexicográfico analizar. En este sentido, Lauría se centró en diccionarios publicados en la segunda mitad del siglo XIX en el contexto de formación y organización del Estado nacional: diccionarios de ruralismos, de indigenismos, de regionalismos y de barbarismos. En una segunda etapa, consideró los cuatro diccionarios de argentinismos publicados en el marco del Centenario de la Revolución de Mayo. A esa serie de obras lexicográficas sumó, finalmente, los diccionarios que aparecieron en el marco del Bicentenario de la Revolución de Mayo: “En este caso, se ampliaba el alcance del análisis en la medida en que además de los tradicionales diccionarios de argentinismos, es decir, de los diccionarios que registraban el vocabulario “propio” y “específico” del país, se editó el primer (y único hasta el momento) diccionario integral del español de la Argentina”, asegura la investigadora.

Con dicho corpus ya definido, Lauría trabajó en dos planos. Por un parte, en los elementos que conforman el llamado paratexto como son los títulos, los prólogos, los textos preliminares, las notas, las guías de uso y los apéndices. Y, por otra parte, la lista de vocablos consignados y, en particular, algunos artículos o asientos lexicográficos socialmente significativos y sensibles a los momentos históricos estudiados como, por ejemplo, gaucho, gringo, lunfardo, malón, colonizar, entre muchos otros.

¿Cuál fue el resultado de la investigación? “Puedo resumir los resultados a los que arribé en dos grandes líneas. La primera tiene que ver con cómo se va definiendo, cómo se denomina, lo que es particular del léxico de la Argentina conforme la construcción discursiva de la nación, es decir, de lo propio, la marca de identidad, y de lo ajeno, lo otro”, señala Lauría. Además, identificó que “los diccionarios de argentinismos actualizan una memoria que reproduce los efectos de colonización en la producción de conocimiento lingüístico —con la jerarquización de una lengua central, general, hegemónica, legítima— y variedades periféricas —con sus respectivas particularidades que a veces son consideradas como pintoresquismos y en otras ocasiones directamente como desvíos o errores—, aunque se hagan notables esfuerzos por 'maquillar' el fondo neocolonial de ciertas políticas de la lengua”.

A lo largo de su investigación, Lauría privilegió una mirada analítico-interpretativa sobre la lengua y los procesos sociohistóricos en los que aquellas tienen lugar. Y en ese sentido, una de las premisas que orientó su investigación fue marcar la dimensión política que tienen los diccionarios. “Poner el acento en la dimensión política de los diccionarios —señala— significó leer, a partir de las voces que se incluyen y, por extensión, de las que se excluyen, cómo ellos inciden en la construcción de identidades sociales, así como de modelos de ciudadanía y entidades políticas a la vez que moldea las relaciones sociales necesarias en cada instancia histórica”.

Lauría, por último, decidió no mencionar los debates en torno al lenguaje inclusivo y la posibilidad de que en un futuro este se inscriba dentro de los diccionarios. “Frente a este interrogante, tengo más preguntas o dudas que respuestas o certezas dado que se trata de un fenómeno lingüístico o, más precisamente, sociolingüístico que está ocurriendo y que, por lo tanto, es todavía inestable”, advierte. “Creo que instituciones idiomáticas como las academias de las lenguas no van a incorporar en un futuro cercano en sus obras metalingüísticas de referencia las formas del llamado 'lenguaje inclusivo' porque justamente sus intervenciones regulatorias apuntan a relativizar y a frenar el cambio lingüístico con el objetivo de homogeneizar la lengua y aplanar la diversidad. Pero también pienso que en los diccionarios confeccionados en forma participativa o colaborativa por lxs propixs hablantes, que están generalmente alojados en la red, sí puede suceder que se incluyan algunos usos no sexistas o no binarios porque están más cerca de las prácticas lingüísticas concretas de lxs usuarixs. Más allá de estas conjeturas, solo con el paso del tiempo podremos saber qué ocurre con este fenómeno lingüístico que es, por lejos, uno de los más investigados en la actualidad”, concluye la investigadora.