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martes, 14 de abril de 2020

Virus y libros (2)

Silvina Friera, de Página 12, también se ocupó de las consecuencias del coronavirus sobre la industria editorial argentina. Lo hizo desde la perspectiva de editores, libreros y escritores, el 23 de marzo pasado.

El impacto de la cuarentena
en la industria editorial

La vida normal, en tiempos de pandemia, consiste en estar aislados y circular lo menos posible. Lo mínimo e indispensable. Los actores de la industria del libro permanecerán en sus casas hasta el 31 de marzo. ¿Qué impacto está teniendo el coronavirus en las editoriales, en las librerías, en los escritores? “Estábamos en terapia intensiva y ahora entramos en coma. Todo depende de cuánto tiempo tarde en resolverse”, dice el escritor Enzo Maqueira. Las librerías están cerradas y las novedades editoriales de abril –que siempre se distribuyen la última semana del mes anterior– se despacharán cuando termine la cuarentena. Los editores, libreros y escritores consultados por Página/12 –Damián Tabarovsky, Gastón Etchegaray, Ecequiel Leder Kremer, Cecilia Fanti, Selva Almada y Maqueira– hablan de un “daño grande”, pero difícil de traducir en números por ahora.

Gastón Etchegaray, presidente del Grupo Planeta, Área Cono Sur, advierte que “es difícil medir el impacto, pero va a ser mucho; hay que ver cómo sigue” y cuenta que se bajaron del plan editorial para abril algunos títulos de autores que iban a participar de la Feria del Libro, cancelada por la pandemia. “Todo se está focalizando en la generación de contenidos vía redes; en los próximos días vamos a comenzar acciones con los autores a través de streaming. Ahora nos vamos apoyar en las redes; lamentablemente el contacto con los autores y los lectores queda suspendido –explica Etchegaray-. Los libros no se cierran; aprovechemos a leer que tenemos que estar en nuestros hogares durante varios días. Y si no tenemos libros en nuestras bibliotecas se puede acceder a través de bibliotecas virtuales. Hay muchas opciones para que la gente no deje de leer y pueda estar en contacto con el libro”.

Las editoriales medianas y pequeñas, las llamadas “independientes”, tienen menos capacidad para aguantar la parálisis de la actividad. “Es un poco prematuro saber si vamos hacia un nuevo modelo de negocio editorial; pero en cambio sí se puede decir que nos esperan unos meses terribles, que van a profundizar la crisis grave en la que ya estábamos –plantea el escritor y editor de Mardulce Damián Tabarovsky. En las crisis primero la económica que produjo el macrismo y luego la de la pandemia todos pierden, pero no todos pierden por igual: a los que tienen menos espaldas le va peor, como a las editoriales pequeñas, a las librerías independientes. La crisis termina favoreciendo la concentración, las posiciones dominantes preexistentes en el mercado. Es importante tener presente esto, tema que muchas veces oh, casualidad no está visible en los debates culturales”.

Tabarovsky repasa la situación de Mardulce. “En España en febrero publicamos La tradición alemana en la filosofía, de Alain Badiou y Jean-Luc Nancy. A los veinte días, cerraron las librerías y todo lo demás. Esta semana también allí salió de imprenta Críticos, monstruos y fanáticos, el nuevo libro de Cynthia Ozick, que fue directamente de la imprenta al depósito, y no sabemos cuándo podrá ser distribuido. En Argentina hace diez días salió de imprenta el mismo libro de Ozick más la cuarta edición de Precoz, de Ariana Harwicz, que acompañaba el estreno de la obra de teatro, en abril, protagonizada por Julieta Díaz. Obviamente la obra se suspendió y no sabemos si podremos distribuir ambos libros en abril, fecha en la que en principio estaba previsto. Para mayo teníamos el libro ya en imprenta de un autor que vive en Estados Unidos, y que venía a presentarlo a Buenos Aires en esa fecha, cosa que veo muy improbable –reconoce el editor de Mardulce. Además por primera vez íbamos a estar representados en la feria del libro de Londres, acontecimiento que también se canceló. Así estamos… Todo eso es esfuerzo, ilusiones, y también inversión. Para una editorial como Mardulce no es poco”.

Futuro incierto
Víctor Malumian, de Ediciones Godot, señala que es difícil hacer pronósticos en un escenario que cambia constantemente. “Hay cierto daño económico que es tan grande como inevitable para todos, no solo la industria del libro. La caída en las ventas va a ser grande; la pregunta no es tanto cuán grande será sino por cuánto tiempo. Si gracias a estas medidas en un mes la vida social se normaliza, eso es un escenario. Si la vida social se vuelve a normalizar en tres o cuatro meses, el escenario es imposible de resistir para cualquier negocio”. La Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP) había anunciado en los primeros días de marzo que se duplicaría la inversión para el Programa Libro %, por el cual los bibliotecarios de todo el país llegan a la Rural para comprar textos en la Feria del Libro. La cifra prometida, más de 47 millones, representa un alivio para muchas editoriales. Pero sin Feria del Libro en el horizonte, Malumian cree que las compras podrían hacerse igual por pedido digital y que las editoriales envíen sus libros de forma centralizada a un punto para que luego la CONABIP se encargue de distribuirlos. “Todo el sector está esperando una decisión final de la Fundación El Libro sobre la Feria. Es comprensible que demore cierto tiempo dado que es un evento muy grande; hay que ver qué decisión toman: si será como Bogotá o Londres, que cancelaron definitivamente, o si se va a reprogramar. Esa decisión reconfigura un montón de prácticas del mundo del libro”, subraya Malumian.

La escritora Cecilia Fanti, autora de La chica del milagro (Rosa Iceberg), es dueña de la librería Céspedes, en el barrio de Colegiales. “Las ventas en la librería se dispararon desde el viernes (13) hasta el lunes (15), cuando hubo un pico enorme. El martes (14), a pesar de la lluvia, también. El miércoles decidimos cerrar la librería y atender solo por whatsapp y redes. Y tuvimos una cantidad de consultas y de ventas por medios electrónicos muy grande –admite Fanti. Un chico en una moto estuvo haciendo los repartos; pero no bonificamos los envíos porque no tenemos estructura para hacerlo”, comenta la escritora y librera. “La cuarentena obligatoria total es tremenda, pero a la vez es necesaria. Nosotros acatamos todas las medidas que han sido impuestas y tratamos de extremar al máximo el cuidado por nuestra responsabilidad social en los días en que todavía atendíamos al público. Ahora tenemos que permanecer en casa para evitar que colapse el sistema de salud y que la pasen mal los que siempre la pasan mal: los viejos y los pobres”, precisa Fanti.

Ante un panorama en que no se pueden vender libros, las librerías independientes como Céspedes buscarán alternativas para acompañar las lecturas. “Vamos a leer fragmentos, hacer recomendaciones; hay muchos libros que han sido liberados por las editoriales, un gesto que no es menor. No venderemos libros hasta que pase la cuarentena”, afirma Fanti y anticipa que el impacto de este período sin ventas será “enorme” para la economía de su librería. “En Céspedes hay dos personas que trabajan conmigo, tengo que pagar el alquiler y todos los servicios y una contadora que me lleva adelante las cuentas… Algún tipo de alivio sería ideal, pero en la situación en la que estamos no lo veo muy viable. Hay gente que la está pasando mucho peor y el discurso del presidente va en esa dirección: empezar por los que más difícil la tienen y seguir por los otros; por lo tanto si bien sería ideal y nos ayudaría muchísimo un alivio, porque esta cuarentena total es un agujero en el medio y nos parte a todos, no creo que algo en esa línea ocurra”, agrega la escritora y librera. “Los libreros independientes somos cuentapropistas, entonces en la medida en que no trabajamos y no vendemos libros no facturamos. Se viene de cuatro años fatales y ahora nos enfrentamos a una situación que lo empeora todo por un motivo de fuerza mayor. Vamos a recoger los escombros y ver qué se puede hacer con lo que quedó. Me cuesta imaginarlo… trato de no pensar en un escenario caótico y trágico, pero a la vez me cuesta”.

Ecequiel Leder Kremer, dueño de la Librería Hernández, traza un paisaje desolador. “Habrá que llamar la atención del gobierno nacional porque el trato tiene que ser igualitario para todos. Si yo no puedo hacer delivery, Mercado Libre tampoco puede hacer delivery porque el virus lo podemos transportar todos. La realidad es que hoy la inmensa mayoría del canal librero está con un nivel de facturación cero. Como muchos comercios y otros rubros de la intermediación y la producción, le estamos diciendo al gobierno que si esto se continúa en el tiempo no sólo no vamos a poder abonar las cargas sociales, el ABL y todos los gastos residuales, tampoco vamos a poder pagar sueldos porque, ¿de dónde vamos a sacar el dinero?”, pregunta Leder Kremer. El dueño de la Librería Hernández tiene la sensación de que el coronavirus llegó para quedarse. “Estamos preocupados por la vida, por cómo impacta la pandemia en la sociedad y qué forma va a tener el futuro. Uno siempre tiene una cuota de optimismo, pero el panorama es bastante negro. Ojalá que podamos llegar a una solución; que se encuentre la vacuna y podamos superar esto –desea el librero-. La cuarentena es la única manera de cortar la propagación del virus, pero es también altamente destructiva para la economía y la vida cotidiana de los que menos recursos tienen”.

El virus de la literatura


La escritora Selva Almada, autora de El viento que arrasa, novela con la que ganó el First Book Award de la Feria Internacional del Libro de Edimburgo 2019, y autora de Ladrilleros, que integra la colección 8M de Página/12, confiesa que está preocupada. “Mis ingresos mensuales dependen casi exclusivamente de los talleres. Excepto uno virtual que tengo hace muchos años, el resto de mis talleres son presenciales. Todavía no había arrancado, tenía previsto comenzar en abril. Voy a proponer el modo virtual hasta que termine la cuarentena. Pero el caso es que muchas de las personas que vienen a los talleres también son trabajadores independientes, que verán limitados sus ingresos, así que todo se vuelve complejo e incierto”, revela Almada y dice que los festivales y las ferias que están suspendidos son un ingreso que tampoco tendrán por un tiempo. “Quizá el encierro estimule la lectura, ojalá que sea así… Pero es desolador. Económicamente creo que nos veremos profundamente afectados. En momentos de optimismo pienso: bueno, puedo agarrar ese borrador de ocho páginas que alguna vez quiso ser el comienzo de una novela y escribirla… No lo sé… de veras me angustia un montón”.

Enzo Maqueira aclara que la vida de un escritor no cambia mucho porque “solemos estar bastante en nuestras casas, dando talleres, escribiendo; en lo cotidiano estamos bastante preparados para una cuarentena general”. Pero el mayor inconveniente surge cuando se despliega sobre la mesa la cuestión económica: alumnos del taller que no van más, sólo algunos se pasan a la modalidad virtual; clases, cursos, presentaciones y ferias del libro suspendidas. “La situación es muy preocupante porque la mayoría de nosotros somos monotributistas, no estamos en relación de dependencia, y dependemos de nuestro cuerpo y de nuestro tiempo para vivir. Lo que veo es que hay mucha voluntad en redes sociales, en Instagram, en Twitter, de muchas escritoras y escritores por mostrar sus textos o compartir textos de otros; se están armando varias movidas”, detalla el autor de Electrónica y Hágase usted mismo. “Poesía en tu sofá” es una iniciativa en la que participarán Maqueira, Juan Diego Incardona, Tálata Rodríguez y Walter Lezcano, entre otros, este lunes 23, de 18 a 20, en Instagram, donde uno detrás del otro irán compartiendo textos.

Aunque el horizonte sea demasiado lúgubre, Maqueira encuentra otra perspectiva. “Lo preocupante es que la economía de las escritoras y escritores va a empeorar. Espero que esto dure poco y cuanto menos dure menos daño nos haga económicamente. Estamos preocupados y atentos, viendo cómo migramos nuestra vida social y laboral a formas virtuales, que no es lo mismo, pero que nos va a permitir aguantar hasta que esto termine”, confirma el escritor. “Este momento es una gran oportunidad de la literatura para revincularnos con gente que está necesitando que le cuenten historias, más allá de las historias que escuchamos sobre el coronavirus. La literatura es más necesaria que nunca; no hay virus que la mate. La literatura es más fuerte que cualquier pandemia, que cualquier suba del dólar o del riesgo país. La literatura va a estar: ayer, hoy y siempre. La literatura es un bastión que no va a ser derrotado por nada del mundo. Aunque haya un solo ser humano sobre la tierra, existirá la literatura”.

lunes, 29 de abril de 2019

La Feria: más de lo mismo, pero más caro

Como todos los años, una cada vez más degradada Feria del Libro de Buenos Aires abre sus puertas con la expectativa –de las editoriales, claro– de vender lo que no venden en las librerías. Una de las pocas crónicas realistas que ofrece la prensa argentina sobre el evento es la de la periodista Silvina Friera, aparecida en el diario Página 12 del 25 de abril pasado. En ella se recogen testimonios de los editores Damián Tabarovsky, Gastón Etchegaray y Leonora Djament.

La ilusión de salvar el año en 20 días

La crónica de un empobrecimiento anunciado duele cada día más. Aunque el libro sea un artículo de primera necesidad para una intensa minoría de lectores, la política económica, el combo explosivo de recesión más inflación por las nubes y un dólar con tendencia alcista, lo está convirtiendo en un artículo inaccesible. ¿Cuántos pueden comprar un libro por mes –si esa fuese una cifra razonable, moderada y hasta “optimista”– con salarios aplastados y sin perspectivas de recuperación? Muy pocos, cada vez menos. No hay “precios cuidados” ni “precios esenciales” del Estado para los libros. La apertura de la 45° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que empieza hoy en la Rural con una gran expectativa por el discurso inaugural de la antropóloga feminista Rita Segato y que tendrá a Barcelona como ciudad invitada (ver recuadros), encuentra a los actores de la industria, autores, editores, traductores, libreros e imprenteros, consternados por una crisis que tiende a profundizarse. Los números del informe realizado por la Cámara Argentina del Libro (CAL) producen taquicardia. Durante 2018 se imprimieron 43 millones de ejemplares, una caída del 48 por ciento si se compara con 2015 (83 millones de ejemplares), el año en que inició la tendencia a la baja.

El mismo informe de la CAL incluyó una encuesta de ventas entre socios de la entidad, que reúne a más de 500 representantes de medianas y pequeñas editoriales. El 65 por ciento de las 51 empresas participantes –el 62 por ciento de ese universo tiene hasta 10 empleados y el 57 por ciento factura menos de 9 millones al año– tuvieron variaciones negativas en su rentabilidad. En el 33 por ciento de los casos esa caída fue igual o superior a los 20 puntos. “Las ventas van a la baja pero de un modo que da taquicardia”, dice el escritor Damián Tabarovsky, editor de Mardulce, que exhibe su catálogo editorial en Los siete logos (Stand 1920, Pabellón Amarillo), junto a Adriana Hidalgo, Caja Negra, Eterna Cadencia, Criatura, Katz y Beatriz Viterbo. “Hay meses muy malos, como fue febrero –30 por ciento menos que febrero 2018– y, a veces, sin saber bien por qué, repuntan. Pero la tendencia general es al descenso de ventas y al aumento de costos. El tema de los costos –en especial el del papel– es tan importante como la baja de las ventas. Las dos variables, juntas, son un combo explosivo”. El escritor y editor de Mardulce cuenta que se manejan con un dólar oficial de 45 pesos. “La suba del dólar no cambió demasiado en relación a la exportación, sigue siendo difícil y arduo exportar. A la inversa, como el papel es un commodity, que cotiza al precio del día, el aumento del dólar implicó inmediatamente un aumento del papel”.  

La Feria del año pasado arrancó con un dólar entre 20 y 21 pesos y terminó con un dólar a 28. La devaluación continuó en agosto, cuando superó los 40 pesos, y ayer cerró a casi 45 pesos, más del doble de lo que cotizaba el dólar a fines de abril de 2018. Nadie está exento de la crisis. Las editoriales con mayor volumen de libros editados tienen más espalda. Todos son víctimas de una política económica que está deteriorando cada vez más la dinámica editorial argentina. Gastón Etchegaray, Presidente del Grupo Planeta, Area Cono Sur, explica que 2018 “fue un año en que pudimos crecer un 3 por ciento en volumen, en cantidad de ejemplares vendidos, pero no pudimos absorber en términos de facturación la inflación del 47 por ciento. En ese sentido estuvimos por debajo”. El contraste ahonda el abismo que se cierne sobre la industria editorial. “Si comparamos el inicio del 2019 versus 2018, tenemos un primer trimestre peor de lo que fue el año anterior. Recordemos que fue previo a la devaluación y con un mercado todavía no tan golpeado”, aclara Etchegaray. 

“La devaluación impacta y mucho –reconoce el Presidente del Grupo Planeta a Página 12–. Tengamos en cuenta que el costo del papel se cotiza en dólares y eso termina impactando fuertemente en el costo final del libro. Por otro lado, devaluación más inflación es un combo letal para nuestra industria, ya que no podemos trasladar todo a precio. También afecta mucho el pago de derechos a autores extranjeros, que son en dólares o euros, y hace casi imposible amortizar algunos contratos pactados y firmados en esas monedas. Dejamos de importar algunos libros de fondo que traíamos en pocas cantidades, porque no podemos trasladar todo a precio –serían precios fuera de mercado– y tampoco sabemos cuál es el techo del dólar en un mercado con mucha incertidumbre. La única parte positiva es la de poder exportar más, pero también ahí nos afectó el impuesto a las exportaciones, y eso nos deja menos competitivos frente a otros mercados”.

Leonora Djament, editora de Eterna Cadencia, comparte los diagnósticos y cuestiona la desidia estatal. “Como el papel cotiza en dólares aunque sea para uso local, cada vez que el dólar sube, el precio del papel sube. Los papeles y cartulinas subieron entre un 65 por ciento y un 100 ciento en el último año, mucho más que la inflación. Es muy difícil entonces sostener los precios de los libros en un mercado que ya lleva por lo menos tres años consecutivos de decrecimiento, con librerías quebradas y cadenas de pago sumamente frágiles –advierte Djament–. Y todo se da en un contexto de absoluto desinterés del Estado hacia la cultura en general y hacia el sector del libro en particular. No hay políticas de ningún tipo: ni de promoción de la lectura, ni de fomento a las pymes editoriales, ni de ayuda a las bibliotecas o a las librerías. Está claro, de todos modos, que la situación del sector no escapa al contexto general del país: no se puede pensar en medidas para la industria del libro sin pensar en medidas articuladas para toda la sociedad. La crisis que atravesamos es general y no particular del libro. Por desinterés o deliberadamente es la crónica de un empobrecimiento anunciado”.

¿Con qué expectativas comienzan la 45° Feria del Libro? ¿Prevalecerá esa especie de situación “burbuja” que se suele esgrimir o se sentirá el fuerte impacto de la caída del consumo en los libros, más en esta edición que en las anteriores? “Como siempre nos preparamos con mucha ilusión para la Feria y este año no será la excepción –dice Etchegaray–. Aparte de lo que la Feria en sí implica para no- sotros, este año Barcelona es la ciudad invitada y tenemos muchas visitas –somos la editorial más importante en habla hispana y la editorial de Barcelona por antonomasia–, sumado a lo que siempre brinda Planeta como grupo en la Feria: muchos autores locales dando conferencias, presentaciones de libros y firma de ejemplares en nuestros dos stands, Paidós y Planeta. Tenemos nuevos libros de Luciana Peker, Rosa Montero, Darío Sztajnszrajber; firmas y presentaciones de autores emblemáticos como Gabriel Rolón, Felipe Pigna, Viviana Rivero, Alejandro Dolina; en fin, apostamos fuerte a la Feria, un lugar central para nosotros. Ojalá que este año el público nos acompañe, y que el impacto de la crisis se sienta menos, algo difícil que así sea pues la caída del consumo está pegando muy fuerte a nuestra industria, y en la medida en que el mercado del libro no se recupere deberíamos plantearnos si el formato de la Feria –tal cual lo conocemos– en los próximos años debería cambiar o por lo menos adaptarse a la nueva realidad del sector, un sector que insisto está muy pero muy golpeado”.

No sabe Tabarovsky qué pasará en esta edición. “El año pasado fuimos con la expectativa de que no nos vaya horrible y terminó yéndonos muy bien. Pero sé que hay editoriales a las que les fue mal. Vuelvo con las expectativas de que no sea todo tremendo. Veremos…”, agrega el editor de Mardulce. “Más allá de los temas específicos de la industria editorial, creo que es una situación que va mucho más allá de nosotros. Desde hace tres años somos víctimas de una política que desfavorece el consumo. La industria editorial sin una clase media dinámica, con una capacidad de consumo al menos aceptable, es inviable acá o en cualquier lado. La primera variable obviamente existe: hay un público muy interesado en los libros. Es cuestión de reactivar el consumo. Pensemos a quién votamos en octubre”, concluye Tabarovsky.