sábado, 30 de diciembre de 2017

Un resumen del noveno año de actividades del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

En 2017 el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires cumplió su segundo año en la Biblioteca del Instituto Goethe, hemos sido muy bien tratados tanto por su director Uwe Mohr y por un excelente equipo, encabezado por Carla Imbrogno, curadora del programa de cultura, en el que también están Sofía Stubrin y Natalia Laube.

A lo largo del año han estado con nosotros el traductor irlandés Mark Harman, las editoras Jacoba Casier (Holanda) y Nazli Gurkas (Turquía), y la traductora francesa Marianne Millon, la abogada Magdalena Iraizoz (presidente de CADRA), la investigadora argentina, radicada en Brasil, Silvia Cobelo, el investigador y traductor argentino Miguel Ángel Montezanti, el escritor y traductor galés Richard Gwyn y el escritor y traductor argentino, residente en Barcelona, Andrés Ehrenhaus (acompañados por los poetas argentinos Daniel Samoilovich, Marina Serrano, Teresa Arijón, Jorge Aulicino, Miguel Ángel Petrecca, Alejandro Crotto, Laura Wittner y el poeta mexicano Carlos López Beltrán),  los escritores y traductores Pedro Serrano (México) y Lori Saint Martin (Canadá), el poeta y traductor argentino Juan Arabia, y la escritora y traductora Sylvia Molloy, argentina residente en Nueva York. Todas sus intervenciones pueden verse recurriendo a los videos subidos a youtube o en la página ad hoc del Goethe Institut de la Argentina.

viernes, 29 de diciembre de 2017

“El Diccionario nunca se elaborará con criterios de corrección política”

Los Neardenthales de la RAE parecen estar alcanzando la siguiente etapa evolutiva, aunque, convengamos, se saltaron al homo sapiens para convertirse en obispos preconciliares (aunque, considerándolo mejor, los obispos preconciliares son también una rama distinta de los homínidos). Tal parece ser que, aconsejados por el clero, decidieron aceptar las conclusiones del Concilio de Trento y acordarles a las mujeres la posibilidad de que tengan alma. Quien lo dude que lea el siguiente artículo publicado por la escritora y periodista Patricia Kolesnicov, en la edición del diario Clarín del 22 de diciembre pasado.

Presidenta no, pero sirvienta sí

La charla fue hace un tiempo y el caballero tenía argumentos gramaticales. “Presidente” –decía el señor– es como “cantante”. Y –decía– aunque parece un sustantivo es otro tipo de palabra, un participio presente, o lo quedó de los participios presentes del latín. Una palabra que señala a quien hace la acción: quien preside, quien canta. Justamente, no tiene género. “¿Vas a decir la cantanta?”

En la mesa corrió el silencio de la duda. Fue un instante y lo cortó la voz decidida de la escritora Claudia Piñeiro: “¿Y ‘sirvienta’ tampoco decís? ¿O ‘presidenta’ no pero ‘sirvienta’ sí”? Gol.

La respuesta de Piñeiro era efectiva y lo era porque, sin decirlo, cruzaba un argumento formal –la coherencia de ese sistema hermoso que es la lengua– con uno social: en la práctica, en nuestra vida urbana, en nuestra clase media, hay sirvientas, la lengua se acomodó a la realidad y la palabra “sirvientes” dejó de funcionar para nombrarlas a ellas solas.

Lo mismo se puede alegar para “presidenta” –que la Academia ya acepta– sólo que en una etapa anterior: todavía el idioma cruje, resiste: el participio no se terminó de volver sustantivo.

Pienso en esto porque ayer la Real Academia presentó su diccionario actualizado y algunas de las novedades pasan por cuestiones de género. “El Diccionario nunca se elaborará con criterios de corrección política”, dijo su director, Darío Villanueva, como si cupiera alguna sospecha. Sin embargo, la institución cambió –¡a esta altura!– la acepción de palabras como “jueza” y “embajadora”, a las que hasta ahora definía como las esposas de jueces y embajadores. No por corrección política sino por dar cuenta de la realidad: hay juezas. Como hay sirvientas.

Hace unas semanas, en la Feria del Libro de Guadalajara, una académica, Concepción Company, se preguntaba si el castellano es machista. Y tomaba el viejo tema de “los chicos y las chicas”. Con “chicos”, claro, alcanza para todos. Razonaba: “El masculino no refiere al sexo, refiere a una marca gramatical, se llama género no marcado, porque es indiferente al sexo”.

En mis épocas esto se decía así: “el neutro coincide con el masculino”. Claro que “chicos” abarca a todos pero ¡qué casualidad que así sea! Es que todavía el “humano por default”, es varón. Todavía los muñequitos con que se representa a las personas en las infografías son iguales a los de los baños... de varones. Todavía la publicidad se dirige a los varones (salvo que hable de cosas “de mujeres”, como un desinfectante para cuidar a los hijos). Y, lo que es mucho más importante: todavía ganamos, en conjunto, un 27 por ciento menos que los muchachos y es más difícil que alcancemos los cargos más altos en las empresas privadas (sólo el 20 por ciento, según un estudio que la consultora Mercer presentó el año pasado).

Ahora bien: si fue un estado del mundo el que construyó esta lengua, ¿cambiar las palabras no es agarrar el tema por los pies? ¿No hay que cambiar la vida y saber que la vida ya se llevará por delante las deficiencias del lenguaje?


Otra escritora, Gabriela Cabezón Cámara, me responde a esto. Le digo que decir “Lxs alumnxs” es imposible, que por favor, que la historia de la lengua también es algo que dice la lengua, que no se tapa el sol con una x en las vocales. Claro, me contesta. “Las palabras cuentan su historia y la x habla de una incomodidad, de una pelea, se trata de poner en cuestión el lenguaje y dejar huella de lo que se está haciendo”. Porque, salvo la muerte, no hay hechos consumados, siempre puede reabrir la pelea. En el lenguaje, también.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Más reflexiones desde México

Barbara Bertoni y Tomás Serrano Coronado, traductores de Italia y de México, respectivamente, luego de leer la ponencia de Gerardo Piña, publicada en este blog el viernes pasado, nos enviaron el siguiente texto a propósito del Laboratorio Trādūxit, de traducción literaria colectiva del italiano al castellano, del Instituto Italiano de Cultura Ciudad de México. Éste nació en 2015 y desde entonces ha sido coordinado “a cuatro manos” por ambos traductores..  En el laboratorio, con participantes presenciales y a distancia (España y Argentina), se traduce con miras a la publicación y respetando la variante lingüística de los participantes.

Al Laboratorio Trādūxit le interesa difundir la literatura italiana en los países de habla hispana y producir traducciones en las que los lectores de cada país se reconozcan. La más reciente traducción del Laboratorio Trādūxit, Cuerpo de Tiziano Scarpa,fue publicada en noviembre de este año por la editorial mexicana independiente Abismos. Los primeros diez capítulos, en cuatro variantes del español (México, Argentina, España y Cuba), pueden consultarse en el siguiente link: https://issuu.com/barbarabertoni/docs/cuerpo_-_tiziano_scarpa. También el Periódico de Poesía de la Universidad Nacional Autónoma de México publicó dos fragmentos de la traducción en el número de noviembre (N° 104): 
http://periodicodepoesia.unam.mx/index.php/4918.

El siguiente taller empezará el 9 de febrero de 2018 y las inscripciones ya están abiertas. Para más información escribir a: seminariotraduzione@gmail.com.

Una propuesta para favorecer la difusión de la literatura 
italiana en México y América Latina

Las traducciones de literatura italiana, casi siempre, nos llegan a México de otros países; de España y de Argentina, principalmente. Desde un punto de vista puramente económico, este hecho resulta conveniente y comprensible para los editores; no es así desde una perspectiva lingüística y cultural, desde la cual cuanto más oral es un texto, tanto más disfuncional resulta éste para el público de la misma lengua, pero de una variante distinta, pues, como se sabe, los actos de habla están determinados culturalmente. Si a esto añadimos que muchas de las traducciones hechas en España a lo largo del siglo XX fueron objeto de la censura franquista –y que hasta ahora se siguen reeditando así–, podemos imaginar la distancia que existe entre éstas y los originales en italiano.

Igualmente, son de sobra conocidas las políticas actuales de los grandes consorcios editoriales que le exigen al traductor un uso de una norma panhispánica que ellos mismos no conocen y llaman un “español neutro” que, supuestamente, resulte comprensible para todos los hablantes de español. Dicha política editorial tan impuesta en México sólo tiene como efecto, por un lado, que ningún lector se reconozca como destinatario de esas traducciones y que la ajenidad que va implícita en ellas se acentúe mucho más; y, por el otro, que estilo, tono y contenido de la traducción se difuminen. De allí entonces que nosotros propongamos traducir un texto literario para cada comunidad lingüística, es decir para cada variante del español. En el caso específico de Corpo, tradujimos al español de México y, gracias a nuestras participantes a distancia y aun amigo escritor, también al de Argentina, España y Cuba.

El Laboratorio Trādūxit logró derrumbar las fronteras geográficas gracias a internet, pero en lo que se refiere a las fronteras lingüísticas, en cambio, decidimos mantenerlas. Es decir que los participantes que nos siguen a distancia de otros países tienen la libertad de traducir a su propia variante, sin ningún tipo de imposición por nuestra parte (es decir por parte de los mexicanos, que son la mayoría). 

Las reflexiones de algunos traductólogos de renombre nos sirvieron de estímulo para emprender algunas iniciativas encaminadas a resistir a las políticas editoriales de sobra conocidas en México. Así, por ejemplo, Lawrence Venuti nos advierte sobre la necesidad de resistir a esa hegemonía occidental de pensar y ejercer la traducción cuyo riesgo mayor es la monoculturalización del mundo[1]. Para MariaTymoczko:

La traducción no surge en un espacio neutral: eso es cierto tanto si consideramos a los agentes de la traducción, a sus procesos o a sus productos. Todos tienen posiciones éticas, políticas e ideológicas […] Dado que los traductores se hallan entre los principales mediadores culturales, su trabajo tiene serias consecuencias geopolíticas que exigen una autoconciencia y un autoexamen éticos. […] los traductores deben mostrarse autorreflexivos sobre sus conceptos preteoréticos y sus prácticas traductivas, ya que, de lo contrario, la traducción en la época de la globalización sólo puede ser un instrumento de dominio y hegemonía.[2].

Igualmente importante es mencionar a Even-Zohar que, desde su teoría de los polisistemas,  nos muestra el papel fundamental que juega la traducción en los sistemas literarios de la cultura de llegada; una teoría que retoma André Lefevere, según el cual la traducción debe considerarse una reescritura de un texto original que refleja, independientemente de su función, una determinada ideología y una determinada poética, manipulando así la “imagen” de una obra literaria según el público destinatario. El control del que habla Lefevere se lleva a cabo a través de dos canales distintos: por un lado, existen los llamados “profesionales de la literatura”, es decir críticos, historiadores, profesores, escritores, que actúan en el interior del sistema mismo encargándose de cultura a nivel institucional y tratando de establecer las temáticas y las formas que la literatura debe asumir; por el otro, existe una “estructura patrocinadora” formada por personas, casas editoriales, instituciones culturales que intervienen y regulan el sistema desde el exterior, que disponen de los medios necesarios para influenciar las elecciones de los escritores y de los traductores, y, dado que se vinculan a la ideología política del país, tienen el poder de promover o de obstaculizar la producción, la traducción y la difusión de una determinada literatura. En consecuencia, continúa Lefevere, “ante estos sistemas de control –dirigidos a regular la producción original y a limitar el impacto de las traducciones en la literatura del país-, los autores y traductores tienen dos posibilidades: someterse a las directivas impartidas u oponerse al sistema mismo, introduciendo elementos poéticos o de contenido que no se adecuan a las disposiciones vigentes”[3].

Por otro lado, han influido en nuestraintención de oponernos al sistema los comentarios de los autores que hemos traducidoen anteriores ediciones del Laboratorio Trādūxit. Pino Cacuccinos compartió su beneplácito de verse traducido al español de México, puesto que el libro que tradujimos tenía a México como telón de fondo y muchos personajes eran mexicanos, le parece justo que sea así:

Queridas y queridos de la formidable “brigada” de traductores, estoy verdaderamente orgulloso de que hayan puesto tanta pasión en este trabajo, seguramente la mejor traducción para México de esta novela en la cual puse todo mi amor a México y también mi dolor por las tragedias de su historia pasada y presente.
Es una pena no estar con ustedes en esta ocasión, pero confío en que tendremos otras oportunidades, y entonces será una alegría estar juntos.
Gracias de corazón, que nunca es “demasiado”.[4]

Rosa Matteucci, por su parte publicó en su página personal de Facebook, a propósito de la presentación de Constelación familiar en el Instituto Italiano de Cultura Ciudad de México:

Ignoraba que en México, donde se habla un español con tantas diferencias dialectales y sentimentales, los mexicanos solamente podían leer a los autores extranjeros en español ibérico, lo cual, señores míos, es como si nosotros los italianos estuviéramos obligados a leer a Philip Roth o a Faulkner en dialecto genovés. ¡Qué vergüenza! La traducción de mi novela al español mexicano es un acto de justicia social e intelectual. ¡Arriba la revolución literaria![5]

Es por todo esto que redactamosun texto que enviamos a los autores que traducimos para que ellos, a su vez, lo hagan circular entre otros autores y así propiciar que se traduzcan y publiquen sus libros en América Latina:

COMUNICADO

Barbara Bertoni y Tomás Serrano, coordinadores del Laboratorio Trādūxit, laboratorio de traducción literaria colectiva del italiano al español de México, conjuntamente con los participantes, consideradas las políticas editoriales imperantes en México, nos permitimos compartir con ustedes las siguientes reflexiones:

1.         1- En México el mercado editorial es dominado por grandes consorcios editoriales que publican y distribuyen traducciones hechas en España o en un español supuestamente neutro.

2.     2-Paralelamente, en nuestro país existen pequeñas editoriales independientes que distribuyen traducciones pensadas sólo para lectores mexicanos y, puesto que el mercado es reducido y los tirajes no muy altos, sobreviven con muchas dificultades o gracias a pequeñas subvenciones gubernamentales.

3.         3- Si bien es cierto que existe un español estándar o panhispánico –el español de las ciencias-, en el caso de la literatura no basta para recrear toda una serie de actos de habla que obedecen a aspectos puramente socioculturales y que siguen criterios pragmáticos propios de cada comunidad hablante.

4.         4- Es nuestra convicción que, a fin de que los lectores mexicanos se reconozcan en las traducciones que leen y éstas no les resulten disfuncionales, las editoriales mexicanas deberían publicar únicamente traducciones a esta variante, diferente morfosintáctica y léxicamente de las otras variantes del español.

5.      5- Normalmente los escritores italianos tienen agentes italianos que trabajan de la mano con sus homólogos españoles. Estos últimos, por obvias razones económicas, prefieren vender los derechos mundiales de traducción al español a editoriales que, pese a que en sus tirajes consideran a los lectores de países latinoamericanos, no consideran el grado de recepción de sus traducciones más allá de España.
6.    
           6-  Por otro lado, puede también pasar que los derechos mundiales de traducción al español se vendan a editoriales españolas que no distribuyen en los países de América Latina. Estas políticas editoriales traen como consecuencia una difusión muy limitada, es decir sólo europea, de la literatura en lengua italiana porque impiden que ésta se traduzca a otras variantes del español y el libro se dé a conocer en América Latina.

   Con base en las consideraciones anteriores, con el propósito de combatir el papel hegemónico de los grandes consorcios editoriales y por el bien de escritores en lengua italiana, así como de traductores y lectores mexicanos, nos permitimos sugerirles cuanto sigue:

1.     1- Antes de firmar un contrato de cesión de derechos de traducción al español, aconsejamos a los escritores en lengua italiana, averiguar si la editorial tiene distribución en América Latina y, de no ser el caso, especificar que se están cediendo los derechos de traducción al español únicamente para el territorio donde distribuye la editorial.

2.       2-  Desconfiar de la funcionalidad de las traducciones a un español neutro cuyo único resultado es que ningún lector se reconozca en ellas, sobre todo si el texto traducido presenta un alto grado de oralidad.

3.     3- Apelamos al buen juicio de los escritores italianos y suizo-italianos para entender que las editoriales independientes de México y de muchos países de Hispanoamérica no pueden pagar adelantos importantes por cesión de derechos puesto que el tiraje y los precios de ventas no son comparables con los de los grandes grupos editoriales.

Por nuestra parte, para alcanzar los propósitos ya expuestos, nos comprometemos a servir de enlace entre editores independientes y autores; a hacer la máxima difusión de las obras traducidas con presentaciones, publicación de fragmentos en revistas, así como con ponencias en foros nacionales e internacionales; y a recurrir a colegas traductores de otros países latinoamericanos para adaptar los textos a su variante y buscar editores para su publicación.





[1] Venuti, Lawrence, The translator's invisibility. A history of translation, Abingdon, Routledge, 2008.
[2]Tymoczko, Maria, “Traducción, ética e ideología en la época de la globalización”, Transfer I: 1 (mayo 2006), pp. 4-34, 2006.
[3]Lefevere, André, Traducción, reescritura y manipulación del canon literario, trad. África Vidal y Román Álvarez, Salamanca, Colegio de España, 1997.
[4]Comunicación personal del autor, 1 de abril de 2016.
[5] Publicación de la autora en Facebook, 1 de diciembre de 2016.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

En negro sobre blanco, los datos de la traducción en México

El mexicano Gerardo Piña es Licenciado en Letras Hispánicas por la UNAM y Doctor. en Literatura Inglesa por la University of East Anglia (UK). Ha publicado varios libros de ficción y traducciones literarias; actualmente es profesor del Departamento de Traducción e Interpretación de la Enallt-Unam. El siguiente texto, que tuvo la amabilidad de  enviar al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, fue leído dentro del marco del 2do Foro Internacional de Traducción Especializada de la Enallt-Unam el 30 de noviembre de 2017.


El contexto de los traductores literarios 
en México en 2017


En un país en el que escribir obras de ficción es un lujo, traducir obras de ficción es como dos lujos. Lo sabemos: traducir implica leer, releer, investigar, escribir, rescribir, reinvestigar, releer… y a pesar de ello, la mayoría de los traductores literarios mexicanos no se asumen como creadores. Lo cual es extraño, pues no es difícil identificarse con la mayoría de los creadores mexicanos; quiero decir, con la precariedad de su oficio.Si acaso, los traductores se ven a sí mismos como amanuenses con la bajaestima a la alza por tres o cuatro días al año —cuando por fin sale publicado un libro que tradujeron, a cuya presentación muchas veces ni siquiera son invitados y cuyos ejemplares tendrán que comprar con su propio dinero—. El resto del tiempo acumulan datos y giros lingüísticos con la esperanza de que algún día les sean de utilidad.

Hay tres preguntas que me gustaría plantearles ahora y que espero que puedan ayudarme a responderal final de mi participación: 1) ¿para qué traducir literatura en México?, 2) ¿para quién?, y 3) ¿vale la pena dedicarse a la traducción literaria en México? Debido a que no hay mucha información estadística sobre este tema (i.e. un censo de las personas que se dedican a la traducción literaria en México, ni de sus ingresos, formación, etc.), les compartiré lo poco que he encontrado para que sus respuestas no sean completamente subjetivas.

En México, 7 de cada 10 personas que se dedican a la traducción son mujeres (1) . Desconozco las razones, pero sé que es parte de una tendencia en occidente. El 42% de las traductoras radican en la CDMX (2) y supongo que esto se debe principalmente a los resabios del centralismo que ha dominado al país (i.e. que aquí se encuentran la mayoría de las oportunidades de trabajo en el sector).

La mitad de quienes traducen en México han terminado una licenciatura (3) y, según el Estudio de encuesta sobre la traducción e interpretación en México (2017), la mayoría trabajan por su cuenta y no pertenecen a ninguna asociación; ocho de cada diez no cuenta con ninguna cobertura de seguridad social. Y sólo dos de cada diez personas que traducen obtienen del 90 al 100% de la totalidad de sus ingresos de la traducción (4).

La perspectiva para sopesar estos datos puede ampliarse si los contrastamos con los de otros países y con datos de la industria editorial. Según el “Informe del Valor Económico de la Traducción Editorial en España”, publicado en mayo de 2017, diez empresas controlan el 75% del mercado editorial y los traductores aportan al mercado editorial el 35% de su facturación anual (294 millones de euros) (5). En Alemania, a un traductor se le paga en promedio el equivalente a $405 pesos mexicanos (unos 370 pesos argentinos) por cuartilla. En España aproximadamente $285 (unos 260 pesos argentinos). ¿Y en México? Alguien que cobre $150 (unos 130 pesos argentinos) por traducir una cuartilla ya puede considerarse afortunado (6).

A un traductor literario en Alemania se le paga entre U$D 20 y 25  por cuartilla. Una encuesta elaborada por el sindicato de traductores de Alemania a principios de este año y respondida por 598 traductores arrojó los siguientes datos: casi el 60 por ciento de los títulos traducidos son de lengua inglesa; aunque alrededor del 80 por ciento de quienes traducen son mujeres, los hombres suelen ganar U$S 1,10 más por página; y que el trabajo considerado difícil se paga muy poco más por página que el trabajo considerado fácil (7)

Ignoro cuántos traductores literarios mexicanos reciben regalías por su trabajo, pero hasta el momento no he conocido a uno solo. Lo que debe ocurrir, al menos en teoría, es lo siguiente: un traductor debe recibir un contrato en donde nunca se plantee una cesión de derechos de la traducción, sino únicamente el derecho a su reproducción y no a perpetuidad sino por un tiempo determinado. Es decir, una editorial puede vender tu traducción pero solo por unos años (cinco años es un plazo razonable) al cabo de los cuales se tiene que replantear un nuevo contrato que le convenga a ambas partes. Otro aspecto importante es que el traductor debe recibir regalías por la venta del libro (el 1% es lo común, por muy bajo que parezca; el autor suele recibir el 30% en Europa, pero en México es apenas el 10%). El tema del porcentaje en la venta de ediciones digitales lo dejo para otra ocasión por su enorme complejidad dados los vacíos legales que hay en ese ámbito, pero ahí un traductor que cobre regalías suele cobrar el mismo 1% (en otros países) aunque tanto él como el autor deberían cobrar más. Por último, el crédito de un traductor debe aparecer en portada y no solo en la página legal o como un mero dato curioso en la tercera de forros.

Con respecto a las regalías (casi un sueño para un traductor mexicano) quiero aclarar que el pago por la traducción se considera un anticipo; de manera que sólo si el traductor tiene la suerte de traducir un bestseller podrá cobrar alguna utilidad por su trabajo; algo difícil si consideramos que la mayoría de los derechos por traducción de obras literarias en nuestro idioma los tiene España. (Por cierto: en Alemania este pago no es un anticipo.)

Y después viene otro problema. ¿Cómo sabe un traductor o un autor de obras originales cuántos ejemplares se han vendido de tal o cual libro? No hay manera de saberlo. Hay que confiar en lo que nos diga la editorial en cuestión. Al respecto es importante decir que implementar la tecnología necesaria para poder conocer en tiempo real cada vez que se efectúa la compra de un libro (en cualquiera de sus formatos) no es algo complicado. ¿Por qué no se hace? Supongo que por falta de voluntad.

Siguiente punto. Ser traductor literario, ¿pero de qué? Es imposible escapar a las tendencias del mercado del libro y del consumo de cultura y entretenimiento en general. Mientras que en España, por ejemplo, el 16% de los libros que se publican al año son traducciones, dentro de los cuales el 40% son títulos de literatura infantil, en Gran Bretaña todos los títulos traducidos que se publican al año suman apenas el 3% (8). ¿En México? Desafortunadamente no existe (o no encontré) esta información de manera puntual, pero los siguientes datos nos pueden servir para tener una idea aproximada del asunto.

Según información estadística de la Caniem (9), en el 2015 el 32% de facturación total fue de libros comprados por la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg); es decir, por el gobierno. Estos libros son de educación básica: 54 millones de ejemplares (54,438,422); y una facturación de 4 mil millones de pesos ($4,068, 722,075). En comparación, de los libros catalogados bajo el rubro “Ficción y temas afines” se vendieron 8 millones (7,855,423) de ejemplares y arrojaron una facturación de $685 millones de pesos ($685,305,099).

De acuerdo con el INEGI, en ese año se contabilizaron 119 millones y medio de habitantes en el país. Para el primer trimestre del 2017, el INEGI indica que la población de 15 años de edad o más sumó 91 millones y medio (10) ; es decir, que el promedio de compra de toda esta población no llega ni a un libro al año (0.08; y no hablo de lectura, sino de compra). Si tomamos en cuanta a la población económicamente activa, que es de 54.3 millones de personas, el panorama no es mucho mejor; en promedio, cada persona de este sector compró la décima parte de un libro de ficción al año (0.14). Por si fuera poco: en México se producen 0.6 libros al año por persona; y hay una librería por cada 15,500 habitantes (11). En promedio, cada familia mexicana destina el 0.19% del gasto en comprar libros (12).

No he querido hablar de índices de lectura porque es caer en una especulación total. Sin embargo, al hablar de facturación nos da igual si un solo señor leyó 8 millones de libros de ficción y temas similares en un año o no; lo que importa es que esas ventas debieron arrojar algún porcentaje a los autores y traductores literarios. Pero conocer cuál es ese porcentaje es prácticamente imposible porque no sabemos cuántos de esos títulos vendidos fueron traducciones al español ni cuántas de ellas fueron traducidas por mexicanos. Lo que sí sabemos es que prácticamente ninguno de esos traductores literarios recibió un solo peso de regalías porque los contratos de traducción en México no las contemplan.

El tema de fondo, me parece, no es sólo la falta de conciencia del papel que ocupan los traductores literarios en la difusión de la cultura en nuestro país y que justifica la actitud desoladora y la baja estima constante de los traductores literarios (cuyo número va en descenso). El problema tampoco se limita a los contratos leoninos, también está la falta de organización y solidaridad de los propios integrantes del gremio (no hay que olvidar que la mayoría de los traductores mexicanos afirman que el principal problema de los bajos ingresos en el oficio se debe a la competencia de los traductores que cobran menos) (13).

Además de continuar con una sólida formación de traductores literarios a través de los distintos diplomados, licenciaturas y posgrados que se ofrecen en México, necesitamos que haya más editoriales de verdad independientes en México. Y que las obras se traduzcan en condiciones dignas (contratos justos con remuneraciones justas), en las que participen sobre todo traductores profesionales, asociados o no, pero que no sean desleales al gremio al ofrecer sus servicios por debajo de la media.

Con respecto al mercado editorial, quiero compartirles más datos: en 2015, después de los libros de educación básica se vendieron 18.5 millones de ejemplares bajo el rubro de libros infantiles, juveniles y didácticos. Este es el mercado de mayor venta de libros en todoel país. La literatura infantil es un género que por sí solo justifica cualquier empresa editorial más allá de las ventas. Todo cambio social que comience en la infancia tiene muchísimas más probabilidades de permanecer.

Estoy convencido de que los maestros en las aulas de todos los niveles de educación, los padres de familia, los investigadores y el público en general estarán dispuestos a elegir y recomendar traducciones y ediciones mexicanas si estas cumplen con los requisitos que ellos esperan a precios accesibles (cosa nada difícil de conseguir sobre todo en ediciones digitales). Ediciones de obras que cuenten con una sólida justificación (i.e. que se pueda responder de manera clara por qué esta o aquella obra es pertinente en nuestro tiempo) y que sean traducidas con el rigor que se requiere, contribuirán al beneficio de todos los implicados en este proceso: desde los empleados de la casa editorial en cuestión hasta el lector solitario en el café (pasando por empleados de la industria del papel, diseñadores, librerías, etc.).

Y ya que estamos en esto, me gustaría decir que si a algo debiera apostarle el Estado en este proceso, no es al fomento de mantenidos de lujo a través de becas viciadas, premios, colegios y similares para artistas o supuestos académicos, sino a invertir en ciencia e investigación. Las publicaciones universitarias tienen que salir de las bodegas y librerías universitarias. El público es exiguo pero existe. Invertir en ferias de libro en el contexto actual, por ejemplo, es un disparate. No dudo que haya mucha gente bien intencionada en la organización de ferias como la FIL, pero difícilmente es un lugar para difundir la lectura y, ni se diga, la labor de los traductores mexicanos (literarios o no). Por hablar sólo del rubro de “Ficción y temas afines”, según la Caniem el 30% de estos libros se venden en librerías y sólo el 18% en ferias. Fortalecer una red de librerías y bibliotecas públicas es infinitamente mejor negocio y una mejor manera de crear cultura a largo plazo. No deja de sorprenderme que se venda más libros de literatura en el súper que en librerías (el 3,2% en librerías vs 5,5% en tiendas departamentales). Por otro lado, la literatura infantil y juvenil se vende principalmente en ferias y en el súper (14).

Trabajar hacia el mejoramiento de nuestra sociedad es apremiante; mientras los índices de criminalidad aumentan (llámense feminicidios, secuestros, asaltos o fraudes electorales), los de educación y de venta de libros van a la baja (15). Afirma Carlos Anaya, presidente de la Caniem: “el 66% de la producción se hace exclusivamente para ser distribuidos a través de un canal cerrado: las escuelas de educación básica. Esto implica que sólo la tercera parte de los materiales producidos llegan al consumo abierto; es decir, solamente 95 millones de ejemplares” (16) y añadió que desde 2013 desciende la facturación anual.

Con todo hay muchas razones para traducir literatura; a mí me parece que una de ellas es la misma por la que hay que escribir y leer literatura: porque a través de esta práctica aprendemos a conocernos, cuestionarnos, a cuestionar nuestro entorno y a obtener ideas sobre cómo actuar en consecuencia para mejorarlo.

Para terminar vuelvo a las preguntas que les planteé al inicio: 1) ¿para qué traducir literatura en México?, 2) ¿para quién?, y 3) ¿vale la pena dedicarse a la traducción literaria en México? Sé que no es fácil, pero espero que ya tengan algunas respuestas porque las necesitamos con urgencia





Notas

(1) Según el Estudio de encuesta sobre la traducción e interpretación en México (2017) hecha por la Fundación Italia Morayta 68.38% mujeres vs 31.62% de hombres. Hasta el día de ayer, en el portal de la AMETLI aparecían 50 miembros; 33 mujeres y 17 hombres (66% son mujeres).

(2) 42.81% residen en la CDMX; Jalisco 10.51% y Edomex 8.66% (EEITM).

(3) 50% licenciatura, 27% maestría y 3% doctorado

(4) 82.5% de los traductores no asociados no cuenta con ninguna cobertura; solo el 23% de los traductores obtienen la totalidad o casi de sus ingresos (de 91 al 100%) de esta actividad; el 11.85% (del 81 al 90%). 78.26% de los traductores obtienen sus ingresos por clientes directos (p. 34 esta última información no está muy clara).

(5) Datos ofrecidos por Carlos Fortea, director de ACEtt, en una entrevista realizada en el blog de traducción “En la luna de Babel” publicado el 20 de julio de 2017: https://enlalunadebabel.com/2017/07/20/entrevista-a-carlos-fortea-sobre-el-informe-del-valor-economico-de-la-traduccion-editorial/

(6) En España una cuartilla equivale a 2,100 caracteres con espacios. En México varía mucho más el conteo de caracteres que equivalen a una cuartilla, pero sirva esto de ejemplo: 1650 caracteres con espacios = 1 cuartilla. E.g.: una novelita de 123 cuartillas: A un traductor en España le pagarían $25,735 (90.3 cuartillas), en Alemania $36,571 y en México $17,100 (114 cuartillas).

(7) Tim Parks, “¿Derechos de autor para los traductores”, New York Review of Books, 28 de marzo de 2017, traducido por Julia Benseñor, tomado del Blog del Club de  Traductores Literarios de Buenos Aires: http://clubdetraductoresliterariosdebaires.blogspot.mx/search?q=parks

(8) Luis Parejo, “El páramo de la traducción en España”, El Mundo, Madrid, 3 de marzo, 2017: http://www.elmundo.es/cultura/2017/03/11/58c3033022601d62688b45a7.html

(9) Datos que aparecen en el portal de la CANIEM: http://www.caniem.com/es/content/actividad-editorial

(10) Datos que aparecen en el portal del Instituto Nacional de Geografía y Estadística: http://www3.inegi.org.mx/sistemas/temas/default.aspx?s=est&c=25433&t=1

(11) En algunos estados la falta de librerías es alarmante. Hasta 2013, en Tabasco había 2.2 millones de habitantes y solo 6 librerías; en Tlaxcala 1 millon de habitantes y 4 librerías; en Nayarit un poco más de 1 millón de habitantes y solo 2 librerías. En la CDMX se concentra el 30% de puntos de venta de libros de todo el país (datos de la Caniem).

(12) Ver Jorge Cervantes, “Industria editorial, ¿negocio envuelto en la miseria?”, Forbes, 18 de agosto de 2014: https://www.forbes.com.mx/industria-editorial-un-negocio-envuelto-en-la-miseria/

(13) Con respecto a los bajos salarios del gremio: “la mayor parte de los traductores encuestados piensa que la competencia que cobra menos es el factor más importante. En segundo lugar, identificaron la falta de respeto por la profesión y la falta de conciencia” (p. 42).

(14) 26,8% en ferias; 14,1% tiendas de autoservicio y 6.7% en librerías.

(15) La producción de libros del sector privado cayó 5.2% en 2016 con respecto a 2015. La producción de libros para la Conaliteg cayó 8%. El 2016 fue el peor año en ventas desde 2012. En 2016, la industria editorial produjo 277.3 millones de ejemplares, de los cuales el sector privado aportó 137.6 millones. De estos, 42.5 millones fueron vendidos a la Conaliteg.

(16) Carlos Anaya, presidente de la CANIEM en Yanet Aguilar Sosa, “Decrece la producción y venta de libros en México”, El Universal, 28/11/2017 (edición digital):




martes, 26 de diciembre de 2017

Gracias a las políticas económicas, la industria editorial retrocede, pero se escucha más cumbia

Continuando con los informes sobre la actividad editorial en la Argentina en el 2017, otra nota, esta vez con firma de Verónica Abdala, que el pasado 24 de diciembre, publicó el diario Clarín, cuyo signo político es exactamente el opuesto de Página 12. Pese a ello, como comprobará el lector, ambos medios coinciden en su diagnóstico .

El año editorial, con cifras que preocupan

La venta de libros y la cantidad de ejemplares que se lanzaron al mercado este año decrecieron este año. La CAL, en base a estadísticas que surgen del registro de ISBN, habla de un 25 por ciento menos en las ventas, en el período enero-noviembre. La entidad registra, a su vez, una baja significativa en la producción total de ejemplares publicados, que ya en 2016 había decaído un 15 por ciento: mientras que el año pasado el total de la tirada fue de 70.733.233 ejemplares, este año esa cifra se redujo (hasta noviembre) a 47.819.525 ejemplares.

“No existe una única razón que explique la caída en la producción de ejemplares. Sin embargo la caída de las ventas, puede ser uno de los indicadores en la reducción de la tirada; a esto se le puede sumar los altos costos de almacenamiento y logística, que determinan decisiones más conservadoras por parte de los editores. La tirada promedio cayó de 3.000 a 2.600 ejemplares y aumentó la impresión bajo demanda”, explicó a Clarín Diana Segovia de la CAL.

La consultora editorial Promage, es menos drástica. Según Fernando Zambra, su director, “el mercado editorial es enorme y es difícil saber la cifra exacta de la producción real, ya que las cifras de impresiones y reimpresiones suelen ser mentirosas. Nosotros estimamos que la venta en librerías cayó un 5 por ciento en unidades respecto de 2016. Parecería una caída menor pero el año pasado la baja había sido del 15, 20 por ciento, lo que hace que este 5 por ciento se sienta más".

La cantidad de novedades sí se mantuvo estable: los títulos nuevos fueron 27.693 en 2016 y 25.945 hasta este noviembre. Lo que podría traducirse de este modo: igual cantidad de novedades, pero menor cantidad de ejemplares circulando como consecuencia de la baja en las ventas.

Por otra parte, el aumento en las importaciones es uno de los datos que más preocupación genera entre editores, libreros y distribuidores, pues habla de los altos costos que tiene la producción local y la baja competitividad editorial de nuestro país en el mercado internacional (por ejemplo, en relación a países como España, México y Colombia, en los que el papel está exento de IVA). “No existen trabas y hasta octubre 2017 la importación había aumentado un 65% en relación al mismo período de 2016”, puntualizó Segovia.

Zambra, por su parte, explicó que sí aumentó mucho el rubro de los cómics y fascículos coleccionables, que va a los kioscos (estima que en un 100 por cien), pero señala que “la cantidad de libros importados que van a librerías se mantuvo estable: los libros argentinos que se imprimen afuera se mantuvieron en la misma proporción, mientras que los que se traen porque aquí no existen bajaron en cerca de un 30 por ciento”. Si bien la importación de libros favorece la bibliodiversidad y enriquece la oferta cultural, hay muchos que opinan que podría ser selectiva, para preservar a la industria local.

En cuanto al nivel de exportaciones, Zambra lo califica de “paupérrimo” y atribuye esa falencia a los costos muy pocos competitivos de la Argentina en relación al otros mercado y la falta de políticas públicas y estrategias del sector para vender libros argentinos en el exterior.

A otros reclamos históricos, como la exención del IVA al papel para los editores –que redundaría de una disminución de entre el 5 y un 10 por ciento en el precio de los libros- y del IVA en alquiler de librerías, se suma ahora la preocupación por la iniciativa de la Ley Pinedo, que profundiza el malestar.

De aprobarse, la ley que será tratada el año próximo eximiría de responsabilidad a los Proveedores de Servicios de Internet (PSI) por los contenidos de terceros que publican, excepto que sean notificados de manera fehaciente de que existe una orden judicial de remoción o bloqueo de los mismos; lo que torna de algún modo impracticable la defensa de los autores, por los gastos y los plazos que supondría esta metodología. Las distintas cámaras del libro y la Fundación El Libro ya se manifestaron contrarias a esta iniciativa.

“Es fundamental comprender el daño que se causaría al sector de las industrias creativas que cada vez que un escritor, un fotógrafo, un ilustrador, un pintor, un editor, compositor musical, o cualquier artista o productor de contenidos culturales encuentre una reproducción ilegal de sus obras, de su trabajo en Internet, deba iniciar una acción legal al sólo efecto de que el Proveedor de Servicios de Internet tome efectivo conocimiento de la infracción o el delito”, señala Segovia. “En este sentido, el sector solicita que se exceptúe los derechos de propiedad intelectual del proyecto.”

La opinión de algunos editores
“2017 fue el año más duro de los últimos 10 años. Elecciones, recesión, desempleo e inflación no fueron el mejor contexto para la venta de libros. La suba de impuestos fue durísima para las librerías, que realmente la pasaron muy mal durante todo el año. Respecto a Planeta, cerramos un año durísimo, con un 10% por debajo de nuestro presupuesto, pero a costa de un esfuerzo tremendo de nuestros equipos que nos dejó literalmente liquidados a fin de año.” Ignacio Iraola, Director Editorial Cono Sur, Grupo Planeta.

“Creemos que tuvimos un plan editorial extraordinario, con libros que fueron muy bien recibidos por lectores de todo tipo, y eso ayudó mucho en un año menos auspicioso de lo imaginado. Probablemente se cierre con un 10% de ventas menor a las esperadas, aunque en los últimos meses hay tenues signos de recuperación. El libro no es indiferente a la economía en general con lo que sufrió, como muchos, la baja de consumo de estos dos últimos años. Confiamos entonces que esta esperada recuperación económica nos permita tener un excelente 2018.” Leonora Djament, Eterna Cadencia.

 “2017 termina como uno de los más difíciles para el sector editorial. Las ventas en las librerías han caído. Y esa caída se suma a la del año pasado. Seguimos trabajando con inflación alta, si bien menor. Y han desaparecido muchas de las pocas iniciativas del Estado, como compra de libros, capacitación, protección de la industria. La incertidumbre predomina” Javier López Llovet, Director General Penguin Random House

“Las ventas en 2017 no subieron ni bajaron se mantuvieron en los mismos niveles de 2016. En ese sentido estamos satisfechos porque sabemos que en general las librerías han bajado las ventas.” Diego D'Onofrio, La Bestia Equilátera.

“Es el segundo año en que las ventas caen respecto al año anterior en el mercado del libro. Este año, teniendo en cuenta las ventas hasta fines de noviembre, la baja es de un 7%. De todas formas tenemos esperanza que el año que viene esto se va a revertir y dejarán de caer las ventas.” Sebastián Lidijover, Riverside Agency

“El año 2016 fue nefasto. Nos recordó al 1999 y 2000 El proceso de caída se detuvo en 2017. Mantuvimos las ventas. Incluso crecimos. Pero esto en base a un gran esfuerzo editorial, de inversión y de internacionalización de nuestros esfuerzos...” Guido Indij, La Marca Editora e Interzona 

“Luego de un 2015 muy bueno, el 2016 fue un golpe para la industria editorial en general y no fuimos la excepción. En 2017 comenzaron a repuntar las ventas, pero aún no logramos recuperarnos del bajón de 2016.” Constanza Brunet, Marea Editorial.

“En el curso del año, las ventas bajaron un 9% respecto del año anterior, que a su vez había sido un año muy malo para el sector. Así y todo, sostuvimos nuestra programación editorial y si bien no guardamos grandes expectativas con respecto al 2018, tenemos un plan muy nutrido que incluye lanzamiento de nuevas colecciones.” Paz Langlais, Siglo XXI