miércoles, 30 de junio de 2021

Algo más sobre la Divina Comedia en la versión de Bartolomé Mitre

El pasado 26 de junio, el crítico y periodista cultural Jorge Cruz publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, el siguiente artículo que se ocupa de la traducción de la Divina Comedia, realizada por Bartolomé Mitre (1821-1906) y publicada en su versión completa en 1897.

El desafío más riesgoso del traductor: la Comedia de Dante

Cuando Dante, en el papel de protagonista de su Comedia, atraviesa el vasto octavo círculo del Infierno, el de los fraudulentos, se encuentra con Ulises y Diomedes encerrados en una misma llama y castigados por haber sido consejeros pérfidos. Ambos, apelando al engaño, entraron en Troya escondidos en el interior de un caballo de madera y así, con los demás griegos, lograron devastarla. El consejo fue idea de Ulises, el múltiple y astuto, y por este engaño padece condena eterna. Instado a referir las circunstancias de su muerte, el héroe declara que ni los más profundos afectos fueron obstáculos para conocer el mundo, el valor y los vicios humanos. Ni el cariño por mi hijo me contuvo, / ni de mi viejo padre la ternura, / ni el amor de Penélope me abstuvo // de correr por doquiera a la ventura, / por conocer el mundo como experto / y al hombre con sus vicios y cultura. / Lancéme sin temor en mar abierto / con solo un leño, y tuve por compaña /pocos hombres, mas todos de concierto. Así tradujo Bartolomé Mitre el célebre pasaje, cuya culminación, transpuestas ya las Columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar) es el mensaje aguijoneante que Ulises destina a sus compañeros. ¡Hermanos que entre riesgos sin medida /tocáis, dije, el extremo de occidente / en la corta vigilia de la vida, // aprovechad la fuerza remanente! / No os privéis de la máxima experiencia / de hallar en pos del sol mundo sin gente. // De noble estirpe es vuestro ser esencia: / para alcanzar virtud habéis nacido / y no a vivir cual brutos sin conciencia.

Dante, “el verdugo piadoso”, como lo llama Borges en uno de los capítulos de sus Nueve ensayos dantescos, condena a Ulises, no le otorga el paliativo del Limbo, pero lo ensalza como símbolo del espíritu de aventura. No debió de resultar indiferente a Mitre la inspiradora alocución del adalid a sus compañeros incitándolos no solo a una empresa descubridora sino, sobre todo, a una vida superior. Su propia vida estuvo marcada por múltiples emprendimientos militares, civiles e intelectuales, entre los que la traducción de la Comedia de Dante Alighieri, llamada “Divina” por Giovanni Boccaccio, fue, en lo humanístico, un desafío que él, como Ulises, quiso enfrentar, no obstante las dificultades y conflictos que acortaban su tiempo. Probó todos los géneros literarios, y en tal sentido se contó entre los precursores de la poesía, la novela y el drama nacionales; fue gran maestro de la historia argentina, numismático, bibliófilo y fundador de una biblioteca americana que aun hoy asombra. Tradujo el Ruy Blas, de Victor Hugo, y del latín las odas de Horacio; tradujo también poemas de escritores franceses e ingleses, pero indudablemente, en esta franja de su obra, la traducción de la Comedia fue el desafío más riesgoso, el propósito más tenaz, el trabajo más arduo y el logro más codiciado.

A Dante lo cita más de una vez en el diario personal que llevó entre 1843 y 1846, durante el sitio de Montevideo. En las pocas horas de descanso que al veinteañero soldado le quedaban, confiaba al papel las reflexiones que le suscitaban sus lecturas, sobre todo de libros históricos, que ya lo apasionaban. En una ocasión cita a Dante junto a Homero, el cantor de Ulises, dos griegos que iban a eternizarse en el Infierno de la Comedia, el primero en el Nobile Castello del Limbo, y el otro, como se ha dicho, entre los malos consejeros del octavo círculo. En la “Teoría del traductor”, escrita para explicar el criterio que guió su versión, Mitre afirma que el poema fue, durante más de cuarenta años, uno de sus libros de cabecera, y que también fue temprana su idea de traducirlo. El cálculo retrotrae a su juventud e indica cómo esa idea fue afirmándose, mientras ganaba profundidad y erudición, hasta irse concretando en sucesivos y minuciosos ensayos que culminaron en la magna empresa. En medio de los calamitosos sucesos de la Guerra de la Triple Alianza y en los pocos momentos de calma, el general Mitre solía retomar su traducción, así como el joven soldado del sitio de Montevideo volvía a retomar su diario de lecturas.

Lo que empezó siendo un solaz se convirtió en fervoroso designio. En un principio, Mitre pensó traducir el poema utilizando el lenguaje de los poetas españoles del siglo XV para reflejar, de alguna manera, la lengua del florentino Dante, una lengua que este contribuyó a madurar. En tal sentido, había decidido seguir el criterio del francés Paul Émile Littré en su versión. Lenta pero tesoneramente, Mitre emprendió su tarea resuelto a utilizar los versos endecasílabos de los tercetos rimados en forma consonante, tal cual el modelo original. La observancia de la rima, en particular, no facilitó el traslado fiel del sentido, un obstáculo que el traductor desafió, con aciertos felices y desaciertos inevitables. Mitre sabía que hallar correspondencia perfecta entre una lengua y otra en semejante construcción literaria era una quimera; sabía, y así lo manifestó, que su versión no era sino un “ensayo”. Se había propuesto darle “un ligero tinte arcaico” y emplear “algunos términos y modismos anticuados”, según declara en la “Teoría”, como el hipérbaton, que se impone a lo largo de los cien cantos (“de la pantera las pintadas huellas”, “de los tristes amantes el lamento”). La traducción fue creciendo y depurándose hasta que en 1889, a los 68 años del autor, apareció en la nacion, el diario que había fundado en 1870, el primer traslado del Infierno, al que siguieron dos más, en 1891 y 1893, y finalmente, en 1894, la versión completa, y la definitiva, en 1897.

Si se tiene en cuenta la gravitación de Mitre en la opinión pública y la legítima autoridad en la política y en la vida cultural ejercida en su tiempo, se explica que la nueva obra haya movilizado a la intelectualidad de esos años para expresar mayoritariamente encomios y, en menor medida, reservas. Carlos Guido Spano, Estanislao S. Zeballos, el uruguyo Alejandro Magariños Cervantes, los españoles Gaspar Núñez de Arce y José Ortega Munilla, el italiano Gabriele D’Annunzio y otros ponderaron la versión. Rubén Darío fue más bien evasivo y el latinista Osvaldo Magnasco, para quien traducir la Comedia era cosa imposible, tachó de contraproducente la intención arcaizante del autor. Por su parte, Miguel Cané, en su “prosa ligera”, le escribió una carta al autor en la cual le decía que, después de haber satisfecho su “capricho de titán”, volviera a la Historia, “no le vaya a tentar el Ramayana y empiece a estudiar el sánscrito”. Mitre no dejó de atender las observaciones de intelectuales que respetaba, entre otras las del emperador Don Pedro II de Braganza, y en posteriores ajustes fue modificando el rigor de la pauta inicial, actitud que dio vuelta las reprobaciones de Magnasco.

Alma Novella Marani –exprofesora de literatura italiana en la Universidad Nacional de La Plata– señala en su libro Dante en la Argentina (1983) la trascendencia que la “epopeya humana y divina” tuvo en nuestro medio cultural y afirma, con referencia a Mitre, que “para varias generaciones de argentinos el acceso a la Comedia quedó franqueado en modo casi exclusivo por su esfuerzo, y que su amor por Dante contribuyó a revelar, a las sensibilidades mejor dispuestas, la riqueza de fantasía y de pensamiento de la edad que el florentino culminó y compendió: una edad compleja y fascinante”.

El filólogo Ángel J. Battistessa en 1972; el psiquiatra Antonio Milano en 2003; el poeta Jorge Aulicino en 2015, y la profesora Claudia Fernández Speier este año, fueron quienes, abordando, como dice Borges, “la menos vanidosa y la más abnegada de las tareas literarias”, lograron completar la versión de las tres cánticas de una obra única en la historia literaria de Occidente. A ellos puede aplicarse los versos que Dante dirige a Virgilio cuando se le presenta por primera vez y que Mitre traduce así: Oh de poetas luminar y gloria, / válgame el largo estudio y grande afecto / que consagré a tu libro y tu memoria.

 

martes, 29 de junio de 2021

José María Espinasa: "No hay en existencia"

 

El 23 de enero de este año, en su columna de La Jornada Semanal, de México, el poeta, ensayista y editor José María Espinasa reflexiona sobre el futuro del libro en tiempo de virtualidades.

El libro en la cultura virtual de lo efímero y lo inexistente

Cuando los lanzamientos públicos de los libros se hacían de forma presencial –con el autor y tres amigos que lo elogiaban– había poco público, pero al acabar el editor podía vender unos diez libros, y alguno de los textos se publicaba, se cumplía con un rito y, si el editor tenía recursos, ofrecía un brindis. Ahora, con la pandemia, las presentaciones son virtuales y me cuentan que hay más público, pero no se venden libros ni los textos aparecen publicados en algún suplemento, ni tiene prácticamente eco alguno ni se sedimenta en la cultura como una apuesta a futuro. Por definición, lo virtual es efímero y coyuntural. Pero su condición efímera no tiene el sentido, que algunos han querido darle, de una nueva oralidad. Lo efímero equivale a algo peor: la inexistencia, justificada por su existencia –es un decir– virtual. La idea de lo publicado se revierte y lo devuelve a la condición de lo inédito.

Veamos algunos hechos: cada vez es más frecuente que un lector llegue a una librería en busca de un título y el librero busque en la computadora. Lejos ha quedado el librero que reconocía el libro y sabía dónde estaba, e incluso te recomendaba otros títulos de ese autor o de temática parecida y, a veces, si se establecía una cierta relación, te avisaba de cosas que llegaban con pocos ejemplares y sabía que te interesarían. Ahora, pone el nombre en la computadora y suele aparecer la ficha, con autor, editorial, isbn y precio, pero sin existencias para la venta. El librero, sin embargo, se suele sentir ufano de encontrar esos datos, aunque no haya libros que se correspondan con ellos, y si el ingenuo lector le pregunta si se lo pueden conseguir la mirada es de absoluto desprecio: habiendo tantos libros aquí para qué quiere ése.

De allí se pueden encontrar mil variantes: el sistema indica que hay un ejemplar, lo buscan los dependientes durante media hora y no lo encuentran. Tal vez cuando algún día se haga un inventario terminará apareciendo en un sitio insospechado, o, si se lo robaron, como sigue estando en el sistema nunca pedirán reposición al editor. Se alega que no hay un banco de datos en México en el que se pueda saber qué libros aparecieron, quién es el editor y en qué librería están a la venta. Hace unos años se impulsó Prolibro; el editor estaba obligado a subir la información a ese portal (la entonces Dirección de Publicaciones de la Secretaría de Cultura obligaba a sus coeditores a hacerlo). Un buen día, después de acumular mucho trabajo de muchos editores, Prolibro simplemente desapareció de la red. Y el encargado de compras o gerente de la librería te dice impávido: es que no lo han dado de alta en el sistema. Esa cadena de ventas del libro, que va del autor al lector, se interrumpe con frecuencia en las librerías, incapaces de resolver los problemas tecnológicos pero, a la vez, volviéndolos un requisito sin el cual no hay realidad, ni siquiera realidad virtual.

La venta vía la red provoca una enorme desconfianza en una mercancía tan extraña y poco comercial como el libro. La solución, se dijo, sería Amazon, y ésa, “la librería más grande del mundo”, es ahora sobre todo un sistema de ventas y paquetería donde el libro es una parte mínima del negocio, y que hace de la competencia desleal la razón de su éxito, desde evadir impuestos e ignorar las leyes locales, hasta simplemente el fraude y el robo. Y no pocas veces la extorsión: el precio de un libro en la lista del editor se multiplica por diez en la venta virtual de esa trasnacional. Eso sí, cotiza en la bolsa.

El futuro de la música en salas de conciertos, el teatro y el cine es muy oscuro, pero el del libro es peor. En cierta manera, la historia le ha dado la razón a Marcuse: dejamos atrás la cultura del libro –la galaxia Gutenberg– pero no para ir hacia la era del cine –la galaxia Lumière– sino al simulacro de lo virtual –la galaxia Gates. Tal vez asistimos al fin de una época cultural, pero no estamos seguros de asistir a la formación de una nueva.

¿Demasiado pesimismo? Tal vez. El comportamiento suicida de muchas personas, asistiendo a fiestas clandestinas, a bares en horarios ilegales, a concentraciones masivas en medio de la pandemia, llama la atención sobre una sociedad que hace cincuenta años Guy Debord llamó “del espectáculo”, basada en lo gregario, que no puede ver en el libro y la lectura sino a un enemigo. El espacio privado ha sido casi borrado por la televisión, la computadora, el teléfono móvil y la amenaza de una sociedad virtual, pero no se ha buscado proteger ese espacio sino encontrar otro sentido en el espacio, no social ni público, sino en el gregario. Mala elección. Salir a caminar a un parque o darse una vuelta por la plaza parece ahora un gesto tan arcaico como leer un libro.

Me puedo imaginar a un editor que ha caído en manos de la locura y llena la red de anuncios de libros que no existen y nadie se daría cuenta, pues su existencia no aspira a otra cosa que a su virtualidad, y si alguien los pidiera, un robot contestaría que “no hay en existencia”.

lunes, 28 de junio de 2021

Los patos no sólo cagan, también vomitan

El Administrador está trabajando sobre una versión anotada de Bouvard y Pécuchet, de Gustave Flaubert. En las primeras páginas del capítulo IV, hay una serie de descripciones de objetos del todo disparatados, a las que tan afecto es el autor de Madame Bovary. En este caso, se trata de lo que hay en las habitaciones que Bouvard y Pécuchet transformaron en museo, amontonando cuanta porquería encontraron por ahí.

En un momento dado se describe la decoración que hay sobre la chimenea y, entre otras cosas, hay un décime, rendu par un canard

Los problemas son varios. En primer lugar, un décime es un décimo –vale decir, una moneda que circuló entre 1793 y 1815, por lo que ya estaba fuera de circulación cuando transcurre la escena. Según los historiadores de la numismática, “El término proviene del sistema decimal, establecido por la Convención Nacional y por la ley del 18 Año Germinal III (7 de abril de 1795) que establece el franco dividido en 100 céntimos.” Dicho de otro modo, un décimo es la décima parte de un franco. Hasta acá, entonces, no habría mayor problema.

Pero ese décimo había sido rendu par un canard, y acá sobran las hipótesis. Entre las distintas traducciones del verbo rendre se cuentan: “restituir”, “devolver”, “poner”, “hacer”, “traducir”, “plasmar”, “rechazar”, etc. Ninguno –salvo, quizás, los dos primeros– parece adecuado. Pero, suponiendo que se pensara que el canard (“pato”) hubiera restituido o devuelto la moneda, habría que tratar de imaginar cómo. 

Consultando el diccionario de Littré se llega a la acepción número 19 (¡son 42!), donde se lee que rendre también significa “desechar por medios naturales o de otro modo”. Y a modo de ejemplo, se ofrece “devolver desde arriba y desde abajo”. “Desde arriba” es vomitar; “desde abajo” es cagar. Y se aclara que hay un sentido popular: rendre gorge, que, simplificado en rendre, es vomitar.

Nada de esto es un problema grave. Son apenas unos diez o quince minutos de búsqueda. Pero comparando algunas traducciones, se plantea el enigma. Por caso, Aurora Bernárdez simplifica “décimo” y traduce “una moneda vomitada por un pato”. Por su parte, José Ramón Monreal escribe “una moneda de diez céntimos evacuada por un pato”. Imaginemos entonces, que a falta de mejor evidencia el pato vomitó o evacuó –verbo que, en una de sus acepciones significa “expeler excrementos u otras secreciones”– la moneda en cuestión. 

Y acá se presenta un enigma de difícil solución: ¿el pato vomitó o cagó? Porque, se sabe, esos palmípedos hacen ambas cosas. Supongamos –eso supongo yo–, que “devolvió”, como se suele decir en la Argentina cuando se busca evitar el verbo “vomitar”. 

En este punto, llamo por Whatasapp y les consulto a mis amigos Jean-Pierre y Pascale, quienes me aclaran que, en francés, rendre (“devolver”) es más delicado que decir vomir (“vomitar”). Sin embargo, sin contexto, poner “un décimo devuelto por un pato” suena raro, así que yo también elijo “vomitar”.

Lo que no es tan evidente es lo que propone Valentín de Pedro en su traducción, donde lo que hay es “un diezmo representado por un pato”.

Llegado a este punto y realizadas todas estas reflexiones, conviene preguntarse si lo que le pagan a uno por traducir tiene algún tipo de relación con el tipo de problemas que es necesario solucionar en esta condenada profesión. Seguramente la AATI, institución que vela por todos los traductores, tiene la respuesta.


viernes, 25 de junio de 2021

"La traducción como operación alquímica"

La secuencia es así: Sandra Toro, en 2015, subió a su blog https://el-placard.blogspot.com/2015/10/sobre-la-traduccion-leopoldo-maria.html el siguiente texto del poeta español Leopoldo María Panero (foto; 1948-2014), que sirve de prólogo a Matemática demente, de Lewis Carroll, libro que el propio poeta editó en Tusquets (Barcelona, 1979) y que Jorge Aulicino recordó y envío al Administrador del blog del Cub de Traductores Literarios de Buenos Aires. Y a continuación se reproduce.

Sobre la traducción

1. Olvidar: esa venganza 

Hace algún tiempo, y habiendo yo, como el protagonista de Ferdydurke, acabado de publicar un libro, una versión de Lear, vino, como en la citada novela, un personaje abyecto, Pimko, por un atroz milagro multiplicado por cuatro, a llevarme a la escuela por haber olvidado el nombre de Norwid. Se lanzaron entonces contra aquella versión, o perversión —concepto éste que explicaremos luego—, una desproporcionada cantidad de insultos: digo desproporcionada porque otras traducciones no deliberadamente pervertidoras como la mía, sino en las que las malformaciones son involuntarias —y no quiero poner ejemplos—, han pasado, para tan vigilante crítica, por completo inadvertidas. No hubo polémica entonces porque, hallándome yo a la sazón en Tánger, no me enteré hasta que ya era demasiado tarde. Pero de haberla habido, el único posible diálogo entre las categorías lingüísticas de “manifestación-designación-significación” y la cuarta dimensión de la proposición que es, nos dice Deleuze, la expresión, en tanto que entre estos dos modos de decir hay más que distancia, más que frío entre ambos: los separa el océano o el infinito de Cantor (algo así quise decir al separar, en mi personal interpretación de Lear, Viejo y ellos) el único posible diálogo, la única palabra capaz de realizar lo que la alquimia llamaba “unión de lo que no puede unirse” hubiera sido también por mi parte, la injuria, ésa que arroja la imagen de un cuerpo fragmentado y que, por consiguiente, nos devuelve a la infancia[1].

Sólo había dos errores involuntarios en aquella traducción: spade, que traduje apresuradamente por “espada” cuando significa “azadón” (de cualquier manera, espada, azadón o falo componen la misma estructura frente al toro) y Chili, que no traduje por Chile. Las demás, Pimko I (crítica publicada en la revista “Triunfo”) —por ejemplo, traducir la palabra, de significado obvio, uncertain, “incierto”, por “exacto” no eran errores sino para tus ojos cegados por el resentimiento (“él, que tiene tantas figuras”). Exactas eran las respuestas del Viejo, pues en mi interpretación de Lear, el Viejo estaba por el Viejo Ello, cuyas respuestas son siempre exactas aun cuando, para serlo, se vean obligadas a alterar el lenguaje.

Para que esta tragicomedia no se repita con la presente traducción, y para extraer alguna enseñanza de todo aquel chismorreo, procederé a “criticar al crítico” practicando lo que Gluksmann llama una “lectura sintomal” de aquellas críticas.

Lo que enfadó a Pimko I como a Pimko IV (crítica de “Tele-Expres”) es que Lear no fuera Lear, ni siquiera (Pimko IV), “un buen Panero”: ¿qué significa esto? En primer lugar, que la policía del discurso vigila, ante todo, la conservación de un principio tan vetusto como inexacto (en efecto, el devenir a diario lo contradice), el “principio de identidad”:

A=A, Lear=Lear, “Un buen Panero”=Un buen Panero. No hay posibilidad de mezclas, intercambios, fusiones, en ese conjunto de islas que no forma Archipiélago. Lear será siempre igual a Lear. Lo contrario nos lo dice cualquier empresa crítica moderna: por no ir más lejos, y no ser “pedante”[2], citaré sólo el eco: toda obra está abierta a cualquier lectura, interpretación: y sólo por ello es posible la traducción. Si la obra estuviera cerrada (como de hecho lo está toda obra para estos “lectores”) no habría posibilidad de salir del original, esto es, de traducir. Sólo en cuanto todo texto es una multiplicidad de sentidos un sun-bolov (el prefijo sun indica multiplicidad), es posible verterlo en una lengua que no sea la suya: desarrollando los sentidos latentes en el original, explicándolo (lo que en latín significa: desplegarlo).

Así el segundo principio que se deduce de esa crítica es que la obra es una Obra: no abierta como el eco, sino cerrada bajo llave en los polvorientos armarios de la Policía del Sentido Común (el fijador de identidades).

El tercero es la consecuencia directa de este último: es la política autoritaria, la siniestra política de autores: aquel que compuso ese Ataúd que es, para esta gente, la Obra, es también un cadáver, un ser —el autor— idéntico a sí mismo, a cuyo funeral asistimos por medio de su biografía: los motivos que impulsaron a ese autor a realizar una determinada obra fueron en realidad múltiples, infinitos: en la biografía se reducen a uno. La creación de esa obra fue, en realidad, algo azaroso, pudo muy bien no hacerse, o no acabarse: sin embargo para la biografía —y para la política de autores— la obra se hizo necesariamente, no pudo haber sido de otro modo. Con todo esto, la crítica literaria y artística han hecho de la escritura y del arte un inmenso Funeral: donde, como las ratas en un poema mío, los críticos muerden en la piel rosada del artista, murmurándole mientras: tú eres Tú: sólo por eso puedo adorarte: tu fotografía, en la contraportada, me tranquiliza (comprenderemos ahora el sentido de la empresa anabiográfica de Lautréamont): por ella sé que Kafka —aun cuando dividido por la Esquizofrenia en múltiples, innumerables mundos— era sólo Kafka, y si no puedo amar a Artaud —ese máximo negador de la identidad— lo lograré si me dan su foto, el nombre y la fecha de su Muerte.

A todo esto, el mismo Kafka hubiera contestado: “quemadme”: quememos, pues, alegremente a Kafka, la escritura no es ese funeral, la literatura no tiene historia, no es una colección de nombres a invocar (más que a invocar, a exorcizar por medio de ellos: pues el nombre del autor es el exorcismo para neutralizar lo que detrás de él subyace): es por el contrario la eterna repetición de lo Sin Nombre, y el sentido del arte impugna la identidad.

Y como querían los surrealistas, si amamos realmente al arte, habría que empezar por volar (con la dinamita de la Esquizia) su cementerio: esos Museos.

Lo que, en resumen, dijeron esas “críticas” a una lectura Crítica es: que la función de la crítica ortodoxa es convertir la escritura en Literatura, y preservar los pobres, viejos y secos mitos de la división del trabajo (la principal causante de tantas identidades, “Obras”, “autores”, “géneros”, Creación y traducción, etc. ), mitos a los que ni en aquella traducción ni en ésta pretendo invocar (por consiguiente está fuera de lugar toda crítica en su nombre), sino que, por el contrario, en ellas me atengo a lo que Foucault llama (“Sept propos sur la septième ange”) el “principio de no-traducción”, que consistiría no ya en fundir, como dije en el prólogo a Lear, las dos lenguas (la del original y la del traductor), provocando así los tan temidos —por la policía, o más bien, por los bedeles del discurso— “anglicismos”, etc., sino en reenviar ambas a una tercera, la lengua primitiva, que analizó Cardán. Lengua por cierto en relación estrecha con la injuria.

Una última observación: el arma de esa crítica, para criticar al Humor, fue la ironía (esa risa constipada, y apta para promover reformas de costumbres demasiado desacostumbradas): mientras que como luego precisaremos, el Humor trastorna, introduce la Grieta, la ironía confirma: si excluye o condena lo hace como lo haría Dios: es incapaz de llegar a esa Síntesis disyuntiva que es la que operaría el Humor. Todo sucede pues —o sucedió, sucederá— entre una risa que conoce sus propios límites, o que en su movimiento se preocupa por restaurarlos, se abre sólo para dividir lo Otro de lo Mismo, y Otra que en la barrera (como Humpty Dumpty) más bien que más allá, funde repetición y diferencia, repite la diferencia. Es en este sentido en el que puede deirse que “ríe mejor quien ríe último”).

Y con esto, mis cuatro Pimkos, me despido: enjambre de moscas (eso era el recuerdo para Schwob) que revolotea alrededor de lo que quisiera que fuera un cadáver (el autor): os olvido.

Ofrezco, al mismo tiempo, un nuevo bocado para vuestras fauces, si es que con esto no habéis quedado ya hartos.

Pimko I: que esto sea, cayendo sobre ti, el azadón que tanto anhelabas.

Pimko II (crítica de “La Vanguardia”, que aludió al Edipo diciendo algo así como que yo era digno hijo de mi padre: caiga sobre ti mi saliva lo mismo que sobre mi padre.

Pimko III: procura disculpar, de ahora en adelante, lo que no entiendas, es decir, lo que no figura en la colección el Bardo.

Pimko IV: el saber (todo menos el nombre de Norwid) no me parece sea un obstáculo para el ejercicio de la escritura —lo que sí es un obstáculo es tu política de autores—. Sin embargo de ti, como de todos los otros Pimkos, prefiero No-saber (como decía Bataille)— olvidar, olvidaros, pues la escritura es una forma del Olvido.

2. Versión y per-versión

“cada nombre que designa el sentido de otro anterior es de un grado superior a ese nombre y a lo que designa”

Deleuze, Lógica del Sentido.

“...la traducción literal que en español llamamos, significativamente, servil. No digo que la traducción literal sea imposible, sino que no es una traducción...(Es) Algo más cerca del diccionario que de la traducción que es siempre una operación literaria[3].” “En los últimos años, debido tal vez al imperialismo de la lingüística, se tiende a minimizar la naturaleza eminentemente literaria de la traducción.” “Según lo muestran los casos de Baudelaire y Pound, la traducción es indistinguible muchas veces de la creación”.

“(la traducción de un original) no es tanto su copia como su transmutación.”

Octavio Paz, Traducción: literatura y literalidad.

Con tan larga cita de un texto publicado en esta misma colección, me he permitido recordar a la cenicienta crítica española una de las recientes concepciones de la traducción. A otra, “el principio de no-traducción” de Foucault, ya me he referido en el párrafo anterior, y de una tercera —la de Walter Benjamin, “El deber del traductor”— ya hablé en el prólogo a mi Perversión de Lear.

Todas estas concepciones apuntan en una única dirección: la traducción, que hasta hoy ha sido considerada como una labor anónima y humilde (son las famosas, imperceptibles “notas del traductor” que no se atreven a comentar el texto más que en lo imprescindible: por otra parte, por lo general no se sabe quién es el traductor, no importa lo más mínimo saberlo: su nombre figura en letra pequeña detrás del título de la obra: lo cual no ha de extrañarnos porque si esa traducción era servil, es normal que se trate a su autor como a un siervo), es —o debe ser— por el contrario una operación literaria, creadora, si es que lo traducido es literatura y si se quiere, efectivamente, traducirlo: más creadora, literaria incluso, que el original traducido, puesto que (como —estúpidamente— se ha señalado tantas veces) la traducción de una obra literaria es imposible: en primer lugar porque, como dice Paz en el texto citado, “cada texto es único”, en segundo lugar porque, como Sapir demostró y Marx dijo, “las ideas no existen separadas del lenguaje”: por consiguiente el sol no es lo mismo para alguien que habla inglés que para el indio Choktaw, que no distingue entre el amarillo y el verde y habla la lengua primitiva: no será tampoco lo mismo para las abejas que poseen también, como señaló entre otros Benveniste, su propio lenguaje hecho de gestos. Cada lenguaje es un universo distinto. Y ni siquiera la misma palabra posee, en órdenes lingüísticos diferentes, el mismo sentido: como señaló Freud, las palabras para el Ello son sólo sonidos, se asocian por el sonido y simbolizan algo muy distinto de su significado consciente. Traducir así, un sueño o un delirio, nos llevará muy lejos de su literalidad. Y algo parecido sucederá si queremos traducir lo que tan cerca está del sueño o del delirio: la escritura literaria.

Si queremos, pues, tender un puente —traducir (del latín trans-duco: conduzco más allá)— entre lugares que son, el uno para el otro, el “extranjero”, tendremos que enfrentar esa tarea como si se tratara de otro imposible: la alquimia —que es sin embargo, a juicio de modernos intérpretes como Jung, Crowley o Julius Evola (“Metafísica del sexo”), un “imposible real”—: en efecto, el objetivo máximo de la alquimia era lograr “la unión del o que no puede unirse” —el espíritu y el cuerpo— y algo parecido incumbe a la traducción: la síntesis de letra y sentido, sentido y significado, que es también “la unión de lo que no puede unirse”. Es por lo que puede hablarse de la traducción no ya como de una operación literaria, sino como de una operación alquímica. Y puesto que la alquimia fue asociada, por los antes mencionados intérpretes (a excepción de Jung), así como por el propio Paz (Conjunciones y disyunciones: véase el capítulo “Alquimia sexual y cortesía erótica”) y Bachelard (aunque este de un modo mucho más lerdo, decía que los alquimistas debido a la imposibilidad, se masturbaban), a las operaciones sexuales tántricas, es decir, a una sexualidad mística, extraña y perversa, la traducción alquímica será más bien que una versión, una per-versión. Y esto no sólo por la citada analogía: especialmente por cuanto una síntesis, como Hegel dijo, es una “negación de la negación”: la destrucción de ambos contrarios: su Perversión.

Ello (ça) habremos de hacer si queremos salvar a un tiempo la letra y el sentido del original (lo que se llamó “espíritu” y “letra”): sólo lo lograremos a costa de ambos, cuando el sentido per-vierta a la letra, y la letra al sentido. Sólo por su recíproca anulación podremos conservarlos, restituirlos en un tercero que será, y no será, la tesis (la letra) como la antítesis (el sentido). Este tercero, o cuarto (porque se sitúa en la cuarta dimensión de la proposición) será la per-versión.

Pero la Perversión no se limitará a esto: desarrollará los sentidos que en el original sólo se insinuaban, podían ser pero no eran, siempre que esos “contenidos latentes” se muestren más propicios al contexto de la re-creación elaborada por el Pervertidor que los “contenidos manifiestos” (la letra que mata, mientras que el Sentido vivifica: la letra cuya conservación intacta mataría cualquier traducción: la convertiría, como dice Paz, en una “no-traducción” muy distinta de la “no-traducción” foucaultiana): explicaría, desplegaría en todos los sentidos posibles, el texto original; para citar de nuevo a Paz: “la traducción implica una transformación del original”: una verdadera transmutación alquímica, para hacer de ella, por un raro milagro (caro a Hegel: la transmutación de algo, si “tomado en serio”, llevado hasta sus últimas consecuencias, en su contrario), la re-producción exacta del original: original que se perdería en una versión, en una traducción servil. La per-versión es pues, la única traducción literal, o mejor dicho fiel al original: y esto lo logra mediante un adulterio, mediante su —aparente— infidelidad. Dando la vuelta al texto, circunscribiéndolo: sólo así, y no yendo derecho a él, es cómo se logra apresar a esa “rara avis” —o como la alquimia decía, goma, o ciervo fugitivo— que es el Sentido del original. Y para “producir”, con medios diferentes, efectos análogos (que era el ideal de la traducción poética para Valery), la Per-versión no dudará en añadir, si es preciso, palabras, versos enteros, párrafos enteros para así dejar intacto el Sentido del original y hacer que la traducción de éste produzca en el lector el mismo efecto estético que le produciría la lectura del original. Aunque, a decir verdad, esto es difícil: ya que toda lectura es diferente (una prueba más de que el texto es sólo una Grieta), toda lectura, como de nuevo dice Paz, es una traducción más.

La Per-versión, diremos para terminar, es la traducción que se asienta en la Grieta, que explora todas las fisuras del texto original: son esos intersticios los que, a veces, rellena con nuevas palabras o versos (sabido es —o al menos, creo que debería ser sabido— que tanto las traducciones de Pound como las más recientes de Ponge, añaden al original versos propios que son, sin embargo, ajenos, por cuanto dirigidos a extender —en su misma dirección— el sentido del original: pero esa extensión, si la Per-versión es correcta, no ha de añadir ni una sola palabra, ni un solo significado, al Sentido del texto original).

La Perversión, pues, trabaja en esa Grieta del texto: pero no para agrietarlo, sino precisamente para rellenarlo, perfeccionar, terminar el texto original (una vez más, no para siempre, ya que uan nueva traducción, o una simple lectura, encontrará otras Grietas, que llenarán a su vez con nuevas palabras, nuevos sentidos, viejos por cuanto nacidos —a veces abortados—en el texto original): y así hasta el infinito —el infinito que es el texto—, porque el texto no será nunca el Texto, será siempre su ausencia (sobre este punto cf. Blanchot, L’absence du livre): para, en suma, revivirlo, aunque nunca estuvo muerto, si se ha traducido; porque, como dijo Benjamin, sólo la traducción da la medida en que un texto está vivo, sólo puede traducirse un texto viviente —abierto—, y el texto vive sólo gracias a sus traducciones.

Y para dar punto final a este párrafo, unas palabras sobre mi traducción —mi Perversión de Carroll: en ella —por miedo a la policía— no me he extralimitado tanto como debiera haber hecho: he completado sólo algunos finales, que he tratado de mejorar siempre que los encontraba débiles: cosa que en Carroll ocurre con frecuencia porque —como explicaré más tarde— no sabía qué escribía, no sabía su Libro: por eso escribía con tanta facilidad —casi como hablaba, y sin casi: es sabido que Alicia fue primero relatado verbalmente, en una bamboleante barca— y por eso fallaba cuando se trataba —como se trata siempre al final de un texto— de dar con el centro, con el núcleo de lo escrito. Pero aquí, a diferencia de en mi perversión de Lear, todos esos adulterios de la letra con el sentido están debidamente anotados, junto con la versión literal, o al menos, la mayoría de ellos; lo que espero sea suficiente mordaza para tanta palabra hueca y vacía, un mosquitero, una red para evitar el vuelo de tanta mosca, “que ignora su vuelo”[4], Mantis para tanto nulo insecto: que en la oscuridad de esa boca se desvanezca, con un crujido leve, el macho homosexual e inútil, que la Negrura absorba la diferencia (de sexos), la negrura de ese insecto religioso y caníbal, que reza en silencio a Dios[5], mientras devora las cabezas de sus vanos esposos, que ese Adivino (Mantis, en griego profeta, adivino), o Profeta de lo Abominable devore “en actitud de fantasma”[6] a tanto oscuro y chirriante saltamontes.



 



[1] “Los objetos del placer infantil vuelven en forma de juramentos y maldiciones” Ferenczi, Las palabras obscenas.

[2] Pimko IV: con esta palabra un minimum de lenguaje acostumbra a designar a lo que le forcluye.

[3] Los subrayados de los epígrafes son nuestros.

[4] Lacan.

[5]y [6] Sobre este punto hemos consultado a Fabre, Costumbres de los insectos: uno de los nombres vulgares de la mantis es “louprego-leu”, y este insecto nunca hace ruido.

jueves, 24 de junio de 2021

Edgardo Scott, traductor de "Dublineses" de Joyce

Edgardo Scott se hizo una reputación como narrador –No basta que mires, no basta que creas (2008), Los refugios (2010), El exceso (2012) y Luto (2017)– y ensayista –Caminantes (2019)–, pero un día empezó a traducir. Su traducción más reciente es Dublineses, de James Joyce, que acaba de publicar la editorial Godot en Buenos Aires. Esa fue la excusa para entrevistarlo para este blog.

 

“Nunca hay algo asentado del todo”

 


–Dijiste en varias entrevistas que desde hacía mucho querías traducir Dublineses. ¿Por qué este libro entre todos los posibles libros de cuentos que se pueden traducir?

Supongo que porque traducirlo era la manera de leerlo con la mayor intensidad posible y de darlo a leer del mismo modo; dar a leer algo que había sido absolutamente clave para mí. Traducir es a veces como leer hasta el punto de hacer de esa lectura una escritura. También porque me parecía que todavía no estaba o no está del todo subrayada la importancia de Joyce para la reinvención del cuento. O la invención del relato contemporáneo. Creo que tenemos más presente a Chejov o a Hemingway  (que sin embargo le debe tanto), incluso a Mansfield, que a Joyce.

 

–Decís que leer Dublineses, antes de traducirlo, fue absolutamente clave para vos, ¿por qué?
–Por un lado, por algo biográfico, íntimo, que a través de ese cuento, “Clay” (“Arcilla”) que leí a los 17 años en Lenguas Vivas, cuando estudiaba inglés, yo leía la lengua de mi familia paterna, en gran medida irlandesa. Quiero decir; fijate que en el cuento “Eveline”, el éxodo, la tierra prometida es Buenos Aires. Mi familia paterna viene de ahí, de donde viene Gretta, la esposa de Gabriel Conroy. Y después porque en los relatos de Joyce de Dublineses yo encuentro una forma de sugerir la verdad que es magistral y que me sigue pareciendo contemporánea. Lo que hace en el cuento “Gracia” es ejemplar en este sentido.

 

–También hablaste de los problemas que encontraste en otras versiones. ¿Podrías detallar cómo los evitaste en la tuya?

–Bueno, en muchos casos, estos veinte años han sido claves, porque han sido los años en que Internet se volvió un archivo y una biblioteca universal al alcance de un click o dos. Entonces muchos de los errores o imprecisiones tenían que ver con las referencias, o el modo de interpretar y afirmar esas referencias. Otra corrección fue la puntuación original, que desde que fue restablecida en 1967, nunca había sido muy tomada en cuenta en castellano. Traté de respetarla o recrearla al máximo, dejando ver la elocuencia teatral que hay en esa puntuación hecha menos de puntos y comas que de silencios o de un ritmo acelerado de la frase que se debe leer de un tirón para captar su artificio. Por último, intenté no pecar ni de “lenguaje neutro” o lo más neutro posible, algo muy de moda e incluso recomendado por las instituciones de la lengua en castellano ni, por supuesto, caer en su contrario, la exageración de un regionalismo del Río de la Plata. En ese sentido el tono general de Joyce en este libro, un inglés “tan irlandés y dublinesco”, pero no costumbrista ni lunfardo fue la guía.

 

–Noté que hacías una división entre libros clásicos y libros contemporáneos. Decías, por ejemplo, que Rojo y negro es un clásico, pero que los libros de Joyce son libros vivos. Me gustaría que especificaras más a qué te referís con una y otra cosa.

–Me parece que los libros clásicos ya no entran en la discusión política, están más allá de la discusión política, en todos los sentidos que le queramos dar a esa dimensión. Están, al menos temporariamente, fuera de esa discusión. Me parece que los contemporáneos, por el contrario, siguen entrando en esa discusión. Todavía las líneas de la modernidad del siglo XX, el famoso trío: Proust, Joyce, Kafka, siguen siendo formas de escribir y pensar la literatura que a través de la tradición, a partir de los autores que continúan y expanden esas obras siguen enfrentándose. Para verlo en nuestro caso, Saer a esta altura podría ser un clásico para nosotros, y sin embargo, cuando un escritor como Aira, por ejemplo, ataca su literatura y su figura de autor por “demasiado seria o solemne” entonces Saer se vuelve un contemporáneo, porque habrá quienes lo sigan a Aira y lo lean de ese modo a Saer, y habrá quienes lo “defiendan” (con todos los grises posibles en ese arco entre un punto y otro). ¿Pero alguien discute Amalia o Don Segundo Sombra? Entonces esos libros son clásicos. En realidad no las pienso como categorías estáticas ni tampoco tienen que ver necesariamente con una “cantidad de tiempo”; hasta la dictadura Borges no era un clásico, y después de la dictadura y su muerte, lo fue. Ya no lo toca –otro dirá, no vale la pena–, la dimensión política (nótese que digo política, no ideológica). Pero eso es hasta que alguien lo cuestiona, lo lee de nuevo; eso es lo que tiene la literatura: nunca hay algo asentado del todo. Por eso todo canon es temporario e interesado.

 

–Otra cuestión sobre la que insististe es la de la estructura que tienen los cuentos de Joyce, que se contraponen con los cuentos tradicionales en eso de tener un principio, un medio y un fin. ¿Qué nueva estructura estaría proponiendo?

–Claro, yo digo que los cuentos de Joyce son relatos, porque me sirve distinguir entre  cuento y relato. En los dos casos son formas narrativas que revelan una verdad. Pero en el caso del relato de Joyce no hay una promesa narrativa y el ocultamiento de una verdad para que en el final se revele sino que la revelación de la verdad actúa por acumulación, no por ocultamiento. Todo el tiempo está a la vista. Es un poco como en el teatro, esos objetos que están en la escenografía y que parecen indiferentes hasta que la acción los “muestra”. Aunque en realidad siempre estuvieron a la vista. Joyce trabaja con ese tipo de relato, un relato sin promesa narrativa, sin ocultamiento, pero, paradójicamente con revelación de verdad.

miércoles, 23 de junio de 2021

Rosario Lázaro Igoa, invitada del SPET en junio

En el próximo encuentro, que tendrá lugar el miércoles 23 de junio a las 19 (hora argentina), nuestra invitada Rosario Lázaro Igoa expondrá sobre“ The Southern Star/La Estrella del Sur: Traducción literaria y metadiscurso traductivo en la prensa temprana de Montevideo (1807)”

Rosario Lázaro Igoa es Doctora en Estudios de Traducción por la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil). Investiga en traducción literaria, literatura iberoamericana, escrituras de la prensa y periodismo. Tradujo y coeditó la antología de crónicas de Mário de Andrade Crónicas de melancolía eufórica (Alter, 2016). Del portugués y el inglés, tradujo a Danielle McLaughlin, Gerald Murnane, Beatriz Bracher, Luis F. Verissimo y Dalton Trevisan, entre otros. Como escritora, publicó Peces mudos (2016) y Cráteres artificiales (en prensa). Es colaboradora de los medios uruguayos La diaria y Lento. Actualmente, es profesora del Centro Universitario Regional Este (Universidad de la República del Uruguay) y del Posgrado en Estudios de Traducción (UFSC, Brasil).

Lecturas sugeridas

Acree, William G.: “La otra batalla: The Southern Star, la Gazeta de Montevideo y la revolución de las formas de comunicación en el Río de la Plata”. En A. Frega y B. Vegh (eds.): En torno a las “invasiones inglesas”: relaciones políticas y culturales con Gran Bretaña a lo largo de dos siglos. Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2007, pp. 13-22.

Lázaro Igoa, Rosario: “The Southern Star/La Estrella del Sur: Zona de contacto bilingüe y traducción en la prensa temprana de Montevideo (1807)”. En Mutatis Mutandis. Revista Latinoamericana de Traducción, 14.1 (2021): Traducción y prensa en América Latina y el Caribe: pasado, presente y futuro, pp. 40-67.

Torres, Alicia: “Una lectura excéntrica del discurso periodístico colonial. The Southern Star y la Gazeta de Montevideo”. En A. Frega y B. Vegh (eds.): En torno a las “invasiones inglesas”: relaciones políticas y culturales con Gran Bretaña a lo largo de dos siglos. Universidad de la República, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2007, pp. 31-38.


Aviso

La sesión se realizará como videoconferencia. Quienes quieran participar pueden enviarnos un mail con el asunto SPET 138 hasta el 23/6 a las 13.00. La dirección de mail será utilizada para hacerles llegar el código que servirá como entrada a la videoconferencia. Por favor, revisen el micrófono y la cámara de sus dispositivos antes de la sesión. Si quieren desinscribirse, les pedimos que nos manden un mail con el asunto SPET 138 DESINSCRIPCIÓN.

martes, 22 de junio de 2021

Buenos Aires, ciudad de traductores (3)



Tercera entrada dedicada a la serie de manifestaciones sobre la traducción en Buenos Aires, llevadas a cabo por TOLEDO – Übersetzer·innen im Austausch der Kulturen. En esta oportunidad, varios textos especialmente escritos para la ocasión por Jorge Fondebrider, Bárbara Belloc y Florencia Garramuño.

Jorge Fondebrider: Una nación fundada sobre traducciones


Florencia Garramuño: Turbulencias productivas

lunes, 21 de junio de 2021

Buenos Aires, ciudad de traductores (2)



En el contexto de la seire de actividades alrededor de la ciudad de Buenos Aires, TOLEDO – Übersetzer·innen im Austausch der Kulturen propone, entre otras cosas, los siguientes textos de Inés Garland, Tamara Tenembaum y Anna Kazumi Stahl, además de una mesa redonda sobre traducción de poesía, con Alejandro Crotto, Leonce Lupete y Eleonora González Capria, materiales que pueden visualizarse siguiendo los links:

Inés Garland: “Busco, siempre busqué, hasta las palabras que conozco perfectamente”

https://www.toledo-programm.de/cities_of_translators/2776/busco-siempre-busque-hasta-las-palabras-que-conozco-perfectamente-de-visita-en-casa-de-ines-garland

Tamara Tenenbaum: Intraducible

https://www.toledo-programm.de/cities_of_translators/2534/tamara-tenenbaum-intraducible
Anna Kazumi Stahl: Signos tirados por los vientos

https://www.toledo-programm.de/cities_of_translators/2540/anna-kazumi-stahl-signos-tirados-por-los-vientos

La obsesión de la forma: La traducción de poesía entre la medida y el experimento

En Buenos Aires no sólo se traduce numerosa poesía, también se discute con pasión sobre la traducción de ella. Alejandro Crotto es director de la revista Hablar de Poesía y publicó recientemente una versión en español de la Divina Comedia de Dante, la cual ha sido muy bien recibida. El poeta y traductor germano-francés Léonce W. Lupette, que vive en Buenos Aires desde hace varios años, reescribió a Hölderlin en español. Eleonora González Capria es traductora y profesora de traducción en Buenos Aires. Juntos exploran hasta qué punto la traducción de un poema debe seguir la forma del original y cuándo conviene serle infiel.

https://www.toledo-programm.de/cities_of_translators/2725/la-obsesion-de-la-forma-la-traduccion-de-poesia-entre-la-medida-y-el-experimento

viernes, 18 de junio de 2021

Buenos Aires, ciudad de traductores (1)



TOLEDO – Übersetzer·innen im Austausch der Kulturen es una organización dedicada a la traducción desde múltiples perspectivas. En su presentación institucional dicen esto:

“Los traductores son actores centrales en el intercambio cultural internacional. Con su trabajo amplían nuestros horizontes y nuestra comprensión de otras culturas. Cuanto mayor sea la cultura de la traducción, más rico y vivo será nuestro conocimiento del mundo, nuestra literatura, nuestro idioma.

“El programa de financiación de TOLEDO apoya a los traductores literarios en el ejercicio activo de este papel de mediador entre culturas y áreas lingüísticas. La financiación se centra en:

--Movilidad: becas individuales que permiten a los traductores completar fases de trabajo intensivo en los centros de traducción europeos y sumergirse en las lenguas y culturas de las que traducen;

--Networking: Proyectos que traen a traductores a intercambiar entre sí y con otros actores del negocio literario;

--Visibilidad: Eventos que hacen accesible el vocabulario cultural de los traductores a un público más amplio.”

Uno de esos eventos es “Ciudad de traductores”, que ya tuvo distintas ediciones en Calcuta, Montreal, San Pablo y Kiev. Nuevamente, siguiendo la presentación que se hace de la actividad nos enteramos de que “Ciudades de traductores nos invita a ver destacadas metrópolis literarias como espacios de traducción y a explorarlas como etapas de traductores. Cada ciudad se explora a través de dos miradores: el de un traductor que vive en la ciudad y la conoce bien, y el de un traductor que descubre la ciudad por primera vez a través de la expedición. Juntos, la pareja moviliza una red diversa, organiza exploraciones y desarrolla un programa que expone la naturaleza de la ciudad como una ciudad de traductores. Se invita a traductores, escritores, periodistas y exploradores de otros géneros a investigar la ciudad de los traductores a través de ciertas preguntas: ¿Cómo y dónde se desarrolla la cultura de traducción de la ciudad? ¿En qué escenarios y con qué actores? ¿Existe conciencia de esta cultura y, de ser así, cómo se manifiesta? ¿En las redes e infraestructuras actuales? ¿En la memoria cultural de una ciudad? ¿Cómo dan forma los traductores a una ciudad? ¿Y qué papel juega una ciudad en el trabajo de un traductor? ¿Qué historias de traducción cuenta una ciudad? ¿Dónde se hacen visibles las nuevas expresiones de traducción? Los textos, blogs e imágenes se crearán en el transcurso de la expedición y estarán disponibles aquí como collages de múltiples voces. La ciudad de los traductores arrojará nueva luz sobre el papel que desempeñan los traductores en el intercambio cultural y compartirá historias nuevas e inéditas.”

La última edición de esta aventura tuvo como destino a Buenos Aires. Y el encargado de llevar adelante todas las intervenciones fue el poeta y traductor alemán Timo Berger, quien, ayudado por la fotógrafa Guadalupe Gaona, cubrió distintos aspectos de la traducción en la capital argentina.

Hubo textos especialmente escritos para la ocasión, entrevistas a los traductores elegidos, mesas de discusión, etc.

Para mostrar algunas de estas actividades, ofrecemos a continuación, la presentación del organizador y el video de una mesa redonda que, moderada por Martína Fernández Polcuch, incluye a Matías Battistón, Carla Imbrogno y el Administrador de este blog.

Ciudad de traductores

1) Timo Berger: Un puerto en constante cambio

https://www.toledo-programm.de/cities_of_translators/2846/timo-berger-un-puerto-en-constante-cambio

2) La cuestión de la lengua: Las y los traductores de Argentina entre el mercado y la tradición

El español argentino se diferencia del de España no sólo por su léxico. ¿Será por ello que los libros traducidos en Buenos Aires suenan diferente? Matías Battistón tradujo de nuevo la trilogía de novelas de Samuel Beckett. Jorge Fondebrider lleva más de diez años organizando el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires y Carla Imbrogno traduce en primer lugar teatro contemporáneo. Los tres debaten acerca de por qué en Sudamérica se necesita otra clase de traducciones diferentes a las provenientes de España, qué papel juegan los editores en este proceso y las lecturas de libros que los motivaron a convertirse en traductores. La moderadora Martína Fernández Polcuch es intérprete y traductora de alemán.

https://www.toledo-programm.de/cities_of_translators/2723/la-cuestion-de-la-lengua-las-y-los-traductores-de-argentina-entre-el-mercado-y-la-tradicion

jueves, 17 de junio de 2021

Libros de autores japoneses en editorial argentina

 


El pasado 16 de junio, Silvina Friera publicó en Página 12, el siguiente artículo sobre la colección Bosque de bambú –dedicada a la literatura japonesa–, de la editorial argentina También el caracol, dirigida por Mariana Alonso y Miguel Sardegna. En la bajada puede leerse: “El sello independiente argentino publicó exquisitos libros de autores poco conocidos fuera de su país, como Riichi Yokomitsu, Sakunosuke Oda y Rintarō Takeda, además de una interesante antología de literatura proletaria japonesa: Bajo un cielo oscuro cargado de nieve”.

Una colección dedicada a la literatura japonesa

Hay momentos en que el deseo de construir puentes entre Argentina y Japón se transforma en una necesidad que se puede materializar. También el caracol, una editorial que combina la publicación de literatura japonesa inédita en castellano y narrativa argentina, surgió a mediados de 2018 de la mano de la editora y traductora Mariana Alonso y el abogado y escritor Miguel Sardegna. El nombre de la editorial que ha rescatado a Riichi Yokomitsu, el maestro de Yasunari Kawabata, es el verso de un haiku de Shiki, que vivió entre 1867 y 1902, un tiempo de declive de la poesía clásica japonesa. “Las viejas formas se habían estancado y las nuevas maneras que venían de occidente amenazaban imponerse. En ese contexto, Shiki sostenía que era necesario dejar de lado ciertas prácticas, como el recurso de evocar otros poemas. Concebía la poesía como la pintura de un instante y proponía basarla en la propia experiencia –cuenta Alonso–. Irónicamente, pasó sus últimos meses postrado en una cama con tuberculosis. Habiendo construido su teoría sobre la experiencia, de pronto vio la suya reducida a cuatro paredes. El poema que nos da nombre es uno de los últimos que escribió: ‘con la cabeza erguida/ también el caracol/ se me parece’”.

A Alonso y a Sardegna –director de la colección “Bosque de bambú”, dedicada a la literatura japonesa– les gusta “ese gesto de estirar el cuello para intentar mirar lo que sucede afuera, en el jardín”. “Hay algo de dignidad y de resistencia, que nos conmueve y, muchas veces, nos hace llorar”, reconoce la editora y traductora de También el caracol, que en 2018 sacó el primer libro de la colección de narrativa argentina, la primera novela de Karina Sacerdote, Monoblock. En marzo de 2019, salió el primer título de literatura japonesa: La primavera llegó en un carro tirado por caballos, los cuentos de Riichi Yokomitsu (1898-1947), un autor poco conocido en Argentina, contemporáneo de Kawabata, traducido directamente del japonés por Masako Kano, Gabriela Occhionero y la propia Alonso. “La editorial y los libros que publicamos son un reflejo de quienes somos nosotros. Somos argentinos, amamos la literatura y nos apasiona la cultura de Japón. Era inevitable que surgiera esa combinación, así lo concebimos desde un principio. Los puentes entre las dos colecciones se construyen sin quererlo, se dan naturalmente a partir de nuestro gusto como lectores y de lo que buscamos o nos conmueve al momento de elegir una obra”, plantea Alonso a Página/12.

Todos los libros de literatura japonesa cuentan con un estudio preliminar de Sardegna. Los textos de la contratapa tienen distintos autores. En el caso de la contratapa de La primavera llegó en un carro tirado por caballos el autor es el escritor Martín Felipe Castagnet. “En el cuento que da título a este libro, un gato callejero entra a un estudio y ocupa el lugar que dejó la tortuga. Así nos ocurre con Riichi Yokomitsu, que con cinco relatos se cuela, tan desconocido como despreocupado, por entre los grandes sabios para reclamar el espacio que por derecho también le pertenece –advierte Castagnet–. Yokomitsu carece de misericordia, pero sus personajes están plenos de compasión; paranoia y generosidad van de la mano. La primavera llegó en un carro tirado de caballos es un libro conmovedor, casi epifánico, sobre los padecimientos ajenos y propios, muchas veces autoinfligidos”. Castagnet elige una frase magnífica, escrita por Yokomitsu, para ejemplificar su interpretación: “Había decido probar esos sufrimientos como la lengua prueba el azúcar, para mirarlos con la luz total de todos los sentidos”.

Alonso revela que la puerta de entrada a Japón fue la literatura, y en especial Kawabata (1899-1972). “Kawabata, como muchos otros escritores, consideraban a Yokomitsu un maestro. En realidad, fue más que eso, fue considerado un bungaku no kamisama, ‘un dios de la literatura’ –explica la editora y traductora–. Hace un tiempo dábamos un seminario de literatura japonesa en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, y cuando leíamos a Kawabata sentíamos siempre la necesidad de hablar también de su amigo Yokomitsu. Pero no había nada suyo traducido al castellano, compartíamos la pena con nuestros alumnos, y no había mucho más que se pudiera hacer. Pasados más de quince años, cuando decidimos crear También el caracol, la situación de Yokomitsu no había cambiado. La historia no fue justa con su literatura, nos gusta pensar que estamos haciendo algo para cambiar eso”.

También el caracol ha publicado en la colección de narrativa argentina El cristo roto, de Marcelo Rubio; En la semilla ya está el aroma, de César Díaz; 33 rpm, de Juan Guinot y Las comadrejas no existen, de María Marcela Vicente. “Bosque de bambú” se completa con La canción del arrozal (ranas, cigarras, libélulas, mariposas, luciérnagas y grillos en la poesía japonesa), de Lafcadio Hearn (1850-1904), un irlandés de nacimiento nacionalizado japonés, enamorado de su país adoptivo; Bajo un cielo oscuro cargado de nieve, una antología de literatura proletaria japonesa que incluye a Yoshiki Hayama, Denji Kuroshima, Teppei Kataoka, Takiji Kobayashi, Yuriko Miyamoto, Kensaku Shimaki; El signo de los tiempos, de Sakunosuke Oda (1913-1947) y La ópera japonesa de los tres centavos, antología de cuentos de Rintarō Takeda (1904-1946).

“Todavía nos sentíamos de estreno cuando comenzó la pandemia”, recuerda Alonso. “El primer mes fue de mucha incertidumbre. Pero nos propusimos salir de todo esto mejor de lo que habíamos entrado. Y creo que lo venimos logrando. Seguimos con nuestro plan editorial, fortalecimos nuestros vínculos con los lectores y sumamos cada día nuevos proyectos. Para eso fue clave también la presencia en las redes. Desde Instagram armamos una verdadera comunidad, desde donde estamos en diálogo constante con nuestros lectores. Disfrutamos mucho ese espacio de charla e intercambio”. Para este año la editora y traductora anticipa que en agosto También el caracol publicará un nuevo libro de Lafcadio Hearn, “ese occidental que se nacionalizó japonés y ve con nuestros mismos ojos de extranjero un mundo que desconoce y lo hechiza”, y para fin de año llegará a las librerías un segundo libro de cuentos de Yokomitsu, Cabezas y vientre.

Alonso subraya que desde la colección de narrativa argentina buscan “aportar voces potentes que reflejen visiones distintas del mundo”; con las publicaciones de literatura japonesa se proponen dar a conocer autores inéditos en castellano, ampliar el abanico posible de lecturas. “Sentimos que hay un universo enorme de autores japoneses desconocidos, auténticos tesoros que se merecen un lugar en nuestro idioma y en nuestra biblioteca –reconoce la editora–. Lo hacemos desde nuestro lugar como argentinos y latinoamericanos, con traducciones más cercanas a nuestro castellano. Esperamos estar contribuyendo a fortalecer la traducción y la edición de la literatura japonesa que tanto nos gusta”.

miércoles, 16 de junio de 2021

Capital Intelectual, del Grupo Insud, sigue acumulando empresas: ahora, Siglo XXI

Hugo Sigman
La noticia fue publicada sin firma por Cultura InfoBAE, el pasado 14 de junio. Allí, en su bajada, se lee: “Capital Intelectual, el sello argentino fundado por el empresario Hugo Sigman (Buenos Aires, 1944), anunció un acuerdo para sumar la mayoría del paquete accionario de la prestigiosa casa editora de origen mexicano, que tiene en su catálogo a autores como Michel Foucault, Roland Barthes y Eduardo Galeano, entre otros”.

Para quienes no lo sepan, Hugo Sigman es un empresario argentino del que se dice ha sido uno de los principales aportantes a la campaña presidencial de Alberto Fernández. Es reconocido por ser el fundador, director general y accionista del Grupo Insud, un conglomerado empresarial con presencia en los campos de la farmacéutica (fabricación local de la vacuna de Astra-Zeneca), la agroforestería y el cine, entre otros. Ese “entre otros” incluye a Capital Intelectual.

De acuerdo con el anuncio institucional, “Capital Intelectual es grupo editorial [la lista de sellos y publicaciones puede leerse en el cuerpo central del artículo],con una dilatada trayectoria, enfocada en hacer un aporte al debate nacional y regional. Su catálogo incluye publicaciones con diversidad de perspectivas sobre variados temas, entre los que se encuentran ciencia, política, literatura, filosofía, deportes, psicología y divulgación científica. Sus títulos se exportan a más de 15 países y desde 2011 se publican en España, bajo el sello Clave Intelectual, incluyendo escritores admirados como Aldo Ferrer, Manuela Carmena, Dante Caputo, Juan Carlos Distéfano, Jorge Fernandez Díaz, Leonardo Padura, Rodolfo Braceli, Alejandro Fabbri, Vicente Muleiro, Sergio Sinay y Mempo Giardinelli, entre otros. Su Colección de Jóvenes Lectores Aerolitos presenta títulos meticulosamente seleccionados especialmente recomendados para infantes y niños, con ilustraciones de reconocidos artistas. Algunos títulos incluyen Mundo Buñuelo, de Roberto Cubillas, Dos arbolitos locos: poemas y canciones, de Federico García Lorca y Valeria Cis, y De espuma y mar, de Alfonsina Storni y Azul de Corso.

Últimamente, en este blog, ha habido diversas menciones a la edición local de Le Monde Diplomatique (8 y 18 de marzo, 13 de abril), una de las publicaciones del grupo, debido a la vergonzosa actitud mantenida por José Natanson, director de la publicación –y, desde 2018, director editorial de Capítal Intelectual y Clave Intelectual– con los traductores que se ocupaban de llevar al castellano las noticias originales allí publicadas, lo cual motivó una sonada huelga.

Hugo Sigman, a punto de comprar la mayoría de las acciones de la editorial Siglo XXI en México y Argentina

La editorial argentina Capital Intelectual anunció que llegó a un acuerdo de adquisición del sello de origen mexicano Siglo XXI, que se produciría de forma oficial en 60 días. Fuentes cercanas a la editorial explicaron a Infobae cultura que la adquisición sería del 58% del paquete accionario de la casa norteamericana, lo que comprende el 90% de la sucursal en Argentina.

 

“Durante parte de 2020 y 2021, Capital Intelectual mantuvo conversaciones con Jaime Labastida, director y principal accionista de Siglo XXI, la prestigiosa editorial mexicana con casa en Argentina, con vistas a una posible adquisición. Finalmente, el 10 de junio llegamos a un acuerdo preliminar. Para terminar de perfeccionarlo es necesario cumplir con una serie de pasos formales que se extenderán a lo largo de los próximos 60 días”, informaron en un comunicado.

 

Capital Intelectual es una editorial argentina con una filial en España (Editorial Clave Intelectual), con un regitro de publicación que atraviesa el ensayo político, económico y social. Fundada por Hugo Sigman, médico psiquiatra y empresario, se dedicó a impulsar diversos proyectos culturales y fomentar el debate intelectual.

 

Así, se crearon revistas como TXT 3puntos, la edición de Le Monde Diplomatique para el Cono Sur y la versión en español de The New York Review of Books. También le pertenece la productora de cine, K&S, responsable, entre otras, de películas como Relatos SalvajesEl Clan La Cordillera.

 

Por su parte, Siglo XXI, fundada en la década del 60 en México, es una de las editoriales más importantes y prestigiosas en lengua española, que en su catálogo incluye autores como Michel FoucaultRoland BarthesPierre BourdieuJulia KristevaJacques LacanEduardo GaleanoPaulo Freire Antonio Gramsci, entre otros.

 

En ese sentido, complementa su línea de autores clásicos con la publicación de autores contemporáneos, en el campo de las ciencias sociales, la cultura y el debate político, pero también en áreas como la educación, la historia, el periodismo y la divulgación científica. La casa argentina (Siglo Veintiuno Editores Argentina) está a cargo de Carlos Díaz desde el año 2000.

 

“Siglo XXI Editores México es un baluarte de la cultura mexicana y latinoamericana, un valor que queremos preservar a como dé lugar. Nuestro objetivo es potenciar la empresa en el contexto de las nuevas condiciones del mundo editorial, respetando su rica historia y los valores que le imprimieron desde su fundación Arnaldo Orfila Reynal, Jaime Labastida y el grupo de intelectuales que los acompañaron. Creemos que estamos ante una excelente oportunidad para potenciar el trabajo que viene desarrollando la editorial mediante la asociación con Capital Intelectual, Le Monde diplomatique - Edición Cono Sur y Review. Revista de Libros, que comparten los mismos valores e intereses”, explicaron en el comunicado.