viernes, 30 de octubre de 2015

" Controlar el mercado del libro en lengua española mediante la industria editorial y la enseñanza internacional de la lengua "

“Glotopolítica. Definir el idioma argentino preocupó a Borges y a la lingüística local. Mientras, el Instituto Cervantes evalúa la “corrección” de lo hablado.” Así reza la bajada de este artículo, firmado por la novelista y traductora Mariana Dimópulos, publicado por la revista Ñ, el 11 de octubre pasado.

Apropiaciones de la lengua española

¿Qué hablan los argentinos? Su idioma tiene un nombre, el castellano, pero no es igual al que se usa en otros países. Al igual que en otros países, al menos desde el surgimiento de los estados-nación, su lengua ha sido objeto de especulaciones, de debates, de regulaciones. Hasta de sospecha de inexistencia. Así lo denunciaba Borges, por ejemplo, en un texto temprano: algunos creerán que el idioma de los argentinos es un embeleco, un engaño que de ninguna realidad es sostén. El no era uno de los incrédulos, por supuesto, y apelaba, además de a la ironía, al corazón y a la esperanza para remediarlo. Ante todo, a la esperanza de la lengua literaria –y argentina– que él mismo planeaba inventar.

Eso que Borges ejercía en una conferencia de 1927 hoy es estudiado por la lingüística y ha adquirido, hace poco, su denominación técnica: glotopolítica. Al menos desde la Revolución Francesa, ese medio no único pero fundamental de comunicación se había convertido en un objeto de gobierno y de planificaciones. Pero hace algunos años la lingüística puso su atención en que esa no era la única forma ni de operar sobre la lengua ni de hacer política sobre ella. Las instancias de lo político eran múltiples, e iban de lo más normativo hasta lo más inofensivo al parecer: las ideas de los propios hablantes. En el caso del castellano, desde la tarea directiva, por ejemplo, de la Real Academia Española, hasta la convicción, casi cien años después de la proclama de Borges, de que aunque no se dude de la existencia del idioma de los argentinos, sí se lo condene. Porque puestos ante la pregunta ya no del qué hablan, sino de cómo lo hacen, la mayoría de ellos responderá: hablamos mal.

La primera apropiación de la lengua para cada hablante no tiene lugar en la casa, sino en la escuela, si es que por apropiación entendemos ser conscientes de nuestro instrumento, aprender a escribirlo y a conocerlo. Pero la escuela no está exenta de los tironeos de los diversos actores que, estudiados por la glotopolítica, afectan, condicionan y definen el idioma. Antes, su vehículo era la palabra del maestro y su figura de autoridad. Pero tal como lo muestra María López García en Nosotros, vosotros, ellos (Miño y Dávila), hoy esa figura ha quedado desplazada por los manuales escolares y su protagonismo. Y lo que nos enseñan, de ahí el notable descubrimiento del libro, es que nuestra lengua, el idioma de los argentinos, se define en los bordes y en la excepción. El voseo, por ejemplo, es presentado como un rasgo “exclusivo y apartado de las formas normales”.

Nada se dice de nuestro sistema de posesivos ni de nuestros modos de enfatizar (un rioplatense dirá “detrás mío” y dirá “está re-bueno”). El “vosotros” sigue consignado en todas las tablas, aunque lo utilice sólo el diez por ciento de los hablantes mundiales del español. Se crece en una lengua que es propia a medias, formalizada en una mezcla de directivas confusas y convivencia de paradigmas. El resultado no alienta a seguir estos pasos: “un hablante inseguro de su lengua y del uso que hace de ella”.

Oído en los arrabales
Si a principios del siglo XX en Buenos Aires el debate se daba entre la lengua del arrabal y un purismo lingüístico basado en una falsa imitación de la dicción de España, hoy la glotopolítica –que acaba de celebrar su primer Congreso Americano– indica que los actores han cambiado. Con la transformación de España y el enorme desarrollo literario de América latina a lo largo del siglo, las instituciones clásicas de normativa se vieron obligadas a renovarse. La Real Academia Española ha dejado de fijar, limpiar y dar esplendor –como decía su blasón– a una lengua que se le escapa y se expande. El giro de la estrategia responde a un principio de realidad y a una necesidad económica, la de controlar el mercado del libro en lengua española mediante la industria editorial por un lado, y mediante la enseñanza internacional de la lengua por el otro, a través del Instituto Cervantes. El gobierno y las instituciones españolas depusieron las armas de la regla y levantaron las de la concordia: el castellano es ahora entendido como una “lengua de encuentro”, y este encuentro debe ser, ante todo, para ellos rentable.

La norma, entonces, queda velada en la cordialidad de lo vendible y lleva, cuando abandona el sello de la Península, el de la neutralidad. Desde la televisión hasta la literatura traducida en América, el “neutro” se ha vuelto preocupación de todo aquel que ponga en circulación contenidos en castellano. Es una nueva inquietud que ha adquirido el debate; nuestro borde ya no es ni el castizo ni el arrabal. Lo que nos amenaza es la neutralidad, que encarna una nueva discusión entre la lengua nacional, como identitaria, y el castellano como ilusión del intercambio irrestricto entre quienes lo hablen. El neutro resulta una forma –buena y mala– de globalizarnos. “La necesidad de homogeneizar es funcional al desempeño activo del mercado en la regulación de los medios de comunicación”, entiende López García. Pero también hay, detrás de la entelequia de un castellano neutro, la expresión de un miedo de los hablantes a quedar –la pesadilla del mundo de hoy– perorando a solas.

La historia de la lengua enseña que todos los idiomas tienden a la dialectización absoluta; es decir, que las fronteras naturales y políticas harán, tarde o temprano, que los que hablaban la misma lengua acaben a lo largo de los siglos por hacerlo en idiomas distintos. En el mientras tanto del castellano, usado en un vastísimo territorio por casi quinientos millones de personas, conviven el deseo clásico de la identidad como lengua de un estado-nación, en tanto espejo de los ciudadanos, y la voluntad de comunicación transnacional. Pero esta voluntad entraña, como muestra López García en el caso particular de los argentinos, la denegación de nuestra propia variante en su versión más triste: la de su desconocimiento. La glotopolítica ha enseñado que no toda la norma es la que se enuncia como tal; el poder simbólico de un agente de la lengua, aunque no se anuncie como regla, la estará estableciendo. Y en caso de ausencia de regulación del Estado, esa norma será impuesta por la industria editorial, por los medios, por la escuela a través del dominio del manual escolar.

Variedad rioplatense; habla coloquial
Este cambio está afectando también a los saberes lingüísticos. La antigua diferencia entre lengua (como ideal) y habla (como realidad cotidiana) que había instaurado el padre de la disciplina, el suizo Saussure, está en duda. El peso va cayendo hacia el habla, hacia el estudio del uso efectivo de una lengua en un territorio dado. Es decir, la descripción tiende a hacerse normativa. De ahí que Nosotros, vosotros, ellos cierre con una reparación: la tentativa de describir para la escuela –para ese maestro inseguro que confunde variedad rioplatense con habla coloquial– eso que es el idioma de una buena parte de los argentinos.

En su proclama de 1927, Borges mencionaba el léxico, la cadencia y la afectividad de la frase como características particulares de nuestra lengua. No mencionaba el voseo. Su literatura inventó una elegancia que, vista con atención, se propuso minimizarlo. Una lengua propia pero a medias. Que fuese una proclama da razón a las de hoy: la lengua es una disputa de muchos actores, que van de la maestra al poeta, pero no se resuelve con una fórmula. Lo propio está tan amenazado como atravesado y enriquecido por lo ajeno, y nada se dirime de una vez y para siempre. Pero esto no puede ocurrir a oscuras, esto hay que hacerlo visible.


jueves, 29 de octubre de 2015

Filológicas

Javier Mascherano, indicándole al asistente a dónde ir

No por desopilante, sino por pura fascinación, tiene sentido subir la siguiente entrada, publicada sin firma en el diario Clarín, de Buenos Aires, del día de ayer. Aquí se dice que Mundo Deportivo, de España, se ha abocado al estudio filológico de la expresión argentina “la concha de tu madre”. De hecho, parece haber un video (ver abajo) que apela a cómo la definen las distintas escuelas (argentina y uruguaya). ¡Menos mal que Mascherano no mandó al asistente en cuestión a la “reconcha de tu madre” o a la “recalcada concha de tu madre”. Si no, tal vez habría que haber apelado a la FUNDEU, a quienes oportunamente ya mandamos a la concha de su hermana.

  
Caso Mascherano: la prensa española analiza por qué
en Argentina se dice “la concha de tu madre”

" 'Puto el que lee esto'. Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato", reconocía Roberto Fontanarrosa en su texto "Palabras iniciales", que oficia como prólogo del libro Usted no me lo va a creer. El escritor y humorista rosarino también se encargó de hacer una encendida defensa teórica del uso de las llamadas "malas palabras" durante su ponencia en el III Congreso Internacional de la Lengua Española, que se realizó en noviembre de 2004 en su ciudad natal. Acaso sin saberlo, el diario español Mundo Deportivo se movió en esa línea para embarcarse en el análisis del significado de la expresión "la c... de tu madre", que según uno de los asistentes le despachó Javier Mascherano en el partido entre Barcelona y Eibar del último domingo, por la liga española, y por la cual fue expulsado. El club ensayó una defensa al asegurar que la expresión no fue esa sino "la c... de tu hermana".

En tren de desentrañar el correcto uso de la frase, a la que considera "tan argentina como el tango, el asado, el dulce de leche, el mate o los gauchos de la Pampa", el periódico catalán consultó a varios argentinos de a pie, quienes expusieron distintas teorías respecto al carácter insultante de la construcción.

"Hay quien opina que es un expresión muy común ante una adversidad, que su contenido depende del tono con el que se diga, que sirve para recriminar a uno mismo y que se usa con frecuencia. Otros, en cambio, lo califican como un insulto o un menosprecio", concluye Mundo Deportivo.

El texto va acompañado de un esclarecedor video, en el que se ve no solo a jugadores argentinos y uruguayos (Gonzalo Higuaín, Lionel Messi, Luis Suárez) sino también a Josep Guardiola usando la dichosa frase. También se puede apreciar y escuchar a hinchadas entonando una canción que se convirtió en un clásico de las canchas argentinas y que se utiliza particularmente para hostigar a los simpatizantes de All Boys.
Las cinco palabras de la polémica fueron usadas por Mascherano cuando se jugaban 38 minutos del segundo tiempo del encuentro en el Camp Nou para dirigirse al primer asistente, quien informó la situación al árbitro Carlos Del Cerro Grande. Si dudar, el juez le mostró la roja al argentino.

En el informe, al detallar la situación, Del Cerro Grande consignó que la aludida era la madre del asistente, aunque en un video difundido por la televisión española se puede advertir que la mujer referida es la hermana del juez de línea. De ese error se toma el Barsa para intentar una morigeración de la pena, que podría ser de entre dos y cuatro partidos. En este último caso, Mascherano se perdería el clásico ante el Real Madrid, el 21 de noviembre.


miércoles, 28 de octubre de 2015

Parafraseando a Leo Masliah, ¿por qué no se irán un poquito a la mierda?

La reina Letizia ante la visión
de un bife de chorizo
El pasado 19 de octubre, el uruguayo Ricardo Socca, creador de la página web elcastellano.org, publicó en la revista Ñ el siguiente artículo, que se vincula directamente con la entrada subida a este blog el 7 de septiembre de este año. En uno y otra se habla de la prepotente pretensión española por imponer el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (SIELE), desconociendo la existencia del Certificado de Español Lengua y Uso (CELU), expedido por el gobierno argentino. Se trata, sin duda, de otro nuevo abuso por parte de las autoridades peninsulares. ¿Qué hará la Argentina? ¿Cómo responderán los otros países americanos?

¿Quién legitima el idioma?

El gobierno de España, por medio de la corporación estatal Instituto Cervantes, ha avanzado un nuevo paso en el sentido de asegurarse el timón normativo de nuestra lengua, al crear el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (SIELE), que se presenta como “un único examen de español para todo el planeta” (El País , Madrid, 2/7/2015).

A fin de poner un pie en América para legitimar su poder sobre la lengua de todo el mundo hispanohablante, el Instituto Cervantes incluyó a la Universidad Autónoma de México (UAM), además de la Universidad de Salamanca, que con sus 800 años de vida perfuma el proyecto con el rancio aroma de la tradición, tan caro a la filología oficial española.

El acuerdo para la puesta en marcha de este certificado internacional fue firmado en México en ceremonia presidida por los reyes de España, una señal para los hispanohablantes acerca de quién manda en la normativa de nuestra lengua. Felipe VI, dígase de paso, es presidente de honor del Instituto Cervantes.

Como parte de esta estrategia, se invisibiliza el Certificado de Español Lengua y Uso (CELU), que es expedido por el gobierno argentino con el respaldo de más de veinte universidades de ese país. Para España y para toda América, excepto quizá el Cono Sur, el CELU no existe; lo ignoran los españoles y lo ignoramos los americanos.

La reina Letizia identifica simbólicamente a la corona como nueva abanderada de la posición de España en el papel de dueña y señora de la lengua de todos, al agradecer al Instituto Cervantes por encabezar, en nombre del reino, la épica cruzada de llevar el español a los infieles que hablan otras lenguas: “Gracias por llevar la lengua y la cultura en español a tantos lugares”, “por ser la referencia más sólida en la formación de profesores de una lengua como segundo idioma”, manifestó recientemente.

El siglo XIX, tras la pérdida de las colonias, se convirtió en uno de los más negros de la historia de España, que se empobreció considerablemente y se sumergió en una serie de crisis políticas que llevaron, en 1898, a la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. País pobre ante sus vecinos enriquecidos, el reino peninsular se propuso entonces lograr “lo que por las armas y la diplomacia ya no era posible”, como admitió el académico Zamora Vicente1: crear un sistema de academias dirigido desde Madrid, de modo de imponer la noción de que existe una cultura hispanoamericana, que no sería otra cosa que la cultura española trasplantada a América.

En las últimas décadas, la antigua potencia colonial ha dedicado ingentes recursos políticos, diplomáticos y económicos para potenciar lo que llamó “Marca España”, a fin de prestigiar las mercaderías que el reino de Felipe VI ofrece al mundo. Es preciso reconocer que se trata del legítimo derecho de todo país de expandir su comercio internacional, aunque en este caso sea a costa de los más de 400 millones de personas que hablan español en más de veinte países.

Esta pretensión se basa en la creencia errónea, difundida a ambos lados del A- tlántico, de que las autoridades asentadas en Madrid tienen el poder de dictaminar lo que es “correcto” y lo que es “incorrecto” en materia de lengua. Se trata de naturalizar (en el sentido de “hacer que parezca más natural”) la idea de que las instituciones del reino, o las americanas que cuentan con su apoyo, tienen el derecho de monopolizar la emisión de certificados de proficiencia del español como lengua extranjera.


martes, 27 de octubre de 2015

Anochecer de un día agitado

Además de una persona sumamente respetuosa del prójimo, Julia Benseñor, co-fundadora del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, es traductora pública, científico-técnica y literaria. Esta triple condición, en el conflicto motivado por uno de los artículos del Proyecto de Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción, le permite comprender el punto de vista de todas las partes, razón por la cual el resumen que hace de la reunión realizada el 20 de octubre pasado en el Colegio de Traductores Públicos de Buenos Aires, resulta del todo confiable.

Crónica de la discusión en el CTPBA

El pasado 20 de octubre asistí a la reunión abierta convocada por el Consejo Directivo del CTPBA para discutir el proyecto de “Ley de derechos de los traductores y fomento de la traducción”, junto a un público tan nutrido como amplio. Estaban presentes autoridades y miembros del CTPBA, traductores literarios graduados en distintas instituciones, docentes y estudiantes de diversos traductorados y traductores de oficio con otras formaciones académicas.

Si bien no es fácil resumir tres horas de debate en pocas líneas, intentaré hacer un registro lo más ecuánime posible de las distintas posturas desde mi posición en favor de la ley.

Abrió el encuentro la presidenta de la institución convocante explicando la posición del Consejo Directivo de apoyo general a la ley y de clara objeción al inciso 2 b en particular (cito: “A los efectos de la presente ley, se entiende por traductores a las personas físicas que realizan la traducción de obras literarias, de ciencias sociales y humanas, científicas y técnicas sujetas a propiedad intelectual, cualquiera sea su formación profesional”).

La objeción del CD se reduce básicamente a dos cuestiones: a) al hecho de que se designa traductor a quien no tiene el título que así lo acredite y b) a su interpretación de la frase “cualquiera sea su formación profesional”.

De inmediato se abrió el debate a la lista de oradores, que se iba engrosando a medida que se escuchaban voces a favor o en contra de este inciso, en torno del cual gira toda la discusión. No sólo aumentaba la lista de oradores, también crecía la tensión en la sala. De hecho, hubo algunos momentos de enfrentamiento y reproches, para mí, inconducentes y que, por lo tanto, no ameritan un espacio en esta reseña, ya que prefiero centrarme en las argumentaciones.

Las respuestas del público a la objeción planteada por el CD y por varios de los presentes fueron muy diversas. En primer lugar, que la ley no trata acerca de la definición de la figura del traductor, sino que su objetivo es garantizar derechos autorales a quienes traducen obras sujetas a propiedad intelectual. La ley, entonces, no regula en general sobre todos los campos posibles de actuación del traductor, sino que su alcance se limita a la traducción en el ámbito editorial. En cambio, sí tiene carácter general en cuanto a los derechos que confiere, en tanto estos pueden ser percibidos por los traductores públicos que quieran dedicarse a este campo, por los traductores literarios con título en traducción y por los traductores con otras formaciones profesionales. Se planteó incluso que si la ley se sanciona tal como está, todos gozaríamos de sus beneficios, mientras que si se modificara la redacción para que sólo se incluyese a los traductores titulados en traducción, se les estaría negando esos derechos a la gran mayoría de traductores abocados a este campo, entre los cuales se cuentan figuras de la talla de César Aira, Marcelo Cohen, Costa Picazo, Santiago Kovadloff, Jorge Aulicino, Jorge Fondebrider, Inés Garland, para nombrar sólo a algunos. La objeción a que personas sin estudios académicos en traducción queden amparadas por esta ley —lo que llevaría calma a quienes sienten amenazada su potencial fuente de trabajo— generaría el absurdo de que las editoriales tendrían una razón más para contratar a quienes no son traductores titulados al no verse obligados a pagarles los derechos autorales.

Por otra parte, hubo muchas intervenciones en las que se planteó que un título en traducción no garantiza necesariamente idoneidad ni calidad; que la frase “cualquiera sea su formación profesional” no equivale a “una formación cualquiera” (de hecho, no cualquiera puede traducir desde el momento en que se necesita haber adquirido y desarrollado numerosas habilidades); que esta ley regula una realidad ya existente, dado que la actividad existe desde los tiempos de Babel (mucho antes de su formalización en el ámbito universitario); que la ley no lesiona derechos de ninguna persona o grupo de personas, sino que confiere y universaliza derechos en favor de quienes efectivamente ejercen la actividad.

También se presentaron diversas analogías entre la traducción y otras áreas como la medicina, la bioquímica, las expresiones artísticas, la interpretación, lo que dio lugar a largas exposiciones que no hacían más que caldear los ánimos. En una de las intervenciones se explicó que los títulos no valen más que otros por tener matrícula: no todas las profesiones requieren de matrícula para su ejercicio; la matrícula es otorgada por los colegios y toda colegiación emana de una ley del Estado cuando éste debe velar por el bien general (como la salud de la población, la libertad de las personas, etc.), responsabilidad que delega en los Colegios. Por lo tanto, no correspondería establecer una analogía entre quiénes pueden ejercer la traducción y quiénes, por ejemplo, la medicina salvo cuando se trate de traducción de documentos públicos (Ley 20.305). En cambio, se equiparó a los traductores que quedarían amparados por este proyecto de ley con los músicos que, hayan cursado o no una carrera universitaria, perciben derechos autorales al considerarse músico a todo aquel que crea una obra. En lo personal, me pareció sumamente interesante la intervención de quien comparó al traductor literario con el intérprete: los caminos que conducen a ser un profesional formado e idóneo y a estar en condiciones de ejercer ambas actividades son muchos; de hecho, la educación formal universitaria no siempre satisface las necesidades del mundo real.

Quisiera destacar que varios de los presentes propusieron algunas ligeras modificaciones al texto de la ley, sin afectar su espíritu, con miras a conciliar las distintas posiciones, propuestas cuyo análisis y viabilidad quedarán en manos de los integrantes de la Comisión Redactora. Más allá de las decisiones que se tomen, estos aportes, algunos incluso propuestos por estudiantes de traductorados públicos, permiten ver que hay personas dispuestas a contribuir a destrabar la situación y encontrar una salida.

Hasta aquí, mi resumen de la reunión. Ahora bien, sin entrar en los detalles de las discusiones, percibí  que había dos líneas divisorias que partían las aguas de manera diferente. Para la mayoría de los traductores públicos presentes —cierto que no para todos—, son traductores quienes tienen título en traducción, lo que al parecer zanjaría, al menos en relación con esta ley, la brecha histórica generada por la posesión o no de matrícula, a la vez que postulan que “los no titulados en traducción” no pueden llamarse traductores: el traductor no es el que ejerce la actividad, sino el que tiene el título de traductor. Ergo, si las personas sin título de traductor no son traductores, aunque traduzcan, conforman un grupo no pasible del beneficio de derechos autorales. Por el contrario, la otra corriente de opinión traza esta línea imaginaria de otra manera: por un lado, los traductores públicos, que tienen su propia ley y su campo específico de actuación (con la salvedad de que este proyecto también los incluye), y los traductores en sentido amplio, representado por traductores literarios titulados y personas que, con otro background, traducen en el ámbito editorial. En suma, los traductores literarios graduados de carreras de traducción, invitados a formar parte del conjunto “traductores titulados”, parecían sentirse más cerca de quienes son traductores por ejercer el oficio


Es hora de que tomemos conciencia de que la traducción literaria ejercida por traductores, “cualquiera sea su formación”, entre los cuales hay destacados escritores y poetas, han prestigiado nuestra actividad desde tiempo inmemorial y siguen haciéndolo. En mi humilde opinión, como traductora pública y literaria y, sobre todo, como lectora infinitamente agradecida a todos los que me han permitido acceder a la literatura de lenguas que ignoro, quienes ejercen esta noble tarea de traducción se merecen todo nuestro reconocimiento antes que la marginación. 

lunes, 26 de octubre de 2015

Así están las cosas con el Proyecto de Ley

Publicado el 22 de octubre pasado por Patricio Zunini en el blog de la librería y editorial Eterna Cadencia, el siguiente resumen da cuenta de los últimos pasos del derrotero seguido por el Proyecto de Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción y la correspondiente reacción despertada entre algunos miembros del Colegio de Traductores Públicos de Buenos Aires.


No existe en la Argentina una legislación sobre la labor de los traductores literarios. La tarea queda contemplada por ciertos artículos de la Ley de Propiedad Intelectual, pero, al no haber un marco jurídico específico, es en el trato con la editorial donde se terminan de definir obligaciones y derechos. Además, en tanto que cada vez es mayor el consenso en considerar al traductor como coautor —el viernes pasado, el 81° congreso del PEN, que se realizó en Quebec, se cerró con un documento en el que lo definía como “creador”— aquella ley ha comenzado a perder vigencia, ya que lo considera casi como un prestador de servicios.

En un artículo publicado hace dos años, Pablo Ingberg señalaba la situación de vulnerabilidad a la que está sometido un traductor debido a que el Código Civil no contempla su problemática como “autor de obra derivada”: mala remuneración, contratos leoninos, el verse obligado a ceder los derechos de propiedad de la traducción. “Que los traductores argentinos, continuadores de una larga tradición de excelencia, trabajen aún en condiciones tan retrógradas como las actuales obedece en buena parte a su aislamiento y carencia de entidad gremial representativa. Por eso es tan necesaria esta ley.”

En ese entonces, el propio Ingberg (escritor y traductor) junto a Andrés Ehernhaus (editor y traductor) y a Estela Consigli y Lucia Cordone (ambas en representación de la Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes) elaboraron un borrador tomando como antecedentes normativas de otros países (Brasil, España, Holanda, etc.), lo hicieron circular por correo electrónico entre distintos colegas, y con los nuevos aportes lo enviaron a la comisión de cultura de la Cámara de Diputados: el proyecto, que fue trabajado por Roy Cortina, Victoria Donda, Julián Domínguez y Miguel del Sel, entre otros, buscaba poner al traductor en el mismo nivel que el autor; de hecho, compartía varios artículos con la Ley de Propiedad Intelectual, ajustados, por supuesto, a la figura del traductor. Sin embargo no llegó a ser tratado en la Cámara. El mes pasado un nuevo proyecto (expediente número: 4952-D-2015) fue presentado a la comisión.

Controversias
Que el traductor tenga el mismo estatus que el escritor necesariamente implica un cambio en la forma de percibir sus ingresos. En el esquema sin marco regulatorio, algunas editoriales contratan los servicios del traductor y explotan la obra: el traductor cobra por el trabajo entregado y la editorial dispone de la posibilidad de reeditar la obra sin necesidad de pagar regalías. Con el nuevo proyecto el traductor recibiría un anticipo y luego, al igual que el autor, un porcentaje de las ventas. Cabe señalar que esta práctica ya había sido adoptada por muchas editoriales desde mucho antes del debate.

Dice el artículo 11 del nuevo proyecto:

La retribución acordada a favor del traductor debe ser equitativa y proporcional a los beneficios que el usuario [la editorial] obtenga por la reproducción, distribución y explotación de la traducción. Consiste en una suma fija en concepto de anticipo de derechos de autor, que el traductor conservará independientemente del monto que alcancen dichos beneficios y un porcentaje sobre éstos, incluidos los surgidos de las sucesivas reediciones y adaptaciones de la traducción a otros formatos o géneros artísticos, y otras operaciones comerciales con terceros. Ese porcentaje, que se calcula sobre el precio de venta al público, no puede ser inferior al uno por ciento (1%) para las ediciones de la traducción en papel; al dos y medio por ciento (2,5%) para el caso de su explotación a través de medios digitales; y al cinco por ciento (5%) cuando —cualquiera sea el formato de edición utilizado— se trate de la traducción de obras de dominio público.

Aunque parezca que se habla de valores bajos, son costos que se agregan a la cadena de producción, ya de por sí bastante comprometida. El anticipo del traductor, además, suele ser mayor al de un autor —está asociado a una tarifa por millar de caracteres antes que a la expectativa de ventas—; hay editoriales que asumen ese monto inicial previendo que van a obtener los beneficios en las ediciones subsiguientes y el nuevo modelo va a impactar necesariamente en el plan de negocios. El Estado debería contemplar de qué manera el cambio en las condiciones afecta a la bibliodiversidad: no todas las editoriales van a estar en condiciones de asumir estos costos iniciales y, por otra parte, es probable que se trasladen a un aumento en el precio de venta al público.

Con el proyecto reavivado en Diputados, esta semana surgió una nueva voz opositora: el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires rechazó el artículo que define que «[Se entiende por] Traductores: a las personas físicas que realizan la traducción de obras literarias, de ciencias sociales y humanas, científicas y técnicas sujetas a propiedad intelectual, cualquiera sea su formación profesional». En un comunicado publicado en su página web, el Colegio de Traductores Públicos expresa que «No podemos aceptar que se reconozca como profesional de nuestra labor a quien no tiene título habilitante». El reclamo es llamativo, ya que el traductor público está amparado por la Ley 20305. Frente al planteo del Colegio de Traductores Públicos, Marcelo Cohen envió una carta abierta a Nora Bedano, una de las diputadas que trabaja en la comisión de cultura, que aquí transcribimos en su totalidad:

Estimada diputada Nora Bedano:
Soy traductor profesional desde hace más de treinta años. He trabajado para muchas de las editoriales más importantes de Argentina y España (Losada, Anagrama, Tusquets, Edhasa, Planeta, Norma y otras) y traducido del inglés, francés y portugués más de 120 libros de narrativa, ensayo y poesía, desde William Shakespeare hasta autores de la narrativa más contemporánea. He escrito ensayos sobre la tarea del traductor y he sido honrado con premios.

Quede claro que la traducción es además mi modo de ganarme la vida.

Si digo todo esto no es para alardear sino para que usted sepa que no soy un improvisado.

Antes que nada, en nombre mío y de mis colegas, quiero expresarle nuestro agradecimiento por haber avalado con su firma el proyecto de Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción (expediente: 4952-D-2015), ingresado el 10 de setiembre y al que se le ha asignado giro a las comisiones de Legislación General y de Cultura.

Creemos que su apoyo para la aprobación del proyecto de ley permitirá respaldar a un sector tan decisivo para el desarrollo cultural como poco visible e injustamente desprotegido por los usos y costumbres, así como actualizar las leyes vigentes que regulan nuestra actividad, en consonancia con las de la mayor parte del mundo.

Sin embargo no puedo dejar de expresarle mi alarma ante la versión, llegada a mí en estos días, de que usted querría proponer alguna modificación al artículo 2 del proyecto de Ley, relativa a la obligación de ser titulado para ejercer la profesión, un requerimiento legal inexistente en ningún lugar del mundo.

Me desconcertaría y abatiría que una norma de este cariz me impidiera seguir trabajando en mi país después de tantas décadas sirviendo a la cultura, la industria editorial y, creo yo, a los lectores. Lo consideraría atrozmente injusto y desatinado.

Mi caso no sería el único, ni mucho menos. Decenas de nuestros mejores traductores, reconocidos en el mundo y por los lectores, carecen de título específico –aunque muchos tienen otros títulos, y desde luego una sólida formación. Aparte del perjuicio y las aflicciones que conllevaría para ellos, la calidad de nuestra producción editorial de textos traducidos sufriría una merma incalculable.

Le ruego que, de ser cierta la versión, revea usted seriamente el sentido de una propuesta que perjudicaría gravemente a la cultura y el trabajo en nuestro país.

El debate sobre los derechos de los traductores es uno de los más urgentes de la industria editorial. En los últimos tiempos ha habido mesas y paneles en ferias, congresos, jornadas profesionales. Y, aunque da la impresión de que todavía falta mucho por recorrer, los avances en contra de la precariedad laboral son más que evidentes. Es para celebrarlo.


viernes, 23 de octubre de 2015

Un diccionario de argentinismos para mexicanos

El Portal de México (http://www.elportaldemexico.com/somos.htm) es una página destinada a hacer más próximas las relaciones entre mexicanos y argentinos. La manejan y coordinan Silvia Ibarra (argenmex, profesora, chef e investigadora especializada en cocinas tradicionales de México), Ana Cecilia Pujals (mexicana residente en Argentina, Lic. en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Iberoamericana de México, conductora del programa radial "Con X de México"), Susana Petersen Ibarra (mexicana, Licenciada en Antropología Social en la ENAH, becaria del CIESAS, 2004–05, estudiante de arte dramático, becaria del Fideicomiso México–Estados Unidos, 2001) y colaboran en ella Jorge Hernández (escritor mexicano, columnista de los diarios Reforma de México y El País de España, coordinador de la colección "Tezontle" del FCE) y Francisco Hernández (destacado poeta mexicano, que en 1982 ganador del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, en 1993 el Premio Carlos Pellicer y en 1994 el Xavier Villaurrutia, jurado del premio Nacional de Poesía Aguascalientes y columnista en el periódico mexicano Milenio).

Según señalan, son “un conjunto de mexicanos residentes en Argentina, argenmex o argentinos que alguna vez vivimos en México y ciudadanos mexicanos vinculados con la sociedad argentina. Nos une un mutuo deseo por promover lazos culturales entre ambos países. A través de esta página web vamos contruyendo un espacio de encuentro e intercambio cultural más allá de las fronteras. Desde la Argentina, donde se gestó esta iniciativa alrededor de 1999, la consideramos un humilde homenaje a la hermana nación mexicana y a su generoso pueblo”.

Y dado que nada más inmediato para acercar a los pueblos de una misma lengua que ese instrumento tan cercano, le encargaron a Emilio Roberto Petersen un diccionario de “Expresiones argentinas para mexicanos”, que puede consultarse acá:

Así lo justifican:

El español o castellano es el instrumento que nos une desde la Tierra del Fuego hasta más allá del Río Bravo, en crecientes núcleos urbanos y rurales de California, Texas y La Florida.

Convencidos de que la pluralidad de voces debe ser respetada porque forma parte de la idiosincracia con que nuestros pueblos van construyendo su identidad, elaboramos este diccionario para facilitar la comprensión entre mexicanos y argentinos. 

Nos toca vivir una época que difunde novedosos mecanismos de comunicación instantánea, pero al utilizarlos transponiendo las fronteras, nuestro idioma común puede ofrecernos sorpresas. 

Muchas palabras o expresiones tienen uso y significados diferentes en distintos lugares de Latinoamérica. 

En México, durante los preparativos para los Juegos Olímpicos de 1968 y el Mundial de Fútbol de 1970, llegaron a editarse, para uso de los periodistas extranjeros, catálogos de "vocablos y expresiones que conviene evitar". También existieron allí materiales similares para consulta de los diplomáticos. 

En la Argentina, el lenguaje cotidiano ha ido sumando gran cantidad de expresiones cuyo significado suele ser oscuro para los extranjeros que utilizan o conocen el español de otros países. El Diccionario de la Real Academia Española tiene incorporados actualmente 2342 argentinismos, pero un creciente número de palabras se suman a diario al uso de las "tribus" urbanas o como parte de la jerga técnica en oficios o profesiones.

Muchas palabras del llamado "lunfardo" fueron aportadas por las corrientes inmigratorias europeas que arribaron al país entre fines del siglo XIX y mediados del XX. Otras se originaron en el vocabulario de los prostíbulos o en el de los sectores suburbanos marginales conocidos como "orilleros" y fueron incorporadas desde lejanas épocas a las letras de los tangos. También aportó lo suyo el lenguaje delincuencial o carcelario, el de las "hinchadas" de fútbol, los seguidores del rock nacional, la música "cuartetera" o más recientemente la "cumbia villera" entre otras manifestaciones populares.

Su creciente influencia se reflejó hace ya mucho tiempo en la literatura nacional y llevó a fundar en Buenos Aires una "Academia Porteña del Lunfardo", institución dedicada desde 1962 al estudio de esas expresiones de la cultura popular. 

Más allá de su origen, es indudable la presencia actual de ésta terminología en el habla cotidiana de los argentinos, lo que justifica nuestro intento por "traducirla" a expresiones de uso habitual entre los amigos mexicanos.

Si Usted conoce frases o palabras que enriquezcan este mataburro, lo invitamos a participar. Contáctenos.

jueves, 22 de octubre de 2015

"Con borbónica monotonía"

La traductora uruguaya Adriana Pérez, luego de un largo silencio, envía al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, la siguiente entrada, decididamente geopolítica.

El príncipe, la intérprete y los “hispanos”

Preámbulo
Días atrás, el nuevo rey de España, antes el príncipe e hijo del rey que nombró Francisco Franco, el último mandatario fascista europeo, viajó a EE.UU a reivindicar una vez más la pretérita presencia española en el continente americano como si la conquista de América hubiera sido una expedición geográfica. Sería difícil definir en qué puede consistir la reivindicación de una monstruosidad, pero vivimos épocas borrosas y nadie considera que sea necesario definir nada.

En cualquier caso, el recuerdo de tiempos infames y remotos que promueve la diplomacia (española) de los empresarios españoles es una pantalla que vela la ausencia española en el presente. Es una especie de barullo que permite afiliarse al mundo “hispano” —donde no hay españoles, sino latinoamericanos— porque el mundo “hispano”  es un negocio que la diplomacia española,  la derecha española y los empresarios españoles consideran literalmente suyo. En realidad, la idea de que los seres humanos sean un negocio también es enteramente suya. En tiempos borrosos todo discurre por cauces también borrosos y de golpe parece que al rey de España lo hubieran elegido para representar a los “hispanos” que viven en EE.UU y no que fuera simplemente el hijo del hombre que eligió Franco.

Hace tiempo que la derecha española y los empresarios españoles dan vueltas por EE.UU tratando de enseñar español a los que ya hablan español o abriendo escuelas de periodismo para que los periodistas latinoamericanos también hablen español y no esas jergas ridículas que hablan, entre las que también está el inglés. Y, como tornado caribeño, la derecha española y los empresarios españoles vuelven una y otra vez con la idea de que las nuevas generaciones no deben olvidarse de sus orígenes, orígenes que no les interesan en absoluto, salvo porque contienen la pócima mágica del negocio: el idioma.

Los personajes
Con motivo de esa visita, el rey de España, acompañado de un séquito invisible de empresarios españoles y periodistas españoles, se reunió con el presidente Obama en la Casa Blanca. La disposición y actitud de los actores era reveladora. Obama, distendido, sin papel y con su maravillosa voz, desgranó una serie de lugares comunes sobre las relaciones entre España y EE.UU. El rey, a la derecha, tenso, con papeles o fichas que leía disimuladamente, enumeró con borbónica monotonía las respuestas a los lugares comunes que seguramente un conjunto de profesionales habrían escrito. A la izquierda de Obama, la intérprete, una “hispana” auténtica, abriendo un hueco en el cielo de lo borroso, representando con su mero acento lo que la supuesta expedición geográfica de los 450 años de la fundación de qué? pretendía ocultar.

La acción
La intérprete transmitió con naturalidad el repertorio de lugares comunes —en esas conferencias entre países nunca se habla de otra cosa— cuando, en lugar de decir que EE.UU quería seguir teniendo “una relación con una España fuerte y unificada", fue más fiel al mutuo intercambio de humo y dijo: “una relación más fuerte y unida con España”.  Si este rey hubiera sido su padre, el heredero elegido por Franco, le hubiera dicho a la traductora: ¿Por qué no te callas?, pero como Felipe todavía es medio joven, se limitó a mirar con silenciosa desesperación a los suyos para que la diplomacia, los empresarios y los periodistas españoles, presentes aunque invisibles, tomaron nota del error. Lo tomaron tan al pie de la letra que no se habló de otra cosa.

El desenlace
En las vísperas de las elecciones de Catalunya, con tres partidos proponiendo la independencia, lo que dijera Obama era de lo más importante no se sabe muy bien para qué. Y aunque el error, la levantada de ceja del rey (ajena a las nociones más elementales de la diplomacia, dicho sea al pasar) fue coreada al instante por casi todos los medios de comunicación españoles —que sobre todo son oficialistas—, rectificar el error no sirvió para nada. Tampoco sirvió para nada que le hubieran pedido otras palabras semejantes a David Cameron del Reino Unido, a Angela von Merkel de Alemania o que invitaran a Nicolas Sarkozy al acto final de la campaña por una “España fuerte y unificada” o por la variante con más glamour europeo, una “España unida y variada”, como solicitaban algunos miembros del Opus Dei en el apogeo del fascismo de finales de los años cuarenta y repitió el rey, el heredero del heredero de Franco, pocos días más tarde en este mismo octubre.

Y, por fin y por ser exhaustivos, tampoco sirvió de nada que se añadiera un párrafo inexistente en la traducción al castellano de una declaración de Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea que no figuraba en la versión original en inglés. Y que decía así:

"La Comisión recuerda en este contexto que, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 4, apartado 2, del TUE, la Unión debe respetar la «identidad nacional [de los Estados miembros], inherente a las estructuras fundamentales políticas y constitucionales de éstos, también en lo referente a la autonomía local y regional. Respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto garantizar su integridad territorial». La determinación del territorio de un Estado miembro está únicamente establecida por el Derecho constitucional nacional, y no por una decisión de un Parlamento autonómico contraria a la constitución de dicho Estado."

Párrafo fantasma que produjo un breve lío del que ya nadie habla porque fue borrado por la realidad borrosa que lo borra todo.

Como es natural los tres partidos que promovían la independencia catalana ganaron las elecciones del 27 de setiembre. Ese mismo día, el lendakari vasco anunció que la idea de independizarse les parecía cada vez mejor. Hoy, 7 de octubre de 2015, cuando en el Parlamento de la Unión Europea, el rey hijo del heredero de Franco pronunciaba las frases opusdeístas de “una España unida y variada”, había una bandera por la Galicia independiente. Las palabras del hijo del heredero de Franco no fueron oídas por los parlamentarios de izquierda: se habían ido.  

No sería nada raro que el rey (con un séquito pagado con dinero público de todos los españoles pero para beneficio de quienes hacen negocios privados) volviera a EE.UU a suplicar con la voz de Johny Rodríguez: ¡Hispanos no me abandonen, no tenemos ni idea de quienes son ni nos importa, pero por favor no me abandonen…. !


miércoles, 21 de octubre de 2015

Dos intérpretes, una conversación

Felicitas Echeveste Arteaga y Alejandro Kim son intérpretes. A partir de sus respectivas lenguas de interpretación (inglés y coreano, respectivamente), trazaron un panorama de la profesión, en una velada no exenta de humor, como puede comprobarse en http://www.ustream.tv/recorded/75915162 y en  http://www.ustream.tv/recorded/75915444

Felicitas Echeveste Arteaga es Licenciada en interpretación de conferencias en inglés por la Universidad del Salvador. Asimismo, realizó un intercambio estudiantil en North Park University, Chicago, Estados Unidos a través de una beca otorgada por la Universidad del Salvador. Entre sus trabajos de interpretación consecutiva para diferentes escritores pueden mencionarse los realizados con Colum Mccann y el Premio Nobel de Literatura John M. Coetzee.


Alejandro Kim nació en Corea del Sur en 1978. Emigró a la Argentina donde, luego de sus estudios secundarios, cursó la carrera de Historia en la Universidad de Buenos Aires, especialización que fue continuada en ambos países. Además de docente de su lengua materna e Historia, es intérprete y traductor coreano-español de diversos ámbitos como la literatura, la diplomacia, el cine, los negocios, etc. Es ganador de la 8º edición del Concurso de Traducción de Literatura Coreana para Nuevos Traductore, organizado por el Instituto de Traducción Literaria de Corea.

martes, 20 de octubre de 2015

Un recuerdo para José Luis

José Luis Mangieri (1924-2008) fue un poeta y editor argentino que publicó más de ochocientos títulos originales en La Rosa Blindada, Ediciones Caldén y Libros de Tierra Firme, las tres principales editoriales que tuvo. Por allí pasaron los mejores poetas argentinos y extranjeros, además de gran número de narradores y ensayistas del mundo entero.

Personaje entrañable de Buenos Aires, nexo entre generaciones y figura absolutamente romántica de la edición, además de uno de los mejores tipos que uno pudiera encontrar, quien no haya tenido la suerte de conocerlo debería leer sobre él y sus interminables pruebas de picardía y buena fe en Es rigurosamente cierto, su autobiografía a muchas voces, publicada por Hernán Casabella y Karina Barrozo en Libros del Rojas

El pasado 10 de octubre, el poeta Fabián Casas le dedicó su columna dominical del diario Perfil.  Allí lo nombra “Cauli”, apodo con que solía llamarlo por su parecido con el personaje del homónimo jefe de la serie televisiva “Los profesionales”.

La leyenda del indomable

Spinoza decía que una potencia le otorgaba intensidad a otra. Pienso en personas que conocí y me pregunto si estaré a la altura de sus enseñanzas.

No pasa un día en que no recuerde a José Luis Mangieri. José Luis fue uno de los grandes editores argentinos. Un hombre que estaba siempre en presente puro. Yo lo conocí cuando pasaba los 60 años y lo pude disfrutar veinte largos más. A los 60 estaba, como a los 70, en su mejor forma. Trabajando como un soldador, uniendo gente dispar, haciendo asados en su casa con maderitas que recogía de la calle y una pava de agua en la mano derecha para sujetar las llamas. Sé que emocionarme pensando en él, hundirme en la nostalgia, es algo antimangiérico. El no hacía eso, siempre vivía con la intensidad del rayo. Pasa que abrí para unas clases El Solicitante descolocado de Leónidas Lamborghini y leí: “un huevo frito para mí/ un huevo frito para vos”. Esos versos tan raros de Leónidas que expanden el arco de la poesía contemporánea. Cuando no había asado, Mangieri hacía arroz y huevos fritos. Aunque él se vestía como un lingera existencial, su cocina y su casa estaban siempre limpias y ordenadas. Rompía cada huevo en un jarro y después los ponía en el aceite. Gracias a la libertad estilística de Leónidas, esos mediodías en la calle Mercedes vuelven hoy a mí. Ahí está Cauli dándome de comer: un huevo frito para mí, un huevo frito para vos.

lunes, 19 de octubre de 2015

Carta abierta del grupo impulsor del Proyecto de Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción

Los traductores profesionales que integramos el grupo impulsor del Proyecto de Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción, manifestamos:

1. Nuestro profundo respeto por la dignísima profesión de Traductor Público, así como por la necesaria función social que cumple y por los organismos públicos y privados que la regulan y avalan, por la Ley Nacional 20.305 y por las leyes provinciales en que se inscriben los Colegios de Traductores Públicos y que describen los derechos y obligaciones profesionales de quienes traducen documentos públicos;

2. Nuestra admiración y apoyo a los docentes que forman traductores, tanto públicos como técnicos o literarios, y nuestro convencimiento de que sin su encomiable y silenciosa labor la traducción en este país no tendría el nivel de excelencia que demuestra día a día, y lo hacemos precisamente porque muchos de nosotros somos asimismo formadores de traductores en distintas instituciones públicas de educación superior, tanto dentro como fuera del país;

3. Nuestra decepción y sorpresa ante el llamamiento por parte de algunos sectores de la profesión y, en concreto, por parte del Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires (CTPCBA), a oponerse al Proyecto de Ley en base a argumentos no contrastados y a conclusiones apresuradas de la lectura de un único inciso de uno solo de sus artículos, máxime cuando el mencionado Proyecto no interfiere con las leyes de Traducción Pública ya citadas, así como tampoco lo hace el Reglamento de Propiedad Intelectual (Ley 11.723) vigente en el que se nutren los fundamentos del Proyecto, que tan solo aspira a regular la traducción sujeta a Derechos de Autor, de los que la traducción de documentos públicos está exenta;

4. Nuestro pesar por la falta de comunicación y diálogo con algunos de los sectores más críticos o refractarios al proyecto, a los que hemos invitado en numerosas e infructuosas ocasiones a debatir en público sus objeciones y a intercambiar pareceres, opiniones y sugerencias en toda clase de foros, tanto universitarios como profesionales, invitación que hasta ahora nunca ha sido recíproca;

5. Nuestro rotundo convencimiento de que el Proyecto de Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción constituye una herramienta esencial para la defensa de nuestra profesión sin menoscabo de los intereses de otros sectores del medio editorial o cultural, que está imbuido de un espíritu justo, realista e incluyente, que no pretende crear obstáculos fiscalizadores o burocráticos para el ejercicio de la profesión sino allanar el camino de quienes se ganan la vida o se están formando para hacerlo mediante este noble oficio;

6. Nuestra satisfacción y agradecimiento por el apoyo y el entusiasmo expresados por los más de 1.500 adherentes, tanto a este como al anterior proyecto (Ley de Protección de la Traducción y de los Traductores), procedentes de todos los sectores relacionados con la edición, la cultura o la educación: colegas traductores –entre ellos no pocos traductores públicos–, autores, editores, correctores, docentes, estudiantes, periodistas, amén de un importante número de instituciones nacionales e internacionales, centros de estudiantes de traductorados, asociaciones y federaciones de asociaciones de traductores de diversos países y continentes y varias editoriales locales; entendemos que este apoyo creciente es la demostración de que el empeño no ha sido ni será en vano y nos sentimos obligados a devolver la confianza depositada redoblándolo a fin de que el Proyecto de Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción cobre rango de ley;

7. Nuestra invitación a que avancemos en torno a objetivos comunes e incluyentes, siempre en aras de la mejora de las condiciones laborales y sociales de todos aquellos que han elegido la traducción de obras como medio de vida sustentable; a que seamos sensibles a todas las realidades y necesidades; a que sepamos debatir y dirimir nuestras diferencias abiertamente, en base a hechos y datos reales, y no nos refugiemos en nuestros prejuicios o inquinas ni recurramos a sofismas, descalificaciones o miedos infundados para tratar de que nada cambie y todo siga igual en nuestro tan querido como desprotegido medio profesional; a que seamos serios, coherentes y responsables, y nos respetemos como colegas; a que, en definitiva, trabajemos por la dignidad de todos los traductores y traductoras;

Y llamamos a que el Proyecto de Ley siga su curso legislativo natural y se debata en el Congreso de la Nación, que es el foro democrático en el que todas las voces involucradas tienen cabida y pueden fundamentar su disenso o acatamiento;

Por último, pedimos que quienes se crean vinculados de algún modo al Proyecto le dediquen una atenta y reflexiva lectura antes de opinar a favor o en contra, antes de manifestar su rechazo o, por el contrario, ofrecer su adhesión y apoyo, supuestos ambos tan válidos como respetables.



En nombre del grupo de traductores de obras sujetas a derechos de autor que impulsa el Proyecto de Ley de Derechos de los Traductores y Fomento de la Traducción:  Estela Consigli, Lucila Cordone, Andrés Ehrenhaus, Laura Fólica, Pablo Ingberg, Griselda Mársico, Gabriela Villalba, Juana Nicolaou, Natalia Lobo Powell, Silvina Rotemberg, María G. Tellechea, Martina Fernández Polcuch, Alejandra Obermeier, Luis Seia, Carla Imbrogno, Laura Cecilia Nicolás, Josefina González, Matías Battistón, Camila Nijensohn.

viernes, 16 de octubre de 2015

Para editores que quieran viajar a París


Estimados editores,

Tenemos el agrado de informarles que la convocatoria al programa de Fellowship en Paris 2016 está abierta.

Del 18 al 24 marzo del 2016, catorce responsables editoriales especializados en literatura, ciencias humanas y sociales serán invitados a participar de encuentros profesionales con editores franceses y a visitas a casas editoriales.

Como los años anteriores, serán organizadas mesas interprofesionales para intercambiar sobre los desafíos de la edición en ciencias humanas y sociales y literatura en Francia y en otros países.  Además este año, por la primera vez, tendrán lugar durante dos mañanas citas “BtoB” entre “Fellows” y editores o responsables de derechos franceses.

Esta sexta edición está organizada por el BIEF (Oficina internacional de la edición francesa), la SOFIA (Sociedad Francesas de los intereses de los autores) y el apoyo del CNL (Centro Nacional del Libro)

Todas las informaciones para postular en:

Isabelle Berneron
Promoción y difusión del libro francés

Basavilbaso 1253 (C1006 AAA) Buenos Aires
Tél : (+54-11) 4515.6913
Fax : (+54-11) 4515.6923