“Crónica de la visita a una de las ferias de libros más importantes de América Latina: la Feria del Libro de Bogotá, Colombia, que da pie para pensar en la función que tienen estos eventos en términos de las editoriales y las librerías, el fomento a la lectura y la difusión de los autores, sobre todo después de la pandemia.” Eso dice la bajada de la nota que el poeta, crítico y editor mexicano José María Espinasa publicó el pasado 29 de mayo en la La Jornada Semanal, de su país.
martes, 31 de mayo de 2022
"¿Por qué hay una ilusión evidente en los sectores de la industria editorial en este regreso de la pandemia?"
lunes, 30 de mayo de 2022
Antonin Artaud, traducido en Chile
El pasado 20 de mayo, Pablo Retamal N. publicó en el diario La Tercera, de Chile, una reseña a una reciente antología de Antonin Artaud, compilada y traducida por Galo Ghigliotto para la editorial Alquimia, del editor Guido Arroyo. Puede leerse a continuación.
Poemas y una carta a Hitler: Artaud, la
escritura que quema preguntas
Nacido en Marsella, en 1896, Artaud fue uno de los escritores franceses relevantes de la primera parte del siglo XX. Poeta, sí, pero también ensayista, dramaturgo y escritor de interesantes cartas. Pero con él, pasa lo mismo que con otros escritores de antaño: su obra es difícil de rastrear debido a una dispersión editorial.
Hoy, la chilena editorial Alquimia Ediciones acaba de sacar a las librerías un volumen que contribuye a subsanar esa situación. Deriva Artaud, se llama, y compila poemas, cartas inéditas en castellano, manifiestos, ensayos, fotografías y otros escritos del francés, el mismo que inspiró el nombre del célebre álbum de Pescado Rabioso, de 1973. Los textos fueron traducidos por el destacado escritor chileno Galo Ghigliotto, quien además hizo el prólogo.
“La gracia particular de este libro radica en tres zonas: primero, la selección y el montaje de textos propuestos, se eligió una suerte de misceláneos de la obra de Artaud, desde sus poemas más comunes a cartas, manifiestos. Es un viaje. Otro rasgo es la traducción de Galo Ghigliotto, es muy distinto cuando un autor es traducido por otro escritor, por la sensibilidad estética de la traducción, en ese sentido, es un libro que fluye muchísimo en términos rítmicos”, señala a Culto el poeta Guido Arroyo, director de Alquimia Ediciones.
“Por último, este libro está acompañado de una serie de fotografías, está el pasaporte, los padres, la hermana, retratos, autorretratos –agrega Arroyo–. Pensamos un montaje visual que permite a los lectores y lectoras acercarse a la biografía de Artaud para potenciar este efecto de deriva. Es ideal tanto para la gente que quiera profundizar en algunas zonas de Artaud, como para lectores que lo quieran leer por primera vez”.
Consultado por Culto, Galo Ghigliotto –también director de Ediciones USACH– comenta qué fue lo más complejo de traducir de Antonin Artaud: “Es un escritor de gran profundidad, lo que le lleva a producir versos y frases medio espirales que giran muchas veces sobre sí mismas, haciendo que el sentido esté a punto de perderse. Pero no lo pierde. Ser fiel a esa velocidad de la idea en la frase, es un asunto no sé si complejo, pero al menos desafiante”.
Artaud fue un autor bastante arrojado. “Mi rabia no cambiará las cosas por completo / sí, las cambiará por completo / lo cual significa que vendré a ser lo que no dejo de lamentarme / de no haber sido”, anotó en su poema “Mi rabia” (1946); o en su manifiesto llamado “¡La revolución primero y siempre!” (1925) donde alabó a la Rusia de Lenin y criticó a los países occidentales, recientes vencedores de la Primera Guerra Mundial. Aunque sus dardos apuntaban a la superestructura sociopolítica. “Queremos proclamar, antes incluso de contarnos y ponernos a trabajar, nuestro desapego absoluto, y en cierto modo nuestra purificación, de las ideas todavía muy frescas que están en la base de la civilización europea e incluso de toda civilización basada en los insoportables principios de necesidad y deber”.
Ese rasgo de constante inquisición a su tiempo es algo que destaca Galo Ghigliotto: “Creo que Artaud presenta una escritura del ‘respondimiento’, es decir, nos presenta respuestas a una serie de preguntas que no podemos ver o que ya ha ‘calcinado’. En El ombligo de los limbos declara: ‘la vida se trata de quemar las preguntas’. Artaud viene a romper estructuras y luego explicar porqué lo hizo. Todo ese ejercicio de golpe y desintegración da como resultado una escritura llena de partículas diversas, polvo y fragmentos, que hacen tan valiosa su poesía, su dramaturgia, etc”.
Por su lado, Guido Arroyo opina: “Es una obra que carece de límites, tanto estéticos como temáticos. A la vez, es una escritura que siempre abordó áreas muy visitadas por la literatura occidental, tópicos como la muerte, el sentido de la existencia, los límites de las adicciones, pero siempre lo hizo desde una forma luminosa y profundamente original. Es una de las obras en que si uno logra ingresar y develar las capas estéticas que propone, el lector se vuelve un seguidor inapelable de la obra y eso lo vuelve muy atemporal”.
Las habladurías del mundo
Entre los interesantes materiales que incluye Deriva Artaud, hay una carta que el francés le escribió al mismísimo Adolf Hitler, “posiblemente en septiembre de 1939″, se indica en el libro. La redactó a mano, en una época en que el Führer llevaba 6 años como canciller, ya había desplegado todo su poder para establecer el Tercer Reich, y además, son los días en que Alemania invadió Polonia, hecho que hizo estallar la Segunda Guerra Mundial.
La carta se quedó en los papeles que Artaud escribió durante su paso por el hospital siquiátrico Villa Evrard y nunca fue remitida a su destinatario. De hecho, el tono es bastante ambiguo, parte de ella señala:
“Naturalmente, querido señor, esto es más que una invitación: es sobre todo una advertencia. Por favor, siéntase a gusto de hacer como todo Iniciado de no tener en cuenta o de hacer como que no tiene en cuenta. Yo me guardo. ¡Guárdese!”.
También hay una carta a los rectores de universidades europeas, en 1925, publicada en la revista La Révolution surréaliste, en un modo emplazatorio. “Europa se cristaliza, se momifica lentamente bajo las bandas de sus fronteras, sus fábricas, sus tribunales, sus universidades...La culpa es sus sistemas mohosos, de su lógica de dos más dos igual cuatro, la culpa es de ustedes: Rectores, presos en la red de los silogismos. Ustedes fabrican ingenieros, magistrados, médicos a quienes se les escapan los verdaderos misterios del cuerpo, las leyes cósmicas del ser, falsos eruditos ciegos en la ultratierra, filósofos con la pretensión de reconstruir el espíritu”.
¿Por qué trascendió Antonin Artaud? responde Galo Ghigliotto: “Hay un verso de El ombligo de los limbos que me llamó mucho la atención y por eso va de epígrafe en el prólogo: ‘Ahí donde otros proponen obras, yo no pretendo otra cosa que mostrar mi espíritu’. Creo que si el espíritu de un creador logra llegar al público de manera contumaz, ya sea a fanáticos o detractores, no podemos más que asimilar una parte de él. Artaud vivió en base a mostrar ese espíritu de todas las maneras posibles y consiguió traspasar su época, continuar creando a través de otros”.
Desde su verja, Guido Arroyo opina: “La obra de Artaud terminó siendo trascendente porque apelaba a una suerte de giro radical o de cambio de paradigma en términos de como llevar una estética a zonas más reflexivas. En su escritura uno no puede encontrar respuestas, sino senderos que se van ampliando y que permiten mirar desde otra óptica la relación con la temporalidad, los límites del sujeto, las percepciones tan moralmente chicas que manejamos en torno a temas como la locura, el uso no recreativo sino funcional de las drogas. Esa escritura proyectó un punto de inflexión siempre vigente”.
viernes, 27 de mayo de 2022
El SPET en mayo, y una fecha muy especial
Gabriela Villalba es Traductora en Francés (IESLV “Juan Ramón Fernández”), Profesora en Letras y Doctora en Lingüística (UBA). En el Lenguas Vivas es docente de los traductorados en Francés y Portugués. Traduce literatura, ciencias sociales y humanidades y dirige la editorial EThos Traductora.
jueves, 26 de mayo de 2022
Una charla entre otras
Traducción
literaria: en los límites de la lengua
La traducción literaria es una actividad exigente. Quien se dedica a ella tiene que experimentar con los límites de la lengua, explorar múltiples posibilidades. En definitiva, exprimir todo su conocimiento, destreza y creatividad.
Pero ¿qué retos concretos afronta un traductor cuando se pone manos a la obra? A esa pregunta intentaron dar respuesta dos traductores de trayectoria contrastada, David Ferré y Valerie Miles, que el pasado 24 de marzo dialogaron sobre la cuestión en la tercera edición de los Encuentros transatlánticos en torno al español, una serie de sesiones en torno a la lengua española en Europa y en Estados Unidos organizada por las directoras de los institutos Cervantes de Lyon y la Universidad de Harvard, Juana Gil y Marta Mateo.
David Ferré (Talence, 1971) es traductor teatral del español al francés, así como director de escena y editor del sello Actualité Éditions. Ferré inició su carrera de traductor con dos autores emblemáticos: Juan Mayorga (El traductor de Blumenberg) y José Manuel Mora (Los cuerpos perdidos, por cuya traducción fue galardonado por la Sociedad General de Autores y Editores). Por su parte, Valerie Miles (Nueva York, 1963) es escritora, editora, traductora y cofundadora de la revista Granta en español, además de profesora de traducción literaria y escritura creativa en la Universidad Pompeu Fabra. Ha colaborado con The New Yorker, The New York Times, El País y The Paris Review, entre otros medios. Recientemente ha traducido a Rafael Chirbes y Enrique Vila-Matas, y ahora prepara la versión inglesa de Borges de Bioy Casares. Por su traducción al inglés de También esto pasará de Milena Busquets, fue finalista del Dublin Literary Award y recibió un premio PEN.
Fue Valerie Miles quien inició la charla —celebrada vía Zoom y conducida por Gil y Mateo— destacando la transformación que ha sufrido la profesión en las últimas décadas, desde el mero artesano hasta la figura revalorizada del presente como “comisario de encuentros culturales”. Pese a que afirmó alinearse con el conocido hermeneuta y filósofo Hans-Georg Gadamer en que no hay método en la traducción y que el único sistema consiste en encontrar lo que necesita cada libro, la verdad es que sí sistematizó una serie de claves antes de leer un fragmento de su traducción de Crematorio: se necesita técnica, sensibilidad artístico, mucho oído y amor a las letras.
Dada su trayectoria, David Ferré inició su intervención abordando directamente las dificultades en la traducción del teatro. ¿Cómo se traduce la acción dramática? Su respuesta se estructura en tres partes: la primera de ellas, que “la ficción no existe a la hora de traducir”, en el sentido que no es su labor centrarse en interpretaciones psicologistas, sino abordar el orden de los caracteres. La segunda aborda el concepto filosófico del dialogismo, es decir, el espacio intertextual que se crea entre el yo original y la adopción del yo literario, que, según Ferré, es esa ipseidad la fuente misma de traducción. En tercer lugar, figura el concepto de la palabra muda, una especie de logos oculto en el texto que, si el traductor consigue atrapar en su espectralidad, garantizará un buen resultado de su trabajo.
Ferré también profundizó en ideas de calado como la importancia de un resultado sinestésico en la lectura o la visión de la traducción como arte de amor, entendido como el encuentro entre diferentes y distantes. A ese respecto, Miles incidió en que, para ella, la traducción es un acto de lenta seducción
Durante la charla moderada por las directoras de los institutos Cervantes de Lyon y Harvard, Ferré cuestionó asimismo el paradigma antiguo de la traducción que defiende que al pasar de una lengua a otra se pierden pequeños fragmentos de sentido. Para este expero, la traducción hace todo lo contrario: añadir capas de sentido.
En diálogo con el público —entre el que abundaban profesionales del sector—, se planteó el problema de traducir la movilidad del inglés al español, que obliga a ciertas omisiones. El exceso de adverbios terminados en mente, el problema de los sujetos ausentes al traducir hacia el francés o la importancia de las aliteraciones frente al sentido al tratar con la poesía también surgieron como temas de debate.
Otra cuestión destacada fue la dificultad de traducir a autores bilingües. El primer problema es que, cuando emplean anglicismos o galicismos, estos calcos pueden no existir en el idioma hacia el que se traduce. Ferré y Miles parecían coincidir en que el modo de resolver ese asunto pasa por dar al calco el valor del cliché, e intentar buscar una traducción que también remita a un prejuicio. Un segundo problema sería cuando el bilingüismo se da hacia el idioma en el que se traduce, perdiéndose entonces la excepcionalidad léxica, ante el que hay que optar por soluciones creativas.
Hubo otras dos cuestiones que iniciaron nuevos debates. La primera fue la importancia del idioma (materno) perdido para los autores exiliados, una relación intertextual que hay que entender como parte de ese logos oculto o palabra muda mencionada anteriormente. Se habló de cómo autores latinos exiliados echan de menos la oralidad con la que crecieron, como quien percibe la ausencia de un amputado miembro fantasmal.
La segunda cuestión fue sobre el futuro de la profesión: “¿Sustituirán las Inteligencias Artificiales a los traductores? ¿Qué sucede con las empresas que directamente piden al traductor que revisen las acciones de un programa informático?”. Los ponentes coincidieron en que las Inteligencias Artificiales funcionan sólo con los idiomas mayoritarios, y que todavía no tienen nada que hacer con los minoritarios. También se recalcó la diferencia entre aplicar la automatización a textos de ámbito más legal u otros más literarios, y finalmente Miles ejemplificó esa cuestión con dos textos totalmente literarios a los que difícilmente podría enfrentarse un programa por falta de conciencia.
Tras agradecerse mutuamente la presencia y todavía con la sensación de que podrían estar mucho más tiempo charlando de traducción, las organizadoras emplazaron esa energía para futuras sesiones. Antes de despedirse, Ferré tuvo unas palabras: “El oficio del traductor es sumamente solitario, pero actos así ayudan a paliar la soledad”..
miércoles, 25 de mayo de 2022
La poeta china Lan Lan, publicada en Valdivia
martes, 24 de mayo de 2022
TRES. Diálogos sobre la traducción literaria: Jorge Aulicino
lunes, 23 de mayo de 2022
“La relación con el dinero siempre es incierta"
viernes, 20 de mayo de 2022
¿Se puede ser tan pero tan pelotudo?
¿Cómo se escribe, “jajaja” o “ja, ja, ja”? Esta es la respuesta de la
RAE
En los últimos años,las redes sociales se han convertido en las plataformas de comunicación favoritas de las personas, ya que con una sola aplicación podemos recibir o enviar mensajes, hacer llamadas o videollamadas, así como compartir documentos, entre otras cosas más. Estas alternativas de comunicación han ganado mucha popularidad, pero han ocasionado también la creación de nuevos lenguajes, incluso, algunos grupos se expresan con términos que solo ellos comprenden.
Por ejemplo, si alguien quiere
exteriorizar que algo le ha parecido gracioso, usa un emoji -dibujo o signo que
expresa una emoción o idea- y el ya famoso “XD”. Aunque esta es una nueva práctica, no
significa que se ha dejado de emplear la clásica risa escrita, la que muchos
conocemos como “JAJAJAJA”. Pero, ¿cuál es la manera correcta de
escribirlo?
Aunque muchos pueden considerar que no existen
reglas para teclearla en el celular, esta tiene una definición, así como
ciertas reglas para detallarla en los mensajes que compartimos. Para acabar con
esta duda,la Real Academia Española (RAE) especifica cómo se escribe
correctamente: si “jajaja”o “ja, ja, ja”.
Según el diccionario de la RAE, existe el verbo
“jajajear”. ¿Qué significa? De acuerdo a su definición, representa una
expresión coloquial que hace referencia al “reír en forma burlona,
dando a entender no sentirse afectado”.
Según la explicación que nos ofrece la Real
Academia Española, la respuesta correcta es “Ja, ja, ja”, dividido por las
comas. Indican que no debe escribirse junto como si fuera una solo término ya
que se trata de una palabra llana.
Además, aquellos que usen el “ha, ha, ha”, con la
letra h, no están en lo incorrecto, porque es lo adecuado en el idioma
inglés.
Aunque para muchos les facilita
escribir la representación de la risa sin el uso de las comas, ahora sabes que
lo correcto es colocarlas.
Otro caso es lo que ocurre en Brasil. En este país,
la “risa escrita” la representan con la letra K, siendo esta la formación que
usan en sus envíos: “kkk”. En otros países, como Francia, se aprecia que
también usan el término “mdr” (mort de rire, es decir, muerto de risa) para
expresar que se están riendo.
Un caso curioso ocurre en Tailandia, donde podemos encontrar reacciones como "555555". Otra forma curiosa de expresar risa
es la usada en el japonés, la cual muestran como “www”, similar al World Wide
Web o red informática mundial.
De esta manera podemos conocer que cada
país o grupo con intereses similares crean una serie de códigos para poder
expresarse y que solo ellos pueden entender.
jueves, 19 de mayo de 2022
Santiago Tobón: "Libros para diferentes tipos de lectores"
No todos los que publican libros son editores. Muchos son solamente personas que se ocupan de que un libro llegue al papel (para lo cual discuten con la papelera), de que se imprima (para lo que discuten con el imprentero), de que se distribuya (razón por la que pactan con el distribuidor) y de que esté en las librerías (vale decir, por eso se ocupan de charlar con los libreros). Los editores, además de todo eso, se ocupan también de hablar con los autores y con los traductores, sabiendo que son ésas las personas más importantes en toda la cadena del libro. Eligen qué libros publicar, acompañan a quienes los escriben y traducen, saben tratar con individuos a menudo inestables y los confortan y ayudan para que el trabajo llegue a buen puerto. O sea, son otra cosa y no sólo verduleros con ínfulas. Acaso un buen ejemplo sea el colombiano Santiago Tobón, radicado desde hace años en Madrid y al frente de la filial española de la editorial mexicana Sexto Piso. Digamos que es alguien que sabe ubicarse a ambos lados del mostrador, que no se limita a ser un snob que se cree más importante que el autor, ni un pizzero de malos modos que piensa que hacer libros es un negocio como cualquier otro. Tobón, por si fuera poco, es además un verdadero caballero. Pasó brevemente por Buenos Aires para la Feria del Libro, de la que estuvo ausente por dos años, y conversó con Santiago Días Benavidez, charla que fue publicada en el día de ayer en InfoBAE Cultura.
“Queríamos
evitar lo pasajero”
Desde
sus inicios, en Ciudad de México, Sexto Piso se ha caracterizado la
recuperación de obras de la literatura universal que no han sido reconocidas de
la manera correcta. Construir un puente entre estos libros y los lectores es lo
que le ha permitido a la editorial ampliarse con el correr de los años, además,
su buen ojo para los libros de autores contemporáneos no ha fallado y en su
catálogo tienen a más de una de las voces que hoy en día dominan el mundo
literario, no solo en los países de habla hispana.
Desde textos filosóficos y literarios, hasta ensayos sobre temas sociales y artísticos, pasando por contenidos gráficos y libros ilustrados, el catálogo de Sexto Piso se ha constituido, desde 2002, como uno de los referentes en la industria editorial contemporánea, por lo menos en cuanto a los países de habla hispana se refiere. Cuentan con seis colecciones: Clásicos, Narrativa, Ensayo, Ilustrados, Niños y Realidades.
Con presencia en casi toda Centroamérica, Colombia, Chile, Argentina, Venezuela y España, han publicado alrededor de cuatrocientos títulos de autores y autoras de la talla de Margaret Atwood, Anne Boyer, una de las recientes ganadoras del Premio Pulitzer, Margo Glantz, David Grossman, Etgar Keret y Alberto Manguel, entre mucho otros. La editorial tiene sede en México y España, y está dirigida por cuatro personas: Eduardo y Diego Rabasa, Felipe Rosete, y el colombiano Santiago Tobón.
Recientemente, Tobón estuvo de gira por Latinoamérica y
participó de las ferias del libro de Bogotá y Argentina, hablando sobre su
experiencia como editor y lo que ha significado este recorrido de más de 15
años a bordo de Sexto Piso. Para él, que terminó metido en este oficio por sus
inquietudes de lector, la edición es algo que se aprende sobre la marcha. “A
editar se aprende editando”, señala. Al respecto, el colombiano conversó con
Infobae y reflexionó sobre lo que significa ser un editor de libros en un
tiempo como el que vivimos.
–Hay una pregunta que interesa a todo aquel que quiere formar parte del
mundo editorial: ¿Cómo se definen las líneas de una editorial? ¿Por qué se
trabajan unos temas y no otros?
–En el caso de Sexto Piso, el planteamiento fue muy ingenuo.
Existen dos caminos, en mi opinión, por los que se puede llegar a ser un
editor. Uno es lanzándose sin saber absolutamente nada al respecto, y el otro
es hacer cuando ya se ha obtenido algo de experiencia en el campo. Nosotros
tomamos el primer camino e hicimos muchas cosas del modo contrario a como
deberían haberse hecho. Nos acogimos al método de ensayo–error, con todo lo
bueno y lo malo que eso conlleva. Ahora, revisándolo en perspectiva, es posible
que mucho de lo que hemos logrado no se haya dado de la forma en que se dio si
no hubiesemos empezado de esa manera. El proyecto se habría configurado de
manera diferente. Todos los que estamos detrás de la editorial somos lectores.
Yo, particularmente, soy un lector bastante heterogéneo. Me gusta pasar de un
género literario a otro, ir de la novela al ensayo, o saltar de la poesía al
libro ilustrado. Esas lecturas mías, junto a las de mis colegas en la
editorial, fueron configurando las líneas que hoy tenemos, eso sumado a lo que
necesariamente se tenía que publicar, pero evitando rechazar nuestra esencia. Eso,
hoy en día, es más complicado de hacer, pienso yo. Cuanto más acotado, más
reducido sea el tema del que uno se ocupa, más fácil será ganar visibilidad.
Siento que esa es la senda que casi todo proyecto editorial nuevo decide
recorrer. Nosotros contamos con la suerte de tener poco conocimiento pero mucho
entusiasmo. Esa es una ecuación que se va nivelando. De alguna manera, cuanto
más recorrido y experiencia se va teniendo, menor es el entusiasmo. La ley de
la vida así lo dispone. No es que no se disfrute lo que se hace, pero de tanto
hacerlo, se va tornando en algo mecánico. Nuestra apuesta fue, entonces, y lo
sigue siendo, publicar libros con un alto valor cultural, más allá de la
claridad del horizonte. A veces, lo que prevalece en el mundo editorial no es
tanto la certeza, sino la capacidad de arriesgar.
–¿Cuál
es el valor cultural que tiene el libro hoy ante las dinámicas de la inmediatez
que acoge la industria editorial?
–Esa fue una idea que tuvimos clara desde el comienzo. Nuestro
interés era meramente literario, y lo sigue siendo. En ese sentido, la búsqueda
de contenidos siempre ha estado vinculada a la calidad. De ahí que,
deliberadamente hayamos decidido quedarnos al margen de los temas coyunturales.
Queríamos evitar lo pasajero. Eso nos permitió centrarnos en los rescates.
Libros que, por algún motivo, habían dejado de estar disponibles para un lector
y que ya tenían una legitimidad probada, aunque no necesariamente un recorrido
comercial amplio. O libros de autores que tuviera esa legitimidad pero que no
fueron publicados por alguna razón. Con esa idea iniciamos y con el tiempo la
hemos fortalecido. Actualmente, existe una sobreoferta en todos los frentes.
Las librerías están llenas y las ferias del libro exhiben títulos de los que se
deja de hablar en uno o dos meses. Eso es una muestra de lo brutal del peso de
la novedad. Los libros tienen un tiempo muy corto. Si no se vendieron en un
mes, son devueltos a las editoriales porque, por supuesto, estos sitios
necesitan abrirle espacio a lo que viene. Es muy difícil luchar contra esa
lógica, pero en el caso de Sexto Piso, al no estar ligada a estos principios,
lo importante está no tanto en el título sino en el fondo, y así mismo la
editorial es valorada por los lectores y los libreros. Eso nos ha permitido
mantenernos al margen de las dinámicas inmediatas que propone la dictadura de
la novedad.
–¿Cómo
el colegaje entre las editoriales aporta al crecimiento de los sellos?
–Sexto Piso hace parte del Grupo Contexto, que es una reunión de cinco editoriales independientes de España y México con intenciones similares y también propuestas editoriales muy afines. En el caso nuestro, seguramente, la acogida del sello por parte de los lectores no hubiese tenido el mismo alcance de no haber estado allí adentro. Lo que se conoce como “editoriales independientes” es el único eslabon de la cadena editorial que realmente garantiza la bibliodiversidad, la presencia de libros para diferentes tipos de lectores. Todo es menos uniformado, más heterogéneo. Esto es lo que nos hermana a las editoriales que trabajamos dentro del grupo. El colegaje entre editoriales es algo que se ve en todos los países. En México, en España, en Argentina, en Colombia, hay asociaciones, agremiaciones entre distintos sellos que buscan un mismo fin: generar alcance y visibilidad. Esto permite que el trabajo de las editoriales llegue a más lectores y tenga un impacto cultural más amplio. Al fin y al cabo, más allá de los intereses de cada editorial, todo gira en torno a la conversación.
–¿Qué
posturas o estrategias debería adoptar la industria editorial ante la ausencia
o escasez de los materiales que posibilitan la fabricación de un libro?
–Por el momento Sexto Piso ha podido cumplir con los
calendarios establecidos de llegada de novedades a librerías y diferentes
escenarios de difusión de libros. La escasez del papel es una realidad en todo
el sector, a nivel global. Sin embargo, a nosotros no nos ha afectado
considerablemente. Sí nos hemos anticipado a los tropiezos, entonces, ya no
trabajamos con dos meses de anterioridad sino con tres y así garantizamos que
los procesos de edición y producción no se vean afectados. El problema radica
en que los costos de producción se han incrementado debido a que escasean los
materiales. Ante ello, hay que subir los precios de los libros en los puntos de
venta, pues es la única forma de recuperar lo invertido, pero en nuestro caso,
porque sabemos que nuestros libros son costosos, decidimos mantener los precios
y hacernos cargo de esa diferencia. Nuestra estrategia ha sido anticiparnos y
acogernos a la situación.
–En
lo personal, ¿qué se siente mirar atrás y ver lo que han conseguido como
editorial?
–No nos imaginábamos nada de esto. Ya son 18 años los que
llevamos trabajando. Cuando empezamos, no teníamos ni idea de nada, pero esa
magia del desconocimiento, ligada a la confianza de que se pueden hacer las
cosas, es lo que hoy nos tiene como estamos. Si las cosas se hubiesen dado de
otro modo, Sexto Piso no sería lo mismo.
–Después de todos estos años, ¿qué significa editar un libro?
Me gusta decir que editar es buscar lectores que sean
parecidos a lo que uno es. Esa es la definición más concreta que encuentro para
el oficio de editor, aquel que busca lectores que se le parezcan.