El siguiente cuento de Silvio Lizárraga salió publicado en la
revista Por
el Camino de Púan, de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, en octubre del año pasado. Aunque nunca
publicamos cuentos, hacemos una excepción por su pertinencia con los contenidos
de este blog. Se reproduce con el correspondiente permiso
Un
problema dantesco
Cuando el Decano
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires me
encomendó la traducción de la Divina Comedia de Dante, sentí de manera
física que el destino me había dado una oportunidad para trascender. Colgué el
teléfono con manos temblorosas y comencé a ponderar la dimensión del trabajo
que iba a encarar. Era enorme, monumental. Cerré los ojos por un instante y me
imaginé a mí mismo trabajando por las noches, en silencio, en un futuro lejano,
casi abstracto. Ya prefiguraba mis próximos dos o tres años trabajando el texto
de Dante. Me producía un vértigo placentero saber que alcanzaría la máxima
profundidad de la Comedia y saldría (en aquel entonces tenía la ilusión
de que alguna vez saldría) distinto.
Decidí, como
metodología de trabajo, releer las traducciones al castellano que conocía y
analizar los problemas, dificultades y errores que ellas presentaban para poder
evadir esos escollos con elegancia. Así gasté mi primer año de tarea. Estaba
tranquilo, ya que mi conocimiento del toscano del siglo XI y XII y del italiano
eran amplios. Toda mi vidala había dedicado a la literatura italiana de la Edad
Media y del Renacimiento. Eso me permitía ver con mayor lucidezlas equivocaciones
de los traductores que me precedieron; los estudié, los comparé y los
diseccioné hasta el hartazgo. Ciertamente, pensé que iba a enloquecer perdido
en esas versiones de Dante. El agujero parecía no tener salida y aún no había
comenzado a traducir.
Cuando estaba
cansado, me sentaba en mi sillón predilecto y meditaba largas horas hasta caer
la noche. Para los italianos es fácil, pensaba. Los versos de Dante son únicos,
eternos, inmutables:
Nel
mezzo del cammin di nostra vita
miritrovai
per una selva oscura,
che
la dirittavia era smarrita.
Así comienza la Comedia
y siempre será así para ellos. ¿Qué puede hacer un traductor argentino para
trasladar lo eterno? ¿Qué h icieron los otros? Algunos eligieron traducir a
Dante en prosa, lo que parecería admitir de antemano el fracaso de la tarea del
traductor. En este grupo estaban Manuel Aranda Sanjuan, el infame Enrique de
Montalbán, Cayetano Rosell y Francisco José Alcántara. Luego había otro grupo
de traductores que eligieron el verso, lo cual representa un mayor desafío ya
que el traductor debía tener un comercio más profundo con la poesía. Dentro de
este grupo había dos subgrupos: los que versifican rimando (Sergio Albano,
Abilio Echevarría, Ángel Crespo, Bartolomé Mitre, conde de Cheste) y los que no
riman sus versos (Jorge Aulicino, Antonio Jorge Milano, Martínez de Merlo,
Ángel Battistessa y Fernando Gutiérrez).
Las versiones en
prosa —pensaba— buscan la claridad pero no renuncian (por completo) a lo
poético. Manuel Aranda Sanjuán (1868) comienza así su traducción:
A mitad del viaje de nuestra vida me encontré en una
selva obscura, por haberme apartado del camino
recto.
El proceso de
traducción es interesante: cammines traducido por “viaje”, mi
ritrovai, correctamente por “me encontré”y, finalmente, era smarritaes
reemplazado por una invención de Aranda Sanjuán, “haberme apartado”.
Parece poca
cosa, pero en tres versos se pueden realizar muchas operaciones que no siempre
favorecen la mejor lectura del texto. La versión del ficticio Don Enrique de
Montalbán(1888) es de esa índole:
Hacia
la mitad del curso de nuestra vida, me perdíen
una
selva oscura por haberme separado del camino recto.
Dejando de lado
el horrendo “Hacia” con que inicia el párrafo, se pueden considerar otras cosas
igualmente atroces: el cammines “curso”, seguramente la palabra “camino”
le resultaba demasiado mundana. Nótese, además, que se persiste aquí también en
el error de traducir la palabra smarritapor “haberme separado…” (ligero
matiz con respecto al “haberme apartado” de Aranda Sanjuán a quien los hermanos
Garnier plagiaron impunemente).
Se logra cierta
mejoría en la traducción de Francisco José Alcántara (1965):
A mitad del camino de nuestra vida, perdido el recto
sendero, me encontré en una oscura selva:
Acierta en
traducir cammin por “camino”, pero luego (gracias a la prosa) mezcla el
segundo verso con el tercero, con lo cual, la “selva oscura” del segundo verso
aparece al final de la oración y la dirittavia del tercer verso aparece
enmitad de la cláusula. Es de suponer que tales modificaciones fueron
realizadas para una mejor y más fluida lectura.
De lo que no hay
duda es de la aberración perpetrada por Cayetano Rosell (1958). Imposible
determinar el proceso mental que lo llevó a traducir de esta manera:
Hallábame a la mitad de la carrera de nuestra vida,
cuando me vi en medio de una oscura selva, fuera de
todo camino
recto.
¿Por dónde
empezar? Al leer esta traducción y conociendo el original, se siente que sobran
palabras: primero “Hallábame…”(hubiera sido más placentero quizás “Me hallaba”,
sin embargo, Rosell optó por un arcaísmo); luego “cuando me vi en medio de…” (la cercanía de la
palabra “mitad”usada previamente vuelve redundante el uso de la palabra “medio”);
finalmente “fuera de todo...” (no es posible encontrar nada remotamente
parecido a esta expresión en los versos de la Comedia). Semejante vandalismo no puede ser
imputado a Dante. Si así lo hiciera el lector desprevenido, se llevaría la
impresión, por demás falsa, de que el poeta italiano escribe muy mal. Por otra
parte, traducir cammin por “carrera” y vía por “camino” parece
una broma. Por último, llama mucho la atención la colocación del adjetivo “oscura”
en posición prenominal, algo que Dante evade meticulosamente en su verso, por
razones de métrica. El punto es que Rosell no tiene esas necesidades de rima y bien
podría haber traducido “selva oscura”. Sin dudas, ubicó el adjetivo en posición
prenominal para darle al párrafo un falso y fallido ímpetu poético.
La famosa
versión de Bartolomé Mitre (1889) es un ejemplo de los problemas que encara un
traductor que decide mantener el metro y la rima:
En medio del camino de la vida,
errante me encontré por selva oscura,
en que la recta vía era perdida.
Es observable
que se pierden y se ganan cosas con la rima. Para empezar, se pierde la palabra
nostra; el che del tercer verso tiene valor causal y se diluye al
ser traducido por“en que”. Sin embargo, la rima le otorga a la traducción la elegancia
que el texto original detenta. Destaca, asimismo, la palabra “errante”que sorprende
y no carece de belleza. Contrastando esta versiónde Mitre con la del Conde de
Cheste se pueden apreciar las diferentes opciones de traducción:
A mitad del andar de nuestra vida
extraviado me vi por selva oscura,
que la vía directa era perdida.
Se ve con
claridad que si el traductor opta por mantener la palabra “camino” se pierde la
palabra “nuestra” y viceversa.
Otro problema de
traducción es el constituyente mi ritrovai. Para Mitre es “errante me
encontré”, para el Conde de Cheste es “extraviado me vi”. Ambos evaden con
astucia lapalabra “perdido” ya que se convertiría en una redundancia toda vez
que el tercer verso termina con la palabra “perdida”.
Por otro lado, el
matiz entre la errancia y el extravío es sutil pero significativo.
Hay algo voluntario en la errancia, lo cual encaja perfectamente con la
concepción general de la Comedia, y ese matiz volitivo se pierde en la de extravío, que no implica voluntad.
La traducción de
Ángel Crespo (1971) conserva la palabra “camino” del primer verso y deja caer
previsiblemente la palabra nostra:
A mitad del
camino de la vida
yo me encontraba
en una selva oscura
con la senda
derecha ya perdida.
Es destacable
que en el segundo verso deliberadamente se oblitera toda idea de errancia o
extravío, y se emplea de forma muy directa “yo me encontraba”, lo cual
hace más ligera la lectura. Asimismo, el uso del pretérito imperfecto (ausente
en el original) puede resultar escandaloso. Nótese además que al traducir “con
la…” se pierde el valor causal del che.
En el tercer
verso, nos enfrentamos a otro problema de traducción: ¿Cómo traducir la palabra
via? La primera respuesta es usar la misma palabra en castellano, “vía”.
Así lo hacen Mitre y el Conde de Cheste. Para Crespo, en cambio, será “senda”
tal vez porque la palabra “vía” en siglo XX está asociada al ferrocarril, algo
demasiado lejano almundo dantesco.Tal imagen arruinaría la experiencia de
lectura de un texto medieval. Abilio Echeverría (1995) usará también la palabra
“senda”:
En mitad del camino de la vida
me hallé en el medio de una selva oscura
después de dar mi senda por perdida.
Es notable el
segundo verso por el uso de “…el medio de…” inexistente en el original. Con eso
logra un resultado adverso y redundante por la cercanía de la palabra “mitad”
del primer verso.
En el tercer
verso cae diritta, pero
misteriosamente suma “después de dar mi…”. Ahí la traducción se pierde en su
propio laberinto.
Otro laberinto
edificará Sergio Albano (2008) cuando traduce del siguiente modo:
A mitad del camino de la vida
perdido en selva oscura me hube hallado
porque la recta senda era perdida
El segundo verso
resulta aberrante, pero ¿por qué? ¿Será la inversión de los constituyentes?
¿Será el espantoso uso del pretérito anterior? Solo son admisibles el primer
verso, de traducción correcta, y el tercero donde che se traslada por “porque” dándole al verso la carga causal que
el original presenta.
A mitad de
camino, ya no de la vida, sino entre los traductores prosistas y los que versifican,
están los que manteniendo el metro abandonan la rima intencionalmente. Es imaginable
un deseo de libertad en ellos, un prurito por traducir sin las ataduras de la
rima pero conservando completo el espíritu poético de la Comedia; (a
priori) un perfecto equilibrio entre legibilidad y estructura.
En los hechos,
tenemos a Fernando Gutiérrez (1967):
En medio del camino de la vida
vine a encontrarme en una selva oscura
de la derecha senda extraviada.
El primer verso
adolece del mismo albur, ya repetido en los antecesores, de utilizar la palabra
“camino” y axiomáticamente omitir la traducción de nostra. El problema,
empero, comienza en el segundo verso con la curiosa traducciónde mi ritrovai.
La aparición del “vine a…” es torpe e innecesaria. Por supuesto, ante el
agotamiento de variaciones del tipo “me encontré”, “me encontraba”, “me hallé”,
“me hube hallado”, parece inevitable que surjan cosas como “vine a
encontrarme”, lo cual no es carente de fealdad, pero —hay que admitirlo—mucho
peor sería “me vine a encontrar”.
Por último,
tenemos el impúdico tercer verso: “de la derecha senda extraviada”. Gutiérrez puso
toda su malicia en ese complemento preposicional. Tan perverso es que logra que
la primera estrofa de su traducciónsea agramatical.
Mayor
éxito logra Ángel Battistessa (1984) con su traducción:
En el medio del camino de la vida
yo me encontré en una selva oscura,
porque la recta vía había perdido
Conserva el
tiempo verbal del miritrovai del segundo verso, conserva la carga causal
del che del tercer verso y es perfectamente gramatical. Sin embargo, se
puede hacer una observación para nada menor. En el original, el tercer verso dice:
la dirittavia era smarrita, donde la dirittavia es sujeto oracional
y era smarrita, predicado. En la traducción de Battistessa el sujeto del
tercer verso se encuentra en el segundo. Que Dante le haya dado categoría de
sujeto a la dirittavia nos habla de su importancia, la cual se diluye
cuando la subjetividad se traslada al sujeto de la enunciación.
En un error
semejante cae Luis Martínez de Merlo (1988):
A mitad del
camino de la vida
en una selva
oscura me encontraba
porque mi ruta
había extraviado.
Dejando de lado
la innecesaria inversión de constituyentes del segundo verso, el tercero (que
traduce bien cuando traslada che por
“porque” de valor causal) se aleja, sin embargo, del sentido del original de la
misma forma en que lo hace Battistessa: hace coincidir al sujeto oracional con
el sujeto de la enunciación, cuando con claridad Dante los separa en el tercer
verso.
Son este tipo de
decisiones las que enfrenta el traductor, las cuales deben tener un criterio
que las justifique. De lo contrario se puede llegar a traducciones como la de
Antonio Jorge Milano (2002) que sin dudas hacen preguntar al lector ¿qué estaba
pensando?:
En mitad del camino de la vida
cercado me vi por selva oscura
porque el recto camino no encontraba.
Se podrá hablar
de licencia poética. Yo prefiero hablar de excentricismo. Lo peor de las
versiones en prosa de la Comedia era la incorporación de palabras ajenas
al original. Aquí Milano padece del mismo vicio. En el segundo verso la palabra
“cercado” da la sensación de que es el bosque el que ha rodeado al sujeto de la
enunciación, de este modo se pierde toda noción de errancia. Y en el tercer verso, la irrupción de “no encontraba”
comete el desliz, primero, de no existir en el original, y, segundo, de empatar
el sujeto oracional con el sujeto de la enunciación, como antes lo hicieron Battistessa
y Martínez de Merlo.
De las
traducciones de este tipo, es decir, de las que versifican y no riman, la más
correcta es la de Jorge Aulicino (2011):
En medio del camino de nuestra vida
me encontré por una selva oscura,
pues era extraviada la vía derecha
Impecable. El
primer verso conserva la traducción de las dos problemáticas palabras cammin
y nostra. El segundo verso conserva el tiempo verbal del original y
en el tercer verso resuelve el causal che con un “pues”. Finalmente,
también respeta el uso del sujeto: “la vía derecha” sujeto de “era extraviada” (aunque
invierte los constituyentes). Solo le será criticable la decisión de optar por
el dodecasílabo en lugar del endecasílabo.
Ante tantas
traducciones existentes habría muchas que no alcanzaría a leer. Yo sabía que mi
tarea de traducir la Divina Comedia me trascendía y que no era un simple
trabajoacadémico. Era un trabajo para la posteridad. Mi nombre sería asociado
al de Dante por generaciones.
Luego de
analizar las traducciones de mis predecesores, con sus aciertos y errores, sentí
cariño y simpatía por ellos. Me sentí parte de una hermandad. Eso me animó a
comenzar la tarea.
Elaboré dos
borradores del Infierno y un borrador completo de la Comedia. Cada
uno bajo una idea subyacente distinta.
El primer
borrador del Infierno llevaba el sello nacional. Había observado que los
traductores argentinos se mezclaban muy bien con los españoles, casi de forma
indistinguible. Yo quería hacer que mi Comedia fuera argentina,
visiblemente. Para ello debía utilizar un lenguaje argentino. Descarté de
inmediato la gauchesca, que ya había alcanzado su pináculo con Martín Fierro,
y opté por ese lenguaje citadino que aún no había alcanzado su máxima expresividad:
el lunfardo. Así, luego de arduas noches de trabajo traduje el Infierno,
que comenzaba con estos versos:
En el diome del caminito de la vida
me perdí en una selva fulera
porque me manqué en la senda de Dios
El problema no
fue el espantoso monstruo que había creado, sino que, además de la traducción y
de las notas (tareas que iban juntas), debía preparar una especie de
diccionario de lunfardo ad hoc
para que el texto fuera comprensible. Entonces abandoné la idea.
Luego de meditar
durante días llegué a la conclusión de que mi traducción debía apuntar a los
lectores del futuro. En ellos depositaba el éxito de mi obra. Entonces, acometí
el segundo borrador del Infierno cuyos primeros versos eran:
En medio de la autopista de la existencia
me extravié en una web oscura
porque había errado el router directo.
Semejante
abominación no podía ver la luz del día. Finalmente, como si fuera una
epifanía, llegó a mí la respuesta de todo el problema dantesco: no debía
preocuparme por trasladar palabras de una lengua a otra, debía traducir las alegorías
del poema. Una traducción así, exegética, limpiaría toda sombra del texto y
anularía el propósito de la notas al pie. Es decir, a la tarea superficial de traducir
el texto, había que sumarle la tarea profunda de traducir las alegorías, la simbología,
las metáforas. Fue así que siguiendo esta idea novedosa concluí mi traducción
de la Comedia al cabo de tres años.
Sin embargo,
cuando llevé el material a la facultad, el Decano que me había encargado al
tarea había sido reemplazado por otro que no se interesó en lo más mínimo por Dante.
Salí de la
Facultad con los papeles bajo el brazo murmurando el comienzo de mi Infierno:
A los treinta y cinco años de mi vida
Caí en una profunda depresión
A causa de una
crisis moral y ética.