martes, 30 de noviembre de 2021
El SPET se despide de 2021 con Andrea Pagni
lunes, 29 de noviembre de 2021
La prueba de fuego de la interpretación simultánea
viernes, 26 de noviembre de 2021
Miguel Balaguer y Valentina Rebasa hablan de los treinta años de la editorial Bajo la Luna
jueves, 25 de noviembre de 2021
Los diálogos de Borges y Ferrari, ahora en japonés
Borges y Ferrari en 1984 |
Publican en Japón un volumen
que reúne 118 diálogos entre Borges y Osvaldo Ferrari
Un volumen que compila los diálogos que Jorge Luis Borges mantuvo con el periodista Osvaldo Ferrari, quien lo entrevistó reiteradamente desde marzo de 1984 hasta poco antes de su muerte en junio de 1986, se acaban de editar en Japón en una singular edición que incluye un mapa de la Argentina con sus provincias en versión japonesa y hasta una genealogía de la familia de autor de Ficciones.
Las conversaciones entre ambos, que originalmente fueron emitidas semanalmente por Radio Municipal y publicadas también por el diario Tiempo Argentino, habían sido publicadas en tres volúmenes –Borges en diálogo, Libro de diálogos y Diálogos últimos– y durante diez años enfrentaron a Ferrari con la viuda del escritor, María Kodama, quien reclamaba para sí los derechos sobre los diálogos en su calidad de “heredera universal” de la obra de Borges. Finalmente, tras varios años de litigio en 1997 la causa judicial llegó a la Corte Suprema, que terminó dándole la razón al periodista y validó la publicación de los textos que acaban de llegar a Japón, país que fascinaba al autor de “El Aleph” y que visitó en dos oportunidades, en 1979 y 1984, atraído por sus jardines, templos y representaciones de arte tradicional japonés, que recorrió a través del sonido y el tacto debido a su ceguera.
La admiración de Borges por Japón comenzó con los cuentos sobre ese país que le leía su abuela, continuó con clásicos de la literatura nipona como el Genji Monogatari y desembocó en esos dos viajes en los que pudo conocer la espiritualidad y amor por la estética de la cultura nipona. Según Ferrari, en estos diálogos que entablaron desde marzo de 1984 hasta el 21 de octubre de 1985, el escritor se extendió con naturalidad en temas como la religión, la política, la cultura y la actualidad, “pero siempre desde la literatura, que era aquello a lo que dedicó su vida”.
La consigna fundante que guió estas charlas radiofónicas que Borges mantuvo semanalmente con el periodista fue que los temas no fueran acordados antes, sino al iniciarse el programa, de tal manera que el diálogo fuera espontáneo. A partir de esta condición, el escritor se dejó llevar por el flujo de las palabras y habló sobre los más diversos tópicos y asuntos, algunos de ellos inevitablemente “borgeanos”, como los tigres, los laberintos y las armas, la identidad de los argentinos, la literatura, el amor, el grupo Florida, el grupo Boedo y la revista Sur, la mitologías y el budismo, entre otros. También intercambiaron sobre el I Ching, el humor, Estados Unidos, Quevedo, Macedonio Fernández, Victoria Ocampo, Melville, Pedro Henríquez Ureña, Edgar Allan Poe, la causalidad, el desierto, la luna, la política, el tiempo, Jesucristo, la ciencia ficción.
Ya traducidos los diálogos al inglés, italiano, francés, alemán, portugués, polaco, ruso y chino, la edición japonesa estuvo a cargo del sello Kokusho Kankokai, que presenta, entre otras particularidades, el mapa de la Argentina con sus provincias en versión japonesa, y hasta una genealogía de la familia Borges en ese idioma. La flamante edición, en cuya original tapa aparece la imagen de un cofre donde en el centro hay una biblioteca, reúne por primera vez los tres libros originales en un solo volumen de tapa dura, lo que totaliza 118 diálogos entre Borges y Ferrari.
Ferrari nació en Buenos Aires en 1948. Poeta y ensayista, publicó tres libros de poesía: Poemas de vida (1974), Poemas autobiográficos (1981) y Poemas existenciales (2012). Sus ensayos han sido publicados por diarios y revistas literarias del país y del exterior.
miércoles, 24 de noviembre de 2021
"Yo reparé en que la mayor parte de los libros que leía habían sido traducidos por alguien casi tan tardíamente como en que las películas tenían un director"
Lo que sigue es una columna que el escritor español Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) publicó en el diario El País, de Madrid, el 28 de septiembre de 2021. Pese al tiempo transcurrido, sigue teniendo interés y vale la pena su relectura.
martes, 23 de noviembre de 2021
“Estamos todo el tiempo aguantando los ‘jolines’, los ‘coños’ y las ‘leches’"
El 27 de agosto de este año, Verónica Santamarina publicó el siguiente artículo sobre Perla Ediciones, una editorial que se rebela contra las traducciones españolas y reivindica las mexicanas. La nota incluye una entrevista con Wendolin Perla (foto), la directora de esa editorial, para la cual ella misma tradujo algunas de las obras que luego publicó. El texto que aquí reproducimos puede leerse en la revista Animal MX, de México.
Literatura
fantástica traducida para el público latino: el reto de esta editorial que
nación en pandemia
lunes, 22 de noviembre de 2021
El traductor de Netflix no entiende a los andaluces
viernes, 19 de noviembre de 2021
Una reseña de Osvaldo Aguirre sobre la Emily Dickinson de Silvina Ocampo que merece releerse
El 10 de septiembre de 2008, el poeta, narrador y ensayista argentino Osvaldo Aguirre escribió una reseña en Radar Libros, del diario Página 12, a propósito de la entonces reedición de los poemas de Emily Dickinson, traducidos por Silvina Ocampo y publicados por la editorial Tusquets. Desde entonces, ha habido muchas otras versiones (cfr. en este blog, la entrada del 17 de junio de 2014 o la versión a tres manos de los chilenos Verónica Zondek, Enrique Winter y Rodrigo Olavarría, publicada por la Editorial Universitaria de Valparaíso, entre otras), pero la de Ocampo sigue siendo significativa y Aguirre explica por qué. De ahí la pertinencia de traer este texto a colación.
Tomándoselo muy a
pecho
Entre las obras de Silvina Ocampo, la traducción de Poemas de Emily Dickinson parece ocupar un lugar central. Si bien hizo versiones de otros escritores de lengua inglesa, francesa y latina, a ninguno le dedicó tanto tiempo como a la enigmática y retraída norteamericana: tradujo 596 de los 1775 textos que se hallaron a su muerte. La reciente reedición de la obra (en Tusquets) no incluye el breve pero significativo prólogo de Jorge Luis Borges que presentó la primera, en 1985. En ese texto Borges aludió a la discusión sobre las maneras de traducir que aparece en varios de sus ensayos y que puede condensarse en sus citas de la polémica Newman-Arnold (1861-1862) y la disyuntiva de “traducir el espíritu” o “traducir la letra”. Cada método, sostuvo en principio, ofrece sus ventajas, pero en definitiva se manifestó contra la literalidad y sobre todo en poesía, cuya traducción, apuntó por ejemplo en una encuesta publicada en 1975, “es posible porque se puede recrear la obra, tomar el texto como pretexto”. Lo curioso consiste en que en el caso de Silvina Ocampo pareció valorar precisamente lo contrario: Emily Dickinson, dijo, le inspiró a Ocampo un respeto similar al que sentían los fieles “que no se atrevían a cambiar una palabra dictada por el Espíritu”. La versión en castellano “casi siempre” sigue el mismo orden sintáctico del original. Si “la cadencia, la entonación” se preservan intactas es en razón de “una suerte de venturosa transmigración”.
Esa observación de Borges no es un simple elogio, si se piensa que la recurrencia del alma como presencia y como misterio constituye uno de los ejes de la poesía de Dickinson. Al comparar las biografías (o la ausencia de biografía) de ambas escritoras surgen algunas características comunes, ya que fueron solitarias y hurañas, concibieron sus obras al margen de las corrientes de su época, se encerraron en la intimidad. “Mis mejores amistades son aquellas/ con quienes no he emitido palabras”: Ocampo debe haber aprobado esos versos de Dickinson, dada su fobia a la sociabilidad. Pero esas coincidencias no alcanzan para explicar la singularidad de sus versiones. Si bien dejó pocos datos sobre las diversas circunstancias de su escritura, mientras traducía los Poemas sostuvo una serie de diálogos con Noemí Ulla (Encuentros con Silvina Ocampo, 1982; reeditado en 2003), donde de manera lateral quedaron algunas pistas al respecto. La soledad de Emily Dickinson, se lee allí, no le parecía una desgraciada anécdota sino el efecto de una convicción que compartía: “Todos los que se dedican a un arte, deben renunciar a vivir”. Y en la extrañeza formal de sus poemas –visible en el recurso de los guiones como signo de puntuación, que a diferencia de otros traductores supo mantener– encontraba el mismo deseo de liberarse de las limitaciones de la sintaxis, una búsqueda de sentido en conflicto con las normas de la gramática.
Para Silvina Ocampo traducir significaba no sólo asumir otra lengua sino también, y sobre todo, otro sujeto. Había que “meterse en el otro”, y esa condición se radicalizó en el caso de Dickinson: “Traduje a otros poetas, pero no tienen ese juego con las frases y las ideas que se van trenzando y que uno tiene que descifrar”, dijo. Y al mismo tiempo que la revelación dio forma a un secreto, el de una comunión en torno de lo pequeño y aparentemente insignificante, donde transcurre, desconocida para los demás, una experiencia cargada de intensidad.
jueves, 18 de noviembre de 2021
Presentación de un libro de Daniel Balderston sobre Borges
De acuerdo con la gacetilla ad hoc enviada por la editorial Ampersand, el archivo de Borges está disperso; es necesario construirlo. El crítico estadounidense Daniel Balderston abordó esta tarea con vocación borgeana: su minucioso análisis de las notas, marginalia, cuadernos, caligrafía y variaciones del maestro alimenta la proliferación de sentidos de una obra que siempre desconfió del carácter definitivo de la literatura. El método Borges desarma y rearma un singular mecanismo para producir ficciones: la lectura como forma de escritura. Y, además de una reflexión profunda sobre el arte literario, Balderston consigue generar la ilusión milagrosa de que volvemos a leer a Borges por primera vez.
miércoles, 17 de noviembre de 2021
Primer llamado de 2022, para ayuda a la publicación de libros franceses en Argentina
martes, 16 de noviembre de 2021
TELAM habló con Juan Sasturain, sobre la Biblioteca Nacional "Mariano Moreno"
“Los libros y bienes culturales sólo existen en tanto alguien les da sentido con el uso”
Con el desafío de “recuperar la
disponibilidad plena” y la mira puesta en la federalización de su acervo y en
la producción propia –desde libros, pasando por programas de TV, hasta ciclos
culturales–, la Biblioteca Nacional (BN) despide el 2021 con El
mito gaucho, la primera muestra presencial e indoor en mucho tiempo,
“la reactivación” y “rediseño” de su editorial y la publicación de una docena
de títulos, explica su director, Juan Sasturain, en tanto se prepara para
lanzar una serie que emitirá la TV Pública, La otra aventura,
totalmente autogestionada.
”Si durante la
pandemia aprendimos saludablemente a optimizar nuestro trabajo en modo virtual,
hoy nuestro compromiso ineludible es el servicio. La Biblio debe
ser de nuevo ese lugar público donde la gente entra a leer, a pasear o a
estudiar”, dice Sasturain, durante una entrevista en la que repasó el año y
medio de gestión durante la pandemia dura y en la que adelantó las novedades
que llevará adelante el organismo que aspira a instalarse como nave insignia de
todas las bibliotecas del país. ”Ahora todos nuestros gestos tienen que estar
en función de la apertura y la disponibilidad plena, que la Biblioteca
cumpla su tarea primera de poner los libros, las publicaciones y los documentos
al servicio del público en general y los investigadores, sin salirnos de las
pautas que nos propone el Estado –insiste–, porque los libros y los bienes
culturales sólo existen en tanto y en cuanto alguien les da sentido con el
uso”.
En febrero de 2020 el escritor Juan
Sasturain (Buenos Aires, 1945) asumió al frente de la Biblioteca Nacional
con la idea de avanzar en la digitalización de su acervo y la intención de
recuperar el intenso movimiento cultural que caracterizó los 11 años de gestión
del intelectual Horacio González, entre 2005 y 2015, debilitada en los
siguientes cuatro años por recortes macristas, pero a un mes de ocupar el cargo
los decretos de aislamiento ante la emergencia sanitaria mundial por el virus
de covid obligaron a posponer planes y trabajar en modo virtual.
A un año y ocho meses
de aquel momento, la BN avanza en un apertura progresiva que aspira a “cambiar
el chip”. “Si durante la pandemia aprendimos saludablemente a optimizar nuestro
trabajo en modo virtual, hoy nuestro compromiso ineludible es el servicio”,
asegura Sasturain. El tránsito fue arduo, pero la pandemia también llevó
cambios a la Biblioteca que persistirán. Dice Sasturain: ”Para compensar el
abandono de las puertas cerradas activamos al máximo nuestro sitio web y
en pocos meses multiplicó mil por ciento las visitas. Y generamos contenidos
audiovisuales que fueron un boom, un cambio cualitativo que llegó para
quedarse. Así como la instrumentación virtual de la histórica Escuela Nacional
de Bibliotecarios, fundada en 1956, a la que se inscribieron más de tres mil
aspirantes de todas las provincias y del exterior, una cifra que nos excedió
larguísimamente”.
”Pero recién ahora podemos aspirar a
acercarnos lentamente a nuestros números habituales, de 1.500 a 2.000
visitantes diarios –subraya–. El primer lunes de septiembre se habilitó el
edificio con protocolos y saludables pies de plomo para los usuarios, el 20 de
octubre abrimos sin turnos y funcionó bien, sin cuellos de botella, en
noviembre recuperamos nuestras 12 horas, de 9 a 21, y podremos decir que
volveremos, como todo el país, a la ansiada normalidad”. ”A lo largo del año y
pico de pandemia rigurosa vino mucha gente a trabajar, a poner el cuerpo
regularmente –añade–. Este espacio físico estuvo cuidado, protegido y
funcionando en una especie de estado latente”, que ahora recupera su vitalidad.
A días de haber
recuperado la Feria de Editoriales en el playón de Agüero y Las Heras –que
llegó luego de una prueba piloto con la muestra Hijxs en la planta
baja del edificio–, Sasturain anticipa la recuperación competa de la
presencialidad con la muestra El mito gaucho, que se inaugurará entre
fines de este mes y principios de diciembre en la Sala Leopoldo Marechal, del
primer piso, y estará abierta hasta el próximo otoño. Esta primera exposición
indoor cuenta con un catálogo ilustrado de más de cien páginas, que reúne
una decena de artículos escritos por críticos y especialistas de la gauchesca
como Guillermo David o Jorge Dubatti, “ese es el tipo de
muestras que tenemos la intención de hacer circular por nuestras sedes a partir
de 2022″, enfatiza.
Por otra parte, “en
estos días terminarán de seleccionar a los finalistas del concurso que concibió
la directora del Museo del Libro y de la Lengua, María Moreno, y recogió
el Ministerio de Cultura: el Premio Nacional de Cuentos de Amor Silvina Ocampo
‘Me enamoré 18 veces pero recuerdo sólo tres’. Llegaron más de tres mil
cuentos. El veredicto se dará en diciembre y se editarán los ganadores el año
que viene”. Además, “estamos en vísperas de tener nuestro propio programa
en la TV pública, un viejo anhelo –asegura–. Se llamará La otra aventura,
un título que le pedimos prestado (o le afanamos) a Bioy… ‘La otra aventura
–dice Bioy Casares, citando no sabe a quién en el prólogo a su propia
obra– son los libros’. Terminamos de editar el primero de una primera serie de cuatro
programas, sobre un total de 12, que tendrán formato de una hora. Seguramente
serán para el año que viene”.
“Sacando el título,
es todo absolutamente nuestro: idea, guión, dirección, producción y medios
técnicos –enumera el autor de El último Hammett–. Serán entregas temáticas que
incluyen elementos ficcionales, entrevistas y testimonios: “Futuro y Fantasmas
de la Biblio”, las primeras. La idea es trabajar con nuestro patrimonio y
enfatizar su sentido federal, representativo de la totalidad cultural del país
y memoria viva de la nación”. Cuando en febrero de 2020 Sasturain asumió,
nombró a María Moreno al frente del Museo que reabrió sus puertas el
29 de septiembre del año siguiente, su décimo aniversario, con un lúcido texto
donde la escritora explicaba la paradoja de tener dislexia –una secuela del ACV
que sufrió en julio último– y dirigir un Museo de la Lengua.
Cuando asumió el día 12 restituyó a González al frente del sistema de publicaciones que había ideado siendo rector de la Biblioteca. Hubo tiempo para un solo rescate editorial, virtual, de Alberto Szpunberg, en junio de 2020. Un año después, junio de 2021, González falleció, consecuencia del covid. El área quedó a cargo de Sebastián Scolnik. ”En la Biblio se ha vuelto a poner en funcionamiento la editorial que había sido desactivada en la gestión anterior, pero también hicimos dos monumentales entregas virtuales de la revista La Biblioteca con la impronta de Horacio que contienen algunas de las mejores cosas que se han publicado sobre la pandemia en pandemia”, detalla Sasturain. Y se explaya: “Horacio tuvo tiempo para proponer los primeros títulos de una colección de narrativa argentina muy accesible de textos breves, ‘De par en par’: dos cuentos de diferentes autores (a veces muy lejanos entre sí) unidos por el tema o el tratamiento o algún factor común, presentados por los escritores que los propusieron. Hay varios títulos en carpeta, el primer volumen estará compuesto por La lluvia de fuego, de Leopoldo Lugones, y La luna roja, de Roberto Arlt, con introducción de Horacio, acaso su último trabajo como editor. Sale ahora, antes de fin de año, con el regreso de nuestra actividad editorial”.
Esto es: “la Biblioteca vuelve a papel después de seis años, con una docena de títulos que están haciendo fila para salir antes de fin de año. Veremos con cuántos llegamos, no es fácil recuperar la fluidez que requiere la producción editorial, siempre compleja desde un organismo oficial que piensa en hacer libros buenos, lindos objetos, necesarios (pero que otros no hacen), baratos y que no se queden en los estantes sino que circulen, se vendan, que sean saludablemente comerciales, capaces de atraer al público no sólo por la excelencia de su contendido sino por el atractivo y la belleza de su apariencia. Ese es el desafío de acá en más”.
A “De par en par” la seguirán las obras completas de León Rozitchner con los inéditos Memorias de la ciencia y Hacia la escritura arcaica; tres títulos de los Cuadernos de Lenguas Vivas curados por Moreno: Babel del odio, Antología degenerada y Winkul Mapu; la antología Gauchesca y peronismo; la primera entrega de una serie de entrevistas hechas por Guillermo Saavedra a escritores y personalidades de la cultura bajo el título El Banquete; la versión definitiva y en papel de Los guardianes de Piatock, que es la obra de Szpunberg comentada; y la poesía completa de Luis Luchi, a 100 años de su nacimiento, en dos voluminosos tomos. También “es importante el lanzamiento de la colección “Papel de Kiosco”, dedicada a la historieta y el humor gráfico, donde vamos a dar a conocer obras y autores del acervo de la Biblioteca que no pasaron por librerías porque usaron como soporte revistas y diarios”, cierra Sasturain. El primer título será “Las Aventuras del Negro Raúl”, de Raúl Lanteri, primer autor argentino de una historieta con personaje fijo, que apareció en 1916 en la revista El Hogar. Están en carpeta títulos de la dupla Oski-César Bruto y la obra del gran Roberto Battaglia. “Pero eso el año que viene, como tantas otras cosas”.
lunes, 15 de noviembre de 2021
No hay nada malo en un libro autopublicado, que es tan libro como el que publica una multinacional.
El pasado 13 de noviembre, Gabriela Mayer publicó la siguiente nota sobre los autores que se autopublican. En su bajada se lee: “Según la Agencia de ISBN, el 33% de los libros editados en el último año responden a esta categoría. No es una práctica nueva: Borges, Marcel Proust, Margo Glantz y Margaret Atwood, entre otros, se iniciaron costeando sus obras. Infobae Cultura dialogó con escritores y expertos en el tema”.
Autopublicación:
auge de un viejo fenómeno y claves del pico histórico de los libros editados
por los propios autores
“Parte de su encanto consiste en su carácter inmodificable: cada libro queda así, con sus aciertos y errores, y eso define su naturaleza”, apunta a Infobae Cultura el autor de El calígrafo de Voltaire y La hija del criptógrafo, que lleva publicadas entretanto más de 30 obras y fue traducido a una veintena de lenguas.
Su colega Ricardo Romero se muestra convencido de que “lo importante son los textos. Hay muchas novelas y libros de cuentos que han salido de la autoedición y son grandes libros, y hay muchos libros que han sido publicados con todo el recorrido editorial profesional, en sellos reconocidos, y son libros apurados y ansiosos”.
El autor de Big Rip puntualiza a Infobae Cultura: “Más allá de eso, creo que el rol de editor siempre es importante. Una mirada externa, que al mismo tiempo pueda pensar en la naturaleza del texto y tenga una mirada panorámica del mundo en que ese texto se va a insertar”.
Actualmente la autoedición convoca principalmente a un amplio abanico de autores y autoras que, lejos de un afán económico o de reconocimiento masivo, aspiran a poder mostrar sus libros plasmados en papel. Justamente el nicho de este sector son las tiradas chicas, con un promedio de entre 300 y 500 ejemplares.
El fenómeno de la autopublicación continúa en crecimiento, “llegando a su pico histórico de 33% de los registros realizados en la Agencia de ISBN”, según indicaba el informe anual de producción del libro argentino 2020 en su capítulo dedicado a la autoedición y a las empresas de servicios editoriales.
ara profundizar en el fenómeno de la autopublicación en nuestro país, Infobae habló también con los creadores de los sellos líderes Dunken y De Los Cuatro Vientos, Guillermo De Urquiza y Pablo Albornoz, y con el presidente de la Cámara Argentina del Libro, Martín Gremmelspacher.
Autoedición,
¿bajo el mando del estigma o del prejuicio?
No se trata de un fenómeno reciente: las editoriales siempre rechazaron incontables manuscritos. Entonces, cuando los autores y autoras se cansan de golpear estas puertas, ¿resulta una buena alternativa apostar a la autoedición? ¿La autopublicación carga con un estigma o más bien se ve envuelta en un manto de prejuicios?
Romero, quien asimismo se desempeñó como editor en Gárgola Ediciones, responde sin dudar: “No lo considero un estigma”. Y agrega: “Muchos empezamos así, puede haber a quien no le guste contarlo. Por mi parte, creo que lo único que verdaderamente importa son los textos y el compromiso que uno tiene con la escritura”.
Por su parte, De Santis tampoco lo considera un estigma. “No, en absoluto. Me parece muy bien que los autores editen sus propios libros, mientras esperan otra oportunidad. Lo importante es que los libros estén cuidados, que se los corrija, que la ilustración de portada haya sido elegida con algún criterio gráfico, que tengan un título decente, que el texto de contratapa esté escrito con alguna sensatez”.
De Santis –con nueva novela por estos días, Academia Belladonna– cuenta cómo fue su propia incursión en el rubro: “En 1985, cuando tenía 22 años, publiqué un libro de pocas páginas que llevaba este título impreciso: Espacio puro de tormenta. Eran cuentos muy breves. No fue a librerías, sólo a amigos y a la familia. Salió con el sello Ediciones de la Serpiente, vinculado a la revista Último reino”.
El miembro de número de la Academia Argentina de Letras rememora que Pablo Alabarces y el poeta Víctor Redondo se ocupaban de este sello. “Cuando fui a buscar los ejemplares de mi librito a un local del centro, estaba allí Emeterio Cerro, que también había ido a buscar sus libros (una edición lindísima, en formato grande), y conversamos un poco. Creo que fueron los dos únicos libros de Ediciones de la Serpiente”.
Romero publicó su novela debut, Ninguna parte, a través de De Los Cuatro Vientos. “Fiel a esos tiempos post 2001, lo pagué con especias: empecé a trabajar para la editorial corrigiendo otros libros. No hacía mucho que había llegado a Buenos Aires, no conocía mucha gente, y fue una buena manera de empezar”.
Actualmente el escritor nacido en Paraná, Entre Ríos, recuerda que “todavía no había tantas editoriales independientes publicando autores y autoras contemporáneos como hay hoy, las posibilidades eran más reducidas. Y fue una muy buena experiencia”.
Tanto De Santis como Romero se detienen a mencionar gestos por parte de colegas en esa época. “Sergio Chejfec, a quien yo no conocía, hizo una crítica generosa y compasiva de Espacio puro de tormenta en Punto de vista”, destaca el ganador del Premio Planeta-Casa de América 2007 por El enigma de París.
“Hubo mucha gente generosa como Tom Lupo y Pablo
Ramos, que leyeron la novela y me dieron una mano para moverla”, evoca Romero,
traducido a cinco lenguas y autor entre otros de Historia de Roque Rey, La
habitación del Presidente y El conserje y la eternidad.
Romero
asegura que su desdoblamiento como escritor y editor le resultó enriquecedor.
“Con la edición, pensando en textos ajenos, aprendí mucho sobre mi propia
escritura. Y creo que mi propia escritura, al mismo tiempo, me entrenó para
entender la delicada diferencia entre respetar y potenciar la naturaleza de un
texto y forzarla a ser otra cosa”.
La aventura de mostrarse, la hazaña del gran salto
¿Pero… es posible dar el gran salto? En algún momento, probablemente esta pregunta atraviese a muchos de los que se deciden a publicar su libro por cuenta propia. ¿Podría ser este apenas el comienzo de un recorrido más largo? ¿O se trata de una verdadera hazaña reservada para unos pocos?
“Hay autores a los que les ha ido muy bien, que han publicado en ediciones independientes” y después fueron fichados por las editoriales tradicionales, señala De Urquiza, que acota que sin embargo en ficción cuesta más, “porque el nombre del autor es lo que más pesa. Es más fácil en humanidades”.
Albornoz, quien asimismo lleva adelante Gárgola Ediciones, con un catálogo de autores argentinos reconocidos, complementa: “A veces nos pasa esto de que hace un segundo paso la obra y eso es lo más lindo”.
Gremmelspacher, por su parte, sostiene que la autoedición, facilitada por las nuevas tecnologías, puede ser “el cultivo o el inicio de la creación de algún futuro autor que sí pueda dar el salto y entrar al sector comercial”.
“La realidad es que también en estos años ha habido muchos clubes de lectura o talleres literarios, lo que genera la necesidad en el autor de escribir”, manifiesta el presidente de la CAL. Y, como para los escritores a veces resulta difícil entrar a las editoriales, “este es un primer camino para mostrarse”.
De Urquiza cree que “la edición independiente es una expresión de lo que hoy es el futuro. La gente decide qué quiere mostrar, la comunicación lo permite, los costos de impresión son más bajos, y lo que hace es poner en marcha algo. De última el lector es el que decide si le interesa o no le interesa lo que publica”.
Y explica la modalidad de trabajo de Dunken, con más de 23.000 títulos publicados desde su creación en 1995: “Miramos todo el material que nos mandan, lo canalizamos, no hacemos un juicio de valor de lo que se publica. No solo es ficción, cuento, poesía, novela, sino que también es humanidades”.
Para Albornoz, con más de 20 años de experiencia en el sector, autoeditarse “es la manera de dar el puntapié, de empezar, de tener la obra para mostrarla a los mismos amigos, parientes, conocidos, sacarla a la luz, a la calle. Si no hacés el libro, no tenés nada. Tenés hojas impresas registradas en Derecho de Autor. ¿Cómo iniciás esa aventura si no lo publicás?”
De Los Cuatro Vientos lleva editados unos 3.000 títulos. “Hemos rechazado libros también, que no queremos por distintas razones. Puede ser el tema, que no nos interesó mucho, o si en la parte literaria no dejan tocarlo ni corregirlo. Tratamos de no bastardear la marca por más que sea autoedición. Hay un cuidado suave, menor, pero lo hay”, aclara.
Y Albornoz trae a colación una anécdota familiar para graficar el abaratamiento de los costos: su mamá escribe poesía y, antes, para poder publicar un libro, no le quedaba más opción que vender su auto. “Salía mucha plata. El mundo va cambiando. Hoy no sale esa plata hacer un libro”.
“Publish
or perish”
Jorge Luis Borges publicó su primer poemario, Fervor de Buenos Aires, en una edición de autor, con páginas sin numerar y un grabado de su hermana Norah en tapa. “En aquellos tiempos publicar un libro era una especie de aventura privada. Nunca pensé en mandar ejemplares a los libreros ni a los críticos”, recordaba el autor que, además, innovó en los métodos de distribución.
Porque Borges había notado que muchos de los que iban a las oficinas de la prestigiosa revista literaria Nosotros colgaban sus sobretodos en el guardarropa, y le llevó unos 50 ejemplares a uno de sus directores, Alfredo Bianchi. “Me miró asombrado y dijo: ‘¿Esperás que te venda todos esos libros?’ ‘No –le respondí–. Aunque escribí este libro, no estoy loco. Pensé que podía pedirle que los metiera en los bolsillos de esos sobretodos que están allí colgados’. Generosamente, Bianchi lo hizo”, señalaba Borges en su Autobiografía, para mencionar que así se ganó “una modesta reputación de poeta”.
Una obra cumbre de la literatura universal, En busca del tiempo perdido, también se gestó de esta manera. El novelista francés Marcel Proust costeó en 1913 la edición del primer volumen, Por el camino de Swann. Los seis tomos siguientes fueron publicados por Gallimard.
“Publish or perish” (publica o muere) solía citar Juan Filloy este refrán inglés para explicar su interés por ver sus textos plasmados en el papel. Porque el escritor y juez cordobés se inició autopublicando sus crónicas de viaje Periplo, al igual que lo haría con otras obras que siguieron, como ¡Estafen!, Op Oloop y Caterva.
La mexicana Margo Glantz, en tanto, se costeó sus dos primeros títulos, Las mil y una calorías, novela dietética y Doscientas ballenas azules. En entrevista este año con Infobae Cultura, recordó el periplo con su libro debut: “Lo llevaba de editorial en editorial y nadie me lo quiso publicar. Hasta que decidí publicarlo por mi cuenta, hacer una subasta, y acabé pagando la edición. El segundo libro que escribí de ficción se llamó Doscientas ballenas azules y lo publiqué también a cuenta de autor en una editorial muy pequeña que se llamaba La máquina de escribir. Y luego ya empezaron a considerarme como que podía funcionar como escritora de ficción”.
Asimismo siguieron este camino, entre otras autoras, tanto la argentina Aurora Venturini como la uruguaya Marosa di Giorgio, quienes se encargaron de publicar en ediciones de autor sus primeros poemarios: Versos al recuerdo, en la ciudad de La Plata, y Poemas, en Salto.
Y Margaret Atwood autoeditó su primer libro, el poemario Doble Perséfone. Ya hace años, la escritora canadiense defendió la plataforma de autopublicaciones Wattpad, mientras recordaba los escasos recursos con los que contaba su propia generación: “Hacíamos pequeños cuadernillos con nuestros textos –escritos a mano– para un público lector de dos personas: nuestros padres”.
El
universo actual de la autoedición
Actualmente una de las características del universo de la autoedición es la diversificación. A la vez, privilegia ampliamente el libro impreso sobre el e-book. Pero, ¿logran los autores recuperar el dinero invertido? ¿Y a través de qué canales se realizan las ventas?
Según indica el informe anual de la CAL, el papel sigue siendo el soporte de preferencia, aunque el electrónico tuvo un crecimiento de 19 puntos porcentuales entre los autores que editan sus propias obras y de ocho puntos entre las empresas que les brindan este servicio.
De acuerdo con el director de De Los Cuatros Vientos, las autoediciones apuntan principalmente al libro físico y el e-book resulta útil para evitar los elevados costos de enviar un libro al exterior. También Dunken produce e-books, pero solamente de textos que tuvieron previamente una versión impresa. Y De Urquiza agrega que “el autor independiente necesita el libro, que tiene otra mística que el e-book”.
¿Cómo se desarrollan las ventas? “El éxito del autor que hace autoedición es lograr recuperar el costo de lo que le salió imprimir el libro, para satisfacción propia y para recupero de capital. Y muchos reinvierten, hacen otra obra distinta, y así tienen cuatro o cinco libros publicados”, afirma Albornoz.
De Urquiza recalca: “Algo muy interesante para destacar es que los autores en general no quieren vender libros, quieren ser leídos y compartir lo que hacen. No es su mayor interés vender o tener grandes ventas, sino la lectura de su libro”.
Asimismo, el reporte de la CAL destacó en su momento que las publicaciones de autor y las empresas de servicios editoriales (ESE) tienen tiradas cortas, cuyo principal canal de distribución es la venta directa del autor al público. “Y, si bien la producción de las ESE comienza a observar un muy leve crecimento en el canal librero, el corazón de su negocio continúa siendo la venta directa”, analiza.
“Está sumamente diversificado, no hay una gran concentración”, apunta Gremmelspacher. “Lo que hay son empresas que se dedican a hacer la autoedición, que a veces se confunden con una editorial, pero claramente esto es más un trabajo artesanal que industrial”.
El presidente de la CAL no observa una competencia entre el campo editorial convencional y el rubro de autoedición, porque, según analiza, los libros del primero van al sector comercial y los del segundo, no. “Diría que estamos en lugares distintos y puede ser que creen nuevas tendencias estos libros de autoedición y que después el sector editorial los tome, como el de autoedición toma segmentos editoriales”.
Albornoz evoca los inicios del sector de las autopublicaciones en el país, cuando solo estaba activa Dunken, y los años siguientes, cuando se sumaron unas pocas editoriales, entre ellas De Los Cuatro Vientos. “Ahora hay veinte, gente que está en la casa, pero labura. Veo libros y están bien hechos, bien trabajados”. Pero, advierte, esas pequeñas iniciativas no están en condiciones de ofrecer una distribución adecuada.
De Urquiza, por su parte, destaca entre los servicios que prestan la calidad de la impresión, con libro cosido a hilo y tinta gráfica, así como la comercialización. “El libro lo mandamos a librerías y tenemos llegada a las cadenas como para poder ubicar determinados temas. No todos los libros se pueden ubicar, pero una gran parte de ellos sí, y hoy las librerías están mucho más permeables y más colaborativas con el autor independiente”.
El
futuro de las ediciones de autor
Gremmelspacher se muestra convencido de que la autoedición tiene mucho futuro. “Porque las nuevas tecnologías permiten esto: hacer pequeñas tiradas, y eso es lo que favorece que el autor quiera hacer su libro con una tirada de 50, 100 ejemplares, cosa que hace diez años no se podía”.
El presidente de la CAL destaca que la autopublicación también fomenta la lectura. “En algún punto los públicos se mezclan y el que lee un libro, lee el otro. Y lo importante es que la lectura se siga propagando y que estos libros lleguen a mayor cantidad de consumidores. Eso va a hacer que la torta se agrande y haya más lectores”.
Por su parte, De Urquiza opina que el rubro hace algunos años “estaba un poco bastardeado y hoy es todo autopublicación. La gente se autogestiona en los medios. Cambió toda la manera de comunicar, es muy interesante, es una evolución cultural”.
“Para mí siempre va a existir, mientras haya gente que quiera escribir y mostrar lo que hace”, asegura Albornoz. Y compara a los autores con pintores: “algunos tienen que alquilar un lugar para meter las pinturas y otros tienen más suerte y consiguen un sponsor que les da un lugar gratis”.
De Fervor de
Buenod Aires, Op Oloop y Por el camino de Swann a títulos
que habitan bibliotecas de amistades y familiares… probablemente el abanico de
la autoedición resulte gigantesco en su diversidad y verdaderamente
inabarcable. Tal vez un denominador común sea la aspiración de que las páginas
impresas se perpetúen en la memoria de quien las lea.
Como le ocurrió a De Santis: “Cuando tenía 15 años, una amiga de mi madre, médica como ella, María Elena Molina, le hizo llegar las pruebas de galera de su libro de poemas Autorretrato. Mi madre la ayudó a corregirlas. Era una edición de autor bajo el sello Colombo: poemas extraordinarios de una autora que ha permanecido desconocida”. Y el escritor agrega: “Cada vez que corrijo pruebas de galera me acuerdo de ese libro, que conservo”.