Ancira y Rivas (foto: Omar Portilla Palacios |
viernes, 31 de marzo de 2023
Dos célebres traductores mexicanos en acción
jueves, 30 de marzo de 2023
Lydia Vázquez Jiménes habla de Annie Ernaux
En la entrada del 7 de octubre de 2022 de este blog, publicamos un texto aparecido en la revista Letras Libres, de México, escrito por la española Lydia Vázquez Jiménez (foto), a propósito de su labor como traductora de Annie Ernaux. Ahora volvemos a la carga con otro texto de la misma autora y sobre el mismo tema, esta vez publicado por Campusa. Noticias de la Universidad del País Vasco.
Traducir la obra
de Annie Ernaux
Comencé mi andadura como traductora literaria al mismo tiempo que me incorporé como docente e investigadora a la UPV/EHU, en el año 1989. Se celebraba el Bicentenario de la Revolución francesa y Alianza editorial pidió a Marta Lorente la edición crítica y a mí la traducción del Ensayo sobre los privilegios y Qué es el Tercer Estado del abate Sieyès, dos obras clave de aquel momento histórico. Desde entonces he compaginado mi labor como profesora de literatura francesa y de traducción literaria en los grados de Filología Francesa, Filología, Traducción e Interpretación, así como en los másteres de Traducción y de Estudios Literarios, con la de investigadora en literatura francesa del siglo XVIII, estudios de género y estudios animalistas, y con la de traductora.
miércoles, 29 de marzo de 2023
Lo de la censura y la cancelación no es chiste
martes, 28 de marzo de 2023
La versión oficial y la verdad ($) de la milanesa
lunes, 27 de marzo de 2023
Miguel Petrecca no es Matías Battistón
“Una conversación con Miguel Ángel Petrecca, traductor argentino que reside en París. Presenta la nueva edición ampliada de Un país mental, su gran recopilación de poesía china contemporánea.” Eso dice la nota de Mario Nosotti, publicada en la revista Ñ, del diario Clarín, el pasado 10 de marzo, ilustrada en la edición digital con una foto de Matías Battistón en la Martello Tower de Dublín porque, según parece, da lo mismo que Petrecca en la Muralla China.
–¿Cómo se dio tu interés por la lengua y la cultura chinas, y cómo surgió
la idea de este libro?
–El interés surgió a partir de la lectura de la poesía clásica, que incluso en un momento desembocó en un fallido experimento de traducción. Más tarde fue sobre todo el interés por la lengua y la escritura, y ahí apareció también una curiosidad hacia las escrituras contemporáneas. Después en 2008, tuve la posibilidad de vivir un año allá, viajé bastante, conocí a varios de los poetas y empecé a pensar en la antología que salió en 2011. Fue un viaje transformador para mí. Más tarde, tuve la posibilidad de volver varias veces.
–¿Qué implica el concepto de
“poemas contemporáneos”, el recorte que rige la antología?
–“Poesía contemporánea” tiene acá un significado bastante específico, abarca el período que se abre en China a partir de la muerte de Mao y el comienzo del proceso de apertura y reforma, hasta la actualidad. Desde el punto de vista de la poesía está marcado por la aparición de un espacio de producción y distribución autónomos, es decir, alternativos con respecto a lo que sería el espacio oficial, aunque estos espacios no son siempre o no del todo excluyentes. La primera referencia en ese sentido son los llamados “Poetas oscuros”, que se nuclean a fines de la década del 70 en torno a la revista Jintian (Hoy) y que generan toda una revolución en China por la introducción de un lenguaje y estilos totalmente nuevos. En la historiografía china, en cambio, el concepto de “poesía contemporánea” está asociado a la fundación de la República Popular, es lo que viene después de 1949.
–Los lectores no iniciados de estas latitudes tenemos una visión un poco
estereotipada de la poesía china, ligada sobre todo a la imaginería de los
poetas de la dinastía Tang. ¿En qué medida pensás que el panorama que presenta
tu libro se aleja o coincide con dicho estereotipo?
–Sin duda a primera vista, a primera lectura, para un lector acostumbrado a la poesía clásica, lo que resaltan son las diferencias. En China misma es así, la poesía clásica forma parte de la instrucción desde chicos, todos saben algunos poemas de la época Tang de memoria, y esto hace que mucho de la poesía moderna o contemporánea pueda resultar de difícil acceso, o que incluso haya cierto rechazo. No es algo tan diferente a lo que ocurriría con alguien que se enfrentara a la poesía latinoamericana contemporánea o de vanguardia a partir de un bagaje de lecturas más tradicional.
–Hay en tus traducciones una plasticidad que hace que el lector se sienta
interpelado, cercano a la voz poética, y que logra a la vez conservar la
diferencia, la opacidad de ese otro mundo. Trabajás una vertiente rioplatense
lo suficientemente abierta como para sostener esa distancia.
–Un poeta chino del siglo XX que me gusta mucho tiene un poema llamado “La organización de la distancia”, que creo que responde en cierta forma a esto que planteás. La gradación de la distancia. Que también, en otro sentido, es un problemática que atraviesa la poesía china del siglo XX: cómo organizar la distancia, tanto con la propia tradición como respecto de las tradiciones de afuera. Dicho esto, y yendo a la cuestión del rioplatense, diría en todo caso que es un rioplatense imaginario.
–A pesar de los diferentes estilos y momentos escriturales por momentos tuve la sensación de estar leyendo el libro de un solo (y múltiple) poeta. Lo menciono como algo positivo. Una poesía abierta a lo exterior, coloquial, donde la interioridad se traduce a los objetos, los movimientos. También cierta morosidad, aún en el ajetreo de la vida de las grandes ciudades.
–Yo me formé con una idea de la traducción, con una tradición digamos, la de los poetas-traductores, dentro de la cual tiene un sentido positivo que te digan que el libro se lee como un solo libro múltiple. No reniego de esa tradición, aunque no me interesan algunos lugares a los que lleva o puede llevar, es decir, a una cierta saturación de la figura del traductor. No es a lo que apunto en todo caso, y creo que, en comparación con la edición anterior, se han incorporado muchos poetas, algunos de generaciones más jóvenes, que amplían mucho el abanico de voces. Por otro lado, en toda selección opera obviamente un gusto y una mirada. Además, a favor de lo que decís, es cierto que esos rasgos que mencionás están presentes en gran parte de la poesía china contemporánea.
–¿Por qué “un país mental”?
–Mantengo el nombre que le puse a esta antología en su momento, hace más de 10 años. Creo que en ese entonces, en mi fuero interno, hacía alusión a la idea de China como algo deseado, leído, imaginado. Imaginado desde mucho antes de viajar, pero también después, en el sentido de que ese imaginario seguía actuando y moldeando la experiencia.
viernes, 24 de marzo de 2023
Borges, traductor y censor de Virginia Woolf
“Orlando, una biografía, escrito por Virginia Woolf en 1927, es una sátira al género de biografías, una crítica social a la sociedad inglesa y al machismo imperante. El protagonista, Orlando, vive por 500 años una vida de aristócrata y diplomático, pero de un día para otro se vuelve una mujer. Mientras a él le parece un fenómeno normal, sufre los prejuicios de género. Borges tradujo el texto nueve años después de ser publicado, pero decidió cambiar frases, pronombres e incluso omitió frases completas.” Esto dice la bajada de la nota publicada por la periodista chilena Lissette Fossa, el pasado 28 de febrero, en el periódico digital Interferencia.
Otra polémica traducción literaria: Cuando Borges tocó el 'Orlando' de Virginia Woolf
jueves, 23 de marzo de 2023
La intención es buena, pero Olguín se equivoca
El pasado 11 de marzo, el escritor Sergio Olguín publicó una contratapa en el diario Página 12, de Buenos Aires, donde analiza la centura editorial, apoyándose en casos recientes como los de Roal Dahl e Ian Flemming, entre otros. En su afán por profundizar en este flagelo bien actual, señala varios casos de lo que él considera censura ejercida por los traductores. Acaso en esta página bien escrita hay un error que valdría la pena considerar: no son los traductores los que tienen la última palabra sobre lo que traducen. Quizás habría que tener en cuenta cuál es el papel de los editores y correctores en las intervenciones señaladas por Oguin, ya que, a diferencia de los traductores, nunca firman lo que hacen en los libros traducidos.
Entre mis lecturas de infancia se cuentan muchos libros de Julio Verne, Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain, La Iliada, La Odisea, las Mil y una noches, entre muchos otros. Leía sobre todo libros publicados en la Colección Roja de Billiken. Muchos años después descubrí que realmente no había leído esos libros sino versiones resumidas y editadas de esas obras. No solo eran versiones más cortas, sino que también habían perdido en el camino las escenas de sexo (Las mil y una noches), las de violencia explícita (las de Homero), el lenguaje brusco (Mark Twain), etc. Debo reconocer que cuando lo supe me sentí estafado y que al día de hoy me queda un poco de resentimiento en contra de los editores que adaptaban y censuraban a la vez.
Es muy probable que muchos supongan que eso está bien. No hay por qué entregarle a un chico un libro que no se ajuste a la educación que le quieren dar sus padres, que seguramente quieren evitar escenas fuertes. Cuando mis hijos eran pequeños les adelantaba y omitía el comienzo de Buscando a Nemo para que no sufrieran con la muerte de la madre y sus hermanitos. Lo habría seguido haciendo hasta los veinte años, pero aprendieron a manejar el reproductor de DVD mucho antes y me dejaron afuera de las películas que veían o de sus videojuegos (intenté retrasar la llegada del GTA todo lo que pude).
Tal vez por todo esto, no me sorprendió el anuncio de que se iba a “suavizar” la obra de Roald Dahl para mantenerla en el mercado de libros infantiles. Expresiones que no nos preocupaban a nosotros o a nuestros padres hoy resultan molestas, hacen ruido a padres jóvenes. Las reacciones negativas a esta censura vinieron de lectores que analizaban la situación desde la edad adulta: “cómo nos van a censurar a Roald Dahl”. Tal vez si a esas mismas personas les preguntaran qué les dan a leer o ver a sus hijos, sabríamos que en otros casos la censura no les preocupa tanto como creen.
No es mi intención defender los cambios a los libros infantiles de Roald Dahl. Muy por el contrario, me parece una estupidez que se edite a un autor para aggionarlo a la infancia actual. Si a los padres no les gusta cómo escribe Dahl, que no sean perezosos y busquen a otros escritores más acordes con sus intereses. No arruinen la literatura, ni siquiera por una buena causa.
Más preocupante es la ridícula propuesta de quitar referencias que puedan resultar molestas para las almas de cristal contemporáneas en la obra de Ian Fleming, el creador de James Bond. A ver si se entiende: en esas novelas de espionaje, lo que resulta inquietante o disruptivo es alguna expresión de tipo racista, pero no que el protagonista tenga licencia para matar a los enemigos del imperio británico. La propuesta no es que ahora James Bond recurra a la Corte de La Haya para resolver sus problemitas con otros espías, sino que antes de matar no vaya a decirle negro a su víctima. Este mundo de pavos es el que propone la cultura de la corrección. El camino del infierno está lleno de buenas intenciones editoriales.
Las bellas historias de Dahl y las aventuras de muy moderado erotismo del polifacético James Bond, a punto de ser censurada por sus editores, hicieron mucho ruido. Pero sería muy inocente pensar que se trata de dos casos aislados. Vivimos en un mundo en el que la censura es la norma, como en los tiempos de Torquemada y su simpático equipo de inquisidores. Es cierto, antes a los artistas se los sometía a tormentos físicos y se los quemaba, hoy se los acosa por redes sociales, se los cancela, se les quita la posibilidad de seguir mostrando y difundiendo sus obras. Nada más. Indudablemente, hay una mejora en el humanismo de los millennials y centennials con respecto a la sociedad medieval.
En un terreno donde la censura y la sobreprotección del público adulto las hemos asumido y tomado con toda naturalidad es en las traducciones. Entren a una película de Netflix, o de Amazon. No solo les van a avisar si hay escenas de “tabaquismo” para que preparen su espíritu antitabaco, sino que los subtitulados van a cuidar de no ofenderlos. Si un personaje insulta fuerte en su idioma, se van a encontrar con que el subtitulado suaviza sus palabras con un esfuerzo que hubiera emocionado a Miguel Paulino Tato. Las plataformas nos cuidan del lenguaje malsonante.
Pero esto ocurre incluso en la traducción de literatura contemporánea. Tomemos un ejemplo, ente muchos otros posibles: la novela El país de los otros (Le pays des autres), de la franco marroquí LeÏla Slimani (aprovecho y les digo: lean todo lo que puedan de Slimani, una autora joven brillante y muy lúcida). “En cierto modo era como una hija”, dice la narradora sobre un personaje femenino, pero la traductora decide quitar la línea siguiente (ni siquiera la traduce, la hace volar), que simplemente decía “porque la había visto salir de la vagina de la madre” (elle l´avait vue sortir du vagin de sa mère). Por lo visto, la traductora Malika Embarek López nos quiso evitar una imagen tan elocuente. Más adelante, un guía varón delante de un grupo de chicas tiene las manos “cruzadas sobre el bajo vientre”. Habría que discutir hasta donde llega el bajo vientre porque Slimani escribió que tenía las manos “delante de su sexo” (devant son sexe). La traductora podría alivianar la obra de Roald Dahl. Haría bien el trabajo.
Un artículo de Ernesto Hernández Busto en Letras libres cuenta en detalle cómo se suavizaron las expresiones y escenas sexuales de Lolita de Vladimir Nabokov en la traducción de Enrique Pezzoni. El libro y su traducción son clásicos indiscutibles.
¿A quiénes creemos cuidar cuando el mundo editorial o audiovisual hace estos desastres? ¿Por qué pensamos que al público adulto hay que tratarlo como a chicos? ¿Realmente alguien piensa que hay que dejar de pasar canciones que sean agresivas contra algún colectivo o grupo social? ¿Tenemos que dejar de leer libros que cuenten historias que se dan de culo con la corrección política, tanto de derecha como de izquierda?
Lo más grave no es que le cambien las palabras a la obra infantil de Dahl, o se metan con las historias de Fleming. Ellos ya escribieron los libros como quisieron y van a sobrevivir a los intentos de censura. Lo grave es que con esto alimentan (editores y lectores) un mundo de censura previa. Les dicen a los escritores “ojo con lo que escriben, porque les vamos a caer si no comparten nuestro pensamiento”. Nos enojamos por lo de Dahl porque es correcto hacerlo, pero nos callamos cuando los censurados son tipos desagradables, que escriben libros o canciones indefendibles desde el código penal o hacen películas alejadas de nuestra ideología. Y pretendemos entender la cultura desde nuestra mirada, que consideramos siempre la correcta. Los escritores tienen el desafío de volar más alto que el dedo acusador de las redes sociales y del temor de los editores. Pero el lector/espectador tiene un desafío más difícil: dejar de ser parte de la trama censora.
miércoles, 22 de marzo de 2023
Corrección política: el turno de Enid Blyton
“La autora de títulos infantiles, fallecida en
1968, se ha visto inmersa en medio de una nueva polémica; su obra ya había sido
sometida a revisión en el 2021 con el fin de borrar contenidos considerados
racistas y hasta xenófobos de sus cuentos.” Esto dice la bajada de la nota
publicada sin firma en InfoBAE Leamos el pasado 28 de febrero. Otra víctima más de la cruzada moralizadora de los países que poco hacen para evitar el cambio climático, fabrican armas y hambrean al resto del mundo.
Enid Blyton, otro blanco de la corrección política y cómo fue reeditada para evitar contenido ofensivo
La obra de la escritora británica Enid Blyton (1897-1968) ha sido objeto de la misma sentencia que su compatriota, el novelista Roald Dahl, foco de pesquisas en busca de contenido sensible o lenguaje que pudiera ofender o vulnerar. La autora, considerada una de las grandes figuras de la literatura infantil, gracias a series de libros como Noddy, Los Cinco, Misterio o Torres de Malory, ahora es revisada y evaluada según las nuevas reglas de la corrección.
Blyton publicó más de 700 libros, los cuales han resistido el paso del tiempo, pero que ahora están siendo revisados para evitar expresiones ofensivas. La decisión de evaluar la obra de la escritora se anunció tan solo una semana después de que la obra del creador de Charlie y la fábrica de chocolate sufriera cambios, como el de los Oompa Loompas, que ahora son descritos como “personas pequeñas” en lugar de “hombres pequeños”.
Las obras de Dahl fueron revisadas por el colectivo Inclusive Minds para evitar expresiones racistas e introducir referencias feministas. Ahora, Daily Mail ha informado que las obras de Blyton están también en revisión y han sido eliminadas palabras como “queer”, como sinónimo de raro, pero que en el inglés moderno también los es de homosexual; “gay”, cuyo significado arcaico era alegre, o el adjetivo “brown”, para describir una persona de piel oscura.
A lo largo de su obra, Enid Blyton incluyó referencias a los azotes y castigos corporales a niños, conductas comunes en la Gran Bretaña de la época que le tocó vivir, pero que no corresponden con el acontecer histórico actual, por lo que dicha acción se cambió con conceptos como “tener charlas”. Así mismo, se han eliminado descripciones físicas como “morena” y “gorda”, y expresiones como “trabajar como una esclava” por “trabajar duro”.
Esta no es la primera vez que surgen cuestionamientos a la obra de Blyton, realidades de racismo, homofobia, machismo y xenofobia han impregnado sus ideas y pensamientos a lo largo de su obra. En 2021, la obra de Blyton durante una revisión a cargo de la organización benéfica The English Heritage, fue señalada de incluir lenguaje poco adecuado en un tiempo sensible para la sociedad, ya que en ese momento se desató el movimiento Black Lives Matter.
Enid Blyton nació el 11 de agosto de 1897 en East Dulwich (Londres), fue creadora de historias en las que niños buscaban aventuras en los paisajes ingleses. Relatos en que se hacen evidentes los arquetipos, con los que la escritora construyó gran parte de sus personajes, descripciones y prejuicios sobre características en las que los villanos de sus relatos siempre eran extranjeros o de color.
Con poco más de 600 millones de copias vendidas, Enid Blyton logró establecer un imperio en la literatura infantil que la colocó al lado de escritores sinónimo de superventas como William Shakespeare, Agatha Christie o Barbara Cartland. La escritora infantil siempre se ha mantenido en el ojo del huracán, en 1989 Imogen Pollok, su hija, publicó A Childhood at Green Hedges, un texto que no dejaba bien parada a Blyton como madre.
En este libro, Pollok, expuso a su madre como un ser lleno de arrogancia, pretensiosa y con carencia de sentido maternal, una mujer ensimismada en su propia fama. Su hija con esta obra no solo buscó evidenciar sus problemas de crianza, sino también desenmarañar los traumas de su progenitora, y ahondar en el propio trauma de Enid ante el abandono que sufrió de parte de su padre.
Blyton público de 1930 a 1960 un poco más de 700 obras hechas para un público infantil, dichos escritos fueron traducidos a 40 idiomas, la británica consiguió el éxito. Algo que llamó mucho la atención era la rápida producción de contenidos, en una ocasión fue acusada incluso de contar con el apoyo de escritores fantasma, encargados de darle cuerpo a los libros que ella más tarde firmaría, un hecho que jamás pudo ser corroborado.