Como
suele ocurrir cuando termina la Feria del Libro,
Silvina Friera hizo su balance en el diario
Página 12. Más precisamente, en la edición del martes 16 de mayo
pasado. Ésa es una de las pocas precisiones que pueden hacerse luego de enterarse
de la gran falta de precisiones por parte de los editores y libreros que
tuvieron stand en la 43ava. edición de una feria, que comparada con las de
Guadalajara o Bogotá, va claramente en declive.
La realidad del
libro en la era de la posverdad
“La
era de la posverdad. Qué tremenda definición para los tiempos actuales.” La
frase de Luisa Valenzuela –la dijo al inaugurar la 43° Feria Internacional del
Libro de Buenos Aires que terminó ayer– todavía resuena entre libreros,
escritores, editores y periodistas. La feria no es una isla. Lo que ocurre en
la economía, en la política y en la sociedad jamás le resulta ajeno ni mucho
menos indiferente. Pretender presentarla como un espacio de supuesta
“neutralidad” y aislamiento es un desatino o una forma de construir un relato
que intenta instaurar una mentira como verdad. La lectora atribulada habló con
21 expositores y un informante más –cuyo nombre no se revelará– y el resultado
que arrojó la pesquisa dista de ser alentador. Nueve expositores afirman haber
vendido entre un 10 y un 20 por ciento de ejemplares menos que el año pasado
–hay un caso en que el descenso alcanzó el 40 por ciento–; 5 expositores dicen
que vendieron la misma cantidad que el año pasado y 7 confirman que aumentaron
entre un 10 a un 20 por ciento. Este sondeo no hace más que ratificar lo que el
propio presidente de la Fundación El Libro, Martín Gremmelspacher, planteó en
su discurso de apertura: que la industria atraviesa uno de los momentos más
delicados de la historia. La CAL (Cámara Argentina del Libro), que nuclea a las
medianas y pequeñas editoriales, acompañó el reclamo con la campaña “S.O.S
Libro Argentino”, en la que advertía que las ventas cayeron un 25 por ciento y
también descendió la producción de libros un 25 por ciento.
No
quiere que aparezca su nombre. El informante con que tropieza
circunstancialmente la lectora atribulada cuenta que este año hubo un poco de
desorganización y pone un ejemplo: la Noche de la Ciudad en la Feria. “Tendría
que haber terminado a la una de la madrugada, tal como se había anunciado, pero
a las 23.30, desde los parlantes, se empezó a avisar que cerraba la Rural. Y
nunca hubo una explicación sobre por qué cerraron una hora y media antes”. Como
si desplegara una agenda de reclamos, agrega que el año pasado hubo más días en
que se podía ingresar con la Sube gratis. En esta edición solo fue el pasado
lunes 8 de mayo. “Yo vi menos gente en la feria y menos visitas de escuelas.”
De pronto achina los ojos y le pregunta a su interlocutora:
–¿Las grandes editoriales dicen que vendieron más?
–Sí.
La carcajada
se extravía entre los murmullos de los visitantes. “Las grandes editoriales no
quieren hacer lo que ellas llaman ‘marketing negativo’, entonces inflan los
números”, subraya el informante como si fuera un experto en la cuestión. “El
libro no es un artículo de primera necesidad. Si no lo compran hoy, lo
comprarán dentro de tres meses, o cuando puedan. Si lo compran…”.
Alejandro Giordano, de El Aleph, señala que año a
año vienen bajando las ventas. “Se notó mucho la caída en la semana, mientras
que los fines de semana repuntaba un poco”. No puede arriesgar una cifra, pero
revela que en la librería, el año pasado, se vendieron 460 mil libros menos en
el rubro textos escolares, lo que representa un 34 por ciento de descenso. “El
que diga que no se siente o no se ve la recesión, miente. La realidad es otra;
pero es lo que hay, por ahora”, resume Giordano. Desde Aique, Fabio Viruega
afirma que vendieron unos 3000 ejemplares menos, lo que representaría una caía
del 20 por ciento. “Esta es una editorial educativa y los docentes en provincia
todavía no cerraron el acuerdo paritario. Y para colmo les descontaron los días
de paro. Pensamos que la caída iba a ser mayor respecto del año pasado.” En
Mandrake Libros, Fernando Petz habla de una caída del 20 por ciento en pesos en
comparación con la facturación del año pasado. No sabe cuánto cayó en cantidad
de ejemplares, pero seguramente el porcentaje sea mayor. “Ofertas no faltan
acá. Tenemos un 3x2, elegís tres libros y pagás dos. La mayoría de las ventas
no superan los 200 pesos. En la librería tampoco está yendo bien la cosa”,
reconoce Petz. En el stand colectivo
Todo libro es político, integrado por Milena Caserola, Bajo la Luna, La Cebra,
El cuenco de Plata y Tinta Limón, entre otros, Josefina Bianchi cuenta que en
cantidad de ejemplares vendidos está por debajo del año pasado y en pesos un
poco más arriba por la inflación. “No esperábamos mucho, vino menos gente que
el año pasado. Las editoriales salvamos el stand, pero la realidad es que se
está vendiendo mucho menos que el año pasado. El porcentaje que estamos
calculando en librerías es de un 25 por ciento menos. La gente está mucho más
selectiva a la hora de llevarse libros. Si antes se llevaba tres, ahora se
lleva uno. Y a veces se lleva más por el precio que por el contenido.”
El consuelo del empate
“Nos fue bien, en el sentido de que igualamos las ventas
del año pasado. Pero en la librería hay una baja del 30 por ciento”, comenta
Gabriel Waldhuter de la distribuidora y librería Waldhuter. “Las promociones de
algunos bancos permitieron mantener las ventas, como el 30 por ciento de
descuento del banco Provincia con 6 cuotas sin interés. Me estuve fijando y un
gran porcentaje de las ventas fue con tarjetas del Banco Provincia. También hay
un público que no visita las librerías durante el año y el único material de
lectura que compran es durante la feria. Estos factores hicieron igualar las
ventas. Pero superarlas, no. La caída del consumo nos perjudica, ha bajado el
consumo de la gente que podía consumir libros y que ahora tiene que pagar la
luz, el gas, la comida… el ocio lo dejan para lo último. Yo pago en la librería
10.000 pesos por mes de luz. Todos están cuidando el bolsillo”, admite
Waldhuter. Ediciones Manantial y Biblos compartieron el stand. “Había muy malas expectativas para este año, pero estamos
igual que el año pasado en cantidad de ejemplares. Al final, hay un clima de
resignación, como que zafamos. Es muy caro el costo del espacio en la Feria. De
hecho, hay menos stands que el año pasado. Y probablemente haya menos el
próximo año”, vaticina Mariano Vázquez.
En Librerías de las Luces, Pía Henseler confirma
que las ventas fueron “más o menos igual”. “La situación económica hace que la
gente consuma menos. Los libros no son una prioridad y eso se nota. La gente
compra un libro a 40 pesos con tarjeta, incluso el programa Ahora 3 la gente lo
usa para pagar 100 pesos. Los libros de 400 o 500 pesos no salen tanto como
antes y la gente busca cada vez más ofertas.” María José Moore de Libraria, uno
de los sellos que comparten el stand
colectivo de Sólidos Platónicos junto a Ediciones Godot, Sigilo, Aquilina,
Fiordo y Gourmet musical, entre otras, asegura que la venta en cantidad de
ejemplares es igual a la del 2016. Federico Martedi, de Colihue, dice que les
fue “más o menos igual” que el año pasado. “No fue ni muy mala ni muy buena, no
hay cambios cualitativos respecto del punto de referencia que es la feria del
año pasado”, reconoce Martedi y añade un análisis sobre el horizonte del libro
argentino. “El panorama para la industria editorial es complicado porque han
subido mucho los costos. Lo que se puede ver es que todavía hay una clase
media, en el sentido sajón del término, que sigue teniendo un relativo poder
adquisitivo que le permite consumir cultura. Pero no sé hasta cuándo sucederá
eso porque encima tenemos un punto de inflexión, que son las elecciones de
octubre. Dicen que ahí va a empezar el ajuste, como si no hubiera habido. Si
ahora aumentaron los costos diez veces y bajaron las ventas un 20 por ciento y
están los salarios congelados, imaginate lo que va a ser cuando haya ajuste.
Vamos a estar peor que en Siria… Los indicadores de la feria todavía no dan
para prever ese futuro tan trágico, pero no sé lo que va a pasar.”
Las realidades de las editoriales que declaran un
incremento en las ventas son muy disímiles. Las dos más grandes, Planeta y Penguin
Random House, aumentaron sus ventas entre un 15 a un 20 por ciento. Federico
Ronchi, de SM, destaca que la editorial amplió el espacio del stand de 64 a casi 103 metros y que las
ventas subieron un 20 por ciento. “La venta fue mejor de lo que se esperaba;
vendimos un poco más, un 10 por ciento arriba en comparación con el año
pasado”, subraya Ana Clara Azcurra Mariani del stand colectivo Los siete logos,
que incluye a editoriales como Eterna Cadencia, Mardulce, Katz, Adriana
Hidalgo, Caja Negra y Beatriz Viterbo, entre otras. “Vendimos un poco más, no
tenemos el número exacto, pero sería cerca del 5 por ciento. Como el año pasado
no fue un buen año, salimos un poco del bache, pero no es un aumento
considerable ni vemos un repunte en general”, plantea Mariano Velo de Siglo
XXI. Marcelo Poretti, de Eudeba, aclara que el balance de esta edición es
“mejor de lo previsto” con un 5 a un 10 por cierto por arriba la venta de
ejemplares, lo que significaría un 25 por ciento de aumento en la facturación
en pesos “porque no aumentamos tanto los precios de los libros”.
Sin brotes verdes
“Hubo una baja bastante importante respecto al
2016. Nosotros no somos partícipes de andar haciendo ofertas, pero tuvimos que
poner ofertas bastante considerables para poder levantar lo que estaba pasando
en la Feria. Yo creo que cayó un 40 por ciento en ejemplares”, calcula Adrián
Passarelli de Gedisa. Martín Rabinovich, de Un Lugar, editorial que comparte stand con Homo Sapiens, señala que
vendieron menos en cantidad de ejemplares y un poco arriba en pesos, inflación
mediante, en comparación con el año pasado. Cleopatra Caglieris, de Fondo de
Cultura Económica, define a esta edición como “floja”. “Hay menos gente en la
Feria y hemos vendido menos cantidad de ejemplares. En algún momento se iba a
notar el aumento de los precios y la inflación que hay, porque la gente tiene
que gastar sus ingresos en pagar los servicios y la comida”, explica Caglieris
y añade que lo único que viene creciendo año a año es la venta de los libros
infantiles y juveniles. Juan Manuel Pampín, de Corregidor, manifiesta que la
caída de las ventas fue de un 10 por ciento en ejemplares. “El sector viene con
una caída promedio del 25 por ciento. Una crisis es una oportunidad, si no dura
mucho. Lo que estamos notando es que la crisis se está extendiendo en el tiempo
y ‘los brotes verdes’ no llegaron nunca. Las espaldas para aguantar ya no son
tantas cuando venís con un año de caída neta –explica Pampín–. Nuestros precios
en dólares son espantosos y lo que se podría recuperar por exportación es
imposible. Un libro a 250 pesos, por ejemplo, es 15 o 16 dólares. Un dólar en
origen son tres dólares en destino mínimo. O sea que un libro de 15 dólares,
sale 45 dólares, lo que es inaccesible. Nosotros venimos pidiendo el Exporta
fácil, un sistema simplificado de exportación para pequeñas exportaciones de
hasta 5000 dólares, que beneficiaría mucho al sector”.
La lectora atribulada se acerca a la editorial
Prometeo de Raúl Carioli. “En ejemplares, pongamos que estamos un poco arriba”,
ironiza. “En rentabilidad doscientos mil por ciento abajo –exagera– porque los
precios de los libros aumentaron un promedio del 15 por ciento y el stand un 40
por ciento. El espacio nos costó 700 mil pesos, a eso sumale los empleados, más
el costo de reposición de los libros vendidos y tenés que calcular de costo un
millón cien. O sea que deberíamos estar vendiendo para empatar unos 60 mil
pesos diarios de promedio. Esta cifra la vendés un sábado, el resto de la
semana no hay manera”, se sincera Carioli.
–¿Prometeo logra pagar los gastos?
–¡Acá nadie logra pagar los gastos; todos mentimos!
Esa es la verdad. Agarrá desde el año 83 y fijate año por año cuánto sumó cada
uno respecto de la venta anterior: un 15 por ciento más, un 14 por ciento más y
así sucesivamente… Cuando termines de sumar todo eso, estamos vendiendo un 500
por ciento más de libros que en el 83. ¡Viste la posverdad, esto es la
posverdad! La posverdad es esa mentira que todos sabemos que es mentira, pero
que todos queremos creer que es verdad. Una de las dos grandes editoriales
tiene un millón doscientos mil pesos de gasto salarial, más dos millones de
pesos de espacio físico, más 750 mil pesos de instalación de stand. Son casi
cuatro millones de pesos, más el costo de reposición calculado al 40 por
ciento, que es un millón y medio. El total son unos 6.000.000 millones; para
empatar tiene que vender 300 mil pesos por día, que son unos 6000 mil libros
diarios. ¡Es imposible! Es una gran mentira que sostenemos todos porque es el
único momento del año en que el libro tiene espacio en los medios. Todos
queremos creer que nos va bien, pero sería un absurdo suponer que con este
gobierno, cuyo primer desaparecido fue la cultura, cuyo segundo desaparecido
fue la educación, que desinvirtió en todo, a nosotros nos va bien. Los docentes
todavía no cerraron su paritaria, las paritarias están atrasadas, el Conicet
ajustó todo su presupuesto, la Conabip ajustó su presupuesto, todos los
organismos de cultura y educación descentralizados están de ajuste, y a
nosotros nos va bárbaro. La clase media está pariendo y al libro le va
maravillosamente bien. ¡Esto es la posverdad!