Roberto
Careaga C. publicó el 18 de noviembre pasado, en la Revista de
Libros del diario chileno El Mercurio,
la siguiente nota a propósito de la versión corregida de la Divina Comedia, que, con traducción de Jorge
Aulicino, lanzó la editorial LOM. En la bajada de la nota se lee: “El
poeta y periodista argentino Jorge Aulicino se suma a la tradición de
traductores argentinos de La divina
comedia y lanza su propia versión en Chile, por editorial Lom. Su ambición
fue respetar la idea original de Dante de escribir con el lenguaje coloquial de
su época. ‘Cada época debería retraducir a los clásicos’, dice”.
Popular y actual: la nueva traducción de
Dante
“No,
espera unos años”, le dijo su padre al poeta y periodista argentino Jorge
Aulicino (Buenos Aires, 1949) cuando intentó por primera vez leer La
divina comedia . Tenía 15 años y tomó el ejemplar de su casa,
avanzó lo que pudo hasta que entendió la advertencia y la dejó. Su padre tenía
razón: no lo entendía. El momento llegó años después. Primero fue el nombre de
Dante Alighieri, citado allá y acá, mientras Aulicino crecía tomándose cada vez
más en serio la lectura y la poesía. Durante los 70, cuando empezaba su carrera
como periodista, ya no pudo evitarlo. Un día se sentó a traducir al
español La divina comedia,
pero volvió a pasar, aún no era el momento. Y finalmente, llegó. Publicada
originalmente en 2015 en Argentina por editorial Edhasa, acaba de aparecer en
Chile, bajo el sello Lom, una nueva edición de su traducción del clásico de
Dante.
Respecto
de la primera edición, la de Lom viene con correcciones y pequeños cambios.
Aulicino presentó el volumen esta semana en la casa de Pablo Neruda “La Chascona”
y antes deslumbró con su calidez en el Festival Puerto de Ideas de Valparaíso. “No
imaginaba que Dante tuviera tantos seguidores”, dice pocas horas antes de
regresar a Argentina, donde ha desarrollado una larga carrera como periodista
cultural -en diarios como Clarín- y poeta, con más de 15 libros publicados. A
esa historia suma ahora su rol de traductor, en un país con larga y fructífera
tradición en ese ámbito y específicamente de traductores de Dante.
“En
Argentina hay una obsesión en traducir La divina comedia .Yo conozco
cinco versiones y debe haber alguna otra. La primera es la clásica del
Presidente Bartolomé Mitre (en 1897). También está la de Ángel Battistessa, en
los 70. Lo curioso es que también se acerquen a la traducirla personas como el
doctor Antonio Milano (en 2003), que no tienen formación literaria o una
historia como traductor o escritor. También está el caso de un señor muy
pintoresco que se llamaba Francisco Soto y Calvo, que en la década de los 40
hizo una traducción casi risible”, cuenta Aulicino. “No sé de donde viene esa
obsesión. La verdad es que no lo entiendo. A veces pienso que debe ser por la
inmigración italiana. Pero no sé si eso lo explica. Y hoy sé que un joven poeta
lo está traduciendo. Así que sigue esta historia de traducciones argentinas”,
añade.
El caso
de Aulicino sí parece estar ligado a su ascendencia: sus padres eran hijos de
italianos y fue su mamá quien le enseñó la lengua. No de niño, sino ya por los
20 años, cuando Aulicino estaba escribiendo poesía. “En casa había toda una
tradición literaria y del idioma italiano. Y mi padre era fanático de la Comedia.
La leía en italiano. Supongo que eso también me llevó a que me interesara.
Pero, en realidad, todo esto lo descubrí después. Yo me acerco a la Comedia por
la influencia de otros poetas que la citaban. Vuelvo al texto al que me había
acercado cuando era adolescente”, cuenta Aulicino.
Cuando
Aulicino dice Comedia lo hace por su
familiaridad total con el libro, pero también hay un reconocimiento a la
decisión del propio Dante que usó solo esa palabra para titular su libro. Sería
Giovanni Bocaccio quien posteriormente bautizó el volumen como La
divina comedia y ya la historia hizo lo suyo: ese texto en
versos del siglo XIII que dio forma al imaginario del infierno, el purgatorio y
el paraíso se transformó en una inagotable fuente literaria, conocimiento,
sabiduría y admiración. Como la Odisea, La divina comedia excede
su condición literaria para pasar a ser una pieza de la construcción de la
cultura occidental. Y, por cierto, su actualidad nunca cesa: mientras aparece
la edición de Aulicino, en España editorial Acantilado lanza una nueva
traducción por José María Mico, que se titula simplemente Comedia.
Ambas versiones comparten una decisión: no respetan la rima de Dante.
“Yo
empecé a trabajar hace ya diez años. Empecé con un canto, sin más ambición.
Cuando terminé el Infierno, dije: 'Bueno, seguiré con el Purgatorio, a ver qué
pasa'. Y así fui avanzando. Cuando llegué al Paraíso me costó seguir, ahí pensé
que no iba a poder. Es muy complejo”, cuenta Aulicino, quien finalmente pasó
esa fase y llevó a cabo la tarea con todo el libro, hundiéndose en el italiano
toscano que manejaba Dante, pero también en su época y su biografía. “Es mejor
entender el tiempo de Dante. Sobre todo entender el contexto político. Y en qué
momento de su historia Dante escribe la Comedia. Lo escribe
en el exilio, cuando ya rompió con la Iglesia, con el Papa”, asegura, después
de una década trabajando. Aunque podría haber sido más: “Se puede estar
traduciendo para siempre. Infinitamente. Se puede estar toda la vida”, dice.
–¿Para qué volver a traducir La divina comedia?
–Para
acercarla al lenguaje de nuestra época. Yo creo que cada época debería
retraducir a los clásicos. No hay una única traducción estándar que pueda ir
recorriendo las épocas.
–¿Cómo surgió su pasión por el
libro?
–Cuando
empecé a escribir poesía y a tomármela en serio, alrededor de los 20 años, veía
a la Comedia por todos lados. Desde Borges, que le dedicó
nueve ensayos, hasta en escritores anglosajones, como Eliot o Ezra Pound, que
nombran la Comedia muy a menudo. Y de golpe conocí a un poeta
vanguardista argentino, experimental, Leonidas Lamborghini, y él era un
fascinado con la Comedia. Cuando me empezó a hablar
del libro yo me quedé asombradísimo: 'La Comedia es el
libro más grande la humanidad', decía. Además, él tenía toda una teoría sobre
lo paródico en la literatura, es decir que toda literatura imita a otro. Y no
estaba tan desacertado en el caso de la Comedia: decía que
era parodia de la gran literatura, cosa en la que coincide, en otros términos
con los estudios de Eric Auerbach. Dante se basaba en el estilo clásico y lo
bajaba a la tierra. Reflejaba el mundo divino o elevado en el mundo material y
terrenal.
–Y fue en ese momento que intentó
por primera vez traducirla, ¿no?
–Sí,
traté. A mí lo que me llamó muchísimo la atención fue el canto del Infierno.
Que es un delirio. Esa sí que es una escena dantesca: el diablo es un gigante
que atraviesa el centro de la tierra, y Dante y Virgilio salen del infierno
tomándose del pelo del diablo. Atraviesan el centro del mundo y llegan al
hemisferio sur, y ahí es donde encuentran la isla del Purgatorio. Qué
imaginación fantástica la de este tipo, ¿no? Todo eso lo sacó de su cabeza, no
está escrito en ningún libro sagrado, no había ninguna tradición acerca de cómo
era el cielo y el infierno, salvo imágenes medievales del diablo y del fuego.
Él inventó un mundo entero. Le dio una geografía.
–¿Qué opinión le merecen las
traducciones argentinas de Dante?
–Para mí,
las traducciones tienen una marca de época. En la Argentina hay un deporte
nacional: así como se traduce la Comedia, se critica la traducción.
Todo el mundo se burla de la traducción de Mitre. La mayoría ni la leyó,
tampoco a Dante italiano. Para mí, no está tan mal. Es una traducción del siglo
XIX. Cambia el lenguaje. El proceso del lenguaje muestra que no existe una
traducción literal, estática, sino que siempre es una traducción de época.
Luego está la traducción de Ángel Battistessa, que es mucho más moderna en el
lenguaje que la de Mitre. Aunque de todos modos yo creo que es un poco
académica. Y yo veo esa tendencia de casi todas las traducciones al español:
elevar el rango del lenguaje de Dante. Hacer un lenguaje elevado, donde Dante
está usando un lenguaje llano; lo que se llamaba en su época vulgar, y que es
hoy podríamos llamar popular, común. Y para mí lo que hay que buscar es un
equivalente del lenguaje coloquial que usa Dante. Lo que pasa es que el
lenguaje coloquial cambia de una época a otra.
–¿Usted intentó traer La
divina comedia al español coloquial del siglo
XXI?
–Yo
traté. La divina comedia también tiene momentos elevados que hay
que respetarlos. Además, él introduce palabras latinas cada tanto; bueno, es
una mescolanza. Pero la línea principal de la Comedia es el
lenguaje vulgar. No vulgar ordinario, guarango, sino que entienda todo el mundo.
Yo traté de mantenerme en ese registro, hasta donde se puede.
–¿Tiene alguna utilidad ser poeta
al momento de traducir?
–Tal vez
para comprender algunos procedimientos. Pero también se puede traducir sin
necesidad de ser poeta. Hay que comprender, eso sí, que La
divina comedia es más que un libro: es un mito. Un mito que
opera en toda la cultura occidental. Siempre estamos citándolo indirectamente.
Siempre está la idea del descenso al infierno, que para mí es lo central
la Comedia. El viaje al otro mundo. La bajada al infierno. Y eso
existe en la vida de todos, como figura, como mito. Todos decimos alguna vez: “Estuve
en un infierno”. “Mi vida es un infierno”. Todos tuvimos nuestro descenso al
infierno. Y nuestro paraíso. Eso me parece que hay que entenderlo: se está
traduciendo no un libro sagrado, pero sí uno que es mitología.
–¿Cómo se traduce un mito?
–Te da un
poco de temor, porque uno tiende a pensar que si cambia demasiado las cosas,
está cambiando las palabras de un libro sagrado. Pero si uno piensa que la
Biblia fue traducida tantas veces, por qué no se va a poder traducir Dante,
quien muchas veces aclara que no escribe un libro sagrado. Por otro lado, da
cierta libertad. Porque por ser un mito y tener una estructura tan bien
pensada, no cambia. Puedes hacer cualquier desastre desde el punto de vista de
la traducción y va a sobrevivir. De hecho, es así. Ha sobrevivido a las
traducciones más horribles y está siempre viva en cualquier versión que leas.
Te puede gustar menos la versión del español Ángel Crespo; a mí no me gusta, de
hecho, pero Dante está ahí. La Comedia
está ahí. Ese mundo vive ahí.