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El escritor y cronista Rodolfo Mendoza |
“Con el pelo corto y sus gafas de pasta gruesa, deportivas, Rodolfo Mendoza me recibe en su mesa
habitual de un conocido café del centro de la ciudad. A pesar de la inagotable
lista de pendientes que suele tener su agenda, me propone reunirme con él
durante un breve descanso de una hora, y además él invitará el café. Así
ocurre. Al llegar a la reunión, puntual en hora y fecha, Rodolfo acababa de
despedirse de otro invitado.” Así comienza la entrevista que el poeta Diego Salas (Xalapa, Veracruz, 1984) mantuvo a
propósito de la colección de traducciones que se publica en Veracruz, México,
alrededor de la figura del escritor y traductor Sergio Pitol, quien por segunda vez en esta semana aparece en este blog. El texto procede de la revista Tierra Adentro, publicada por la Conaculta, el 26 de octubre de 2013.
Entrevista con Rodolfo Mendoza,
Director de la colección “Sergio Pitol Traductor”
–¿Cuándo y cómo nace la colección Sergio
Pitol Traductor?
–La colección nació en 2007.
Fue una idea que tenía yo de reunir las traducción que Sergio Pitol había hecho
a lo largo de su vida. Como sabemos, él había comenzado a traducir en los años
sesenta, con traducciones emblemáticas. A él se debe, por ejemplo, las primeras
traducciones de muchos autores polacos. Para 1967 tenía ya preparada la Antología del cuento polaco contemporáneo,
donde había alrededor de 20 autores, muchos de ellos, con su primera traducción
al español; pero también, para ese momento, Sergio ya había hecho traducciones
del inglés y del italiano. Y todas ellas habían quedado diseminadas en varios
países, entre México, Argentina y España, traducciones que, al paso del tiempo,
se volvieron emblemáticas, como aquellas de Henry James (Los papeles de Aspern y Washington
Square) o, para seguir hablando del inglés, de Firbank con Las
excentricidades del cardenal Pirelli o
la famosa traducción de El corazón de las tinieblas de Conrad. Entonces, Sergio, el Sergio
viajero que también conocemos, lugar al que llegaba, lugar donde devoraba la
literatura, y al devorarla, descubría que había autores que no se conocían en
español. Es decir, aunque tradujo, del ruso, Un drama de caza, la única novela de
Chejov, se dio cuenta que no estaba traducido, por ejemplo, Pliniak. Al pasar
por Italia, traduce a Luigi Malerba o Elio Vittorini, que tampoco estaban en
español. Pero te decía que muchas de esas ediciones habían quedado dispersas en
todas partes o ediciones inencontrables. Por citarte un caso, la de Witold
Gombrowicz, que después sería Bakakai, habían aparecido, los tres
primeros cuentos, en un librito que se llama La virginidad y otros cuentos, en una
edición que el dirigía para Tusquets. De tal manera que, cuando me di cuenta,
durante mi camino de editor, tenía treinta o cuarenta títulos traducidos por
Sergio, que no estaban en ningún lado, y que no circulaban, salvo Cosmos,
El corazón de las tinieblas y algunas cosas de Henry James. No circulaba lo de
Lu Hsun, por ejemplo, ni El ajuste de cuentas de Tibor Déry ni La
señora Z de Kazimierz
Brandys. No circulaban muchas cosas que, según yo, valía la pena que el lector
en español conociera. Así que, previo consentimiento de Sergio, le propuse
hacer la colección a la
Editorial de la Universidad Veracruzana.
Aceptaron hacerla. Comenzamos a ver toda la parte de trámites de derechos de
autor, obtuvimos el permiso de los diecinueve autores que conforman actualmente
la colección. Y se hizo.
–¿La colección va a crecer?
–Hasta veinticinco.
–¿Serán todos los autores que tradujo Pitol?
–No, evidentemente no, porque
tú sabes que el tiempo, la época y el mundo editorial van poniendo cosas en su
lugar, y los que a Sergio le parecieron autores interesantes en los 60 y los
70, la verdad es que ya no lo son tanto, no aguantaron el paso del tiempo.
–Es evidente que esta colección, visualmente, no se parece nada a las
demás colecciones de la
Editorial. Tampoco se mueve igual. ¿Cuál fue el proceso para
decidir esto?
–No es que estuviera yo
pensando en hacer algo que no se pareciera a la universidad, pensaba en hacer
libros que me gustara hacer. Cuando uno emprende la edición de un libro, como
editor, cuando vas a preparar una colección, la edición misma se empieza a
conformar en tu cabeza a los títulos que vas a tener. Lo que se me ocurría era
hacer algo muy pegador, algo que jalara mucho la vista, algo que pudieras tener
en una mesa de novedades de cualquier lado y que, como lector, voltearas y
quisieras ver qué es, sobre todo, tratándose de una colección nueva. Ahí
tenemos los grandes aciertos de grandes editores como Jonathan Cape, en
Inglaterra; como Wagenbach, en Alemania; como la New Directions, en
Estados Unidos, ¿no? Son ediciones que se vuelven emblemáticas por el carácter
y el perfil que agarran. Si uno ve, por hablar de los editores en español, un
libro de Anagrama a diez
metros de distancia en una librería, se nota que es Anagrama.
Lo mismo pasa con Acantilado o con Pretextos.
Son colecciones o editoriales que logran su carácter. Lo que quise hacer fue
precisamente eso, hacer una colección que tuviera su carácter a los tres o
cuatro números de creada. Que tuviera su personalidad, y que tú voltearas y la
distinguieras.
Creo que la misión de
cualquier proyecto editorial es rebasar sus propias fronteras, que los libros sean
distinguibles en cualquier parte del mundo, y en ese sentido, el carácter y el
perfil de la edición ayuda mucho.
–Ese es otro gran mito sobre las casas editoriales universitarias,
aunque producen libros con buenos contenidos, su posicionamiento no suele
vencer las barreras geográficas. Y que, en parte, tal vez se deba al formato de
su producción…
–Sí, tienes razón. Y además,
es un mito absurdo eso de que las editoriales universitarias reduzcan su
producción a libros como que muy caseros. Porque “el problema” de estas casas
no es un problema en sí mismo, sino que las editoriales universitarias, no
todas, obviamente, creen que tienen como labor solamente cubrir la producción
editorial de su universidad. Sin embargo, hay casos donde no es así. Si ves
Oxford Press o Cambridge Press, te das cuenta de que hay universidad que hacen
libros fantásticos. No está divorciada la idea de hacer buenos libros, como
objetos, libros visualmente comerciales, de editar libros universitarios y con
contenidos de calidad. De tal suerte que, cuando pensé en esta colección, pensé
en lo que, no es ninguna novedad, piensa cualquier editor: que fuera una
tipografía bonita, una caja grata, que el papel te permitiera leer con mucha o
poca luz, con portadas mate, que fuera cosido, que fuera fuerte, que trajera
solapas, que si lo traías en tu coche, el sol no lo doblara ni lo hiciera
“taquito”, en fin, en algo hecho para el lector.
–Aquí, lo que parece una novedad es considerar al lector, por parte del
editor universitario…
–Al lector es al primero al
que debes de considerar. No siempre sucede, sobre todo en algunas editoriales;
pero si piensas como lo hacen las grandes editoriales, sí. Y sí, a veces las
editoriales universitarias no piensan en el “gran lector”. Hacen libros con
buenos contenidos, con buenos autores; pero se olvidan un poco de la parte del
libro como tal.
–Se dice por ahí que tienes tu propio equipo para trabajar esta
colección…
–Sí, claro, uno trabaja con su
propio equipo. Es como los médicos. El médico opera con su anestesiólogo y su
instrumentista y con su enfermera. Igual yo. Soy un hombre de manías. Me gusta
trabajar con mi propio equipo, porque además ya lo tengo muy probado. Con ellos
trabajo esto, y también La Nave y los demás proyectos. Eso no quiere
decir que no vaya descubriendo gente nueva y buena, porque a veces tenemos
tanto trabajo que hay que ampliar el equipo.
–Por la formación del libro, por la selección de autores y contenidos y
por su distribución, podemos decir que la colección Sergio Pitol Traductores uno de los
proyectos más ambiciosos que ha tenido la Editorial de la UV en estos últimos años. ¿No te enfrentaste con
reticencias cuando planteaste el proyecto? Desde políticas, económicas o de
cualquier otro tipo.
–No, en absoluto. Alguna
mínima reticencia que ahora no vale la pena ni siquiera mencionarlo, porque,
como nos decían varios amigos editores, es una colección que hubiera querido
albergar cualquier editorial. Lo que pasa es que no hay otra, hasta donde sé,
al menos en español, no hay otra colección dedicada a un traductor, aun cuando
tenemos traductores tan potentes en lengua española. A nadie se le había
ocurrido hacer una colección dedicada a un traductor. Además, para ampliar un
poco esto, tendré que decirte que la idea conceptual de donde nace es que, al
ser lector de la obra de Sergio Pitol, me di cuenta de la importancia de sus
traducciones. Las traducciones no van ni siquiera en paralelo, son parte de su
obra misma. Cuando uno lee a Sergio Pitol decir que estaba atorado con la
elaboración de Cuerpo presente, y que fue la traducción
de El buen soldado de
Ford Madox Ford la que lo hizo ver una estructura de novela y le permitió
escribir su novela, te das cuenta de cómo la traducción era parte del trabajo
creativo de Sergio. Encima de eso, le ayudó a desarrollar un manejo y un
sentido del español como pocos. Su manejo del español, para poder, no calcar,
sino mutar de un idioma a otro es espléndido. De ahí que sean tan respetadas
sus traducciones. Fabio Morábito decía que cómo le hizo Sergio para traducirSalto mortal de Malerba, cómo logró esos juegos
gramaticales y sintácticos del italiano al español. Ahí está justamente el
aporte de Sergio. Si tú ves la lucha con el ángel, en el capítulo aquel del Arte
de la fuga, cuando él está traduciendo a Andrzejewski, con la
endiabladamente difícil Las puertas del paraíso, que es una gran
frase, te das cuenta de todas las horas y todo el trabajo que le llevó lograr
esta traducción esta traducción tan importante para la lengua española.
–¿Crees que esta colección, como efecto colateral, impacte en un
mejoramiento de las condiciones de trabajo del traductor en México?
–Eso ya depende de cada quién.
Yo creo que sí se está haciendo mucha traducción y muy buena. Por alguna razón,
se sigue traduciendo más en España y quizá en Argentina. Por alguna razón, las
editoriales mexicanas apuestan un porcentaje menor a la traducción. Hay cosas
que siguen sin traducirse. Por ejemplo, cosas que en España sí voltean mucho a
ver. Es de envidia lo que están haciendo con los autores árabes. Muy pocas
editoriales están volteando hacia la
India o Asia Ahí es donde habría que voltear a ver. Aunque
seguimos teniendo muchas deudas de traducción. A mí me parece sorprendente que
no circulen en español más que algunos títulos por ahí perdidos de lo que yo
llamaría el “canon de la crítica literaria anglosajona”. Ojalá que esta idea de
reconsiderar la importancia de un autor como traductor, como en el caso de
Sergio Pitol, despierte un poco el interés entre editores y traductores para
seguir haciendo eso que son los vasos comunicantes que conocemos desde que
Ptolomeo III junto a setenta y dos cuates a traducir.
–¿Tienes pensado armar otra colección?
–Sí, tenemos dos colecciones
atoradas. Una de ellas, que nos entusiasma mucho pero no hemos logrado
cuajarla, es sobre literatura latinoamericana. Desde hace muchos años tenemos
ya un listado de lo que quisiéramos hacer, y espero que en algún momento se logre.
Porque, a estas alturas, resulta ridículo que un autor costarricense no sepa de
literatura venezolana o que lector y hasta escritores peruanos te pregunten si
vale la pena leer a José Emilio Pacheco o que un autor argentino sepa más de
literatura inglesa o francesa que de literatura colombiana. Ésa es una cuestión
muy curiosa en nuestro continente, que habiendo tantos autores imprescindibles
en Costa Rica, Venezuela, Cuba, Chile, Perú, Argentina, Paraguay, etcétera, no
los conozcamos. De tal suerte que queremos hacer, sin que eso sea un canon, una
colección desde nuestra perspectiva de lo que vale la pena leer de la
literatura latinoamericana del siglo XX. Por ejemplo, está Ednodio Quintero,
José Balza, Maria Luisa Bombal o Armonía Somers.
Te lo puedo asegurar, cuando
el lector mexicano, en principio, (porque eso ha complicado un poco la cosa, ya
lo habríamos podido sacar para México, pero estamos buscando que sí tenga una
distribución muy buena en toda Latinoamérica, porque si no, el único ganón va a
ser el lector mexicano), lea a Armonía Somers, va a decir “¿por qué no había
leído esto antes? Si es una autora tan importante como lo puede ser Virginia
Woolf”; cuando lea a Juan Filloy, dirá “¿por qué nos habíamos perdido de un
autor de esta naturaleza?; cuando lea a Maria Luisa Bombal va saber por qué le
tenía tanta admiración y casi reverencia Juan Rulfo. De esa manera es que la
tenemos planeada.