viernes, 29 de junio de 2018

Acerca del posible cierre de los traductorados de idiomas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires


Continuando con las Columnas del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, hoy es el turno de la traductora argentina Julia Benseñor, quien escribe a propósito del posible cierre de los 29 institutos terciarios no universitarios, entre los que se cuentan los institutos Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández” y el Lenguas Vivas “Sofía de Spangenberg”, donde están los traductorados literarios y técnico-científicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (C.A.B.A., por sus siglas).

¿Qué pasará con los traductorados de idiomas?

Como muchos de los lectores de este blog no viven en la ciudad de Buenos Aires y, de hecho, un alto porcentaje de ellos vive en otros países, quiero hacer una breve referencia a lo que viene sucediendo en el ámbito de la ciudad para luego abrir el espacio de este blog a quienes quieran escribir sobre el tema.

En diciembre del año pasado, el ministerio de educación de la ciudad de Buenos Aires presentó ante la legislatura un proyecto para crear una universidad que reemplace los 29 institutos terciarios no universitarios dedicados a la formación docente que existen actualmente en el ámbito de CABA. Abarca a las Escuelas Normales Superiores, las Escuelas Superiores de Educación Artística, los Institutos de Educación Superior de Formación Docente y la Escuela de Maestros.

Y con este proyecto, bautizado UniCABA, se desató un conflicto que por ahora no tiene miras de resolverse.

Para poner en autos sobre todo a los extranjeros que leen el blog, quisiera explicar por qué a los traductores literarios nos interesa un asunto que, en principio, parecería privativo de pedagogos, profesores y estudiantes de profesorados de los niveles primario y secundario. El tema nos afecta primero porque la educación nos interesa siempre. Segundo, y ya de manera mucho más específica, porque entre estos institutos que enseñan todas las disciplinas docentes, y que serían reemplazados por la UniCABA, se encuentran los especializados en idiomas, como el Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández” y el Lenguas Vivas “Sofía de Spangenberg”. Y tercero, ya metidos de lleno en nuestro campo, porque en estos dos institutos no sólo funcionan los profesorados de idiomas extranjeros, sino precisamente los traductorados literarios y técnico-científicos, carreras que en la ciudad y en el ámbito de la educación de gestión pública no existen a nivel universitario.

Volvamos al proyecto. El oficialismo porteño argumenta que se registra una caída en la matrícula de alumnos en los profesorados, que los resultados de las evaluaciones de los alumnos de nivel primario y secundario son cada vez más pobres y que existe la necesidad de jerarquizar la formación docente dándole nivel universitario, en parte para hacer más atractivas las carrerasy aumentar la matrícula de alumnos.

Ahora bien, las autoridades, los docentes y los alumnos de todos los institutos vienen rechazando este proyecto y así lo manifiestan en las calles y en todas las oportunidades que tienen para visibilizarlo. Siendo un proyecto que cambiará radicalmente la organización existente, los directivos de los institutos no fueron consultados y se enteraron, como el público general, a través de los medios, en vez de que el proyecto fuese el resultado de una construcción basada en el diálogo, la experiencia y los conocimientos técnicos de quienes vienen realizando esta tarea. Quisiera destacar que hay institutos que llevan más de cien años formando docentes y, sin embargo, fueron excluidos del debate antes de que se presentara el proyecto. Además, dada la escasa información que acompaña el proyecto, la comunidad educativa está inmersa en la incertidumbre.

Actualmente, el proyecto se está debatiendo en la Comisión de Educación de la Legislatura, donde distintos actores exponen sus posiciones a favor y en contra del proyecto.

En lo personal, una de mis principales preocupaciones es saber qué pasará con los traductorados de idiomas que funcionan dentro de estos institutos pero que, por no estar dedicados a la formación de profesores, parecen haber caído en una suerte de limbo.

Sin duda, esta es una síntesis más que breve para la envergadura de lo que está en juego, pero la idea era dar por inaugurado el partido e invitar a los jugadores que tienen mejor manejo de esta pelota a salir a la cancha.

jueves, 28 de junio de 2018

La editora argentina Ana Ojeda viaja a Frankfurt



Daniel Gigena publicó el siguiente artículo en el diario La Nación, de Buenos Aires, el pasado 27 de junio. Se hablá aquí de la beca recibido por la escritora, editora y traductora Ana Ojeda, directora editorial de El Octavo Loco y editora de Paidós.

Una editora argentina, seleccionada
para la Feria del Libro de Frankfurt

Creado en 1998, cuando se conmemoró el 50º aniversario de la Feria del Libro de Frankfurt, el Programa de Becas de esa feria alemana cumple veinte años. Hasta hoy, más de 300 editores de más de 50 países se han beneficiado con ese programa intensivo que se enfoca en el intercambio de información, el fomento del diálogo profesional y el crecimiento de las redes de jóvenes editores internacionales.

Este año, como ocurrió en 2017, viajará una representante argentina. Ana Ojeda (Buenos Aires, 1979), editora de Paidós, resultó seleccionada de un total de 111 postulantes de 42 países. En Frankfurt, se reunirá con pares de España, China, Brasil, Canadá, Francia y Eslovenia, entre otros países. Ojeda trabaja para la editorial Paidós desde 2010 y ha editado, entre otros títulos, Testo yonqui. Sexo, drogas y biopolítica, de Paul B. Preciado, #Aborto legal y seguro, de Mario Sebastiani, La dosis natural. Por qué la naturaleza nos hace más felices, más sanos y más creativos, de Florence Williams, y Gorda vanidosa. Sobre la gordura en la era del espectáculo, flamante novedad sobre cuerpos disidentes a cargo de Lux Moreno. Es, además, autora de libros de narrativa que fueron publicados por distintos sellos independientes, como Bajo la Luna, Modesto Rimba y Milena Caserola.

Los dieciséis editores que participan del programa de becas deben ser menores de 40 años y tener un dominio del inglés. Viajarán una semana antes del inicio de la Feria a la ciudad natal de Goethe, a visitar editoriales y librerías en varias ciudades alemanas, y asistirán a presentaciones y encuentros. Como contrapartida, se les pide que brinden a sus colegas y a los organizadores de la Feria un panorama del mercado editorial de sus países de origen. Eso convierte el intercambio en una valiosa experiencia multicultural de transmisión y aprendizaje sobre el mundo del libro.

La Feria del Libro de Frankfurt es la más importante del mundo para el sector editorial. Allí, el objetivo no es la venta de ejemplares sino la compraventa de derechos de los títulos que se leerán durante los años siguientes en diversos países. La Feria se realiza cada año en la segunda semana de octubre.

Argentinos en Frankfurt

“Me postulé a ese programa porque los exponentes más conspicuos del espectro editorial internacional se dan cita en la Feria de Frankfurt –cuenta Ojeda a La Nación –. Es un espacio de aprendizaje y la posibilidad de sumar experiencia en un ámbito enfocado en la compraventa de derechos, cuya escala es impensable en la Argentina. Es ir a la tierra del verdadero negocio editorial”. El programa que impulsa la Feria acerca mundos editoriales que tienen pocos puntos de contacto entre sí, como el de China, el de Bélgica y el argentino, por nombrar a tres invitados para la edición de 2018. “Permite saber cómo se hacen las cosas en otros lugares”, agrega la joven editora.

Para Ojeda, el mundo de la edición argentina refleja una grieta cultural. “Tenemos grandes grupos multinacionales y pequeñísimos sellos editoriales, y la veta comercial está solo del lado de los primeros. En el otro extremo me parece que hay apenas una economía de supervivencia, pero sin renta ni plusvalía. Faltan más sellos nacionales de envergadura comercial, como lo fue Emecé en algún momento, que habiliten la circulación de autores nacionales con la potencia que tiene un emprendimiento comercial”. En su opinión, no solo falta dinero sino también políticas públicas de apoyo a la edición y de salvaguarda de los sellos locales pequeños y medianos. “El precio del papel se cotiza en dólares, es un insumo a la vez fundamental y prohibitivo, además de ser un commodity monopólico en la Argentina”, concluye.

Ojeda no es la primera representante del mundo editorial local que asiste a ese programa de la Feria de Frankfurt. En 2017, participó del programa Hernán López Winnie, editor de Godot y organizador de la Feria de Editores junto con Víctor Malumián. Este año la Feria de Editores se hará en Ciudad Cultural Konex del 10 al 12 agosto. “Conocí a profesionales de países muy diferentes, cada uno con su propia visión y su propio mercado. Las diferencias muchas veces son abismales. Me tocó viajar con una editora de Islandia, una de Finlandia, un editor de India y una editora de Brasil. Se conocen mercados y editoriales de tamaños muy diversos”, comenta López Winnie.

Gracias al recorrido por editoriales alemanas pequeñas, medianas y gigantes, los editores extranjeros pueden entender mejor su funcionamiento y tomar ideas para sus propios proyectos. “Las visitas a algunas librerías también sirven para entender la dinámica de la cadena del libro en Alemania, que es completamente diferente de la nuestra. No existe la consignación y tienen un sistema de distribución perfectamente aceitado, por ejemplo”. Por último, y no por eso menos importante, el programa facilita el intercambio de información sobre los emprendimientos editoriales de la Argentina para que, por fin algún día, se puedan trascender las fronteras del mercado editorial local.

miércoles, 27 de junio de 2018

"Se trata de hacer fuerza sobre la realidad"

Siguiendo con el tema de la entrada de ayer, el siguiente artículo de Patricia Kolesnicov, publicado en el diario Clarín del día 20 de junio pasado, añade otros puntos de vista a lo que tal vez sea una incipiente polémica debida a lo que algunos llaman “sexismo de la lengua”

Lenguaje inclusivo: 
viva la "e" y que gobierne

Ay, qué enojo produjo que unos chicos hayan empezado a usar la letra “e” para tratarse entre ellos, para decir esas palabras que buscan incluir a todos y que hasta ahora solían –no siempre– terminar en “o”. Parafraseando a una colega, si durante el debate del aborto fuimos 44 millones de ginecólogos y ahora somos 44 millones de directores técnicos, una piba hablando con la “e” en cámara está alumbrando a 44 millones de lingüistas. “El masculino funciona como neutro e incluye a todos”, nos dirán algunos, a la hora de explicar que esto siempre así y lo que así fue siempre así está bien.

La lengua, claro, es un sistema, una construcción y cuando se mueve algo, crujen otras cosas. Eso no impide, claro, que no se quede quieta. Nunca.

La lengua, de paso, carga sentido, todo en ella habla de quienes la hacemos. Ah, justo el masculino expresa a la humanidad, qué casualidad. Esas cosas.

En un artículo en el sitio El gato y la caja, Sol Minoldo y Juan Cruz Balián cuentan que ya hay estudios que muestran “que la lengua con la que hablamos tiene mucho que ver con la forma en que pensamos en el espacio, el tiempo y el movimiento”. El género gramatical, claro, no tiene que ver con el sexo. Ya se explicó mil veces: en castellano “tren” es masculino y en hebreo, femenino. El mismo objeto.

Sin embargo, los autores señalan investigaciones que demuestran que alguna relación hay entre ese género gramatical, que es arbitrario y no sexual, y la manera en que los hablantes, nosotros, percibimos ese objeto. Citan, puntualmente, un estudio de Lera Boroditsky, de la Universidad de California San Diego. Ella mostró, por ejemplo, que la llave, que en alemán se dice en masculino, es descripta por quienes hablan ese idioma como “dura, pesada, metalizada, útil”. Y que quienes hablan castellano ven la misma llave “dorada”, pequeña”, adorable”, brillante y diminuta”. Se entiende.

Hablar con “e” es, de alguna manera, pensar en todas esas cosas y hacer fuerza para que algo cambie. O mostrar que ya ha cambiado.

“Esto no empieza ahora, hace tiempo que usamos un lenguaje políticamente correcto”, dice Alejandro Raiter, titular de la cátedra de Sociolingüística en la UBA. No necesita dar ejemplos, se saben: ya no se dice “ese negro” y en la tele ningún relator le gritaría “paralítico” a un jugador que la pifie.

La lengua no es neutra –dice Raiter–, y la prueba de que es ideológica es que cambiarla molesta tanto”. Las formas de denominar, dice, son ideológicas, “por eso en las novelas rusas se habla del padrecito zar” (se podría hablar del tirano zar).

Lo de la inclusión, explica, no es una locura argentina. En los textos de lingüística escritos en inglés donde se habla de cómo adquirimos el lenguaje, hace 30 años se hablaba del bebé como “it” (el neutro, que sirve para nombrar cosas) y ahora, que no es lindo ver a un bebé como una cosa se le dice... “she” (ella). ¿Por qué “ella”? Porque se decidió que si hasta ese momento era el masculino el que representaba a ambos géneros, ahora es el femenino.

Hay otros cambios, señala Raiter: por las series, muchos niños dicen “pastel” y “columpio” –por “torta” y “hamaca”. Eso también enoja.

En el fondo, señala, hay una disputa por el poder. “La RAE cree que es la única que legisla, pero acá viene un grupo y demuestra que no”. Entonces el lenguaje se usa para tomar posición, para pararse en el mundo. “Los jóvenes son el grupo más innovador del momento y producen una crisis de hegemonía, no aceptan la norma. Hace rato que dicen ‘vieja’ para varones y mujeres. Usan ‘pelotudo’ como vocativo e ‘hijo de puta’ como admirativo”. No es que en la lengua todo estaba quieto y ahora apareció un cambio: la lengua ya estaba sujeta a muchas presiones, algunas vinculadas al género”.

¿Quieren otros cambios? Les hablan de “vos” a los profesores. Pero si el “vos” se usaba para demostrar cercanía... ¿se borró esa diferenciación? “No, ahora para cercanía usan ‘boludo’”, explica Raiter.

¿Cómo entender lo de la “E”? Como la aparición de normas de uso que se proponen por sobre la corrección gramatical”, dice Raiter. El cambio, señala, es más fácil cuando se trata de palabras y más difícil cuando es gramatical, como ocurre ahora. Pero, en definitiva se trata de hacer fuerza sobre la realidad. “No lo veo como algo separado esto de no decir ‘negro’ y lo de las mujeres”, dice. “Profesores de mi generación tenemos que tener cuidado, al dar clase, de no generalizar siempre en masculino, si no, en ese contexto, es uno el que suena raro”.


martes, 26 de junio de 2018

¿En qué medida el lenguaje "inclusivo" incluye?

El tema está cada vez más presente y da la sensación de que, para no caldear los ánimos, quienes podrían opinar con algún fundamento, se llaman a silencio. Por eso, para abrir las posibilidades de un debate serio, vale la pena leer el siguiente artículo de Mariano Monserrat (Buenos Aires, 1968), profesor de inglés graduado del Instituto de Profesorado Joaquín V. González, donde actualmente se desempeña como profesor de Lengua Inglesa, quien además es Magíster en Educación con Orientación en Gestión Educativa de UdeSA y Doctorando en Educación en la Universidad de San Andrés con especialización en temas de educación comparada y diversidad cultural. 

Acerca de todos y todas, 
tod@s, todxs, todes y todis
(y de los debates que subyacen a estos fenómenos)

Hace tiempo que la cuestión del lenguaje inclusivo, o castellano inclusivo, circula en nuestra sociedad, y muchas veces, quienes lo utilizan o lo denostan respectivamente poseen diferentes definiciones, e incluso, motivaciones profundas para usarlo o ridiculizarlo. En este breve escrito, me propongo reflexionar brevemente sobre algunos de los supuestos y de los axiomas metanarrativos que subyacen a la cuestión.

Analicemos uno de los casos paradigmáticos de los últimos años que arranca con el "todos y todas" de Cristina como declaración política de que las mujeres cuentan y se encuentran en un plano de igualdad con los hombres. Casi inmediatamente, este comienza a tener correlatos escritos, primero en "tod@s" para luego mutar en "todxs" y la actual propuesta de "todes". La primera pregunta que cabe hacerse es si las personas que utilizan estas formas creen que realmente están incluyendo, “haciendo lugar” al otro.

Yo creo que sí, que muchos de “elles” genuinamente lo creen, ya que derivan su postura de una metanarrativa del conflicto donde todo es un juego de poder, y lo que simplemente prima es qué grupo (o tribu) se queda con el premio de la dominación social, es decir, qué tribu se arroga el derecho de dictar las formas de vivir al otro. Derivados de esta metanarrativa son la teoría del patriarcado, el privilegio del hombre blanco, la hetero-norma, etc. Como tales, estos son axiomas, forma elegante de decir que son dogmas sin comprobación empírica, pero para estos sectores, la “ciencia” (sobre todo las biológicas) es otra gran empresa del patriarcado y capitalismo occidental como forma de dominación, sobre todo si producen un hallazgo que perciban como peligroso a su agenda “progresista”. ¿Por qué esta pequeña aclaración? Porque de no comprenderse este punto de partida axiomático difícilmente se entienda el carácter fanático, a veces rayano en lo ridículo de quienes lo utilizan. El ser humano necesita constantemente hacer sentido del mundo, y hace tiempo que Dios ha muerto, y muchas de estas causas tienen el potencial de dotar de sentido, generar identidades y hacernos creer que estamos del lado de los “buenos”. Como mecanismo inconsciente, funciona a la manera de un virtue signalling, (un señalamiento de la virtud) es decir, su uso de/muestra mi virtud pública con una señal que delata mi afiliación al grupo de los "buenos" y "sensibles", o para decirlo de otra forma, mi afiliación a una determinada tribu, tribu progresista por antonomasia. Así, en tiempos de redes sociales, es más importante parecer que ser. Así, en la posmodernidad, es más importante “mostrarme” inclusivo enviando señales lingüísticas, que necesariamente serlo a través de mis acciones, compromiso social, pero por sobre todo, compromiso diario con mis congéneres humanos.

En un plano ya más lingüístico, el constante cambio de las formas no hace más que confundir y entorpecer la comunicación, ya que uno de los principios básicos de las lenguas humanas es que son sistemas colectivos que permiten una comunicación clara y efectiva, por lo que los cambios se introducen no porque la Real Academia los dicte (en el caso del castellano) sino porque como un organismo vivo y sumamente dinámico, el castellano los acepta o los rechaza. Y cuando decimos el castellano, decimos el inconsciente colectivo lingüístico del que TODOS somos parte, del primero al último de los hablantes, sin importar nuestro género, credo, raza o condición social. Como tal, esta empresa colectiva es la más gloriosa que la humanidad haya emprendido alguna vez, y habla del carácter profundamente democrático de esta aventura.

Como mencionamos anteriormente, el uso de este tipo de lenguaje (además de viejo y “cipayo”: origen USA) se basa en la premisa de que si altero las formas lingüísticas altero entonces las conductas, es decir, la percepción del mundo. Como tal, es una vieja deformación de la tesis de Sapir-Whorf, quienes, creo, nunca la hubieran llevado a estos extremos. Es evidente que las lenguas y las culturas moldean nuestras formas de pensar, pero nunca en formas lineales o monocausales. Si los pueblos esquimales tenían, según la clásica anécdota, 50 palabras para describir la nieve, de esto no se sigue que percibían a la nieve de forma “diferente” o más poética, sino que la posesión de tal conocimiento específico ponía en juego su propia supervivencia. Diferenciar entre una tormenta de nieve letal o una leve podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. El ser humano refina sus herramientas como respuesta al medio ambiente con el que interactúa y esta habilidad habla de lo glorioso de nuestra mente lingüística. Las lenguas exportan e importan elementos, se hibridizan y enriquecen, y así, lexis, debates y nuevos conceptos circulan por el globo enriqueciendo el acervo cultural y la vida de las personas.

La transformación del mundo se opera en el plano de las prácticas, como pudimos ver con la media sanción de la ley del aborto. La obsesión con mostrarse "inclusivo" con el lenguaje puede llevar a hacer creer que ahí se encuentra la verdadera batalla, y no en la transformación de las condiciones de vida de las personas, desviando la atención de lo que sucede a nuestro alrededor. Por otro lado, el poder fáctico ADORA estos debates, los fomenta, los disfruta y los coopta. Mientras las personas se sienten incluidas en el grupo de los buenos, autocongratulándose por su bondad inherente y avisándonos “que el patriarcado se va a caer”, la administración nacional conculca derechos como nunca antes a la vez que dice mostrarse “inclusivo” y “preocupado” por el gender gap entre hombres y mujeres.

En síntesis, es mi tesis que "incluir" lingüísticamente no es brindar respeto. Tal como lo señala el sociólogo Richard Sennett, el respeto en un mundo de desiguales es una de las artes más difíciles de desarrollar, ya que desde una supuesta convicción intransigente acerca de mi propia “bondad”, puedo tratar condescendiente y paternalistamente a quién se pretende incluir, e inclusive, usurpar su voz. ¿Para qué va a hablar el OTRO si yo ya sé lo que tiene que decir? ¿Si yo ya puedo hablar por él? ¿Si mis certidumbres morales no hacen lugar a ninguna otra cosa?.

Por último, las lenguas no son más o menos patriarcales o machistas, tesis por lo menos altamente debatible. Son las personas las que lo son. Si seguimos esa tesis, el español es una lengua mucho más machista que el inglés, ya que presenta género para la mayoría de sus sustantivos, mientras que el inglés, por el contrario, prácticamente no lo posee (gender neutral). Entonces, las culturas anglosajonas debieran ser supuestamente más inclusivas, progresistas y avanzadas. Sin embargo, en USA, las últimas estadísticas hablan de 5 femicidios promedio por día y, en las clases populares en todos los países es el alcohol el que potencia la violencia de género, no el supuesto lenguaje machista de sus miembros. ¿Dónde se encuentra aquí la supuesta influencia directa de la lengua sobre las conductas?

Tal vez, necesitemos acostumbrarnos a pensar, y siempre se los digo a mis alumnos, que las lenguas son el producto más complejo, maravilloso y sofisticado que la mente colectiva humana ha sido capaz de construir. Si deseás maravillarte y ver a la más antigua democracia en funcionamiento, andá y observá como cambios léxicos viajan a través de las clases sociales, quienes los reapropian, les otorgan nuevos sentidos y los usan como formas de humor o resistencia. Así, una agrupación como “Putos Peronistas” realiza una declaración política de principios enfrentándose a la folklórica cultura machista peronista. Es una forma de decir: soy peronista y puto, ¿y qué? Y aquí estriba una de las claves: el uso del humor como herramienta de conquista del otro, del respeto y la admiración del otro. No se trata jamás de un top-down approach llevado a cabo por una casta de iluminados, pequeño-burgueses y desvinculados del mundo real. Como Orwell bien señala a través de su personaje Winston Smith, el epitome del personaje invisible, la esperanza se encuentra siempre en las proles, y las proles son el pueblo, no una pequeña burguesía plagada de certidumbres morales, santurronería e impulsos totalitarios. Y es 1984 que cuenta con el famoso apéndice acerca de los principios de Newspeak, donde entre más reduzco el vocabulario de las personas, más restrinjo su posibilidad de pensar en términos abstractos. Así, si no existe "libertad", difícilmente pueda imaginarla. Todos estos intentos fracasan y mutan porque las lenguas no pueden ser controladas, y todo intento de hacerlo, aun con la mejor de las intenciones, no es más que un intento pseudo-fascista, pseudo-científico y altamente tranquilizante para quien lo emite. La planificación lingüística, de izquierda o derecha, está llamada a fracasar porque las lenguas son organismos vivos que se ríen de la RAE y de cualquier grupo que intente controlarlas, sin importar en nombre de qué principio lo haga. No en vano, el inglés jamás ha tenido una academia que regule su uso.

Brindemos respeto a través de nuestras acciones vitales, en mi caso personal desterré hace ya décadas los términos "negro", "puto" y otros por convicciones político-espirituales. Ya no me representaban en el despertar de mi conciencia y de mi experiencia vital. Fue un proceso doloroso de aceptación y crecimiento, allí donde gradualmente descubría que mi forma de percibir el mundo evolucionaba. Y aunque el lenguaje formaba una parte de esa percepción, era solo eso, una parte y no el todo. La evolución de los pueblos no se construye en las modas, sino en la transformación profunda de la psiquis a través de la experiencia, siempre de adentro hacia afuera. No todo lo supuestamente "progre" es cool, sino que muchas veces demuestra la gran ignorancia acerca de cómo operan los sistemas lingüísticos y la cantidad de supersticiones que abundan al respecto. Somos argentinos y como tales, actuamos con la suficiencia y convicción de quién siempre se sabe superior, no dialogando, no debatiendo y no construyendo solidaridades. Y este sea tal vez uno de los pecados centrales de estas posturas. En su arrogancia y certidumbre “progresista” no registra cuánto aliena a la mayor parte de la población.Y no, no molesta, aliena y la mayor parte de las personas los percibe como debates de una elite más preocupada por decirle al otro cómo tiene que hablar que de ocuparse de trabajar CON otros, construyendo lazos de solidaridad.

Por último, al liberalismo norteamericano con sus obsesiones burguesas sobre el patriarcado, whiteman´s privilege, la teoría de la opresión y demás yerbas le costó tener como presidente a Trump, quien supo interpretar magistralmente el hartazgo de una gran parte de la población. En casa, sigamos insistiendo en este sentido que siempre podremos encontrar reacciones pseudo-fascistas de derecha aún peores que las actuales.


viernes, 22 de junio de 2018

El peruano Mario Montalbetti en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires


En el encuentro de junio del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, el poeta y lingüista peruano Mario Montalbetti partió de la idea de Alain Badiou de que los poemas, los grandes poemas, siempre se dejan traducir a pesar de todo lo que pueden perder en prosodia, ritmo, sonido y cadencias, porque lo que realmente importa es el silencio que crea el poema. Para ilustar ese punto de vista, se sirvió de un texto de Jorge Luis Borges escrito en 1938, que, tomando como excusa dos traducciones al inglés de un mismo texto chino, llevan a dos fragmentos completamente diferentes que terminan constituyéndose en el “misterioso escepticismo” del autor de “El Aleph” sobre la traducción.

El video de esta reunión puede verse aquí:
https://www.youtube.com/watch?v=WpTz-MvhY9g


Mario Montalbetti (Lima, 1953) es Profesor Principal de Lingüística en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha escrito nueve libros de poemas:Perro Negro (1978), Fin Desierto(1995 y 1997), Llantos Elíseos (2002), Cinco segundos de horizonte (2005), El lenguaje es un revólver para dos (2008),Ocho cuartetas contra el caballo de paso peruano (2008), Apolo cupisnique (2012), Vietnam(2014), Simio meditando (2016) yNotas para un seminario sobre Foucault (2018). Su poesía reunida ha aparecido bajo el título de Lejos de mí decirles (Editorial Aldus, Ciudad de México 2013 y Ediciones Liliputienses, Cáceres 2014); una selección de la misma apareció bajo el título En una lengua rompida en Ruido Blanco (Quito, 2017) y otra bajo el títuloHuir no es mejor plan en Mansalva (Buenos Aires, 2017). También ha publicado Lacan arquitectura (con J. Stillemans, Fondo Editorial PUCP, Lima 2009); Cajas, un estudio sobre lenguaje y sentido (Fondo Editorial de la PUCP, Lima 2012), la colección de ensayos Cualquier hombres es una isla (Fondo de Cultura Económica, Lima 2014) y recientemente El más crudo invierno. Notas a un poema de Blanca Varela (Fondo de Cultura Económica, Lima 2016). Es miembro del Comité Editorial de la revista Hueso Húmero.


jueves, 21 de junio de 2018

James MacPherson y sus "traducciones" de Ossian: una historia de cuando la falsificación y el plagio todavía no eran intertextualidad


“De origen escocés, el autor juró recopilar poesía antigua de las Highlands, que se convirtieron en un éxito editorial y que atribuyó a Ossian, un bardo ciego del siglo III, que fue admirado por Lord Byron, Napoleón, Thoreau, Whitman y Hume, entre otros”: así dice la bajada de la nota que el escritor y traductor argentino Ariel Magnus publicó en el número de InfoBAE correspondiente al 19 de junio pasado.

James Macpherson, el farsante más importante
de la historia de la literatura

James Macpherson –el falsario más trascendente de la historia de la literatura– nació a fines de 1736 en, por así decirlo, Escocia. A los nueve años vio cómo Inglaterra aplastaba la rebelión del '45, último intento de los jacobinos escoceses por recuperar la soberanía de su país y vio cómo el gaélico fue eliminado de la curricula.

Se crió en ese clima de cataclismo nacional y a los veinte años ya había publicado un poema épico, si bien el éxito de esta composición juvenil no pasó de eso: ser publicable.

Al margen, Macpherson gustaba recolectar baladas populares de las Highlands, o al menos eso fue lo que dijo cuando el azar lo acercó a John Home, famoso dramaturgo escocés que más tarde publicó una tragedia curiosamente titulada Descubrimiento fatal. A instancias de Home, y aclarando que lo hacía en contra de su voluntad, Macpherson cometió una traducción al inglés de estas baladas. Los Fragmentos de poesía antigua recogidos en las tierras altas de Escocia y traducidos del gaélico fueron un éxito rotundo: dos ediciones se agotaron el mismo año de su publicación, 1760.

Convencidos por Macpherson (o convenciéndolo a Macpherson) de que esos trozos de poesía debían ser parte de alguna epopeya más generosa, el clan literario de Edimburgo juntó los fondos necesarios para subvencionarle al joven una expedición por el norte del país. La aparición de los poemas épicos Fingal y Temora demuestran que Macpherson encontró lo que buscaba, o buscó lo que ya había encontrado. Las obras, de las que Macpherson decía ser sólo un traductor literal, fueron adjudicadas a Ossian, bardo ciego escocés del siglo III d. C., “el último de su raza”. Una infinita Disertación del profesor Blair y un portentoso aparato crítico verosimilizaban el producto. Un producto cuyo éxito es casi imposible exagerar.

Sobra decir que los primeros en aclamar a Ossian fueron los escoceses, entre ellos el filósofo David Hume. Con los rimados lamentos de este lírico pre-cristiano, las Highlands pasaban de ser un nido de salvajes analfabetos a ser la cuna de una raza de guerreros no menos gloriosa que el poeta que la cantaba.

La gente comenzó a viajar al norte para conocer la geografía ossiánica, y no tardaron en llegar los primeros reportes informando que se había descubierto la cueva del bardo. Walter Scott, el creador de la novela histórica, debe las ideas de sus primeros trabajos, y acaso hasta el éxito de los mismos, a sus repetidas lecturas del legendario ancestro. En Inglaterra, Lord Byron, Carlyle, Coleridge, Blake, Wordsworth y el resto de los poetas del incipiente movimiento romántico se cansaron de alabar al lacrimógeno Ossian, y de imitarlo.

Cruzando el canal —adonde el bardo atracó con el auspicio de Diderot—, Madame de Stäel lo bautizó “el Homero del norte” y Napoleón lo quería más que al del sur (aún se conserva su copia personal del libro). Del otro lado del Atlántico, Thomas Jefferson, tercer presidente de Norteamérica, le escribe a Macpherson que sus traducciones son para él “fuente de diarios placeres”. Emerson, Thoreau, Hazlitt, Longfellow, Melville y hasta Walt Whitman (que recitaba los poemas de Ossian junto al mar) no pensaban muy distinto.

Cuba, Colombia, Perú, Brasil y Uruguay también tuvieron sus traductores autóctonos. En Argentina, no hay personaje público cuyos escritos no contemplen explícitas alusiones al último de los celtas. Esteban Echeverría, Ricardo Gutiérrez, José Mármol, Tomás Guido, Nicolás Avellaneda todas las calles conducen a Ossian.

Pero lo dicho es igual a nada si lo comparamos al caso de Alemania, donde surgieron más traducciones de Ossian que en toda Europa. El primero y más entusiasta amante del vate fue Gottfried Herder, cuyas revolucionarias teorías lingüísticas se basan en (y se ven confirmadas por) los poemas de Macpherson. Contagiado por Herder, Goethe declaró que “Ossian ha reemplazado a Homero en mi corazón”. Su Werther, la novela más popular de la época, remata con la larguísima traducción de un poema ossiánico.

Klopstock declaró que los germanos eran descendientes de los celtas y creó una logia de bardos (la Bardendichtung o poesía bárdica, más conocida como Bardengeschrei o griterío bárdico). Los almanaques traían citas de Ossian, los cuadernos de texto para aprender inglés se valían de versiones simples del ya bastante simple Ossian. Escritores, filósofos, pintores y músicos caen presas de su encanto. Alemania fue también el país en donde más se leyó a los falsos traductores de Ossian, que publicaban en nombre del bardo sus propias composiciones.

Como contrapeso a esta histeria colectiva, surge la voluminosa figura del Doctor Samuel Johnson. Él, que tan alegremente se había dejado embaucar por el falsario William Lauder, que tan íntimo era en ese momento del falsario George Psalmanazar, fue el máximo enemigo de Macpherson.

Emprendió su Journey to the Western Islands of Scotland (1775) casi exclusivamente para desbaratar el mito de Ossian. Para el Doc, lo único que podía probar la veracidad de los poemas eran los manuscritos que Macpherson decía tener en su poder. En efecto, nadie vio jamás esos papeles, salvedad hecha de algún que otro testigo tan o más dudoso que los papeles mismos.

Mientras Johnson buscaba pruebas fehacientes fuera de la obra, otros escépticos creían ya haberlas encontrado en los poemas mismos. Macpherson se había cuidado de no ser anacrónico en sus comparaciones, lo que despertó las iras de Horace Walpole (“Estoy cansado de leer de cuántas maneras un guerrero es parecido a la luna, al sol o a una roca”); sin embargo, su sofisticado supernaturalismo prescinde del zorro y del salmón, ubicuos en las verdaderas baladas gaélicas. Algún analista notó además que las rutas escocesas del siglo III no estaban preparadas para soportar los carros que utilizan los héroes ossiánicos; algún otro dio a entender que bastaba estar al tanto de cómo los escoceses solían tratar a sus mujeres para desconfiar de la galantería y la ternura de Ossian.

Pero el golpe fatal a su credibilidad le llegó recién después de muerto, con la publicación casi simultánea del Report of the Highland Society of Scotland y de la demoledora edición de sus poemas por parte de Malcom Laing (1805). La comisión de la Highland Society remata su larga pesquisa sobre el tema (que incluyó viajes al lugar del crimen e interrogatorios policiales a los involucrados) estatuyendo que “si bien la historia de Ossian y Fingal ha existido desde tiempos inmemorables, Macpherson ha editado con bastante libertad sus originales, introduciendo además pasajes de su propio cuño” (Tal como si de acá a algunas décadas alguien diera a luz la traducción literal de un largo poema épico del siglo VI inspirado en tres o cuatro tangos, por comparar cosas chicas con grandes).

Laing, que confiesa haber sido un admirador de Ossian en su juventud, llegó mediante un estudio inmanente de la obra a conclusiones menos ambiguas: casi todo era un plagio. Verso a verso Laing demuestra que no hay frase de Macpherson que desconozca su calco en los Salmos bíblicos, en Homero, en Virgilio, en Milton y hasta en algunos escritores contemporáneos. Lo guió en esta tarea el propio Macpherson, quien supo plagar la primera edición de sus poemas con notas al pie indicando los paralelos de Ossian con “el resto de los antiguos” (las notas desaparecieron en la última edición de 1773).

Macpherson tampoco se privó de insertar la descripción de un escudo, extenderse en comparaciones, abusar del asíndeton y de la parataxis, fabular etimologías, poner asteriscos donde los originales “presentaban lagunas”, marcar interpolaciones tardías en sus fuentes o declarar espurios ciertos pasajes. “No sabemos si admirar el descaro del traductor o la crédula simplicidad del público”, anota Laing.

Mientras que Lord Byron prefirió hacer de su juveniles faltas virtud, aclamando la prosa rimada de Ossian como sublime, fuera o no auténtica, otros (no muchos) supieron ser menos incautos. Goethe explicó que su Werther lee a Homero mientras todavía está sano, y que sólo lo cambia por Ossian cuando ya se ha vuelto loco. Lichtenberg, que había escrito Homero y Ossian en alguna de sus notas, lo cambió luego por Homero y Shakespeare y Horacio y Swift. Jacob Grimm, quizá el más herido en su orgullo personal por el engaño, dejó inconcluso su libro sobre Ossian y se dedicó al Kalevala de Elías Lönnrot (también acusado más tarde de fragua folclórica, lo mismo que los Märchen del propio Grimm).

Pero volviendo a Macpherson. Semanas después de publicado Temora, el traductor creyó conveniente abandonar Londres rumbo a Norteamérica. Se supone que en el viaje se perdieron varios de sus originales (los otros papeles, incluidos sus diarios, desaparecieron misteriosamente en 1868).

Tres años más tarde, de vuelta en Londres, se dio a la política y a la historia. Sus producciones fueron duramente criticadas (alguien llegó a preguntarle si sus historias también estaban traducidas del gaélico), pero contaban siempre con el aval del público y supieron ganarse un defensor capital, el historiador británico Edward Gibbon.

A los 55 años, Macpherson entró al parlamento, honor que conservó hasta su muerte en 1796. Se hizo enterrar en la Abadía de Westminster, cerca del panteón de los poetas y de su archienemigo Johnson. “El primer poeta romántico” (Borges) dejó, aparte de lo dicho y de una calamitosa traducción de la Ilíada en versos ossiánicos, cuatro o cinco hijos ilegítimos. Eso y un castillo de cuya magnitud llegó a arrepentirse: “La verdad –le escribe a un amigo– es que no parecía tan grande en el papel. Pero he ido demasiado lejos; no puedo frenar todo sin desacreditarme.”










miércoles, 20 de junio de 2018

La editorial EUDEBA es un recuerdo de la cultura argentina de antes de que gobernaran los brutos


El 17 de junio pasado, Ezequiel Viéitez publicó en el diario Clarín la siguiente nota sobre la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), que próximamente reabre su local de la Av. Rivadavia 1573, en la Capital Federal.

El artículo es bienintencionado, aunque nada dice de la importancia de Arnaldo Orfila Reynal (1897-1998), ex director del Fondo de Cultura Económica y fundador de la editorial Siglo XXI, quien asesoró y ordenó a EUDEBA en 1957, poniendo como director a Boris Spivacow (1915-1994). Tampoco se precisa cómo, durante la época de oro del peronismo revolucionario, se dejaron de pagar derechos a las Presses Universitaires de France (PUF), entre otras editoriales universitarias extranjeras, perdiéndose los derechos de buena parte del catálogo, rápidamente adquirido por editoriales españolas que no parecían tener tantos problemas con los “cipayos” que escribían sobre Grecia, Roma o la Edad Media. Ni se menciona cómo, durante el “reverdecer democrático” de los primeros años de Alfonsín, los jóvenes radicales de Franja Morada, provenientes del departamento de publicaciones del Ciclo Básico de la Universidad de Buenos Aires –uno de ellos hoy es un “filósofo” mediático– desembarcaron en EUDEBA y produjeron, con petulancia e ineficacia, un verdadero cataclismo en el funcionamiento de la editorial (sin mencionar el caso del director que los trajo y que usó la tarjeta corporativa para su provecho personal, posteriormente despedido discretamente porque se trataba de un destacado intelectual de aquellos años). A pesar de todo esto, vale la pena recordar que, mal que mal, EUDEBA todavía existe y que su proyecto apuntaba a la construcción de un país que finalmente nunca tuvo lugar.

Eudeba cumple 60: la editorial que brilló
y sufrió al compás del país

Seis décadas que, a pesar de los quiebres institucionales y económicos que golpearon al país, crearon una mística. El domingo 24 la Editorial Eudeba –casa editora de la Universidad de Buenos Aires– cumple 60 años. Nació con un lema que por años adornó sus locales: “Libros para ser libres”, con ediciones de calidad a precios populares y que se llevaron a puestos de venta callejeros propios y a kioscos de diarios. Donde estaba la gente, estaba Eudeba. En los ‘60, aún recién nacida, ya era la principal editorial universitaria de habla hispana.

Esa identidad se construyó con la potencia de su primer gerente general, Boris Spivacow, un licenciado en Matemática porteño que llegaba desde la Editorial Abril para iniciar el proyecto. Ese mismo año, 1958, el filósofo Risieri Frondizi –hermano del entonces flamante presidente de la Nación– había asumido el cargo de rector de la UBA, en el marco de una universidad que ganaba autonomía y pluralidad. Spivacow sumaba sus ideas-fuerza: “Libros para todos” y “Libros al precio de un kilo de pan”. Daría lugar a un fenómeno editorial.

“Generó un proyecto abierto a todos los públicos”, le dice a Clarín Luis Quevedo, actual gerente general. Con Spivacow, la editorial vivió su época de oro hasta 1966, cuando el editor renunció tras el golpe militar de Juan Carlos Onganía y la Noche de los Bastones Largos, esa en que las fuerzas de seguridad se metieron a los golpes en la UBA y desataron el éxodo de científicos, docentes y del directorio de la propia editorial.

 “Hoy, Eudeba sigue teniendo el rol de empresa innovadora que funciona como vaso comunicante de la UBA con la sociedad”, dice Quevedo. Edita unas 120 novedades por año –sin contar reediciones– y produce contenidos audiovisuales, muchos disponibles en su canal de YouTube, en la búsqueda de nuevos públicos, el objetivo que hoy desvela a los editores.

Ya no están los puntos de venta callejeros sembrados por la Ciudad, pero sí 16 librerías propias –según su página web– entre la central (que se reinaugura el lunes, en Rivadavia al 1500) y las de sedes universitarias.

En 2010 lanzó la tienda on line Boris –que vende libros al exterior a través de correos internacionales– y empezó a producir e-books para la tableta de lectura digital Boris, concebida en el país y en homenaje a Spivacow. Los desafíos siguen en un mercado editorial que, no obstante, tiende a achicarse.

Pero, ¿cómo fue la edad de oro, aquella de Spivacow que llegó hasta 1966? La investigación académica y el consumo cultural vivían un tiempo de expansión. Para 1964, Eudeba ya había editado 400 títulos y en 1966 celebraba los 10 millones de ejemplares. El contexto jugaba de aliado: el mercado editorial argentino era el más fuerte de habla hispana y gran parte de la producción de libros se exportaba.

En su obra 50 años de libros para todos (Eudeba, 2008), Leandro de Sagastizábal destaca sobre el clima de época: “Si hasta 1956 se encontraban activas 80 editoriales para distintas disciplinas” en el país, a partir de ese año nacen otras 90. Un registro de Eudeba de 1965 marca que la editorial ya contaba con 40 stands en facultades de Capital e interior; siete kioscos en hospitales; 41 kioscos de venta callejera y además vendía sus títulos en 103 puestos de diarios y revistas, junto con dos librerías propias. Sus títulos se encontraban en todos lados.

Otras iniciativas marcaban la época: en febrero de 1958 –el año del nacimiento– se habían fundado también el Conicet y el Fondo Nacional de las Artes. En julio del ‘58, fondos privados creaban el mítico Instituto Di Tella, verdadero laboratorio para grandes artistas.
“La revolución de Eudeba fue evitar convertirse en una editorial de nicho universitario”, explica José Luis de Diego, hoy al frente de la colección de libros Serie de los Dos Siglos, junto con Sylvia Saítta.

Esta colección de los últimos años evoca la célebre Serie del Siglo y Medio, lanzada en 1960 como homenaje a la Revolución de Mayo. Se publicaban obras de escritores argentinos clásicos y modernos con prólogos de especialistas, ilustrados por pintores como Antonio Berni, Carlos Alonso y Demetrio Urruchúa, en ediciones de bajo costo. “El primer título, La gran semana de Mayo, de Vicente Fidel López, tiró 30 mil ejemplares”, evoca De Diego. Otro texto, el Martín Fierro de José Hernández, ilustrado por Juan Carlos Castagnino, en sucesivas impresiones superó los 200 mil ejemplares.

Las bibliotecas populares y las de las casas se poblaban, al mismo tiempo que Eudeba editaba investigaciones científicas y traducciones directas hechas en Argentina de textos clásicos de la filosofía griega, junto con títulos como Breve historia del teatro argentino o la colección Genio y figura que ponía en foco a autores como Alfonsina Storni, Lucio Mansilla y Jorge Luis Borges.

“La dirigía la gente correcta, en el momento correcto”, define De Diego. Acompañaba un lector ávido, en una época de movilidad social ascendente que continuaba desde el período peronista, como señala el periodista y docente Hernán Invernizzi en Los libros son tuyos (Eudeba, 2005).

Aunque la editorial mantuvo un perfil por la calidad de sus contenidos, “ha tenido épocas de luz y también oscuras”, admite Quevedo. Matiza: “A través de los títulos de los últimos años, Eudeba ha revisado su propia historia”, realidad que se observa en su catálogo.

Tras el golpe del ‘66, no sólo cambió el directorio. En un clima de paranoia ideológica, se incorporaron títulos vinculados con la temática militar y en la colección Genio y figura, un ejemplo, se publicó la biografía de Hugo Wast –Gustavo Martínez Zuviría–, escritor de perfil reaccionario y admirador del franquismo.

A mediados de 1973, con el peronismo en el poder en una nueva democracia, las disputas ideológicas continuaron, sin que dejaran de editarse algunas obras de gran valor. Arturo Jauretche pasó a presidir la editorial y el periodista Rogelio García Lupo fue director ejecutivo. En 1974, tuvieron buenas ventas títulos como La revolución argentina de Héctor Cámpora y La revolución chilena, de Salvador Allende, junto con otros que reflejaban el espíritu combativo del momento. Ese mismo año, falleció Jauretche. Las amenazas de la derecha peronista ya eran constantes: García Lupo dejó su cargo y el rector de la UBA, Rodolfo Puigróss, partió hacia el exilio.

Comenzaría un tiempo de censuras que se multiplicaría con el golpe de Estado de 1976: Eudeba pasó a tener conducción militar, así como detenidos y desaparecidos. Hubo libros incautados y destruidos. Con la vuelta democrática de 1983, se dio un reverdecer de la que hoy sigue siendo una de las editoriales universitarias más importantes. Un año después, publicó su mayor best seller y long seller: el Nunca Más, informe de la Conadep sobre los desaparecidos, que estiman vendió más de 600 mil ejemplares con sus reediciones.

El mercado del libro –y sus ventas– es otro, pero la apuesta cultural de la UBA continúa firme.

martes, 19 de junio de 2018

Los amigos del SPET en junio se ponen gauchescos


En el próximo encuentro, que tendrá lugar el jueves 28 de junio a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas “Juan R. Fernández” (Carlos Pellegrini 1515), nuestra invitada Sara J. Iriarte disertará sobre “El laboratorio del tesista: los estudios de traducción aplicados al caso Martín Fierro.

Sara J. Iriarte es traductora y magíster en Estudios del Lenguaje por la PUC-Río. Adscripta en la cátedra de Literatura Argentina I de la UNR, forma parte del Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH, UNR-Conicet). Investiga la representación del gaucho como bandido y las proyecciones de las traducciones de Martín Fierro al francés, inglés, italiano y portugués.

Lectura sugerida:
Lefevere, André: "El sistema: el mecenazgo" y "El sistema: la poética". En Traducción, reescritura y la manipulación del canon literario. Traducción de Ma Carmen África Vidal y Román Álvarez. Salamanca: Ediciones Colegio de España, 1997 [1992]. Título original: Translation, Rewriting, and the Manipulation of Literary Fame. Pp. 25-57.

Quienes confirmen su asistencia recibirán por correo electrónico el material de lectura sugerida para este encuentro (en castellano).

Aquéllos que tengan previsto solicitar un certificado de asistencia, por favor no se olviden de firmar después de la reunión en la lista disponible en Cooperadora.