viernes, 30 de diciembre de 2022

Muy feliz 2023 para todos los lectores de este blog


Como se podrá ver, este año los argentinos tuvimos algo que festejar y el obelisco, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, fue testigo de nuestra pasión. 

Por eso, y deseando que los lectores de este blog tengan un muy feliz año nuevo que les permita festejos semejantes, nos vamos despidiendo hasta febrero. 

jueves, 29 de diciembre de 2022

Un recuerdo uruguayo para Marcelo Cohen

El siguiente artículo, publicado el 23 de diciembre pasado, en La Diaria, de Montevideo, por el narrador y periodista uruguayo Martín Bentancor, da cuenta de la trayectoria de Marcelo Cohen como traductor de una manera no reflejada por los medios argentinos. 

Los lápices de Marcelo Cohen

Una recorrida por los estantes de la biblioteca, ese espacio caprichoso construido por la suma de años de lecturas, trabajos, búsquedas y acumulaciones, propicia la separación de algunos volúmenes –Lady Susan, de Jane Austen; Libro de maravillas, de Nathaniel Hawthorne; El Crack-Up, de F Scott Fitzgerald; Los desafortunados, de BS Johnson; Historias inverosímiles, en general, de Alasdair Gray; La exhibición de atrocidades, de JG Ballard; La ley del silencio, de Budd Schulberg; Una chica en invierno, de Philip Larkin; La noche, de Al Alvarez; La máquina blanda, de William S Burroughs; Adagia, de Wallace Stevens– con los que se podría fundar una nueva biblioteca. El factor común: todos fueron traducidos al español por Marcelo Cohen. 

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Al terminar cada jornada de trabajo, antes de cerrar el original, Marcelo Cohen trazaba una marca con forma de zeta sobre el párrafo en el que detenía la traducción. Empleaba para ello, sistemáticamente, fuera cual fuera el libro sobre el que trabajara e independientemente del momento del día, la estación en curso y el nivel de cansancio acumulado, un lápiz de escribir Staedtler en su clásica presentación negra y amarilla. Con los años, el sistema de marca vuelto rutina se convirtió en una suerte de obsesión, al punto de que no dudaba en robar los lápices Staedtler que ocasionalmente encontraba en escritorios y gavetas en casas de amigos, bibliotecas de colegas u oficinas de editores. La rutina devenida obsesión vía neurosis le dio paso, además de a una importante acumulación de lápices, a una superstición: el día que se acabaran los lápices Staedtler sobre su mesa de trabajo se habría acabado la traducción. No la traducción de una obra en curso, sino la traducción.

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En uno de los ensayos del libro Música prosaica (cuatro piezas sobre traducción), Marcelo Cohen relata la experiencia de John Cage al entrar en una cámara anecoica. Cuando el músico por fin esperaba no escuchar absolutamente nada, oyó dos sonidos: uno bajo, que identificó como el del pulso de su sangre, y otro agudo, el de su sistema nervioso. “El silencio suele ser un hervidero de sonidos que la música disimula; lo mismo hace el lenguaje”, escribió Cohen. Nadie más seguro para afirmar lo anterior que alguien que tradujo una importante cantidad de libros de varias lenguas, aislándose en la cámara anecoica del idioma para captar el sonido propio del lenguaje. En el arranque de su icónico ensayo “Nuevas batallas por la propiedad de la lengua” expresó que “a veces pienso que, quizá más aún que escribir, traducir provoca en uno dulces o ácidas y siempre interesantes perplejidades sobre el lenguaje, el entendimiento y la política, el exilio como condición existencial generalizada y las verdades y falacias de la identidad”.

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En “Persecución. Pormenores de la mañana de un traductor”, Marcelo Cohen describió el caos de su mesa de trabajo, campo de batalla inmediato en la permanente confrontación con los idiomas: “En mi altillo idílico, el papelerío vario, libros de todo género y postura, mamotretos de referencia, dossiers, recortes de prensa, facturas, libretas, es el retrato de un desarreglo mental que el oficio sabe instrumentar para sus fines. Lenguas, gramática, hermenéutica, ejecución, orden de los componentes, argumentación, sucesiones y sincronías, tonos, trayectos, criaturas, culturas, técnicas, lugares: la traducción me ha pautado la vida en una suerte de nomadismo sedentario”.

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Marcelo Cohen inclinado sobre un diccionario de ornitología mientras traduce un pasaje de The Peregrine, de JA Baker. Silbones, mosquiteros, agujas, arrendajos, avefrías, cárabos, camachuelos y un centenar de especies de aves más cruzan el aire de Chelmsford, condado de Essex, Inglaterra, para ser apresados por el traductor en el altillo de su casa en el barrio de Belgrano, ciudad de Buenos Aires, Argentina. Al final de la tarde, luego de trazar con medio lápiz Staedtler una marca en forma de zeta al inicio de un párrafo, Marcelo Cohen descubre a un hornero en el alféizar, a poco menos de un metro de su mesa de trabajo.

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Marcelo Cohen en plena traducción de la novela de Chris Kraus: “Uno siempre está en medio de una frase; y entre lo que ya escribió, y es pasado, y el descubrimiento que vislumbra cerca del punto está el momento de pugna con las palabras en un umbral: esa duda inexorable es la fatiga del oficio, pero también la dádiva”. 

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Ahora que Marcelo Cohen ha muerto, los lápices Staedtler que acumuló con los años se fusionarán con las paredes de algún portalápices, juntarán polvo en una gaveta o se dispersarán por ahí, liberados de marcar nuevas zetas al inicio de párrafos de traducciones en marcha. Lamentablemente, ya no habrá nuevas traducciones firmadas por Marcelo Cohen, pero todos los libros que durante décadas vertió a nuestro idioma continuarán desestabilizando el orden de las bibliotecas, amplificando el maravilloso (e inquietante) hervidero de sonidos del lenguaje.

 

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Acá están pasando cosas espantosas

Jorge Aulicino se exaspera, y con razón, porque el verbo “compartir” se volvió progresivamente pronominal, escalando posiciones a partir de un mal uso infantil que se popularizó. Así que les compartimos esta nota.

“Un tártaro finlandés”

Mi última acometida contra el uso del “les comparto” eligió esta frase para el Facebook: “Fran nos comparte en este libro los secretos para trabajar con masa madre”. Está tomada, se crea o no, del flyer -aviso- de una librería, enviado por spam -correo electrónico con muchos destinatarios-. Pero yo diría que el texto viene de la editorial del libro y fue copiada sin miramientos.

No hago este tipo de acometidas en nombre de la Academia de España, sino de una gramática básica, que es la que va rigiendo el pensamiento. Su estructura. No me la tomo con algunos usos porque están “mal” sino porque me alarma el tipo de ideas que traslucen, la trivialidad, a veces, la falta de atención del dicente en aquello que -de acuerdo con las convenciones vigentes- él mismo dice (o escribe). Algo vale la pena conservar: una mínima elegancia de pensamiento. Lo cual viene siendo de lenguaje. Si Flaubert murió sin encontrar una solución que no repita el “de” en la frase “una corona de flor de laurel” creo que toda cruzada por esa elegancia vale la pena.

En la frase publicitaria citada al comienzo hay tres estigmas de la trivialidad reinante en la Argentina, no ya en Facebook, sino en el periodismo y la publicidad, en la lengua académica y en el ensayismo de periódico. Fran no es sino el diminutivo de Francisco, que en la intimidad familiar o amistosa es expresiva. Fuera de esos lugares, es una trivialidad, una estupidez, una infantilización del leguaje, que, vamos a decirlo, corre a la par de la apropiación de la intimidad y la confianza por parte del lenguaje publicitario, y la destitución del trato de usted en los avisos y mensajes comerciales. El uso del verbo “compartir” junto con los pronombres “les”, “nos”, “te”, “le”, es otra de esas banalidades. La masa madre como tal es un esnobismo, pero no solo del lenguaje.

Cuando un contacto del Facebook repitió la cantinela de “la lengua cambia en el uso” etc. se me encendió una alarma, como se dice cancheramente ahora, en ingenioso lenguaje figurado. Supe ahí mismo que la RAE había aceptado esta falta de elegancia como tantas otras pavadas, con el mismo argumento: “El lenguaje cambia…” No sé si el lenguaje es un organismo vivo que cambia por su cuenta o depende de un núcleo “ni siquiera iletrado” (diría nuestro escritor “icónico” y “emblemático”), pero me parece que una Academia que dice basar sus definiciones en estudios filológicos debería mejorar sus argumentos.

El sitio de la FundéuRAE dice que es “adecuado” el “trasladar” el complemento introducido por con a un complemento indirecto. La cháchara académica no oculta que no hay ningún otro fundamento que el uso para aceptar este “traslado”, pero el sentido que le encuentra no se verifica siempre, además de que es una mera suposición sobre las intenciones del que habla o escribe. Lean este párrafo:

“La construcción tradicional de este verbo era compartir algo con alguien, pero, sobre todo en el ámbito de las redes sociales, se ha extendido el uso de compartir algo a alguien, asentada en el español americano, como indica la Real Academia Española. Esta estructura, que traslada el complemento introducido por con a un complemento indirecto, se usa con un significado que combina el sentido original de ‘hacer a alguien partícipe de algo’ con el de ‘enviar’ o ‘permitir ver’, de modo que lo que hay es un emisor y un conjunto de receptores de una información, una imagen, un audio, etc.

“Así pues, tan adecuado es Comparto con ustedes una canción como Les comparto una canción.”

Dudo, y llevo ya mis años en las “redes”, de que siempre haya la intención a la vez de compartir y enviar en el uso de este verbo. En la frase que cité al principio, el libro del que se habla no nos envía nada, pero nos quiere compartir. Vaya a saber con quién.

Lo que debemos celebrar es la novedad de que la Academia reconozca ya la existencia de un “español americano”, frase que carece de toda elegancia y sentido “adecuado”. Como decir “un tártaro finlandés”, donde no sabemos si el tártaro es un idioma o un caballero de la Tartaria que migró a Finlandia. Esto viene de tanta omisión y tragada de palabras, claro, por comodidad, por un “se entiende” universal. Más preciso sería decir “idioma castellano de América”, al que no deberíamos hacer responsable de giros como les comparto, entre otros.

La otra buena noticia es que la Academia perdió toda autoridad, y afortunadamente no parece que tenga la intención de recuperarla. 

martes, 27 de diciembre de 2022

Nuevas definiciones en el Cambridge Dictionary


“Desde octubre, el prestigioso diccionario británico incluyó nuevas acepciones para los términos y se reavivó un debate sobre la identidad de género.” Esto es lo que dice la bajada de la nota firmada por Daniel Gigena, publicada el pasado 21 de diciembre en el diario La Nación, de Buenos Aires.
 
El diccionario de Cambridge actualizó las definiciones de las palabras “hombre” y “mujer” y hay polémica

A finales de octubre, el Cambridge Dictionary actualizó las entradas para las palabras “hombre” y “mujer” en inglés con el objetivo de incluir a las personas transgénero. La primera acepción del diccionario para “mujer” es “un ser humano femenino adulto” y la segunda, desde octubre, “un adulto que vive y se identifica como mujer, aunque se haya dicho que tiene un sexo diferente al nacer”. “Hombre” se define como “un ser humano masculino adulto” y también como “un adulto que vive y se identifica como hombre, aunque se haya dicho que tiene un sexo diferente al nacer”. Con un poco de delay, desde mediados de mes se encendió en el Reino Unido y Estados Unidos un nuevo debate en torno a la cuestión.

Si bien las actualizaciones entraron en vigencia el 27 octubre, cobraron notoriedad este mes cuando la definición ampliada de “mujer” del diccionario británico generó críticas. “Nos gustaría que reflexionen y tal vez expliquen públicamente cómo es posible ‘vivir como mujer’ si no eres mujer o, de hecho, si eres mujer –tuiteó el exvicepresidente del Partido Verde de Inglaterra y Gales, Shahrar Ali–. ¿Es cuestión de hacer las tareas del hogar? ¿Usar tacones altos? La implicación de que hay una manera de vivir ‘como mujer’ es un tropo condescendiente, regresivo y sexista que las mujeres han luchado durante mucho tiempo para superar. No deberíamos esperar verlo aparentemente respaldado por los editores del Cambridge Dictionary”. Otros condenaron la actualización como un nuevo intento de “borrar a las mujeres”.

“Este significado se agregó el 27 de octubre y refleja cómo se usa la palabra ‘mujer’”, dijo a Reuters un portavoz del diccionario de Cambridge cuando comenzaron a aparecer las críticas en redes sociales. “La primera definición en la entrada para mujer permanece sin cambios y sigue siendo ‘un ser humano femenino adulto’”. El diccionario brinda ejemplos de uso para la segunda acepción: “Ella fue la primera mujer trans electa para un cargo nacional” y “Mary es una mujer que, al nacer, le fue asignado el género masculino”.

Otros diccionarios habían hecho cambios similares. En 2020, Merriam–Webster amplió su definición de “femenino” al incluir la acepción “tener una identidad de género opuesta a la masculina”. Se hizo, además, una incorporación similar a la palabra “masculino”. Esos cambios también ocasionaron críticas.

Consultada por La Nación, la presidenta de la Academia Argentina de Letras (AAL), Alicia María Zorrila, se refiere a la posibilidad de que esas actualizaciones se reflejen próximamente en el Diccionario de la lengua española. “Desde mi punto de vista, deberemos esperar a que las veintitrés Academias estudien estas nuevas acepciones y se expresen al respecto –dijo Zorrilla–. De cualquier modo, considero que son suficientes las que están en el Diccionario de la lengua española, pues, sin discriminar, incluyen a los varones y a las mujeres que no se sienten mujeres, sino varones, y a los varones y mujeres que se sienten mujeres”.

En el Diccionario de la lengua española, la tercera acepción de “hombre” es “varón que ha llegado a la edad adulta”, y la segunda acepción de “mujer” es “mujer que ha llegado a la edad adulta”. “En nuestra sociedad, muchas personas ‘trans’ se denominan a sí mismas ‘mujeres’ o ‘varones’, según sea su inclinación sexual, y no ‘transexuales’, lexía que también define el Diccionario –concluye la presidenta de la AAL–. Por lo tanto, se identifican con alguna de las dos definiciones que da el Diccionario de la lengua española”.

La escritora, psicóloga social y activista travesti Marlene Wayar dijo a este diario que el debate le parecía poco interesante. “No nos afecta tanto a nosotras ni entiendo cuánto puede impactar el diccionario de Cambridge –sostuvo la autora de Furia travesti–. En general lo que ha venido del primer mundo ha impactado siempre de manera negativa para la comunidad travesti trans en América Latina. Mientras ellos tienen una medicina carísima, las latinoamericanas hemos tenido que trabajar mucho tiempo con la patologización de nuestras identidades porque allí no hay medicina gratuita asegurada por el Estado, como ocurre en la Argentina. Tenemos que decidir si vamos a luchar por un pequeño corsé identitario o por situaciones más complejas. A las personas latinoamericanas, racializadas y empobrecidas nos interesan las cosas más complejas porque de nada vale que te maten llamándote ‘mujer’. No sé si es bueno que nos metan en una definición discreta que nos limita, sobre todo pensando en cómo va a impactar en las infancias y a qué se van a tener que encorsetar antes de vivir su propia vida. Una cosa es que te sientas disconforme y busques elementos para construir una identidad, ese cuadro que de diferentes piezas que vas armando, y otra cosa es que tengas una sola alternativa, una definición que te va condicionar anímicamente, físicamemte, éticamente”.

Para Wayar, resulta “muy pobre el canje”. “Más que reeducar la transfobia, yo diría más bien el transodio porque fobia parece que tienen un problema aunque ese problema es el odio, hay que trabajar en la construcción del amor, en vez de palabras ideales que no tienen que ver con la realidad –agregó–.Mi cuerpo y mis experiencias no son las de las mujeres y eso no hace que yo no pueda reclamar la feminidad para mí en mi condición de travesti. Es empobrecedro que para que me dejen vivir tenga que acomodarme al término ‘mujer’. ¿Mujer golpeada, mujer sumisa, mujer explotada, mujer que gana menos que un hombre por la misma tarea? ¿Cuál es la propuesta política detrás de esto? Es la dádiva o la concesión de una academia de personas cis a las personas trans. Además, llega tardísimo la academia en hacer un desagravio en contra del transodio. No le rindo pleitesía a esta decisión”.

Semanas atrás, hubo un debate entre intelectuales de América Latina cuando la escritora colombiana Carolina Sanín –que se pronuncia habitualmente en contra del “borramiento de la mujer”– anunció en su cuenta de Twitter que la editorial mexicana Almadía había decidido dar de baja un contrato para publicar sus libros en las tierras de Elena Garro. Algunas colegas argentinas de Sanín que se solidarizaron con ella cerraron sus cuentas en Twitter luego de ser criticadas y calificadas de transfóbicas. Hasta ahora, los responsables del sello no comunicaron en forma pública los motivos de la decisión.

En noviembre, la filial mexicana de Siglo XXI informó que se había pospuesto la presentación del libro Cuando lo trans no es transgresor, de Laura Lecouna, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por cuestionamientos de la comunidad trans. Según el comunicado, la autora había recibido amenazas por sus críticas al transactivismo.

lunes, 26 de diciembre de 2022

Marcelo Cohen (Buenos Aires 1951–2022)

El pasado 17 de diciembre murió inesperadamente en su casa, a los 71 años, Marcelo Cohen, un día antes de la final del Mundial de Fútbol de Qatar. Mencionamos este dato porque Cohen, además de ser un excelente y prolífico traductor y una relevante figura de las letras argentinas, era futbolero de alma. Andrés Ehrenhaus, colaborador habitual de este blog, compartió con él y muchos otros veinte intensos años de exilio en Barcelona y rinde sentido homenaje al amigo perdido que fue, además, quien lo inició, muchos años atrás, en los arcanos de la traducción editorial.





descansá, marcelito


con marcelín jugamos muchos años

formando una pareja de zagueros

que usaba los recursos literarios

para paliar los déficits del juego.

menciono su jugada preferida:

pisaba la pelota en media cancha,

henchía el pecho y alzaba la vista

y ante el asombro general silbaba

como si fuera el almirante nelson

sentado en el barril de trafalgar;

el tiempo se paraba hasta que un lelo

le afanaba la globa sin piedad.

así marcelo voy a recordarte:

sensible, corajudo y elegante.

jueves, 22 de diciembre de 2022

Una nueva traducción de Dickens hecha en Colombia

El siguiente artículo, que incluye una entrevista con el traductor colombiano Santiago Ochoa Cadavid, lleva firma de Santiago Díaz Benávidez y fue publicado el pasado 16 de diciembre en la sección Leamos, de Cultura InfoBAE. De acuerdo con la bajada, “El traductor colombiano presentó su versión del libro del autor británico, de la mano de Panamericana Editorial, y conversó con Infobae respecto a los retos que significó y los obstáculos de la traducción literaria en Colombia”. 

“La traducción literaria es y ha sido aquí una ocupación menor”

Una de las lecturas imprescindibles para cada fin de año es el clásico de Charles Dickens, que tantas veces ha sido adaptado a la pantalla, tanto chica como grande; al que han reeditado, imitado y estudiado. El libro que se ha convertido en una referencia popular en casi todo el mundo para esta época: Canción de Navidad.

 

Probablemente, el libro más icónico de esta fiesta, cuya historia, ya sea porque lo han leído o han visto alguna de las series animadas o películas, todos conocen.

 

Están Ebenezer Scrooge y su avaricia, el cadáver de Jacob Marley y sus revelaciones paranormales, y el pequeño Tim, con su esperanza intacta a pesar de su terrible condición.

Una historia navideña o un relato de fantasmas.Canción de Navidad puede ser ambas cosas y, en mi opinión, lo es. Un inquietante encuentro con la crudeza de nuestras decisiones y la confirmación de que, tarde o temprano, recibimos lo que damos.

 

El libro fue originalmente publicado en 1843, por la editorial Chapman & Hall, durante la época victoriana. Para ese momento, Dickens ya era un autor afamado en el Reino Unido, con seis títulos publicados. Desde la salida de este, como casi todos sus libros, no ha parado de leerse y traducirse a diversas lenguas.

 

Puede que esta sea una de las grandes piezas de la literatura universal con más ediciones en el mundo. Y, precisamente, una nueva se le suma en esta recta final del 2022.

 

Para el cierre del año, Panamericana Editorial, en Colombia, ha publicado una de las más recientes, con la traducción de Santiago Ochoa Cadavid, quien ya ha trabajado antes con clásicos de la literatura como Herman Melville o Michael Cunningham, y las ilustraciones originales de Arthur Rackham (que por original no quiere decir necesariamente que fue el encargado de ilustrar la primera edición de la novela), en un formato ideal para regalar a cualquier lector ya iniciado en la obra del británico, o cualquier otro que esté buscando adentrarse en ella.

 

De tapa dura y muy práctico de llevar, esta nueva versión del libro es una de las más bellas que se han producido en lengua española en el último año. El trabajo de Ochoa Cadavid con la traducción es impecable. Nada que envidiarle, pienso yo, a las traducciones de Miguel Ángel Pérez Pérez, una de las más pulcras, o José C. Vales, que ha enfocado la historia para el público más joven.

 

Para abordar este libro, el traductor pasó semanas adentrándose en el universo de Dickens, no solo en esta historia. Riguroso como es, debió entender primer al autor, antes que a su obra. El resultado fue impecable.

 

Respecto al proceso de traducción y el reto que supuso el mismo, Ochoa Cadavid conversó con Infobae:

 

–¿Qué supuso para usted enfrentarse a la traducción de este libro? Estamos hablando de un clásico de la literatura.

–Ya antes había traducido Oliver Twist, otro libro de Dickens, mucho más complejo que Canción de Navidad, por lo que no me vi inmerso en un ámbito literario que fuera totalmente desconocido para mí. Debe hacerse también la salvedad de que este libro se inscribe entre la obra menor de Dickens. En la traducción de clásicos de la literatura es imperativo cotejar diversas traducciones existentes, no solamente en la lengua del traductor, sino también en otras, de ser posible. Por lo demás, procuro abordar toda traducción con el mayor respeto posible, independientemente de su naturaleza; respeto por el autor, por el lector, por el sello editorial y finalmente por el oficio de traductor.

 

–¿De qué manera se aborda un texto como este, cuyo lenguaje, de repente, es distinto al de hoy?

– Se escribe y se traduce desde lo que uno es, desde la realidad en la que se está inmerso. Traducir es también una especie de malabarismo. En este caso, traducir a Dickens supone transitar por la cuerda floja que une al pasado con el presente: el desafío de encontrar la manera de conservar un equilibrio a medio camino entre la época victoriana inglesa y la latinoamericana del siglo XXI.

 

–Cada autor tiene su propia impronta ¿La tienen los traductores?

– Hay diversas maneras de abordar una traducción. Algunas pueden ser más libres, otras más literales; unas son también más acertadas que otras. Sin embargo, la labor del traductor también suele ser altamente invisible, como si se tratara de un escritor fantasma o de un agente neutro. De nuevo, el traductor es como malabarista que no puede desviarse de la cuerda floja, a riesgo de dar al traste con su cometido. No debería tergiversar ni traicionar el contenido original y, a un mismo tiempo, tiene que ser como un filtro que, paradójicamente, debe dejar pasar incluso las impurezas de la sustancia que tamiza, sin pasar por alto el ingrediente activo.

 

–¿Cuál es la suya?

– Dejo eso en manos de cada lector. El traductor es también un heterónimo de sí mismo. No es lo mismo traducir a Faulkner que a Hemingway, ni los poemas de Alberto Caeiro que los de Ricardo Reis. Digamos que la literatura es un océano, y cada autor un mar distinto. Añadamos también que el traductor es un navegante. Y que este tiene que en encontrar la manera de sortear los mares de un modo diferente, según sus propiedades y características. No se navega el litoral comandando un trasatlántico, ni el altamar a bordo de una chalupa. Traducir es navegar entre icebergs y arenas movedizas.

 

–¿Qué parte del libro le presentó más problemas al momento de trabajarla?

– Diría más bien que la mayor dificultad consiste en la complejidad del lenguaje dickensiano, que tiene varias peculiaridades. Dickens acuñó muchas nuevas expresiones y amplió enormemente el vocabulario de uso común. A menudo esto implicaba popularizar palabras que eran oscuras o que habían caído en desuso. Fue también uno de los primeros escritores en emplear la jerga popular. Otra característica del uso que Dickens hace del lenguaje es la forma en que utiliza palabras existentes para crear otras nuevas; es un resignificador del lenguaje. Convierte, por ejemplo, adjetivos en sustantivos y crea numerosos neologismos. Esto, para no extendernos más sobre el tema.

 

–¿Cuál sería su parte favorita?

– Sacrifico la parte en aras del todo.

 

–¿Qué opinión le merece el estado actual de la traducción literaria en Colombia?

– La traducción literaria es y ha sido aquí una ocupación menor, escasa, exigua y limitada, ya que Colombia ha tenido siempre un sector editorial vulnerable, fugaz, poco sólido, sujeto a fuertes movimientos sísmicos, y en continuo acomodamiento de placas tectónicas. En una sola empresa los cambios suelen sucederse con frecuencia casi anual: cada año se decretan nuevas prioridades o metas, recortes presupuestarios, incursiones en otros campos, limitación o cierre de actividades, y entre las víctimas y damnificados de estos cataclismos suelen encontrarse quienes se dedican a la traducción. No hay que olvidar que lejos de ser instituciones sin ánimo de lucro o iniciativas filantrópicas, las empresas editoriales, así como las de todos los demás sectores, se rigen básicamente por el afán de ser rentables. A esto hay que sumarle la creciente precarización laboral y la incertidumbre económica propia de estos tiempos, lo cual se siente con particular virulencia en estas latitudes. Y entonces la historia del traductor colombiano termina siendo como una novela de Balzac: Las ilusiones perdidas. En Colombia han nacido editoriales que parecen –o se ven abocadas– a tener aspiraciones de vida

 

La Navidad está a menos de una semana. De seguro, más de uno querrá obsequiarse esta edición del clásico de Dickens, porque dársela a alguien más, aunque buena idea, sería someterse a la tortura. Habría que comprar, en lugar de uno, dos ejemplares.

 

miércoles, 21 de diciembre de 2022

Más libros de Annie Ernaux traducidos en España, Argentina y Chile

El pasado 10 de diciembre, Ana Clara Pérez Cotten publicó en el sitio de la agencia TELAM el siguiente artículo, a propósito de las traducciones al castellano de Annie Ernaux, último premio Nobel de Literatura.

Con nuevas ediciones y traducciones, la obra de la Annie Ernaux conquista las librerías

Dos meses después de que se anunciara el premio Nobel de Literatura para la escritora francesa Annie Ernaux, varios de sus libros comienzan a circular de forma masiva en la Argentina, importados o con ediciones que por primera vez se imprimen en Sudamérica, generando una nueva cosecha de lectores, traducciones y una resignificación de su obra.

Tras el anuncio del Nobel, muchos lectores –curiosos por conocer a la autora premiada por la Academia Sueca o envalentonados por la gran maquinaria de marketing y promoción que enciende un premio de esa categoría– acudieron a las librerías para adquirir su primer Ernaux. Y aunque las librerías locales son conocidas internacionalmente por su riqueza y variedad, los ejemplares de la escritora francesa disponibles eran pocos y desaparecieron del mercado en horas.

En verdad, sus libros –breves, que componen un sistema y que tienen la particularidad de inscribirse en un terreno de la autoficción que también puede dar cuenta de una sensibilidad anclada en lo colectivo– eran leídos por los lectores argentinos antes del galardón. ¿Cómo? En las ediciones de Gallimard quienes accedían a leer en francés, en volúmenes editados en español por Cabaret Voltaire (en hermosas ediciones pocket pero con costo en euros) y masivamente en formatos pirateados para ebook que se suelen multiplicar al ritmo del boca en boca, una práctica usual pero ilegal que atenta contra la industria editorial y los derechos de autor. El acontecimiento editado por Tusquets, en el que narra su experiencia de aborto clandestino cuando era estudiante, estaba disponible y, tras el premio, la editorial reimprimió La vergüenza y El lugar.

Además de esas opciones, en las librerías estaba la edición de Diario del afuera (1985–1992) y La vida exterior (1993–1999), el libro de Ernaux publicado en conjunto por Milena París y Milena Caserola, dos editoriales independientes que surgieron juntas y que fueron las primeras de América Latina en difundir a la laureada escritora francesa sin utilizar la traducción de España. Ese texto, traducido por la argentina Sol Gil, reúne diarios “éxtimos” donde ella relata escenas de la vida cotidiana de los anónimos que encuentra entre París y la banlieue, los suburbios.

“Había leído sólo Pura pasión. Pero en 2013 conocí a Sol Gil y ella me habló mucho de la autora, de su obra. Me comentó, en aquel momento, sobre un libro que nunca había sido traducido al español”, cuenta a Télam Anne Gauthey, responsable de Milena París. “El texto con el que trabajamos de alguna manera fotografía al lenguaje, por lo cual el tema de la traducción al rioplatense era un asunto importante. Nuestra edición fue, además, una forma de darle luz y lugar a un traductor literario”, sostiene sobre una dinámica que incluso les permitió a ambas visitar a Ernaux en Cergy–Pontoise, una ciudad que nació en los 60 y que eligió para vivir. Las fotos del volumen retratan la ciudad y las tomó la hermana de Gauthey, quien defiende la importancia de las imágenes en los textos de una autora que considera que “la fotografía juega el valor de la memoria”.

Miguel Lázaro y José Miguel Pomares de la editorial española Cabaret Voltaire festejaron el galardón a Ernaux con saltos y gritos, como si fuera un gol mundialista.

El Nobel vino a refrendar la línea editorial del sello, que es la literatura francesa, con una mirada atenta también a la literatura de los países del Magreb, en especial Marruecos. En su catálogo hay otro Nobel, Patrick Modiano, y autores reconocidos como Leila Slimani, ganadora del Premio Goncourt en 2021

Siempre con la traducción de Lydia Vázquez Jiménez, la editorial española publicó una decena de títulos de la autora entre los que están Los armarios vacíos, Pura pasión, La mujer helada, Los años y La ocupación. Sin embargo, por cuestiones de costo y de distribución, no estaban disponibles para los lectores argentinos cuando se conoció el premio. Recientemente, la librería y distribuidora Waldhuter logró que dos de esos volúmenes (Los años y Una mujer) se impriman en el país, una estrategia que posibilita su distribución. “Conjuntamente con Cabaret Voltaire discutimos qué títulos y por ahora elegimos esos dos. Seguramente en marzo se publique también Los armarios vacíos. Y la idea es ir sumando más de su obra”, adelantó a Télam Ian Waldhuter.

Con las novedades de diciembre que lleguen a las mesas de las librerías, habrá otro Ernaux. La otra hija, editado por el sello chileno Los libros de la mujer rota y distribuido por Big Sur, ya se puede conseguir.

“Elegimos La otra hija porque nos la recomendó la fallecida escritora peruana Patricia de Souza. Patricia era cercana a Annie y además conocía toda su obra. Me recomendó comenzar a leerla y que ella misma podría encargarse de la traducción de ese libro. Con los años, nos contactó con la autora, firmamos contrato, comenzamos la traducción, pero lamentablemente a los meses Patricia falleció en 2019”, cuenta a Télam la editora y escritora chilena Claudia Apablaza sobre cómo se gestó el proyecto editorial que hoy llega a nuestro país en forma de libro. Sabía ya entonces que la obra de Ernaux, y en particular este libro, dialogaban muy bien con el catálogo del sello, que publica autoras que trabajan un tipo de literatura que hace conversar la memoria personal con el registro colectivo.

“Durante todo el 2020 dejamos detenido el proyecto. Después de vivir el duelo de la partida de nuestra amiga y autora Patricia, retomamos conversaciones con la editorial francesa y con la autora. Comenzamos a trabajar con Galo Ghigliotto en la traducción y obtuvimos el fondo Gabriela Mistral del Instituto chileno francés para la edición”, concluye. Para Apablaza, La otra hija es un hito en la obra de la autora porque “articula la memoria familiar, la frontera entre la autobiografía y la ficción y también la representación del dolor”.

La obra de Ernaux –quien en su discurso de aceptación del Nobel leído el jueves en Estocolmo consideró que el premio no era “una victoria individual” sino en cierta manera, un victoria colectiva” con quienes “desean más libertad, igualdad y dignidad para todos los seres humanos, independientemente de su sexo o género, del color de su piel y de su cultura” –se encamina a una circulación más masiva y accesible en nuestro país. La difusión de su literatura abrirá además la posibilidad de nuevos contratos de traducción y edición. Todo un movimiento editorial que, sin dudas, generará una cosecha de nuevos lectores e interpretaciones vitales y renovadas de la obra de Ernaux en América del Sur.

martes, 20 de diciembre de 2022

Esto dijo el humanista francés Roger Caillois sobre Gabriel García Márquez: “Definitivamente, la literatura latinoamericana no tiene nada qué decir”


La siguiente nota fue publicada por El Universal, de Colombia, el pasado 11 de diciembre., con firma Omar Andrés Carrasquilla. En ella se detallan varios de los rechazos –a manos de Guillermo de Torre, Roger Caillois y el comité editorial de la revista The New Yorker– sufridos por Gabriel García Márquez. Tal vez sería interesante considerar que no se trata de una práctica excepcional. Quizás valdría la pena imaginar que la excepcionalidad está en los aciertos de los editores. El resto es norma.

¡¿Qué tal?! El día que a Gabo fue rechazado “porque su escritura era ineficaz”

Hoy, como un objeto de veneración, reposa en la Biblioteca Nacional de Colombia la máquina de escribir con la que Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad. Cuarenta años después de ganar el Nobel de Literatura, Gabo es sinónimo de todo lo que está bien con respecto a la escritura; no obstante, hubo una vez en la que una revista le resultó que su prosa era prosaica. Carente de elevación o del lirismo que hombres como el cataquero portan como cédula. (Lea: El conjuro que hizo Gabriel García Márquez el día que se ganó el Nobel).

Sucesos así abundan en la vida de un escritor, pero resultan más comprensibles en el génesis de sus carreras. Julio Cortázar, gran amigo de Gabo que lo describió como “el argentino que se hizo querer por todos”, describió este tipo de situaciones como: “Hay realidades que hacen todo lo posible por expulsar la literatura”.

Rechazos indoloros
Según la crónica “García Márquez, un cartero que llama mil veces”, escrita por Orlando Oliveros Acosta, editor del Centro Gabo y colaborador de la Fundación Gabo, el galardonado escritor tuvo rechazos en sus inicios. “Un escritor lucha en dos universos. En el primero, que es el de sus narraciones, pelea contra los límites de su imaginación. En el segundo, que es donde come y envejece, contra los editores”, se lee en el texto.

Oliveros cuenta que el primero de los rechazos fue firmado por Guillermo De la Torre, presidente del consejo editorial de Losada y cuñado de Jorge Luis Borges. “Fue en 1952. García Márquez la leyó en la sala de redacción de El Heraldo, el periódico donde trabajaba entonces. Informaba que su novela La hojarasca no se consideraba publicable y le sugería al joven narrador que buscara otro oficio”.

Pero Gabo le dio una vuelta de tuerca al obituario, pues cita Oliveros que siendo joven afirmó: “Si mi vocación de escritor no hubiera sido tan intensa habría abandonado para siempre la literatura. No hay derecho, ¿verdad?, a hablar así a un muchacho que empieza”.

Una década después, según la crónica, otro reconocido crítico, Roger Caillois, que en ese momento era asesor de la editorial Gallimard, rechazó la edición francesa de El coronel no tiene quien le escriba con una nota “corrosiva”: “Definitivamente, la literatura latinoamericana no tiene nada qué decir”.

La novela del coronel la publicó Julliard, una editorial con menor luz; no obstante, cuando Cien años de soledad se convirtió en lo que es hoy, en 1967 —y en 1969 su traducción al francés ganó el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia—, Gallimard quiso hacerse con los derechos de la novela, según el registro de Oliveros.

Gabo solo puso una condición: que la carta inicial de rechazo vaya como prólogo. Algo que no era posible en un mundo donde los egos ya bostezan cuando apenas las almas se levantan. Por lo que la publicación nunca se dio.

El “portazo”
Prosigue su recuento Oliveros e indica que el 15 de julio de 1981, “siendo ya uno de los autores representativos de la literatura latinoamericana, The New Yorker rechazó publicar su famoso cuento “El rastro de tu sangre en la nieve” porque el consejo editorial le atribuyó un desenlace ineficaz”.

Se lee en la carta de rechazo, firmada por Roger Angell, que: “La historia se caracteriza por la acostumbrada genialidad de su escritura, pero a nuestro modo de ver la resolución no lleva al lector a aceptar su osado y bello concepto. Esta fue una decisión difícil para nosotros, y le mando nuestras disculpas”.

Al año siguiente, el 21 de octubre, la Academia Sueca galardonó al escritor colombiano con el Premio Nobel de Literatura. El 10 de diciembre fue la ceremonia y en la noche siguiente, mientras un nutrido grupo calentaba la noche nórdica con los vallenatos de los hermanos Zuleta y bailaba al ritmo de Totó La Momposina y Leonor González Mina, la Negra Grande de Colombia, alguno que otro codo se estaba mordiendo en Manhattan.

No era un mango bajito
Orlando Oliveros considera que un hecho inquietante fue que el cuento rechazado era una traducción al inglés hecha por Gregory Rabassa, uno de los traductores literarios más prestigiosos de obras latinoamericanas. “Rabassa, por ejemplo, tradujo a otros autores como Julio Cortázar, José Donoso, Mario Vargas Llosa y José Lezama Lima”.

Por lo que, al igual que el escritor Ray Bradbury, quien expresó: “Tienes que saber cómo aceptar el rechazo y cómo rechazar la aceptación”, Orlando Oliveros aconseja al que esté leyendo lo siguiente: “Quiero que sepan que un rechazo no significa que su trabajo sea malo, mediocre o no funcione. Sigan sus sueños, intentando darlo todo en cada apuesta estética o profesional que tengan”.

lunes, 19 de diciembre de 2022

viernes, 16 de diciembre de 2022

Literatura boliviana traducida al inglés

“La traducción al inglés de Joaquín Gavilano fue seleccionada con otros nueve proyectos en distintos idiomas, de entre una gran cantidad de solicitudes.” Eso dice la bajada de la nota sin firma, publicada en el diario digital La Opinión, de Bolivia, del 18 de noviembre pasado.




Estados Unidos da fondo para traducir libro boliviano El rehén de Mamani

El escritor y traductor literario Joaquín Gavilano fue premiado este año por el Fondo de Traducción PEN/Heim, una institución creada para reconocer y financiar trabajos de traducción de obras literarias al inglés.

La obra que permitió a Gavilano aplicar a esta selección fue la novela El rehén —ahora oficialmente The Hostage en inglés—, del autor paceño Gabriel Mamani Magne, quien a su vez ganó el Premio Nacional de Novela 2019, con su libro Seúl, São Paulo.

El libro cuenta la historia de dos hermanos, Cristian y Tavo, y la serie de situaciones que irrumpen en sus comunes vidas, comenzando su falso secuestro por parte de su propio padre.

En palabras de la crítica literaria Sara Malagón, se trata de “noventa y ocho páginas en las que una mira el Illimani de La Paz, mira sangre y lágrimas, descubre un minimundo gobernado por niños (…) se empapa de una Bolivia en apariencia exótica pero, si una observa bien, muy similar a cualquier otro rincón latinoamericano”.

Fondos de apoyo
En un esfuerzo por luchar contra la escasa cantidad de traducciones literarias al inglés, establecieron este mecanismo de dotación de recursos en pro de promover la publicación y recepción de literatura internacional traducida en inglés.

Desde entonces, el Fondo ha otorgado subvenciones a casi 200 traducciones de más de 35 idiomas, por montos que oscilan entre los 2.000 a 4.000 dólares; y de los 108 proyectos elegidos, 91 (casi el 70%) han sido publicado o están próximos a ser publicados por una editorial, además de haber ganado importantes premios literarios.

jueves, 15 de diciembre de 2022

Ni Baudelaire, ni Benjamin. O sea, otra cosa.


En esta breve reflexión, Jorge Aulicino se mete con un problema de traducción que involucra a la vez un malentendido. Considerando los tiempos que vivimos, en que toda la historia se reescribe sesgada para, seguramente, transformarse en algún tipo de seudo verdad a la medida de la mitología de este tiempo, vale la pena considerar lo que sigue.

¿Flâneur?

A través de Walter Benjamin se popularizó en el medio intelectual la figura del flâneur que describió Charles Baudelaire en El pintor de la vida moderna (1863). Baudelaire fue el primer traductor de Edgar Allan Poe en Francia, pero tal vez no debió realizar la interpretación –que en cierto modo es una traducción– de “El hombre en la multitud”, en el cual Poe describe el permanente –y por eso siniestro– vagar de un hombre a través de la muchedumbre de Londres. Hubiera evitado equivocaciones que se perpetúan. Baudelaire imaginó a ese hombre como un flâneur, lo llamó de ese modo, y puso en él mucho de sí mismo. El flâneur no era el paseante deportivo, medio dandi, inteligente observador de la vida moderna que imagina actualmente la intelectualidad progresista. El flâneur no se sumaría hoy a ninguna visita guiada, a ningún recorrido turístico. Era “un yo insaciable de no-yo”, siempre “inestable y fugitivo”, arrebatado por un vértigo dramático: el de ver. Adquiría, en esa especie de éxtasis, una mirada quasi infantil, una inocencia animal –como la del convaleciente, dice Baudelaire–, que pagaba con el olvido de sí mismo, con una disolución paulatina en una especie de agonía perpetua, aunque fuera altanera, como lo fue en el propio autor.

El diario Perfil, de Buenos Aires, tiene un suplemento titulado “Textum” en el que reproduce notas –traducidas, cuando corresponde– de revistas y periódicos “de ideas”. El 20 de noviembre publicó una nota de Matthew Beaumont en The Públic Domain Review sobre el nacimiento del flâneur, o mejor dicho, de la idea de flâneur. Cita las fuentes adecuadas y abundantemente, y se aproxima a la médula dramática del ensayo de Baudelaire, salvo que al final mete por la ventana a Erika Rappaport, quien recuerda en un libro publicado en 2000 que la libertad de la mujer para vagar estaba limitada en el siglo XIX por peligros reales y “convenciones sociales”. Esto es seguro. Pero ¿a qué viene? En las últimas líneas el propio Beaumont sucumbe al facilismo y para dar cabida a la observación de Rapapport convierte al flâneur en un “paseante” que parece disfrutar de una libertad que no tenían las mujeres.

¿Era necesario? Me recuerda que en un viaje a la entonces socialista Berlín Oriental nuestro guía dijo, mientras mirábamos las maravillas robadas por los alemanes en las ruinas de Babilonia: “Al lado de cada obra deberían poner una maqueta de las barracas de los esclavos, para que se vea cómo vivían los constructores de estas grandes obras”. O peor: me recuerda que los documentos del Partido Comunista debían terminar anunciando la inminente caída del imperialismo o denunciando su increíble iniquidad, viniera a cuento o no. La más tosca de las propagandas. No deberían acudir a ella las y los feministas modernos.

miércoles, 14 de diciembre de 2022

“La imprenta es el último don de Dios, y el mayor"

El pasado 10 de diciembre, el médico, teólogo y poeta mexicano. Leopoldo Cervantes Ortiz publicó el siguiente artículo en La Jornada Semanal, de México. En la bajada, se lee: “La traducción de textos de gran calado a las lenguas vernáculas, como el Nuevo Testamento en este caso del griego al alemán por Martín Lutero, necesariamente genera grandes cambios y largas polémicas. Si a ello agregamos el surgimiento de la imprenta, estamos frente a uno de los momentos más trascendentes en la historia de Occidente. Este ensayo trata con acierto las etapas de ese proceso.”

Humanismo, reforma y traducción: medio milenio del Nuevo Testamento de Lutero

Al traducir, me propuse hacerlo en un alemán puro y claro. […] …
hay que preguntarles y verles la boca –más bien– al ama de casa,
a los niños de la calle, al hombre común, para ver cómo hablan;
y de acuerdo con ello hay que traducir.

Martín Lutero, Misiva sobre el arte de traducir


Humanismo y traducción bíblica
Septiembre de 1522 fue la fecha en que Martín Lutero vio salir de las prensas la primera edición del Nuevo Testamento que tradujo directamente al alemán, luego de su presencia en la Dieta de Worms (abril de 1521), en la que defendió su causa ante el emperador Carlos V. Aislado en el castillo de Wartburg (su “isla de Patmos”), se concentró en la traducción y, en tres meses de frenético trabajo, alumbró esa obra portentosa. Preocupado siempre por la necesidad de que el pueblo tuviera acceso a las Sagradas Escrituras, tomó muy en serio las palabras de Erasmo en la Paráclesis o Exhortación al estudio de la filosofía cristiana al piadoso lector (1516):

“No estoy de acuerdo en modo alguno con aquellos que se oponen a que los ignorantes lean las divinas letras traducidas a la lengua vulgar [...] Los secretos de los reyes por ventura cumplen que no sean divulgados, pero Jesu Christo lo que quiere es que sus secretos muy largamente se divulguen. Desearía yo, por cierto, que cualquier mujercilla leyese el Evangelio y las epístolas de San Pablo; y aún más digo, que pluguiese a Dios que estuviesen traducidas en todas las lenguas de todos los del mundo, para que no solamente las leyesen los de Escocia y los de Hibernia, pero para que aun los turcos y los moros las pudiesen leer y conocer […].”

Como bien destacó Dámaso Alonso: “La peligrosa contienda en que entonces Erasmo se ve envuelto da origen a una gran cantidad de escritos polémicos, y en muchos de éstos figuran como importante pieza de convicción las opiniones del holandés sobre la necesidad de traducir las Escrituras para lectura de todos.” En el ámbito de habla castellana, este documento llegó a conocerse incluso en Nueva España, pues se tradujo alrededor de 1529. El obispo Juan de Zumárraga “hizo suyo el llamamiento de Erasmo, hacia 1544, en las Doctrinas que publicó para la evangelización de México”, observa Marcel Bataillon. No obstante, agrega éste, pueden plantearse importantes diferencias entre el interés erasmiano y el protestante: “En el fondo, el biblismo integral y estricto que se desarrolló en la mayor parte de las confesiones protestantes era muy ajeno al espíritu de Erasmo. Nadie mejor que él se inclinaba a hacer una selección en la Biblia, a establecer una jerarquía entre sus libros.”

Es verdad que, como muchos estudiosos han señalado, Lutero no dominaba totalmente el griego; no obstante, su contribución al desarrollo de la lengua alemana fue definitiva. Los criterios que utilizó, magistralmente expuestos en su Misiva sobre el arte de traducir (1530), lo colocaron a la vanguardia de su época en la tarea de trasladar los textos sagrados. Con ello abrió otro frente de discusión y polémica que le permitió desplegar un enfoque lingüístico, gramatical y teológico de grandes alturas. La forma en que respondió a las objeciones recibidas, muy en su estilo agresivo y hasta arrogante, como bien han señalado los críticos católicos, evidencia lo bien que acertó a dar el golpe en donde más dolía: su traducción sirvió perfectamente para acompañar los énfasis personales que agregó al ímpetu reformador que consumía todo su tiempo y esfuerzo.

Traducción bíblica y nuevas prácticas lectoras
En el marco de la historia de la lectura, la labor de Lutero formó parte de una serie de procesos culturales y tecnológicos que implicó transformaciones profundas en el acceso a los materiales escritos, tal como lo ha explicado Jean-François Gilmont en un estudio sobre las reformas protestantes. El surgimiento de la imprenta como medio al servicio de la propaganda religiosa fue visto como algo providencial al momento de los inicios de las reformas. La frase de Lutero al respecto es elocuente: “La imprenta es el último don de Dios, y el mayor. Por su mediación, en efecto, Dios desea dar a conocer la causa de la verdadera religión a toda la tierra, hasta los extremos del orbe.” Un aspecto importante fue la instauración de la “lectura silenciosa” como una novedad:

“Hasta el siglo XVII, la lectura silenciosa era un logro de los eruditos o un modo de devoción consciente. Leer significaba murmurar para uno mismo o leer en voz alta a los demás; la palabra escrita era un ‘signo audible’. Esto era lo que significaba para la lectura subterránea que practicaron los lolardos ingleses y también lo que significaba para Lutero. Su palabra era una palabra para ser escuchada, una promesa para ser recibida en la fe, no un texto para ser estudiado. La fe, como había dicho San Pablo, venía por el oído; el oído, no el ojo, era el sentido cristiano (John Bossy, Christianity in the West: 1400-1700,énfasis agregado)”.

Otro aspecto importante lo constituyó el hecho de que el libro impreso comenzó a desligarse del modelo manuscrito, prevaleciente en los siglos anteriores. El conflicto derivado de estas nuevas prácticas se ligó con las consecuencias ideológicas de las reformas en marcha, especialmente por la resistencia católico-romana a la libre circulación de la Biblia en las lenguas vernáculas, tal como lo subraya Bossy, aun cuando algunos autores de esa tradición señalan que eso no fue necesariamente así. El Índice romano de Paulo IV (1559) y el de Trento (1564) fueron muy explícitos sobre la prohibición de leer “la Biblia en nuestro vulgar o en otro cualquier, traduzido en todo o en parte, como no esté en Hebraico, Caldeo, Griego o Latino”.

Gilmont profundiza en la transformación que sufrió la lectura de textos religiosos con el triunfo de los materiales impresos, pues la relación de los lectores con los textos sería otra muy diferente: “A partir del momento en que la práctica de la lectura se generalizó, la relación con el texto evolucionó. Lo escrito pasó a convertirse en un medio de comunicación directa. Desde entonces se enfrentaron dos posturas contradictorias. Por un lado, la convicción de que las enseñanzas de Cristo eran sencillas y se dirigían a todos; por otro, y por temor a la herejía, hay un manifiesto afán de control mediante la predicación. “Era un debate fundamental entre la Biblia del oído y la Biblia de la vista, entre la Iglesia de lo oral y la Iglesia de lo impreso” (énfasis agregado). Ello produjo mucho temor sobre los riesgos (o incluso a los accesos) a los que podía llevar una lectura amplia y libre de los textos sagrados.

Podría decirse, como lo hicieron R. Gawthrop y G. Strauss, que “el discurso de Lutero evolucionó”, pues si bien al principio, dominado por “el ardor de los primeros combates”, anheló que “cada cristiano estudie por sí mismo la Escritura y la pura Palabra de Dios”. En el Manifiesto a la nobleza cristiana (1520) solicitaba:

Ante todo, en las escuelas superiores e inferiores, la Sagrada Escritura debe ser la enseñanza principal y más común y para los niños pequeños el Evangelio. ¡Quiera Dios que toda ciudad tenga también una escuela de niñas, donde éstas puedan escuchar una hora por día el Evangelio, ya sea en alemán o en latín! […] Todo cristiano debería conocer a los nueve o diez años todo el Santo Evangelio del cual deriva su nombre y su vida. También una hilandera y una costurera enseñan a edad temprana el mismo oficio a sus hijas.

Gilmont hace una puntualización muy necesaria sobre el principio de la Sola Scriptura, tan invocado en todas partes como apertura total a la lectura de la Biblia: “Los protestantes preconizaron el principio de la Scriptura sola, lo cual no hay que traducir por ‘lo escrito, sólo lo escrito’; ese principio, que exigía posicionamientos teológicos basados en la Biblia, permitía recusar las tradiciones humanas no atestiguadas por las Escrituras. Y nada tiene que ver con el libre examen, que no fue introducido por el protestantismo liberal hasta el siglo XVIII (énfasis agregado)”.

Lutero fue testigo de las consecuencias que alcanzó la difusión de la Biblia, especialmente en el caso de la rebelión de los campesinos alemanes y de la explosión de interpretaciones bastante heterodoxas de las Escrituras. Acerca de esos riesgos, escribió: “Habría que reducir también el número de los libros teológicos y seleccionar los mejores, porque muchos libros no hacen al docto, ni mucha lectura tampoco, sino el leer cosas buenas frecuentemente, por poco que sea, hace docto en las Escrituras y además bueno” (Manifiesto a la nobleza cristiana). Más tarde insistiría en que la Iglesia debía controlar el acceso a la Biblia, reivindicando a su vez el lugar de la predicación para que la Biblia dejase de ser letra muerta. En una homilía de 1534 dijo: “El Reino de Cristo está basado en la Palabra que no puede captarse ni entenderse sin los dos órganos, las orejas y la lengua.” Algo similar propuso Felipe Melanchton, quien “pasó de la invitación a hacer que todos leyeran la Biblia al fomento del uso del catecismo”.