viernes, 30 de diciembre de 2022
Muy feliz 2023 para todos los lectores de este blog
jueves, 29 de diciembre de 2022
Un recuerdo uruguayo para Marcelo Cohen
El siguiente artículo, publicado el 23 de diciembre pasado, en La Diaria, de Montevideo, por el narrador y periodista uruguayo Martín Bentancor, da cuenta de la trayectoria de Marcelo Cohen como traductor de una manera no reflejada por los medios argentinos.
Los lápices de
Marcelo Cohen
Una recorrida por los estantes de la biblioteca, ese espacio caprichoso construido por la suma de años de lecturas, trabajos, búsquedas y acumulaciones, propicia la separación de algunos volúmenes –Lady Susan, de Jane Austen; Libro de maravillas, de Nathaniel Hawthorne; El Crack-Up, de F Scott Fitzgerald; Los desafortunados, de BS Johnson; Historias inverosímiles, en general, de Alasdair Gray; La exhibición de atrocidades, de JG Ballard; La ley del silencio, de Budd Schulberg; Una chica en invierno, de Philip Larkin; La noche, de Al Alvarez; La máquina blanda, de William S Burroughs; Adagia, de Wallace Stevens– con los que se podría fundar una nueva biblioteca. El factor común: todos fueron traducidos al español por Marcelo Cohen.
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Al terminar cada jornada de trabajo, antes de cerrar el original, Marcelo Cohen trazaba una marca con forma de zeta sobre el párrafo en el que detenía la traducción. Empleaba para ello, sistemáticamente, fuera cual fuera el libro sobre el que trabajara e independientemente del momento del día, la estación en curso y el nivel de cansancio acumulado, un lápiz de escribir Staedtler en su clásica presentación negra y amarilla. Con los años, el sistema de marca vuelto rutina se convirtió en una suerte de obsesión, al punto de que no dudaba en robar los lápices Staedtler que ocasionalmente encontraba en escritorios y gavetas en casas de amigos, bibliotecas de colegas u oficinas de editores. La rutina devenida obsesión vía neurosis le dio paso, además de a una importante acumulación de lápices, a una superstición: el día que se acabaran los lápices Staedtler sobre su mesa de trabajo se habría acabado la traducción. No la traducción de una obra en curso, sino la traducción.
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En uno de los ensayos del libro Música prosaica (cuatro piezas sobre traducción), Marcelo Cohen relata la experiencia de John Cage al entrar en una cámara anecoica. Cuando el músico por fin esperaba no escuchar absolutamente nada, oyó dos sonidos: uno bajo, que identificó como el del pulso de su sangre, y otro agudo, el de su sistema nervioso. “El silencio suele ser un hervidero de sonidos que la música disimula; lo mismo hace el lenguaje”, escribió Cohen. Nadie más seguro para afirmar lo anterior que alguien que tradujo una importante cantidad de libros de varias lenguas, aislándose en la cámara anecoica del idioma para captar el sonido propio del lenguaje. En el arranque de su icónico ensayo “Nuevas batallas por la propiedad de la lengua” expresó que “a veces pienso que, quizá más aún que escribir, traducir provoca en uno dulces o ácidas y siempre interesantes perplejidades sobre el lenguaje, el entendimiento y la política, el exilio como condición existencial generalizada y las verdades y falacias de la identidad”.
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En “Persecución. Pormenores de la mañana de un traductor”, Marcelo Cohen describió el caos de su mesa de trabajo, campo de batalla inmediato en la permanente confrontación con los idiomas: “En mi altillo idílico, el papelerío vario, libros de todo género y postura, mamotretos de referencia, dossiers, recortes de prensa, facturas, libretas, es el retrato de un desarreglo mental que el oficio sabe instrumentar para sus fines. Lenguas, gramática, hermenéutica, ejecución, orden de los componentes, argumentación, sucesiones y sincronías, tonos, trayectos, criaturas, culturas, técnicas, lugares: la traducción me ha pautado la vida en una suerte de nomadismo sedentario”.
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Marcelo Cohen inclinado sobre un diccionario de ornitología mientras traduce un pasaje de The Peregrine, de JA Baker. Silbones, mosquiteros, agujas, arrendajos, avefrías, cárabos, camachuelos y un centenar de especies de aves más cruzan el aire de Chelmsford, condado de Essex, Inglaterra, para ser apresados por el traductor en el altillo de su casa en el barrio de Belgrano, ciudad de Buenos Aires, Argentina. Al final de la tarde, luego de trazar con medio lápiz Staedtler una marca en forma de zeta al inicio de un párrafo, Marcelo Cohen descubre a un hornero en el alféizar, a poco menos de un metro de su mesa de trabajo.
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Marcelo Cohen en plena traducción de la novela de Chris Kraus: “Uno siempre está en medio de una frase; y entre lo que ya escribió, y es pasado, y el descubrimiento que vislumbra cerca del punto está el momento de pugna con las palabras en un umbral: esa duda inexorable es la fatiga del oficio, pero también la dádiva”.
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Ahora que Marcelo Cohen ha muerto, los lápices Staedtler que acumuló con
los años se fusionarán con las paredes de algún portalápices, juntarán polvo en
una gaveta o se dispersarán por ahí, liberados de marcar nuevas zetas al inicio
de párrafos de traducciones en marcha. Lamentablemente, ya no habrá nuevas
traducciones firmadas por Marcelo Cohen, pero todos los libros que durante
décadas vertió a nuestro idioma continuarán desestabilizando el orden de las
bibliotecas, amplificando el maravilloso (e inquietante) hervidero de sonidos
del lenguaje.
miércoles, 28 de diciembre de 2022
Acá están pasando cosas espantosas
Jorge Aulicino se exaspera, y con razón, porque el verbo “compartir” se volvió progresivamente pronominal, escalando posiciones a partir de un mal uso infantil que se popularizó. Así que les compartimos esta nota.
“Un tártaro
finlandés”
Mi última acometida contra el uso del “les comparto” eligió esta frase para el Facebook: “Fran nos comparte en este libro los secretos para trabajar con masa madre”. Está tomada, se crea o no, del flyer -aviso- de una librería, enviado por spam -correo electrónico con muchos destinatarios-. Pero yo diría que el texto viene de la editorial del libro y fue copiada sin miramientos.
No hago este tipo de acometidas en nombre de la Academia de España, sino de una gramática básica, que es la que va rigiendo el pensamiento. Su estructura. No me la tomo con algunos usos porque están “mal” sino porque me alarma el tipo de ideas que traslucen, la trivialidad, a veces, la falta de atención del dicente en aquello que -de acuerdo con las convenciones vigentes- él mismo dice (o escribe). Algo vale la pena conservar: una mínima elegancia de pensamiento. Lo cual viene siendo de lenguaje. Si Flaubert murió sin encontrar una solución que no repita el “de” en la frase “una corona de flor de laurel” creo que toda cruzada por esa elegancia vale la pena.
En la frase publicitaria citada al comienzo hay tres estigmas de la trivialidad reinante en la Argentina, no ya en Facebook, sino en el periodismo y la publicidad, en la lengua académica y en el ensayismo de periódico. Fran no es sino el diminutivo de Francisco, que en la intimidad familiar o amistosa es expresiva. Fuera de esos lugares, es una trivialidad, una estupidez, una infantilización del leguaje, que, vamos a decirlo, corre a la par de la apropiación de la intimidad y la confianza por parte del lenguaje publicitario, y la destitución del trato de usted en los avisos y mensajes comerciales. El uso del verbo “compartir” junto con los pronombres “les”, “nos”, “te”, “le”, es otra de esas banalidades. La masa madre como tal es un esnobismo, pero no solo del lenguaje.
Cuando un contacto del Facebook repitió la cantinela de “la lengua cambia en el uso” etc. se me encendió una alarma, como se dice cancheramente ahora, en ingenioso lenguaje figurado. Supe ahí mismo que la RAE había aceptado esta falta de elegancia como tantas otras pavadas, con el mismo argumento: “El lenguaje cambia…” No sé si el lenguaje es un organismo vivo que cambia por su cuenta o depende de un núcleo “ni siquiera iletrado” (diría nuestro escritor “icónico” y “emblemático”), pero me parece que una Academia que dice basar sus definiciones en estudios filológicos debería mejorar sus argumentos.
El sitio de la FundéuRAE dice que es “adecuado” el “trasladar” el complemento introducido por con a un complemento indirecto. La cháchara académica no oculta que no hay ningún otro fundamento que el uso para aceptar este “traslado”, pero el sentido que le encuentra no se verifica siempre, además de que es una mera suposición sobre las intenciones del que habla o escribe. Lean este párrafo:
“La construcción tradicional de este verbo era compartir algo con alguien, pero, sobre todo en el ámbito de las redes sociales, se ha extendido el uso de compartir algo a alguien, asentada en el español americano, como indica la Real Academia Española. Esta estructura, que traslada el complemento introducido por con a un complemento indirecto, se usa con un significado que combina el sentido original de ‘hacer a alguien partícipe de algo’ con el de ‘enviar’ o ‘permitir ver’, de modo que lo que hay es un emisor y un conjunto de receptores de una información, una imagen, un audio, etc.
“Así pues, tan adecuado es Comparto con ustedes una canción como Les comparto una canción.”
Dudo, y llevo ya mis años en las “redes”, de que siempre haya la intención a la vez de compartir y enviar en el uso de este verbo. En la frase que cité al principio, el libro del que se habla no nos envía nada, pero nos quiere compartir. Vaya a saber con quién.
Lo que debemos celebrar es la novedad de que la Academia reconozca ya la existencia de un “español americano”, frase que carece de toda elegancia y sentido “adecuado”. Como decir “un tártaro finlandés”, donde no sabemos si el tártaro es un idioma o un caballero de la Tartaria que migró a Finlandia. Esto viene de tanta omisión y tragada de palabras, claro, por comodidad, por un “se entiende” universal. Más preciso sería decir “idioma castellano de América”, al que no deberíamos hacer responsable de giros como les comparto, entre otros.
La otra buena noticia es que la Academia perdió toda
autoridad, y afortunadamente no parece que tenga la intención de
recuperarla.
martes, 27 de diciembre de 2022
Nuevas definiciones en el Cambridge Dictionary
“Desde octubre, el prestigioso diccionario británico incluyó nuevas acepciones para los términos y se reavivó un debate sobre la identidad de género.” Esto es lo que dice la bajada de la nota firmada por Daniel Gigena, publicada el pasado 21 de diciembre en el diario La Nación, de Buenos Aires.
A finales de octubre, el Cambridge Dictionary actualizó las entradas para las palabras “hombre” y “mujer” en inglés con el objetivo de incluir a las personas transgénero. La primera acepción del diccionario para “mujer” es “un ser humano femenino adulto” y la segunda, desde octubre, “un adulto que vive y se identifica como mujer, aunque se haya dicho que tiene un sexo diferente al nacer”. “Hombre” se define como “un ser humano masculino adulto” y también como “un adulto que vive y se identifica como hombre, aunque se haya dicho que tiene un sexo diferente al nacer”. Con un poco de delay, desde mediados de mes se encendió en el Reino Unido y Estados Unidos un nuevo debate en torno a la cuestión.
Si bien las actualizaciones entraron en vigencia el 27 octubre, cobraron notoriedad este mes cuando la definición ampliada de “mujer” del diccionario británico generó críticas. “Nos gustaría que reflexionen y tal vez expliquen públicamente cómo es posible ‘vivir como mujer’ si no eres mujer o, de hecho, si eres mujer –tuiteó el exvicepresidente del Partido Verde de Inglaterra y Gales, Shahrar Ali–. ¿Es cuestión de hacer las tareas del hogar? ¿Usar tacones altos? La implicación de que hay una manera de vivir ‘como mujer’ es un tropo condescendiente, regresivo y sexista que las mujeres han luchado durante mucho tiempo para superar. No deberíamos esperar verlo aparentemente respaldado por los editores del Cambridge Dictionary”. Otros condenaron la actualización como un nuevo intento de “borrar a las mujeres”.
“Este significado se agregó el 27 de octubre y refleja cómo se usa la palabra ‘mujer’”, dijo a Reuters un portavoz del diccionario de Cambridge cuando comenzaron a aparecer las críticas en redes sociales. “La primera definición en la entrada para mujer permanece sin cambios y sigue siendo ‘un ser humano femenino adulto’”. El diccionario brinda ejemplos de uso para la segunda acepción: “Ella fue la primera mujer trans electa para un cargo nacional” y “Mary es una mujer que, al nacer, le fue asignado el género masculino”.
Otros diccionarios habían hecho cambios similares. En 2020, Merriam–Webster amplió su definición de “femenino” al incluir la acepción “tener una identidad de género opuesta a la masculina”. Se hizo, además, una incorporación similar a la palabra “masculino”. Esos cambios también ocasionaron críticas.
Consultada por La Nación, la presidenta de la Academia Argentina de Letras (AAL), Alicia María Zorrila, se refiere a la posibilidad de que esas actualizaciones se reflejen próximamente en el Diccionario de la lengua española. “Desde mi punto de vista, deberemos esperar a que las veintitrés Academias estudien estas nuevas acepciones y se expresen al respecto –dijo Zorrilla–. De cualquier modo, considero que son suficientes las que están en el Diccionario de la lengua española, pues, sin discriminar, incluyen a los varones y a las mujeres que no se sienten mujeres, sino varones, y a los varones y mujeres que se sienten mujeres”.
En el Diccionario de la lengua española, la tercera acepción de “hombre” es “varón que ha llegado a la edad adulta”, y la segunda acepción de “mujer” es “mujer que ha llegado a la edad adulta”. “En nuestra sociedad, muchas personas ‘trans’ se denominan a sí mismas ‘mujeres’ o ‘varones’, según sea su inclinación sexual, y no ‘transexuales’, lexía que también define el Diccionario –concluye la presidenta de la AAL–. Por lo tanto, se identifican con alguna de las dos definiciones que da el Diccionario de la lengua española”.
La escritora, psicóloga social y activista travesti Marlene Wayar dijo a este diario que el debate le parecía poco interesante. “No nos afecta tanto a nosotras ni entiendo cuánto puede impactar el diccionario de Cambridge –sostuvo la autora de Furia travesti–. En general lo que ha venido del primer mundo ha impactado siempre de manera negativa para la comunidad travesti trans en América Latina. Mientras ellos tienen una medicina carísima, las latinoamericanas hemos tenido que trabajar mucho tiempo con la patologización de nuestras identidades porque allí no hay medicina gratuita asegurada por el Estado, como ocurre en la Argentina. Tenemos que decidir si vamos a luchar por un pequeño corsé identitario o por situaciones más complejas. A las personas latinoamericanas, racializadas y empobrecidas nos interesan las cosas más complejas porque de nada vale que te maten llamándote ‘mujer’. No sé si es bueno que nos metan en una definición discreta que nos limita, sobre todo pensando en cómo va a impactar en las infancias y a qué se van a tener que encorsetar antes de vivir su propia vida. Una cosa es que te sientas disconforme y busques elementos para construir una identidad, ese cuadro que de diferentes piezas que vas armando, y otra cosa es que tengas una sola alternativa, una definición que te va condicionar anímicamente, físicamemte, éticamente”.
Para Wayar, resulta “muy pobre el canje”. “Más que reeducar la transfobia, yo diría más bien el transodio porque fobia parece que tienen un problema aunque ese problema es el odio, hay que trabajar en la construcción del amor, en vez de palabras ideales que no tienen que ver con la realidad –agregó–.Mi cuerpo y mis experiencias no son las de las mujeres y eso no hace que yo no pueda reclamar la feminidad para mí en mi condición de travesti. Es empobrecedro que para que me dejen vivir tenga que acomodarme al término ‘mujer’. ¿Mujer golpeada, mujer sumisa, mujer explotada, mujer que gana menos que un hombre por la misma tarea? ¿Cuál es la propuesta política detrás de esto? Es la dádiva o la concesión de una academia de personas cis a las personas trans. Además, llega tardísimo la academia en hacer un desagravio en contra del transodio. No le rindo pleitesía a esta decisión”.
Semanas atrás, hubo un debate entre intelectuales de América Latina cuando la escritora colombiana Carolina Sanín –que se pronuncia habitualmente en contra del “borramiento de la mujer”– anunció en su cuenta de Twitter que la editorial mexicana Almadía había decidido dar de baja un contrato para publicar sus libros en las tierras de Elena Garro. Algunas colegas argentinas de Sanín que se solidarizaron con ella cerraron sus cuentas en Twitter luego de ser criticadas y calificadas de transfóbicas. Hasta ahora, los responsables del sello no comunicaron en forma pública los motivos de la decisión.
En noviembre, la filial mexicana de Siglo XXI informó que se había pospuesto la presentación del libro Cuando lo trans no es transgresor, de Laura Lecouna, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por cuestionamientos de la comunidad trans. Según el comunicado, la autora había recibido amenazas por sus críticas al transactivismo.
lunes, 26 de diciembre de 2022
Marcelo Cohen (Buenos Aires 1951–2022)
El pasado 17 de diciembre murió inesperadamente en su casa, a los 71 años, Marcelo Cohen, un día antes de la final del Mundial de Fútbol de Qatar. Mencionamos este dato porque Cohen, además de ser un excelente y prolífico traductor y una relevante figura de las letras argentinas, era futbolero de alma. Andrés Ehrenhaus, colaborador habitual de este blog, compartió con él y muchos otros veinte intensos años de exilio en Barcelona y rinde sentido homenaje al amigo perdido que fue, además, quien lo inició, muchos años atrás, en los arcanos de la traducción editorial.
con marcelín jugamos muchos años
formando una pareja de zagueros
que usaba los recursos literarios
para paliar los déficits del juego.
menciono su jugada preferida:
pisaba la pelota en media cancha,
henchía el pecho y alzaba la vista
y ante el asombro general silbaba
como si fuera el almirante nelson
sentado en el barril de trafalgar;
el tiempo se paraba hasta que un lelo
le afanaba la globa sin piedad.
así marcelo voy a recordarte:
sensible, corajudo y elegante.
viernes, 23 de diciembre de 2022
jueves, 22 de diciembre de 2022
Una nueva traducción de Dickens hecha en Colombia
El siguiente artículo, que incluye una entrevista con el traductor colombiano Santiago Ochoa Cadavid, lleva firma de Santiago Díaz Benávidez y fue publicado el pasado 16 de diciembre en la sección Leamos, de Cultura InfoBAE. De acuerdo con la bajada, “El traductor colombiano presentó su versión del libro del autor británico, de la mano de Panamericana Editorial, y conversó con Infobae respecto a los retos que significó y los obstáculos de la traducción literaria en Colombia”.
“La
traducción literaria es y ha sido aquí una ocupación menor”
Una de las lecturas imprescindibles para cada fin de año es el clásico de Charles Dickens, que tantas veces ha sido adaptado a la pantalla, tanto chica como grande; al que han reeditado, imitado y estudiado. El libro que se ha convertido en una referencia popular en casi todo el mundo para esta época: Canción de Navidad.
Probablemente, el libro más icónico de esta fiesta, cuya historia, ya sea porque lo han leído o han visto alguna de las series animadas o películas, todos conocen.
Están
Ebenezer Scrooge y su avaricia, el cadáver de Jacob Marley y sus revelaciones
paranormales, y el pequeño Tim, con su esperanza intacta a pesar de su terrible
condición.
Una historia navideña o un relato de fantasmas.Canción de Navidad puede ser ambas cosas y, en mi opinión, lo es. Un inquietante encuentro con la crudeza de nuestras decisiones y la confirmación de que, tarde o temprano, recibimos lo que damos.
El libro fue originalmente publicado en 1843, por la editorial Chapman & Hall, durante la época victoriana. Para ese momento, Dickens ya era un autor afamado en el Reino Unido, con seis títulos publicados. Desde la salida de este, como casi todos sus libros, no ha parado de leerse y traducirse a diversas lenguas.
Puede que esta sea una de las grandes piezas de la literatura universal con más ediciones en el mundo. Y, precisamente, una nueva se le suma en esta recta final del 2022.
Para el cierre del año, Panamericana Editorial, en Colombia, ha publicado una de las más recientes, con la traducción de Santiago Ochoa Cadavid, quien ya ha trabajado antes con clásicos de la literatura como Herman Melville o Michael Cunningham, y las ilustraciones originales de Arthur Rackham (que por original no quiere decir necesariamente que fue el encargado de ilustrar la primera edición de la novela), en un formato ideal para regalar a cualquier lector ya iniciado en la obra del británico, o cualquier otro que esté buscando adentrarse en ella.
De tapa dura y muy práctico de llevar, esta nueva versión del libro es una de las más bellas que se han producido en lengua española en el último año. El trabajo de Ochoa Cadavid con la traducción es impecable. Nada que envidiarle, pienso yo, a las traducciones de Miguel Ángel Pérez Pérez, una de las más pulcras, o José C. Vales, que ha enfocado la historia para el público más joven.
Para abordar este libro, el traductor pasó semanas adentrándose en el universo de Dickens, no solo en esta historia. Riguroso como es, debió entender primer al autor, antes que a su obra. El resultado fue impecable.
Respecto al proceso de traducción y el reto que supuso el mismo, Ochoa Cadavid conversó con Infobae:
–¿Qué supuso para usted enfrentarse a la traducción de este libro?
Estamos hablando de un clásico de la literatura.
–Ya antes había traducido Oliver Twist, otro libro de Dickens, mucho más complejo que Canción de Navidad, por lo que no me vi inmerso en un ámbito literario que fuera totalmente desconocido para mí. Debe hacerse también la salvedad de que este libro se inscribe entre la obra menor de Dickens. En la traducción de clásicos de la literatura es imperativo cotejar diversas traducciones existentes, no solamente en la lengua del traductor, sino también en otras, de ser posible. Por lo demás, procuro abordar toda traducción con el mayor respeto posible, independientemente de su naturaleza; respeto por el autor, por el lector, por el sello editorial y finalmente por el oficio de traductor.
–¿De qué manera se aborda un texto como este, cuyo lenguaje, de repente,
es distinto al de hoy?
– Se escribe y se traduce desde lo que uno es, desde la realidad en la que se está inmerso. Traducir es también una especie de malabarismo. En este caso, traducir a Dickens supone transitar por la cuerda floja que une al pasado con el presente: el desafío de encontrar la manera de conservar un equilibrio a medio camino entre la época victoriana inglesa y la latinoamericana del siglo XXI.
–Cada
autor tiene su propia impronta ¿La tienen los traductores?
– Hay diversas maneras de abordar una traducción. Algunas pueden ser más libres, otras más literales; unas son también más acertadas que otras. Sin embargo, la labor del traductor también suele ser altamente invisible, como si se tratara de un escritor fantasma o de un agente neutro. De nuevo, el traductor es como malabarista que no puede desviarse de la cuerda floja, a riesgo de dar al traste con su cometido. No debería tergiversar ni traicionar el contenido original y, a un mismo tiempo, tiene que ser como un filtro que, paradójicamente, debe dejar pasar incluso las impurezas de la sustancia que tamiza, sin pasar por alto el ingrediente activo.
–¿Cuál es la suya?
– Dejo eso en manos de cada lector. El traductor es también un heterónimo de sí mismo. No es lo mismo traducir a Faulkner que a Hemingway, ni los poemas de Alberto Caeiro que los de Ricardo Reis. Digamos que la literatura es un océano, y cada autor un mar distinto. Añadamos también que el traductor es un navegante. Y que este tiene que en encontrar la manera de sortear los mares de un modo diferente, según sus propiedades y características. No se navega el litoral comandando un trasatlántico, ni el altamar a bordo de una chalupa. Traducir es navegar entre icebergs y arenas movedizas.
–¿Qué parte del libro le presentó más problemas al momento de trabajarla?
– Diría más bien que la mayor dificultad consiste en la complejidad del lenguaje dickensiano, que tiene varias peculiaridades. Dickens acuñó muchas nuevas expresiones y amplió enormemente el vocabulario de uso común. A menudo esto implicaba popularizar palabras que eran oscuras o que habían caído en desuso. Fue también uno de los primeros escritores en emplear la jerga popular. Otra característica del uso que Dickens hace del lenguaje es la forma en que utiliza palabras existentes para crear otras nuevas; es un resignificador del lenguaje. Convierte, por ejemplo, adjetivos en sustantivos y crea numerosos neologismos. Esto, para no extendernos más sobre el tema.
–¿Cuál sería su parte favorita?
– Sacrifico la parte en aras del todo.
–¿Qué opinión le merece el estado actual de la traducción literaria en
Colombia?
– La traducción literaria es y ha sido aquí una ocupación menor, escasa, exigua y limitada, ya que Colombia ha tenido siempre un sector editorial vulnerable, fugaz, poco sólido, sujeto a fuertes movimientos sísmicos, y en continuo acomodamiento de placas tectónicas. En una sola empresa los cambios suelen sucederse con frecuencia casi anual: cada año se decretan nuevas prioridades o metas, recortes presupuestarios, incursiones en otros campos, limitación o cierre de actividades, y entre las víctimas y damnificados de estos cataclismos suelen encontrarse quienes se dedican a la traducción. No hay que olvidar que lejos de ser instituciones sin ánimo de lucro o iniciativas filantrópicas, las empresas editoriales, así como las de todos los demás sectores, se rigen básicamente por el afán de ser rentables. A esto hay que sumarle la creciente precarización laboral y la incertidumbre económica propia de estos tiempos, lo cual se siente con particular virulencia en estas latitudes. Y entonces la historia del traductor colombiano termina siendo como una novela de Balzac: Las ilusiones perdidas. En Colombia han nacido editoriales que parecen –o se ven abocadas– a tener aspiraciones de vida
La Navidad está a menos de una semana. De seguro, más de uno querrá obsequiarse esta edición del clásico de Dickens, porque dársela a alguien más, aunque buena idea, sería someterse a la tortura. Habría que comprar, en lugar de uno, dos ejemplares.
miércoles, 21 de diciembre de 2022
Más libros de Annie Ernaux traducidos en España, Argentina y Chile
martes, 20 de diciembre de 2022
Esto dijo el humanista francés Roger Caillois sobre Gabriel García Márquez: “Definitivamente, la literatura latinoamericana no tiene nada qué decir”
La siguiente nota fue publicada por El Universal, de Colombia, el pasado 11 de diciembre., con firma Omar Andrés Carrasquilla. En ella se detallan varios de los rechazos –a manos de Guillermo de Torre, Roger Caillois y el comité editorial de la revista The New Yorker– sufridos por Gabriel García Márquez. Tal vez sería interesante considerar que no se trata de una práctica excepcional. Quizás valdría la pena imaginar que la excepcionalidad está en los aciertos de los editores. El resto es norma.
lunes, 19 de diciembre de 2022
viernes, 16 de diciembre de 2022
Literatura boliviana traducida al inglés
“La traducción al inglés de Joaquín Gavilano fue seleccionada con otros nueve proyectos en distintos idiomas, de entre una gran cantidad de solicitudes.” Eso dice la bajada de la nota sin firma, publicada en el diario digital La Opinión, de Bolivia, del 18 de noviembre pasado.
jueves, 15 de diciembre de 2022
Ni Baudelaire, ni Benjamin. O sea, otra cosa.
¿Flâneur?
El diario Perfil, de Buenos Aires, tiene un suplemento titulado “Textum” en el que reproduce notas –traducidas, cuando corresponde– de revistas y periódicos “de ideas”. El 20 de noviembre publicó una nota de Matthew Beaumont en The Públic Domain Review sobre el nacimiento del flâneur, o mejor dicho, de la idea de flâneur. Cita las fuentes adecuadas y abundantemente, y se aproxima a la médula dramática del ensayo de Baudelaire, salvo que al final mete por la ventana a Erika Rappaport, quien recuerda en un libro publicado en 2000 que la libertad de la mujer para vagar estaba limitada en el siglo XIX por peligros reales y “convenciones sociales”. Esto es seguro. Pero ¿a qué viene? En las últimas líneas el propio Beaumont sucumbe al facilismo y para dar cabida a la observación de Rapapport convierte al flâneur en un “paseante” que parece disfrutar de una libertad que no tenían las mujeres.
¿Era necesario? Me recuerda que en un viaje a la entonces socialista Berlín Oriental nuestro guía dijo, mientras mirábamos las maravillas robadas por los alemanes en las ruinas de Babilonia: “Al lado de cada obra deberían poner una maqueta de las barracas de los esclavos, para que se vea cómo vivían los constructores de estas grandes obras”. O peor: me recuerda que los documentos del Partido Comunista debían terminar anunciando la inminente caída del imperialismo o denunciando su increíble iniquidad, viniera a cuento o no. La más tosca de las propagandas. No deberían acudir a ella las y los feministas modernos.