miércoles, 2 de abril de 2025

Más de bibliotecas: la obra de Christian Jacob

El pasado 30 de marzo, Pablo Raimondi publicó un artículo en InfoBAE, donde comenta un libro recientemente publicado en Argentina, por Christian Jacob, a quien entrevista.  En la bajada, se lee: "El historiador francés, autor de De los mundos letrados a los lugares de saber, analiza la evolución de estos espacios. 'Tienen un poder generador de sueños, lenguaje y conocimiento', resumió".

De Alejandría a Wikipedia, Christian Jacob cuenta la fascinante historia de las bibliotecas

Si el lector ingresa a un laboratorio científico, un taller de imprenta, el studiolo (o gabinete de curiosidades) de un erudito renacentista o una biblioteca medieval, se planteará varios interrogantes. ¿Qué verá? ¿Cómo estarán organizados estos lugares? ¿Cuál sería su mobiliario? Y, con respecto a los actores involucrados: ¿Qué harían?

A partir de estas preguntas iniciales, el historiador francés Christian Jacob comenzó a bosquejar su obra De los mundos letrados a los lugares de saber (editado en Argentina, en octubre de 2024, por Ampersand) en donde consideró el espacio para cultivar conocimientos en diferentes escalas: el país, la ciudad, el distrito de esta urbe, un edificio, una sala de aquel espacio, una mesa allí ubicada, un libro, una página de ese ejemplar, etc.

Formado en la corriente de la antropología de los mundos antiguos, representada en Francia por los historiadores Jean-Pierre Vernant, Marcel Detienne y Pierre Vidal-Naquet, los primeros trabajos de Jacob se centraron en las representaciones y la construcción del espacio, en los geógrafos griegos, y más tarde en la historia de la cartografía y sus efectos intelectuales. “En mi trabajo como historiador de la Antigüedad, investigué, primero, la aparición y el desarrollo de bibliotecas en Grecia y Roma como por ejemplo las bibliotecas de las escuelas filosóficas, como el Liceo de Aristóteles; luego, bibliotecas reales en Alejandría y Pérgamo y, finalmente, bibliotecas públicas y grandes colecciones privadas en Roma”, respondió detalladamente vía e-mail, a Infobae Cultura, desde París.

Según él, en términos generales, las bibliotecas a lo largo de la historia siempre fueron algo más que la suma de los libros que contenían. “Materializan la tradición, el patrimonio, la identidad y la memoria; reúnen el tiempo en un orden espacial; construyen un orden intelectual y simbólico; y tienen un poder generador, de sueños, lenguaje y conocimiento”, resumió el académico francés.

Las fuentes del saber
Si se considera a la Historia Natural de Plinio el Viejo (siglo I d.C.) como la única gran enciclopedia que, realmente, nos llegó desde la Antigüedad clásica, el Hombre se halla frente a un dispositivo particular. “Es una obra individual, concebida con un plan general y un objetivo intelectual, filosófico y político particular, que reflejaba la personalidad y el proyecto de Plinio”, resumió Jacob.

Según él, en este tipo de trabajos individualistas, existe un “autor” claramente identificable, “que aparece a lo largo del texto”. Y así lo amplió: “Este ‘autor’ fue el responsable de la selección de fuentes e información, y de su distribución en el plan general de su enciclopedia, recopilando hechos de un vasto corpus de fuentes griegas, romanas, archivísticas, orales, antiguas y contemporáneas, y es la escritura enciclopédica la que asegura su coherencia y unidad”.

La literatura académica de la Antigüedad, según Jacob, se sitúa entre distintos modelos. Por un lado figura el conocimiento natural secularizado y racionalizado de los presocráticos, que abarca física, astronomía y cosmología. Luego, se encuentran las pretensiones enciclopédicas de los sofistas del siglo V a.C., desafiadas por Sócrates y Platón, quienes cuestionaron los mismos cimientos de todo conocimiento y el estatus de la verdad.

Y, por último, surgiría el proyecto intelectual de Aristóteles y sus discípulos. “Ellos tenían el fin de investigar los mundos físicos, animales y humanos, y de situar estos tratados especializados dentro de una estructura general, que puede describirse como enciclopédica, tanto por su finalidad globalizadora como por sus marcos epistemológicos”, explicó el autor.

Continuando con el universo griego, Jacob explicó que “la canonización de ciertos textos adoptó otras formas, como las representaciones de los cantores”, su lugar en los planes de estudio de las escuelas elementales, pero también su omnipresencia en las artes figurativas, tal es el caso, por supuesto, de la épica homérica: la Ilíada y la Odisea. “El dominio de los autores clásicos, la capacidad de citarlos de memoria, y la habilidad de leer libros en voz alta, eran todas señas de la paideia, una cultura compartida que, también, era signo de pertenencia social y educación”, argumentó Jacob.

Vale recordar que, en cualquier sociedad de aquel entonces, la literatura cumplía una función de identidad, pero sin olvidar que, dicho poder no se limitaba solo a los escritos. “Las culturas puramente orales también contaban con tradiciones poéticas y narrativas, el ejemplo de Grecia es interesante, en la medida en que una literatura escrita y una cultura lectora emergerán de representaciones orales y colectivas”, afirmó el historiador.

En el caso del extinto Museo de Alejandría (Museion, el templo de las musas), Jacob comentó que los gramáticos jugaron un papel importante en la edición y el comentario de los poemas antiguos, así como de secciones enteras de la literatura griega, estableciendo los cánones de poesía, elocuencia, tragedia y comedia. Por ello, el académico francés destacó la transición entre la difusión de la literatura -mediante representaciones, canciones y rituales- y el surgimiento de una literatura para lectores y amantes de los libros.

La “lección de Alejandría”
Christian Jacob orientó su trabajo académico en dirección a la antigua ciudad portuaria de Alejandría, Egipto, a partir del siglo III antes de Cristo (apoyado en los inmensos fondos de la biblioteca museística de aquel entonces) enfocado en la producción de múltiples tratados, compilaciones y léxicos que generaron nuevos campos de conocimiento.

En contexto, la antigua Biblioteca de Alejandría tenía como objetivo reunir todos los libros del mundo, campos del conocimiento y géneros literarios. “Fue un arma de poder blando, un proyecto político centralizado, inscrito en el palacio real de la dinastía ptolemaica. Los literatos, gramáticos y eruditos que trabajaban allí debían transformar la acumulación exponencial de rollos de papiro en un espacio ordenado, regido por la clasificación, destacando la cartografía de las obras y su datación”, resaltó Jacob.

Alejandría fue también, según el especialista, el lugar donde la biblioteca se convirtió en un “horizonte intelectual polígrafo“, que reunió todo lo confiado a la palabra escrita del mundo griego. Bastaba solo pensar que los eruditos, que trabajaron allí, tenían a su disposición el archivo escrito completo de toda una civilización, desde las grandes obras literarias hasta los tratados más especializados.

Por ello, “la lección de Alejandría”, tal cual lo resume el historiador francés fue, en su opinión, el espacio que dio lugar a las primeras bibliografías universales, como las Tablas de Calímaco (nacido en Cirene, actual Libia, y responsable del Pinakes, uno de los primeros catálogos de libros) que, más allá de aquella región egipcia, jugó un rol fundamental como inventario de referencia, algo similar -acá en el tiempo- al catálogo general de la Biblioteca Nacional. “Eso sí, los textos griegos que nos han llegado, no provienen de las colecciones de la Biblioteca de Alejandría que fue destruida por el fuego, no por Julio César, sino durante la guerra del emperador Aureliano contra la reina Zenobia de Palmira, por el año 273”, completó el erudito.

Por último, la Biblioteca de Alejandría ocupó un “sitio de crítica sobre la autenticidad de los textos y su atribución”. Por ende, fue el momento en que el corpus de autores importantes, como los oradores áticos, fue depurado de textos que les habían sido falsamente atribuidos. “Para identificar un libro, los catálogos indicaban el número de rollos y, a veces, el incipit del texto”, agregó Jacob acerca del arcaico método de catalogación.

El libro y los mojones en la comunicación
Ya sea hablando de tablillas de madera, con letras grabadas en cera, rollos de papiro que se despliegan sujetándolos con ambas manos -y recorriendo columnas paralelas de texto-, o los primeros códices, en forma de hojas de pergamino dobladas, encuadernadas o no, “el libro es un objeto material y la lectura es un proceso gestual, visual, mental y vocal”, reflexionó el especialista.

El soporte, según él, también determina cómo se inscribe el texto, su organización espacial, su disposición, su ritmo visual y su prosodia discursiva. “La historia del libro es una historia de las metamorfosis gráficas de los textos, no solo a través de los diferentes sistemas de escritura y sus convenciones, sino también a través del aparato de navegación que guía al lector: paginación, numeración de líneas y párrafos, títulos y subtítulos, notas al pie, índices, tablas de contenido, entre otros”, desglosó el historiador.

Jacob, además, reveló que si tuviera que destacar tres hitos históricos en materia comunicativa, el primero que resaltaría sería la publicación en 1985 del CD-ROM (sigla que significa Compact Disc Read-Only Memory). “Pertenecía al Thesaurus Linguae Graecae, desarrollado por la Universidad de Irvine y el Packard Humanities Institute. Toda la literatura griega antigua, desde Homero hasta la era bizantina, en un CD, con software de consulta y operadores booleanos. Fue una revolución”, escribió con entusiasmo

Para Jacob, el segundo avance comunicacional fue el desarrollo exponencial del correo electrónico e Internet. “Resultó una revolución en la comunicación, particularmente científica y académica, que abrió la puerta a listas de correos de dichos ámbitos y múltiples intercambios con colegas de todo el mundo. En cuanto a Internet, conocemos el impacto gigantesco de la web como fuente de información, archivo de conocimiento y herramienta de trabajo”, resumió.

Y, por último, destacó el desarrollo de revistas y libros electrónicos online. “Renovaron la publicación académica, los jóvenes investigadores de hoy ya no están atados al imperativo de construir bibliotecas materiales personales”.

Para él, esta “miniaturización y especialización de los tratados académicos” evade una visión sintética y estructurada. “Se debe recontextualizar datos tomados de libros anteriores, estas compilaciones anticiparon una de las reglas de Wikipedia, que es usar únicamente información con fuentes, ya que la forma del catálogo potencialmente se presta a adiciones continuas, del mismo modo que las páginas de Wikipedia se prestan a múltiples modificaciones, ´formas abiertas´, como decía Umberto Eco”, sumó

Y planteó una comparación ineludible respecto a la estructura arbórea de las fuentes que conducen a un registro enciclopédico, las estrategias de reescritura y la citación de declaraciones, en relación a la magnánima creación de los estadounidenses Jimmy Wales y Larry Sanger, allá por enero de 2001.

— ¿Qué opina de Wikipedia como lugar del saber?
— Permite una escritura y distribución descentralizadas y en constante evolución, así como el tejido de múltiples enlaces hipertextuales, no tiene centro ni periferia: es una red en perpetua expansión y reconfiguración.

— ¿Y acerca del e-book como plataforma de investigación?
— El texto digital contemporáneo recuerda ciertas características de los textos antiguos: en sus formas más libres y fluidas, puede deconstruirse, atomizarse en fragmentos combinables e, incluso, ser plagiado. Las tabletas de lectura, como el Kindle, a menudo sujetadas con una sola mano, recuerdan a las tablillas antiguas. Desplazar las páginas es una versión simplificada de la ergonomía del códice. En la pantalla, las ventanas de procesamiento de texto se basan en el principio de desplazamiento vertical en columnas, más que en la horizontalidad del volumen antiguo.

— ¿Cómo es el paso a paso para estudiar las formas de lectura en la Antigüedad?
— La Antigüedad Clásica es un mundo distante y, nuestro conocimiento sobre ella, está mediado por los restos arqueológicos, las obras de arte, las inscripciones y los textos que han llegado hasta nosotros. Para acceder a ella, primero es necesario dominar conocimiento técnico y especializado, no solo de las lenguas antiguas, sino también de la historia de la transmisión de textos, la codicología, la papirología, entre otros. Luego viene la etapa de interpretación. A partir de ahí, podemos aplicar los métodos de la antropología cultural a las fuentes griegas, sean materiales, iconográficas o textuales, buscando entender la lógica y el significado de los mitos, el funcionamiento de un panteón politeísta y la formalidad de los gestos rituales. Por ultimo, las ciencias sociales nos ayudan a deshacernos de este sentido de inmediatez, al proporcionarnos las herramientas intelectuales para entender la especificidad de las sociedades y culturas antiguas.

— En su libro abordó a la biblioteca como un espacio fundamental. ¿Qué significa ese lugar para usted?
— Las bibliotecas son lugares de memoria, instrumentos de trabajo, instituciones sociales y horizontes mentales. Son como interfaces que nos permiten alcanzar el pasado o lugares lejanos, o revivir la voz y el pensamiento de autores fallecidos. Aunque compartimos las mismas bibliotecas, cada uno de nosotros sigue itinerarios de lectura muy personales y únicos. En una vida humana, visitamos y habitamos múltiples bibliotecas, como describieron Jorge Luis Borges y Alberto Manguel. En mi caso, han sido la Biblioteca Nacional de Francia, bibliotecas universitarias y mi biblioteca personal de algunos cientos de libros.

— ¿Qué significa conceptualizar las bibliotecas antiguas como algo más que simples depósitos de libros?
— La colección de libros tuvo un impacto en las formas de pensar, en la relación con la tradición y el lenguaje, en la posibilidad de ampliar el conocimiento y la curiosidad humana. Esto va más allá de la percepción inmediata, ya sea para escribir el pasado, cartografiar la Tierra, organizar el mundo natural, formalizar la gramática o la retórica, y, por supuesto, construir el corpus de la literatura. Además, en la Antigüedad, las bibliotecas eran lugares e instrumentos de poder y prestigio, financiadas y mantenidas tanto por las dinastías reales como por los emperadores romanos.

martes, 1 de abril de 2025

La casa-biblioteca de Bernardo Gómez-Pimienta



El siguiente artículo, publicado en La Jornada Semanal, de México, del 24 de marzo pasado, con firma de Xavier Guzmán Urbiola, da cuenta de la casa-bioblioteca, construida por el arquitecto Bernardo Gómez-Pimienta, un verdadero especialista en la construcción de bibliotecas.

Una casa biblioteca (y viceversa)

El espacio de una biblioteca tiene un carácter especial que, acaso, proviene de la naturaleza de los libros que alberga y de su dueño y lector. Muchos arquitectos han desarrollado proyectos específicos para sus bibliotecas, como Luis Barragán o Pedro Ramírez Vázquez, por mencionar sólo a dos. Este artículo trata sobre la que construyó en su casa el arquitecto francomexicano Bernardo Gómez-Pimienta (Bélgica 1961), también autor de la Biblioteca de Antonio Castro Leal en La Ciudadela (2011-2012), entre otras obras.

Por lo general, los arquitectos no leen novelas, ensayo, historia o temas de ciencia. Ellos cultivan su cultura visual. Son ávidos consumidores de revistas que ven, pero no leen. Por supuesto han existido honrosas excepciones. Luis Barragán formó una biblioteca selecta y entrañable; Jesús Barba otra portentosa con las novelas que leyó; Pedro Ramírez Vázquez, una gigantesca que urgiría saber su destino; Carlos Chanfón, una con joyas bibliográficas; Luis Ortiz Macedo, una más que desbordaba hasta el baño de visitas, donde se “exhibían” dibujos de Manuel Tolsá. Todos las presumían orgullosos y, generosos, las ofrecían a sus amigos o estudiantes. A ese selecto grupo pertenece Bernardo Gómez-Pimienta (Bruselas, 1961). Él, por su enorme curiosidad, lee desde niño. Así inició su biblioteca hace cincuenta y siete años.

Gómez-Pimienta es el autor del Hotel Habita (2000), la Estación de Bomberos Ave Fénix levantada en el predio expropiado luego del incendio del bar Lobombo (2006), y la Biblioteca de Antonio Castro Leal en La Ciudadela (2011-2012), entre tantísimas obras más. Es miembro de número de la Academia Mexicana de Arquitectura (2003) y, como fue educado biculturalmente, su cercanía con Francia lo llevó a ser nombrado Caballero de la Legión de Honor (2007) e integrante de la Academia Francesa de Arquitectos (2018), donde es el único representante de Latinoamérica. Es un viajero incansable a quien, antes de vencer su pasaporte, en una ocasión debieron sustituírselo, pues ya no tenía espacio para recibir sello alguno. Cierto día, en una comida me mostró un diario de viaje con sus bellísimos dibujos en una libreta Moleskine de hojas en zigzag. Debe tener decenas que algún día deberán publicarse.

Él mismo en 2000 compró una casa en Ave María, Coyoacán. Dicho inmueble se encuentra dentro de la Zona Patrimonial de SEDUVI, y de la Zona de Monumentos Históricos del INAH. Aquella residencia, levantada por los arquitectos Óscar F. Roemer y Aaron Swirski en 1967, se hallaba urgida de un nuevo destino. Bernardo decidió levantar ahí su hogar y reconstruir su vida rodeado de lo que más quiere: su familia y sus libros. Su casa se transformó en biblioteca. Entre 2021 y 2022 cambió las instalaciones hidrosanitarias y eléctricas, los baños, la cocina, eliminó arcos, modificó espacios, movió muros para hacerla luminosa y, respetando su ubicación y desarrollo, rehízo la escalera eliminando su pretil, le dio un destino a la azotea, pero “dentro de la casa ¿qué mejor papel tapiz que los libreros?”

Desde niño, Gómez-Pimienta recuerda libros en su casa. Su padre viajaba mucho y se los traía como regalo, después él se los encargaba. Cuando empezó a estudiar arquitectura se suscribió a la revista au. Hasta la fecha la recibe y hoy ocupa más de siete metros lineales de un estante. Su biblioteca cuenta con 14 mil volúmenes. “Bernardo, ¿qué le aporta la lectura a tu trabajo como arquitecto?” “Las Cartas de relación de Hernán Cortés o el intríngulis que llevó al asesinato de León Trotsky no tienen una aplicación directa en el proyecto y la construcción, pero sacian mi curiosidad y enriquecen mi cultura general.”

Sin embargo, faltaba un espacio específico en su nueva casa para darle un domicilio a sus libros. En la colindancia norte de su patio interior pudo adaptarlo. Ahí quedaba una huella de 10 por 4 metros de una construcción anterior, por lo tanto miraría al sur que, no siendo la mejor orientación, combina lo que una biblioteca requiere: silencio, un contenedor a cubierto para su acervo, luz natural para las mesas de trabajo y, por supuesto, para la lectura. Se trata de un espacio con un librero de piso a techo de 7.50 metros de alto, dividido por una losa de concreto que deja en planta baja un estudio de 2.40 libres y, en la planta alta los restantes 4.80, si descontamos la losa. El librero, contra la colindancia, para resistir un considerable peso muerto, se estructura en un muro de concreto y mampostería, muestra las placa de acero de un cuarto de pulgada exentas, las cuales forman los estantes y con viguetas lo dividen a 2.50 con un pasillo volado y traslúcido de cristal doble templado de 9 mm. Esto último le da transparencia y desde abajo cualquier interesado, por el área y tema, puede ver el último de sus estantes y localizar un libro específico. El piso es de recinto negro de losetas perfectamente cortadas y colocadas a hueso. La ventanería es un alarde: se trata de cristales de una hoja con entrantes y salientes para que no se vean las costillas y trabajen como atiesadores, pero además poseen una serie de ventanas caladas sobre el cristal con su marco para darle ventilación y evitar un efecto de invernadero. Así el lugar es fresco y seco. La escalera interior es de pasos cuatrapeados y aprovecha los peraltes para libreros, como hiciera el arquitecto Carlo Scarpa en Castelveccio. La escalera exterior de concreto descansa en el piso y el muro poniente, pero no llega a tocar la losa del ingreso. La finura de ese tipo de detalles, que Gómez-Pimienta cultiva desde joven en sus obras (Felipe Leal ha escrito que es capaz de proyectar “de la taza a la casa”), está presente en la unión de dos o más materiales; para entender sus sistemas constructivos, a veces cambia las geometrías y/o explica cómo se modula un material. El pasamanos del pasillo de la casa de sus libros es una lección de este tema, pues se dobla virtuosamente con continuidad y sin perder su eje.

Sobre la azotea de su biblioteca, Gómez-Pimienta quiso colocar una serie de tambos para cítricos y un huerto húmedo. “¿Qué pasa con las bibliotecas después de que faltan quienes las forman?” “No lo sé. Prefiero concentrarme en mi enorme edificio que está levantándose ahora en Puebla, mismo que contendrá un auditorio definido por columnas inclinadas (2024-2025), y contestarte que la lectura ha enriquecido mi carácter con rasgos de humor, me hace viajar y me ha hecho optimista. Nosotros solucionamos necesidades a personas y en las novelas he aprendido mucho sobre el temperamento de mis clientes.”

lunes, 31 de marzo de 2025

Francis Ponge revisitado

Damián Tabarovsky, en su columna del domingo 30 de marzo, en el diario Perfil, de Buenos Aires, retorna a una traducción que hizo del poeta francés Francis Ponge (foto) y la compara con otra, del mismo poema, realizada por el venezolano Alfredo Silva Estrada, lo cual le permite sacar interesantes conclusiones.

Volver sobre una traducción

Hace muchos años, de una pequeña revista de poesía me pidieron una traducción de un poema de Francis Ponge, llamado “La mariposa”, incluido en De parte de las cosas. Es una narración que describe a la mariposa vengando “su larga humillación amorfa de oruga”, bajo el modo de un destiempo levemente trágico (“y, además, llega muy tarde y no puede sino comprobar las flores abiertas”) y del elogio de la errancia (“minúsculo velero de los aires maltratado por el viento como pétalo redundante, vagabundea por el jardín”). Inmediatamente me surgió una primera duda: el poema ya había sido traducido al castellano, ¿debía leer esas versiones? Y mientras pensaba, me encontré ya leyendo una de esas traducciones, la publicada en la editorial Monte Ávila, por el poeta venezolano Alfredo Silva Estrada. Es una buena traducción, bien cercana al texto madre, pero a la vez con buen criterio para resolver con cierta libertad algunos pasajes complejos (de hecho, las frases que acabo de citar provienen de esa traducción). Me asaltó entonces una segunda duda, ¿valía la pena volver a traducirlo? Había quizás un solo momento de la traducción de Silva Estrada con la que tenía algunos reparos. Es una frase en la que Ponge escribe “Dés lors le papillon erratique ne se pose plus qu’au hasard de sa course, ou tout comme”; y que Silva Estrada tradujo como “Desde entonces la mariposa errática tan sólo se posa al azar de su carrera, o dando esta impresión”. Una doble diferencia aconteció frente a esa versión. Primero, el uso de “tan sólo”, que ralentiza la frase, la endurece innecesariamente. Y luego, sobre todo, el final, ese “dando esta impresión” que ancla demasiado el sentido, lo vuelve demasiado pedagógico. Ese es el momento clave del poema: Ponge, el poeta de la materialidad de las cosas, de las palabras minerales, arriesga un toque de liviandad oral, casi infantil: “ou tout comme”. Idea que transmite también una voluntad de dejar la frase inconclusa, o mejor dicho, imprecisa. Y si ese es el instante crucial, es porque ese “ou tout comme”, esa llamada a la vacilación, no responde plenamente al sistema de Ponge, no es un elemento que se encuentre a menudo en su obra. Y entonces, fatalmente, esa situación me interesó. Me importó tocar ese nudo, desatarlo (es decir: atenerse a lo inesperado), forzar la lengua para resaltar ese accidente. Propuse entonces esta modificación, que acentúa lo aleatorio: “desde entonces la mariposa errática sólo se posa al azar de su carrera, o casi”.

¿Es mejor mi traducción que la de Silva Estrada? Por supuesto que no. Por una sencilla razón: porque descreo de la idea de traducciones mejores o peores. No se puede evaluar una traducción por el “frase a frase” (más allá de que existe un talento casi artesanal para resolver los problemas de cada oración). Me interesa, en cambio, sobre todo la exigencia de plantear una estrategia general frente al sentido del texto, luego un conocimiento de la obra del poeta, del poema a traducir, y finalmente, ahora sí, de cada frase. Me interesó encontrar, hacer sobresalir la disrupción, lo inesperado de la sintaxis. Es una estrategia como las hay otras (como la de Silva Estrada, que decidió tomar más resguardos). Pero ocurre, lamentablemente, que cada vez son más las traducciones (sobre todo de narrativa) que ya no se plantean ninguna de estas preguntas.

viernes, 28 de marzo de 2025

La crisis desatada por el actual gobierno hunde a las librerías argentinas y muchas cierran



Leila Torres firma la siguiente nota, publicada en el diario Clarín, de Buenos Aires, el pasado 24 de marzo. El título es más que explícito.

Del país con más librerías de América Latina a la crisis que las empuja al cierre

En enero del 2024, un informe de la Universidad Nacional de San Martín reveló que la Argentina tiene la mayor red de librerías de Latinoamérica. Los datos fueron motivo de festejo entre los trabajadores del libro y la cultura. Y aunque las librerías siguen siendo el punto favorito de encuentro entre los lectores, en un año el panorama económico se recrudeció y la venta de libros se desplomó.

La caída de la venta de libros promedia un 40% pero a este porcentaje se suman otros factores: el aumento de alquileres y servicios que dificultan el sostenimiento de un local abierto a la calle, la disminución del turismo internacional y también cambios en las formas del consumo. Algunas de las librerías que tuvieron que cerrar sus puertas el año pasado fueron Gauderio Libros, en Ayacucho 704, Antigua Fray Mocho, ubicada desde 1979 en Sarmiento 1832, y Scotti libros en La Plata.

Este año le tocó a La Cueva, una librería en Avenida de Mayo 1114. Su dueño, Diego, cuenta a Clarín que el cierre se debe a que venden el conjunto de las propiedades de la zona. “Se pierde mucha cultura y el acceso a la información”, dice el librero sobre este cierre pero no se desanima del todo, ya que va a abrir un nuevo local en Santa Teresita.

Alquiler, servicios, empleados
A pocas cuadras, luego de 10 años de trayectoria, la librería Punto de Encuentro baja la persiana en Avenida de Mayo 1100. “Es muy difícil solventar los gastos de alquileres, servicios, más empleados. Otra cosa que pasó fue que la zona de Avenida de Mayo está muy abandonada, sobre todo la zona de la 9 de julio”, explica el librero Carlos Benitez en diálogo con Clarín.

Punto de encuentro nació a finales de 2005 con la premisa de proporcionar un catálogo que invite al debate y a construir un futuro más justo y solidario. Sus libros van desde investigaciones periodísticas, ensayos, poesías , novelas, relatos históricos y clásicos.

En su caso, salieron a buscar un nuevo alquiler porque se vencía el contrato actual. “No había forma de resolverlo porque cada vez que encontrábamos un alquiler los precios eran exorbitantes. Entonces, la ecuación de alquiler, más venta, no coincide”, señala el librero. Sin embargo, no cierran la editorial que seguirá funcionando en su depósito en Boedo y a través de su tienda online.

La venta online fue un salvavidas para muchos comercios. “Muchas veces se vende más que en la librería. La gente se habituó a comprar por Internet después de la pandemia. Hay personas que viven a 20 cuadras de la librería y porque se acostumbró, o porque esto se ha impuesto, compra por Internet”, detalla Benitez que identifica este cambio en las formas de consumir a partir de la pandemia.

“También la gente está muy asustada y no sabe si puede gastarse un porcentaje de su sueldo en libros, son objetos que durante una crisis económica son lo primero que se prescinde, como ir al cine. Estamos esperando que empiece a mejorar un poco por el bien de todos, para que podamos materializar la nueva apertura de nuestra librería”, dice el librero.

Pero a estos factores desafiantes se suma la reducción del movimiento turístico que caracterizaba a la Ciudad de Buenos Aires. “Desde que asumió Milei, con el dólar fijo, no hay turista. Somos muy caros para ellos”, apunta Benitez.

Además, la Ciudad de Buenos Aires también cambió, mientras que antes la concentración de personas se encontraba en el microcentro, actualmente la zona de Palermo tiene mayor circulación. “Antes Avenida de Mayo estaba llena de librerías, hoy todo se mudó a Palermo. Hay un montón de librerías muy lindas ahí”, analiza Benitez.

Otro problema es el aumento del precio del papel. “Al comprar un libro, hay que mirar con mucho detenimiento porque hoy cualquiera está entre 20.000 y 30.000 pesos”, señala. Los bancos ayudaron con cuotas en muchas oportunidades, y –para el librero– en ese sentido ayuda porque es un respiro financiero. “Pero nunca recibimos un apoyo directo”.

Retraimiento en la lectura
Más allá de los factores económicos, para Benitez se está dando un cambio cultural. “Hay un retraimiento en la lectura de parte del público. Hay poco apego a la lectura”, sostiene.

La librería estará abierta hasta el 31 de marzo. El jueves 20 realizaron un evento de despedida, pusieron en liquidación todos los libros. Fue un brindis con amigos, lectores, autores de la editorial, para charlar un poco y pensar cómo seguir para adelante. Pero no se trata de un “hasta nunca”. Punto de Encuentro estará en la 49.ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que se realizará del 24 de abril al 12 de mayo de 2025, en La Rural.

Desde Punto de encuentro, lamentan haber llegado al límite de tener que tomar esta decisión: son muchos momentos simbólicos que se pierden en el cierre de una librería. “Es algo triste. Nos da muchísima pena perder la clientela en nuestra librería. Estaba muy identificada por docentes y estudiantes y había una relación muy directa con ellos”, cuenta el librero.

Quienes leen entienden que el disfrute no solo pasa por el hecho de ir a comprar un libro sino por todo lo que acontece a su alrededor: un debate, una risa, un intercambio cultural, la posibilidad de un punto de encuentro.

“Nosotros vamos a estar en permanente búsqueda de algo que nos permita pagar razonablemente un alquiler. Hoy por hoy no lo podemos hacer, por eso guardamos los muebles y guardamos los libros”, anuncia Benitez.

Hasta acá la crónica, pero esta periodista se permite una anécdota cercana para cerrar. Mientras entrevistaba a Carlos, él me contó el origen del local. Antes de ser suyo, perteneció a un anarquista español. “Cuando el señor falleció, su hijo me vendió este espacio”, recordó. El dato resonó en mi mente porque soy nieta de un anarquista que dedicó gran parte de su vida a los libros.

Cuando se lo mencioné a mi papá, el punto de conexión se confirmó: la librería de la que estoy contando el cierre es, sin saberlo, esa que armó mi abuelo. La fachada se conserva, muchas de las estanterías también. “Esos fueron los últimos muebles que hizo tu abuelo, cuando todavía le quedaba fuerza”, recuerda mi papá y yo pienso que tal vez esta coincidencia no sea un cierre sino el punto de un bordado que augura una nueva historia.

jueves, 27 de marzo de 2025

Otro trabajo brillante de Matías Battistón

Matías Battistón, ya fue dicho muchas veces, es un excelente traductor, pero también un tipo de genio. Para demostrarlo una vez más bastaría con leer su traducción de Belacqua, de Samuel Beckett, título impuesto por la editorial donde acaba de ser publicado More Pricks Than Kicks (1934), el primer libro del autor irlandés, que reúne una serie de cuentos sobre un singular personaje. A continuación se reproduce lo que Battistón escribió para justificar su traducción.

Sobre la traducción

Beckett tenía un cuaderno. Es decir, cuadernos tenía varios. Pero uno en particular, el de apuntes para su novela Sueño con mujeres que ni fu ni fa, que por suerte sobrevivió, nos permite ver un poco el método que utilizaba para escribir a comienzos de la década de 1930. Ahí es donde iba anotando, disciplinadamente, las frases y giros que tomaba de sus lecturas, muchas veces recónditas, con la idea de usarla en sus propios textos. Cada vez que lograba meter alguna, la tachaba, como si fuera una lista de pendientes. Muchas de esas citas son casi imposibles de identificar para el lector común, o incluso el más curtido, y sin embargo en esos guiños se juega gran parte de la apuesta estilística de Beckett: es una especie de respuesta moderna, joyceana, al antiguo género de los centones. Uno lo lee con cierto suspenso, y con cierta frustración también, como si en cualquier momento hasta la maceta del rincón pudiera citar a Horacio sin que uno se dé cuenta.

Si bien para este libro Beckett en general decidió escribir de una manera más despojada, el método más o menos se mantuvo. Sobre todo, claro, en las partes que él tomó de Sueño con mujeres que ni fu ni fa y que aquí adaptó, en particular el cuento “Una noche húmeda”. Hay muchos pasajes que directamente se vuelven incomprensibles o injustificables si uno no detecta la referencia. Algo similar pasa con las alusiones a ciertos detalles de Dublín o a la propia vida de Beckett. Además, claro, del uso constante de expresiones o frases enteras en otras lenguas, que él ni amaga a traducir. Es como si, parafraseando al personaje de la Ottolenghi, él preguntara a cada rato: “¿Les parece que es absolutamente necesario traducir esto?”.

Nunca podría decirse que a Beckett lo desvelara ser transparente. En plena Segunda Guerra Mundial, una vez incluso lo retuvieron unos guardias fronterizos porque pensaban que el manuscrito de Watt estaba escrito en código. Verlo como un mensaje espía, encriptado, les parecía más verosímil que verlo como literatura. Pero son sobre todo los textos de juventud los que parecen llevar como divisa: “Que lea el que pueda”. Así y todo, aunque la opacidad sea adrede, y el libro quizá no pueda apreciarse como corresponde si no nos deja perplejos, me dio la impresión de que se justificaba el trabajo de aclarar las alusiones y dar una traducción de lo que estuviera en otras lenguas, todo en notas al pie[1], a veces extensas, para que el lector pueda hacer trampa dignamente. Desde luego, el que no las necesite, o prefiera el muy entendible placer de no entender, puede obviarlas. Sé que hay algunas que sobran. Espero que eso compense las que faltan.

El título merece una aclaración aparte. More Pricks than Kicks es un juego de palabras con varias vueltas, que como de costumbre tarda mucho más en explicarse que en captarse. Podríamos empezar señalando que es una alusión a la frase to kick against the pricks, tomada de Hechos 26, 14, donde se narra la conversión de Saulo de Tarso en el camino a Damasco: “Todos caímos al suelo, y yo escuché una voz que me decía en arameo: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Duro es dar coces contra el aguijón”. Con esta metáfora agropecuaria, Jesús estaría tratando de ilustrarle a san Pablo lo inútil y hasta dañino que puede ser resistirse a una fuerza invencible, como el buey que da patadas contra el aguijón o la aguijada que los boyeros usan para picar a la yunta. Volviendo a Beckett, more pricks than kicks significaría, entonces, “más aguijones [o aguijonazos] que coces”: más tormentos o imposiciones, si se quiere, que intentos de rebelarse contra ellos.

Sin embargo, kick en inglés también puede referirse a una experiencia divertida, placentera, como en get a kick out of something (“divertirse con algo”). Así que more pricks than kicks podría leerse como “más aguijones que diversiones”, en el sentido de “más de algo malo que de algo bueno” (con algún eco de otra frase hecha, more kicks than half-pence, “más patadas que monedas”, usada en general para referirse a una actividad que se paga con maltrato más que con dinero). De hecho, kick también puede aludir al placer sexual, y prick, al órgano masculino; en otras palabras, more pricks than kicks puede leerse también como “más penes que orgasmos”, una triste estadística. Y la cosa no termina ahí, si uno recuerda que además prick puede aludir —al igual que “pene” en algunos dialectos del castellano— a una persona molesta, idiota, energúmena. More pricks than kicks, de nuevo, podría significar entonces “más idiotas que buenos momentos” (más forros que polvos, digamos). En fin, con todo esto el lector ya puede seguir combinando los sentidos y alusiones por su cuenta y entretenerse buscándole incluso más vueltas a la frase.

Ahora bien, ¿cómo traducirla? Quizá convenga imitar la admirable curiosidad del alumno que espía el examen del compañero y preguntarnos antes cómo la han traducido otros. Porque traducciones de este libro en otros países ya hay varias, todas con títulos muy distintos.

Hasta ahora, la única traducción íntegra que había al castellano era la española de Víctor Pozanco para Lumen, publicada en 1990. Pozanco, calculo yo, habrá considerado intraducible el juego de palabras del título, porque lo descartó de plano y recurrió a una alternativa más explicativa y geográfica, Belacqua en Dublín. Es una solución que se aprecia mejor si captamos el guiño a Joyce: “Ulises en Dublín” era, justamente, el título de un cuento que se iba a incluir en Dublineses y que terminó convirtiéndose más tarde en la novela Ulises. Podemos imaginarnos a Pozanco descartando otras alternativas menos convincentes, como Retrato del Belacqua adolescente o Belacqueses, antes de llegar con alivio a esta.

Siempre es interesante ver cómo Beckett, que solía traducirse él mismo, cómo adaptaba sus propias obras al francés. Sin embargo, More Pricks than Kicks es uno de los pocos libros que él no llegó (o se negó) a traducir, aunque sí ponderó en su momento, sin mucho entusiasmo, un posible título, Ni bouche ni éperon. La expresión francesa n’avoir ni bouche ni éperon se usa para referirse a alguien tonto, insensible, como un caballo que no reacciona ni a la brida ni a las espuelas, así que esta alternativa mantendría cierto hálito cuadrúpedo en la imagen, al igual que la idea de insensibilidad o pasividad, aunque no la rima interna ni la aliteración. Tras la muerte de Beckett, varios propusieron otras alternativas (Plus de peur que de mâles, según Jean Jacques Mayoux; Plus de couilles que de coups, según Bruno Clément), hasta que Edith Fournier terminó traduciendo el libro para Éditions Minuit en 1994, todavía más libremente, como Bande et sarabande.

Por su parte, la traducción italiana de Alessandro Roffeni, publicada por primera vez por la editorial milanesa SugarCo en 1970, se decantó primero por eludir el problema, eligiendo un título seco y descriptivo, Novelle, y al reeditarse la obra cinco años después, por otro mucho más llamativo, Più pene che pane (que parece más bien el título de alguna película donde la Cicciolina tuviera que mantener a flote esforzadamente una panadería). Más cerca en el tiempo y el espacio, en 2021, Ana Helena Souza tradujo el libro al portugués para la editorial brasileña Biblioteca Azul, con el feliz título de Mais pontas que pés.

Al ver que ninguna de esas versiones se dejaba plagiar dócilmente, barajé opciones. Demasiadas, de hecho, que iban desde lo literal pero sin chiste (Más punzadas que patadas), al punto medio entre libertad y literalidad (tomando algún giro local, como “poner palos en la rueda” digamos, y adaptándolo: Más palos que ruedas), hasta otras del todo libres, que por ejemplo apuntaran a las connotaciones sexuales del original, cuando no al chiste verde (recordemos que Irlanda en su momento el título del libro en parte hizo que lo retiraran del mercado), tal vez incluso haciendo un guiño a la impotencia y al final infausto de Belacqua (Mal acaba). Así fui llenando páginas de tachones.

Mientras tanto, eché un último vistazo a otras latitudes y vi que, cuando Christian Enzensberger tradujo More Pricks than Kicks al alemán para Suhrkamp en 1989 como Mehr Prügel als Flügel, la crítica Ria Endres dedicó la mayor parte de su reseña en Der Spigel para explicar, no sin cierta crueldad, por qué el título estaba mal traducido; según ella, tendría que ser algo como Mehr Schwänze als Tänze. Se me ocurrió entonces que, para ahorrar tiempo y cortar por lo sano, yo directamente podría preguntarle a un reseñista impecable cómo traduciría el título en castellano él. La respuesta de Juan Comperatore, director de la revista El Diletante, fue Más coces que goces. Me pareció mucho mejor que todas las opciones que había garabateado yo, y más cercano al original que las otras que acabo de describir, así que lo adopté.

La editorial, sin embargo, después de escuchar todas las alternativas ya mencionadas, prefirió optar por la eufonía y simplicidad del nombre del protagonista, y decidió trocar traducción por bautismo: el libro pasaría a llamarse Belacqua. Yo acepté, claro. No patalear mucho me pareció, en cierto modo, otra forma de fidelidad al título en inglés. 



[1] Todas las notas al pie me pertenecen, salvo las notas del propio Beckett, indicadas con “N. del A”. Una bibliografía pormenorizada de todas las fuentes que usé para mis notas sería muy larga. Me limito a mencionar al académico John Pilling, que hizo un gran trabajo rastreando las referencias de Sueño con mujeres que ni fu ni fa y estos cuentos, sobre todo en su libro Samuel Beckett’s More Pricks than Kicks: In a Strait of Two Wills (Londres, Continuum, 2011), sin el cual me hubiera sido imposible desentrañar muchas partes del texto, y al que tantas veces (no las suficientes) cito. Aprovecho también para señalar que Sueño con mujeres que ni fu ni fa es la traducción de José Francisco Fernández de Dream of Fair to Middling Women (Barcelona, Tusquets, 2011).


miércoles, 26 de marzo de 2025

Un recuerdo para Julio Verne



El 24 de marzo pasado, Javier Aranda, publicó en La Jornada, de México, un recordatorio a propósito del 120 aniversario de la muerte de Jules Verne (Julio, para la lengua castellana). 

Julio Verne: mientras el corazón lata

Hace 120 años, el 24 de marzo de 1905 a las 2:45 de la tarde falleció en su domicilio de Amiens, de la calle Longueville 44, Jules Gabriel Verne a los 77 años, hombre de letras, oficial de la Legión de Honor, funcionario de instrucción pública, antiguo consejero municipal de la ciudad, según el acta oficial de su deceso. Un clásico, a decir de Gorki, un maestro sorprendente para Tolstoi, el más grande magnetizador de los tiempos modernos según Breton. Ray Bradbury se consideró su hijo ilegítimo. Dicen que Nietzsche vino a romper un camino trazado y Julio Verne a abrir un camino no trazado aún. Como sea, se ha convertido quizás en el escritor más traducido por encima de Shakespeare, como revelan los datos de la Organización de Naciones Unidas, para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Un continuador de la Odisea homérica, cuyas escenas son para el Nobel Jean-Marie Gustave Le Clézio tan importantes como los mitos o las imágenes de la poesía griega.

En 1863, Julio Verne escribió su primera novela, pero su editor consideró demasiado crudo el mundo que describía: una sociedad dominada por la técnica, poblada por fríos rascacielos de cristal, automóviles impulsados por gas, trenes como el Shinkansen, que comunicaban la metrópoli mediante cuatro círculos y que eran impulsados por aire comprimido y se desplazaban por las vías sin desgastarlas gracias a la fuerza electromagnética. Una ciudad funcional, pero con sus habitantes reducidos a comportarse como un engrane más de esa maquinaria. Y el futuro, ese futuro, nos alcanzó. Él sabía que todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad.

Una de las cosas más sorprendentes de Julio Verne es habernos demostrado que la imaginación, la loca de la casa, como la llamaba Fernando del Paso, es el cogote del arte y la literatura, sí, pero también de la ciencia y la técnica.

Las novelas de Verne, ese abogado que se negó a ejercer su profesión para fortuna de la literatura y la ciencia, han sido nuestro futuro anticipado. Nuestro bosquejo del mañana. Existen muchos ejemplos en sus novelas que lo confirman: el colosal Nautilius que surca los mares impulsado por electricidad y cuyas armas despiden descargas eléctricas a distancia o el ya clásico Viaje de la Tierra a la Luna, donde imagina un proyectil vagón de aluminio de forma cilíndrica terminada como un cono capaz de albergar en su interior a un tripulante. De Florida despegó la famosa Apolo 8, cuya misión fue alcanzar la Luna. De Cabo Cañaveral, un lugar muy cercano al imaginado por el escritor francés.

No dejan de sorprendernos el número de anticipaciones descritas por Verne en sus novelas (el helicóptero, Internet, las armas de destrucción masiva, el elevador). Pero el escritor las relativizaba: No me enorgullece particularmente haber escrito sobre el automóvil, el submarino y el dirigible antes de que estuvieran en el dominio de las realidades científicas. Cuando hablé de ellos en mis libros como de cosas reales, ya estaban inventadas a medias.

Todo gran escritor crea, además de su obra, su propia legislación; sus leyes para acercarse a ella. Por eso no me sorprende el doliente reclamo de Verne al decir que el gran pesar de mi vida ha sido que nunca he tenido lugar alguno en la literatura francesa. Imposible acercarse a su literatura con las reglas de la academia tradicional, con los valores de la crítica sin imaginación. Si el establishment literario de su país no lo acogió, lo han acogido millones de entusiastas lectores. Algunos han hecho películas o puestas en escena inspirados en sus obras, o le han rendido sentido homenaje como Julio Cortázar con La vuelta al día en 80 mundos, colección de textos breves sobre cualquier cosa destinados a divertir. Para el Gran Cronopio, Verne fue su primer y más grande maestro literario.

Sesenta y cuatro novelas, 24 cuentos, 37 obras teatrales y 124 poemas han entusiasmado a varias generaciones de lectores para llevarlos. Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino, Miguel Strogoff, La isla misteriosa, Viaje a la Luna, La vuelta al mundo en 80 días, aventuras que seguirán alimentando la imaginación de los lectores mientras el corazón lata, mientras la carne palpite.

martes, 25 de marzo de 2025

Errores de traducción aceptados y difundidos


El pasado 16 de marzo, los filólogos Bárbara Marqueta Gracia, de la Universidad de Zaragoza y Francisco Javier Rubio Orecilla, de la Universidad de Salamanca, publicaron en The Conversation este artículo a propósito de errores de traducción consagrados como buenas traducciones.

¿Es la palabra medio ambiente una mala traducción?

La historia de las lenguas, como la de nuestras vidas, está repleta de pequeños malentendidos que tienen consecuencias con las que aprendemos a convivir. Este artículo va a tratar, precisamente, de malas traducciones, y de cómo muchas de ellas han pasado a formar parte del español, sin que su origen sea ya relevante. ¿Cómo dejamos que sucedan estos errores?

En primer lugar, hay que tener presente que las lenguas naturales cambian constantemente, y que muchos de estos cambios son el resultado de “errores” (inconscientes) de transmisión de la lengua, fenómeno conocido en Lingüística como reanálisis.

También ayuda que, ya desde muy pronto, aprendemos a no tomarnos los errores lingüísticos demasiado en serio. Los niños usan incorrectamente muchas palabras mientras están aprendiendo a hablar. Además, ¿quién no ha jugado alguna vez al “teléfono roto” y se ha divertido comprobando cómo se distorsiona un mensaje original a través de la cadena de oyentes?

Finalmente, los hablantes de una lengua entran en contacto con otras, de las que toman palabras y estructuras prestadas, con mayor o menor acierto. Por eso podemos encontrarnos con traducciones desafortunadas desde que tenemos registros escritos.
De ‘traiciones’ bíblicas y bélicas

Traduttore, traditore. Como reza el dicho italiano, traducir es cosa de traidores. Y hay errores de traducción que forjan leyendas.

Durante siglos, se representó a Moisés con cuernos porque en la traducción latina de la Biblia, la Vulgata de San Jerónimo, se dice que este descendió del Monte Sinaí sin percatarse de que su cara estaba cornuta, ‘cornuda’.

Múltiples blogs y sitios de internet acusan a San Jerónimo de haber confundido la palabra hebrea qāran “resplandecía” con qeren ‘cuerno’.

En realidad, San Jerónimo estaba usando metafóricamente la expresión cara cornuda para traducir que su cara resplandecía, tal y como aparece en la traducción griega de la Biblia. San Jerónimo trabajaba con la traducción griega junto al texto hebreo. Simplemente, en la Antigüedad tardía los cuernos se consideraban una manifestación simbólica del poder de la divinidad.

No menos sonada es la polémica existente en torno a la siguiente frase del Nuevo Testamento: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios” (Mateo 19:24).

Muchos han sospechado que se trata de un error de traducción, probablemente de hablantes de arameo pasando las enseñanzas de Jesús al griego. Hay dos hipótesis: la primera, una confusión entre las palabras griegas para camello (κάμηλος) y soga (κάμιλος), algo quizá más factible de enhebrar. La confusión se habría visto facilitada porque la segunda vocal de las dos palabras (kámēlos : kámilos) se pronunciaba igual en esa época.

Como las comparaciones con el camello son muchas en la Biblia, hay una segunda hipótesis: que las palabras empleadas para ojo de la aguja, distintas en cada Evangelio, signifiquen en realidad grieta. En este caso, el camello tendría dificultad para pasar, simplemente, por un lugar demasiado estrecho. Como sucede con los cuernos de Moisés, se trata de un problema de choque cultural: siglos después, lo que a San Jerónimo o a cualquier habitante de Oriente Medio le sonaba normal, a un lector de otro contexto le podía resultar extraño.

El silencio atómico de Japón
Es célebre otro supuesto error de traducción de tintes históricos: la interpretación de la palabra japonesa mokusatsu como ‘lo despreciamos’ en lugar del pretendido ‘sin comentarios’. Mokusatsu fue la respuesta oficial de Japón a la demanda aliada en la Declaración de Potsdam de rendirse incondicionalmente en la Segunda Guerra Mundial.

La expresión era ambigua y agresiva (el sentido literal de los signos japoneses es asesinato silencioso). Se interpretó que Japón rechazaba esos términos, algo que contribuyó a la decisión del presidente Harry S. Truman de llevar a cabo los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Tras la guerra, Japón esgrimió como justificación un error de comprensión por parte del mando norteamericano. Desde luego, traducir de una lengua a otra no siempre es comprender una cultura ajena.

¿Medioambiente se originó en un error de traducción?
Uno de los casos más comentados es el que atribuye a una traductora sueca en 1972 la acuñación del término medioambiente (o medio ambiente), debido a un descuido en la traducción de environment juntando sus dos sinónimos en el diccionario: ‘medio, ambiente’. Simplemente, omitió la coma.

Pero parece discutible que usar en español la expresión medio ambiente se deba a un error de traducción.

Como filólogos que somos, para verificar la fecha de incorporación de la palabra acudimos a los corpus de la Real Academia Española. En este caso, el Corpus del Diccionario histórico de la lengua española nos deparaba una gran sorpresa: la primera documentación de medio ambiente con un significado claramente afín al que manejamos actualmente se da en un texto de José Echegaray ¡de 1870!

No es una casualidad, ni mucho menos. La escritora Emilia Pardo Bazán también lo emplea hasta cuatro veces en La cuestión palpitante de 1883, al igual que Juan Vilanova y Piera, en su Compendio de geología de 1872.

Así que parece que podemos descartar que esta expresión deba su presencia en nuestra lengua a una señora sueca (a lo sumo, sería responsable de su revitalización). Sobre la necesidad de una divulgación lingüística informada hemos advertido en otros foros.

Compuestos tautológicos y redundancias
De haberse conformado, efectivamente, la palabra medioambiente por el solapamiento de dos sinónimos, nos encontraríamos con una unidad, poco frecuente, que se denomina compuesto tautológico, como la palabra pathway en inglés, literalmente, ‘camino, camino’.

Mucho más habituales son los ejemplos de lo que se denomina redundancia léxica, como insistir de nuevo o peluca postiza. En definitiva, no solo los hablantes extranjeros cometen errores de uso que implican la repetición de conceptos.

Es de humanos cometer errores… y de máquinas también
En pleno siglo XXI, es imposible estar en el mundo y no toparse con errores humanos de traducción. Internet se hace eco de los más hilarantes. Ahora bien, las decisiones de traducción humanas son a veces, por casualidad o quizá por el buen hacer, fuente de inesperados hallazgos.

Augusto Monterroso, en su divertido ensayo Sobre la traducción de algunos títulos comentaba con sorna diversos ejemplos: José Bianco tradujo The Turn of the Screw de Henry James por Otra vuelta de tuerca; la traducción literal hubiera sido La vuelta del tornillo, que en inglés se refiere a ‘coacción’. Obviamente, Otra vuelta de tuerca suena mucho mejor que la traducción literal, es mucho más expresiva que La coacción, y por eso se ha integrado en el uso habitual.

En el caso de The Importance of Being Earnest de Oscar Wilde, su traducción literal es La importancia de ser formal (o serio)’, pero se suele conocer en el mundo hispánico por La importancia de llamarse Ernesto, un buen intento de mantener cierto tono juguetón, ya que en el original inglés, earnest es una alusión al (presunto) nombre del protagonista, Ernest. Lo cierto es que hubo intentos de mantener el juego de palabras, cambiando el nombre del personaje por Severo o Franc (en catalán)

En lo que respecta al uso de las inteligencias artificiales, incluso la traducción automática del inglés, tan perfeccionada, falla estrepitosamente a la hora de identificar matices como los que median entre una auténtica joya y una joya auténtica o un montón de libros y unos libros del montón (compruébelo en casa).

Así, queremos convocar a los profesionales de la traducción de lenguas diversas para que firmen un artículo en The Conversation compartiendo las más disparatadas interpretaciones que la traducción automática hace de pasajes de su lengua.

Quizá, el día que las máquinas resuelvan cuestiones lingüísticas mejor que las personas, sea el día que por fin un camello pase por el ojo de una aguja.