viernes, 25 de julio de 2025

Un clásico sobre la naturaleza escrito por Mary Austin y traducido al castellano por Eva Gallud

El pasado 19 de julio, Ruth Castro, publicó en el diario español El Siglo de Torreón, un artículo a propósito de la flamante traducción de The Land of Little Rain, un libro clásico sobre la naturaleza publicado en 1903 por Mary Austin.

La poética del desierto

Lo que conocemos como nature writing o literatura de naturaleza, ha descrito sobre todo los paisajes fértiles: selvas húmedas, valles verdes, montañas boscosas. Sitios donde la vida se presenta en abundancia, en una suerte de esplendor vegetal. En cambio, los territorios áridos han sido retratados, a veces, con desdén. En 1903, Mary Austin publicó The Land of Little Rain (traducido bellamente como La tierra de la lluvia escasa), un libro que desmiente esa visión y nos enseña otra forma de mirar y habitar los paisajes del desierto.

El libro de Austin retrata con aguda sensibilidad el sur de Estados Unidos, especialmente el desierto de Mojave y las altas sierras del sur de Yosemite. Tal vez esa afinidad nace de que yo también habito un desierto, en el norte de México. Me gusta recorrer sus cerros, contemplar sus puestas de sol sin una nube, y escuchar las historias de sus antiguos pobladores. Antes de que estos territorios se conocieran geográficamente como México o Estados Unidos, los pueblos que los habitaron compartieron muchas de sus formas de vida, de resistencia y de sabiduría.

Publicado originalmente en 1903 y traducido al español por Eva Gallud en 2019, La tierra de la lluvia escasa es una colección de catorce crónicas que alternan la observación de paisajes, personas y pueblos, con una voz que destila conocimiento íntimo del territorio. Mary Austin fue habitante y recorredora incansable de esos parajes, y su escritura brota de una mirada amorosa, atenta, consciente de lo que se ve y de lo que permanece oculto a simple vista.

Mucho se ha escrito sobre paisajes exuberantes, pero menos sobre aquellos que, como el desierto, suelen ser temidos o despreciados por su clima extremo y su supuesta esterilidad. Austin nos muestra, sin embargo, que esa “desolación” está llena de vida. La suya es una poética de la escasez y de la adaptación: vida que se rige por otras reglas, más lentas y austeras, donde cada planta, animal y ser humano ha aprendido a ahorrar, a resistir, a observar.

miércoles, 23 de julio de 2025

"Un valor añadido al libro"

El pasado 18 de Julio, María Soto entrevistó a Idoia Moll, directora de la editorial española Alba. La charla, posterirmente, fue publicada por el diario La Nueva España.

"Seguimos siendo una editorial que apuesta por la edición artesanal"

En 1993, Javier Moll y Arantza Sarasola, editores del grupo Prensa Ibérica, decidieron poner en marcha, en la Barcelona postolímpica, una editorial con la que seguir construyendo, desde la literatura, el tejido cultural español. Un proyecto que echó a andar en el barrio de Sant Gervasi con ánimo de búsqueda, siendo las primeras colecciones dirigidas a un lector muy especializado. Dos años después, el escritor y traductor Luis Magrinyà se incorporó como editor externo y nació la colección Alba Clásica, que con el tiempo se convirtió en el motor de la editorial.

Idoia Moll se puso al frente de la editorial en 2011 y, desde entonces, la dirige con la misma intención que desde los inicios: publicar libros muy cuidados, bonitos, y convertirlos en objetos de deseo para el lector. Con ella al frente, el sello consiguió ocupar un espacio editorial que en España no cubría nadie, de ahí que pronto aparecieran las réplicas, aunque nunca haya nada como el original. Moll es la protagonista del episodio de esta semana de ‘Libros y Cosas’, el videopodcast del suplemento literario ‘ABRIL’, y de todo ello charla con Inés Martín Rodrigo y Álex Sàlmon.

"Cuando empecé en Alba en el 99, todas las negociaciones se hacían a través del fax y nos parecía muy rápido en ese momento. Ahora todo se ha acelerado muchísimo. Sin embargo, nosotros seguimos siendo una editorial que apuesta por la edición artesanal, no hemos cambiado nuestra manera de editar, editamos igual que hace 30 años", explica Moll sobre los cambios vividos por la industria en estas últimas décadas. Martín Rodrigo considera que esa es "una de las grandes virtudes de Alba", algo con lo que la editora se muestra de acuerdo, ya que ellos cuidan "mucho todo el proceso de edición, la calidad de las traducciones, el papel con el que imprimimos, el diseño… Todo esto aporta un valor añadido al libro, no son libros hechos en producción masiva, sino que es una cosa mucho más cuidada y tratada con mucho mimo para al final seducir al lector".

En las nuevas colecciones de Alba, algunas de mucho éxito como Pequeña y Grande, que salió en el año 2014 y ha tenido una repercusión extraordinaria en el mercado anglosajón, se sigue manteniendo el sello de calidad con el que nació la editorial. En ese sentido, Martín Rodrigo confiesa, en un momento de la charla, que su "debilidad" es Rara Avis, así descrita por la propia Moll: "Son novelas que en su día y en sus territorios funcionaron muy bien y aquí no se han publicado nunca. Era recuperar a autoras y a autores que merecieran la pena y que tienen un nivel de calidad, con textos superbién escritos".

"El sector está bien y las ventas en general están yendo muy bien", responde la editora a Sàlmon, que pone sobre la mesa, en otro momento de la conversación, el hecho de que el 2024 fue un año muy positivo para la industria editorial española. "A nosotros en particular nos está yendo muy bien y el sector editorial está pasando un momento muy dulce, muy bueno, y se confirma que los lectores prefieren el soporte del libro en papel a cualquier otro soporte, ya sea el e-book o el audiolibro. El 90% de nuestras ventas es papel y el 10% son e-books", detalla Moll. "Es difícil sorprender a un buen lector y Alba lo consigue", resume Martín Rodrigo, una frase que refleja lo charlado durante el videopodcast.

martes, 22 de julio de 2025

Marta Alesso y su nueva versión de "Odisea"

"Con la flamante publicación de Odisea en la colección de clásicos de editorial Colihue, hecha en verso por la especialista en literatura antigua Marta Alesso, se produce un nuevo hito en la historia de la traducción en Argentina. Su versión anotada, comentada y respetuosa de la forma del hexámetro del griego antiguo– es la primera de Odisea hecha desde nuestro país, y con la prioridad puesta en un público lector hispanoparlante latinoamericano." Tal es la bajada de la nota publicada por Fernando Bogado, en el diario Página 12, el pasado 13 de julio.

Odisea de Clásicos Colihue marca un nuevo hito en la historia de la traducción en Argentina

Uno de los principales libros de teoría literaria del siglo XX, Mímesis: La representación de la realidad en la cultura occidental, del filólogo alemán Erich Auerbach, comienza por donde todo trabajo de tanta amplitud acerca de la literatura debería comenzar: con la tradición de la Antigüedad griega. Allí, Auerbach observa que, con el paso de los siglos y las tendencias, bien podría decirse que la literatura fue incorporando, progresivamente, a la vida, los asuntos y hasta los pareceres de las personas de clase baja, los pobres, los necesitados, los trabajadores, lo popular. En el famoso primer capítulo, “La cicatriz de Ulises”, vemos cómo comienza a leer ese comportamiento en una de las muchas escenas que le han dado forma a nuestra imaginación, el momento en que, ayudado por Atenea, Ulises o, mejor, Odiseo regresa a su hogar en Ítaca disfrazado de mendigo. Ha estado mucho tiempo fuera, su mujer, Penélope, lo ha esperado pacientemente, soportando las propuestas y los embates de un gran número de pretendientes, y su propio hijo, Telémaco, no ha hecho otra cosa que añorar a la figura de su padre y tener incluso su propia aventura vinculada a la necesidad material y sentimental del regreso del progenitor.

Veinte años han pasado y, a diferencia del tango, no se puede decir que han sido nada: Odiseo, hábil con las palabras, pero no tan diestro en las armas como su compañero Aquiles, participó de la guerra de Troya en el bando de los aqueos y tardó muchos años, de aventura en aventura, para poder por fin pisar el suelo de su patria. Nadie se ha percatado de que ese extraño mendigo no es otro que el líder del lugar, el dueño de la casa, salvo una persona que, en el poema épico del cual estamos hablando, la Odisea, representa el lugar del bajo pueblo: la anciana Euriclea. Hoy podemos volver sobre esa escena y sobre el poema en su totalidad en una nueva traducción de Odisea publicada en la colección Colihue Clásica (que llega, con la edición del Martín Fierro a cargo de Juan Pisano y este libro, a su volumen número 100), hecha en verso por una especialista en literatura antigua, la doctora Marta Alesso, egresada y profesora de la Universidad de La Pampa, hoy directora de la revista Circe, de clásicos y modernos y en su momento vicepresidenta y presidenta de la Asociación Argentina de Estudios Clásicos. Alesso logró en una edición anotada, comentada vía un amplio aparato de notas y con la dificultad de respetar lo más que se pueda la forma del hexámetro del griego antiguo (cosa que la mayoría de las traducciones pasa de largo al hacerlo en prosa), instaurando un nuevo hito en la historia de la traducción en nuestro país: su versión es la primera hecha desde Argentina y con la prioridad puesta en un público hispanoparlante latinoamericano.

Entonces, la escena del canto 19 que Auerbach trabaja es fundamental para entender la estética de la Antigüedad: siguiendo la orden de Penélope, Euriclea lava los pies del mendigo y, por una cicatriz que el propio Odiseo obtuvo en su muslo luego de haberse enfrentado a un jabalí, reconoce a su amo, quien rápidamente la manda a callar, pues su plan consiste en pasar desapercibido para enfrentarse a los pretendientes. La manera en la que el poema incorpora el evento de la cicatriz mezclándose con el acto de Euriclea, haciendo que pasado y presente confluyan, forman un claro ejemplo de lo que la crítica contemporánea llama la centralidad de la parataxis en la obra de Homero. O sea, todo estaría puesto en el mismo nivel sin subordinación de un evento sobre el otro. Lo mismo pasa con lo que los personajes ocultan: siempre se termina contando todo, como si la técnica griega indicase que narrar es llevar a la luz. Hasta el punto de que, como subraya Auerbach, “los hombres de Homero nos dan a conocer su interioridad, sin omitir nada, incluso en los momentos de pasión”. Podríamos decir desde hoy: como sucede con las telenovelas, gran parte de las series con forma melodramática y hasta las historietas de superhéroes. La vigencia de la forma homérica es alucinante.

Todo tiene que ser contado y conocido por el lector, entonces, lo cual evidencia la naturaleza oral del poema, popular, cuya circulación pudo darse vía aedos, recitadores profesionales, que acompañados por música vertían los versos del poema por una punta y otra del mundo antiguo y esparcían, así, una de las obras centrales de nuestra cultura, mina de donde se extraerían tantas y tantas historias que hoy nos deslumbran en la pantalla del cine (o lo harán cuando, en 2026, salga la versión de Christopher Nolan de la Odisea), de la tele, de la computadora y hasta del celular. “Hay temas y figuras, cuyo origen está en este poema, que se repiten en la literatura universal, cientos, pero no me voy a explayar sobre personajes emblemáticos, como la nodriza Euriclea, la mujer mayor que como ha superado hace mucho tiempo la edad de procrear puede moverse con libertad en los ambientes masculinos, cosa que no pueden hacer las otras mujeres”, marca Alesso a la hora de hablar de la injerencia de Odisea en nuestro mundo. “Sólo voy a traer a colación la nodriza de Romeo y Julieta de Shakespeare. Nunca se menciona un hijo propio de estas mujeres y sí que aman y protegen al varón de la casa, como Euriclea a Odiseo y a Telémaco. Traigo otro ejemplo de la consistencia y origen de algunas formas: el cíclope da inicio a toda la literatura pastoril. De allí vienen los Polifemos y Galateas de la poesía bucólica en nuestra lengua, como los de Góngora o de Garcilaso (“¡Oh, más dura que mármol a mis quejas!”). Ni que decir de los descensus ad ínferos, el viaje a los mundos infernales que el personaje principal realiza en vida, como Odiseo al Hades, para encontrarse con un personaje amado. Pensemos en la Beatriz de Dante en la Divina comedia o, más cerca, en Juan Preciado en busca de su padre en Pedro Páramo de Juan Rulfo. Ni qué decir de las numerosísimas sirenas en toda la literatura, incluida la infantil: representadas sea como criaturas peligrosas que atraen al navegante con su canto irresistible pero fatal, sea como integrantes de una relación romántica en la que están dispuestas a sacrificar su naturaleza anfibia por un humano del que se enamoran”.

Muchos mitos existen acá
Odisea constituye, junto con Ilíada, los dos poemas épicos de mayor trascendencia en la Antigüedad clásica. Es imposible reconstruir el momento de su composición, la cual no puede adivinarse por el simple hecho de que la puesta en letra de la obra recién comenzaría a suceder, con muchas variaciones a lo largo del tiempo, entre el 700 y el 600 a.C.: hay pruebas de que el poema ya estaba circulando a través de la voz y la memoria en la llamada Edad oscura, luego de la caída de la Edad micénica, entre el 1100 y el 800 a.C., posible época de composición de muchos de sus cantos. Sin embargo, la importancia de su legado ya puede detectarse en la construcción de poemas más cerca de la Era cristiana que buscaban emular sus formas y hasta sus héroes, cosa que demuestran obras de igual valor, pero ya dentro del mundo latino, como la Eneida de Virgilio, en el siglo I a.C. Así como es difícil proponer un momento de surgimiento del poema, así también sucede lo mismo con su autoría: Homero, el poeta, si bien pudo ser el nombre de un sujeto real, probablemente sea más una construcción filológica establecida por el paso de los siglos para darle nombre a un autor múltiple, quien no fuera otro que la voz de tantos y tantos recitadores que apelaron a su memoria para recordar los mejores versos y propusieron algunos de su invención para cerrar una escena o darle un particular matiz a una aventura. Una forma de composición más cercana a las penas cotidianas que al ingenio de un solo hombre, sin dudas.

Hablaste de las marcas literarias, pero ¿qué otros temas o cuestiones pueden vincular a la Odisea con cosas contemporáneas, con situaciones que tengan que ver con el mundo de todos los días?
–Yo han ejemplos apoyados en necesidades básicas literaturizadas. Circunstancias de la vida cotidiana, como el hambre y el insomnio, por caso. El motivo literario del insomnio es poco trabajado, pero es un tema interesante. En el canto 20 de Odisea, en la escena previa a su terrible venganza contra los que están invadiendo su casa, el héroe no puede dormir (“Odiseo urdía males en su ánimo contra los pretendientes”). El comienzo del canto 20 en Odisea, como el comienzo del canto 24 en Ilíada, son ejemplos elaborados de la situación en que todo el mundo está profundamente dormido, excepto el personaje principal. En el caso del último canto de Ilíada, todos los guerreros duermen y Aquiles, insomne, llora desesperado la muerte de su amado Patroclo y recuerda las alegrías y penalidades que los habían unido. La mayoría de estos pasajes muy numerosos en los poemas homéricos son ejemplos de vigilia solitaria. Al final del canto 19 sabemos, por boca de Penélope, que durante los días le es grato atender sus labores y las de las sirvientas en la casa, “mas cuando llega la noche y el sueño las invade a todas” se echa en la cama y a su “angustiado corazón densas y agudas penas lo asaltan y torturan”. Nunca mejor descriptas y cantadas nuestras zozobras nocturnas cuando el mundo todo parece descansar y a nosotros la preocupación nos desvela.

Es posible pensar también que prototipos literarios y sociales, como el extranjero o el inmigrante, tienen también aquí un origen.
–Muy interesante es el motivo literario del hambre o el del “maldito estómago” que nos obliga muchas veces a humillaciones o a acciones poco decorosas. En palabras de Odiseo “no hay cosa más perra que el maldito estómago que nos incita a acordarnos de él por necesidad”. No son extrañas estas escenas en las que los pobres sufren hambre en una sociedad en que la alimentación debía adaptarse a la disponibilidad de alimentos, que no era por cierto muy profusa. No me voy a referir a eso sino al cliché tan deplorable de que “el pobre es pobre porque no le gusta trabajar” y si uno les ofrece un trabajo, en lugar de “agarrar la pala”, huyen y prefieren mendigar. En los cantos 17 a 20 se enfatiza el tema del abuso hacia un extranjero que llega al lugar por necesidad y especialmente por necesidad de comida. Odiseo se disfraza de mendigo, la audiencia lo sabe, pero no los pretendientes y siervos infieles que lo maltratan e insultan. Los pretendientes no sólo violan el sagrado deber de la hospitalidad, sino que se ubican en el costado negativo del motivo mítico-literario denominado theoxenia, en el que un dios toma la forma de un extraño para probar la bonhomía del anfitrión. En Odisea, en el banquete en que los pretendientes diezman vorazmente los escasos ganados de la hacienda, Eurímaco ofrece en broma trabajo a Odiseo/mendigo como jornalero, para levantar cercas y plantar árboles. El pago sería “comida suficiente”, vestidos y calzado, pero descuenta que el vagabundo no aceptará porque ya se ha acostumbrado a sobrevivir pedigüeñando y seguidamente y para completar le arroja por la cabeza un escabel, que en lugar de alcanzarlo, pega a un escanciador en el brazo y desparrama el vino. Los demás pretendientes, en lugar de reconvenir a su compañero, exclaman que ojalá el forastero vagabundo hubiera muerto en otra parte, porque ahora el alboroto que causa está arruinando el banquete. Hete aquí que se construye la figura del pobre que pide sobre ciertos tópicos: el primero, que los mendigos son parásitos de la sociedad; el segundo, que se han acostumbrado a no trabajar y siempre será imposible que lo hagan; y el tercero, que son atrevidos e invaden a veces un lugar que no les corresponde ni merecen. Por estas razones merecen una violencia destemplada, no sólo verbal, sino también, en ocasiones, física.

Vigencia de las palabras
El lento trabajo de traducción de Alesso y el modo en la que trata de paladear cada palabra hasta encontrar su mejor camino en la traducción parecen extemporáneos, pero son la viva muestra de lo que una labor filológica llevada con seriedad implica. Algo que parece ajeno a nuestros tiempos, en donde la idea de respuestas rápidas y rendimiento inmediato de las inversiones (de tiempo y dinero) se llevan de la peor manera con el tratamiento pausado y atento de un especialista en Humanidades. “Ahora que lo pienso, Homero estuvo desde el nacimiento de mi vida intelectual. Desde que aprendí a leer en griego”, recuerda Alesso. “Era un placer desentrañar esos hexámetros cuando estudiaba. Muy joven entré como ayudante en la universidad y fui haciendo toda la carrera hasta titular, así que tenía oportunidad de volver a Homero durante todos y cada uno de los años de mi vida académica. Entonces no tuve dificultades, o no las recuerdo. Sí quizá alguna crítica en el sentido de que soy un poco obsesiva en reproducir en español exactamente la raíz griega. Por ejemplo, el epíteto de Atenea es glaukópis que es literalmente ‘ojos de lechuza’ y así lo traduzco; no me gusta suavizar con un ‘ojos claros’, ni siquiera con un ‘ojos glaucos’”.

La publicación de esta traducción de Odisea es otro hito dentro de la honda tradición filológica en nuestro país, la cual no implica un arte concentrado en “lenguas muertas”, muy por el contrario. Lo que realmente implica es la trascendencia e importancia de la educación y formación en Humanidades para cultivar esa cosa tan difusa que parece que quedó perdida en vaya a saber uno qué momento de la historia: el espíritu. Eso que Friedrich Nietzsche (filólogo), en sus fragmentos póstumos, recomendaba mantener todavía como concepto, como idea, como fuerza, para cuando sea necesario usarla en la situación conveniente, en una polémica, en una lucha. En estos tiempos de crisis educativa y de pregunta en torno al lugar de estas prácticas en nuestra formación, habría que volver a la historia, que de algún modo respondió hace tiempo las mismas preguntas que nos hacemos ahora. “Menos mal que fracasó el intento de Platón, quien en República proponía quitar a Homero y a los poetas en general– de la educación y triunfó por el contrario el ciclo de estudios que propugnaba Isócrates: una educación edificada sobre los cimientos establecidos por la paideía tradicional, que siempre mantuvo las epopeyas homéricas en sus planes de enseñanza. Si así no hubiera sucedido, probablemente nunca nos hubieran llegado Ilíada y Odisea”, reflexiona finalmente Alesso sobre la educación y también sobre la idea del especialista como “laburante”: “El trabajo de acercamiento al texto de los traductores siempre se parece bastante, no importa cuál sea el texto que se traduce. Se parece mucho al trabajo manual de un orfebre o de una bordadora. Freud en El malestar en la cultura establece algunas similitudes entre el trabajo intelectual y las tareas manuales, dice algo así como que ambos son formas de sublimación y mecanismos de adaptación a la cultura. Ni siquiera creo que haya sublimación, la labor de estar en los detalles con una obcecación que raya en la obsesión equipara, me parece a mí, la búsqueda de la palabra exactísima con la concentración del que utiliza un buril o cincel para labrar cualquier objeto”.


lunes, 21 de julio de 2025

Jorge Aulicino (1949-2025)


Con profunda tristeza y mucho pesar en el corazón, anunciamos que el poeta Jorge Aulicino, uno de los más asiduos miembros del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, murió en la madrugada de hoy.

Todos quienes hemos tenido la suerte de leer su trabajo como poeta, ensayista, traductor o periodista, sabemos que la pérdida es enorme. Aquéllos que además lo tratamos y  gozamos de su enorme don de gente y su generosidad, añadimos que se fue uno de los mayores artistas e intelectuales de Argentina, por lo que la pérdida es todavía mayor. 

En razón de lo dicho, la actividad del Club prevista para el día de hoy queda pospuestas hasta nuevo aviso.

Convocatorias M'illumino d'immenso 2025 Premio Internacional de Traducción de Poesía del italiano al español y viceversa

Como cada verano del hemisferio norte, se convocan los premios l “M’illumino d’immenso – Premio Internacional de Traducción del italiano al español y viceversa”, que organiza con la traductora italiana Barbara Bertoni con el poeta mexicano Fabio Morábito




VIII Edición MIDI del italiano al español

https://iicmessico.esteri.it/wp-content/uploads/2025/06/Bando-MIDI-spagnolo-2025-in-spagnolo.pdf




-III Edición MIDI del español al italiano

https://iicmessico.esteri.it/wp-content/uploads/2025/06/Bando-MIDI-italiano-2025-in-spagnolo.pdf

En ambos casos el premio es de 1000 euros.

Las convocatorias cierran el 20 de agosto.

jueves, 17 de julio de 2025

Liquidación de existencias… A scary movie!

El lunes 16 de junio de 2025, en el nº73 de la revista Vasos comunicantes, editada por ACEtraductores, la excelente escritora y traductora española María José Furió publicó el siguiente artículo, cuya competencia no puede ser mayor.



Números imaginarios y liquidaciones de existencias

Allá por mis dieciséis años viví un breve idilio con las matemáticas, en concreto con los números imaginarios y el número e. Entreví entonces la fascinación de la gente de ciencias por esta materia y, para lo que aquí nos interesa, el potencial metafórico de los números. Sabía que no tendría continuidad porque en el viejo BUP elegir letras suponía que, al pasar a tercero, los números y las cantidades solo recuperarían importancia ―no sé si trascendencia― al tratar de la métrica y de las fechas de acontecimientos históricos. Por eso, y al contrario de lo que ocurre en los romances trágicos que nutren la narrativa del siglo XIX y primera mitad del XX, quedé convencida de que mi desenfadado amorío con el número infinito y los números imaginarios empezaba y terminaba allí y que nunca volvería a saber de uno y otros.

Pero, como dijo Baudelaire, Hélas, non ! Resulta que los he encontrado por doquier en los momentos y lugares más inesperados. Imaginarios me parecieron los números con que debía calificar los conocimientos de los alumnos de Lengua y Literatura, especialmente cuando un 3 se convertía, por orden superior, en un 5. Imaginarios son los de las tallas de ropa de cada marca en la franja que va de la 34 a la 40. Imaginarios son a menudo los números que figuran en el catastro de Barcelona, que recoge los datos relativos a propiedades inmuebles para de ellos deducir las contribuciones a pagar, el valor catastral y el índice que sugiere un rango de precios para el alquiler de las viviendas en las llamadas «zonas tensionadas». Como todas estas cantidades dependen de los metros cuadrados, a nadie se le escapa la ventaja para el propietario de que exista un desfase entre el número real ―la superficie comprobable de su viejo pisito más o menos remozado― y el imaginario que figura en el catastro, calculado a ojo de buen cubero en épocas muy pretéritas.

Por supuesto, es en el terreno de los derechos de autor donde básicamente solo vemos números imaginarios, ya sean los que nos proporcionan las editoriales en las liquidaciones o bien los organismos gestores de derechos. A leer los correos y avisos del reparto anual solemos exclamar: ¿Cómo es posible?

La respuesta estaría en la definición por la cual: «En matemáticas, un número imaginario es un número imaginario puro (número complejo con parte real igual a cero)». Que el término fuese acuñado con intenciones despectivas, tildándolo de «imaginario e inútil», por René Descartes, como chismorrea la Wikipedia, explica en parte que me divirtieran tanto. Sin embargo, esta parte de la matemática se ganó el respeto de los sabios a partir del siglo XVIII cuando ciertos cálculos permitieron vislumbrar el potencial que encerraban para el futuro, efectivamente concretado en este siglo en campos como la física cuántica y las nuevas tecnologías. Sus aplicaciones prácticas son hoy enormes, y además de la ciencia y la ingeniería, también el arte y la economía han sacado un provecho significativo. Esto último lo veremos aquí.

La definición dice: "Los números imaginarios pueden expresarse como el producto de un número real por la unidad imaginaria i, en donde i es un número tal que al elevarse al cuadrado da como resultado −1, es decir: i² = −1"

Como dijo Jacques Lacan: «¡Ajajá! Aquí está la madre del cordero». Porque en la interpretación tantas veces irónica a la que somos proclives los de letras ante las abstrusas definiciones matemáticas encontramos no un consuelo sino ese núcleo de verdad que nos esquiva en la lectura superficial de nuestra realidad profesional. Sí, porque en esta definición: «Los números imaginarios combinados con números reales forman los números complejos», y dicha unidad imaginaria «elevada al cuadrado resulta en una cifra negativa», se plasma de manera prístina el misterio del cálculo de los royalties para la mayoría de nosotros.

Explicación: estamos de acuerdo en que hay cierta diferencia entre convenir una cifra e inventarla. Por ejemplo, es posible convenir que a la traducción X, complejísima en terminología y/o en su redacción, le corresponda una tarifa X por un número también convenido de líneas o caracteres. También estamos de acuerdo en que, porque así lo establece la Ley de la Propiedad Intelectual, el contrato determina que se destine unos royalties al autor y otros al traductor, a ingresar en la cuenta bancaria tras descontar el llamado «anticipo», que en España suele pagarse al dar por buena la traducción mientras en otros países, como Francia, es costumbre hacerlo en tres partes, la primera a la firma del contrato, un modo de asegurarse que el traductor renuncie a su conocida promiscuidad y no abandone el trabajo si le surge una oferta mejor remunerada.

A menudo, el traductor habrá defendido a brazo partido que el porcentaje de royalties alcance un 2 % en lugar de aceptar ese 1 % que con característica esplendidez le ofrece la editorial. La batalla por rebasar el 1 %, cuando no el 0,5 %, es un mensaje cifrado a través del cual el traductor informa a la parte contratante que sabe, porque insistió el abogado francés que impartió el taller «jurídico» sobre LPI y contratos, que un 1 % equivale a «ganancia nula» y que carece de sentido conformarse con esa ganancia cero. Luego de una quisquillosa revisión de varias cláusulas por ambas partes, el traductor consiente en responder «ante el EDITOR de la autoría y originalidad de la traducción, y del ejercicio pacífico de los derechos que cede mediante el presente contrato, garantizando que no es copia ni arreglo, simple alteración o modificación de ninguna otra efectuada por terceros. Asimismo, el TRADUCTOR garantiza al EDITOR que su creación no es resultado de la utilización de sistemas, herramientas o técnicas derivadas o vinculadas con la Inteligencia Artificial». Cláusula que lee y acepta con una sonrisa porque en la década en que hizo la traducción objeto del nuevo contrato, traducir mediante «sistemas, herramientas o técnicas derivadas o vinculadas con la Inteligencia Artificial» era sólo hipótesis o fantasía, los prototipos no estaban al alcance de nuestros ordenadores y era por eso un delito imaginario. Es halagador que se atrevan a sospechar que un traductor al que se paga la mitad, o incluso un tercio de lo que recibe un colega francés por traducir a su idioma un libro de semejantes características, sea capaz de concebir el sistema, herramientas, etc., que no solo producirían en un parpadeo un texto legible, válido para los estándares de nuestro idioma y comercializable, sino que además puede llegar a cavar su tumba y la de la mayoría de sus colegas.

De las cifras concretas que deberían dar lugar a cifras reales de beneficios, así como la cantidad real a descontar sobre el avance cobrado por el traductor, resultan en la práctica cantidades que no cuesta llamar «imaginarias», tanto más al ver los números negativos en la columna del «total» de las liquidaciones. Aquí se verifica que un número real ―la cantidad pagada como avance― multiplicado por un número imaginario ―el de los ejemplares impresos y puestos a la venta―, elevado al cuadrado de las ediciones en sus diferentes formatos, da impepinablemente un número complejo.

Y no solo el Número Complejo de Tonto del Bote que nos abruma ante el desglose de las cantidades que editoriales y la entidad de gestión de derechos reprográficos nos envía. El quid de esa fórmula fantasma es que no tenemos acceso a los números reales, pese a que la LPI nos otorga ese derecho. Si no conocemos las cantidades reales de ejemplares impresos, destinados a la venta, a marketing y a relaciones públicas, prensa incluida, ya que nunca recibimos el certificado correspondiente, lo que tenemos ante nuestros ojos, más o menos incrédulos, es un documento que se quiere artículo de fe.

Liquidación de existencias… A scary movie!
Hace tiempo un francés llamó mi atención sobre esta expresión que utilizamos a menudo sin pensar en sus dobles significados, implícitos o metafóricos: «Liquidación de existencias» o, con signos de exclamación, «¡Liquidamos existencias!». Al leerlo, a menudo en cartelones durante la temporada final de rebajas y de «grandes oportunidades», entendemos que el comercio está saldando algún producto con un precio por debajo del último descuento. Pero «liquidar» en jerga de novela policiaca es matar, acabar con la vida de alguien, y en cuanto a la definición de «existencia», filósofos de todas las escuelas se han entretenido en el concepto, aunque, sin atacar tales honduras, hasta un pelanas entiende que no es lo mismo «existir» que «respirar» como sinónimo de vivir a full. Un extranjero puede suponer, temer o incluso anhelar que los sicarios ya no se esconden detrás de empresas fantasma o en la dark web, sino que ofertan sus servicios a pie de calle. Una vez más, conscientes del doble sentido de la expresión, traductores y gente de letras avanzamos como funambulistas sobre la cuerda tensa del sarcasmo.

Porque cuando, entre enero y marzo, desde el departamento de Derechos de Autor la editorial que nos encargó una o muchas traducciones nos comunica que tal edición del libro que tradujimos con sumo esmero hace cinco o dos años va a ser destruida por completo o en parte, la mayoría de veces el mensaje no adjunta el certificado de destrucción con la cantidad concreta de ejemplares que nos aseguran van a retirar del mercado. Previamente, como ya he dicho, tampoco recibimos el certificado por el número exacto de ejemplares impresos. Nos informan de que la destrucción de esos 200 o 500 ejemplares se hace en aras de la mejor explotación del stock. A veces sospechamos que esos ejemplares surcarán en perfecto estado los mares para su distribución y venta en el continente americano, a precios rebajados respecto a los de la Península a fin de atraer a compradores con un poder adquisitivo castigado por la inflación galopante y otros inconvenientes. Tenemos derecho a sospechar esta posibilidad y cualquier otra cuando, pese a nuestra insistencia, el certificado que la editorial está obligada a remitir no llega nunca. Lo único cierto es que esa cantidad de libros borrados no podrá descontarse como venta del dinero que cobramos y, por lo tanto, incluso cuando se nos dice que la totalidad de la edición ha dejado de comercializarse, pueden llegarnos en la fecha que la editorial decida los datos relativos al título en cuestión con un cero como resumen de la ausencia de movimiento comercial, y una cantidad en negativo correspondiente al montante que la editorial afirma no haber recuperado. Algunas editoriales pretenden que esa parte supuestamente no recuperada debe descontarse de las ediciones digitales, fechoría que no todas las empresas plantean.

Conozco a traductores que responden con cartas airadas a la editorial enviándola a tomar viento cuando les exponen en números este fracaso de ventas. Otros optan por responder que la explotación de la edición es cosa de la editorial, no del traductor, que es un proveedor de servicios, implicado en la promoción en concretas circunstancias que redunden también en su beneficio; que la empresa a estas alturas del si lo podría usar estrategias alternativas como vender desde el principio a precios menos elevados para predisponer a la compra a los «quiero y no puedo» habituales, esto es estudiantes y especies lectoras afines, lo cual ahorraría el gasto de destrucción, etc.

Hay que recordar que la cifra ingresada por la traducción corresponde a un trabajo efectivamente realizado, que requiere del traductor una formación especializada, unas herramientas sofisticadas y caras y un permiso para ejercer solicitado a las altas instancias fiscales, sin olvidar que, para protegerse ante eventuales problemas de salud que pudieran impedir realizar el trabajo, la mayoría paga una cuota mensual a la Seguridad Social y algunos también un seguro privado. En los contratos actuales se exige que el traductor esté habilitado «por las leyes para el ejercicio de su profesión y de las actividades objeto» del contrato, además de estar «al corriente de sus obligaciones fiscales, de Seguridad Social, administrativas y de cualquier otra índole que a tal fin deba observar». Estos requisitos, que le suponen unos gastos al traductor freelance por su mera disponibilidad a trabajar, me parecen argumento suficiente para reclamar que los royalties se contabilicen en positivo a partir del primer ejemplar vendido, descontado en todo caso el coste de producción.

Sigamos con las «liquidaciones». Casi siempre, tras pelear por ese 2 % de royalties en el contrato de edición digital de tal traducción de éxito, vemos que la cifra total, que forzosamente debe ser positiva, ya que el descuento sobre el anticipo se hace en la versión en papel que ha tenido más de una edición, es de un solo dígito, inferior a lo que la editorial ha determinado como mínimo para transferir los «cuartos» al traductor. En plata: menos de 8 euros en todo un año de explotación. Ahí es cuando unos interpretan por «liquidación de existencias» las de los propios traductores, que no pueden permitirse seguir en la brecha, mientras otros ―o quizá los mismos― empiezan a considerar la idea de una sociedad de sicarios puerta con puerta con la frutería y «el chino» o «el paki», igual de disparatada pero no imposible.