jueves, 31 de agosto de 2017

La poesía reunida de William Carlos Williams

El 22 de julio pasado, el crítico literario Juan Manuel Vial publicó el siguiente comentario en el blog que lleva en el diario La Tercera, de Chile. En él se refiere a la Poesía reunida, del poeta estadounidense William Carlos Williams, que, en edición de la editorial Lumen, de Barcelona incluye traducciones del mexicano Juan Antonio Montiel, del argentino Edgardo Dobry y del canadiense Michael Tregebov

Maestro antipoeta

En 1934, el poeta Wallace Stevens escribió el prefacio de una selección de poemas de su amigo William Carlos Williams. Allí, en ese texto, Stevens calificó a Williams de “antipoeta”, cometiendo un error de apreciación que, no obstante, ayudó a que en el futuro la obra de Williams alcanzara un lugar de distinción entre la de sus pares. Comparado con otros poetas de su entorno, tipos sesudos, densos y pedantes, como T.S. Eliot o el mismo Ezra Pound, Williams pasaba por simplón e incluso por ingenuo. Nada más lejano a la realidad: Williams tenía una concepción sólida y profunda de la escritura, que expresó en los siguientes versos: “Componer. (Ideas no, / salvo en las cosas). ¡Inventar! / Saxífraga es mi flor que parte las rocas”. Hoy sabemos de sobra que no por entender la simpleza como expresión de la hermosura, no por utilizar el lenguaje común y corriente, y no por tratar temas de ocurrencia diaria, el poeta se ve menoscabado o se convierte de inmediato en un autor menor. Para nosotros esto es claro desde hace décadas, así nos lo enseñó Nicanor Parra, a quien, dicho sea de paso, su hermano antipoeta William Carlos Williams tradujo al inglés.

La Poesía reunida de Williams actúa como poderoso estimulante, como lectura fabulosa que nos sitúa ante uno de los espíritus más sublimes y encantadores de su época. El cierre del poema “La hostia” da otra pista acerca del credo artístico que Williams practicó con gracia insuperable: “Nadie estaba allí / sino por / la comida. Que sólo yo, / siendo poeta, / hubiera podido darles. / Pero yo, / para hablar, sólo tenía / mis ojos”. Y en “La música del desierto”, tal vez la mejor de sus composiciones, también hay información al respecto: “Parece usted muy normal. ¿Podría decirme? ¿Por qué alguien / querría escribir un poema? / Porque está ahí, esperando ser escrito. / Ah, ¿es cosa de inspiración, entonces? / Más bien de necesidad. / Muy bien, ¿y de dónde sale? / Soy alguien cuyo dilapidado / cerebro / avanza sin rumbo fijo”.

En Viaje al amor, libro dedicado a Flossie, su adorada esposa, Williams repara en que “El amor es / crueldad que con / voluntad / transformamos / para estar juntos”. Y en “El gorrión”, un poema de ese mismo libro, ocurre algo excepcional: “Sus cejas / castañas / le dan un aire / de perpetuo / ganador; incluso / una vez / vi a una hembra gorrión / escalar decidida / hasta el techo / de un depósito de agua / agarrando al macho / por las plumas / y llevarlo, / callado, / sumiso, / colgando sobre las calles / hasta / perderse de vista”.

Me resulta imposible referirme al “hablante” de tal o cual poema, pues para mí está claro que siempre, o casi siempre, es el propio Williams, el de carne y hueso, el que se deja ver en sus versos. Por supuesto que lo que digo no es un pálpito o una sensación, ya que con el correr del tiempo en algo he llegado a conocer al hombre. Su coraje y su sentido del humor, por ejemplo, se ven aquí expresados con exquisita precisión: “Desafié / a los ricos, / o más bien, / dado que ellos son como son, / a quienes los admiran”. Y la larga amistad con Ezra Pound, con el que tantas veces discrepó en público debido al antisemitismo desatado del maestro, queda expuesta con admirable honestidad en la primera y última estrofa de “Mi amigo Ezra Pound”. El poema parte así: “ya sea judío o / galés / espero que le den el Premio Nobel / lo tiene bien merecido / –a perpetuidad– / con tal nombre”. Y concluye con sarcasmo y dureza: “Tu inglés / no es lo bastante específico / Como escritor de poemas / Te muestras como un inepto por no decir como / un usurero”.

Poesía reunida contiene material de algunos de los libros más llamativos de Williams: Kora en el infierno (1920), La música del desierto (1954), Viaje al amor (1955) y Cuadros de Brueghel (1962). La edición bilingüe y las magníficas traducciones de Juan Antonio Montiel, Edgardo Dobry y Michael Tregebov permiten que este volumen llegue a ser, sucesivamente, un lujo indispensable, un regalo inesperado y alimento diario.

miércoles, 30 de agosto de 2017

Escritores y escritoras argentinos en pie de guerra


La nota fue publicada sin firma en Clarín, el día 28 de agosto pasado. Allí se habla de una  suerte de rebelión por parte de los escritores respecto de las políticas editoriales y de las políticas públicas, ideadas y llevadas a cabo al margen de las opiniones de los principales interesados en participar de ambas cuestiones. La dirección que consta al final lleva a un blog donde todo esto se explica mejor y a una lista de firmantes en continuo crecimiento

Los escritores reclaman un cambio de reglas

Un posteo originado en una red social desató una polémica virtual interesante y expuso una serie de problemáticas que afectan a escritoras y escritores argentinos, y que sin embargo tienen un denominador común: la informalidad a la que suelen estar expuestos, tanto en el trato con las editoriales como en su relación con el Estado.

La convocatoria a instalar el debate sobre la figura del escritor en tanto trabajador, y visibilizar las condiciones materiales con que lidian los autores, que impulsaron Julián López –autor del post original, que hablaba de “manejos poco claros y abusivos” –, Selva Almada y Alejandra Zina, fue avalada por más de un centenar de narradores, cronistas y dramaturgos, que ayer publicaron una solicitada conjunta, en defensa del sector.

“Pretendemos generar conciencia colectiva respecto de nuestras problemáticas comunes, tanto en el ámbito comercial como en el público”, explicó Almada a Clarín.

Con las editoriales, los autores llegan a sufrir situaciones que pueden incluir desde la falta de información en relación a la distribución o la tirada de sus títulos a, directamente, la ausencia de contratos o anticipos, así como la demora en los pagos por derechos de autor. En este sentido, proponen que los autores sean informados “de manera fehaciente sobre cuáles serán en cada caso las condiciones de la relación comercial, y no se mantenga “esa suerte de sobreentendido por el que los autores debemos agradecimiento a quienes nos publican”. Mientras que en relación al Estado, muchas veces se sienten “los convidados de piedra en la discusión de leyes y programas vinculados al libro”, expresa la solicitada. O se ven afectados por la discontinuación de programas públicos.

Entre los firmantes se incluyen Mauricio Kartun, Griselda Gambaro, Leopoldo Brizuela, Samanta Schweblin, Marcelo Cohen, María Inés Krimer, Claudia Piñeiro, Horacio Convertini, Tamara Kamenszain, Federico Jeanmaire, Lola Arias, Inés Garland, Esther Cross, Lucía Puenzo, Betina González, Patricia Suárez, Feliz Bruzzone, Ariel Magnus, Fernando Noy, Romina Paula, Mauro Libertella, Luis Mey, Mauricio Koch y Laura Galarza, entre más de un centenar de autores.

Las adhesiones pueden enviarse a
uniondeescritorasyescritores@gmail.com

También habilitaron un blog:
www.uniondeescritorasyescritores.wordpress.com

NOTA:

Al 29 de agosto a las 12.49 de la noche los firmantes son estos:

Selva Almada / Clara Anich / Guadalupe Faraj / Marcelo Guerrieri / María Inés Krimer / Julián López / Enzo Maqueira / Alejandra Zina / Miguel Gaya / Silvia Arazi / Patricio Foglia / Carla Maliandi / Jorge Yaco / Eugenia Almeida / María Sonia Cristoff / Gabriela Cabezón Cámara / Leonardo Oyola / José Gabriel Ceballos / Claudia Piñeiro / Inés Garland / Carola Martínez Arroyo / Esther Cross / Betina González / Luis Cano / Lucía Puenzo / Patricia Suárez / Mauricio Kartun / Mariano Quirós / Washington Cucurto / Marcelo Cohen / Claudia Masin / Samanta Schweblin / Juan Carrá / Horacio Convertini / Pia Bouzas / Vera Giaconi / Gustavo Nielsen / Mariana Dimópulos / Ariel Magnus / Alberto Giordano / Mercedes Araujo / Mariana Eva Pérez / Fernando Noy / Yamila Begné / Lucía de Leone / Hugo Salas / Marcelo Díaz / Soledad Vallejos / Gabriela Massuh / Lola Arias / Alejandro Tantanian / Niní Bernardello / Martín Sancia Kawamichi / Márgara Averbach / Gonzalo Unamuno / Juan Sklar / Estela Pérez Lugones / Verónica Sukaczer / Sebastián Lalaurette / Marcelo Figueras / Cecilia Ferreiroa / Camila Fabbri / Paula Bombara / Paula Jiménez España / Humberto Bas / Enrique Butti / Gabriela Saidón / Roque Larraquy / Félix Bruzzone/ Nora Domínguez /  Santiago Loza / Romina Doval /  Hernán Lucas / Tom Maver / Julia Magistratti / Romina Paula / Marcelo Carnero / Gabriela Larralde / Gabriela Borrelli Azara / Sylvia Molloy / Liliana Villanueva / Acheli Panza / Ariel Pavón / Sebastián Pandolfelli / Santiago Venturini / Esteban Bieda / María del Carmen Colombo / Lucas Soares / Verónica Yattah / Kike Ferrari / Fernando Lopez / Guillermo Orsi / Nicolás Hochman / Natalia Ferreyra / Alejandra Laurencich / Juan Mattio / Natalia Moret /  Claudia Sobico / Cecilia Szperling / Patricia Ratto / Alicia Plante / Edgardo Scott / Debora Mundani / Cristian Godoy / Tamara Kamenszain / Guillermo Martínez /  Claudia Prado / Federico Jeanmarie /  Marcos Herrera / Mauro Libertella / Alejandro López / Griselda Gambaro / Robertita / Leopoldo Brizuela / Luis Mey / Laura Galarza / Valeria Groisman / Juan Guinot / Estela Figueroa /  Natalia Rozenblum / Bob Chow / Giselle Aronson / Fernando J. Veríssimo / Tatiana Goransky / Walter Lezcano  / Carina Rita Medina / Germán Maggiori / Luciana Czudnowski / Florencia Werchowsky / Federico Falco / Marcel Pla / Diego Rojas / Claudia Aboaf / Patricia González López / Federico Bianchini / Juan Pablo Csipka / Amalia Boselli / Silvana Merlo / Nora J. Rabinowicz / C. Castagna / Esteban Dipaola / Loyds / Maruja Bustamante / Silvia Hopenhayn / Sofía de la Vega / Gael Policano Rossi / Ariel Urquiza / Mauricio Koch / Martín Felipe Castagnet / Adrián Haidukowski / Javier Sinay / Diego Vecchio / María Ferreyra / Matías Bragagnolo / Miguel Ángel Molfino /  Alejandro Castro / Jimena Repetto / Ariel Idez / Pablo Yoiris / Florencia Etcheves / Florencia Canale / Pablo Lerman / José Supera / Javier Núñez / Carolina Suarez / Javier Chiabrando / Marisa do Brito Barrote / Federico Ferroggiaro / Fernanda Nicolini / Luciano Lamberti / Francisco María Gorostiaga / María Mascheroni / Rafael Sevilla / Luis Héctor Gerbaldo / Fernando Müller / Fermín Vilela /  Fernando Gabriel Caniza / Mercedes Roffe / Fernando Ghersini / Gonzalo León / Carlos Battilana / Gilda Manso / Cristian Vázquez / Pablo Ruocco / Valentina Vidal / Melina Pogorelsky / Florencia Abbate / Pablo Gabriel Méndez / Graciela Repún / Diana Bellessi / Daniel Ocaranza / Walter Romero /  Cezary Novek / Francisco Cascallares / Tomás Gigante / Marcos Bertorello / Valeria Iglesias / Alexandra Jamieson / Lina Boselli / Sergio Olguín / Silvina Gruppo / Florencia Méttola / Dahiana Belfiori  / Luis Alexis Leiva / Carolina Esses / Luciana De Mello / Tomás Downey / Maximiliano Spreaf / Yair Magrino / Pablo Grasso / Mariana Docampo / Daniel Tevini / Agustina María Bazterrica / Marcos Almada / Jimena Rodríguez / Yair Magrino / Paula Casal / Paulina Cruzeño / Giuliana Kiersz / Gerardo Van Junker / Carolina Rack / Natalia Silva Sofrás / Florencia Lindenboim / Flavia Kudach / Graciela Pesce / Diego Manso / Alejandro Margulis / Cristian Alarcón / Sandra Buenaventura /  Mariano Dubin / Sonia Budassi / David Voloj / Mariela Laudecina / Maricel Santin / Hernán Costa / Samantha San Román / Estudiantes de Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) / Silvia Mabel Vázquez /  Leandro Gabilondo / Alberto Antonio Romero / Sepian Tnosin / Alicia Barberis / Denise León / Mario Castells / Graciela Prieto Rey / José María Pallaoro / Verónica Laurino / Marcelo Gobbo / Carmen Iriondo / Alejandro Alonso / Alejandra Correa / Alicia Genovese / Luis Sagasti / José María Gómez / María Negro / Christian Kupchik / Luis Hitoshi Díaz / Yanina Giglio / Marcelo Larraquy / Dolores Reyes / Andra Armesto / Sandra Pien / Eduardo Agustín González /Beatriz Valerio/ Cristina Iglesia / Irma Elena Marc / Ernesto Kullock / Graciela Amalfi / Teresa Arijón / Carolina Bruck / Rodolfo Barruti / Gonzalo Geller / Juan Pablo Bagnarol / Carolina Massola / Viviana Carinci Esborraz / Laura Haimovichi / Mirta Ovsejevich / Rodolfo Abalos / Silvia Aira / Flavia Soldano / Cristina Civale / Agustín Mazzini / María Laura Dedé / Jonás Gomez / Mariela Gouiric /

martes, 29 de agosto de 2017

Una entrevista reciente con Patricia Willson

“De visita en Buenos Aires, la traductora e investigadora argentina radicada en Bélgica visitó el estudio de Infobae TV para dialogar acerca de la importancia del rol de la traducción en la cultura. Además del espacio que ocupó la revista "Sur" en esta materia –con Victoria Ocampo, José Bianco, Jorge Luis Borges y otros–, ¿cómo pensar hoy esta práctica en un mundo globalizado e hiperconectado?”, dice la bajada de la entrevista publicada por Luciano Sáliche con Patricia Willson, el 11 de agosto pasado, en el diario Infobae

Patricia Willson y una historia
de la literatura argentina a través de la traducción

Hubo un tiempo que fue hermoso, al menos para la literatura argentina. En el verano de 1930-1931 surgió una de las revistas más importantes de nuestra historia y –¿por qué no?– del mundo entero. Se dice que fue el filósofo español Ortega y Gasset quien, en una conversación telefónica, le dijo a Victoria Ocampo que ese proyecto literario que tenía entre manos y estaba a punto de ver la luz debía llamarse Sur. Así lo decidió, entonces, su directora: además, le puso en todas las tapas una flecha hacia abajo para acentuar el significado del nombre. Dos años más tarde surgió, además, la editorial Sur. Pero, ¿cuál fue la verdadera magnitud de este movimiento que, no sólo reunió a algunos de los mejores escritores de nuestra literatura sino que también tuvo como colaboradores a narradores extranjeros como Waldo Frank, Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Gabriela Mistral, por citar algunos? De hecho, la editorial publicó obras de Aldous Huxley, Carl Gustav Jung, Virginia Woolf, Vladimir Nabokov, Jean-Paul Sartre, Jack Kerouac y Albert Camus. Para la doctora en Letras e investigadora argentina Patricia Willson, un punto clave es la importancia que le dieron a la traducción.

En su libro La Constelación del Sur: traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX –publicado por la editorial Siglo XXI en 2004 y reeditado hace apenas unos meses–, Willson indaga sobre tres formas muy disímiles de traducir: Victoria Ocampo, "la traductora romántica"; José Bianco, "el traductor clásico"; y Jorge Luis Borges, "el traductor vanguardista". Los tres fueron figuras de Sur, de ahí el interés de lo que sucedió en aquella época y del contexto tanto local como internacional en que Sur se originó y creció. Pero, ¿qué significa realmente traducir un texto? ¿Cuáles son los desafíos y las limitaciones, las posibilidades y las resignaciones? ¿Qué tensiones se generan entre lo local y lo extranjero? ¿Es un proceso activo que debe ser realizado con la subjetividad bien afilada o, por el contrario, hay que apegarse al texto y ser lo más fiel posible al texto fuente? En los estudios de Infobae TV, Willson habló sobre su libro.

– En el libro decís que la traducción es clave para entender el contexto literario…
– Efectivamente. Yo creo que la traducción como tema es importante en este contexto global. El hecho de que la información fluya de lugares distintos del planeta de un lugar al otro, el hecho de que existan migraciones… en fin, hay toda una serie de datos que ponen en el centro de la reflexión a la traducción. En ese sentido hay muchos que dicen que, así como en la década del 70 la estructura era la figura clave para entender procesos sociales y la organización de la cultura y sus agentes, en la actualidad esa figura explicativa sería la traducción. Yo digo "sería" porque en todo caso se revela eficaz para explicar muchos fenómenos pero también debo decir que es un tema que está de moda, y a menudo ocurre que la academia está ávida de temas de moda que se imponen como una especie de epidemia en diversos ámbitos.

– El libro salió 2004 y el mundo cambió bastante. Hay un prólogo nuevo, pero entiendo que la traducción sintió las nuevas plataformas, las nuevas tecnologías…
– Por supuesto que la traducción que está por fuera de la industria del libro ha evolucionado muchísimo. Todo lo que sea localización, trabajo con plataformas, tutoriales, etcétera, ha sufrido una evolución acorde a la evolución de las nuevas tecnologías, pero creo que a lo que apuntaba el libro en 2004 era a pensar la posibilidad de escribir una nueva historia o una historia de la literatura argentina a partir de las prácticas de la traducción. Es decir, pensar la historia desde una mirada lateral, las perspectivas laterales a veces son muy ricas y provechosas. Por supuesto que sigo pensando que la traducción tiene cierta lateralidad, no una centralidad verdadera, pero lo que yo elegí fueron tres autores-traductores –es decir: primero existía esa condición de ser escritores–, y en segundo lugar, escritores adscriptos al grupo Sur:  determinado grupo que evidentemente tuvo una centralidad en la cultura argentina.

– Los tres traductores elegidos son Victoria Ocampo, José Bianco y Jorge Luis Borges. ¿Qué los identifica a cada uno?
– Cuando yo empecé a traducir, porque primero soy traductora y después investigadora, quise saber en qué tradición de traductores me ubicaba. En el momento en que empecé en la práctica de traductora a principios de la década del 90, lo que solía decirse es que las traducciones de Sur son inmejorables. Me acuerdo una expresión: "son excelentes hasta en sus errores". Ese tipo de comentarios obturaba la posibilidad de criticar realmente esas traducciones, entonces yo quería ver qué cosa de la tradición Sur influía en mi forma de traducir, y por otra parte quería estudiar esas traducciones desde una perspectiva textual, desacralizadora, no poner los ojos en blanco y decir "la traducción de Bianco de Otra vuelta de tuerca es insuperable". En ese sentido, lo que encontré dentro de Sur fueron tres traductores muy distintos. Victoria Ocampo, que la llamo en el libro "la traductora romántica", es una traductora muy atenta a la figura del escritor en tanto persona genial, talentosa, con sus características propias y por tanto una personalidad productora de un texto muy difícilmente parafraseable. En general, Victoria Ocampo es una traductora muy literal: se apega a letra del texto fuente. Se permite muy pocas reformulaciones. Lo contrario es José Bianco: está más atento al polo del lector y se permite reformulaciones importantes del texto fuente. Todo esto intento demostrarlo mediante análisis textuales que son dobles: analizo el texto de origen en lengua extranjera y el texto final o traducido en castellano. Y fuera de este sistema que apunta al polo productor, para Victoria Ocampo, y el polo lector, para José Bianco, se encuentra sin dudas Borges, que tiene una perspectiva un poco inconstante sobre la traducción. O sea, son traducciones un poco inesperadas, con prólogos también inesperados. En el libro yo trabajo su traducción de la última página del Ulises de Joyce que fue publicado en la revista Proa, y en ese sentido el comentario que él hace sobre el Ulises de Joyce yo lo tomo como su prólogo de traductor. Hago un paréntesis: es cierto que los traductores a menudo escribimos prólogos en los cuales hay como una especie de idea de autodisculpa porque no se puede llegar a la excelsitud del escritor o del texto fuente. Yo creo que ése es el tipo de reacción que uno tiene si se piensa como Victoria Ocampo. Borges era muy libre en ese sentido y podía traducir de todo el Ulises solamente la última página -la última hoja dice él- y tener una pésima opinión o criticar muy acerbamente el proyecto literario que aparece en esa novela de Joyce.

"Hoy la figura de la traducción parece ser la más eficaz para dar cuenta en las interacciones propias del contexto global", escribió Patricia Willson en el prólogo de esta nueva reedición. En la firma, fechada en mayo de 2017, dice el lugar donde reside: se trata de Hony, un pequeño pueblo de Bélgica ubicado en las orillas del río Ourthe, a poco más de 15 kilómetros de la ciudad de Lieja. Desde 2013, da clases en la Universidad pública y pluralista de Lieja. Ahora, sentada en una banqueta alta, hablando de forma clara y pedagógica, con su pelo entrecano, su tez blanca y sus ojos profundamente celestes, uno podría pensar que nadie podría darse cuenta de que es argentina. Entre los belgas que van al supermercado o los europeos que colapsan los pasillos de la universidad, Patricia Willson pasa desapercibida. Sin embargo, en su libro queda clara su nacionalidad: hay una pasión por la literatura argentina que, lejos del cliché, no se empecina en idealizar sino que prefiere leer con mirada crítica, acorde a su tarea de investigadora.

Hoy las nuevas tecnologías han trastocado las esferas del arte, han aportado elementos que –en un principio banalizados– es necesario tener en cuenta a la hora de analizar. Si en la primera mitad del siglo XX se decía que en Sur, al traducir literatura extranjera, caían en una práctica extranjerizante –ésto sumado a la corriente nacionalista que veía en Ocampo y compañía cipayismo y gorilaje–, hoy, con internet y las redes sociales, la globalización adquiere otro rostro: ya no es un monstruo que se propone despojarnos de la tradición, sino hilos que nos unen a otras culturas, con sus problemas y virtudes. "En realidad, la traducción es intensamente democratizante (…), no es extranjerizante, sino al contrario: vuelve legible en la literatura receptora un texto antes inescrutable en su extranjeridad", escribe Willson en La Constelación del Sur. Pero, ¿qué sucedía antes y qué sucede hoy? ¿Cuál era el contexto de aquel entonces, cuál es el actual?

– Decís en el libro que Sur surge en un momento clave de la industria editorial…
– Sí, para pensar la traducción literaria hay que pensarla en relación con la industria del libro. Si uno piensa en el nivel continental los países sobre los cuales la reflexión sobre la traducción literaria es más fecunda son países que tienen una industria editorial bastante fuerte, sobre todo en los momentos en que esta industria es floreciente o está en sus momentos de apogeo. Yo tomé un período que, grosso modo, va desde fines de la década del 30 hasta fines de la década del 50, hay variaciones de este período según los autores. Y ahí lo que encontré aparte de Sur es una serie de editoriales que publicaron textos en traducción, por eso el título La Constelación del Sur. El proyecto de Sur tenía una impronta traductora muy importante que pasó también a otras editoriales: editoriales afines desde el punto ideológico, pero también editoriales situadas en un lugar de antinomia ideológica con Sur.

– ¿Y en cuanto al contexto internacional? En el libro hablás de un eclipse en la industria española, por ejemplo…
– Ese auge de la industria editorial es en parte debido al eclipse de la industria editorial en España por la implantación de la dictadura de Franco. Entonces, no por nada este período al que hago referencia coincide con el fin de la Guerra Civil Española. Entonces hay una serie de factores históricos que promueven este apogeo de la industria editorial, que no es único; más tarde hubo otros pero yo focalizo este momento porque me parece que permite demostrar hasta qué punto no es posible pensar la literatura en traducción sin vincularla con los debates en la literatura nacional. Por eso el título del libro es Traductores y traducciones en la literatura argentina del siglo XX. El modo que yo establecí para analizar esos textos siempre refiere a debates estéticos, ideológicos, de poéticas en la literatura nacional en las escrituras directas porque, de hecho, Victoria, José Bianco y Borges tenían sus propias producciones como escritores.

– ¿Cómo ves hoy el panorama de la traducción?
– Lo veo bien, con la salvedad de los momentos de crisis económica, disminución de la capacidad de comprar libros, en fin: yo creo que hay una retracción del mercado editorial. Si uno consulta los datos de la Cámara Argentina del Libro –porque pienso que el investigador también tiene que pensar en esos datos– hubo un repunte a comienzos de la década del 2000 en cuanto a la cantidad de textos traducidos, luego se estabilizó. En la actualidad habría que pensar con un poco más de perspectiva, pero lo que sí noto es que se reflexiona mucho más sobre la traducción y en ese sentido devino la creación de nuevos espacios para pensar la traducción. Coloquios, congresos, seminarios, clubes de traductores, nuevas tesis de doctorado o investigaciones sobre la traducción y, por supuesto, los proyectos en los cuales se propicia la traducción a lenguas extranjeras de autores de la literatura nacional.

– Uno de los elementos que más han impactado en la literatura argentina durante los últimos años ha sido el boom de las editoriales independientes o pequeñas, las cuales suelen traducir muchas obras. ¿Qué rol juegan en este panorama?
– Habría que ver si el boom de las editoriales pequeñas no es una cosa atomizada. Hay que darle a las editoriales pequeñas el tiempo para que desarrollen un catálogo, para que refrenden ciertas características de calidad de los textos traducidos. Me parece que son cosas interesantes porque a veces hay descubrimientos que todavía no están reconocidos en el nivel mundial, esa es la tarea del editor: descubrir la perla rara o ese texto que vale la pena difundir a través de las fronteras lingüísticas, así que me parece un fenómeno muy propicio pero a cada una de estas editoriales pequeñas conviene darle un tiempo para que consoliden su catálogos respecto de otras editoriales que con el tiempo han forjado un catálogo de traducciones muy sólido.



lunes, 28 de agosto de 2017

Un libro de José Luis Moure sobre el castellano de los argentinos

Oscar Conde es poeta, ensayista y profesor universitario. Ha escrito, entre otros, el Diccionario etimológico del lunfardo (2004) y Lunfardo (2001). En el siguiente artículo, publicado por la revista Ñ, el 7 de agosto pasado, se ocupa de Nuestra expresión, el último libro publicado por José Luis Moure, actual presidente de la Academia Argentina de Letras.
La lengua propio como ejercicio de identidad

Más allá de que los intentos de acercamiento de la Real Academia hacia sus correspondientes americanas hayan comenzado a mediados del siglo pasado, ha sido recién en el actual cuando se inició por fin un proceso para el desmantelamiento de la subvaloración del español de América. No hace demasiado –un par de décadas, a lo sumo– que se le reconoce al español un estatus policéntrico. En otras palabras, ya no es defendible la posición que hace del habla de Madrid (o de cualquier otra ciudad de la península) un modelo único y “puro” para más de 560 millones de hispanohablantes. El policentrismo enseña que no existe un solo paradigma de la lengua española, y que las variedades utilizadas en Lima, Medellín, La Paz o Buenos Aires son igual de prestigiosas que las de Toledo o Salamanca.

Los departamentos de español y romanística de diversas universidades europeas y estadounidenses han comenzado ya a trabajar con la lengua sobre la base de este concepto que, lejos de resultar disruptivo o incómodo, parece haberse consensuado dentro de los estudios lingüísticos para poner en su lugar las cosas. La posición clásica del monocentrismo, prevalente no solo durante la época colonial sino al menos hasta mediados del siglo XX, conserva sin embargo muchos adeptos en el espacio simbólico de la enseñanza de español para extranjeros –ámbito en el cual, además de una disputa entre políticas lingüísticas de signo opuesto, está en juego un jugosísimo negocio–. Es que los profesores de español, cuando son españoles, normalmente combaten la tesis policéntrica, ya porque acuerdan con las posiciones político-económicas del Instituto Cervantes, ya por orgullosa convicción patriótica.

Nuestra expresión (EUDEBA), del filólogo José Luis Moure, actual presidente de la Academia Argentina de Letras, se inscribe en una larga tradición de escritos en torno al español de la Argentina, iniciada casi a comienzos del siglo XIX –pocos años después de la Revolución de Mayo– y, más puntualmente, se suma a dos antologías recientes que, como esta, ofrecen testimonios acerca de las distintas posiciones sostenidas a través del tiempo en los debates político-lingüísticos referidos a la existencia o no de una lengua nacional. Tales antecedentes son Voces y ecos (2012), de Mara Glozman y Daniela Lauría, y La querella de la lengua en la Argentina (2013), de Fernando Alfón.

La discusión acerca de un español americano y, más adelante, de un español argentino tuvo como protagonistas, en primera instancia, a los intelectuales nucleados en el Salón Literario, entre otros, Marcos Sastre, Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi, quien en la sesión inaugural del 18 de junio de 1837 reclamaba ya una lengua nacional capaz de reflejar la nueva realidad de la América libre. La defensa de la identidad lingüística por parte de este grupo propició dos acontecimientos destacables. Por un lado, en octubre de 1843, Domingo Faustino Sarmiento propuso en la Facultad de Filosofía y Humanidades de Santiago de Chile un audaz proyecto de reforma ortográfica. Por otro, en enero de 1876, el poeta Juan María Gutiérrez devolvió el diploma de académico correspondiente que le había enviado la Real Academia Española. Todos ellos, pues, fueron tempranos promotores del autoctonismo idiomático, basados en el principio de que uno de los atributos esenciales de una nación libre es la posesión de una lengua propia.

Este es, precisamente, el precepto que movió al francés Lucien Abeille a publicar en París, en coincidencia con el fin del siglo, su Idioma nacional de los argentinos en 1900. Con un convencimiento que roza el fanatismo, se propuso demostrar –infructuosamente– que el español de la Argentina comenzaba a diferenciarse del peninsular a partir de la incorporación de préstamos lingüísticos que provenían tanto del guaraní, el araucano y el quichua como del italiano, el francés y, en menor medida, el inglés y el alemán. Las voces críticas contra este autonomismo idiomático separatista son también nacionalistas, mayormente elitistas e hispanófilos, defensores de una argentinidad que presumían en peligro ante la inmigración italiana y las hablas populares como el lenguaje gauchesco y el lunfardo. Algunas de esas voces (las de Ernesto Quesada y Miguel Cané) se alzaron contra el francés, aun cuando la verdadera impugnación de su programa filológico estaría dada por alguien que estrictamente no participó de los debates: el rosarino Rudolf Grossmann, que desde un planteo similar al de Abeille llegó a conclusiones opuestas en El patrimonio lingüístico del Río de la Plata, editado en Alemania en 1926 y traducido al español recién en 2008.

La primera mitad del siglo XX estuvo plagada de gramáticos y filólogos empeñados en mostrar lo mal que se hablaba y se escribía en la Argentina. Curiosamente las respuestas más consistentes a Ricardo Monner Sans y a Américo Castro fueron dadas por escritores –y no por lingüistas–: Roberto Arlt y Jorge Luis Borges, respectivamente.

Con un título en el que resuena el de un libro publicado en 1926 por el dominicano Pedro Henríquez Ureña (Seis ensayos en busca de nuestra expresión), la obra de Moure nació con el objeto de ofrecer una guía histórica a docentes y estudiantes de español en la que aparecieran transcriptos –con el fin de ayudar al armado de clases– distintos pasajes de textos de los siglos XIX y XX que dan cuenta de los distintos y sucesivos posicionamientos respecto de nuestra identidad lingüística. Este corpus reunido por el autor incluye cartas, discursos, clases públicas, artículos periodísticos y fragmentos de obras mayores tanto de los defensores de una lengua autonómica como de las voces de políticos, escritores, intelectuales y lingüistas que se opusieron a dichos ideales. Vale decir que no pocos de estos textos son de difícil acceso. El material se completa con la inclusión de las respuestas a sendas encuestas realizadas por el diario Crítica (1927) y por la revista El Hogar (1952).

En una edición sólida, que incluye dos trabajos de panorama de Guillermo Guitarte y el propio Moure, Nuestra expresión ofrece un plus atinente a su propósito inicial de constituirse en material de apoyo para la enseñanza terciaria o universitaria: cada uno de los textos del corpus va acompañado por una guía de lectura con el fin de orientar al lector.

Es de lamentar que el lunfardo, que como léxico argótico hace décadas ha superado los límites de la región rioplatense para ser a estas alturas un argot nacional, apenas cuente en el libro con la voz de Last Reason (cuya argumentación en defensa de este vocabulario carece de todo rigor lingüístico) y muy poco más. Sin ser lo principal, es innegable que nuestras variedades de español ya casi no prescinden de él.

Actualmente seguimos muy lejos de hallar un estándar que pueda definirse indubitablemente como “español de la Argentina”. Si bien es cierto que la ciudad de Buenos Aires y la región metropolitana parecen seguir imponiendo al resto del país nuevos giros, modismos y voces, muchas características fonéticas, morfológicas y sintácticas propias de cada región felizmente sobreviven. Hay sí, y parece imposible impedirlo, una creciente unificación del léxico, debida fundamentalmente a la interacción de los medios y de las redes sociales. No obstante ello, es reconocible un español de Salta, uno de Mendoza, uno de Córdoba y otro de Posadas, entre otros. Ello no es grave per se: en Alemania el alemán se dice de muchas maneras. En suma, el español de la Argentina también es policéntrico.

viernes, 25 de agosto de 2017

Oportunidad de participar en un taller de traducción de lengua italiana a la distancia

Barbara Bertoni y Tomás Serrano nuevamente impartirán el taller de traducción literaria colectiva de una novela entera en el Instituto Italiano de Cultura.  

En esta ocasión el taller tendrá una duración de 36 horas y se llevará a cabo en el Instituto Italiano de Cultura, de México, los viernes de 10 a 13 a partir del 25 de agosto hasta el 17 de noviembre de 2017. El taller se realizará de forma presencial y a distancia (vía Skype o un programa parecido). La autora, Claudia Quadri, participará también vía online en una sesión.

Adjunto encontrarán el programa detallado del curso, en el que también se especifican los descuentos disponibles.

Las inscripciones ya están abiertas y el curso se puede pagar en tres plazos. 

Ver a continuación toda la información pertinente en italiano:


Laboratorio di traduzione letteraria dall’italiano in spagnolo

Docenti: Barbara Bertoni e Tomás Serrano Coronado 
Orario: venerdì dalle 10 alle 13. 
Durata: dal 25 agosto al 17 novembre 2017 (36 ore).

Requisiti per l’iscrizione: un’ottima conoscenza della lingua italiana (livelli B2, C1, C2), una buona dimestichezza con il programma Word e uno spiccato interesse per la traduzione letteraria. Il corso è diretto a traduttori e aspiranti traduttori di qualsiasi età.

Descrizione del corso: L’obiettivo è tradurre Suona, Nora Blume (Casagrande, 2013) della scrittrice svizzera-italiana Claudia Quadri. L’auttrice parteciparà a distanza a una sessione del laboratorio e sarà invitata in Messico da Pro Helvetia nel 2018.  
Si tratta di un corso a taglio pratico, un corso-laboratorio, che ha come obiettivo consolidare le conoscenze traduttologiche e linguistiche dei partecipanti attraverso la pratica della traduzione, affrontando un lavoro mirato alla pubblicazione.
La novità del corso consiste nel tradurre in gruppo un’opera intera, esperienza professionalmente unica che arricchirà tutti i partecipanti, sotto la guida di un traduttore messicano e di una traduttrice italiana. La traduzione verrà pubblicata online sul sito dell’IIC.
Si insegnerà inoltre a come proporre un progetto di traduzione agli editori.

È possibile seguire il corso a distanza (solo per chi non risiede a Città del Messico).

I docenti: 
Barbara Bertoni, laureata in traduzione presso la Scuola Superiore di Lingue Moderne per Interpreti e Traduttori di Trieste e in linguistica ispanica presso l’UNAM, traduce narrativa dallo spagnolo, dal inglese, dal francese, dal portoghese e dal catalano per diverse case editrici italiane (Adelphi, Sellerio, Marcos y Marcos, Neri Pozza).  Ha tenuto corsi di traduzione letteraria presso varie istituzioni: i corsi di laurea specialistica in Traduzione della Scuola Superiore di Lingue Moderne per Interpreti e Traduttori dell’Università di Trieste e dell’Università di Udine, il British Centre for Literary Translation della University of East Anglia, il Diplomado de Formación de Traductores de Textos literarios del CELE dell’UNAM, il Departimento de Letras Italianas della Facultad de Filosofía y Letras dell’UNAM, l’Istituto Italiano di Cultura di Città del Messico e la Maestría en Traducción del Colegio de México.

Tomás Serrano, laureato in traduzione presso la Escuela de Traducción dell’Universidad Intercontinental e in possesso del Diploma di Specializzazione in Didattica dell’Italiano dell’Università per Stranieri di Perugia, insegna traduzione letteraria presso il Departamento de Traducción del CELE, UNAM,  la Maestría en Traducción de El Colegio de México e la Licenciatura en Traducción dell’Universidad Intercontinental. Ha tenuto seminari di traduzione letteraria come professore invitato dall’Universidad de Barcelona e dall’Università per Stranieri di Siena. Ha tradotto narrativa dal francese e dall’italiano in spagnolo per diverse case editrici (Joaquín Mortiz, Alfaguara, Taurus, Planeta) e testi di varia natura per diverse istituzioni educative (UNAM, UAM, FLACSO, INAH, CIESAS).

Quota d’iscrizione: 172 dollari statunitensi.   

Iscrizioni: Dall’11 agosto al 1 settembre 2017.

Per ulteriori informazioni potete scrivere a: seminariotraduzione@gmail.com 

jueves, 24 de agosto de 2017

Mañana homenajean a Julio Cortázar en China

“Con sus principales títulos traducidos al mandarín, Rayuela, Todos los fuegos el fuego, Historias de cronopios y de famas y Los premios, la obra y la figura de Julio Cortázar será homenajeada el próximo viernes en Beijing, de la mano de especialistas chinos y argentinos”. La noticia, propalada por la agencia argentina TELAM fue recogida por el diario mexicano La Jornada, que la publicó el pasado 21 de agosto.

Un nuevo homenaje a Julio Cortázar, ahora en China

El reconocimiento llegará a través de una mesa redonda en la sede del Instituto Cervantes de la capital china, que contará con la presencia del traductor de la obra de Cortázar al mandarín, Fan Ye, quien analizará la ardua tarea de la traducción.

También participarán la especialista en letras argentinas y traductora de Ricardo Piglia, Lou Yu, quien abordará las claves de lectura del autor de “Final del juego”, y el escritor, editor y profesor de literatura de Normal Capital University de Beijing, el argentino Guillermo Bravo, quien se referirá a la enseñanza de las obras de Cortázar en China. 

"Es llamativa la influencia que tienen en China autores como Borges y Cortázar, cuyas obras han sido traducidas al mandarín. Seguir promoviendo sus libros y entender qué encuentran los lectores chinos en sus textos, con qué elementos de su entorno relacionan su literatura, es el desafío de la mesa redonda”, adelantó a Télam el Consejero cultural de la Embajada argentina, Juan Manuel Cortelletti, quien será el moderador de la actividad.

“Cortázar en China es otro Cortázar, ya apropiado por los ciudadanos chinos, incorporado a la realidad de los lectores de Beijing, Cantón, Chengdu, Tianjing, en fin, en todo el país”, explicó el diplomático.

Los oradores abordarán también “los pormenores de la traducción de Cortázar al chino, tarea de un altísimo nivel de complejidad, sobre la cual nos ilustrará Fang Ye, quien es un profundo conocedor y también un apasionado por la obra del argentino”, aseguró Cortelletti.

Los fragmentos de la entrevista que le hizo a Cortázar el periodista español Joaquín Soler en 1977, en su programa “A Fondo”, servirán como disparadores para ahondar en la figura de uno de los escritores “más reconocidos e influyentes en China”, según explicó el coordinador del evento.

La actividad se realizará en el marco del 45º Aniversario del Establecimiento de Relaciones Diplomáticas entre la República Argentina y la República Popular China y está organizada por la Embajada argentina en Beijing, el Instituto Cervantes y la librería hispanoamericana Mil Gotas. 

Esta es la segunda mesa redonda en torno a las letras argentinas, después de la realizada en 2015 sobre la obra de Jorge Luis Borges.

miércoles, 23 de agosto de 2017

La reunión de agosto, con baladas anglo-escocesas, cortesía del traductor Miguel Ángel Montezanti

El Club de Traductores Literarios de Buenos Aires ayer se dio el lujo de presentar la reedición de Baladas Inglesas y Escocesas, un volumen oportunamente publicado en la década de 1980, que volvió a ver la luz después de casi cuarenta años, nuevamente traducido, prologado y anotado por Miguel Ángel Montezanti.

La reunión fue francamente espectacular y gozó de la amable erudición de Montezanti, quien, no sólo estableció un parangón entre las baladas anglo-escocesas y los romances españoles, sino que incluso se animó a cantar "The Three Ravens", una de las baladas que incluyó en su volumen. Hubo además ejemplos de otras, ilustrados por versiones cantadas por la folklorista británica June Tabor y, para explicar el fenómeno de la proyección al presente, de Fairport Convention.

El fenómeno de la balada, similar al del romance español (éste es una manifestación de la baladística europea) pertenece a una tradición de difícil rastreo, a veces entroncada con la creación y transmisión medieval. En la dimensión espacial, abarca toda Europa, incluso los confines. Y desde Europa se han trasladado a América y al norte de África. Si las baladas llamadas históricas exponen sucesos más o menos locales, las de tipo novelesco, probablemente las más gustosas para el mundo moderno, se entretienen en amores frustrados, en venganzas de singular crueldad, en reencuentros de amantes largamente ausentes, en muertos y sus apariciones espectrales, en castigos familiares motivados en presuntas deshonras. La balada inglesa y escocesa es más macabra en sus expresiones que el romance español. Une a ambos un especial encanto, probablemente derivado de una tradición que los ha ido puliendo como a cantos rodados, depurándolos de detalles circunstanciales y reteniendo una voz poética de parsimoniosa pero elevada inspiración.La presente versión ha dejado de lado unas ilustraciones que acompañaban a la primera, pero incluye un pequeño apéndice musical.


Miguel Ángel Montezanti es profesor de la Universidad Nacional de La Plata. Investigador del CONICET, ha realizado versiones de los Sonetosde Shakespeare (tanto en castellano neutro como en Sólo vos sos vos, una versión en castellano rioplatense), además deLa violación de Lucrecia, Venus y Adonis, Quejas de una enamorada y El tórtolo y la fénix, todos del mismo autor. Traductor de Wilfred Owen, Philip Larkin y Seamus Heaney entre otros, tiene publicados tres volúmenes de poesía.

Quienes deseen ver la grabación del encuentro puede hacerlo acá:
https://www.youtube.com/watch?v=ji8peecSpzg

martes, 22 de agosto de 2017

Aviso importante sobre la actividad de hoy

A través de este anuncio, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires quiere dejar constancia que la presentación de Baladas inglesas y escocesas, de Miguel Ángel Montezanti, programada para hoy a las 19 hs. en la Bibliotecha del Instituto Goethe, no se suspende por la movilización de la CGT, que, de acuerdo con lo anunciado en todos los noticieros, concluirá al menos dos horas antes del comienzo de nuestra actividad..

El SPET, en agosto, se ocupa del Programa Sur

En el próximo encuentro, que tendrá lugar el miércoles 30 de agosto a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515), nuestra invitada Daniela Szpilbarg presentará “Una mirada sociológica sobre la extraducción de libros.El caso del Programa Sur en Argentina (2010-2012), primera exposición en el marco del Ciclo II/2017: Programa Sur, carnaval, políticas editoriales y 1968: Cuatro investigaciones en torno al objeto traducción.

Daniela Szpilbarg es Doctora en Ciencias Sociales (UBA, 2015), Licenciada en Sociología (UBA, 2008) y Especialista en Gestión cultural y políticas culturales (IDAES/UNSAM, 2010). Es docente de las materias “Políticas de Edición y Traducción” (UNTREF) y “Teoría Social Latinoamericana” (UBA). Su tesis doctoral se tituló: “Las tramas de la edición globalizada. Transformaciones y horizontes del campo editorial en Argentina 1998-2013”. Actualmente es becaria postdoctoral del CIS-CONICET/IDES, su proyecto de investigación se titula “Las políticas de traducción de libros en el marco de la circulación internacional de ideas: el caso del Programa Sur (Argentina 2010-2014)” y está dirigido por Gustavo Sorá. Sus temas de investigación se vinculan con la producción editorial argentina contemporánea, la traducción y las políticas culturales del sector del libro. 

Lectura sugerida:

Daniela Szpilbarg: “Entre el mercado y la política cultural: una mirada sociológica sobre la extraducción en Argentina. El caso del Programa Sur (2010–2012)”, en El taco en la brea, núm. 5 (2017), pp. 421-434, disponible en línea.


 Quienes tengan previsto solicitar un certificado de asistencia, por favor no olviden de firmar después de la reunión en la lista disponible en Cooperadora.

lunes, 21 de agosto de 2017

"¿Borges fue alguna vez traductor?"

Motivado por la columna publicada en este blog el viernes pasado, Daniel Varacalli se pregunta en el texto que sigue por la autoría de las traducciones de Borges, ya no refiriéndose exclusivamente a la que se le atribuye de “La metamorfosis”, de Franz Kafka –de la cual ya se sabe que no fue autor–, sino por otras traducciones sobre las que se cierne la sombra de la duda.

¿Borges traductor?

Hace tiempo que deseaba tener una excusa para referirme a cómo el mercado sigue usufructuando del Borges traductor, y esta nota de Carlos Espinosa Domínguez me la da.

El año pasado, en verdosa y furiosa tapa dura, la editorial Losada publicó una “edición aniversario” de La metamorfosis de Kafka (1916-2016), por supuesto atribuyéndola una vez más con bombos y platillos a Jorge Luis Borges. En vano Cristina Pestaña y Fernando Sorrentino (presentes en este blog) esclarecieron hace décadas, tomando como base las palabras del mismo Borges, que esa traducción había sido publicada anónimamente en Revista de Occidente en 1925. Pero Losada no escarmienta y redobla la apuesta: en la retiración de la portada interior del libro, reproduce la tapa de la edición de 1938 en la colección “La pajarita de papel” y en el epígrafe la celebra como la “primera edición en español”. Lo más obsceno de la cuestión es que en la página 41 el editor reproduce la portada de la Revista de Occidente (Año III, No. XXIV, junio de 1925) indicando que se trata de la “primera publicación en español” del relato de Kafka. Más allá de la contradicción entre ambos epígrafes, la editorial no sólo pretende ignorar que la edición en español precede a la argentina: ¡también soslaya que se trata del mismo texto!

Claro, del mismo texto a medias, porque para mitigar las españoladas o lo que hoy serían anacronismos, la mano del editor cambió, hace ya muchos años, los pronombres enclíticos (“se encontró” por “encontróse”, “se hallaba” por “hallábase”), entre otras manipulaciones cuya única explicación es que no quedase en evidencia el origen español de la traducción y el lector desprevenido pudiera atribuírsela sin más a Borges.

La tarea de la mano oculta ni siquiera fue concienzuda: perduran en el texto expresiones raras en un argentino (por ejemplo, en el último párrafo “cuando al llegar al término del viaje, la hija se levantó la primera”, entre otros) y así y todo, en una nueva referencia a esta edición aniversario, Losada “celebra los 100 años del libro y  los 68 de la primera edición en español traducida por Jorge Luis Borges.” Una reedición en rústica de este año sigue insistiendo en tapa con la misma letanía.

No por remanida y zanjada, la cuestión de la autoría de Borges de esta traducción deja de ser interesante. Pone sobre la mesa el desprecio por la verdad, en una época de “posverdades”, los condicionamientos en la percepción de la obra de arte, el triunfo del mercado y sus estrategias, la indiferencia general frente a una manipulación palmaria. Flota en el ambiente, además, una cierta reserva ética al advertir la pasividad del propio Borges en relación a estas atribuciones, que comenzaron cuando él estaba vivito y coleando y que el cariño y la admiración por su gran figura no querrían –y de hecho no quieren– aceptar.

Y el tema no termina aquí: porque fue el mismo Borges el que, al mismo tiempo que consentía las ediciones de Losada, desmentía en entrevistas no sólo que fuera el traductor de “La metamorfosis”, sino también de la mayoría de las otras traducciones que se le endilgan, entre ellas la de “Las palmeras salvajes” de Faulkner, que habría sido realizada por Leonor Acevedo y a lo sumo revisada por él. A esta altura hay numerosos indicios de que fue su madre la autora no sólo de las versiones de Faulkner, sino también de Woolf y Melville, entre otros (ver, del propio Borges, su Autobiographical Essay y sus diálogos con Ernesto Sabato y con Osvaldo Ferrari); de hecho, doña Leonor siempre quiso ayudar a su hijo y se sabe que incrementó su destreza en el manejo del inglés a medida que la ceguera de Georgie avanzaba.

La pregunta que se cae de maduro es: ¿Borges fue alguna vez traductor? ¿O se trata de otro de sus juegos intelectuales sobre el valor de lo apócrifo?


viernes, 18 de agosto de 2017

"La menos vanidosa y la más abnegada de las tareas literarias"

El siguiente artículo sobre Borges como traductor, que llega al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires por gentileza del traductor cubano Orestes Sandoval, lleva la firma del crítico e investigador cubano Carlos Espinosa Domínguez, y fue publicado por el sitio Cubaencuentro el 7 de agosto pasado.

La irreverencia feliz y creativa

Para Félix Lizárraga, traductor y lector ferviente de JLB

La historia de la literatura registra varios casos de autores que se dieron a conocer muy precozmente. El nombre que de seguro ha de acudir a la mente de muchos lectores es el del francés Arthur Rimbaud, quien entre los dieciséis y los veinte años escribió los poemas que lo han hecho inmortal. Pero difícilmente se podrá imaginar que exista uno que, a edad mucho más temprana, haya realizado su primera traducción. Pues ese escritor existió y fue el argentino Jorge Luis Borges (1899-1986).

Para tratar de explicar ese curioso episodio de su biografía, resulta pertinente apuntar que la abuela materna de Borges era de origen británico, y desde niño recibió una educación bilingüe. Eso lo convirtió en un lector voraz en ambos idiomas (leyó por primera vez el Quijote traducido al inglés). Años después, su familia se trasladó a Suiza y allí aprendió francés y alemán. La traducción a la cual aludí la hizo cuando tenía la tierna edad de nueve años. Fue el cuento de Oscar Wilde “El príncipe feliz”. Gracias a la intervención de un amigo del padre, se publicó en el diario bonaerense El País, el 26 de junio de 1910. La versión apareció firmada como Jorge Borges (hijo).

Tradujo a lo largo de toda su vida. A los 84 años y a pesar de su ceguera, aún lo seguía haciendo. Tradujo fundamentalmente del inglés, francés y alemán, pero también del nórdico antiguo. Entre los autores que trasladó al español, figuran Herman Melville, Henri Michaux, Walt Whitman, Virginia Woolf, Edgard Allan Poe, Wallace Stevens, T.S. Elliot, Jack London, H.G. Wells, Chesterton, Carl Sandburg, Herman Hesse, Rudyard Kipling, Jonathan Swift, Francis Ponge, George Bernard Shaw, André Gide, Willian Faulkner (es suya la versión de Las palmeras salvajes publicada en Cuba, aunque se eliminó su nombre). Un detalle curioso es que cuando citó a Shakespeare no lo tradujo al español, sino que siempre lo citó en inglés. En 1938 la editorial argentina Losada publicó un volumen con varias obras narrativas de Franz Kafka, en el cual se adjudican a Borges todas las versiones. En realidad, solo le pertenecen las de algunos cuentos. De hecho, él mismo se ocupó de corregir aquel error y argumentó que nunca hubiera traducido así el título (por sus conocimientos de alemán, sabía que realmente es La transformación). Pero así apareció en francés y Losada hizo servilmente lo mismo. Cuando se preparó el libro, se optó por atribuirle a él la traducción de todos los textos, y en el caso de  La metamorfosis se utilizó, de acuerdo a Borges, una versión “acaso anónima que andaba por ahí”.

Algunas de sus traducciones han sido criticadas, debido a determinadas decisiones tomadas por él. Una de ellas fue la de no omitir el pronombre yo en algunos versos de Hojas de hierba de Whitman, eliminado en otras versiones. Eso respondía a su modo personal de concebir el traslado de un texto literario a otro idioma. La dejó expuesta en textos ensayísticos como “Las dos maneras de traducir” (1926), “Las versiones homéricas” (1932), “Los traductores de las 1001 noches” (1936), “Nota sobre el Ulises en español” (1946), “El enigma de Edward Fitzgerald” (1951), así como en el cuento “Pierre Menard, autor del Quijote” (1939).

En el primero de esos textos, emplea genéricamente los términos clásico y romántico, que remiten a períodos históricos específicos del arte occidental, para establecer y definir dos clases de traducciones. La primera practica la literalidad, corresponde a las mentalidades románticas y no solicita la obra de arte, sino al artista. “¡Cuidado con torcerle una sola palabra de las que dejó escritas!”. Esa reverencia del yo justifica la literalidad de las traducciones. La otra clase corresponde a las mentalidades clásicas y practica la paráfrasis. Le interesa siempre la obra de arte y nunca quien la creó. Cancela las nociones de autor y texto original y defiende que la traducción debe ser irreverente y ennoblecedora. Después, Borges dejó de emplear esos dos términos, pues para él se trataba del lector creativo como valor esencial.

La versión puede superar al original
Para él la traducción —“la menos vanidosa y la más abnegada de las tareas literarias”— significaba, en esencia, transformar un texto en otro. Y para ello, reclamaba que al traductor se le debe dar carta blanca para “mejorar” el original. No compartía la idea de texto definitivo, que según él corresponde al dogma religioso al cansancio. “La superstición de la inferioridad de las traducciones —amonedada en el consabido adagio italiano— procede de una distraída experiencia. No hay un buen texto que no parezca invariable y definitivo si lo practicamos un número suficiente de veces”. Situaba original y traducción en un plano equivalente, en tanto que “borradores”. Asimismo, creía que la versión podía superar al original, y también que este o su traslación literal no tenían por qué ser fieles al resultado final. Al respecto, conviene reproducir unas palabras suyas:

“Suele presuponerse que cualquier texto original es incorregible de puro bueno, y que los traductores son unos chapuceros irreparables, padres del frangollo y de la mentira. Se les infiere la sentencia italiana de traduttore tradittore y ese chiste basta para condenarlos. Yo sospecho que la observación directa no es asesora en ese juicio condenatorio (aquí se me ha salido una especie de alegoría legal, pero sin querer) y que los opinadores menudean esa sentencia por otras causas (…) En cuanto a mí, creo en las buenas traducciones de obras literarias (de las didácticas o especulativas, ni hablemos) y opino que hasta los versos son traducibles. El venezolano Pérez Bonalde, con su traducción ejemplar de El cuervo de Poe, nos ministra una prueba de ello. Alguien objetará que la versión de Pérez Bonalde, por fidedigna y grata que sea, nunca será para nosotros lo que su original es para los norteamericanos. La objeción es difícil de levantar; también los versos de Evaristo Carriego parecerán más pobres al ser escuchados por un chileno que al ser escuchados por mí, que les maliciaré las tardecitas orilleras, los tipos y hasta pormenores de paisajes no registrados en ellos, pero latentes: un corralón, una higuera detrás de una pared rosada, una fogata de San Juan en un hueco. Es decir: a un forastero no le parecerán más pobres: serán más pobres. Su caudal representativo será menor”.

El concepto defendido por Borges parte de que, del mismo modo que diversos lectores hacen infinitas interpretaciones de una obra, tampoco hay una única manera de traducir. Eso se relaciona directamente con el hecho de que veía la traducción como paradigma de lectura, escritura e interpretación de un texto. En otras palabras, la concebía como una irreverencia feliz y creativa. Eso sí, exigía a los traductores algunas cualidades. Una de ellas era la de poseer un oído privilegiado, es decir, conocer íntimamente la lengua y la cultura del original, además, por supuesto, de la lengua a que se está traduciendo.

Pensaba que la literatura del conocimiento se puede trasladar a otro idioma (“Quien haya leído la Ética de Spinoza en inglés, español, alemán o francés podrá comprenderla tan perfectamente como aquel que la haya leído en latín”), pero dudaba que la otra literatura, la de la emoción, fuera traducible: “No sé si un poema es traducible, creo que el único modo de traducir un poema es recreándolo, es algo que está más allá del falso juego de sinónimos que los diccionarios nos dan”. Opinaba que solo se puede hacer “siempre que el traductor sea un poeta y que no se quede en la precisión científica o filológica. Lo que es conceptual para los fines de la política, por ejemplo, es esencial y puede traducirse; los pensamientos pueden traducirse, las metáforas no”.

Insistió también en que muchas veces se comete el error de no tomar en cuenta que cada idioma es un modo de sentir o percibir el universo. Para ilustrar lo que afirma, apunta que súbdito es decente en España y denigrante en América. Luna, que para nosotros es ya una invitación de poesía, es desagradable para los bosquimanos, que la consideran poderosa y de mala entraña y no se atreven a mirarla cuando campean. Por otro lado, hizo notar que existen idiomas más o menos adecuados para la traducción: el inglés, el alemán, el holandés, las lenguas escandinavas poseen una facilidad para las palabras compuestas que no tiene el español. Y agrega: “En Shakespeare, por ejemplo: «From this world-weary flesh», sería en español: «De esta carne cansada del mundo». «Cansada del mundo» es una frase pesada en español, mientras que la palabra compuesta «world-weary» no lo es en inglés. Estos defectos tienen que perderse en la traducción”. Incluso sostiene que dentro de una misma lengua, hay casos en que la traducción es imposible. El ejemplo más claro es para él Shakespeare, quien “es intraducible a un inglés que no sea el suyo”.

En una encuesta sobre el tema de la traducción, se refirió a la calidad de las publicadas en Argentina. Allí comenta que para sus compatriotas tienen la ventaja de que están hechas “en un español que es el nuestro y no un español de España. Pero creo que se comete un error cuando se insiste en las palabras vernáculas. Yo mismo lo he cometido”. En efecto, en su versión de Las palmeras salvajes de Faulkner incluye argentinismos como compadrear, caranchos, boleado. Y en la de la última página del Ulises de Joyce emplea el voceo de ese país.

“Y la traducción era muy mala”
En los comentarios sobre libros que escribió en su juventud en revistas como  El Hogar y Sur, se refirió en más de una ocasión a las versiones de obras extranjeras publicadas en España y Latinoamérica. Una de ellas fue la del Ulises de James Joyce, hecha por J. Salas Subirat. A propósito de la misma, reproduzco una anécdota que contó el novelista argentino Juan José Saer: “Una tarde de 1967, el autor de este artículo asistió a la escena siguiente: Borges, que había viajado a Santa Fe a hablar sobre Joyce, estaba charlando animadamente en un café antes de la conferencia con un grupito de jóvenes escritores que habían venido a hacerle un reportaje, cuando de pronto se acordó de que en los años cuarenta lo habían invitado a integrar una comisión que se proponía traducir colectivamente Ulises. Borges dijo que la comisión se reunía una vez por semana para discutir los preliminares de la gigantesca tarea que los mejores anglicistas de Buenos Aires se habían propuesto realizar, pero que un día, cuando ya había pasado casi un año de discusiones semanales, uno de los miembros de la comisión llegó blandiendo un enorme libro y gritando: «¡Acaba de aparecer una traducción de Ulises. Borges, riéndose de buena gana de la historia, y aunque nunca la había leído (como probablemente tampoco el original), concluyó diciendo: «Y la traducción era muy mala». A lo cual uno de los jóvenes que lo estaba escuchando replicó: «Puede ser, pero si es así, entonces el señor Salas Subirat es el más grande escritor de lengua española»”.

De los textos acerca de las traducciones ajenas, posiblemente el más demoledor es el Borges publicó en Sur sobre la versión de León Felipe de Canto a mí mismo de Whitman. De entrada, la califica de errónea y perifrástica. Para apoyar su juicio, cita varios ejemplos. Donde Whitman escribió: “Todos los cuartos de las casas los pueblo con una fuerza armada: / Mis amantes, burladores de tumbas”, Felipe, “fiel a Núñez de Arce”, prefiere: “Toda esta habitación la lleno yo de una fuerza poderosa,/ de un ejército invencible,/ de elementos que me aman/ de genios destructores de sepulcros”. El poeta norteamericano acaba así un poema: “A las once de la mañana empezaron a quemar los cadáveres;/ Esta es la relación del asesinato de los cuatrocientos doce muchachos”. El escritor español corrige esa brevedad: “A las once comenzaron a incinerar los cadáveres./ Y esta es la historia del asesinato a sangre fría, de aquellos cuatrocientos doce soldados, gloria de los Guardias Montañeses, tal como contaban en Texas cuando yo era muchacho”. Al final de su comentario, Borges apunta: “La transformación es notoria; de la larga voz sálmica hemos pasado a los engreídos grititos del cante jondo. Guillermo de Torre salva este libro con un epílogo excelente, que encierra alguna traducción fidedigna del poeta calumniado por León Felipe”.

Concluyo estas líneas como Dios manda: con una breve muestra de la faena como traductor del escritor argentino. Son tres poemas pertenecientes al libro Antología de Spoon River, del poeta y dramaturgo norteamericano Edgard Lee Masters. Se publicaron por primera vez en la revista Sur en 1931. Los encontré reproducidos en el periódico habanero Diario de la Marina, donde aparecieron dentro de una sección titulada Poesía, el 12 de marzo de 1950, página 51.

Ana Rutdedge

Oscura, indigna, pero salen de mí
Las vibraciones de una música eterna:
“Sin rencor para nadie, con amor para todos”.
En mí el perdón de millones de hombres para millones
Y la faz bienhechora de una nación
Resplandeciente de justicia y verdad.
Soy Ana Rutledge que reposa bajo esta hierba,
Adorada en vida por Abrahán Lincoln,
Desposada con él, no por la unión,
Sino por la separación.
Florece para siempre, oh república,
Del polvo de mi pecho.


Petit, el poeta

Simiente en una vaina seca, tic, tic, tic.
Tic, tic, tic, como una discusión entre insectos.
—Y ambos desfallecidos que la fuerte brisa despierta—
Pero el pino hace una sinfonía con ellos.
Triolets, rondeles, villanelas, sextinas.
Baladas a decenas con el mismo viejo argumento:
Y, ¿qué es el amor sino una rosa que se marchita?
Tragedia, comedia, valentía, verdad,
Coraje, felicidad, heroísmo, fracaso
—Todo eso en el telar y ¡con qué dibujos!
Montes, pastizales, ríos y arroyos—
Ciego, toda mi vida a eso.
Triolets, sextinas, villanelas, rondeles.
Simiente en una vaina seca, tic, tic, tic
Tic, tic, tic, qué minúsculos yambos.
Mientras Homero y Whitman rugían por los pinos.


Chandler Nicholas

Bañándome cada mañana, afeitándome,
Vistiéndome después,
Pero nadie en la vida para alegrarse
Con mi trabajada apariencia.
Caminando cada día, respirando hondo
En pro de mi salud,
Pero la vitalidad ¿de qué me sirvió?
Adelantando cada día la mente
Con meditación y lectura,
Pero nadie con quien canjear sabidurías.
No era un ágora, no era un banco de liquidación
Para lo intelectual, Spoon River.
Buscando, pero no buscado de nadie:
Maduro, afable, utilizable, pero no utilizado.
Encarcelado aquí en Spoon River,
Menospreciado por los buitres mi hígado,
Devorándose solo.