"Un relato de las sorpresas que depara Medellín, Colombia, para los amantes de los buenos libros". Así describe la correspondiente bajada el contenido del artículo publicado por Laszlo Elderyi, director del suplemento de cultura del diario El País, de Uruguay, publicado en ese medio el pasado 24 de noviembre.
Las librerías de Medellín tienen mucho para decir
Medellín,
Colombia, puede ser toda una
sorpresa para los amantes de la buena lectura,
por el contexto. Es una ciudad que se construye, linda, espléndida, y que a la
vez se deconstruye fugando despacito de la sombra de la violencia. Se percibe
en el lenguaje de sus habitantes, sobre todo en las generaciones jóvenes.
Alcanza con escuchar sus relatos de cuando eran niños, por ejemplo en la Comuna
13, en Casa Kolacho: sabían, tras sentir una detonación lejana, qué arma la
había disparado, su calibre, que efecto tenía sobre la carne o las cosas.
Describir eso por su nombre, sin temor, es quizá la mejor forma de conjurar el
dolor, de sanar, de construirse en paz con el otro.
Librerías como Grámmata (en el mismo edificio que la librería de
viejo Palinuro, y con muchos libros de editoriales uruguayas), Al pie de la
letra (junto al Museo de Arte Moderno) o la pequeña Ex-libris (la del Centro
Comercial Oviedo) ofrecen un santuario cuyos libros ayudan a comprender las
razones últimas de todo conflicto humano. Y lo hacen desde la forma cómo están
expuestos esos libros, cómo fueron ordenados en el anaquel para que el lector
vea y compre.
Una bala en la cabeza
Los libros de los
últimos premio Nobel estaban agotados, tanto los de Peter Handke como los de
Olga Tokarczuk (ambos ya aparecieron en Uruguay). Pero hay tesoros como el Adán y Eva en el paraíso del portugués
Eça de Queirós (1845-1900), pequeña y bella edición de Periférica del 2011 que desconcierta
desde la primera frase: “Adán, Padre de todos los hombres, fue creado el día 28
de octubre a las dos de la tarde…”. Relata lo que sucedió en el Paraíso
combinando mito y divulgación científica, naturalismo con fantasía, y un
poderoso humor irónico sobre las peripecias de “Nuestro Padre venerable”. El
argentino Fogwill supo decir que “algunos textos de Eça de Queirós, como éste,
parecen escritos por César Aira. O por mí mismo”.
Del conflicto edénico
originario a la era actual parece haber un paso cuando aparecen varios libros
de la premio Nobel Herta Müller. Está el más nuevo, una recopilación de
artículos, textos y discursos donde la autora transilvana de origen alemán
cuenta de los efectos que provoca la represión política en la psicología y en
el lenguaje. Ella vivió y creció en Transilvania bajo el comunismo (Rumania), y
fue perseguida por los servicios secretos de Ceaucescu. El libro se titula Siempre la misma nieve y siempre el mismo
tío (Siruela, 2019) y es un verdadero canto a la inteligencia. Pegadito,
uno de sus clásicos: Hoy hubiera preferido
no encontrarme a mí misma (Siruela, 2010). Es novela y es la historia de
una joven que trabaja en una fábrica de ropa cuando es citada por los servicios
secretos para un interrogatorio. Imposible no llevarlo.
También resulta
irresistible la novela de Goran Vojnovic, Yugoslavia,
mi tierra (Libros del Asteroide, 2018), donde un hijo que busca a su padre,
oficial del ejército yugoslavo que supuestamente había muerto durante la guerra
de los Balcanes, descubre que no sólo está vivo sino que ha sido acusado de
crímenes contra la Humanidad. Es un recorrido por lo que quedó de Yugoslavia
pero a lo Peter Handke, tratando de juntar los retazos dispersos para
reconstruir una humanidad. Esa que faltó en el Río de la Plata durante las
últimas dictaduras militares y que de golpe también está ahí, en el estante de
la librería Al pie de la letra: la edición castellana de Memoria del miedo de Andrew Graham-Yooll (Libros del Asteroide,
2006). Las tapas de un verde casi flúo descolocan como un déjà vu (Andrew fue un muy querido colaborador de El País
Cultural). Exiliado en Londres, y cansado de relatar a colegas y amigos las
historias de muerte y crueldad de la dictadura militar argentina, decidió
escribirlas “para mantener viva la memoria del miedo”, libro que publicó
primero en inglés en Londres (Junction Books), y luego en esta versión
castellana. Es crónica pura escrita desde las entrañas, denunciando la
violencia de todos los bandos (“Si Mario Firmenich, comandante del grupo
guerrillero Montoneros, es enviado a la cárcel por mucho tiempo, y si yo recibo
algún día una bala en la cabeza, el origen de ambos acontecimientos deberá
buscarse en este capítulo” escribe en Memoria
del miedo). La versión inglesa del libro llegó a manos de Graham Greene:
“Todos hemos conocido momentos de terror, pero nunca he leído un libro que
trasmita de tal forma lo que es vivir en un estado de terror permanente”.
El conflicto siempre
Sigue la mirada por
los estantes. Llama la atención un título improbable, de autor israelí: Hirbet Hiza, Un pueblo árabe, de S.
Yizhar (Minúscula, 2009). Algo explota en la intuición. Vía Whatsapp, con el
libro en la mano, le pregunto a mi amigo en Jerusalén por qué ese título me
intriga. “Es el único israelí que mereció ganar el premio Nobel”, me dice, y
claro, no lo ganó. Yizhar es considerado el fundador de la literatura israelí,
y ese pequeño libro escrito en 1949 trata de las peripecias de una patrulla
israelí cuya misión es desalojar una aldea palestina de sus habitantes, y
dinamitarla. Una joya de la literatura universal, con mayúsculas. Es dolor, es
poesía, es detalle, es humanidad. Es una escritura que pone al lector allí, en
la piel de cada soldado, de cada aldeano.
Descubro también el
nuevo libro del guatemalteco Eduardo Halfon, Duelo (Libros del Asteroide, 2018), otro volumen de su proyecto
literario que sigue al notable Signor Hoffman (2015). Es difícil definir qué es
lo que tiene su escritura que lleva al lector de forma mágica hacia algo que
siempre está por ocurrir. Su prosa genera un estado de intimidad curiosa, de
confort extraño y a la vez familiar. Como si lo leímos toda la vida. También
resulta difícil definir qué hay en la novela negra japonesa La chica de Kyushu, de Seicho Matsumoto
(Libros del Asteroide, 2017), publicada en 1961 pero de una dureza poco común,
porque no hay negritud en el mundo que se iguale a los procesos judiciales y
policiales del Japón, y más cuando eso se convierte en gran literatura. También
proveniente del Océano Pacífico aparece una recopilación de artículos, textos y
crónicas de la australiana Helen Garner, Historias
reales (Libros del Asteroide, 2018). Poco conocida por aquí, es una de las
grandes cronistas contemporáneas, de esas que saben contar con inteligencia y
compasión. Ganó notoriedad por "The First Stone" (1995), un polémico
reportaje sobre un caso de abuso sexual en la Universidad de Melbourne. En Historias reales, Garner sigue
discutiendo los ecos de esa furia.
Tres libros más esperan
en el morral venido de Medellín,
los ensayos Los sueños de Einstein de
Alan Lightman (Libros del Asteroide, 2019), que explica por qué el tiempo es la
dimensión clave de nuestra existencia, y El
tiempo regalado, Un ensayo sobre la espera de Andrea Köhler (Libros del
Asteroide, 2018), porque se trata de disfrutar, lento, y de descartar la prisa.
Y por último la joya: La chica de la
Leica de Helena Janeczek (Tusquets, 2019), una notable biografía de la
fotógrafa de guerra Gerda Taro, la primera en morir en un campo de batalla.
Porque más allá de la tremenda historia de Taro, bien documentada, lo que
importa aquí es la escritura, su ritmo, su respeto por el tiempo lento del
lector.