miércoles, 30 de abril de 2025

“Después de que saqué el libro en Japón, hubo movimientos en los que se reunían japoneses, hicieron la traducción del libro y bajaron los precios para que todos los adolescentes tuvieran acceso”

El pasado 28 de abril, Celeste Sawczuk publicó una nota en InfoBAE, a propósito de Keum Suk Gendry-Kim, la autora de una extraordinaria novela gráfica mundialmente traducida. La bajada dice: "La autora surcoreana transformó el trauma colectivo de su país en una obra poderosa que viaja del dolor a la memoria con una sensibilidad impactante".

“La historia la escriben los vencedores, y yo quiero contar el otro lado”: la novela gráfica de Keum Suk Gendry-Kim sobre las esclavas sexuales de guerra

La Guerra del Pacífico, iniciada con el ataque japonés a Pearl Harbor -territorio de Hawái- en diciembre de 1941 y culminada en agosto de 1945 con la rendición del Imperio nipón, redefinió por completo el mapa político de Asia oriental.

Uno de los impactos más significativos, aunque menos perceptibles desde Occidente, fue la división de la península. Bajo dominio japonés desde 1910, Corea no fue un observador pasivo en la contienda: fue un territorio colonizado, explotado y militarizado para sustentar el esfuerzo bélico nipón. Mientras el Imperio del Sol Naciente se expandía por Asia, lo hacía sustentado en los recursos humanos, industriales y agrícolas extraídos de su colonia coreana.

Durante esos años, quedó totalmente subordinada a las necesidades coyunturales del aparato bélico japonés​. Más de siete millones de coreanos fueron movilizados, dos millones de ellos trasladados por la fuerza a Japón para trabajar en condiciones de esclavitud​. A la militarización del trabajo se sumó la asimilación cultural forzada, la supresión de derechos, la explotación de los recursos y la devastación del tejido social.

La dominación colonial japonesa había transformado profundamente la economía, la política y la sociedad coreana. Sin embargo, fue durante la guerra —cuando la maquinaria imperial se reconfiguró completamente para el esfuerzo bélico— que la violencia llegó a su punto más extremo. En ese contexto de militarización total, germinó la explotación sistemática de las mujeres coreanas como esclavas sexuales del ejército japonés.

Eufemísticamente llamadas “mujeres de consuelo”, decenas de miles de niñas y adultas coreanas fueron reclutadas por la fuerza, engañadas o secuestradas por agentes militares para ser utilizadas en burdeles instalados por el ejército imperial en toda Asia y el Pacífico.

Esas mujeres vivieron en condiciones de violencia física, aislamiento y sometimiento extremo​. No hay una cifra exacta, pero se calcula que fueron entre 50.000 y 400.000 chicas que sufrieron el brutalismo del Imperio del Sol Naciente.

Muy pocas fueron las que sobrevivieron; Lee Ok-Sun fue una de ellas y Hierba de Keum Suk Gendry-Kim es el libro que retrata su historia de forma ilustrada, cruda y en blanco y negro.

Infobae entrevistó a la ilustradora en su llegada a Argentina para la 49° edición de la Feria Internacional del Libro como invitada de la Asociación Civil de los coreanos en la Argentina y la Fundación Man Young. En la charla -donde el coreano, inglés, francés y español hicieron una mezcla inusual-, Keum Suk compartió detalles sobre el proceso de plasmar la oscura vida de Ok-Sun.

La conexión de Lee Ok-Sun y Keum Suk Gendry-Kim
La historia detrás de Hierba, una de las obras más impactantes de Keum Suk Gendry-Kim, nace de un deseo profundo por comprender y transmitir los traumas invisibilizados de su país y de su propia historia familiar.

Publicada originalmente en 2017, esta novela gráfica reconstruye la vida de una de las llamadas “mujeres de consuelo”, víctimas de esclavitud sexual por parte del ejército imperial japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la génesis de la obra tiene raíces más personales y emocionales.

“La generación de mis padres sufrió la guerra”, explicó Keum Suk cuando se le preguntó sobre su conexión con el libro. También, recordó cómo fue el contexto en el que creció: escuchando historias fragmentadas, muchas veces dolorosas, de la experiencia de su madre durante la ocupación japonesa.

"Nací en una época del baby boom”, dice con sencillez, pero con plena conciencia de lo que eso significa. Esa generación, que llegó al mundo en el eco de la guerra y bajo la ocupación japonesa, creció rodeada de historias silenciadas, traumas heredados y una sociedad en reconstrucción.

En 2013, Keum Suk escribió una primera versión breve de lo que más tarde sería Hierba, basada únicamente en referencias indirectas, como documentales. Pero ese acercamiento no fue suficiente. “Cuando terminé esa novela, me di cuenta de la necesidad de encontrarme con esas mujeres y escuchar sus historias”, comentó. Fue entonces cuando emprendió un camino difícil, emocionalmente exigente, para entrevistarse con sobrevivientes reales de los abusos.

El proceso no fue fácil. La intención de Keum Suk siempre fue clara: “Mostrar la historia concreta sin dañar a nadie”. Su obra rechaza el odio y el resentimiento: “No sentir rencor hacia Japón, sino entender que lo que quedó en el pasado fue decisión de las personas que vivieron en esa época”.

El impacto de Hierba no se limitó a Corea del Sur. En Japón, su publicación generó un movimiento inesperado. “Después de que saqué el libro en Japón, hubo movimientos en los que se reunían japoneses, hicieron la traducción del libro y bajaron los precios para que todos los adolescentes tuvieran acceso”, contó con sorpresa y gratitud.

Asimismo, viajar por cinco ciudades japonesas presentando el libro le permitió confirmar que el dolor narrado en Hierba no es solo coreano. “Había muchas personas, desde adolescentes hasta ancianos, interesados en conocer la historia”, recordó. En Japón, su obra no se colocó en la sección de cómics, sino en la de historia; una señal clara de que Hierba traspasó el formato gráfico para convertirse en un documento testimonial de valor histórico.

En su relato, Keum Suk enfatiza también su rol como narradora responsable. “El autor o la autora no tiene que estar agarrado emocionalmente a estas historias. Desde el costado, el lector puede sentir más y entender mejor”, explicó.

“No conocían la palabra feminismo, pero eran todas feministas”
Aunque el término feminismo ganó terreno recientemente en el ámbito público coreano, Keum Suk lo reconoce como una fuerza silenciosa que la atravesó desde siempre. Su formación como artista y autora estuvo profundamente influida por mujeres que nunca se proclamaron feministas, pero lo eran en su esencia.

“Mi madre ya era feminista antes de que existiera la palabra para nosotras”, afirma, reivindicando esa herencia tácita que la moldeó desde niña. “Mi madre y mi abuela eran feministas”, repite con orgullo, subrayando que su militancia no fue académica ni doctrinaria, sino vital.

En una cultura tradicional como la surcoreana, hablar de feminismo sigue siendo desafiante. Pero Keum Suk no rehúye esa conversación. “Hay una diferencia entre hombres y mujeres todavía, aunque fue cambiando mucho”, reconoció.

Su obra, entonces, no es solo una intervención estética o política, sino una forma de documentación emocional, de registrar lo que significa ser mujer en un país que aún batalla con las jerarquías de género. En Hierba, los desafíos que una mujer afrontaba en esa época están retratados hasta en el más mínimo detalle, como por ejemplo, el acceso a la educación.

Desde esa conciencia, observa también cómo la literatura coreana contemporánea, especialmente la escrita por mujeres, comenzó a ganar visibilidad en el mundo. El fenómeno de Han Kang, galardonada con el Premio Nobel en Literatura en 2024, es un claro ejemplo de como las voces femeninas surcoreanas se están haciendo oír del otro lado del mundo.

“Ahora hay un boom de voces femeninas coreanas”, dijo, y aunque algunos lo atribuyen a la influencia de movimientos feministas en Occidente, ella señaló que en Corea “la generación de nuestras madres ya era feminista”. Solo que nadie lo llamaba así. “No conocían la palabra feminismo, pero eran todas feministas”, enfatizó.

Argentina, el espejo inesperado y la necesidad de reescribir la historia

La visita de Keum Suk Gendry-Kim a Argentina la sorprendió profundamente. “Las mujeres latinoamericanas están muy interesadas en mi historia”, contó, todavía emocionada por la calidez y el reconocimiento que recibió durante su paso por la Feria del Libro de Buenos Aires.

No se trató solo de actos protocolares o entrevistas programadas. Hubo momentos íntimos, espontáneos, como cuando algunos lectores la reconocieron, se acercaron y le pidieron que firmara sus ejemplares. “Esos actos me llegaron mucho. No lo esperaba”, confesó.

La conexión no es fortuita. En sus palabras, queda claro que el público argentino encontró en sus historias algo más allá del exotismo de Corea: “La mayor cantidad de gente que me viene a ver no es gente que dice ‘quiero conocer Corea’, sino que dice ‘estas son nuestras historias’”. Ese sentimiento de apropiación afectiva, donde la distancia geográfica se disuelve, es quizás una de las pruebas más claras del poder universal de su narrativa.

La razón, quizás, esté en cómo Keum Suk aborda la historia. Sus libros no buscan enseñar fechas, ni repetir cronologías. “La historia está escrita por los que vencen, y yo quiero contar el otro lado”, manifestó. Una afirmación tan potente como la práctica que la sostiene: su trabajo escarba en la memoria borrada, en los márgenes, en lo que no figura en los textos oficiales.

“Lo que yo trabajo en mis libros son cosas que ni siquiera en Corea se conocen muy bien”, explicó. Y en esa misma línea, responde con claridad cuando se le pregunta si en Japón ocurre algo similar: “La población desconoce la historia porque estudió de libros escolares con información modificada por el gobierno”.

Por eso, más allá de la ficción o el formato gráfico, sus libros operan como antídoto contra el olvido. Como una reescritura paciente, comprometida, desde lo humano.

La autora no cree en las verdades absolutas ni en los relatos cerrados. Ella elige narrar desde la grieta, desde lo que no encaja del todo. “Me interesa la historia escondida, lo que está en lo oscuro, lo que diríamos tabú”, dijo. Su literatura es, entonces, una invitación a mirar donde nadie suele mirar. A escuchar donde otros callan. A contar lo que los manuales ignoran.

Y es ahí donde encuentra su mayor poder: en hacer visible lo invisible, en devolverle dignidad a las historias rotas. En mostrar que cada relato oculto, cada voz silenciada, merece un lugar en la memoria colectiva.

martes, 29 de abril de 2025

Impresiones de los primeros días de la 49 Feria del Libro de Buenos Aires: una recorrida


El pasado 27 de abril, Silvina Friera publicó una crónica de los primeros días de la actual edición de la Feria del Libro de Buenos Aires. Salió en Página 12 y en su bajada se lee: "La mayoría de los expositores coinciden en señalar que esta edición arrancó "muy tranquila" en público y ventas. Las expectativas están puestas en el feriado largo del jueves 1° de mayo hasta el domingo 4. 'Aumentar los precios no va a favorecer el consumo. Tenemos que encontrar un equilibro entre la inflación y lo que puede valer un libro', dice Norberto Gugliotella de la editorial Corregidor".

El calor humano de la Feria del Libro en tiempos precarizados

De menor a mayor, el acontecimiento cultural del otoño porteño avanza con la esperanza entre los dientes. La 49° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires atraviesa su primer fin de semana con la expectativa de que el predio de La Rural se llene de visitantes y se vendan más libros. Atrás quedó el notable discurso inaugural de Juan Sasturain, en una apertura que estuvo marcada por los abucheos y el repudio que generaron las palabras del secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli, y la reivindicación de la figura de Osvaldo Bayer.

El viernes a la tarde se podía transitar por los pabellones sin padecer una carrera de obstáculos, como sucede el feriado del 1° de mayo, cuando una breve caminata de una sala a un stand puede durar más de viente minutos. El sábado, en cambio, especialmente durante La Noche de la Feria, con el ingreso gratis a partir de las 20 horas, el calor humano se incrementó varios grados.

Viaje cultural con alumnos sanjuaninos
Todos los años, los alumnos de sexto grado del colegio San Pablo de San Juan visitan la Feria del Libro; es un viaje cultural. Andrea Abadía, la “seño” de Catequesis, es una de las docentes que los acompañan. Hay unos 15 chicos y chicas haciendo cola para pagar en Ediciones de la Flor (stand 1509 del Pabellón Amarillo). La mayoría compró libros de Mafalda, de Quino, y Gaturro, de Nik. A Renata le gusta leer cuando está en la playa porque siente que la lectura la relaja junto con el sonido del mar. Prefiere las historietas y destaca también los libros de la youtuber Melina Vallejo, autora de Una hermana anormal.

Ludmila se compró Gaturro porque es una “fan” de la historieta protagonizada por ese gato marrón de cachetes amarillos. No saben todavía, las chicas sanjuaninas, que el autor de los libros que acaban de comprar ha sido acusado de plagio. En los años 90, Quino (1932-2020) lo increpó públicamente a Nik por haber plagiado Mafalda y le dijo: “No tenés vergüenza, pibe”. En una entrevista con Radar, Quino señaló que Nik le robó mucho a Rudy y a Daniel Paz. “Nik vino a crear un malestar por primera vez entre los dibujantes argentinos. Nadie lo soporta. Al punto que si hay una mesa redonda, todos participan con la condición de que él no esté”, agregó Quino.

Primeras compras, con tarjetas y en cuotas
Camila Osses, 30 años, colombiana nacida en Bogotá pero que vivió gran parte de su vida en México, hace dos años que reside en Buenos Aires por una maestría que está cursando en la Facultad de Derecho. Antropóloga social que trabaja en el ministerio de Educación de la Ciudad, decidió comprar Explorar el cuerpo en el jardín maternal, de Graciela Tabak y Geografías y territorios en transformación, un libro con diversos artículos coordinado por M. Victoria Fernández Caso. “La Feria se parece un poco a la versión del año pasado; pero todavía no he visto mucho sobre los conversatorios”, dice Camila y aclara que imaginó que los libros estarían “más caros” y que los va a pagar con tarjeta y en cuotas para poder comprarse más.

En el Pabellón Verde hay más personas caminando; es el sector donde están los grandes grupos, Planeta y Penguin Random House, aunque también hay editoriales medianas y pequeñas, como es el caso de Corregidor. Norberto Gugliotella observa que es difícil hacer una evaluación porque recién a partir del primero de mayo se podrá avizorar el panorama. “Hay que ver qué pasará con el movimiento del dólar y cómo va a repercutir. Ya nos llegó un aumento del papel de un 7%”, anuncia con cierta resignación. Una de las novedades es Gabriela Mistral. Poemas selectos ($ 17.000), que se presentará en el stand de Chile (1914, Pabellón Amarillo), en el marco de la celebración de los 80 años del Premio Nobel de Literatura a la poeta chilena, el martes 6 de mayo a las 19, con la participación de la académica chilena Alicia Salomone, especialista en la obra de Mistral que realizó la antología publicada por Corregidor; la doctora en Letras María Lucía Puppo y la poeta argentina Alicia Genovese. En Corregidor los precios de los libros van de 9.000 pesos hasta 44.000.

Otro plato fuerte reciente de Corregidor es Teatro animal ($ 17.000), del dramaturgo Franco Verdoia, que reúne en un solo volumen las obras de teatro Late el corazón de un perro, Matar a un elefante y Nido de lagarto, con prólogo de Carolina Sturla. El dramaturgo y la prologuista participarán de “Hogar y Destierro. Dramaturgia de un territorio interior” en el stand Espacio Orgullo y Prejuicio, el domingo 4 de mayo a las 19 horas. Corregidor incrementó el precio de los libros un 12 por ciento en septiembre del año pasado y en febrero de este año. “No hay margen para aumentar porque no los vendés -confirma Gugliotella-. Nuestra idea es intentar llegar a la mayor cantidad de público posible; aumentar los precios no va a favorecer el consumo. Tenemos que encontrar un equilibro entre la inflación y lo que puede valer un libro”.

El enigmático Straka
Manuel Cantón, del stand 1917, en el Pabellón Amarillo, que comparten las editoriales Ampersand, El Hilo de Ariadna y La Bestia Equilátera, cuenta que la feria está “tranquila”. Comenzar a fin de mes es complicado para millones de bolsillos y aporta un detalle atmosférico que se lo da la experiencia de estar muchas horas en el stand. “Cuando hace frío es porque hay poca gente emitiendo calor humano”. Coincide con lo que comentan buena parte de los expositores: la Feria siempre arranca de menor a mayor. “El año pasado fue un fiasco; me gustaría que este año nos vaya mejor a todos”. Los libros de la Biblioteca Personal de John Maxwell Coetzee (de El Hilo de Ariadna), títulos como El ayudante, de Robert Walser; Las esferas del mandala, de Patrick White; y Roxana. La amante afortunada, de Daniel Defoe, entre otros, oscilan entre 15.800 y 20.000 pesos. Cada libro de la colección “Lector&s” de la editorial Ampersand, como La ley de Heisenberg, de la uruguaya Ida Vitale; El ojo que escribe, de Luis Felipe “Yuyo” Noé, y Una lectora de provincia, de María Teresa Andruetto, entre otros, cuesta 18.900 pesos. El más vendido del stand es una de las novedades de Ampersand: Una historia sin final, del historiador italiano Carlo Ginzburg, a 29.900 pesos.

Cecilia Bocchio, del stand de Riverside (816, Pabellón Verde), donde hay libros de editoriales como Anagrama, Edhasa y las españolas Impedimenta y Libros del Asteroide, entre otras, revela que la feria arrancó “mejor de lo que esperábamos”. Un libro que se vende muy bien, desde que salió en 2024, es La llamada, de Leila Guerriero, que ganó el Premio de la Crítica, que otorga todos los años la Fundación El Libro. “Estamos muy contentos por el premio a Leila”, destaca Bocchio y sugiere que es normal que haya poca gente los primeros días; que el público aumenta cuando ya cobró su sueldo y, especialmente, el segundo fin de semana de la feria, que será el sábado 3 y domingo 4 de mayo, un fin de semana largo por los feriados del jueves 1° de mayo y el feriado puente del viernes 2. La joyita del stand es el libro El barco de Teseo ($60.000), la última novela de un prolífico y enigmático autor llamado V.M. Straka, que viene con una caja cubierta y precintado, publicado por la editorial española Duomo. En realidad, los autores son J.J Abrams, el guionista de la serie Lost, y Doug Dorst. “El libro es una experiencia”, lo define Bocchio. “Tiene la estética como si lo hubiesen sacado de una biblioteca antigua; es una novela dentro de una novela: la historia de El barco de Teseo, escrita por Straka, con un prólogo hecho por Caldeira, que en teoría es también el traductor de la obra. Si uno lee las anotaciones en las páginas, hay un misterio acerca de Straka y Caldeira que como lectoras tenemos que resolver”. Además de la historia principal, más las anotaciones a los costados de las páginas y los subrayados, la edición incluye recortes de diarios, un mapa en una servilleta, postales y cartas.

La editora que maneja un Uber
Panorámica es otro espacio colectivo (stand 1915, en el Pabellón Amarillo) que aglutina a un puñado de editoriales independientes: Odelia, Compañía Naviera Ilimitada, También el caracol, Entropía, Fiordo y Concreto. Yanina Giglio es “la mujer orquesta” de estos tiempos precarizados; edita libros en Odelia, da talleres y trabaja como “uber” manejando su auto. “Por ahora estamos vendiendo como el año pasado, pero veo a la gente más entusiasmada, no sé si con dinero o sin dinero”, comenta y saca de una de las estanterías dos novelas, que son las novedades de la editorial: Gordon, de Germán Moretto; y Doma, de Carina Maguregui ($ 29.000 cada una). “Todos los años somos optimistas porque nos gusta lo que hacemos y queremos vender nuestros libros”, subraya Yanina y ese “nos” incluye a Jazmín Teijeiro, su socia en Odelia. Aunque la editorial cumple diez años, ninguna de las dos vive de los libros que publica. “Cada libro que publicamos paga el siguiente”, explica y no queda nada para ellas. Yanina “maneja un uber” y Teijeiro paga las cuentas gracias a su trabajo como psicóloga. “Odelia es nuestro sueño”, reconoce Yanina. Las dos reman mucho contra el costo de papel y otras dificultades para publicar unos seis libros al año en tiradas de mil ejemplares. Los más vendidos de Odelia son La sal, de Adriana Rivas; Todo nos sale bien, de Julia Coria, y Las griegas, de Sergio Olguín ($ 35.000 cada uno).

Nicolás Larroque, de Galerna, editorial, librería y distribuidora, percibe que la feria está “muy tranquila”. “No quiero ser pesimista -confiesa Larroque-. Si estamos acá, es para vender y para que nos vaya bien. Pero vamos a ir viendo. Lo más fuerte se da en el segundo y tercer fin de semana, a partir del primero de mayo. Ahí es donde se termina de ver bien si la feria está funcionando. No solo porque la gente cobra, sino porque históricamente la feria va de menor a mayor”. El caballito de batalla de Galerna es Mariana Enriquez con dos libros editados por Galerna: su primera novela, Bajar es lo peor ($ 24.900), y las crónicas de Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios ($30.000).

lunes, 28 de abril de 2025

"Una encrucijada donde la cultura, el comercio exterior y la logística convergen"


En líneas generales, las informaciones referidas a la industria editorial se limitan a contemplar las ventas, su aumento o declinación. Pero hay otros factores, menos glamorosos, que deben tenerse en cuenta. De esto trata la siguiente nota, sin firma, publicada en InfoBAE el pasado 27 de abril. Claramente no fue escrita por alguien vinculado a la cultura, sino más bien a los negocios. Hagamos el esfuerzo de leer, por una vez, desde esa perspectiva.

La industria editorial: un engranaje clave en el comercio exterior y la logística global​

La industria editorial, tradicionalmente asociada al ámbito cultural, se ha consolidado como un actor relevante en el comercio exterior y la logística internacional. En 2025, este sector no solo impulsa la economía mediante la exportación de libros y contenidos, sino que también enfrenta desafíos logísticos complejos que afectan su competitividad y alcance global.​

Desde la circulación de ideas hasta el movimiento físico de ejemplares a través de fronteras, la industria editorial conecta a millones de personas alrededor del mundo. Detrás de cada libro que llega a una librería o a un hogar, existe una estructura de producción, distribución y comercialización que requiere no solo creatividad literaria, sino también estrategias logísticas y comerciales precisas.

El comercio exterior del libro: una balanza en movimiento
En el contexto actual, la exportación de libros ha experimentado un crecimiento significativo. Por ejemplo, Colombia registró en 2024 exportaciones editoriales por 44,5 millones de dólares, lo que representa un incremento del 28,5% respecto al año anterior. Este auge se debe, en parte, a la creciente demanda de contenidos en español y a la calidad de las producciones editoriales latinoamericanas.​

Sin embargo, la industria también depende de la importación de insumos clave para la producción de libros, como papel, tintas y maquinaria especializada. Esta dependencia la hace vulnerable a las fluctuaciones del comercio internacional y a las políticas arancelarias. Por ejemplo, en México, las importaciones del sector editorial alcanzaron los 355,7 millones de dólares en 2022, superando las exportaciones, lo que resultó en un saldo comercial negativo de 124,4 millones de dólares.

La logística del libro: del autor al lector global
La cadena logística en la industria editorial es compleja y abarca desde la concepción de la obra hasta su distribución final. Tras la creación del contenido, los manuscritos se someten a procesos de edición, diseño e impresión, que requieren una coordinación eficiente de recursos y tiempos.​

Una vez impresos, los libros deben ser almacenados y distribuidos a nivel nacional e internacional. Esto implica la gestión de inventarios, el transporte terrestre y marítimo, y el cumplimiento de normativas aduaneras y fiscales. La eficiencia en esta cadena es crucial para garantizar la disponibilidad de los libros en los mercados y para responder a la demanda de los lectores en tiempo y forma.​

Ferias internacionales del libro: vitrinas de negocio y logística
Las ferias internacionales del libro desempeñan un papel estratégico en la promoción del comercio editorial y en la articulación de la logística global del sector. Las ferias más conocidas a nivel mundial, que se llevan a cabo en ciudades como Frankfurt y Guadalajara, congregan a miles de profesionales, facilitando la negociación de derechos de autor, la traducción de obras y la distribución internacional.​

Una de las ferias del libro de Colombia, por ejemplo, se ha consolidado como el epicentro del negocio editorial en Latinoamérica, ofreciendo espacios específicos para el desarrollo de negocios, donde se concretan acuerdos comerciales y se fortalecen las redes logísticas entre editoriales, distribuidores y agentes literarios.

Por su parte, la ciudad de Frankfurt hospeda a la feria del libro más importante del mundo, que reúne año a año a más de 4.000 expositores y 300.000 visitantes, sirviendo como plataforma para la internacionalización de contenidos y para la discusión de tendencias logísticas y tecnológicas que impactan al sector.

La industria editorial en Argentina: desafíos y oportunidades
En el contexto latinoamericano, Argentina sigue siendo uno de los principales productores y consumidores de libros. Según datos de la Cámara Argentina del Libro, en 2024 se registró un repunte en la producción nacional con más de 62 millones de ejemplares impresos, una recuperación respecto a los niveles pospandemia. Esta reactivación está impulsada por el crecimiento de editoriales independientes y el fortalecimiento de ferias.

A nivel comercial, el sector enfrenta desafíos significativos vinculados al costo de los insumos importados, particularmente el papel, cuyas variaciones de precio y disponibilidad afectan la estructura de costos de las editoriales. En este sentido, la logística interna también juega un rol crucial: la distribución de libros en un país de gran extensión territorial como Argentina requiere redes eficientes de transporte terrestre y almacenamiento, especialmente en un mercado cada vez más orientado a las ventas online.

Por otra parte, Argentina mantiene un papel destacado en la exportación de derechos de autor y en la producción de obras destinadas a mercados como España, México y Chile. La calidad literaria argentina y la sólida tradición editorial son factores que siguen posicionando al país como un referente cultural en la región, generando ingresos de divisas a través de acuerdos internacionales de traducción y comercialización de libros.

A fin de cuentas, la industria editorial en 2025 se encuentra en una encrucijada donde la cultura, el comercio exterior y la logística convergen. Su capacidad para adaptarse a las dinámicas del mercado global, optimizar sus cadenas de suministro y aprovechar las oportunidades que ofrecen las ferias internacionales será determinante para su crecimiento y sostenibilidad. En este contexto, el fortalecimiento de las infraestructuras logísticas y la diversificación de mercados emergen como estrategias clave para consolidar el papel de la industria editorial como un actor económico y cultural de relevancia global.

viernes, 25 de abril de 2025

"La Inteligencia Artificial ha avanzado sin pedir permiso"

El pasado 23 de abril, Daniel Gigena se ocupó en un artículo del diario La Nación, de Buenos Aires, del comunicado firmado por numerosos escritores argentinos para que en sus contratos consten cláusulas referidas a la Inteligencia Artificial. Según la bajada, "En los contratos se debe expresar 'el insoslayable respeto a los derechos morales de los autores' y conceder la facultad 'de restringir, limitar o hasta impedir el uso' de la IA".

Escritores argentinos reclaman que las editoriales incluyan cláusulas sobre el uso de la inteligencia artificial

La Unión de Escritoras y Escritores de la Argentina (UEE) difundió ayer un comunicado en el que se reclama que los contratos de edición de las editoriales locales contengan cláusulas “claras y precisas” sobre el uso de la inteligencia artificial (IA). Actualmente, la mayoría de las editoriales no contempla ninguna disposición expresa acerca del uso de la IA como herramienta (para escribir, traducir, corregir, diseñar tapas) ni otra que prohíba que los libros sirvan como “alimento” de modelos de lenguaje de empresas tecnológicas sin consulta previa a los autores.

El comunicado lleva la firma de reconocidos escritores como María Rosa Lojo, Silvia Plager, Elsa Osorio, Gabriela Cabezón Cámara, Oche Califa, Luisa Valenzuela, Ana María Shua, Florencia Etcheves, Sergio Pujol, Miguel Gaya, Leopoldo Teuco Castilla, Sergio Olguín, Enzo Maqueira, Ricardo Mariño, Nicolás Ferraro, Horacio Convertini, Elsa Drucaroff, María Inés Krimer y Ema Wolf, entre muchos otros.

“La aparición de la Inteligencia Artificial (IA) ha significado una sorpresa más en el mundo editorial, conmocionado en las últimas décadas por continuas y vertiginosas innovaciones en las tecnologías para la realización de libros -comienza el comunicado que firmaron más de 150 escritores-. Como se sabe, ya existen pruebas y hasta producciones en algunas editoriales con las IA, en redacciones, traducciones e imágenes. Para los autores, este hecho produce un cúmulo de dudas”.

“También obliga a los editores a estar informados y entrenados y, sobre todo, a no tomar decisiones que lesionen las autorías y los derechos correspondientes -se remarca-. Por eso, consideramos que, en lo inmediato, los contratos de edición deben manifestar expresamente el insoslayable respeto a los derechos morales de los autores mediante cláusulas en las que se les confiera a los creadores la facultad de restringir, limitar o hasta impedir el uso de las IA en sus obras y/o para que estas se utilicen en el entrenamiento de dichas tecnologías".

El documento, al que se puede adherir en este enlace, recibió el apoyo de la Sociedad de Escritores de la Argentina (SEA) y el Centro PEN local, con la firma de sus presidentes, los escritores Flavia Pittella y Gabriel Seisdedos, respectivamente.

“La inteligencia artificial ha avanzado sin pedir permiso -dice el escritor Oche Califa a La Nación-. En Europa ya existen una series de regulaciones, pero no en nuestro país. Mientras tanto, los contratos de edición debieran dejarle potestad al autor si el editor quiere utilizarla en acciones secundarias, como puede ser traducción o ilustración y, más aún, si quisiera ceder parte o todo el contenido a empresas de IA. Hace apenas un mes hice agregar a un contrato una cláusula que dice que el editor deberá contar con el acuerdo fehaciente del autor en todo lo relativo a IA. Y se agregó sin problemas”.

“Nunca estuve en contra de los avances tecnológicos, pero en la cuestión creativa debemos tener cuidado con la IA -dice la escritora María Rosa Lojo-. Es una cuestión más que se agrega a la problemática de los derechos de autor”.

Consultada por este diario, la editora Trini Vergara estima que “en poco tiempo” se resolverá la cuestión. “Todos los contratos van a tener este tipo de cláusulas y está perfecto que así sea -asegura-. Además sucederá, como ya sucede en otras expresiones como la fotografía, la ilustración, la música, que los escritores van a usar herramientas de la IA como parte de su propio trabajo creativo”.

La IA es una de las “vedettes” de las jornadas profesionales de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que se desarrollan hasta el jueves, día de apertura del evento al público. Se programaron varias mesas de debate y conferencias de especialistas en la materia.

jueves, 24 de abril de 2025

México convoca premio de traducción literaria





Sigue abierta la convocatoria del Premio Margarita Michelena 2025

Pachuca, Hgo.-La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través de la Coordinación Nacional de Literatura, y el Gobierno del Estado de Hidalgo, mediante su Secretaría de Cultura, invitan a participar en el Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena 2025, convocatoria que continúa abierta hasta el viernes 16 de mayo.

Este galardón reconoce el trabajo de personas traductoras mexicanas o extranjeras —con al menos cinco años de residencia en el país— mayores de 18 años, que hayan traducido al español un libro de poesía, cuento, novela, crónica, ensayo, dramaturgia o minificción.

Las obras deben haber sido publicadas por primera vez en México durante 2024 y no deben ser antologías, textos académicos ni de divulgación.

El registro se realiza a través de la Plataforma Digital de los Premios Bellas Artes de Literatura, disponible las 24 horas y cerrará el 16 de mayo de 2025 a las 13:00 horas, tiempo del centro del país.

El jurado será conformado por especialistas con trayectoria reconocida en traducción, crítica e investigación literaria. Se entregarán dos premios únicos e indivisibles: uno en poesía y otro en cualquiera de los otros géneros convocados. Cada ganador recibirá un diploma y un estímulo económico de 150 mil pesos.

La secretaria de Cultura de Hidalgo, Neyda Naranjo Baltazar, ha señalado la importancia de este premio para visibilizar el trabajo de quienes hacen posible que la literatura traspase fronteras lingüísticas, honrando además el legado de Margarita Michelena, una de las grandes figuras literarias del estado.

El gobierno que encabeza Julio Menchaca reitera su respaldo a las iniciativas que promueven el acceso a la cultura y el fortalecimiento del talento literario, generando espacios de reconocimiento a quienes, desde la palabra traducida, contribuyen al diálogo cultural.

Las personas interesadas pueden consultar las bases en el sitio oficial de la Coordinación Nacional de Literatura. Para mayor información, están disponibles los correos:

premiomargaritamichelena@hidalgo.gob.mx y premios.cnl@inba.gob.mx.

miércoles, 23 de abril de 2025

Clásico japonés traducido en Perú

"Iván Pinto, diplomático, abogado y estudioso de la cultura japonesa, conversó con Infobae Perú sobre la traducción trabajada junto a la doctora Hiroko Izumi Shimono." La nota, publicada el 11 de abril con firma de Carlos Oré Arroyo, trata de la traducción de Diario de Kagero, un clásico de la literatura nipona.

Transformó la literatura universal, pero se desconoce su nombre: El diario de Kagerō  fue traducido al español en Perú

“Hasta entonces nadie había hecho revelación de sus sentimientos”, dijo el traductor Iván Pinto sobre la importancia del Diario de Kagerō no solo para la literatura japonesa, sino para la mundial. Además, “dio el campanazo de la prosa en japonés” cuando lo habitual eran los textos escritos solo por hombres y en chino.

Las complicaciones de la vida conyugal empujaron a una integrante de la familia Fujiwara a dejar registro de sus angustias. “Entretanto, a los ojos de los demás, nuestra vida matrimonial parecía favorable, habían transcurrido once o doce años ya. Sin embargo, la realidad interna era que seguía viviendo sumida en mis turbaciones, lamentando mi infortunio de no llegar a ser igual a los otros del mundo”, escribió.

“La mujer no era considerada como objeto creador de cultura”, dijo Pinto a Infobae Perú para entender por qué el nombre de la autora sigue siendo una incógnita. El mundo la conoce como la madre de Michitusna, nombre del único hijo que tuvo con Fujiwara no Kaneie. A modo de homenaje, los traductores Pinto y Shimono decidieron agregar al título el recordatorio de que se trata de los apuntes de una efímera.

El kagerō es una efímera, un tipo de insecto alado conocido por su vida extremadamente breve en su fase adulta—en muchos casos, solo unas horas o pocos días. Como símbolo de lo efímero y delicado, encapsula perfectamente el tono y el contenido emocional de El diario de Kagerō. La autora, atrapada en un matrimonio donde no es plenamente amada ni valorada, experimenta una vida llena de altibajos emocionales, soledad y una constante sensación de inestabilidad.

Histórico recuento de vida
El diario de Kagerō (también conocido como Kagerō Nikki), escrito en el siglo X por una noble japonesa conocida como la madre de Michitsuna, es una de las primeras obras autobiográficas de la literatura japonesa. Este diario íntimo, redactado en prosa y poesía waka, narra con profundidad emocional la vida interior de una mujer casada con el influyente cortesano Fujiwara no Kaneie, con quien tuvo un hijo, Michitsuna.

La autora, cuya identidad real no se menciona en el texto, expresa con honestidad sus emociones, decepciones y sufrimientos en un matrimonio marcado por la ausencia, la infidelidad y la desigualdad de género. A diferencia de la mayoría de los escritos de su tiempo, centrados en los hombres o en eventos públicos, El diario de Kagerō se enfoca en la perspectiva femenina, revelando una voz introspectiva, sensible y crítica hacia las normas sociales del periodo Heian. muestra una gran lucidez emocional y una aguda observación del mundo que la rodea. El diario de Kagerō es considerado un precedente del Genji Monogatari de Murasaki Shikibu, y una obra fundamental para entender el rol de la mujer en la aristocracia japonesa de la época.

El texto combina entradas cronológicas con poemas que capturan momentos de tristeza, frustración o deseo, mostrando el vaivén emocional de la autora. A través de su escritura, la protagonista construye un espacio de resistencia y reflexión, donde la escritura se convierte en refugio y forma de autocomprensión.

Aunque su vida estuvo marcada por el dolor y la soledad, también muestra una gran lucidez emocional y una aguda observación del mundo que la rodea. El diario de Kagerō es considerado un precedente del Genji Monogatari de Murasaki Shikibu, y una obra fundamental para entender el rol de la mujer en la aristocracia japonesa de la época.

En conjunto, el diario es tanto una crónica personal como un testimonio social, ofreciendo una ventana única a la vida interior de una mujer japonesa en el Japón clásico.


martes, 22 de abril de 2025

Segundo volumen de las cartas de Joyce en castellano

"Páginas de Espuma completa con el segundo volumen la publicación de las cartas del autor irlandés, con edición a cargo de Diego Garrido y el compendio ‘Joyce en los ojos de sus amigos’". Así dice la bajada de la nota publicada por Pablo Bujalance, el pasado 20 de abril, en el Diario de Sevilla.

James Joyce: algo parecido al fracaso

La publicación de la primera entrega de las cartas de James Joyce en 2023 a cargo de Páginas de Espuma permitió a los lectores, gracias a la ingente labor traductora y editorial de Diego Garrido, cultivar una razonable familiaridad con el autor de Ulises en los territorios más íntimos de sus primeros años. Aquel volumen reunía la correspondencia que el escritor irlandés amasó desde su juventud a su madurez, entre 1900 y 1920, con la gestación de Dublineses, Stephen Hero y Retrato del artista adolescente como hitos literarios fundamentales en paralelo a su complicada vida familiar y la odisea que le llevó de Dublín a Trieste, Roma y Zúrich. Quedaba, sin embargo, una sensación de miel en los labios dada la certeza de que aquel primer volumen concluía justo antes de la consagración que entrañó para Joyce la publicación de Ulises. Pues bien, la espera ha terminado para quienes disfrutaran la primera remesa de cartas: Páginas de Espuma acaba de poner en circulación la segunda, que incluye la correspondencia joyceana fechada entre 1920 y 1941 seguida de Joyce en los ojos de sus amigos, una reveladora selección de perfiles del autor escritos por otros colegas afines. Y lo hace con otra cuidadísima edición a manos de Diego Garrido, con abundante material gráfico y, de nuevo, un completo índice onomástico que justifica por sí solo la adquisición del libro.

La correspondencia reunida en el volumen da buena cuenta de los años parisinos de Joyce: el autor llegó a París junto a su familia en 1920, tras haber encontrado refugio en Zúrich durante la Primera Guerra Mundial, con la intención de pasar un mes en la capital francesa, donde finalmente residió veinte años. Solo las últimas cartas, las fechadas a partir de 1940, remiten a la estancia de Joyce en Saint-Gérand-le-Puy, cerca de Zúrich, antes de su muerte en 1941. Tal y como explica en la nota a la edición Diego Garrido (autor, por cierto, de la estupenda novela Libro de los días de Stanislaus Joyce, aproximación ilustrativa al hermano del autor publicada el año pasado por Anagrama): “En la edición del primer volumen incluí todas las cartas que pude encontrar escritas por James Joyce, y algunas de las recibidas. Ahora he tenido que elegir”. La correspondencia en estas dos décadas se multiplica respecto a las anteriores por motivos evidentes: la publicación de Ulises en 1922 convirtió al autor en una figura pública, de proyección colosal, rodeada de cada vez más admiradores y aduladores de los que Joyce intentó sacar provecho no siempre de la manera más honesta. Al mismo tiempo, su situación familiar se hizo, como en un reverso desdichado, progresivamente más funesta, al igual que su salud: “Son los años de París; los años del reconocimiento tan anhelando, la fama, el éxito, la adulación infinita; pero también los de la soledad íntima, el abatimiento, la incomprensión, y, sobre todo, la enfermedad creciente e irreversible de Lucia”, señala Garrido al respecto.

La carta que abre el volumen es una tarjeta postal fechada el 12 de julio de 1920 en París, poco después de la llegada de Joyce a la ciudad, y está dirigida a su hermano Stanislaus. La última que firma el autor es otra postal enviada igualmente a Stanislaus Joyce desde Zúrich el 4 de enero de 1941, poco antes de su muerte. Entre una y otra, abundan las misivas al mismo hermano, a Ezra Pound, a Harriet Shaw Weaver (la mecenas de Joyce) y, por supuesto, a Sylvia Beach, quien asumió la publicación de Ulises, eje central de la correspondencia de este tiempo. El 14 de octubre de 1921, Joyce envía a “la señora de William Murray” una carta que encabeza “Querida tía Josephine” y que reza así: “Ulises, un libro gordísimo de unas 800 páginas, de 11 x 7 pulgadas, verá al fin la luz en unas tres semanas o cosa así. Los ejemplares más baratos saldrán a 3 libras cada uno, los más caros a 7 libras. Te enviaré uno. Me dan muy pocos gratis porque son muy caros”. Y añade: “Si quieres leer Ulises mejor será que pidas en una biblioteca una traducción en prosa de la Odisea de Homero”. Joyce se muestra celoso con la distribución de Ulises, con su recepción y con sus liquidaciones, pero de inmediato tiene que hacer frente al revés que le conducirá a la ceguera. En otra carta enviada a Sylvia Beach desde Niza el 30 de octubre de 1922, y dictada a Lucia, Joyce cuenta: “Ya conoce usted las noticias sobre mis ojos (…) Encarar un largo viaje en tren para pasar luego las habituales dos horitas diarias sentado en la sala de espera del Dr. Borsch terminaría por matarme (...) Consentiré en ello [en operarse] si el susodicho no vuelve a nublar mi pupila. Mi vista había mejorado. Pude corregir la primera mitad de Ulises ”. Ya para entonces había empezado Joyce la escritura de su Work in progress, que concluiría, tras no pocos altibajos, en 1938, cuando dio a conocer el título del que solo Nora Barnacle, su esposa, había tenido noticia: Finnegans Wake. Las cartas de este periodo, por cierto, manifiestan la preocupación de un Joyce ya incapaz de ver por las erratas. Y tenía razón: la primera edición de su último libro las contaba por decenas de miles. Joyce parecía convencido de que su libro sería objeto de una acogida calurosa, pero en 1938 el mundo estaba demasiado preocupado por otros asuntos para adentrarse en un libro indescifrable. Su fracaso, sin embargo, apenas parece inquietarle: su principal preocupación está en Lucia, internada por las terribles crisis nerviosas. La vida anodina en Saint-Gérand-le-Puy aboca a Joyce a la depresión. Tras su regreso a Zúrich en diciembre de 1940, solo muestra interés en pasear de la mano de su nieto Stephen.

Por último, Joyce en los ojos de sus amigos recoge testimonios de escritores como Wyndham Lewis, Frank Budgen, William Carlos Williams, Italo Svevo, Padraic Colum, Stuart Gilbert, Lloyd Morris y los citados Stanislaus Joyce y Sylvia Beach. La certeza de que James Joyce nunca nos había quedado tan a mano es impagable. Tanto, quizá, como la lectura de su obra.




lunes, 21 de abril de 2025

Jan de Jager fue a Montevideo y dijo

El pasado 11 de abril, el escritor uruguayo Martín Bentancor publicó en el semanario Brecha, de su país, una entrevista con el poeta y traductor argentino Jan de Jager. En la bajada se lee: "El pasaje entre lenguas marca la obra y las inquietudes estéticas de Jan de Jager, nacido en Buenos Aires en 1959, pero residente durante décadas en los Países Bajos. Profesor de traductorado y de idiomas, estudioso de la literatura neerlandesa, es traductor de los Cantos (Sexto Piso, 2018) de Ezra Pound y de la Poesía completa de Cummings, de próxima aparición en la editorial Sexto Piso".

"Yo soy una traducción"

La obra de Jan de Jager se nutre de la traslación de textos al español, tal como muestran sus series Casa de Cambio –cuatro volúmenes– y Relámpagos –otros cuatro–, en las que su poesía convive con versiones y mutaciones de textos de autores «invitados».

—Empecemos con la cuestión del nombre, porque en tu caso el nombre cifró en cierta forma tu destino: te llamás Jan, pero fuiste anotado como Juan Alberto…
—Alguna vez dije como una boutade que yo soy una traducción. Las autoridades argentinas de aquella época no permitían nombres extranjeros, como tampoco permitían nombres de lenguas aborígenes, autóctonas. Siempre hubo un prurito, supongo que motivado por esa idea de crear una identidad nacional, de homogeneizar a las hordas de inmigrantes y castellanizar a los pueblos originarios. De ahí que sea Juan Alberto, aunque firmo mis trabajos como Jan, lo cual comercialmente no me conviene porque nadie sabe cómo pronunciarlo.

—¿Cómo se estableció tu vínculo inicial con la traducción?
—Te diría que es casi una cuestión de historia familiar. Una de mis hermanas es traductora pública, que es un rubro muy específico,
el de aquel que traduce documentos, estatutos, partidas de nacimiento. Ella es algo mayor que yo y ya en las conversaciones con mi padre, que también era bastante plurilingüe (si bien era químico, no lingüista), la traducción estaba siempre presente, era como una charla de sobremesa, como hablar de fútbol. Así empecé a traducir por la mía, casi como un ejercicio literario. Empecé a traducir a autores holandeses e ingleses, que eran las lenguas que circulaban en mi entorno, y también a ver qué habían hecho otros traductores, con cierto espíritu crítico, aunque en esa época era un adolescente. Me alentaba un motivo un tanto canalla, digamos, que era el de enmendarle la plana a lo que habían hecho otros traductores.

—Puede verse como una forma de autoaprendizaje…
—Claro, porque, como adolescente, ¿qué otra cosa vas a hacer que lo que hicieron previamente los adultos? Después comencé la carrera de Letras, en la época del mal llamado proceso, y por una cuestión de cambios en los planes de estudio había un énfasis enorme en las letras clásicas, lo cual no me apena, pero era algo muy diferente a lo que venía siendo la carrera de Letras en los años anteriores. Como todo el mundo, hice Latín I, II, III y IV y Griego I, II, III y IV… y todo lo demás. El método de enseñanza estaba basado en la traducción de textos, no en la comprensión. Esa era la metodología, con la que no estoy del todo de acuerdo, pero que me tuvo cinco años traduciendo del latín y del griego.

—Esas traducciones formativas del latín y del griego alimentaron, supongo, tu interés inicial por las traducciones del holandés y el inglés.
—Sí. Como se dice ahora, yo me autopercibo escritor, y un subgénero de la escritura es la traducción. Mis traducciones son una actividad de escritor y no de traductor como un género aparte, así como tampoco me siento periodista porque no logro mantener el ritmo de la escritura periodística. Puedo tener un texto flotando cinco años, lo que para un periodista es un anatema.

—Al sostener que la traducción parte de tu condición de escritor, ¿se asume que también es de tu autoría el texto que traducís?
—Son mis palabras. Se trata de los conceptos y los efectos del original volcados a mis palabras, a mi vocabulario. Y eso es una marca para el texto también.

El oficio
—¿Cuál fue el texto al que te enfrentaste por primera vez con las armas de un traductor?
—Los latines y los griegos eran tareas para el hogar, pero en esos tiempos, como las literaturas holandesa y belga (neerlandesa, como propiamente se debe decir) eran poco frecuentadas, empecé primero a elegir qué poemas de esa tradición me interesaba que se conocieran en el ámbito de habla castellana. O sea que ahí, coincidiendo con el trabajo de los hermanos [Augusto y Haroldo] de Campos, había un rol de antologista en la labor del traductor.

—Ya pensabas la traducción destinada a un público.
—Sí, para difundir a autores que yo conocía. En Róterdam ejercí como docente de neerlandés, mi lengua materna, y me importaba particularmente que algo de eso se conociera. Después, muchos de esos trabajos los fui incorporando en algunos libros míos que se llaman Casa de Cambio. Al decir míos quiero decir que, de repente, en la página 25, hay una traducción de un poema de Hugo Claus. Siempre se trata de poemas o cuentos cortos; una suerte de miscelánea mayoritariamente en verso en la que conviven en alegre amistad textos míos como escritor y textos míos como traductor. Algunas veces traduje novelas del neerlandés, pero ahí sí fueron a pedido.

—¿Y cómo alimenta ese sistema de traducción a tu propia poesía?
—Es que así se aprende tanto… Por ejemplo, el escritor Hugo Claus fue dos veces a la Argentina y yo fui su intérprete, algo maravilloso para mí porque es uno de mis héroes, una suerte de prócer, una vez que fue invitado a la Feria del Libro en Buenos Aires y les dio entrevistas sucesivas a varios medios de prensa, para los que yo oficiaba como su intérprete. Él estaba con mucha bronca porque se sentía poco reconocido, pensaba que era más famoso de lo que realmente era. Entonces, cuando llegó un periodista y le preguntó dónde había nacido, para mi desconcierto, Claus empezó a largar cualquier fruta. Dijo, por ejemplo, que había nacido en Florencia, de padres turcos. Yo traducía todo lo que decía. En la siguiente entrevista respondió cualquier otra cosa.

—¿Y tradujiste a Claus?
—Traduje su poema «Visio Tondalis» («La visión de Tántalo»), que aparece en mi Casa de cambio I, que, si mal no recuerdo, porque estoy citando de memoria, es una catábasis, un descenso a los infiernos anterior al de Dante, un texto medieval. Claus hizo este poema que es, en verdad, una écfrasis de El infierno del Bosco. Se trata de una pintura de palabras en la que él traduce las imágenes. Cuando yo lo traduje al castellano tomé el poema de Claus, pero también el testimonio visual del Bosco. Digamos que lo que hice fue una doble traducción, una éctasis triangulada como método de traducción.

—¿Lo consultaste a Claus en el proceso? ¿Qué opinó de tu traducción?
—Bueno, el vio esa traducción. Su castellano era bastante precario, pero lo comentamos en una conversación a nivel mesa de bar. Me preguntó para qué lo había traducido, lo que me dejó medio desconcertado. ¿Cómo «para qué»? ¿Para qué uno traduce? Todo eso forma parte del proceso de aprendizaje. Es como la trastienda de las técnicas poéticas.

Un poeta viral
—¿Cómo llegaste a la traducción de los Cantos de Ezra Pound?
—Los empecé a traducir por mi cuenta y mucho tiempo después, con la intervención de Jorge Fondebrider, que me conectó con la editorial Sexto Piso, acabó siendo lo que es: un ladrillo de 1.200 y pico de páginas. En el proceso pasaron diez años. Cuando llegó la editorial, el producto estaba prácticamente terminado. Los primeros 30 cantos los había publicado en Argentina, en una tirada de 100 ejemplares, por la editorial Eloísa Cartonera, en un volumen que si ahora lo abro se desarma.

—¿Por qué en tu versión de los Cantos, una obra que tiene millones de referencias internas y externas, optaste por no incluir notas al pie?
—Quise evitar lo que por ahí yo llamé lectura vertical: cuando hay un tropiezo en el sentido o en la simbolización, el ojo baja a buscar la mano amiga del anotador.

—Eso si la nota está al pie de la página, porque si están todas amontonadas al final, la interrupción es mayor.
—Claro. Pero mi hipótesis fue la siguiente: esto no es críptico porque está en inglés, por lo que la intención de Pound fue que eso quedara sin anotar. En todo el texto de los Cantos hay solo dos notas al pie del propio Pound, que son casi como una broma. Yo creo que hubo una intención por parte de Pound de ser críptico y desafiante e invitar a la investigación, a ir a sus fuentes, en procura de un lector activo. En ese sentido, mi traducción es totalmente contraria a la edición de Javier Coy [con traducción de José Vázquez Amaral], con todas esas notas. Yo creo que la lectura que propone mi traducción es la misma que proponen los Cantos en su idioma original: una primera lectura inocente, una segunda buscando y una tercera en la que uno ya lee con todo el bagaje aprendido en el camino.

—¿Y por qué no una edición bilingüe?
—Me lo llegó a proponer la editorial, pero me negué. Yo quería que fuera una lectura lo más parecida posible a la lectura del original. No es que la obra está llena de slang norteamericano, sino que hay referencias a la cultura china o italiana, por ejemplo. El lector imaginario de Pound se iba a encontrar con los mismos problemas que el lector de una traducción. Es igual de críptico en todos los idiomas. Por ejemplo, hay una sección en la que se habla de John Adams, con base en recortar y pegar fragmentos de sus diarios y cartas, que era igual de críptico para un lector norteamericano del siglo XX.

—Tu traducción de los Cantos incluye un «artista invitado», digamos, que se encargó de traducir los dos cantos originalmente escritos en italiano.
—Lo que pasó es que dentro de los Cantos hay largos pasajes en francés coloquial, por llamarlo de alguna manera, que los mantuve tal cual por el mismo criterio de que hablaba antes: que eran tan incomprensibles para un lector inglés que no sabe francés como para un lector español que no sabe francés. Con los dos cantos en italiano («LXXII» y «LXXIII»), la editorial insistió en la necesidad de que fueran traducidos, entonces partimos la diferencia y pusimos al final del cuerpo principal del texto dos versiones de esos cantos. Así que hablé con Jorge Aulicino, que los había traducido, para pedirle autorización.

—¿Y cómo se lee a Ezra Pound hoy en día, en el entendido de que siempre fue alguien muy controvertido que arrastra mucha mala prensa a raíz de algunas cosas que hizo y que dijo?
—Siempre fue un poeta para poetas. Es como la precuela de la poesía. Yo hablo con poetas jóvenes, con aspirantes a poetas, que de pronto están tan de la nuca con Pound como en los años cincuenta podía estarlo Allen Ginsberg. Es un poeta muy viral, así que muchos poetas han tenido su etapa Pound: esa cosa fragmentaria, discontinua, al punto de saltar de un sintagma de dos palabras sobre un tema de la Edad Media a otro sintagma de dos palabras chino o a un ideograma.

Minúsculas y mayúsculas
—Le entregaste a la editorial Sexto Piso tu traducción de la Poesía completa de E. E. Cummings, otro poeta peso pesado.
—Él publicó unos cuantos poemarios en vida, que no tienen aspiración de unidad. Además de esos poemarios, después de su muerte hubo una recopilación, que es el último volumen de sus Poemas completos y que se llama Etcétera. También está la compilación For the Record, que solo se publicó para uso académico. La traducción de la Poesía completa me la encargó Sexto Piso. Yo estaba con Safo en ese momento.

—Un poco lejos…
—Sí, claro. Pero todos esos años de latines y griegos algún provecho me tenían que dejar. Así que paré con Safo y evalué emprender Cummings, pero no estaba en mis planes pasar cuatro años con él. No es un poeta que me impacte tanto como Pound, aunque es superinteresante y planteó cosas en su momento que ningún otro poeta había planteado. También tuvo una enorme influencia en los hermanos De Campos. Augusto de Campos veía en Cummings a un precursor de la poesía concreta, por ejemplo. Y tengo para mí, como se dice por ahí, que va en paralelo el desarrollo estilístico de Cummings con la popularidad de los crucigramas. Hay algo de la estética de Cummings, de la definición, de cuál es la palabra correcta, que tiene que ver con la popularidad de los crucigramas en su tiempo. Yo creo que en un momento se dijo: «Si se toman tanto trabajo para descifrar ese juego, por qué no exigirles el mismo nivel de concentración para leer poesía». Y ese es el tipo de concentración que pide Cummings.

—Hay un elemento lúdico en el fondo, entonces.
—Una vez escribí un artículo sobre un poema de Cummings escrito en una especie de lunfardo de Nueva York, con una versión de cómo sonaba el lenguaje del hampa en la década del 20. El poema es como un precursor del cine noir, que además se presenta como un soneto encubierto. Les pedí a diferentes poetas que hicieran una versión con el equivalente de su ciudad: una traducción mexicana, otra peruana, otra de Islas Canarias y mi propia y provisoria versión. Además, le pedí a una colega historiadora de Nueva York que escribiera, para beneficio de todos los traductores involucrados, una versión, entre comillas, al inglés normal de ese poema.

—¿Hiciste una traducción cronológica de los poemas de Cummings?
—No. Yo normalmente llevo unas libretas en las que hago la primera traducción a pulso, digamos. Después, al pasarla por el teclado, ya hay un trabajo de revisión en el que voy dejando los claros, sin perder el aliento poético y determinando algunas resoluciones. Digamos que traducía de a dos poemas por día, un poco pautado por el tiempo y el estado de ánimo. Además, hay que tener en cuenta que para cada poema hay prácticamente un artículo académico que se ha publicado. Está, por ejemplo, la revista Spring, que se publicó durante decenios, dedicada a E. E. Cummings. Y lo otro es el uso de las minúsculas y las mayúsculas en Cummings, que es todo un tema en sí mismo. Hay un poema, por ejemplo, en el que habla del momento previo a la Segunda Guerra Mundial, de la que tanto Cummings como Pound consideraban que Estados Unidos debía abstenerse de participar por considerarla una guerra civil europea, en el que se burla de la demonización del fascismo y lo que él llama falsa democracia. A lo largo del poema aparecen solo tres mayúsculas: F, D y R, que para cualquier lector no deja de ser Franklin Delano Roosevelt.

viernes, 18 de abril de 2025

Los libros en Chile: censurar en los hechos la memoria histórica y social,


El siguiente artículo de opinión fue publicado el pasado 5 de abril, en
El Mostrador, de Santiago de Chile, con la firma de Paulo Slachevsky y Silvia Aguilera, los dueños y directores de la editorial LOM, una de las más importantes de Latinoamérica.

Censuras y exclusiones en las bibliotecas públicas 

Con el mes de abril, volvemos a tener un mes entero para celebrar el libro y la lectura, y con él relevamos ese mágico objeto que nos ha acompañado por siglos y que ha contribuido con hacer más ancho y menos ajeno el mundo que nos toca vivir.

El libro fue y sigue siento un acervo vital de nuestra existencia individual y colectiva. Su contenido nos ha hecho más consciente de nuestro recorrido en el tiempo, de que hacemos parte de un todo y estamos indisolublemente ligados a la humanidad.

Sin embargo, en estos tiempos nos preguntamos, ¿qué ha pasado precisamente con “nuestra humanidad”? Múltiples factores podrían esgrimirse para intentar comprenderlo, entre ellos, necesariamente tenemos que volver al libro.

A nivel local, creemos que no es una casualidad que reine la indiferencia y el desconocimiento sobre la historia reciente de Chile, y con ello prolifere la insensibilidad y relativización respecto de la importancia de resguardar los derechos humanos de toda persona.

Tampoco es casual que el miedo, el estado de alerta, la sospecha, la desconfianza en los otros, se transformen en factor central del discurso político trastocando los sentidos básicos de comunidad. Los medios hegemónicos de comunicación como las redes sociales cultivan, y con ello favorecen los discursos de odio, de hacer del otro un posible enemigo.

Por el lado de lo público, particularmente en el ámbito educativo, en vez de contrarrestar tales prácticas con instrumentos que ensanchen la mirada, el conocimiento, la curiosidad y la reflexión, vemos cómo el libro también ha sufrido la marginación, por prácticas de censura o autocensura, facilitando que dichos discursos hostiles se instalen como sentido común.

Desde hace algún tiempo venimos constatando que en las bibliotecas escolares los libros que contribuyen a la reflexión crítica sobre los temas de nuestra sociedad, son marginados de la selección pública. Ya sean estos testimonios, ensayos o literatura, son títulos que no entran en los anaqueles públicos, impidiendo la circulación de la reflexión y creación de sus autores, al mismo tiempo que se niega a las nuevas generaciones la posibilidad de conocer y pasar por el corazón los dolores de la humanidad, los atropellos a la dignidad humana.

En la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, el 11 de septiembre 2023 en la Plaza de la Constitución, el presidente Gabriel Boric retomaba una vez más la promesa del Nunca más: “que nunca más la violencia sustituya nuestra convivencia al debate democrático”, destacando la importancia de la verdad, la justicia y la reparación para el presente y el futuro, “sólo asumiendo las deudas del pasado y sanando realmente esas heridas, cosa que no se puede decretar con una carta al diario o una interpelación a las víctimas, será posible una convivencia en armonía”.

Sin embargo, ese repetido compromiso que hemos venido escuchando de las autoridades durante toda la postdictadura parece nuevamente quedar sin sustento cuando vemos cómo los temas de la memoria y la justicia en torno a los crímenes de lesa humanidad cometidos en los años de la dictadura civil-militar, han sufrido un retroceso en el sentir ciudadano mayoritario, y más todavía en las nuevas generaciones.

Constatamos que estos temas son tratados como un asunto del pasado -un asunto casi privado- que concierne a los familiares y los más próximos de quienes resistieron a la brutal dictadura, y/o fueron sus víctimas. Y agrava la situación, el hecho que parte de las mismas instituciones del Estado responsables ayer de tales crímenes, hoy nuevamente pretenden gozar de impunidad ante las violaciones de derechos humanos cometidas durante la revuelta popular del 2019.

Para avanzar hacia un verdadero “Nunca más”, es básico que los dolores e historias de la tragedia que vivió Chile tras el golpe de Estado pasen por el corazón de las y los ciudadanos de nuestro país, y para ello es importante no dejar que domine la omisión o el silencio, y con ello la ignorancia, la tergiversación, la indiferencia, que finalmente transforma todo en una falta de humanidad ante el dolor, y lesiona gravemente la convivencia democrática.

Un verdadero “Nunca más” tampoco está acotado a las violencias y violación de derechos humanos del pasado, sino que de manera permanente debe interpelar el presente. Más aún, cuando ese Nunca más ha sido un compromiso de Estado, siendo los órganos de este los que deben velar de manera integral y permanente para que dicha frase se haga realidad y se sostenga en el tiempo.

Que las y los jóvenes puedan acceder a obras escritas, audiovisuales o representaciones de teatro en torno a esa memoria latente, y los conflictos de la sociedad actual, posibilitaría entender e integrar de otra manera el entorno y su propia historia, contribuiría a desarrollar una mínima empatía con las alegrías y el sufrimiento de los otros, impidiendo que la insensibilidad y la apatía ante el dolor del prójimo se instale, elementos centrales para hacerle frente a la no repetición de la historia.

En los 35 años de camino editorial, la historia, la memoria, la verdad y la justicia en torno a la dictadura ha estado al centro de nuestro quehacer editorial, y hemos visto la continua exclusión de esos libros de las adquisiciones para las bibliotecas de los Centro de Recurso para el Aprendizaje CRA de la Subsecretaría de Educación (MINEDUC), como también, ocurre frecuentemente con las Bibliotecas Públicas, espacios cada día más encapsulados en una tecnocracia de los rankings.

A través de solicitudes de acceso a la información de la Ley de Transparencia, logramos ver parte los discursos de la exclusión y la censura para los libros en torno a la memoria política y social, y una y otra vez se repite, con observaciones como: “no recomendado. El contenido del texto supera el nivel escolar de Ed. Media. Requiere mediación por tratamiento de temas sensibles y violencia, considerando que los libros para la biblioteca deben estar en estanterías abiertas a los usuarios.” O, “no recomendado. Presenta escenas crudas y violencia que requieren de mediación”.

No deja de ser irónicamente absurdo, en tiempos en que las y los jóvenes son expuestos cotidianamente a una exacerbada violencia en las redes y medios, que los evaluadores del CRA consideren que no pueden exponerse narrativas que hablen de violaciones a los derechos humanos.

Es como si en Europa prohibieran en bibliotecas escolares todo texto relacionado con el nazismo, por ser un temas sensible y violento.

Y cuando algunas obras logran pasar el cedazo de los evaluadores, y esos libros son recomendados, sucede que otros mecanismos “internos” los dejan finalmente fuera de la preselección que se entrega a las y los profesores para que escojan lo que definitivamente se adquiere para las bibliotecas.

Lo mismo ocurre con obras de lo que se considera hoy la narrativa social del Siglo XXI, la Novela Negra, o el género Neopolicial.

Durante el último periodo, las novelas de Ramón Díaz Eterovic, el más reconocido autor del género en nuestro país, se han visto enfrentadas al veredicto: “No recomendado / El contenido del texto no es recomendable para el nivel y la temática requiere de una mediación y diálogo considerando…”.

Así, ante la oportunidad de que a través la ficción se pueda incentivar una reflexión más profunda en torno a la criminalidad o la violencia delictual, potenciando sentidos en torno a la búsqueda de la verdad, la justicia, etc. el CRA decide clausurar la posibilidad de abrir otra entrada al tema y motivar el debate. Y, por defecto, se desentiende de tal responsabilidad, dejando que el discurso sobre la criminalidad y delincuencia de las redes, radio y TV sea el que se instale en las consciencias de las y los alumnos.

Triste pensar que instituciones como el Ministerio de Educación, bajo uno de los gobiernos más progresista, supuestamente, y en pleno siglo XXI, se transformen en guardianes de la “historia oficial”, censurando en los hechos nuestra memoria histórica y social, limitando el acceso a obras que podrían ayudar justamente a revertir la fragmentación de los discursos y sentidos colectivos, y a la construcción de una democracia más consistente.

La práctica de la censura a los libros en bibliotecas, por parte de organizaciones ultra conservadoras, es un fenómeno masivo en Estados Unidos, que se ha acentuado con el triunfo de Trump. Que aquí sean las mismas instituciones que aplican métodos similares para evitar toda polémica o por algún otro motivo, no deja de sorprendernos.

En el ya citado discurso del presidente, este recordaba que “aún en la noche más oscura hubo quienes valientemente lucharon para que no perdiéramos lo que con tanto esfuerzo habíamos avanzado, los que guardaron un pedacito de historia para contarla, los que grabaron un casete y lo pasaron de mano en mano, los que enterraron sus libros”.

Felizmente hoy en Chile no vivimos esa oscuridad a la que refiere el presidente, no obstante, la cultura en general y los libros en particular transitan a la deriva, y los que sugieren memoria incómoda o crítica, lisa y llanamente -con todos los certificados timbrados por la burocracia-, son en su gran mayoría erradicados de las bibliotecas escolares y públicas, silenciados para las nuevas generaciones.

Aun así, seguiremos celebrando la lectura, las lecturas, de esos pedacitos de historias reales y ficticias que nos traen los libros libres, y seguiremos haciendo los esfuerzos necesarios para pasarlos de mano en mano en busca de las y los lectores atentos, que confían en ese instrumento como soporte de diversidad, memoria, reflexión, debate, encuentro, democracia y una mejor humanidad.

jueves, 17 de abril de 2025

"¿Cómo colgar un libro hasta matarlo?"

"Desde 2021 hasta la fecha se han documentado casi 16 mil prohibiciones de libros en escuelas públicas de Estados Unidos, cifra nunca vista desde la era del miedo rojo de McCarthy en la década de 1950; la censura, impulsada por grupos conservadores, está dirigida principalmente a libros sobre raza, racismo o personas de color, así como a material sobre temas LGBTQ+. Un juez federal bloqueó la aplicación de la ley que propicia las prohibiciones, por considerarla inconstitucional."  Esto dice la bajada de la nota publicada el pasado 12 de abril, por Omar Genovese, en la sección de cultura del diario Perfil, de Buenos Aires.

Un fallo judicial revierte la censura de libros en Estados Unidos

En la última semana del mes pasado, el juez federal de los Estados Unidos Stephen Locher bloqueó, por segunda vez, la aplicación de una ley de Iowa (conocida como Expediente Senatorial 496) que requería la eliminación de libros que describen actos sexuales de las bibliotecas pertenecientes a las escuelas públicas.

El fallo de cuarenta páginas destaca que esta norma trasciende el precedente consolidado de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre obscenidad para menores. El juez Locher reconoce que no todos los libros con contenido sexual son apropiados para las edades y que decisiones previas de tribunales federales podrían justificar la restricción de material explícito para estudiantes más jóvenes. Hacia el final del fallo, luego de mencionar la prohibición de libros como 1984 de George Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley, destaca que la aplicación de la norma incluyó “clásicos históricos como Mientras agonizo de William Faulkner, Ulises de James Joyce, Matadero cinco de Kurt Vonnegut; Cantar de los Cantares de Fray Luis de León, La violación de Nanking: El Holocausto olvidado de la Segunda Guerra Mundial de Iris Chang (…) y libros de no ficción sobre salud y anatomía, como Infecciones del tracto urinario. La aplicación del Expediente Senatorial 496 a cada uno de estos libros es inconstitucional según el estándar Pico/Pratt porque no existe un interés gubernamental sustancial y razonable para la eliminación de ninguno de ellos”.

Y para que no queden dudas al respecto, también destaca que esta legislación sancionada en 2023 por la gobernadora de Iowa, Kim Reynolds, “no intenta evaluar el valor literario, político, artístico o científico de un libro antes de exigir su retirada de la biblioteca escolar y, por lo tanto, no se acerca en absoluto a la aplicación del criterio de obscenidad que suele emplearse para determinar la constitucionalidad de las restricciones estatales sobre libros. El resultado es la retirada forzosa de libros de las bibliotecas escolares que no son pornográficos ni obscenos”.

Pero la prohibición excede a Iowa y se extiende por todo Estados Unidos. Es tal la fiebre de censura que el capítulo americano del Pen Club Internacional confecciona una lista de libros prohibidos (pen.org/banned-books-list-2025) a la que precede el siguiente texto:

“PEN America ha documentado casi 16.000 prohibiciones de libros en escuelas públicas de todo el país desde 2021, una cifra nunca vista desde la era del miedo rojo de McCarthy en la década de 1950. Esta censura, impulsada por grupos conservadores, se ha extendido a casi todos los estados y se dirige principalmente a libros sobre raza, racismo o personas de color, así como a libros sobre temas LGBTQ+ y aquellos para lectores mayores que contienen referencias sexuales o abordan la violencia sexual. Durante el año escolar 2023-2024, PEN America detectó más de 10.000 prohibiciones de libros que afectaron a más de 4000 títulos únicos, de los cuales aproximadamente el 45% se produjeron en Florida y el 36% en Iowa”.

Ante esto corresponden preguntas como: ¿retrocedieron en el tiempo y consideran que estudiar el sistema urinario con un libro es un acto pornográfico? ¿Viven en un mundo paralelo donde rige la Inquisición contra Fray Luis de León? Tal vez algunas respuestas se encuentren en el pasado colonial norteamericano, más precisamente en el artículo del doctor en Historia Russell Moul, titulado “¿Cuál fue el primer libro que se prohibió en Estados Unidos?”, publicado en IFLScience.

Se trata del libro New English Canaan –publicado en Amsterdam– del abogado, escritor y reformador social originario de Devon, Inglaterra, Thomas Morton. El libro fue prohibido por ley en el territorio colonial de Nueva Inglaterra hacia 1637. Más allá del juicio que Morton sufrió por parte de la comunidad puritana, con fallo de exilio en una isla de la que escapó, en el libro no se privó de nada. Según el profesor Moul, “arremetió contra los puritanos, presentándolos como fanáticos religiosos intolerantes, crueles e hipócritas. Contrastó su teocracia con lo que él consideraba el estilo de vida armonioso y libre de los pueblos indígenas y con sus propias ideas sobre el funcionamiento de la colonia. También se burló de las creencias religiosas y el gobierno de los puritanos, los calificó de incompetentes y los acusó de apropiarse ilegalmente de tierras indígenas.

"Las autoridades de la Bahía de Massachusetts reprimieron rápidamente la publicación, prohibiendo su circulación en la colonia. Temían que socavara su autoridad y fomentara la oposición a su estricto gobierno teocrático”.

La Colonia de la Bahía de Massachusetts contaba con una sociedad estrictamente controlada que se adhería a creencias rígidas sobre la vida y el culto puritano. A mujeres y niños se les enseñaba a leer, pero solo para que aprendan de la Biblia. Decir “malas palabras” estaba prohibido y era punible por ley, así como todo entretenimiento que no estuviera relacionado con los servicios religiosos estaba prohibido. En contraste, Morton, a quien el gobernador de la Colonia de Plymouth, William Bradford, se refirió como el señor del desorden, promovía un estilo de vida más libre y hedonista. Es decir, el libro y su autor encarnaban un estilo diferente al de la comunidad.

Tal ambiente precedió en 55 años a los juicios de brujas ocurridos en Salem, también Massachusetts, que produjeron 19 ejecutados en la horca y uno más aplastado hasta morir a través del uso de peine forte et dure. Este proceso inspiró Las brujas de Salem, obra teatral de Arthur Miller. Tal vez por todo esto los libros sean objetos embrujados, entonces, ¿cómo colgar un libro hasta matarlo?