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domingo, 20 de octubre de 2024

Autores: prepárense a ser robados por la IA

Es muy probable que noticias como la que contiene este artículo (cortesía de Ian Barnett) sean cada vez más frecuentes. Se publicó el pasado 30 de agosto, con firma de Matilda Batersby, en The Bookseller, una revista inglesa dedicada al negocio de los libros, que se edita desde 1858.

Wiley se prepara para ganar 44 millones de dólares con los acuerdos de derechos de IA y confirma que “no habrá opción de exclusión” para los autores

La editorial académica Wiley ha revelado que se dispone a ganar 44 millones de dólares (33 millones de libras esterlinas) gracias a acuerdos de inteligencia artificial (IA) a los que los autores no tienen oportunidad de renunciar.

La editorial estadounidense es la última en capitalizar acuerdos para dar a las empresas tecnológicas acceso al contenido de sus autores para entrenar sus "modelos de lenguaje grandes" ("Large Language Models"; por sus siglas en inglés LLM).

Wiley ya ha ganado 23 millones de dólares gracias a acuerdos de IA y confirmó a The Bookseller que está dispuesta a ganar otros 21 millones de dólares este año financiero.

Un portavoz confirmó que los autores de Wiley van a aceptar recibir una remuneración por la licencia de su trabajo en función de sus "términos contractuales".

En julio, los autores atacaron a otra editorial académica, Taylor & Francis, la empresa matriz de Routledge, por un acuerdo de IA con Microsoft por valor de 10 millones de dólares, alegando que no se les dio la oportunidad de renunciar y que no están recibiendo ningún pago adicional por el uso de su investigación por parte de la empresa tecnológica. T&F confirmó más tarde que estaba dispuesta a ganar 75 millones de dólares gracias a dos acuerdos de asociación de IA.

The Bookseller le preguntó a Wiley sobre las opciones de exclusión voluntaria en caso de que los autores no quieran que su trabajo se utilice para entrenar chatbots de IA. La empresa confirmó que no ofrecía "ninguna opción de exclusión voluntaria específica para los autores en estos acuerdos de licencia" en caso de que no quisieran participar.

Un portavoz dijo: "Crear una opción de exclusión voluntaria o de inclusión voluntaria para un tipo específico de licencia caso por caso respaldaría erróneamente la afirmación engañosa de los desarrolladores de IA de que la concesión de licencias no es escalable".

Cuando se le preguntó sobre las empresas de tecnología detrás de los dos acuerdos, el portavoz de Wiley respondió: "Consideramos que la información sobre los acuerdos de licencia específicos es confidencial, de acuerdo con los términos del acuerdo".

Añadió: "Wiley se compromete a proteger los derechos de los autores y los titulares de los derechos de autor. Monitoreamos a los desarrolladores de modelos de IA para detectar el uso de material con derechos de autor sin permiso y buscamos protección contra las violaciones de los derechos de autor".

"Al igual que con cualquier acuerdo comercial para el uso de contenido publicado por Wiley, Wiley compensa a sus socios (por ejemplo, autores de libros, socios editoriales) de acuerdo con los términos contractuales. Nuestros acuerdos contractuales son confidenciales, por lo que no revelamos información específica sobre sus términos financieros”.

La Sociedad de Autores escribió recientemente a las empresas de IA exigiendo una “remuneración apropiada” y el consentimiento para el uso de su trabajo.

La semana pasada, los abogados que actúan en nombre de los autores Andrea Bartz, Charles Graeber y Kirk Wallace Johnson presentaron una demanda por infracción de derechos de autor en California, EE. UU., alegando que Anthropic había utilizado copias “pirateadas” de sus libros para enseñar a Claude, su chatbot de IA.

miércoles, 25 de mayo de 2022

La poeta china Lan Lan, publicada en Valdivia

La siguiene noticia apareció sin firma, el 1 de abril, en el Heraldo Austral, de Chile. Trata sobre la publicación de la poeta china Lan Lan, en el catálogo de la editorial de la Universidad Austral de Chile, en traducción de la sinóloga búlgara Radina Dimitrova.

 La nueva literatura china desembarca en Chile en español


Reconocida como una de las escritoras contemporáneas de mayor trascendencia y cuya obra ha impactado y renovado profundamente la poesía china en su país y hacia el exterior, Lan Lan se integra al catálogo de Ediciones Universidad Austral de Chile de la mano de la traducción de la destacada ensayista y sinóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México Radina Dimitrova y la publicación de El trabajo del poeta, inédita selección de poesía que se incorpora a la colección bilingüe Caballo de Proa.

Lan Lan es el seudónimo de Hu Lanlan. Nació en 1967 en la ciudad de Yantai, provincia de Shandong. A los quince años se fue a trabajar como obrera en una fábrica y, años después, ingresó a la universidad, donde estudió lengua china y periodismo. Ha publicado cerca de treinta libros de poesía, cuentos para niños y ensayos, cuya obra, profunda y sofisticada, le han merecido un amplio reconocimiento en su país y el extranjero. Ha ganado los premios de poesía más importantes de China, como el «Liu Li’an», el «Yuan Kejia», el «Poetry and People–International Poetry Prize» y en 2009 fue nombrada una de las «Diez Mejores Poetas Chinas del Nuevo Siglo». Entre sus obras cabe destacar Sonreír Toda la Vida (1990), Hojas Errantes (1999), La Noche Tiene un Rostro (2001), Entre Sueños (2003) y ¡Canta, Tristeza! (2017). Actualmente es profesora de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Río Amarillo y poeta en residencia en la Universidad Renmin en Beijing.

De su poesía se aprecia un carácter franco y realista que aporta gran vitalidad a su obra, considerada aguda, incisiva y diáfanamente reflexiva, inspirada, por cierto, a partir de la crudeza y austeridad de la vida cotidiana en la fábrica donde trabajó en sus años adolescentes, como asimismo por su dedicado conocimiento de la literatura universal, buscando aprendizaje y nuevas fuentes de inspiración en la poesía francesa, rusa, latinoamericana, de Europa del Este y particularmente la griega.

La traductora de esta obra, Radina Dimitrova, es docente, traductora e investigadora en temas de literatura clásica china, cuyos trabajos se han publicado en diversos países como México, Chile, Argentina, España, China y Bulgaria, entre otros. Para su presente selección se basó en la antología más representativa de la poeta china, ¡Canta, tristeza! (2017) —recibida como obsequio personal por su misma autora—. Dimitrova destaca que “Lan-Lan se ha convertido gradualmente en un nombre inconfundible en la poesía china contemporánea, sinónimo de una inagotable actividad literaria […] el ritmo pausado y la melodía fluvial de su poesía le ayudan a generar un ambiente lírico singular, tanto sensual como racional, donde se revela su asombrosa capacidad expresiva”. En relación con las obras escogidas para crear el título “El trabajo del poeta”, consigna: “fueron seleccionadas con la intención de revelar el continuo y polifacético esfuerzo creativo de Lan Lan a lo largo de unas cuatro décadas: desde los poemas bucólicos de principios de los años ochenta hasta las obras de largo aliento que lamentan la pandemia del COVID-19 que se desató en China en 2020 y continúa en muchas partes del mundo”.

miércoles, 4 de mayo de 2022

Más de seis décadas publicando grandes libros

“Con una buena mezcla de nostalgia y acierto crítico, este artículo celebra el cumpleaños sesenta y cinco de una de las editoriales emblemáticas de México, en cuyo amplio catálogo a lo largo de los años ha reunido títulos de literatura reciente, clásicos, divulgación, traducciones, coloquios, teatro, poesía, ensayo, cuento, filosofía y memorias.” Eso dice la bajada del presente artículo, publicado por José María Espinaza, en La Jornada Semanal, del pasado 30 de abril.

Hallazgos y continuidades: 65 años de la editorial de la Universidad Veracruzana

Cuando se mide la importancia de una editorial se suele pensar primero en términos estadísticos y numéricos: ventas, número de títulos, reediciones, pero se dejan de lado otros parámetros, de diferente índole, menos visibles, pero tal vez más profundos. Por ejemplo, se me ocurre pensar en los ejemplares que uno ha regalado de un determinado sello. Recuerdo los años setenta, cuando algunos amigos buscábamos afanosos en librerías de viejo los ejemplares del Bergson de Vladimir Jankelevitch, del cual teníamos uno profusamente subrayado, no para leerlo nosotros sino para regalarlo a quien no lo conociera: era casi un rito de iniciación amistoso. El libro era innecontrable en las librerías normales, pero en cambio aparecía de manera frecuente en las de usado. La editorial hacía años que lo había descatalogado y aún faltaban varios lustros para que el extraordinario filósofo judío francés viviera una cierta moda lectora en español. Por otro lado, nuestra filosofía mexicana, fertilizada en sus años pioneros por el filósofo francés autor de La risa, vivía entonces cautiva de la ortodoxia marxista más plana, así que el libro en cuestión era una especie de santo y seña entre un grupo de disidentes o heterodoxos.

No es el único título de la Universidad Veracruzana (UV) que vive esa condición de regalo iniciático: también le ocurría a un delgado volumen de poesía, prologado por Octavio Paz y firmado por Blanca Varela, Ese puerto existe. Se le buscaba y se daba de regalo, incluso como franco instrumento de ligue –sí, hubo un tiempo en que los libros servían para ligar– y esa distribución gota a gota tuvo su consecuencia: la escritora peruana es hoy un clásico de la lírica hispanoamericana y Jankelevitch un autor presente en los mejores pensadores y críticos de nuestra lengua. Cuando pienso en esta condición afectiva del libro regalado se me ocurre que es un termómetro más fiel de la importancia de una editorial y que, con ello, rindo un mínimo homenaje a la labor editora de la Universidad Veracruzana en su aniversario sesenta y cinco.

Y los libros se me presentan en cascada: voy a enumerar algunos de manera desordenada: El Diario de Lecumberri, de Álvaro Mutis, fue durante años el libro más difícil de conseguir del poeta colombo-mexicano, en parte debido a que el mismo Mutis lo dejaba un poco de lado para que se apreciara mejor su extraordinaria poesía, y ni siquiera el éxito de sus novelas a mediados de los setenta llevó a una reedición sino hasta un par de décadas más tarde. Igualmente, La ofrenda para una virgen loca, de Rosa Chacel, circulaba de mano en mano como un libro que había que leer en secreto, de la tal vez mejor narradora española del siglo XX.

A fines de los cincuenta, recogiendo las enseñanzas de la labor de Juan José Arreola en Los presentes, y acompañando de manera virtuosa al crecimiento de proyectos editoriales como Joaquín Mortiz y Era, y un poco después Siglo XXI, la editorial de la UV no sólo ocupó un lugar destacado en el contexto universitario sino en la puesta al día de nuestro conocimiento de la literatura de otros países y lenguas, y de alguna manera también como plataforma del boom antes de Carmen Balcells. Uno de los principales factótums de la calidad del sello fue Sergio Galindo, narrador veracruzano de notable talento, autor de clásicos como Polvos de arroz, La justicia de enero y Otilia Rauda. Con él se dieron a conocer autores hoy de renombre, como Jorge López Páez, Emilio Carballido y Juan Vicente Melo.

El surgimiento y consolidación de la Generación de Medio Siglo no se podría entender sin la labor editorial de la UV. El impulso de una generación excepcional tanto en México como en Hispanoamérica permitió que el proyecto editorial echara raíces, se robusteciera bien, pronto, y se consolidara en el tiempo. Hoy cumple sesenta y cinco años. Me interesa destacar que no fue sólo un proyecto centrado en un grupo de escritores, sino también de historiadores, filósofos y académicos que acompañaron al proyecto, desde las páginas de los libros, y de la revista La Palabra y el Hombre (y algunas otras que fueron surgiendo en el tiempo). Además de Fernando Salmerón, quien ocupó importantes cargos en la institución, incluido el de rector, y que dio cobijo y apoyo a la iniciativa cultural, hay otras figuras. Es una buena muestra el ya mencionado Bergson líneas arriba: el traductor de dicho libro fue Francisco González Aramburu, niño de Morelia, y muestra de que el exilio español, en su llamada generación hispano-mexicana, acompañó a la editorial (allí publicaron escritores como José de la Colina, Tomás Segovia y César Rodríguez Chicharro). Insisto: la editorial de la UV se volvió una carta de identidad cultural del México de la última mitad del siglo XX.

En mi generación crecimos como lectores a la par de la editorial en la década de los setenta, nos volvimos lectores constantes. No sé si la situación fetichista descrita al principio también la vivieron generaciones posteriores, pero me atrevo a suponer que sí, aunque tal vez no con los mismos libros. Esto me lleva a otra cualidad: la editorial ha tenido con frecuencia al frente del proyecto a escritores, además del ya mencionado Galindo hasta Agustín del Moral (su actual responsable), autores tan queridos como Sergio Pitol, pasando por José Luis Rivas y Luis Arturo Ramos. Si no recuerdo mal fue Rivas quien impulsó la reedición del Bergson obsesivamente presente en estas páginas.

La presencia de escritores, no sólo enfrente sino atrás y a los lados, arropando el proyecto, ha permitido que no naufrague en las veleidades de la grilla interna de una institución. Vuelvo a recordar a Sergio Pitol –cuando viajaba a Xalapa era obligada la cita a comer con él– y cómo repasaba entusiasta las traducciones que había hecho de escritores centroeuropeos y cómo repetía que era importante que la editorial mirara hacia afuera (quería decir a otras lenguas y latitudes). Es decir, en un sentido extraterritorial, para usar un término de George Steiner. Un buen ejemplo es la muy reciente colección Mar de poesía en ediciones bilingües.

También vale la pena recordar que el crecimiento de la editorial acompañó un momento dorado, en el cual surgieron sellos como Joaquín Mortiz, Siglo XXI y ERA, a los que alimentó con sus descubrimientos y a los que complementó de manera armónica para encontrar, no sin dificultad, un espacio propio. No quiero dejar de señalar que ha padecido, como todas las editoriales mexicanas, grandes y chiquitas, períodos de mala distribución casi de carácter cíclico.

Hay en mis palabras, como suele suceder en las efemérides, un cierto tono nostálgico que ahora quiero corregir un poco. La editorial ha publicado a muchos escritores que admiro de mi generación –pienso ahora, por ejemplo, en Adolfo Castañón, en Héctor Subirats, en Fabienne Bradu, o incluso más jóvenes (destaco entre estos la obra reunida de Miguel Ángel Chávez, libro al que hay que volver). También vale la pena destacar las series Sergio Pitol traductor y la Biblioteca Carlos Fuentes. Así reúne literatura reciente, clásicos, ediciones de divulgación, libros académicos, traducciones, coloquios, memorias, teatro, poesía, ensayo, cuento, filosofía.

Para cerrar estas palabras, una última evocación: hace unos años encontré varios ejemplares de Magia de la risa a precio de remate, seguramente consecuencia de ese inevitable robo hormiga que toda editorial padece, y los compré para irlos regalando a mis amigos.

jueves, 15 de julio de 2021

Libros universitarios: un importante convenio editorial entre EUDEBA y la editorial de la UNESP


Con el modelo de ‘coedición internacional’, el objetivo del sello argentino y del brasileño es facilitar la circulación de las obras y reducir parte de los costos de producción”. Tal es la bajada del artículo publicado el pasado 14 de julio por Silvina Friera, en el diario Página 12, a propósito del convenio realizado por las editoras universitarias de Buenos Aires y San Pablo.

Eudeba traducirá y publicará el fondo editorial de la Universidade Estadual Paulista

“El libro sigue siendo la más valiosa herramienta que tiene una sociedad para imaginar y ser libre”, dice el editor Leandro de Sagastizábal, responsable del proyecto por el cual Eudeba traducirá y publicará el fondo de la editorial de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), “la Eudeba paulista”, casi treinta años menor que su socia argentina creada en 1958, que tuvo como primer gerente general a Boris Spivacow. “Podrán cambiar los formatos, los contenidos, los modos de comercializar y los autores, pero como lo definía Jorge Luis Borges, es el instrumento más asombroso del hombre, ya que a diferencia de los otros que son prolongaciones de su cuerpo, como el arado, la espada, el teléfono, el microscopio y el telescopio, el libro tiene la posibilidad de prolongar la imaginación y la memoria”, pondera el coordinador del proyecto Eudeba/Editora Unesp, autor de La edición de libros en la Argentina. Una empresa de cultura (1995), una historia sobre Eudeba, editorial de la que fue gerente general entre 2002 y 2004.

La semana pasada se concretó el acuerdo con el objetivo inicial de traducir los libros publicados por la Editora Unesp al castellano. Firmaron el convenio Gonzalo Álvarez, presidente de Eudeba; Gerardo Beltramo, vicepresidente de Eudeba; Luis Quevedo, gerente general de Eudeba y De Sagastizábal, coordinador del proyecto Eudeba/Unesp. Por la “Eudeba paulista” firmó el presidente y director de la Editora Unesp, Jezio Hernani Bomfim Gutierre. “El proceso de traducción y producción será financiado por Editora Unesp y la comercialización de los libros estará a cargo de Eudeba. Ese es el esquema básico del convenio que tiene por supuesto proyecciones hacia otras dimensiones que se irán desarrollando en el mediano plazo”, plantea De Sagastizábal a Página/12. “Un muy buen trabajo de Alejandro Dujovne, realizado para el CERLALC hace unos meses, sobre políticas de internacionalización editorial, caracteriza uno de los modelos de proyectos, que es justamente el concretado por nosotros: la coedición internacional. Esta consiste en una operación que implica una asociación de carácter puntual o estratégico entre sellos de distintos países que apunta a facilitar la circulación de las obras y reducir parte de los costos de producción. Por contraste con la venta directa de libros físicos, esta operación supone un socio externo dispuesto a promover las obras”, explica el coordinador del proyecto Eudeba/Editora Unesp.

Eudeba nació en 1958 y su primer gerente general fue Boris Spivacow. Editora Unesp surgió en 1987; hay casi treinta años de distancia. ¿En qué se parecen y en qué se diferencian? “Hay una distancia en el tiempo, pero hay un parecido, herencia de Boris Spivacow para el caso argentino y algunos editores para el caso de Brasil, que consiste en, por un lado realizar un trabajo profesional bien hecho y, por el otro, la convicción de que antes que nada una editorial es un proyecto cultural de ampliación democrática de la lectura”, precisa De Sagastizábal. “Hay otras similitudes como que ambas editoriales tienen autarquía para las decisiones. Pertenecen a universidades estatales de América Latina, pero tienen independencia y criterios de gestión de editoriales: una como Fundación Unesp y la otra como una empresa de economía mixta de la Universidad de Buenos Aires; también ambas tienen locales de librerías propios y realizan un buen trabajo en materia digital”, agrega el coordinador del proyecto Eudeba/Editora Unesp.

La diferencia entre las editoriales está en el volumen de libros publicados. “Brasil es un país con varias veces nuestra población”, recuerda De Sagastizábal. “También es diferente el desarrollo de algunas colecciones, por ejemplo los libros infantiles. Pero las diferencias son tan importantes como los parecidos porque además de las sinergias es enriquecedora la complementariedad y el aprendizaje mutuo”. El catálogo de la Editora Unesp “es de una riqueza temática amplia y pública, con un criterio muy similar al de Eudeba”, aclara el coordinador y cuenta que están seleccionando los primeros títulos, analizando temas de género, de ciencias políticas, estudios culturales, economía, filosofía, literatura, historia y ciencias de la salud. El coordinador del proyecto Eudeba/Unesp menciona algunos títulos del catálogo de Unesp que podrían ser elegidos para traducir como Lo que Freud decía sobre las mujeres, de José Artur Molina; Consenso y conflicto en la democracia contemporánea, de Luis Felipe Miguel; Dar vida cuidar la vida de Lucila Scavone y El capital y sus metamorfosis, de Luiz Gonzaga de Mello Belluzzo.

La lengua es una barrera lingüística entre Argentina y Brasil. La cercanía geográfica no tiene correspondencias con los vínculos editoriales. “Somos vecinos pero no funcionamos como tales –advierte de Sagastizábal–. La lengua es fundamental, pero hay otros aspectos como la dificultad que en general tenemos en compartir, en el aspecto editorial, conocimientos, investigaciones, procesos culturales, con otros países. Lo he vivido en otras editoriales y pude comprobar que colecciones muy importantes de libros de divulgación científica de México tenían poca o ninguna difusión aquí y lo mismo con colecciones nuestras en esos países. Hay poco intercambio. Es decir que este es un desafío que excede el tema de la lengua y creemos que no hay manera de cambiarlo que no sea así, con acciones concretas”.

martes, 26 de febrero de 2019

Estadísticas del libro chileno en 2018




El 30 y el 31 de enero pasados, el sitio Publishnews, con firma de Lorenzo Herrero, publicó sendas notas, referidas a la publicación de libros en Chile. Acá se presentan unificadas en un único informe.






El libro digital, el infantil  y la autoedición
 sustentan la publicación en Chile


1 (30 de enero)

La Cámara Chilena del Libro presentó ayer, 29 de enero, el Informe Estadístico 2018 de la Agencia Chilena del ISBN. En él se constata un constante crecimiento de la publicación desde 2014. El número total de libros publicados en 2018 fue de 8.165. En 2018 se publicaron en Chile 931 libros infantiles. Por otro lado, aunque baje el peso de la autoedición con respecto al año anterior, esta representa el 13,26% del total de los libros publicados en 2018.

Respecto a los soportes, el libro electrónico disminuye con respecto al año anterior pero representa un considerable 13,99% del total de publicaciones. Mientras, los audiolibros (39), cuadriplican sus cifras de 2017 aunque todavía es un formato minoritario. El peso de los libros en formato digital aumenta si extraemos de la ecuación los libros no comercializables, alcanzando un 18%.

La literatura representa el 42,5% de los libros publicados, sin embargo, el número de nuevas publicaciones en esta materia disminuyó respecto a 2017. Por otro lado, las materias que más crecieron fueron Derecho, Educación y Lenguas. Dentro de la Literatura resulta interesante ver el peso que tiene la poesía en las nuevas publicaciones, un 34%, frente al 54% que representa la narrativa.

Por su parte, los títulos traducidos durante el año 2018 llegaron a 454, representando un 5,56% del total de los registros. Siendo las traducciones desde idioma inglés al español la que contabiliza la mayor parte con 193 títulos.

La concentración de la edición en la Región Metropolitana de Santiago de Chile es clara, el 84,5% de los libros fueron registrados allí. Igualmente, el informe arroja el crecimiento de nuevos agentes editoriales (163), de los cuales, la mayoría pertenecen a la Región Metropolitana (112). El universo editorial chileno se compone por 3.311 editores según los datos que arroja el informe de la Agencia del ISBN.

Resulta interesante ver como las tiradas de las nuevas obras registradas son pequeñas. el 57% de las nuevas publicaciones tuvieron tiradas entre 1 y 500 ejemplares y el 19,23% entre 500 y 1.000 ejemplares. Solo 310 títulos registraron tiradas superiores a 5.000 ejemplares.


2 (31 de enero)

El universo editorial chileno es diverso y amplio. Al cierre de 2018 existen, según los datos del Informe Estadístico de la Agencia del ISBN, 3.311 agentes editores en el país. En relación con el censo de habitantes, podemos decir que existe un editor por cada 5.600 chilenos. Durante el año 2018 se registraron 163 nuevos agentes editores, una cifra similar a la de los últimos cinco años. El crecimiento continuado del número de agentes editores es algo muy interesante. Desde principios de la década los agentes editores chilenos han aumentado un 62,6%.Los agentes registrados en 2018 suponen el 5% del total de editores chilenos. Penguin Random House sigue siendo la editorial que más publicaciones nuevas lanza al mercado chileno; no obstante, sus libros solo suponen el 5,49% de los libros editados en Chile durante 2018.

La fuerza editora en Chile fue especialmente diversa en el año 2018. Los libros publicados en 2018 por los 10 principales editores representan el 28,4% de los libros editados en el país. Además, el 32,9% de los libros publicados en 2018 han sido editados por editoriales que publicaron nueve o menos libros en el año (19,64%), o a través de la autoedición (13,26%). 136 agentes editores publicaron 10 o más libros en 2018. Los dos gigantes de la edición, Planeta y Penguin Random House, mantuvieron su dinámica de publicación anual con un ligero crecimiento, un 5,6 y un 1% respectivamente. Sobre todo destaca el aumento del número de publicaciones de MAGO Editores (96,2%) SM Chile (62,2%) y de Ediciones Jurídicas Olejnik (343) que dobla sus números respecto a 2017. Ediciones Jurídicas Olejnik fue, en 2018, la segunda fuerza de publicación chilena. Entre las editoriales con más de 100 títulos publicados hubo varias que aumentaron de manera ostensible sus publicaciones: Ocho Libros Editores (56,4%), Red Internacional del Libro (47%), Editorial Catalonia (42,5%), y Santillana del Pacífico (41,5%). Por otro lado, hay que resaltar la aparición de Libertad S.A., dedicada a la comercialización de libros y diccionarios escolares bajo sellos como Sopena o Libsa.

En el lado contrario de la balanza nos encontramos determinados sellos editoriales que redujeron de forma notable sus nuevas publicaciones durante el año 2018. Este es el caso de Origo Ediciones (- 85,5%),  Pehuen Editores (- 82,3%), o Don Bosco Chile (- 57%).

Por último, destacar que el peso de las editoriales universitarias fue muy importante el año 2018. En total, la edición universitaria, con 840 títulos, supuso el 10,3% de los libros publicados en Chile el año pasado. La Pontificia Universidad Católica de Chile publicó el 25%.de los libros universitarios editados en 2018.


miércoles, 20 de junio de 2018

La editorial EUDEBA es un recuerdo de la cultura argentina de antes de que gobernaran los brutos


El 17 de junio pasado, Ezequiel Viéitez publicó en el diario Clarín la siguiente nota sobre la Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA), que próximamente reabre su local de la Av. Rivadavia 1573, en la Capital Federal.

El artículo es bienintencionado, aunque nada dice de la importancia de Arnaldo Orfila Reynal (1897-1998), ex director del Fondo de Cultura Económica y fundador de la editorial Siglo XXI, quien asesoró y ordenó a EUDEBA en 1957, poniendo como director a Boris Spivacow (1915-1994). Tampoco se precisa cómo, durante la época de oro del peronismo revolucionario, se dejaron de pagar derechos a las Presses Universitaires de France (PUF), entre otras editoriales universitarias extranjeras, perdiéndose los derechos de buena parte del catálogo, rápidamente adquirido por editoriales españolas que no parecían tener tantos problemas con los “cipayos” que escribían sobre Grecia, Roma o la Edad Media. Ni se menciona cómo, durante el “reverdecer democrático” de los primeros años de Alfonsín, los jóvenes radicales de Franja Morada, provenientes del departamento de publicaciones del Ciclo Básico de la Universidad de Buenos Aires –uno de ellos hoy es un “filósofo” mediático– desembarcaron en EUDEBA y produjeron, con petulancia e ineficacia, un verdadero cataclismo en el funcionamiento de la editorial (sin mencionar el caso del director que los trajo y que usó la tarjeta corporativa para su provecho personal, posteriormente despedido discretamente porque se trataba de un destacado intelectual de aquellos años). A pesar de todo esto, vale la pena recordar que, mal que mal, EUDEBA todavía existe y que su proyecto apuntaba a la construcción de un país que finalmente nunca tuvo lugar.

Eudeba cumple 60: la editorial que brilló
y sufrió al compás del país

Seis décadas que, a pesar de los quiebres institucionales y económicos que golpearon al país, crearon una mística. El domingo 24 la Editorial Eudeba –casa editora de la Universidad de Buenos Aires– cumple 60 años. Nació con un lema que por años adornó sus locales: “Libros para ser libres”, con ediciones de calidad a precios populares y que se llevaron a puestos de venta callejeros propios y a kioscos de diarios. Donde estaba la gente, estaba Eudeba. En los ‘60, aún recién nacida, ya era la principal editorial universitaria de habla hispana.

Esa identidad se construyó con la potencia de su primer gerente general, Boris Spivacow, un licenciado en Matemática porteño que llegaba desde la Editorial Abril para iniciar el proyecto. Ese mismo año, 1958, el filósofo Risieri Frondizi –hermano del entonces flamante presidente de la Nación– había asumido el cargo de rector de la UBA, en el marco de una universidad que ganaba autonomía y pluralidad. Spivacow sumaba sus ideas-fuerza: “Libros para todos” y “Libros al precio de un kilo de pan”. Daría lugar a un fenómeno editorial.

“Generó un proyecto abierto a todos los públicos”, le dice a Clarín Luis Quevedo, actual gerente general. Con Spivacow, la editorial vivió su época de oro hasta 1966, cuando el editor renunció tras el golpe militar de Juan Carlos Onganía y la Noche de los Bastones Largos, esa en que las fuerzas de seguridad se metieron a los golpes en la UBA y desataron el éxodo de científicos, docentes y del directorio de la propia editorial.

 “Hoy, Eudeba sigue teniendo el rol de empresa innovadora que funciona como vaso comunicante de la UBA con la sociedad”, dice Quevedo. Edita unas 120 novedades por año –sin contar reediciones– y produce contenidos audiovisuales, muchos disponibles en su canal de YouTube, en la búsqueda de nuevos públicos, el objetivo que hoy desvela a los editores.

Ya no están los puntos de venta callejeros sembrados por la Ciudad, pero sí 16 librerías propias –según su página web– entre la central (que se reinaugura el lunes, en Rivadavia al 1500) y las de sedes universitarias.

En 2010 lanzó la tienda on line Boris –que vende libros al exterior a través de correos internacionales– y empezó a producir e-books para la tableta de lectura digital Boris, concebida en el país y en homenaje a Spivacow. Los desafíos siguen en un mercado editorial que, no obstante, tiende a achicarse.

Pero, ¿cómo fue la edad de oro, aquella de Spivacow que llegó hasta 1966? La investigación académica y el consumo cultural vivían un tiempo de expansión. Para 1964, Eudeba ya había editado 400 títulos y en 1966 celebraba los 10 millones de ejemplares. El contexto jugaba de aliado: el mercado editorial argentino era el más fuerte de habla hispana y gran parte de la producción de libros se exportaba.

En su obra 50 años de libros para todos (Eudeba, 2008), Leandro de Sagastizábal destaca sobre el clima de época: “Si hasta 1956 se encontraban activas 80 editoriales para distintas disciplinas” en el país, a partir de ese año nacen otras 90. Un registro de Eudeba de 1965 marca que la editorial ya contaba con 40 stands en facultades de Capital e interior; siete kioscos en hospitales; 41 kioscos de venta callejera y además vendía sus títulos en 103 puestos de diarios y revistas, junto con dos librerías propias. Sus títulos se encontraban en todos lados.

Otras iniciativas marcaban la época: en febrero de 1958 –el año del nacimiento– se habían fundado también el Conicet y el Fondo Nacional de las Artes. En julio del ‘58, fondos privados creaban el mítico Instituto Di Tella, verdadero laboratorio para grandes artistas.
“La revolución de Eudeba fue evitar convertirse en una editorial de nicho universitario”, explica José Luis de Diego, hoy al frente de la colección de libros Serie de los Dos Siglos, junto con Sylvia Saítta.

Esta colección de los últimos años evoca la célebre Serie del Siglo y Medio, lanzada en 1960 como homenaje a la Revolución de Mayo. Se publicaban obras de escritores argentinos clásicos y modernos con prólogos de especialistas, ilustrados por pintores como Antonio Berni, Carlos Alonso y Demetrio Urruchúa, en ediciones de bajo costo. “El primer título, La gran semana de Mayo, de Vicente Fidel López, tiró 30 mil ejemplares”, evoca De Diego. Otro texto, el Martín Fierro de José Hernández, ilustrado por Juan Carlos Castagnino, en sucesivas impresiones superó los 200 mil ejemplares.

Las bibliotecas populares y las de las casas se poblaban, al mismo tiempo que Eudeba editaba investigaciones científicas y traducciones directas hechas en Argentina de textos clásicos de la filosofía griega, junto con títulos como Breve historia del teatro argentino o la colección Genio y figura que ponía en foco a autores como Alfonsina Storni, Lucio Mansilla y Jorge Luis Borges.

“La dirigía la gente correcta, en el momento correcto”, define De Diego. Acompañaba un lector ávido, en una época de movilidad social ascendente que continuaba desde el período peronista, como señala el periodista y docente Hernán Invernizzi en Los libros son tuyos (Eudeba, 2005).

Aunque la editorial mantuvo un perfil por la calidad de sus contenidos, “ha tenido épocas de luz y también oscuras”, admite Quevedo. Matiza: “A través de los títulos de los últimos años, Eudeba ha revisado su propia historia”, realidad que se observa en su catálogo.

Tras el golpe del ‘66, no sólo cambió el directorio. En un clima de paranoia ideológica, se incorporaron títulos vinculados con la temática militar y en la colección Genio y figura, un ejemplo, se publicó la biografía de Hugo Wast –Gustavo Martínez Zuviría–, escritor de perfil reaccionario y admirador del franquismo.

A mediados de 1973, con el peronismo en el poder en una nueva democracia, las disputas ideológicas continuaron, sin que dejaran de editarse algunas obras de gran valor. Arturo Jauretche pasó a presidir la editorial y el periodista Rogelio García Lupo fue director ejecutivo. En 1974, tuvieron buenas ventas títulos como La revolución argentina de Héctor Cámpora y La revolución chilena, de Salvador Allende, junto con otros que reflejaban el espíritu combativo del momento. Ese mismo año, falleció Jauretche. Las amenazas de la derecha peronista ya eran constantes: García Lupo dejó su cargo y el rector de la UBA, Rodolfo Puigróss, partió hacia el exilio.

Comenzaría un tiempo de censuras que se multiplicaría con el golpe de Estado de 1976: Eudeba pasó a tener conducción militar, así como detenidos y desaparecidos. Hubo libros incautados y destruidos. Con la vuelta democrática de 1983, se dio un reverdecer de la que hoy sigue siendo una de las editoriales universitarias más importantes. Un año después, publicó su mayor best seller y long seller: el Nunca Más, informe de la Conadep sobre los desaparecidos, que estiman vendió más de 600 mil ejemplares con sus reediciones.

El mercado del libro –y sus ventas– es otro, pero la apuesta cultural de la UBA continúa firme.