jueves, 28 de febrero de 2019

"Una versión para la gente de acá"


Rolando Costa Picazo
“Una edición crítica y comentada del argentino Rolando Costa Picazo, en dos grandes tomos.” En estos términos anuncia El Cultural, de el diario uruguayo El País, la publicación de la tercera traducción argentina de Ulises, de James Joyce, en una nota firmada por Lazslo Elderyi el pasado 24 de febrero.

James Joyce rioplatense entre la mujer y la luna

Con el Ulises de James Joyce, quizá la mejor novela jamás escrita, pasa en estos días algo curioso: es percibida, con suerte, como una obra bellísima pero de gran complejidad que solo pueden disfrutar un puñado de especialistas y que yo, lector común, algún día tendré la suerte de disfrutarla, aunque sea en parte. Con suerte, porque hay importantes núcleos de lectores que ignoran su existencia. ¿El Ulises? ¿Qué es eso? Entonces, entre mirarla con devoción desde lejos, o no saber qué es, lo que queda es un verdadero desastre. Casi un apocalipsis cultural, pues se trata de una novela clave para la modernidad, la que inventó todos los géneros de la literatura que se desarrollaron a lo largo del siglo XX y el actual, la que todavía parece escrita hoy, la que provoca con revulsión, pero no como las catarsis que ocurren en redes sociales: la que le saca a cada lector la mierda que lleva bien adentro y, al exponerla, lo convierte en mejor persona. Es una novela terapéutica.

SONORIDAD POÉTICA 
Hay formas de entrar al universo del Ulises de a poquito, sin verse abrumado. Es un libro que transcurre en Dublín durante un solo día, el 16 de junio de 1904, donde cada capítulo relata lo que sucede en cada hora de ese día, una tras otra. Tiene tres personajes centrales, el viejo Bloom, el joven Stephen y la esposa adúltera del primero, Molly, pero es una novela de una enorme complejidad. Como explicó luego el propio Joyce, “he incluido tantos enigmas y acertijos que mantendrán atareados a los profesores durante siglos acerca de lo que quise decir, y esa es la única manera de asegurarnos la inmortalidad”. Error; no es la única manera. El Ulises posee pasajes de tal belleza, sonoridad poética y provocación intelectual que pueden llevar a cualquier lector, incluso a los más desprevenidos, por un viaje de descubrimiento y fascinación. “Es un libro de autoayuda” llegó a decir Declan Kiberd, quizá el mayor especialista vivo sobre el Ulises. Una novela que supo sobrevivir a múltiples censuras, porque ciertas personas la consideraron obscena.

La cuestión es dónde están esos pasajes mágicos, las llaves que permiten entrar al Ulises. El gran debate actual en este hemisferio se centra en sus traducciones al español. El País Cultural dedicó en 2015 una nota de tapa a la nueva versión en español rioplatense del Ulises, la del argentino Marcelo Zabaloy (El cuenco de plata). No era la primera, estaba la clásica de hace 70 años, la del también argentino Salas Subirat, un vendedor de seguros (Zabaloy, a su vez, es instalador de sistemas eléctricos), a la que siguieron versiones ibéricas como la de Valverde o la de García Tortosa y Venegas, que sonaban muy “españolas”. Zabaloy insistió en traducir la obra a un español rioplatense, no tanto porteño como uruguayo y del interior argentino. Es una versión que fluye magnífica, sobre todo porque mantiene con vigor la sonoridad poética del original. Es música para cualquier oído lector.

Cuando se publicó la versión de Zabaloy se sabía que había otra traducción argentina en proceso, la del profesor Rolando Costa Picazo, que acaba de publicarse. La cuestión entre especialistas volvió con pasión al terreno futbolístico: son tres versiones argentinas contra dos españolas. Y sin Messi.

EL JUICIO DEL TRADUCTOR
A diferencia del Ulises de Zabaloy que se publicó en un solo tomo (como el Ulysses original de 1922), la editorial Edhasa sacó la versión de Costa Picazo en dos tomos, con un total de 1.800 páginas y un peso 2,250 kgs. Está acompañada con muchas notas al pie de cada página, 2, 3 o hasta 7, aclarando referencias o brindando pistas para entender qué quiso decir Joyce cuando escribió, por ejemplo, sobre “el amor que no se atreve a pronunciar su nombre” (la nota explica que es sobre la homosexualidad), que a su vez remite a otras notas en diferentes partes del libro, una sobre Oscar Wilde. A diferencia de la versión de Zabaloy, que nos tira la versión del texto con poca ayuda (igual que el Ulysses más difundido hoy, la versión en inglés de Penguin Classics, prologada por Declan Kiberd), la de Costa Picazo viene con mucha ayuda, tanto que cada página se divide casi en dos, arriba con el texto del Ulises en letra grande, y abajo las notas al pie en letra más chica. La tentación de ir de arriba hacia abajo y volver, de forma permanente, tratando de entender qué quiso poner Joyce, es un obstáculo para que los lectores nuevos disfruten de la sonoridad poética del texto. Y es esa sonoridad, precisamente, la que convierte a la novela en acto poético, pues envuelve y transporta, colocando al lector frente a los misterios que llaman para ser descubiertos, interpretados.

Pero si olvidamos las notas al pie, la traducción de Costa Picazo fluye en líneas generales casi con el mismo espíritu que la de Zabaloy. Es una versión para la gente de acá, de Uruguay, Argentina, Colombia, Chile y, por qué no, del resto de Hispanoamérica. Cantarán loas todos los que sufrieron con la españolísima traducción de Valverde. Llegar a esto, claro, no es un trámite sencillo.

Uno de los párrafos de mayor belleza que contiene el Ulises es aquél donde Bloom reflexiona sobre las similitudes entre la mujer y la luna: “¿Qué afinidades especiales le parecía que existían entre la luna y la mujer? Su antigüedad en preceder y sobrevivir a sucesivas generaciones telúricas; su predominio nocturno; su dependencia satelital; su reflejo luminar; su constancia bajo todas las fases, el salir y ponerse a sus horas fijadas; la forzosa invariabilidad de su aspecto; su respuesta indeterminada a una interrogación inafirmativa; su potencia sobre aguas afluentes y refluentes; su poder de enamorar, de mortificar, de revestir de belleza, de enloquecer; de incitar y ayudar a la delincuencia; la tranquila inescrutabilidad de su rostro; lo terrible de su aislada, dominante, implacable, resplandeciente propincuidad; sus augurios de tempestad y de calma; la estimulación de su luz, de su movimiento y de su presencia; la admonición de sus cráteres, sus áridos mares, su silencio; su esplendor, cuando visible; su atracción, cuando invisible”. (Tomo II, página 702, traducción de Costa Picazo)

El nuevo traductor argentino decide, al igual que Zabaloy, traducir de forma literal el término propinquity como propincuidad, palabra que existe en español y refiere a algo allegado, cercano, próximo, pero que en realidad a usted, lector, lo deja afuera porque es un término que no entiende. Podrían haberlo traducido como “cercanía”, y la frase habría quedado así: “lo terrible de su aislada, dominante, implacable, resplandeciente cercanía”. Mejor, ¿no? Aun así, Zabaloy le dijo una vez a este cronista que él prefería la palabra propincuidad, porque existía y porque sonaba lindo. A Joyce, esto, le habría encantado.


miércoles, 27 de febrero de 2019

"Los libros leídos, esos que causan la impresión más poderosa, pueden, con el tiempo, disipar en el recuerdo el efecto consciente de su influjo"


Daniel Guebel, último Premio Nacional de Novela de Argentina, es columnista del diario Perfil. Ésta es su última columna a la fecha. Fue publicada el pasado 22 de febrero y trata sobre lo que hacen los escritores con lo que tal vez podrían ser las influencias.

Oriente a medias

Hablando en criollo, quizás no exista período más fructífero para un escritor que aquel en que descubre los libros que construyen su zona. Momentos de lectura que marcan el campo donde su obra se extenderá a lo largo de su vida, lo sepa él o no. Por supuesto, esa zona está hecha tanto de lo que desea como de lo que ignora (y tal vez la ignorancia sea el punto de deseo más poderoso, porque extiende como la garra suave de un sueño la figura del anhelo futuro). Los libros leídos, esos que causan la impresión más poderosa, pueden, con el tiempo, disipar en el recuerdo el efecto consciente de su influjo, y allí es como mejor operan.

Escribir, en el fondo, es escribir la obra de otro, solo que éste otro está hecho de incontables fragmentos de autores distintos, de frases o palabras que impactaron en el momento justo, de imágenes o escenas o situaciones que se van deslizando de tal modo que apenas resultan narrables. La literatura es un solo libro múltiple extendido como un tapiz brillante, solar.

Me acuerdo como si fuera ayer de una entrevista que en la revista-libro Lecturas Críticas le hicieron a Osvaldo Lamborghini hace ya, ¿cuarenta años? Lamborghini decía dos cosas que me llamaron mucho la atención: “Hay que sacar al artista del lugar de boludo en que se lo ha puesto”, formulación que para mí resultaba misteriosa, porque no imaginaba a un actor colectivo dirigido a manipular el imaginario social para pensar en los artistas de un modo determinado (y entendí mucho después lo que Lamborghini quería decir), y otra frase, también singular, y que no puedo citar textualmente: “Cuando Rimbaud dice que se va para allá (África), nosotros tenemos que leer que se viene para acá”. Es decir, cuando un europeo dice que del centro del mundo se va a un extremo, nosotros (los argentinos) no deberíamos ubicarnos imaginariamente en Francia, identificarnos con el autor y pensar en un viaje exótico, sino pensar que él viene hacia nosotros, tan exóticos también por distantes.

martes, 26 de febrero de 2019

Estadísticas del libro chileno en 2018




El 30 y el 31 de enero pasados, el sitio Publishnews, con firma de Lorenzo Herrero, publicó sendas notas, referidas a la publicación de libros en Chile. Acá se presentan unificadas en un único informe.






El libro digital, el infantil  y la autoedición
 sustentan la publicación en Chile


1 (30 de enero)

La Cámara Chilena del Libro presentó ayer, 29 de enero, el Informe Estadístico 2018 de la Agencia Chilena del ISBN. En él se constata un constante crecimiento de la publicación desde 2014. El número total de libros publicados en 2018 fue de 8.165. En 2018 se publicaron en Chile 931 libros infantiles. Por otro lado, aunque baje el peso de la autoedición con respecto al año anterior, esta representa el 13,26% del total de los libros publicados en 2018.

Respecto a los soportes, el libro electrónico disminuye con respecto al año anterior pero representa un considerable 13,99% del total de publicaciones. Mientras, los audiolibros (39), cuadriplican sus cifras de 2017 aunque todavía es un formato minoritario. El peso de los libros en formato digital aumenta si extraemos de la ecuación los libros no comercializables, alcanzando un 18%.

La literatura representa el 42,5% de los libros publicados, sin embargo, el número de nuevas publicaciones en esta materia disminuyó respecto a 2017. Por otro lado, las materias que más crecieron fueron Derecho, Educación y Lenguas. Dentro de la Literatura resulta interesante ver el peso que tiene la poesía en las nuevas publicaciones, un 34%, frente al 54% que representa la narrativa.

Por su parte, los títulos traducidos durante el año 2018 llegaron a 454, representando un 5,56% del total de los registros. Siendo las traducciones desde idioma inglés al español la que contabiliza la mayor parte con 193 títulos.

La concentración de la edición en la Región Metropolitana de Santiago de Chile es clara, el 84,5% de los libros fueron registrados allí. Igualmente, el informe arroja el crecimiento de nuevos agentes editoriales (163), de los cuales, la mayoría pertenecen a la Región Metropolitana (112). El universo editorial chileno se compone por 3.311 editores según los datos que arroja el informe de la Agencia del ISBN.

Resulta interesante ver como las tiradas de las nuevas obras registradas son pequeñas. el 57% de las nuevas publicaciones tuvieron tiradas entre 1 y 500 ejemplares y el 19,23% entre 500 y 1.000 ejemplares. Solo 310 títulos registraron tiradas superiores a 5.000 ejemplares.


2 (31 de enero)

El universo editorial chileno es diverso y amplio. Al cierre de 2018 existen, según los datos del Informe Estadístico de la Agencia del ISBN, 3.311 agentes editores en el país. En relación con el censo de habitantes, podemos decir que existe un editor por cada 5.600 chilenos. Durante el año 2018 se registraron 163 nuevos agentes editores, una cifra similar a la de los últimos cinco años. El crecimiento continuado del número de agentes editores es algo muy interesante. Desde principios de la década los agentes editores chilenos han aumentado un 62,6%.Los agentes registrados en 2018 suponen el 5% del total de editores chilenos. Penguin Random House sigue siendo la editorial que más publicaciones nuevas lanza al mercado chileno; no obstante, sus libros solo suponen el 5,49% de los libros editados en Chile durante 2018.

La fuerza editora en Chile fue especialmente diversa en el año 2018. Los libros publicados en 2018 por los 10 principales editores representan el 28,4% de los libros editados en el país. Además, el 32,9% de los libros publicados en 2018 han sido editados por editoriales que publicaron nueve o menos libros en el año (19,64%), o a través de la autoedición (13,26%). 136 agentes editores publicaron 10 o más libros en 2018. Los dos gigantes de la edición, Planeta y Penguin Random House, mantuvieron su dinámica de publicación anual con un ligero crecimiento, un 5,6 y un 1% respectivamente. Sobre todo destaca el aumento del número de publicaciones de MAGO Editores (96,2%) SM Chile (62,2%) y de Ediciones Jurídicas Olejnik (343) que dobla sus números respecto a 2017. Ediciones Jurídicas Olejnik fue, en 2018, la segunda fuerza de publicación chilena. Entre las editoriales con más de 100 títulos publicados hubo varias que aumentaron de manera ostensible sus publicaciones: Ocho Libros Editores (56,4%), Red Internacional del Libro (47%), Editorial Catalonia (42,5%), y Santillana del Pacífico (41,5%). Por otro lado, hay que resaltar la aparición de Libertad S.A., dedicada a la comercialización de libros y diccionarios escolares bajo sellos como Sopena o Libsa.

En el lado contrario de la balanza nos encontramos determinados sellos editoriales que redujeron de forma notable sus nuevas publicaciones durante el año 2018. Este es el caso de Origo Ediciones (- 85,5%),  Pehuen Editores (- 82,3%), o Don Bosco Chile (- 57%).

Por último, destacar que el peso de las editoriales universitarias fue muy importante el año 2018. En total, la edición universitaria, con 840 títulos, supuso el 10,3% de los libros publicados en Chile el año pasado. La Pontificia Universidad Católica de Chile publicó el 25%.de los libros universitarios editados en 2018.


lunes, 25 de febrero de 2019

Un volumen escrito a cuatro manos y publicado en Uruguay sobre el trabajo del traductor

El escritor Carlos María Domínguez, en el número del 3 de febrero pasado de El Cultural, suplemento del diario uruguayo El País, de Montevideo, comentó El traductor, artífice reflexivo, un volumen de ensayos publicado en 2018 a cuenta de autor por las traductoras Eliane Hareau y Lil Sclavo (foto). Lo que sigue es la reseña.

Los puntos ciegos en la traducción

El trabajo del traductor, su invisibilidad, los criterios, las opciones, los puntos ciegos en que caen las palabras al cruzar de una lengua a otra, ocupan el centro de las reflexiones de Eliane Hareau y Lil Sclavo en un libro que reúne sus trabajos en foros y congresos. Ambas cuentan con trayectoria académica y profesional, y parten de las concepciones del filósofo francés Antoine Berman para profundizar en una actividad que expande su campo teórico a destiempo de la desatención de la industria editorial sobre el valor intelectual de la mayoría de sus productos.

El mundo de la traducción, sin embargo, la complejidad de sus operaciones, ha convocado el interés de Eugenio Coseriu, Jacques Lacan, Paul Ricoeur y A. Rodríguez Monroy, entre otros, bajo el reconocimiento de que el traslado de los significados y las formas entre los idiomas pone en juego factores culturales, éticos y subjetivos cuya relevancia ha sido ignorada. Las autoras registran el dominio de una tradición francesa que no dudan en calificar de anexionista, por la actitud de borrar las huellas de la alteridad en la incorporación de los signos extranjeros a su lengua, y una tradición alemana que se distingue por la hospitalidad de recibir y preservar las diferencias. Conciben la traducción como una reescritura con todos los derechos de interpretación que habiliten la finalidad del trabajo, y no dudan en reclamar una crítica de la traducción y un espacio en las páginas preliminares de los libros para explicitar los criterios con que ha trabajado el traductor.

Nacidos del mundo académico, los trabajos reiteran temas, citas, referencias, y si expanden en forma espiralada un rico abanico de problemas, a menudo dan por evidencias lo que apenas son premisas, con un énfasis militante que convoca a la discusión. A los tópicos más generales suman apartados específicos, como los problemas de traducción de Rayuela al francés, o la historia y análisis de las sucesivas traducciones del Ulises de James Joyce al español, desde la presentación de las últimas páginas de la novela por Jorge Luis Borges en la revista Proa (1925), pasando por la traducción completa de José Salas Subirat, la de Valverde, la de García Tortosa y Venegas, y finalmente la de Zabaloy. No se comenta la última traducción del argentino Rolando Costa Picazo.

Es un libro especialmente atractivo para el mundo académico pero ajeno a los públicos no familiarizados con el arte de seguir la piedra detrás de los muros del idioma.

viernes, 22 de febrero de 2019

Rodolfo Biscia entrevista a Barbara Cassin


Especialista en retórica de la modernidad, directora de investigación en el CNRS, traductora, filóloga y directoras de colecciones dedicadas a la filosofía, Barbara Cassin (Francia, 1947) pasó por la Argentina, en el marco de La Noche de las Ideas, un ciclo que las distintas embajadas francesas realizan en todo el mundo en las mismas fechas. Según se señala al pie de la entrevista publicada por Rodolfo Biscia en Cultura InfoBAE el 7 de febrero pasado, “Esta conversación con Barbara Cassin tuvo lugar el sábado 2 de febrero, en el Museo MAR de Mar del Plata, dentro del marco de "La Noche de las ideas", en su jornada final. La entrevista se publica en la presente traducción española con la aprobación expresa de la autora. Es lo que se reproduce a continuación.

 

“Si hay Dios, es más bien un Dios traductor”


El efecto sofístico (1995) sigue siendo el mejor vademécum para introducirse en el mundo de la autora.  Nos ayuda a comprender hasta qué punto los sofistas griegos –GorgiasProtágoras, entre otros– fueron pioneros en defender la capacidad de las palabras para alumbrar un mundo: para hacerlo comparecer en sus facetas éticas y políticas, y en la radiante superficie retórica de la lengua. (Por lo general, estamos habituados a considerar al sofista como el alter ego negativo del filósofo. A contrapelo de ese lugar común, la historia de la filosofía que propone Cassin reivindica la figura de esos profesores a sueldo que, en palabras de Hegel, fueron "los auténticos maestros de Grecia".)

Por otra parte, este interés sofístico condujo a Barbara Cassin a profundizar en el fenómeno de la traducción. De inmediato comprendió que, lejos de limitarse a ser transmisores de un contenido, los traductores son "coproductores de sentido". Así, durante una década, la filósofa coordinó y dirigió, junto a 150 especialistas, el monumental Vocabulario europeo de las filosofías: diccionario de los intraducibles (2004). (Recientemente, Siglo XXI Editores publicó la versión española del Vocabulario.)

En lugar de centrarse en los conceptos para hablar de las palabras, este Diccionario filosófico honra la dimensión pragmática del lenguaje, partiendo de las palabras para pensar los conceptos. ¿Y si en los términos renuentes a la traducción encontráramos las "huellas dactilares" de cada lengua, los síntomas de la diferencia entre los idiomas? En ese caso, la experiencia de Babel dejaría de ser un castigo y podría presentarse como una oportunidad: "Si hay Dios, es más bien un Dios traductor".

Elogio de la traducción. Complicar el universal (2016), el libro que este año publica El Cuenco de Plata, en versión de Irene Agoff, recoge y formaliza la experiencia del Vocabulario. En sus páginas, Cassin dialoga a menudo con Hannah Arendt, rescata la filosofía del lenguaje de Wilhelm von Humboldt y no cesa de discutir con Martin Heidegger. Retoma, pero también matiza y expande, los enunciados de Lacan y de Jacques Derrida. O analiza los progresos y los puntos ciegos de Google Translate, así como el aristotelismo que impulsa WordNet, base léxica de datos desarrollada por la Universidad de Princeton.

En lo fundamental, el libro se compone de una seguidilla de elogios. La introducción es una alabanza del griego, que a la autora le permitió comprender qué cosa es un lengua y una cultura. Sus tres capítulos son, respectivamente, un encomio de los términos intraducibles, del fenómeno por el cual la equivocidad se sitúa en el corazón de todo idioma, y de eso que Cassin denomina "relativismo consecuente": una concepción que surge de comprender con sutileza la famosa frase de Protágoras, para quien "El hombre es la medida de todas las cosas". Ni bien descubrimos que cada lengua supone una cartografía diferente de lo real, también nos comprometemos políticamente a respetar la diversidad: porque "la traducción es a las lenguas lo que la política es a los hombres". 

Sobre estas y otras cuestiones, tuvimos el placer de conversar con Barbara Cassin en la última jornada de La Noche de las Ideas 2019, en el Museo MAR de Mar del Plata.

Su Elogio de la traducción se inscribe en un género sofístico por excelencia, precisamente el del elogio o encomio: eso que los Antiguos llamaban "género epidíctico". ¿Por qué es tan importante para usted este género del discurso?
– En primer lugar, porque es un género olvidado, y es el género esencial de la retórica de la Antigüedad. Era esencial, por un lado, porque permitía comunicar valores. Y sigue siendo así: por ejemplo, cuando recientemente Simone Veil entró al Panteón, hubo un elogio que comunicaba los valores de la República: Simone Veil en tanto mujer, Simone Veil en tanto judía, Simone Veil en tanto europea. En la Antigüedad, ese género estaba muy codificado: se comenzaba aludiendo a los orígenes, los antepasados, la ciudad. Hoy en día, es algo que casi no es hace: se lo ha olvidado. Pero sin embargo se siguen comunicando valores. Lo que me interesa es el modelo, que es el modelo del Elogio de Helena, del sofista Gorgias. Allí Gorgias parece comunicar valores, pero en realidad los transforma: los dos primeros parágrafos de su Elogio expresan esto. De ese modo, la epídeixis [declamación o conferencia pública] produce un nuevo objeto: en este caso, una nueva Helena de Troya…

– ¿A la manera de un performativo?
–Absolutamente, se trata de eso: por eso traduzco el término griego  epídeixis como performance. Y el siguiente libro que escribí versa precisamente sobre este tema: Cuando decir es realmente hacer (2018).

– En ese libro, usted estudia el poder del lenguaje para transformar lo real, a través de una relectura de la teoría de los performativos de John L. Austin. En Francia, también Jacques Derrida se ocupó de discutir esa filosofía pragmática del lenguaje. ¿Qué novedad presenta su propio enfoque?
– Mi interrogación parte de una frase de Austin que Derrida comenta muy poco. Al final del libro de Austin Cómo hacer cosas con palabras, el autor dice: "Estoy muy feliz de hacer trizas dos fetiches: 1) el fetiche verdad-falsedad, y 2) el fetiche valor-hecho". Y eso que hace Austin es, exactamente, lo mismo que hacía el sofista Gorgias. Entonces, intenté pensar la relación entre la performatividad de Austin –que es sólo la puntita de una aguja– y la performance en un sentido más amplio. "Los declaro marido y mujer", por ejemplo, es una frase muy pequeña, que sólo funciona, que sólo es feliz si, como ocurre en Francia, es el alcalde quien la pronuncia. Entonces, me planteé la cuestión de la relación entre esta punta de aguja de la performatividad y la performance en el sentido más amplio de la epídeixis. Es uno de los recorridos que hago en el libro. Porque la discursividad sofística es el paradigma de un discurso que "hace cosas con palabras".

–En su Elogio, usted celebra los matices de la lengua griega, los términos intraducibles, los equívocos que no cesa de producir el lenguaje. Y también elogia la postura que llama "relativismo consecuente". ¿Cómo la definiría, en contraposición con un relativismo "inconsecuente"?
– Es un relativismo para el cual todo es relativo. Sin jerarquía de puntos de vista y, sobre todo, sin juicio. El modelo de lo que yo llamo "relativismo consecuente" es, por el contrario, el de Protágoras. Él sostiene que hacer pasar a alguien de una opinión falsa a una verdadera no es algo factible, tampoco es interesante. Pero lograr que alguien pase de una opinión menos verdadera a una opinión más verdadera, eso sí es algo que puede hacerse. Pasamos del superlativo–verdadero– al comparativo, y pasamos de la verdad absoluta a una verdad-para.

–Con su teoría sobre las múltiples perspectivas sobre la verdad, ¿Nietzsche sería un relativista consecuente?
– Sí, eso depende de las frases de Nietzsche que tomemos en consideración. Pero sí, podría ser el caso de Nietzsche, aunque no necesariamente el de los nietzscheanos.

– En otro pasaje de su Elogio, usted considera que jefes de la Iglesia como Juan Pablo II y J. Ratzinger defendieron, de manera coherente, una posición antirrelativista. Sin embargo, al actual Papa argentino representaría una postura alternativa. ¿Por qué razón?
– En este momento, no recuerdo bien ese pasaje. ¿Podría recordarme lo que decía?

–En una nota al pie, usted sostiene que ciertos actos y discursos del Papa Francisco podrían seducir, no tanto a quienes se oponen al relativismo de los valores, sino a los relativistas consecuentes.
– ¡Si, sí, es verdad! Pero no todos sus actos, y cada vez menos

– Ha pasado cierto tiempo desde entonces. ¿En qué estaba pensando en el momento en que escribió esa nota?
–Debería releer la frase, pero recuerdo ciertos actos que, verdaderamente, yo había admirado: por ejemplo, cuando el Papa acogió a los refugiados para conducirlos a Roma. De esa manera, él intentaba mostrar un camino un poco más complejo que el que plantea un modo estándar de comprender lo universal. A distancia de aquellos que piensan que "amar a su prójimo como a sí mismo" puede ser suficiente, prescindiendo de brindar acogida a quienes ni viven ni piensan "como nosotros". (La tradición de convertir a otros a mi universal –puesto que el universal es siempre el universal de alguien determinado– ha causado muchos muertos.)

–A continuación, me gustaría hacerle algunas preguntas sobre su biografía intelectual. Usted conoció al filósofo argentino Ezequiel de Olaso, gran especialista en Leibniz, ¿no es cierto?
– Sí…, lo conocí muy bien. Era un amigo.

–¿Puede contarme algo de esa relación?
– Ezequiel de Olaso era una persona adorable. Y, en efecto, había trabajado mucho sobre Leibniz. Nos conocimos en la UNESCO y luego nos volvimos a ver en la Argentina, y creo que también en Brasil, una vez; y en París. Compartí el momento en que él tomó la decisión de operarse, puesto que murió del corazón…

–¿Su vínculo intelectual se relacionaba con un interés en torno a Leibniz? Porque usted hizo su tesis sobre ese filósofo.
– Sí, en efecto yo hice mi tesis sobre la filosofía de Leibniz. Pero, de manera general, con Ezequiel de Olaso también compartíamos la misma distancia respecto de Heidegger, la misma manera de reflexionar sobre los "composibles" [término técnico leibniziano, que alude a las cosas que son posibles en conjunto]. Y también el mismo interés por la "característica universal" en su imposibilidad [la "characteristica universalis" es una lengua universal y formal ideada por Leibniz].

–En su libro Jacques el sofista (2012), usted alude a la ocasión en que Lacan la llamó, hacia 1975, para que lo instruyera sobre doxografía y filosofía antigua.
–Sí: en esa época, yo era pedagoga de adolescentes psicóticos y trabajaba con psicoanalistas. Algunos incluso eran amigos míos y yo me ganaba la vida explicándoles la filosofía de Platón, el diálogo Parménides de Platón, etc., y ellos me pagaban para que yo les explicara esas cosas. Yo también les explicaba Hesíodo, un autor que ellos no conocían, un autor al que Lacan prácticamente no se refiere, si bien es esencial para el psicoanálisis: ¡Freud debería haberlo leído con mucho detalle!

–Usted se refiere a la Teogonía.
Sí, claro, la Teogonía de Hesíodo es extraordinaria: la manera en que los hijos matan a los padres, los castran, y a su vez los padres se comen a los hijos, etc.: bueno, es evidente que todo eso es interesantísimo para un psicoanalista… Creo que estos amigos se analizaban con Lacan y le hablaban de mí. Y como Lacan era realmente alguien muy indiscreto… (risas), un día recibí un llamado telefónico. Relato esa anécdota en el prólogo de Jacques el sofista. Fue raro porque yo pensaba que era mi tío (mi tío tenía la misma edad que Lacan, también era médico, también podía trabajar el domingo con su secretaria). Así que tomé el teléfono. "Hola, el doctor va a hablarle", dijo la secretaria. Me pasó con el doctor y yo respondí "¡Hola!, ¿cómo estás?" Y él: "¡Qué bueno que me reconozcas!". Ése fue el primer equívoco. Por otra parte, al final de todo ese tiempo en que intenté explicarle, a pedido suyo, qué era la "doxografía" griega, él me dijo: "Usted es Stéphanie Gilot, ¿no?" Así terminamos con otro equívoco: el bucle estaba cerrado, podía irme.

–¿Y no reanudó su vínculo con él?
– No.

–¿Cuánto tiempo duraron esas clases? 
–Casi un año.

–¿Lacan le pagó?
–No.

–Usted era muy joven y él…
– … él estaba ya un poco reblandecido. Al principio, él me miraba al hablar y, más adelante, estaba delante de su escritorio haciendo sus nudos borromeos; y de pronto giró hacia mí y me dijo: "Usted es Stéphanie Gilot, ¿no? Vaya a ver a Gloria" (Gloria era su secretaria). "¡Ah, entonces va a pagarme!", pensé. Pero no: él me había confundido –¿desde hacía cuánto tiempo?–con Stéphanie Gilot.

–En varios argumentos de sus últimos libros, usted combina los aportes de Lacan con los de Jacques Derrida. De Lacan, podríamos decir que representó la presencia del sofista en nuestra época. ¿Ése también sería el caso de Derrida?
–Yo no diría eso de Derrida. Sí de Lacan: de hecho él dice eso de sí mismo: "El psicoanalista es la presencia del sofista en nuestra época".

–Sin embargo, en su Elogio de la traducción y en otras obras, usted combina ciertas tesis de Lacan con las de Derrida: una doble herencia…
– ¡Sí!

– …desde un punto de vista sofístico.
–Sí, pero la herencia de Derrida es mucho más moral que la de Lacan. Derrida dice: "Más de una lengua" y dice: "Una lengua no pertenece". Eso es más moral y más político. En el fondo, mi relación con Derrida se da cuando puedo mediatizarlo a través de Hannah Arendt.

–¿O sea que Derrida sería menos sofista que Lacan?
–Sí, claro. El jamás habría dicho: "El derrideano –o el filósofo– es el sofista de nuestra época". Jamás habría dicho eso.

–Aunque era antiplatónico…
–Sí, pero era antiplatónico de manera heideggeriana, una manera que no es para nada la mía. Y que tampoco es, para nada, la manera de la sofística.

–En relación con Heidegger, usted asistió a uno de los seminarios dictados por el filósofo alemán en Le Thor, en 1969. ¿Podría contarme alguna anécdota de esa época?
–¡Un montón…! Me limitaré a una, en relación con René Char. En realidad, conocí al mismo tiempo a Heidegger y a Char. Yo había trabajado sobre Leibniz, y ése era un seminario sobre Leibniz. La anécdota que más me marcó fue la de Heidegger diciéndole a Char, en una conversación: "Usted, poeta, yo, filósofo, estamos sobre montañas, cara a cara, y nos comunicamos a través de grandes signos". Y Char dijo: "Hmm…, yo diría más bien que somos dos prisioneros en celdas, que se comunican a través de un pequeño agujero e intentamos murmurar cosas".

–Hace tiempo escribió un libro sobre Google. Ahora, en Elogio de la traducción usted fantasea con la posibilidad de una "Wikipedia de términos intraducibles", una suerte de enciclopedia digital en colaboración.
–Bueno, es que el Diccionario de los intraducibles mismo es una colaboración loca. Son 150 personas de todos los países y lenguas. Y luego este diccionario se tradujo en alrededor de 10 lenguas, en algunas de las cuales ya ha sido publicado. ¡Y en cada caso se trata de una reinvención! De la misma manera que vamos a reinventar la exposición "Después de Babel, traducir" aquí en la Argentina, en el año 2020. Hay que volver a pensar todo. Reinventar incluso la intención misma, la dirección… También se inventan nuevas entradas en cada diccionario. Colocar juntos todos estos diccionarios en sus diferencias, aumentándolas, eso sería una Wikipedia de los intraducibles. Manteniendo mi idea general de que la traducción es un "saber-hacer con las diferencias".

–¿De Wikipedia le interesa el formato en construcción incesante?
–Sí, es el flujo permanente, eso me interesa… Lo que me inquieta de Wikipedia, sin embargo, es que verdaderamente necesitaría contar con moderadores geniales. De lo contrario, nos mantenemos al nivel de la opinión, del WhatsApp o de las redes sociales. Para que Wikipedia se vuelva algo mejor, tendría que haber detrás un trabajo loco: un trabajo delirante.



jueves, 21 de febrero de 2019

Cadenas de librerías chilenas: ahora se acuerdan de que lo relevante es el catálogo


En Chile el libro es un bien suntuario. El IVA y otros impuestos, más los valores que fijan las editoriales multinacionales, distribuidoras y librerías hacen que la relación entre los lectores y el libro sea en la república trasandina del todo distinta que en otras provincias de la lengua castellana. Y la estafa y el desinterés por lo propio están a la orden del día. Por caso, todo el mundo recuerda una elegante librería del barrio de Lastarria que compra sus ediciones de Anagrama impresas en la Argentina para venderlas allá al precio de España, sacando así una jugosa diferencia. Luego, en otra cadena de librerías cuyo nombre es una pregunta, el Administrador de este blog, hace menos de dos meses, preguntando por autores chilenos, descubrió que sólo se vendían aquéllos publicados por las multinacionales y no por las editoriales chilenas, aunque el dueño esté preocupado por el catálogo. Por eso no sorprende que ahora que el alcalde de la Municipalidad de Recoleta abrió una librería que vende a precios populares, todo el mundo haya puesto el grito en el cielo. Eso se deja entrever en la bajada del siguiente artículo, publicado por Javier García en el diario La Tercera, el 29 de enero pasado: “Según el municipio de Recoleta, sus títulos costarán entre 40 y 70 por ciento menos. Paralelamente, los libreros reclaman una 'competencia desleal'”. Caraduras.

Recoletras, la librería que tensa el mercado editorial


Una de las características más apreciadas de ferias de libros como la de Santiago, que se efectúa cada año en la Estación Mapocho, son los descuentos. Habitualmente los stand mantienen un 20% en promedio más barato por ejemplar, equivalente al impuesto del IVA del libro (19%).

Ayer, en Santiago, se inauguró una particular librería que desafía el mercado editorial al mantener una singular oferta permanente.

“Recoletras busca reducir el precio final de los libros entre un 40% y un 70%, dependiendo de cada obra”, dice el alcalde de la Municipalidad de Recoleta, Daniel Jadue, quien acompañado de la reciente Premio Nacional de Literatura, Diamela Eltit, inauguró ayer la librería ubicada en el municipio en Av. Recoleta 2774. Estará abierta, desde las 11 am, de lunes a sábado.

“Este es un proyecto abierto, pueden comprar personas de cualquier comuna. Además, ya estamos conversando con los alcaldes de Macul, Cerro Navia y Quilicura, ya sea por la vía de copiar el modelo o colocar otras sucursales”, comenta Jadue, quien dice que esta semana 6.500 títulos estarán a la venta, incluyendo los bestsellers Homo Deus, de Yuval N. Harari a Historia secreta de Chile, de Jorge Baradit.

“Esto funciona porque vendemos a precio de costo y nosotros asumimos como municipalidad los costos operacionales. Le estoy haciendo un favor a la industria del libro, porque abrimos la posibilidad a que se expanda”, añade Jadue y descarta abrir otras sucursales en Recoleta.

La llamada librería popular compra directamente a las editoriales como la Furia del Libro (60 sellos independientes), Ocho Libros, Catalonia, Ediciones UDP, Zig-Zag, Fondo de Cultura Económica y LOM. De los dos grandes grupos de Hispanoamérica, hasta hoy solo participa Penguin Random House. Esta semana debería sumarse Planeta. “Ya hay una relación comercial y esta semana firmamos el contrato”, señalan desde Planeta.

Según el último informe sobre Circulación y difusión del libro en Chile (2017), en Santiago hay 184 librerías.

Paula Barría, socia de librería Metales Pesados, cree que la propuesta de Jadue es “una competencia desleal y me parece una medida populista”. Y agrega: “los costos de arriendo de local, sueldo de personal, los asume el presupuesto municipal. El problema mayor es que se naturalice una visión de que las librerías falsean el precio del libro. ¿Por qué no mejor refuerza las bibliotecas?”.

Por otra parte, Juan Carlos Fau, quien hace 15 años creó la marca de librerías Qué Leo, dice que “en San Diego también hay libros al costo, en Buscalibre (librería en internet) igual hay precios bajos. Una librería no puede aspirar solo a que le importe el precio, porque el precio solo es un factor. Lo relevante es el catálogo, la gente busca lo atractivo más allá del precio”.


Variaciones de precio

Historia secreta de Chile
Jorge Baradit
$ 11.000 (librerías) | $ 6.000 (Recoletras)
Homo Deus
Yuval Noah Harari
$ 15.000 (librerías) | $ 9.000 (Recoletras)
La razón de estar contigo 3
W. Bruce Cameron
$12.000 (librerías) | $ 8.400 (Recoletras)

miércoles, 20 de febrero de 2019


“El director de la Academia Argentina de Letras explicó por qué en el próximo Congreso Internacional de la Lengua, que se realizará en Córdoba, el lenguaje inclusivo no tendrá una presencia estelar en los debates: ‘Históricamente, los cambios lingüísticos se han producido de abajo hacia arriba, es decir, los impone la gente o el uso y no un grupo determinado’.” Tal es la bajada de la entrevista realizada por la agencia TELAM a José Luis Mouré, presidente de la Academia Argentina de Letras, reproducido el 29 de enero pasado por Cultura InfoBAE.

“Ningún grupo minoritario se puede arrogar
el derecho de cambiar unilateralmente una lengua”

A pesar de su fuerte impronta en los medios y las redes sociales, el lenguaje inclusivo no tendrá una presencia estelar en los debates que integrarán la próxima edición del Congreso Internacional de la Lengua que se realizará en Córdoba, motivada por el hecho de que esta modalidad es impulsada por un grupo minoritario “que no debe arrogarse el derecho de cambiar unilateralmente una lengua hablada por 500 millones de personas”, según analiza José Luis Moure, director de la Academia Argentina de Letras.

¿Cómo se posiciona la Academia de la Lengua frente al lenguaje inclusivo, que para algunos es una herramienta para acelerar el cambio social y para otros por el contrario la convierte en una jerga en minoría?
–Es un tema complejo porque el lenguaje inclusivo es un fenómeno que pretende generar un cambio social a partir de un cambio sustancial en la morfología y gramática de la lengua. El español es hablado por 500 millones de hablantesningún grupo humano minoritario se puede arrogar el derecho de cambiar unilateralmente una lengua porque previamente sería necesario que todos nos pusiésemos de acuerdo acerca de lo que hay que cambiar.

Y agrega: “Históricamente, los cambios lingüísticos se han producido de abajo hacia arriba, es decir, los impone la gente o el uso y no un grupo determinado. Cada uno de los cambios en la lengua han sido resultados de siglos de evolución. Que haya una 'A' o una 'O' no es una cosa arbitraria que haya que suplir fácilmente por una 'E'. Si tomamos como ejemplo el motor de un auto, esta operación de reemplazo equivale a poner un fierrito determinado que puede llegar a descomponer el conjunto. La lengua es un sistema y no se pueden introducir los cambios que a una minoría le parezcan”.

Los defensores del lenguaje inclusivo sostienen que reproduce estructuras atávicas que a la luz de las nuevas perspectivas de género es necesario erradicar…
Las estructuras atávicas son la historia de la lengua. No podemos ir contra eso. Una lengua que se ha desarrollado a través de mil años no tiene más remedio que ir actualizándose a través del tiempo. Creo que el error fundamental está en suponer que ese cambio en la lengua va a fundamentar un cambio en la conducta.

Me parece magnífico todo movimiento social que implique una reivindicación de cualquier naturaleza pero tiene que hacerse desde los lugares en que corresponda y no intentando violentar un sistema que hoy no admite esa intervención. Probablemente esto se va a diluir en el tiempo. Por otra parte, este cambio está alentado por un sector minoritario, un sector ilustrado de la clase media que propone un cambio para todo el mundo hispanoparlante. La lengua tiene otros recursos para lograr que no se invisibilice el género.

¿Qué ocurre con la penetración cada vez mayor, sobre todo a partir de la incidencia de contenidos televisivos, de expresiones vinculadas al español neutro? ¿El español de cada región se deforma o se enriquece con estas incorporaciones?
–Estos procesos son los que se han manifestado siempre en la historia de todas las lenguas. La diferencia sustancial que tiene el español respecto de otras lenguas es la cantidad de paí­ses en las que se habla. Cada uno de ellos polí­tica y culturalmente autónomos, que podrí­an optar por tener variedades propias y distintas. Sin embargo, con gran inteligencia histórica, el mundo hispanoamericano ha optado por mantener la misma lengua.

Para Moure “el purismo puede ser a veces una suerte de enfermedad de la cultura por cuanto supone la existencia de variedades que no tienen que estar contaminadas por otras variedades. Yo creo que el idioma se enriquece permanentemente con el intercambio y no se empobrece. La idea de un español que no debe contaminarse con extranjerismos es un absurdo lingüístico porque la historia misma del idioma está hecha del influjo de otras lenguas. No vamos a renunciar nunca a nuestras formas naturales de expresión y al mismo tiempo tenemos que aprovechar la posibilidad de conocer otras formas y hasta usarlas”.

“Las lenguas están para comunicarse, de la mejor manera posible, intentar tutelar el español exento de impurezas que puedan estar maculándolo, puedan estar deformándolo, es un miedo inútil. El idioma se encarga de filtrar, de que algunas palabras duren un tiempo y luego desaparezcan”, finalizó.