lunes, 30 de abril de 2018

Jorge Aulicino: combinar la tarea de traductor con la de poeta

Álvarez y Aulicino

Jorge Aulicino (Buenos Aires, 1949) es uno de los mejores poetas contemporáneos y tradujo del italiano, además, a dos verdaderos elefantes de las letras: Dante y Pavese”, dice la bajada de la entrevista que la poeta y narradora Mercedes Álvarez publicó el pasado 20 de abril en el diario Perfil.




“Cada época intenta una traducción distinta”

“Todo lector es un traductor”, dice Jorge Aulicino. Y así empieza a hablar de la Divina Comedia, que tradujo para Edhasa hace algunos años y que ahora revisa para una nueva edición. “Yo no soy bilingüe en italiano; el italiano es una segunda lengua, por eso me veo obligado a traducir. Además, las ediciones que había de la Divina Comedia corresponden a una época. No hay que ser un gran filólogo para darse cuenta. La de Mitre es del siglo XIX, la de Crespo es de mediados del  siglo XX. Y cada época intenta una traducción distinta. Luego hay una de Juan de la Pezuela, también del siglo XIX, pero en un lenguaje muy español”. La Comedia es un texto de gran dificultad de traducción, y en este sentido, Aulicino apunta: “El italiano que usa es un italiano muy antiguo que todavía era toscano. El Paraíso es lo que más complicaciones trae, porque apela a un recurso que está en los tres libros, pero se hace más denso, que es la alusión. No menciona las cosas directamente por su nombre. Dice por ejemplo: “los hijos de Latona”, que son Apolo y Diana, pero no los menciona. Este recurso es abrumador, y casi es una decodificación del texto lo que hay que hacer. O decodificás, y escribís en castellano de manera más directa, o tratás de mantener la alusión hasta donde se pueda. Yo elegí un camino medio. Miré mucho la traducción de Martínez de Merlo, la última que hicieron los españoles, que es muy buena, pero para mi gusto demasiado explicativa”.

¿Cómo traducir la Comedia: en prosa o en verso? “En prosa”, dice Aulicino, “se corre el riesgo de explicar, de traducir explicando. El otro motivo es recrear algún tipo de ritmo, no la tercera rima, pero es necesario que haya algún ritmo. Me interesa poner el acento en el lenguaje, antes que en cualquier otra cosa. Por eso elegí el verso semilibre. A veces se va del endecasílabo, porque me parece que se pierde mucho si esto se respeta, como hace Mitre, por ejemplo. Dante está trabajando con una lengua nueva literariamente, una lengua que no se escribía aunque se hablara. Maneja de manera tal la resonancia de cada palabra que es casi mágica”.

Combinar la tarea de traductor con la de poeta es algo que ha hecho siempre. “Son distintas instancias del lenguaje”, apunta. Aulicino parte siempre de una idea, o de un título. “Idea en un sentido muy vago, algo muy general”. Ocurre con su último libro: Corredores en el parque. “Tengo una obsesión por la gente que corre en la ciudad. Hay una escena en la película Los Cazafantasmas, donde los fantasmas invaden la ciudad y pasa un maratonista fantasma corriendo. Es muy pueril, pero me hizo asociar los fantasmas con los corredores en el parque de noche. Y así surgió el libro”.

La última publicación de Aulicino es su traducción de Pavese para Ediciones del Dock: Trabajar cansa/Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. “La traducción de Alonso tiene sesenta años. Yo la leí cuando tenía veinte años, y era la única que había. Tiempo después lo leí en italiano. No es mala la traducción de Alonso, pero el problema es que no le da mucha importancia a conseguir el estilo coloquial que tiene Pavese”. La fascinación de Aulicino con Pavese empezó con la primera lectura en español, y se afirmó con la posterior lectura en italiano: “Pavese abrió un camino. Más en la generación anterior a la mía. Piglia o Saer siempre citaban a Pavese”. Esta nueva traducción empezó hace diez años, en el mismo bar donde estamos sentados hoy haciendo esta entrevista.


domingo, 29 de abril de 2018

El discurso de apertura de la Feria del Libro, de Claudia Piñeiro


Antes que nada quiero agradecer haber sido elegida para dar el discurso de apertura en esta Feria del Libro de Buenos Aires. La Feria es el evento literario más importante de la ciudad, del país y de la región. Y una de las ferias en español más destacadas del mundo. Vengo a esta feria desde antes de ser escritora. Valoro lo que tiene de literario y también lo que tiene de evento social, de lugar de reunión, de cofradía, de territorio por el que transitan infinidad de personas buscando un libro. Desde que fui convocada a dar este discurso me persigue una pregunta: ¿Qué se espera de un escritor? ¿Alguien espera algo de nosotros? Tal vez sí. O tal vez ni siquiera que escribamos un próximo libro.

Cuando hace ocho años Griselda Gambaro tuvo que dar su discurso inaugural en la Feria de Frankfurt citó a Graham Greene quien había dicho: "Debemos admitir que la verdad del escritor y la deslealtad son términos sinónimos (…) El escritor estará siempre, en un momento o en otro, en conflicto con la autoridad". Me atrae ese lugar para el escritor: el de conflicto con la autoridad. Entendiendo por autoridad –en nuestro caso– el Estado, la industria editorial y los intolerantes que pretenden imponer cómo debemos vivir. Me siento cómoda en un colectivo de escritores para los que la lealtad nunca deba ser con la autoridad, sino con el lector, con el ciudadano, con la literatura y con nosotros mismos. Y retomo el concepto tal cual lo expresó Gambaro: "Así debe ser por razones de sano distanciamiento en la preservación del espíritu crítico, de la disidencia como estado de alerta, si bien es preciso no confundir la disidencia – trabajo de pensamiento – con la estéril rutina del antagonismo sistemático." Quiero apropiarme de esa frase de Gambaro: disentir como estado de alerta, no como antagonismo sistemático. La vida está llena de gestos que tienen un significado y tratamos de decodificar. Nosotros, como escritores, estamos atentos a los gestos que nos muestran la industria, el Estado y por supuesto los lectores. Los nuestros también importan pero solemos creer que alcanza con escribir. Sin embargo, hay determinadas circunstancias sociales frente a las cuales la falta de acción o la falta de gesto explícito también trasmite un mensaje.

Quiero señalar algunos de esos gestos.

Los escritores somos parte de la industria editorial. Reivindico el ejercicio de la literatura como trabajo y nosotros como trabajadores de la palabra. Somos trabajadores dentro de una industria, pero a veces ni nosotros mismos tenemos conciencia de ese status. La confusión puede deberse a que trabajamos haciendo lo que más nos importa en la vida: escribir. Hay textos inolvidables de George Orwell, Marguerite Duras, Reinaldo Arenas, acerca de por qué escribimos. Dice Arenas: "Para mí, escribir es una fatalidad, no una razón; una fuerza natural, no una interpretación". Podría suscribir lo que dicen todos ellos, en especial sumarme a lo que dice Arenas porque creo que cualquiera de esas búsquedas del origen de la propia escritura son posteriores al acto. En el acto de escribir hay pulsión, escribimos porque no tenemos más remedio, porque si no escribiéramos no seríamos quienes somos. Creo en la escritura como una marca ontológica.

Nosotros tenemos plena conciencia de la crisis que atraviesa el sector; somos parte de la cadena de valor tanto como lo son todos los otros eslabones: el accionista que invierte en el negocio, el editor, el imprentero, el librero, el distribuidor, los correctores, los traductores y cada uno de los que trabajan en la industria. Nos gusta lo que hacemos y tal vez, si tuviéramos de qué vivir, lo haríamos gratis. Pero el trabajo se paga. Se nos debe pagar en tiempo y forma lo que vale. Algunas editoriales lo hacen, algunas no. No se trata de tamaños: grandes, medianas o independientes, hay quienes hacen las cosas bien y quienes las hacen mal. En ese sentido yo me siento privilegiada. Pero tengo la responsabilidad de hablar no sólo por lo que me pasa a mí sino por mis colegas.

Más allá de que el 10% por derechos de autor – porcentaje que no tiene otra explicación que "porque siempre fue así"– se liquide semestralmente y sin ajuste por inflación, hay editoriales que pudiendo hacerlo no pagan anticipos y otras que proponen contratos infirmables que no resistirían un análisis ni jurídico ni ético. ¿Por qué los firmamos? Porque queremos ser publicados, porque sabemos lo difícil que es conseguirlo, pero también porque estamos convencidos como El mercader de Venecia de Shakespeare, que aunque el contrato diga que deberemos pagar con una libra de carne, llegado el caso Shylock no será capaz de tomar el cuchillo y cortarnos un pedazo del cuerpo: error. Y porque estamos solos. Hay un estado de indefensión ante ciertos usos y costumbres que deberían ser revisados. Algunos tenemos la suerte de contar con un agente que nos defienda. Algunos tenemos la suerte de trabajar con editoriales que cumplen con sus obligaciones. Pero muchos escritores no. Ante esas inequidades hay una ausencia del Estado. Es poco habitual encontrar diputados que estén pensando leyes que nos protejan. Los jueces no entienden nuestros reclamos. Los distintos actores del poder ejecutivo no dan respuestas a preguntas sobre la continuidad de premios nacionales y municipales, la ley del libro o la jubilación de los escritores. No pretendo que nos digan que sí a todo lo que pedimos, pero pretendo un intercambio de opiniones y una respuesta que demuestre que se nos escucha. La ausencia de gesto también es un gesto. Los dramaturgos y guionistas cuentan con Argentores, que con errores y aciertos, defiende sus derechos. El resto de los escritores no tenemos sindicato en el sentido estricto de la palabra. Tal vez porque somos seres muy solitarios y poco afectos a lo gregario es que nos cuesta reclamar en conjunto y este reclamo no puede ser individual. Tal vez porque sentimos que la literatura tiene que estar por encima de cualquier demanda. Y es cierto, la literatura debe estar por encima de cualquier demanda; pero hoy, en el 2018, los escritores somos un engranaje de una industria que genera bienes y servicios y nuestra tarea tiene que ser honrada como lo que es: trabajo.

Algunos gestos novedosos y positivos. Han surgido en los últimos tiempos colectivos con conciencia de la necesidad de visibilizar lo que nos pasa. Por un lado la Unión de Escritores, que en su razón de ser dice : "Somos un grupo de escritoras y escritores interesados en instalar el debate sobre la figura del escritor en tanto trabajador". Un grupo que iniciaron entre otros Selva Almada, Julián López, Enzo Maqueira, Alejandra Zina, y al que hemos adherido muchos más. Con ese debate, la Unión intenta lograr que escritores con menos experiencia adviertan que si alguien pide la libra de carne, no hay que firmar. Por otro lado está el nacimiento de NP literatura, una Asamblea Permanente de Trabajadoras Feministas del Campo Cultural, Literario e Intelectual que gestaron entre otras Cecilia Szperling, Florencia Abatte y Gabriela Cabezón Cámara. Ya adherimos más de trescientas cincuenta escritoras. NP literatura se define así: Nosotras proponemos diez puntos para un compromiso ético y solidario en la búsqueda de la igualdad de espacios, visibilidad y puesta en valor de la mujer en el campo cultural, literario e intelectual".

Soy mujer y he tenido la suerte de hacer una carrera que me llevó a los lugares donde quería estar. Incluso a lugares que no había imaginado. Pero que en un grupo invisibilizado algunas logremos hacernos ver no invalida la oscuridad sino que la potencia. Me han hecho infinidad de entrevistas relacionadas con la Feria del Libro y en muchas me preguntan cómo me siento, dada mi condición de mujer, por abrir esta edición. Mi respuesta: "El año pasado la abrió Luisa Valenzuela". El error o el olvido denota la discriminación: es "exótico" que se le otorgue ese lugar a una mujer.

Cuarenta y cuatro ediciones, cuatro escritoras. En estos días tuve la suerte y la amarga experiencia de escuchar numerosos ejemplos de discriminación e invisibilización de mujeres en el campo literario: en lo académico, en lo editorial, en lo institucional. No en la elección de los lectores. No en el éxito a lo largo del mundo. Voy a dar un solo ejemplo. Hoy los medios culturales a nivel mundial hablan de la literatura argentina nombrando entre otros pero con mucha mayor frecuencia a Samanta Schewblin, Ariana Harwicz –ambas finalistas del Booker Prize– y Mariana Enriquez. Schewblin y Harwicz viven en el exterior, pero a Enriquez la tenemos a pocas cuadras. Si quieren oírla no la busquen en el programa de la Feria porque acá no estará. Van a tener que ir al Malba cuando converse con Richard Ford. Un afortunado Richard Ford. Quiero marcar esto no como reproche sino para que se vea. Como el mingitorio de Duchamp cada invisibilización grosera de una mujer trabajadora de la literatura debe ser sacada de su lugar y expuesta para que se tome conciencia. Los festivales de literatura y las ferias salvo honrosas excepciones están plagadas de mesas para debatir -entre mujeres por supuesto- si existe la literatura femenina, literatura y feminismo, el papel de la mujer en la literatura. Pero en las mesas de cuento, novela, lenguaje, crítica, las mujeres son minoría o no están. Así como hoy creo que a nadie se le escapa lo políticamente incorrecto que resultaría preguntarle a Obama qué siente haber sido presidente de los Estados Unidos siendo negro, o a Johanna Sigundardottr qué se siente ser presidente de Islandia y lesbiana, llegará un día en que dará vergüenza preguntar qué se siente ser mujer y abrir la Feria del Libro.

Pero más allá de los gestos acerca de nuestros derechos particulares, quisiera ahondar en un gesto que me parece trascendental para definir si se le da importancia o no a la literatura: la formación de lectores. Nadie nace lector. Se llega a ser lector transitando un camino de iniciación. ¿Qué estamos haciendo todos, la industria, los promotores culturales, nosotros escritores y especialmente el Estado para que haya cada día más lectores? Sin lectores no hay literatura. Lo dijo Sartre: "La operación de escribir supone la de leer como su correlativo dialéctico (…) Lo que hará surgir ese objeto concreto e imaginario que es la obra del espíritu, será el esfuerzo conjugado del autor y del lector. Sólo hay arte por y para los demás". Permítanme repetirlo, si no hay lectores no hay literatura.

Hace no mucho escuché a Martin Kohan hablando de un autor argentino que él considera de los mejores escritores contemporáneos y a quien lee muy poca gente. Kohan decía que su trabajo en la Universidad es revertir la situación, formar lectores que aprecien esa literatura y quieran leerlo. No se quejó de que muchos no lo lean sino que expresó la conciencia de la necesidad de formar un lector. No cualquier lector se podrá encontrar con cualquier texto si no se lo entrena. Esta misma necesidad se puede transportar a otros niveles de lectura y concluiremos que hay argentinos que no están preparados para leer ningún texto. La democracia necesita ciudadanos y la lectura forma ciudadanos con pensamiento crítico y diverso.

Aún sin la competencia con la tv, el cine, series o entretenimientos virtuales, si una persona no está entrenada para leer nunca elegirá esa opción. Está claro que si un chico sale de la escuela primaria sin poder leer de corrido no podrá ser lector. Y no hablo de operaciones básicas de lectura como la elipsis, la anticipación, comprender una metáfora, poder hacer relaciones en base a conocimientos previos. Hablo de leer de corrido. Como primer paso tenemos que exigir que los alumnos terminen la escuela primaria con las habilidades indispensables para ser lectores. Lo tenemos que exigir no por la literatura sino por ellos. De otra manera estarán condenados a la exclusión. Es una deuda de la educación que lleva décadas. Luego buscar la manera de transmitir el entusiasmo por la lectura. Si de verdad un país cree en la importancia de leer, la promoción de la lectura debe ser una política de Estado.

Además de lo mucho que esta Feria hace por la promoción de la lectura, hay tres modelos muy exitosos que me gustaría destacar. Uno es el que desde hace años desarrollan Mempo Giardinelli y Natalia Porta López en el Chaco. No he visto nada igual. Cientos de maestros, profesores y promotores de lectura absorbiendo materiales pero sobre todo energía para contagiarla a nuevos lectores. Es una actividad que emociona. El Estado debería apoyarla con vehemencia. Otro modelo de promoción de la lectura exitoso es la Conabip, tan reconocido que en este momento hay personal de esa institución trabajando en el proceso de paz de Colombia, enseñando el modelo de inclusión social que significan las Bibliotecas Populares. Lo que sucede con la Conabip además de deslumbrarme por su tarea, me conmueve porque es una obra de años que pudo sostenerse a través de distintos gobiernos. Las políticas culturales tienen que ser persistentes en el tiempo para que surtan efecto. Si un nuevo gobierno borra lo que hizo el anterior estamos siempre en la línea de largada. He visto la gran labor de la Conabip desde los años en que estaba María del Carmen Bianchi, hasta hoy que la dirige con tremendo entusiasmo Leandro Sagastizabal. No hubo ruptura por cambio de gobierno, el que llegó lo hizo para sumar. Así debería ser siempre. Por último, el Filba Nacional de la Fundación Filba, que cada año se traslada a una ciudad del interior a llevar literatura. El festival está pensado en cada caso para el público local. No son los lectores quienes deben trasladarse sino los escritores; además de que visibiliza autores de la región. Federalismo puro, eso que vemos tan poco a pesar de lo que dice la Constitución.

Por último la pregunta inicial, ¿qué espera el lector de un escritor? ¿qué espera un ciudadano de nosotros aunque no nos lea? En el mejor de los casos, como dije, un próximo libro que satisfaga lo que cada lector busca: suspenso, manejo del lenguaje, personajes inolvidables, entretenimiento, incomodidad, inteligencia, ampliación del mundo propio. Cada lector exige a su manera. Pero además de un próximo libro, ¿se espera que opinemos sobre determinados asuntos de la realidad? Tenemos la habilidad de ver con un lente más fino y mostrar lo que vemos con palabras. ¿Debemos usar esa herramienta? ¿Esperan que lo hagamos? Hay escritores a los que no les interesa esta intervención. Hay otros a los que sí les interesa pero les da temor. Hay algunos a los que les interesa en exceso, tampoco es necesario opinar de todo. Hace un tiempo Juan Sasturain contó en la contratapa de Página 12 cómo trataba de mantenerse en silencio en reuniones familiares o con amigos para no entrar en discusiones. Hasta que de pronto alguien tocaba un tema y al hacerlo trazaba una línea que lo obligaba a dejar claro de qué lado estaba. Coincido con él. El año pasado vivimos acá, en esta Feria, una experiencia parecida cuando se convocó a una marcha para repudiar el intento de aplicar el cómputo de 2X1 a las condenas de militares por sus crímenes durante la dictadura. Muchos de nosotros y la misma Feria del Libro como institución decidimos suspender nuestras actividades para ir a la marcha. Hace pocos días, nos pasó lo mismo a cuatrocientas escritoras que acordamos defender con nuestra firma y con nuestro cuerpo la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Yo sentí en la calle el agradecimiento por esos gestos en aquella oportunidad y ahora, la confirmación de que eran necesarios. Sin embargo nos cuesta apropiarnos de ese espacio de intervención pública. Tal vez sea porque nos incomoda la palabra "intelectuales", como definición del escritor que interviene en la sociedad.

Lo explica muy bien Carlos Altamirano en su artículo: "Intelectuales: nacimiento y peripecia de un nombre". Dice: "El concepto de intelectual no tiene un significado establecido: es multívoco, se presta a la polémica y tiene límites imprecisos, como el conjunto social que se busca identificar". El uso del término en la cultura contemporánea nace en Francia en el año 1898 con el debate por El caso Dreyfus. En 1894, el capitán del Ejército francés Alfred Dreyfus, alsaciano y de origen judío, fue arrestado bajo la acusación de haber entregado información secreta al agregado militar alemán en París. Con pruebas inexistentes o controvertidas, se lo condenó a cadena perpetua en la Isla del Diablo. Aunque luego quedó claro que era un error, los jefes militares se negaron a revisar el caso, sostenían que admitirlo afectaría la autoridad del Ejército. Pero como diría años después Graham Green el lugar del escritor es el de conflicto con la autoridad y Émile Zola se involucró en el affaire. En enero de 1898 publica en L'Aurore su carta abierta al Presidente de la República francesa, Yo acuso. El título se lo debemos al jefe de redacción Georges Clemenceau. Zolá advierte sobre la violación de las formas jurídicas en el proceso de 1894 y exige una revisión. Muchas firmas de peso lo acompañaron: Anatole France , André Gide, Marcel Proust. También muchísimos desconocidos, profesores, maestros, periodistas. A los pocos días Clemenceau hizo referencia a quienes firmaron como "esos intelectuales que se agrupan en torno de una idea y se mantienen inquebrantables". Un nuevo actor colectivo –en palabras de Altamirano– "proclamaba su incumbencia en lo referente a la verdad, la razón y la justicia, no solo frente a la elite política, el Ejército y las magistraturas del Estado, sino también frente al juicio irrazonado de una multitud arrebatada por el chovinismo y el antisemitismo." En cambio Maurice Barrès, en una editorial de Le Journal los descalificó diciendo: "Estos supuestos intelectuales son un desecho inevitable del esfuerzo que lleva a cabo la sociedad para crear una elite". Vuelvo a citar a Altamirano: "El debate sobre el caso Dreyfus deja ver que la apología del intelectual y el discurso contra el intelectual se desarrollaron juntos, como hermanos-enemigos. El conocimiento social es siempre impuro y la lucidez suele ser interesada."

Quizás sea el elitismo la acusación que más nos incomoda. Pero si la palabra intelectual incomoda la solución puede ser usar otra en lugar de no actuar. ¿Cuándo y cómo hacerlo? Cuándo lo sabrá cada uno. Cómo: con nuestros propios recursos. Los escritores tenemos herramientas literarias y lingüísticas que no todos poseen. No se trata de elite, se trata de oficio. De ser trabajadores de la palabra. Voy a destacar hoy tres: la conciencia lingüística, el punto de vista, la composición de los personajes.

La conciencia lingüística es un término que tomo de Ivonne Bordelois en La palabra amenazada. Dice Bordelois: "Pero si esta cultura ataca la conciencia del lenguaje es, en gran medida, porque de algún modo se adivina que en ella, además de la fuerza refrescante de la poesía, reside la raíz de toda crítica. Para un sistema consumista como el que nos tiraniza, es indispensable la reducción del vocabulario, el aplanamiento y aplastamiento colectivo del lenguaje, la exclusión de los matices".

Nosotros tenemos conciencia lingüística y por lo tanto podemos señalar a la sociedad cuando el uso, la desaparición o la apropiación indebida de una palabra es parte de una operación del lenguaje para manipularnos. Hace poco hablé de la palabra vida en los debates por la legalización del aborto. Hoy quisiera traer otra palabra que creo que fue usada de una manera que nos hizo mucho daño: grieta. Todos sabemos lo que es una grieta. Pero la palabra se usó para definir la división de nuestra sociedad por pensar diferente. Si hay una grieta hay dos territorios separados por un vacío. No hay puentes. No hay comunicación posible. Si uno quiere pasar de un lugar al otro para dialogar se cae en una zanja. Los que no se sienten parte de ninguno de los dos sectores están condenados a desplomarse en ese tajo hecho casi de violencia: una grieta no se piensa, no se planea, desgarra la superficie de forma antojadiza. La democracia es pluralidad de voces viviendo en un mismo conjunto y espacio social. ¿Éramos una grieta o el lenguaje operó sobre nosotros y nuestras diferencias para que no haya diálogo posible? Tal vez, si hubiéramos hecho una advertencia desde la conciencia lingüística la historia sería diferente.

Tenemos otro recurso muy valioso: el punto de vista. Nadie mira el mundo desde la misma ventana y por lo tanto no hay una sola imagen posible. Cuando escribimos elegimos desde qué personaje contaremos la historia y eso es una decisión trascendental. El cuento “En el bosque”, de Akutagawa, nos muestra que, en ciertas ocasiones, ni siquiera en un crimen existe una única verdad. Entender el concepto de punto de vista, en vez de dibujar una grieta, podría ayudar a ponernos en la ventana del otro para mirar el mundo, aunque luego uno termine eligiendo la ventana propia.

Por último la composición de los personajes. Cuando creamos un personaje necesitamos que tenga lo que Mauricio Kartun llama tridimensionalidad, que el personaje no sea plano ni maniqueo. Ese requerimiento nos obliga a hacer un ejercicio de humildad: un personaje no piensa ni actúa como nosotros, lo hace desde su propia identidad. Cuando alguien lee también tiene que hacer ese ejercicio. Caminar con los zapatos de otro ayuda a comprender que ese otro vivirá su vida como lo indique su historia personal y su esencia. Y esa comprensión nos puede enseñar a no juzgar, a abrazar aún después de un acto que no compartimos. En dos de mis novelas y en un cuento toqué la temática del aborto. Pero no me arrogué la vida de mis personajes, no los hice actuar como yo habría actuado. En "Tuya", la adolescente que queda embarazada y concurre a un consultorio clandestino finalmente decide no abortar. En el cuento Basura para las gallinas una madre le hace un aborto a su hija con una aguja de tejer tal como vio a su propia madre hacérselo a su hermana. En "Elena sabe", una mujer es secuestrada por otra en el momento que está por entrar a hacerse un aborto; años después la mujer que no pudo interrumpir el embarazo es una persona gris que no ha superado el trauma que le ocasionó tener un hijo contra su voluntad.

He mencionado muchos libros en esta tarde de apertura de la Feria. Esa tarea, la de prescribir lecturas como una entusiasta receta médica, es algo que aprendí de mi maestro Guillermo Saccomanno. Cuando empecé a trabajar con él me entregó una lista de más de cien libros imprescindibles que aún conservo, y a la que le fue sumando generosas recomendaciones a lo largo de los años. Me gusta recomendar lecturas también. Podría entusiasmarlos con distintos libros ahora mismo. Pero dado el debate que hoy nos atraviesa y en mi rol de escritora que sí desea intervenir en la sociedad, quiero dejarles una pequeña lista de novelas, textos de no ficción y cuentos que plantean el tema no sólo del aborto sino del derecho a la no maternidad, una cuestión clave en ese debate. En la buena literatura no encontrarán verdad sino puntos de vista, personajes que ante un abismo toman decisiones según su esencia y nunca, ojalá, preceptores de moralidad.

Va mi lista. Anoten : Lanús, una novela de Sergio Olguín, Pendiente, una novela de Mariana Dimopulos, Hospital de Ranas, una novela de Lorrie Moore, “Una felicidad repulsiva”, un cuento de Guillermo Martínez, Mátate, amor, una novela de Ariana Harwicz, “Colinas como elefantes blancos”, un cuento de Ernest Hemingway, Los príncipes de Maine, una novela de John Irving, La importancia de no entenderlo todo, un libro de artículos de Grace Paley, A corazón abierto, una novela de Ricardo Coler, “La llave”, un cuento de Liliana Heker, Santa Evita, una novela de Tomás Eloy Martínez, Enero, una novela de Sara Gallardo, Palmeras Salvajes, una novela de William Faulkner, Contra los hijos, un libro de no ficción de Lina Meruane, “El curandero del amor”, un cuento de Washington Cucurto, Vía revolucionaria, una novela de Richard Yates. Sumen los suyos y pásenmelos.

Antes de despedirme mi especial recuerdo para Liliana Bodoc, una ferviente trabajadora de la palabra. Liliana fue una mujer que vivió dando gestos, hermosos gestos. Y en disidencia como estado de alerta. A ella también tendrían que leerla si aún no lo hicieron.

Buenas tardes, disfruten la Feria del Libro de Buenos Aires.

Muchas gracias.

sábado, 28 de abril de 2018

El mal rato de los representantes de Macri en la apertura de la Feria del Libro de Buenos Aires

Avelluto y estudiantes
El 26 de abril pasado todos los diarios cubrieron el escandaloso comienzo de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. De todas las coberturas, ofrecemos la de Silvia Premat, para el diario La Nación.

Escándalo en la Feria del Libro:
impidieron hablar a funcionarios durante la apertura

Por primera vez en 44 años de historia, la Feria del Libro de Buenos Aires fue inaugurada entre protestas estudiantiles y con la ausencia en el momento del corte de cintas de representantes de los gobiernos nacional y porteño. Un grupo de unos cientos de estudiantes terciarios de la ciudad de Buenos Aires interrumpió el acto, que había comenzado con total normalidad, con fuertes cánticos y gritos en el momento que fue anunciado el ministro de Cultura de la ciudad, Enrique Avogadro, en el uso de la palabra. Expresaban así su rechazo al proyecto de creación de una universidad para docentes en la ciudad de Buenos Aires (Unicaba) y en especial reclamaban "que se retire el proyecto que propone cerrar 29 profesorados".

El pedido del personal de seguridad a los jóvenes de retirarse de la Sala Jorge Luis Borges , donde se desarrollaba el acto, generó unos breves pero firmes forcejeos; los llamados al orden del presidente de la Fundación El Libro, Martín Gremmelspacher, no fueron escuchados. Solo la voz de la escritora Claudia Piñeiro , parada en medio del escenario vestida de verde en favor de la despenalización del aborto y dispuesta a leer su discurso, logró silenciar a los jóvenes. "Yo estudié en un profesorado de la ciudad, el de matemáticas, y también pido que se retire el proyecto", dijo Piñeiro con evidente intención de buscar empatía con la audiencia en rebeldía. "Estamos todos en el mismo colectivo", les dijo al explicar por qué considera, como dijo Graham Greene, que "el lugar del escritor es el lugar del conflicto con la autoridad".

Con rostros tristes y enojo contenido cumplieron rápidamente con el ritual de la inauguración por los organizadores Gremmelspacher y el director de la Feria, Oche Califa, y por Montevideo, ciudad invitada de honor, el embajador de la República del Uruguay en la Argentina, Héctor Lescano, y el director de Artes y Letras de Montevideo, Juan Canessa.

El ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto , se había retirado instantes antes, después de haber cedido el micrófono a uno de los manifestantes y ante la imposibilidad de pronunciar algunas palabras. "A los fascistas que están en el fondo les pido que respeten el uso de la palabra", había gritado Avelluto apenas tomó el micrófono, luego del discurso de Piñeiro, cuando los silbidos y abucheos iban in crescendo. "No permitir que alguien haga uso de la palabra es un acto fascista", agregó. En la confusión un joven saltó sobre el escenario y, luego de hablar con el ministro, Avelluto le cedió el micrófono diciendo: "Les damos el uso de la palabra; el mismo uso de la palabra que de forma autoritaria ustedes están impidiendo hacer".

Con una remera blanca del instituto donde es consejero de graduados, el Lenguas Vivas, Juan Manuel Sánchez pidió comprensión y apoyo a su reclamo. "No es chiste. Se quiere cambiar el modelo educativo de los profesorados de la ciudad. Este proyecto miente". Luego, en diálogo con LA NACION, Sánchez dijo que frente a la interrupción de la inauguración de la Feria, considera que "es mucho más avasallador que la ministra [Soledad] Acuña no reciba a los rectores y no responda preguntas".

Sin dudas, la gran vidriera que significa la ocasión de apertura del mayor encuentro cultural del país sirvió para amplificar un reclamo fogoneado por la izquierda política.

Gremmelspacher, por su parte, dijo a La Nación: "Alguna vez hemos tenido algunas discusiones, pero nunca nos han cortado el acto. Es poco democrático. Hemos permitido que se expresen con sus gritos y cánticos y que alguien hable, pero no han permitido que las autoridades hablen. Me parece que no es correcto". ¿Por qué el personal de seguridad no sacó a los manifestantes de la sala? "Hubiese generado más violencia -dice el presidente de la Fundación El Libro-. Sacarlos es lo que buscan. Les dimos el espacio de que gritaran y ellos no nos dieron el espacio a nosotros. Una pena".

Como recordó el presidente de la FEL, no es la primera vez que el acto de apertura de la Feria se hace en medio de tensiones. Sacaron chispas varios años los tiroteos verbales entre el entonces ministro de Educación de la Nación del gobierno kirchnerista Alberto Sileoni y el entonces ministro de Cultura de la ciudad de Buenos Aires Hernán Lombardi . También fue bochornosa la reacción de un grupo de intelectuales kirchneristas en contra del discurso de apertura del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa .

En el discurso del presidente de la FEL también hubo reclamos al Gobierno y pedidos concretos. "Hoy, y en ocasión de la apertura de la Feria Internacional del Libro, me veo en la obligación de hacer una descripción del difícil momento que está atravesando toda la industria editorial. A la caída de las ventas de 2016 se suma la de 2017 del 5/10% dependiendo del tipo de editorial. La producción editorial, a su vez, con una caída del 20% según datos del registro del ISBN. Lo que acumulado implica una caída de no menos del 30% en los dos últimos años", dijo. Y continuó: "El aumento de las tarifas, que aún no han llegado a su techo, complica a muchos de los libreros y sobre todo a la industria gráfica. La boleta de luz pasó a ser uno de los principales costos, tornándose en algunos casos impagable".

Sí, la Feria tuvo una primera jornada atravesada por la polémica, pero puertas afuera la música ayudó para apaciguar los ánimos. Pasadas las 20, el cantautor uruguayo Jorge Drexler comenzó el concierto de Noche de la Ciudad.

Sobre la avenida Sarmiento estaba montado el escenario desde donde salían los primeros sonidos de "Al otro lado del río", tema que si bien no es una referencia directa a la Argentina y el Uruguay, se pudo tomar anoche como una licencia poética, ya que Montevideo es la ciudad invitada de honor de esta edición de la feria y Drexler es un músico muy querido de este lado del río, y con una audiencia que siempre aumenta.

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Con la misma fecha y la firma de Luciano Sáliche, el suplemento cultural digital de InfoBAE, también realizó la cobertura de la inauguración.

Escándalo, reclamos y literatura:

cronología de la agitada inauguración de la Feria del Libro 2018


La tarde se planchaba sobria hasta que sucedió todo de golpe. La inauguración de la 44° edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires comenzó cerca de las 18:30 de este jueves húmedo y nublado. En la Sala Jorge Luis Borges del predio de La Rural había políticos, editores, periodistas y lectores con las expectativas puestas en los discursos que, más allá de la creciente convocatoria a la Feria, se preguntarían sobre el presente del industria editorial, sobre todo en el del cierre, a cargo de la escritora Claudia Piñeiro. Sin embargo…

"Señor, señora, no sea indiferente…"
La cronología fue así: comenzó el presidente de la Fundación El Libro Martín Gremmelspacher, quien alertó sobre "los altos índices de piratería", destacó la importancia de "las políticas públicas para revertir la caída del consumo" —ya que sigue bajando la producción de libros— y concluyó en que la Feria es "el evento cultural más importante de Latinoamérica". Continuó el director de Artes y Letras de la Intendencia de Montevideo Juan Canessa ya que esa ciudad es la Invitada de Honor. Y cuando la locutada voz de la presentadora anunció que era el turno de que Enrique Avogadro, ministro de Cultura porteño, subiera al escenario, un silbido allá en el fondo de la sala hizo que todos giren la vista: gritos, papelitos al aire, cánticos y carteles en alto que decían "No a la UniCABA", "No al 29×1", "La educación no es un gasto, es un derecho", entre otras consignas.

Faltaban quince minutos para las siete de la tarde cuando de a poco esa masa de activistas tomó por asalto la atención de todo el lugar y duró más de media hora. El reclamo de docentes y estudiantes es contra eso que el macrismo llama la Secundaria del Futuro e incluye, entre otras cosas, la creación de la Universidad de Formación Docente (UniCABA). Tal como le anticipó a Infobae el año pasado la ministra de Educación porteña Soledad Acuña, se trata de "unificar los 29 institutos de formación en una sola oferta de grado universitario". Lo que los manifestantes que irrumpieron esta tarde sostienen es que con el cierre de esos 29 profesorados se pierden puestos de trabajo atentando contra la educación pública.

Ni bien disminuyó el barullo, la interpelación cantaba: "¡Señor, señora, no sea indiferente, nos cierran los terciarios en la cara de la gente!", y más tarde "¡Que retiren el proyecto!, ¡que retiren el proyecto!"

Claudia Piñeiro, discurso magistral
Estaba previsto que Claudia Piñeiro diera su discurso inaugural más adelante, cuando ya todos hayan hablado, sin embargo ella subió, tomó el micrófono del atril y se paró en el borde del escenario con su manojo de hojas envuelta en un saco de seda verde. Frente al público, dijo con firmeza: "Yo hice el profesorado. También estoy de acuerdo con que retiren el proyecto". Aplausos.

Luego leyó el título de su discurso: "¿Qué se espera de un escritor?" y, tras señalar a los activistas, dijo: "Acá está la respuesta". Para la autora de Las viudas de los jueves, Las grietas de Jara y —la última, publicada el año pasado— Las maldiciones, el lugar del escritor es el del "conflicto con la autoridad, entendiendo por autoridad, en nuestro caso, el Estado, la industria editorial y los intolerantes que pretenden imponer cómo debemos vivir"; también "del espíritu crítico" y "de la disidencia como estado de alerta".

"Los escritores somos parte de la industria editorial. Reivindico el ejercicio de la literatura como trabajo y nosotros como trabajadores de la palabra (…) Tenemos plena conciencia de la crisis que atraviesa el sector; somos parte de la cadena de valor tanto como lo son todos los otros eslabones: el accionista que invierte en el negocio, el editor, el imprentero, el librero, el distribuidor, los correctores, los traductores y cada uno de los que trabajan en la industria. Nos gusta lo que hacemos y tal vez, si tuviéramos de qué vivir, lo haríamos gratis. Pero el trabajo se paga. Se nos debe pagar en tiempo y forma lo que vale".

"Queremos ser escuchados", dijo y volvió a señalar a los activistas que escuchaban atentamente sus palabras: "Lo mismo pasa con esta gente, que es lo que está pidiendo".

De a poco Piñeiro fue tocando muchos temas, todos urgentes: "En estos días tuve la suerte y la amarga experiencia de escuchar numerosos ejemplos de discriminación e invisibilización de mujeres en el campo literario (…) Hoy los medios culturales a nivel mundial hablan de la literatura argentina nombrando entre otros pero con mucha mayor frecuencia a Samanta Schewblin, Ariana Harwicz y Mariana Enriquez. Schewblin y Harwicviven en el exterior, pero a Enriquez la tenemos a pocas cuadras. Si quieren oírla no la busquen en el programa de la Feria porque acá no estará. Van a tener que ir al Malba cuando converse con Richard Ford. Un afortunado Richard Ford. Quiero marcar esto no como reproche sino para que se vea. Como el mingitorio de Duchamp cada invisibilización grosera de una mujer trabajadora de la literatura debe ser sacada de su lugar y expuesta para que se tome conciencia".

"Así como hoy creo que a nadie se le escapa lo políticamente incorrecto que resultaría preguntarle a Obama qué siente haber sido presidente de los Estados Unidos siendo negro, o a Johanna Sigundardottr qué se siente ser presidente de Islandia y lesbiana, llegará un día en que dará vergüenza preguntar qué se siente ser mujer y abrir la Feria del Libro", agregó.

También aseguró que "sin lectores no hay literatura", por eso "la promoción de la lectura debe ser una política de Estado" ya que "a democracia necesita ciudadanos y la lectura forma ciudadanos con pensamiento crítico y diverso". Y sobre el final, mencionó a Liliana Bodoc —recientemente fallecida— como "una ferviente trabajadora de la palabra", a la grieta política ("¿éramos una grieta o el lenguaje operó sobre nosotros y nuestras diferencias para que no haya diálogo posible?") y la sentencia de que "en la buena literatura no encontrarán verdad sino puntos de vista".

Tras el punto final, estallaron los aplausos de todos los presentes. Entonces, Claudia Piñeiro dejó las hojas ya leídas en el atril, volvió al borde escenario y levantó con las dos manos el pañuelo verde a favor del aborto seguro, legal y gratuito.

El escándalo continúa…
Cuando la locutada voz de la presentadora anunció que Pablo Avelluto subiría a hablar, los silbidos volvieron. Sin embargo el ministro puso sus dos manos en el atril y, cerca del micrófono, esperó a que bajen los abucheos. Al ver que eso no sucedía, instó: "A los fascistas… nos costó muchos años y mucho sufrimiento llegar a esta democracia", y agregó: "Desde una perspectiva autoritaria, están impidiendo hacer".

Finalmente y de forma consensuada en el momento, dos de los manifestantes subieron a hablar. Avelluto les dio el micrófono para que expusieran su reclamo, y pidieron "que respeten a los 29 profesorados" y "que retiren el proyecto". Pero cuando el ministro volvió a intentar dar su discurso, no pudo. Entonces, antes los gritos, éste los volvió a calificar de "fascistas e intolerantes". Ya sin demasiadas conciliaciones, espetó a uno de los jóvenes manifestantes que le señalaba en voz alta que la actitud del gobierno no era democrática: "Vos no me vas a enseñar a mí lo que es la democracia".

El reclamo docente
Los activistas, que seguían levantando sus carteles, hablaron con Infobae Cultura"Nos están impidiendo emitir títulos, siguen sin reconocer a cientos de docentes y a cientos de estudiantes que no pueden tener su título. Nosotros tenemos que hacer este tipo de intervenciones porque es la única forma para poder revertir esta situación, que es la situación de toda la educación pública", comenta Maximiliano Mozota, de la CEIT y el Bachillerato popular Chilavert.

Otro de los manifestantes, Juan Manuel Santos —quien habló en el escenario— del Lengüitas, como se conoce popularmente a la Escuela Lenguas Vivas, comenta: "Ahora este acto termina y todos volvemos a nuestras casas y seguimos con nuestras vidas, en cambio con la UniCABA, una vez que se apruebe, no vamos a seguir tranquilos porque muchos de los docentes van a perder sus trabajos", y apunta en este breve diálogo contra la ministra de Educación porteña Soledad Acuña, el subsecretario de Planeamiento e Innovación Educativa Diego Meiriño —ex CEO de la editorial Norma, cuando todavía era de capitales colombianos, antes de la venta a Santillana—y la subsecretaria de Coordinación Pedagógica del Ministerio de Educación Andrea Bruzzo: "No reciben a los docentes ni a los estudiantes".

Por último, María Alegre, estudiante del nivel inicial del Normal N°10 en Belgrano, le dijo a Infobae Cultura: "Queríamos que aparezca Larreta y Larreta no apareció".

Las esquirlas de una tarde agitada
"Permitimos que cualquiera se puede expresar —le dice Oche Califa a Infobae Cultura tras la intervención y la palabra del Ministro— pero el acto debió haber tenido la palabra de los dos ministros". "Pensamos que en algún momento se iban a callar, pero no se detenían", agregó.

Ya fuera de La Rural, cuando regresaba a su casa a pie desde el concierto que dio al aire libre Jorge Drexler —evento gratuito de la inauguración de la feria—, Avogadro habló con Infobae Cultura: "Paradójicamente en un espacio en el que se celebra la palabra, no nos dejaron hablar. Ni siquiera cuando Pablo les cedió la palabra a ellos. Nosotros de todos modos estamos muy contentos y celebramos tener una feria que convoque alrededor del libro a más de un millón de personas y de hecho mi discurso tenía que ver con eso, con un espacio de encuentro". Y concluyó: "Pero lo ocurrido me deja un sabor agridulce, es la imposibilidad de mantener un espacio de diálogo basado en el respeto más allá de las diferencias".

Cerca del ministro Avelluto había mucho enojo, sobre todo con la organización de la Feria del Libro porque no se hicieron cargo de la situación. Se los veía tensos, incómodos y fastidiados. Por su parte Claudia Piñeiro, ante los pregunta de todos aquellos que se acercaron a hablarle después del discurso, fue concreta: "Yo hubiera querido que se escucharan los discursos, pero soy una escritora y, como dije en el texto que leí, un escritor siempre está en conflicto con la autoridad. A mí no me pueden pedir que no me ponga del lado de los reclamos".

viernes, 27 de abril de 2018

De paso por la ciudad, Gustavo Guerrero visita el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

En la segunda charla del año, Gustavo Guerrero, director del departamento de castellano y portugués de la editorial francesa Gallimard y profesor universitario en la Ecole Normale Superieur y la Université de Cergy-Pontoise, habló sobre la circulación de la literatura latinoamericana en Francia, su trabajo como editor, las razones por las que elige tal o cual título para su publicación y el trabajo conjunto con los traductores. Lo hizo con una enorme elocuencia y una todavía mayor claridad como podrá verse  en el vínculo que se pone a disposición de los lectores de este blog:
https://www.youtube.com/watch?v=GO_K1Hwwojg

Gustavo Guerrero (Caracas, 1957) es profesor de literatura y cultura hispanoamericanas contemporáneas en la Universidad de Cergy-Pontoise/Paris Seine y en el Instituto de Estudios Políticos de Saint-Germain-en-Laye. Paralelamente se desempeña como consejero literario de la casa Gallimard para el área hispánica. Estudió letras modernas en la Universidad de Paris III, Nueva Sorbona y se doctoró en historia y teoría literarias con una tesis sobre la poesía renacentista, dirigida por Gérard Genette, en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Durante varios años fue cronista literario de Radio Francia Internacional. Como crítico, ha colaborado con las principales revistas del ámbito hispánico: Vuelta (México),  Insula (Madrid), Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid), Quimera (Barcelona), Diario de Poesía (Buenos Aires), Encuentro de la Cultura Cubana (Madrid) y Letras Libres (México/Madrid). En Francia, es colaborador de la Nouvelle Revue Française. Editó, junto a François Wahl, las Obras completas (Madrid 1999) del cubano Severo Sarduy en la colección Archivos-Unesco. Ha sido asimismo responsable de la edición de los Cuentos completos (Madrid 2006) de Arturo Uslar Pietri, que se publicó en España para conmemorar el centenario del escritor venezolano, y del volumen antológico Conversación con la intemperie (2008), una muestra de la poesía venezolana del siglo XX. También editó Cuerpo plural, antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (Valencia/ Madrid/ Buenos Aires, 2010) y, junto a Fernando Iwasaki, Les bonnes nouvelles de l’Amérique latine, anthologie de la nouvelle latino-américaine contemporaine (2010). Como poeta, es autor de los libros La sombra de otros sueños (Caracas, 1982) y Círculo del adiós (Madrid, 2005); como ensayista, ha publicado La estrategia neobarroca (Barcelona, 1987), Itinerarios (Caracas 1997), Teorías de la Lírica (México, 1998) –obra ésta traducida al francés en la colección Poétique de la editorial Seuil–, La religión del vacío y otros ensayos (México, 2002), finalista del Premio Bartolomé March de Crítica Literaria en Barcelona en 2003, Historia de un encargo: La catira de Camilo José Cela (2008), con la que obtuvo el XXXVI Premio Anagrama de Ensayo, y Paisajes en movimiento, literatura y cambio cultural entre dos siglos (2018). Ha dictado cursos y conferencias en distintas universidades europeas, latinoamericanas y estadunidenses. Fue profesor invitado del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Princeton en 2009 y 2010. Entre 2011 y 2013 dirigió el seminario ALLICCO: Globalización, literatura y cultura en América latina, en la Escuela Normal Superior de Paris. En 2014 fue profesor invitado de la Universidad de Cornell y, en 2015, de la Universidad de Berna. Actualmente dirige el proyecto Mediación editoral, difusión y traducción de la literatura latinoamericana en Francia 1950-2000 (MEDET LAT) en la Escuela Normal Superior de París.

jueves, 26 de abril de 2018

Decíamos ayer...

 Carlos Díaz, Leonora Djament y Damián Tabarovsky

“En el mundo editorial hay preocupación, especialmente en los sellos independientes. Los editores consultados piden un trabajo desde el Estado para “apalancar la industria editorial en el exterior” y esperan que la Feria les dé un poco de oxígeno”, dice la bajada de la nota que Silvina Friera publicó en Página 12, el pasado 23 de abril.

"Necesitamos que el sector 
y el consumo en general se reactiven"


La situación del mercado editorial argentino es cada vez más alarmante. No hay brotes verdes, ni una luz al final del túnel, a días del comienzo de la 44° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que inaugurará el próximo jueves la escritora Claudia Piñeiro. Aunque en 2017 se publicaron 28.440 novedades –según un informe difundido por la Cámara Argentina del libro (CAL)–, lo que preocupa es el descenso en la cantidad de ejemplares: de 84 millones en 2015, se redujo a 63 millones en 2016 y bajó a 51 millones en 2017. El declive es peor, si se compara con los 129 millones de ejemplares de 2014. El ajuste llegó también a las tiradas, que pasaron de 5.000 a 3.000, de 3.000 a 2.000, pero también de 1.000 a 500, en el caso de los sellos editoriales más pequeños. Los editores Leonora Djament (Eterna Cadencia), Víctor Malumián (Ediciones Godot), Carlos Díaz (Siglo XXI), Damián Tabarovsky (Mardulce), Jorge Gurbanov (Ediciones Continente) y Maximiliano Papandrea (Sigilo) tienen la palabra. Desmienten que haya una reactivación en el sector, piden un trabajo desde el Estado para “apalancar la industria editorial en el exterior”, describen las dificultades para exportar el libro argentino y demandan un poco de oxígeno.

“La caída en las ventas en estos últimos dos años es brutal: algunos informes indican un 25 por ciento promedio de baja. Esto, por supuesto, en el marco de una recesión y baja en el consumo, sumado a una inflación que no termina de bajar”, plantea Djament, directora editorial de Eterna Cadencia, a PáginaI12. “Las ventas de Eterna Cadencia Editora están relativamente estables lo cual, en este contexto, nos alivia, pero no nos alegra. Necesitamos que todo el sector editorial y el consumo en general se reactiven, por un lado, y que el trabajo sobre los libros y la lectura se sostenga. No tengo mucha claridad al respecto; no veo señales claras que marquen un cambio en el rumbo. Mantuvimos la cantidad de títulos, pero somos más cautos con las tiradas iniciales y las reimpresiones”, agrega la editora. Malumián, de Ediciones Godot, advierte que la caída de la tirada promedio “siempre es alarmante”. “La tirada tiene una relación directa con la rentabilidad de la editorial y en esa relación muchas veces se juega la supervivencia”, agrega el editor de Godot. 

Desde Siglo XXI, Carlos Díaz señala que el descenso en la producción de ejemplares es producto de la caída en las ventas. “La situación viene mal, muy difícil, y por supuesto sentimos ese impacto en los últimos años. En cuanto a las novedades, en 2017 no llegamos a cuarenta, un poco menos de lo que venía siendo nuestro promedio, por el contexto adverso de las ventas y la sensación de que había que ser cautelosos. Y vimos que esa estrategia de prudencia, con menos libros y tiradas más chicas, no funcionó” reconoce el editor. “Este año decidimos dar un giro y replantear la estrategia, apostando fuerte con lanzamientos importantes, colecciones nuevas, libros con mucho potencial, y un plan que rondará las cincuenta novedades. Sobre las tiradas, las evaluamos caso por caso, pero en general, salvo algunos títulos puntuales, las mantenemos en ese piso de 2000 o 3000 ejemplares promedio, porque menos que eso implicaría tener costos más altos y por lo tanto encarecer los libros y hacerles más difícil el acceso a los lectores, cuando lo que necesitamos es aumentar las ventas, no alimentar un círculo vicioso”. 

Tabarovsky lamenta el descenso en las ventas. “Mardulce es una editorial pequeña que lanza unos diez a doce libros por año, con tiradas iniciales de entre 1000 a 1500 ejemplares. Con mucho esfuerzo, lo hemos mantenido estos años. En cambio, lo que no pudimos sostener es el nivel de ventas: como le ocurre a casi todas las editoriales, nuestras ventas vienen bajando sostenidamente desde 2016”, admite Tabarovsky. “Sigilo nació hace algo más de tres años; es decir que es una editorial todavía en construcción, más allá de que se haya hecho de un buen nombre bastante pronto, y por lo tanto no conoció tiempos mejores con los que comparar”, recuerda Papandrea. “La contracción general del consumo y la caída en la compra de libros, sumadas a la inflación, con los años pasaron de ser un temor de muchos a una realidad de todos, a juzgar por las cifras de ventas y las estadísticas que se divulgan. Como editores independientes, estamos acostumbrados a ingeniárnoslas de mil maneras para tratar de hacer crecer nuestros proyectos, y eso incluye tanto ajustar las tiradas como ser más cautos o inteligentes a la hora de decidir qué libros publicar o cuántos por año”, añade el editor de Sigilo. 

Jorge Gurbanov, de Ediciones Continente-Peña Lillo Editor, precisa que la reducción de las tiradas osciló entre un 30 a un 50 por ciento de las que tenía hasta 2015. “Esta reducción se debe a dos causas fundamentales: la pérdida del poder adquisitivo de la población en general, pero de las clases populares en particular, y la caída del mercado externo debido a la pérdida de competitividad, por el aumento de los costos internos de las materias primas y de los servicios, no correspondido con un tipo de cambio acorde a la inflación y la no existencia de políticas oficiales que fomenten la exportación”, explica Gurbanov.

Precios más amigables
¿Cómo evolucionaron los precios de estas editoriales respecto de la inflación? ¿Aumentaron igual que la inflación, por encima o por debajo? “Nosotros tocamos dos veces al año los precios, pero siempre estamos debajo de la inflación –dice Malumián, de Ediciones Godot–. De hecho tenemos una gran parte del catálogo en un rango de los 200 pesos y adicionalmente nuestro precio de venta promedio ronda los 300 pesos. Las editoriales más chicas suelen tener los precios más amigables”. Djament, de Eterna Cadencia, confirma que los precios de los libros que publica aumentaron “un poquito menos que la inflación”. Tabarovsky cuenta que el aumento fue igual que la inflación, pero en 2016 quedó por debajo. “El precio de venta al público de Mardulce es uno de los más bajos del mercado, lo que nos obliga a vender más ejemplares para alcanzar un punto de equilibrio. Es una decisión que tomamos cuando comenzamos hace seis años y seguimos siendo consecuentes: no nos gustan los libros caros”, aclara el editor. Papandrea, de Sigilo, indica que “el aumento de los costos de producción nos obliga a actualizar los precios permanentemente una o dos veces por año, pero a nadie le interesa que los libros se vuelvan inalcanzables, de modo que naturalmente van quedando por debajo de la inflación para que los lectores puedan comprarlos”. Díaz, de Siglo XXI, también actualiza los precios dos veces al año, aunque siempre quedan un par de puntos por debajo de la inflación anual. “Cuidamos mucho el precio de venta al público para que los libros no sean prohibitivos”. 

Exportar o imprimir en otros países 
Exportar el libro no es fácil. “El problema es que la producción local es cara, sobre todo por los costos del papel y los insumos básicos –afirma Malumián–. El IVA al papel es un tema que se viene reclamando hace tiempo. Hay que pensar muy bien, dependiendo los volúmenes y los costos, intentar hacer impresiones en los países donde queremos comerciar nuestros libros. Mirar la relación de los precios de venta al público de nuestros libros en su relación con otros libros importados, con la producción local del mercado al cual queremos acceder, y por supuesto entender las problemáticas particulares de ese mercado. En ese sentido los colegas internacionales son nuestros principales aliados para pensar co-ediciones o acciones en conjunto”. Djament revela que Eterna Cadencia exporta, desde el comienzo, a América Latina y España, con cierta dificultad. “Hay razones que tienen que ver con cierta fragilidad de los canales de distribución latinoamericanos, problemas de pagos, transportes todavía costosos; pero a esto se le suma precios argentinos poco atractivos por la disparidad entre la inflación y el precio del dólar. Los libros argentinos resultan caros en el resto de los mercados hispanoparlantes y el único modo de exportarlos es a precios exorbitantes o resignando algún beneficio –admite Djament–. Por otro lado, más allá de la presencia de la Argentina en ferias del libro internacionales, no hay un trabajo desde el Estado para apalancar la industria editorial en el exterior”.

Gurbanov, de Ediciones Continente, repasa el panorama de una década atrás. “Después de 2002 con un tipo de cambio favorable y una producción intelectual y de diseño de primer nivel, Continente producía editorial y gráficamente títulos que además del mercado local se colocaban en cantidades de varios miles en los países de habla hispana y Estados Unidos. Hoy lo poco que podemos exportar son títulos específicos y en cantidades muy reducidas. Continente-Peña Lillo se caracteriza por tener su producción gráfica fundamentalmente orientada a ser manufacturada en Empresas Recuperadas y Autogestionadas, las que en estos momentos están atravesando una situación más que crítica, al borde del cierre, por los descomunales aumentos de los servicios y la reducción de la producción de las editoriales”. 

Para Tabarovsky, la pregunta central hoy no es tanto por la exportación, sino por el mercado interno. “Esta política económica lleva inexorablemente a una crisis fuerte del consumo, y más aún del consumo de libros. La industria editorial –y mucho más el sector independiente– corre graves riesgos ya no a mediano plazo, sino en el corto. Exportar siempre fue difícil y seguramente lo seguirá siendo: el precio del libro argentino es muy alto. Las distancias entre los países hispanoparlantes son grandes, la logística complicada y cara, no es fácil instalar autores argentinos no muy conocidos fuera del país”. Mardulce exporta a Uruguay, Chile y México, pero en pocas cantidades. “En España sí estamos bien presentes porque no exportamos, sino que para ese mercado imprimimos nuestros libros allí”, puntualiza Tabarovsky. Buena parte del catálogo de Siglo XXI, confirma Díaz, es exportable porque se trata de traducciones de autores importantes y obras de referencia. “Trabajamos mucho para tener una buena distribución en toda América Latina, y también en España. Desde hace un tiempo, nuestro crecimiento en el exterior está siendo muy fuerte, en parte porque estamos imprimiendo en distintos países, como México, España y Colombia. Estamos profundizando esta estrategia porque exportar libros desde Argentina es cada vez más difícil por los precios que tenemos”. 

A pocos días del comienzo de La Feria los editores se preparan para ofrecer sus catálogos en La Rural. “En las ferias de estos últimos años se sintió el impacto de la restricción del consumo. No fueron para nada una excepción”, comenta Díaz, de Siglo XXI. “Sin embargo, llegamos a esta feria con novedades muy poderosas, con títulos y autores excelentes, como Mario Wainfeld, Horacio Verbitsky, José Natanson, Gabriel Vommaro, Luis Pescetti, Andrea Giunta, y un largo etcétera que incluye traducciones de clásicos como Pierre Bourdieu, Enzo Traverso, Dario Melossi, Didier Fassin- y con una agenda de actividades que incluye mesas de discusión sobre la coyuntura política, sobre la situación de los derechos humanos, sobre la educación y los desafíos en el aula, sobre la historia argentina reciente. La Feria siempre es un momento de mucha adrenalina por el encuentro con lectores, libreros y colegas. En ese sentido, encaramos esta feria con más entusiasmo que expectativa en las ventas, porque somos muy conscientes de las dificultades”. Djament dice que la Feria suele funcionar con “una lógica propia”. “En las últimas ferias nos fue muy bien independientemente del contexto que estamos atravesando. Esperamos que se repita este año a nivel general para darnos un poco de oxígeno a todos los editores”, añade la editora de Eterna Cadencia. A Mardulce, revela Tabarovsky, le fue “mejor” en la Feria que en las librerías en 2017. “El stand de Los 7 logos –que compartimos con otras seis editoriales independientes– está bastante consolidado, es un lugar de referencia en la feria y creo que hemos conquistado un público. Ojalá nos vaya como el año pasado –desea el editor de  Mardulce–. Siempre espero la feria entre optimista y aterrado”.