viernes, 31 de octubre de 2014

Dos versiones sobre el hundimiento del Titanic

García de la Concha aferrado al timón del barco

Publicada en El Confidencial, de España, sin firma, el 24 de octubre pasado, la siguiente noticia está en sintonía con la crisis española. A continuación, y sobre el mismo tema, lo que publicó Luis Alemany en El Mundo, de España, ese mismo día.

El Instituto Cervantes cuadruplica pérdidas (1)

La nave del español en el mundo también se hunde. Tal y como descubre el BOE, el Instituto Cervantes ha tenido unas pérdidas de 19,1 millones de euros en 2013. Las pérdidas de la entidad dirigida por Víctor García de la Concha se han multiplicado por cuatro sólo en un año, en 2012 el saldo en negativo era de 4,5 millones de euros.

Las cifras tienen un origen: el recorte de las subvenciones y transferencias que recibía y la falta de capacidad de aumentar los ingresos propios de la casa. La principal fuente de financiación de la entidad son las transferencias recibidas de la Administración General del Estado, que suponen el 58% del presupuesto de ingresos.

En 2012 recibía 79,5 millones de euros de subvenciones y en 2013 pasó a 51,4 millones de euros, un recorte del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación del 35,3%. Para 2015, el Ministerio ha aumentado la partida destinada a la institución, en los Presupuestos Generales, casi hasta las 115 millones de euros. En 2013 se le asignaron casi 87 millones de euros.

Recursos propios insuficientes 
El Instituto Cervantes sólo aporta a sus arcas, con sus operaciones comerciales, 18 millones de euros, es decir, apenas un 21%. Los más significativos proceden de los cursos de español y de la organización y gestión de los diplomas de español como lengua extranjera. En menor medida, la venta de licencias del curso de español por internet. Las ventas netas no han crecido, a pesar de los recortes previstos en las transferencias: de 1,6 millones han crecido a 1,7 millones de ventas.

Los patrocinios también son nimios, Telefónica aportó la cantidad 300.000 euros, la Fundación Repsol 15.000 euros, Fundación Iberdrola 70.000 euros y el Grupo Mahou 12.500 euros. En las cuentas, el instituto refleja la tramitación de 130.128 matrículas (8.000 menos de las previstas), la impartición de 10.791 cursos (900 menos de los estimados). Sin embargo, las candidaturas inscritas al examen DELE fueron superiores a las previstas (64.163 frente a las 62.300 estimadas).


El Instituto Cervantes cifra en 495.000 euros su desfase en 2013 (2)

"Los 19,1 millones de euros que aparecen en el BOE son ciertos, son papeles nuestros que hemos declarado y que [la agencia] Europa Press ha recogido. Lo que pasa es que ese desfase a nuestra contabilidad financiera, no a nuestra contabilidad presupuestaria". En el Instituto Cervantes explican así la noticia que alertaba esta mañana de que sus pérdidas se habían multiplicado por cuatro en un año: o, en realidad, un poco, de 4,5 millones en 2012 a 19,1 kilos en 2013.

Para los que no somos economistas ni sabemos hacer un balance: cuál es la diferencia entre una contabilidad financiera y una contabilidad presupuestaria: básicamente, que la primera absorbe en un solo año (el pasado) amortizaciones y gastos que en realidad se podrían imputar sobre varios cursos. Como el que compra un coche un mayo, y ese año lo cierra con 15.000 euros menos de los que ha ingresado. A cambio. no tendrá que comprarse un coche en 12 años si todo va bien.

Según ese segundo criterio presupuestario, el Cervantes reconoce un desfase negativo de 495.000 euros entre sus ingresos (100,431 millones) y sus gastos (100,927). Donde lo importante es, según sus representantes, "la merma en las transferencias del Estado, de 79 a 51 millones de euros".

Pero no sólo eso. "Hay que reconocer que no hemos tenido un año de gran éxito de ventas". El Cervantes ha ingresado 33,276 millones por rendimientos de su actividad (enseñanza y expedición de certificados), donde el año pasado ingresó 36,899 'kilos'. ¿Por qué? El derrumbe de la demanda en Portugal y Grecia, "un mercado que para nosotros ha sido muy significativo pero que se ha depauperado muchísimo" es la explicación que alegan en el Instituto. "La demanda potencial es la misma".

¿Y cómo cerraremos 2014? "Hemos subido losprecios de nuestros servicios y certificados en los mercados que están estables o al alza, de manera que podreíamos compensar una caída de hasta el 7% en la demanda de cursos", explican en el Cervantes. Además, los movimientos inmobiliarios este año tocan en la columna de ingresos. El Cervantes ha vendido su centro de Tel Aviv y se ha deshecho con compensación de un contrato de arrendamiento muy gravoso que tenía para el centro de Londres.

En las cuentas publicadas por el Boletín Oficial del Estado, el instituto declaraba que el 58% de sus ingresos en 2013 procedían de transferencias del Estado. Además, hacia reuento de los ingresos por patrocinio, procedentes de empresas e instituciones como Telefónica (300.000 euros), Fundación Repsol (15.000 euros), Fundación Iberdrola (70.000 euros) o Grupo Mahou (12.500 euros).

En el apartado de gastos de personal, el Instituto Cervantes alcanza los 55,7 millones de euros, dos millones de euros menos que el año anterior. El número medio de empleados en 2013 ha sido de 1.049 personas, mientras que cerró el año con una cifra de 1.033 trabajadores (814 de ellos en centros y 219 de ellos en sedes).

En las cuentas, el instituto reflejaba también la tramitación de 130.128 matrículas (8.000 menos de las previstas), la impartición de 10.791 cursos (900 menos de los estimados) u 85 cursos de formación de profesores (dos menos de los previstos). Por el contrario, las candidaturas inscritas al examen DELE fueron superiores a las previstas (64.163 frente a las 62.300 estimadas).

miércoles, 29 de octubre de 2014

Fabio Morábito protesta contra la sordera crónica

El País, de Madrid, publicó en su suplemento cultural Babelia una serie de columnas con el título genérico “¿Es posible un español global?”. Uno de los que contestó, fue el escritor y traductor mexicano –e hincha fanático del Milan (pobre)– Fabio Morábito. Lo hizo el 13 de octubre pasado en los términos que siguen.

Supremacía de la redacción

Empezaría por poner en duda la existencia de los idiomas nacionales, entendidos como realidades compactas e inamovibles. Apenas lo miramos de cerca, un idioma nacional se fragmenta en lenguas y dialectos que se subdividen a su vez en hablas locales. En cada caso, además del acento, vemos cambios en los nombres de los alimentos, de las prendas de vestir, de los utensilios domésticos, de los juegos y de las diversiones, todo lo cual dificulta la comunicación, pero también, si se quiere, la estimula. En este sentido, el llamado español global me parece una entelequia todavía mayor que los españoles nacionales. Ni siquiera la televisión, que ha sido siempre un potente factor de homogeneización lingüística, escapa a la ley de la proliferación incesante de localismos, modismos, jergas y demás usos puntuales y a menudo efímeros (y no por efímeros menos significativos) en los cuales se sustenta cualquier lengua viva.

El español global sólo puede existir en la escritura, como estilo literario. Su optimismo comunicativo sólo puede plasmarse de esa forma. De hecho, existe así. No es de sorprender, porque toda escritura representa cierta normalización del habla y conlleva su potencial globalización. Las revistas de las aerolíneas, para citar un caso, están redactadas en ese estilo global. Dije redactadas, no escritas. El verdadero problema lingüístico actual, en mi opinión, no es la globalización idiomática, sino la gradual supremacía de la redacción sobre la escritura, tanto en ámbitos frívolos como eruditos, un problema que habría que atacar desde la escuela. Mientras la escritura tiene su semilla en el uso oral del lenguaje, y de él se nutre, la redacción nace con una sordera crónica, desligada de los movimientos íntimos del habla, a la que sin embargo remeda groseramente, y de ahí su éxito y propagación inmensa, desde las revistas de avión hasta las académicas.


martes, 28 de octubre de 2014

Las sudorosos y enfáticas reuniones

Ezequiel Martínez publicó el 24 de octubre pasado la siguiente columna en la revista Ñ.  En ella se refiere a la ímproba tarea de correr detrás de las palabras y compara sutilmente los resultados de la labor de María Moliner con la nueva edición del diccionario de la RAE.

Casi un kilo de palabras nuevas

Mi diccionario engordó casi un kilo. En la última década le nacieron 4.680 nuevas entradas, le jubilaron por desuso unas 1.350, la ch y la ll fueron a parar al cementerio de las letras y aún así, entre anabólicos por un lado y dietas por el otro, la flamante 23° edición del Diccionario de la Real Academia Española que se presentó la semana pasada pesa 2,5 kilos (al menos la versión en dos tomos que se distribuye en América Latina), contra el 1,7 kg. de la edición anterior, de 2001. Intenté calcular a cuánto el gramo de palabra, pero los números de esta edición tricentenaria abruman: 93.111 entradas, 195.439 nuevas acepciones, 140.000 enmiendas y 18.712 americanismos concentrados en 2.320 páginas.

Si estas cifras aturden (sobre todo teniendo en cuenta que según un estudio de 2010 realizado por la misma RAE, los jóvenes sólo utilizan un promedio de 240 palabras para comunicarse cotidianamente), entonces la proeza de María Moliner no es de este mundo. Bibliotecaria y ama de casa, esta aragonesa que nació con el siglo XX y murió en 1981, dedicó más de diez años de su vida a compilar ella sola un Diccionario del uso del español sin más herramientas que sus kilómetros de fichas y una máquina de escribir. Para muchos su diccionario ha sido uno de los más revolucionarios, útiles e innovadores del habla hispana. Su único lamento fue no poder terminarlo nunca: cuando llegaba por fin a la z , nuevas palabras le aparecían en la a , y María quería empezarlo todo de nuevo. Por fin accedió a publicar el primer volumen en 1966, y el segundo al año siguiente, luego de que sus editores la convencieran de que estaba construyendo una obra mutante.

Tal vez por esa misma razón, y a pesar de las sudorosas y enfáticas reuniones de los representantes de las 22 Academias de la Lengua Española para ajustar esta nueva edición, el Diccionario de la RAE –como ningún otro– jamás podrá ser perfecto, porque las palabras que lo alimentan corren más rápido que la prisa por atraparlas. Los diccionarios no son un espejo del presente sino un compendio que intenta aproximarse a las últimas respiraciones del habla. El idioma no cesa de moverse; las palabras flotan un día para elevarse al otro o hundirse para siempre en el siguiente. Las nuevas tecnologías son la prueba más contundente de estas mudanzas: el verbo que hoy imponen como moda, mañana quizá perezca sepultado por otro más potente. Hoy tuiteamos, chateamos, blogueamos… mañana, quién sabe.


viernes, 24 de octubre de 2014

Próxima actividad del SPET

En nuestro próximo encuentro, que tendrá lugar el miércoles 29 de octubre a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515), Santiago Venturini expondrá sobre “La importación de poesía extranjera en los catálogos de editoriales argentinas: dos casos”

Santiago Venturini es doctor en Letras por la Universidad Nacional de Córdoba y docente de la carrera de Letras de la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe). Ha sido nombrado recientemente investigador asistente en CONICET. Sus investigaciones giran en torno a la importación de poesía en los catálogos de editoriales literarias argentinas. Como poeta ha publicado El exceso (Torremozas, Madrid, 2008), El espectador (Gog y Magog, Buenos Aires, 2012) y Vida de un gemelo (Iván Rosado, Rosario, 2014). 

Lectura sugerida

Pierre Bourdieu: “Una revolución conservadora en la edición”, en Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba, 2009, pp. 223-264. Traducción de Alicia Gutiérrez.

(Versión original disponible en línea: “Une révolución conservatrice dans l’édición.” En: Actes de la recherche en sciences sociales. Vol. 126-127, marzo 1999, pp. 3-28.)

 A quienes confirmen su asistencia a través de nuestra casilla spet.llvv@gmail.com les enviaremos la lectura sugerida por correo electrónico.

jueves, 23 de octubre de 2014

Lara confiesa: “No es miedo a Víctor García de la Concha, sino respeto a una persona vinculada a esta casa en muchos proyectos editoriales”.

De izquierda a derecha, García de la Concha, José María Fernández Sosa Faro
y Manuel Lara,todos con ponchito porque hacía frío. 

El jueves 9 de octubre pasado, este blog publicó un artículo aparecido en El Confidencial, de España, que, con firma de Carlos Prieto, contaba que  El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España, 1962-1996, del escritor y periodista Gregorio Morán había sido censurado por Manuel Lara, el presidente del Grupo Planeta, impidiéndose la publicación del volumen en el sello Crítica. Entre otras cosas, se decía que, de los muchos títeres que el libro dejaba sin cabeza, algunos resultaban incómodos para los intereses de Lara.

E1 18 de octubre pasado, el mismo Gregorio Morán reveló en una columna reproducida de Caffe Regio las razones de la prohibición: aquél a quien le iban a pisar los juanetes era nada menos que Víctor García de la Concha, ex presidente de la RAE y actual director del Instituto Cervantes. Revelado ese dato, todo se vuelve mucho más sucio y lo que ya olía a podrido en el Grupo Planeta, ahora es hedor confirmado.

“Las malditas 11 páginas”

Tardé diez años en escribir un libro. Tiene un título largo, o por mejor decir tres, que ayudan a entender lo que va dentro: El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España, 1962-1996. Contratado por el grupo editorial Planeta tenía prevista su publicación en la primera quincena de octubre, aunque el texto original estaba en sus manos desde noviembre del 2013. Todo parecía marchar bien, por más que no se tratara de un libro al uso, ni por su volumen -casi 700 páginas- ni por su contenido: la trayectoria de la inteligencia española desde el franquismo hasta el final del felipismo.

Después de cumplir los deberes, que consisten en corregir lo que en términos de edición se denominan “primeras pruebas”, incluso unas “segundas”, tras sortear las variadas y hasta divertidas objeciones del llamado pomposamente “departamento jurídico“, que al menos en mi caso se refiere a un individuo que responde al nombre de Gabino Sintes, que para mayor singularidad se ocupa también de los “derechos de autor”, lo que a mi entender debería llenarnos de inquietud -censor y defensor de los derechos del escritor, diría que son incompatibles-. Pero en este caso se fueron superando. Poca cosa, aunque engorrosa, dada la endeblez del letrado, que era capaz de escandalizarse porque al ínclito don Juan March, antigua leyenda de la delincuencia financiera, se le llamara “pirata”, cuando la misma editorial había publicado su biografía, El último pirata del Mediterráneo.

La edición siguió su curso con una hermosa portada que imprimió primorosamente y a la que acompañaba un texto que por no ser mío sino de la casa editora merece la pena ser copiado. Siempre me he abstenido de hacer las solapas o las contraportadas de mis libros porque no me corresponde y uno se arriesga a hacer un ejercicio de vanidades amparándose en el anonimato. Cualquier profesional del gremio sabe distinguir cuando es el autor quien escribe lo que corresponde a la editorial, se nota en el tono y sobre todo en el error de confundir lo que es importante para nosotros y lo que puede resultar interesante para el lector. El texto redactado e impreso por Editorial Crítica (Planeta) decía así: “Gregorio Morán nos ofrece en este ambicioso libro una historia de la cultura española, y de sus protagonistas, entre 1962 y 1996, precedido de una introducción acerca de sus orígenes en los años cuarenta. La figura del ‘cura’, Jesús Aguirre, actúa como un hilo conductor, pero la realidad es que la abundancia de los ‘mandarines’ -novelistas, políticos, profesores, pintores, músicos…- que pueblan este retablo de figuras y figurones lo desborda por completo. Nos hallamos así ante una historia intelectual de España, seria y documentada, escrita con un sentido crítico y una sinceridad que consigue que los intentos anteriores en este terreno nos parezcan insustanciales. No hay duda de que la obra de Morán va a escandalizar por la dureza de sus juicios, y que va a provocar muchos debates y algunas indignaciones, pero la verdad es que, a partir de ahora, ninguna reflexión sobre la cultura española en la segunda mitad del siglo XX podrá prescindir de referirse a este libro”.

Hete aquí que la editorial consideró que bien podría “prescindir” si no del libro al menos de algunas páginas. Y así fue como el martes, 16 de septiembre, se me planteó taxativamente que o retiraba el penúltimo capítulo -exactamente 11 páginas- o el libro no se publicaba. En 35 años de trabajo, en campo tan minado como es el mundo editorial, no he quitado ni una página y así lo expliqué, añadiendo que, por demás, el capítulo era “una viga maestra” y no podía prescindir de ella. Las gentes de la industria editorial son tan chuscas que alguien llegó a argumentar que tratándose de un texto de casi 700 páginas, retirar 11 carecía de importancia.

¿De qué se trataba? El capítulo de “las malditas 11 páginas”, por utilizar la expresión del presidente del grupo Planeta, José Manuel Lara, se titula “¡Todos Académicos!” y se refiere, como es fácil suponer, a la singular trayectoria de la Real Academia de la Lengua, la RAE, y muy especialmente al periodo que tuvo en Lázaro Carreter y Víctor García de la Concha su mayores conseguidores. Y resulta que hoy día Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes, ¡ay madre mía!, es un auténtico proveedor del mundo editorial y quien, por su experiencia de probado manipulador, el que facilita materiales tan significativos como los productos del castellano dirigidos al mundo entero, empezando por el diccionario de la RAE -más de 400.000 ejemplares, en primera edición-, el negocio editorial por excelencia, que anteayer publicó Planeta.

No conozco personalmente a Víctor García de la Concha, ni ganas, pero sí sé de sus andanzas desde que yo llevaba pantalón corto en Oviedo y él ejercía de magistral, sin serlo, de la catedral de Oviedo, personaje evocador de La Regenta de Clarín. Asturiano de Villaviciosa, cura resuelto a superar una infancia dura, con una historia que hubiera podido escribir Galdós y que ahora nos resulta de otra época; fascista medular, sacerdote rebotado, casado con una de sus feligresas, profesor, trepador siempre, ignorante absoluto y probado, como explico en apenas dos paginitas debeladoras de ese inefable capítulo penúltimo, tan denostado por los encargados del negocio de la cultura. ¡Once malditas páginas!

Todo me da en pensar que alguien le hizo llegar a “Don Víctor” las páginas de “¡Todos Académicos!”, en las que quedaba retratado y él les puso entre la espada y la pared. Y entonces ocurrió lo que Don Vito Corleone convirtió en lema recurridísimo: “No se trata nada personal, son sencillamente negocios”. Cuando yo le señalé al jefe, José Manuel Lara, la singularidad de que hace 35 años era posible que una editorial como la suya le echara un pulso al presidente del Gobierno, que no otra cosa era publicar la biografía de Adolfo Suárez en octubre de 1979, me respondió en hombre del presente, porque los herederos apenas recuerdan los vestigios del pasado, mientras luchan por mantenerse son capaces de todo, incluso de equivocarse porque les ciega el presente y no aspiran a futuro alguno. “No es miedo a Víctor García de la Concha, sino respeto a una persona vinculada a esta casa en muchos proyectos editoriales”.

La censura del business, del negocio, es tan implacable como la política. Por eso no deja de hacer mucha gracia, es un decir, que los nuevos editores o las editoriales bisoñas, pero con lógica ambición de poder, te planteen el enorme interés que tienen en publicarte. ¡Pero no sin antes leer el manuscrito! No quieren entender que si entregas un manuscrito sin contrato estás vendido. Lo aseguro yo, un veterano con muchos años de oficio. Yo no compro a ciegas, dicen ellos; pero los autores no tenemos por qué entregar el producto de nuestro trabajo para que ellos evalúen lo que les interesa. Son como jugadores con ventaja que te hacen el favor de leerte, como quien te mira la dentadura y calibra lo que puedes empujar en la piedra de su modesto molino. ¡Pero de dónde ha salido esta generación de logreros!

En apenas un mes, lo confieso, he pasado de autor veterano a ganado de excepción que debe exhibirse en la feria. ¡A ver qué sabe hacer! Ya no tengo edad para soportar impasible las imposturas de un gremio llamado a la quiebra. Pero queda como experiencia personal, casi generacional, que estamos más predestinados que el Titanic y que, por si fuera poca la broca, no tenemos ni una orquesta que nos asuma en su suerte y nos amenice el final.

Vivimos tiempos jodidos porque nuestra generación, así, en general, se ha vuelto golfa y hemos de buscar algo digno por debajo de los 30, y como he tratado de explicar en El cura y los mandarines, cuando frisábamos por esa edad no nos cabía en la cabeza que algún día “los nuestros” defenderían la censura, asumirían la corrupción y se sentirían cómodos en la estupidez.


miércoles, 22 de octubre de 2014

La francesa Gersende Camenem visita el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

Con el sugestivo título "Tribulaciones de una traductora en Gallimard", Gersende Camenem, asesora y traductora de literatura española y latinoamericana de esa casa editorial francesa, explicó cuáles son las ventajas y las desventajas de trabajar para una editorial tan afamada y llena de tradiciones.

Quienes desen saber más, puede ver la grabación de la velada en
http://www.ustream.tv/recorded/54301078

Gersende Camenen ha traducido al francés cuentos, ensayos y novelas de Rodrigo Rey Rosa, Alan Pauls, Martín Kohan, Christopher Domínguez Michael, Kirmen Uribe, Alvaro de la Rica, Juan Carlos Chirinos, Juan Carlos Méndez Guédez. Es profesora e investigadora en literatura latinoamericana en la Universidad François-Rabelais de Tours, donde estudia actualmente los imaginarios y valores asociados con la lengua francesa en traducciones y textos críticos de escritores latinoamericanos (XIX-XX).

martes, 21 de octubre de 2014

Todo bien reconcentrado, en un creciente mundo único y de mercado instantáneo

Un día después de lo que se publicó en la entrada de ayer –o sea, el pasado 12 de octubre–, el suplemento del diario madrileño El País, publicó el siguiente artículo de Carles Geli, donde se habla del mundo editorial. Agregamos, sin el menor respeto, que la nota, acaso sin quererlo, muestra cómo lo que antes era forma de vida para gente realmente culta hoy se convirtió en una porquería.

El mundo editorial se encoge

En otoño habrá en España libros publicados por Harper Collins (HC) en castellano bajo su sello, asegura a este diario Brian Murray, presidente del conglomerado editorial de Rupert Murdoch, uno de los cinco grandes de Estados Unidos. La sede estará en Madrid, aprovechando la estructura de Harlequin, líder de novela romántica. Esto es así porque Harper Collins, 16º grupo editorial del mundo, adquirió en mayo el sello a la multinacional canadiense Torstar (42)º.

La editorial de Murdoch (10.000 libros al año, catálogo digital de 200.000 obras, Twain, las Brontë, Wells o Agatha Christie publicados originalmente) añade a su imperio una docena de oficinas internacionales que ampliarán su oferta en lenguas extranjeras en Japón, Suecia, Holanda y España, ventana que le puede llevar a América Latina. “El primer año nos centraremos en mercados donde tenemos equipos: España y Brasil. Luego consideraremos expandirnos a Sudamérica”, aclara Murray.

HC anunció su estrategia en Alemania, en la 66ª Feria del Libro de Fráncfort, que acaba hoy. Pero la ofensiva de Harper Collins no es la única de los gigantes de la edición mundial, los más afectados por la contracción de la actividad. En España, Penguin Random House (nacida en julio de 2013 tras el acuerdo entre Pearson, líder mundial, y Bertelsmann, quinto en la clasificación) adquirió en marzo de este año la parte literaria de Santillana (24º). Pero es que la francesa Hachette Livre (6º), que compró Hyperion en 2013, anunció hace tres meses su intención de absorber el grupo Perseus (38º) para reforzar su filial en EE UU. Y Holtzbrinck, número dos alemán, se ha hecho con Weltbild.

La primera razón de la nueva espiral de concentraciones es porque el sector se ha estancado, como muestran las cifras de la International Publishers Association en 40 mercados. Los precios de los libros están estables desde hace años y los mercados, salvo China (crece un 9%) y buena parte de los de Sudamérica —con Brasil y su 8% de aumento a la cabeza, pero sin olvidar México (el 18º mayor) y Argentina (el 26%)— muestran crecimientos cero o negativos. En ellos está el flotador español: desde Seix Barral, Tusquets, Salamandra o Alfaguara admiten que en cinco años se ha pasado de una relación tipo siete a tres de las ventas en España y América Latina a un 50-50%, cuando no es ya claramente un 40-60%. “Hay libros de autores que salvamos por lo que venden allá”, dice una editora que prefiere el anonimato.

La otra razón que empuja a la concentración se llama Amazon, Google y Apple: el sector es consciente de que o coge músculo, o los gigantes de la distribución y la tecnología les arrollarán, aunque Stefano Mauri, presidente del tercer grupo italiano, Mauri Spagnol, recuerda que “hay otras plataformas digitales de libros; y luego la Europa continental puede ver lo que ocurre en Inglaterra sin precio fijo y tomar nota legislativa de ello”. Pero como él dice: “Un cliente de Internet está dispuesto a traicionarte por un céntimo”. Y aun así. “No sé ni si con las fusiones llegamos a tiempo: nuestras facturaciones son minúsculas al lado de lo que mueven ellos”, apunta Claudio López de Lamadrid, director de la división literaria de Penguin Random House.

Los grandes grupos quieren gestionar como sea a los grandes autores de best-sellers. El señuelo: en un creciente mundo único y de mercado instantáneo nadie puede plantearles, dicen, acuerdos globales y de marketing mejores. Hachette lo aplicó hace poco con la flamante Nobel de la Paz Malala Yousafzai. HC, con Patricia Cornwell. “Podemos ofrecer a nuestros autores ser publicados en 15 idiomas más aparte del inglés; el paso del papel al digital ofrece muchas oportunidades”, resume Murray. Un ejemplo: HC da a sus autores desde hace una semana un 10% de derechos más en las ediciones digitales si estos añaden en sus web un botón para comprar libros desde la plataforma de la editorial. “No forzamos a ningún autor o agente. Pero si estamos convencidos de la edición global, haremos ofertas para publicar en todo el mundo que reflejarán esta emoción y aceptarán”.

Los agentes literarios han notado la opresión de una estrategia “que va a más”, reconocen off the recordvarios de ellos en Madrid y Barcelona. En Inglaterra su respuesta no ha tardado: A. P. Watt, de las más antiguas del mundo (1866), se fusionó en diciembre de 2012 con United Agents (2008). En marzo de 2013 lo hacía otra institución, Curtis Brown (1899), con Conville and Walsh (2000). Clásicas y modernas, tradición y audiovisual y redes sociales. Por ahí va el acuerdo que antes de acabar el año deberían dilucidar dos superagentes más: Andy Wylie y la catalana Carmen Balcells.

“Cerrarán las boutique-agency unipersonales que han proliferado y las que dependan de un solo mercado o lengua deberán fusionarse”, dibuja Anna Soler-Pont, de la agencia Pontas, que ha colocado uno de los libros calientes de la feria: el de Milena Busquets. En su opinión, muchos autores no caerán en las trampas de los grandes grupos: “Quedarían secuestrados, nunca les harán trajes a medida y sus decisiones son lentas; además, llegan a quedarse hasta el 50% de las ventas internacionales; las agencias no pasamos del 20%”. En cualquier caso, todo bien reconcentrado.





lunes, 20 de octubre de 2014

Miles de voces a los dos lados del Atlántico

El suplemento Babelia, del diario madrileño El País, dedicó su nota de tapa del 11 de octubre pasado a ver qué anda pasando con el castellano. Así, en un largo artículo con firma del poeta y periodista español Javier Rodríguez Marcos (Cáceres, 1970), se dedica a investigar qué ocurre con el cine en las distintas variedades de nuestra lengua, a indagar sobre lo que piensan Darío Villanueva (vicederector de la RAE), Pedro Luis Barcia (ex presidente de la Academia Argentina de Letras), la editora Adriana Hidalgo, la traductora Selma Ancira, Gerardo Piña Rosales (director de la Academia Norteamericana de la lengua Española) y algunos más. En síntesis, opiniones a las que podrían oponerse otras igualmente o más calificadas.

Guía para un español sin uniforme

¿Qué puede llevar a subtitular en español una película hablada en español? La risa. En septiembre de 2000, durante la proyección en el Festival de San Sebastián de la mexicana La perdición de los hombres, el productor José María Morales reparó en una paradoja: los españoles no se reían; los extranjeros que seguían los subtítulos en inglés, sí. La cinta ganó la Concha de Oro y Morales la llevó a las salas subtitulándola en español de España. Director de Wanda Films y exvicepresidente de la Federación Iberoamericana de Productores Cinematográficos y Audiovisuales (FIPCA), Morales explica aquella decisión: “Lo importante es que las películas viajen. A Ripstein [el director] y a Paz Alicia Garciadiego [guionista] les pareció bien”. Con un recurso tan poco habitual trataba de sortear la barrera de los arcaísmos mexicanos de la película. “Para el productor de títulos como La teta asustada (Perú) o XXY(Argentina), “los modismos son una riqueza; estoy en contra de uniformar la lengua. ¿La solución? Para las obras más autorales, subtítulos. Para las destinadas a un público general, promoción. Antes había más semanas de cine en español. Eso ayudaría a que el espectador se adaptara”.

Damián Szifron
El mes pasado, el argentino Damián Szifron llevó al mismo festival Relatos salvajes, escrita y dirigida por él y producida por El Deseo, la factoría de los hermanos Almodóvar. Sabiendo que su película tendría una vida internacional, ¿evitó los localismos? “Las particularidades de los idiomas me resultan atractivas”, responde Szifron. “Mientras imagino, permito que los personajes se expresen con libertad olvidándome de que se trata de una película”. Reconoce, eso sí, que cuando la productora española se involucró en el proyecto, él volvió sobre el guion: “Lo leí cuidadosamente para cerciorarme de que la incomprensión de alguna frase central no interrumpiera la fluidez de las historias”. No cambió nada: “Tanto a Pedro y Agustín [Almodóvar] como a Esther García [la directora de producción] les pareció que las pequeñas extrañezas de nuestra forma de hablar incluso enriquecían la experiencia del espectador”. ¿Y qué le parece la solución de los subtítulos? “No estaba al tanto de que se hacía”, dice. “Mientras se pueda evitar, mejor. El cine narra con muchas herramientas. El diálogo es fundamental, pero hay otras, y las expresiones de los actores, por ejemplo, completan el sentido de las oraciones. Si bien puede haber alguna pérdida, me parece tolerable; sucede cada vez que leemos un libro traducido o vemos una película doblada. Algo ganamos y algo perdemos. Pero es cierto que cuando se habla muy cerrado o en jerga, el espectador ajeno a esos códigos lo puede padecer”.

Darío Villanueva
Pese a lo chocante del recurso, los subtítulos son una excepción. Lo habitual es que los padecimientos de los espectadores queden mitigados por el contexto gracias a la homogeneidad del español. Cuando el lingüista mexicano Juan Manuel Lópe Blanch comparó el léxico del DF con el de Madrid llegó a la conclusión de que el 97% de las palabras eran comunes. Lo cuenta Darío Villanueva en su despacho de la Real Academia Española. La corporación de la que es secretario y la asociación que reúne a las 22 academias de América y Filipinas lanzarán el próximo jueves una nueva edición delDiccionario de la lengua española. La última apareció en 2001. Con 93.111 artículos (por 84.431 de la anterior) desplegados en 2.376 páginas y a un precio de 99 euros, será la 23ª desde que en 1780 el primer repertorio de uso relevara a los seis tomos del venerable Diccionario de autoridades, de 1726. Dejando a un lado que incluya términos como tuitear, feminicidio, precuela, hacker o externalizar, ¿qué lo hace especial? Al menos tres cosas: que si la RAE nació en 1713 (con 8 miembros, hoy son 46) fue para hacer un diccionario con criterios modernos, que no será el último en papel, pero sí el último pensado para aparecer antes en papel que en versión electrónica, y que será el más panhispánico: 19.000 de sus casi 200.000 acepciones son americanismos.

Si el futuro de los repertorios lexicográficos es digital —Villanueva dirigirá en noviembre un simposio internacional sobre lo que él llama “casi una refundación” del diccionario—, el futuro del español es americano. Mucho ha llovido desde que a finales del siglo XV Nebrija incluyera en su vocabulario hispanolatino la primera palabra americana del castellano: canoa. ¿Cuál ha sido el principal factor de cohesión del español? ¿Por qué no ha reproducido las diferencias que una lengua tan cercana como el portugués tiene con su equivalente brasileño? “En portugués”, explica el secretario de la RAE, “no existe una norma ortográfica unificada. Además, está la dimensión demográfica. Hoy la cohesión del español viene de un mundo empequeñecido gracias a los medios de comunicación y a los movimientos de las personas en ambas direcciones”.

Domingo Fuastino Sarmiento
A los factores del presente se le suman además los del pasado. A partir de 1820, con las independencias de las repúblicas americanas, algunos le auguraron al castellano una fragmentación similar a la del latín. Pese a extravagancias como la de proponer el francés como lengua oficial para Argentina, lo cierto es que el español sirvió como elemento de cohesión de los Estados recién nacidos: en muchos de ellos, la dispersión de las lenguas indígenas hacía necesaria una común. Con todo, el presidente argentino Domingo F. Sarmiento promovió una ortografía que reflejara, por ejemplo, el seseo mayoritario en América: en lugar de ceniza se escribiría senisa. Por entonces, y para atajar el cisma, la RAE nombró académicos correspondientes al otro lado del Atlántico y animó la creación de sus academias. La primera, en 1870, la colombiana. La ecuatoguineana está hoy en fase de constitución en África. “Con las academias de América”, explica Villanueva, “se estabiliza la norma gramatical y ortográfica, que luego, y esto es clave, se difunde en el sistema educativo”.

No obstante, el español de España siguió funcionando como patrón de prestigio. Hasta 1934 no se permitió sustituir patata por papa en documentos oficiales argentinos. Tal vez por eso José Antonio Pascual habla de la importancia de las mentalidades. Además de vicedirector de la RAE, Pascual es el responsable del Diccionario histórico, una obra exclusivamente digital que ha completado 1.000 de sus 75.000 entradas (que podrían llegar a 150.000). La falta de medios hace ser pesimista a Pascual, un erudito bienhumorado que colaboró con Joan Coromines en su mítico diccionario etimológico. “En el Histórico trabajan tres personas”, dice. “A 200 palabras por persona y año, calcula”. Dado que su trabajo consiste en seguir el rastro a todas las palabras que han existido en español —“las que encontremos”, matiza él—, ¿podría decirse que ese idioma es más global que nunca? “Sí”. Tras evocar la globalización de la aldea hispana, Pascual añade una razón: “Ahora estamos a favor”. Y se explica: “No hay nada en la lengua que no exija una adaptación mental. Pensemos que la gramática recomendaba en los años treinta evitar el seseo, ¡el seseo! Yo mismo hace años corregí en mi ejemplar de una novela de Vargas Llosa la expresión ‘de rompe y raja’ tomándolo por un error. La literatura hispanoamericana, su calidad y su difusión, ha ayudado mucho. Y la televisión. En Salamanca puedes oír chévere por influencia de los culebrones”. La lengua, dice Pascual, se ha vuelto más homogénea y más “distinta” a la vez: “Hoy la norma no tiene un solo foco”. Hay además palabras de ida y vuelta. “Ahora se usa en informática, pero los de mi generación empezamos a oír amigable por las traducciones chilenas y argentinas de las novelas policiacas”, cuenta. “En España se decía amistoso, que es más reciente, lo tradicional aquí eraamigable. Como se sabe que coger es un tabú en ciertos países, muchos hablantes tienden a evitarlo. Por cierto, es un verbo que se usaba mucho en las definiciones de los diccionarios y ahora tratamos de corregirnos”.

Pedro Luis Barcia
Al otro lado del Atlántico, Pedro Luis Barcia, expresidente de la Academia Argentina, reconoce que la política panhispánica da sus frutos: “Se ha aventado la desconfianza americana acerca de que cada español tenía un emperador idiomático en el bolsillo, porque hemos superado complejos de inferioridad y hoy nos sentimos herederos de todo el español. ‘Todo lo que hablamos lo hablamos entre todos’, diríamos con variante de la frase que Giner de los Ríos escuchó al labriego. La convivencia de las diferentes regiones lingüísticas con sus propias normas cultas diferenciadas ha consolidado esta perspectiva renovadora. En mi pueblo decimos que somos más desconfiados que un tuerto con dos canastas: hemos empezado a confiar en todos los partícipes de la ASALE [la asociación de academias]”.

La confianza de Barcia vale el doble si se piensa que fue muy crítico con la Ortografía académica publicada hace cuatro años. No le gustó que propusiera opciones en lugar de dictar normas y atribuye al peso de México y España algunas decisiones polémicas. Baste pensar en el incendio provocado por el baile de nombre de las letras: la i griega como ye o la be baja/corta como uve. “Hay”, dice el académico argentino, “dos imperios, el español y el azteca, que deben convivir sin imponer sus razones: uno, la histórica, y el otro, la numérica [México es el país con más hispanohablantes del mundo]. Y en medio estamos los demás. Si no hay acuerdo, cada cual dispara para su feudo. Si en algo debemos ceder todos es en favor de la simplificación del código ortográfico, que es, junto a la rotundez del fonético en español, una afirmación de unidad interna y un reaseguro para la expansión como segunda lengua”. Pero ¿no es la opcionalidad una forma de respeto a la diversidad? “La opcionalidad es el cáncer de la ortografía. La diversidad la podemos mantener en el léxico, en la fraseología, en las tonadas…”.

Después de apuntar “un detalle erudito desconocido: el primero que usó la voz panhispánica fue Amado Alonso, en 1927, en una revista argentina, El Hogar”, Barcia admite que el español es hoy más global que antes y que los hablantes aceptan mejor las variantes regionales que les son ajenas: “El crecimiento es lento pero firme. El negocio económico de la lengua empuja a ello (las traducciones, las películas, las telenovelas). Es una causa interesada en lo suyo que ayuda a todos y beneficia al poder expansivo del español. El criterio de optar por la voz que usa el mayor número de hablantes es muy lícito. Hoy estamos, en la mayoría de las naciones que hablan la lengua común, en un 95% de español general y un 5% de local. La versión en línea de los diarios ayuda. La radio, la vía más penetrativa, sigue demasiado atada a lo regional, por su impronta coloquial. Lo probamos cada día que las variantes locales se allanan sin mucho esfuerzo entre los hablantes”.

Adriana Hidalgo
La editora Adriana Hidalgo comparte la opinión de su compatriota sobre la facilidad para sortear localismos, pero con matices. Lo que en una obra original es riqueza, en una traducción puede ser un chasco. Y recuerda una versión de Salinger con la palabra gilipollasen la primera página: “Sabiendo que el autor no es español, como que me hacía ruido”. Trata de que las traducciones de su editorial, que a veces vende a algún sello español, estén hechas en un “lenguaje puro”. De entrada, usan el  y no el vos. “No se nos ocurriría hablar de , pero sí lo leemos. Pensamos en un término usado en todas partes, no en uno porteño. Todo sin caer en lo aséptico, porque no suena lindo”.

Selma Ancira
Según la mexicana Selma Ancira, premio Nacional de Traducción en España en 2011 y Premio de Traducción Literaria Tomás Segovia en México en 2012 por sus versiones del ruso y el griego moderno, hay textos que piden localismos y textos que piden neutralidad. Afincada en Barcelona desde hace 28 años, Ancira trabaja tanto para editoriales mexicanas como españolas y lo primero que necesita saber es a quién se dirige “para emplear, por ejemplo, el vosotros de ustedes o el ustedes de nosotros”. A veces la diversidad es una aliada. Cuando tradujo Loxandra, una novela de María Iordanidu que transcurre en Estambul y en Atenas, usó el español de México para el primer escenario y el de España para el segundo. “El carnicero a veces ofrecía guajolote, a veces pavo”, cuenta. “Así el lector en español sentía las diferencias que siente el lector original con el griego de cada ciudad. Hay que ensanchar las fronteras del español, no hacerlas más angostas. Si lo encerramos, lo empobrecemos. A veces una pincelada da alas a la traducción: cuando está resuelta con sensibilidad no se ve al guajolote”. Hay además un género con el que tiene especialmente presente al receptor de cada país: el teatro, donde la naturalidad es innegociable. “Aunque no adaptamos a Valle-Inclán para representarlo en Veracruz”, matiza. “Algún día le pasará a las traducciones. Cuando hayamos ensanchado las fronteras”.

Entretanto, el mundo sin fronteras del ciberespacio también tiene sus leyes. El próximo 29 de octubre, la editorial Planeta publicará en todos los países de habla hispana After. En mil pedazos, primera entrega de una tetralogía escrita por la estadounidense de 25 años Anna Todd y traducida por Vicky Charques y Marisa Rodríguez. La novela, nacida como fenómeno de fan fiction (sobre el grupo One Direction), generó mil millones de impactos en la plataforma Wattpad antes de convertirse en libro. Para explotar debidamente el filón, Planeta ha salpicado el primer tomo con números que remiten a una aplicación en la que el lector debe responder a una pregunta. La respuesta es una palabra escrita en la página de la que partió. Si acierta, el lector accede a contenidos extra. La editora María Guitard cuenta que al seleccionar esas palabras buscaron términos universales: vida, libro, verdad, mensaje… De las 50 de la lista, tan solo uno no pasó la criba del español global: magdalena. En México le dicen panquecito. Tuvieron que buscar otro para que el invento funcionara. También el marketing —en castellano antiguo, mercadotecnia— quiere ser panhispánico. Por eso hablan de los fans del libro como de “la comunidad que nunca duerme”. Lo mismo podría decirse de las palabras del diccionario.

Al español, no obstante, le queda una prueba de fuego. Hasta ahora ha convivido en España y América con lenguas minoritarias. En Estados Unidos la población hispana ronda los 52 millones pero tiene como vecino al inglés. ¿Afectará a su homogeneidad la vecindad del gigante? “Todo dependerá de que los hispanounidenses tengan acceso a la educación”, contesta Gerardo Piña-Rosales, director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), que se queja del “triunfalismo huero” de los políticos españoles: “Se les cae la baba cada vez que hablan de los hispanos en EEUU. Pero, ¿qué ha hecho el Gobierno español por una institución como la ANLE? Nada”.

Gerardo Piña Rosales
De vuelta a la lingüística, y dado que en Nueva York o Los Ángeles conviven hablantes de español de muchas procedencias, ¿la lengua se vuelve homogénea limando localismos de origen? ¿Qué idioma resulta? Precisamente, la Academia Norteamericana tiene una comisión dedicada a estudiar la posibilidad de crear una norma del español en los EEUU. “Nos parece un problema fundamental”, cuenta Piña-Rosales. “Por ejemplo, tratamos de utilizar un español, no diría neutro, pero sí universal. Me refiero, por ejemplo, al uso del español en los documentos oficiales del Gobierno de los EEUU, con el que hemos firmado un convenio. A veces el problema no está en evitar un localismo sino en que el español que se emplee haga referencia a una realidad cultural estadounidense. En otras palabras, no traducimos palabras, sino conceptos”. Respecto al esplanglish, objeto de grandes temores, la anterior edición del RAE —y todavía suedición digital— lo definía como “modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos, en la que se mezclan, deformándolos, elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés”. Esa definición, aclara Gerardo Piña, no es la que propuso la ANLE. En la edición impresa del DRAE que se presenta la semana que viene se ha modificado esa definición: desaparece el términodeformándolos. "Nosotros no hablamos de deformación, porque nos parece demasiado simplista". Su opinión ha pesado. Como los diccionarios, el español de hoy tiene miles de voces.



domingo, 19 de octubre de 2014

Lo advertimos para los despistados: no es en la sede de Florida, sino en la sede de Paraná 1159



Próxima actividad del
Club de Traductores Literarios de Buenos Aires  
Martes 21 de octubre – 19 hs.

Gersende Camenen
"Tribulaciones de una traductora 

en Gallimard"

 Gersende Camenen es asesora y traductora de literatura española y latinoamericana en Gallimard. Ha traducido al francés cuentos, ensayos y novelas de Rodrigo Rey Rosa, Alan Pauls, Martín Kohan, Christopher Domínguez Michael, Kirmen Uribe, Alvaro de la Rica, Juan Carlos Chirinos, Juan Carlos Méndez Guédez. Es profesora e investigadora en literatura latinoamericana en la Universidad François-Rabelais de Tours, donde estudia actualmente los imaginarios y valores asociados con la lengua francesa entraducciones y textos críticos de escritores latinoamericanos (XIX-XX).

viernes, 17 de octubre de 2014

Los diccionarios son obras de orientación que no deben tomarse con histeria, siempre y cuando no les arruines el negocio a los académicos de Madrid

Continuando con los festejos por la aparición de una nueva edición del DRAE, copiamos una noticia, subida el 14 de mayo por el Monitor Universitario, de México, también incluida en elcastellano.org, de Ricardo Soca.

La Academia Mexicana de la Lengua 
buscará independizarse de la RAE

Por
considerar que el diccionario de la Real Academia Española es inequitativo con las expresiones que se utilizan fuera de la Península Ibérica, es que la Academia Mexicana de la Lengua (AML) buscará independizarse.


El reto es por lo tanto generar un diccionario tan amplio, y mejor, que el diccionario de la institución europea (DRAE), pues son necesarios recursos verdaderamente equitativos y que reconozcan las hablas locales, comentó el director adjunto de la AML, Felipe Garrido, al término del sexto congreso regional celebrado en la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA). 

En compañía de la jefa de gabinete de la Comisión de Enlace de la AML, y el académico correspondiente para Aguascalientes, Felipe San José González Garrido, recordó que en 2010 se publicó la primera edición de un diccionario de mexicanismos a cargo de la AML, con el que se busca arraigar la idea de que los modismos regionales (formas particulares del español) son totalmente legítimos, por lo que se prepara una segunda edición que hasta el momento ha duplicado el tamaño de su antecesor.

Al respecto, expresó que esta acción plantea las bases para un gran diccionario que registre la gran diversidad lingüística del país, y se avanza hacia la independencia de academias de lengua española, pues consideró que el DRAE sigue siendo el diccionario central para los hablantes del español, a pesar de que no es equitativo. 

Sobre el tema, manifestó que los diccionarios son obras de orientación que no deben tomarse con histeria, pues aunque no existan algunas palabras en él, si se usan, deben respetarse. Esto lo ejemplificó con vocabularios derivados de lenguas extranjeras como el inglés o el francés, que en España son reapropiados, como güisqui o jersey, mientras que en México siguen conservando varios de sus elementos, como sandwich o futbol, a diferencia del sándwich o fútbol para la comunidad española. 


De esta forma indicó que no se pueden evitar los debates porque el DRAE está hecho allá, por lo que debe generarse un diccionario de tal magnitud por cada academia, pues aunque existe el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPN) que describe cómo se dice en distintos países una cosa, este documento se puede considerar como un intento por imponer a todos los pueblos de habla española los usos de España, más que defender las diferencias. Simplemente, dijo, en el DRAE se indican argentinismos, mexicanismos o colombianismos, pero no españolismos, por lo que no es un mamotreto equitativo.

Por otra parte, Felipe Garrido mencionó que de acuerdo a especialistas en todo el mundo, desaparecerán al menos la mitad de las 3 mil lenguas que actualmente se conservan, debido a la falta de uso y la globalización; pero el español seguirá en expansión por ser utilizado por cerca de 400 millones de personas en el mundo y la segunda lengua más estudiada; sin embargo, existen lenguas que podrían extinguirse, como el kiliwa que sólo es empleado por nueve personas en Baja California, y otro sólo es conocido por un matrimonio de más de 80 años de edad. 

jueves, 16 de octubre de 2014

DRAE: una nueva edición de un mal diccionario

Contribución de Diego Capusotto
a una futura edición del DRAE

Hoy se presenta en Madrid una nueva edición del desprestigiaido Diccionario de la lengua española, elaborado por la Real Academia. 

Como era de esperarse, está lleno de concesiones a los problemas de pronunciación de muchos hablantes peninsulares reflejados luego en la escritura, como, por ejemplo,“baipás”, “bluyín”, “dron”, “espray”, “esmog”, “orsay”, “óscar”, “pósit”  (por los papelitos autoadhesivos), “jipismo”, etc.. No sólo eso, sino que también es abiertamente racista en otras y políticamente incorrecto, como cuando desvaría con palabras como "gitanada" (definida como “engaño”), "judiada" (“acción mala”), "femenino" (“débil, endeble”), "trabajar como un negro" (ofensivamente equivalente a “trabajar mucho”), etc, Como broche de oro, a diferencia de otros diccionarios, es tautológico donde debe ser preciso (cfr. la definición de la palabra "imagen").  

Entonces, a modo de sentido homenaje, si no de alegre responso (que se define como “rezos que se dicen por los difuntos”), la siguiente nota, firmada por Alfredo Dillon y publicada en la revista Ñ del 14 de octubre pasado, donde José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras, se refiere al mamotreto.

La fuerte influencia de España en el idioma está en retroceso

Cada vez que se actualiza el Diccionario de la lengua española , resurge el debate sobre el rol –para muchos, “imperialista”– de la Real Academia Española, históricamente más poderosa que las academias americanas, aunque en España hay 45 millones de hispanohablantes y en América alrededor de 400.

Las academias americanas participaron de la elaboración del nuevo diccionario, pero el lugar elegido para su presentación fue Madrid, y la decisión final de incorporar o no cada palabra quedó en manos de la Real Academia, tras un proceso de consultas y sugerencias de los lexicógrafos americanos.

Lo cierto es que la mayoría de los términos americanos recién aceptados ya formaban parte del Diccionario de americanismos editado en 2010, que recogía los vocablos utilizados por los hablantes desde la Patagonia hasta México.

José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras, dijo a Clarín que esta nueva edición “tiene una mayor presencia del español americano”. Pero admite que la Real Academia solo ha incorporado la mitad de los argentinismos recogidos en el Diccionario del habla de los argentinos , elaborado en nuestro país y cuya última edición recoge más de 4.000 palabras.

De todos modos, reconoce Moure, “hay una política de dar más participación a las academias americanas, con el objetivo de obtener una obra que sea más representativa de toda la lengua española. En la nueva edición no solo se ha incrementado el número de vocablos provenientes de América, sino que también se han eliminado muchos localismos peninsulares y voces caídas en desuso”.