martes, 17 de junio de 2025

Aurelio Asiain y un libro singular

"En Muy diversas versiones, el poeta y traductor mexicano convierte el acto de traducir en una conversación lúdica y erudita con autores de todos los tiempos." Esto dice la bajada de la nota publicada por Armando Gonzàlez Torres, en Milenio, de México, el pasado 13 de junio, a propósito de un nuevo volumen de traducciones de Aurelio Asiain.

Aurelio Asiain y la traducción como tertulia poética

La traducción es una de las formas más venturosas de la conversación que busca trascender las fronteras de opacidad e indeterminación entre las lenguas. Como la conversación, la traducción es una empresa colectiva en la que participan, al menos, el traductor y el autor, así como los lectores. Muy diversas versiones de Aurelio Asiain (Grano de sal, 2025) es un libro de traducciones, directas e indirectas, así como de anotaciones y varia reflexión sobre el oficio de traducir, el arte de la poesía y los conceptos de creación y autoría.

El elenco tan variado de textos traducidos, desde el Rig Veda y Ovidio hasta los poetas ucranianos de hoy, muestra el carácter lúdico y placentero del trabajo del traductor y su renuncia a la adscripción a un solo idioma, una época o una tendencia. A diferencia del profesional que traduce sistemáticamente y por encargo, este traductor selecciona por amor o capricho y emprende una dichosa errancia.

En este convite poético convergen invitados de Oriente y Occidente (aunque resaltan las y los poetas japoneses), célebres y desconocidos, ascetas y libertinos, antiguos y contemporáneos. Sus tópicos van desde los más frecuentes y solemnes (la brevedad de la vida, la ilusoria realidad, la dualidad amor y odio) hasta los más ligeros (poemas sobre el pene u odas a la degustación de ostras y almejas) o los más inusitados y entrañables (el elogio del amor conyugal de viejos o la elegía a un bastón). Además del ramillete de versiones, este libro ofrece un conjunto de disquisiciones sobre temas y formas poéticas paradigmáticas en las diversas tradiciones o sobre distintas modalidades de traducción.

Porque la traducción requiere conocimiento de al menos otro idioma, pero, sobre todo, intuición, imaginación y arrojo. De ahí la admiración del autor por aquella estirpe de traductores que, sin miedo a la traición, buscan, más que ilusión de la literalidad estricta, la coincidencia feliz entre dos lenguas. Se trata de reconstruir el impulso y el efecto milagroso de la poesía en otro idioma, mediante los procedimientos más heterogéneos.

Asiain acecha sus poemas y se los apropia con respeto pero con audacia, dialoga con antiguos traductores o con las versiones intermediarias, rastrea parentescos lejanos y analogías sorprendentes, recrea los contextos, esboza figuras y anécdotas memorables y, a menudo, incurre en gozosos paréntesis y divagaciones. El texto traducido es un pretexto para abrir la conversación y el resultado son varias cosas: declaraciones de afinidad con un autor, desafíos técnicos e intelectuales y, sobre todo, una sabrosísima tertulia literaria.

Por lo demás, esta actividad de traducción y reflexión se convierte de manera espontánea en una preceptiva para la lectura de poesía y enseña a practicar desde la actitud simultánea de alerta y relajación de los sentidos que requiere el acercamiento al texto poético hasta la apreciación de la factura técnica o el alegre abandono a los placeres del oído.







lunes, 16 de junio de 2025

"No controla el lenguaje, solo recoge los significados, como quien cosecha"

En su columna del pasado 15 de junio, en el diario Perfil, de Buenos Aires, el escritor y traductor Guillermo Piro (foto) reflexiona sobre un problema que suelen traer los diccionarios, pero en el cual el de la Real Academia es campeón

De judíos, suecos y borrachos

Un borracho busca un manojo de llaves bajo la luz de un farol en la calle. Un transeúnte se acerca para ayudarlo y lo acompaña en la pesquisa, pero al no dar con las llaves le pregunta al borracho: “¿Está seguro de que las perdió acá?”, y el borracho responde: “No las perdí acá, las perdí en la otra cuadra, pero busco aquí porque hay más luz”. El chiste no resultaría tan amargo si no fuera porque hay gente que se comporta igual que el borracho, buscando soluciones donde las soluciones no están.


En septiembre de 2024 un juez argentino hizo un pedido insólito a la RAE (Real Academia Española): suprimir del Diccionario de la lengua española la definición de la palabra “judío” como “persona avariciosa y usurera”, alegando que tal definición configura “un discurso de odio que incita a la discriminación por motivos religiosos” y ofende a la dignidad humana. El pedido del juez roza la extravagancia o la estupidez, depende de cómo se lo mire, como puede resultar extravagante o estúpido el borracho que busca las llaves no donde las perdió, sino donde hay más luz. El diccionario (cualquier diccionario) no hace más que dar cuenta de las distintas acepciones que una palabra puede tener. El diccionario no opina: es como el agua, no tiene opiniones. No controla el lenguaje, solo recoge los significados, como quien cosecha. Arturo Pérez-Reverte, miembro de la RAE, define bien su labor: “El Diccionario de la RAE no es la policía normativa del lenguaje, sino el notario que levanta acta de cómo se utilizó y cómo se utiliza ahora el lenguaje”. En resumen: la RAE está después del lenguaje, no antes. No establece los significados, simplemente hace acopio de ellos.

Emulando al juez argentino, la embajada de Suecia en España acaba de lanzar una campaña tendiente a cambiar el significado a la expresión “hacerse el sueco”, expresión que alude a fingir que no se entiende o no se sabe para evitar responsabilidad o compromiso, y que probablemente tiene su origen en los marineros suecos que visitaban la península y no entendían una palabra de los que se les decía. Bien mirado, alguien que simula no entender lo que se le dice de algún modo imita a esos marineros (la expresión está emparentada con “hacer oídos de mercader”, cuyo significado sería el mismo que la expresión “hacerse el sueco”).

El embajador sueco en España, Per-Arne Hjelmborn opina que “hacerse el sueco” debería significar “sumarse a la transformación global necesaria para crear un futuro mejor para todos”. Un poco en broma, un poco en serio, han lanzado una campaña, apoyada por empresas suecas conocidas como Ikea, Ericsson, Scania y Volvo, para cambiar el significado de la expresión, como si las expresiones pudieran cambiarse así, simplemente pidiéndolo, o exigiéndolo, como en el caso del juez argentino.

Per-Arne Hjelmborn lanzó una petición a la RAE, como si la RAE pudiera falsear el significado de una expresión. Una propuesta que recuerda un poco al Humphrey Borgart de No somos ángeles, que al descubrir que los libros contables de un tendero no dan los resultados esperables se frota las manos y comienza a intervenirlos para hacer que tengan un aspecto más conveniente. Desconozco cuál sería el mecanismo para cambiar el significado de una palabra, pero sé que la solución no es pedírselo a la RAE. Con suerte, disponiendo de los suficientes satélites esparcidos por España que enarbolen el nuevo significado deseado, dentro de trescientos o cuatrocientos años los suecos se saldrán con la suya. Aunque tal vez hagan falta mil años.

Nunca está de más recordar el “Nocturno” de Rafael Aberti, que comienza diciendo: “Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre/ se escucha que transita solamente la rabia,/ que en los tuétanos tiembla despabilando el odio/ y en las médulas arde continua la venganza,/ las palabras entonces no sirven: son palabras.”

viernes, 13 de junio de 2025

Literatura argentina traducida al georgiano

 

Nino Pipia es la agregada cultural de la embajada de Georgia en la Argentina. Pero también, la traductora de Borges, Bioy Casares y Sábato al georgiano. Por eso, el próximo lunes 16 de junio va a ser la invitada a una nueva reunión del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, que tendrá lugar en la librería El Jaúl (Gascón 1355, casi esquina con Honduras, C.A.B.A.) para contar su experiencia y hablar de su trabajo. 

jueves, 12 de junio de 2025

El peso de las decisiones de los traductores


El siguiente artículo fue publicado en El Día, de Gualeguaychú, el pasado 10 de mayo. Lo firma la traductora Leila Chesini Diaz. En la bajada se lee: "El reciente éxito de El Eternauta en Netflix no sólo trajo reconocimiento a la historieta argentina, sino que puso en primer plano una labor tan invisible como esencial: la traducción. La decisión de subtitular 'Malvinas Islands' en lugar del término británico desató reflexiones, orgullo y debates en torno al poder simbólico del lenguaje en los productos culturales".

Cuando una traducción revindica la historia, interpreta la cultura y defiende la identidad 

Lo que sucede con la traducción de El Eternauta es furor en las redes sociales y convirtió la epifanía en realidad: el traductor invisible hoy es más visible que nunca.

Aunque no nos vean, los traductores siempre estamos ahí: desde un libro escolar hasta un prospecto de medicamento, pasando por tu serie o videojuego favorito. Pero poco se conoce el trabajo integral que hay detrás.

Hace poco más de una semana se estrenó la primera temporada de El Eternauta en Netflix, una de las plataformas de streaming más populares. Esta serie nacional es una adaptación de la historieta de ciencia ficción argentina homónima escrita por Héctor Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López a mediados de la década de los cincuenta. La producción audiovisual arrasó a nivel mundial y obtuvo gran aclamación del público. La historia detrás de este cómic cuenta con una carga simbólica importante y, por ende, también su traducción.

Daiana Estefanía Díaz fue la traductora encargada de subtitular la serie al inglés y logró que este trabajo se convierta en tema de conversación. Ella compartió en LinkedIn una decisión de traducción clave. Ante la disyuntiva de traducir “Islas Malvinas” no dudó un segundo en elegir “Malvinas Islands” en lugar de “Falkland Islands” (Islas Falkland), como las llaman los británicos. La traductora expresó en sus redes: “Era la única opción viable, no tuve la menor duda. No sólo porque jamás se me ocurriría usar en ese contexto y en una producción argentina un nombre que no sea Malvinas, sino además porque sé que ningún argentino, sea real o ficcional, las llamaría de otro modo”.

Es importante destacar que las decisiones de los traductores no son libradas al azar. Desde el primer momento que el profesional recibe un proyecto pone en marcha una investigación exhaustiva sobre el contexto histórico y sociocultural, analiza el público objetivo, considera el registro de la lengua, entre otras tantas aristas.

Daiana vio necesario que este elemento cultural sea trasladado a la traducción de otros idiomas y, por ese motivo, se contactó con los traductores y revisores de casi treinta idiomas para sugerir que “en los subtítulos de todos los idiomas se usara el nombre Malvinas, independientemente de si en esos países llaman así a nuestras islas o no”. En esa elección encontramos lucha, reconocimiento, resistencia a la opresión y un homenaje tanto a los combatientes caídos como a los sobrevivientes de la Guerra de Malvinas.

Además, Daiana se tomó el tiempo de explicarles a los demás profesionales “cómo se juega al truco y por qué hay que mostrar los tantos del envido antes de poner las cartas de nuevo en el mazo, señalar las similitudes y las diferencias entre la historia original y la serie, o aclarar qué significaba ‘número bajo’ cuando había servicio militar obligatorio”, entre otras referencias culturales clave para un mayor entendimiento del público internacional.

Desde la traducción, es necesario poder transmitir todos los matices y cuestiones locales que están relacionados con nuestra historia y cultura, estilo de vida y valores. Los traductores investigamos, revisamos, estamos en cada detalle, respetamos la identidad de los autores y de los personajes y transmitimos el mensaje con un gran compromiso profesional.

Este reconocimiento, impulsado por la repercusión del caso de El Eternauta, abrió una ventana para reflexionar sobre la labor esencial del traductor humano en un contexto donde la Inteligencia Artificial comienza a ganar terreno. Y aunque este sea un tema para ahondar mucho más profundo, la comunidad traductoril siente orgullo y celebra cada logro, cada mención en la tapa de un libro o en los créditos de un videojuego, serie o película.



miércoles, 11 de junio de 2025

"Esas lecturas que hacen dictaminadores profesionales y jurados son faro"


El pasado 6 de junio, sin firma, el diario Clarín, de Buenos Aires, reprodujo la siguiente nota generada por la agencia española EFE, donde una representante de la empresa multinacional Penguin Random House y una agente literaria radicada en Nueva York, hablan de lo que buscan a la hora de editar libros. Los responsables de Centroamérica Cuenta, el festival literario que se realiza en Guatelama, no tuvieron mejor idea que convocarlas, suponiendo que el criterio de autoridad de estas dos mujeres importa más que los que puedan decir los editores independientes, que son los que realmente aportan algo nuevo a las literaturas del mundo, arriesgando muchas veces lo que los grandes grupos editoriales no están dispuestos a arriesgar. El hecho de que Clarín publique esta nota sin el menor comentario propio ayuda a entender el grado de colonización mental de sus editores.

El camino de los nuevos autores: qué buscan las editoriales hoy

Para un escritor, las editoriales pueden parecer en ocasiones una fortaleza inexpugnable, incapaces de hacerles llegar los manuscritos, una situación que según expertas del mundo editorial se resuelve muchas veces conociendo las claves del mercado, sus necesidades y códigos.

La mexicana Mayra González, directora literaria en la multinacional Penguin Random House, y la colombiana radicada en Nueva York Andrea Montejo, fundadora en 2007 de la agencia literaria Indent, participaron esta semana en Guatemala en el festival Centroamérica Cuenta, y en dos entrevistas por separado revelaron cómo el mercado editorial localiza nuevos autores, el modo de aproximarse.

La búsqueda de nuevos escritores
Andrea Montejo explica que en su agencia literaria, a la hora de elegir qué escritores representar, hay una "mezcla" entre aquellos con un perfil más consolidado y otros noveles. El trabajar desde el inicio con un autor que está comenzando es lo que "más entusiasmo" le causa.

"Son proyectos que me llenan mucho porque me parece que es lindo armar una carrera desde cero y empezar a pensar y hagamos esto y lo otro y viéndolo crecer", explica la fundadora de la agencia literaria Indent.

Mayra González, que representa a un gran grupo editorial como Penguin Random House, entiende que desde fuera siga existiendo la percepción de que apuestan más por autores consagrados, "pero, en realidad, cada vez los catálogos suman a más y más autores y autoras con sus primeras novelas".

"Es algo que hemos comprendido muy bien las editoriales: el discurso literario se tiene que renovar continuamente; el nuevo intercambio intelectual y las conversaciones actuales tienen que formar parte de nuestros catálogos", explica González.

Y es "que los sellos literarios, muchos de ellos y de las grandes editoriales, tienen una importante oferta de autores consolidados, porque, al menos en el caso de los sellos literarios de Penguin Random House, lo que buscamos son carreras y proyectos, no novelas aisladas; pero también es cierto que el entusiasmo por sumar voces a la impronta personal de cada editor y editora nos motiva a buscar, leer, indagar", afirma la directora literaria.

Se trata "de encontrar a esas voces que serán las encargadas de continuar con la conversación libresca y que deberán entregar esta conversación a las otras generaciones que estén por venir", subraya.

Consejos a un autor novel
González explica que lo que siempre comenta a los autores noveles "es que no teman a los premios literarios ni a los talleres".

"Invito siempre a que participen en los premios literarios, porque, quizá no ganen (...), pero, para las editoriales, esas lecturas que hacen dictaminadores profesionales y jurados son faros que nos alumbran sobre, más allá del ganador o ganadora, qué otros textos les resultaron interesantes y, por ahí, se puede abrir una puerta", dice.

Por otro lado, en relación a los talleres literarios, son "impartidos por gente reconocida (...) que tiene credibilidad en el medio editorial y que pueden, lo han hecho conmigo, hacer recomendaciones (...) Puedo decir que yo, tanto a través de premios como de recomendaciones, he podido publicar primeras novelas y comenzar el acompañamiento de carreras a las que les veo mucho futuro", asegura.

Montejo tiene clara la vía más repetida a la hora de que le lleguen nuevos escritores: "Yo diría que la mayoría de las veces mi mejor fuente de nuevos talentos son mis mismos autores que nos conocen el gusto".

La vía clásica, de escribir directamente a la editorial o al agente literario, tiene menos posibilidades de éxito ante la avalancha de propuestas de manuscritos que les llegan, "como 10 diarios, sería 50 a la semana".

Entre ellos, a veces el descarte es rápido, porque "muchos, pero muchos muchos son personas que no se han leído la página web" y envían libros que no tienen nada que ver con su "enfoque", por lo que es "muy importante que los autores entiendan un poco el mundo editorial".

"Nunca jamás seré escritora porque me parece que es el trabajo más difícil del mundo (...), y cuando ya tienen un manuscrito salen a tocar puertas y se encuentran con este mundo que yo creo que desde afuera se debe de ver muy agresivo", por lo que en sus talleres muestran "qué es lo que está pasando tras bambalinas", dice.

También es clave aprender cómo presentarse ante un editor, si hay que ceñirse o no a las tendencias del mercado, cómo elegir la editorial que le "pega más y cuál no".

"No se trata de tirar a todos lados, sino ser muy selectivo en a quién busca uno, cómo llegarle a esas personas de la forma más agradable, no acosarlas, muy de cómo funciona esta industria y que no sea como un monstruo que parece impenetrable", afirma.

Además, está "la importancia de si quieres ser autor, pues ir y apoyar a otros autores, conocerlos, armar comunidad. Esas son las personas que te van a recomendar o que te van a leer", asegura.

Y pide que también se comprenda a los que están del otro lado, "esos editores que están recibiendo todas esas cartas o esos e-mails, están al mismo tiempo escogiendo la portada del libro que está publicando, lidiando con ese autor, corrigiendo el texto".

"La valoración de nuevo material es como (que) no debería decir la última prioridad, pero es un lujo cuando hay tiempo. Y eso ayuda también a mitigar un poco las angustias del otro lado", explica Montejo.

martes, 10 de junio de 2025

Pelea italiana por un quítame esas pajas

El pasado domingo 8 de junio, Guillermo Piro, en su columna del diario Perfil, de Buenos Aires, dio cuenta de la polémica que se planteó recientemente en Italia por la nueva traducción una novela clásica de Philip Roth.




Problemas con un título

Amplio e interminable debate en Italia acerca del título que el sello Adelphi decidió asignarle a una conocida novela de Philip Roth. La novela se presentó en el Salón del Libro de Turín, pero el acalorado debate no se agotó allí y continúa.

La cosa es así: Portnoy’s Complaint es una de las novelas más conocidas de Philip Roth, escritor estadounidense de quien, lamentablemente, no se pudo contar con su opinión, porque falleció en 2018. La traducción literal del título, adoptada por el sello que hasta ahora había publicado las obras de Roth, Einaudi, pero también en español por los distintos sellos que a lo largo de los años la fueron publicando, obedeciendo a una versión literal, era El lamento de Portnoy (exceptuando Seix Barral, que en 2007 decidió llamarla El mal de Portnoy, pero eso no originó en el mundo hispanohablante debate alguno). El sello Adelphi decidió simplificarlo drásticamente, y llamar a la novela simplemente Portnoy (que es el apellido del protagonista, Alexander Portnoy). Roth es un escritor con demasiados apasionados esparcidos por el mundo, pero al parecer nadie imaginaba que tuviera tantos apasionados en Italia: y a ellos la decisión les pareció desastrosa.

Adelphi había anunciado el cambio de título en abril, pero lo que desató el debate fue una entrevista publicada en el suplemento La Lettura, del diario milanés Corriere della Sera, al traductor, Matteo Codignola, el responsable (en este caso, no siempre el traductor decide esas cosas) de la elección del nuevo título.

Codignola apela a la polisemia de la palabra inglesa complaint, que como cualquier palabra significa varias cosas: “una solemne lírica en honor a un amor no correspondido o perdido; cierto tipo de trastorno de personalidad; la citación a un juicio; y luego, sí, también el lamento del amigo a quien se invita con un whisky y cuenta cómo su mujer se obstina en serle obstinadamente infiel”. Según Codignola, el viejo título solo resaltaba este último significado, y por lo tanto terminaba por “meter el título en una camisa de fuerza”.

En esa entrevista, Codignola dice que el debate era previsible, pero al parecer es el único que lo predijo: como cualquier hombre de letras, conoce el comportamiento devocional que provocan ciertos autores, Roth especialmente, que hace que los lectores se sientan al mismo tiempos custodios del autor que aman.

Otro escritor, siempre en la nota de La Lettura, opina de otro modo: Emanuele Trevi critica la elección de Codignola, definiéndola como “insensata”. “Sería como traducir las Elegías de Duino, de Rainer Maria Rilke, y luego titularlas Duino: todo se puede hacer, ¿pero qué sentido tiene?”. Según Trevi, no citar la palabra “lamento” en el título no respetaría la elección del propio Roth, que tiene un significado esencial: de hecho, Portnoy no hace más que lamentarse en toda la novela.

Bajo la forma de una larga sesión psicoanalítica, Portnoy habla de su malestar existencial, refiriéndose a la frustración que siente respecto a su familia, la rigidez de su educación judía y las dificultadas ligadas a su sexualidad y sus deseos reprimidos. La tendencia a lamentarse es una característica esencial del personaje, algo de lo que, por otra parte, es plenamente consciente: “No hago más que lamentarme”, dice en un momento, “me repugna prácticamente todo”.

Naturalmente, el debate se extendió a las redes. Algunos tildan la decisión de Adelphi (es decir de Codignola) de una lisa y llana estupidez; otros, de un modo como cualquier otro de llamar la atención, volviendo a las nuevas traducciones de los libros de Roth fácilmente reconocibles.

Pero a pesar de todo ese ruido, el propio Trevi dijo maravillas de la traducción de Codignola, a la que calificó de “eficacísima”.

lunes, 9 de junio de 2025

Los números reales de la Feria del Libro, según una encuesta de la Cámara Argentina del Libro


El pasado 6 de junio, Daniel Gigena reprodujo en el diario La Nación, de Buenso Aires, los números de una encuesta realizada por la Cámara Argentoina del Libro según la cual ni muy muy ni tan tan.

“Mejora destacada”. Un informe del sector editorial revela que este año hubo más ventas en la Feria del Libro

Un informe realizado en conjunto por la Cámara Argentina del Libro (CAL) y el Núcleo de Innovación Social compara y analiza las ventas de ejemplares en las ediciones de 2024 y 2025 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Participaron de la encuesta 74 expositores con al menos dos años de antigüedad en la Feria (el promedio es de 19 años).

El informe -el primero de este tipo elaborado por la CAL- confirma que en 2025 las ventas repuntaron respecto de 2024, aunque sin alcanzar la performance de 2023. El 56% de los encuestados manifestó mejoras en las ventas, mientras que el 28% informó una caída en comparación con 2024. El 14% reportó estabilidad en sus ventas.

“En líneas generales, la Feria respondió mucho mejor de lo venía pasando en las librerías -dice Juan Manuel Pampín, presidente de la CAL, a La Nación-. El fin de semana extendido del 1 de mayo hizo que mucha gente visitara la Feria. Hubo un fuerte incremento de las ventas de libros para chicos y jóvenes, con las sagas y el manga. Las editoriales intermedias, más establecidas, lograron sostener un ritmo de venta, y les costó más a las editoriales más pequeñas”

Para Pampín, debido a que el precio de los libros no siguió el ritmo inflacionario, estos resultan más accesibles que otros bienes de consumo. “Por otro lado, en las jornadas profesionales vimos que nuestros libros siguen siendo caros para el exterior”, agregó.

Las temáticas que publican las editoriales encuestadas son literatura infantil, juvenil y educativo (47,14%), ficción y temas afines (34,3%), sociedad y ciencias sociales (34,3%) y biografías, literatura y estudios literarios (28,6%).

Más del 70% de las editoriales indicó un aumento en la cantidad de ejemplares vendidos al público general y el 75%, un aumento en las ventas a los bibliotecarios de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (que cuentan con financiación estatal, gracias al Programa Libro %). El 52% de los expositores informó aumentos en las ventas en las jornadas profesionales, pero hubo una gran caída entre los compradores extranjeros (libreros y distribuidores), por el precio poco competitivo de los libros argentinos.

“Se observa una mejora destacada en las ventas en unidades a Conabip y al público general”, concluye el informe.

El valor del ticket promedio en 2024 había sido de $ 16.110; en 2025, fue de $ 25.057, aunque ajustado por el Índice de Precios al Consumidor, se redujo a $ 17.011.

Los expositores encuestados contrataron un total de 2537 metros cuadrados para la Feria en 2025; más del 50% alquiló stands de 20 a 59 metros cuadrados. En comparación con 2024, el 82,9% de los expositores mantuvo el mismo metraje, mientras que un 8,6% lo aumentó y otro 8,6% lo redujo. Un 37,1% de los encuestados participó en un stand colectivo.

viernes, 6 de junio de 2025

Aguacero Ediciones, una nueva editorial tucumana

"Pablo Romero y Juan Lix Klett son poetas, traductores y codirectores de Aguacero Ediciones. En esta entrevista responden sobre la gestión de esta editorial. Hablan del catálogo como una declaración de principios, de los desafíos de editar desde los márgenes, del valor político de la poesía, y de cómo sostener una editorial en tiempos que parecen conspirar contra toda forma de delicadeza." Esto dice la bajada de la nota publicada por Daniel Medina, en La Gaceta, de Tucumán, el pasado 1 de junio

“Ser una editorial independiente es asumir la fragilidad como forma de resistencia”

Desde su fundación en 2018, Aguacero Ediciones ha demostrado que el gesto de hacer libros puede ser también un acto de resistencia, de cuidado y de fe. Nacida en un café de San Telmo pero con raíces profundamente norteñas, esta editorial independiente dirigida por los poetas y traductores tucumanos Pablo Romero (1999) y Juan Lix Klett (2005), se ha consolidado como un espacio que apuesta por lo que aún no tiene nombre: escrituras experimentales, voces incómodas, traducciones necesarias y una concepción de la poesía como cuerpo vivo en constante transformación.

En esta entrevista, Romero y Lix Klett comparten el pulso que los guía: editar no solo como oficio, sino como forma de estar en el mundo. Hablan del catálogo como una declaración de principios, de los desafíos de editar desde los márgenes, del valor político de la poesía, y de cómo sostener una editorial en tiempos que parecen conspirar contra toda forma de delicadeza. Lo hacen con la claridad de quienes creen, con terquedad y afecto, que cada libro puede ser una lluvia distinta.

¿Cómo nació Aguacero Ediciones y qué los motivó a crearla?
—Pablo Romero: Aguacero Ediciones nació en 2018, en un café de San Telmo, durante una conversación con Enrique Solinas, en el marco del Festival Internacional de Poesía Joven. En ese momento, la idea surgió casi como un gesto intuitivo, una necesidad que venía gestándose desde hacía tiempo. Juan Lix Klett se sumó de lleno unos años más tarde, aportando su mirada y fortaleciendo el proyecto desde adentro. Las motivaciones, como suele ocurrir en estos casos, son múltiples. Por un lado, hay un impulso vital ligado a la propia historia: yo nací en Concepción, una ciudad del interior de Tucumán donde no había librerías, ni editoriales independientes, y solo un puesto de diarios suplía la necesidad de acceso a ciertos libros (que no eran muchos, ni bien editados, ni nuevos). Crecer en un lugar así deja una marca. En cierto modo, fundar Aguacero fue también una forma de responder a esa falta, de construir el espacio que yo mismo había necesitado. Por eso los primeros dos libros del catálogo fueron del poeta cordobés Alejandro Schmidt y la neoyorkina Margaret Randall. Pero también hubo (y sigue habiendo) una motivación estética y política: la necesidad de publicar libros que no encontraban lugar en los catálogos tradicionales. Aguacero nació del deseo de acompañar esas escrituras, de darles lugar, de leerlas con la atención que merecen. Publicar un libro nuevo es una manera de decir esto importa, aunque nadie lo sepa todavía.

¿Qué significa para ustedes ser una "editorial independiente"?
—Ser una editorial independiente es asumir la fragilidad como forma de resistencia. Implica independencia económica, estética, política y conceptual. No se trata solo de publicar libros, sino de preguntarse qué clase de libros elige el mercado, qué voces quedan fuera cuando la literatura se convierte en mercancía, qué consigna y qué actos guían nuestro hacer literario. Editar, en este contexto, es un acto de cuidado y de riesgo: cuidar el gesto poético en su singularidad irrepetible, y arriesgarse a sostener proyectos que no prometen rentabilidad absoluta, pero sí coherencia, convicción y sentido.

¿Cómo definirías el perfil del catálogo de Aguacero en términos de estilo, autores y temáticas?
—Nos interesa una literatura que no se conforma con el poema como un objeto cerrado o decorativo, sino que lo concibe como un cuerpo vivo, en transformación constante. En ese sentido, trabajamos con autorxs que exploran los márgenes del lenguaje: que tensionan la sintaxis, alteran el ritmo, juegan con la disposición gráfica del texto, o incorporan otros lenguajes, no como adorno, sino como parte esencial de su poética. En un contexto marcado por la fragmentación, la saturación y la incertidumbre, la descomposición formal que aparece en autores de nuestro catálogo (como Carmen Berenguer, Luciana García Barraza o Vicente Huidobro) no es un gesto caprichoso: es una forma de habitar la complejidad, de devolverle a la poesía su potencia interrogativa.

¿Qué criterios siguen a la hora de seleccionar un manuscrito?
—Buscamos textos desafiantes, que sean capaces de provocar un extrañamiento, de interrumpir la percepción automática del mundo y del lenguaje. Es decir, escritos que desacomoden, que no repitan fórmulas, que nos obliguen a mirar de nuevo lo que creíamos ya conocido. No hay un criterio único de selección porque todos los textos que editamos tienen desafíos muy íntimos y particulares. En definitiva, elegimos libros que nos hacen ver el lenguaje como si fuera la primera vez. Porque creemos que esa es una de las funciones más poderosas de la poesía: hacernos tropezar con las palabras para poder volver a habitarlas. Evaluamos la originalidad, el trabajo con el lenguaje y el riesgo estético.

¿Qué lugar creés que ocupa Aguacero dentro del ecosistema editorial argentino y en el de Tucumán?
—Aguacero dialoga con otras editoriales que comparten una sensibilidad por lo experimental, por lo que se sale de la norma, por lo que todavía no tiene nombre. Nos sentimos parte de una red que, aunque fragmentaria, está tejida por el deseo de sostener otro modo de hacer libros: más cercano, más cuidadoso, más crítico. Sabemos que el trabajo con lo local es super importante y necesario, pero entendemos también que el diálogo no pasa por las etiquetas geográficas, sino por una forma de entender la poesía como exploración y como riesgo. Tenemos en nuestro catálogo autores del NOA, pero también de Córdoba, Buenos Aires, Chile, España, Nueva Zelanda y Estados Unidos. Las editoriales independientes, muchas veces, son el territorio de lo inédito: descubren, arriesgan, acompañan procesos largos, trabajan con autores cuando su voz todavía no fue legitimada ni absorbida por el mercado. Apostamos por voces en las que creemos. La edición independiente es una forma hermosa de la fe.

¿Qué tan involucrados están ustedes en el proceso de edición y corrección de los libros?
Editar no es un trámite técnico ni una instancia secundaria: es una forma de lectura atenta, amorosa y comprometida. Creemos que todo libro merece un acompañamiento riguroso, que escuche su singularidad y trabaje para potenciar el estilo sin forzarlo. A pesar de que ambos editores somos poetas, no buscamos imponer nuestra mirada ni intervenir desde nuestras propias escrituras. Muy por el contrario, entendemos que cada voz tiene su respiración, su lógica interna, su modo particular de quebrar o construir sentido. Nuestro rol, entonces, es el de iluminar zonas posibles, sugerir afinidades, proponer preguntas, afinar la forma sin desdibujar el gesto original. Confiamos en el trabajo compartido, en el ida y vuelta entre autor y editor, en la conversación como motor del proceso. Aunque exista una idea de que la escritura nace en la soledad, creemos que el libro es siempre un objeto colectivo: el resultado de una red de cuidados, decisiones, intuiciones y lecturas. No buscamos corregir errores, sino acompañar una poética hasta que encuentre su forma más precisa y viva.

¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan como editorial hoy en día?
Juan Lix Klett: Los desafíos que enfrentamos hoy en día son múltiples y, en muchos casos, estructurales. El primero y más evidente es el económico: sostener un proyecto editorial sin financiamiento externo, con recursos limitados y en un contexto de crisis constante, nos obliga a repensar constantemente nuestras estrategias de producción y distribución. No se trata solo de publicarlos, sino de encontrar formas sostenibles de hacerlos circular. A esto se suma la concentración del mercado editorial, dominado por grandes grupos que monopolizan la visibilidad, la distribución y el acceso a librerías. En ese escenario, entrar —o mantenerse— como editorial independiente requiere ingenio, constancia y una enorme dedicación. Competimos con gusto, porque creemos en lo que hacemos y sabemos que hay lectorxs que buscan otras voces, otros ritmos, otras formas de pensar. No editamos para ocupar un nicho ni para complacer a un público, sino para proponer un catálogo que dialogue críticamente con su tiempo. Y lo hacemos con una convicción clara: que editar también es una forma de intervenir en el presente, de construir comunidad y de ofrecer herramientas simbólicas que hoy son más necesarias que nunca. Una de las mayores dificultades también está el desafío de tiempo y energía: llevamos adelante este trabajo a la par de otros empleos y estudios. Seguimos editando a pesar de todo porque para nosotros hacer libros no es solo una tarea, sino una forma de estar en el mundo.

¿Qué lugar ocupa la poesía en su catálogo, considerando que muchas editoriales la relegan por razones comerciales?
—Sabemos que muchas editoriales grandes evitan la poesía porque “no es rentable”. Pero para nosotros, su aparente inutilidad económica es justamente lo que la vuelve necesaria. La poesía interrumpe, desorganiza, incomoda. No ofrece soluciones rápidas ni respuestas cerradas. Y, sin embargo, ahí está su potencia: en el modo en que produce fisuras, desplazamientos, nuevos modos de decir lo que no se puede decir de otra manera. Desde el gobierno nacional se han impulsado debates sobre el valor de la cultura vinculándolo estrechamente a su capacidad de generar ganancias económicas. Esta mirada mercantil, que pretende medir la cultura en términos de rentabilidad y retorno financiero, plantea un enorme desafío para proyectos como Aguacero, para las editoriales independientes y para la poesía misma.Cuando la cultura se reduce a un bien de consumo —a un producto que debe justificar su existencia por las ganancias que genera— se pierde de vista su dimensión esencial: la cultura es un espacio de pensamiento, de experimentación y de disidencia. La poesía, en particular, se vuelve un territorio incómodo para esa lógica porque no siempre produce resultados inmediatos ni cuantificables. Su valor está en la capacidad de abrir sentidos, de provocar preguntas, de crear nuevas formas de sensibilidad redes afectivas y de pensamiento, muchas veces más allá del beneficio económico. No se trata de rechazar la profesionalización ni la sustentabilidad económica (que son muy importantes) sino de reclamar que la cultura, y en particular la poesía, aportan al tejido social, emocional e intelectual. Muchas veces ese valor no se refleja inmediatamente porque la literatura es una apuesta al futuro.

¿Qué tipo de lector imaginan cuando publican un nuevo título?
—No imaginamos un lector ideal, pero sí intuimos una sensibilidad posible. Pensamos en alguien que no busca respuestas inmediatas, que no teme a los textos que exigen una lectura activa, que se deja interpelar por lo fragmentario, lo inestable, lo extraño. Pensamos en un lector que no espera que el libro le confirme lo que ya sabe, sino que lo empuje a hacerse nuevas preguntas, a indagar y apostar por ese tejido común que es la literatura

¿Cómo perciben el vínculo con sus lectores? ¿Participan en ferias, clubes de lectura, presentaciones?
—Percibimos el vínculo con nuestrxs lectorxs como algo afectivo y horizontal. No hablamos de un público distante, sino de una comunidad que se forma alrededor de los libros y que, muchas veces, se involucra activamente en su circulación, recomendación y lectura. La recepción, hasta ahora, ha sido muy buena, incluso en contextos difíciles. Sentimos que hay un deseo genuino de leer poesía, de descubrir nuevas voces, de pensar el consumo literario como algo imprescindible más allá de las lógicas de lo rentable . Amamos las ferias porque en esos espacios encontramos todas estas motivaciones, deseo y fuerza para seguir editando.

¿Qué rol tienen hoy las redes sociales para una editorial como la suya?
—Somos conscientes de las limitaciones y tensiones que implica ese espacio: la velocidad, la superficialidad y las lógicas algorítmicas muchas veces chocan con la naturaleza de la poesía que publicamos. Por eso intentamos usar las redes como un territorio para crear encuentros genuinos, conversaciones cuidadas, y para compartir no solo los libros, sino también procesos, reflexiones y debates que acompañan nuestro trabajo.

¿Qué planes tienen para el futuro cercano de Aguacero? ¿Hay algún proyecto especial en camino?
—En julio vamos a relanzar, junto a la Fundación para el Arte Contemporáneo de Tucumán (FACT) el Premio Aguacero de Poesía Joven para poetas de hasta 35 años residentes en el país. También estamos a punto de abrir una colección de Narrativa Clásica traducida desde el Noroeste, con obras de Lewis Carroll, Sheridan Le Fanu, Oscar Wilde y Mary Shelley. En los próximos meses lanzaremos obras increíbles como Bizarría, el primer libro de Claudia Masin que nunca ha sido reeditado hasta ahora, y la obra de dos jóvenes poetas tucumanos, Valentín Cantón y Lisandro Esteban, que retratan la contemporaneidad y Tucumán con una mirada disruptiva, moderna y refrescante.

¿Qué consejo le darías a alguien que quiere fundar una editorial independiente hoy en Argentina?
—Que va a necesitar una mezcla de paciencia, terquedad, pasión y sentido colectivo. Que hay que aprender a gestionar la frustración, a celebrar las pequeñas conquistas, y sobre todo a no perder de vista por qué se hace lo que se hace. Le diríamos que no tiene que hacerlo solo y que busque aliados, porque las editoriales se sostienen gracias a las redes afectivas, poéticas y políticas. Que se sumen a la trinchera. Que más, en este caso, es siempre mejor.

¿Qué les gustaría que dijera alguien sobre Aguacero dentro de diez años?
—Que cada título que sacamos fue una lluvia distinta. Que resonaba. Que transformaba algo. Aunque fuera pequeño. Aunque fuera silencioso.

Mencionaste que buscan especializarse en traducción. ¿Por qué esa apuesta en un contexto donde muchas editoriales pequeñas priorizan autores locales?
—Sabemos que muchas editoriales independientes, sobre todo en contextos tan adversos como el argentino, eligen priorizar autores locales, y con razón: hay una producción inmensa y urgente en nuestro territorio. Pero para nosotros la traducción no es una apuesta que se opone a lo local, sino una forma de diálogo. Hay autores y obras que han sido fundamentales para nuestra sensibilidad poética y que todavía no circulan en castellano, o lo hacen en versiones desactualizadas o poco fieles. Queremos hacernos cargo de esas deudas, de esos vacíos. Apostar por la traducción, para Aguacero, es seguir defendiendo una literatura que se anima a lo complejo, a lo extraño, a lo necesario; y un aporte fundamental para la literatura del NOA.

¿Cómo eligen los títulos a traducir? ¿Buscan rescates, autores poco conocidos o nuevas voces?
En estos cinco años de trabajo editorial, nuestro catálogo fue delineando de manera orgánica una línea estética que reflexiona sobre el arte, el rol de la cultura y la experiencia contemporánea. La elección de los títulos a traducir responde a esa misma sensibilidad: buscamos textos que dialoguen con nuestras inquietudes políticas, poéticas y editoriales. Por ejemplo, el año pasado publicamos Calamus, de Walt Whitman, en edición bilingüe. Es un libro que sentimos necesario rescatar por muchas razones: pone en el centro nociones como el amor entre los hombres, comunidad, democracia y camaradería, en un momento histórico en el que esos valores parecen estar en jaque. Actualmente estamos trabajando con la obra de Sheridan Le Fanu. Buscamos rescatar una tradición literaria fundacional del relato de horror, a menudo eclipsada por Poe o Bram Stocker. Su obra ya anticipa muchas de las tensiones del gótico moderno, desde la figura del vampiro como símbolo de lo reprimido hasta la ambigüedad sexual como amenaza latente. Traducirlo hoy no solo implica recuperar una voz clave del siglo XIX, sino también revisitar desde otro lugar los cimientos del imaginario vampírico. Al momento de elegir qué traducir, no nos interesa solo el prestigio de una obra o de su autor, sino la potencia que esa voz todavía puede tener en el presente. Buscamos obras que resistan el paso del tiempo no por su consagración, sino por su capacidad de seguir diciendo algo incómodo, verdadero o transformador. Y también creemos que aún nos queda mucho por aprender de los clásicos, sobre todo si los leemos con ojos nuevos, desde acá, desde este norte que también traduce.

¿Qué desafíos implica traducir poesía, un género tan intraducible en muchos aspectos?
—Leopoldo María Panero dice que el traductor es un super lector. Aceptar que las equivalencias idiomáticas son imposibles es parte de nuestro trabajo en el lenguaje. En la traducción, absolutamente todo es un desafío. Y las soluciones son infinitas e imposibles en igual medida.

jueves, 5 de junio de 2025

Situaciòn de la industria editorial mexicana

"Según la bajada de la siguiente nota, publicada el pasado 4 de junio en ADN 40, de México: "La industria editorial mexicana entra a 2025 en un momento crítico. Su papel es clave en el avance educativo y la competitividad del país, pero enfrenta una caída sostenida en producción, ventas y presencia física, con librerías en retroceso".

Retos para la Industria Editorial en 2025: educación, tecnología y abandono institucional

La industria editorial mexicana entra a 2025 en un momento crítico. Su papel es clave en el avance educativo y la competitividad del país, pero enfrenta una caída sostenida en producción, ventas y presencia física, con librerías en retroceso.

Durante el sexenio pasado, el sector fue marginado de los procesos clave como la publicación de libros de secundaria, pese a su experiencia. Las reformas en educación redujeron el peso de la lectura y las matemáticas, agravando el problema.

Con un promedio nacional de apenas 3.2 libros leídos por persona al año, la situación exige acciones urgentes. Una política integral que fortalezca a esta industria es indispensable si México quiere aspirar al desarrollo en serio.

Un país sin educación, difícilmente puede avanzar hacia el desarrollo. Y es que este es un ingrediente nodal en la competitividad: los grandes países se mueven aprisa porque con dicho sostén se insertan en la tecnología.

De ahí la importancia de la industria editorial, ligada a los textos del conocimiento básico pero también a aquellos para los científicos.

Por desgracia este es un rubro que batalla para sostener su nivel de producción y ventas. Incluso su red, o sea las librerías, empequeñecen cada vez más, con la fortuna de un mayor desempeño del canal digital.

Durante el sexenio pasado la industria editorial a los ojos del gobierno estuvo olvidada. Simplemente se le borró de la publicación de los libros para la secundaria, terreno en el que había un expertís de años.

En los de primaria ajustes en los planes: la lectura quedó al margen y ya ni decir de campos como las matemáticas. Urge una política de prevención para la industria editorial, si queremos avanzar en el nivel educativo del país. Un promedio de 3.2 libros leídos por persona al año, no es para festinar.

miércoles, 4 de junio de 2025

El venezolano Adalber Salas tradujo a la prestigiosa escritora haitiana Edwidge Danticat

"El ensayista y poeta venezolano Adalber Salas trasladó a nuestro idioma la obra de una de las escritoras haitianas más celebradas de nuestro tiempo. Aquí habla sobre 'la magia modesta y hermosa de la traducción'”. Tal es la bajada de la entrevista realizada por Adriana Cortés Koloffon, publicada en el diario mexicano Milenio, el pasado 30 de mayo.

Traducir la muerte: Edwidge Danticat en español

Haitiana y afrodescendiente, Edwidge Danticat (Puerto Príncipe, 1969), es una de las escritoras haitianas más reconocidas. Su obra se ha traducido a más de siete idiomas. A los 12 años se reunió con sus padres en los Estados Unidos, quienes emigraron a ese país a principios de los años setenta. Diversos géneros se entretejen en su obra: memoria, ensayo, ficción y poesía. Prevalecen en ella los temas de género, la migración, la muerte, y sus raíces africanas y haitianas.

Aliento, ojos, memoria, su primera novela, fue seleccionada en 1998 por la afamada presentadora Oprah Winfrey para su club de lectura televisivo, con lo cual Danticat logró una mayor difusión de su obra. Krik? Krak! contiene relatos narrados por personajes femeninos en la tradición de la narrativa oral. En Cosecha de huesos trata el tema de la masacre de los trabajadores de la caña de azúcar en República Dominicana, en 1937, sucesos que también aborda en El quebrantador. Entre la crónica y la ficción, en Hermano, estoy muriendo (2007, National Book Critics Circle Award; finalista del National Book Award), narra la muerte del hermano mayor de su padre, solicitante de asilo en Estados Unidos.

El arte de la muerte, escribir la última historia (2017) acaba de publicarse por la editorial Pre-textos, en traducción del poeta y ensayista venezolano Adalber Salas. Danticat narra aquí la muerte de su madre a causa de un cáncer de ovarios, y hace referencia a cómo diversos autores han escrito sobre la muerte, lo mismo en libros de psicología y poesía que en las grandes novelas. “Al escribir sobre la muerte, procuro recordar su carácter mundano, incluso rutinario”, escribe Danticat y añade: “La gente muere todo el tiempo, aunque no se trate de personas a las que yo conozca o que quiera”. Refiere que, cuando una muerte y sus consecuencias “son descritas con la mayor especificidad”, más conmovedoras le resultan, y concluye: “Mientras más alcance a conocer a la persona que agoniza en la página, más probable resultará que lamente su muerte”.

Adalber Salas, autor de libros como Salvoconducto, Palabras sin dueño y Nuevas cartas náuticas (XXXVI Premio de Poesía Arcipreste de Hita; Pre-Textos) ha traducido al español obras de Lousie Glück, Jamaica Kincaid y Pascal Quignard, entre otros autores en lengua francesa.

¿Cómo llegó a la obra de Edwidge Danticat?¿Tuvo contacto con ella durante el proceso de traducción?
–Comencé a leer la obra de Edwidge Danticat hace ya varios años, cuando trabajaba en mi tesis doctoral —centrada en la literatura caribeña contemporánea escrita en inglés, español, francés y kreyòl— y de inmediato quedé prendado. Krik? Krak! me encantó, así como The Dew Breaker y Brother, I'm Dying, a pesar de que también me resultaron demoledores. Create Dangerously me resultó muy estimulante. Y tengo, en mi lista de lecturas pendientes: We're Alone, Everything Inside y The Farming of Bones. Su literatura no es fácil. Exige mucho del lector: nos pide que enfrentemos el horror del mundo, sin soslayar u ocultar su maravilla. No estuve en contacto con ella durante la traducción de El arte de la muerte, escribir la última historia, pero me habría encantado.

¿Qué reto implicó para usted la traducción de El arte de la muerte?
–Es un libro arduo desde el punto de vista emocional. Su costado autobiográfico, el relato de la agonía y muerte de la madre de Danticat, puede volverse insoportable por momentos. No es fácil dar voz a un dolor que, a pesar de ser ajeno, resuena contundentemente con el propio: trae de vuelta las pérdidas que hemos experimentado, los seres queridos que ya no están. Este fue el mayor reto: dar con las palabras justas para el sufrimiento. No tergiversarlo, disminuirlo, exagerarlo o traicionarlo.

Edwidge Danticat es haitiana y migrante. Su obra se inserta en la tradición afroestadunidense. ¿Cómo traducir a una autora cuya obra navega en varias culturas, una obra comunitaria donde resuenan voces de tiempos distintos?
–Con mucho cuidado. Esta clase de traducción pide que seamos cuidadosos, que manejemos con la debida sutileza y el debido respeto los matices culturales que el texto posee, las sucesivas capas de sentido que lo forman. Además, la erudición que Danticat despliega es considerable; es imprescindible seguirle el paso.

¿Qué dificultad enfrentó al traducir las palabras en criollo?
–No fue particularmente difícil. Antes bien, me encantó. Tomé clases de criollo, kreyòl, cuando hice el doctorado, y fue una alegría volver a una lengua tan hermosa. Por otra parte, ya tengo experiencia con casos similares: tengo la fortuna de haber traducido a otros dos autores haitianos, René Depestre, un clásico de las letras caribeñas, y al volcánico Frankétienne. El francés de ambos está veteado de voces en kreyòl.

¿Cuál es su método de traducción?
–En este oficio, uno nunca deja de ser aprendiz: cada nueva obra dicta su método. En el caso de El arte de la muerte, trabajé varias horas al día, todos los días, ensayando expresiones que comunicaran la intimidad y, por momentos, la textura coloquial que Danticat despliega en el libro. Es asombroso cómo consigue hilar una gama tan amplia de referencias literarias en un texto de tal cercanía. Cada cita nos habla, nos toca de modo personal, como lo hace el relato autobiográfico que funda el libro. El método fue entonces ese: ensayar y ensayar hasta dar con el tono y ser especialmente cuidadoso con las traducciones de los pasajes citados.

Dice Danticat en su libro: “Una traducción es tanto obra del traductor como del escritor”. ¿Qué opinión le merece esta reflexión?
–La suscribo por completo. Estoy convencido de que la traducción es un segundo original, un texto que posee un grado importante de independencia, capaz de llevar una vida propia. No olvidemos todas las obras que conocemos y citamos, que han moldeado nuestra percepción de la realidad, y que son sin embargo traducciones. Sin la traducción seríamos tremendamente pobres.

¿Cuál es su apreciación sobre el estilo en que Danticat escribe acerca de un tema tan complicado como la muerte sin caer en el sentimentalismo?
–Concuerdo por completo: se trata de un asunto en el que es fácil caer en el sentimentalismo o la cursilería. Danticat consigue esquivar ese peligro de manera asombrosa y sin realizar pirueta alguna; antes bien, lo hace avanzando, digamos, por la calle de en medio: su honestidad nos acerca, nos conmueve. Su estilo es transparente, límpido. Articula con un lenguaje sencillo los sucesos, entreteje sus reflexiones literarias sin pretensiones, con aprecio auténtico por los autores que menciona. Y no huye del lugar común; antes bien, acepta que hablar de la muerte es recorrer lugares que, a fuerza de ser transitados por todos —la muerte de un ser querido, la propia, etcétera—, son comunes en la medida en que nos unen. Danticat no redescubre la muerte. Antes bien, nos brinda su experiencia de ella, sin engreimiento ni soberbia.

Cita Danticat a numerosos autores que narran la muerte desde distintos ángulos. ¿Sobre todo, Tolstói?
–Tolstói es un autor capital para Danticat. Claramente lo cita porque ama lo que escribe, pero, a la vez, no teme contradecirlo, enunciar sus desacuerdos y argumentarlos. Su relación con Tolstói me parece consecuencia de una lectura lúcida, realizada desde una admiración sin servilismo.

La última frase en el libro es muy reveladora, cuando escribe sobre el bolso de su madre muerta: “Por favor descansa. Adiós”. ¿Denota una resignación de ante la muerte de su madre?
–Lo creo. Pero más que resignación, diría: aceptación. De hecho, añadiría que el libro entero me parece un ejercicio de aceptación ante la realidad ineludible de la muerte.

Muy conmovedora me parece también la plegaria, “Un nuevo cielo”, donde la madre en el umbral de la muerte hace una serie de peticiones al Creador: “Permíteme aceptar todo esto ahora, como ya he aceptado este mundo y todo lo que es y ha sido”.
–Allí está, como mencionaba, la aceptación. Una aceptación que no es ingenua, ajena por completo al autoengaño. Una aceptación de ojos bien abiertos, que insiste en ver de frente “todo lo que es y ha sido” en este mundo.

¿La Biblia como consuelo ante el dolor de la pérdida de la madre?
–Pero, como todo lo que atraviesa este libro, la Biblia —así como el consuelo que proporciona— aparece de un modo sui generis, tremendamente personal. Lo bíblico no tiene importancia en sí mismo, sino como puente entre la madre moribunda y la hija que narra su agonía: es un lazo hecho de palabras, un vínculo que impide que el dolor las separe en esa hora última.

¿Qué vínculos encuentra entre la forma en que usted escribe la muerte en su obra y la de Danticat?
–libro que traduzco impacta, modifica mi trabajo como escritor. Diría más: no distingo, en el fondo, entre la traducción y la escritura “propia”. Solo que en la traducción me siento acompañado, en diálogo con alguien más —mientras que mi diálogo con el lector, en el caso de la escritura “propia” es lejano, diferido. Esta suerte de conversación con Danticat me hizo replantearme ciertos elementos de mi poética. Me impresionó cómo se acerca a las muertes de sus seres queridos. La sencillez inteligente con la que habla de esos sucesos arrojó una luz distinta sobre mi trabajo. He procurado incorporar algo de su punto de vista al mío. Permitir que su voz me enseñe algo sobre la muerte —y sobre el estar vivos —que no había sido capaz de comprender antes de traducirla.

Su libro de poesía, Morir no es un arte, ¿dialoga con el de Danticat?
–A propósito de Morir no es un arte: ¿verdad que es una coincidencia afortunada? Es un verso de un poema que escribí hace unos buenos doce años y que dialoga un poco con Sylvia Plath. Me pareció un buen título para esa antología, publicada por Liliputienses en España. Y ahora dialoga, inesperadamente, con mi traducción de Danticat. Son las magias modestas y hermosas de la traducción.





martes, 3 de junio de 2025

"Quitarle romanticismo a la industria del libro"


"El libro colectivo de relatos inspirados en el autor de El proceso, Una jaula salió en busca de un pájaro, sirve también como una reivindicación de la traducción humana." Esto dice la bajada de la nota publicada por Carmen López, el pasado 31 de mayo, en eldiario.es, de España.

Traductores en tiempos de IA: un oficio kafkiano “que da miedo”

En 1917, el escritor Franz Kafka se retiró al pueblo de Zürau, en Bohemia, para recuperarse de la tuberculosis que le habían diagnosticado. Mientras convalecía junto a su hermana en aquel entorno idílico –pese a su enfermedad, pasó allí un tiempo bastante estupendo– pergeñó un centenar de frases crípticas que más tarde se reunieron en el volumen Los aforismos de Zürau. “Una jaula salió en busca de un pájaro” es uno de esos enunciados y la editorial Mutatis Mutandis lo ha escogido para dar título al libro de relatos que acaba de publicar. En él recopila diez historias kafkianas firmadas por autores tan diversos como Ali Smith, Charlie Kaufman, Elif Batuman, Joshua Cohen o Yiyun Li, entre otros, cada uno con su propio traductor al castellano (Magdalena Palmer, Ce Santiago, Marta Rebón, Javier Calvo y Laura Martín de Dios, respectivamente).

Estos cuentos se escribieron a propósito del centenario de la muerte del escritor praguense a causa de la afección que le llevó a Zürau. En ellos se narran las acciones de control de máquinas que recuerdan a ChatGPT, ataques de pánico contagiosos, burocracias inmobiliarias que derivan en pesadilla o el periplo por balnearios de una mujer con fobia a los gérmenes. Son escenarios alucinados que generan inquietud y la pregunta inevitable de si podría llegar a suceder.

Si se atiende a los temas que estructuran estas ficciones, como la sospecha sobre la inteligencia artificial (IA) o la fragilidad de la salud mental, ¿es pertinente preguntarse si la actualidad es cada vez más kafkiana? Joaquim Feijóo Pérez, editor de Mutatis Mutandis, responde a elDiario.es que “Kafka tuvo que enfrentarse a, como diría Mark Fisher, lo raro y espeluznante de su tiempo, pero quizás hoy saldría corriendo de nuestra realidad”. Problemas como el acceso a la vivienda, la misoginia en internet o la brecha digital son algunos terrores actuales, según su opinión.

Los autores de los relatos se sumergieron en el universo del autor de El proceso, pero eso no significa que hayan tratado de emular su estilo. Más bien se han inspirado en su obra para “plasmar sus inquietudes y alguna que otra pesadilla —dice Feijóo Pérez— actualizando esa sensación a nuestros días para desarrollar un paisaje kafkiano contemporáneo propio”. En ese aspecto, el libro funciona como bandera del espíritu de la editorial que, según el editor, aspira a “ser una forma contracultural frente a la literalidad”, procurando aportar “soluciones teóricas y narrativas al atasco en el que nos encontramos hoy”.

Blindar contratos para tener traductores humanos
En su presentación, Mutatis Mutandis define el libro como “un homenaje al kafkiano oficio de traductor en los tiempos de la inteligencia artificial”. Sin duda, es uno de los sectores del entramado editorial más afectados por la aparición de esta tecnología ha revolucionado la realidad como se conocía hasta ahora, para bien, mal o regular.

Las reivindicaciones sobre la precariedad de las condiciones laborales de la traducción literaria no son nuevas ni mucho menos. Pero la llegada de la inteligencia artificial generativa ha sido la guinda del pastel y algunos de los traductores involucrados en Una jaula salió en busca de un pájaro valoran los perjuicios. Julia Osuna, responsable de la traducción al castellano del relato "El suplicio de Tommy Orange", asegura que en los mercados de la traducción comercial la IA “ya está haciendo mucho daño” y en el ámbito de las editoriales el desarrollo de la situación “dependerá en parte de hasta qué punto los autores extranjeros y sus agentes blinden los contratos para exigir que sus obras sean traducidas por personas”, explica.

La opinión de Eugenia Vázquez Nacarino, encargada de pasar al castellano el relato de Leone Ross titulado "Dolor de cabeza", es rotunda. Para ella, “una editorial que pretenda sustituir el trabajo creativo de sus colaboradores con IA para aumentar beneficios estará cavando su propia tumba”. Además, denuncia que el sistema se entrena con contenido protegido por derechos de autor y la ley del Ministerio de Cultura que debería regular esos permisos, fue rechazada por falta de respaldo en el sector.

Tarifas y luchas colectivas congeladas
A la vez, Osuna indica que la conversación sobre la intromisión de esta nueva tecnología en el sector de la traducción puede dejar en la sombra las reivindicaciones previas que no se han solucionado. Según explica la traductora, corren el riesgo de contravenir las leyes de la competencia si luchan en conjunto: “Se pueden infringir si, como colectivo o desde alguna asociación de profesionales, se intentan fijar unas tarifas mínimas o tarifas recomendadas. Cuando las leyes de la competencia deberían proteger al consumidor, que paga por un libro y merece calidad, acaban beneficiando al empresario que paga dos duros por un servicio profesional”.

En 2014, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) multó a un par de asociaciones y desde entonces “las tarifas han quedado más desprotegidas que nunca”, asegura Osuna, que también indica que “en cambio, hay una directriz europea de 2022 que ha empezado a proteger los derechos de los autónomos culturales y la necesidad de que se apoyen sus negociaciones colectivas”. La llegada de la IA parece haberse convertido en el problema principal del sector, pero las tarifas siguen congeladas. “La mayoría de los traductores editoriales no llegamos al salario mínimo interprofesional. Eso sí que da miedo”, completa.

Y un detalle más: la intrusión de la IA en el gremio no solo se materializa en la sustitución del trabajador por la máquina. También ha pasado a formar parte de la realidad del oficio porque cada vez es más necesario utilizarla como herramienta. “Nos la están metiendo hasta en la sopa. Los buscadores normales cada vez filtran peor y están más sesgados, lo que nos obligará a tirar de esos nuevos recursos”, comenta Osuna.

La Tarifadora: “¿Es justo lo que cobras?”
En 2015, la Unión de Correctores (UniCo) y ACE Traductores firmaron un código de buenas prácticas con el convencimiento de que una colaboración entre ambos colectivos es beneficioso para ambos y para la calidad de la obra publicada. Uno de los frutos más recientes de ese entendimiento es La Tarifadora, una calculadora de tarifas para profesionales de la traducción, la corrección y la edición.

“Pretende ser una herramienta de denuncia de esas condiciones demenciales en las que estamos hundiéndonos. La idea es que sirva para que puedas explicarle con más claridad al editor o editora con la que negocias tu tarifa, en el caso de que puedas negociar, que lo que te ofrece no da para vivir, y que si quieren algo profesional, tienen que pagarlo”, desarrolla Osuna. Asimismo, con ella también quieren llamar la atención del Ministerio de Trabajo sobre su situación laboral.

Eugenia Vázquez Nacarino comenta que es necesario quitarle romanticismo a la industria del libro, porque muchas veces los traductores literarios trabajan a pérdidas. “Hay que hacer números y visibilizar la precarización del sector en un contexto que nos deja a merced de la ley de la oferta y la demanda, y de una interpretación tan restrictiva de la ley de libre competencia en España que ni siquiera permite a nuestras asociaciones profesionales recomendar una horquilla de tarifas”, declara.

Eduardo Iriarte, que firma la traducción de "El casero" de Keith Ridgway, está de acuerdo con que hay que reivindicar mejoras laborales y cruza los dedos porque se llegue a algo, pero también le inquieta que, en algunos casos, sea contraproducente. “Sigue habiendo editoriales que parecen decir: ‘Si todos pagan mal a los traductores, ¿por qué habríamos de pagarles mejor nosotros?’”, indica.

Él reconoce que es un privilegiado porque durante más de tres décadas ha vivido de la escritura —ha publicado seis novelas— y de la traducción literaria y, por el momento, no parece que su situación vaya a cambiar. Incluso se muestra optimista ante el porvenir: “Casualmente, estoy traduciendo la nueva novela de Ian McEwan, que transcurre en 2119: sigue habiendo futuro”.

Sin embargo, sus compañeras no se muestran tan esperanzadas. A Eugenia Vázquez le cuesta ver cómo se va a mejorar la situación actual cuando “desde las instituciones oficiales que deben velar por el sector cultural no se toman medidas firmes para proteger a un colectivo autónomo al límite de la subsistencia”, recalca. Mientras, Julia Osuna se plantea un mañana muy acorde al espíritu kafkiano del volumen de Mutatis Mutandis: “Una se pregunta qué piensan hacer con todos los que nos vamos a la calle, y me imagino filas de personal sobrecualificado regando con regaderas y mangueras centros de datos”.

lunes, 2 de junio de 2025

El gobierno argentino ahora mete la pezuña en las Bibliotecas Populares

En su noeta publicada en el diario La Nación, de Buenos Aires, el pasado 31 de mayo, Daniel Gigena se ocupa de la reacción desatada a partir de la decisión del actual gobierno argentino de desmantelar la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares).

Bibliotecas “en riesgo”: la Conabip recibe respaldo internacional y de cientos de artistas, escritores y académicos

Crece el respaldo nacional e internacional a la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) que el Gobierno, con el decreto 345, intenta degradar al despojarla de autonomía. El organismo, que en septiembre celebrará su 155° aniversario, fue creado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento en 1870. La iniciativa libertaria, que iría en contra del consenso legislativo en torno a la ley Bases, cosecha rechazos en el país y en el exterior.

No es improbable que la Justicia deba decidir si los decretos 345 y 346, publicados en el Boletín Oficial la semana pasada, son constitucionales o no. El jueves, en la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, legisladores de la oposición estimaron que el Congreso podría impugnar ambos decretos porque “violan” el artículo 3° de la ley Bases. Exministros y exsecretarios de Cultura de diversos gobiernos (del menemismo al macrismo, pasando por las gestiones kirchneristas), así como expresidentes de la Conabip, reclamaron que el Congreso rechace el decreto.

El martes, la División Regional de América Latina y el Caribe de la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios e Instituciones (IFLA LAC) emitió una declaración en el que expresa su “solidaridad y preocupación” por las disposiciones del decreto ideado por el ministro Federico Sturzenegger y la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei.

“Reconocemos y valoramos el trabajo histórico de la Conabip como organismo que ha acompañado, fortalecido y articulado el desarrollo de las bibliotecas populares en la Argentina, promoviendo el acceso libre y equitativo a la información, la lectura y la participación ciudadana -se lee en el documento, que lleva la firma de la presidenta de la IFLA LAC, Jeannette Lebrón Ramos-. Su trayectoria ha sido referencia en la región y ha inspirado políticas bibliotecarias con enfoque comunitario y federal”.

La Conabip, que nuclea a más de mil bibliotecas populares en todo el país, también fue respaldada por la Fundación El Libro (organizadora de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires), la Cámara Argentina del Libro, la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, la Unión de Escritoras y Escritores y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, entre otras entidades.

Además, la Red Internacional por las Bibliotecas Populares reunió más de 5300 firmas de apoyo y adhesión de artistas, académicos, escritores, bibliotecarios, gestores culturales y músicos de la Argentina, Alemania, Australia, Brasil, Canadá, Colombia, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Francia, Honduras, Italia, México, Nueva Zelanda, Perú y Uruguay.

Entre los cientos de firmantes del ámbito cultural del país, figuran escritores, académicos, artistas y gestores culturales reconocidos, como Griselda Gambaro, León Gieco, Claudia Piñeiro, Alan Pauls, Santiago Kovadloff, Selva Almada, Dolores Reyes, Ángela Pradelli, María Rosa Lojo, Fernanda García Lao, Martín Kohan, Poly Bernatene, María Teresa Andruetto, Leila Guerriero, Alejandro Dolina, Guillermo Saccomano, Gabriela Cabezón Cámara, Diana Bellessi, Guillermo Martínez y Laura Devetach.

También adhieren Iñaki Echeverría, Mariano Quirós, Miguel Gaya, Liliana Heker, Mauricio Kartun, Liliana Herrero, Víctor Heredia, Cristina Banegas, Cecilia Roth, Ricardo Bartís, Maitena Burundarena, Tute, Miguel Rep, Isol, Juan Sasturain, Sergio Olguín, Alejandro Tantanian, Esther Cross, Maristella Svampa, Horacio Tarcus, Andrea Giunta, María Ines Krimer, Liliana Viola, Inés Garland, Paula Bombara, Oche Califa, Paula Perez Alonso, Gloria Peirano, Camila Sosa Villada, Gustavo Nielsen, Andrés Neuman, Alicia Salomone, Américo Castilla y María Silvia Lacorazza.

Con el lema “Defendamos a la Conabip”, la Red Internacional por las Bibliotecas Populares difundió un documento en el que se expresan en contra de “la destrucción de la Conabip”. Para los firmantes, con el decreto -que se presentó como una “medida administrativa”- el Gobierno, sin más, elimina la institución, “quedando en su lugar una unidad organizativa dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación”, que actualmente coordina Leonardo Cifelli.

El decreto deshace el carácter federal del organismo, al reemplazar la composición de la Comisión Nacional por un director nacional y un consejo asesor integrado por cinco personas elegidas a dedo por el secretario de Cultura. “A partir de esta medida se corre el riesgo de dejar en manos de las autoridades de la Secretaría de Cultura toda decisión sobre el reconocimiento de nuevas bibliotecas populares o eliminación de bibliotecas populares ya existentes”, se advierte en el documento. El actual presidente y, si prospera la medida, futuro director, es el bibliotecólogo Raúl Escandar.

La institución perdería autonomía para el desarrollo y la ejecución de políticas públicas, al quedar las decisiones sobre planes y programas a cargo del secretario de Cultura, al igual que el presupuesto. “En incumplimiento de la Ley 23.351 [...] el presupuesto para las bibliotecas populares queda sujeto a la discrecionalidad de lo que las autoridades de turno de la Secretaría de Cultura consideren. No se podría asegurar que su uso se destine exclusivamente a las bibliotecas populares. Esta medida ignora, además, que el fondo para las bibliotecas populares fue garantizado por 50 años por todo el arco político en el Congreso de la Nación en 2022″, se alerta en la declaración.

“Este decreto que elimina la Conabip como organismo no moderniza ni mejora la gestión: desmantela una política pública histórica, exitosa y profundamente democrática que garantiza acceso federal a la cultura y desarrollo local”, concluye el comunicado, donde se exige a la Comisión Bicameral del Congreso de la Nación (que preside el diputado Oscar Zago) que intervenga para “frenar el decreto que atenta contra 155 años de historia”.