viernes, 29 de octubre de 2021

Dos poetas del Renacimiento inglés en extraordinaria traducción de Montezanti

Hay traductores que, con mucho, muchísimo menos recursos e inteligencia que Miguel Ángel Montezanti, se han labrado una reputación pública que los vuelve referencia entre editores y público. Él, en cambio, especialista en el Renacimiento inglés, pero también gran conocedor de los poetas contemporáneos, con pudor, prudencia, humildad y, sobre todo, mucho trabajo, se ha ganado el reconocimiento académico (es profesor de Literatura Inglesa y de Literatura comparada en la Universidad Nacional de La Plata). Falta entonces "descubrirlo", porque, me apuro a decirlo, es uno de los mejores traductores de la Argentina.

Montezanti fue nombrado muchas veces en este blog. Por ejemplo, en la entrada del 10 de junio de 2011, con motivo de su traducción de  Solo vos sos vos, los sonetos de Shakespeare al rioplatense. O el 3 de diciembre de 2012, por su versión de La violación de Lucrecia, también de Shakespeare. O el 23 de agosto de 2017, cuando presentó en una de las reuniones presenciales del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires su volumen de Baladas inglesas y escocesas. Sin embargo, ésa es apenas una parte de su labor. También tradujo los Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot, Visitas hospitalarias, una antología de Philip Larkin, Extraño encuentro, la poesía completa de Wilfred Owen y muchos otros textos, dispersos en medios académicos o en volúmenes publicados por editoriales universitarias, vehículo que, convengamos, suele carecer de la distribución adecuada.

En ese último contexto se inscribe su último trabajo, Sonetos amorosos del Renacimiento inglés, que reúne Idea, de Michael Drayton, y Fidessa, de Bartholomew Griffin, obras reunidas en un bello volumen publicado por EUDEM, la Editorial de la Universidad de Mar del Plata. Se trata de la primera parte de un proyecto mayor que, en sucesivos volúmenes, irá abarcando la producción poética de los contemporáneos de William Shakespeare. 

El libro se abre con una magnífica Introducción, donde Montezanti traza una historia del soneto hasta llegar a la forma que esta especie poética asumió en Inglaterra. 

Acto seguido, se presentan las dos obras en ediciones bilingües, acompañadas por notas. 

La excelencia con que Montezanti ha logrado traducir estos poemas, manteniendo las rimas y adecuando el verso castellano al inglés es absolutamente notable y confirman una vez más la absoluta necesidad de ubicarlo entre los más importantes traductores que ha dado este país.

Jorge Fondebrider

jueves, 28 de octubre de 2021

"Huir de un idioma, es como abandonar el ejército"

El pasado 23 de octubre, Virgina Batista publicó en el diario Excelsior, de México, la siguiente entrevista con Ariana Harwicz y Mikaël Gómez Guthart, a propósito de la publicación en ese país de Desertar. Según la bajada, “Los escritores entregan ‘un epistolario histérico’ en el que revisan conceptos como escritura, traducción, identidad y lengua.



Vivir en otro idioma por Ariana Harwicz y Mikaël Gómez Guthart

CIUDAD DE MÉXICO. La lengua está llena de mentiras, de baches, de olvidos, de imperfecciones, de errores; no diría que es nuestra única identidad”, afirma Ariana Harwicz. “Tengo 40 años viviendo en otro idioma o idiomas; en español me siento muy distinto de la persona que soy hablando francés”, confiesa Mikaël Gómez Guthart.

Desertar (Dharma Books, 2021) entrega un diálogo entre una escritora argentina que se enamoró de la lengua francesa e intentó renunciar al español huyendo de Buenos Aires a París, y un narrador galo-uruguayo que, en una crisis, dejó de hablar francés para comunicarse sólo en español, escapando de París a Argentina.

Los autores, que ahora radican en París, reflexionan en entrevista por separado con Excélsior sobre la escritura y la traducción, el español y el francés, la identidad y la lengua, temas que motivaron este título.

Para Harwicz, Desertar es abandonar el campo de batalla, la guerra, la tropa. “Le pusimos así porque evoca algo imposible. Nos preguntamos si es posible desertar de la lengua materna. ¿Se puede, aunque uno no la hable nunca más, abandonar una lengua que nos constituye? Desertar tiene que ver con esos momentos cruciales de la guerra y del ser humano”.

Gómez agrega que “el título es una metáfora de huir de un idioma, es como abandonar el ejército. Pero también se refiere al desierto; en hebreo, desierto tiene la misma raíz etimológica que los vocablos ‘palabra’ o ‘hablar’”.

Harwicz (1977) está convencida de que la identidad “no es más que una mentira, un fracaso, una estafa. Vivimos una época obcecada, obsesionada casi patológicamente con la identidad. Creo que la lengua es una de las vertientes de lo que somos, porque somos la lengua que hablamos y la que no hablamos; el idioma nos define, pero no es lo único”.

Explica que el español “es mi lengua materna y me da todo; es la base de mi composición, no puedo crear sin el español argentino que heredé y viví. Existe una relación sentimental con la lengua; yo en español tengo recuerdos de mis cuatro años, de gente muerta, en español sufrí y amé.

La autora de las novelas Matate, amor, La débil mental, Precoz y Degenerado destaca que escribir es refundarlo todo. “La escritura es una lengua única, irrepetible, inimitable, intransferible. Y la traducción es un peligro porque implica un riesgo. Ambas son aventuras hacia el peligro. Hay un gran diálogo entre lo que escribo y lo que traduzco”, dice.

Por su parte, Gómez Guthart (1981) indica que “en español me siento cómodo, puedo hablar de cualquier cosa, pero me siento un poco limitado y superficial a veces. Soy mucho más gracioso en francés, digo chistes, hago juego de palabras.

El cuentista, traductor y crítico apunta que “este libro es un intercambio de ideas sobre los idiomas, sobre qué le pasa a uno cuando se muda de un idioma a otro y no es necesario para eso moverse geográficamente”, señala.

Reconoce que “mi historia como escritor y traductor comienza con libros publicados en Argentina, traducciones del francés al español. Estoy metido en este camino de ida y vuelta”.

Sobre su ejercicio como traductor, el autor de La tempestad advierte que no es un académico. “Creo que no hay ninguna diferencia entre el oficio de traductor y el de escritor. Es una interpretación. Depende de la propia lectura, no hay una mejor forma de traducir que otra”, concluye.

Desertar ha recibido comentarios elogiosos de autores como el italiano Claudio Magris, el catalán Enrique Vila-Matas y el argentino Alberto Manguel.

miércoles, 27 de octubre de 2021

No sólo los concursos literarios del mundo hispanoamericano despiertan sospechas


Con información de AFP y The New York Times, alguien, medianamente informado, publicó la siguiente noticia en Cultura InfoBAE del 25 de octubre pasado: “La Academia que dirige el prestigioso galardón modificó las normas ya que uno de los candidatos, François Noudelmann, era la pareja de Camille Laurens, miembro del jurado. Detalles del drama y de la drástica decisión final”. Y lo de “medianamente informado” viene a cuento porque desde hace décadas que “los cafés de Saint-Germain-des-Prés” ya no son el “reducto de la clase literaria francesa”, lugar común de pacotilla, como se lee en el artículo. Si el resto de la información es así, en fin… 

Escándalo en el Premio Goncourt: acomodo, conflicto de intereses y cambio repentino en las reglas para votar

 

El gran premio literario Goncourt, el más famoso y reputado de Francia, se ve envuelto en una polémica y cambia sus reglas para no despertar más sospechas de nepotismo. ¿Qué fue lo que pasó con este prestigioso galardón que lleva casi 120 años de historia?

 

Todo comenzó cuando los diez miembros del jurado se reunieron este mes para elaborar la lista de candidatos y, entre ellos, se encontró que uno de los seleccionados era pareja de Camille Laurens, novelista y crítica de libros de Le Monde. Incluso, la obra estaba dedicada a una tal “C.L.”. Sin embargo, decidieron en una votación de 7 a 3, que la pieza se inculiría en la lista. Por supuesto, Laurens voto por el “sí”.

 

Se trata de Les enfants de Cadillac, de François Noudelmann. Luego de un largo debate, decidieron cambiar las reglas y el libro en cuestión no fue retenido en la segunda ronda de seleccionados ya que esta norma tiene efecto inmediato. El Gouncort no solo da prestigio, sino también convierte a la obra seleccionada en una de las más vendida del país europeo y asegura también la traducción a otras lenguas. En 2020, por ejemplo, La anomalía, de Hervé Le Tellier, vendió más de un millón de ejemplares solo en su país, una cifra impensada para otra publicación de ficción.

 

Desde hace unos años, los galardones franceses reciben acusaciones de poco transparentes y no sin poca razón. El año pasado, cuando algunos miembros del jurado del Renaudot, el segundo reconocimiento más prestigioso, aceptaron haber coronado a Gabriel Matzneff en 2013 porque era amigo de varios de de ellos y “querían animarlo mientras atravesaba una mala racha”. El escándalo salió a la luz tras las acusaciones de pedofilia hacia Matzneff, por parte de Vanessa Sprigora, quien contó que a los 14 años mantuvo una relación con el escritor cuando este tenía 50 años.

 

En ese sentido, los premios franceses están rodeados de sospechas en cada edición, ya que los jurados hacen lobby abiertamente por libros en los que tienen un interés personal o profesional; incluso muchos de ellos trabajan para grandes editoriales y defienden los títulos de sus empleadores u obras que ellos mismos editaron.

 

Pero el Goncourt no solo es respetado por ser el abanderado de la novela francesa desde hace 118 años, sino también porque desde 2008 realizó cambios en sus reglas para ser más honesto y creíble, algo que otros premios rechazaron. Aquellos cambios fueron realizados con Bernard Pivot en la presidencia, pero tras retirarse en 2019 en los cafés de Saint-Germain-des-Prés, reducto de la clase literaria francesa, comenzó a barajarse la idea de volver al pasado. Y así sucedió.

 

Entre los cambios implementados por Pivot se encontraba que los jurados ya no pueden trabajar en editoriales como tampoco ser vitalicios. Además, deben jubilarse a los 80 años y leer realmente los libros que se evalúan. De acuerdo a un análisis de The New York Times la década anterior a las reformas de 2008, casi dos de los diez jueces del Goncourt en un año dado tenían vínculos con la editorial del ganador. Pero desde 2008, el número de jueces con esos vínculos se redujo a uno.

 

Pivot declaró estar “sorprendido” y “conmocionado” por la decisión del Goncourt de incluir el libro en cuestión en su lista. “Es obvio que, como presidente de la Academia Goncourt, no habría aceptado incluir en una lista el libro de un marido, una mujer o un amante”, dijo. Y agregó: “Lo que hace que uno se niegue a incluir en una lista un libro cuyo autor es allegado a un miembro de la Goncourt es el sentido común”.

 

A comienzos de octubre, los miembros del jurado del Goncourt se reunieron para almorzar en Drouant, restaurante de París donde se celebran las reuniones desde hace un siglo, y elaboraron una lista de 16 novelas. Allí surgió el conflicto: un título requería una votación especial, Les enfants de Cadillac, de François Noudelmann, pareja de Camille Laurens. Se decidió que no había conflicto de intereses, en parte porque Laurens y Noudelmann no estaban casados ni en unión civil.

 

En una entrevista por correo electrónico, Laurens, que se convirtió en miembro del jurado el año pasado, dijo que había sido transparente respecto de su relación y que “nunca había alentado a los otros miembros del jurado” a leer el libro. Sin embargo, algunos miembros, incluido el presidente Decoin, se sorprendieron de que votara.

 

“Pensé que no iba a votar”, dijo el actual presidente Didier Decoin, que fue parte de la minoría de tres. “Así que votó. Es extraño, pero es asunto suyo”. Por su parte, Philippe Claudel, que es el secretario general del jurado e integraba la mayoría de siete, dijo que ninguna norma interna impedía a Laurens votar. “En mi opinión, no se puede culpar a Camille Laurens de violar una regla que no existe”, dijo. Todo corría por los carriles normales, la lista se hizo oficial, pero Laurens dio un paso en falso que la dejó en evidencia. Desde su columna en Le Monde criticó la selección de La carte postale, de Anne Berest.

 

La obra de Berest, considerada como una de las candidatas a ganar el premio, trata temas similares a la obra de su pareja: exiliados judíos en Francia y el Holocausto. Por otro lado, La carte postale había obtenido muchos elogios de la crítica y ventas, mientras que Les enfants de Cadillac había despertado poco interés. Esto hizo que la mirada de los círculos literarios se centraran en la relación de Laurens con Noudelmann.

 

Así, la emisora de radio pública France Inter, que fue la primera en revelar el conflicto de intereses, aseguró que la crítica de Laurens era de una “brutalidad inaudita”, mientras el semanario L’Obs sostuvo que la reseña viró hacia los ataques personales contra Berest al calificarla de “experta en el chic parisino” y compararla con alguien que entrara en una cámara de gas con “sus grandes zuecos de suela roja”. El libro, escribió Laurens, era “La Shoah para idiotas”.

 

En su correo electrónico, Laurens aseguró haber escrito la reseña antes de que el Goncourt decidiera quiénes eran los candidatos y que ella era una “crítica independiente” y estaba siendo señalada por ser mujer. “No es la primera vez que escribo una crítica virulenta de un libro”, dijo. “Y una vez más, observo que mis argumentos nunca se analizan y que la gente prefiere decir que soy ‘brutal’ y ‘perversa’”.

 

En la polémica ingresó Jean-Yves Mollier, experto en la historia de la edición francesa, quien comentó que la reseña formaba parte de una larga tradición de competencia por los premios literarios. “Asesinó directamente a uno de los candidatos”, expresó. En ese sentido, Decoin anunció que impulsaría una nueva norma que obligara a los miembros del jurado que tuvieran un conflicto de intereses a abstenerse de votar. Claudel aclaró que estaba de acuerdo, pero subrayó que los actuales jurados estaban tan comprometidos con la ética como Pivot.

 

Bernard Pivot es una excelente figura moral, y creo que todos los que están alrededor de la mesa también lo son”, dijo tratando de mantener el prestigio del premio. “Sería sumamente inapropiado decir que la moral radica en una sola persona”. Lo cierto es que el jurado del premio más importante de las letras francesas reaccionó rápido para frenar las críticas ante la supuesta opacidad del proceso de selección y los conflictos de interés. El objetivo de estos cambios es, según la Academia, “respetar el secreto del voto”. ¿Lo habrá conseguido?

martes, 26 de octubre de 2021

"Volví a cambiar el idioma de griego a sueco"


Un libro valiente sobre un viejo dilema del exiliado: aprender la nueva lengua adoptiva, y olvidar (o no) la anterior, la de su patria de nacimiento.” Eso dice la bajada de la reseña que hizo el poeta, narrador y ensayista colombiano Darío Jaramillo, del libro Otra vida por vivir, del autor griego Theodor Kallifatides, para el suplemento cultural del diario El País, de Montevideo, el pasado 24 de octubre.

Theodor Kallifatides y la lengua como única patria del autor exiliado


Theodor Kallifatides (1938) nació en Molaoi, un pueblo de Grecia, en el Peloponeso. Más tarde se trasladó a Atenas y cuando tenía 25 se instaló en Suecia, se casó con una sueca, tuvo dos hijos suecos y vive allí hasta hoy, cuando tiene 82 años. Aprendió sueco hasta el punto de convertirse en escritor en sueco. Otra vida por vivir (traducido por Selma Ancira) es un libro autobiográfico sobre hechos ocurridos hace muy pocos años y que se refieren precisamente a su condición de escritor, y de escritor en sueco. “La literatura había dado forma a mi vida casi tanto como las condiciones políticas y económicas de mi época. Sólo que antes yo no me daba cuenta. Lo mismo ocurría con el gran ‘si’ de la emigración. Me fui no sólo porque no encontraba trabajo, sino porque el hombre que se va, que quema las naves, es alguien muy común. Como aquel que vuelve o aquel que no olvida”. Y aclara: “la emigración es una especie de suicidio parcial. No mueres, pero muchas cosas mueren dentro de ti. Entre otras, tu lengua. Por eso me siento más orgulloso de no haber perdido mi griego después de haber vivido cincuenta y cinco años en Suecia, que de haber aprendido el sueco tan bien como lo he aprendido. Lo segundo fue obra de la necesidad, pero lo primero es un acto de amor. Una victoria contra el olvido y la indiferencia”.


Los hechos a que refiere Otra vida por vivir: “estaba atravesando días difíciles. Siempre volveré, la más reciente de mis novelas, me había dejado exhausto. Me sentía vacío e inútil. Una tarde en la Folkoperan de Estocolmo me encontré con un colega que me caía bien aunque no lo conocía yo demasiado. No sé cómo, pero acabamos hablando de mis dificultades. ‘Después de los setenta y cinco nadie escribe’, me dijo. Yo ya los había cumplido o sea que ya había entrado en la reserva. Me preguntaba si debía abandonar la escritura. Dejarla antes de que ella me dejara a mí. Había hecho varios intentos de comenzar a escribir alguna cosa utilizando ideas varias, pero todo había sido en vano. Dejaba las frases a la mitad. Me aburría”.


Kallifatides se planteó la idea de dejar de escribir. No estaba seguro de nada. Sabía que si abandonaba su oficio “tendría que abandonar mi estudio en la ciudad, ‘mi guarida de lobo’ como lo llamaba”; un lugar muy especial para él: “lo amaba. Amaba mi estudio. Por la mañana, cuando llegaba, lo saludaba, le preguntaba cómo había pasado la noche y si tenía algo para mí ese día. Y siempre tenía algo. La escritura está, sí, dentro de nuestra cabeza, pero también alrededor de nosotros, en las paredes y en los muebles, en el olor a café, en la luz de la lámpara. En días benditos todo es escritura, y en días malditos nada lo es”. Lo malo era que “ya no podía escribir. Los últimos seis meses en la ‘guarida del lobo’ fueron de pesadilla”.


Entonces se preguntó: “¿habría llegado la hora? A todos les llega la hora, decía, y pensaba en Simenon, que solía escribir una novela en dos o tres semanas. Su método era sencillo. Se encerraba en su habitación, su secretario le llevaba la comida y eso era todo. Simenon le quitaba la funda a su máquina de escribir y escribía. Eso hizo aquella última vez. Se encerró con llave de siete vueltas, le quitó la funda a su máquina de escribir, pero no le llegaba ni una sola palabra. Luego de varias horas se desesperó. Salió de la habitación y, simple y sencillamente, le dijo a su secretario: ‘se acabó’. Después de eso, no volvió a escribir ni una sola palabra, ese hombre que había escrito alrededor de cuatrocientos libros”.


Recuerda que “pensaba en lo que había dicho Aksel Sandemose, un escritor al que yo amaba y admiraba: ‘Quien puede dejar de escribir, debe hacerlo’. Y yo, ¿podía dejar de escribir? ¿Quizá debería hacer acopio de paciencia, dejar que pasara la inactividad, permitir que se despertara en mí aquello que me había hecho escribir durante tantos años?”. Y confiesa: “los recuerdos ya no me calaban. Había comenzado a transformarse en viejas fotografías. Yo mismo me iba pareciendo cada vez más a una vieja fotografía de mí mismo”.


Olor a queroseno

Diversas circunstancias le dan la posibilidad de pasar una temporada de varias semanas en Grecia, en su Peloponeso, en Eleusis, en su pueblo. Viaja con su mujer. Pero —horror— “Grecia había cambiado sin preguntarme”: “en otras ocasiones, cuando llegaba a Grecia lo sentía en el momento mismo de bajar del avión. Mis pulmones se expandían y, junto al olor a queroseno, aspiraba el país entero. Pero en esa ocasión nada. Tenía constantemente la sensación de encontrarme en un país equivocado, de estar en un lugar erróneo. Y todo esto estaba en relación con mi imposibilidad de escribir. Había perdido mi peso específico, mi capacidad de mantenerme a flote (…). Quizá finalmente ese sea el precio de vivir en un país extranjero. No es sólo que vives una vida distinta de la que dejaste atrás. Es que la vida en el extranjero te vuelve extraño”. Y más: “yo quería que todo siguiera siendo como antes. Ese es uno de los dramas del expatriado. Sueña con volver a lo que dejó. Pero eso ya no existe más que en su empañada memoria”.


De seguro —recapitula— la decisión de escribir en sueco lo había vuelto “siempre dubitativo, siempre inseguro, siempre temeroso de haber cometido un error, de haber dicho algo que no se decía así. Con esa espada de Damocles pendiente siempre sobre mi cabeza, he escrito a lo largo de más de cuarenta años (…). ¿Qué pasaría conmigo si escribiese en griego? (...) Tenía la sensación de que me sería más difícil redescubrir mi lengua que seguir escribiendo con la inseguridad de la lengua extranjera”.


A medida que avanza su temporada griega, sigue su viaje que lo va demoliendo por dentro: “miraba y volvía a mirar a mi alrededor con la esperanza de que algo se despertara dentro de mí, algo de todo lo que recordaba, pero era como si estuviera viendo una película vieja, descolorida. Los recuerdos habían perdido su fuerza. Quizá por eso no podía escribir. Me había convertido en una nuez vacía. Con hueco, las llamábamos, creo. Por fuera estaban enteras, pero por dentro no había nada”.


Al final llega a Molaoi, su pueblo natal. Lo invitan a una representación que darán los muchachos de su escuela. Se apagan las luces. Los chicos del coro comienzan con las primeras palabras de Los persas de Esquilo: “se me puso la piel de gallina (…). Yo había asistido a funciones con actores célebres, sin que me hubiesen conmovido. Me entregué a las voces de los chicos, a las palabras de Esquilo y mi alma se hinchó de orgullo”. Tiene un rapto, un arrobamiento, no en vano, pienso, no estaba lejos de Eleusis. Al día siguiente a la hora del desayuno, “el corazón me palpitaba con tanta fuerza que parecía que se me fuera a salir. Encendí mi ordenador, cambié el idioma de sueco a griego y me puse a esperar mi primera palabra. La tormenta cobraba fuerza. Yo, esperaba. No sucedía nada. Intenté pensar en griego sin conseguirlo. El sueco era el idioma en el que había escrito todos mis libros. Volví a cambiar el idioma de griego a sueco. Pero tampoco ocurría nada en mi cabeza (…). Permanecí sentado, cruzado de brazos, alrededor de una hora. No podía escribir. Estaba atrapado entre mis dos idiomas, como el famoso asno de Buridán, que no lograba elegir entre comer y beber”. Después de muchas cavilaciones al fin se dio cuenta: “estaba escribiendo, sí, en griego, pero pensando en el lector sueco”. Fueron los chicos de su pueblo, su maestra, las palabras de Esquilo, las cosas que le dieron la luz: “Y este libro, el primero que escribo directamente en griego después de cincuenta años, es mi agradecimiento tardío para ellos, que me devolvieron mi lengua, la única patria que todavía me queda y la única que no me heriría”.


lunes, 25 de octubre de 2021

A propósito del poeta y traductor Henri Deluy

Poeta, traductor, impulsor y director de la revista Action Poétique –que duró casi cinco décadas– y de la Bienal de Poesía de Val de Marne, el poeta francés Henri Deluy (foto) es el tema de la columna de ayer del poeta y editor José María Espinasa, en la Jornada Semanal, de México.

De antologías, obituarios y gustos de lectura

La reciente desparición física del poeta francés Henri Deluy (1931-2021), también antologador de la poesía de su país, detona aquí una reflexión sobre las antologías y sus variados y subjetivos criterios de selección, o reunión, o compilación… todos, al parecer, esencialmente marcados por el gusto de quien las realiza, pero también sobre su indiscutible necesidad e importancia.

Hace un par de meses Adolfo Castañón, observador privilegiado de la literatura francesa, me mandó un mail donde mencionaba la muerte del poeta francés Henri Deluy, y me hablaba de la amistad del fallecido con Saúl Yurkievich y de sus trabajos sobre el tango. Yo conocía la labor de Deluy tangencialmente, sobre todo como editor de revistas, divulgador de la poesía francesa y autor de algunas notables antologías de la lírica de su país. Lo había tratado personalmente, si no recuerdo mal, por intermedio de Juan Gelman, a quien había traducido al francés y conversé con él en la Casa Refugio un par de veces en algunas de sus visitas a México. Su mirada sobre la lírica francesa era bastante distinta de la mía, él era un especialista y yo un aficionado, pero la conversación fue buena y de vez en cuando me enviaba ejemplares de la revista que hacía y me hice de algunas de sus antologías.

He contado en otras ocasiones que en los años noventa del siglo pasado, cuando planeaba una antología de poesía francesa, leí un ensayo en el que se mencionaba que dos extensas muestras del período 1970-1990 diferían en casi ochenta por ciento de los autores incluidos y que eso, para el ensayista, y con razón, representaba un grave problema: la brújula para orientarse se había perdido y sólo el tiempo podría darnos un nuevo sentido de orientación, reparar el que se había roto. La poesía francesa parece presentar un rostro definido más o menos hasta los nacidos en 1920, digamos hasta Yves Boneffoy, que es de 1923.
Pero luego…

Al pensar en recordar en estas páginas a Deluy, como una forma de agradecerle que fuera de los pocos poetas franceses de su generación que se interesaron en los escritores de habla española, entre ellos, además de Gelman, Saúl Yurkievich y Yolanda Pantin, tomé Une antthologie de circonstance del librero y la empecé a hojear mientras pensaba que toda antología es de circunstancia y que ponerlo en el título no era una reiteración sino un subrayado sintomático. Pero no se trataba de eso, el título en realidad se refiere a lo que nosotros llamaríamos una “memoria” de un festival de poesía muy importante del que fue animador: es la circunstancia misma de ser invitado al festival la que antologa –reúne– mezclando poetas de diversas nacionalidades y lenguas, más cerca de un muestrario que de una antología, y después de leer algunos autores devolví el libro a su lugar, pues no servía para lo que quería, recordar al poeta recién muerto. Y tomé ahora Lʼantologie arbitraire dʼune nouvelle poesíe (1960-1982, trente poétes). Me desconcertó el adjetivo arbitrario y busqué algunas de sus razones que sin embargo suponía predecibles en el prólogo.

Deluy hace algunas reflexiones previsibles sobre el género partiendo de los griegos –selección, florilegio, crestomatía– y sus razones de ser para ampararse en el deseo y en el gusto, y dice: “me gustan las antologías y me gusta la poesía de hoy día”. En efecto, Deluy deja esto último manifiesto y eso me gusta, también que se trata de que una selección, si bien busca cierta permanencia, es fruto de una circunstancia, el calificativo de la mencionada líneas arriba, que toda antología es una jugada de dados, una apuesta por y contra el azar a partir del gusto, eso tan volátil. En ese prólogo en forma de apuntes sueltos, Deluy señala algo notable: el gran ausente es el surrealismo en esa generación. La generación de Deluy, que es la que da contenido al libro, se ve desgajada entre el rechazo (a las teorías) y la admiración (por los textos) del surrealismo, y señala que los escritores cercanos o afines a ese movimiento fueron en casi todos los casos sus maestros. Eso me lleva a pensar que la razón por la cual la poesía francesa del segundo medio siglo del xx dejó de interesar a los lectores de habla española fue ese dilema: seguíamos (seguimos en buena medida) anclados sólo a la admiración. O, más aun, cuando los franceses negaban al surrealismo nosotros, de este lado del Atlántico, vivimos en un estado de beatificación de Breton y compañía que casi se volvía pasmo.

Ese señalamiento me llevó a dejar de lado el que yo creía su mayor aporte a la literatura francesa, para ocuparme más de su propia poesía, lo que en realidad es un mejor acto de justicia que ocuparme de lo circunstancial o lo arbitrario. Puse los libros de su autoría para leerlos –confieso que nunca les había hincado el diente– y confirmar lo que Castañón me señalaba con relación a la calidad de su poesía: es muy buena. Otro será el lugar para hacerlo. Ahora quisiera abundar sobre un asunto ya planteado en algunas notas anteriores mías en este suplemento: cómo lee uno a un escritor cuando éste ha muerto. Lo hace, desde luego, con un sesgo distinto, como si el punto final de la desaparición física pusiera en el escrito una responsabilidad diferente, pero no necesariamente un lastre. Por eso es tan difícil y tan poco agradecido el género del obituario.

viernes, 22 de octubre de 2021

Vindicación del traductor argentino Abel Dubois

En este momento estoy traduciendo y anotando una versión de Bouvard y Pécuchet para Eterna Cadencia. Ya promediando la tarea, mi trabajo se empieza a centrar en las bibliografías. Descubro entonces que, entre otras ediciones, hay una edición de este libro publicada por el C.E.A.L., en Argentina, con estos datos:

Gustave Flaubert. Bouvard y Pécuchet, traducción de Abel Dubois, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1980.

Busqué los datos de “Abel Dubois” y todo indica que ésa es su única traducción, por lo que sospecho que ese traductor nunca existió, y que la versión en cuestión fue “fusilada” de alguna previa. La práctica no es exclusiva de Argentina: ahí están Bruguera y Edhasa, en España, para mencionar apenas otros dos ejemplos.

Para aumentar mis sospechas, descubro que “Abel Dubois" aparece en una entrada diferente, en la que se habla de Historia funambulesca del profesor Landormy, una extraordinaria novela del escritor argentino Arturo Cancela, originalmente publicada en 1944 y vuelta a publicar por el C.E.A.L., con prólogo de Jorge B. Rivera, en 1982. No se me escapa que Cancela nombra a su personaje Abel Dubois Landormy, a partir de una homofonía con “La belle du bois endormie” (“La bella durmiente del bosque”).

Ahora bien, todo el mundo sabe que, luego de encargar en sus comienzos traducciones originales, en la década de 1980, acaso para abaratar costos, fue práctica común del C.E.A.L. partir de traducciones ya existentes, alterar algunas de las palabras que presentaban recurriendo a la sinonimia y atribuirlas a traductores ficticios. Es, seguramente, lo que pasó con esa edición de Bouvard y Pécuchet. Cabe entonces preguntarse cuál fue la traducción de la que se partió.

Hasta ese entonces, en la Argentina había dos traducciones disponibles de Bouvard y Pécuchet

Una es la de Valentín de Pedro (1866-1966), de quien encontré esta noticia biográfica en el portal de la editorial Renacimiento: “Valentín de Pedro (Tucumán, 1896-Buenos Aires, 1966) fue periodista, novelista, autor de piezas teatrales, ensayista y poeta ocasional. Vivió en Madrid desde finales de la década de 1910 hasta 1941, año este en que pudo regresar a su país natal tras sufrir los desmanes y secuelas de la Guerra Civil. Fue testigo en primera persona de la resistencia de las milicias republicanas ante el asedio de la capital española por parte de las tropas de Franco y del triunfo de estas sobre Madrid a fines de marzo de 1939. Dadas su afiliación a la CNT y sus diatribas en contra de la rebelión militar publicadas en diarios confederados como El Sindicalista, CNT o Castilla Libre, el autor es apresado en abril del 39 y conducido primero a la cárcel de Las Salesas y luego a la galería de condenados a muerte de la temida prisión de Porlier, donde pasa varios meses. Allí vivirá días amargos en medio de un clima de miseria y desolación tremebundos, y coincidirá con una serie de personalidades del ámbito político, literario y periodístico que conformaban una parte importante de la intelectualidad española de entonces. A su regreso a la Argentina, el escritor se da a la tarea de dejar constancia de sus vivencias de la guerra y de su paso por las cárceles de Franco”. 

La otra es la de Aurora Bernárdez (1920-2014), argentina radicada en Francia, con quien cené dos veces: una en la casa de Arnaldo y Monique Calveyra, y otra en casa de ella con los Calveyra y los Yurkievich. Hermana de Francisco Luis Bernárdez y primera esposa de Julio Cortázar, fue traductora de un gran número de autores de lengua inglesa, francesa e italiana y algunas de sus traducciones, como las de Lawrence Durrell e Italo Calvino, se consideran canónicas. Las versiones de Bouvard y Pécuchet, de uno y otra se publicaron por primera vez en Buenos Aires, en 1946.

Estos son los datos técnicos de ambas:

Gustave Flaubert. Bouvard y Pécuchet, traducción de Valentín de Pedro, prólogo de Jacinto Grau, Buenos Aires, Editorial Corinto, 1946.

Gustave Flaubert. Bouvard y Pécuchet, traducción de Aurora Bernárdez, nota preliminar de Domenico Angelini, Buenos Aires, Emecé, 1946 / también en Novelas completas, Buenos Aires, El Ateneo, 1954 / Barcelona, Barral Editores, 1973 / Barcelona, Tusquets, 1999 / Barcelona, Planeta, 2008 / Buenos Aires, El Cuenco de Plata, 2016.

Como puede leerse, la edición de Aurora Bernárdez fue republicada varias veces tanto en la Argentina como en España. Sin embargo, llama la atención que, incluso en sus dos primeras ediciones argentinas, presentara un léxico del todo ajeno a la variante de nuestro castellano. Por caso, donde un argentino hubiera puesto “triste” o “melancólico”, Bernárdez traduce “mohíno”. Y lo mismo pasa a lo largo de todo el volumen.

Tal vez no deba extrañar porque, en esos años, una parte importante de la producción de libros argentinos se exportaba a España, política, económica y culturalmente devastada por el ascenso del fascismo. 

En el caso de Emecé, con dueños españoles, el negocio funcionaba muy bien porque se controlaba ya desde origen que nuestra manera de considerar la lengua no chocara con la manera en que la consideraban los españoles. Si no, el negocio no cerraba.

Lo curioso es que cuando uno compara esas versiones “argentinas” con las que se publicaron en España, observa que alguien juzgó que el castellano al que habían sido traducidas no era todo lo español que debiera haber sido, de modo que en España se españolizaron aún más. Y como el tránsito incluyó al menos tres sellos españoles, de uno a otro, acaso sabiendo que Aurora Bernárdez era argentina, le fueron agregando más salero e hispanidad.

El destino quiso que esa versión terminara en el grotesco de ser publicada en Argentina en 2016, con "prólogo" de Jorge Luis Borges  (que en realidad es el artículo "Vindicación de Bouvard y Pécuchet", publicado en Discusión, de 1932). La acumulación de nombres ilustres, sin embargo, no sirve para ocultar que se trata de una reproducción de una versión española, sin que mediara corrección de estilo alguno. Así, la edición que ofrece y promociona El Cuenco de Plata es una versión muy española de una traductora argentina.

Pero no hace falta llegar tan lejos. Volviendo más atrás, una comparación superficial permite afirmar que la edición del C.E.A.L. de Bouvard y Pécuchet, con supuesta traducción de Abel Dubois es la edición algo argentinizada de la traducción española de Aurora Bernárdez, lo que constituye algo así como un ejercicio de justicia poética. Tal vez, a Flaubert, esta historia disparatada le habría encantado.

Jorge Fondebrider

jueves, 21 de octubre de 2021

El SPET en octubre lee a Juan Rulfo


En el próximo encuentro, que tendrá lugar el miércoles 27 de octubre a las 17 (hora argentina), nuestra invitada Clémence Belleflamme expondrá sobre “La retraducción entre texto, paratexto y extratexto: el ejemplo de El llano en llamas


Clémence Belleflamme es romanista y traductora por la Universidad de Lieja (Bélgica); es investigadora del Centre Interdisciplinaire de Recherche en Traduction et Interprétation (CIRTI) de esa universidad. Actualmente se encuentra en la fase final de una tesis doctoral dedicada a la retraducción al francés de obras narrativas hispanoamericanas ligadas al boom, en el caso específico en que primera traducción y retraducción fueron publicadas por la misma editorial. Fue becaria de la UNAM para realizar una estadía de investigación en México DF en torno a la obra de Juan Rulfo y la Fundación Juan Rulfo. Presentó el fruto de sus investigaciones en varios congresos internacionales y en artículos científicos, publicados por las revistas Meta y Mutatis Mutandis. Tradujo al francés el último capítulo, inédito en esta lengua, del volumen de Christiane Nord La traduction: une activité ciblée, que co-editó para la colección “Truchements” de Presses Universitaires de Liège.

Lecturas sugeridas:

--Gustavo Guerrero: “La Croix du Sud (1945-1970): génesis y contextos de la primera colección francesa de literatura latinoamericana”, en Müller, Gesine, Locane, Jorge J. y Loy, Benjamin (eds.): Re-mapping world literature. Writing, book markets and epistemologies between Latin America and the Global South, Berlín/Boston: De Gruyter, 2018, pp. 199-208.

--Outi Paloposki y Kaisa Koskinen: “Reprocessing texts: the fine line between retranslating and revising”, en Across languages and cultures, 11,1 (2010), pp. 29-49.

Aviso

La sesión se realizará como videoconferencia. Quienes quieran participar pueden enviarnos un mail con el asunto SPET 142 hasta el 27/10 a las 13.00. La dirección de mail será utilizada para hacerles llegar el código que servirá como entrada a la videoconferencia y las lecturas sugeridas. Por favor, revisen el micrófono y la cámara de sus dispositivos antes de la sesión. Si quieren desinscribirse, les pedimos que nos manden un mail con el asunto SPET 142 DESINSCRIPCIÓN.

miércoles, 20 de octubre de 2021

"Los rasgos tan peculiares del catolicismo popular mexicano y la existencia de creencias que se inscriben claramente en la tradición prehispánica"

En el número de la revista mexicana Letras Libres correspondiente al mes de octubre de este año, el historiador Juan Pedro Viqueira (Ciudad de México, 1954) reseña Lenguas de fuego en la evangelización de México (siglos XVI-XVIII), una singular obra de la historiadora estadounidense Nancy Farriss (1938), que traducida por María Palomar Zamora, publicaron el Colegio de Michoacán, el Colegio de México y la University of Pennsylvania, en 2020.


Los evangelizadores indios

Todos los historiadores que han abordado el estudio de la evangelización de los indios de la Nueva España han tenido que dedicar muchas páginas al problema de la traducción de los principales dogmas del catolicismo a las lenguas mesoamericanas. Pero, hasta donde sé, Lenguas de fuego en la evangelización de México (siglos XVI-XVIII), de Nancy Farriss, magníficamente traducido al español, es el primer libro que se propone dar cuenta sistemáticamente de todas las formas en que los religiosos intentaron salvar la brecha lingüística que los separaba de los naturales.

El resultado más notable de esta obra es que el centro de atención se desplaza de los frailes evangelizadores hacia sus auxiliares indios, cuya contribución había sido a menudo menospreciada. Este giro recuerda al que se ha producido en los estudios sobre la conquista militar, que recalcan cada vez más el papel fundamental de las tropas indias, al extremo de ver la conquista española como un último episodio de las guerras mesoamericanas. La gran diferencia entre los auxiliares militares y los colaboradores de los frailes radica en que los habitantes de estas tierras sabían combatir desde tiempos muy remotos, mientras que nunca habían hecho proselitismo religioso, lo que les exigió un inmenso esfuerzo creativo.

Estos colaboradores fueron muy diversos. Entre ellos, se cuentan los naturales que aprendieron rápidamente el castellano y pudieron servir de intérpretes a los primeros evangelizadores. Muchos niños educados por los frailes desempeñaron un papel nada desdeñable al enseñarles a estos sus lenguas maternas. Años después, varios de estos alumnos llegaron a dominar no solo el castellano, sino también el latín y se convirtieron en unos ayudantes imprescindibles en la elaboración de diccionarios bilingües (“vocabularios”), gramáticas (“artes de la lengua”), sermonarios y confesionarios. Por lo general, estos eruditos indios eran más cabalmente bilingües que la mayoría de los religiosos, a tal grado que deberíamos considerarlos por lo menos como coautores de dichas obras. De hecho, varios de ellos llegaron a trabajar por cuenta propia e hicieron traducciones de textos devotos, cuyos manuscritos circulaban entre las élites indias. Otros fueron más allá y pusieron sus habilidades al servicio de las tradiciones prehispánicas. Gracias a ellos, podemos disfrutar hoy en día, por ejemplo, del Popol-Vuh o de los Chilam Balam.

Finalmente, a lo largo de tres siglos, los auxiliares indios de los párrocos, en especial los fiscales, desempeñaron un papel crucial no solo en la vida religiosa de los pueblos, sino en las luchas internas por el poder. Además de llevar los libros de bautizo, matrimonio y defunción de la parroquia, enseñaban el catecismo a los niños. Esta última responsabilidad los hizo a menudo difusores de creencias poco ortodoxas.

No por resaltar el papel de estos indios, Nancy Farriss les resta méritos a los frailes evangelizadores, sólo que sus indudables logros lingüísticos dejan de aparecer como milagrosos. Muchos de los diccionarios bilingües de lenguas mesoamericanas se adelantaron a la elaboración de diccionarios en lenguas europeas, con la única excepción del castellano. Aunque al principio los frailes se inspiraron en la gramática latina de Nebrija, no tardaron en darse cuenta de que las lenguas mesoamericanas no cabían en ese molde. Como lo han señalado acertadamente Rosa Lucas y Cristina Monzón para el caso del purépecha, se vieron en la necesidad de forjar conceptos novedosos que los lingüistas europeos descubrirán hasta fines del siglo XIX.

Farriss se detiene también a señalar los casos de religiosos que, fascinados por la cultura de sus nuevos feligreses, elaboraron grandes sumas de sus tradiciones, creencias e historias. A pesar de que justificaron esos trabajos alegando que eran necesarios para erradicar las idolatrías, es obvio que tal propósito no requería de indagaciones tan extensas y profundas.

En la última parte de su obra, Farriss, siguiendo las enseñanzas de Mijaíl Bajtín, nos recuerda que gran parte de la información que se transmite oralmente o por escrito no se encuentra en las palabras que se utilizan, sino en el conocimiento compartido que dota de sentido a los enunciados. Así, el problema de la traducción no se reduce a una cuestión estrictamente lingüística que pueda resolverse con diccionarios bilingües y con gramáticas, sino que supone la transmisión de todo un universo cultural. Ese será el mayor reto de los evangelizadores. ¿Cómo hacer comprensibles a los naturales los conceptos más abstractos del catolicismo, que son el resultado de siglos de arduos debates teológicos? ¿Cómo lograr, por ejemplo, que asimilaran la idea de un único Dios todopoderoso que resultaba totalmente ajena a las creencias prehispánicas, cuando además los frailes se obstinaban en explicar el misterio de la Santa Trinidad y fomentaban el culto a la Virgen y a los santos?

Los religiosos enfrentaron un problema similar al plantear la oposición entre un dios todobondadoso y un demonio causa de todos los males terrenales, cuando los dioses mesoamericanos tenían un doble rostro, protector y maléfico, por lo que había que congraciarse constantemente con ellos llevándoles valiosas ofrendas.

La noción del pecado como algo diferente a una falta hacia nuestros semejantes o, incluso, la idea de que algunos pensamientos podían considerarse pecaminosos no tenía mucho sentido entre los indios para quienes la gravedad de los delitos se medía por el grado en que alteraba el orden social y dañaba a los otros. Así, por ejemplo, a los dominicos en Chiapas no se les ocurrió una mejor traducción al tzeltal de pecado que el término mulil, que significaba originalmente ‘placer carnal’, con lo que solo habrán hecho más deseable el pecar.

Finalmente, la idea de un alma individual e inmortal se oponía a la creencia mesoamericana de que el cuerpo aloja varias entidades anímicas, algunas de las cuales se comparten con otros seres vivos o con fenómenos atmosféricos.

Los rasgos tan peculiares del catolicismo popular mexicano y la existencia de creencias que se inscriben claramente en la tradición prehispánica y que siguen orientando las acciones de las personas, incluso más allá de las regiones indígenas, muestran claramente los límites de la llamada conquista espiritual.

Lenguas de fuego constituye una valiosa síntesis para todo estudioso del pasado virreinal, pero que al mismo tiempo está pensada y escrita para un público mucho más amplio, que podrá descubrir las complejidades del mundo indio a través de una narración clara y muy bien estructurada que desde las primeras páginas cautiva al lector.

martes, 19 de octubre de 2021

"Energía, entusiasmo y resistencia inspiradora”

El pasado 12 de octubre, con firma de  Ana Clara Pérez Cotten, la agencia TELAM subió a su sitio la siguiente nota en cuya bajada se lee: “Un informe drigido por la investigadora Gabriela Adamo, que permite caracterizar la actualidad del mercado editorial latinoamericano como ‘un sistema muy desarrollado y sofisticado en su calidad pero tan inestable y afectado por tanta precariedad que es difícil de sostener’. El rol del sector independiente, el efecto de la pandemia y la importancia de las ferias”.  

Una radiografía del sector editorial en Latinoamérica: los desafíos que dejó la pandemia


Para conocer los rasgos generales del sistema editorial latinoamericano e identificar las oportunidades y desafíos que ofrece el mapa para los editores, el Programa de Literatura del British Council encaró un informe, dirigido por la investigadora Gabriela Adamo, que permite caracterizar la actualidad del mercado editorial latinoamericano como “un sistema muy desarrollado y sofisticado en su calidad pero tan inestable y afectado por tanta precariedad que es difícil de sostener”.

El relevamiento, que apunta a tener una visión general de la región y está disponible desde este martes, dibuja el mapa editorial de la región, estudia el rol de los distintos actores y dimensiona hasta qué punto la pandemia generó por un lado, una fuerte reconfiguración de todo el mercado del libro y, por el otro, una oportunidad para los proyectos más pequeños que pudieron desenvolverse de forma más ágil y estable.

“El British Council de Londres está pensando en armar un programa conjunto y para eso necesitaba actualizarse. Se organizó un concurso al que se postularon personas de toda América Latina, me postulé y gané”, repasa Adamo sobre cómo empezó la sistematización de datos en lo que trabajó desde diciembre de 2020 hasta fines del pasado marzo con la asistencia de Giuliana Migale.

“El mercado editorial latinoamericano es, en un punto, un sistema desarrollado y sofisticado en su calidad pero afectado por tanta precariedad que es difícil de sostener. Entonces, lo pequeño es más estable: navegar mares complicados con barcos grandes es más difícil de sostener con calidad”, sostiene la investigadora a Télam sobre las conclusiones a las que la llevó estudiar durante cuatro meses el universo del libro en Argentina, Colombia, México y Perú. El ejercicio la llevó a usar una lente de gran angular para mirar todo el subcontinente (incluso a España y los Estados Unidos de habla hispana) y aplicar a una visión más estrecha de la situación particular de cada país.

Adamo trabaja desde hace más de veinticinco años en el mundo editorial. Empezó su carrera como editora en Sudamericana y Paidós, durante más de una década promovió la traducción de autores argentinos en el exterior y fue directora ejecutiva de la Fundación El Libro y del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires. Se desempeña como traductora e investigadora, da clases en la Universidad de San Andrés y es fellow de la Fundación Bunge & Born.

“Relevamos todas las estadísticas que existen, las publicaciones de medios especializados, hicimos un cuestionario por en email a una red muy sólida de contactos en toda América Latina y mantuve unas 30 entrevistas en profundidad con editores, libreros, traductores, agentes y especialistas. Combiné el sector privado con el público y las experiencias más pequeñas y más grandes”, explica sobre el entramado que le permitió generar una base de información para responder las preguntas del informe.

Al enumerar los desafíos a los que se enfrenta la industria editorial latinoamericana, el informe repara en la compleja relación con España, una desigualdad que es a la vez causa y efecto de una dinámica en la que el país europeo produce y vende más libros que los veintiún países latinoamericanos juntos. “La industria española se vio muy afectada por la crisis mundial de 2008, pero está en camino de recuperación, mientras que países como la Argentina han recorrido el camino contrario. Al comparar las cifras de una de las mayores editoriales para el período 2011-2020, puedes ver una reducción del 11% en los ingresos para el mercado español y aproximadamente el 40% para Argentina”, detalla Adamo. Como contracara de lo meramente cuantitativo, el informe repara en lo vital del entramado cultural latinoamericano y en cómo eso impacta en lo que se publica: “Las editoriales españolas pueden comprar los best-sellers más llamativos (y caros), pero las numerosas empresas con sede en la Ciudad de México y Buenos Aires se encargan de traducir una gama mucho más diversa de libros y autores”.

Al presentar el mapa de la región, el informe explica que el ecosistema de editoriales está integrado principalmente por pequeñas y medianas empresas, liderado por “los dos jugadores más importantes de la región que son Penguin Random House, con sede internacional, y el gigante español Grupo Planeta”. La baja de las tiradas en los últimos años es alarmante: han disminuido hasta en un 42% desde 2014. Argentina es el país más afectado, mientras que México y Colombia se mantienen relativamente estable.

Ante ese panorama concentrado, muchos profesionales editoriales ven al sector independiente -más fuerte en México y la Argentina- como meros “esquemas bien intencionados”, más efectivos en su poder comunicativo que en su perspicacia comercial. Sin embargo, la sensación es que de forma lenta y tenaz estas empresas no solo están ganando participación de los lectores existentes, sino que están creando nuevas audiencias.

Para algunos, 2020 fue una gran oportunidad para ver cómo sería todo sin las ferias, ya que era imposible la presencialidad. La mayoría de las ferias ofrecieron algún tipo de programa virtual, pero las ventas cayeron indefectiblemente. Aunque algunos de los “rebeldes” dicen que no notaron la diferencia, la mayoría de las editoriales se quejan mucho de la pérdida del triple efecto de las ferias: volumen de ventas, mayores márgenes (desde la venta de la editorial directamente, saltando las comisiones de las librerías) y el publicidad.

Con cierto “cuidado ético”, el estudio remarca que para quienes pudieron escapar de los efectos más graves en salud o estabilidad financiera, la pandemia fue un tiempo excepción que pudo usarse como “campo de experimentación”. Por ejemplo, la cancelación de las ferias del libro importantes de la región les dio a quienes protestaron en su contra la oportunidad de comprobar qué tanto las necesitan, algunas editoriales recurrieron a la creatividad para garantizar la supervivencia o tuvieron que buscar otras formas de promover a los autores y encontrar puntos de venta.

Télam: El informe plantea distintas aristas del “salvavidas del comercio electrónico” para la industria durante la pandemia. ¿Cómo se articula eso en la región con el “peligro Amazon”?
Gabriela Adamo: Es difícil tratar este tema con neutralidad tratando de poner todo sobre la mesa. Sabemos que cada tecnología trae sus ventajas y peligros. En el relevamiento durante la etapa del Covid, la tecnología fue de gran ayuda porque permitió mantener el contacto entre lectores, librerías, editoriales, bibliotecas y agentes públicos. Sirvió para paliar lo que se perdió por la presencialidad. Y creo que el zoom llegó para quedarse como una herramienta democratizadora. Ahora, desde Córdoba podés contactarte con Frankfurt como si estuvieras en Buenos Aires y eso es necesariamente democratizador. Ahora, obviamente, los monopolios (Amazon o lo que pasa acá con Mercado Libre) implica otra complejidad. Es un área en la que el mercado editorial tiene que estar atento, pero de forma creativa, positiva y proactiva y no solo de defensa que es una forma muy triste de encarar cualquier proyecto.

T.: El relevamiento destaca que, a pesar de la tragedia de la pandemia, 2020 fue un “campo de experimentación” ¿Qué cuestiones que pudieron probarse te parecen más relevantes?
G.A.: Lo del “Campo de experimentación” hay que tomarlo con pinzas porque creo que fue un costo altísimo. Pero sí, se vio. Una editora que estaba por lanzar su proyecto, con el parate general, dedicó todas sus fuerzas al lanzamientos. Muchas editoriales se quejaban de las ferias por largas y caras y el año pasado se probó que pasa sin ferias: no creo que haya una persona que diga que se puede seguir sin feria. Tienen una gran fuerza de dinamización. Hay editoriales para las cuales las ferias les dejan el 30% de sus ventas. El experimento probó que necesitamos las ferias económicamente y humanamente para encontrarnos.

T.: Al analizar los niveles de venta de derechos de traducción, se explica que varios actores entienden que “pequeño es más estable”. ¿Qué oportunidades comerciales podrían crecer a partir de este escenario?

G.A.: Esto va al meollo del diagnóstico de América Latina. Somos en un punto un sistema muy desarrollado y sofisticado en su calidad pero tan inestable y afectado por tanta precariedad que es difícil de sostener. Lo pequeño a veces es más estable porque navegar mares complicados con barcos grandes es más difícil de sostener con calidad. Los barcos pequeños pueden reducir tiradas, publicar menos y adaptarse a las dificultades para sobrepasar las crisis y después desplegarse con esplendor. Pero soy muy consciente de que detrás de esto estoy siempre hablando de un mercado chico lleno de precariedades que ojalá podamos superar porque no es el ideal.

En las conclusiones, el informe acepta que la pandemia dañó enormemente el tejido social de América Latina, pero sostiene que también produjo una serie de aprendizajes y nuevas oportunidades. Como expresó uno de los ejecutivos entrevistados: “Creo que 2021 será un año muy malo, pero un poco mejor que 2020”. Hay esperanza de que las cosas mejoren lentamente: la región está llena de “energía, entusiasmo y resistencia inspiradora”.

lunes, 18 de octubre de 2021

"Potenciar el valor económico del español": los gallegos nunca se olvidan de la guita

El pasado 15 de octubre, Daniel Gigena publicó en La Nación la siguiente nota sobre el informe anual del Instituto Cervantes respecto de la situación del castellano, lengua a la que llaman “español”. La información puede leerse a continuación

“El español ya no es considerado una lengua de pobres en Estados Unidos”

 

Si usted está leyendo esta nota es sin duda, según el informe dado a conocer este jueves por el Instituto Cervantes (IC), uno de los 591 millones de usuarios potenciales del idioma español (esta cifra aglutina al Grupo de Dominio Nativo, el Grupo de Competencia Limitada y el Grupo de Aprendices de Lengua Extranjera). Con motivo del 30º aniversario del IC, el anuario 2021 elaborado por setenta académicos de la institución ha estudiado la evolución del español en estas tres últimas décadas. Desde la creación del IC en marzo de 1991, la cantidad de hispanohablantes creció un 70 %. El anuario, además, brinda información de los 45 países en los que el Instituto Cervantes tiene presencia, con sedes en Bruselas, Nueva York, El Cairo, San Pablo, Cracovia, Moscú, Praga, Amán, Costa de Marfil, Pekín y Nueva Delhi. A mayor cantidad de IC en el mundo, más cantidad de estudiantes de español. La presentación se hizo desde el canal de YouTube del IC.


El vigesimosegundo informe del IC está acompañado por unas palabras preliminares del rey de España, Felipe VI. “El español es un motor cultural y económico indudable, no solo por su potencial como idioma de aprendizaje en el mundo, sino también por los valores que encarna y transmite, unos valores compartidos hoy por España y por tantas otras naciones en varios continentes que, a través de una larga y rica historia conjunta, han llegado a ser sociedades abiertas y vitales”.

También se publica un texto del director del instituto, el escritor, catedrático y pareja de Almudena Grandes, Luis García Montero. “Dieciocho de los veintisiete países miembros de la Unión Europea prefieren el español como segunda lengua extranjera a estudiar -dijo García Montero en la presentación del informe-. Dato para nosotros importante porque nuestro trabajo se basa en una conciencia panhispánica de que formamos una comunidad muy importante en la globalización e internacionalización”. En internet, el español es la tercera lengua más usada después del inglés y del chino y, en redes sociales, la segunda. España, la Argentina y México figuran entre los quince principales países productores de películas del mundo, y España y la Argentina, entre los quince principales países productores de libros del mundo. “Es un idioma que goza de buena salud”, celebró García Montero, e indicó que el desafío es convertirla en una lengua de ciencia y tecnología, y difundirla en países del África subsahariana y Asia.


Según el anuario de 2021, actualmente casi 493 millones de personas tienen el español como lengua materna. El grupo de usuarios potenciales de español en el mundo, como se dijo, supera los 591 millones, lo que representa el 7,5 % de la población mundial. El español es la segunda lengua más hablada en el mundo como lengua nativa, tras el chino mandarín, que cuenta con 950 millones de hablantes. Más de 24 millones de alumnos estudian español como lengua extranjera en 2021. “En concreto, 24.069.206″, establece el anuario, que se puede leer en este enlace.


Como se dijo, desde la puesta en marcha del IC, la comunidad hispanohablante creció casi un 70 %. “Cuanto mayor es el número de hablantes de español, mayor puede ser también su prestigio”, se indica en el informe, que enumera algunos factores que explican el crecimiento de la población hispanohablante. “Desde una perspectiva meramente demográfica, el fuerte crecimiento de la población en países donde el español es lengua oficial es evidente: solo el aumento de la población de México, el principal país por número de hispanohablantes, supone sumar a las cuentas del español alrededor de 1,2 millones de hablantes al año -se destaca-. A este desarrollo demográfico hay que añadir, también, la incorporación de gran parte de la comunidad indígena de estos países, ya sea en calidad de hablantes bilingües o con una competencia limitada”. Fuera de los países de habla hispana, el principal “motor” de crecimiento de la comunidad hispanohablante es Estados Unidos, donde durante las tres últimas décadas la comunidad hispana ha registrado tasas de natalidad muy superiores a la media del país.


Desde el Cervantes se anticipa que el número de hispanohablantes seguirá creciendo en las próximas cinco décadas, pero su peso relativo disminuirá de manera progresiva de aquí a final de siglo. Se prevé que en 2100, solo el 6,3 % de la población mundial podrá comunicarse en español. También se predice que en 2060, Estados Unidos será el segundo país hispanohablante del mundo, después de México y que el 27,5 % de la población estadounidense será de origen hispano. “Es importante anotar que el español tiene cada vez un espacio más consolidado en Estados Unidos”, dijo Montero, y agregó que la lengua de sor Juana Inés de la Cruz ya no es considerada allí una “lengua de pobres” ni una lengua secundaria. “Se reconoce ya de manera clara la importancia del español”, destacó. En treinta años, la cantidad de votantes hispanos en Estados Unidos se ha multiplicado por tres, de once millones a más de treinta y dos millones de personas.


El español en el mundo es la principal publicación académica del instituto, y cada año se actualizan los datos principales sobre la lengua española, junto a otros asuntos relevantes sobre la presencia internacional de la cultura hispánica. Centrado en el ámbito de la investigación y a cargo de diferentes autores y especialistas de todos los campos académicos, el informe abarca tanto la promoción internacional y enseñanza del español como lengua extranjera como con difusión cultural de las manifestaciones artísticas y científicas de la comunidad hispanohablante en el mundo


Una de las metas del IC es potenciar el “valor económico del español”. “Una lengua común es como una moneda única”, dijo durante la presentación del anuario el catedrático José Luis García Delgado sobre las ventajas del español como lengua pluricéntrica (es decir, hablada con sus variantes en distintos países del mundo). “Es necesario afrontar la transformación digital, porque podemos estar produciendo mucho pero si no lo hacemos visible e interconectado, estaremos perdiendo una batalla contra otros idiomas, en especial, el inglés”, señaló la investigadora Elea Giménez Toledo, que se refirió al español como lengua de comunicación científica.