Segunda parte del trabajo publicado ayer, presentado por Juan Carlos Moreno Cabrera (1956), lingüista español y catedrático de Lingüística General en la Universidad Autónoma de Madrid, durante el I Simposi Internacional sobre Situació i Perspectives del Plurilingüisme a Europa (València 2008).
De la cuna a la cuña.
Brevísima relación del nacionalismo lingüístico español
(Segunda parte)
4. LAS CINCO VOCALES
DEL ESPAÑOL
Otro de los tópicos más conocidos y utilizados del nacionalismo
lingüístico español es la idea de que el sistema pentavocálico del español
(surgido del sistema heptavocálico del castellano antiguo; Penny, 2006: 63)
estándar facilita grandemente el aprendizaje y uso de esta lengua, lo cual es
una característica que puede explicar parte de su extensión y pujanza.
Esta idea procede de Menéndez Pidal y, tal como he mostrado recientemente
(Moreno Cabrera, 2008: 79), es aceptada sin reservas por algunos
filólogos y académicos en la actualidad. Curiosamente, esta característica la
comparte el español con el euskera, compañero de glosas, según la
ideología del nacionalismo lingüístico español. Sin embargo, en el caso de esta
lengua, no parece que este rasgo haya sido esecialmente importante para su
expansión. Al contrario, el euskera ha ido viendo reducido su territorio desde la Edad Media y en la
actualidad va recuperando hablantes paulatina-mente, pero no tan
rápidamente como ocurrió en el caso del español. Es muy revelador que se
mencione este aspecto de las cinco vocales y se omitan otros detalles de la
estructura lingüística del español que deberían parecernos mucho
más decisivos a la hora de juzgar la presunta facilidad de esta
lengua. El español comparte con otras lenguas romances unos paradigmas de
conjugación verbal realmente complejos, con diversos subgrupos diferenciados
cuyos modelos de conjugación siguen los denominados verbos irregulares. En español se
podrían contabilizar, al menos, medio millar de estos verbos irregulares
(muchos menos que los verbos irregulares del inglés o del alemán, por ejemplo).
Comparada con la facilidad de las cinco vocales, esta característica podría ser
considerada como un escollo importante, más que como una ventaja. Por esta
razón, esta propiedad morfológica del español como lengua romance es
oportunamente silenciada en el discurso del nacionalismo lingüístico español.
5. EL ESPAÑOL COMO LENGUA COMÚN
Llegamos ahora al tópico más
importante del nacionalismo lingüístico español. Se trata de que el
español es la lengua común de todos los ciudadanos del Estado español, en el
sentido de que es la única lengua compartida por todos los ciudadanos de ese
estado. Es la idea sobre la que se basa el Manifiesto por la
lengua común presentado en Madrid en junio de 2008, que
tanta polvareda levantó. Las concepciones ideológicas que hay detrás
de este concepto se pueden ver reflejadas de modo cristalino en las
siguientes citas:
“La razón por la que el español es oficialmente el idioma constitucional
–a pesar de que se le denomine «castellano»– es por ser la lengua común de
todo el territorio nacional, la que conocen todos los españoles , y no por razones políticas impositivas de ningún
tipo[…]. El idioma español ha sido aceptado y adoptado en toda España como
lengua común de convivencia desde la época medieval...” (Lamela,2008:
129-130; cursivas de JCMC)
En efecto, el español o castellano, como queramos llamarlo, se habla
en toda España, incluidas las comunidades bilingües, donde además de ser la
lengua oficial del Estado –su aspecto más formal–, es la lengua común de todos
los españoles y la única en
la que todos pueden comunicarse y cuyo
conocimiento por parte de todos los ciudadanos residentes en las comunidades
bilingües les permite, en la actualidad, la posibilidad de competir con grandes
ventajas en el área más extensa de las comunidades castellanohablantes,
precisamente por ser bilingües.” (Herreras, 2006: 376; cursivas de JCMC)
El carácter excluyente del nacionalismo lingüístico español se ve
perfectamente en la expresión del segundo de los pasajes según la cual el
español es la
única [lengua] en la que todos pueden comunicarse. Es posible que
sea verdad que el español es la única lengua en la que todos los ciudadanos
españoles se comunican de hecho, dado que la educación de muchos de estos
ciudadanos, desde hace siglos, ha dado la espalda al reconocimiento de
cualquier realidad lingüística del Estado español distinta de la castellana.
Sin embargo es palmariamente falso que el español sea la única lengua en la que
se pueden comunicar todos los ciudadanos del Estado español. Esto es así porque
todas las lenguas de este Estado español menos una (el euskera) son lenguas
romances y, por consiguiente, están estrechamente emparentadas. Esto
significa que, mediante la vía de una educación adecuada, todo castellano
hablante está capacitado para que pueda entender con
poco esfuerzo el gallego, el asturiano, el catalán o valenciano o el aragonés.
Sabemos que, al menos desde la
Edad Media , los gallegos, los valencianos o los aragoneses,
partiendo de sus lenguas propias, han sido capaces de entender a los
castellano-hablantes; más aún, han sido capaces de hablar castellano.
¿Por qué, entonces, los castellanohablantes no habrían de ser capaces de
al menos entender –voy a dejar de lado el hablar– las demás lenguas romances
peninsulares? ¿Es que acaso el castellano es más fácil de entender que otras
lenguas romances? ¿Es que acaso los castellanos están menos dotados para
entender otras lengua romances que los gallegos, catalanes, valencianos,
asturianos y aragoneses? Las únicas respuestas no racistas a estas preguntas
sólo pueden ser negativas.
Partiendo, entonces, de esa
respuesta negativa a la última pregunta formulada, podemos deducir fácilmente
que, por ejemplo, el gallego puede ser perfectamente una lengua de
comunicación entre todos los ciudadanos españoles en el siguiente sentido. Un
gallego o valenciano podría hablar en gallego o en valenciano en todo el
territorio del Estado español y ser entendido sin dificultad por todos los
castellano-hablantes. Esto es perfectamente posible y factible y hasta
socialmente razonable y, desde luego, aconsejable.
Por consiguiente, es falsa la
idea de que el español sea la única lengua en la que todos los ciudadanos
españoles pueden comunicarse. El gallego, el catalán o valenciano, el
asturiano o
el aragonés, todas lenguas romances, también tienen
esa posibilidad, mal que le pese al nacionalismo lingüístico español, que es,
aunque las apariencias parezcan indicar lo contrario, claramente excluyente.
Con todo, el nacionalismo lingüístico español insiste en los
siguientes puntos:
–El castellano nunca
se ha impuesto y cuando se intentó imponer, ello fue poco
operativo pues ya era la lengua común.
–Toda acción de promoción
y afianzamiento del castellano es legítima y necesaria, porque es la
lengua común, la lengua nacional.
–Ninguna acción a favor
del castellano es impositiva, ni vulnera derecho alguno.
El siguiente pasaje insiste en la
primera de las ideas:
“Lo que sostengo es que los intentos de imponer el castellano, cuando
existieron, llegaron tarde, no fueron ni
continuados ni sistemáticos, y se
vieron obstaculizados por mil avatares. […] La prueba definitiva de la
débil imposición del castellano la dan hoy varios millones de hablantes de
catalán, gallego y vasco.” (Lozano,2005: 101-102; cursivas de JCMC)
Las ideas anteriores son el haz
de un envés muy tenebroso, que incluye ideas como las siguientes:
–Las demás lenguas
de España son menos entendibles que el castellano.
–Las demás lenguas
de España están menos unificadas y están más
dialectalizadas que el castellano. Por ello, dificultan la comunicación de
forma más o menos notable.
–Las demás lenguas de España son
menos útiles
–Las demás lenguas de
España limitan, empobrecen y aíslan a las personas.
–No conocer estas lenguas no
es un déficit importante. En todo caso, es un lujo caprichoso
prescindible aprenderlas y usarlas.
De las que se derivan las
siguientes:
–Las acciones de promoción de las
lenguas diferentes del castellano son siempre impositivas y suponen
un atropello de los derechos individuales y un ataque directo e intolerable a
la lengua común.
–La promoción de
las lenguas diferentes del castellano es ilegítima,
innecesaria, excluyente, particularista y pretende socavar la lengua
común.
–La obligación de
conocer esas lenguas es intrínsecamente reprobable y constituye un
atropello intolerable.
Las siguientes palabras radican
en los anteriores supuestos que consideran que la promoción de las lenguas
distintas del castellano es impositiva y excluyente:
“Aprender y usar la lengua local, considerarla lengua propia en exclusiva implica negar que a lo largo de los
siglos el castellano también ha formado parte de su cultura. Así se cierra la puerta del
bilingüismo […] y se facilita
la exclusión de los otros […]
los que no hablan la lengua propia.”
(Lozano,2005: 167; cursivas de Lozano, negrita de JCMC)
Según otros autores esto pone en
peligro al castellano y crea una situación de extrema gravedad:
“Poner las lenguas comunes en
situación de castigo y persecución es caminar hacia atrás, es pura
regresión. Es un mal para todos. […] Es crear limitaciones regresivas
de grave repercusión.[…] El español tiene problemas en España. Es bien
conocido. Ante una situación que ha sido creada artificialmente, ha llegado el
momento de exigir una solución al problema. Pero nadie se atreve.” (Lamela,
2008: 130-131)
Las dos citas anteriores son de
dos libros escritos por una periodista y un arquitecto, que se tienen aquí en cuenta
para mostrar el hecho de que la ideología del nacionalismo lingüístico español
está implantada en los ámbitos generales de la opinión pública autorizada y de
los medios de comunicación de masas. Sin embargo, podemos encontrar pasajes
similares en obras escritas por profesionales de la lingüística. El libro citado de Herreras es un ejemplo paradigmático de
cómo ha penetrado este discurso corrosivo del nacionalismo lingüístico español
en el ámbito académico moderno. Para mostrarlo voy a citar y
comentar algunos párrafos de la conclusión de esta obra:
“Si es cierto que el aprendizaje
de la lengua autonómica puede favorecer la integración dentro de la sociedad,
no lo es menos que puede ser también un factor de discriminación que dificulte el éxito escolar del alumno en esa
comunidad y, por consiguiente, el éxito social, tanto dentro de
esa comunidad como fuera de ella.” (Herreras,2006: 364-365; cursivas
de JCMC)
Este razonamiento se aplica a
la lengua autonómica pero no a la lengua española. Esta última no parece
ser ni haber sido nunca un factor de discriminación que dificulte el éxito
escolar. ¿No lo ha sido durante los siglos en los que los hablantes
nativos gallego hablantes, euskaldunes y catalanohablantes han sido
escolarizados en español? El nacionalismo español lo tiene muy claro: el
español nunca ha sido lengua de discriminación ni de exclusión, ni ha sido un
estorbo para el éxito escolar. La razón es clara: es una lengua superior a las
demás lenguas con las que ha convivido tanto en el ámbito lingüístico como en
el social. Más adelante dice este autor:
“Por todo ello pensamos que imponer,
en la actualidad, una enseñanza monolingüe en lengua
autonómica en las comunidades bilingües supondría un engaño, además de un
retroceso y una contradicción.” (Herreras, 2006: 374; cursivas de JCMC)
Afirmaciones como ésta se
desprenden del ideario del nacionalismo lingüístico español que he
apuntado en esta sección. La enseñanza monolingüe de una lengua distinta
del español es un engaño, un retroceso y una contradicción. Sin embargo, la
enseñanza monolingüe en español es sincera (no es un engaño), es un avance (no
un retroceso) y es coherente (no es contradictoria). Se podría argumentar que
Herreras se refiere sólo al momento actual. Aun concediendo esto, ¿en qué
época o período habría que conceptuar la enseñanza monolingüe en español como
un engaño, un retroceso y una contradicción? El nacionalismo lingüístico español lo tiene
muy claro: nunca. La lengua española siempre ha sido una lengua sincera,
progresiva y coherente y las demás lenguas han ido asociadas al engaño, al
atraso y a la contradicción. Un último apunte en la misma dirección lo
podemos ver en el siguiente pasaje del libro de Herreras:
“Es cierto que imponer una
enseñanza monolingüe en lengua autonómica
no hará perder a todos los ciudadanos de las comunidades bilingües este instrumento
de comunicación tan importante que es el español. Con toda
seguridad, los más dotados económicamente podrán suplir esta carencia del
sistema de enseñanza en su comunidad de origen, enviando a sus hijos, como ya
se hace, a estudiar a otros lugares de España, pero la inmensa mayoría se
verá condenada por sus escasos recursos económicos, a un monolingüismo
reductor, hipotecando así en gran parte sus posibilidades de futuro.” (Herreras,2006:
377, cursivas de Herreras, negrita de JCMC)
En este pasaje tenemos un
compendio en verdad elocuente de los tópicos principales del nacionalismo
lingüístico español. Primero, el español es un instrumento de comunicación
importante, parece que más o mucho más que el gallego, el euskera o el
valenciano. He aquí el tópico de que el español es una lengua más
comunicativa, más entendible que las otras lenguas de España. No enseñar
español o en español es una carencia grave. No enseñar en catalán o valenciano,
gallego, asturiano o euskera no parece una carencia tan grave,
incluso no parece una carencia en absoluto. El monolingüismo en las lenguas
diferentes del castellano es necesariamente reductor, frente al monolingüismo
en español, que parece ser ampliador. El monolingüismo en español
es una riqueza, frente al monolingüismo en catalán o valenciano, gallego o
vasco, que es una hipoteca.
Queda clara la posición del
nacionalismo lingüístico español. Todo lo que no sea predominio absoluto y
total del castellano sobre las demás lenguas de España es excluyente, limitador,
atentatorio contra los derechos individuales, empobrecedor,
particularizador y regresivo. Todo lo que sea la promoción
de ese dominio del castellano será beneficioso, progresivo,
liberador, enriquecedor, universalizador y protector de los
derechos individuales. Creo que hay razones más que suficientes para
expresar en estos términos tan radicales la ideología del nacionalismo
lingüístico español en sus formas de manifestación actuales: el examen detenido
y crítico de muchos de los discursos públicos informados por esta
ideología, tanto los especializados como los dirigidos
al público en general, no dejan lugar para una caracterización más moderada.
6. CONCLUSIÓN
A lo largo de las páginas
anteriores, he pasado revista a cuatro de los principales tópicos del
nacionalismo lingüístico español tal como se formulan en la actualidad. He
intentado mostrar, de modo breve, que ninguno de esos cuatro tópicos tiene una
base lingüística real, sino que se fundamentan en determinadas manipulaciones
interesadas de diversos aspectos empíricamente verificables. Estas
manipulaciones, algunas de las cuales he intentado hacer evidentes en este
artículo, ponen de manifiesto una ideología profunda-mente nacionalista de
carácter excluyente y retrógrado. Siglos de imposición del castellano en todo
el territorio del Estado español han propiciado que esta lengua sea la más
usada en la actualidad. Este es un hecho objetivo que no se puede negar.
Ahora bien, la ideología del nacionalismo lingüístico español lo aprovecha para
asignar a la lengua castellana una serie de bondades que, en
realidad, se derivan de una convergencia de circunstancias socio históricas
contingentes y no de ninguna supuesta superioridad de esa lengua sobre las
demás lenguas del Estado español. Esa supuesta superioridad se utiliza
para presentar la lengua castellana como fácilmente asimilable y con un alto
valor comunicativo (para explicar su supuesta expansión natural), como
especialmente progresiva (permite el progreso y el avance social), como
especialmente moderna y útil en la sociedad actual (permite la comunicación en
todos los ámbitos de la sociedad moderna), como lengua de entendimiento y concordia
(permite el entendimiento entre todos y evita los malos entendidos) o
como lengua global (permite la comunicación con otros países más allá del
Atlántico). Pero esta ideología tiene un reverso extremadamente oscuro, ya que
esa caracterización del castellano es inseparable de una concepción de las
demás lenguas que va justamente en sentido opuesto. Esas otras lenguas de
España son menos fáciles de asimilar y tienen un bajo valor comunicativo (se
explica así su ámbito local), son regresivas (no permiten el progreso y el
avance social, sino que nos sumen en el localismo y el retroceso
cultural), están anticuadas y son poco útiles en la sociedad actual (no
permiten la comunicación eficiente en todos los ámbitos de la sociedad
moderna), son lenguas de incomprensión y discordia (impiden el entendimiento
entre todos y producen malos entendidos) y son lenguas estrictamente locales
(no permiten ir más allá de un pequeño territorio). Las
inquietudes, desazones y desvelos, que hemos visto reflejados en las citas
que he ido aportando a lo largo de este artículo, ponen de manifiesto este lado
oscuro de una ideología que, lejos de luchar en favor de la promoción de las
lenguas que se han visto limitadas y reducidas por la imposición contingente
del castellano, intenta justificar y contribuir al mantenimiento de esa
situación de desequilibrio mediante las supuestas esencias lingüísticas de
esa lengua tan privilegiada. La alabanza de la lengua propia, en este
caso, sigue sirviendo de coartada para la justificación de un etnocidio
lingüístico que, por fortuna, en muchos casos todavía no se ha podido
llevar a cabo hasta sus últimas consecuencias.
Que, contra lo que se suele
afirmar, este tipo de nacionalismo lingüístico español existe, creo que se
puede deducir fácilmente del contenido de muchos discursos de personalidades e
instituciones representantes de instancias culturales de gran relevancia
en el Estado español actual (Moreno Cabrera, 2008).
En este breve trabajo me he limitado a esbozar algunas pistas para su correcta
caracterización y valoración.
7.
BIBLIOGRAFÍA
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HERRERAS , J. C. (2006): Lenguas y normalización en España. Madrid: Gredos
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