viernes, 31 de agosto de 2012

LOM Ediciones, la más importante carta chilena en materia de edición independiente

Ubicada en Concha y Toro 23, en una de las partes más antiguas de Santiago de Chile, está LOM Ediciones. Nació en 1990 como un proyecto de carácter cultural para fomentar la lectura, la creación, la reflexión, la memoria y el pensamiento crítico a través de la palabra escrita. Desde entonces, ha buscadocontribuir a reponer al libro como centro del quehacer humano, "intencionando con ello procesos educativos, potenciando sujetos curiosos, con mirada crítica del mundo, que les permita transformarse y transformar sus prácticas y las de la realidad que les toca vivir, capaces de ser creadores y actores de su sociedad. De este modo, desde sus inicios, LOM se ha propuesto hacer del libro un objeto interpelador y transformador".


Paulo Slachevsky y Silvia Aguilera

Tal es la presentación de la editorial independiente fundada por Paulo Slachevsky y Silvia Aguilera, que, con más de veinte años,  ha publicado más de 1.300 títulos, que la hacen la más grande de Chile. En su catálgo hay la más importante colección de poesía chilena, así como textos imprescindibles y fundamentales en las áreas de la historia chilena y latinoamericana, filosofía, ciencias políticas, sociología, psicología, novelas y cuentos, memorias y testimonios, teatro, literatura infantil y juvenil, investigación periodística, humor, fotografía y artes, pedagogía y educación.

Parte de esa producción son traducciones, como la de W o el recuerdo de infancia, de Georges Perec, t raducido por Gloria Casanueva y Hernán Soto

O algunos de los libros de Jean Echenoz, como La ocupación de los terrenos, traducido por Cristián Vila R. y Hernán Soto, o Jérôme Lindon, traducido por losmencionados traductores. Para no mencionar títulos de Jean-Luc Nancy, Boris Pilniak, Mijáil Bulgákov, etc., etc., etc.

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Para ser más precisos, LOM es a Chile lo que, en cierta forma, el Centro Editor de América Latina fue a la Argentina: libros buenos, variados y accesibles al gran público por su costo. Por los vericuetos de la distribución y las políticas proteccionistas actuales, no cruzaron la cordillera. Cuando lo hagan, van a dar que hablar

jueves, 30 de agosto de 2012

El Kavafis de Miguel Castillo Didier

Uno de los libros más sorprendentes que pueden encontrarse en Santiago de Chile es el Kavafis íntegro, traducido por Miguel Castillo Didier para Tajamar Editores, publicado en 2008 y en 2010. Se trata, sin duda, de la mejor edición que existe en castellano, no sólo por la calidad de la traducción misma, sino también por las muy abundantes notas, los varios estudios que la preceden, la completísima bibliografía y la presentación en tapa dura y buen papel. El libro, afortunadamente, ya circula en Buenos Aires, dato del todo excepcional que conviene retener.

Miguel Castillo Didier
Al buscar en Internet las señas del traductor, nos enteramos de que "posee estudios en las Facultades de Ciencias y Artes Musicales, de Ciencias Jurídicas y Sociales y de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Licenciado en Lengua Griega, ha publicado más de 100 trabajos sobre materias griegas y aproximadamente 30 sobre musicología, los que han sido editados en Chile y el extranjero. Entre sus títulos se pueden mencionar: Antología de la literatura neohelénica Del s. X a Kavafis, La Odisea de Kazantzakis; Poetas griegos del siglo XX, Las odas griegas de Andreas Kalvos, Miranda y la senda de Bello, Anacreónticas, estudio y edición trilingüe y tetratextual. Ha sido profesor titular de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile y director del Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohlénicos de la Universidad de Chile. Miembro de Número de la Academia Chilena de la Lengua, Miembro Correspondiente de la Real Academia Española, del Instituto de Estudios Bizantinos y Neogriegos de la Universidad de Palermo y de la Fundación de la Cultura Helénica de Grecia".

miércoles, 29 de agosto de 2012

Armando Roa Vial y su versión del Beowulf

Perdidos en un maremagnum de libros españoles que triplican el  precio al que se venden en España –y eso gracias a  la rapacidad de las distribuidoras y los efectos de la usura–, los libros chilenos son casi secretos. Si eso ocurre en Chile, fuera del país trasandino la situación estodavía peor. Ya casi no se exportan, lo cual es un disparate. Dicho rápidamente, aunque los libros publicados en Chile tienen una altísima calidad, las particulares circunstancias chilenas impiden que se conozcan en el exterior.

De todos ellos, muchos son traducciones realizadas localmente. Una rápida recorrida permite comprobar la enorme solvencia de los traductores chilenos y la poca consideración en que se los tiene. Por eso, un breve viaje realizado a ese país por el Administrador de este blog permite ofrecerles a esos títulos algo de la visibilidad que no tienen y que, por supuesto, merecen.

Por caso, Beowulf y otras lecturas anglosajonas, un volumen bilingüe, publicado por RIL Editores, con traducción y notas del poeta Armando Roa Vial, acaso uno de los más consecuentes traductores chilenos –también responsable de antologías de Robert Browning, Ezra Pound, la poesía británica y estadounidense contemporáneas y de versiones de William Shakespeare– merece destacarse especialmente. Se trata de un trabajo emprendido con seriedad y buen gusto, que retoma un volumen previo publicado en la colombiana y hoy finada Norma, se ubica en pie de igualdad junto a sendos volúmenes previos de Orestes Vera Pérez y Luis Lerate. El volumen se cierra con "otras lecturas anglosajonas", entre las que se mencionan "La batalla de Brunanburh", "La ballena", "El vagabundo" y "La batalla de Maldon".

En días subsiguientes, se presentará otros textos.

martes, 28 de agosto de 2012

¿Un traductor de los Beatles?

A la izquierda, Ben Molar con Bill Halley. A la derecha, con Jorge Luis Borges y unas incipientes Trillizas de Oro
En la década de 1960, en la Argentina, uno de los efectos más paradójicos del éxito de los Beatles fueron las extrañísimas versiones que de sus canciones hizo en castellano Ben Molar, seudónimo de Moisés Smolarchik Brenner (1915), productor discográfico, consecuente amante del tango y propietario del sello Fermata, quien además se dedicó a la "traducción", "adaptación" y difusión de la obra de artistas como Maurice Chevalier, Neil Sedaka, Elvis Presley, Chubby Checker y Paul Anka en el ámbito de Sudamérica. Ejemplo de ello es sin duda su particular versión de “Strawberry Fields Forever”, una canción de Lennon y McCartney que, rebautizada “Frutillas” –ver fascimilar a la izquierda–, se transcribe adaptada por el productor, también recordado por ser el descubridor de las Trillizas de Oro y el autor intelectual de la celebración del Día del Tango.

FRUTILLAS
Bésame, amor.
Pronto, por favor.
Tus besos son
frutilla y miel.

Frescura a mi sed le dan,
con sus sabor a frutillas,
frescas, sabrosas, dulzonas,
tus besos que son tentación;
le brindarán al corazón, el amor
que sólo tú me puedes dar.

Las frutillas son
como vino y miel
y en tu besar
las encontré.

Tus besos con sabor a miel
frutillas son tentadoras
frescas, sabrosas, dulzonas,
que al calmar mi sed de amor,
con ansiedad y con fervor
rogaré
porque seré por fin feliz.

Labios que besé,
labios que bebí,
vuelven a mí,
vuelven a mí.

Tus labios quiero yo besar
y hallar sabor de frutillas.

CODA:

Cuando me besan tus labios,
dulces frutillas parecen.

La traducción como política de Estado


Continuando con los artículos incluidos en el número especial de Ñ del sábado 22 de septiembre, se presenta a continuación lo que escribió Magdalena Faillace, Directora de Cultura de la Cancillería argentina y creadora del Programa Sur de subsidio a las traducciones.

Un original argentino.

La traducción muchas veces genera efectos inesperados en el campo cultural, y permite también un diálogo fructífero entre la industria, el mundo editorial y el lenguaje vivo de las naciones. Sin embargo, por ser una actividad que en general se realiza en forma silenciosa y fragmentaria, la traducción de autores argentinos en el exterior requería una política de Estado que la sostuviera estratégicamente. Conscientes de los valores y del reconocimiento internacional de nuestra literatura, y en el marco de la designación de la República Argentina como País Invitado de Honor en la Feria del Libro de Frankfurt edición 2010, se creó el Programa Sur de Cancillería Argentina. Su finalidad es la de promover el conocimiento de obras de la literatura y el pensamiento argentinos en el exterior. Desde 2009, y a tono con políticas culturales de países de todo el mundo, un Comité de Traducciones integrado por personalidades relevantes de nuestras letras entre las que puede mencionarse a Noé Jitrik, Mario Goloboff y Horacio González, y presidido por la Directora General de Asuntos Culturales, selecciona obras cuya traducción a lenguas extranjeras es subsidiada con un monto que tiene como tope los u$s 3.200. La selección se realiza por pedido directo de las editoriales extranjeras, y el subsidio requiere de un compromiso de publicación de la obra por parte de las mismas, en tiempo y forma establecidos por el PROSUR. Declarado política permanente de Estado en 2010, el Programa Sur ya subsidió más de 400 obras de autores argentinos, traducidos a 34 idiomas en 38 países. Este año, contempla 150 obras más. Entre los autores seleccionados, podemos contar a Echeverría, Sarmiento, Lugones, Arlt, Quiroga, Marechal, Borges, Macedonio Fernández, Bioy Casares, Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, Rodolfo Walsh, Cortázar, Bayer, Puig, Antonio Di Benedetto, Juan José Saer o Ernesto Sábato, entre otros. Nuestro país tiene en su diversidad cultural una de sus mayores riquezas, con una literatura de estéticas variadas. Muchos de nuestros escritores, desde Echeverría a Marechal, desde Borges a Aira, supieron establecer una relación singular y al mismo tiempo vanguardista con lo universal. Esa es otra de las características distintivas de nuestro lugar en lo que Pascale Casanova llamaba la República Mundial de las Letras, donde el acceso a la traducción es a su vez un acceso a las instancias críticas y consagradoras que rigen al campo editorial internacional. Por eso cada traducción de autores argentinos, y la variedad de conexiones culturales, emotivas y sociales que la misma genera en sus lectores, son motivos para celebrar. Una manera no sólo de dar a conocer la creatividad y el talento de nuestros escritores e intelectuales, sino de proyectar el imaginario de nuestros paisajes culturales, nuestra cosmovisión y nuestro “ser en el mundo” en este siglo XXI.

Algunos datos relevantes
Jorge Luis Borges, con traducción a 24 idiomas, y Julio Cortázar, con traducción a 14, son los más solicitados. De Borges, se tradujo El Aleph al malayo, Obra poética I y II al ucraniano y al neerlandés; Historia de la eternidad al portugués; Ficciones al búlgaro; por dar algunos ejemplos. De Cortázar, entre otros, se tradujeron Las Armas Secretas y Bestiario al sueco; Rayuela al georgiano; Diario de Andrés Fava al italiano; Papeles inesperados al rumano y Cuentos al armenio.

De los 38 países que solicitaron traducciones, Alemania encabeza el ránking, y podemos nombrar también a Italia, Francia, Estados Unidos y Brasil. Pero también, por ejemplo, hay traducciones al tailandés, noruego, árabe, japonés, eslovaco, macedonio y vietnamita. Entre las mujeres, Claudia Piñeiro, María Rosa Lojo, Liliana Bodoc y Ana María Shua son las autoras más solicitadas del Programa Sur.

Autores clásicos argentinos también fueron traducidos gracias al Programa. El matadero y La cautiva de Esteban Echeverría al árabe; Facundo de Domingo Faustino Sarmiento al portugués; Antología poética y de cuentos de Leopoldo Lugones al ruso; Oasis en la vida de Juan Manuela Gorriti al italiano; Los gauchos judíos de Alberto Gerchunoff al alemán, por citar algunos.

También, fueron solicitados autores emblemáticos de la literatura argentina del siglo XX: Leopoldo Marechal, Macedonio Fernández, Alfonsina Storni, Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Ernesto Sábato, Rodolfo Walsh, Juan José Saer, Antonio Di Benedetto.

Entre los narradores contemporáneos, el Programa subvencionó traducciones de Ricardo Piglia, César Aira, Osvaldo Bayer, Alan Pauls, Guillermo Martínez, Rafael Spregelburd y Sergio Bizzio, Martín Kohan, Guillermo Saccomanno y Daniel Guebel, entre otros. También, las generaciones más jóvenes, representadas por Andrés Neuman, Samantha Schweblin, Félix Bruzzone, Lucía Puenzo y Leonardo Oyola se han incorporado al programa.

lunes, 27 de agosto de 2012

Cecilia Rossi y la traducción en Inglaterra

Hoy visitó el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires la poeta y traductora argentina Cecilia Rossi. Radicada en Inglaterra desde hace casi una década, habló sobre  la traducción literaria en la Universidad de East Anglia: Norwich, BCLT (British Centre for Literary Translation). Pero también se hizo tiempo para  referirse a su tarea como traductora de Alejandra Pizarnik y Tamara Kamenzsain, y a su condición de poeta argentina que escribe directamente en inglés. Todo eso y las preguntas del público pueden verse aquí.

Cecilia Rossi estudió en las Universidades de Cardiff y East Anglia, donde obtuvo una maestría en Escritura Creativa (poesía) y un doctorado en Traducción Literaria respectivamente. Actualmente se desempeña como profesora de Literatura y Traducción en el School of Literature, Drama and Creative Writing de la Universidad de East Anglia, Norwich, Gran Bretaña. Para el BCLT cumple el rol de ‘Postgraduate and Professional Liaison’. Sus traducciones de la poesía de Alejandra Pizarnik han recibido varios premios, como el primer premio en el concurso de traducción literaria ‘John Dryden Prize’. Selected Poems de Alejandra Pizarnik fue publicado en 2010 por Waterloo Press, gracias al Programa Sur.

Fotos: Javier Cánepa

sábado, 25 de agosto de 2012

Una noticia excelente


El poeta y traductor Tomás Segovia

Acaba de ser creado en México el Premio
de traducción literaria "Tomás Segovia"

Con la finalidad de reconocer la trayectoria de los traductores y su aportación a la literatura universal y a la cultura, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en colaboración con el Fondo de Cultura Económica y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ha creado el Premio de Traducción Literaria “Tomás Segovia”.

Dotado con cien mil dólares estadounidenses, este galardón reconocerá, de forma alternada, a los traductores literarios que traduzcan del español a cualquier lengua y a los que traduzcan de cualquier lengua al español. La primera edición, en 2012, está dedicada a quienes traducen de otras lenguas al español.

Además de reconocer la trayectoria de los traductores, los convocantes buscan homenajear la vocación artística de esta labor que va más allá de la interpretación técnica de los escritos.

Tomás Segovia, en cuya memoria se ha nombrado a este premio, definía la traducción como “la experiencia más radical de una lengua, y en cierto sentido, más radical aún que la creación porque por el hecho de estar mirando dos lenguas a la vez se tiene la doble visión que da tener dos ojos, y hay una visión en profundidad que a veces el creador no tiene”.  

El incansable trabajo como traductor que realizó Tomás Segovia a lo largo de su vida, permitió a los lectores hispanohablantes disfrutar de extraordinarias traducciones de la obra de autores como Giuseppe Ungaretti, Gérard de Nerval, André Bretón, Rainer María Rilke, así como de una de las mejores traducciones al español del clásico Hamlet, de Shakespeare. Su labor fue reconocida en varias ocasiones con el Premio Alfonso X de Traducción (1982,1983,1984), además de que los méritos de su trabajo literario le valieron ser nombrado creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA (1997), Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo (2000), Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2005) y Premio Internacional de Poesía García Lorca (2008).

Las candidaturas al Premio de Traducción Literaria “Tomás Segovia” podrán ser presentadas por instituciones culturales o educativas, asociaciones o grupos editoriales en la siguiente dirección electrónica: www.premiotomassegovia.mx, a partir del 22 de agosto y hasta las 23:59 horas (tiempo central de México) del 29 de octubre de 2012.

Las bases de participación del premio podrán ser revisadas en esa misma dirección. El jurado estará conformado por importantes especialistas en la materia.

Los ganadores se darán a conocer por medio de una conferencia de prensa en los primeros días de noviembre y el premio se entregará el 25 de noviembre de 2012 en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

La convocatoria puede consultarse en la dirección www.premiotomassegovia.mx  así como en los sitios del Conaculta (www.conaculta.gob.mx), el Fonca  (www.fonca.conaculta.gob.mx) y la FIL Guadalajara (www.fil.com.mx).

viernes, 24 de agosto de 2012

Los pecados sí existen al sur del Ecuador

Denise Bottmann
Lucia Vogelfang tuvo la amabilidad de hacernos llegar una polémica que está teniendo lugar en Brasil, a propósito de un notorio caso de plagio que pretende ser disimulado por una editorial. Todo eso puede leerse en las tres entradas que se pegan aquí del blog naogostodeplagio, administrado por Denise Bottmann, quien, entre otras cosas, se ocupa de los plagios de traducciones en portugués.

Para saber de quién hablamos, Denise Bottmann (Curitiba, 1954), se graduó en Historia en la Universidade Federal do Paraná. Tiene una maestría en Teoría de la Historia y es Doctora en Epistemología de la Historia. Fue docente de Filosofía de la Unicamp. Publicó, entre otros textos, Padrões explicativos na historiografia brasileira. Desde 1985 se dedica a la traducción del inglés, francés e italiano en las áreas de Ciencias Sociales, Historia del Arte, Teoría e Historia Literaria. Aquí puede leerse una reciente entrevista que la tiene por protagonista.

Con estos antecedentes, hace unos días, Bottmann publicó esta nota, con seis o siete fragmentos de traducciones calcadas de traducciones anteriores. Frente a eso, la editorial Boitempo (que publicó esas traducciones muy parecidas, por no decir iguales, a traducciones ya publicadas por otras editoriales), en lugar de hacer frente a la cuestión, le respondió con un alegato que mezclaba ataques personales y diatribas que confunden derecho moral y derecho patrimonial, tal como puede leerse aquí. Denise, a su vez, respondió con un texto que expone cuestiones de integridad, decencia y derecho (ver).

En síntesis, contradiciendo tan luego a Chico Buarque, existen los pecados al sur del Ecuador.

jueves, 23 de agosto de 2012

Un traductor español digno de todo respeto

Jesús Zulaika
El pasado domingo 12 de agosto, la escritora Mori Ponsowy publicó la siguiente columna en el diario La Nación, de Buenos Aires, donde aludía a un artículo anterior –también publicado en La Nación y posteriormente recogido en este blog–, donde criticaba una traducción de Raymond Carver, realizada por el traductor español Jesús Zulaika y publicada en Anagrama. Allí también se comentaba la reacción que Zulaika había tenido ante una entrada de este mismo blog en la cual se reproducía una crítica aparecida en un blog uruguayo. Basta ahora con leer la columna de Mori Ponsowy para saludar a Zulaika en los mejores términos y aplaudir su actitud, que, al fin y al cabo, de esto trata también este blog.  

El comienzo de una hermosa amistad

Quizá algunos lectores recuerden mi anterior columna aquí, esa que trataba sobre la traducción de los cuentos de Raymond Carver al español, y el enojo que yo había sentido cuando me di cuenta de que el traductor parecía haber decidido cambiar el estilo de uno de los mejores cuentistas norteamericanos del siglo XX. El ejemplo que usé fue el de uno de sus cuentos más famosos,"De qué hablamos cuando hablamos de amor", en el que dos parejas pasan la tarde en una cocina, tomando ginebra y hablando de amor. El cuento es prácticamente puro diálogo y Carver, fiel a su estilo minimalista, no describe de qué manera se expresan los personajes, qué gestos ponen al hablar, sino que simplemente escribe "Mel dijo", "Laura dijo", una y otra vez. Sin embargo, el traductor del cuento parecía haber decidido cambiar el estilo carveriano agregándole emociones a los personajes, de modo tal que donde Carver había escrito "dijo Terri", él tradujo "protestó Terri"; donde Carver escribió "dijo Mel", él tradujo "saltó Mel", y así sucesivamente hasta el final del cuento. En aquella columna también contaba que mi indignación se había hecho aún mayor cuando en un blog encontré que, en medio de una discusión, ese traductor afirmaba: "Yo sí soy de Bilbao y cuando pongo en boca palabras a personajes de autores norteamericanos e ingleses, les pongo las palabras que se me salen de los cojones".

Pues, bien. A los dos días de publicada la nota, me llegó un mensaje a Facebook de, nada más y nada menos, que el traductor de Carver, que también resulta ser el traductor de William Faulkner, Truman Capote, Jack Kerouac, Richard Ford, Ian McEwan, Yukio Mishima, Vladimir Nabokov, Kazuo Ishiguro, Martin Amis y Graham Swift. Lo primero que pensé, antes de abrir el mensaje, fue que estaría enojadísimo. Dudé antes de hacer clic, preparándome para lo peor, y al fin lo abrí. Decía así:

"Comprendo tu estupor –e indignación– al leer aquella respuesta mía en la que invoqué la ciudad donde nací y mis atributos sexuales externos. Tengo que explicar que me sentí agredido por un comentarista injusto, que me endosaba haber escrito ¡merluzo! –y otras atrocidades– con un ensañamiento sardónico y una impunidad que no eran de recibo, y a quien quise responder muy personalmente (no era una proclama universal, ni mucho menos). Fue muy ofensivo para mí, y reaccioné de modo irreflexivo. Me gustaría decirte, sencillamente, que no soy tal energúmeno. Y luego, ya en el terreno de la traducción, que en aquel tiempo –mil novecientos ochenta y tantos– era lisa y llanamente inconcebible por estos pagos que en narrativa alguien utilizara dijo para todo uso. De ahí que me sintiera impelido –tras obtener la anuencia de la editorial– a deformar el original. No sabes cuánto me arrepiento.

"Lo que digo se ve refrendado en Principiantes, donde, en el mismo relato –y en todos los demás– respeto escrupulosamente el 'dijo' original, porque han pasado los años y en España los lectores ya han asimilado que tal laconismo repetitivo no es una pobreza expresiva (ni del autor ni del traductor), sino un recurso estilístico (de una gran fuerza y belleza literarias, por cierto). Eso es todo. Te pido perdón por mi exabrupto, y por mi deformación del estilo carveriano en aquel pasado ya lejano (hoy no es fácil rectificarlo, me dicen). Nunca me lo reprocharé lo bastante. Pero he tenido que perdonarme (por razones obvias: tengo que poder mirarme al espejo). Te envío un saludo sincero. Jesús Zulaika."

Jesús Zulaika. Yo no había querido decir su nombre en aquella nota porque me pareció de mal gusto exponer a alguien sin conocer sus motivos, ni darle oportunidad de explicarse. Además, no se trataba de criticar a una persona, sino una traducción. Pero ahora sí digo su nombre, y lo hago con admiración y respeto. ¡Hay tanta gente incapaz de reconocer un solo error, de pedir disculpas, de enmendar caminos! ¡Cuánta caballerosidad en las palabras de Zulaika! Cuánta calidez y humanidad.

Como imaginarán, ese mensaje fue sólo el primero. Le respondí, me respondió, volví a responderle y, ahora, como Humphrey Bogart al final de Casablanca, creo que este es el comienzo de una bella amistad. ¡Quién lo hubiera dicho! Hace poco no nos conocíamos, y ahora somos amigos, casi cómplices. "Es la magia de la vida", me dijo Zulaika. Esa a la que nunca debemos renunciar.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Anna-Kazumi Stahl visita el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires

“ ‘En el bosque’: observaciones sobre la literatura japonesa traducida al castellano” fue el título que eligió
Anna-Kazumi Stahl para su charla de ayer en el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, a la que concurrió mucha gente, tal como puede verse acá.

Anna-Kazumi Stahl es escritora de ficciones y doctora en literatura comparada. De origen estadounidense, japonés y alemán, la mezcla de culturas influyó en sus intereses, tanto en los trabajos académicos como en la escritura creativa. Desde 1995 reside en Buenos Aires, donde escribe ficción en su idioma adoptivo (castellano) y enseña escritura creativa y literatura en NYU Buenos Aires y en el Malba.

Fotos: Sebastián Quintana

martes, 21 de agosto de 2012

Los afganos siempre masacrados

Una columna de Ricardo Bada publicada en El Trujamán del 13 de agosto pasado.

Una balada de
Theodor Fontane

Hace unos años, en su emisión de Monitor del 8 de noviembre de 2001, de la primera cadena de la televisión alemana, Klaus Bednarz rescató del olvido una balada de Theodor Fontane.

Esta frase necesita tres aclaraciones para los lectores. La primera: Klaus Bednarz es uno de los pocos periodistas del medio televisivo (y no sólo en Alemania) que utilizan su cerebro para pensar. La segunda: Monitor es un programa de alto contenido crítico, una mirada insobornable sobre el acontecer político, no sólo —pero sí sobre todo— en Alemania. Y la tercera: con el nombre de Theodor Fontane suele asociarse el recuerdo de su Effi Briest, miopemente apostrofada como la Madame Bovary alemana, y además con el nombre de Theodor Fontane se asocia también su presencia casi ubicua en la novela de Günter Grass, Es largo cuento. Pero Theodor Fontane (1819-1898) significa mucho más.

Aunque comenzó tardíamente, su obra completa abarca docenas de volúmenes, destacables en especial sus inigualadas guías por la comarca de Brandeburgo, una auténtica golosina literaria. Y luego sus novelas, que le valdrían el reconocimiento de Thomas Mann, quien lo estimaba sobremanera. Y por si fuera poco, sus poemas, entre ellos las baladas que dio a la imprenta en 1861, en un libro en el que se incluye la que Klaus Bednarz desempolvara, con tantísima oportunidad como acierto, y que se titula La tragedia de Afganistán.

Lo trágico, en verdad, es que esa recuperación resulta (viene resultando) profética, en más de un sentido.

La balada está fechada en 1859 y con toda seguridad se refiere a la masacre perpetrada por los afganos contra la guarnición inglesa de Kabul en 1841. Aunque también puede tener como trasfondo histórico alguno de los muchos intentos llevados a cabo por la Compañía Británica de las Indias para convertir Afganistán en una perla más de la corona imperial de Su Majestad Victoria. Todos fracasaron. Como siglo y medio más tarde fracasaría la invasión soviética. Como está fracasando la ocupación militar aliada. Nadie, desde Alejandro Magno, ha podido enorgullecerse de haber conquistado el arisco país.

En cualquier caso, aquí les traduzco la balada, disculpándome de antemano por no poder verter al castellano el sonsonete de sus rimas graves, las cuales van creando una atmósfera de opresión y de impotencia. Me ha parecido más importante trasladar con la menor pérdida posible lo que podríamos llamar «la historia» que el poema quiere contar. Y ella es, de por sí, tan alucinante como un cuento de Edgar Allan Poe.

Silenciosa del cielo cae la nieve
cuando a Jalalabad llega el jinete.
«¿Quién va?» – «Un soldado de su majestad,
traigo noticias de Afganistán».
¡Afganistán! Lo dijo con tal voz
que media ciudad pronto lo rodeó.
Sir Robert Sale, el propio comandante,
lo ayudó a desmontar del purasangre.
Lo llevaron al cuarto de banderas,
donde arde el fuego en la chimenea.
¡Cómo calienta el fuego, y luz por fin!
Suspiró, dio las gracias, dijo así:
«Éramos trece mil la expedición
que en Kabul el camino comenzó.
Mujeres, niños, jefes y soldados,
helados, derrotados, traicionados,
nuestro ejército entero se ha perdido,
ahí fuera vagará quien siga vivo.
Con la ayuda de un dios yo me salvé,
mirad si es que al resto salvar podéis».
La muralla sir Robert escaló,
soldados y oficiales de él en pos.
Sir Robert dijo: «Cae la nieve espesa.
Si nos buscan, así no nos encuentran,
a ciegas vagarán aun tan cercanos…
Hagamos, pues, que puedan escucharnos.
¡Cantad viejas canciones de la patria!
¡Que toquen las cornetas hasta el alba!».
Así lo hicieron y no se cansaron
de pasar esa noche allí cantando,
primero alegres cántigas inglesas,
después tristes baladas escocesas.
Sonaron las cornetas sin descanso,
como sólo el amor puede lograrlo,
hasta el día siguiente, y uno más.
Inútil hacerlo, e inútil cantar.
Quienes debían oír, no oían nada:
la expedición estaba aniquilada.
De trece mil que eran al comenzar,
sólo uno volvió de Afganistán.

Dicen que la Biblioteca del Congreso, en Washington, lo posee absolutamente todo en materia de libros publicados en este mundo cada día menos ancho y más CNN. Se me ocurre que sería una buena idea si alguien enviase desde allí, al Pentágono, la balada de Fontane. Con copia para la Casa Blanca. Y para el 10 de Downing Street. Y… (suma y sigue).

domingo, 19 de agosto de 2012

Taras del mercado editorial de lengua española

La siguiente nota, firmada por el administrador de este blog, fue publicada por la revista Ñ del sábado 4 de agosto pasado. En ella se detalla el estado de la edición de no ficción en el mundo de habla hispana, poniéndo especial énfansis en la situación argentina. También se consignan opiniones de los editores Luis Chitarroni (La Bestia Equilátera), Manuel Borrás (Pre-Textos), José María Espinaza (Ediciones Sin Nombre), Leonora Djament (Eterna Cadencia) y Alejandro Archain (FCE Argentina).

Todo lo que no leemos en castellano

 Estoy en pleno centro de Cardiff, en la puerta de la librería Waterstone –una suerte de cadena Yenny de Gran Bretaña– y veo un cartel que anuncia el libro del mes. Se trata de Atlas of Remote Islands. Fifty Islands I Have Not Visited and Never Will (literalmente, Atlas de islas remotas. Cincuenta islas que no visité ni visitaré), de Judith Schalansky, una novelista alemana nacida en lo que fuera Berlín oriental y, por lo tanto, impedida por años de viajar, que “descubrió” el mundo a través de los atlas familiares. Su libro se nutre entonces de ese tipo de conocimiento: en las páginas pares están dibujados los mapas de las islas en cuestión; en las impares, todo tipo de información sobre las islas, que van desde la flora y la fauna exóticas hasta los casos de exploradores allí perdidos, científicos desquiciados, guardafaros, tripulaciones amotinadas, etc. Me digo que se trata de una excelente idea. Así la ha considerado la crítica. También los editores del mundo anglosajón ya que el volumen, publicado en inglés por Particular Books en 2010, tiene ediciones tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos. Y ahí es donde pienso, no sin cierta melancolía, que es prácticamente seguro que, si a algún escritor del mundo hispanoparlante, tanto se trate de ficción como de no ficción, se le ocurriera una idea semejante, no tendría dónde publicar. Esos son libros que, con suerte, se traducen, pero no se escriben en el mundo de la edición castellana. ¿Por qué? Preguntado por la cuestión, Luis Chitarroni, cara visible de Sudamericana y, a la venta de ésta, de Random House Mondadori –de donde fue echado luego de 24 años de servicio– para, ya al frente de La Bestia Equilátera, ganar el año pasado el título “editor del año” en la última Feria del Libro de Buenos Aires, señala: “El mundo de la edición en inglés es el más rico y variado que conozco. A veces quienes se ocupan de estas cosas en el mundo hispanoparlante se parecen a esa novia de Pessoa, ignorante de aquello que ignoraba. La falta de curiosidad se une a veces a una especie de pereza moral (exagero: no es siquiera decoro), que da como resultado una práctica monótona y repugnante: cuando se arriesgan lo hacen con libros que están seguros de que ni ellos ni su círculo de amistades van a leer. Porque son demasiado trabajosos e intelectuales o porque conciernen a cuestiones que –insisto–  por ignorancia desprecian.  El apriorismo adopta muchas veces la forma de una valla inexpugnable, y es indiferente ante cualquier manifestación de singularidad, de inteligencia, de belleza”.

Esos libros a los que se refiere Chitarroni incluyen tanto los títulos de ficción que él mismo ahora puede publicar en la editorial que dirige –y, que mes a mes, sorprenden en las vidrieras de las buenas librerías argentinas–, como aquéllos de no ficción que nadie publica. Por ejemplo, los del ingeniero civil Henry Petrosky, profesor de historia de la teconología en la Duke University, de los EE.UU. Especializado en los objetos de nuestra vida cotidiana, Petrosky ha publicado The Evolution of Useful Things: How Everyday Artifacts –From Forks and Pins to Paper Clips and Zippers– Came to Be as They Are (La evolución de las cosas útiles: cómo los artefactos de todos los días –desde los cuchillos y alfileres hasta los clips para papel y los cierres relámpago– llegaron a ser como son). También, The Pencil: A History of Design and Circumstance (El lápiz: una historia de diseño y circunstancia), The Book on the Bookshelf  (El libro en el estante) y Success Through Failure: The Paradox of Design (Éxito por el fracaso: La paradoja del diseño), entre muchos otros títulos de los cuales ninguno ha sido traducido al castellano. Pero incluso tratándose de temas de actualidad, tampoco se puede esperar la publicación del reciente The Nolympics. One Man's Struggle Against Sporting Hysteria (Los Nolímpicos. La lucha de un hombre contra la histeria deportiva), del periodista inglés Nicholas Lezard. Y la lista de grandes libros no traducidos podría crecer: Grooming, Gossip and the Evolution of Language (Acicalamiento, chisme y la evolución del lenguaje), del primatólogo Robin Dunbar, o Les origines animales de la culture (Los orígenes animales de la cultura), del etólogo Dominique Lestel, o L'estinzione dei tecnosauri. - Storie di tecnologie che non ce l'hanno fatta (La extinción de los tecnosaurios. Historia de la tecnología que no funcionó), del periodista Nicola Nosengo, o The Electric Eden (El Edén eléctrico), del periodista musical Rob Young. Se trata de textos fascinantes y muy bien escritos, por lo que cabe preguntarse hasta cuándo van a prevalecer los criterios que, por ejemplo, le otorgan a la “prosa chabona” o al “realismo atolondrado” de alguna ficción argentina actual un interés mayor que el que tienen todos estos extraordinarios libros de no ficción. Chitarroni responde: “Va a costar mucho porque el rechazo o el encogimiento de hombros proviene de una sentencia contundente: ‘no son libros para el mercado de acá’. El mercado de acá absorbe así el aspecto de un monstruo mítico que se encarga de estrangular con sus tentáculos la singularidad del lector. Mejor dicho, hay otras maneras de tratar el azar y de ser tratados por él, aun a sabiendas de que existe la ley de probabilidades. Siempre le di crédito a la heterodoxia. Sé que no hay una sola manera de hacer las cosas. Disto de ser un infaliblista inefable. A los Beatles los sacaron carpiendo de varias grabadoras, porque decían que ese tipo de grupos vocales no estaban más de moda. Ian Fleming fue rechazado por muchísimos editores. Aunque esos son ejemplos de una industria más generosa. Me acuerdo de Severo Sarduy en los ochenta, muerto de miedo de que lo echaran de Seuil, porque había rechazado El nombre de la rosa. Un gerente alemán –Olaf Mantel–, respetuoso de la distancia, ante un temor de mi parte menos significativo, dijo: ‘A los editores se los juzga y valora por lo que editan, no por lo que rechazan’ ”. Sin duda, la coartada perfecta que permite esconder detrás de una fachada de elegancia y anécdotas regidas por la facturación, la falta de independencia y de criterio. 

La sociología anula la verdad
Puestos a observar los catálogos de las editoriales de uno y otro lado del Atlántico, tal parece ser que la edición de no ficción en el mundo hispánico se limita a autoayuda, la filosofía y, sobre todo en Latinoamérica, a las ciencias sociales y a la política. Cuando se le pregunta por la cuestión a Manuel Borrás, uno de los dueños de la editorial española Pre-Textos, comenta: “Tengo para mí que la única respuesta posible es la ignorancia. Suma a ella el que la mayoría de los editores, antes que descubrir, prefieren seguir la ruta de los dossiers de ‘prestigio’ internacional. Ahora nadie, a lo que se ve, sigue las modas, pero la mayoría de los catálogos son intercambiables. ¿No te huele eso a chamusquina? De un tiempo a esta parte he viajado, como suele ser mi costumbre, mucho, y da pavor comprobar la sospechosa y rara unanimidad de criterios editoriales. Es decir, ¿cómo es posible que en una librería del aeropuerto de Copenhague, al margen de las ‘glorias’ locales, coincidan casi milimétricamente los mismos autores con los de la librería del aeropuerto de Bogotá? ¿A nadie le llama la atención eso? Creo, en suma, que en nuestro medio se lee menos de lo que se dice. Nuestra coartada siempre es la misma: hacemos lo que nos reclaman. En fin, que una vez más la sociología precede o anula a la verdad”.

Editor en el Fondo Editorial Tierra Adentro (1990-1995), en el Colegio de México (1998-2010) y en Akal (2011), y desde hace 17 años dueño y director de Ediciones Sin Nombre, el mexicano José María Espinaza tiene otro punto de vista: “El mundo de la edición en español está supeditado al mercado de la manera más torpe, y las líneas de comportamiento las marca el mercado español, el más pujante, que, sin embargo, es bastante pobre. Eso influye en que las opciones de lectura se limiten, tanto en autores como en géneros. Nos falta imaginación. Estamos a punto de que la ley de la oferta y la demanda sea sólo la ley de la oferta, pues la demanda escoge otros caminos –de la web a la fotocopia– o desaparece. Lo paradójico es que, a pesar de ello, en México se da un fenómeno de pequeñas editoriales asombroso, buena factura, notables catálogos, imaginación editorial, nuevos caminos de difusión. Libros que prácticamente no están en LAS librerías y sin embargo circulan. Frente a la edición vertical, dictada por los grandes grupos y las distribuidoras e importadoras –sus cómplices–, se desarrolla un mundo editorial horizontal que no sé cuánto puede durar ni si sobrevivirá al mundo digital, pero que es absolutamente fascinante y muy propositivo”.

Contaminación
Una prueba de cómo la sociología, las tesis de doctorado y los papers de historia transformados en libros se plantean como verdad excluyente de la edición de no ficción podría ser la contaminación que sufren otros géneros por esa impronta. La crónica, por caso, parece resignada a ser en Latinoamérica crónica social. Sin embargo, como en el pasado lo demostraron Lucio V. Mansilla, Roberto Gache o Roberto Arlt, hay todo un mundo más allá de la villa miseria, el paco, la cumbia y otras desgracias nacidas de la pobreza, que los cronistas se ocupan de estetizar para después viajar por Latinoamérica alojándose en hoteles de cinco estrellas, pagados por una multinacional española, para firmar ejemplares que les paguen una buena conciencia.

Cuatro veces ganador del premio Pulitzer en la categoría no ficción, John McPhee (1931) fue uno de los primeros introductores de la técnica ficcional a la crónica periodística. Profesor de Periodismo en la Universidad de Princeton, entre sus alumnos más célebres se cuentan David Remnick (hoy editor en jefe del New Yorker), Richard Stengel (editor de Time) y Robert Wright (columnista estrella del New York Times). Desde A Sense of Where You Are (La noción de donde uno está), de 1965, a Silk Parachute (Paracaídas de seda), de 2010, McPhee escribió 32 volúmenes sobre los más diversos temas: geografía, naranjas, animales muertos en la ruta, la supervivencia de la canoa de corteza, el control de la naturaleza, oficios inusuales, etc. Sólo 2 títulos fueron traducidos a nuestra lengua y eso fue en España, hace más de veinte años.

¿Y qué decir de Joseph Mitchell, best-seller absoluto por sus crónicas de Nueva York en la revista New Yorker, donde publicó hasta su muerte en 1956? Sin embargo el autor de My Ears Are Bent, McSorley’s Wonderful Saloon, Old Mr. Flood, The Bottom of the Harbor, Joe Gould’s Secret, volúmenes contenidos en Up in the Old Hotel, a pesar de alternar ficción y no ficción, solo tiene un libro traducido en España hace doce años.

Entonces, ¿por qué, si las ventas de una novela nacional oscilan en la Argentina entre los 400 y 700 ejemplares –vale decir, nada–, los editores siguen manteniendo la superstición de la novela? ¿Por qué no probar otros géneros no transitados? O dicho de otro modo, ¿por qué la edición argentina mantiene el criterio conservador de publicar nuevas novelas, escritas según los estilos archiprobados en que ya se escribieron antes, por la mera excusa de que sus autores son “jóvenes”, como si la juventud fuera algún criterio de valor?

Básicamente, no estoy de acuerdo con la enunciación del problema y sus premisas –señala la experimentada Leonora Djament, editora de no ficción en Alfaguara, directora editorial en Norma y, actualmente, de Eterna Cadencia–. No creo que la edición argentina sea poco imaginativa frente a la edición de otros países. Creo, al revés, que después de tantas crisis que atravesó la Argentina, ha quedado demostrada la inventiva criolla para imaginar nuevos temas, nuevos modos de editar, nuevos formatos, nuevos modos de hacer circular el libro: de Eloísa Cartonera a la FLIA; de los instant books a los libros-regalo; de las crónicas de Caparrós o Alejandro Seselovksy a la llamada ‘autoficción’ local. Creo que cada editorial, en todo caso, elige los géneros que desea publicar pensando cuáles son los modos de hacer una intervención efectiva con su catálogo en las reflexiones contemporáneas. Y esto, por supuesto, sabiendo cuánto puede vender cada género y pensando cómo se puede armar una editorial en función de esas ventas”.

Por su parte, Alejandro Archain, director de la filial argentina del Fondo de Cultura Económica, de México, no ve el problema vinculado con una mayor o menor imaginación, sino con otros aspectos: “Uno puede ser el del desarrollo del mundo editorial y las posibilidades que brinda el mismo. Por otro lado, las grandes corrientes de pensamiento filosófico y político que han tenido su desarrollo en países de habla inglesa, como así también en Alemania y Francia, tal vez haya hecho que se desarrollara a su vez mucho más el género ensayístico, como así también el de la ciencias. De todas maneras, el género de ensayo ha tenido un mayor desarrollo en nuestros países en los últimos años, aunque cuando uno va a ferias como la de Frankfurt, los editores europeos y americanos se interesan por nuestra narrativa, pero no por los ensayos. En ese sentido, tal vez  lo que pasa es que la imaginación desarrollada en la ficción les interesa, no así nuestra capacidad para el desarrollo científico o el pensamiento”.

Volvemos así al principio: ¿en qué consiste la originalidad de nuestro pensamiento? ¿Quién decide cómo debe formularse? ¿Cuál es el verdadero valor de nuestra ficción?
           

sábado, 18 de agosto de 2012

¿Gutenberg derrotado?


¿Problemas para entender qué son los libros electrónicos y cómo funcionan? Un artículo de Juan Pablo Vittori publicado por  EXACTAmente 49 , que nos hizo llegar Julia Benseñor, tal vez ayude a entender de qué trata la cuestión.



Los libros electrónicos

La imprenta de Johannes Gutenberg dio un salto tal en la tecnología, que tuvieron que pasar más de quinientos años para que otro invento tomara la posta. La revolución digital trajo bajo el brazo a los libros electrónicos que, muy de a poco, están ganando posiciones en el mercado editorial y en las preferencias de los usuarios.

Definir qué cosa era un libro no requería demasiadas explicaciones adicionales, por lo menos hasta hace unos años. Las cosas están cambiando y, hoy por hoy, la definición de “libro” requiere algunas aclaraciones. ¿Qué entendemos por libro? Hay una parte de esta explicación que ya está zanjada para los editores, y es la referida a la diferencia entre “texto” y “libro”. En líneas generales, el texto se refiere al contenido, y el libro al soporte en el cual ese texto está inserto (generalmente un objeto de papel, impreso) y que ha pasado por un proceso de edición.

De textos, estamos rodeados, pero no necesariamente estamos rodeados de libros. Los soportes a los que estábamos acostumbrados se diversificaron, y lo hicieron de manera tan vertiginosa y tan variada que los encargados de hacer libros se encontraron con la obligación de reaprender una parte importante de su profesión, quizás la más importante: transformar textos en libros.

Libros y libros electrónicos
La principal causa de la “crisis” que obliga a repensar la tarea editorial es la llegada de un actor inesperado frente a la tradición de papel y tinta: el libro electrónico. Ahora, definir lo que es la versión electrónica de un libro tiene algunos bemoles. Para empezar, vale advertir que los mismos términos con que son definidos los libros electrónicos y los artefactos lectores suelen generar confusión. A la hora de las definiciones en temas de tecnología e innovaciones, como suele suceder, manda el idioma inglés: un libro electrónico es un eBook, y un dispositivo para leer libros electrónicos (por lo tanto) es un eReader. La confusión general tiende a asignar la denominación eBook a los dispositivos lectores cuando, en realidad, son solo un soporte para los libros electrónicos. Hecha esta primera diferencia, veamos qué se entiende por eBook. Es una versión electrónica o digital de un libro. Entonces, para leer un eBook necesitamos algún dispositivo electrónico. Hoy por hoy, un libro electrónico se puede leer en una multiplicidad de dispositivos, estos son algunos de ellos:

·                                 eReaders (lectores de libros electrónicos).
·                                 Tabletas (computadoras portátiles de pantalla táctil).
·                                 Teléfonos celulares.
·                                 Dispositivos reproductores multimedia (iPod, MP4 etc.).
·                                 Computadoras personales, laptops, netbooks, etc.

En principio, los que nos interesan son los dos primeros. El eReader está pensado específicamente para la lectura y para ello utiliza dos posibles tecnologías de pantalla, la e-ink  y la LCD. ¿Qué las diferencia? La primera es amigable a la vista y permite que la experiencia de lectura se parezca mucho más a la del papel que a la de leer en una pantalla de computadora. Por supuesto, tiene sus ventajas y sus desventajas. Estos dispositivos consumen muy poca energía y, por lo tanto, las baterías son de larga duración, son muy livianos y permiten almacenar una gran cantidad de libros; entre estos contamos el Kindle (de Amazon), el Nook (de Barnes & Noble), el Papyre (de Grammata) y muchos otros genéricos. Entre las contras, cuenta que son monocromos, la calidad de reproducción de imágenes es pobre y son lentos y toscos para la navegación web. Pero, justamente, estas desventajas técnicas son las que hacen de estos dispositivos los nuevos libros electrónicos. Pues suplen de manera electrónica las funciones (no todas, por supuesto) del libro en papel, y le agregan algunas. Permiten leer sin producir el cansancio que producen las pantallas LCD, y sus otras funciones son tan limitadas que no producen distracciones. Quien posee un eReader de tinta electrónica no está pensando en navegar, ni en usar juegos, ni en ver videos, está pensando en leer. Solo en leer. Un paso más allá están las tabletas (iPad de Apple, Kindle Fire de Amazon, Nook Tablet de Barnes & Noble, LightPro de Telefónica, entre otras): aquí se diversifica la experiencia ya que, con su pantalla color y táctil, permiten lectura, navegación, acceder a videos, mp3 y un sinfín de chiches tecnológicos.

Pero lo primero que hay que saber para llevar adelante aquel antiguo y noble propósito de leer es, como en todo artilugio tecnológico, en qué formato debe estar el libro para que podamos leerlo. Y aquí comienza la batalla entre los formatos más estándares y los nuevos formatos pensados para eBooks.

Los formatos electrónicos
Los eReaders permiten leer varios formatos de archivo, entre ellos el .ePub, el .pdf, el .mobi, y algunos leen o transforman archivos .doc. El tema es cómo se ven estos textos en un eReader. El archivo .ePub es el que lleva las de ganar en lo que se refiere a texto continuo. Es limitado en términos de diagramación (aunque el nuevo ePub3 mejora mucho), pero permite una lectura fluida y una adaptación del tamaño de tipografía, el uso de tablas de contenido, también permite tomar notas, resaltar párrafos y el uso de diccionarios. Los eReaders de Amazon, por ejemplo, tienen también un formato propio que es similar al .ePub y se llama .mobi. Con los .pdf la cosa cambia. Por ser un formato cuya principal característica es la de transformar cada página en una imagen, los archivos .pdf se ven como un bloque dentro del cual hay que desplazarse para ver el contenido. Por un lado, respeta diagramaciones complejas (con varias columnas, tablas y gráficos, por ejemplo) pero no es tan amigable para recorrerlo visualmente.

De formas y deformes
Todos estos cambios recientes nos traen nuevas preguntas a nivel de usuarios (o lectores), desde las más elementales (¿me compro un eReader?, ¿cuál?) hasta las que involucran cuestiones filosóficas, aquellas que comparan entre las distintas experiencias de lectura y cómo afectan nuestra pasión por los libros, o el nuevo espacio físico y psicológico que se crea por la ausencia de bibliotecas en nuestros hogares. Pero las editoriales están afrontando este cambio de paradigma de una manera distinta. Saben que el mercado de libros electrónicos está creciendo de manera desmesurada y están pasando sus catálogos a versiones electrónicas. Esto trae aparejadas algunas ventajas y algunos problemas. Como ventajas, por ejemplo, está la posibilidad de tener a nuestra disposición títulos que ya no se imprimen, que están fuera de catálogo. Una vez que una editorial generó un eBook, siempre estará disponible. Pero como desventaja tenemos cierta desprolijidad para con el nuevo producto, el trabajo artesanal (que puede existir perfectamente en un eBook) se deja de lado en el apuro por tener todo un catálogo listo, ya: muchos libros se distribuyen sin portada, sin tabla de contenido, sin separación de capítulos. Otros pasan a ser una ristra de texto continuo. ¿Se pueden leer? Sí, es posible leerlos. ¿Queremos leer así los libros? Bueno, ahí están marcados los rumbos, delineados entre emular empáticamente la forma de lectura de un libro tradicional (algunas tabletas o eReaders con pantalla táctil emulan, por ejemplo, el paso de las páginas) o ceñirse a la forma más elemental del paso del texto (y por qué no, del paso del tiempo).

También surgen otros problemas en torno a la falta de materialidad: ¿Cómo se regala un libro? ¿Cómo se puede prestar?, por ejemplo el eReader Nook tiene un sistema llamado LendMe que permite prestar de forma electrónica el libro, aunque estas prácticas todavía nos parecen lejanas y ajenas.

Lo primero que nos enseña la experiencia del libro electrónico es que, a diferencia de leer en papel, que no requiere ningún aprendizaje, esta nueva forma de leer implica recorrer un camino tecnológico que involucra los soportes, los formatos estándares y específicos de cada lector, y las múltiples formas de conversión para adaptar contenidos de un formato a otro. Lograr un sistema aceitado que permita leer cualquier cosa que queramos en un lector electrónico, puede resultar una experiencia decepcionante. La pregunta es, por ahora, ¿cuándo el sistema de lectura en libros electrónicos será tan fácil y práctico como el de libros en papel? ¿Es inevitable la comparación de ambas experiencias de lectura? Por ahora sí. Es un momento coyuntural en el que una nueva tecnología se está entrometiendo con otra milenaria, de fuerte raigambre cultural y, por qué no, sentimental. Lo que es cierto es que ya estamos, aun sin quererlo, en ese camino: muchos de los libros que antes tenían al papel como soporte, actualmente se consiguen solo en versiones electrónicas. Y la computadora no está siempre a mano para leerlas. Estamos por adoptar a una criatura que lleva en su memoria 500 años de historia y de historias. Está bien ir pensando cómo nos vamos a llevar con ella.

viernes, 17 de agosto de 2012

El SPET en agosto

En el próximo encuentro del SPET, que tendrá lugar el miércoles 29 de agosto a las 18:30 en el Salón de Conferencias del IES en Lenguas Vivas (Carlos Pellegrini 1515), presentaremos el proyecto de investigación

La producción cultural de los países de habla alemana
en traducciones argentinas

En cinco proyectos individuales que comparten la perspectiva de análisis se investigan los siguientes temas: la traducción de la obra de Elfriede Jelinek, la traducción de textos alemanes durante la última dictadura militar, la traducción de literatura escrita en torno a la caída del muro, la traducción de la obra de Sigmund Freud y la construcción del discurso psicoanalítico en Argentina, y la antología "Letras Alemanas Contemporáneas" de la revista Sur.

El proyecto, coordinado por Griselda Mársico y Uwe Schoor, se desarrolla en el marco del Programa de investigación del Lenguas Vivas. 

A quienes confirmen su asistencia por mail se les enviará un breve material sobre el proyecto a partir del martes 22 de agosto. Además sugerimos la lectura del siguiente texto, del que habrá una copia disponible en la fotocopiadora del Lenguas Vivas, también a partir del martes 22:

Pierre Bourdieu: “La génesis histórica de la estética pura”, en Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario. Trad. de Thomas Kauf, 2da ed., Barcelona, Anagrama, 1997, pp. 426-457.

Integrantes del grupo de investigación:
Julia Giser, traductora en alemán por el IES en Lenguas Vivas y ex becaria de la Universidad de Hildesheim; traductora e intérprete; alumna del Profesorado en Alemán del Lenguas Vivas. Griselda Mársico, licenciada en Letras (UBA) y profesora en alemán por el IES en Lenguas Vivas; docente de la Residencia de traducción en el Traductorado en Alemán y traductora. Branka Martinovic, alumna del Traductorado en Alemán y ex becaria de la Universidad de Hildesheim. Silvina Rotemberg, licenciada en Letras (UBA); docente de Traducción general en el Traductorado en Alemán; traductora y docente de alemán. Sofía Ruiz, profesora en alemán por el IES en Lenguas Vivas y estudiante de filosofía (UBA); docente de alemán. Uwe Schoor, doctor phil. por la Humboldt-Universität de Berlín y ex lector del DAAD en el IES en Lenguas Vivas; traductor al alemán.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Piedra libre para Leopoldo García Ramón


El 9 de agosto pasado, Enrique Bernárdez publicó en El Trujamán la siguiente columna sobre Hans Christian Andersen (1805-1875) en España. La reproducimos por su valor e interés.




Un traductor de Andersen

Cuando Hans Christian Andersen estuvo viajando por España en 1861, se extrañó de ser un desconocido. Lo cierto es que aquí solo se conocía un par de cuentos suyos, a diferencia de lo que pasaba en la mayoría de los países europeos. No le gustó nada, por cierto: acostumbrado a ser la estrella en todas partes, le chocó y le molestó no ser nadie en un país que, además, le decepcionó por la fealdad y la falta de interés de la ciudad de Valencia (¿!), la ausencia de bandoleros en Sierra Morena (¡?) o el excesivo europeísmo de Madrid, que no correspondía a la idea habitual de España. (¡Pensar que más de ciento cincuenta años después sigue habiendo entre nosotros quienes repiten el estúpido sonsonete de que Madrid es un «poblachón manchego»!). Lo cierto es que en España se tradujo tarde a Andersen, lo que no extraña demasiado si tenemos en cuenta el «ancestral retraso» del país en esos años y el innegable hecho de que «Europa acaba en los Pirineos».

Basta de lugares comunes. El primer traductor de una auténtica colección de los Cuentos de Andersen (que no eran «cuentos para niños» como erróneamente tiende a creerse, sobre todo entre nosotros, sino «cuentos, narrados para niños», que es algo muy diferente) es un personaje interesante y a la vez misterioso, que tuve oportunidad de conocer gracias a una invitación de F. Lafarga y L. Pegenaute.1 La investigación necesaria para cumplir el encargo me llevó a terrenos antes desconocidos. (Es lo bueno de la investigación, entre otras cosas). Leopoldo García Ramón2 tradujo al español numerosos cuentos del genial autor danés, en quince pequeños volúmenes publicados por la editorial parisina Librería Española de Garnier Hermanos, probablemente a partir de 1880. La Biblioteca Nacional de España y la Virtual Cervantes indican como fecha «186?», lo que es imposible, como se explica en el artículo en cuestión (algunos de los cuentos traducidos son posteriores a esa fecha). En España existían escasos datos sobre el autor y la traducción, y el único libro suyo aún accesible es una reproducción facsímil de El arte de fumar. Tabacología universal, publicado originalmente en París en 1881. En las bibliotecas españolas, incluida la Nacional, apenas existen referencias a él, aunque sí las hay en las francesas y en algunas latinoamericanas. García Ramón tradujo los cuentos de Andersen de una edición francesa en la misma editorial. Esta, a su vez, es versión de una traducción alemana. De modo que las primeras traducciones importantes de Andersen al español recorrieron un largo camino: danés → alemán → francés → inglés. Como se muestra en el artículo correspondiente del libro de Pegenaute y Lafarga, ese itinerario hizo que el resultado final (que por lo demás es una buena traducción) estuviera bastante lejos del original.

Pero García Ramón tradujo bastantes más cosas. Por ejemplo, a Maupassant; y en dirección inversa, vertió a Pardo Bazán3 al francés, y mantuvo bastante contacto con la escritora. Una revisión a fondo del trabajo traductor de este español singular es necesaria. Como lo es, posiblemente (aunque en ese terreno no me quiero meter) la de su propia obra literaria, pues al parecer era considerado una personalidad importante como crítico y novelista de tendencia naturalista. Esa revisión podría quizá arrojar datos sobre el lugar y la fecha de su muerte, que hoy por hoy parecen totalmente desconocidos.

·                     (1) Para el libro que ellos editaron, Cincuenta estudios sobre traducciones españolas. Berna, Peter Lang. 2011. volver
·                     (2) No confundir con el pintor valenciano del mismo nombre. volver
·                     (3) Nunca he visto sentido alguno a tener que decir «La Pardo Bazán» o «La Callas», pero no «El Cervantes» o «El Caruso». volver