Traducir a Salinger
Si para traducir a Shakespeare —uno solo de sus versos— los problemas eran, además del sentido, las exigencias poéticas (cadencia, distribución de acentos, métrica…), en la prosa el problema se presenta cuando el autor aprovecha un juego de palabras en el idioma original justo en el meollo del relato, lo que afecta a la narración completa. Para ejemplificar esto, tomo algunos casos de los célebres Nueve cuentos de J. D. Salinger. Consulto la edición traducida por Elena Rius (Edhasa, 2007).
1. “El tío Wiggily en Connecticut”
Uno de mis favoritos. Dos amigas conversan y beben mientras una de ellas recuerda a un hombre que conoció antes de casarse. Eloise le cuenta a Mary Jane que aquél era un hombre muy divertido, y le da un ejemplo:
Una vez —dijo— me caí. Acostumbraba esperarlo en la parada del autobús, frente a la cantina del regimiento, y una vez llegó tarde, cuando el autobús ya se iba. Empezamos a correr y yo me caí y me hice daño en un tobillo. Dijo: “¡Pobre tío Wiggily!”. Llamó “tío Wiggily” a mi tobillo. ¡Qué simpático era!
“Once,” she said, “I fell down. I used to wait for him at the bus stop, right outside the PX, and he showed up late once, just as the bus was pulling out. We started to run for it, and I fell and twisted my ankle. He said, ‘Poor Uncle Wiggily.’ He meant my ankle. Poor old Uncle Wiggily, he called it. . . God, he was nice.”
¿Cuál fue el chiste, qué lo hizo “divertido”? Sin saber ni un poquito de inglés, es imposible de captar y, sabiendo algo, todavía es difícil, porque consiste en dos juegos de palabras.
1. El primero, la similitud, en inglés, de la pronunciación de ankle (“tobillo”) y uncle (“tío”). En lugar de decirle a Eloise “¡Pobre tobillo…!”, aquel hombre divertido —Walt Glass— le dijo: “¡Pobre tío…!”.
2. ¿Cómo supo Eloise que él le decía “tío” y no “tobillo”? Porque le dijo “Poor old Uncle Wiggily”, y eso es lo segundo que hay que saber: el “Tío Wiggily” es el título de una colección popular de cuentos infantiles, cuyo protagonista es un conejo, Uncle Wiggily Longears (“el tío Wiggily Orejaslargas”).
El cuento puede leerse igual sin entender del todo el chiste y asumiendo que aquello fue “divertido” para Eloise aunque para nosotros no lo sea tanto: supongo que por eso la traductora prefiere no intercalar una nota al pie, que podría romper la magia del relato. Sin embargo, no hay que olvidar que aquella evocación de una felicidad que pudo haber sido y no fue, y que contrasta con el presente chato y sin sentido de Eloise, sí es central para el cuento, tanto que “el tío Wiggily” aparece en el título.
2. “En el bote”
Este cuento comienza así:
Eran un poco más de las cuatro de la tarde de un veranillo de San Martín.
It was a little after four o’clock on an Indian Summer afternoon.
Para un lector español o del hemisferio norte puede que esta referencia sea clara, pero yo, que vivo en Argentina, tuve que averiguar qué era eso de “veranillo de San Martín”. El original en inglés dice indian summer (literalmente “verano indio”) que es la forma en que se designan esos calorcitos a finales del otoño, el último estertor de sol antes de la llegada del invierno. Ahora bien: el día de San Martín es en noviembre, es decir, un mes antes de terminar el otoño… en el hemisferio norte. La traductora optó por esa expresión que aquí al sur no nos dice nada, y eso nos recuerda el viejo problema de los localismos. Hoy la mayoría de los libros se traducen en España, y nos toca padecerlo a los latinoamericanos (en otras épocas la cosa estuvo más repartida, aunque hubo quien se quejó de que la primera traducción del Ulises de Joyce al castellano, realizada por Salas Subirat en Buenos Aires, contenía demasiados porteñismos o argentinismos). Incluso el diminutivo “veranillo” resulta extraño para nosotros.
Quizás no haya otras opciones mejores para indian summer, al punto que Borges usa la misma expresión al traducir Las palmeras salvajes de Faulkner. En todo caso, esta primera línea no es determinante para la acción, al menos no tanto como otro momento del cuento. [El siguiente caso contiene spoilers. Quien todavía no haya leído el cuento, mejor que salte al ejemplo 3, así no le arruino la historia.]
“En el bote” va así: Boo Boo Glass sale a ver qué le pasa a su hijito Lionel, que está metido en un bote, en la orilla del lago, enfurruñado quién sabe por qué. Boo Boo intenta averiguar por distintos medios qué es lo que molestó al chico, pero éste no quiere decírselo. Por fin Lionel empieza a llorar y entrecortadamente le confiesa a su madre que escuchó algo que la empleada doméstica le dijo a una vecina:
—Sandra… le dijo a la señora Snell… que papá es un moisés grandote y estúpido.
Boo Boo lo consuela así:
—Bueno, no es algo tan terrible —dijo Boo Boo, aprisionándolo entre sus brazos y sus piernas—. No es lo peor que podía suceder. —Suavemente mordió la oreja del chico—. ¿Tú sabes lo que es un moisés, querido?
Entonces Lionel piensa y contesta:
Es una de esas cosas para llevar bebés —dijo—. De mimbre, con asas.
Es el momento crucial del cuento: el chico revela que la molestia proviene de haber escuchado un comentario despectivo respecto de su padre, que es judío (el apellido de casada de Boo Boo es Tannenbaum). “Un moisés grandote y estúpido” (un moishe, dirían en Argentina). La madre le hace una pregunta para sondear si el chico entiende; Lionel desvía su atención hacia una de las acepciones de la palabra “moisés”, como si ya no pudiera percibir la ofensa (que reside en otra de las acepciones). Pareciera que a partir de ahí, la ofensa del comentario se desvanece en su entendimiento, y así se le pasa el enojo.
Salinger consigue un momento muy tierno entre madre e hijo. El asunto es que, en el original, el juego de palabras es otro… y lo que sucede entonces es diferente. Aquí la traductora no lo tenía nada fácil. Veamos.
En inglés el chico confiesa:
“Sandra — told Mrs. Smell — that Daddy’s a big — sloppy — kike.”
…donde kike es el término ofensivo hacia los judíos, sin otro uso más que ése. Entonces la madre pregunta: Do you know what a kike is, baby?” (“¿Y vos sabés lo que que es un kike?”). El niño piensa y entonces: magia. Lionel contesta:
“It’s one of those things that go up in the air,” he said. “With strings you hold.”
“Es una de esas cosas que vuelan por el aire, con hilos para sujetarlas…”. Es decir, un barrilete (kite en inglés). Lionel, que percibió el tono de la ofensa pero sin saber muy bien a qué se refería, confunde los términos kike y kite, y esa confusión es la que aplaca su enojo.
La traductora ha tenido que buscar una relación parecida y, aunque el efecto no es idéntico, hay que reconocer que el asunto era muy difícil, por lo que creo que el resultado es bastante bueno, dentro de todo.
3. “Teddy”
Dos ejemplos más, raros, aunque no son cruciales para captar la historia. En este cuento, un niño dice, refiriéndose a su hermano: “Éste ni siquiera ha oído hablar del tric-trac. Ni siquiera tiene uno”. Pues la verdad, yo tampoco tengo uno, ni he oído hablar jamás del “tric-trac”. Lo busco en el original: en lugar de “tric-trac” el texto simplemente dice backgammon. Ahora sí…
Más adelante, el propio Teddy dice, con la voz de su traductora: “En mi opinión, la vida es un presente griego”. El original dice: Life is a gift horse in my opinion. La vida es “un caballo de regalo”, sería la expresión vertida literalmente. ¿Un caballo regalado? ¿Un caballo de Troya? El párrafo se compone de esa sola oración, sin ningún contexto clarificador.
En todo caso, conviene no olvidar que cualquier texto traducido también puede ser un caballo de Troya: un regalo, un favor que alguien nos hace para acercarnos algo que, en su interior, tal vez signifique una cosa muy diferente de la que recibimos.
(cfr. http://elpezvolador.wordpress.com/2009/04/20/traducir-a-salinger/)
Hola, soy nueva por aquí y he llegado gracias al blog de José Antonio Millán, librosybitios.
ResponderEliminarEn el caso del segundo ejemplo de "Teddy", creo que la traductora ha cometido un error de interpretación que sí afecta la comprensión cabal del cuento. A "gift horse" es, como bien señalas, un "caballo regalado" y no hace falta más contexto para saberlo, sino recordar el dicho inglés "don't look a gift horse in the mouth", equivalente casi perfecto de nuestro "a caballo regalado no se le miran los dientes".
El "presente griego" implica algo ominoso, mientras el caballo regalado con el que Teddy compara la vida nos dice otra cosa: que hay que aceptarla tal como viene, porque antes de sernos dada no nos pertenecía.
Bienvenida, Julieta, y gracias por el posteo, por la indicación de procedencia y por la suite nº5 (yo prefiero la nº 3). Si te interesa el material que se publica en este blog, fijate en nuestras actividades en vivo y en directo, en la columna de la derecha, donde se indican las que comienzan en marzo.
ResponderEliminarCordialmente
Hola yo tambien soy nuevo llegué a través de microsiervos! Sólo quería comentarte que estoy leyendo ahora mismo el libro y me pareció muy interesante tu análisis. En la versión catalana que estoy leyendo, traducida por Quim Monzó, sí que aparece una nota de la traducción en el primer ejemplo dónde se clarifica la referencia. Seguiré leyendo muy atento. saludos!!
ResponderEliminarHola, yo tmb llege por microsiervos, la verdad, no lei el libro, pero de todas maneras muchas veces he leido cosas en su idioma original y luego en castellano, y siempre pense igual que tu, es una pena como muchos juegos de palabras se tornan intraducibles.
ResponderEliminarHola, Muy bueno el post, muy dificil traducir bien, o simplemente traducir todo el significado de un cuento. Creo que habria que, como en las peliculas, consumir siempre que se pueda en version original...En cuanto a las traducciones al espaniol, desde espania, desde mi opinion de iberico creo y estoy seguro que es asi mucho mejor que dejarlo en manos de america...el espaniol de aqui es el menos afectado y el mas universal y acorde con el original,si se puede decir. No es menos malo que el resto, pero si el mas homogeneo y aplicable. Aparte los errores de cualquiera como lo de San martin ( tampoco yo sabia lo que era ) ...
ResponderEliminarInteresante post. El veranillo de San Martín se ha llamado así en España de toda la vida (que no lo sepa un hispanoamericano, vale, pero que no lo entienda un español como el Anónimo de arriba, pues... ejem), y también (incluso diría que más frecuente) "veranillo de San Miguel".
ResponderEliminar@anónimo. El veranillo de San Martín no es un error. Habría sido un error si un traductor del hemisferio sur (de Argentina, por ejemplo) hubiese traducido Indian Summer por "el veranito de San Juan", que es la semana del fin del otoño en que por estas tierras se produce un fenómeno similar. En ese caso, por un afán desmedido de localización del texto, la historia se habría trasladado a otro momento del año: la semana anterior al 24 de junio, cuando aquí empieza el invierno.
ResponderEliminarEsto es, aunque el cuento se traduzca en la Argentina, habrá que referirse a ese "verani(ll)to" que se da en el hemisferio norte y, por tanto, usar el nombre que le dan los españoles.
Esta habría sido mi decisión como traductora. Finalmente, a nadie se le ocurriría llamar "pampa" a la estepa si está traduciendo a Chejov.
El problema, estimada Julieta, es que muy a menudo a muchos traductores no se les ocurre que van a ser leídos en otras latitudes del castellano y eligen variantes que, por locales, terminan situando el texto donde no corresponde. Sin ir más lejos, basta con leer lo que perpetró Miguel Martínez-Laje en "Beber para contarla", un libro de relatos y fragmentos referidos al alcohol, debido a autores irlandeses. Allí, los visitantes de los pubs –sobre todo en Joyce– parecen, por el léxico elegido, parroquianos de Pontevedra y no irlandeses. La contrapartida latinoamericana suele ser una forma de oposición a esos criterios imperiales respecto de la lengua.
ResponderEliminarFernando, me ha tocado trabajar con Martínez-Laje nada menos que en la edición de su traducción de Vida de Samuel Johnson para El Acantilado y sé de qué hablás. A mí, sin embargo, no me parece que la solución sea que cada cual se aferre a sus localismos, aunque tampoco estoy de acuerdo con ese español inexistente que se ahoga en medio del Atlántico en una balsa de convenciones de maestro ciruela. El español, a diferencia del inglés, todavía conserva una unidad en sus diferentes "provincias lingüísticas" de la cual deberíamos sentirnos orgullosos y preservar, sin por ello renunciar a las distintas inflexiones de nuestras particularidades regionales. Lo vernáculo, sea peninsular o americano, puede ser una trampa.
ResponderEliminarCoincido contigo en que la Península todavía se siente Metrópoli, o algunos peninsulares prefieren pensarlo así. El "imperialismo" actual de las malas traducciones está muy ligado a un fenómeno económico: la consolidación de los conglomerados editoriales en Barcelona y Madrid, conglomerados que cuidan poco los contenidos y la calidad. No me encuentro nunca con una traducción de Fondo de Cultura Económica que use regionalismos mexicanos al punto de desfigurar el texto original. Sí, en cambio, encuentro "churumbeles" por "chicos" en las traducciones de una novela austríaca, para denotar, falsamente, la lengua popular usada por el autor en ediciones españolas.
El encierro en el regionalismo, en nuestro caso, también está ligado a la falta absoluta de perspectiva de que la industria editorial argentina pueda conquistar otros mercados de habla hispana.
Julieta, no soy Fernando, sino Jorge. Si explorás el blog, verás que trata justamente de todo esto de lo que estamos hablando. Fijate, por ejemplo, en la nota publicada hoy, que recoge una columna de Andrés Neuman, publicada el sábado en Ñ. Acá nadie defiende los localismos, todo lo contrario. Tampoco se aboga por un castellano neutro (cfr. las jornadas que organizamos el año pasado –y que están grabadas en el blog–, con la participación de traductores argentinos y españoles (entre otros, Miguel Sáenz y Juan Gabriel López Guix) o "middle Atlantic" según el dicho británico. Tratamos de hablar de la necesidad de emplear sentido común para la consideración del otro, algo que requiere apenas de un poco de buena voluntad.
ResponderEliminarTe insisto: tomate tu tiempo y recorré el blog.
Cordialmente
Perdoná el cambio de nombre, Jorge. No sé en qué estaría pensando. Y por supuesto que recorreré el blog y también había pensado en asistir a alguna de las actividades que organizan. La del 1º de marzo, por ejemplo.
ResponderEliminarSerá un gusto conocerte en persona.
Hola, Jorge. Mi nombre es Javier Sarquis, y soy estudiante del Traductorado de Inglés. Me gustaría asistir a alguna de las actividades que organizarán en el mes de marzo. ¿Cómo es el mecanismo? ¿Hay que anotarse en algún lado? Gracias por la información. Saludos cordiales.
ResponderEliminarHola Javier. No hay que anotarse en ningún lado ni hay que pagar nada. Venite unos minutos antes de las 19 hs. y serás muy bienvenido.
ResponderEliminarCordialmente
Buenas! Ya llegué a las otras referencias, estoy deborando el libro! Quim Monzó me está gustando mucho porque ha añadido notas en todos los casos. En mi modesta opinión prefiero que lo hagan siempre que haya una duda aunque sea pequeña. Saludos!
ResponderEliminarHola a todos. Yo, como Julieta, he llegado aquí a través de un enlace proporcionado por José Antonio Millán. Si todos los hilos del blog son tan apasionantes para un lector no profesional como éste (importado), os agregaré a "favoritos" tan pronto como disponga de mi propio equipo (uso ahora uno prestado). Mis humildes comentarios:
ResponderEliminar1. El "tío Wiggily".- Ya sé que los traductores de prestigio rehuyen las "N. del T.", pero hay casos en que son insoslayables, y éste es uno de ellos. Sólo un lector muy familiarizado con el inglés reparará, leyendo en castellano, en la homofonía ankle/uncle; y sólo unas docenas (literalmente) sabrán que el "tío Wiggily" es un personaje de ficción. Si no se explica el doble juego de palabras, el lector pensará que el personaje o el autor son medio tontos, o se quedará con la desazonante sensación que embarga al que no entiende un chiste que a los demás les parece muy divertido.
2. El veranillo de San Martín.- Estoy con Julieta, que afortunadamente no es sospechosa de centralismos lingüísticos peninsulares. Aunque chirríe en el hemisferio sur, no hay mejor forma de traducir "indian summer". De otro modo habría que acudir a una paráfrasis que destrozaría el texto original. De nuevo, la nota al pie puede ser una solución para lectores no españoles.
3. "Moisés".- Es de alabar el esfuerzo de la traductora, que ha conseguido el mejor resultado posible; pero en el español de España no hay palabras de uso corriente y actual para designar peyorativamente a los judíos, ya que dejaron de ser una minoría socialmente signficativa al ser expulsados hace cinco siglos. De este modo, el pasaje resulta algo forzado, aunque es la única forma de salvarlo.
4. "Teddy".- De nuevo estoy con Julieta, siempre tan aguda. Realmente no se entienden muy bien esos dos errores. Convertir un "caballo regalado" en un "presente griego" es psicodélico;y al "backgammon" no sé dónde lo
llamarán "tric trac".
En fin, un estupendo ejemplo de lo difícil que resulta que una traducción literaria sea fiel al mismo tiempo al estilo y al contenido y además resulte inteligible para un lector de una cultura ajena a la de la lengua de origen.
Saludos.
@Solitario. Me permito una respuesta, aunque soy un extranejera en este blog.
ResponderEliminarSí soy sospechosa: viví 20 años en España. Allí, sospechosa de sudaca. Aquí, de expatriada.
Gracias, de todas formas, por tus comentarios sobre mis comentarios.
En mi opinión, hay cuestiones que en la traducción pueden ser salvadas, si pensamos que ha de ser leída en las distintas "provincias lingüisticas" del español, como el aquí tratado "indian summer". Se trata de traducir por el sentido: calor otoñal. No sé incluso si la literalidad no funciona bien, también: Verano Indio. Esta última posibilidad daría un rasgo de extranjero al texto, y de eso se trata. Lo del tobillo no tiene traducción posible, el juego de palabras es el terror de las traducciones desde tiempos inmemoriales. Si he de asumir mi opinión a pleno, diré que los juegos de palabras son una maldición innecesaria de los textos, ya que, salvo en Joyce, y en otros casos ilustres, no sirven más que para un chiste, como se puede apreciar en el párrafo de Salinger (pero aquí no vamos a hacer teoría literaria, o teoría del gusto). Las notas al pie no agradarán a muchos, pero deben hacerse.
ResponderEliminarAhora, la cuestión es ¿por qué traducir en el español de las "provincias" o en el central? Esto deviene de la centralización de la industria editorial, y, en términos literarios, debería importarnos un pepino, un ardite, un huevo, según donde se escriba. Lo que me parece esencial en Madrid o en Buenos Aires es mantener presente la idea, en castellano, de que estamos leyendo un texto extranjero, no un texto escrito por un Salinger madrileño o porteño (porteños son, en la Argentina, los habitantes de Buenos Aires, y de ningún otro puerto, nacional o extranjero). Asi como no traduciría a los personajes de Salinger ni de nadie hablando de vos, o diciendo "escuchame una cosita", tampoco me resulta admisible que los madrileños lo vuelquen en su lengua familiar, que es tan homogénea, por cierto, como cualquier otra del mismo origen; tan histórica y cultural, tan local, como la lengua familiar de la Argentina, o de México. Esto, tiene un límite claro: el asado no es barbacoa. Pero, ¿cómo traducir hot dog? ¿Perros calientes? ¿Salchichas calientes? ¿Panchos? Mejor, hot dog. Como shorts, en el caso de los pantalones cortos, llamados, aquí, shorts. Y los jeans, que en todo lugar del mundo son jeans. Hay otros problemas difíciles para establecer la proporción en la que, a mi juicio debe sin dudas usarse el lenguaje familiar: ¿lejía o lavandina?
Dado el cariz que asume la discusión, se invita a todos los interesados a continuarla en la entrada correspondiente al miércoles 17 de febrero.
ResponderEliminarQué hermoso final tiene este texto, la metáfora del texto traducido y el caballo de Troya, me encantó. Discrepo por completo con la decisión "kike-moisés". la palabra moisés no tiene ningún contenido peyorativo hacia los judíos y así el cuento se vio privado de un elemento valiosísimo, se lo desantisemitizó, digamos :) Yo hubiera buscado una palabra despectiva hacia los judíos de cierto uso general (no sé si moishe se usa en España, si es así estaría buenísima) y después otra que sonara como esa pero tuviera una acepción inocente, pura, como moisés, como barrilete, con la que Salinger devuelve al niño al mundo de los que todavía pueden no enterarse de esas cosas. Y si no existía tal palabra, hubiera ido por los adjetivos. Sara dijo que el padre era un judío amarrete. Cariño, sabes lo que quiere decir amarrete? Sí, esas sogas que atan el barco.
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