Un debate que cambió de ámbito
Dobry, poeta y crítico rosarino radicado en Barcelona, sabe esperar. Y generar expectativas. Tiene –lo ha dicho– una actitud ecológica. Hay tantos libros que se publican que él profesa una suerte de “imperativo categórico”: “Cuanto menos escribas, más favor le estás haciendo al mundo”. Al navegar por las 190 páginas de Una profecía del pasado –subtitulado Lugones y la invención del “linaje de Hércules”–, el entusiasmo que genera la lectura es tan descomunal que dan ganas de pedirle al autor que revierta su postura. Si sigue escribiendo ensayos como Orfeo en el quiosco de diarios o el poemario Cosas, un puñado de lectores podrá proclamar que Dobry está dejando una huella saludable en la crítica literaria. “La cultura argentina nunca ha mirado mucho a España, aunque es cierto que la literatura española del siglo XX tampoco tenía mucho para ofrecer”, señala el poeta en la entrevista con Página/12.
–En qué castellano se debe escribir –una pregunta fundadora de las literaturas nacionales– o quién legisla en torno de las lenguas son interrogantes que siguen teniendo, en algunos aspectos, cierta vigencia, ¿no?
–El caso argentino tiene sus particularidades. No se podía aceptar la jurisdicción de la Real Academia Española porque era una institución del poder imperial del que la Argentina se había separado. Sarmiento tuvo una polémica famosa con Andrés Bello, una polémica significativa, porque la posición de Sarmiento era netamente romántica. La única fuente de legitimidad de la lengua es el pueblo. No hay ninguna necesidad de establecer desde arriba un mandato porque la lengua buena, la lengua fuerte, la lengua fluida que el escritor debe utilizar es la que surge en la calle. Pero a finales del siglo XIX empezó a llegar mucha gente al país; no era precisamente la gente que Sarmiento había esperado. No eran alemanes cultos, italianos florentinos que hablaban la lengua de Dante; eran judíos polacos que hablaban iddish, italianos que hablaban dialectos, y gallegos, muchos de ellos analfabetos. Entonces esta polémica se reavivó porque aparecieron todos los peligros del “cocoliche”. Y Lugones se propuso, de una manera sutil pero al mismo tiempo casi violenta, como autoridad para legislar. No es casual que él haya intentado escribir un diccionario etimológico de la lengua, en el que no agotó la letra “A” en 600 páginas; una labor que era imposible de realizar. Pero era como decir: “yo sólo sé más que todos esos académicos de Madrid”. En la literatura argentina está claro que ha habido siempre las dos vías: la vía que pasa por los escritores que escuchan la lengua de la calle e intentan reproducirla, y los que parten de una posición más áurea. Un poco la oposición entre Roberto Arlt y Borges, que fueron bastante incompatibles entre sí y que a lo mejor ahora empiezan a hibridarse.
–¿Por dónde pasa actualmente el debate sobre en qué castellano escribir?
–Creo que ahora el debate no está tanto en la literatura nacional como en el ámbito de la traducción. Durante muchos años, durante los largos y tremendos años de la Guerra Civil Española y del franquismo, muchos libros que no se podían editar en España se publicaban en Buenos Aires, y eventualmente en México. En lugar de un gesto de gratitud hacia esa pequeña industria editorial de la que venían los libros que ellos querían leer, todavía se escucha la queja de que leyeron a tal o cual autor en “esas horribles traducciones sudamericanas”. Ahora, que estoy por unos días acá, muchos de mis amigos me dicen: “Che, pero las editoriales españolas traducen al madrileño; ¡son ilegibles esas traducciones!” (risas). Siempre que vas a un congreso de traductores aparece este debate: ¿a qué lengua se debe traducir?, ¿hay que traducir a un castellano “neutro”?, ¿se debe traducir a una de las variedades dialectales del castellano, para que por lo menos tenga una legitimidad? El castellano es un ámbito muy grande que aparentemente nos hermana, pero que en el fondo es un saco de gatos, porque cada uno piensa que el suyo es el mejor o el más adecuado. Cuando éramos chicos y veíamos las series de televisión dobladas al mexicano, nos daba risa cómo sonaban.
–¿En qué castellano se debe traducir?
–A los traductores que viven en la Argentina les conviene lógicamente traducir para editoriales españolas porque cobran en euros y no en pesos. A veces se ven obligados a adoptar la lengua peninsular. Pero también es una discusión muy difícil de resolver y que depende de lo que se está traduciendo. Si es una novela que trabaja con una lengua muy coloquial, como suele pasar por ejemplo en la joven narrativa norteamericana, si se traduce a una lengua “neutra”, no tiene fuerza. Soy partidario de traducir a una lengua existente, para que los lectores puedan entenderla.
Entre los comentarios relativos a las "horribles traducciones sudamericanas", podemos destacar el del Excmo. Sr. D. Valentín García Yebra, notable integrante de la RAE y la Fondiú, digo... Fundeu, que en su su conocidérrimo broli “Teoría y práctica de la traducción”, afirma (en el tomo II, pág. 486, nota al pie 22): “Lamentablemente, en muchas de las confrontaciones de Wandruszka, aparece la trad. española como la más defectuosa. ¿No se deberá esto a lo poco que se han cultivado entre nosotros los estudios relacionados con la traducción? Quizá también influya el hecho de que la gran mayoría de las obras confrontadas se hayan publicado en Buenos Aires, traducidas por personas de apellidos extraños a nuestra lengua, que probablemente conservan atavismos lingüísticos de sus antepasados”. También, ya que está, critica a los catalanes. ¡Apellidos extraños a nuestra lengua! ¡Atavismos lingüísticos de sus antepasados! ¡Ugh!
ResponderEliminarQue sí, que sí, que ya sabemos lo que dijo G.Yebra (ya lo has sacado en otro hilo). Quizá estaría bien recordar que se trata de una obra que tiene algunos añitos ya y que las visiones un tanto peculiares sobre las traducciones sudamericanas que allí se recogen no son representativas más que de la opinión de su autor. Y creo, la verdad, que esta posición ya está más que superada y nadie opina así hoy por hoy.
ResponderEliminarYa ves que las traducciones "madrileñas" son ahora objeto de sorna por la otra parte...
Por lo demás, muy buena e interesante la entrevista.
María
Estimada María:
ResponderEliminarMientras García Yebra siga siendo estando en las bibliografías, resultará oportuno recordar qué dijo.
Luego, creo que en este blog siempre hemos defendido que las traducciones no son buenas ni malas por el origen geográfico de los traductores, sino por la calidad con que fueron hechas.
Cordialmente
Gracias, Jorge, por responderme. Sí, no me refiero al blog, símplemente hacía referencia a algo que se dice en la entrevista a título ilustrativo. La posición del entrevistado me parece muy razonable y la entrevista me ha gustado mucho.
ResponderEliminarY bueno, ya sabes que no todo lo que figura en las bibliografías resulta siempre útil. Hay algunas cosas que van quedando obsoletas...
María
Justamente, María, ayudemos a que lo inútil deje de estar en las bibliografías recordando quién dijo qué porque las ofensas, lamentablemente, no proscriben por obsoletas.
ResponderEliminarNo suelo comentar en este blog, y no recordaba que ya había hablado en otro otro hilo sobre la ideología de los autoridades de la RAE y la Fundeu, pero me alegra ver que tengo seguidores que están siempre atentos a mis palabras. Lástima que lo digan con tono irritado y desde el anonimato.
ResponderEliminarHola Miguel:
ResponderEliminarEstoy seguro que lo que se interpreta como irritación es fruto de la falta de matices a las que nos obligan los mails y los posteos. María, traductora española técnica y científica, es una asidua lectora de este blog y en muchas oportunidades ha contribuido con sus opiniones a la vida de esta ¿publicación? A veces hemos estado de acuerdo y a veces, no, pero nuestros intercambios siempre han sido cordiales. Por eso me permito terciar para señalar que, más allá de los desacuerdos y de la renuencia de María a ponerle un apellido a sus posteos, estamos los tres del mismo lado.
Con un abrazo
Hola, Jorge.
ResponderEliminarEn el castellano que yo conozco y uso, una oración como "Que sí, que sí, que ya lo dijiste" tiene todos los matices necesarios y suficientes como para que se la entienda como una inequívoca expresión de irritación. No se me ocurre qué otro sentido puede tener esa reiteración del "que sí". Si al otro lado del Atlántico no conlleva esa intención, pues entonces nuestros idiomas están mucho más alejados de lo que yo pensaba.
M.
Me disculpo si en mi intervención he podido ser descortés o he mostrado irritación. Lo siento mucho, cuando intervengo no quiero que sea para crear "mal rollo".
ResponderEliminarComprendo que el texto de G. Yebra es ofensivo, lo es, y comprendo que se ponga en la picota. Pero lo que pretendía era contextualizarlo: que ya no es un texto actual y que hay que entenderlo (?) como una actitud superada. Eso era lo que quería decir. Si se cita ese libro con ese absurdo párrafo, me parece que es de justicia encuadrar la vigencia o no que eso pueda tener en la actualidad, algo que sí hace el entrevistado.
Y es que no hacerlo (no hacer esa aclaración)es un poco injusto, por lo menos, y perdónenme, así lo veo yo, por cuanto que anula la percepción actual, que es bien distinta de lo que este desafortunado texto puede hacer ver. Repito que no creo que nadie pueda pensar en esos términos en la actualidad.
Y al Sr. Wald, claro que le sigo. Yo sigo todo lo decís por aquí y lo considero y valoro, esté o no de acuerdo.
Quizá no he sido lo suficientemente cuidadosa a la hora de expresarme, por lo que pido disculpas.
Un saludo.
María
Creo, Miguel, que al ampliar su posteo, María ha dado prueba de buena fe.
ResponderEliminarLuego, respecto del alejamiento entre ambas provincias del castellano, me permito por un instante dejar de lado mi papel de aministrador del blog para dar una respuesta personal: sí, estamos mucho más alejados de lo que imaginamos y en términos coloquiales la distancia, por momentos, me parece difícil de salvar. Hay, creo, un problema de códigos que se ha ido profundizando. Nuestro humor no es el mismo ni son iguales los giros que usamos para expresar nuestras emociones. De ahí que los equívocos se multipliquen. Y no lo digo como salida ingeniosa ni nada por el estilo, sino como una comprobación basada en la práctica más inmediata.
Va un abrazo para vos y un saludo muy cordial a María.
De acuerdo, leyendo lo que dice el Sr. Wald veo que, en efecto, el comienzo de mi posteo ha sido poco afortunado... no he calibrado bien. De nuevo, le pido disculpas y que, por favor, no me lo tenga en cuenta.
ResponderEliminarY suscribo todo lo que dice Jorge: a veces lo que no era tan grave en la comunicación oral, tiene un efecto de descortesía no buscado en la versión escrita... También he constatado que algunos modismos no especialmente ásperos en España pueden ser de peor gusto para los hablantes de otros países y a la inversa.
En fin, que no es fácil comunicarse, no.
Un saludo a todos.
María
Ueno, en principio, respecto de las disculpas, por supuesto que aceptadas, y, en ese sentido, aquí no ha pasau nada y sigamos charlando como si tal cosa, aunque sigue sin convencerme el anonimato de los participantes en un blog que dice no aceptar el anonimato de los participantes; entre otras cosas, porque no me permite saber con quién estoy hablando (a veces pasa eso con el anonimato). Pero bueh… vayamos a los hechos, o sea, a las palabras.
ResponderEliminarLo de García Yebra (que acaba de fallecer) no es una opinión vieja, aislada y que ya nadie comparte (ni hablemos de las cosas que dicen autoridades como Gregorio Salvador o Pérez Reverte [cuyas novelas, dichoseadepaso, mencantan]). Lo de García Yebra, decía, es una expresión de soberbia y desprecio que sigue siendo típica y característica de las academias, y que sigue vigente en la concepción misma de la lengua como algo que una academia (o una empresa como la Fundeu) debe regular para que los hispanohablantes logremos comunicarnos “bien” y “correctamente” (sin entender siquiera que la idea misma de “corrección” es ajena a la lengua). Y se expresa también en cuestiones estructurales de la concepción académica, como la construcción de un mapa del español actual en el cual el área lingüística del Río de la Plata incluye al Paraguay, como en los tiempos del virreinato, aunque el castellano del Paraguay nada tenga que ver en la actualidad con el de la Argentina (quizá sí en áreas de frontera, pero no mucho más). Y se refleja en las obras académicas actuales y en sus indefendibles propuestas, como las de grafías como "flas" "gueisa", “sah” o “Bangladés” (espero no haberlas mencionado en otro hilo) en el DPD, y en la ausencia de marcas de regionalismo en el DRAE en innumerables palabras que solo se usan en España, y en tantas otras cosas que dejan bien claro que su idea de la escritura del castellano "correcto" es… el que hablan ciertos grupos (supuestamente cultos) de los alrededores de Madrid, o de Valladolid, o de San Millán de la Cogolla. Se me dirá, quizá, que estoy mezclando cosas, pero ejque es todo parte del mismo paquete, y ese paquete siempre, desde hace siglos, huele igual: nosotros somos los que sabemos, nosotros somos los que armamos el paquete, nosotros somos los que le ponemos el moño… y ustedes, seres contaminados por sus bárbaros atavismos, miren qué bien que lo hacemos y sométanse. En la entrevista a Dobry que estamos comentando, precisamente, él mismo afirma que aún hoy se habla de esas horribles traducciones sudamericanas, oséase, que, según parece, no es cierto eso de que “nadie opina así hoy por hoy”. No opinará así María Anóinimo, pero esa es, hoy, la posición de la Academia (y la política lingüística del estado español). García Yebra la expresó con tanta claridad (y vulgaridad) en el comentario que cito en mi mensaje anterior que siempre me parece la referencia más clara, y por eso más de una vez la he mencionado (y no solo en este blog). Porque, repito, no es un ejemplo aislado, sino una expresión de lo que la Academia es y piensa hoy. Se ha disfrazado un poco, sí, bajo la mamarrachesca idea de "panhispanismo" y el eslógan publicitario de "unidad en la diversidad", que da cabida a la participación de los representantes de las colonias (alguien decía “han cambiado el imperialismo por el buenismo”). Al respecto, hace unos días escuché a Barcia, el presidente de la Academia Argentina de Letras (Virreinato del Río de la Plata), decir que las academias habían estado deliberando en Guadalajara, y que por ahora se seguiría llamando igriega a la igriega (uff, menos mal, nos dieron permiso), pero que habían acordado que en el futuro se la llamaría ye. ¡Ellos lo acordaron! Quieroecir, la soberbia y el autoritarismo, la ignorancia y el absurdo, no son patrimonio exclusivo de algunos al otro lado del Atlántico. Los negocios de la lengua, me temo, por ahora, parece que sí.
Dicha mi palabra, ahora sí, rómpome.
M.
Bueno, hasta ahora se me había permitido intervenir con mi nombre de pila y nadie me había dicho nada al respecto. En fin, creo que dado que estoy contraviniendo una regla, mejor será no volver a intervenir.
ResponderEliminarUn saludo a todos.
María (soy sólo una traductora técnica, filóloga de formación y lectora interesada en estas cuestiones, pensé que con haberme identificado así bastaba)
Hola María. A decir verdad, es injusto que tanto Miguel Wald como yo, como muchas otras personas, se identifiquen con nombre y apellido –que es lo que corresponde–, mientras en tu caso sólo sepamos tu nombre. Lamentaría mucho que ya no participaras en las discusiones del blog. ¿Tan complicado te resulta firmar como corresponde? No veo que jamás hayas dicho nada fuera de lugar, razón de más para invitarte amablemente a que reveas tu negativa a decirnos tu apellido.
ResponderEliminarCon la cordialidad de siempre.
Estimado Jorge: te prometo que es la última intervención, que no es cuestión de ponerse pesada con esto (si no lo estoy siendo ya, caso en el que pido disculpas y van cinco ya. Si no lo ves oportuno, no es necesario que lo publiques tampoco, me vale con que lo leas y tengas esta última puntualización mía).
ResponderEliminarNunca se me dijo nada al respecto, por lo que pensé que os servía con mi nombre de pila. Siento mucho haber contravenido la regla y haber actuado de manera injusta para con otros, pero nunca fue de mala fe. Me entristece un poco todo esto, pero si hay unas reglas, habrá que ceñirse a ellas y así lo asumo.
Me ha gustado muchísimo intervenir aquí, sobre todo la amabilidad con la que siempre habéis reaccionado a mis preguntas y lo muy esclarecedoras que han sido vuestras matizaciones a todo lo planteado. He aprendido muchas cosas y habéis conseguido sensibilizarme hacia otras muchas, que no tenía claras.
Pero con lo sucedido este hilo he perdido un poco las ganas. Asumo mi parte de culpa. Comprendo que mi tono no ha sido correcto y me he disculpado en dos ocasiones. Sólo pido que se lea atentamente la última intervención del Sr. Wald y que cada uno juzgue su actitud hacia "María Anónimo" y mis opiniones.
De verdad que, por mucho Pérez Reverte y otros personajes académicos que se citen, sigo pensando que se trata de planteamientos minoritarios, hoy por hoy, aunque en el pasado sí que hayan estado ahí. Creo que como persona joven que se ha formado en instituciones educativas regidas por la política lingüística española, mi opinión puede tener algún valor, tanto como cualquier otra, en relación con la situación actual.
De nuevo, considero criticable el fragmento que cita el Sr. Wald del libro de G. Yebra, yo sólo quería contextualizarlo en virtud de mi propia experiencia. Y lamento la irritación que haya podido demostrar al hacerlo. Pero quiero recordaos que aunque E. Dobry afirma que aún hoy se habla de las traducciones sudamericanas en tono desdeñoso (como señala el Sr. Wald), no omite tampoco la otra cara de la moneda, que Dobry también cita en la entrevista.
Si en algún momento leéis otras intervenciones mías veréis que siempre ha sido con el ánimo de destacar que, como lectora, no hay variante del español que a mí me suene mal o me moleste.
Creo que después de esto ya no tiene mucho sentido que vuelva a intervenir por aquí.
Muchas gracias por todo y espero que el blog, que para mí sí es una publicación de pleno derecho, siga avanzando y creciendo como el proyecto magnífico que es.
María
Estimada María:
ResponderEliminarVamos por partes.
1) La regla de no hacer comentarios anónimos no es nueva. Si te fijás, verás que es lo primero que se lee a la derecha del blog. A mí siempre me parecieron bien tus intervensiones y por ello he respetado subirlas sólo con tu nombre de pila. Pero, ya ves, hay otros lectores que firman con nombe y apellido y a quienes les gusta saber con quién discuten. Me parece que es razonable.
2) Por supuesto que me cuesta entender por qué tu negativa a firmar según las reglas del blog. No puedo pensar que se trate sólo de timidez, sobre todo porque, insisto, todo lo que has dicho hasta ahora fue pertinente y sirvió para discutir. ¿No querrías entonces hacer el esfuerzo de atenerte a nuestra regla y seguir con nosotros? De veras encuentro muy importante que sigas participando.
3) Hay muchas personas que consideran que los blogs y lo que en ellos se dice es puramente informal, que como se escribe rápido poco importa qué es lo que se dice y que, por lo tanto, tampoco importa quién lo dice. No es nuestro caso y por ello, y para ser justos con todo el mundo, decidimos incluir la cláusula que evita el anonimato. Insisto: no es un capricho y la idea es que, no sólo no sea excluyente, sino que lleve a quienes participan en este foro a pensar lo que vayan a escribir.
Entonces, te pido una vez más que reconsideres tu punto y, firma mediante, sigas siendo de la partida.
Con toda cordialidad y cariño
Me gustaría decir un par de cosas acerca del complejo pero no menos jugoso intercambio que suscitó uno de los aspectos tocados por Dobry en la entrevista posteada. Una: creo que el tema del desprecio mutuo de las respectivas traducciones a uno y otro lados del charco es tan interesante como para merecer a esta altura del partido un tratamiento pormenorizado y riguroso, que no se base sólamente en apreciaciones o sensaciones particulares; sería magnífico que hubiera estudios más sistemáticos del tema a los que poder aludir en nuestros comentarios. Otra: agradezco a María tanto sus intervenciones (como dice Joubert, es imposible volvernos instruidos si sólo leemos lo que nos gusta) como el gesto, que la honra, de no haber proporcionado cualquier apellido al vuelo y de mantenerse, en cambio, en su comprensiblemente cuestionado semi anonimato. A mí me gustaría que siguiera interviniendo y que, a su vez, se animasen a hacerlo muchos otros profesionales españoles que quizá se sientan en minoría en algunas de las polémicas más espinosamente políticas que suelen suscitarse aquí.
ResponderEliminarLlamo pues a la reflexión a todas las partes. La autoría es garantía de responsabilidad y rigor en las intervenciones pero la riqueza de pareceres es esencial en toda discusión provechosa. No renunciemos al ideal de conservar ambas cualidades.
Andrés Ehrenhaus
Varias cosas. A saber:
ResponderEliminar1. Pese a que María sigue publicando comentarios anónimos en un blog que, se supone, no permite comentarios anónimos (diantres, temo que empiezo a repetirme, como con la cita de García Yebra), y sigue minimizando lo que digo al reducirlo todo a un par de “personajes académicos”, y sigue sin ver en acsoluto todo lo demás que ecspreso en mi más que ecstenso comentario anterior, me gustaría que se advirtiera que no son solo esos personajes los que sostienen esas posiciones, sino, básicamente, la Real Academia Española y el Instituto Cervantes (además de otras instituciones, como la Fundeu, asistidas por la RAE), que son instituciones del Estado español, de modo que, más que ecspresiones aisladas, se trata de políticas de Estado. Quizá en las universidades españolas se enseñe cualquier otra cosa (ojalá así sea), pero las políticas del Estado español son esas, y no otras, y no aisladas, y no antiguas, sino actuales.
2. En lo personal, no desprecio en acsoluto las traducciones españolas. En el caso de la literatura, me cuesta leerlas, porque la lengua en la que están escritas me resulta extraña, ajena, y no me permite disfrutarlas, pero de ninguna manera me parecen despreciables o siquiera criticables por eso. En todo caso, no hacen más que demostrarme que nuestra lengua es cada vez menos “una”. Y no está mal eso.
3. Si yo voy manejando a contramano por una calle que tiene un cartel grandote que dice que para allá no debo ir, pero de tos mos voy, y me detiene un policía y me señala que estoy violando las leyes de tránsito y me muestra que hay un cartel grandote que dice que para allá no debo ir y que sin duda yo ya lo vi, jamás se me ocurriría argumentar "Siempre vine por esta calle así y nunca me dijeron nada, por lo que pensaba que no había problemas en que lo hiciera", y mucho menos molestarme con el policía que me lo señalara/re.
4. Estoy, siempre, dispuesto a atender el llamado a la reflexión de don nariz Ehrenhaus, más allá de mi reconocida incapacidad para tales menesteres.
5. M.