Las jaula donde estuvo encerrado Pound |
No hay Google que valga para los
Cantos de Ezra Pound
La
voz del poeta norteamericano Ezra Pound (Idaho, 1885-Venecia,
1972), el más influyente en las vanguardias del siglo XX, renace en esta
segunda década del XXI con una traducción de nueva planta al español de su obra monumental: los Cantos,
más de un centenar de poemas que le llevaron toda su vida y forman una calzada
de más de 1.200 páginas de poesía, en este volumen, que permiten recorrer –y
tal vez conjurar– la catástrofe de la cultura occidental.
La
tarea de esta nueva versión de una obra que aspiraba a convertirse en un poema
épico de la humanidad no es fácil, es hercúlea, y el responsable de la edición
de Sexto Piso, el traductor y poeta Jan de Jager, confiesa que ha dedicado 20 años a su estudio y 10 a la
traducción. Todo un empeño en los tiempos de Twitter. Como
suele ocurrir, la existencia de anteriores traducciones, desde la de Vázquez Amaral, completa, a la de Ernesto Cardenal y José Coronel
Utrecho, parcial, entre otras, ha
permitdo a De Jager documental su trabajo comparando su visión con las miradas
acumuladas durante décadas a la inabarcable obra de Pound.
El
resultado es una majestuosa versión que atrapa la música que Ezra Pound extrajo
de los fragmentos que con amor recogía en casi todas las tradiciones culturales
de su tiempo, que es aún, en muchos sentidos, también el nuestro. Se pueden
buscar referencias para comprender más profundamente el resultado de su obra,
pero «no hay Google que valga para los Cantos, por eso yo
apuesto por una lectura en la que te dejes atrapar por el sonido y el voltaje
poético sin perderte en notas al pie», apunta De Jager.
Y
luego, intentemos googlear, pero será imposible llegar a todas las referencias.
Si el buscador es una herramienta maravillosa que en los últimos años puede
servir para que la lectura de aualquier obra se convierta en una suma de capas, una obra como los Cantos no se rinde al algoritmo. Las referencias son tan numerosas y
variadas, tan misteriosas a veces y complejas, que no hay Google que valga.
De
Jager comenta que prefiere esa lectura «horizontal»
que se entrega a la musicalidad del texto, antes que una
vertical, que vaya siguiendo las notas al pie de cada referencia textual y
pierda así el ritmo. «Lo que más valoro de Pound son esos trechos escalofriantemente
líricos que incluye en los poemas, como para sacudir al lector
y volver a captar su interés y atención. Ahí está el desafío como traductor»,
comenta Jan de Jager.
¿Cómo
ha logrado una traducción tan fiel a la música de estos poemas? «Siguiendo el
adagio de ser todo lo literal que se pueda y todo lo libre que se deba», en el fondo, esa era la teoría de traducción
del propio Pound.
La
vida de Ezra Pound recorre los meandros sangrientos
del siglo de las Guerras Mundiales. Formado en Estados
Unidos, pronto le hicieron sentirse extraño, «europeo» por su formación, y
acabó embarcando en dirección a Venecia con 80 dólares en el bolsillo en 1908.
En Italia, sobre todo, donde hizo de Rapallo su
cuartel poético, pero también en París y
otras ciudades, labró algunas de las páginas más importantes de la literatura
del siglo XX en inglés. Alumbró el Imaginismo, raíz de tantos ismos de
los que fue un influyente teórico. Eliot le debe a su lápiz rojo el parto de la «Tierra baldía»,
su obra más célebre, que Pound corrigió, o talló, hasta dejarla como la
conocemos. El irlandés se la dedicó como «il miglior fabbro»,
el mejor artesano.
En la
Guerra mundial sus alocuciones y diatribas antiamericanas desde la radio italiana
fascista le valieron ser acusado de traición y apresado y encerrado en una
jaula a la intemperie durante meses en Pisa. Allí siguió escribiendo:
los estremecedores Cantos pisanos.
Tras un colapso nervioso, fue recluido en un manicomio estadounidense, St.
Elisabeth, hasta 1958. Regresó entonces a Italia y acabó allí sus días, en
Venecia, en una casa junto al canal de la Giudecca, en un callejón sin más
salida que la memoria de una luz gastada.
Durante
toda su vida fue componiendo esos Cantos, que para De Jager tienen «mucha
vigencia, porque su obra mantiene un peso enorme en la
literatura actual, también en los jóvenes poetas», expresa a ABC el traductor. Hay tres Pounds,
según él: uno lírico que atrapa al lector, otro que tiene el coraje y la
desfachatez de hacer un poema épico de temas económicos y un tercero que es «maestrito, el
explicador de la aldea» en una aldea que empezaba a ser, por sus guerras,
global.
Surge
de inmediato la tristeza por saber
que estuvo «en el lado equivocado de la guerra», pero el estudioso concibe que «su
error no fue ser fascista, sino pensar que el fascismo era un anticapitalismo». Porque una de sus enormes
preocupaciones fue siempre económica. Es autor del célebre «Con usura» (Canto
XLV) y ese empeño fue el que le empujó hacia las compañías de fascistas que se
enfrentaban a un sistema que, según decía, había traicionado el espíritu de los padres de la patria americana.
«Fue un sensor poético –apunta De
Jager–. En los 70 recibió la visita de Allen Ginsberg, que
era judío y budista, lo cual ya es elocuente. Le dijo que quienes estaban
contra la guerra de Vietnam coincidían con su análisis de que la guerra no era
la solución a la economía, a sus crisis y las cuentas de los bancos. Que tenía razón».
En una
obra de tal extensión, ¿cómo sobrevive el lector? De Jager reconoce que hay
trechos líricos inigualables, pequeños poemas que se clavan como dardos de pura
belleza y hacen revivir el interés. «Como traductor ser fiel a la
extraordinaria intensidad esos momentos ha sido lo más difícil. También he
tenido que triangular con traducciones que él hizo o manejó, porque en los Cantos
están Homero, Cavalcanti, los poetas provenzales, los orientales. Utilizó fragmentos de casi todas las
tradiciones, excepto la india y la sudamericana». No así la española, ya que
había estudiado en Madrid el Siglo de Oro y a Lope.
Pound –concluye
De Jager– «recogía fragmentos del pasado y los mostraba como hallazgos asombrosos, compartidos con alegría, y los
traducía de forma escalofriantemente bella. Funciona antes de entenderse, como la música, por el poder hipnótico de
su manejo del idioma».
Nadie como él conocía la tradición, ni el metro. Ahora, en esta nueva versión,
los Cantos salen al encuentro de una nueva generación.
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