Voces que no corresponden
La nota de Javier Porta Fouz sobre la preferencia de los adolescentes argentinos que se sienten más cómodos viendo películas dobladas, arrima algo más que un dato o una anécdota curiosa. Denota cambios culturales alarmantes. Los jóvenes de hoy, se sabe, ya no leen libros y si se asoman a un texto será porque se lo pidieron en la escuela. Esta falta de práctica los limita sin que tomen conciencia. Si un adulto promedio se maneja con 500 a 1.000 palabras, a los chicos les bastan 240 para comunicarse. Como les cuesta leer de corrido, no alcanzan a seguir los subtítulos en el cine y entienden la mitad de lo que ven. Por eso les va mejor el doblaje. Es más cómodo pero conspira contra las identidades. Hace unos años, en Punta del Este, en diálogo con la prensa, José Luis Garci comentaba que para la mayoría de los españoles el cine extranjero no era el cine americano. Extranjeras eran las películas rusas, las polacas, las japonesas. "Si un día Spencer Tracy hubiera golpeado a la puerta de mi casa, mi padre lo habría recibido con un abrazo y lo habría sentado a la mesa de inmediato". Los americanos eran el vecino de al lado y además hablaban la misma lengua. Porque el doblaje en España no es neutro sino español. Argentina se negó siempre a esta práctica y vemos cine subtitulado sin quejarnos. La mitad del trabajo de un actor reside en la voz, en sus matices y su manera de modula o importar. No recordaré nunca cómo hablaba Gary Cooper, pero la voz de Bogart era inconfundible y tan intimidante como su mirada. Ni qué hablar de ese tono afónico, medio quebrado que manejaba Bette Davis de manera ejemplar. Hay maneras de expresarse insustituibles. En España e Italia se dobla casi todo y en Francia, los filmes se doblan o subtitulan y el espectador tiene la opción. Vi Apocalypse now en Barcelona y casi hui espantado cuando escuché a Marlon Brando, en actitud agónica, mustiando "El horror, el horror", con acento de Extremadura. Brando siempre fue esa vocecita arrastrada y nasal. Hay sonidos que no se negocian.
Bueno, a mí tampoco me gusta, en general, ver películas dobladas (aquí corresponde chiste esperable sobre mi preferencia por verlas desplegadas), pero, como decía yo mismo (con quien suelo coincidir intelectualmente) en un artículo publicado también en Ñ hace un tiempo, creo que es solo por una cuestión de costumbre.
ResponderEliminarAhora bien, respecto de la afirmación de que “La mitad del trabajo de un actor reside en la voz”, recuerdo que el gran Fernando Fernán Gómez, en su discurso de ingreso a la RAE, citaba en cierto momento a Roberto Benigni: “Para mí, el doblaje es el menor de dos males. Si usted lee los subtítulos es difícil que mire a los actores a los ojos. Y en cualquier caso, la voz es solamente algo que podemos llamar la mano izquierda de los medios expresivos del actor; el cuerpo, el rostro, los ojos tienen la misma importancia, si no más a veces”.
Pienso también en todo el cine mudo (y en el teatro sin palabras). ¿Sus actores solo hacen la mitad del trabajo? Buen argumento para los productores: “Te voy a pagar la mitad, porque, como no tenés que hablar, vas a laburar la mitad”.
M.