Para dar curso a un debate civilizado
Se presentó ayer en la Feria del Libro La traducción literaria en América Latina (comp. Gabriela Adamo, Paidós, TyPA, 2012). Lo que podría haber sido un espacio que revalorizara al traductor literario se tornó por momentos en un lugar irrespirable para algunos traductores. Quisiera comentar aquí solo dos afirmaciones, vinculadas entre sí, que, desde mi perspectiva, generaron ese malestar.
Hay una genialidad que no se puede poner en palabras y que forma parte del buen traductor.
Seguramente haya una cuota de talento imprescindible para llevar a cabo con éxito cada una de las profesiones en este mundo, pero reconozcamos que no por eso se ha resuelto abolir toda instancia de formación profesional.
Las grandes traducciones fueron realizadas por escritores y poetas.
No cabe duda de que existen grandes traducciones realizadas por escritores y poetas (que las hay, las hay), pero de este enunciado no se deriva –ni lógica ni empíricamente– que estos sean necesariamente mejores traductores. Y no estoy todavía cuestionando el concepto de "buena traducción", concepto inútil si no se explicitan los criterios que conducen a tal juicio, lo que me lleva a utilizar en las preguntas que siguen comillas para referirme a tal ideal platónico.
¿Cómo habrían sido las traducciones de esos escritores y poetas si, además de su experiencia en producción literaria, hubieran tenido una formación como traductores?
Y abandonando la especulación contrafáctica, pregunto: ¿Qué puede hacer pensar que, por ejemplo, un escritor que traduce a desgano para aumentar al menos magramente sus ingresos y difundir su nombre de alguna manera lo hará mejor por el solo hecho de ser escritor? ¿Un par de frases ingeniosas o una prosa melodiosa convierten cualquier texto en una "buena traducción"? ¿No será que al detectar detrás del nombre del traductor un autor ya vamos al encuentro de una "buena traducción"? ¿No deberían medirse las consecuencias que acarrea seguir reproduciendo este ideologema, al punto de darle fuerza de axioma?
Asi y todo, a la salida habría comprado el libro –que no leí–, si hubiera estado disponible cerca de la sala. Será en otra oportunidad.
Martina Fernández Polcuch
Estudié Letras en la UBA y me formé en traducción en espacios no académicos. Cuando se creó el Traductorado en Alemán del Lenguas Vivas, yo ya estaba finalizando la carrera; lamento haberme perdido la oportunidad de estudiar ahí por haber nacido a destiempo. Soy docente de traducción en esa misma institución, donde en dos oportunidades también (co)coordiné el Seminario Permanente de Estudios de Traducción. Actualmente estoy terminando mi tesis doctoral sobre traducción literaria. Se han publicado algunos libros traducidos por mí y algunos artículos míos sobre cuestiones traductológicas.
Me parecen unas reflexiones muy pertinentes las que la traductora plantea aquí. De entre todas (el del traductor escritor/poeta frente al traductor expresamente formado para esta tarea es un debate en el que ya se ha abundado muchísimo sin que se hayan alcanzado conclusiones definitivas), me quedo con esa especie de "efecto placebo" que a veces tiene la autoría de una traducción por parte del escritor prestigioso y que nos hace darle ya de antemano una especie de bula a su traducción.
ResponderEliminarQuizá sin esa especie bula previa, miraríamos estas traducciones con otros ojos...
María
aunque yo conformaba la mesa que pergeñó las dos afirmaciones que señala martina y tal vez por eso no sea la persona más indicada para entrar en el debate, me voy a atrever a meter algún tronquito en el fuego amparándome en la súbita distancia geográfica que me separa ahora mismo del lugar de los hechos.
ResponderEliminaren principio, y creo que casi en final también, estoy de acuerdo con martina y maría en que se trata de lugares comunes que no le hacen ningún favor a la profesión; más bien, contribuyen a seguir arrinconándola en una supuesta jaula de oro que no es ni con mucho tal. ahora bien, no sólo la traducción de un poeta o escritor es garantía de calidad; tampoco lo es la de una persona formada en una carrera de grado. de hecho, ni siquiera la traducción de un traductor con miles de horas de vuelo a sus espaldas es, de por sí y a priori, creo, garantía absoluta de calidad.
en traducción, como en muchas otras profesiones, no hay garantías previas que valgan. en cada nueva traducción transitamos el borde del abismo y el más mínimo tropiezo, no digamos ya un error de bulto, pueden hacernos caer irremediablemente de la altura a la que nuestro anhelo o el juicio apriorístico de los lectores nos hubiere encaramado.
trabajemos, pues, bien, sin mirar para quién. y no dejemos de formarnos nunca, sea cual sea nuestra formación anterior y el punto de capacitación que creamos haber alcanzado.
fe de ratones: donde dice "no sólo la traducción de un poeta o escritor es garantía de calidad" debe decir "no sólo NO es garantía de calidad la traducción de un poeta o escritor".
ResponderEliminar¡Qué difícil me resulta debatir con quienes acuerdo! Incluyendo a Lucrecia Orensanz, autora del texto de la entrada anterior a mis reflexiones minimalistas.
ResponderEliminarAgrego solamente lo siguiente: quisiera pensar que graduarse como traductor garantiza un estándar profesional de base, aceptable para textos promedio; pero estos últimos no abundan y, además, la vida te da sorpresas.
Martina, sabiendo que acordamos en muchísimas cosas según te consta, me permito señalarte que muchos médicos graduados matan a los enfermos por mala praxis y a muchos arquitectos e ingenieros graduados se les vienen abajo los balcones, cuando no los edificios. ¿Qué garantía hay de que la graduación nos asegure que los traductores vayan a hacer bien su trabajo? Para traducir, más allá de conocer la lengua extranjera, hay que saber escribir todavía mejor en la propia. Y, por lo que llevo visto, no estoy tan seguro de que eso se enseñe con la debida insistencia ni en la primaria, ni en la secundario, ni en la universidad. Entiendo que estamos transitando por una cuerda que muchas veces se afloja y, cuando estás en el aire, los títulos valen de poco.
ResponderEliminar¡Qué suerte que no me dedico a formar médicos ni ingenieros!
ResponderEliminarJorge, cuando un médico incurre en mala praxis se suele pensar cómo mejorar la formación, no afirmar que no tiene sentido estudiar medicina, que la universidad no sirve para nada, etc. Y, aunque yo fui la que inició la comparación con otras profesiones, reconozco que es un recurso retórico limitado, que puede servir para desestructurar ideas anquilosadas, pero no para que creemos todas las analogías posibles.
Los que participamos de la formación de traductores no dejamos de revisar críticamente nuestro modo de trabajo, sin creernos omnipotentes y suponer que una buena clase va a salvar el planeta literario.
Creo que hay muchos caminos que llevan a la traducción literaria, la formación en instituciones especializadas es una de ellas, a mi juicio la más adecuada para aquel que no nació tocado por la varita mágica de San Jerónimo o para el que no se pasa de profesión gracias al millaje acumulado en años de escritura. Que no es suficiente, que casi nada es suficiente, lo suscribo. ¿Quien dijo que alguna vez se terminaba de aprender?
Martina, toda esta discusión salió de una ofensa absolutamente innecesaria (o al menos esa fue la versión que se me transmitió), pero tanto tu descargo como los comentarios posteriores dan pie a un debate que me parece interesante y sensato, y que, como muy bien observaste, también está recogido en el texto de Lucrecia Orensanz que, por casualidad, había subido el día anterior.
ResponderEliminarDicho lo cual, y para debatir, vos decís que a tu juicio la formación en instituciones especializadas es la mejor manera de llegar a la traducción literaria. Yo, personalmente, no lo veo así porque la mayoría de los traductores a quienes admiro se formaron simplemente traduciendo. Que sobre ese particular pensemos distinto no invalida ni tu punto de vista ni el mío. A lo sumo, amplia las posibilidades. Habrá entonces quien prefiera formarse en un instituto como Lenguas Vivas y quien simplemente quiera traducir y traduzca. Pero así como a vos te resultó irritante que alguien no valorara adecuadamente tu esfuerzo, pensá que a muchos otros les resulta igualmente irritante que una institución exija pertenencia para reconocer a los traductores. No es este el caso del SPET, que no es una institución, sino una manera civilizada de reunirse a discutir (así como el Club de Traductores es otra). Pero vos hablaste de instituciones y a ello me remito. ¿Qué podrías decir entonces de Lenguas Vivas, AATI, etc.? ¿Te parece justa su manera de dividir el mundo? Y no hago la pregunta ni con sorna ni con dobleces, sino con auténtica curiosidad.
Enojarse es tan sencillo como ofender o responder con ironía.
ResponderEliminarNo sé qué es bueno o peor en materia de traducción. Sé que generalmente se lee mejor el texto de un traductor que sabe escribir.
No tengo la menor idea a qué te referís con la "manera de dividir el mundo" del Lenguas Vivas y me gustaría que lo aclares.
ResponderEliminarPor otra parte, no me resultó irritante que alguien no valorara mi esfuerzo (¿te referís a la docencia?), no fui a la presentación del libro para que me den palmaditas. Me resultó irritante el lugar otorgado (o negado) al traductor (formado donde sea). En general tengo la sensación de que no me identifico con lo que decís que digo. Calculo que será una limitación del género discursivo que estamos utilizando.
Es cierto que el intercambio a través de mails o, en este caso, de comentarios en un blog nos complica, sobre todo porque no hay demasiadas posibilidades de matizar lo que decimos y todo suena más crudo de lo que realmente es. Voy entonces de nuevo.
ResponderEliminar1) Dijiste: "Creo que hay muchos caminos que llevan a la traducción literaria, la formación en instituciones especializadas es una de ellas, a mi juicio la más adecuada para aquel que no nació tocado por la varita mágica de San Jerónimo o para el que no se pasa de profesión gracias al millaje acumulado en años de escritura". O sea, diste un punto de vista al que yo opuse otro: formarse leyendo y traduciendo, pero sin el recurso institucional.
2) Una y otra manera de concebir la cosa plantean entonces recorridos que, por muchos puntos de contacto que tengan, son divergentes.
Dicho de otro modo, estudié Letras Modernas en la U.B.A. y mi formación, entonces, no es la misma que la de quienes estudiaron Letras Clásicas o Lingüística, por muchos griegos y latines que hayamos compartido todos.
3) La vía institucional, tanto en una Universidad como en un Instituto, implica aceptar una serie de estatutos y convenciones, como los que existen, por caso, en la U.B.A., en Lenguas Vivas o en cualquier otro lugar que deba cumplir con reglamentos, asignaturas, validaciones, etc., para otorgar un título o diploma.
4) Entiendo que la AATI y Lenguas Vivas están profundamente relacionadas y que la adscripción a la primera tiene que ver con la pertenencia a la segunda. Si no entiendo mal, a pesar de denominarse Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes, para ser miembro de esa institución tenés que tener un título de traductor que te habilite. ¿O me equivoco? Dicho de otro modo, hay una concepción que establece diferencias entre traductores a secas y traductores graduados, como si el cumplimiento de una serie de reglas fuera necesario y suficiente para calificar el trabajo de traductor o como para habilitarte a serlo.
5)Estamos de acuerdo en el motivo de tu irritación. Pero convengamos que, dado lo que pongo en el punto 4, esa irritación pueda también producirse en el otro sentido. Y conste que dejo bien en claro que, a pesar de ser parte de una institución, jamás te escuché juzgar a nadie por sus estudios o por la falta de estos, lo cual habla muy bien de vos.
6) En síntesis, estamos discutiendo una cuestión general que atañe a los distintos mundos en que está dividida la traducción y de ninguna manera conductas tuyas o mías tendientes a la discriminación. Más bien, lo que entiendo que estamos haciendo es intentar tender puentes entre maneras distintas de concebir una misma actividad. Y te insisto, Martina: acá hay preguntas tuyas y mías para tratar de aclararnos, no sobre ofensas personales (que entiendo no las hay), sino sobre los mundos a los que cada uno pertenece.
Espero esta vez haber sido claro.
Jorge, en general sí has sido claro; en lo puntual referido al Lenguas Vivas, no. Hablás de la AATI, esa es una discusión que tenés que abrir con otra persona y no conmigo, que, como me ocupé de aclarar en mi mini-biografía, no tengo título oficial de traductora.
ResponderEliminarPerdonad que me entrometa, pero quería preguntar algo. En España, hasta donde yo sé, las asociaciones no sólo aceptan traductores con formación universitaria oficial en traducción e interpretación, sino que hay una serie de parámetros que se consideran equivalentes, como haber cursado estudios de filología o incluso de otras materias y poder demostrar experiencia profesional en los campos de la traducción e interpretación. Si me equivoco, que me corrija alguien, pero creo que es así en la mayoría de los casos.
ResponderEliminarMe parece entender que esas asociaciones argentinas de las que habláis sólo contemplan a candidatos con formación universitaria en traducción. ¿Es así?
Gracias.
María
es verdad que el medio virtual no es el mejor ni el más adecuado para sostener este tipo de polémicas, pero es el que tenemos y vamos a aprovecharlo. además, escribir es una manera de ordenar los pensamientos y redondear las opiniones.
ResponderEliminaral grano: yo mismo pertenezco a ambos mundos, el de la formación callejera del traductor y el de la formación reglada. me formé en la profesión de la manera más silvestre, sumando estudios salpicados de otras disciplinas y horas de vuelo puro y duro, y ahora se da la paradoja de que formo a licenciados de traducción (y otras carreras afines o no) en un posgrado de traducción literaria. no tengo titulación de grado y doy clases a graduados. en mi experiencia, ambas asimetrías tienen sus pros y contras y lo sensato es que se aproximen, conozcan y enriquezcan entre sí. el profesional de a pie le aporta al graduado un conocimiento que la universidad non da; a la vez, la formación de grado le ofrece al futuro traductor la posibilidad de acortar camino y adquirir un saber sistematizado que, de otro modo, se tarda mucho en incorporar y filtrar. ese saber, sin embargo, sólo cobra sentido en la práctica constante y sostenida.
el problema surge cuando se trata de regular el ejercicio profesional: qué certifica la calidad profesional de un traductor? sus credenciales académicas o las meramente prácticas? si hacemos un corte sincrónico, la mayoría de traducciones que se publican hoy en día en todo el ámbito de habla hispana pertenecen a traductores sin titulación académica; muchas de ellas son más que aceptables. es verdad que suelen someterse en parte a criterios impuestos por la industria y el mercado, pero eso no sólo no las invalida sino que les añade valor, pues consiguen sobrevivir y brillar pese a tales imposiciones. esa realidad no pone en entredicho la titulación pero la matiza.
no creo que podamos comparar la traducción a otras disciplinas profesionales: hablemos de ella sin soslayar sus particularidades, que son sumamente significativas. para empezar, a un médico descuidado o negligente se le muere o enferma un paciente; a un arquitecto se le caen los balcones; a un traductor no le pasa nada de eso. no hay un criterio objetivo con que separar efectivamente una traducción floja de una sólida. ni la formación ni las horas de vuelo son garantía absoluta de calidad. cabría preguntarnos por qué y tratar de avanzar en ese terreno, que siempre abandonamos (en términos polemísticos) cuando se pone demasiado pantanoso. insubordinación y valor es lo que hace falta.
mi postura es, pues, mixta, pero no unisex. no creo que todo valga sino que muy pocas cosas valen y hay que cuidarlas. en cierta medida, y hace tiempo que lo digo, hasta que no se establezca una crítica y rigurosa de la traducción en todos los ámbitos, me temo que seguiremos dando tumbos a un lado y otro sin encontrar el medio sosegador. la crítica seria y honesta es el camino; lo demás son disputas barriales.
Lo que yo decía: filología instintiva
ResponderEliminarHola a todos. Como vicepresidenta de AATI, me siento en la necesidad de aclarar que la AATI acepta como miembros a traductores e intérpretes que tengan título habilitante, y también a quienes puedan acreditar experiencia en la profesión. Saludos
ResponderEliminarEstimada María Laura, ya que nos hacés una aclaración, te voy a pedir un tres más:
ResponderEliminar1) ¿qué pasa con los traductores e intérpretes que tienen título habilitante pero que nunca tradujeron ni interpretaron nada?
2) Luego, ¿cuál es el mecanismo por el que ustedes juzgan acreditados a los traductores no titulados?
3) Finalmente, si para integrar la AATI no estando titulado hay que acreditar experiencia, ¿qué pasa con los titulados que no pueden acreditarla? ¿Por qué deberían integrar la institución?
Supongo que los lectores del blog se sentirán agradecidos de recibir tus respuestas.
Cordialmente
Hola a todos nuevamente. Voy a intentar aclarar las inquietudes de Jorge y doy por finalizada mi intervención en este medio.De todas maneras, la Comisión Directiva de la AATI estaría más que dispuesta a participar de cualquier encuentro, charla o mesa redonda que el Club organice sobre el tema. Es un debate que, creo, todos nos debemos. Además, quiero agradecer a Gabriela Adamo por haber levantado tan saludable polvareda.
ResponderEliminarAquí van las aclaraciones:
1. La AATI, de acuerdo con su Estatuto, acepta como socios activos a los traductores e intérpretes que poseen título habilitante y como socios adherentes a los traductores públicos y a los colegas que puedan acreditar su experiencia. La actual CD de la AATI es consciente de las fallas del Estatuto original; esa es una de las tantas reformas que tenemos en mente. Pero reformarlo implica tiempo y dinero, mucho tiempo y mucho dinero. De todas maneras, creo pertinente aclarar que, si queremos que nuestra actividad esté a la par de otras profesiones, debemos actuar de manera acorde. Una asociación profesional debe regirse por ciertos parámetros internos; es decir, tener y respetar un Estatuto y un Reglamento Orgánico o Interno.
A continuación, las dos aclaraciones que faltan.
2. La AATI pide a aquellos que no poseen título habilitante que demuestren su experiencia de manera fehaciente. En el caso de los traductores que trabajan para editoriales, se les pide, por ejemplo, que nos escaneen las páginas donde aparece su nombre como traductor. Pero hay muchas otras posibilidades más. La AATI no juzga el desempeño profesional de sus asociados; no tomamos un examen para saber si son buenos o malos traductores e intérpretes. Por eso, debemos regirnos por otras normas.
ResponderEliminar3. Es muy poco probable que alguien que no ejerce la profesión quiera ser parte de una asociación profesional. ¿Cuál sería el objetivo? Y en el caso de los egresados recientes, ¿por qué discriminarlos?
Quizá estas respuestas les resulten insuficientes a los lectores del blog. Por eso, dejo abierto el canal de diálogo. Pueden escribirnos a cualquiera de nuestras direcciones institucionales o participar de las charlas pagas o gratuitas que organizamos.
Reitero, además, el ofrecimiento de participar en cualquier debate que se organice sobre el tema.
Saludos a todos.