lunes, 3 de junio de 2013

Jorge Aulicino en Nazione Indiana

Jorge Aulicino es uno de los más importantes poetas argentinos contemporáneos. A ello, se suma su prestigiosa trayectoria como periodista cultural, desarrollada en medios  tan diversos como Diario de Poesía y la revista Ñ, donde se desempeló como director general adjunto en el momento de mayor esplendor de la publicación. Sin embargo, importa aquí señalar que es uno de los mayores traductores de poesía italiana de la Argentina. Sus versiones de poetas italianos contemporáneos pueden consultarse en su blog Otra iglesia es imposible (http://campodemaniobras.blogspot.com.ar/), donde tamibén pueden leerse sus traducciones de Guido Cavalcanti, Dante Alighieri (la totalidad de la Divina Comedia) y Ariosto. Tal vez por todos estos méritos la revista virtual Nazione Indiana (http://www.nazioneindiana.com/2013/06/01/que-viva-la-traduccion-la-letteratura-italiana-in-argentina/), por intermedio de Ilide Carmignani y Giuseppe Zucco ha decidido entrevistarlo sobre la traducción de literatura italiana en la Argentina.

¡Que viva la traducción!
La letteratura italiana in Argentina

–¿Qué espacio ocupa porcentualmente la literatura italiana en el conjunto de la literatura traducida en la Argentina? ¿Y las otras literaturas europeas?
–No existen cifras sobre ese porcentual, ni siquiera sabemos cuál es el porcentual de literatura traducida que se vende en la Argentina. Pero conviene tener en cuenta, antes de continuar, que el mercado editorial argentino está dominado por tres grandes grupos editoriales no argentinos: Planeta, Santillana y Random-House, que han absorbido a las grandes editoriales argentinas, como Sudamericana y Emecé. Con un agravante: las traducciones que leemos están, en general, hechas en España, por traductores españoles, con el español de España y no con el que se habla en la Argentina. Me temo que la época de oro de la traducción se ha terminado en este país. Hubo épocas mejores. Desde 1950 hasta fines del siglo pasado, las editoriales argentinas publicaron a los autores contemporáneos italianos, traducidos por autores argentinos: Moravia, Morante, Pavese, Pratolini, Vittorini, Pirandello, Gadda, Montale, Ungaretti, Quasimodo, Pasolini, Calvino, etc. Enrique Pezzoni, editor de Sudamericana, Horacio Armani, Attilio Dabini, Rodolfo Alonso, han sido grandes traductores y difusores de la literatura italiana, desde editoriales como Sur, Losada, Sudamericana, Fabril, etc. La izquierda tradujo a Gramsci en los sesenta. José Aricó y Héctor Agosti fueron sus traductores y difusores. Hoy dependemos casi exclusivamente de España. Esto es casi escandaloso en un país que recibió más de seis millones de inmigrantes italianos, cuya población en un 60 por ciento tiene ascendencia italiana y el acento de cuyo castellano se debe en parte a los andaluces, pero en gran parte a los napolitanos, según un estudio reciente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

– ¿Cuáles son los escritores más conocidos?
–He leído en Nazione Indiana las entrevistas a traductores españoles y diría que en este sentido el panorama es, aquí, semejante al de España. El autor más conocido es Andrea Camillieri, publicado por la editorial española Salamandra. En un círculo más estrecho de lectores, son apreciados Antonio Tabucchi y Alessandro Baricco (publicados ambos por Anagrama). Los nombres de ensayistas y filósofos son también previsibles: Umberto Eco (publicado por Lumen) es casi popular en la Argentina. Gianni Vattimo tiene, supongo, buenas ventas, si se juzga por su presencia en los periódicos. Ha sido publicado también por editoriales españolas. En círculos más reducidos, han tenido éxito Toni Negri y Giorgio Agamben. 

–¿Se traduce la poesía? ¿Y la literatura de género, la ensayística, los libros para niños?
–Libros italianos para niños no se conocen en la Argentina. La ensayística, salvo los autores mencionados, es un esfuerzo de pequeñas y medianas editoriales, casi artesanales. Por ejemplo, una pequeña editorial como El Cuenco de Plata ha publicado a pensadores clásicos italianos, traducidos aquí, como Tomasso Campanella o Torcuato Accetto. Esta editorial acaba de publicar "La divina mímesis", de Pasolini, traducida por Diego Bentivegna. Otra editorial muy pequeña, Winograd, publicó a Pico della Mirandola. Son esfuerzos casi diría extravagantes.
La poesía no se publica ni se reedita salvo en estas pequeñas editoriales. Un joven lector, incluso un joven autor, no puede encontrar aquí traducciones de Montale, Pavese, Fortini, Pasolini, Penna etc. No puede, pues, acceder a grandes poetas del siglo XX, salvo que los encuentre en las librerías de libros usados, o dispersos en la web. Poetas como los mencionados Armani y Alonso hicieron traducciones de esos clásicos contemporáneos hace cuarenta y cincuenta años. Por ser grandes y notables excepciones, convine señalar algunas ediciones recientes, todas ellas realizadas por editoriales ínfimas: María Julia Ruschi tradujo a Mario Luzi para la editorial Grupo Editor, y a Milo de Angelis para la editorial Hilos; Delfina Muschietti tradujo a Alda Merini para la editorial Bajo la Luna (esta es una editorial un poco más grande); la mencionada editorial Winograd publicó las Rimas completas de Alighieri, traducidas por Marcelo Pérez Carrasco; la editorial Gog y Magog publicó hace un año mi propia versión del Infierno, de Alighieri (la versión de los tres libros de la Comedia aparecerá en Edhasa este año, si Dios quiere). Tan magra presencia de la poesía italiana no se corresponde con la calidad de los traductores de poesía que existen en la Argentina, como Bentivegna, Muschietti, Pérez Carrasco, Pablo Anadón, Ángel Faretta, Alejandro Bekes, Carlos Vitale, Guillermo Piro, y los propios Armani y Alonso, que aún están vivos. Mucha de esta poesía se publica en los blogs.
La obra poética de un autor como Rodolfo Wilcok, que se radicó y murió en Italia y decidió escribir en italiano, aun no ha sido traducida. En Italia, la publicó Adelphi. Con algunos de sus relatos, ha tenido mejor suerte: los publicó Sudamericana, hoy absorbida por Random House-Mondadori.
El principal problema para editar a los autores italianos en la Argentina, contados los poetas, es que las editoriales españolas tienen los derechos de la mayoría de ellos.

– ¿Cuánto se traducen los clásicos? ¿Cuáles son accesibles y cuáles faltan en la nómina?
–Faltan prácticamente todos. Se pueden hallar algunos en los catálogos de las editoriales españolas, pero no todos se encuentran en las librerías. He comprado la última versión del Orlando, hecha en España por José María Micó, en la librería virtual de la Casa del Libro de Madrid. No tenemos a mano ni a Ariosto ni a Maquiavelo, ni siquiera a Dante, salvo en las reducidas ediciones que mencioné antes. No es posible leer a los poetas del siglo XIII ni siquiera en ediciones españolas. Ni a Petrarca ni a Boccaccio ni a Tasso ni a Leopardi, entre tantos otros. He conseguido una reedición de Edaf de la Comedia traducida por el conde de Cheste en el siglo XIX... ¡un hallazgo! Pero no se consigue la de Ángel Crespo, del siglo XX, para hablar de las españolas. Lo peor es que no se reeditan las traducciones argentinas de la Comedia: ni la de Bartolomé Mitre (militar y presidente argentino), de fines del siglo XIX,  ni la de Ángel Battistessa, publicada en los años 70.

–¿Qué editoriales dedican espacio a los escritores italianos? ¿Qué tipo de líneas editoriales tienen? ¿Existen editoriales especializadas en literatura italiana?
–No, por cierto, no existen casas editoriales especializadas en literatura italiana. Las líneas editoriales son las mismas que rigen en España.

–¿Hay un verdadero trabajo de scouting en la literatura italiana contemporánea? ¿Qué rol juegan en esto los traductores?
–No, eso no existe.

 –¿Qué recepción reserva el público argentino a los autores italianos? Los escritores más conocidos (Eco, Tabucchi, Camillieri, etc.) ¿arrastran de algún modo a los otros?
–Los autores italianos son y han sido, literaria y personalmente, muy queridos en la Argentina. Calvino, por ejemplo, fue muy leído y muy bien recibido en su visita a la Argentina. Porque gustaba su literatura y porque era italiano.  La visita de Ungaretti, hace muchos años, causó un impacto. La respuesta a la segunda parte de la pregunta es: desgraciadamente, no.

–Los libros italianos que se traducen en la Argentina, ¿qué variedad lingüística presentan? ¿Se traducen (y se venden) principalmente libros escritos de manera simple o también libros particularmente elaborados en el plano de la lengua y del estilo?
–Los pocos libros que se traducen aquí, casi todos por cuenta de pequeñas editoriales, presentan, en su versión al castellano, la variedad lingüística del Río de la Plata. A los argentinos les cuesta aceptar el castellano de Madrid, incluso en las obras más populares, y tal vez, principalmente, en las más populares. Nos cuesta aceptar que un personaje de Camillieri diga "gillipollas". Por supuesto, se venden más los libros de poca complejidad lingüística. Tabucchi es el nivel medio.

– ¿Hay en las redacciones culturales argentinas periodistas y/o escritores que conozcan el panorama italiano contemporáneo? ¿Existen revistas o blogs literarios que se ocupen de promover o sugerir a sus lectores libros italianos de cualquier otra nacionalidad?
–Existen pocos críticos en los grandes periódicos que conozcan el panorama italiano contemporáneo. Los principales -Armani, Hugo Beccacece- se han retirado. Yo mismo no lo conozco, y he sido el editor general de la revista de cultura del diario Clarín, el de mayor venta. Dependemos enteramente de lo que publican los editores españoles. Sabemos un poco, muy poco, de lo que sucede en Italia por los periódicos on line.

–¿Qué imagen tiene el lector argentino de Italia? ¿Los estereotipos que nos caracterizan en el exterior pueden influir de algún modo en la elección de títulos italianos a traducir?
–El estereotipo del italiano gritón, pasional, es una figura en la que se reconocen los argentinos. Los argentinos se creen parecidos a los napolitanos en ese sentido, y se sienten felices de parecerse. En general, están orgullosos de sus raíces italianas y el mote "tano" no es ofensivo, sino casi honorífico. Pero los inmigrantes cortaron todos los lazos con su patria y no enseñaron a sus hijos el idioma italiano. Con todo, más del 50 por ciento de las palabras del lunfardo (lenguaje que fue del hampa y hoy es el lenguaje de la calle) tienen origen italiano: decimos comunmente naso, gamba, facha (de faccia), laburo (de lavoro), escrachar (posiblemente de schiacciare [aplastar], pero con sentido distinto: destruir, denunciar), balurdo (de balordo [necio, aturdido], pero como  imbroglio [enredo, confusión]), grosso, mersa (de merce [mercancías] o mercante [mercader]: vulgar), mina (por mujer), nonno, birra, mufa (de muffa [moho]: aburrimiento, malhumor), manyar (de mangiare), festichola (de festicciola)
Todo esto no se refleja en una presencia especial de la literatura italiana en las librerías.
Los traductores vocacionales como los que he nombrado creo que han elegido, varios de ellos, el italiano por razones familiares y culturales. Pero no tenemos trabajo en las grandes editoriales.

–Para que un escritor italiano acceda al mercado editorial argentino o latinoamericano, ¿cuánto pesa la casa editorial de origen?
–Pesan, en nuestro caso, las casas que los han publicado en España, que dominan el mercado y el marketing.

–¿Qué función tiene la literatura argentina en el polisistema literario argentino?
–En la literatura argentina, los autores de posguerra, e incluso anteriores, fueron muy influyentes, sobre todo Pavese. La poesía argentina actual, en particular, no se concebiría sin él y sin Montale o Pasolini. Junto con el cine neorrealista llegaron muchos autores que hoy no se publican. Pratolini es un ejemplo. El propio Pavese, que influyó en un escritor ya canónico, como Juan José Saer, tampoco es posible hallarlo en librerías. En el campo de las ideas, Vattimo es un autor hoy muy leído y discutido, pero no sucede lo mismo en la literatura narrativa ni en la poesía.

 –¿Qué tipo de política cultural persigue Italia en la Argentina? ¿Podría haber modalidades de difusión más eficaces?
–No conozco la política cultural de Italia en la Argentina. La Asociación Dante Alighieri se mantiene en pie, con filiales en varias ciudades, pero no conozco, ni creo que exista, una política respecto de la música, de la literatura, de las bellas artes. No creo que las autoridades culturales tengan noción clara de la recepción que pueden tener aquí autores italianos. En cierto modo, Italia también depende de la industria editorial española. Hay dos campos en los que podría trabajar: el estímulo a la traducción de los clásicos italianos, incluidos los ya clásicos del siglo pasado, y el intercambio cultural en general.

–¿Cómo funciona el mercado editorial en la Argentina? ¿Qué diferencias tiene respecto de los otros países de América Latina?
–Es un mercado como mayores posibilidades que los de otros países latinoamericanos. Argentina, pese a tener un índice de venta de libros menor que el de, por ejemplo, Francia, es el país con la proporción más elevada de ventas por habitante en los países de habla hispana de América. Se venden unos ochenta millones de libros al año, en un país de cuarenta millones de habitantes. Esto da dos libros por habitante al año. Pero una reciente encuesta mostró que en los sectores sociales de clase media la cifra es de cuatro a cinco libros al año.

–¿Qué rol cumple la edición española? ¿La distribución en la Argentina funciona del mismo modo para editores españoles y latinoamericanos?
–La distribución de las editoriales españolas funciona del mismo modo en todos los países, que yo sepa. Y eso incluye un aspecto terrible, a mi modo de ver: los libros de autores locales que editan los españoles en la Argentina y en cada uno de los otros países muy pocas veces son llevados a los otros mercados latinoamericanos, y muy pocos a España. En la Argentina no hay, a su vez, editoriales de otros países latinoamericanos, salvo el Fondo de Cultura Económica, de México, y Norma, de Colombia, que ha dejado de publicar novela y ensayo para dedicarse solo a la literatura infantil y juvenil. La editorial Lom, de Chile, anunció que este año se instalará en la Argentina con un catálogo muy interesante, que incluirá a Pirandello.

 –¿Las traducciones argentinas circulan también en otros países latinoamericanos y en España? ¿Qué consecuencias tiene en las traducciones el problema de las variantes locales del español?
–No; creo que las traducciones argentinas no circulan. En contados casos las grandes editoriales recurren a traductores argentinos. Aunque hay muy buenos traductores argentinos radicados en España, que trabajan para editoriales españolas. Ellos deben adaptar su castellano rioplatense a las normas de las editoriales españolas. En nuestro país, el uso del castellano de España en las traducciones ha provocado un debate de los traductores e intelectuales en general, porque encontramos que esa variante del castellano es antinatural para nosotros.

 –¿Es verdad que los argentinos son tradicionalmente considerados traductores excelentes?
–Han sido y son grandes traductores, al menos apasionados. Y muchos de ellos son y han sido autores ellos mismos. Desde el prócer Mariano Moreno, que tradujo a Rousseau en los tiempos de la Revolución, hasta grandes poetas, como Alberto Girri, que desde los años 50 a los 90 fue el decano de los traductores de poesía anglosajona -y algo de italiana-, o como Armani, sin duda el decano de la traducción de poesía italiana, pasando por Mitre y Battistessa, que tradujeron la Commedia.
Enrique Pezzoni tradujo con enorme pericia tanto del inglés como del italiano. Aurora Bernárdez fue gran traductora de Flaubert, Faulkner, Calvino, Sartre. Ha habido y hay tantos buenos traductores, que es imposible nombrarlos a todos. Quisiera agregar que en este momento están muy activos traductores como Jorge Fondebrider (inglés, francés), Jorge Salvetti (inglés, italiano, francés), Silvia Camerotto (inglés), Diego Bentivegna (italiano), Pablo Ingberg (inglés), Rolando Costa Picazo (inglés), Pablo Anadón (italiano), María Julia Ruschi (italiano), Gerardo Gambolini (inglés), Marcelo Pérez Carrasco (italiano), Andrés Ehrenhaus (inglés), Florencia Baranger-Bedel (francés), Judith Filc (inglés), Ricardo Herrera (italiano), Jonio González (inglés, catalán), Miguel Ángel Petrecca (chino) pero muy pocos traducen para grandes editoriales. Como dije más arriba, la Argentina tuvo una edad de oro de la industria editorial y, con ella, de la traducción. No es esta.



1 comentario:

  1. Molto interessante! Non l'avevo vista su Nazione Indiana e l'ho ritrovata qui.

    Delia Tasso (Torino)

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