Vista de la librería "Rosario Castellanos", del F.C.E. de México |
Se sabe que España, México y la Argentina son los tres países que más libros publican en castellano. También, que van a la cabeza de la traducción de textos a nuestra lengua. A esta breve lista, en los últimos años se han sumado Colombia y Chile, países que han visto una verdadera explosión de buenas editoriales independientes, aportando asimismo su cuota de libros traducidos.
España se autoproclama como poseedora de gran industria. Detrás de tanta pujanza, sin embargo, no hay tantos lectores como se supone, sino más bien, la posibilidad de que distintas empresas europeas, poseedoras de grupos editoriales ubicados en la Península, puedan realizar la correspondiente desgravación impositiva gracias a las leyes de la Comunidad Europea. Así, un mismo título puede salir en seis colecciones distintas con diferentes precios, sin que importe si se vende o no. Dicho de otro modo, no se edita para que se lea, sino para que cumpla con la cuota requerida para evadir impuestos. Los libros en cuestión, al cabo de tres meses, ya serán nuevamente pasta para que la maquinaria siga funcionando. El sobrante posiblemente termine comprado por las filiales latinoamericanas de esas mismas multinacionales que, en muchas oportunidades, recurren a subsidios de la Comunidad Europea para publicar lo que competirá deslealmente con los libros de Latinoamérica. Una vez cumplido el año, los gerentes, muchas veces salidos de escuelas de administración de empresas, podrán entonces jactarse de balances impecables.
En la Argentina el Estado no interviene en la producción de libros. De hecho, salvo el caso de alguna de las pocas editoriales universitarias, siempre ha sido ajeno a los avatares del libro, aunque en la actualidad, al suspender las compras para Ministerios y bibliotecas, parece más ausente que nunca. El sector, como ha podido leerse repetidamente en las entradas del último año y medio en este blog, vive una crisis profunda, pero, al mismo tiempo, la carencia de subvenciones y la naturaleza de la crisis misma han permitido una bibliodiversidad como acaso no exista en otras latitudes. Por supuesto que no es consuelo.
En la Argentina el Estado no interviene en la producción de libros. De hecho, salvo el caso de alguna de las pocas editoriales universitarias, siempre ha sido ajeno a los avatares del libro, aunque en la actualidad, al suspender las compras para Ministerios y bibliotecas, parece más ausente que nunca. El sector, como ha podido leerse repetidamente en las entradas del último año y medio en este blog, vive una crisis profunda, pero, al mismo tiempo, la carencia de subvenciones y la naturaleza de la crisis misma han permitido una bibliodiversidad como acaso no exista en otras latitudes. Por supuesto que no es consuelo.
La cafetería de la librería "Rosario Castellanos", del F.C.E. |
En México el mecanismo de publicación de libros presenta otro tipo de perversión. Acá no se trata de grupos multinacionales, sino del Estado mismo. De hecho, el 70 % de todos los libros que se editan en México lo publica el Estado a través de sus editoriales. Esos libros, que raramente llegan a las librerías y que sólo parecen visibles en las muchas ferias del libro que existen en ese país de pocas librerías, luego son vendidos por esas mismas casas editoriales al mismo Estado que puso el dinero, creando así la ficción de una pujanza que realmente no existe.
El 30 % restante del mercado, que corresponde a las editoriales independientes, tiene así que competir en desventaja contra el Estado mismo. Se da entonces la paradoja de que una editorial, a lo largo de treinta años, publica con gran esfuerzo a un autor que, de buenas a primeras, es tentado con un dineral por una de las editoriales del Estado que luego vende las obras completas de ese autor a un precio muy similar al de cada libro unitario publicado por un independiente.
Para continuar con estas fealdades, están también la distribución y la comercialización. En el caso de México, un país con más de 130.000.000 de habitantes para los cuales apenas existen 250 librerías (las estadísticas son oficiales), las librerías del Estado, como las varias que posee el Fondo de Cultura Económica, por ejemplo, resultan vitales. Sin embargo, como le fue dado comprobar al Administrador de este blog, por una curiosa política gerencial, éstas privilegian los libros de esa única casa editorial y los de las multinacionales españolas, en desmedro de todo el resto de la producción local, incluido lo producido por otras editoriales estatales, como la UNAM, el Colegio de México y los muchos sellos que co-editan con CONACULTA. Habrá quien ponga el grito en el cielo y diga que esto no es así. La respuesta es simple: tres títulos de la UNAM y cinco del Colegio de México no constituyen una verdadera distribución. Las bodegas y depósitos de una y otro están llenos de títulos que sólo ven la luz en las ferias, cuya importancia radica en que, dado el bajo número de librerías en proporción al número de habitantes del país, resultan cruciales para muchas ciudades del país porque se constituyen casi en la única oportunidad en el año para adquirir libros.
Otra vista de la librería "Rosario Castellanos" del F.C.E. |
Sin ir más lejos, en la librería del FCE "Rosario Castellanos", ubicada en la calle Tamaulipas, al final del la Colonia Condesa, en el Distrito Federal, uno puede observar que las primeras mesas corresponden exclusivamente al FCE y, en paralelo, a Penguin Random House y Planeta, lo cual constituye una muy curiosa manera de cuidar el patrimonio nacional. Es, para decirlo de algún modo, una manera de aumentar las subvenciones que esos grupos reciben en España, con otras subvenciones indirectas que se les otorga en Latinoamérica a través de un Estado nacional que se dice soberano.
Más sorprendente aún es que, cuando uno quiere fotografiar todo eso para documentarlo, un guardia de seguridad se acerque para indicar que es política de la empresa no autorizar fotografías en la librería, como si en ésta se estuviera realizando algún tipo de operación secreta.
Cabe agregar que, cuando el Administrador de este blog se dirigió al encargado para indicarle lo escandaloso de la medida, éste, a regañadientes, accedió a permitir las fotografías, que, según aclaró una vez más, estaban prohibidas por la gerencia.
¿Qué es mejor? Entendemos que debe existir un punto medio entre todas las prácticas mencionadas en esta entrada que hasta ahora parece no haberse alcanzado
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