Con el sombrío título “La pandemia y la crisis económica hunden la industria editorial en Argentina”, Javier Castro Bugarín, corresponsal gallego de la agencia española EFE en Buenos Aires, el pasado 14 de octubre firmó un artículo, donde señala, entre otras cosas, que “los motivos que explican la ausencia de novedades en las librerías argentinas es una reciente normativa de la Secretaría de Comercio, que establece nuevos requisitos para la importación de libros y productos gráficos impresos en cantidades superiores a los 500 ejemplares. Sobre el papel, la disposición pretende controlar el uso de tintas ‘con alto contenido en plomo’, pero el presidente de la Cámara Argentina del Libro sugiere que la intención real es proteger el mercado local, después de que en 2018 se alcanzase una importación récord de libros de 175,2 millones de dólares”. “‘La idea –continúa Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL)– es tratar de que se produzca acá en la Argentina y no se produzca tanto en el exterior’, afirma Gremmelspacher sobre una norma que buscaría, además, evitar la fuga de divisas del país suramericano.
Lo que en ningún momento señala Castro Bugarín es que la ausencia de novedades a la que se alude es, fundamentalmente, la que constituyen los libros españoles. Y, a riesgo de ser repetitivos, vale la pena recordar que muchos de esos libros no pueden ser traducidos en Latinoamérica porque los derechos para toda la lengua fueron adquiridos por editoriales españolas. En consecuencia, las novedades a las que se alude son fundamentalmente las generadas en España ya que las editoriales argentinas, a pesar de haber disminuido la frecuencia de nuevos títulos, sigue publicando novedades.
Luego, la medida mencionada afecta fundamentalmente a 1) las multinacionales, que ahora se ven obligadas a publicar localmente y lo hacen con cuentagotas, 2) las editoriales argentinas que, para abaratar costos, imprimen en China y 3) los importadores, cuyos volúmenes de importación nunca son significativos. Recordemos asimismo que tanto en España como en todo el resto de Hispanoamérica durante 2020 se ha publicado muchísimo menos que en años anteriores. Con todo, España cuenta con la ventaja de los subsidios europeos y estatales, sin hablar de las muchas argucias para lograr rebajas impositivas de las que se sirven los grandes grupos.
Curiosamente, el corresponsal de la agencia española EFE tampoco dice que en España se lee menos que en la Argentina y que buena parte de la industria editorial está dedicada a la desgrabación impositiva de grandes grupos como Bertelsman, dueña de Penguin Random House, a la que usa, fundamentalmente, para pagar menos impuestos en Alemania. Y no hay tampoco mención de que para que las cuentas cierren en España el remanente de lo que se publica y no se vende llega a las filiales Latinoamericanas de las casas españolas con el correspondiente dumping, que es la forma desleal de competir con los libros que se editan en este continente.
Como el artículo está concentrado en el presente, dice muy poco de las ruinosas políticas aplicadas al libro durante los cuatro años del anterior gobierno argentino, del cese de compras por parte del Estado nacional, que es partícipe obligado de la actual crisis, y de otras cuestiones que la preceden, cuyos alcances, por si no quedó claro, son mundiales.
Dado que no faltará el medio que se haga eco de este artículo, quien desee abundar en más informaciones sobre estos temas, puede hacerlo remitiéndose a la entrada de este blog correspondiente al pasado 7 de octubre de este año.
Para mayor información, la Cámara Argentina del Libro (CAL) cuenta con 546 usuarios registrados cuya lista puede consultarse acá:
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