El pasado 16 de mayo, en la Jornada Semanal, de México, el poeta y crítico José María Espinasa publicó el siguiente artículo a propósito de Bernard Noel, uno de los más influyentes poetas franceses de la segunda mitad del siglo XX. Pese a haber sido traducido en diversos países de lengua castellana –en la Argentina, fundamentalmente por Sara Cohen, una de sus más frecuentes traductoras– sigue siendo, en buena medida, un autor que poco ha circulado entre los lectores.
Poesía francesa contemporánea: un (des)conocido llamado Bernard Noel
El fallecimiento de Bernard Noel (1931-2021), poeta francés de relevancia, desata aquí una reflexión sobre el interés de nuestra cultura en la lectura y conocimiento de poetas franceses contemporáneos, pues aquí se considera que la atención a lo escrito en otras lenguas es una forma de medir la salud poética de una época.
Cuando supe que había muerto el poeta francés Bernard Noel (1931-2021) –por un correo de Philippe Olle Laprune– me volvió a sorprender (y a entristecer) el desconocimiento que una literatura en un tiempo tan afrancesada como la mexicana, y que suele estar atenta a lo que ocurre en otras lenguas, tiene ahora en la tercera década del siglo xxi, respecto a la lírica francesa. Basta comparar lo que ocurría hace un siglo: tanto el Ateneo de la Juventud como los Contemporáneos estaban muy atentos a lo que ocurría allende las fronteras, y es famoso lo pronto que se traduce al español a Rilke o a Eliot. Gide, Valéry y Claudel estaban presentes entre nosotros, de la misma manera que se sabía lo que ocurría con las vanguardias históricas, en especial el surrealismo, o se había leído a Georges Feydeau, muerto hace un siglo. Menciono a Feydeau por si alguien piensa que ahora no hay en la literatura francesa equivalentes de Proust o de los ya mencionados Valéry y Gide.
La pregunta es, sin embargo, pertinente: ¿la literatura francesa actual pasa por un mal momento? La literatura mexicana ¿también? ¿Se manifiesta esa crisis en la falta de atención a literaturas en otras lenguas? ¿O es una cuestión de perspectiva? Hace un siglo se publicaba La suave patria, Tablada ya había publicado su deslumbrante trilogía minimalista –Al sol y bajo la luna, Un día... y Poemas Sintéticos, y Pellicer sus primeros poemas. ¿Qué hay hoy equivalente? Lo sabremos, espero que más pronto, y no esperar cien años, pero si eso ocurre no es tan grave, lo que importa es que exista el equivalente. Hay que plantearlo de otra manera: ¿es la atención a lo escrito en otras lenguas un termómetro para medir la salud poética de una época? Yo creo que sí.
Eso me llevó a reflexionar si la palabra pertinente es “desconocimiento” o se trata más bien de desinterés. Bernard Noel, autor de referencia en Francia, no es un desconocido en México, pero nadie parece tenerlo presente. Incluso hace apenas unos meses Vaso Roto publicó un libro suyo, Extractos del cuerpo, inencontrable en México. En cambio, es posible todavía conseguir La caída en el tiempo, de cioraniano título, publicado por El Tucán de Virginia y El mismo y Otro, antología de la nueva poesía en lengua francesa, prologada por él. No es que no haya textos suyos al alcance del lector en español y hay títulos traducidos en España, Colombia y Argentina, pero no parece haber interés en él, ni en general en los poetas galos de su generación (salvo la excepción de Yves Bonnefoy). Además de El Tucán de Virginia, también Aldus (¿ya desparecida?) publicó libros de Noel –El síndrome de Gramsci (novela) y La castración mental (ensayos); él estuvo en nuestro país para presentarlos y en las páginas de este suplemento Marco Antonio Campos lo entrevistó. Se puede decir coloquialmente que, a pesar de los esfuerzos, fue un autor que no prendió entre nosotros.
Pero ¿quién de su generación lo ha hecho? En Argentina la labor tenaz y la capacidad de trabajo de Jorge Fondebrider entregó hace ya veinte años la antología Poesía francesa contemporánea 1940-1997, que aún espera su edición mexicana (en Trilce). En todo caso, desinformación, ignorancia o desinterés, es una lástima que a Bernard Noel no se le lea más entre nosotros. La razones de ese desinterés son, a mi parecer, el bien ganado prestigio de poesía intelectual y fría de los escritores franceses (aunque no es el caso de Noel) y la ascensión como literatura de influencia y dominio de la escrita en Estados Unidos. Baste comparar el número de antologías que han aparecido de una y otra geografía en español en los últimos cincuenta años. Se ha dicho, según yo equivocadamente, que Noel es un poco el beat francés, pero ni así se libra de esa pátina intelectual y abstrusa que provoca, también es cierto en un público minoritario, cierta adicción.
Analizar lo que ocurre en la literatura francesa del último medio siglo entre los lectores mexicanos es muy interesante. No se ha conseguido darle un rostro coherente –a pesar del esfuerzo enorme de Fondebrider, con el cual tengo fuertes diferencias– que permita ubicar y reconocer el viaje y establecer taxonomías –el poema en prosa, el fragmento, el aforismo– y cortes generacionales. Hace unos años traté de hacer algo similar a lo de Fondebrider desde México y mi propio gusto; hubo una amplia lista de autores seleccionados y algunas traducciones hechas para el proyecto, pero se quedó en veremos por falta de financiamiento. Otra de las posibles razones del desinterés es que la apariencia más frecuente es la de una serie ininterrumpida de rompimientos que hacen imposible una mirada más o menos conjunta. Por ejemplo, entre el también recién fallecido Phillipe Jacotet y Noel hay apenas unos pocos años, pero sus diferencias son enormes. Los dos fueron escritores longevos y en francés tienen una condición de referentes, mientras que en español siguen siendo curiosidades. Tal vez haya que revalorar y revindicar esa condición secreta, ya también vuelta un lugar común, de la lectura de poesía.
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