“Lo más importante en un catálogo es que sea congruente”
De oficio traductora, la mexicana Wendolín Perla acababa de renunciar a un puesto en una editorial transnacional cuando le ofrecieron traducir Rey Mono, un clásico chino milenario del que jamás había oído hablar. Ella ya estaba traduciendo, por su cuenta, La hija del rey del país de los elfos, novela de Lord Dunsany, con la idea de ofrecerlo en algún sello, pero cuando se las vio a solas con la obra maestra de Wu Ch’êng-ên en versión de Arthur Waley lo supo: era hora de comenzar su propio catálogo y convertirse en editora.
Con estos dos títulos se abrió paso Ediciones Perla, que ahora alcanza estas tierras vía Big Sur. Es un sello con especial interés en el género fantástico, en la mitología, el folklore, la historia oral, las leyendas, los cuentos de hadas y el horror sobrenatural: "Todo cuanto derribe prejuicios y haga volar la imaginación". Edith Hamilton y sus relatos atemporales de dioses y héroes griegos, latinos y nórdicos, Robert Louis Stevenson presentado por Jorge Luis Borges o Alfred Hitchcock y los mejores relatos de crimen y suspenso, son sólo algunos de los títulos que allí se hacen lugar.
–¿Cómo comenzó la editorial?
–La historia de Perla Ediciones es simpática. Yo estuve durante quince años en Penguin y renuncié en agosto de 2018. No tenía idea de qué iba a hacer. Yo soy traductora y comencé a hacer mucho freelance y a aceptar trabajo de edición y asesoría. Y me puse a traducir un libro, La hija del rey del país de los elfos, porque lo adoro y estoy obsesionada con él, además a mí la fantasía me vuela los sesos. Ya tenía idea de a qué editor ofrecerle me compre la traducción. Mientras estaba en eso, me encomendaron la traducción del Rey Mono, que yo no conocía. Andrés Ramírez, en Penguin, me dijo que había un libro muy importante para él y para su padre, José Agustín, y para mí su propuesta fue un honor. En un punto estuve trabajando en la traducción de ambos libros a la vez, y eso me voló los sesos. Me encariñé demasiado con el Rey Mono y me pregunté: ¿por qué no lo saco yo? Con qué recursos: creo. Con qué infraestructura: ninguna. ¿Cómo? No sabía. Pero sabía que tenía que publicar esos libros. Sobre la marcha me asocié financieramente con dos amigas y montamos la editorial. Yo tengo un trabajo de tiempo completo, sigo traduciendo y además estoy en la editorial. Es bastante heavy, pero en Penguin trabajaba el triple y no me daba la satisfacción ni la alegría.
–¿Y cómo llegaste a Penguin?¿Cómo llegaste al mundo editorial?
–Como secretaria. Yo estudié periodismo. De niña tenía la fijación con Alfaguara, porque es de lo que abrevas mientras te vas formando. Fui a tocar las puertas de Alfaguara para que me dejaran hacer allí mis prácticas y estuve un año trabajando como practicante en el departamento de prensa. Yo siempre supe que quería ser editora, y allí no había espacio para mí, sólo me podía quedar en prensa después. Se abrió una vacante como secretaria del director editorial de Penguin, que en aquel entonces se llamaba Random House Mondadori. Me pagaban muy poco, pero yo me decía que era el precio que tenía que pagar por aprender y crecer. Y mi jefe muy pronto me permitió crecer, y cuando renuncié era la directora literaria de Bolsillo, Lumen, Grijalbo, Ediciones B, de una parte de Santillana. Llevaba ya muchos libros cuando yo renuncié, después de unos catorce años.
–¿Cómo supiste que querías ser editora?
–Yo no fui una niña lectora y no crecí rodeada de libros. Nunca hubo libros en mi casa. Yo ya tenía unos dieciséis años cuando tuve esta epifanía, y cayeron en mis manos los cuentos de Edgar Allan Poe en la traducción de Julio Cortázar. No podía concebir que hubiese alguien en el mundo que prefiriese hacer cualquier otra cosa en vez de leer eso. Ese fue el momento. Estudié periodismo porque era la carrera en la que más iba a poder leer entre todas las que podía elegir con beca. Solamente quería leer y leer, porque a mí me interesan los libros de los otros, no es que yo escriba nada ni aspire a hacerlo. Finalmente hice una maestría en Cracovia. Hice una tesis sobre la ley del precio fijo y los mecanismos gubernamentales para apoyar a la edición.
–El catálogo de Perla es particularísimo y muy sólido en su búsqueda, hace sistema, e imagino eso permite que los libros se acompañen entre sí y se puedan publicar libros tan raros, ¿no?
–Lo más importante en un catálogo es que sea congruente. Yo no aspiro a que sea masivo, aspiro a que haya fidelidad. Y por eso se trata de que los libros conversen, que exista esta alquimia del catálogo, como decía Calasso. Nos pasa mucho que la gente llega por un libro y luego vuelve a las librerías a buscar lo nuevo de Perla, vuelven a completar su colección. Para mí, una de las grandes satisfacciones de este proyecto es que muy pronto ha logrado lo que toma muchísimo tiempo: que el lector que se familiariza con uno o dos libros de pronto llega a la librería y cree en la legitimidad del sello, lo busca. Que el catálogo sea lo suficientemente sólido como para que el lector confíe en nosotros a ciegas, aunque no conozca al autor, cuantimás hablando de autores muertos. Esto no es coyuntural, esto no es noticia para nadie, nunca. La verdades que muchos de los libros son obsesiones mías, como siempre pasa, y puedo hablar de tres pilares que a mí me convirtieron en este tipo de lectora: por principio, lo que más me apasiona de la fantasía y de todo cuanto se cobija a la sombra de lo sobrenatural y de lo que es mágico es esa capacidad que tiene este dispositivo donde desde la fantasía logras desarticular y criticar la realidad. Ciencia ficción en el fondo es... El realismo no alcanza para estas cosas. Pero quien a mí me enseñó a amar la fantasía, en primer lugar, fue la labor como crítico y ensayista de Borges, con su biblioteca personal pero, sobre todo, la Biblioteca de Babel. He pagado millones por esos ejemplares, los busco por todas partes. Y luego la labor de Lovecraft como crítico, porque a mí como autor no me encanta pero el horror sobrenatural en la literatura y el ojo que tenía para hablar de estos autores, él me los descubrió y él puso el dedo en la llaga y llamó mi atención con Dunsany. Y el otro es un contemporáneo mexicano, Guillermo del Toro, que prologó la colección Penguin Horror Clasics, hace una selección de siete libros clásicos del terror, un recorrido sobre su percepción del horror, los libros que le cambiaron la vida. Todo este combo me influyó, estas tres fuentes que yo, de forma azarosa, consumí. Hay más... Hoy me encantaría publicar a Mariana Enriquez, o a Angélica Gorodischer, pero hay muchas figuras femeninas hoy que digo wow, sería increíble.
–Hay una apuesta fuerte por la imaginación.
–Sí. No todo es fantasía en el catálogo, es todo cuanto haga volar la imaginación, todo cuanto rete las posibilidades de lo que concibes como posible. Todo aquello que cambie el paradigma de la cotidianidad, que te ponga contra la pared y que te fuerce a hacerte cuestionamientos. No que sea pretencioso, pero sí que plantee interrogantes, sí que te fuerce a un ejercicio crítico incluso de tu propia vida. ¿Esto es lo que quiero para mi vida? ¿Así es como quiero vivir? Y estas reflexiones que funcionan como epifanías, para mí siempre han venido de los libros. También me encanta el goce de la lectura, el puro goce, como con los cuentos de Hitchcock. El placer hedonista por el puro placer, y que ese placer venga de los libros me parece alucinante.
–Un libro como Rey Mono es un clásico popular chino, muy sofisticado pero un libro muy muy leído. ¿Cómo te parás frente a lo popular?
–Yo odio el snobismo. Aspiro a crear con Perla Ediciones una invitación a la lectura sobre todo para quien no se ha dado nunca la oportunidad de leer. Yo quiero que mis libros los veas y te den ganas de levantarlos, que llamen la atención, que la gente se de la oportunidad de experimentar la felicidad que deriva de una lectura. Por eso trabajamos las portadas tan vistosas. Queremos que les llamen la atención. Es un catálogo que, en términos generales, es una invitación a leer. Yo digo que hay dos tipos de lectores de nuestra editorial: los avezados, los que conocen estos nombres pero nunca los habían leído, nunca habían encontrado una traducción; y la otra parte son todos los lectores que o ya son lectores y no han incursionado en el género fantástico o aquellas que quieren ser lectoras. Y como yo fui una lectora de verdad muy tardía, estoy segura de que se puede agarrar el hábito de la lectura a la edad y en el momento en que uno lo decida. Basta con que el libro adecuado caiga en tus manos.
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