Lo que sigue son dos
textos, debidos a la pluma de dos españoles y publicados con un mes de
diferencia.
El primero, es una
crítica que Ignacio Echevarría realizó
en CTXT, donde es articulista y colaborador habitual. Allí, con fecha del 29 de
septiembre pasado, habla sobre el programa creado por España para participar en
la recientemente concluida Feria del Libro de Frankfurt, donde esa nación fue
país invitado. Recordamos, de paso, que cada país invitado abona esa invitación
pagando una cifra de varios millones de euros, a la que se suman los gastos
vinculados al stand, los viajes de funcionarios y editores (y eventualmente,
escritores), etc.
Terminado ese texto, se
ofrecen las declaraciones de Josep Borrel,
un español que actualmente trabaja de Alto Representante de la Unión Europea Para
Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, que el 10 de octubre dijo lo que copiamos
más abajo, donde se ofrece su punto de vista respecto de Europa y el resto del
mundo.
Entendemos que la
lectura de ambos textos, que nada parecen tener en común, uno después del
otro, tal vez expliquen los motivos del disgusto que frecuentemente nos causa
la mal llamada “madre patria”, sin hablar, claro, de esa canción tan de moda que pide la vuelta a 1936.
Eso no significa que no admiremos la labor de algunos editores, intelectuales, escritores y traductores españoles. Lo que ocurre es que esos, generalmente, nunca ocupan puestos en los que haya que tomar decisiones y puedan hacer pública su sincera empatía por las otras provincias de nuestra lengua.
I
Ignacio Echevarría
Creatividad
desbordante
Aunque les cueste creerlo, el título de este artículo es el lema con el que España concurre este año como país Invitado de Honor a la Feria del Libro de Frankfurt. “España, un país de #CreatividadDesbordante”: así se presenta la industria editorial española, con esos aires de fiesta que el ministro Iceta viene insuflando a nuestra cultura, empeñado como parece en recuperar los mejores vientos del socialismo ochentista, el de la chequera y los abanicos. Hace ya mucho que, bajo este título, se colgó en las redes el programa de actividades planeadas para la ocasión, y su consulta produce a ratos verdadero sonrojo, por muy curtido que uno esté en la bochornosa cháchara con que suele envolverse este tipo de apuestas culturales (¿o queda mejor decir “retos”?).
De entrada, el programa se ofrece precedido de un manifiesto titulado, nada menos, #YoSoyGeneracióndel22. No se lo pierdan, aquí va:
Manifiesto
Del Siglo de Oro al modernismo y el
realismo mágico
Del Quijote a las vanguardias
Del 98, del 27, del 50, de los 70
De tinta, de tuit
Ahora estamos asistiendo en directo al
nacimiento
de una nueva conciencia
que da forma a una nueva generación.
Una que no entiende de edad o género,
que incluye a autores y editores; grandes y
pequeños,
agentes, ilustradores y traductores.
Una generación unida,
con varias lenguas,
que une pueblos y ciudades; a sus gentesque conecta
con Latinoamérica.
Una generación que mira al futuro.
Apostando por la digitalización y la
sostenibilidad.
Una generación nueva,
que porta la genética de las mejores letras de
la historia.
Las que se escriben en español.
Vamos camino de Fráncfort para mostrárselo
al mundo.
A reivindicar quiénes somos y lo que estamos
consiguiendo.
Conociendo a quienes la conforman.
Reconociendo a sus protagonistas.
Desbordando creatividad.
Somos creativos y digitales
inclusivos
sostenibles
Somos la nueva literatura en español.
¿Qué tipo de lumbrera puede haber redactado algo así? ¿Conforme a qué criterios? ¿Con qué intenciones?
¿Están los tiempos para chorradas de este tipo?
¿Se imaginan ustedes a un ciudadano alemán o de donde sea leyendo esto y tomándoselo en serio?
Por si fuera poco, al manifiesto se suma un publirreportaje videográfico de una cursilería y vulgaridad todavía superiores, cuyos efectos, en quien sea capaz de soportar sus 72 segundos de duración, van del estupor a la carcajada.
Elvira Marco, una profesional con amplia experiencia en dirección de proyectos culturales y de proyección exterior (burbujas presupuestarias), ha liderado la confección del programa, que por supuesto ha contado con un amplio equipo asesor y la participación de numerosas instituciones (la presidencia de honor del Comité Organizador ha recaído, cómo no, en Sus Majestades los Reyes de España).
No he conseguido averiguar en qué proporción el programa es financiado por la misma Feria de Frankfurt. Confiemos que sea una proporción elevada, ya que el conjunto de las actividades programadas, que vienen desarrollándose desde hace ya algunos meses, implica un presupuesto sin duda generoso, con un amplio margen para el despilfarro, dado que resulta difícil deducir cuál pueda ser el interés o la rentabilidad cultural de la mayor parte de ellas.
Parece inútil, y seguramente carece de sentido, especular sobre los criterios conforme a los cuales se han escogido a los escritores y profesionales del sector del libro que vienen participando en las diferentes actividades desplegadas tanto en España como en Alemania (debates, charlas, lecturas, coloquios, presentaciones de libros, festivales, visitas culturales, exposiciones, conciertos, espectáculos de danza y de teatro, romerías de todo tipo...). No cuesta imaginarse la sofisticada ingeniería –inevitablemente trufada de oportunismo y amiguismo– con que habrán debido combinarse criterios de representatividad de lenguas peninsulares, de género, de franjas generacionales, de sectores sociales, de popularidad, etc. Hay sin duda innumerables factores técnicos que condicionan una programación de este tipo, como por ejemplo la circunstancia de que un autor determinado esté traducido o no al alemán, o las perspectivas de que pueda estarlo. Seguramente hay argumentos de toda especie para salir al paso de las innumerables quejas a que previsiblemente da lugar la exclusión de determinados nombres en beneficio de otros. Está claro que no pueden estar todos. Y, por otro lado, cómo evitar que estén los de siempre.
Claro que el énfasis puesto por los organizadores en algunos adjetivos produce cierto crujido al ponerlos al lado de según qué nombres. Prueben si no a juntar lo de “somos inclusivos” con el nombre de Arturo Pérez-Reverte, o lo de “somos digitales” con el nombre de Antonio Muñoz Molina. O lo de “somos creativos” con…
Es broma.
Por lo demás, entre los ausentes, ¿cuántos lo son por haberse negado a concurrir, por las razones que sea?
Así que cualquiera se pone a cuestionar la por otro lado interminable lista de “protagonistas” de la feria: “narradores, poetas, ensayistas, dramaturgos, ilustradores, cineastas, periodistas, traductores, editores, artistas, profesores…”.
Pese a lo cual, a uno le gustaría saber cuál ha sido el mecanismo de selección de “protagonistas”, y a quiénes ha correspondido aplicarlo.
Es como si la consigna hubiera sido proponer un temario que no diera lugar a tensión ninguna, de ningún orden
Mi impresión es que el equipo directivo del programa destinado a representar a España como país Invitado de Honor en la Feria del Libro de Frankfurt 2022 ha privilegiado –como, por otra parte, era de esperar– los criterios comerciales y ha diseñado un programa –y una fraseología– de naturaleza huecamente publicitaria, basado en una propuesta de lo que es la actual cultura española falseada hasta el ridículo, a la vez voluntarista y triunfalista, en absoluto acorde con la realidad.
El “programa literario y profesional” que se contempla desarrollar en la misma Feria de Frankfurt, los días 19 al 23 del próximo mes de octubre, constituye, con sus más de sesenta actos, un monumento a la obviedad y al vacío. El gran disparo de salida –el pregón, como quien dice– lo dan Irene Vallejo y Antonio Muñoz Molina, para que se hagan una idea. Los grandes protagonistas, objeto de atención monográfica, son, aparte de los dos mencionados… A ver si adivina usted algunos… ¡Sí! Arturo Pérez-Reverte, Bernardo Atxaga, Rosa Montero, Enrique Vila-Matas, Jorge Herralde e –in memoriam– Carlos Ruiz Zafón, Carmen Balcells y Almudena Grandes. Y lo que sigue es un rosario de coloquios y mesas redondas a cuál más inopinada e inconcerniente.
Es como si la consigna hubiera sido proponer un temario que no diera lugar a tensión ninguna, de ningún orden. No pretendo que los organizadores aprovechasen la ocasión para debatir aspectos cuestionables de la sociedad y de la cultura españolas, o para confrontarla con la idea que se hacen de ella en el mundo, o simplemente con otras realidades dadas o posibles, empezando por la de la España que concurrió a Frankfurt, también como Invitada de Honor, en 1991. Cómo aspirar a algo así. Pero, pues se trata de armar mesas que justifiquen el desplazamiento a Frankfurt, el alojamiento, la manutención y los honorarios de más de cerca de un centenar de invitados, sería exigible esforzarse al menos en idear mesas que tengan, en la formulación de su título, algún interés (por no hablar de mordiente).
He aquí, sin embargo, que las mesas del programa llevan títulos tan esotéricos como “Retratos del presente”, “La voz de la familia”, “Larga vida al cuento”, “La Naturaleza que (nos) habla”, “Tiempo y vida”, “Cantar y dibujar”, “Vidas inquietas”, “El poder de los afectos”, “Amor, deseo y dolor”… Asuntos sin duda apasionantes: ideales para poner de manifiesto la creatividad desbordante de la cultura española y para contribuir a conocerla, divulgarla y mejorarla.
Por lo demás, ya saben: ¿qué hay que hablar (¿pero por qué demonios?) de “Paisajes de los márgenes de la ciudad”?: ¡llamemos a Kiko Amat y a Najat El Hachmi! ¿Qué hay que hablar de “La España vacía (y la llena)”?: ¡llamemos a Sergio del Molino! ¿Qué hay que hablar de “La Historia en las novelas”? ¡Llamemos a María Dueñas, a Julia Navarro y a Santiago Posteguillo! Y así.
Parece imposible procurarse, a partir del programa #CreatividadDesbordante, una idea más o menos articulada, por imprecisa que sea, del estado actual de la cultura española, de sus tendencias, de sus problemas. Ni siquiera de sus avances o diferencias respecto a la cultura que desembarcó en la misma Frankfurt hace tres décadas. Ninguno de los hilos temáticos que vinculan la literatura española con su sociedad, ninguno de los malestares a los que aquélla responde o de los que se evade, ninguno de los conflictos que en ella laten, de la naturaleza que sea, son objeto de atención. En lugar de eso, un escaparate de lugares comunes y de eslóganes. Todo al amparo de los predicados idiotas y repelentemente ecuménicos del dichoso manifiesto #YoSoyGeneracióndel22.
Pura palabrería. Puro humo.
II
Josep
Borrel
El jardín y la jungla
Lo que dice Borrell es digno de Franco, racismo y exclusión, una suma de barbaridades de parte de la "Madre Patria"
ResponderEliminarLo de Borrel es puro Franco, la Falange y demás. Monstruoso
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