El
29 de octubre de 2022, Álvaro Colomer
publicó en La Vanguardia, de
Barcelona, un artículo a propósito de las nuevas adaptaciones que en España se
están haciendo de la Biblia. En la
bajada decía: “La publicación de textos sagrados, especialmente bíblicos,
experimenta un nuevo auge con ediciones que tratan de trascender los valores
religiosos apostando por su sentido literario, cultural e histórico. Sus
reflexiones, que venían acompañadas de una entrevista con Ignasi Moreta, editor, curador, autor y profesor universitario español, probablemente
hayan sido el disparador para otro artículo, publicado por el mismo medio,
firmado casi un mes más tarde por un preocupado Joan Planellas, un sacerdote católico y teólogo español, arzobispo de Tarragona, que, con algo de horror, advierte que a los curas les están sacando la Biblia de las manos.
Y Dios se adaptó a los lectores
Decía santa Teresa de Jesús que Dios está hasta en los pucheros. La fundadora de la orden de las Carmelitas Descalzas, además de representante de la literatura del siglo de oro, incidía con esta metáfora en la idea de que lo numinoso no solo resplandece en las ceremonias solemnes, sino también en los pequeños actos cotidianos. Ahora bien, donde no cabe duda que podemos encontrar a Dios, cacerolas e iglesias al margen, es en las librerías. No en vano treinta millones de personas compran anualmente un ejemplar de la Biblia en algún rincón del planeta, y muchos de esos lectores ni siquiera son creyentes. Es lo que se desprende de la cantidad de sagradas escrituras de carácter laico –entendiendo por laico aquello que no recalca el sentido religioso del texto, sino el literario, el cultural o el histórico– que se están publicando últimamente.
Los dos ejemplos más evidentes de este fenómeno se encuentran en las editoriales Clave Intelectual y Blackie Books. La primera acaba de lanzar el primer volumen de la colección Los libros de la Biblia, dirigida por Santiago Gerchunoff y Gonzalo Torné, y destinada a publicar traducciones libres del “secuestro tipológico” (sic) al que están sometidos los 73 libros que componen el Antiguo y el Nuevo Testamento. La editorial entiende por secuestro tipológico aquellas “limitaciones paratextuales con las que el texto a menudo es presentado: letra diminuta, doble columna, exceso de aparato erudito”. Según la nota de prensa, “el proyecto precisamente persigue ofrecer una experiencia lectora libre de todas esas limitaciones”. El primer título, Éxodo, ha sido traducido por el mismo Torné y contiene un prólogo de Carolina Sanín, y en los próximos meses saldrán versiones también liberadas del Génesis, el Libro de Job y el Eclesiastés, los Libros de Samuel y Esther, Judith, Daniel y Jonás.
Gonzalo Torné considera que, más que una versión, lo que él ha hecho es una “traducción de traducciones”, o sea, una traducción a partir de algunas de las distintas biblias hoy disponibles: la del rey Jacobo, la del Oso y la interconfesional, esta última en sus traducciones al castellano, al catalán, al italiano y al francés. Con todos esos ejemplares sobre la mesa, ha traducido, y también novelado, el viaje de Moisés a lo largo del desierto. “Ha sido un juego un poco borgiano en el que he buscado incidir en la parte más literaria de la narración –comenta Torné–. Esto es algo muy típico en clásicos como el Libro tibetano de los muertos, el Beowulf o El libro de Benji, que a menudo se traducen focalizando en el placer estético antes que en el filológico”.
Exactamente lo mismo buscó Javier Alonso en su “traducción laica y directa del hebreo” del Génesis publicada por Blackie Books a finales del 2021. La colección Clásicos Liberados –en la que se enmarca este título, así como la Odisea y la Ilíada – aspira a romper con ciertas ideas preconcebidas que todos tenemos sobre estos libros –la más importante de las cuales es que son aburridos–, al tiempo que pretende modernizar el lenguaje arcaico que los caracteriza. Con esta intención publicaron el Libro del Génesis liberado, que viene acompañado de un aparato crítico terriblemente accesible y con paratextos de Sara Mesa (escrito para la ocasión), Voltaire, Kierkegaard, Nick Cave y otros.
Pero la sorpresa no es que una editorial tan vanguardista como Blackie Books haya decidido apostar por un libro tan poco moderno como pueda ser la Biblia, sino que su Génesis lleve vendidos más de dos mil ejemplares. De hecho, ante la reacción de los lectores, el director de la colección, Pau Ferrandis, ya se está planteando liberar el Apocalipsis y alguno de los Evangelios. Ferrandis atribuye el éxito de su Génesis a la supresión de los dogmas solapados al texto y a la búsqueda, igual que en el caso de Clave Intelectual, del placer estético antes que el teológico. “La publicación de libros como El infinito en un junco, de Irene Vallejo, ha hecho que muchas personas se acerquen a una literatura que hasta ahora veían como complicada, inaccesible, aburrida –comenta Ferrandis–. Creo que el campo de lectura se ha ampliado para mucha gente y ahí es donde entran las versiones de la Biblia que se están publicando”.
Además de la popularización de temas sesudos traída por Vallejo, los motivos de esta coincidencia editorial se pueden buscar también en la añoranza que la gente siente por una cultura –la religiosa– que en verdad sigue vertebrando nuestra sociedad, aun cuando ya no encuentre el contexto apropiado para manifestarse. “La Iglesia ha dejado de ser la mediadora entre los textos sagrados y la gente –aventura Gonzalo Torné–. En la tradición protestante, el lector se enfrenta en soledad a los textos, saca sus propias conclusiones y habla con Dios directamente, pero en el catolicismo necesitamos la intermediación de la institución eclesiástica. Y ahora, en el siglo XXI, esa intermediación ya no es válida para un tipo de ciudadanos que buscan entender el fenómeno religioso por sí mismos. De alguna manera, estas versiones son libros que, sin negar el templo, prescinden del templo”. Una opinión similar tiene Andreu Jaume sobre este fenómeno: “En una sociedad que se ha vuelto decididamente secular y que se ha desembarazado casi completamente del cristianismo, el interés que se tiene por la Biblia quizá sea el mismo que se tiene por la mitología griega. El poder de imponer la religión que tenía la Inquisición ha desaparecido y ahora surge un interés realmente sincero por saber qué fue esa civilización cristiana que ha llegado a su fin”.
La opinión de Andreu Jaume viene a cuento porque él ha sido el responsable de la nueva edición de La Biblia del Oso que Alfaguara acaba de publicar. Se trata de un estuche de cuatro tomos que, en total, alcanza las 3.500 páginas y que, de alguna manera, también evita el secuestro tipográfico antes referido. En 1987, Alfaguara ya publicó esta edición moderna y anotada bajo la dirección del teólogo y canónico José María González Ruiz; en el 2001 volvió a sacarla al mercado sin añadidos y enmiendas; y ahora reincide en su empeño por darla a conocer al gran público con la supervisión y una introducción del editor y crítico Andreu Jaume. Y estas reediciones son importantes porque, en realidad, La Biblia del Oso es un monumento a la lengua castellana cuya existencia fue ocultada a los creyentes. Su traductor, el monje jerónimo convertido al protestantismo Casiodoro de Reina, la llevó clandestinamente a una imprenta de Basilea en 1569, saltándose con esta acción la prohibición inquisitorial de traducir a las lenguas vulgares el Libro Sagrado, y teniendo en consecuencia que huir de España para evitar su condena a muerte. De hecho, un contrabandista llamado Juanillo, de quien solo sabemos que era jorobado, fue quemado en la hoguera junto a los ejemplares de La Biblia del Oso que osó introducir por la frontera francesa.
Para entender la importancia de La Biblia del Oso en la cultura en castellano hay que asumir que, si la Biblia de Lutero creó el alemán moderno y si la de William Tyndale hizo tres cuartos de lo mismo con el inglés, la de Casiodoro de Reina podría haber transformado de un modo definitivo la relación que todos tenemos con nuestro idioma. Sin embargo, en aquella época, España era la principal defensora del catolicismo y, en su afán por controlar toda la información concerniente a Dios, las autoridades eclesiásticas prohibieron la difusión de la citada Biblia, haciéndola tan desconocida para el vulgo que hasta los católicos practicantes de hoy en día desconocen su existencia. Por suerte, los ecos de la Inquisición no impidieron que algunos de nuestros grandes escritores, entre ellos san Juan de la Cruz, Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Benet, se dejaran llevar por su influencia. “Desde el punto de vista de la lengua, Casiodoro de Reina hizo el trabajo, como mínimo, de cien escritores, puesto que su traducción ensayó tanto el tono épico como el lírico, el elegíaco como el hímnico, haciendo que el español resonara con una variedad de timbres inéditos”, explica Andreu Jaume, antes de añadir que “La Biblia del Oso debería figurar, junto con El Quijote o el 'Cántico espiritual', entre las obras más importantes de nuestro canon”.
La industria editorial catalana también está haciendo un esfuerzo por modernizar o incluso corregir las traducciones con las que contábamos hasta el momento. No se detecta en nuestro entorno el fenómeno de las biblias laicas en el que andan inmersos las editoriales castellanas, pero sí que han aparecido intentos de hacer algo semejante a lo que Joan F. Mira hizo en el 2004 con sus Evangelis (Proa). A este respecto, una de las novedades más interesantes es la traducción que Armand Puig i Tàrrech ha hecho de Els Salms en hebreu, grec, llatí i català (Ateneu Universitari Sant Pacià, 2021), un volumen que rinde homenaje al primer traductor de la Biblia canónica, san Jerónimo, en el 1.600 aniversario de su muerte. Las otras sorpresas están en camino: la primera vendrá de la mano de la editorial Albada, que a finales de año presentará una Biblia traducida al catalán moderno directamente de los originales griegos. El proyecto arrancó hace ya algunos años de la mano del doctor en Teología Ferran Blasi, pero su reciente fallecimiento hizo que el trabajo fuera terminado por el también doctor Jordi Jarne. Según uno de los directores de Albada, Toni Piqué, “esta Biblia será el Ferrari de los textos sagrados, es decir, un texto respetuoso con la tradición, pero con un aparato de notas capaz de facilitar la lectura a todo tipo de lectores, desde el académico hasta el ciudadano aficionado a leer. Hemos buscado una visión más ascética que doctrinal y, además, hemos conseguido adaptar los textos al catalán contemporáneo”.
También está en marcha una edición bilingüe (hebreo y catalán) de Els salms a cargo de Josep Batalla, antiguo responsable de la editorial Obrador Edèndum. Todavía faltan un par de años para que la edición vea la luz, pero su traductor asegura que su versión parte de la perspectiva literaria sin por ello traicionar el original hebreo. “La Biblia que hoy manejamos, la llamada interconfesional, ha adaptado el lenguaje a la sensibilidad del oyente contemporáneo, con la intención de que se sienta cómodo al escuchar o cantar los salmos –explica Josep Batalla–. Porque la teoría dinámica defiende que, ante una expresión hebrea algo extraña para nosotros, el traductor debe usar una expresión moderna que provoque en el oyente el mismo efecto que la del original en hebreo. Lo que yo estoy haciendo, sin embargo, es mantener las expresiones, el vocabulario y el imaginario hebreos de hace dos mil años, sin por ello hacer que el texto sea inaccesible para el lector medio”.
Josep Batalla anda preocupado por la tendencia a convertir la Biblia en algo demasiado ajeno al original y desconfía de las versiones laicas que se están publicando últimamente. Y, para que entendamos su desazón, pone un ejemplo: “Ahora está de moda usar el término Dios vengativo para referirse al Dios del Antiguo Testamento, pero es un error tremendo, puesto que la palabra hebrea usada en el original no debe ser traducida como venganza, sino como vindicación. Por tanto, debería traducirse como Dios vindicativo. Desgraciadamente, la mala traducción es la que se está imponiendo y el significado de las Escrituras está siendo traicionado”. Aun así, Batalla está de acuerdo con la teoría de que las Biblias laicas están surgiendo para satisfacer las ansias culturales de un tipo de lectores que, careciendo de formación religiosa, ansían entender el mundo en el que viven. Pero también lanza una advertencia que, como antes, prefiere expresar a través de un ejemplo: “La liturgia religiosa contiene una cantidad de protocolos tremendos: vestuario, movimientos, oraciones, cánticos… Y, sin embargo, ahora hay sacerdotes que sustituyen todo ese decorado por un mero guitarrista junto al altar. Evidentemente, los feligreses se divierten oyendo al guitarrista, pero no cabe duda de que esa simplificación está desproveyendo a la liturgia de su profundidad. Y, precisamente por eso, cada vez hay más gente que va a oír misa a Montserrat. Allí la liturgia se presenta con toda su grandeza y esplendor, y el impacto que tiene sobre nosotros no es el mismo”.
–.–
¡Ay! Las traducciones
En francés tienen la expresión “une hirondelle fait pas le printemps”. Expresión que un buen traductor no traducirá nunca literalmente, diciendo “una golondrina no hace primavera”, sino que dirá “una flor no hace primavera” o, quizá “una golondrina no hace verano”.Voilà! el vasto mundo de la traducción. Y es que toda traducción es una interpretación del texto original que quiere conservar el sentido, más allá de la literalidad de las palabras. Digo eso a raíz de la constatación de un aumento en la traducción de textos religiosos, especialmente bíblicos, que no recalcan el sentido religioso del texto, sino el literario, el cultural o el histórico. Lo manifestaba en un extenso artículo Álvaro Colomer del suplemento Cultura|s de La Vanguardia, titulado "Y Dios se adaptó a los lectores", del 29 de octubre. Se constata cómo algunos editores liberan los textos bíblicos de su sentido religioso para adaptarlos a nuevos lectores que muchas veces ni siquiera son creyentes. Conviene recordar que treinta millones de personas compran anualmente un ejemplar de la Biblia en algún lugar del planeta.
Una cosa es interpretar y la otra adaptar. La interpretación es legítima y necesaria. La adaptación es cuestionable y puede ser, incluso, perversa. Es cierto que un texto como el de la Biblia puede ser objeto de diversidad de lecturas, como cualquier texto clásico, sin embargo, al leer la Biblia no se puede ignorar que se trata de un texto religioso. Obviar esta característica esencial es desvirtuar la obra y hacer desaparecer su original sentido. El interés de la Biblia –como el de cualquier obra clásica– se encuentra en aquello que dice y en cómo lo dice, porque en ningún otro lugar se dice lo que allí se dice.
La interpretación es legítima y necesaria; la adaptación es cuestionable
Es necesario proponer nuevas traducciones para actualizar el lenguaje y hacerlo más próximo al lector contemporáneo, como lo supo hacer el magnífico equipo de traducción de la Biblia Catalana Interconfesional. Pero también hay que ser cuidadoso con aquellas adaptaciones que convierten la Biblia en algo alejado del original. El mismo artículo recoge unas palabras de Josep Batalla –que prepara una traducción de los Salmos– que muestran su desconfianza con las versiones laicas : “Ahora está de moda utilizar el término Dios vengativo para referirse al Dios del Antiguo Testamento, cuando la palabra hebrea original no habla de “revancha”, sino que se tendría que traducir como Dios vindicativo.“Desgraciadamente –dice Batalla– la mala traducción es la que se está imponiendo y el significado de las Escrituras está siendo traicionado”.
Hay también versiones litúrgicas de los textos bíblicos poco adecuadas. Por ejemplo, cuando se traduce la palabra “talento” por “millón”. Es una mala interpretación, porque el sentido de talento no se corresponde al del término millón, como sí que se correspondía el sentido del término flor” al del término “golondrina”. No es el texto el que se tiene que hacer contemporáneo del lector, sino el lector quien se tiene que hacer contemporáneo del texto. Solo así dejaremos que el texto nos hable y nos diga cosas, sin necesidad de manipularlo para hacerlo más atractivo.
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