El pasado 13 de mayo, Omar Genovese publicó en el diario Perfil, de Buenos Aires, la noticia sobre la quema de un ejemplar de la saga de Harry Potter en Glasgow. El hecho se inscribe en la serie de condenas y cancelaciones a las que la época nos tiene acostumbrados.
La quema de un libro de J. K. Rowling en Glasgow recuerda a los biblioclastas nazis
El martes pasado trascendió un video del acto performático realizado a las puertas de un café de Glasgow, Escocia. Sobre la vereda frente al Pink Peacock (Pavo Real Rosa), una persona trans prende fuego un ejemplar de Harry Potter y la Orden del Fénix de J.K. Rowling, y dice: “Dios también odia a las Terfs” (término que refiere a las feministas radicales transexclusivas). Al combustionar el libro afirma sentirse empoderada mientras aplica gel de testosterona en sus brazos. Los subtítulos señalan que esto ocurrió durante la festividad judía de Lag Ba’omer, en cuya tradición está encender fogatas.
Ante la noticia publicada por el diario The National, donde se compara el acto promocionado con la quema de libros realizada por el nazismo en 1933, en su cuenta de Twitter (@dirozevepave), el colectivo de Pink Peacock justifica el acto: “(los nazis) destruyeron alrededor de 20 mil libros de investigación y archivos del Institut für Sexualwissenschaft (Instituto de Sexología) en Berlín, primer centro de investigación sobre homosexualidad, intersexualidad y transexualidad, dirigido por el médico judío Magnus Hirschfeld. En ese libro ardiendo se supone que está Dora Richter, primera mujer trans que se sometió a una cirugía de afirmación de género en el trasero y fue asesinada ese día.”
“Los nazis consideraban que la homosexualidad estaba intrínsecamente ligada al judaísmo y trataron no solo de asesinar a todos los judíos, sino también de destruir todos los registros de la cultura homosexual y judía. Lo que hicimos, por otro lado, fue quemar una sola copia de un libro escrito por un multimillonario que hace campaña para prohibir a las personas trans de la vida pública. Comparar un colectivo anarquista judío trans con los nazis es realmente... ¡Somos un pequeño café! ¡Simplemente no tenemos el poder para cometer asesinatos y genocidios!”
Desde su apertura en 2021, este café anarquista queer yiddish & infoshop (centro cultural comunitario trans), ofrece menú vegano, sin alcohol, bajo el concepto “pague lo que pueda”, equivalente al conocido en nuestro país como “a la gorra”. También se caracteriza por actitudes que han llamado la atención de la comunidad de Glasgow, más precisamente, la policía.
En junio de 2021 colocaron un cartel rosa en la vidriera donde se leía “Fuck the Police”, que fue retirado por los aludidos acusando al responsable del local, Morgan Holleb, por delito de orden público. Ocurrido esto, reemplazaron el cartel por otro en yiddish que decía: “Daloy polizei”. Ya en octubre, ofrecieron llaves para escapar de las esposas policiales a los manifestantes en contra de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP26) que se realizó en la misma ciudad, desatando gritos mediáticos de las autoridades. Entre la propaganda política y la promoción, Pink Peacock demuestra ingenio creativo, por lo cual esta quema de Harry Potter también ingresa en dicho rango.
Lo mismo puede pensarse de J. K. Rowling, quien nunca bajó las banderas de su feminismo radical. En habla inglesa ha sabido enfrentarse contra los que la acusan de transfóbica, vindicando la lucha en contra de la agresión masculina (sin importar la percepción de género del agresor). A fines de marzo la autora replicó en Twitter un video de la activista australiana trans Tess Hall donde quemaba un libro suyo.
Es que la quema de Harry Potter resulta un fenómeno global, y en apariencia se remonta a Estados Unidos, año 2001, en el estado de Nuevo México, donde varios ejemplares sufrieron el fuego acusados de satanismo. Ya en 2005, una madre en Gwinnett, Georgia, llevó su caso hasta la Corte Suprema estatal, alegando que los libros de la saga promovían la brujería y el ocultismo entre los estudiantes. Es decir: Harry enciende los ánimos por razones tanto progresistas como conservadoras, o a derecha e izquierda.
En febrero del año pasado, Greg Locke, pastor de la congregación Global Vision Bible Church de Tennessee, Estados Unidos, transmitió en vivo por Facebook una quema “combo” de ejemplares, tanto de Harry como de la saga Crepúsculo, de Stephenie Meyer, para que sus seguidores los eliminen del hogar como elementos de brujería. Fanático de Trump, el mismo Locke reconoció orar y predicar en los escalones del Capitolio durante la violenta toma del 6 de enero de 2021. Es que Rowling se opuso a las medidas contra la inmigración de Trump, lo que despertó represalias como la eliminación de los libros de Harry de la Biblioteca de una Academia Católica en 2019 porque “las maldiciones y los hechizos que se usan en los libros son maldiciones y hechizos reales”.
Regresemos a Escocia. Dice la leyenda editorial que el primer tomo de la serie fue escrito en varios cafés de Edimburgo. Rowling reside allí, pero es originaria del sur de Inglaterra, de Gloucestershire. En 2014, la autora donó 1,4 millones de euros para la campaña en contra de la independencia del Reino Unido a raíz del referéndum, donde los independistas perdieron 55,3% a 44,7%. En Glasgow se votó 53,5% a favor de la escisión, y en Edimburgo 61,1% en contra. La ciudad trabajadora contra la capital administrativa. En tal grieta quedó Harry, quien debería mudar su magia luego de otro referéndum frustrado que estaba previsto para 2024.
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