lunes, 24 de julio de 2023

"Los poderes en la industria editorial se negaron"

El pasado 3 de julio, Sergio C. Fanjul publicó en el diario madrileño El País un artículo referido a la charla que el escritor sudafricano J. M. Coetzee y su traductora argentina Mariana Dimópulos tuvieron en el Museo del Prado, en razón de la residencia del primero en la institución. La bajada dice: "El escritor sudafricano es el primer autor, dentro de un nuevo ciclo, que está pasando tres semanas en la pinacoteca para escribir sobre la relación entre pintura y literatura".

El Nobel Coetzee se traslada al Museo del Prado: “Es imposible traducir imágenes en palabras”

En la pantalla se proyecta el cuadro San Jerónimo leyendo una carta (1627-29), de Georges de La Tour. En el lienzo San Jerónimo, vestido de rojo, se abisma sobre un papel, absorto, mientras sujeta los anteojos en la mano. Estamos intentando traducir esta imagen a palabras en un artículo periodístico y esa es precisamente la pregunta que se hace el escritor J. M. Coetzee. ¿Es posible traducir una imagen a palabras, a un bloque de texto? “La respuesta es no. Se puede encontrar una forma sustitutiva, pero no traducirla”, dice. Antes se ha proyectado el célebre cuadro sobre la construcción de la torre de Babel, de Brueguel el Viejo, tan utilizado en el sector literario. Así que ahora Coetzee se pregunta. “¿Se ha librado la imagen de la maldición de Babel?”. Y se responde: “No lo creo, la imagen puede ser más falsa que la palabra”.

El premio Nobel sudafricano de 83 años, muy bien llevados, mantuvo este jueves una charla en el Museo del Prado sobre las relaciones entre la literatura y la pintura con su traductora al español, la filósofa y escritora argentina Mariana Dimópulos. Antes de comenzar, Coetzee tuvo la cortesía de dar los agradecimientos en un español de difícil traducción, ya que estamos con el tema, pero esforzado: prometió más y mejor a la próxima. La conversación fue extraña, porque fue una conversación leída, cada uno de los contertulios repitiendo las frases que llevaban impresas en un papel, lo que dio cierta sensación de ortopedia. El evento se celebraba para inaugurar el proyecto Escribir el Prado, con la colaboración de la Fundación Loewe, y transcurrió como una especie de lección de filosofía del lenguaje que recordaba a las divagaciones de Ludwig Wittgenstein o a los experimentos literarios de Georges Perec. Una de las discusiones trató sobre la posibilidad de escribir la mirada del retrato del papa Inocencio X de Velázquez. Conclusión: también es imposible.

“Necesitamos las palabras para entender las imágenes”, dijo Dimópulos. La prueba es el propio museo, donde necesitamos como mínimo las cartelas para saber lo que estamos viendo (y aunque los textos museísticos muchas veces, sobre todo en el arte contemporáneo, no sean de fácil lectura). “Las imágenes dominan cada vez más nuestro mundo, lo que puede dar a entender que las imágenes son igual de importantes que las palabras. Nuestro cerebro, de hecho, traduce constantemente entre palabras e imágenes, pero no sabemos cómo”. Coetzee quiso añadir una tercera variable a la práctica literaria: no son solo palabra e imágenes. Es también la música, la música de las frases.

El invitado confesó que se siente incómodo en idiomas que no tienen fórmulas de trato de respeto, como usted (en ingles you no diferencia entre tú y usted). Y observó algo curioso: en las historias escritas podemos saber cuando se pasa de la distancia a la intimidad, cuando se pasa del usted al yo, entre dos personajes. Pero en inglés eso no se especifica. “Quien traduce eso al español”, dijo Coetzee, “tiene que conocer bajo la superficie de la vida de los personajes, incluso más de lo que los conoce el autor, de modo que hace una aportación semiautoral”.

También contó que quería que ninguna traducción de su última novela, El polaco (Hilo de Ariadna), fuese inferior a su original en inglés. Y que, “como dueño de los derechos de autor”, pidió que todas las traducciones manasen de la traducción en español. “Pero los poderes en la industria editorial se negaron, porque es como un artículo de fe que se debe traducir del original”. A Coetzee no le cabe duda de que si este libro se hubiera escrito en una lengua “menor, por ejemplo, el albanés”, las editoriales no hubieran tenido problema en traducir del inglés. “Se hubieran saltado sus principios. ¿Por qué? Porque el inglés es, tal vez, la lengua más importante en este momento. Fui el perdedor en ese combate. Es de lamentar”.

Residencia en el Prado
Imagínese disponer de tres semanas para perderse en la contemplación de las colecciones del Museo del Prado. Si Andy Warhol se jactó de ver el museo en unos minutos, Coetzee, residente en Adelaida, Australia, se afinca en Madrid durante 21 días para “interpelar desde la imaginación narrativa” las colecciones del Museo, según informa la institución. A partir de esta estancia escribirá un texto, el primero de una colección publicada en la revista Granta que se centrará en explorar esos vínculos entre la escritura y las artes plásticas. Un buen entretenimiento cultural podrá ser, durante los siguientes días, visitar el museo para ver si uno se cruza, además de con la princesa Margarita Teresa de Austria y las meninas, con el Nobel sudafricano. Coetzee es el autor seleccionado para inaugurar el proyecto, con Valerie Miles, editora de Granta, como asesora literaria, que invitará a escritores de prestigio internacional a sumergirse en esta experiencia.

En la presentación, el exministro Javier Solana, presidente del patronato del Prado, le auguró muchas dificultades a la hora de traducir a palabras este museo. “Es una tarea compleja”, sentenció. Describió a Coetzee como un autor duro, difícil de leer, aunque de su gusto. “Casi siempre encuentro algo que tiene que ver con la vida de verdad. Creo que es un hombre que cree en el género humano. También en sus desgracias, pero con la convicción de que podemos elevarnos y dejar de sufrir en algunos momentos. De que podemos ser felices”.


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