martes, 30 de mayo de 2023

A los curas les están sacando la Biblia de las manos

El 29 de octubre de 2022, Álvaro Colomer publicó en La Vanguardia, de Barcelona, un artículo a propósito de las nuevas adaptaciones que en España se están haciendo de la Biblia. En la bajada decía: “La publicación de textos sagrados, especialmente bíblicos, experimenta un nuevo auge con ediciones que tratan de trascender los valores religiosos apostando por su sentido literario, cultural e histórico. Sus reflexiones, que venían acompañadas de una entrevista con Ignasi Moreta, editor, curador, autor y profesor universitario español, probablemente hayan sido el disparador para otro artículo, publicado por el mismo medio, firmado casi un mes más tarde por un preocupado Joan Planellas, un sacerdote católico y teólogo español, arzobispo de Tarragona, que, con algo de horror, advierte que a los curas les están sacando la Biblia de las manos. 

Y Dios se adaptó a los lectores

Decía santa Teresa de Jesús que Dios está hasta en los pucheros. La fundadora de la orden de las Carmelitas Descalzas, además de representante de la literatura del siglo de oro, incidía con esta metáfora en la idea de que lo numinoso no solo resplandece en las ceremonias solemnes, sino también en los pequeños actos cotidianos. Ahora bien, donde no cabe duda que podemos encontrar a Dios, cacerolas e iglesias al margen, es en las librerías. No en vano treinta millones de personas compran anualmente un ejemplar de la Biblia en algún rincón del planeta, y muchos de esos lectores ni siquiera son creyentes. Es lo que se desprende de la cantidad de sagradas escrituras de carácter laico –entendiendo por laico aquello que no recalca el sentido religioso del texto, sino el literario, el cultural o el histórico– que se están publicando últimamente.

Los dos ejemplos más evidentes de este fenómeno se encuentran en las editoriales Clave Intelectual y Blackie Books. La primera acaba de lanzar el primer volumen de la colección Los libros de la Biblia, dirigida por Santiago Gerchunoff y Gonzalo Torné, y destinada a publicar traducciones libres del “secuestro tipológico” (sic) al que están sometidos los 73 libros que componen el Antiguo y el Nuevo Testamento. La editorial entiende por secuestro tipológico aquellas “limitaciones paratextuales con las que el texto a menudo es presentado: letra diminuta, doble columna, exceso de aparato erudito”. Según la nota de prensa, “el proyecto precisamente persigue ofrecer una experiencia lectora libre de todas esas limitaciones”. El primer título, Éxodo, ha sido traducido por el mismo Torné y contiene un prólogo de Carolina Sanín, y en los próximos meses saldrán versiones también liberadas del Génesis, el Libro de Job y el Eclesiastés, los Libros de Samuel y Esther, Judith, Daniel y Jonás.

Gonzalo Torné considera que, más que una versión, lo que él ha hecho es una “traducción de traducciones”, o sea, una traducción a partir de algunas de las distintas biblias hoy disponibles: la del rey Jacobo, la del Oso y la interconfesional, esta última en sus traducciones al castellano, al catalán, al italiano y al francés. Con todos esos ejemplares sobre la mesa, ha traducido, y también novelado, el viaje de Moisés a lo largo del desierto. “Ha sido un juego un poco borgiano en el que he buscado incidir en la parte más literaria de la narración –comenta Torné–. Esto es algo muy típico en clásicos como el Libro tibetano de los muertos, el Beowulf o El libro de Benji, que a menudo se traducen focalizando en el placer estético antes que en el filológico”.


Exactamente lo mismo buscó Javier Alonso en su “traducción laica y directa del hebreo” del Génesis publicada por Blackie Books a finales del 2021. La colección Clásicos Liberados –en la que se enmarca este título, así como la Odisea y la Ilíada – aspira a romper con ciertas ideas preconcebidas que todos tenemos sobre estos libros –la más importante de las cuales es que son aburridos–, al tiempo que pretende modernizar el lenguaje arcaico que los caracteriza. Con esta intención publicaron el Libro del Génesis liberado, que viene acompañado de un aparato crítico terriblemente accesible y con paratextos de Sara Mesa (escrito para la ocasión), Voltaire, Kierkegaard, Nick Cave y otros.

Pero la sorpresa no es que una editorial tan vanguardista como Blackie Books haya decidido apostar por un libro tan poco moderno como pueda ser la Biblia, sino que su Génesis lleve vendidos más de dos mil ejemplares. De hecho, ante la reacción de los lectores, el director de la colección, Pau Ferrandis, ya se está planteando liberar el Apocalipsis y alguno de los Evangelios. Ferrandis atribuye el éxito de su Génesis a la supresión de los dogmas solapados al texto y a la búsqueda, igual que en el caso de Clave Intelectual, del placer estético antes que el teológico. “La publicación de libros como El infinito en un junco, de Irene Vallejo, ha hecho que muchas personas se acerquen a una literatura que hasta ahora veían como complicada, inaccesible, aburrida –comenta Ferrandis–. Creo que el campo de lectura se ha ampliado para mucha gente y ahí es donde entran las versiones de la Biblia que se están publicando”.

Además de la popularización de temas sesudos traída por Vallejo, los motivos de esta coincidencia editorial se pueden buscar también en la añoranza que la gente siente por una cultura –la religiosa– que en verdad sigue vertebrando nuestra sociedad, aun cuando ya no encuentre el contexto apropiado para manifestarse. “La Iglesia ha dejado de ser la mediadora entre los textos sagrados y la gente –aventura Gonzalo Torné–. En la tradición protestante, el lector se enfrenta en soledad a los textos, saca sus propias conclusiones y habla con Dios directamente, pero en el catolicismo necesitamos la intermediación de la institución eclesiástica. Y ahora, en el siglo XXI, esa intermediación ya no es válida para un tipo de ciudadanos que buscan entender el fenómeno religioso por sí mismos. De alguna manera, estas versiones son libros que, sin negar el templo, prescinden del templo”. Una opinión similar tiene Andreu Jaume sobre este fenómeno: “En una sociedad que se ha vuelto decididamente secular y que se ha desembarazado casi completamente del cristianismo, el interés que se tiene por la Biblia quizá sea el mismo que se tiene por la mitología griega. El poder de imponer la religión que tenía la Inquisición ha desaparecido y ahora surge un interés realmente sincero por saber qué fue esa civilización cristiana que ha llegado a su fin”.

La opinión de Andreu Jaume viene a cuento porque él ha sido el responsable de la nueva edición de La Biblia del Oso que Alfaguara acaba de publicar. Se trata de un estuche de cuatro tomos que, en total, alcanza las 3.500 páginas y que, de alguna manera, también evita el secuestro tipográfico antes referido. En 1987, Alfaguara ya publicó esta edición moderna y anotada bajo la dirección del teólogo y canónico José María González Ruiz; en el 2001 volvió a sacarla al mercado sin añadidos y enmiendas; y ahora reincide en su empeño por darla a conocer al gran público con la supervisión y una introducción del editor y crítico Andreu Jaume. Y estas reediciones son importantes porque, en realidad, La Biblia del Oso es un monumento a la lengua castellana cuya existencia fue ocultada a los creyentes. Su traductor, el monje jerónimo convertido al protestantismo Casiodoro de Reina, la llevó clandestinamente a una imprenta de Basilea en 1569, saltándose con esta acción la prohibición inquisitorial de traducir a las lenguas vulgares el Libro Sagrado, y teniendo en consecuencia que huir de España para evitar su condena a muerte. De hecho, un contrabandista llamado Juanillo, de quien solo sabemos que era jorobado, fue quemado en la hoguera junto a los ejemplares de La Biblia del Oso que osó introducir por la frontera francesa.

Para entender la importancia de La Biblia del Oso en la cultura en castellano hay que asumir que, si la Biblia de Lutero creó el alemán moderno y si la de William Tyndale hizo tres cuartos de lo mismo con el inglés, la de Casiodoro de Reina podría haber transformado de un modo definitivo la relación que todos tenemos con nuestro idioma. Sin embargo, en aquella época, España era la principal defensora del catolicismo y, en su afán por controlar toda la información concerniente a Dios, las autoridades eclesiásticas prohibieron la difusión de la citada Biblia, haciéndola tan desconocida para el vulgo que hasta los católicos practicantes de hoy en día desconocen su existencia. Por suerte, los ecos de la Inquisición no impidieron que algunos de nuestros grandes escritores, entre ellos san Juan de la Cruz, Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Benet, se dejaran llevar por su influencia. “Desde el punto de vista de la lengua, Casiodoro de Reina hizo el trabajo, como mínimo, de cien escritores, puesto que su traducción ensayó tanto el tono épico como el lírico, el elegíaco como el hímnico, haciendo que el español resonara con una variedad de timbres inéditos”, explica Andreu Jaume, antes de añadir que “La Biblia del Oso debería figurar, junto con El Quijote o el 'Cántico espiritual', entre las obras más importantes de nuestro canon”.

La industria editorial catalana también está haciendo un esfuerzo por modernizar o incluso corregir las traducciones con las que contábamos hasta el momento. No se detecta en nuestro entorno el fenómeno de las biblias laicas en el que andan inmersos las editoriales castellanas, pero sí que han aparecido intentos de hacer algo semejante a lo que Joan F. Mira hizo en el 2004 con sus Evangelis (Proa). A este respecto, una de las novedades más interesantes es la traducción que Armand Puig i Tàrrech ha hecho de Els Salms en hebreu, grec, llatí i català (Ateneu Universitari Sant Pacià, 2021), un volumen que rinde homenaje al primer traductor de la Biblia canónica, san Jerónimo, en el 1.600 aniversario de su muerte. Las otras sorpresas están en camino: la primera vendrá de la mano de la editorial Albada, que a finales de año presentará una Biblia traducida al catalán moderno directamente de los originales griegos. El proyecto arrancó hace ya algunos años de la mano del doctor en Teología Ferran Blasi, pero su reciente fallecimiento hizo que el trabajo fuera terminado por el también doctor Jordi Jarne. Según uno de los directores de Albada, Toni Piqué, “esta Biblia será el Ferrari de los textos sagrados, es decir, un texto respetuoso con la tradición, pero con un aparato de notas capaz de facilitar la lectura a todo tipo de lectores, desde el académico hasta el ciudadano aficionado a leer. Hemos buscado una visión más ascética que doctrinal y, además, hemos conseguido adaptar los textos al catalán contemporáneo”.

También está en marcha una edición bilingüe (hebreo y catalán) de Els salms a cargo de Josep Batalla, antiguo responsable de la editorial Obrador Edèndum. Todavía faltan un par de años para que la edición vea la luz, pero su traductor asegura que su versión parte de la perspectiva literaria sin por ello traicionar el original hebreo. “La Biblia que hoy manejamos, la llamada interconfesional, ha adaptado el lenguaje a la sensibilidad del oyente contemporáneo, con la intención de que se sienta cómodo al escuchar o cantar los salmos –explica Josep Batalla–. Porque la teoría dinámica defiende que, ante una expresión hebrea algo extraña para nosotros, el traductor debe usar una expresión moderna que provoque en el oyente el mismo efecto que la del original en hebreo. Lo que yo estoy haciendo, sin embargo, es mantener las expresiones, el vocabulario y el imaginario hebreos de hace dos mil años, sin por ello hacer que el texto sea inaccesible para el lector medio”.

Josep Batalla anda preocupado por la tendencia a convertir la Biblia en algo demasiado ajeno al original y desconfía de las versiones laicas que se están publicando últimamente. Y, para que entendamos su desazón, pone un ejemplo: “Ahora está de moda usar el término Dios vengativo para referirse al Dios del Antiguo Testamento, pero es un error tremendo, puesto que la palabra hebrea usada en el original no debe ser traducida como venganza, sino como vindicación. Por tanto, debería traducirse como Dios vindicativo. Desgraciadamente, la mala traducción es la que se está imponiendo y el significado de las Escrituras está siendo traicionado”. Aun así, Batalla está de acuerdo con la teoría de que las Biblias laicas están surgiendo para satisfacer las ansias culturales de un tipo de lectores que, careciendo de formación religiosa, ansían entender el mundo en el que viven. Pero también lanza una advertencia que, como antes, prefiere expresar a través de un ejemplo: “La liturgia religiosa contiene una cantidad de protocolos tremendos: vestuario, movimientos, oraciones, cánticos… Y, sin embargo, ahora hay sacerdotes que sustituyen todo ese decorado por un mero guitarrista junto al altar. Evidentemente, los feligreses se di­vierten oyendo al guitarrista, pero no cabe duda de que esa simplificación está desproveyendo a la liturgia de su profundidad. Y, precisamente por eso, cada vez hay más gente que va a oír misa a Montserrat. Allí la liturgia se presenta con toda su grandeza y esplendor, y el impacto que tiene sobre nosotros no es el mismo”.

–.–

¡Ay! Las traducciones

En francés tienen la expresión “une hirondelle fait pas le printemps”. Expresión que un buen traductor no traducirá nunca literalmente, diciendo “una golondrina no hace primavera”, sino que dirá “una flor no hace primavera” o, quizá “una golondrina no hace verano”.Voilà! el vasto mundo de la traducción. Y es que toda traducción es una interpretación del texto original que quiere conservar el sentido, más allá de la literalidad de las palabras. Digo eso a raíz de la constatación de un aumento en la traducción de textos religiosos, especialmente bíblicos, que no recalcan el sentido religioso del texto, sino el literario, el cultural o el histórico. Lo manifestaba en un extenso artículo Álvaro Colomer del suplemento Cultura|s de La Vanguardia, titulado "Y Dios se adaptó a los lectores", del 29 de octubre. Se constata cómo algunos editores liberan los textos bíblicos de su sentido religioso para adaptarlos a nuevos lectores que muchas veces ni siquiera son creyentes. Conviene recordar que treinta millones de personas compran anualmente un ejemplar de la Biblia en algún lugar del planeta.

Una cosa es interpretar y la otra adaptar. La interpretación es legítima y necesaria. La adaptación es cuestionable y puede ser, incluso, perversa. Es cierto que un texto como el de la Biblia puede ser objeto de diversidad de lecturas, como cualquier texto clásico, sin embargo, al leer la Biblia no se puede ignorar que se trata de un texto religioso. Obviar esta característica esencial es desvirtuar la obra y hacer desaparecer su original sentido. El interés de la Biblia –como el de cualquier obra clásica– se encuentra en aquello que dice y en cómo lo dice, porque en ningún otro lugar se dice lo que allí se dice.

La interpretación es legítima y necesaria; la adaptación es cuestionable
Es necesario proponer nuevas traducciones para actualizar el lenguaje y hacerlo más próximo al lector contemporáneo, como lo supo hacer el magnífico equipo de traducción de la Biblia Catalana Interconfesional. Pero también hay que ser cuidadoso con aquellas adaptaciones que convierten la Biblia en algo alejado del original. El mismo artículo recoge unas palabras de Josep Batalla –que prepara una traducción de los Salmos– que muestran su desconfianza con las versiones laicas : “Ahora está de moda utilizar el término Dios vengativo para referirse al Dios del Antiguo Testamento, cuando la palabra hebrea original no habla de “revancha”, sino que se tendría que traducir como Dios vindicativo.“Desgraciadamente –dice Batalla– la mala traducción es la que se está imponiendo y el significado de las Escrituras está siendo traicionado”.

Hay también versiones litúrgicas de los textos bíblicos poco adecuadas. Por ejemplo, cuando se traduce la palabra “talento” por “millón”. Es una mala interpretación, porque el sentido de talento no se corresponde al del término millón, como sí que se correspondía el sentido del término flor” al del término “golondrina”. No es el texto el que se tiene que hacer contemporáneo del lector, sino el lector quien se tiene que hacer contemporáneo del texto. Solo así dejaremos que el texto nos hable y nos diga cosas, sin necesidad de manipularlo para hacerlo más atractivo.

lunes, 29 de mayo de 2023

"Gadda no en autor hecho para estos tiempos de brevedades, emoticones que remplazan palabras y férrea ignorancia"

El 25 de mayo de este mes, el narrador y periodista uruguayo Martín Bentancor publicó en La Diaria, de Montevideo, un excelente artículo sobre el escritor italiano Carlos Emilio Gadda (foto), de cuyo fallecimiento se cumplieron cincuenta años. Allí se habla de las dificultades que plantea su traducción y sobre lo que hizo con su principal texto Juan Ramón Masoliver, su traductor español. 

El zafarrancho aquel de Gadda

El pasado domingo 21 se cumplieron 50 años del fallecimiento del escritor milanés Carlo Emilio Gadda y nadie tiró la casa por la ventana. Hubo recordatorios, charlas de especialistas, páginas destacadas en algún diario y eventos puntuales en ferias del libro en Italia, pero nada de esa parafernalia memorialista que despiertan los números redondos: de nacimiento, de muerte o de publicación de equis libro. Es que al igual que sucede con autores como Flann O'Brien, Donald Barthelme, Daniel Sada o Héctor Libertella, Gadda representa una suerte de anomalía dentro del espectro de la literatura nacional en que se inscribe y de la literatura a secas, si vamos al caso. Un experimentalista del lenguaje que fue publicado en colecciones populares, un frecuentador de los géneros que se convirtió en un “escritor para escritores”, un autor que por sus circunstancias biográficas y la forma en que se relacionó con sus pares, parece destinado al ostracismo o al ocaso. A un permanente ocaso.

A efectos de esta mirada, la vida de Gadda puede condensarse entre dos paréntesis (nacido en Milán en 1893, quedó muy joven huérfano de padre, renunció a sus estudios literarios, combatió en la Gran Guerra, perdió a un hermano en el frente, celebró el ascenso de Mussolini, estudió en el Politécnico de Milán, se recibió de ingeniero, dirigió una planta hidroeléctrica en Roma, trabajó un tiempo en Argentina y empezó a publicar cerca de los 40), porque a lo que quiero referirme, en verdad, es a la obra maestra de este milanés de complexión maciza y atemorizante, con un rostro que parecía trabajado a cincel y en el que –al menos en las fotos de sus años de madurez– no se posó jamás ni el atisbo de una sonrisa.

La obra maestra de Gadda es, desde luego, Quer pasticciaccio brutto de via Merulana, publicada en 1957 y aparecida ocho años después en español, de la mano de la editorial Seix Barral, como El zafarrancho aquel de via Merulana, en un trabajo que significó más de un dolor de cabeza y alguna que otra noche de desvelo para el traductor Juan Ramón Masoliver, que debió escanciar a otro idioma el gigantesco pastiche de esta novela particularísima, poblada de innúmeros cultismos, juegos de palabras, jergas y dialectos varios, parrafadas de trasnochada filosofía y un ritmo jazzero pautado por lo que parecen inspiradas improvisaciones a lo Joyce, pero también a lo Boccaccio, sin perder nunca el componente noir pues se trata, en definitiva, de una novela policial: en una casa de la via Merulana ha sido degollada una mujer de la que estaba enamorado el policía que investiga el crimen.  

Mentar el asunto policíaco para enfrentar el zafarrancho que Carlo Emilio Gadda armó en su novela permite, en parte, arrojar algo de luz sobre la historia que late en el fondo aunque eso no es, ni por lejos, lo más interesante del asunto. Acercarse a El zafarrancho... por la cuestión meramente argumental –en la senda de lo que en 1959 hizo Pietro Germi al dirigir y protagonizar, junto a Claudia Cardinale, la película Un maledetto imbroglio, en la que la novela de Gadda fue despojada de toda su carga lingüística, lúdica y metaliteraria, convirtiéndose en un deslavado y aburridísimo thriller– es un crimen tan atroz como la muerte brutal de Liliana Balducci. Porque en Gadda todo, pero especialmente en El zafarrancho…, los tiros van por otro lado.     

Luego de los dos primeros capítulos, el doctor Francisco Ingravallo, don Chito como lo llaman todos, el policía que dirige la investigación, se diluye sin desaparecer del todo. Su presencia acompaña las acciones de los otros personajes –sus subordinados, un cura, una sirvienta caída en desgracia y hasta una gallina vieja que defeca a los pies de las visitas–, pero cuando el libro echa a andar de verdad, allá por la página 60, digamos, ya no es don Chito el protagonista sino el propio narrador, que se mueve como un dios caprichoso que alumbra lo que quiere alumbrar y deja el resto en penumbras. A esta altura, aquellos lectores que leen novelas solo atentos al amasijo argumental, ya estrellaron el tomo contra la pared, hartos o desahuciados.

La prosa de Gadda –lo de que ella nos ha llegado a través de Masoliver–, profusamente adjetivada, pródiga en subordinadas y de particular puntuación, parece funcionar por medio de una especial condensación, como en este párrafo sobre el final del libro: “El yacente, tan reseco, estaba maduro para las suministraciones postrimeras: la eternidad, médico infalible, se hallaba ya inclinada sobre él. Amorosa fijamente lo contemplaba con la mirada socorredora de una dama de la Cruz Roja o de una enfermera un poquito necrófila: ocupada en enjugarle con leve caricia la frente su más remorante mano: si con la otra y experta, maniobraba bajo las frazadas e incluso bajo el cuerpo entre el hueso sacro y el rodete, daba por fin con el lugar preciso donde poderle enjaretar el pitón, la cánula de ebonita, para el servicial de la inmunización perpetua”.

Gadda no es un autor hecho para estos tiempos de brevedades, emoticones que remplazan palabras y férrea ignorancia –cuando no liso y llano desprecio– de ciertas instituciones educativas por las humanidades, pero basta con avanzar unas páginas para constatar que el zafarrancho que el milanés armó en su novela más famosa sigue manifestándose con el paso de las décadas.   

 

viernes, 26 de mayo de 2023

" ¿Por qué tanto miedo a la incomodidad?"

El pasado 11 de mayo, Gabriela Baby publicó en Cultura InfoBAE una entrevista con la filóloga española Irene Vallejo, quien, convertida en best– seller mundial, visitó la última Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

“Hablo de la destrucción de libros en el pasado para despertar conciencia de lo que está sucediendo hoy por dos extremos políticos”

Tiene ojos clarísimos, mirada amplia y ese acento ibérico que enamora. A Irene Vallejo le encanta conversar. Cuenta que la escritura de El infinito en un junco le llevó nueve años de trabajo, años durísimos en lo personal porque la enfermedad de su hijo Pedro la tuvo entrando y saliendo de sucesivas internaciones en el Hospital de Zaragoza: “En esos años, la escritura fue el modo de contener esa tremenda angustia. El tiempo de escribir era lo que me permitía escaparme de esa realidad tan terrible y tan inmanejable”, dice la escritora.

Pedro salió adelante y goza de buena salud. Y el libro, también: súper elogiado por la crítica, adorado por miles de lectores de todo el mundo y ganador del Premio Nacional de Ensayo en 2020 en España. El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo cuenta la historia de los libros –desde los primeros papiros, códices y pergaminos– y su permanente tensión con el poder.

 

El texto (450 maravillosas páginas) tiene el tono de leyenda épica en la que los héroes son libreros, bibliotecarios, lectores, juglares y poetas anónimos: gente del montón que hoy reconoceríamos como lectores (el famoso lector de a pie quizá) que defendieron con astucia y tesón el entrañable, mágico tesoro que constituyen los relatos de la humanidad. Y para toda la humanidad.

 

Irene Vallejo está feliz porque ha llegado a Buenos Aires y la esperan días de Feria y encuentro con los lectores y mucho más.

 

“Es una maravilla para mí estar en Argentina, porque de Argentina llegaban muchísimos libros a mi casa durante el franquismo, cuando yo era chica. Mis padres eran muy muy lectores, y a través de libreros amigos y con mucho cuidado llegaban de Argentina libros que la dictadura había prohibido: Miguel Hernández y Lorca, nuestros exiliados, que habían venido a Latinoamérica y acá publicaban, porque estaban prohibidos en España. Pero también los libros de Juan Rulfo y de Cortázar. De Editorial Losada, yo recuerdo libros de César Vallejo y de Roberto Arlt. Estoy hablando con vos y veo la tapa de El juguete rabioso, de Roberto Arlt, en la edición de Losada. Y por supuesto Rayuela, que estaba prohibidísima. Todos los autores que tuvieran un halo izquierdista o incluso todos los libros que fueran muy experimentales o explícitos sexualmente estaban prohibidos, entonces estaba prohibido casi todo.

 

–La persecución a los libros se repite a lo largo de la historia del mundo, en muchos países.

–Pues claro. Ustedes tuvieron la misma historia acá con la dictadura militar. Pero siempre la prohibición produce el efecto contrario que es un gran hambre lector.

 

–En El infinito en un junco se narran varias escenas de destrucción y censura de libros.

–Sí, porque así como existen noticias históricas de la aparición de libros, existen también noticias de persecución a los libros. Quema de libros, ataques a libreros, a autores, encarcelamiento, exilio. Ovidio es el clásico que aparece acá porque él fue condenado al exilio por el emperador Augusto. También los libros relacionados con brujería, con religiones paganas, de adivinación o de historiadores que resultaban incómodos a los poderosos.

 

–¿Son historias que pertenecen al pasado o que también están ocurriendo en el presente?

–Lo cuento como pasado pero para despertar la conciencia de lo que está sucediendo. Acabo de hacer una gira por Estados Unidos y estuve en Harvard, en una conferencia que se titulaba “Leer libros prohibidos”. Y allí me enteré que la Asociación de Bibliotecas americanas ha lanzado una petición de socorro, porque cada vez hay más personas que solicitan que se retiren libros de bibliotecas escolares o públicas. Padres o familias que consideran que esos libros pueden resultar perturbadores para los niños o para cualquier otro lector. Desde clásicos hasta libros contemporáneos.

 

–¿Hay algo de la corrección política que se está pareciendo demasiado a la censura?

–Se ven como dos extremos políticos: por un lado, los más conservadores que se sienten incómodos con libros que hablan del racismo institucionalizado o de libros que dicen ellos que son antiamericanos, o libros con contenido sexual explícito, libros que les parecen que son de temática LGTBI, y no quieren que las personas entren en contacto con ellos. Y, del otro lado, desde las izquierdas, esos libros que se supone que son ofensivos para las minorías, como el caso de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, que usan este término niger, u otro tipo de textos que tienen cierta terminología racista o misógina. Las personas que van contra estos libros dicen que esos términos pueden ser ofensivos o inquietar a esas minorías.

 

–¿Qué efectos puede tener esta cultura de la cancelación?

–La pregunta que me surge es ¿por qué tanto miedo a la incomodidad? Por qué no pensamos que la incomodidad es profundamente filosófica. No existe el derecho a que el arte no te incomode. Incluso porque incomodar es una de las obligaciones del arte. Provocar una sensación que puede estar en un arco que va desde la duda, la sacudida de tus certezas, la pregunta, la repugnancia y la repulsión también. Y no tenemos derecho a que esos libros no estén accesibles en las bibliotecas. O en los colegios. En tal caso, enseñar a los niños o a los lectores a ser críticos con los libros.

 

–¿Por qué?

–Porque la incomodidad invita a pensar la raíz de esa incomodidad, entonces descubres cosas sobre ti mismo, sobre sociedades del pasado, sobre una herencia recibida, y sobre conceptos que muchas veces están en la atmósfera y no nos cuestionamos. Si eliminamos los libros de Historia o los relatos escritos en otros siglos y las manifestaciones sociales que no nos gustan, estamos borrando la huella de nuestro pasado, de nuestras luchas. Si se borran de la literatura todas las huellas del machismo, entonces ¿dónde queda el feminismo? ¿Cómo construyes la historia del feminismo si borramos las huellas de aquello que se trataba de combatir? Y además es muy peligroso, porque si tienes versiones edulcoradas del pasado puedes provocar movimientos nostálgicos a otras épocas muy idealizadas…

 

–¿Como si existiera un pasado perfecto y limpio?

–Algo así. Ahora hay muchas personas en Estados Unidos que dicen querer volver a la América grande de nuevo, el american way of life y todo eso. Añoran los años 50 o 60 con una mirada muy idealizada de esa época, olvidando muchos aspectos de esa sociedad: el machismo, la caza de brujas, el macartismo, la persecución, la falta de libertad. Y son los relatos de esa época los que nos devuelven a todo aquello que hemos combatido y que siempre está al acecho. O sea: tenemos que mantenernos alerta porque ninguna conquista es para siempre.

 

¿Literatura o mercado?

–Actualmente la comunidad del junco parece reunir a multitudes. ¿Consumo o lectura?

–Esta bueno seguir esta relación entre autores y lectores cronológicamente, porque al principio de la Historia, cuando se escriben los primeros libros, el objeto libro era un privilegio de las clases pudientes. Muy pocas personas tenían libros: los aristócratas, los gobernantes y los sacerdotes, nada más. La mayoría de la gente no había visto un libro en toda su vida. Por supuesto que no sabían leer pero tampoco podían poseer libros porque eran objetos lujosos. Y en las primeras sociedades que podemos investigar, Roma antigua, la circulación de la literatura contemporánea se hacía a través de las amistades. Un autor escribía su libro, encargaba una serie de copias y se las daba a sus amigos y a la gente de su medio intelectual, a sus mecenas. La circulación de los libros era en clases privilegiadas.

 

–¿Eso cambió con la imprenta?

–La imprenta vino muchísimo después. Porque en la antigüedad había librerías y bibliotecas. En Roma, por ejemplo, Marcial, que era un poeta, indica en sus propios poemas donde encontrar sus libros. La primera publicidad de un libro ¡y en la propia poesía! Aparece entonces el lector desconocido. Pero el lector desconocido para algunos escritores es un fenómeno traumático. A Marcial le encanta, pero Horacio siente mucho pudor. Quiero decir que esa circulación comenzó en algún momento. Tiene una historia. No es algo siempre dado. Al igual que la lectura en silencio, la lectura silente. Quiero decir: pensamos que los rituales de lectura han sido siempre iguales y que el acceso a la lectura ha sido siempre como es ahora, pero no. Ha pasado por revoluciones, transformaciones.

 

–Pero, de todas maneras, el mercado es tan prolífico que ningún crítico o especialista llega a leer todas las novedades de cada mes.

–Es desbordante la cantidad de libros que se publican ahora. Y no es tanto que no se publique tu libro sino que no quede totalmente ahogado, opacado por la cantidad de novedades que lo acompañan.

 

–Entonces podríamos pensar en otro tipo de lector: el que sabe o debería saber qué leer, que dejar de lado, aquel que puede discernir entre literatura y mercado.

–Es un cosmos, casi como un ecosistema donde unos se necesitan a los otros. Los grandes best sellers que se venden tanto mantienen las editoriales, libreros y distribuidoras para que puedan sobrevivir y sostener a esos otros libros que se leen menos. Que todos existan y circulen. Como en la naturaleza: tienen que haber grandes árboles para que a su sombra existan otras especies pequeñas. Yo prefiero verlo así como un ecosistema en el que todo tiene su función y todos nos relacionamos… porque todos somos lectores más versátiles de lo que creemos y hemos disfrutado con libros muy comerciales y con otros más de autor o difíciles o exigentes. Y vamos cambiando.

 

–El libro a la vez nos obliga a entrar en otra temporalidad. Tensiona la dicotomía entre la cultura snack actual y el tiempo sostenido de las páginas. ¿Estamos en condiciones de darnos ese tiempo y esa atención?

–Yo creo que esa es la razón por la que el libro cumple una función en nuestro mundo contemporáneo. No es una cuestión de atarse a los viejos rituales, pero realmente los libros ayudan a fortalecer la atención que es un problema de esta época, la dispersión: cada vez tenemos menos capacidad para mantenernos atentos. Los libros son un antídoto porque te acercas a los libros con un estado de ánimo propicio para sostener la atención durante bastante tiempo. Han hecho pruebas de escáner a las personas que leen y han visto que todo el cerebro está activado, a diferencia de cuando vemos una película o una serie, que tenemos involucradas muchas menos áreas del cerebro. Los libros avivan una llamita que tenemos en nuestro interior que ni siquiera conocemos: aparecen recuerdos, se activa la memoria, la reflexión, la concentración, la intimidad. Y son cosas muy valiosas ahora mismo, que estamos en un momento de dispersión y lucha despiadada por la atención, de mercantilización de nuestra atención. Porque las apps de los móviles están pensadas para tomar nuestra atención y mantenernos atrapados todo el tiempo.

 

La lectura como gimnasia para la democracia

–En tus intervenciones señalás una profunda relación entre la democracia y los libros, la lectura como un ejercicio que posibilita la democracia. ¿Podrías explicar este vínculo?

–Yo creo que los libros fortalecen la democracia en la medida que mediante la lectura te acostumbras a ponerte en la piel de otra persona. A diferencia de los buscadores y algoritmos que te afirman en tus ideas y en los contenidos que saben que te van a gustar y que coinciden con tus ideas o que te halagan – que es lo que intelectualmente hacen para tenernos ahí prendidos de la máquina–  los libros te colocan en universos, en personas, en ideas que no son las tuyas.

 

–Entonces..

–Si la democracia es esta vida en la que tenemos que estar pactando con personas que piensan distinto que nosotros, pues leer libros es un buen ejercicio. Mientras que si estamos enfrentándonos permanentemente con las personas que no piensan como uno, y además las redes están pensadas para recompensar el conflicto, la agresividad, el enfrentamiento, y en general premia al que es más agresivo o polémico con más likes y mejor posicionamiento, más impacto y retwitts, entonces está favoreciendo a que nos encasillemos en nuestras posiciones. Y se arman estas polarizaciones, que están sucediendo mundialmente y tienen en parte que ver con el tiempo que pasamos en las redes y como nos comportamos en ellas. Los libros, en cambio, te confrontan con el otro, con la otredad. Siempre te van a poner en otra esfera social, en otro país, en algo que resulta extraño, a donde te invitan a entender, a comprender los conflictos, los distintos puntos de vista de situaciones complejas, te llevan hacia lo otro. Y de hecho al leer un libro yo creo que es lo más parecido a poder entrar en la mente de alguien distinto de nosotros. Cómo razona, cómo argumenta, cómo ve la realidad. Y esto es fundamental para vivir en un sistema en el que constantemente tenemos que pactar con otras personas que piensan diferente.

 

jueves, 25 de mayo de 2023

"La superioridad del castellano sobre otros idiomas modernos”

“Un religioso chileno-alemán es el autor de la primera traducción de la Biblia completa al español, realizada en América Latina.” Eso dice la bajada del artículo publicado por la periodista Natalia Messer, el pasado 27 de abril, en Deutsche Welle.


Jünemann y la primera Biblia hispana de América

Casi un siglo transcurrió desde que el sacerdote católico Wilhelm Jünemann Beckschäfer, oriundo de Welver, Alemania, emprendió una tarea titánica: traducir en solitario la Sagrada Biblia del griego al español y por primera vez en América.

Hasta ese entonces, los misioneros usaban ediciones traídas desde Europa, como la Biblia Vulgata, una traducción al latín de finales del siglo IV. “Los jesuitas también quisieron hacer adaptaciones a lenguas de las etnias latinoamericanas [...], pero la cultura libresca de aquellos siglos no era popular”, dice en entrevista con DW Pablo Uribe Ulloa, teólogo e investigador en la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), en Chile.

Después de varios años de transcribir manuscritos, el religioso chileno-alemán consiguió publicar, en 1928, en la ciudad de Concepción, centro sur de Chile, el Nuevo Testamento, ya que el Antiguo Testamento se mantuvo inédito hasta 1992.

“Él deseaba que la gente tuviera acceso a una buena traducción de los textos sagrados y que realmente se pudiera apreciar su riqueza. Lamentablemente su edición del Nuevo Testamento tuvo muy poco alcance al no estar a cargo de una editorial, sino que se trató de una autoedición”, explica Uribe.

Filólogo y crítico literario
Wilhelm Jünemann emigró junto a sus tres hermanos y sus padres, Frederick y Christina, desde Hamburgo hacia Chile en 1863. Desembarcaron en noviembre de ese mismo año en Puerto Montt, una ciudad fría y lluviosa en el sur del país.

“Allá, allá muy lejos, al otro lado del océano, al fin del mundo. Espanto, admiración, asombro”, describió el sacerdote en sus memorias.

Pero ese paisaje agreste se convirtió muy pronto en su nuevo hogar. En el colegio también descubrió el gusto por los idiomas clásicos y la literatura, como La Ilíada de Homero o la poesía romántica de Joseph von Eichendorff y Johann von Goethe.

A los 16 años recibió un primer reconocimiento por su avanzado dominio del latín de parte del entonces rector de la Universidad de Chile, Ignacio Domeyko, un destacado científico polaco-chileno.

“Fue un gran filólogo y crítico literario que se adelantó a los tiempos con sus traducciones”, señala el teólogo Pablo Uribe.

En 1880, Jünemann ingresó al Seminario Católico de Concepción para ordenarse como sacerdote. De ahí en adelante dedicó parte de su vida a la escritura de textos religiosos, así como la traducción al español de clásicas obras en alemán, griego y latín.

Fiel al original
Si bien Jünemann publicó cerca de 17 obras, entre biografías, novelas, versos y escritos religiosos, la Biblia Septuaginta, o LXX, en su abreviación, se le considera su trabajo más influyente.

La Biblia Septuaginta ‒ampliamente usada por Jesús y los Apóstoles‒, es una recopilación en griego de los textos hebreos del Antiguo Testamento, realizada en el Siglo III a.C. en la ciudad de Alejandría.

El propio sacerdote reconoció que su obra “es la suma de estudios previos que he hecho con la más rigurosa fidelidad y para probar la superioridad del castellano sobre otros idiomas modernos”.

“Él traduce esta versión de forma muy literal, lo cual es una desventaja, ya que a casi un siglo de su publicación sigue siendo considerada solo por algunos estudiosos”, dice en entrevista con Andrés González Schain, profesor de Religión, quien ha investigado sobre Jünemann.

Uno de esos estudiosos fue Johannes Straubinger ‒sacerdote y teólogo alemán, a quien, erróneamente, se le atribuyó ser el primero en traducir la Biblia al español en América Latina‒, y quien incluso afirmó que la versión de Jünemann “seguía al pie de la letra al original, como si escribiese en griego con palabras castellanas”.

Nuevas generaciones
En el mundo quedan actualmente muy pocos ejemplares de esta versión bíblica, incluso pese a ser reeditada en 1992, después de que un grupo de seminaristas encontró de casualidad el Viejo Testamento.

En la biblioteca del Seminario Metropolitano Concepción, ubicado en la ciudad de Chiguayante, se conservan hasta hoy los manuscritos originales de la Biblia de Jünemann, además de una decena de libros que dejó el sacerdote, como una autobiografía o La Ilíada de Homero, traducida del griego al castellano, entre otros.

Pese a ser desconocida, la Biblia Jünemann inspiró a las nuevas generaciones de sacerdotes a iniciar proyectos de la misma envergadura, como la Biblia Latinoamericana, una adaptación popular de otras versiones españolas de la época, publicada en 1972, en Chile, y a cargo de Bernardo Hurault y Ramón Ricciardi.

“Él fue fiel, cuidadoso, y motivó la catequesis, la investigación, la cultura y el buen ecumenismo con otros cristianos. Un visionario que se adelantó a lo que se conoce como “el conocimiento de las fuentes”, propuestas que ya existían, pero que en los años 40´ se hicieron más firmes por el Papa Pío XII y en los 60´ por el Concilio Vaticano II”, concluye Andrés González.

miércoles, 24 de mayo de 2023

Investigaciones en el SPET curricular

En el próximo encuentro, que tendrá lugar el viernes 2 de junio a las 18:30 (hora argentina) por videoconferencia, se expondrán dos trabajos realizados en el SPET curricular (Traductorado en Portugués y Traductorado en Alemán).

Con esta modalidad de reunión, estrenada en la sesión del 7/08/2019, ofrecemos nuestro espacio para que lxs estudiantes y graduadxs recientes muestren sus investigaciones a la comunidad académica. Pretendemos además facilitar el contacto entre lxs estudiantes que todavía no cursaron el SPET curricular y aquellxs que ya lo hicieron y pueden comunicar sus experiencias y los resultados obtenidos.

Anahí Bustamante disertará sobre "La intérprete de lengua de señas en los márgenes de la traducción. Posición interpretativa y representaciones en los medios audiovisuales"

Anahí Bustamante es intérprete y traductora de portugués-español-lengua de señas argentina. Licenciada en Artes y diplomada en ESI, géneros, DDHH y Discapacidad. Trabaja, desde hace dieciocho años, como intérprete de LSA en medios audiovisuales, conferencias y en el ámbito docente medio y superior.

Lecturas sugeridas:

Famularo, Rosana (2012): “Interpretación en lengua de señas: desde la marginalidad a la profesionalización.” En Massone, María Ignacia/ Virginia L. Buscaglia/ Sandra Cvejanov (comps.): Estudios Multidisciplinarios sobre las comunidades Sordas. Mendoza: UNCuyo, pp. 237-245.

Massone, M. I. (2015), Las Comunidades Sordas y sus lenguas: desde los márgenes hacia la visibilización. Cuadernos del INADI, Número 2 https://www.culturasorda.org/wp-content/uploads/2015/03/Massone_Inadi_Comunidades_sordas_sus_lenguas.pdf [Último acceso: 08- 5-2023].

Mombaça, Jota (2017): “Notas estratégicas quanto aos usos políticos do conceito de lugar de fala”. En <https://www.buala.org/pt/corpo/notas-estrategi- cas-quanto-aosusos-politicos-do-conceito-de-lu- gar-de-fala> [Último acceso: 10 -5-2022].


Katrin Zinsmeister hablará sobre "La revista Nueva Sociedad, un proyecto de transformación de la cultura política de doble vía entre Alemania y América latina"

Katharina (Katrin) Zinsmeister
es Licenciada en Ciencia Política (UBA), Profesora y Traductora en Alemán (Lenguas Vivas). Se desempeña principalmente en la enseñanza del idioma alemán, actualmente a migrantes y refugiados en Alemania. Como traductora se especializó en economía política. Desde 1985 se publicaron sus traducciones de autores como Rosa Luxemburgo, Joachim Hirsch, Oskar Negt, Elmar Altvater, Ricardo Antunes y Rita Segato en Cuadernos del Sur, Herramienta, Nueva Sociedad, Die Tageszeitung (taz) y distintos medios de las fundaciones políticas Friedrich Ebert y Rosa Luxemburgo.

Lecturas sugeridas:

Revista Nueva Sociedad, ediciones en español: www.nuso.org

Revista Nueva Sociedad, ediciones en portugués y alemán: https://nuso.org/portugues-deutsch/

Sarlo, Beatriz (1992): “Intelectuales y revistas: razones de una práctica.” En: América: Cahiers du CRICCAL, no 9-10. 1992, Le discours culturel dans les revue latino-américaines, 1940-1970, pp. 9-16. En línea https://www.persee.fr/doc/ameri_0982-9237_1992_num_9_1_1047 (visitado 13/05/2023)

Aviso
La sesión se realizará por videoconferencia. Quienes quieran participar pueden enviarnos un mail con el asunto SPET 154.

martes, 23 de mayo de 2023

"Una historia de la lectura, en Borges: el Babilónico propone ese camino y recrea una biblioteca"

La aparición de Borges babilónico, una obra colectiva ideada por el crítico e investigador argentino Jorge Schwartz, recientemente publicada por el Fondo de Cultura Económica, es uno de los acontecimientos literarios del año, superando largamente la noticia de la publicación de todas las novelas de las sufridas novelistas argentinas de moda, coman o no tierra. Magdalena Cámpora,[1] una de las participantes del proyecto, escribió el texto que sigue a continuación y que publicó el pasado 19 de mayo, el newsletter Lecturas del Fondo,

El libro del lector

Como este proyecto lo ideó, lo trabajó, lo maternó Jorge Schwartz (este Borges babilónico que él suele designar por sus iniciales: el b.b.) o también: porque este libro de algún modo encarna cierta idea de la creatividad y la imaginación críticas, esto es, tener ideas y decirlas con poesía, y eso aparece ya en la primera entrada de la enciclopedia, que es “1910 el año del cometa y del Centenario”, por esas razones, entre otras posibles, quisiera empezar con dos citas de Jorge. La primera es del prólogo de la edición brasileña, donde recuerda que “la historia del Borges babilónico comenzó hace muchos años como ejercicio de lectura”. La segunda viene del prólogo de la edición argentina: "Para ser fiel al espíritu borgeano, recomendamos que el Borges babilónico, además de obra de consulta, sea también de lectura. Será una fuente continua de sorpresas; por ejemplo leer a Stevenson entre Joseph Von Sternberg y Snorri Sturluson responde a una lógica de 'buena vecindad' de la biblioteca de Aby Warburg. También aconseja “perderse entre las páginas, abandonar, volver a intentarlo, no preocuparse por seguir un orden preestablecido, releer”.

Quería empezar con esas citas que hablan de la lectura porque parte de la belleza de este libro, en sus dos versiones, es que hace de la lectura un proyecto vital y además reduplica, en los lectores de Borges, un modo de leer de Borges. ¿Cómo olvidar que estamos ante una enciclopedia sobre un autor que hizo de la lectura de enciclopedias una práctica, un goce y una fuente de escritura? ¿Y cómo no ver en esta enciclopedia babilónica las enciclopedias que Borges leía: la Britannica de 1911, la Montaner y Simón de 1912? Aún queda por estudiar esa onceava edición de la Enciclopaedia Britannica que perteneció a Borges, y que ahora duerme como el puñal su sueño de tigre, en un departamento de la calle Rodríguez Peña. A la espera de poder abrir esos tomos, sí podemos unir estas más de mil entradas del Babilónico con el hecho central de la vida de Borges, que fue leer.

Se sabe, lo contaba él mismo: era el niño en la biblioteca, el adulto que más leía (por deseo, trabajo, cantidad), el ciego que no pudo seguir leyendo. La lectura quizá sea la peripecia más dramática y eficaz en la vida de Jorge Luis Borges.

Y su singularidad como lector, tal como lo muestran tantas páginas de la enciclopedia, es que sabemos qué leía, a quién, e incluso cuándo. Existe un registro casi semanal de sus lecturas, mediado por el trabajo. Los ensayos, las reseñas, las biografías sintéticas en El Hogar, Sur y otras publicaciones dan cuenta de sus lecturas; el diario de Bioy consigna lo que están leyendo; los cuadernos y manuscritos (como hemos visto recientemente en los trabajos de Daniel Balderston) también registran las publicaciones que tenía entre las manos. Muchas de las entradas del Babilónico se tejen a partir de esos registros: en este sentido, para los hacedores de enciclopedias, así como para los historiadores de la lectura, Borges es un deseo cumplido, un sueño realizado.

Y lo es, porque se veía obligado a ganar dinero por medio de la lectura. A diferencia de otros letrados de su círculo cercano (Bioy Casares, Silvina y Victoria Ocampo, María Rosa Oliver), Borges no era un rentista y debía buscar un sueldo. Los treinta años previos al reconocimiento internacional en los años sesenta y a la ceguera física que le impidió, a partir de 1955, la lectura directa, estuvieron marcados por un trabajo específico, que consistía en leer para escribir.

“Me abruman las tareas”, le escribe a Estela Canto a fines de 1944, “un prólogo para las Novelas ejemplares, otro para el Paradise Lost, otro para un libro de Emerson, […] la lectura (nominal) de cuatro volúmenes para el Premio Nacional de Filosofía, la de otras tantas piezas de teatro para un certamen, la innumerable redacción de solapas, noticias y contratapas”.

Esa relación con los libros tampoco es ajena a los sucesos culturales de su tiempo, en particular a los procesos de democratización de la lectura y a las nuevas formas de consumo del libro, que también incluían las enciclopedias. En el Ensayo autobiográfico, Borges recuerda cómo leía La divina comedia en el tranvía de la línea 76, donde viajaba para ir y venir del trabajo en la Biblioteca Miguel Cané, en un trayecto que le tomaba “un par de horas diarias” entre Almagro y el centro. Ahí, leía, solo, en medio de otros, que no sabían quién era.

En realidad el acceso de Borges a los libros en esos tiempos no era distinto del de cualquier lector culto, de pocos ingresos económicos, proveniente de las capas medias en la Argentina de la modernización. Aparecen entonces los títulos, los autores, las ediciones analizadas en el Babilónico. Libros de Garnier Hermanos publicados en castellano en Europa (como su edición infantil del Quijote), enciclopedias y bibliotecas de clásicos (por ejemplo Clásicos Jackson y la enciclopedia Jackson, donde colaboró), los veinticinco tomos del diccionario hispanoamericano de Montaner y Simón, los veintinueve de la Britannica, las ediciones inglesas de bolsillo de Everyman’s Library, manuales, introducciones a disciplinas, textos y autores: esos también eran los libros a los que accedía Borges, que leía sentado en el piso de las librerías inglesas, en Mitchell’s, sobre Cangallo (hoy calle Perón); en Mackern, sobre Reconquista, “donde era conocido y se le permitía revolver todo lo que quisiera” sin comprar, como contó Estela Canto.

Una historia de la lectura, en Borges: el Babilónico propone ese camino y recrea una biblioteca, y de ese modo integra poderosamente la última etapa de la crítica borgeana, que se abre con la ampliación del perímetro de la obra tras la muerte de Borges en 1986, cuando se publican –y ese fue un trabajo de María Kodama– aquellos escritos, en general tempranos, que Borges había descartado en vida: los tres primeros libros de ensayos, los “textos recobrados”, gran parte de los trabajos en la prensa (por ejemplo: la Revista Multicolor de los Sábados, Los Anales de Buenos Aires sobre los que trabajó Annick Louis). Los nuevos registros de lectura, que ya no dependían de la obra editada y curada por él, revelaron vínculos desconocidos que nutrían la escritura. Las entradas del Borges Babilónico analizan sagazmente esas afinidades electivas y usos estratégicos de los textos, las ideas y los libros.

El estudio de Borges lector se consolida en 2010, desde la Biblioteca Nacional, con la publicación del catálogo razonado Borges, libros y lecturas a cargo de Laura Rosato y Germán Álvarez. Ese archivo releva la biblioteca personal que Borges donó a la BN en su paso como director (1955-1973) y consta de unas quinientas entradas de libros anotados. A la luz de esa biblioteca de trabajo, y también del estudio (que está en curso) de los cuadernos, las conferencias, las clases, los manuscritos, otros libros en otras bibliotecas, se comprueba hasta qué punto la lectura es en Borges un continente sumergido, un proceso cognitivo que sigue trabajando la escritura desde la ausencia, como en aquel texto de El hacedor donde el cautivo seguía “trabajado por el desierto”. De ahí que Borges babilónico muestre una y otra vez su mano convirtiendo lo leído en texto escrito.

Michel de Certeau describió al lector como un viajero y a la lectura como un espacio fuera del texto, donde la imaginación y el pensamiento se alejan de la página para armar el propio goce. El libro de Jorge, en la voz de sus colaboradores, muestra esa magia que toma de aquí y de allá, iluminando “coexistencias maravillosas”, como decía Paul Valéry. Propongo empezar con la letra Y, constituida por las entradas Yacaré, Yacimientos del Chubut, Yeats, Yrigoyen.



[1] Investigadora independiente del CONICET, profesora titular de Literatura francesa en la Universidad Católica Argentina y en la Universidad del Salvador y doctora en Literatura comparada por la Universidad de la Sorbonne (Paris IV). Actualmente investiga las transformaciones editoriales, la historia de la lectura y los usos ideológicos de la literatura francesa en la Argentina del siglo XX, así como las relaciones entre Borges, el francés y la literatura francesa.

lunes, 22 de mayo de 2023

"Los que no vivimos entre nosotros somos nosotros"

Hacía rato que extrañábamos la pluma de Marietta Gargatagli. Pero, como se leerá a continuación, hemos sido recompensados con el siguiente artículo que trata de la inteligencia artificial, el texto de la "nueva" novela de García Márquez y vaya uno a saber qué otras cosas más.


La máquina que traducirá En agosto nos vemos de García Márquez

1

Siempre imaginé a las máquinas de traducir enlosadas en blanco y con bordes redondeados como las heladeras Siam. Ahora que las máquinas existen (y traducen fetén) la imagen desapareció como la diosa Tara cuando los monjes del templo budista corrigen la traducción errónea del texto que convocaba su presencia.

Octavio Paz (que contó la preciosa historia anterior) fue uno de los que pensaba que la traducción se parece a la creación poética sólo que se despliega en sentido inverso. Un pensamiento que siempre me pareció como si pasara un hada. Leído ahora que terriblemente abolido queda todo eso. No me refiero a que una máquina de verdad traduzca, me refiero al sentido final de que una máquina sea capaz de hacerlo para quienes recordamos todavía la manija del mimeógrafo en la noche cerrada del pasado. Parece que los abolidos somos nosotros. Los que tenemos recuerdos.

2

 En estos días raros, los diarios de España comunicaron la aparición de una “nueva” novela de Gabriel García Márquez. El capítulo reproducido se lee pensando que se trata de uno de los experimentos sobre Inteligencia Artificial de ahora y que en un instante va a aparecer alguien gritando ¡Sorpresa! y nos revelará la verdad. 

Pasaron los días y nada pasó. Por el contrario, continúan los artículos que anuncian la llegada de En agosto nos vemos, el “inédito” de García Márquez.

Diré mi opinión. El anticipo de la novela que se conoció no tiene la cadencia de la prosa de García Márquez, se repiten palabras (en el segundo párrafo hay un libro “intenso”, en el tercero unos labios “intensos”), aparece un uso de los pronombres personales que no corresponde al castellano de América Latina (Drácula “le” había fascinado desde el principio” [a ella]), hay comas mal puestas, y sobre todo, siempre hay un sobretodo que lo envuelve todo: la historia repite un cuento de un escritor argentino de hace más de sesenta años. Dalmiro Sáenz.

Según leí después García Márquez lo publicó como cuento que, formalmente, es lo que parece. Y también leí que el final de lo que parece un cuento y es el final del cuento de Dalmiro Sáenzes también el final de todos los capítulos de la novela que, a lo mejor, naciódel cuento que sigue pareciendo un cuento.

3

 El libro de Dalmiro Sáenz, Setenta veces siete, apareció en 1956 y quedó registrado en mi cabeza como una auténtica rareza porque fue la única vez que en mi casa no me dejaron leer un libro. Mis padres lo leyeron, lo comentaron, lo escondieron y, como nunca escondían nada, lo encontré enseguida. El cuento de la muchacha (ahora en GGM) que después de una noche que ella cree romántica encuentra unos sucios billetes sobre la mesita de luz porque el hombre que la acompaña cree otra cosa, no era el más escabroso. Había otro donde una mujer tiraba al marido y al amante a un pozo en la Patagonia después de sufrir mil vejaciones que impresionaba mucho más y Leopoldo Torre Nilson llevó al cine con Isabel Sarli como protagonista.

4

Según la prensa mexicana, la novela “póstuma” fue descubierta por el escritor colombiano Gustavo Arango en el Archivo Gabriel García Márquez del Harry Ransom Center de la Universidad de Texas, enun conjunto de cartas, manuscritos, documentos y fotografías comprados en 2014 a la familia de García Márquez. El manuscrito de la novela inédita incluía al final (o al principio) un informe de lectura muy desfavorable de la agencia de Carmen Balcells que describía la obra como un “cuento repetitivo y alargado” (lo que según el capítulo que leí estaría resultando muy cierto).

El hallazgo del informe de lectura parece “un pormenor de larga duración” como lo llamó Borges (algo pasó “en una tarde lluviosa”, ¿quién va a dudar de lo que pasa en las tardes lluviosas?) y resulta una prueba inapelable (aunque hay muchos que quieren apelar) que la novela existía antes de la Inteligencia Artificial.

Random House tiene los derechos de la novela para todo el mundo y se publicará de manera simultánea en todo el mundo, salvo en México donde (creo) lo hará Diana. Superado el estremecimiento de que alguien tenga los derechos de algo para todo el mundo, viene imaginar a las heladeras Siam batallando con la legibilidad de la novela en todos los idiomas del mundo.

5

Hice una prueba con el traductor de Google que juzgo muy competente y el resultado a continuación. Una traducción fetén. No digan que no. Los errorcitos, bueno, con un humano basta para corregirlos. El resultado es el previsto: frente a una prosa aplanada las máquinas de traducir no se equivocan demasiado. La literatura fordista ya vive entre nosotros. Los que no vivimos entre nosotros somos nosotros.

“En la cumbre de la colina estaba el cementerio triste de los pobres. Empujó sin esfuerzo el portón oxidado, y entró con el ramo de flores en el sendero de túmulos tragados por la maleza, con escombros de ataúdes y saldos de huesos calcinados por el sol. Las tumbas parecían iguales en el cementerio desamparado con una ceiba de grandes ramas en el centro. Las piedras afiladas hacían daño aun a través de las suelas de caucho recalentado, y el sol duro se filtraba por el raso de la sombrilla. Una iguana surgió de los matorrales, se detuvo en seco frente a ella, la miró un instante y escapó en estampida.” (GGM[1])

In cima alla collina c'era il triste cimitero dei poveri. Spinse senzas forzó il cancello arrugginito, e dentrò con il mazzo di fiori nel sentiero di tumuli inghiottitidalsottobosco, con macerie di bare e resti di ossa calcinate dal sole. Le tombe sembravano le stesse nel cimitero abbandonato con un albero di ceiba dai grandi rami al centro. Le pietre aguzze facevano male anche attraverso le suole di gomma surriscaldate e il sole cocente filtrava attraverso il raso dell'ombrello. Un'iguana è emersa dai cespugli, si è fermata davanti a lei, l'haguardata per un momento e si è allontanata.” (Google)

Au sommet de la colline se trouvait le triste cimetière des pauvres. Sans effort, elle poussa le portail rouillé, et s'engagea avec le bouquet de fleurs dans l'allée de monticules engloutis par les broussailles, avec des décombres de cercueils et des restes d'ossements calcinés par le soleil. Les tombes se ressemblaient dans le cimetière abandonné avec un arbre ceiba à grosses branches au centre. Les pierres pointues faisaient mal même à travers les semelles en caoutchouc surchauffées, et le soleil dur filtrait à travers le satin du parapluie. Un iguane sortit des buissons, s'arrêta net devant elle, la regarda un instant et s'enfuit.(Google)

At the top of the hill was the sad cemetery of the poor. Effortlessly she pushed open the rusty gate, and entered with the bouquet of flowers into the path of mounds swallowed by the undergrowth, with rubble from coffins and balances of sun-baked bones. The tombs looked the same in the abandoned cemetery with a large-branched ceiba tree in the center. The sharp stones hurt even through the overheated rubber soles, and the harsh sun filtered through the satin of the umbrella. An iguana emerged from the bushes, stopped short in front of her, looked at her for a moment, and stampeded away.” (Google)



[1] Publicado en La Vanguardia, Barcelona, 28 de abril de 2023.