jueves, 13 de febrero de 2025

"Ningún grupo puede 'decidir' modificaciones lingüísticas ni tratar de imponerlas a todos los demás por cuestiones ideológicas"

El pasado 16 de enero, la revista
Ñ, del diario Clarín, publicó una entrevista de Débora Campos con Alicia María Zorilla, presidente de lla Academia Argentina de Letras, a propósito de una denuncia judicial que le ordenaba a la RAE y a la AAL eliminar una acepción ofensiva de la palabra "judío" en sus diccionarios.


“¡Nadie ‘manda’ cómo se usan las palabras!”

Las preguntas de Ñ encontraron a Alicia María Zorrilla participando en Ecuador del XVII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), una red que ella conoce muy bien porque es presidenta de la Academia Argentina de Letras e integrante de otras.

Doctora en Letras por la Universidad del Salvador; licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid; académica correspondiente por las academias Chilena y Norteamericana de la Lengua Española, Zorrilla es autora de obras literarias y lingüísticas especializada, pero además de dos libros que no dejan de ganar fans: ¡¿Por las dudas…?! y Sueltos de lengua (ambos de Libros del Zorzal) en los que socializa una característica que le conocen bien sus alumnos: un sentido del humor punzante e inteligente.

–A fines de septiembre, la justicia argentina ordenó suprimir del diccionario de la Real Academia Española (RAE) un significado ofensivo de la palabra "judío", a pedido de la Fundación Congreso Judío Mundial y la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). Lleva usted décadas trabajando con, sobre y en el idioma: ¿sirve de algo prohibir palabras, usos, significados?
–Si el uso es real y se halla dentro del sistema gramatical, es decir, si no lo altera, no son válidas las prohibiciones. Respecto de la palabra “judío”, la quinta acepción que aparece en el Diccionario de la lengua española puede caberle a cualquier persona de cualquier etnia. El Diccionario aclara muy bien lo siguiente: “usado como ofensivo o discriminatorio”, es decir, acepta la realidad de su empleo, pero eso no significa que lo favorezca ni que lo considere correcto.

–La denuncia señala la existencia de un uso discriminatorio o incluso ofensivo del sentido de esa palabra y adjudica a la RAE y a la AAL la responsabilidad de "incitar al odio contra la colectividad judía a través de la acepción discriminatoria del término". ¿Qué opinión le merece este razonamiento?
–Ni la Real Academia Española ni la Academia Argentina de Letras incitan al odio contra la colectividad judía. ¿Quién nos juzga así con tanta ligereza? De hecho, tenemos académicos judíos, y todos nos respetamos mucho y nos ayudamos y nos enriquecemos mutuamente con el contenido de nuestras especialidades. Antes de hablar sin fundamento, debe saberse qué es una Academia. El uso antiético de la palabra “judío” como insulto es reprobado por todas las Academias de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Y somos 23.

–Las academias de la lengua, la AAL o la RAE por caso, son percibidas como la autoridad en materia del idioma, las que mandan cómo se usa. ¿Es correcta esta mirada, es eso lo que hacen estas instituciones?
–La labor de las Academias se centra en estudiar y analizar los usos lingüísticos de cada uno de los países de habla hispana y en contemplar circunstanciadamente las dudas lingüísticas que los hablantes les comunican. Esta es una rica fuente para entender las necesidades de los que hablan y escriben en español. Ante los requerimientos de los consultantes, las Academias brindan una orientación, una guía normativa, sin exigirles nada. Tienen la obligación de responder, por ejemplo, cómo se usa el gerundio en un texto; qué preposiciones deben acompañar al verbo vincular; cómo se construyen las oraciones condicionales; por qué hay que evitar la rima entre palabras en los textos en prosa. ¡Nadie “manda” cómo se usan las palabras! Si esto fuera cierto, habría muerto la libertad de expresión, pero ser libre no significa decir lo que uno quiere en detrimento de la buena comunicación, que implica entender y ser entendido.

–¿Qué actitud tomó la Academia Argentina de Letras ante este requerimiento judicial que también le fue enviado?
–La Academia Argentina de Letras no recibió ningún requerimiento judicial. Como Presidenta de la Corporación, puedo asegurarlo.

–Esta pregunta es de doble vía: ¿cambia el idioma porque un grupo decida modificar o prohibir alguna de sus manifestaciones? y en sentido contrario: ¿cambia una sociedad si se subvierten algunas de las normas del idioma?
–En primer lugar, ningún grupo puede “decidir” modificaciones lingüísticas ni tratar de imponerlas a todos los demás por cuestiones ideológicas. “Imponer” es, etimológicamente, ‘poner encima’, un acto de falta de altruismo y hasta de soberbia. En segundo lugar, si esto sucede, se altera el sistema gramatical del idioma y se opaca la transparencia de la comunicación, que significa ser visibles, claros y accesibles a través de las palabras. ¿Por qué decir Nosotres, Lucía, Javier, Manuela y Luis, les amigues de Paula, le daremes pronte una sorpresa, con errores gravísimos en la forma verbal (*daremes por daremos) y en el adverbio, que siempre es invariable (*pronte por pronto), en lugar de Nosotros, Lucía, Javier, Manuela y Luis, los amigos de Paula, le daremos pronto una sorpresa? Ante una oración como esta, ¿quién puede afirmar que nosotros o amigos se refieren solo al sexo masculino? El masculino genérico o gramatical contiene a todos los humanos cualquiera sea su sexo. El uso de la lengua requiere, pues, reflexión y estudio para que cualquier diálogo sea posible y enriquecedor. Leamos y digamos la vida con generosidad y nobleza. La sociedad no cambia si se transgreden algunas normas del idioma. Lo padecemos todos los días cuando escuchamos los errores lingüísticos que se cometen por amor a la ignorancia. La sociedad sigue viviendo como puede, pero debemos reconocer que es otra, cuando sus hablantes se entienden, comprenden las opiniones de los otros aunque no las compartan. Nuestra sociedad necesita preservar la lengua española como un valioso bien, pues expresa quiénes somos y qué valores poseemos y defendemos.

–Es hermosa la idea de una lengua que nos expresa, pero al mismo tiempo tal vez sea un poco compleja: ¿en qué sentido el idioma que usamos nos expresa?
–La lengua que hablamos nos expresa cuando elegimos cuidadosamente o no las palabras para transmitir nuestros pensamientos. Cada persona es lo que comunica y cómo lo comunica. A veces, los vocablos suenan como latigazos, ya que hieren y hasta desgarran el alma; otras, acarician, abrazan, no porque elogian, sino porque sentimos que, con ellos, nos llega el respeto de quienes los recibimos, la corrección fraterna, la felicidad del afecto tan necesario en estos tiempos en que cuesta tanto acercar a los demás la paz con una sonrisa.

miércoles, 12 de febrero de 2025

Un traductor bengalí y el México profundo

El pasado 22 de enero, sin firma, el diario El Universal, de México, publicó una nota sobre la labor de Anisuz Zaman, traductor bengalí afincado en ese país.


Anisuz Zaman, el traductor fascinado por Etzatlán

México, y particularmente Etzatlán, Jalisco, el pueblo minero al que llegó el escritor y traductor bengalí Anisuz Zaman, le dio no solamente la atmósfera y los elementos para conocer "desde adentro" los temas que Gabriel García Márquez relata en Cien años de soledad y llegar a traducirlo al bangla, su lengua natal; sino también le dio el territorio y los fantasmas que logró percibir al hacer la traducción de Pedro Páramo, también al bangla.

Desde hace casi 25 años, Zaman se ha dedicado a la traducción literaria y así lo ha hecho también con obras de otros escritores como Ángeles Mastretta, Alfonso Reyes, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier y Adolfo Bioy Casares. Actualmente trabaja en la traducción de un libro de Carlos Fuentes y un libro de cuentos de escritores mexicanos contemporáneos, y adelanta que quisiera llevar al bangla un libro con correspondencia de Elena Garro y una novela de Geney Beltrán.

"Yo traduzco, únicamente la literatura que me llama atención", afirma en entrevista el traductor, músico y escritor nacido en 1962. Asegura que, de Juan Rulfo, además de Pedro Páramo, ha traducido varios de sus cuentos, pero sólo están publicado en diferentes revistas, no los ha reunidos en un libro.

Anisuz Zaman acaba de hacer para Ediciones del Lirio la traducción de Pescador del río Padma, escrita por el narrador bengalí Manik Bandyopadhyay, en 1936, y que es considerada la novela mito de Bangladesh, y que es traducida por primera vez al español.

"El pescador de Padma, es el Cien años de soledad bangla, escrito 39 años antes de la novela de García Márquez. Quiero decir que, así como Gabriel García Márquez está creando un pueblo nuevo, un mundo nuevo, Macondo, y está hablando de igualdad, esa historia también guía a Pescador de Padma", señala Anisuz Zaman.

Sin embargo, su proyecto más reciente y quizás más arriesgado es "la escritura de su primera novela Princesa negra de dos estambres, una trama situada en el México posrevolucionarios, que se inspira en Etzatlán, Jalisco, pero que también habla de la guerra Cristera, de migraciones y por supuesto de una historia de amor.

"Alguien dijo alguna vez que ninguna autobiografía es pura, siempre es una ficción y todas las ficciones son una autobiografía, pero además yo no creo que haya ficción pura, la manera de pensar y escribir es distinta, pero los temas están ahí y los han escrito otros y los seguirán escribiendo. Creo que hay muchas experiencias, la mayoría están escritas de una diferente manera o de la manera que me gustaría ver o la manera que yo me imagino y persigo", asegura el narrador.

Reconoce que esta es una micro historia que muestra una historia macro. "Aunque Princesa negra de dos estambres está sucediendo en un pequeño pueblo de Jalisco, Etzatlán, un pueblo minero, en realidad esa historia de amor y de lucha y de libertad representa todo el mundo. Cien años de soledad es muy popular porque cada lector se puede encontrar en esa historia", afirma.

También señala que como antes que escritor fue y es traductor, es seguro que tiene influencias de muchos escritores. "Yo primero empecé a traducir entonces debo de tener muchas influencias de Gabriel Márquez, de Jorge Luis Borges, de Juan Carlos Onetti, de todos ellos debo de tener influencia, aunque uno trata de buscar su propia línea, pero inconscientemente no dudo que es tal la fuerza de la literatura de esos escritores, que pude haberme visto influenciado".

Igual, agrega, que claramente Gabriel García Márquez, claramente decía que él se sentía influido por Faulkner y por Juan Rulfo, de tal forma que Princesa negra de dos estambres tiene elementos muy rulfianos y una historia absolutamente del campo mexicano.

"Yo traté de contar una trama sin meter mucho mis emociones o ideas políticas o religiosas, pero seguro están allí, porque debo decir que, aunque tengo a Bangladesh como mi patria, México es mi país, yo llegué cuando tenía 22 años de edad, hace 40 años que México me adoptó y me siento mexicano".

martes, 11 de febrero de 2025

Nueva versión argentina de un clásico de Marx

El pasado 19 de enero, Fernando Bogado publicó en el diario Página 12, una breve entrevista con Miguel Vedda, especialista en literatura alemana, marxismo y traductor, a propósito de su nueva versión del clásico de Karl Marx. En la bajada se lee lo siguiente: "Compuesto entre diciembre de 1851 y marzo de 1852, El 18 brumario de Luis Bonaparte -célebre por su concepción de que la Historia se repite como farsa-ocupa un lugar central entre los escritos de Karl Marx. Observador privilegiado de la reacción conservadora a la ola revolucionaria en Europa de 1848, Marx convirtió a este libro ágil, "literario" y periodístico en un auténtico laboratorio de historia, filosofía y lo que finalmente terminaría siendo el corazón de su aporte al conocimiento: la crítica de la economía política. Ediciones Colihue presenta una nueva edición de El 18 brumario de Luis Bonaparte con traducción íntegramente renovada, y una introducción, edición y apéndices a cargo del especialista Miguel Vedda."

El 18 brumario de Luis Bonaparte en nueva traducción y edición renovada

La cita heroica de José de San Martín, esa que hoy se pierde en los aniversarios obligados hasta vaciarse un poco de sustancia, tiene, como todo, su contenido de verdad y su momento de falsedad, su virtud y su riesgo, su tragedia y su farsa. “En defensa de la Patria todo es lícito menos dejarla perecer”, una consigna atribuida al libertador de Perú y Chile, al héroe argentino que cruzó los Andes. El dicho, de fuentes difusas, ensalza los valores del amor a la patria. Sin embargo, estos tiempos aciagos realzan los usos un tanto más sombríos de estas palabras. El 6 de enero de 2021, durante la toma del Capitolio promovida por Donald Trump, lo que podía verse en pantalla corriendo por los mármoles de la democracia norteamericana eran miembros de sectores sociales nombrados despectivamente con el término white trash o hasta redneck, personas vinculadas a lo rural o a trabajos esporádicos, gente cuyo mundo laboral está sujeto a la eventualidad de lo agrícola o de los empleos temporales en tímidos centros urbanos. Ese mismo sector de la sociedad casi concretó un intento de (auto)golpe de Estado promovido por el recientemente elegido presidente de USA. Y la idea detrás del acto es la misma de la supuesta frase de San Martín: “hay que defender la Patria”. En esa defensa, todo estaría habilitado, hasta ir en contra de sus principios fundantes. Matar la democracia es necesario para defender la democracia. Esa paradoja está en el centro de la política occidental, una pieza teatral ejecutada constantemente en diversos escenarios: uno de ellos, la Francia de mitad del siglo XIX. Y es en el marco de esa ejecución donde Karl Marx escribió su mejor libro de análisis histórico, en donde la prosa satírica y el alegre mosaico de cada frase responde a las particularidades del objeto, uno absurdo, tristemente hilarante: el Segundo Imperio de Napoleón III, inaugurado por un autogolpe de Estado exitoso en las postrimerías de 1851. El dieciocho brumario de Luis Bonaparte puede ahora ser visitado en una nueva traducción íntegra, con una robusta introducción y un apéndice compuesto por comentarios críticos que van de Herbert Marcuse a José Paulo Netto, pasando por Milcíades Peña y Horacio González, todo a cargo de Miguel Vedda, profesor de la UBA y especialista en literatura alemana y marxismo. Dos condiciones inmejorables para pensar la tensa relación dialéctica entre forma y contenido, entre apariencia y verdad histórica, tanto en el siglo XIX como en nuestro difícil ahora.

El dieciocho brumario fue compuesto entre diciembre de 1851 y marzo de 1852 para el semanario Die Revolution, editado en New York por Joseph Weydemeyer. En la propia biografía de Marx, estamos en tiempos tumultuosos: en 1849 fue expulsado de Alemania para ya radicarse hasta el fin de sus días en Inglaterra; su hija, Franciska Marx, nacida en 1851, moriría en el mismo 1852. Sumado a esto, el período que se abre en 1852 y se cierra en 1862 sería el más fuertemente vinculado al periodismo en la vida del alemán, camino que se resignifica por las producciones de mayor desarrollo de la década del 60, que incluye la aparición del primer volumen de El capital. ¿Hay un Marx “periodista” que se opone al filósofo del último tramo de su vida? “Las distinciones entre, digamos, un Marx ‘filósofo’, otro ‘periodista’, otro ‘historiador’ pueden ser, en ciertos contextos, operativamente válidas, pero en todos los casos resultan relativas”, argumenta Vedda, retomando uno de los principales puntos de discusión en la introducción de este nuevo libro de Colihue Clásica. “Marcar las diferencias entre esas versiones de Marx puede llegar a resultar menos productivo que trabajar sobre sus conexiones. Esto sirve para entender cómo se vincula El dieciocho brumario con obras de Marx pertenecientes a otros géneros o a otras ‘disciplinas’. Esta tarea es sumamente necesaria y actual; ante todo porque algunas lecturas surgidas en las últimas décadas han insistido en contraponer la sutileza y ‘flexibilidad’ de El dieciocho brumario con otros textos de Marx entendidos como ‘rígidos’ y, ante todo, como deterministas y mecanicistas. La estrategia habitual -que no derrocha erudición ni ingenio- es enfrentar El dieciocho brumario con el Manifiesto comunista y, sobre todo, con la ‘Introducción’ de 1859. A mi modo de ver, sería mucho más productivo poner a El dieciocho brumario, el más importante de los ensayos históricos de Marx, en relación con lo que constituye el núcleo teórico y crítico más importante de la obra de este: la crítica de la economía política, tal como aparece desarrollada ante todo en los Grundrisse y en El capital”. Si hay un valor en este recorrido es, sin dudas, resaltar la faceta dialéctica y nunca dogmática del pensamiento marxista, algo que está mencionado y mostrado por el propio Marx, pero que luego sería resaltado en el siglo XX por pensadores como Antonio Gramsci, Theodor Adorno y José Carlos Mariátegui, entre muchos otros. La dialéctica, tal como lo enseñó Hegel, es tanto una metodología como la naturaleza efectiva de las cosas, un modo de pensar adecuado a lo demandante y escurridizo de la vida, mejor, de la historia en movimiento.

Toda farsa es política
“La categoría de bonapartismo ha tenido un desarrollo prolongado y productivo en la historia del pensamiento moderno”, destaca Vedda a la hora de pensar en los aportes a la terminología de las ciencias políticas llevados adelante por El dieciocho brumario. “Como suele suceder con términos de este tipo, ha ido adoptando características diversas en los diferentes autores. Trotski, Gramsci (pensemos en las reflexiones sobre el cesarismo), Benjamin, Kracauer, Milcíades Peña, entre otros, se apropiaron de ella de manera personal para interpretar sus respectivos presentes. En Marx, como también en algunos escritos de Engels, el bonapartismo designa una situación de equilibrio histórico entre las clases sociales antagónicas, en virtud de la cual el Estado crea la apariencia de situarse en una posición de relativa autonomía respecto de dichas clases. En virtud de esta estrategia, el Estado puede prestar sus servicios a la clase dominante presentando, al mismo tiempo, una apariencia de imparcialidad y contando incluso con el apoyo de un sector de las clases dominadas. Lo sugestivo es que, a través del tiempo, la categoría fue recuperada para entender realidades diferentes de la del Segundo Imperio, a la que había sido aplicada originariamente por Marx. En la medida en que el régimen de Napoleón III fue interpretado como una suerte de modelo originario para diversas dictaduras del siglo XX, la teoría del bonapartismo fue aprovechada para describir a estas. Esto sucedió, por ejemplo, a propósito del nazismo o del stalinismo”.

El escenario francés permite revitalizar la fuerza del concepto: luego de la revolución de febrero de 1848, en plena “Primavera de los Pueblos” europea, donde el mundo occidental se despertó del reflujo conservador de la Restauración, surge una nueva Asamblea Nacional con la intención de establecer una Segunda República, basada en una nueva Constitución. A finales de ese mismo año, asume como presidente el sobrino de Napoléon, Luis Napoleón Bonaparte. Marx, en el capítulo I, divide en tres la duración de esa esquiva Segunda República: “el período de febrero; luego, del 4 de mayo de 1848 hasta el 28 de mayo de 1849: el período de la constitución de la república, o de la Asamblea Nacional Constituyente; desde el 28 de mayo de 1849 hasta el 2 de diciembre de 1851: período de la república constitucional o de la Asamblea Nacional Legislativa”. Esos tres períodos de la Segunda República responden, precisamente, a una tensión histórica que marca un antes y un después en el siglo XIX: la asociación estratégica entre burgueses y proletarios en 1848 se quiebra en junio de ese mismo año cuando los intereses de ambas clases chocan abiertamente, algo que se vuelve evidente cuando los ideales de mayores libertades (laborales y, sobre todo, de opinión), por ejemplo, pasan de ser ideales liberales a peligrosas ideas socialistas desde el punto de vista de la burguesía. Luis Napoleón, líder carismático que se apoya en ciertas nociones de una Francia histórica, tradicionalista, de buenos franceses al servicio de la Patria, encuentra una rápida asociación con ciertos grupos tanto de la burguesía industrial como de la Francia rural y el lumpenproletariado, los que no tienen trabajo regular, los que viven al día y de lo que pueden, ahora transformado en brazo armado que responde al “Partido del Orden”, nombre de la unión entre los más conservadores y los burgueses asumidos como enemigos del proletariado francés. Los levantamientos de junio son fuertemente reprimidos, el presidente que responde a la Constitución burguesa asume con todo su carisma, pero pronto tomará como enemiga a la misma Asamblea que lo ungió, evidenciando un proceso dialéctico que luego volvería a encontrarse, por ejemplo, en el ascenso del nazismo: las condiciones de base del armado de una república liberal, extendidas en el tiempo, pueden convertirse en las mismas razones de su disolución. Y así pasó en 1851: Luis Napoleón hace un golpe de Estado a su propio gobierno para asegurar su permanencia y, de un sólo movimiento, cargarse también a la Asamblea Nacional, la cual había pasado de ser Constituyente a Legislativa. Los mecanismos de respuesta del Ejecutivo poco tienen que ver con la burocracia autoimpuesta del Legislativo, que sucumbe al ascenso del ahora autoproclamado Emperador, Napoleón III.

En El dieciocho brumario, Marx se convierte en cronista e intérprete de estos hechos con la rapidez y necesidad impuesta por la urgente realidad: allí, en las calles parisinas, encuentra claves que permiten entender la relación del Estado con la tan mentada lucha de clases. El Estado no es solamente representación de los intereses de la burguesía dominante: puede también convertirse en un elemento externo que parece ajeno a los hechos, y que desarrolla en paralelo, con la fanfarria correspondiente, la necesidad del establecimiento de un gobierno más rígido, un Imperio o una dictadura, que preserve las bases de la nación puestas en peligro por estas tensiones. Y que no es otra cosa que un ardid usado por un oportunista que se aprovecha del río revuelto. Con matices, la lectura de Marx ha sido invocada para pensar, por ejemplo, y para movernos de esta década, en las dos presidencias de George W. Bush, quien, al decir de Mark Fisher, pareció transformar sus dislates y tropiezos gubernamentales y hasta lingüísticos en carbón que alimentaba el fuego de su popularidad. “El nazifascismo ha puesto en evidencia que el poder de atracción de los liderazgos suele intensificarse cuando la autoestima de un pueblo se encuentra severamente dañada por reveses históricos”, señala Miguel Vedda, pensando en espejo, como tragedia, como farsa, el siglo XIX y nuestro apretado siglo XXI.

“Un elemento llamativo de la fase neoliberal del capitalismo es precisamente el surgimiento de figuras que, como Napoleón III, parecen más personajes de opereta o de farsa que líderes capaces de merecer un tratamiento serio. Como el sobrino de ‘Napoleón el grande’, toda una galería de ‘líderes’ de nuestro tiempo explotan consciente y ostensiblemente los aspectos ridículos de su personalidad o de su trayectoria de vida, y se apoyan en los medios de comunicación, en una espectacularización de la política y en herramientas de la industria cultural para despertar adhesiones”, concluye Vedda. La apelación a fake news y a una manipulación de la opinión pública orientada a que esta ya no consiga diferenciar claramente la verdad de la falsedad, e incluso ni siquiera tenga interés genuino en hacerlo, son recursos que se advierten ya en los aparatos de propaganda del Segundo Imperio. La reflexión de Marx y diversos marxistas sobre esta problemática tiene, a quién le cabe alguna duda, una indiscutible actualidad”.

lunes, 10 de febrero de 2025

"Donde se escucha la patria"

Mariano Martín Terdjman
es Licenciado en Letras por la UBA. Escritor y traductor, trabajó como guionista, docente y librero. En este breve artículo plantea una cuestión fundamental que, sin resolverse, ocupa a muchos traductores argentinos. 

La isla del voseo

1. En 1925 el nacionalista Borges dice ser el primer aventurero hispánico en desembarcar en las costas del Ulises, del nacionalista Joyce, comentándolo y traduciendo su última página para revista Proa. Traducción que llama “versión”, porque le interesa menos la trascripción literal de las palabras que la sonoridad y el uso extensivo del lenguaje coloquial. Allí aparece “el campo lindísimo” (the beatiful country), “soy loca de la flores” (I love flowers), “me importa un pito” (I would'nt give a snap of my two fingers), “a qué santos” (why why) y el resultado es una traducción localista ultimada con el uso del voseo rioplatense: “para vos brilla el sol” (the sun shines for you).

Ese joven nacionalista funda revistas y discute con España cuando se le atribuye a Madrid ser el meridiano y fundamento de la lengua que habla. Es el año 26, 27, con los nacionalismos en alza, y con Borges persiguiendo el habla de los argentinos. “Una incredulidá grandiosa,vehemente, puede ser nuestra hazaña”, así termina El tamaño de mi esperanza donde las palabras están recortadas así: ciudá, incredulidá, realidá. En El idioma de los argentinos, al notar las diferencias con España, dice: “un matiz de diferenciación sí hay; matiz que es lo bastante discreto para no entorpecer la circulación total del idioma y lo bastante nítido para que en él oigamos la patria”. El idioma de los argentinos y El tamaño de mi esperanza: libros jóvenes que después, cuando llega el momento de recopilar sus obras completas, decide no incluir.

2. “Traducir es un acto de elección continua, y elegir siempre supone sacrificar algo. Eso es incesante, la insatisfacción permanente del traductor es que está eligiendo algo a expensas de algo”. En un debate de los años ochenta sobre la versión de Borges del Ulises, Enrique Pezzoni, traductor, crítico y maestro de grandes maestros -leí por primera vez el final del monólogo de Molly con uno de sus discípulos, Daniel Link, en las aulas de la facultad de Filosofía y Letras- traduce la última página y reincorpora, en su propia versión, la que leímos en la cursada, las verdaderas palabras de Joyce: “la preciosa campiña”, “me encantan las flores”, “por qué por qué”, “no doy ni esto por toda su ciencia”, “el sol brilla para ti”. Y sobre el voseo dijo, aquella vez: “Cuando elegís el vos creás una inmediatez mucho mayor que el tú. Pero además, fatalmente estás trasladando un espacio a otro. En la situación de pacto de lectura traducción el tú funciona como una convención”. Y agregó: “Generalmente lo que hace el traductor es trabajar mucho con el registro de la lengua empleado, para que compense el tú y genere por otro lado la inmediatez”.

3. Entre los traductores argentinos no se usa el voseo o se usa poco. Borges nunca más lo utilizó. Siguió optando por la idea de “versión” para las traducciones y colando expresiones coloquiales, pero no necesitó el voseo. Incluso popularizó la idea de traducciones (versiones) que podían mejorar el texto original (versiones, también) y su traducción de Las palmeras salvajes, de Faulkner, significó para escritores hispanos algo más trascendente y revelador que The Wild Palms para sus colegas de habla inglesa.

En 2021 la editorial Godot publicó una nueva versión de Dublineses, el libro de cuentos de Joyce, traducido por Edgardo Scott. En el prólogo, Scott dice: “Pero la cuestión clave respecto de esta traducción fue afirmar una traducción plenamente del Río de la Plata”. “Era rubicundo y rollizo” en la traducción canónica de Cabrera Infante se convierte en: “Era macizo y rubión”. “Una noche, chico, que iba yo por Dame Street” se vuelve: “Una noche, amigo, yo iba por Dame Street”. “La gran vida, chico” es “Estuvo bien, amigo”. “Tú sabes que tú no me puedes andar con cuentos” es “Vos sabés que a mí no me engañás”. “¿A cómo la ración de chícharos?” es “¿Cuánto cuesta el plato de arvejas?” (todos ejemplos del cuento “Dos Galanes”, del libro)

Le escribí a Eduardo, que vive en París, con algunas preguntas, sobre el proceso y sobre su trabajo. “Fue una propuesta mía el libro”, me dijo. “Una traducción nunca podría ser demasiado argentina, siguió. Las traducciones de traductores argentinos -e incluso- de editoriales argentinas son argentinas”. Y también le pregunté por qué creía que casi por regla no usábamos el voseo. “La primera respuesta que se me ocurre es fácil, casi demagógica: un traductor -una traducción- que esté pensando en que ese texto sea recibido o mejor recibido más allá del Río de la Plata. Es divertido, casi ingenuo: como si en Hispanoamérica no supieran que voseamos…”.

4. Le consulté entonces a Laura Fólica, investigadora en estudios de traducción afincada en Barcelona sobre el problema de los localismos: “La creencia es que un español neutro, es decir libre de localismos, permitiría una circulación más rápida y extendida de los libros traducidos”, me dice. “Ahora bien, muchas veces no están tendidas las redes materiales de distribución de libros para que esto ocurra efectivamente”. “Incluso puede ocurrir, completa, lo contrario, que libros traducidos en una variedad específica, como es el caso de Anagrama -que privilegia la norma de Madrid- circulen por toda la región de latinoamericana, porque justamente la editorial sí que tiene establecidas redes locales”.

5. Borges nacionalista traduce todo, trae todo, incluso el nombre del escritor: JAIME Joyce, lo hace firmar. En el debate de la década del 80 sobre la traducción de la última página del Ulises se plantea la duda: “¿Uno quiere leer la literatura de otros países y leerla como distinta, o quiere encontrarse a sí mismo en el espejo hasta la eternidad?”.

6. La isla del voseo es chica en el amplio mar del idioma español. El español “neutro”, entidad inexistente que nadie respeta ni tiene reglas (o tiene dos reglas: que en las traducciones los españoles no traigan a Latinoamérica el vosotros y que los argentinos desistan del voseo) también es inevitable motivo de unión. Encontrar palabras que entiendan mexicanos, peruanos, chilenos, argentinos y españoles. Y después sorprenderse con los giros de cada lugar, con el idioma de cada pueblo. Que la marraqueta chilena sea el pan francés argentino, que el camote la batata y el bototo el borcego. Que salir de carrete sea irse de joda. Ese es el “matiz nítido” (¿el sonido limpio?) donde se escucha la patria

viernes, 7 de febrero de 2025

Otro negocio: Bolaño vuelto a traducir al inglés

El pasado 9 de enero, Pablo Retamal N., publicó en el diario La Tercera, de Chile, una nota referida a las nuevas traducciones de Roberto Bolaño al inglés. En su bajada se lee: "Desde el 2024, el sello editorial Picador está publicando la obra del escritor chileno en los Estados Unidos. En ese mercado, acaban de llegar en inglés los volúmenes Amuleto (1999), El gaucho insufrible (2003) y Monsieur Pain (1999). Se proyecta que sus dos obras cumbres -Los detectives salvajes y 2666- lleguen a librerías en los inviernos boreales de 2027 y 2028, respectivamente".

Distant Star: Roberto Bolaño y la nueva vida de sus libros en inglés

Hasta el año pasado, los libros de Roberto Bolaño en Estados Unidos se encontraban bajo el catálogo de Penguin Press. Sin embargo, en 2024 Mitzi Angel, presidenta y editora del grupo editorial Farrar, Straus & Giroux y sus sellos editoriales (que a su vez son parte del grupo editorial Macmillan, uno de los más grandes de ese país) adquirió los derechos para la edición impresa y electrónica en Norteamérica del escritor chileno a través de Sarah Chalfant, de la agencia Wylie (sí, la del polémico agente literario Andrew Wyle, conocido como “el Chacal”). Es por ello, que a contar del verano boreal del 2024, es el sello Picador el que comenzó a reeditar el catálogo de Bolaño en el país del tío Sam, en inglés.

“Es genial acercar a la gente el mundo de Bolaño, porque creo que una de las cosas que encuentro es que te vuelves adicto a él, sientes una especie de curiosidad interminable en relación con él -dijo Angel al sitio Publisher Weekly-. Sin duda, para cualquiera que esté fascinado por lo espeluznante de los libros y por su capacidad para escribir tan escalofriantemente bien sobre el mal, a mí me pareció que sus libros, a veces, eran bastante aterradores, de una manera que es muy poco común”.

En la primera entrega, el sello publicó los volúmenes Nocturno de Chile, The Return (que contiene en una sola edición los libros de cuentos Llamadas Telefónicas y Putas asesinas) y el inclasificable Amberes. Ahora, en este mes de enero es el turno de otros tres libros: Amuleto (1999), El gaucho insufrible (2003) y Monsieur Pain (1999).

Respecto al primero, responde a un ejercicio habitual en Roberto Bolaño: el diálogo con su propia literatura, la intertextualidad. Así como Estrella distante (1996) resultó ser un spin-off del último capítulo de La literatura nazi en América (1996), Amuleto (1999) lo fue de Los detectives salvajes (1998). En esta novela breve, leemos la historia de la poeta uruguaya Auxilio Lacouture, una mujer de alrededor de cuarenta años, alta, delgada y amante de la poesía y el teatro, quien se hace llamar a sí misma “la amiga de todos los mexicanos” pues conoce a todos los jóvenes poetas que pululan en el Café Quito, entre ellos Arturo Belano y Ulises Lima.En concreto, Auxilio relata una experiencia traumática. El 18 de septiembre de 1968, en el contexto del Movimiento de 1968 en México, el ejército invade la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México, apresando a todos sus funcionarios, académicos y estudiantes. Ella, rápida, se oculta en un baño de la Facultad de Filosofía y Letras, y permanece escondida durante trece días sin que nadie se percate de su presencia. En ese transcurrir reflexiona sobre su estancia en México, y lo que le espera al país en el futuro. Además, va recordando episodios de su propia vida.

Respecto a El gaucho insufrible, podemos comentar que se trató del primer libro póstumo de Bolaño, publicado poco después de su muerte en 2003. En rigor, es un libro mixto, pues en la primera parte hay cinco relatos, y en la segunda, dos conferencias: "Literatura + enfermedad = enfermedad" y "Los mitos de Chtulhu". Para algunos, no es su mejor obra, Jorge Volpi llegó a decir que este era uno de los libros “irregulares” del autor.

El caso de Monsieur Pain (1999) es especial. Fue la primera novela de Bolaño, publicada originalmente en 1984 con el título La senda de los elefantes, y fue financiada gracias al Premio Félix Urabayen del Ayuntamiento de Toledo. Por entonces, Bolaño era un escritor absolutamente desconocido y no tenía contrato con editoriales, por lo que participar en concursos literarios de provincias españolas era su modo de costearse no solo sus libros, sino su propia vida. Desde este libro comenzó a pensarse más como un narrador antes que un poeta. En 1999, ya trabajando con la casa catalana Anagrama, esta decidió reeditar el libro con el nuevo título de Monsieur Pain. Acá, recrea los últimos días del poeta peruano César Vallejo y cómo un médico alternativo -Pierre Pain- intenta salvar la vida del vate, quien se encuentra con fiebre y un hipo descontrolado.

El resto del catálogo de Bolaño, irá apareciendo en Estados Unidos a través del tiempo. Se espera que para el otoño boreal de este 2025 aparezcan un volumen de Relatos póstumos, La pista de hielo y Una novelita lumpen. Además, para los inviernos boreales de 2027 y 2028 están contempladas las publicaciones de Los detectives salvajes y 2666, respectivamente por el 20 aniversario de las primeras traducciones al inglés de esos títulos.

jueves, 6 de febrero de 2025

El paraguayo Augusto Roa Bastos en chino

La siguiente noticia, publicada sin firma en el diario Clarín, de Buenos Aires, el pasado 11 de enero, proviene de la agencia española EFE y se refiere a la publicación que el traductor Liang Qin realizó de la obra más importante de Augusto Roa Bastos




A 20 años de su muerte, traducen al chino Yo, el Supremo, del paraguayo Augusto Roa Bastos

La novela Yo, el Supremo (1974), del fallecido escritor Augusto Roa Bastos, fue traducida al idioma chino, anunció la fundación bautizada en honor a este paraguayo ganador del Premio Cervantes en 1989.

La Fundación Augusto Roa Bastos informó en su cuenta de X que su presidenta, Ana Martini, y su directora ejecutiva, Mirta Roa, "recibieron en la fecha una nueva edición al idioma chino de Yo el Supremo". La traducción de la obra estuvo a cargo del profesor Liang Qin.

"Pone de manifiesto, una vez más, la universalidad de la literatura paraguaya, en este caso de la mano de don Augusto Roa Bastos", destacó la institución en un hilo de publicaciones.

La Fundación celebró que, "de esta manera, los lectores chinos tendrán la posibilidad de acceder a la obra cumbre del escritor compatriota, que ha dejado un legado literario de primer orden en las letras universales".

Publicada en 1974, Yo, el Supremo es una reflexión sobre el poder basada en la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, conocido como el "dictador perpetuo" de Paraguay, donde gobernó desde 1816 hasta su muerte en 1840.

Nacido en Asunción el 13 de junio de 1917, Roa Bastos fue un narrador y periodista que huyó de su país natal en 1947, durante la dictadura del general Higinio Morínigo (1940-1948).

Tras el régimen de Morínigo, Roa Bastos siguió en el exilio por la dictadura de Alfredo Stroessner, quien se mantuvo en el poder entre 1954 y 1989, y a la cual combatió desde el extranjero.

20 años de su muerte
El escritor, una de las más importantes figuras de la literatura latinoamericana, murió en abril de 2005 en Asunción a los 87 años y como consecuencia de un infarto. Claro que su salud ya había tenido algunos episodios difíciles. En 1999 se le practicó un cuádruple by pass en la Clínica Favaloro de Buenos Aires, y en agosto de 2003, Fidel Castro –que había llegado a Paraguay para la asunción oficial del presidente Nicanor Duarte– personalmente lo llevó a La Habana para hacerlo atender de una fractura y realizarle un control cardiaco.

Roa Bastos vivió en el exilio más de 40 años, hasta la caída en Paraguay del dictador Alfredo Stroessner. Durante el mandato de facto, sólo se le permitió ingresar de visita en tres ocasiones.

Al ser expulsado de Paraguay se estableció en la Argentina, donde practicó diferentes oficios y publicó la mayor parte de su obra. Pero en 1976, con el golpe militar, se trasladó a Francia donde enseñó literatura y guarní en la universidad de Toulouse.

España también lo acogió y le dio su ciudadanía. Y lo laureó con el prestigioso Premio Cervantes por Yo, el Supremo, considerada por la crítica como una de las obras literarias más importantes producidas en Latinoamérica.

En ella retrata la vida del exdictador Gaspar Rodríguez de Francia, que gobernó Paraguay con mano dura durante 25 años, tras su independencia en 1811. Para el público, la obra fue un tácito retrato de Stroessner. Por ello la novela estuvo prohibida muchos años en Paraguay.

Más de veinte títulos, entre novelas, cuentos, obras de teatro y poesía, componen su obra, que fue traducida a 25 idiomas. Su muerte llegó le llegó en la vejez, cuando su pluma lo había convertido en uno de los grandes escritores latinoamericanos de este siglo.

miércoles, 5 de febrero de 2025

"La traducción literaria es una tarea en esencia artesanal, humana"

"Tres traductoras argentinas desmenuzan los retos de transformar versos en obras universales, explorando forma, ritmo y contexto." Eso dice la bajada de la nota de Celeste Sawczuk, publicada en InfoBAE, el pasado 10 de enero.

El arte de traducir poesía: cómo se interpreta uno de los géneros literarios más difíciles

Traducir es mucho más que trasladar palabras de un idioma a otro. Es una forma de creación, un acto de interpretación que exige un profundo conocimiento de la lengua, la cultura y el espíritu del texto original. Pero, entre los diversos géneros literarios, hay uno que plantea un desafío único: la poesía. ¿Cómo se traduce un poema sin traicionar su ritmo, su musicalidad, su sentido profundo y, al mismo tiempo, hacerlo vibrar en una lengua diferente? Para muchos, traducir poesía es uno de los ejercicios más complejos de la literatura.

En una entrevista exclusiva con Infobae, tres traductoras argentinas especializadas en poesía –Vanesa Fusco, Micaela Van Muylem y Eleonora González Capria– comparten sus experiencias en este delicado oficio. Desde cómo enfrentan las ambigüedades del lenguaje hasta los dilemas culturales que surgen al interpretar un poema, sus voces iluminan un trabajo que, aunque muchas veces invisible, es esencial para que la literatura viaje entre culturas y generaciones. Para Van Muylem, traducir poesía no es simplemente traducir palabras, es reescribir un universo para otro lector.

Para Fusco, este oficio no solo requiere conocimientos técnicos, sino también una sensibilidad única para captar los ritmos, la musicalidad y las múltiples capas de significado que habitan un poema. “Es un sinfín de cuestiones que se tienen en cuenta casi simultáneamente, y por eso muchas veces un poema de 100 palabras puede llevar el mismo tiempo que un capítulo de una novela”, añade.

Con estilos y trayectorias diversas, las tres traductoras revelan los procesos, los desafíos y las recompensas que implica dar nueva vida a las obras poéticas.

El arte de traducir poesía: un trabajo de precisión y pasión
Para Vanesa Fusco, traducir poesía es enfrentarse a un rompecabezas donde cada pieza debe encajar con precisión. “Lo primero que hago es leer el poema varias veces, en silencio y en voz alta, para escuchar la música y la sonoridad de las palabras”, describe Fusco, quien insiste en la importancia de captar el ritmo y las figuras retóricas del original. Si el poema tiene métrica y rima, su primer objetivo es mantener estos elementos siempre que sea posible, sin traicionar el sentido. Sin embargo, no duda en reconocer que, cuando el significado prima sobre la forma, termina optando por el verso libre: “Cuidando de todos modos la musicalidad del original”, añade.

Además, Fusco subraya que el contexto del poema y el público al que está dirigido son determinantes. Traducir un poema infantil, por ejemplo, requiere que la forma tenga prioridad, ya que “es la repetición de patrones, lo que permite que los adultos puedan leerlo en voz alta con un ritmo que los chicos sigan, o que los propios niños tengan una lectura más amena y predecible”.

Por otro lado, tanto Micaela Van Muylem como Eleonora González Capria coinciden en que traducir poesía no es simplemente encontrar equivalentes lingüísticos, sino también preservar las emociones y los universos del autor original. González Capria, que además de traducir, escribió el poemario Revientacaballos y es editora en la revista especializada en el género: Hablar de Poesía, lo resume con claridad: “No considero que la forma o el sonido sean una cáscara o un adorno. Tratar de trasladar ese trabajo de la forma y el sonido al idioma de destino es una de las tareas más arduas de la traducción de poesía”.

Las diferencias culturales y su impacto en la traducción
“La traducción es un constante tira y afloje entre el original y los lectores de la traducción”, señala Fusco, refiriéndose a las diferencias culturales y lingüísticas que inevitablemente surgen. Para ella, algunos elementos culturales específicos enriquecen la experiencia del lector, pero cuando estas diferencias entorpecen la comprensión, es necesario adaptarlos.

Un ejemplo claro de esto ocurrió cuando tradujo la novela en verso Treinta me habla de amor de Alessandra Narváez Varela, cuyo bilingüismo (inglés-español) era esencial en el texto original. “Tuve que resignificar ese recurso y decidir qué podía quedar en inglés sin que fuera un obstáculo para la lectura”, relata.

Por su parte, Van Muylem resalta que la traducción no solo es un acto de adaptación, sino también de aprendizaje continuo. “La poesía viaja rápido y fácilmente gracias a las plataformas digitales, y el intercambio entre culturas es mucho más fluido”, comenta. Desde su experiencia, Van Muylem compartió que, sin embargo, este diálogo constante entre lo propio y lo ajeno plantea dilemas únicos: ¿Qué se mantiene? ¿Qué se transforma? ¿Qué se pierde en el camino?

Desafíos únicos: traducir poesía infantil y experimental
En el caso de la poesía infantil y experimental, los retos se multiplican. Fusco confiesa que uno de los mayores desafíos es mantener tanto el sentido como la forma en poemas que, además, suelen estar ligados a ilustraciones inamovibles. En la entrevista con las traductoras, coincidieron que es “un rompecabezas” en el que todo debe encajar con naturalidad, y que es necesario prestarse a la lectura en voz alta para no generar incoherencias en el poema.

La poesía experimental, por otro lado, lleva la creatividad a límites aún más complejos. Van Muylem cuenta un caso específico mientras traducía a la poeta alemana Mara Genschel, cuyo poemario “Siete mujeres” incluía tachaduras y un número, “30.000”, que en Argentina remite inevitablemente a los desaparecidos. “Ese número iba a cambiar la lectura del poema en nuestro país, por lo que decidí consultarlo con la autora para no perder la intención original”, comparte. Este tipo de decisiones -señala- subrayan la importancia de trabajar en diálogo con los poetas cuando es posible.

El impacto de la traducción en la poesía y las culturas
“La traducción abre mundos”, afirma Fusco, recordando cómo esta práctica permite que lectores de una lengua accedan a la riqueza de otras culturas. “La poesía expresa emociones, sentires y experiencias que, aunque a veces parecen lejanas, pueden resultar sorprendentemente cercanas”, reflexiona. González Capria coincide, destacando que la traducción no solo conecta culturas, sino también épocas. “Hasta el día de hoy se siguen haciendo nuevas versiones de clásicos de hace siglos porque las traducciones evolucionan junto con las sociedades”, comenta Fusco.

En definitiva, las tres traductoras ven en su trabajo una labor universal que fomenta la comprensión y el intercambio cultural. Como dijo alguna vez el Nobel José Saramago, “los escritores hacen la literatura nacional, y los traductores hacen la literatura universal”.

El papel de las nuevas tecnologías en la traducción literaria
Las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial plantean uno de los debates más candentes en el campo de la traducción. Aunque reconocen la utilidad de herramientas digitales para tareas específicas, como investigar contextos o explorar sinónimos, las traductoras rechazan la idea de delegar la creación literaria en manos de una máquina. “La inteligencia artificial reproduce patrones, pero la poesía rompe esos patrones. Por eso, traducir poesía seguirá siendo una tarea humana”, sostiene Van Muylem.

Para Fusco, “la traducción literaria es una tarea en esencia artesanal, humana”. El desafío no está en reemplazar al traductor humano, sino en utilizar las herramientas digitales de forma responsable y como apoyo, nunca como sustituto.