lunes, 16 de junio de 2025

"No controla el lenguaje, solo recoge los significados, como quien cosecha"

En su columna del pasado 15 de junio, en el diario Perfil, de Buenos Aires, el escritor y traductor Guillermo Piro (foto) reflexiona sobre un problema que suelen traer los diccionarios, pero en el cual el de la Real Academia es campeón

De judíos, suecos y borrachos

Un borracho busca un manojo de llaves bajo la luz de un farol en la calle. Un transeúnte se acerca para ayudarlo y lo acompaña en la pesquisa, pero al no dar con las llaves le pregunta al borracho: “¿Está seguro de que las perdió acá?”, y el borracho responde: “No las perdí acá, las perdí en la otra cuadra, pero busco aquí porque hay más luz”. El chiste no resultaría tan amargo si no fuera porque hay gente que se comporta igual que el borracho, buscando soluciones donde las soluciones no están.


En septiembre de 2024 un juez argentino hizo un pedido insólito a la RAE (Real Academia Española): suprimir del Diccionario de la lengua española la definición de la palabra “judío” como “persona avariciosa y usurera”, alegando que tal definición configura “un discurso de odio que incita a la discriminación por motivos religiosos” y ofende a la dignidad humana. El pedido del juez roza la extravagancia o la estupidez, depende de cómo se lo mire, como puede resultar extravagante o estúpido el borracho que busca las llaves no donde las perdió, sino donde hay más luz. El diccionario (cualquier diccionario) no hace más que dar cuenta de las distintas acepciones que una palabra puede tener. El diccionario no opina: es como el agua, no tiene opiniones. No controla el lenguaje, solo recoge los significados, como quien cosecha. Arturo Pérez-Reverte, miembro de la RAE, define bien su labor: “El Diccionario de la RAE no es la policía normativa del lenguaje, sino el notario que levanta acta de cómo se utilizó y cómo se utiliza ahora el lenguaje”. En resumen: la RAE está después del lenguaje, no antes. No establece los significados, simplemente hace acopio de ellos.

Emulando al juez argentino, la embajada de Suecia en España acaba de lanzar una campaña tendiente a cambiar el significado a la expresión “hacerse el sueco”, expresión que alude a fingir que no se entiende o no se sabe para evitar responsabilidad o compromiso, y que probablemente tiene su origen en los marineros suecos que visitaban la península y no entendían una palabra de los que se les decía. Bien mirado, alguien que simula no entender lo que se le dice de algún modo imita a esos marineros (la expresión está emparentada con “hacer oídos de mercader”, cuyo significado sería el mismo que la expresión “hacerse el sueco”).

El embajador sueco en España, Per-Arne Hjelmborn opina que “hacerse el sueco” debería significar “sumarse a la transformación global necesaria para crear un futuro mejor para todos”. Un poco en broma, un poco en serio, han lanzado una campaña, apoyada por empresas suecas conocidas como Ikea, Ericsson, Scania y Volvo, para cambiar el significado de la expresión, como si las expresiones pudieran cambiarse así, simplemente pidiéndolo, o exigiéndolo, como en el caso del juez argentino.

Per-Arne Hjelmborn lanzó una petición a la RAE, como si la RAE pudiera falsear el significado de una expresión. Una propuesta que recuerda un poco al Humphrey Borgart de No somos ángeles, que al descubrir que los libros contables de un tendero no dan los resultados esperables se frota las manos y comienza a intervenirlos para hacer que tengan un aspecto más conveniente. Desconozco cuál sería el mecanismo para cambiar el significado de una palabra, pero sé que la solución no es pedírselo a la RAE. Con suerte, disponiendo de los suficientes satélites esparcidos por España que enarbolen el nuevo significado deseado, dentro de trescientos o cuatrocientos años los suecos se saldrán con la suya. Aunque tal vez hagan falta mil años.

Nunca está de más recordar el “Nocturno” de Rafael Aberti, que comienza diciendo: “Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre/ se escucha que transita solamente la rabia,/ que en los tuétanos tiembla despabilando el odio/ y en las médulas arde continua la venganza,/ las palabras entonces no sirven: son palabras.”

viernes, 13 de junio de 2025

Literatura argentina traducida al georgiano

 

Nino Pipia es la agregada cultural de la embajada de Georgia en la Argentina. Pero también, la traductora de Borges, Bioy Casares y Sábato al georgiano. Por eso, el próximo lunes 16 de junio va a ser la invitada a una nueva reunión del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, que tendrá lugar en la librería El Jaúl (Gascón 1355, casi esquina con Honduras, C.A.B.A.) para contar su experiencia y hablar de su trabajo. 

jueves, 12 de junio de 2025

El peso de las decisiones de los traductores


El siguiente artículo fue publicado en El Día, de Gualeguaychú, el pasado 10 de mayo. Lo firma la traductora Leila Chesini Diaz. En la bajada se lee: "El reciente éxito de El Eternauta en Netflix no sólo trajo reconocimiento a la historieta argentina, sino que puso en primer plano una labor tan invisible como esencial: la traducción. La decisión de subtitular 'Malvinas Islands' en lugar del término británico desató reflexiones, orgullo y debates en torno al poder simbólico del lenguaje en los productos culturales".

Cuando una traducción revindica la historia, interpreta la cultura y defiende la identidad 

Lo que sucede con la traducción de El Eternauta es furor en las redes sociales y convirtió la epifanía en realidad: el traductor invisible hoy es más visible que nunca.

Aunque no nos vean, los traductores siempre estamos ahí: desde un libro escolar hasta un prospecto de medicamento, pasando por tu serie o videojuego favorito. Pero poco se conoce el trabajo integral que hay detrás.

Hace poco más de una semana se estrenó la primera temporada de El Eternauta en Netflix, una de las plataformas de streaming más populares. Esta serie nacional es una adaptación de la historieta de ciencia ficción argentina homónima escrita por Héctor Oesterheld e ilustrada por Francisco Solano López a mediados de la década de los cincuenta. La producción audiovisual arrasó a nivel mundial y obtuvo gran aclamación del público. La historia detrás de este cómic cuenta con una carga simbólica importante y, por ende, también su traducción.

Daiana Estefanía Díaz fue la traductora encargada de subtitular la serie al inglés y logró que este trabajo se convierta en tema de conversación. Ella compartió en LinkedIn una decisión de traducción clave. Ante la disyuntiva de traducir “Islas Malvinas” no dudó un segundo en elegir “Malvinas Islands” en lugar de “Falkland Islands” (Islas Falkland), como las llaman los británicos. La traductora expresó en sus redes: “Era la única opción viable, no tuve la menor duda. No sólo porque jamás se me ocurriría usar en ese contexto y en una producción argentina un nombre que no sea Malvinas, sino además porque sé que ningún argentino, sea real o ficcional, las llamaría de otro modo”.

Es importante destacar que las decisiones de los traductores no son libradas al azar. Desde el primer momento que el profesional recibe un proyecto pone en marcha una investigación exhaustiva sobre el contexto histórico y sociocultural, analiza el público objetivo, considera el registro de la lengua, entre otras tantas aristas.

Daiana vio necesario que este elemento cultural sea trasladado a la traducción de otros idiomas y, por ese motivo, se contactó con los traductores y revisores de casi treinta idiomas para sugerir que “en los subtítulos de todos los idiomas se usara el nombre Malvinas, independientemente de si en esos países llaman así a nuestras islas o no”. En esa elección encontramos lucha, reconocimiento, resistencia a la opresión y un homenaje tanto a los combatientes caídos como a los sobrevivientes de la Guerra de Malvinas.

Además, Daiana se tomó el tiempo de explicarles a los demás profesionales “cómo se juega al truco y por qué hay que mostrar los tantos del envido antes de poner las cartas de nuevo en el mazo, señalar las similitudes y las diferencias entre la historia original y la serie, o aclarar qué significaba ‘número bajo’ cuando había servicio militar obligatorio”, entre otras referencias culturales clave para un mayor entendimiento del público internacional.

Desde la traducción, es necesario poder transmitir todos los matices y cuestiones locales que están relacionados con nuestra historia y cultura, estilo de vida y valores. Los traductores investigamos, revisamos, estamos en cada detalle, respetamos la identidad de los autores y de los personajes y transmitimos el mensaje con un gran compromiso profesional.

Este reconocimiento, impulsado por la repercusión del caso de El Eternauta, abrió una ventana para reflexionar sobre la labor esencial del traductor humano en un contexto donde la Inteligencia Artificial comienza a ganar terreno. Y aunque este sea un tema para ahondar mucho más profundo, la comunidad traductoril siente orgullo y celebra cada logro, cada mención en la tapa de un libro o en los créditos de un videojuego, serie o película.



miércoles, 11 de junio de 2025

"Esas lecturas que hacen dictaminadores profesionales y jurados son faro"


El pasado 6 de junio, sin firma, el diario Clarín, de Buenos Aires, reprodujo la siguiente nota generada por la agencia española EFE, donde una representante de la empresa multinacional Penguin Random House y una agente literaria radicada en Nueva York, hablan de lo que buscan a la hora de editar libros. Los responsables de Centroamérica Cuenta, el festival literario que se realiza en Guatelama, no tuvieron mejor idea que convocarlas, suponiendo que el criterio de autoridad de estas dos mujeres importa más que los que puedan decir los editores independientes, que son los que realmente aportan algo nuevo a las literaturas del mundo, arriesgando muchas veces lo que los grandes grupos editoriales no están dispuestos a arriesgar. El hecho de que Clarín publique esta nota sin el menor comentario propio ayuda a entender el grado de colonización mental de sus editores.

El camino de los nuevos autores: qué buscan las editoriales hoy

Para un escritor, las editoriales pueden parecer en ocasiones una fortaleza inexpugnable, incapaces de hacerles llegar los manuscritos, una situación que según expertas del mundo editorial se resuelve muchas veces conociendo las claves del mercado, sus necesidades y códigos.

La mexicana Mayra González, directora literaria en la multinacional Penguin Random House, y la colombiana radicada en Nueva York Andrea Montejo, fundadora en 2007 de la agencia literaria Indent, participaron esta semana en Guatemala en el festival Centroamérica Cuenta, y en dos entrevistas por separado revelaron cómo el mercado editorial localiza nuevos autores, el modo de aproximarse.

La búsqueda de nuevos escritores
Andrea Montejo explica que en su agencia literaria, a la hora de elegir qué escritores representar, hay una "mezcla" entre aquellos con un perfil más consolidado y otros noveles. El trabajar desde el inicio con un autor que está comenzando es lo que "más entusiasmo" le causa.

"Son proyectos que me llenan mucho porque me parece que es lindo armar una carrera desde cero y empezar a pensar y hagamos esto y lo otro y viéndolo crecer", explica la fundadora de la agencia literaria Indent.

Mayra González, que representa a un gran grupo editorial como Penguin Random House, entiende que desde fuera siga existiendo la percepción de que apuestan más por autores consagrados, "pero, en realidad, cada vez los catálogos suman a más y más autores y autoras con sus primeras novelas".

"Es algo que hemos comprendido muy bien las editoriales: el discurso literario se tiene que renovar continuamente; el nuevo intercambio intelectual y las conversaciones actuales tienen que formar parte de nuestros catálogos", explica González.

Y es "que los sellos literarios, muchos de ellos y de las grandes editoriales, tienen una importante oferta de autores consolidados, porque, al menos en el caso de los sellos literarios de Penguin Random House, lo que buscamos son carreras y proyectos, no novelas aisladas; pero también es cierto que el entusiasmo por sumar voces a la impronta personal de cada editor y editora nos motiva a buscar, leer, indagar", afirma la directora literaria.

Se trata "de encontrar a esas voces que serán las encargadas de continuar con la conversación libresca y que deberán entregar esta conversación a las otras generaciones que estén por venir", subraya.

Consejos a un autor novel
González explica que lo que siempre comenta a los autores noveles "es que no teman a los premios literarios ni a los talleres".

"Invito siempre a que participen en los premios literarios, porque, quizá no ganen (...), pero, para las editoriales, esas lecturas que hacen dictaminadores profesionales y jurados son faros que nos alumbran sobre, más allá del ganador o ganadora, qué otros textos les resultaron interesantes y, por ahí, se puede abrir una puerta", dice.

Por otro lado, en relación a los talleres literarios, son "impartidos por gente reconocida (...) que tiene credibilidad en el medio editorial y que pueden, lo han hecho conmigo, hacer recomendaciones (...) Puedo decir que yo, tanto a través de premios como de recomendaciones, he podido publicar primeras novelas y comenzar el acompañamiento de carreras a las que les veo mucho futuro", asegura.

Montejo tiene clara la vía más repetida a la hora de que le lleguen nuevos escritores: "Yo diría que la mayoría de las veces mi mejor fuente de nuevos talentos son mis mismos autores que nos conocen el gusto".

La vía clásica, de escribir directamente a la editorial o al agente literario, tiene menos posibilidades de éxito ante la avalancha de propuestas de manuscritos que les llegan, "como 10 diarios, sería 50 a la semana".

Entre ellos, a veces el descarte es rápido, porque "muchos, pero muchos muchos son personas que no se han leído la página web" y envían libros que no tienen nada que ver con su "enfoque", por lo que es "muy importante que los autores entiendan un poco el mundo editorial".

"Nunca jamás seré escritora porque me parece que es el trabajo más difícil del mundo (...), y cuando ya tienen un manuscrito salen a tocar puertas y se encuentran con este mundo que yo creo que desde afuera se debe de ver muy agresivo", por lo que en sus talleres muestran "qué es lo que está pasando tras bambalinas", dice.

También es clave aprender cómo presentarse ante un editor, si hay que ceñirse o no a las tendencias del mercado, cómo elegir la editorial que le "pega más y cuál no".

"No se trata de tirar a todos lados, sino ser muy selectivo en a quién busca uno, cómo llegarle a esas personas de la forma más agradable, no acosarlas, muy de cómo funciona esta industria y que no sea como un monstruo que parece impenetrable", afirma.

Además, está "la importancia de si quieres ser autor, pues ir y apoyar a otros autores, conocerlos, armar comunidad. Esas son las personas que te van a recomendar o que te van a leer", asegura.

Y pide que también se comprenda a los que están del otro lado, "esos editores que están recibiendo todas esas cartas o esos e-mails, están al mismo tiempo escogiendo la portada del libro que está publicando, lidiando con ese autor, corrigiendo el texto".

"La valoración de nuevo material es como (que) no debería decir la última prioridad, pero es un lujo cuando hay tiempo. Y eso ayuda también a mitigar un poco las angustias del otro lado", explica Montejo.

martes, 10 de junio de 2025

Pelea italiana por un quítame esas pajas

El pasado domingo 8 de junio, Guillermo Piro, en su columna del diario Perfil, de Buenos Aires, dio cuenta de la polémica que se planteó recientemente en Italia por la nueva traducción una novela clásica de Philip Roth.




Problemas con un título

Amplio e interminable debate en Italia acerca del título que el sello Adelphi decidió asignarle a una conocida novela de Philip Roth. La novela se presentó en el Salón del Libro de Turín, pero el acalorado debate no se agotó allí y continúa.

La cosa es así: Portnoy’s Complaint es una de las novelas más conocidas de Philip Roth, escritor estadounidense de quien, lamentablemente, no se pudo contar con su opinión, porque falleció en 2018. La traducción literal del título, adoptada por el sello que hasta ahora había publicado las obras de Roth, Einaudi, pero también en español por los distintos sellos que a lo largo de los años la fueron publicando, obedeciendo a una versión literal, era El lamento de Portnoy (exceptuando Seix Barral, que en 2007 decidió llamarla El mal de Portnoy, pero eso no originó en el mundo hispanohablante debate alguno). El sello Adelphi decidió simplificarlo drásticamente, y llamar a la novela simplemente Portnoy (que es el apellido del protagonista, Alexander Portnoy). Roth es un escritor con demasiados apasionados esparcidos por el mundo, pero al parecer nadie imaginaba que tuviera tantos apasionados en Italia: y a ellos la decisión les pareció desastrosa.

Adelphi había anunciado el cambio de título en abril, pero lo que desató el debate fue una entrevista publicada en el suplemento La Lettura, del diario milanés Corriere della Sera, al traductor, Matteo Codignola, el responsable (en este caso, no siempre el traductor decide esas cosas) de la elección del nuevo título.

Codignola apela a la polisemia de la palabra inglesa complaint, que como cualquier palabra significa varias cosas: “una solemne lírica en honor a un amor no correspondido o perdido; cierto tipo de trastorno de personalidad; la citación a un juicio; y luego, sí, también el lamento del amigo a quien se invita con un whisky y cuenta cómo su mujer se obstina en serle obstinadamente infiel”. Según Codignola, el viejo título solo resaltaba este último significado, y por lo tanto terminaba por “meter el título en una camisa de fuerza”.

En esa entrevista, Codignola dice que el debate era previsible, pero al parecer es el único que lo predijo: como cualquier hombre de letras, conoce el comportamiento devocional que provocan ciertos autores, Roth especialmente, que hace que los lectores se sientan al mismo tiempos custodios del autor que aman.

Otro escritor, siempre en la nota de La Lettura, opina de otro modo: Emanuele Trevi critica la elección de Codignola, definiéndola como “insensata”. “Sería como traducir las Elegías de Duino, de Rainer Maria Rilke, y luego titularlas Duino: todo se puede hacer, ¿pero qué sentido tiene?”. Según Trevi, no citar la palabra “lamento” en el título no respetaría la elección del propio Roth, que tiene un significado esencial: de hecho, Portnoy no hace más que lamentarse en toda la novela.

Bajo la forma de una larga sesión psicoanalítica, Portnoy habla de su malestar existencial, refiriéndose a la frustración que siente respecto a su familia, la rigidez de su educación judía y las dificultadas ligadas a su sexualidad y sus deseos reprimidos. La tendencia a lamentarse es una característica esencial del personaje, algo de lo que, por otra parte, es plenamente consciente: “No hago más que lamentarme”, dice en un momento, “me repugna prácticamente todo”.

Naturalmente, el debate se extendió a las redes. Algunos tildan la decisión de Adelphi (es decir de Codignola) de una lisa y llana estupidez; otros, de un modo como cualquier otro de llamar la atención, volviendo a las nuevas traducciones de los libros de Roth fácilmente reconocibles.

Pero a pesar de todo ese ruido, el propio Trevi dijo maravillas de la traducción de Codignola, a la que calificó de “eficacísima”.

lunes, 9 de junio de 2025

Los números reales de la Feria del Libro, según una encuesta de la Cámara Argentina del Libro


El pasado 6 de junio, Daniel Gigena reprodujo en el diario La Nación, de Buenso Aires, los números de una encuesta realizada por la Cámara Argentoina del Libro según la cual ni muy muy ni tan tan.

“Mejora destacada”. Un informe del sector editorial revela que este año hubo más ventas en la Feria del Libro

Un informe realizado en conjunto por la Cámara Argentina del Libro (CAL) y el Núcleo de Innovación Social compara y analiza las ventas de ejemplares en las ediciones de 2024 y 2025 de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Participaron de la encuesta 74 expositores con al menos dos años de antigüedad en la Feria (el promedio es de 19 años).

El informe -el primero de este tipo elaborado por la CAL- confirma que en 2025 las ventas repuntaron respecto de 2024, aunque sin alcanzar la performance de 2023. El 56% de los encuestados manifestó mejoras en las ventas, mientras que el 28% informó una caída en comparación con 2024. El 14% reportó estabilidad en sus ventas.

“En líneas generales, la Feria respondió mucho mejor de lo venía pasando en las librerías -dice Juan Manuel Pampín, presidente de la CAL, a La Nación-. El fin de semana extendido del 1 de mayo hizo que mucha gente visitara la Feria. Hubo un fuerte incremento de las ventas de libros para chicos y jóvenes, con las sagas y el manga. Las editoriales intermedias, más establecidas, lograron sostener un ritmo de venta, y les costó más a las editoriales más pequeñas”

Para Pampín, debido a que el precio de los libros no siguió el ritmo inflacionario, estos resultan más accesibles que otros bienes de consumo. “Por otro lado, en las jornadas profesionales vimos que nuestros libros siguen siendo caros para el exterior”, agregó.

Las temáticas que publican las editoriales encuestadas son literatura infantil, juvenil y educativo (47,14%), ficción y temas afines (34,3%), sociedad y ciencias sociales (34,3%) y biografías, literatura y estudios literarios (28,6%).

Más del 70% de las editoriales indicó un aumento en la cantidad de ejemplares vendidos al público general y el 75%, un aumento en las ventas a los bibliotecarios de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (que cuentan con financiación estatal, gracias al Programa Libro %). El 52% de los expositores informó aumentos en las ventas en las jornadas profesionales, pero hubo una gran caída entre los compradores extranjeros (libreros y distribuidores), por el precio poco competitivo de los libros argentinos.

“Se observa una mejora destacada en las ventas en unidades a Conabip y al público general”, concluye el informe.

El valor del ticket promedio en 2024 había sido de $ 16.110; en 2025, fue de $ 25.057, aunque ajustado por el Índice de Precios al Consumidor, se redujo a $ 17.011.

Los expositores encuestados contrataron un total de 2537 metros cuadrados para la Feria en 2025; más del 50% alquiló stands de 20 a 59 metros cuadrados. En comparación con 2024, el 82,9% de los expositores mantuvo el mismo metraje, mientras que un 8,6% lo aumentó y otro 8,6% lo redujo. Un 37,1% de los encuestados participó en un stand colectivo.

viernes, 6 de junio de 2025

Aguacero Ediciones, una nueva editorial tucumana

"Pablo Romero y Juan Lix Klett son poetas, traductores y codirectores de Aguacero Ediciones. En esta entrevista responden sobre la gestión de esta editorial. Hablan del catálogo como una declaración de principios, de los desafíos de editar desde los márgenes, del valor político de la poesía, y de cómo sostener una editorial en tiempos que parecen conspirar contra toda forma de delicadeza." Esto dice la bajada de la nota publicada por Daniel Medina, en La Gaceta, de Tucumán, el pasado 1 de junio

“Ser una editorial independiente es asumir la fragilidad como forma de resistencia”

Desde su fundación en 2018, Aguacero Ediciones ha demostrado que el gesto de hacer libros puede ser también un acto de resistencia, de cuidado y de fe. Nacida en un café de San Telmo pero con raíces profundamente norteñas, esta editorial independiente dirigida por los poetas y traductores tucumanos Pablo Romero (1999) y Juan Lix Klett (2005), se ha consolidado como un espacio que apuesta por lo que aún no tiene nombre: escrituras experimentales, voces incómodas, traducciones necesarias y una concepción de la poesía como cuerpo vivo en constante transformación.

En esta entrevista, Romero y Lix Klett comparten el pulso que los guía: editar no solo como oficio, sino como forma de estar en el mundo. Hablan del catálogo como una declaración de principios, de los desafíos de editar desde los márgenes, del valor político de la poesía, y de cómo sostener una editorial en tiempos que parecen conspirar contra toda forma de delicadeza. Lo hacen con la claridad de quienes creen, con terquedad y afecto, que cada libro puede ser una lluvia distinta.

¿Cómo nació Aguacero Ediciones y qué los motivó a crearla?
—Pablo Romero: Aguacero Ediciones nació en 2018, en un café de San Telmo, durante una conversación con Enrique Solinas, en el marco del Festival Internacional de Poesía Joven. En ese momento, la idea surgió casi como un gesto intuitivo, una necesidad que venía gestándose desde hacía tiempo. Juan Lix Klett se sumó de lleno unos años más tarde, aportando su mirada y fortaleciendo el proyecto desde adentro. Las motivaciones, como suele ocurrir en estos casos, son múltiples. Por un lado, hay un impulso vital ligado a la propia historia: yo nací en Concepción, una ciudad del interior de Tucumán donde no había librerías, ni editoriales independientes, y solo un puesto de diarios suplía la necesidad de acceso a ciertos libros (que no eran muchos, ni bien editados, ni nuevos). Crecer en un lugar así deja una marca. En cierto modo, fundar Aguacero fue también una forma de responder a esa falta, de construir el espacio que yo mismo había necesitado. Por eso los primeros dos libros del catálogo fueron del poeta cordobés Alejandro Schmidt y la neoyorkina Margaret Randall. Pero también hubo (y sigue habiendo) una motivación estética y política: la necesidad de publicar libros que no encontraban lugar en los catálogos tradicionales. Aguacero nació del deseo de acompañar esas escrituras, de darles lugar, de leerlas con la atención que merecen. Publicar un libro nuevo es una manera de decir esto importa, aunque nadie lo sepa todavía.

¿Qué significa para ustedes ser una "editorial independiente"?
—Ser una editorial independiente es asumir la fragilidad como forma de resistencia. Implica independencia económica, estética, política y conceptual. No se trata solo de publicar libros, sino de preguntarse qué clase de libros elige el mercado, qué voces quedan fuera cuando la literatura se convierte en mercancía, qué consigna y qué actos guían nuestro hacer literario. Editar, en este contexto, es un acto de cuidado y de riesgo: cuidar el gesto poético en su singularidad irrepetible, y arriesgarse a sostener proyectos que no prometen rentabilidad absoluta, pero sí coherencia, convicción y sentido.

¿Cómo definirías el perfil del catálogo de Aguacero en términos de estilo, autores y temáticas?
—Nos interesa una literatura que no se conforma con el poema como un objeto cerrado o decorativo, sino que lo concibe como un cuerpo vivo, en transformación constante. En ese sentido, trabajamos con autorxs que exploran los márgenes del lenguaje: que tensionan la sintaxis, alteran el ritmo, juegan con la disposición gráfica del texto, o incorporan otros lenguajes, no como adorno, sino como parte esencial de su poética. En un contexto marcado por la fragmentación, la saturación y la incertidumbre, la descomposición formal que aparece en autores de nuestro catálogo (como Carmen Berenguer, Luciana García Barraza o Vicente Huidobro) no es un gesto caprichoso: es una forma de habitar la complejidad, de devolverle a la poesía su potencia interrogativa.

¿Qué criterios siguen a la hora de seleccionar un manuscrito?
—Buscamos textos desafiantes, que sean capaces de provocar un extrañamiento, de interrumpir la percepción automática del mundo y del lenguaje. Es decir, escritos que desacomoden, que no repitan fórmulas, que nos obliguen a mirar de nuevo lo que creíamos ya conocido. No hay un criterio único de selección porque todos los textos que editamos tienen desafíos muy íntimos y particulares. En definitiva, elegimos libros que nos hacen ver el lenguaje como si fuera la primera vez. Porque creemos que esa es una de las funciones más poderosas de la poesía: hacernos tropezar con las palabras para poder volver a habitarlas. Evaluamos la originalidad, el trabajo con el lenguaje y el riesgo estético.

¿Qué lugar creés que ocupa Aguacero dentro del ecosistema editorial argentino y en el de Tucumán?
—Aguacero dialoga con otras editoriales que comparten una sensibilidad por lo experimental, por lo que se sale de la norma, por lo que todavía no tiene nombre. Nos sentimos parte de una red que, aunque fragmentaria, está tejida por el deseo de sostener otro modo de hacer libros: más cercano, más cuidadoso, más crítico. Sabemos que el trabajo con lo local es super importante y necesario, pero entendemos también que el diálogo no pasa por las etiquetas geográficas, sino por una forma de entender la poesía como exploración y como riesgo. Tenemos en nuestro catálogo autores del NOA, pero también de Córdoba, Buenos Aires, Chile, España, Nueva Zelanda y Estados Unidos. Las editoriales independientes, muchas veces, son el territorio de lo inédito: descubren, arriesgan, acompañan procesos largos, trabajan con autores cuando su voz todavía no fue legitimada ni absorbida por el mercado. Apostamos por voces en las que creemos. La edición independiente es una forma hermosa de la fe.

¿Qué tan involucrados están ustedes en el proceso de edición y corrección de los libros?
Editar no es un trámite técnico ni una instancia secundaria: es una forma de lectura atenta, amorosa y comprometida. Creemos que todo libro merece un acompañamiento riguroso, que escuche su singularidad y trabaje para potenciar el estilo sin forzarlo. A pesar de que ambos editores somos poetas, no buscamos imponer nuestra mirada ni intervenir desde nuestras propias escrituras. Muy por el contrario, entendemos que cada voz tiene su respiración, su lógica interna, su modo particular de quebrar o construir sentido. Nuestro rol, entonces, es el de iluminar zonas posibles, sugerir afinidades, proponer preguntas, afinar la forma sin desdibujar el gesto original. Confiamos en el trabajo compartido, en el ida y vuelta entre autor y editor, en la conversación como motor del proceso. Aunque exista una idea de que la escritura nace en la soledad, creemos que el libro es siempre un objeto colectivo: el resultado de una red de cuidados, decisiones, intuiciones y lecturas. No buscamos corregir errores, sino acompañar una poética hasta que encuentre su forma más precisa y viva.

¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan como editorial hoy en día?
Juan Lix Klett: Los desafíos que enfrentamos hoy en día son múltiples y, en muchos casos, estructurales. El primero y más evidente es el económico: sostener un proyecto editorial sin financiamiento externo, con recursos limitados y en un contexto de crisis constante, nos obliga a repensar constantemente nuestras estrategias de producción y distribución. No se trata solo de publicarlos, sino de encontrar formas sostenibles de hacerlos circular. A esto se suma la concentración del mercado editorial, dominado por grandes grupos que monopolizan la visibilidad, la distribución y el acceso a librerías. En ese escenario, entrar —o mantenerse— como editorial independiente requiere ingenio, constancia y una enorme dedicación. Competimos con gusto, porque creemos en lo que hacemos y sabemos que hay lectorxs que buscan otras voces, otros ritmos, otras formas de pensar. No editamos para ocupar un nicho ni para complacer a un público, sino para proponer un catálogo que dialogue críticamente con su tiempo. Y lo hacemos con una convicción clara: que editar también es una forma de intervenir en el presente, de construir comunidad y de ofrecer herramientas simbólicas que hoy son más necesarias que nunca. Una de las mayores dificultades también está el desafío de tiempo y energía: llevamos adelante este trabajo a la par de otros empleos y estudios. Seguimos editando a pesar de todo porque para nosotros hacer libros no es solo una tarea, sino una forma de estar en el mundo.

¿Qué lugar ocupa la poesía en su catálogo, considerando que muchas editoriales la relegan por razones comerciales?
—Sabemos que muchas editoriales grandes evitan la poesía porque “no es rentable”. Pero para nosotros, su aparente inutilidad económica es justamente lo que la vuelve necesaria. La poesía interrumpe, desorganiza, incomoda. No ofrece soluciones rápidas ni respuestas cerradas. Y, sin embargo, ahí está su potencia: en el modo en que produce fisuras, desplazamientos, nuevos modos de decir lo que no se puede decir de otra manera. Desde el gobierno nacional se han impulsado debates sobre el valor de la cultura vinculándolo estrechamente a su capacidad de generar ganancias económicas. Esta mirada mercantil, que pretende medir la cultura en términos de rentabilidad y retorno financiero, plantea un enorme desafío para proyectos como Aguacero, para las editoriales independientes y para la poesía misma.Cuando la cultura se reduce a un bien de consumo —a un producto que debe justificar su existencia por las ganancias que genera— se pierde de vista su dimensión esencial: la cultura es un espacio de pensamiento, de experimentación y de disidencia. La poesía, en particular, se vuelve un territorio incómodo para esa lógica porque no siempre produce resultados inmediatos ni cuantificables. Su valor está en la capacidad de abrir sentidos, de provocar preguntas, de crear nuevas formas de sensibilidad redes afectivas y de pensamiento, muchas veces más allá del beneficio económico. No se trata de rechazar la profesionalización ni la sustentabilidad económica (que son muy importantes) sino de reclamar que la cultura, y en particular la poesía, aportan al tejido social, emocional e intelectual. Muchas veces ese valor no se refleja inmediatamente porque la literatura es una apuesta al futuro.

¿Qué tipo de lector imaginan cuando publican un nuevo título?
—No imaginamos un lector ideal, pero sí intuimos una sensibilidad posible. Pensamos en alguien que no busca respuestas inmediatas, que no teme a los textos que exigen una lectura activa, que se deja interpelar por lo fragmentario, lo inestable, lo extraño. Pensamos en un lector que no espera que el libro le confirme lo que ya sabe, sino que lo empuje a hacerse nuevas preguntas, a indagar y apostar por ese tejido común que es la literatura

¿Cómo perciben el vínculo con sus lectores? ¿Participan en ferias, clubes de lectura, presentaciones?
—Percibimos el vínculo con nuestrxs lectorxs como algo afectivo y horizontal. No hablamos de un público distante, sino de una comunidad que se forma alrededor de los libros y que, muchas veces, se involucra activamente en su circulación, recomendación y lectura. La recepción, hasta ahora, ha sido muy buena, incluso en contextos difíciles. Sentimos que hay un deseo genuino de leer poesía, de descubrir nuevas voces, de pensar el consumo literario como algo imprescindible más allá de las lógicas de lo rentable . Amamos las ferias porque en esos espacios encontramos todas estas motivaciones, deseo y fuerza para seguir editando.

¿Qué rol tienen hoy las redes sociales para una editorial como la suya?
—Somos conscientes de las limitaciones y tensiones que implica ese espacio: la velocidad, la superficialidad y las lógicas algorítmicas muchas veces chocan con la naturaleza de la poesía que publicamos. Por eso intentamos usar las redes como un territorio para crear encuentros genuinos, conversaciones cuidadas, y para compartir no solo los libros, sino también procesos, reflexiones y debates que acompañan nuestro trabajo.

¿Qué planes tienen para el futuro cercano de Aguacero? ¿Hay algún proyecto especial en camino?
—En julio vamos a relanzar, junto a la Fundación para el Arte Contemporáneo de Tucumán (FACT) el Premio Aguacero de Poesía Joven para poetas de hasta 35 años residentes en el país. También estamos a punto de abrir una colección de Narrativa Clásica traducida desde el Noroeste, con obras de Lewis Carroll, Sheridan Le Fanu, Oscar Wilde y Mary Shelley. En los próximos meses lanzaremos obras increíbles como Bizarría, el primer libro de Claudia Masin que nunca ha sido reeditado hasta ahora, y la obra de dos jóvenes poetas tucumanos, Valentín Cantón y Lisandro Esteban, que retratan la contemporaneidad y Tucumán con una mirada disruptiva, moderna y refrescante.

¿Qué consejo le darías a alguien que quiere fundar una editorial independiente hoy en Argentina?
—Que va a necesitar una mezcla de paciencia, terquedad, pasión y sentido colectivo. Que hay que aprender a gestionar la frustración, a celebrar las pequeñas conquistas, y sobre todo a no perder de vista por qué se hace lo que se hace. Le diríamos que no tiene que hacerlo solo y que busque aliados, porque las editoriales se sostienen gracias a las redes afectivas, poéticas y políticas. Que se sumen a la trinchera. Que más, en este caso, es siempre mejor.

¿Qué les gustaría que dijera alguien sobre Aguacero dentro de diez años?
—Que cada título que sacamos fue una lluvia distinta. Que resonaba. Que transformaba algo. Aunque fuera pequeño. Aunque fuera silencioso.

Mencionaste que buscan especializarse en traducción. ¿Por qué esa apuesta en un contexto donde muchas editoriales pequeñas priorizan autores locales?
—Sabemos que muchas editoriales independientes, sobre todo en contextos tan adversos como el argentino, eligen priorizar autores locales, y con razón: hay una producción inmensa y urgente en nuestro territorio. Pero para nosotros la traducción no es una apuesta que se opone a lo local, sino una forma de diálogo. Hay autores y obras que han sido fundamentales para nuestra sensibilidad poética y que todavía no circulan en castellano, o lo hacen en versiones desactualizadas o poco fieles. Queremos hacernos cargo de esas deudas, de esos vacíos. Apostar por la traducción, para Aguacero, es seguir defendiendo una literatura que se anima a lo complejo, a lo extraño, a lo necesario; y un aporte fundamental para la literatura del NOA.

¿Cómo eligen los títulos a traducir? ¿Buscan rescates, autores poco conocidos o nuevas voces?
En estos cinco años de trabajo editorial, nuestro catálogo fue delineando de manera orgánica una línea estética que reflexiona sobre el arte, el rol de la cultura y la experiencia contemporánea. La elección de los títulos a traducir responde a esa misma sensibilidad: buscamos textos que dialoguen con nuestras inquietudes políticas, poéticas y editoriales. Por ejemplo, el año pasado publicamos Calamus, de Walt Whitman, en edición bilingüe. Es un libro que sentimos necesario rescatar por muchas razones: pone en el centro nociones como el amor entre los hombres, comunidad, democracia y camaradería, en un momento histórico en el que esos valores parecen estar en jaque. Actualmente estamos trabajando con la obra de Sheridan Le Fanu. Buscamos rescatar una tradición literaria fundacional del relato de horror, a menudo eclipsada por Poe o Bram Stocker. Su obra ya anticipa muchas de las tensiones del gótico moderno, desde la figura del vampiro como símbolo de lo reprimido hasta la ambigüedad sexual como amenaza latente. Traducirlo hoy no solo implica recuperar una voz clave del siglo XIX, sino también revisitar desde otro lugar los cimientos del imaginario vampírico. Al momento de elegir qué traducir, no nos interesa solo el prestigio de una obra o de su autor, sino la potencia que esa voz todavía puede tener en el presente. Buscamos obras que resistan el paso del tiempo no por su consagración, sino por su capacidad de seguir diciendo algo incómodo, verdadero o transformador. Y también creemos que aún nos queda mucho por aprender de los clásicos, sobre todo si los leemos con ojos nuevos, desde acá, desde este norte que también traduce.

¿Qué desafíos implica traducir poesía, un género tan intraducible en muchos aspectos?
—Leopoldo María Panero dice que el traductor es un super lector. Aceptar que las equivalencias idiomáticas son imposibles es parte de nuestro trabajo en el lenguaje. En la traducción, absolutamente todo es un desafío. Y las soluciones son infinitas e imposibles en igual medida.