miércoles, 26 de marzo de 2025

Un recuerdo para Julio Verne



El 24 de marzo pasado, Javier Aranda, publicó en La Jornada, de México, un recordatorio a propósito del 120 aniversario de la muerte de Jules Verne (Julio, para la lengua castellana). 

Julio Verne: mientras el corazón lata

Hace 120 años, el 24 de marzo de 1905 a las 2:45 de la tarde falleció en su domicilio de Amiens, de la calle Longueville 44, Jules Gabriel Verne a los 77 años, hombre de letras, oficial de la Legión de Honor, funcionario de instrucción pública, antiguo consejero municipal de la ciudad, según el acta oficial de su deceso. Un clásico, a decir de Gorki, un maestro sorprendente para Tolstoi, el más grande magnetizador de los tiempos modernos según Breton. Ray Bradbury se consideró su hijo ilegítimo. Dicen que Nietzsche vino a romper un camino trazado y Julio Verne a abrir un camino no trazado aún. Como sea, se ha convertido quizás en el escritor más traducido por encima de Shakespeare, como revelan los datos de la Organización de Naciones Unidas, para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Un continuador de la Odisea homérica, cuyas escenas son para el Nobel Jean-Marie Gustave Le Clézio tan importantes como los mitos o las imágenes de la poesía griega.

En 1863, Julio Verne escribió su primera novela, pero su editor consideró demasiado crudo el mundo que describía: una sociedad dominada por la técnica, poblada por fríos rascacielos de cristal, automóviles impulsados por gas, trenes como el Shinkansen, que comunicaban la metrópoli mediante cuatro círculos y que eran impulsados por aire comprimido y se desplazaban por las vías sin desgastarlas gracias a la fuerza electromagnética. Una ciudad funcional, pero con sus habitantes reducidos a comportarse como un engrane más de esa maquinaria. Y el futuro, ese futuro, nos alcanzó. Él sabía que todo lo que una persona puede imaginar, otras podrán hacerlo realidad.

Una de las cosas más sorprendentes de Julio Verne es habernos demostrado que la imaginación, la loca de la casa, como la llamaba Fernando del Paso, es el cogote del arte y la literatura, sí, pero también de la ciencia y la técnica.

Las novelas de Verne, ese abogado que se negó a ejercer su profesión para fortuna de la literatura y la ciencia, han sido nuestro futuro anticipado. Nuestro bosquejo del mañana. Existen muchos ejemplos en sus novelas que lo confirman: el colosal Nautilius que surca los mares impulsado por electricidad y cuyas armas despiden descargas eléctricas a distancia o el ya clásico Viaje de la Tierra a la Luna, donde imagina un proyectil vagón de aluminio de forma cilíndrica terminada como un cono capaz de albergar en su interior a un tripulante. De Florida despegó la famosa Apolo 8, cuya misión fue alcanzar la Luna. De Cabo Cañaveral, un lugar muy cercano al imaginado por el escritor francés.

No dejan de sorprendernos el número de anticipaciones descritas por Verne en sus novelas (el helicóptero, Internet, las armas de destrucción masiva, el elevador). Pero el escritor las relativizaba: No me enorgullece particularmente haber escrito sobre el automóvil, el submarino y el dirigible antes de que estuvieran en el dominio de las realidades científicas. Cuando hablé de ellos en mis libros como de cosas reales, ya estaban inventadas a medias.

Todo gran escritor crea, además de su obra, su propia legislación; sus leyes para acercarse a ella. Por eso no me sorprende el doliente reclamo de Verne al decir que el gran pesar de mi vida ha sido que nunca he tenido lugar alguno en la literatura francesa. Imposible acercarse a su literatura con las reglas de la academia tradicional, con los valores de la crítica sin imaginación. Si el establishment literario de su país no lo acogió, lo han acogido millones de entusiastas lectores. Algunos han hecho películas o puestas en escena inspirados en sus obras, o le han rendido sentido homenaje como Julio Cortázar con La vuelta al día en 80 mundos, colección de textos breves sobre cualquier cosa destinados a divertir. Para el Gran Cronopio, Verne fue su primer y más grande maestro literario.

Sesenta y cuatro novelas, 24 cuentos, 37 obras teatrales y 124 poemas han entusiasmado a varias generaciones de lectores para llevarlos. Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino, Miguel Strogoff, La isla misteriosa, Viaje a la Luna, La vuelta al mundo en 80 días, aventuras que seguirán alimentando la imaginación de los lectores mientras el corazón lata, mientras la carne palpite.

martes, 25 de marzo de 2025

Errores de traducción aceptados y difundidos


El pasado 16 de marzo, los filólogos Bárbara Marqueta Gracia, de la Universidad de Zaragoza y Francisco Javier Rubio Orecilla, de la Universidad de Salamanca, publicaron en The Conversation este artículo a propósito de errores de traducción consagrados como buenas traducciones.

¿Es la palabra medio ambiente una mala traducción?

La historia de las lenguas, como la de nuestras vidas, está repleta de pequeños malentendidos que tienen consecuencias con las que aprendemos a convivir. Este artículo va a tratar, precisamente, de malas traducciones, y de cómo muchas de ellas han pasado a formar parte del español, sin que su origen sea ya relevante. ¿Cómo dejamos que sucedan estos errores?

En primer lugar, hay que tener presente que las lenguas naturales cambian constantemente, y que muchos de estos cambios son el resultado de “errores” (inconscientes) de transmisión de la lengua, fenómeno conocido en Lingüística como reanálisis.

También ayuda que, ya desde muy pronto, aprendemos a no tomarnos los errores lingüísticos demasiado en serio. Los niños usan incorrectamente muchas palabras mientras están aprendiendo a hablar. Además, ¿quién no ha jugado alguna vez al “teléfono roto” y se ha divertido comprobando cómo se distorsiona un mensaje original a través de la cadena de oyentes?

Finalmente, los hablantes de una lengua entran en contacto con otras, de las que toman palabras y estructuras prestadas, con mayor o menor acierto. Por eso podemos encontrarnos con traducciones desafortunadas desde que tenemos registros escritos.
De ‘traiciones’ bíblicas y bélicas

Traduttore, traditore. Como reza el dicho italiano, traducir es cosa de traidores. Y hay errores de traducción que forjan leyendas.

Durante siglos, se representó a Moisés con cuernos porque en la traducción latina de la Biblia, la Vulgata de San Jerónimo, se dice que este descendió del Monte Sinaí sin percatarse de que su cara estaba cornuta, ‘cornuda’.

Múltiples blogs y sitios de internet acusan a San Jerónimo de haber confundido la palabra hebrea qāran “resplandecía” con qeren ‘cuerno’.

En realidad, San Jerónimo estaba usando metafóricamente la expresión cara cornuda para traducir que su cara resplandecía, tal y como aparece en la traducción griega de la Biblia. San Jerónimo trabajaba con la traducción griega junto al texto hebreo. Simplemente, en la Antigüedad tardía los cuernos se consideraban una manifestación simbólica del poder de la divinidad.

No menos sonada es la polémica existente en torno a la siguiente frase del Nuevo Testamento: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios” (Mateo 19:24).

Muchos han sospechado que se trata de un error de traducción, probablemente de hablantes de arameo pasando las enseñanzas de Jesús al griego. Hay dos hipótesis: la primera, una confusión entre las palabras griegas para camello (κάμηλος) y soga (κάμιλος), algo quizá más factible de enhebrar. La confusión se habría visto facilitada porque la segunda vocal de las dos palabras (kámēlos : kámilos) se pronunciaba igual en esa época.

Como las comparaciones con el camello son muchas en la Biblia, hay una segunda hipótesis: que las palabras empleadas para ojo de la aguja, distintas en cada Evangelio, signifiquen en realidad grieta. En este caso, el camello tendría dificultad para pasar, simplemente, por un lugar demasiado estrecho. Como sucede con los cuernos de Moisés, se trata de un problema de choque cultural: siglos después, lo que a San Jerónimo o a cualquier habitante de Oriente Medio le sonaba normal, a un lector de otro contexto le podía resultar extraño.

El silencio atómico de Japón
Es célebre otro supuesto error de traducción de tintes históricos: la interpretación de la palabra japonesa mokusatsu como ‘lo despreciamos’ en lugar del pretendido ‘sin comentarios’. Mokusatsu fue la respuesta oficial de Japón a la demanda aliada en la Declaración de Potsdam de rendirse incondicionalmente en la Segunda Guerra Mundial.

La expresión era ambigua y agresiva (el sentido literal de los signos japoneses es asesinato silencioso). Se interpretó que Japón rechazaba esos términos, algo que contribuyó a la decisión del presidente Harry S. Truman de llevar a cabo los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Tras la guerra, Japón esgrimió como justificación un error de comprensión por parte del mando norteamericano. Desde luego, traducir de una lengua a otra no siempre es comprender una cultura ajena.

¿Medioambiente se originó en un error de traducción?
Uno de los casos más comentados es el que atribuye a una traductora sueca en 1972 la acuñación del término medioambiente (o medio ambiente), debido a un descuido en la traducción de environment juntando sus dos sinónimos en el diccionario: ‘medio, ambiente’. Simplemente, omitió la coma.

Pero parece discutible que usar en español la expresión medio ambiente se deba a un error de traducción.

Como filólogos que somos, para verificar la fecha de incorporación de la palabra acudimos a los corpus de la Real Academia Española. En este caso, el Corpus del Diccionario histórico de la lengua española nos deparaba una gran sorpresa: la primera documentación de medio ambiente con un significado claramente afín al que manejamos actualmente se da en un texto de José Echegaray ¡de 1870!

No es una casualidad, ni mucho menos. La escritora Emilia Pardo Bazán también lo emplea hasta cuatro veces en La cuestión palpitante de 1883, al igual que Juan Vilanova y Piera, en su Compendio de geología de 1872.

Así que parece que podemos descartar que esta expresión deba su presencia en nuestra lengua a una señora sueca (a lo sumo, sería responsable de su revitalización). Sobre la necesidad de una divulgación lingüística informada hemos advertido en otros foros.

Compuestos tautológicos y redundancias
De haberse conformado, efectivamente, la palabra medioambiente por el solapamiento de dos sinónimos, nos encontraríamos con una unidad, poco frecuente, que se denomina compuesto tautológico, como la palabra pathway en inglés, literalmente, ‘camino, camino’.

Mucho más habituales son los ejemplos de lo que se denomina redundancia léxica, como insistir de nuevo o peluca postiza. En definitiva, no solo los hablantes extranjeros cometen errores de uso que implican la repetición de conceptos.

Es de humanos cometer errores… y de máquinas también
En pleno siglo XXI, es imposible estar en el mundo y no toparse con errores humanos de traducción. Internet se hace eco de los más hilarantes. Ahora bien, las decisiones de traducción humanas son a veces, por casualidad o quizá por el buen hacer, fuente de inesperados hallazgos.

Augusto Monterroso, en su divertido ensayo Sobre la traducción de algunos títulos comentaba con sorna diversos ejemplos: José Bianco tradujo The Turn of the Screw de Henry James por Otra vuelta de tuerca; la traducción literal hubiera sido La vuelta del tornillo, que en inglés se refiere a ‘coacción’. Obviamente, Otra vuelta de tuerca suena mucho mejor que la traducción literal, es mucho más expresiva que La coacción, y por eso se ha integrado en el uso habitual.

En el caso de The Importance of Being Earnest de Oscar Wilde, su traducción literal es La importancia de ser formal (o serio)’, pero se suele conocer en el mundo hispánico por La importancia de llamarse Ernesto, un buen intento de mantener cierto tono juguetón, ya que en el original inglés, earnest es una alusión al (presunto) nombre del protagonista, Ernest. Lo cierto es que hubo intentos de mantener el juego de palabras, cambiando el nombre del personaje por Severo o Franc (en catalán)

En lo que respecta al uso de las inteligencias artificiales, incluso la traducción automática del inglés, tan perfeccionada, falla estrepitosamente a la hora de identificar matices como los que median entre una auténtica joya y una joya auténtica o un montón de libros y unos libros del montón (compruébelo en casa).

Así, queremos convocar a los profesionales de la traducción de lenguas diversas para que firmen un artículo en The Conversation compartiendo las más disparatadas interpretaciones que la traducción automática hace de pasajes de su lengua.

Quizá, el día que las máquinas resuelvan cuestiones lingüísticas mejor que las personas, sea el día que por fin un camello pase por el ojo de una aguja.

lunes, 24 de marzo de 2025

Plagios: la lentitud de la ley

Elisa Silió
, el pasado 18 de marzo, publicó un interesante artículo en el diario El País, de Madrid, a propósito de los plagios académicos. En su bajada se lee: "Los infractores son castigados con la anulación total o parcial de sus tesis u obras, pero los afectados pierden dinero en abogados y son ninguneados por las universidades culpables del delito".

El desamparo de las víctimas de plagio académico: “Copiar sale muy barato”

Plagiar una tesis, un trabajo fin de máster o un libro está perseguido por la ley en España. Los infractores ven anulados total o parcialmente sus títulos u obras y en ocasiones tienen que compensar con cientos de euros a los afectados, pero estos siempre se quedan con una sensación más agria que dulce. El Instituto Autor, creado por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en 2005, ha analizado 11 casos comprendidos entre 2000 y 2024 que han transcendido y llegado al Tribunal Supremo o a audiencias provinciales, pero hay otros solventados con dictámenes de consejos consultivos autonómicos, juzgados mercantiles o por la propia publicación. En 2019, por ejemplo, la editorial Elsevier retiró un estudio de Juan Corchado, hoy rector de Salamanca, y tres colaboradores por plagiar un trabajo de fin de máster.

Los casos recogidos en este reportaje responden al mismo patrón: las copias académicas se han descubierto por internet, los culpables no han pedido perdón salvo en un caso, los miembros del tribunal no aplicaron herramientas de detección de plagios ―cuando deberían―, sus universidades no se han implicado en el proceso legal pese a copiarse una obra de su repositorio o las universidades infractoras no han informado de todos los trámites a los agraviados, que pierden dinero pagando abogados aunque venzan en los tribunales. Una suma de despropósitos que lleva a los damnificados a sentirse indefensos.

Ana Torrecilla: “¿Por qué el plagio prescribe?”
En 2012 el Tribunal Supremo determinó que existe propiedad intelectual en un texto “por la forma literaria o artística de su expresión” y no por “los descubrimientos, contenido y esfuerzo de su autor”; y en base a este juicio, fallan los tribunales. Ana Torrecilla, profesora de Historia en un castillo-instituto en Cuéllar (Segovia), encontró en 2021 el plagio de su tesis doctoral en una plataforma de intercambio de apuntes y resúmenes. No contento con fusilar Los macella en la Hispania Romana: estudio arquitéctónico, funcional y simbólico (Universidad Autónoma de Madrid, 2007), el alumno ―inconsciente del delito intelectual― subió su trabajo fin de máster (TFM) a Studocu.com. “Yo sigo mirando lo que va saliendo de bibliografía para estar al día”, cuenta la plagiada. “Todo, todo, todo está copiado. Ese chico no ha movido el trasero del ordenador, cuando yo me he recorrido media España, he hecho las fotos, los gráficos son míos, los dibujos de plantas [de edificios] son míos... A veces cambió una palabra y transformó el sentido de lo que yo decía”.

Torrecilla habló con Studocu.com, que retiró el TFM, y escribió al tutor del trabajo, que se excusó. La primera versión, le relató el profesor de la Universidad de Valencia, estaba llena de errores y la de segunda convocatoria se corrigió a toda prisa a pocos días de la defensa. “Lo que no entiendo es por qué no pasaron la herramienta antiplagio”, reflexiona la arqueóloga. El tutor se comprometió a dar parte a la dirección del máster y al rectorado, “pero transcurrieron dos años y no pasaba nada. Pensé: me están tomando el pelo”. Habló entonces con un abogado de Valladolid que le explicó que no podía denunciar por daño económico, pero sí por daños morales. En el rectorado le informaron de que en diciembre de 2023 una comisión de la UV iba a fallar sobre el caso, pero no ha logrado saber más.

Con estos mimbres, en enero de 2024 Torrecilla decidió ir a juicio. “Primero tuve que contratar a un detective privado para saber dónde vivía el chico y poder ponerle la denuncia. Luego tener un procurador en Valencia, hacer fotocopias de mi tesis...”, relata. El defraudador reconoció el plagio y el abogado le recomendó que llegase a un pacto. “Me iba a costar que el abogado fuese a Valencia, lo mismo se declaraba insolvente...”. Así que aceptó 2.000 euros, cuando ha invertido en el juicio 2.139 euros. “He puesto 139 euros de mi bolsillo. En este país plagiar sale muy barato”.

Torrecilla se pregunta: “si los derechos de autor caducan 70 años después de su muerte, ¿por qué el plagio prescribe a los cuatro años?”. El juzgado de lo mercantil en el que presentó la demanda acaba de fallar que se anule el título de máster, al igual que se pronunció en el mismo sentido en septiembre el Consell Jurídic Consultiu valenciano. De este trámite se ha enterado por este diario.

Inma Ponsatí: una doble victoria amarga
La ley de propiedad intelectual protege de los derechos morales desde dos perspectivas: la acción de cesación (anulando el texto e impidiendo que se vuelva a plagiar) y la acción de indemnización de daños y perjuicios. Inma Ponsatí, ahora profesora jubilada del Conservatorio de Música de Girona, logró esa doble victoria. Defendió en 2011 su tesis sobre educación musical en la Autónoma de Barcelona por puro placer, no pensando en una carrera académica. Siete años más tarde se quedó atónita al colgar un investigador un artículo de una doctora por la Universidad de Valladolid (UVA) que copiaba palabra por palabra su tesis. Descubrió entonces que la había calcado 104 fragmentos de su trabajo en su propia tesis y más párrafos en otras 10 artículos posteriores.

Ponsatí denunció en un tribunal de Girona tras no llegar a un acuerdo extrajudicial, pues la infractora negó el plagio. No quería que el caso quedase impune, pero no podía pedir la anulación de la tesis entera, porque no era suficiente copia. En 2023 la Audiencia Provincial de Girona le dio la razón por segunda y última vez y la condenó a corregir esos párrafos ―algunos, por su gran extensión, los suprimió― y a pagarle 2.694 euros por daños económicos y otros 3.000 por morales. Tres de sus artículos fueron retractados sin dejar rastro con una notificación en la revista y en otros siete aparece una nota. En el repositorio de la UVA está colgada la tesis con una nota de la resolución judicial que apenas se ve.

La plagiadora argumentó que se hallaba en indefensión jurídica porque desconocía el catalán ―el idioma en el que estaba redactada la tesis calcada― despertando la hilaridad de los tres jueces: “Si alguna vulneración a su derecho de defensa se produjo (cosa que no acertamos ni a intuir), sería atribuible a su desidia o negligencia”. La autora leyó otra tesis en la Universidad del País Vasco y enseña en la Universidad de Salamanca. Copiar no le ha pasado factura. Incluso ha dirigido una tesis ―se leyó en 2021 con el proceso judicial en marcha― y participado en el tribunal de otra en 2022, al mes siguiente de haber sido condenada por un juzgado.

Erla Mariela Morales: “Faltan protocolos para saber denunciar”
Cuando en 2017 Erla Mariela Morales, profesora de la Universidad de Salamanca, descubrió el plagio de su tesis sobre informática y didáctica se lo comunicó al rectorado que le explicó que no podía tomar medidas contra un fraude de otra institución. Por su parte, el director de la tesis fraudulenta le presentó sus disculpas y le adelantó que se tomarían medidas. Y ahora, una vez que el pasado diciembre la Universidad de Vigo ha cancelado a la boliviana Raquel Ivonné Jalil Angulo su tesis plagiada ―Morales supo de esta noticia por este diario― la profesora de la USAL ha decidido acudir a la justicia y aspira a contar con el respaldo legal de su universidad.

Por lo pronto Vigo, que no da señales desde que hace seis años le pidiese detalles de su caso, ha retirado la tesis de su repositorio. “Faltan protocolos para saber denunciar. Hay una clara indefensión”, se lamenta. La Universidad de Santiago confirmó a EL PAÍS, por otra parte, que Jalil Angulo no había cursado allí otros cursos de doctorado, pese a jactarse de ello en sus currículums. La exdoctora boliviana, que no ha contestado a este diario y que pertenece a la Academia Panamericana de Ingeniería, no ha quitado ninguno de sus doctorados de su perfil en Linkedin.

Tetyana Nizhelovska: “¡No esperas que te roben en tu cara!”
La pesadilla de Tetyana Nizhelovska no ha terminado. Hace un mes en redes el plagiador la tachó de “mezquina y sinvergüenza”. En 2016 esta ucrania terminó su máster en la Universidad de Valencia con matrícula de honor, gracias a un trabajo final (TFM) sobre la escritora Lesya Ukrainka, compatriota, y se fue a un congreso en Cádiz de hispanistas de su país. Su intención era hacer contactos y de resultas terminó cruzándose en 2019 correos con el historiador y editor español José Andrés Alvaro Ocáriz, conocido de uno de los catedráticos presentes. Supuestamente, él buscaba bibliografía sobre esta notable figura de la literatura porque quería “promover la cultura” de Ucrania. Ahora Tetyana se siente “ingenua” pero ya no “avergonzada”, porque le hizo llegar su TFM ―sobre lo que versaría también su tesis―. Le dije: “Puedes citar mi trabajo, que está registrado”. Cada día se arrepiente.

Estando aislada en Kazajistán por la pandemia ―era profesora de español allí― se alarmó en 2020 al descubrir que Alvaro Ocáriz había publicado el libro Lesya Ukrainka, el alma de Ucrania en una editorial de su propiedad. “Entré un poco en pánico. ¿Qué ha pasado?”. Se descargó el libro en su ebook y se confirmó el plagio. “Me pasé una semana llorando. ¡No esperas que te roben en tu cara!”. En las páginas del libro estaban sus traducciones de textos y “gran parte” de las conclusiones del TFM.

La Universidad de Valencia concluyó que no podía actuar, porque el plagiador no era del centro académico así que, con la ayuda de su tutor, contactó con un despacho especializado en derechos de autor. Después de recibir un burofax, Alvaro Ocáriz se comprometió a retirar la obra. “Y mientras, hacía un montón de entrevistas en España y Ucrania, le daban una medalla de honor en la Embajada de Ucrania… Ahora lo cuento tranquila, porque ya lo tengo trabajado”. Más de un año después denunció a Alvaro Ocáriz: había cambiadoel contenido, pero ni la ISBN (Número Internacional Normalizado de Libros, en sus siglas en inglés) ni la portada. Para hacerlo tuvo que contratar a un perito que desde Ucrania ―donde Rusia había empezado a bombardear― cotejó los textos. Un juez estimó que la primera versión era un plagio, pero en la segunda no, y que Alvaro Ocáriz debía compensarle con 3.000 euros por daños morales, pero no la retirada del libro. “¡Y yo no sé qué versión está vendiendo!”, se queja. Su recurso a la sentencia no tuvo éxito. El autor “no ha puesto en su blog, como decía la sentencia, que la primera versión de su libro era un plagio”, se lamenta Nizhelovska . “Ni ha publicado, como tenía que hacer, una disculpa en el periódico ucranio Pravda”. Por eso sus abogados van a solicitar que se ejecute la sentencia. Y el plagiador, que no ha contestado a este diario, sigue de bolos con el libro: este marzo ha pronunciado una conferencia en Logroño sobre la literata.

José Antonio Aguilar: “Hay incentivos para que las víctimas no denuncien”
A veces hay que irse muy atrás para encontrar el plagio. En el caso de José Antonio Aguilar Rivera, profesor investigador en la división de Estudios Políticos del CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) de México, perseguirlo ha sido especialmente tortuoso. En 2001 publicó el libro El manto liberal. Los poderes de emergencia en México (1821-1876) en la editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y en 2017 comprobó que un compatriota había calcado 53 de sus páginas en una tesis defendida en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ―el 20% del total― y en un libro publicado por la Suprema Corte de Justicia de México.

Aguilar Rivera tuvo que esperar hasta 2021 para que el Consejo Consultivo de Madrid recomendase a la universidad retirar el doctorado y el proceso legal se ha demorado en México hasta 2024. Asegura que, aunque se dirigió formalmente en numerosas ocasiones al rectorado de la UAM, este dejó de explicarle la fase del procedimiento abierto por plagio: “Me parece de una irresponsabilidad institucional monumental que no se dignaran a reconocerme como alguien que tenía derecho a saber qué ocurría”. Por EL PAÍS ha sabido del dictamen del consejo y fue el propio plagiador quien le confesó de pasada en uno de los correos electrónicos que le habían retirado el título de doctor.

En el dictamen consultivo, algo muy poco habitual, el director de tesis se disculpa: “La conclusión de esta tesis doctoral se produjo en un momento en el que vencían los plazos para su presentación, lo que hizo que su finalización se precipitara, y que lo acelerado de su fase final ayudó a la comisión del fraude”. En cambio, un miembro del tribunal defendió la “novedad” y al autor del plagio, pese a ese 20% calcado.

El plagio tuvo su propio devenir judicial en México, donde se había publicado el libro original. “Fue kafkiano. La Suprema Corte de Justicia, que había publicado el plagio, decidió denunciarnos al plagiario y mí, con el argumento de que no sabía quién era el responsable del plagio”, narra Aguilar. “Cuando había una década de diferencia entre un texto y el otro. Tuve la necesidad de defenderme en la instancia de derechos de autor. Eso configura una serie de incentivos para que las víctimas de este delito no denuncien”, se lamenta.

La Corte denunció luego al plagiario por lo penal, pero Aguilar no quiso seguir esa vía por lo que el culpable salió impune. “Lo único que quería era una disculpa pública, que no ha existido. En las escasas comunicaciones privadas que tuve con el infractor, daba una explicación absolutamente ridícula; que le había dado a un corrector de estilo su tesis y que había sido el responsable... Eso abría una ventana a saber lo que había ocurrido: que probablemente el trabajo había sido comisionado a un tercero, responsable de haber hecho el plagio”. Aguilar publicó un artículo novelado en la revista Nexos sobre su pesadilla. El plagiador es un abogado con una breve y abrupta carrera en la política mexicana.

Nota de la autora: No consta en el texto el nombre de todos los plagiadores porque en la sentencia o resolución del consejo consultivo no aparece el nombre real o el título de la obra, salvo en un caso.

viernes, 21 de marzo de 2025

La FUNDEU proporciona algunas instrucciones la mar de majas pa' cuando llegue el Apocalipsis



Todos sabemos que, si un asteroide de proporcionas impacta sobre la tierra, las consecuencias pueden ser terribles. Por eso, la FUNDEU (Fundación del Español Urgente, brazo armado de la Real Academia, siempre dispuesta a corregir la falta de salero de los hablantes no peninsulares) consideró necesario que muramos expresándonos de la manera correcta. Es así que, el pasado 17 de febrero, en su sitio, publicaron estas indicaciones, muy oportunas para cuando estemos a punto de crepar.

Aproximación de un asteroide a la Tierra, las claves de redacción

A propósito de la profusión de noticias relacionadas con el asteroide 2024 YR4, que podría chocar contra la Tierra en 2032, se ofrecen algunas claves de redacción.

1. Asteroide, no meteorito
El término adecuado para aludir a este cuerpo celeste es asteroide, palabra que designa a un ‘cuerpo menor del sistema solar, de dimensiones inferiores a 1000 km de diámetro y que frecuentemente gira alrededor del Sol entre las órbitas de Marte y Júpiter’. Si se desprendiera de él un fragmento y cayera sobre la Tierra u otro astro, se podría aludir a él como meteorito.

2. 2024 YR4, mejor con subíndice
Es este el nombre provisional del asteroide, que sigue la nomenclatura científica. Conviene respetar esta grafía oficial, que da indicaciones sobre su descubrimiento (tuvo lugar en 2024, en la segunda quincena de diciembre, a la que corresponde la primera letra, la Y) y el orden que ocupa entre otros hallazgos esa quincena (al primero le corresponde la A y, en caso de llegar a la Z, se vuelve a la A, pero añadiéndole un 2, 3, etc.). La Unión Astronómica Internacional recomienda dejar el último de los números, si lo permite la tipografía, como subíndice.

3. Tierra, Sol…, con mayúscula inicial
Si se hace referencia a los nombres propios de los objetos astronómicos, lo adecuado es la mayúscula inicial. Sería recomendable escribir, por ejemplo, «su órbita alrededor del Sol», no «… del sol».

4. Probabilidad en torno al 2 %, no posibilidad
La tercera acepción de probabilidad en el Diccionario de la lengua española señala la ‘razón entre el número de casos favorables y el número de casos posibles’ de que algo ocurra, y no es lo mismo que posibilidad. Por ello, cuando se dice «La ESA reduce la posibilidad de que choque contra la Tierra al 2 %», sería recomendable haber escrito «… reduce la probabilidad…».

5. Las siglas extranjeras, en redonda
El 2024 YR4 ha sido descrito como asteroide potencialmente peligroso, calificación descriptiva en la que lo recomendable es emplear minúsculas, y que a menudo se sustituye por su sigla en inglés, PHA (por potentially hazardous asteroid), escrita en redonda. Lo mismo ocurre con otras denominaciones, como la de asteroides próximos a la Tierra (NEA, sin s, por near-earth asteroids).

6. Escalas de Palermo y de Turín, mayúsculas y minúsculas
Para medir el riesgo y la peligrosidad de impacto de uno de estos cuerpos se utilizan las escalas de Palermo (o escala técnica de amenaza de impacto de Palermo) o Turín, con mayúscula inicial solo en el nombre propio y no en el sustantivo genérico.

jueves, 20 de marzo de 2025

"Los ciudadanos aún puede hacer algo frente al uso perverso que los poderes hacen del lenguaje"

Publicada en Málaga Hoy, el pasado 11 de marzo, la siguiente nota de Pablo Bujalance da cuenta del proceso de lectura que llevó al español Antonio Álvarez de la Rosa a publicar un ensayo sobre el ideario de Gustave Flaubert. En la bajada se lee: "El escritor, traductor y catedrático presenta Flaubert a la carta, la obra ganadora del Premio Málaga de Ensayo en su última edición y que publica Páginas de Espuma"

"Fondo y forma son las dos caras de una misma cosa"

Dejó para la posteridad Gustave Flaubert esta famosa sentencia: "Dios está en los detalles". Y la cita parece encarnarse con fidelidad en Antonio Álvarez de la Rosa, escritor, traductor, catedrático de Filología Francesa en la Universidad de La Laguna (Tenerife) y divulgador incansable de la literatura francesa en España. Ya no solo por todo cuanto su escritura debe al autor de La educación sentimental, sino por su disposición atenta y amable al entorno, dispuesto a que ningún rasgo quede inadvertido. Traductor de Maupassant, Hugo, Le Rouge, Schwob, Echenoz y el mismo Flaubert, Álvarez de la Rosa se proclamó recientemente ganador del Premio Málaga de Ensayo en su décimo sexta edición, dotada con 10.000 euros, con su libro Flaubert a la carta, que presentó este martes en el Ayuntamiento de Málaga en compañía del alcalde, Francisco de la Torre; la concejal de Cultura, Mariana Pineda; y el editor Juan Casamayor, director de Páginas de Espuma, el sello encargado de publicar la obra. El jurado, integrado por Javier Gomá, Estrella de Diego, Espido Freire, Alfredo Taján, el citado Juan Casamayor y la directora del Área municipal de Cultura, Susana Martín Fernández, como presidenta, decidió por unanimidad conceder el premio a un libro consagrado a la obra del autor francés pero estrechamente vinculado a la mejor tradición del ensayo en España, la que desde la Generación del 98 hace de la lectura de los clásicos una cuestión más vital que académica, más contemporánea que pretérita.

Aunque, tal y como anuncia en la primera línea de su libro, Álvarez de la Rosa llevaba años "rumiando la idea de escribirse a la sombra de Flaubert", la idea definitiva de Flaubert a la carta prendió en 2021 en Ruán, a donde el catedrático se trasladó para participar en los actos convocados por el segundo centenario del creador de Madame Bovary. A partir de entonces, el autor vivió una particular inmersión en la correspondencia de Flaubert tras la que asumió la decisión de escribir una autobiografía intelectual a partir de las líneas propuestas en sus cartas por el mismo Flaubert y sus coetáneos: "Mientras daba vueltas a la idea de contemplarme en su espejo, me pareció inquietante y hasta ridículo que, casi en cada página que iba escribiendo, siguiera tronando la voz de Flaubert. Sin embargo, me empezó a parecer normal. Acababa de salir de una prolongada y estrecha convivencia imaginaria con él, con su vida y, sobre todo, con sus cartas y no era raro que estuviese a la sombra de su imponente figura". De hecho, Flaubert a la carta se articula en torno a ese encuentro imaginario con el escritor francés con el reconocible paisaje de Ruán y sus moradores como telón de fondo. Subido a hombros de tal gigante (y de otros muchos, de Montaigne a Steiner pasando por Cocteau y Rabelais), Álvarez de la Rosa escribe, cargado de razones, sobre su mundo, el presente, "desde la suprema importancia de la palabra precisa, la estupidez generalizada y la comodidad del tópico que carcomen el pensamiento del ser humano, pasando por la revolución femenina, el enigma del amor, los problemas sociales, la necesidad de dialogar con los clásicos, la duda como motor de la inteligencia y de la búsqueda de la verdad, el escepticismo ante el poder, cualquier poder".

A la hora de adoptar esta óptica para atender a la realidad actual, Antonio Álvarez de la Rosa se atiene escrupulosamente a la máxima flaubertiana por la que tan importante como lo que contamos es cómo lo contamos: "El anzuelo que me ha tenido enganchado a Flaubert no fue, salvo que mi memoria sea más traidora de lo que creo, solo admiración por sus novelas, ni el alto voltaje reflexivo de sus cartas. Fue y sigue siendo descubrir, a través de su poética, que el fondo -la historia contada, los personajes protagonistas- y la forma -la manera de contar los hechos y los pensamientos- han de ser las dos caras de una misma cosa", escribe el autor al respecto. De ahí que aquella importancia que Flaubert concedía a la palabra precisa se revele de urgente necesidad ahora, cuando de nuevo asistimos al reto de llamar a las cosas por su nombre; esto es, una experiencia veraz exige un conocimiento profundo de la lengua con la que construimos la realidad misma: "¿Los seres humanos somos algo sin la lengua que hablamos? ¿Tiene añgo que ver la lengua con el hecho de que abandonáramos las cuevas, inventáramos la rueda o la azada e incluso el teléfono móvil? Si pensar sirve de algo, ¿puede existir y desarrollarse el pensamiento sin conocer la lengua todo lo profundamente que se pueda?"

Y añade Álvarez de la Rosa a modo de advertencia fundamental: "Los ciudadanos aún puede hacer algo frente al uso perverso que los poderes -políticos o financieros- hacen del lenguaje. Y lo que podemos y debemos hacer, salvo que solo queramos vivir en, sobre o tras una pantalla, es llamar a las cosas por su nombre. Para poder intervenir en la política y en nuestra sociedad, lo primero que necesitamos conocer es la verdad y para ello es imprescindible conocer la lengua". Ya este miércoles 12 de marzo estará Flaubert a la carta disponible en las librerías para que este reconocimiento del mundo de la mano de Flaubert quede al acceso de los lectores. Como una invitación firme a compartir de manera activa la premisa de que la lectura no se conforma con habitar la realidad, sino que ansía transformarla.








miércoles, 19 de marzo de 2025

"Es muy importante no dejarse manipular por las grandes editoriales y distribuidores que te están presionando continuamente para colocar sus libros"


Publicada en el Diario de Sevilla, el pasado 16 de marzo, lo que sigue es una entrevista realizada por Luis Sánchez Moliní con Amparo Lazo Contreras. En la bajada se lee: "Junto a su hermano José es el alma de Palas, una de las librerías mejor valoradas por la Sevilla ilustrada, que lleva más de 45 años abierta en el barrio de Los Remedios".

“No soporto los libros sobre librerías”

Para un lector habitual es difícil pasar por la calle Asunción y no escuchar el incesante canto de sirenas del escaparate de Palas. Según muchos empelucados de la Sevilla ilustrada esta librería, fundada por el historiador y ex político Alfonso Lazo, tiene la mejor selección de la ciudad de novedades en humanidades, narrativa y poesía. Esto es posible gracias al trabajo del equipo formado por Amparo Lazo (capitana de la tropa de Palas), José Lazo, Juan Díaz, Sonia Domínguez y Mar Cruces (recientemente incorporada). “Si tuviese dinero, compraría el local de al lado, tiraría esa pared y ampliaría la librería. Con eso sería suficiente”, comenta Amparo Lazo (Sevilla, 1960), consciente de que Palas rebosa libros y hay que moverse por ella con cuidado de no derribar alguna de las pilas donde encontramos maravillas y tesoros apenas conocidos por el gran público. Lo que marca la diferencia, como decíamos, es el escaparate, una especie de isla de las tentaciones, pero pensada por Tomás Moro, un cepo para paseantes incautos a principios de mes. Allí no entra ningún bestseller (aunque tenerlos los tienen, pero escondidos, como si estuviesen perseguidos por la censura). Este monumento es obra de Amparo Lazo, licenciada en Historia, lectora y librera con criterio. Un gran currículum.

–Su padre, el profesor, historiador y expolítico Alfonso Lazo, fue el que fundó esta librería Palas en 1980.
–Digamos que, si lo puedo decir así, la librería fue un capricho suyo. Vendió su parte de un campo que había heredado y quería tener una librería, pero no como negocio, sino como una manera de estar al día en todo lo que se publicaba, de tener acceso a libros que no se encontraban entonces en Sevilla y de poder encerrarse con ellos los domingos. Mi madre y mi prima Gloria fueron las que se encargaron al principio de sacarla adelante.

–Gloria Rodríguez, una gran fotógrafa.
–También era muy buena librera. Mucha gente venía a Palas por ella. Estaba muy conectada con el mundo artístico sevillano y eso atraía a mucha gente.

–¿Y usted?
–Yo estudié Historia, pero nunca pensé en dedicarme a dar clases. Cuando Gloria se fue a trabajar como fotógrafa me fui implicando cada vez más. Después llegó mi hermano José y actualmente la llevamos entre los dos.

–En esos inicios de los que hablamos su padre estaba muy involucrado en la política, no solo como diputado, sino también como secretario general del PSOE sevillano.
–Fue un momento de grandes luchas internas del partido: Guerra, Borbolla... todo eso lo vivíamos en casa intensamente y, aunque yo no participaba, me enteraba de todo. Creo que mi aversión a la política me viene de esa época. Lo mío llega hasta tal punto que me cuesta muchísimo relacionarme y dorarle la píldora a las administraciones.

–Palas está en los Remedios y es un referente para la Sevilla más ilustrada. Su apuesta por las humanidades y la literatura de calidad se plasma en un escaparate que es una invitación a la ruina económica del lector.
–Cuidamos muchísimo la selección de los títulos, porque somos conscientes de que es lo que nos puede distinguir de otras librerías. Además, nos encanta. Juan tiene mucho criterio sobre filosofía, poesía y ensayo. José sabe mucho de naturaleza y ciencia; y Sonia y yo nos dedicamos a la narrativa. En mi caso me sirve también el haber estudiado historia.

–¿Se edita demasiado en España?
–Sí, se edita muchísimo. Las editoriales se excusan en que para que aparezca un libro que verdaderamente merezca la pena tienes que sacar muchos, siempre aspirando a encontrar un mirlo blanco que te salve un año o, incluso, la década, como pasó con El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Pero muchos libros sobran. Entre otras cosas, se recuperan muchos títulos antiguos. Algunas de estas recuperaciones son muy buenas, pero otras son novelas sin interés que se olvidaron justamente. Seleccionar los libros es un trabajo importantísimo.

–¿Algunas editoriales de referencia?
–Las del grupo Contexto: Asteroide, Sexto Piso, Nórdica... saben lo que están haciendo. Siempre sacan cosas buenas que, además, se venden. Me gustan editoriales pequeñas como Gatopardo, Confluencias, Ediciones 98, La Caja Books. De Sevilla me interesa mucho la recuperación de los narraluces que está haciendo Athenaica, la colección amarilla. Tengo pendiente la lectura de La espuela, la novela de Manuel Barrios que acaban de reeditar... Pero la editorial que más nos interesa, la que de alguna manera nos representa, es Acantilado. Cuando murió el editor, Jaume Vallcorba, parecía que iba a llegar a su fin, pero Sandra Ollo ha sabido llevarla a buen puerto.

–¿Qué está leyendo usted ahora?
–Estoy releyendo lo que tenemos mañana [la entrevista se realiza el miércoles] en el taller de lectura que ofrece la librería y dirige Eduardo Jordá, El corazón en tinieblas, de Conrad. Precisamente, la traducción que hizo el propio Jordá para Espasa Calpe. También he leído unos cuentos de Diego Muzzio, un escritor argentino, que publica Las Afueras, otra editorial muy curiosa. Son cuentos de miedo al estilo clásico de Maupassant o Poe... Es un género que siempre me ha gustado.

–Hace ya unos años se pusieron de moda los libros sobre librerías, ¿qué le parecen?
–No soporto los libros sobre librerías. No me gustan nada.

–¿Un poco cursis?
–Sí, además son completamente falsos. Es llamativo que las protagonistas sean siempre mujeres... No consigo que me interesen. Pero hay mucha gente a la que sí, porque tienen un concepto romántico del trabajo en una librería, algo que no tiene nada que ver con la realidad.

P.–¿La realidad es más dura?
–Es físicamente mucho más dura. Tienes que estar todo el día moviendo cajas. Y después el papeleo: albaranes, facturas... Todas las semanas entran y salen libros. Demasiadas novedades. Es muy importante no dejarse manipular por las grandes editoriales y distribuidores que te están presionando continuamente para colocar sus libros. Tienes que saber decir no. He conocido pequeñas librerías que no han durado más de nueve meses porque las han inundado de libros. Hay que ser muy independiente y trabajar muchísimas horas, no solo las que tienes abierto al público.

–¿Alguna referencia en el gremio?
–Sigo por las redes a los compañeros de Letras Corsarias, de Salamanca. Me parece maravilloso todo lo que hacen. Son los mejores y hacen una selección increíble. Cualquiera que pase por Madrid termina en Salamanca, en su librería.

–Parece claro que el papel del librero es importante, incluso en las grandes cadenas.
–Sí, fíjese en la diferencia que marcó Antonio Rivero Taravillo cuando gestionó la Casa del Libro de Sevilla. Funcionaba maravillosamente. Su salida se notó muchísimo.

–Ahora las librerías son también lugares de animación cultural, con talleres, presentación de libros, tertulias literarias...
–Eso ha cambiado mucho en los últimos treinta años. Nosotros también lo hacemos, pero nos ayuda gente que sabe hacerlo. Si tuviésemos más espacio haríamos más cosas, pero más de veinticinco personas no caben aquí. Sevilla es una plaza muy dura, como dicen los editores. Organizas algo que crees que se va a llenar y solo vienen cuatro personas.

–¿Se considera una librería de barrio?
–Sí, la mayoría de la clientela es del barrio. El estar en Los Remedios se nota para bien. No solo es una cuestión económica. En Nervión, que puede ser un barrio más o menos parecido, no van tan bien las librerías como aquí.

–Los Remedios es un barrio que carga con muchos tópicos.
–Estoy deseando que alguien escriba la historia del barrio. A ver si Fran Matute se anima. Aquí, por lo menos, todavía quedan bares de verdad, cosa que en Triana y el Centro han desaparecido. Pero ya está empezando a cambiar y más lo va a hacer con el proyecto de Altadis. Mi sección de libros en idioma extranjero ha crecido mucho en los dos últimos años.

–¿Ya se nota la turistificación?
–Sí, la notamos. Cada vez traemos más libros en inglés pensando en clientes que son turistas.

–Tradicionalmente ha tenido una sección de libros en portugués. ¿Pertenece a la selecta secta de iberistas sevillanos?
–Adoro Portugal. Además, Sonia, que trabaja con nosotros, habla portugués y ha vivido allí. También tenemos algo de italiano. El problema es que la distribución en idiomas extranjeros no es la mejor.

–Las librerías siempre han sido lugares de tertulias informales, de corrillos de clientes más o menos egregios perorando de lo divino y lo humano.
–Antes se formaban más corrillos, sobre todo de profesores universitarios. Tengo muchos clientes egregios, gente cultísima a la que adoro. Tratar con ellos es lo que más me gusta de mi trabajo. Por aquí viene mucho Jacobo Cortines, el propio Rivero Taravillo, José Julio Cabanillas, Sara Mesa... Muy cliente nuestro fue Julio Manuel de la Rosa. Me encantaban sus visitas, porque me encargaba que le buscase bibliografía sobre algún tema del que estaba escribiendo y siempre era divertido e interesante.

–Dígame un libro que, contra su pronóstico, se haya vendido muchísimo.
–Con esas características, ahora mismo se está vendiendo muchísimo el de David Uclés, La península de las casas vacías, una novela sobre la Guerra Civil en clave de realismo mágico. Nunca lo hubiese pensado. También se vende mucho, pero eso sí me lo esperaba, el último libro de Sara Mesa, Oposición. Ella es un valor seguro, como todo lo de Yuval Noah Harari. Y ahora, como fenómeno francamente sorprendente, está el éxito de la novela Noches blancas, de Dostoyevski, entre la gente joven.

–¿Qué me dice?
–Sí, ha empezado a venderse mucho. Es un fenómeno curiosísimo. Creo que algún influencer lo ha recomendado. Es el mismo público que lee novela romántica. Ahora bien, no sé la opinión que les merece después de leerla.

–Palas se encuentra en la calle Asunción, que con la ya veterana peatonalización se convirtió en una plaza lineal que le ha dado una nueva vida al barrio, pese a que en un principio levantó una gran oposición por parte del comercio.
–Fuimos de los pocos que apoyamos desde un principio la peatonalización de Asunción Me gustaría ver ahora a aquellos que en un principio se opusieron tanto. Pero es cierto que cada vez veo en Asunción más cafeterías que van derivando a lugares donde tomar copas. No sé cómo estaremos dentro de diez años. Me gustaría pensar que Asunción no se convertirá en un continuum de veladores. La peatonalización le ha venido bien al barrio, le ha dado un centro, pero desde el punto de vista comercial echo de menos más variedad.

–¿Sufre el síndrome de la cuchara de palo? ¿No le termina cogiendo un poco de manía a los libros?
–A veces sí, pero tengo claro que nunca leo nada que no quiera leer, porque para mí sigue siendo un placer y no quiero hacerlo por trabajo.

–¿Nunca han pensado en mudarse?
–No, porque las librerías que mejor funcionan son las que tienen el local en propiedad, como nosotros. Esto es necesario en un negocio que tiene un margen muy pequeño, de un 20% o un 25% de cada libro vendido. Me asombra gente como la de Botica, que son muy valientes y ya tienen cinco tiendas abiertas.

–Sigue habiendo buenas librerías en Sevilla, pero da la sensación de que la ciudad ha perdido algo de riqueza, de “biodiversidad”, como se dice ahora.
–Fíjese, cuando era joven existía una librería especializada en francés, Montparnasse; una en inglés, Vértice... Estaba Al Ándalus, con un fondo de clásicos grecolatinos enorme; en La Roldana encontrabas mucha historia; en Los Remedios había una librería técnica agrícola; otra de Arquitectura en Reina Mercedes; Vitruvio, en la Plaza de la Contratación, estaba dedicada al arte... Ahora hay muchas librerías de infantil –que antes no existían–, lo cual está muy bien.

–¿Qué hacemos con la Feria del Libro? ¿Volvemos a la Plaza Nueva o la dejamos en los Jardines de Murillo?
–Soy de las que pensaba y sigue pensando que su sitio es la Plaza Nueva. Quizás porque viví aquella edición de los ochenta que también se hizo en los Jardines de Murillo y que fue un desastre. Es verdad que la última edición no fue mal, aunque para nosotros nos fue un poco peor que en la Plaza Nueva... a lo mejor por los días de lluvia. Lo cierto es que al público le encanta los Jardines de Murillo. Si seguimos allí habría que arreglar muchas cosas para que no se repitan los problemas del año pasado. Eso sí, el cambio de fecha ha sido muy positivo.

–Pues tienen negros a los de viejo.
–No creo, porque el público es muy diferente. Además, la Plaza de San Francisco está muy bien.

–Yo echo de menos la presencia en la Feria de más editoriales poco conocidas e interesantes. Muchas veces los contenidos de los quioscos son más que previsibles.
–Totalmente de acuerdo. Hay que fomentar que vengan editoriales de fuera. Es una manera de atraer al buen público lector, que lo que le gusta es rebuscar y encontrar.

–¿Y esa bestia negra llamada Amazon?
–Algo de daño nos ha hecho, pero lo peor es que ha acostumbrado a los clientes a tener los libros al día siguiente de pedirlos. Se ha perdido un poco la paciencia.

martes, 18 de marzo de 2025

"Los románticos ingleses son la última generación que observa una naturaleza virgen"

La aparición en México de una antología de poetas románticos ingleses, firmada por el poeta y editor Víctor Manuel Mendiola, motiva la siguiente nota, publicada el pasado 14 de marzo, en el diario Milenio, de México, por José Juan de Ávila.



"Nadie ha valorado lo que se ha hecho en México en traducciones"

Poeta, ensayista, traductor y editor, Víctor Manuel Mendiola sostiene que la comprensión profunda de las vanguardias pasa por leer a los poetas románticos, en particular a los ingleses, a quienes tradujo en la antología La arena en fuga (2024), recién publicada en la colección Poemas y Ensayos de la UNAM.

En un mundo actual al que representa cómica y cósmicamente Batman, un héroe oscuro, inspirado en lo gótico, Mendiola destaca el papel que tuvo la naturaleza en el romanticismo inglés, último movimiento poético cuyos protagonistas “tuvieron la oportunidad histórica de contemplar a la naturaleza aún virgen”.

El volumen incluye a William Blake, William Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge, Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John Keats y es la nueva parada obligada en una travesía que emprendió el también promotor cultural y colaborador de Laberinto por la poesía clásica inglesa, que tuvo ya un antecedente con Violencia e Inmensidad en los Siglos XVI y XVII (2023), publicada en la editorial que fundó hace 46 años con Guillermo Samperio y Luis Soto, El Tucán de Virginia, dedicada en exclusiva a la poesía.

“Hice Violencia e Inmensidad en los Siglos XVI y XVII tratando de de entender esa convivencia, esa presencia simultánea de la gran poesía en España de Francisco de Quevedo, de Luis de Góngora, de Lope de Vega, con los grandes poetas que llamamos isabelinos”, explica en entrevista. Una selección en edición bilingüe, con traducción y estudio de Mendiola, que va desde Thomas Wyatt, Henry Howard, Edward de Vere, Walter Raleigh, Edmund Spencer, Philip Sidney y Samuel Daniel hasta Christopher Marlowe, William Shakespeare, John Donne, John Milton y Ben Johnson, y en la que se destaca la poesía de mujeres como la misma Elizabeth I, Mary Sidney Herbert o lady Mary Wroth.

“Hay una serie de espejos en este libro. Quería sentir esa presencia doble, múltiple, de esos grandes poetas. Cómo en esos momentos habían estado reunidos autores de esas dimensiones. Un poeta (Góngora) que hizo la 'Fábula de Polifemo y Galatea' y "Las Soledades", tan distinto, pero no tanto, porque 'Polifemo y Galatea', siendo un poema barroco, con su hermetismo, lo puedes ver en perspectiva junto a 'Venus y Adonis', el poema de Shakespeare. Ambos beben de la misma fuente, de Ovidio”, compara el crítico literario.

“Me sorprendió encontrar en poetas ingleses lo que había visto en los españoles: la influencia enorme de Italia, el petrarquismo, pero, al mismo tiempo, tanto en unos como en otros, la desviación hacia a Ovidio, como se observa en Marlowe, que tradujo —modernizó— en pentámetro jámbico los Amores. Esa traducción es una actualización de Ovidio, quien también está presente en Shakespeare y en Donne”, añade.

Para Mendiola, la poesía inglesa de su primera antología está marcada por una época de violencia y transformación. Y en los románticos antologados en La arena en fuga que abrevaron indirectamente, en invisibles vasos comunicantes como lo muestra Biografía literaria de Coleridge, en la filosofía alemana de Fichte y Schelling. “Hay en ellos una intensa unidad de lo ideal y lo real”.

“El poema de Wordsworth, 'La abadía de Tintern', muestra a un hombre que regresa al bosque en el que ha caminado de joven y que siente una felicidad inmensa: la hondura de estar entre los árboles, el río, las escarpaduras... Y la manera en que está expresado y vivido es como una acción interior o un momento ideal. Eso está en todos los románticos. En Coleridge lo vuelves a encontrar. 'Al ruiseñor' y 'La abadía de Tintern' son experiencias paralelas, en que probablemente (ambos poetas) evocan sus caminatas juntos por los bosques de Cumbria. Y lo vuelves a encontrar en los poemas de Byron, en su visión de la naturaleza, en 'La peregrinación del joven Harold'”, pone de ejemplos Mendiola.

“Y de nuevo lo hallas, de manera más filosófica, en Shelley, que comparte el gusto por la reflexión metafísica y filosófica con Coleridge. Shelley murió muy joven, pero poseía una vocación filosófica fuerte. Sus intereses son como ontológicos y mitológicos, esto se ve claramente en el 'Adonáis', una mezcla de la tristeza reflexiva por la muerte de Keats y el reclamo a la sociedad literaria que había rechazado a Keats (lo llamaron poeta cockney), y al mismo tiempo todo esto enmarcado en la visión mitológico-metafísico-platónica”, agrega.

¿Por qué su interés por traducir a los románticos ingleses?

Tengo 45 años trabajando en El Tucán de Virginia, cuya columna vertebral es una colección bilingüe. A lo largo de ese tiempo he venido observando el proceso de traducción realizado en México. Es impresionante. Nadie ha valorado lo que se ha hecho en nuestro país, con trabajos como los de Salvador Elizondo, Ulalume González de León, Tomás Segovia, Guillermo Fernández; y, luego, en las siguientes generaciones, con Marco Antonio Campos, Verónica Volkow, Luis Miguel Aguilar, Javier Sicilia, Pura López Colomé. En el fondo están Villaurrutia y Paz. Puedes hacer una larga lista y obtendrás una biblioteca contemporánea en inglés, portugués, francés, alemán, griego... Hay una gran biblioteca de traducciones, sobre todo de poesía moderna de la segunda mitad del siglo XX.

Este acervo me hizo darme cuenta de que había que ir hacia atrás. A propuesta de Salvador Elizondo publicamos "El Cuervo", de Edgar Allan Poe. Hicimos una pequeña investigación y encontramos cinco versiones. Publicamos dos. Después repetí el ejercicio con Gérard de Nerval. Eso me hizo darme cuenta de que tenía que ir más lejos y salté a las vanguardias y, tratando de entenderlas, comprendí que una buena parte de la discusión literaria se concentraba exclusivamente en ellas y que a éstas no las podías descifrar si no discutías a los románticos. Esto me empujó a leerlos, releerlos y estudiarlos. Y descubrí que en México no existía nada y había poco en lengua española. Excepto Cernuda y Paz. Y después de tanto tiempo de corregir traducciones, vi que tenía un camino que andar gracias a esa relación con los traductores y mis propias lecturas.

¿Cómo llega el romanticismo inglés a los poetas mexicanos?

En traducciones, tardó. Es una cosa sorprendente. Si revisas Contemporáneos, Taller, El hijo pródigo, todas las revistas, hay una ausencia casi total del romanticismo inglés y del siglo XIX inglés. ¿Qué se conocía? A D.H. Lawrence, las traducciones de Salvador Novo de literatura norteamericana. Hay alguien por ahí que creo tradujo a John Donne o a algún poeta metafísico. Es un desierto. El mismo William Butler Yeats, que debería estar, no tiene una presencia fuerte al principio de siglo, y él se ganó el premio Nobel de Literatura en 1922. Se le conoce poco. Ahora más, pero debería ser mucho más leído porque es un gran poeta, como Byron, Shelley o Robert Browning.

¿De qué manera considera que la poesía de estos románticos se conecta con las generaciones más recientes, que se dice que no leen, pero mantienen una preocupación mayor por el planeta?

Los románticos ingleses son la última generación que observa una naturaleza virgen. Pero junto a ellos el mundo de las máquinas avanza de un modo avasallador. A mitad del siglo XIX la polución ya es un problema. Londres no sólo es una ciudad de muchedumbres. Es una ciudad de humo. Aparece también la lucha de los trabajadores y el odio de los campesinos a las fábricas que retrataron Gaskell y Disraeli. Los románticos no vieron eso, pero lo presintieron; lo ves en el feroz poema de Blake a Londres. También lo ves en 'Al ruiseñor', de Coleridge, o en la oda 'A un ruiseñor', de Keats. Elípticamente rechazan la urbe. Ellos podían, de una manera muy simple, salir de su ciudad y estar en la naturaleza. Esa experiencia nosotros ya no la tenemos.

Los poemas del romanticismo son una ventana a lo fantástico, como “Las rimas del anciano marinero” de Coleridge; pero también son una puerta a la phisis, a la naturaleza. En Keats se ve el temor, la preocupación por la pérdida del silencio y la soledad plenas, que sólo se pueden hallar alejándote de la ciudad. Eso es lo que ellos hacían… se alejaban.

¿Cómo definiría entonces la época actual respecto del romanticismo?

Tiene que ver con Coleridge. Vivimos una época gótica que adora el mundo de lo espeluznante. Vivimos, para bien y para mal, en el mundo de Batman, un mundo cósmico, pero también cómico. El héroe es un paladín que tiene un lado oscuro. Podría ser un personaje del poema de Coleridge 'Christabel', sobre una vampira. Es curioso cómo el romanticismo inglés captó esa dimensión negra y bufa. En esta realidad baldía y oscura donde vivimos, el hombre murciélago, para contemplar el mundo, tiene que subir a un rascacielos y lo que mira no es el cielo ni las montañas ni el mar. Mira el proceloso oleaje de la infamia en un laberinto de cristales, electricidad y concreto.

El título de la antología, La arena en fuga, remite al tiempo, al reloj de arena, a partir del poema de Shelley. ¿Qué función tenía el tiempo para los románticos?

Está tomado del último verso del poema 'Ozymandias' (que alude a un rey egipcio). Es una crítica al poder. Al “gran” poder que desaparece. La experiencia directa con la naturaleza te permite tener una idea de la armonía, pero también te revela que todo está en “transformación”. Shelley tiene otro poema, también traducido en la antología ('Mutabilidad'), en donde dice que “nada puede durar, excepto el cambio”. Es la conciencia oscura, irónica, del pensamiento heraclitiano. Y ligado directamente con la antología, todo poder va a convertirse en pedazos de nada, en arena.