jueves, 12 de diciembre de 2024

Primera persona del singular del Presente de Dubitativo (II)

Françoise Huguier delante de algunas de sus fotos


Segunda parte del ensayo, comenzado a publicar ayer, de la escritora y traductora española María José Furió, por sus dimensiones, se ofrece en dos partes. Ésta es la primera y mañana se publicará la segunda

Primera persona del singular del Presente de Dubitativo
(segunda parte)

Expectativas del presente

Busco ejemplos y análisis del uso del presente narrativo en literatura traducida. En la traducción del francés al inglés mi problema resulta ser el pan de cada día y la solución parece establecida hace mucho. Hélène Choquet asegura en «L'alternance passé-présent dans le récit : contraintes de la traduction du français vers l'anglais» [La alternancia pasado-presente en la narración: restricciones en la traducción del francés al inglés] que los manuales de traducción franceses aconsejan no andarse con rodeos y traducir el presente histórico francés, tan habitual en textos periodísticos, por un pretérito inglés.


Chuquet examina los problemas que plantea la alternancia de tiempos diferentes en una misma narración, especialmente entre el «presente de narración» y los pretéritos. En francés, esta heterogeneidad temporal se denomina también «rupturas temporales», mientras los ingleses la llaman tense-switching. El quid es averiguar cuándo y cómo esa alternancia aporta valor al texto potenciando el sentido del relato. Encuentro un buen ejemplo de heterogeneidad temporal en las primeras páginas de la novela de Theodor Kallifatides El arado y la espada (1975), recién publicada por Galaxia Gutenberg. Es la segunda parte de la trilogía, entre Campesinos y señores (1973) y Una paz cruel (1977), que trata del periodo comprendido entre la invasión nazi de Grecia en 1941 y el final de la guerra civil en 1949.


El arado y la espada –traducida del sueco por Carmen Montes Cano y Eva Gamundi Alcaide– empieza en presente, muy pronto hace incisos en pasado y llegado cierto punto sigue sin brusquedades con diferentes formas del pretérito, consiguiendo así tanto una jerarquización fluida de los hechos que relata como ubicar psicológica y emocionalmente al protagonista: 


La noche de la liberación // - El tío Stelios abre la ventana que da a la calle. En Yalós es de noche y reina el silencio. Un silencio denso, en el que la gente duerme o simplemente cierra los ojos y deja de buscar palabras, puesto que todas las palabras están dichas y todo lo que debía hacerse está hecho.

Es la primera noche de la liberación, una noche de mayo de 1944 y, en lo que respecta a Yalós, la guerra ha terminado. Los nazis se vieron obligados a retirarse no como vencedores, sino como perdedores. Por toda Grecia sopla un viento con el aroma del dulzor de la victoria, y el mundo se ha vuelto de repente más comprensible; un mundo de vencedores y de perdedores.

 

Algunos académicos llaman arrêt sur image (imagen congelada) a este procedimiento, donde con el presente de indicativo se toma una escena o un episodio especialmente relevante o significativo como eje desde el cual el narrador realiza aproximaciones o distanciamientos, como Kallifatides hace con el día de la liberación.


Mediante estas rupturas verbales se pretende «poner la acción en movimiento», efecto que también se observa en Si esto es un hombre, de Primo Levi. Aleksandra Koman corrobora por su parte lo dicho arriba en «Funzioni del tempo presente nella strategia narrativa» [Funciones del tiempo presenta en la estrategia narrativa]:

 

En los textos narrativos el tiempo presente sirve a menudo para subrayar un hecho importante, un momento crucial que marca un cambio en la vida del personaje y que provoca toda la serie de acontecimientos que seguirán. [...] Esta elección obedece a que, pasando al tiempo presente, el escritor consigue introducir al lector en el corazón del universo narrado. Por lo tanto, el lector tiene la impresión de encontrarse en la dimensión temporal de los acontecimientos contados por el narrador; de este modo queda nivelada la distancia temporal. (Traducción de la autora)

 

De momento, acepto el consejo de optar por el pretérito en textos no especialmente marcados por la búsqueda del efecto dinámico ya descrito, es decir no literarios. La decisión parece menos evidente cuando se trata de una novela enteramente escrita en presente o en una proporción tan significativa como para tomarla como ejemplo. Chuquet se fija en la obra de Patrick Modiano y examina qué decisión tomaron diferentes traductoras al inglés. La de Les Boulevards de ceinture  prefirió ceñirse al original y conservar «casi íntegramente la organización temporal del francés», mientras que la de Quartier perdu prefirió trasladar el presente al pretérito. El resultado es de esperar, dice: en la primera novela, determinados pasajes llaman la atención sobre sí mismos, aunque el resultado general es bueno. En la segunda se ha conseguido la fluidez tan buscada a cambio de cierto grado de pérdida con respecto del original. Añado que las traductoras españolas de Los paseos de circunvalación y Barrio perdido, María Teresa Gallego Urrutia y Adoración Elvira Rodríguez respectivamente, conservan el presente de indicativo del francés alternando con otros tiempos verbales cuando corresponde.


Ahí estamos: qué se pierde y cuánto afecta esa pérdida a la mejor recepción del sentido original, comparado con conseguir un texto conforme a los cánones del género. Entendemos, por supuesto, que la expectativa generada en el plano del lenguaje por una novela de Modiano es distinta de la que suele inspirar la autobiografía de un artista visual, sea fotógrafo o cineasta o pintor, ilustrador, etc. En el caso de Huguier, hay que tener en consideración no solo sus carencias retóricas sino también su estilo «pulsional»: relata su pasión y cómo la realización de sus proyectos fotográficos es el resultado del empeño en salvar obstáculos.


El dato que todavía me mantiene del lado del presente de indicativo es la importancia del episodio que Huguier eligió como inicio de su autobiografía, que un crítico de la vieja escuela llamaría «la escena primitiva».


El pasado siempre presente

Hija de la alta burguesía francesa, su padre era director de una plantación de caucho en Saigón y «al acabar la segunda guerra mundial regresa a Vietnam, comisionado por su compañía para recuperar el control sobre las plantaciones de caucho de Indochina después de la retirada de los japoneses». En las vacaciones escolares de 1950, Françoise, la pequeña de tres, asistía con los padres y sus hermanos a una fiesta en el elitista círculo de plantadores. Un asalto de los guerrilleros comunistas vietminh resultó en numerosos muertos y varios secuestrados, entre ellos Françoise, de ocho años, y su hermano, cuatro años mayor. El secuestro llegó a las portadas de los periódicos, se prolongó ocho meses y marcó la memoria de la futura fotógrafa. El acontecimiento, a la vez traumático y dramáticamente interesante, justifica que el relato arranque con este episodio porque supuso una forma de segundo nacimiento. El juego entre la presión de esos recuerdos intensos y singulares y la necesidad de establecerse en el presente, como le aconsejaba ya una monja del internado parisino donde sus padres la matricularon, se redobla con la conciencia y necesidad de distinguirse del entorno burgués. Distinta, que no renegada, y sin ínfulas de oveja negra, Huguier encaja mejor en la categoría, tan aristocrática por otro lado, de excéntrica.


El relato en tiempo presente parecería la opción que mejor casa con su personalidad despierta y reacia al autoanálisis. En sus reportajes y sus libros son periodistas o escritores los encargados de dar con la expresión precisa o feliz que sintetiza una experiencia o una cultura, en Francia o en el extranjero, que a veces ella retoma en la autobiografía.


Un último elemento que tomar en consideración sobre la preferencia por el presente narrativo es el que analiza Isabelle Dangy en «L’intériorité au présent de l’indicatif», publicado en la Revue critique de fixxion française contemporaine del año 2016. Aunque, como el título de la revista evidencia, se ocupa de la ficción, el artículo contiene varias reflexiones que considero válidas y trasladables a los discursos del yo, como las memorias o autobiografías. La selección de los episodios relevantes, el orden en que se presentan y el tono, pero también lo que se sugiere o se omite, emparentan el género autobiográfico con la novela o el cuento.


Para hablar de sí mismos, los fotógrafos suelen inclinarse por la fotobiografía, un subgénero «ennoblecido» desde la obra de Roland Barthes. Muchos artistas recurren a un negro para la redacción del texto mientras otros, mejor informados, prefieren una firma de prestigio que sea por sí misma un reclamo comercial. Hasta la publicación de Au doigt et à l’œil,  el trabajo de Huguier ha tenido siempre a otros por protagonistas, salvo J’avais huit ans, una fotobiografía sobre su regreso, cinco décadas después, a los escenarios de la plantación y de su secuestro en Camboya, una experiencia que nunca mantuvo en secreto, por lo que en su caso no se produce ese retorno de lo censurado o silenciado, en forma de aluvión de recuerdos y emociones, propio de muchas experiencias traumáticas de carácter violento. Es un episodio capital de su biografía que todos los perfiles y entrevistas mencionan y que se sobreentiende como catalizador de los temas que aborda en su carrera; ella ha declarado varias veces que la violencia de la que fue testigo hizo que no se dedicara al reporterismo de guerra.


Por no perder de vista el objeto de esta reflexión, la manera en que soslaya ahondar en ciertos temas y asuntos corrobora que el presente de indicativo en ficciones contemporáneas permite eludir la expresión de la vida interior del sujeto dando relieve, como en los reportajes, al relato de las acciones. Es también una manera de evitar manierismos «literarios»: el tono evocador, engolado o grandilocuente, o la idea del tiempo pasado dejado a la espalda, así como la concepción del relato de una vida como una serie de pasos que conducen inexorablemente al triunfo donde la selección de episodios sirve de recetario para el éxito destinado a aspirantes a fotógrafos. A favor del presente narrativo está su capacidad para conservar y reproducir la dinámica de la oralidad, su espontaneidad. O para transmitir cómo Françoise Huguier enfoca sus viajes fotográficos: «Leo mucho antes, sin saber lo que voy a fotografiar. También compro mucha documentación sobre el terreno, que descubro allí. Estoy totalmente impregnada por el instante presente».


Mediante el presente de indicativo, Huguier nos lleva  a creer que la memoria no ha elaborado los recuerdos –algo desmentido por la estructura elegida, pues cada capítulo aborda un tema sin seguir un orden estrictamente cronológico y puede referirse a distintos años– y que su vida entera se le aparece siempre al alcance de las palabras, sin operar una jerarquización previa de la relevancia de los diferentes eventos como determinantes de lo que da en llamarse «un destino de artista».


¿Y entonces?


La alternativa, dado que sigo creyendo que en la versión española no funciona mantener el presente de indicativo a lo largo de todo el libro, es ensayar la «perspectiva Kallifatides»: usar el pretérito en pro de la fluidez y conservar el presente en aquellos pasajes donde con él se transmiten las ideas que he desarrollado en este artículo.

Bibliografía

        Nueva gramática de lengua española, «El verbo (I). Tiempo y aspecto. El aspecto léxico. Los tiempos del modo indicativo. El aspecto verbal. Sus clases»: https://www.rae.es/gram%C3%A1tica/sintaxis/el-aspecto-verbal-sus-clases

        Avendaño Anguita, Lina, «Perspective et temps verbaux: problèmes de traduction», La Clé des Langues [en línea], ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), Lyon, marzo de 2010.
URL:
https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/langue/traduction/perspective-et-temps-verbaux-problemes-de-traduction

        Chuquet, Hélène, «L'alternance passé-présent dans le récit : contraintes de la traduction du français vers l'anglais», Meta, Journal des Traducteurs 45(2), 2000, 249–262. //https://doi.org/10.7202/002245ar

        Dangy, Isabelle, «L’intériorité au présent d’indicatif», en Revue critique de fixxion contemporaine, URL: http://journals.openedition.org/fixxion/6755

        Koman, Alexandra, «Funzioni del tempo presente nella strategia narrativa», en Annales Universitatis Paedagogicae Cracoviensis, Studia de Cultura FOLIA 218, 9(1) 2017; ISSN 2083-7275; DOI 10.24917/20837275.9.1.8

        Shams, Golrokh, Généralités sur les différents concepts de temps : du concept philosophique et physique au concept grammatical et linguistique, Université d’État d’Érévan.

        Zubiri, Xavier, Espacio. Tiempo. Materia, Alianza Editorial, Madrid, 1996, p. 299-300; citado en Fernández López, Justo, Indefinido y Aoristo.

Libros citados

        Huguier, Françoise, Au doigt et à l’œil. Autobiographie d’une photographe, Sabine Wespieser Éditeur, París, 2014.

        Kallifatides, Theodor, La espada y el arado, Galaxia Gutenberg, 2024. Trad. de Carmen Montes Cano y Eva Gamundi.

        Leiris, Michel, El África fantasmal. De Dakar a Yibuti (1930-1933), Pre-Textos, Valencia, 2007. Trad. de Manuel Arranz.

        Modiano, Patrick, Barrio perdido, Cabaret Voltaire, Madrid, 2012. Trad. de Adoración Elvira Rodríguez.

        , Los paseos de circunvalación, Anagrama, Barcelona, 2012. Trad. de María Teresa Gallego Urrutia.

        Pastoureau, Michel y Simonnet, Dominique, Breve historia de los colores, Paidós, Barcelona, 2006. Trad. de María José Furió.

 


miércoles, 11 de diciembre de 2024

Primera persona del singular del Presente de Dubitativo (I)

El presente ensayo de la escritora y traductora española María José Furió, por sus dimensiones, se ofrece en dos partes. Ésta es la primera y mañana se publicará la segunda

Primera persona del singular del Presente de Dubitativo
(primera parte)

Titubeos, indecisiones y cavilaciones en torno al uso del presente de indicativo al traducir del francés al español

Meses atrás descubrí que una célebre fotógrafa francesa, Françoise Huguier (1942), cuya obra he admirado desde siempre, había publicado su autobiografía. Se trata de un texto muy ameno de unas ciento sesenta páginas que firma con Valérie Dereux, publicado en 2014 con el título Au doigt et à l’œil por la editorial parisina Sabine Wespieser. Una vez me confirmaron que los derechos de traducción al español estaban libres, decidí traducir unos capítulos pensando en la posibilidad de interesar a alguna editorial española, apoyándome en varios factores: primero, la fama de una artista de muy colorida trayectoria que sigue en activo, con exposiciones abiertas en galerías francesas e internacionales, con publicaciones recientes y con longsellers. En segundo lugar, al no existir traducción al inglés ni a otros idiomas, los fotógrafos y aficionados a la fotografía que conforman el target natural del libro no pueden acceder al contenido, ya que el francés ha perdido la relevancia que tuvo entre la profesión como lengua de cultura y comunicación hasta aún la década de 1980.

En un primer abordaje, la traducción no presenta grandes problemas para quien conozca la terminología de la fotografía analógica. Tampoco suponen un obstáculo insuperable la toponimia de los más exóticos y recónditos lugares donde Françoise Huguier ha puesto el pie ni el léxico de los rituales que describe de sus viajes tanto por África como por varios países asiáticos. Terminada la primera versión de esos primeros capítulos, hice la lectura cargada de sospecha habitual en esta fase del proceso. Me pareció entonces que en español la autobiografía narrada en presente de indicativo no terminaba de funcionar. Proseguí y, con más material que someter a juicio, continuó sin convencerme el resultado, de modo que pasé a una versión «convencional», es decir en pretérito.

El resultado me gustó bastante más, también porque en el camino reelaboré otros aspectos del texto para conseguir una coherencia fondo/forma que echaba en falta en el original francés. No es que manipulara el texto con el atrevimiento de esos traductores míticos de algunas metaficciones a los que nuestros colegas han dedicado páginas que pueden leerse como lecciones de traductología, sino que, sabiendo que Huguier es conocida por sus magníficas fotografías pero carece del don del verbo que distingue a tantos compatriotas suyos, resulta evidente que la autobiografía en primera persona ha sido armada por Dereux a partir de las notas que la fotógrafa toma durante sus viajes. Al replantear el tiempo verbal dominante, no suprimo el estilo literario de la fotógrafa, sino que ofrezco otra armadura del mismo relato.

Hasta hoy mismo, mi traducción es prácticamente clandestina, por lo que puedo intentar cualquier enfoque, convencida de que la mayor objeción que podrían hacerme sería la falta de ambición al elegir el texto. Quebraderos de cabeza por la autobiografía de una fotógrafa. ¡Vamos, si fuera Barthes, o Valéry, o Céline! Ya me entendéis. A lo que puedo responder que uno de los imperativos y alicientes fundamentales al traducir es descubrir cómo funciona el texto concreto y los mecanismos que facilitan o dificultan el traslado a otro idioma, no solo del sentido sino de aquello que en la forma del texto posee carácter y valor en sí. ¿El uso del presente de indicativo tiene en este texto ese valor?

De haberse tratado de una ficción, seguro que no albergaría tantas dudas, porque la propia narración suele generar argumentos en defensa de las diferentes decisiones estilísticas que haya tomado el autor, aunque luego veremos que no todos los traductores se atienen a lo que para mí es una regla. Para resolver mis dudas, el primer paso era, por fuerza, averiguar la frecuencia del uso en francés del presente de indicativo y cómo había sido traducido al español en textos relevantes. Esta averiguación tiene algo de detectivesco si consideramos que el texto que yo tenía en pantalla estaba muerto… o parecía sin pulso, apático, desmayado. El doctor Nueva Gramática Española me brindó una clasificación de los usos del presente de indicativo; en sus correspondientes acepciones, la gramática desglosa conceptos que en traducción solemos aplicar de manera intuitiva. Sintetizando, tenemos el uso del presente para hablar del momento actual, refiriendo acciones que no han terminado mientras hablamos; para referir acciones repetidas o hábitos («el sol sale por el este»; «Helena fuma como un carretero»; «su marido la engaña»; «España nos roba»), y también para expresar un futuro próximo al comunicar acciones programadas o compromisos («Recuerden. El grupo A sale desde el paseo marítimo…, el B sale desde el malecón…»). El llamado “presente pro futuro” requiere un complemento que permita al oyente o al lector interpretar que la acción tendrá lugar con posterioridad al momento de la enunciación. El presente de mandato, al que nuestros oídos se acostumbraron desde niños, es muy usado en español para dar órdenes («No te lo digo más. Te vistes y bajas a desayunar a la orden de ya»). El presente prospectivo es el utilizado con un condicional («Si no llega a venir el anfitrión, seguiríamos en la calle»). Todos buscan acentuar la expresividad. No había oído hablar del presente analítico: el que «aparece en secuencias en las que se atribuyen a ciertos individuos afirmaciones tenidas por ciertas que el hablante suscribe de modo implícito». Por supuesto, sí sabía del presente histórico y del uso tan frecuente del presente para referirse a sucesos recientes o de un pasado inmediato. En estos casos, al neutralizarse el presente y el pasado, solo el contexto permite descifrar la información. El francés cuenta además con el presente continuo (sujeto + être en train de conjugado + infinitivo, que en español se traduce con el verbo estar conjugado en el tiempo correspondiente + gerundio: Je suis en train de lire = (yo) estoy leyendo).

Y, por fin, el presente narrativo, el más relevante para mis cuitas e indagaciones, definido como el recurso estilístico «utilizado en las narraciones para describir hechos pasados que se desean mostrar como si fueran actuales. El presente narrativo concurre a menudo con otros tiempos del pasado, de forma que destaca entre ellos y otorga mayor viveza a la narración».

La diferencia respecto del presente histórico, con el que es fácil confundirlo, es que el presente narrativo «admite otros tiempos verbales satélites y obtiene sus efectos de la combinación con ellos». Para no extenderse, baste con indicar que diferentes marcas o construcciones lingüísticas como adverbios facilitan su uso. Llegados a este punto de la enumeración conviene señalar, especialmente para quienes no saben francés, que el indefinido se considera una forma culta, que a no pocos hablantes les cuesta conjugar correctamente y que el passé composé es un tiempo verbal más frecuente en francés que en español. Uno de los errores habituales de los traductores principiantes es traducirlo por un pretérito perfecto cuando el contexto no da lugar a dudas sobre la necesidad en español de usar el indefinido.

En cuanto a saber cómo suele resolverse el desnivel entre la frecuencia de uso y los efectos que tienen en cada lengua los respectivos tiempos verbales, contamos con la ventaja de la ingente producción teórica que se ha publicado en este siglo. Por ejemplo, queda bien en textos de Historia, como he podido comprobar mientras revisaba una vieja traducción mía: Breve historia de los colores, de Michel Pastoureau y Dominique Simonnet. Observemos que también habría sido correcto el tiempo indefinido y «satélites»:

En ese momento [histórico] no se produce ningún avance concreto en la fabricación de colorantes o pigmentos. Lo que sí ocurre es un cambio profundo en las ideas religiosas. El Dios de los cristianos se convierte precisamente en un dios de luz. Y la luz se vuelve… ¡azul! Por primera vez en Occidente, se pintan los cielos de azul. (p. 10)


La investigadora de la Universidad de Granada Lina Avendaño Anguita se ha ocupado del problema en Perspective et temps verbaux : problèmes de traduction, una valiosa reflexión sobre los usos más frecuentes de los tiempos verbales, donde estipula que el análisis del contexto en que se produce la situación enunciativa brindará la clave para la traducción más adecuada. Observa que los estudiantes de traducción a menudo cometen el error de adoptar como regla ineludible la «pista morfológica», que en relación a los tiempos verbales significa conservar el tiempo del texto fuente, opción que resulta prácticamente una inercia al trabajar entre idiomas emparentados, como las lenguas románicas. Y una segunda regla adoptada automáticamente que también genera confusión es considerar «que el tiempo representa el tiempo». No solo Avendaño alerta de estos automatismos, fruto de la falta de autoconfianza del traductor inexperto: en Espacio. Tiempo. Materia, Zubiri nos recuerda que «la connotación temporal se impone al verbo mediante un sistema de desinencias y otros recursos morfológicos. Pero es siempre algo derivado. La connotación temporal (fue, es, será) no pertenece, pues, formalmente a la acción ni tan siquiera aspectualmente considerada. Por tanto, no es un modo de realidad, sino de algo ulterior a ella. Es decir, el tiempo no está formalmente incluido en la acción. Sin embargo, de alguna manera se funda en ella».

No descubrimos nada nuevo, por lo tanto, al decir que no hay una equivalencia estricta de sentido entre los tiempos verbales en diferentes idiomas, como tampoco es nuevo observar que en los géneros narrativos en español hay unos tiempos verbales recurrentes que no siempre coinciden con los del francés, por lo que empeñarse en conservar a toda costa el tiempo verbal de origen puede resultar en una traducción que genere extrañeza en el lector, parasitando su lectura hasta provocar rechazo. Parte del sentido habrá sufrido una distorsión, si no se ha perdido del todo. Esto, sin tener en cuenta las diferencias en la frecuencia de uso de ciertos tiempos verbales entre determinadas áreas de habla hispana.

Para tomar una decisión apoyada en argumentos consistentes, conviene ver cómo han lidiado con el mismo problema otros traductores. Avendaño Anguita considera un error creer que hay que mantener a toda costa el tiempo verbal de la versión original y que «un tiempo verbal posee en sí la característica de transmitir un punto de vista, sea este cual fuere, independientemente de todo contexto». Porque, sin renunciar a una traducción fiel al original, conviene tener muy presente, dice, que ni el tiempo físico del mundo, ni el tiempo cronológico, como tampoco el enfoque lingüístico del tiempo, bastan para explicar qué tiempo verbal demanda una determinada perspectiva narrativa.

La noción de «tiempo lingüístico» es ya una pista importante: el punto temporal desde el cual se narra instituye un presente, el del habla, aunque según se trate de una ficción o de otro género ese eje temporal puede ser móvil. Estos saltos temporales no suelen generar confusión en el oyente en su lengua nativa, y como lectores de ficciones también hemos adquirido gran agilidad para adaptarnos a las diferentes referencias temporales, por lo que seguimos sin mayor tropiezo el relato que desde un presente contemporáneo se traslada hacia tiempos del pasado o se proyecta hacia el futuro. De la literatura podríamos decir que es el agujero de gusano que, según la física cuántica, permite conectar dos regiones distintas del universo –el universo de la ficción literaria– y viajar en el tiempo. Siendo válida la metáfora, no resuelve la cuestión de decidir el tiempo verbal que mejor transmite el sentido del discurso en el caso que me ocupa.

Quién es Françoise Huguier
Mejor será ir acotando el problema. Para empezar, el del género: Huguier es conocida por sus reportajes en profundidad, entre los cuales sobresalen Sur les traces de l’Afrique fantôme (1990), un periplo inspirado por la famosa exploración de Michel Leiris recogida en El África fantasmal. De Dakar a Yjibuti (1930-1933), una obra mayor de la literatura francesa. La imagen de portada, con el famoso Pescador bozo sobre el Níger, contiene los rasgos propios del estilo de Huguier, que en parte refleja el estilo de la autobiografía: sus imágenes resultan poéticas sin decaer en el ensimismamiento melancólico, son estéticas pero vivaces, se introducen en la intimidad de las personas que retratan sin ser invasivas; la fotógrafa tiende a centrar  el motivo  de su imagen sin saturarla con detalles irrelevantes ni deslizarse hacia el minimalismo. Ella se define como «muy curiosa, interesada siempre en descubrir cosas nuevas». La influencia del cine recorre toda su obra, no como copia de obra ajena sino como creación de películas propias. «Me gusta –dice– que mis fotos estén en movimiento, nunca fijas, que se alejen de la pintura para acercarse al cine. Necesito esta libertad.»

La dilatada trayectoria de Huguier, miembro de la agencia VU, fundadora de los Encuentros de Fotografía de Bamako, además de comisaria y cineasta, y que creó escuela con sus reportajes de desfiles de moda en los años ochenta –la década de los grandes modistos modernos: Lacroix, Yamamoto, Mugler–, ha sido abundantemente reconocida con premios como el Medicis hors les murs, la retrospectiva del Festival del Fotoperiodismo Visa pour l’Image de 2022 y, como guinda, su entrada en el selecto olimpo de la Académie des Arts en 2023.

Pese a todos estos avales, ninguno de sus libros ha sido traducido al español. Encuentro varias explicaciones, además de que el aficionado al género suele preferir la edición original, por tratarse la mayoría de veces de ediciones cuidadas con tiradas reducidas, donde lo fundamental es la calidad de reproducción de la imagen. Son libros cuyo valor comercial puede aumentar en el mercado coleccionista en función de la escasez de ejemplares o de la relevancia que el autor vaya adquiriendo. Además, salvo notables excepciones, el texto suele ser accesorio.

¿En qué medida el perfil de la protagonista puede determinar la opción de conservar o no el tiempo presente de la autobiografía? Y a la pregunta de por qué cambiar el tiempo verbal, la respuesta evidente es que en castellano detecto un desequilibrio entre la eficacia narrativa, ingrediente básico para mantener el interés del lector, y la extrañeza que produce el relato en presente de indicativo de setenta años de vida y cuarenta de andadura profesional. Si soy radicalmente fiel a la versión original francesa, acepto que en español el texto suene a extenso reportaje de revista para el gran público, en lugar de procurar un texto de la calidad que merece una artista tan relevante. Un texto de «sí pero no» podría perjudicar al éxito comercial entre su target: profesionales de la fotografía y aficionados, viajeros, amantes de las culturas africanas y asiáticas e interesados en las biografías de mujeres. Hay mucha gente a la que decepcionar.

(continúa mañana)

martes, 10 de diciembre de 2024

"La pérdida de adherencia a la realidad"

En su columna semanal del diario Perfil, de Buenos Aires, Guillermo Piro se ocupa esta semana de cómo las variaciones del clima afectan a la poesía tradicional japonesa. Leer para creer.

Los haikus y el cambio climático

El haiku es un tipo de poesía inevitable: pocos se resisten a la tentación de vérselas con su concisión, con su extremo ahorro de palabras, con su, cuando se alcanza, certeza. El haiku está tradicionalmente compuesto por diecisiete sílabas (más precisamente diecisiete moras), cinco en el primer verso, siete en el segundo y cinco en el tercero. Muchos escritores en determinado momento decidieron lidiar con ese ejercicio, porque es difícil, porque es encantador y porque sí. Recuerdo los haikus de Mario Benedetti, los de Andrew Vachss y más recientemente los de Ana María Shua, quien para evitar desde el vamos la crítica habitual tituló a su libro No son haikus. Y es que no hace falta solamente la limitación de la rima: en teoría, todo haiku que se precie debe contener un kigo, esto es, una palabra que evoque una estación del año, cosa que a menudo expresa también un estado de ánimo. Por ejemplo, en japonés fuyu significa invierno, pero transmite también una sensación de desolación e introspección; yamanemuru se puede traducir como “montaña que duerme”, pero en los haikus remite a un sentimiento de inmovilidad y paz. Lo que ocurre ahora es que las estaciones están sufriendo alteraciones debido al cambio climático, y eso hace que en Japón muchos kigo estén cayendo en desuso, perdiendo en parte su fuerza comunicativa, o que directamente ya no tengan sentido.

Por ejemplo, en Japón, el verano de 2024 fue el más caluroso registrado jamás durante segundo año consecutivo: las altas temperaturas empezaron en primavera y prosiguieron hasta bien entrado el otoño. La contemplación de las cerezas, un lugar común en los haikus, remite históricamente al mes de abril, que en el calendario japonés corresponde a finales de la primavera. Pero resulta que ahora las cerezas aparecen en la segunda mitad de marzo. Contemplar las cerezas en abril aparece representado por la palabra hanami, un kigo que ya no se corresponde con la realidad.

Lo mismo ocurre con otros haikus que describían momentos del año, hasta hace poco tiempo actuales y reconocibles, están perdiendo significado. Justin McCurry escribió un artículo en The Guardian ofreciendo ejemplos históricos de haikus que merecerían un breve cuerpo de notas en una publicación en su lengua original: cuando Matsuo Basho en un haiku hace referencia al “viento de otoño”, asociándolo a la atmósfera melancólica del paso a la estación otoñal, Basho tenía frío; hoy la temperatura en la misma época es mucho más alta, el viento de otoño se asocia más al calor sofocante, a la agonía, a la muerte tal vez. La capacidad del kigo de comprimir tres o cuatro meses de una estación en una sola palabra se está perdiendo.

En su artículo, McCurry entrevista a David McMurray, quien da cursos de haiku en la Universidad de Kagoshima, al sureste de Japón. Murray ofrece el ejemplo de la palabra “mosquito”, que en japonés siempre funcionó como el motor evocador de imágenes veraniegas. Pero hoy los mosquitos aparecen también en otoño, incluso en el norte de Japón, y por lo tanto la referencia estacional se debilitó. Los saijiki, es decir las extensas listas de palabras kigo que el poeta puede utilizar para evocar una estación, dice McMurray que corren el riesgo de volverse solamente documentos históricos.

Esa es la razón por lo que los propios japoneses están comenzando a sufrir algo que hasta hace poco era propio de los escritores de haikus occidentales: la pérdida de adherencia a la realidad, su mutación de tipo. Si somos un poco pesimistas podríamos hablar de la probable extinción del haiku. Es raro presenciar la extinción de un tipo de poesía, pero podría suceder. O tal vez los haikus muten: lo han hecho muchas especies animales para sobrevivir, muchas lenguas. Tal vez los poemas que Ana María Shua recopiló en No son haikus sean los haikus del futuro, en cuyo caso un día habrá que cambiarle el título y llamarlo: Antes no eran haikus, pero ahora sí.

lunes, 9 de diciembre de 2024

Más de lo mismo y cada vez peor: tanto joder, tanto joder y ahora les llegó el turno a los editores

El pasado 5 de diciembre, Daniel Gigena publicó en La Nación, de Buenos Aires, una inquietante noticia acerca del rumbo que están tomando las autoediciones de libros que emplean Inteligencia Artificial. En la bajada se lee: "Editores y escritores de Estados Unidos y Gran Bretaña se quejaron por esta iniciativa que cobra a los autores entre 1500 y cinco mil dólares, y les otorga el 100% de las regalías por las ventas, sin contratos ni cesión de derechos".

Una empresa tecnológica lanzará miles de libros “editados” por IA y el mercado en inglés reacciona con estupor

Después del anuncio hecho por la empresa tecnológica Spines, con sede en Miami, de que en 2025 podrían publicar ocho mil libros “editados” por programas de inteligencia artificial (IA), que reemplazarían por completo el trabajo de editores de carne y hueso, un aluvión de escritores y editores estadounidenses y británicos protestaron por la iniciativa. Según afirmaron los responsables de la startup de origen israelí con sede en Miami, con la IA el trabajo de edición de un libro -que suele demandar entre seis y dieciocho meses- podría llevar tan solo dos o tres semanas.

Entre las tareas que Spines ofrece a los autores hartos de ser rechazados por editoriales comerciales se incluye la edición del original, con sugerencias para corregirlo, diseñar la portada, maquetarlo y además distribuir el producto final en formato de libro electrónico o impresión bajo demanda. “Nuestra innovación está en el proceso de producción”, afirmó el director ejecutivo y cofundador de Spines, Yehuda Niv, al portal de noticias tecnológicas TechCrunch.

Spines cobraría a los autores entre 1500 y cinco mil dólares, y el ciento por ciento de las regalías por las ventas irían a los autores; estos tampoco tendrían que firmar contratos en los que ceden determinados derechos (a diferencia de lo que pasa con las editoriales comerciales).

Recientemente, la empresa tecnológica obtuvo 16 millones de dólares en una ronda de financiación. Desde su lanzamiento en 2021, ha publicado más de 1700 libros; en 2025, planea publicar más de ocho mil.

“Nuestro objetivo es empoderar a los autores”, dijo un representante de Spines al diario británico The Guardian. “El 99% de los autores son rechazados porque no son celebridades ni están relacionados con las personas adecuadas -agregó-. Esos autores decepcionados pueden pagar entre 10.000 y 50.000 dólares por publicar su libro u optar por la vía de la autopublicación, que requiere su experiencia en cada tarea, como diseñar la portada, promocionar el libro, etcétera. Este proceso puede llevar entre seis y dieciocho meses. Mediante el uso de la tecnología, Spines agiliza el proceso de publicación de un libro, lo que permite a los autores centrarse en lo que mejor saben hacer: escribir grandes historias”.

Desde Spines sostienen que estarían “nivelando el campo de juego” al darle la chance a cualquier persona que quiere convertirse en autor a publicar en menos de tres semanas y a un menor costo. “Nuestro objetivo es ayudar a un millón de autores a publicar sus libros utilizando la tecnología”, agregó.

En la Argentina, autopublicar un libro (con la asistencia de editores de carne y hueso) de más de doscientas páginas en una tirada reducida (de cien a trescientos ejemplares) puede costar entre $ 1.500.000 y tres millones de pesos.

“No estoy en contra de la autoedición -con determinadas condiciones-, lo que me parece mal es que se la promocione de forma poco transparente, ocultando los intereses en juego, los costos futuros, y quién está detrás de cada propuesta”, escribió en su blog el exeditor y agente literario Guillermo Schavelzon.

Muchos editores y escritores estadounidenses y británicos rechazaron la iniciativa en redes sociales como X y BlueSky, atribuyéndoles a los emprendedores de Spines ánimo lucrativo y desprecio por los libros.

“Queremos recomendar a los autores que piensen con mucho cuidado antes de comprometerse con cualquier contrato de colaboración con una empresa de autopublicación”, dijo Anna Ganley, directora ejecutiva de la Sociedad de Autores del Reino Unido.

“Es muy poco probable que se cumpla con lo que un autor espera lograr, es muy poco probable que sea su mejor camino hacia la publicación y, si también depende de sistemas de IA, sobran motivos para preocuparse por la falta de originalidad y calidad del servicio que se ofrece, incluso si hay garantías, que sospechamos que son poco probables, de que el sistema de IA en cuestión no se desarrolló utilizando contenido protegido por derechos de autor extraído ilegalmente”, agregó.

viernes, 6 de diciembre de 2024

El Club de Traductores Literarios de Buenos Aires celebra el centenario del poeta y traductor José Luis Mangieri


Es el viernes que viene, en la librería El Jaúl, donde varios invitados van a recordar al factotum de La Rosa Blindada, Ediciones Caldén y Libros de Tierra Firme, de manera informal y amena, a partir de las 19 hs. La entrada es libre y gratuita. Los esperamos.

jueves, 5 de diciembre de 2024

Una mala cobertura periodística, probablemente mal traducida, de un proyecto interesante

La noticia data del 24 de abril de este año y fue publicada por El Abbas Tahri Joutey Hassani en Rue20 Español. Aquí se habla del trabajo del traductor marroquí Hassan Boutakka y su labor con el castellano de América y España.

"La traducción de la literatura es el mejor puente entre Marruecos, España y América Latina"

El profesor Hassan Boutakka, coordinador del Equipo de Traducción e Interculturalidad de la Universidad Hassan II de Casablanca, destacó el potencial de la traducción literaria para acercar culturas durante la presentación del libro Voces del Estrecho 2, ayer martes —23 de abril, Día Mundial del Libro—, en el Instituto Cervantes de Fez.

Boutakka, quien tiene una larga trayectoria traduciendo obras de la literatura española y latinoamericana al árabe, afirmó a Rue20 Español que «la poesía y la traducción de la literatura, en general, son el mejor puente entre Marruecos, España y América Latina».

Aludió a proyectos como la traducción de antologías de microrrelatos o libros de autores como José Hierro y Gonzalo Rojas, experiencias que «han permitido crear un diálogo con poetas de otros países».

Asimismo, el profesor señaló que estos trabajos de traducción literaria «tienen un impacto positivo en el desarrollo de las literaturas de los países y en el acercamiento entre intelectuales».

Destacó casos como jóvenes traductores que gracias a estos proyectos «se han colocado en la universidad» o trabajan ahora con editoriales.

Para Boutakka, pese a las voces críticas, «la traducción literaria es el mejor puente entre culturas y pueblos»; como demuestran sus propias experiencias al frente de diferentes iniciativas de acercamiento a través de la literatura hispánica, a cuya cabeza resalta Voces del Estrecho 2.