viernes, 13 de diciembre de 2024
jueves, 12 de diciembre de 2024
Primera persona del singular del Presente de Dubitativo (II)
Expectativas del presente
Busco ejemplos y análisis del uso del presente narrativo en literatura traducida. En la traducción del francés al inglés mi problema resulta ser el pan de cada día y la solución parece establecida hace mucho. Hélène Choquet asegura en «L'alternance passé-présent dans le récit : contraintes de la traduction du français vers l'anglais» [La alternancia pasado-presente en la narración: restricciones en la traducción del francés al inglés] que los manuales de traducción franceses aconsejan no andarse con rodeos y traducir el presente histórico francés, tan habitual en textos periodísticos, por un pretérito inglés.
Chuquet examina los problemas que plantea la alternancia de tiempos diferentes en una misma narración, especialmente entre el «presente de narración» y los pretéritos. En francés, esta heterogeneidad temporal se denomina también «rupturas temporales», mientras los ingleses la llaman tense-switching. El quid es averiguar cuándo y cómo esa alternancia aporta valor al texto potenciando el sentido del relato. Encuentro un buen ejemplo de heterogeneidad temporal en las primeras páginas de la novela de Theodor Kallifatides El arado y la espada (1975), recién publicada por Galaxia Gutenberg. Es la segunda parte de la trilogía, entre Campesinos y señores (1973) y Una paz cruel (1977), que trata del periodo comprendido entre la invasión nazi de Grecia en 1941 y el final de la guerra civil en 1949.
El arado y la espada –traducida del sueco por Carmen Montes Cano y Eva Gamundi Alcaide– empieza en presente, muy pronto hace incisos en pasado y llegado cierto punto sigue sin brusquedades con diferentes formas del pretérito, consiguiendo así tanto una jerarquización fluida de los hechos que relata como ubicar psicológica y emocionalmente al protagonista:
La noche de la liberación // - El tío Stelios
abre la ventana que da a la calle. En Yalós es de noche y reina el silencio. Un
silencio denso, en el que la gente duerme o simplemente cierra los ojos y deja
de buscar palabras, puesto que todas las palabras están dichas y todo lo que
debía hacerse está hecho.
Es la primera noche de la liberación, una noche
de mayo de 1944 y, en lo que respecta a Yalós, la guerra ha terminado. Los
nazis se vieron obligados a retirarse no como vencedores, sino como perdedores.
Por toda Grecia sopla un viento con el aroma del dulzor de la victoria, y el
mundo se ha vuelto de repente más comprensible; un mundo de vencedores y de
perdedores.
Algunos académicos llaman arrêt sur image (imagen congelada) a este procedimiento, donde con el presente de indicativo se toma una escena o un episodio especialmente relevante o significativo como eje desde el cual el narrador realiza aproximaciones o distanciamientos, como Kallifatides hace con el día de la liberación.
Mediante estas rupturas verbales se pretende «poner la acción en movimiento», efecto que también se observa en Si esto es un hombre, de Primo Levi. Aleksandra Koman corrobora por su parte lo dicho arriba en «Funzioni del tempo presente nella strategia narrativa» [Funciones del tiempo presenta en la estrategia narrativa]:
En los textos narrativos el tiempo
presente sirve a menudo para subrayar un hecho importante, un momento crucial
que marca un cambio en la vida del personaje y que provoca toda la serie de
acontecimientos que seguirán. [...] Esta elección obedece a que, pasando al
tiempo presente, el escritor consigue introducir al lector en el corazón del
universo narrado. Por lo tanto, el lector tiene la impresión de encontrarse en
la dimensión temporal de los acontecimientos contados por el narrador; de este
modo queda nivelada la distancia temporal. (Traducción de la autora)
De momento, acepto el consejo de optar por el pretérito en textos no especialmente marcados por la búsqueda del efecto dinámico ya descrito, es decir no literarios. La decisión parece menos evidente cuando se trata de una novela enteramente escrita en presente o en una proporción tan significativa como para tomarla como ejemplo. Chuquet se fija en la obra de Patrick Modiano y examina qué decisión tomaron diferentes traductoras al inglés. La de Les Boulevards de ceinture prefirió ceñirse al original y conservar «casi íntegramente la organización temporal del francés», mientras que la de Quartier perdu prefirió trasladar el presente al pretérito. El resultado es de esperar, dice: en la primera novela, determinados pasajes llaman la atención sobre sí mismos, aunque el resultado general es bueno. En la segunda se ha conseguido la fluidez tan buscada a cambio de cierto grado de pérdida con respecto del original. Añado que las traductoras españolas de Los paseos de circunvalación y Barrio perdido, María Teresa Gallego Urrutia y Adoración Elvira Rodríguez respectivamente, conservan el presente de indicativo del francés alternando con otros tiempos verbales cuando corresponde.
Ahí estamos: qué se pierde y cuánto afecta esa pérdida a la mejor recepción del sentido original, comparado con conseguir un texto conforme a los cánones del género. Entendemos, por supuesto, que la expectativa generada en el plano del lenguaje por una novela de Modiano es distinta de la que suele inspirar la autobiografía de un artista visual, sea fotógrafo o cineasta o pintor, ilustrador, etc. En el caso de Huguier, hay que tener en consideración no solo sus carencias retóricas sino también su estilo «pulsional»: relata su pasión y cómo la realización de sus proyectos fotográficos es el resultado del empeño en salvar obstáculos.
El dato que todavía me mantiene del lado del presente de indicativo es la importancia del episodio que Huguier eligió como inicio de su autobiografía, que un crítico de la vieja escuela llamaría «la escena primitiva».
El pasado siempre presente
Hija de la alta burguesía francesa, su padre era director de una plantación de caucho en Saigón y «al acabar la segunda guerra mundial regresa a Vietnam, comisionado por su compañía para recuperar el control sobre las plantaciones de caucho de Indochina después de la retirada de los japoneses». En las vacaciones escolares de 1950, Françoise, la pequeña de tres, asistía con los padres y sus hermanos a una fiesta en el elitista círculo de plantadores. Un asalto de los guerrilleros comunistas vietminh resultó en numerosos muertos y varios secuestrados, entre ellos Françoise, de ocho años, y su hermano, cuatro años mayor. El secuestro llegó a las portadas de los periódicos, se prolongó ocho meses y marcó la memoria de la futura fotógrafa. El acontecimiento, a la vez traumático y dramáticamente interesante, justifica que el relato arranque con este episodio porque supuso una forma de segundo nacimiento. El juego entre la presión de esos recuerdos intensos y singulares y la necesidad de establecerse en el presente, como le aconsejaba ya una monja del internado parisino donde sus padres la matricularon, se redobla con la conciencia y necesidad de distinguirse del entorno burgués. Distinta, que no renegada, y sin ínfulas de oveja negra, Huguier encaja mejor en la categoría, tan aristocrática por otro lado, de excéntrica.
El relato en tiempo presente parecería la opción que mejor casa con su personalidad despierta y reacia al autoanálisis. En sus reportajes y sus libros son periodistas o escritores los encargados de dar con la expresión precisa o feliz que sintetiza una experiencia o una cultura, en Francia o en el extranjero, que a veces ella retoma en la autobiografía.
Un último elemento que tomar en consideración sobre la preferencia por el presente narrativo es el que analiza Isabelle Dangy en «L’intériorité au présent de l’indicatif», publicado en la Revue critique de fixxion française contemporaine del año 2016. Aunque, como el título de la revista evidencia, se ocupa de la ficción, el artículo contiene varias reflexiones que considero válidas y trasladables a los discursos del yo, como las memorias o autobiografías. La selección de los episodios relevantes, el orden en que se presentan y el tono, pero también lo que se sugiere o se omite, emparentan el género autobiográfico con la novela o el cuento.
Para hablar de sí mismos, los fotógrafos suelen inclinarse por la fotobiografía, un subgénero «ennoblecido» desde la obra de Roland Barthes. Muchos artistas recurren a un negro para la redacción del texto mientras otros, mejor informados, prefieren una firma de prestigio que sea por sí misma un reclamo comercial. Hasta la publicación de Au doigt et à l’œil, el trabajo de Huguier ha tenido siempre a otros por protagonistas, salvo J’avais huit ans, una fotobiografía sobre su regreso, cinco décadas después, a los escenarios de la plantación y de su secuestro en Camboya, una experiencia que nunca mantuvo en secreto, por lo que en su caso no se produce ese retorno de lo censurado o silenciado, en forma de aluvión de recuerdos y emociones, propio de muchas experiencias traumáticas de carácter violento. Es un episodio capital de su biografía que todos los perfiles y entrevistas mencionan y que se sobreentiende como catalizador de los temas que aborda en su carrera; ella ha declarado varias veces que la violencia de la que fue testigo hizo que no se dedicara al reporterismo de guerra.
Por no perder de vista el objeto de esta reflexión, la manera en que soslaya ahondar en ciertos temas y asuntos corrobora que el presente de indicativo en ficciones contemporáneas permite eludir la expresión de la vida interior del sujeto dando relieve, como en los reportajes, al relato de las acciones. Es también una manera de evitar manierismos «literarios»: el tono evocador, engolado o grandilocuente, o la idea del tiempo pasado dejado a la espalda, así como la concepción del relato de una vida como una serie de pasos que conducen inexorablemente al triunfo donde la selección de episodios sirve de recetario para el éxito destinado a aspirantes a fotógrafos. A favor del presente narrativo está su capacidad para conservar y reproducir la dinámica de la oralidad, su espontaneidad. O para transmitir cómo Françoise Huguier enfoca sus viajes fotográficos: «Leo mucho antes, sin saber lo que voy a fotografiar. También compro mucha documentación sobre el terreno, que descubro allí. Estoy totalmente impregnada por el instante presente».
Mediante el presente de indicativo, Huguier nos lleva a creer que la memoria no ha elaborado los recuerdos –algo desmentido por la estructura elegida, pues cada capítulo aborda un tema sin seguir un orden estrictamente cronológico y puede referirse a distintos años– y que su vida entera se le aparece siempre al alcance de las palabras, sin operar una jerarquización previa de la relevancia de los diferentes eventos como determinantes de lo que da en llamarse «un destino de artista».
¿Y entonces?
La alternativa, dado que sigo creyendo que en la versión española no funciona mantener el presente de indicativo a lo largo de todo el libro, es ensayar la «perspectiva Kallifatides»: usar el pretérito en pro de la fluidez y conservar el presente en aquellos pasajes donde con él se transmiten las ideas que he desarrollado en este artículo.
Bibliografía
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Nueva
gramática de lengua española, «El verbo (I). Tiempo y aspecto. El aspecto
léxico. Los tiempos del modo indicativo. El aspecto verbal. Sus clases»: https://www.rae.es/gram%C3%A1tica/sintaxis/el-aspecto-verbal-sus-clases
•
Avendaño Anguita, Lina, «Perspective et temps verbaux: problèmes de
traduction», La Clé des Langues [en línea], ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029),
Lyon, marzo de 2010.
URL: https://cle.ens-lyon.fr/espagnol/langue/traduction/perspective-et-temps-verbaux-problemes-de-traduction
•
Chuquet, Hélène, «L'alternance passé-présent dans
le récit : contraintes de la traduction du français vers l'anglais», Meta, Journal des Traducteurs 45(2),
2000, 249–262. //https://doi.org/10.7202/002245ar
•
Dangy, Isabelle, «L’intériorité au présent
d’indicatif», en Revue critique de
fixxion contemporaine, URL: http://journals.openedition.org/fixxion/6755
•
Koman, Alexandra, «Funzioni del tempo presente
nella strategia narrativa», en Annales
Universitatis Paedagogicae Cracoviensis, Studia de Cultura FOLIA 218, 9(1)
2017; ISSN 2083-7275; DOI 10.24917/20837275.9.1.8
•
Shams, Golrokh, Généralités sur les différents concepts de temps : du concept
philosophique et physique au concept grammatical et linguistique,
Université d’État d’Érévan.
•
Zubiri, Xavier, Espacio. Tiempo. Materia, Alianza Editorial, Madrid, 1996, p.
299-300; citado en Fernández López, Justo,
Indefinido y Aoristo.
Libros citados
•
Huguier, Françoise, Au doigt et à l’œil. Autobiographie
d’une photographe, Sabine Wespieser Éditeur, París, 2014.
•
Kallifatides, Theodor, La espada y el arado, Galaxia Gutenberg, 2024. Trad. de Carmen
Montes Cano y Eva Gamundi.
•
Leiris, Michel, El África fantasmal. De Dakar a Yibuti (1930-1933), Pre-Textos,
Valencia, 2007. Trad. de Manuel Arranz.
•
Modiano, Patrick, Barrio perdido, Cabaret Voltaire, Madrid, 2012. Trad. de Adoración
Elvira Rodríguez.
•
–, Los paseos de
circunvalación, Anagrama, Barcelona, 2012. Trad. de María Teresa Gallego
Urrutia.
•
Pastoureau, Michel y Simonnet, Dominique, Breve historia de los colores, Paidós,
Barcelona, 2006. Trad. de María José Furió.
miércoles, 11 de diciembre de 2024
Primera persona del singular del Presente de Dubitativo (I)
El presente ensayo de la escritora y traductora española María José Furió, por sus dimensiones, se ofrece en dos partes. Ésta es la primera y mañana se publicará la segunda
Titubeos, indecisiones y cavilaciones en torno al uso del presente
de indicativo al traducir del francés al español
Meses atrás descubrí que una célebre fotógrafa francesa, Françoise Huguier (1942), cuya obra he admirado desde siempre, había publicado su autobiografía. Se trata de un texto muy ameno de unas ciento sesenta páginas que firma con Valérie Dereux, publicado en 2014 con el título Au doigt et à l’œil por la editorial parisina Sabine Wespieser. Una vez me confirmaron que los derechos de traducción al español estaban libres, decidí traducir unos capítulos pensando en la posibilidad de interesar a alguna editorial española, apoyándome en varios factores: primero, la fama de una artista de muy colorida trayectoria que sigue en activo, con exposiciones abiertas en galerías francesas e internacionales, con publicaciones recientes y con longsellers. En segundo lugar, al no existir traducción al inglés ni a otros idiomas, los fotógrafos y aficionados a la fotografía que conforman el target natural del libro no pueden acceder al contenido, ya que el francés ha perdido la relevancia que tuvo entre la profesión como lengua de cultura y comunicación hasta aún la década de 1980.
En un primer abordaje, la traducción no presenta grandes problemas para quien conozca la terminología de la fotografía analógica. Tampoco suponen un obstáculo insuperable la toponimia de los más exóticos y recónditos lugares donde Françoise Huguier ha puesto el pie ni el léxico de los rituales que describe de sus viajes tanto por África como por varios países asiáticos. Terminada la primera versión de esos primeros capítulos, hice la lectura cargada de sospecha habitual en esta fase del proceso. Me pareció entonces que en español la autobiografía narrada en presente de indicativo no terminaba de funcionar. Proseguí y, con más material que someter a juicio, continuó sin convencerme el resultado, de modo que pasé a una versión «convencional», es decir en pretérito.
El resultado me gustó bastante más, también porque en el camino reelaboré otros aspectos del texto para conseguir una coherencia fondo/forma que echaba en falta en el original francés. No es que manipulara el texto con el atrevimiento de esos traductores míticos de algunas metaficciones a los que nuestros colegas han dedicado páginas que pueden leerse como lecciones de traductología, sino que, sabiendo que Huguier es conocida por sus magníficas fotografías pero carece del don del verbo que distingue a tantos compatriotas suyos, resulta evidente que la autobiografía en primera persona ha sido armada por Dereux a partir de las notas que la fotógrafa toma durante sus viajes. Al replantear el tiempo verbal dominante, no suprimo el estilo literario de la fotógrafa, sino que ofrezco otra armadura del mismo relato.
Hasta hoy mismo, mi traducción es prácticamente clandestina, por lo que puedo intentar cualquier enfoque, convencida de que la mayor objeción que podrían hacerme sería la falta de ambición al elegir el texto. Quebraderos de cabeza por la autobiografía de una fotógrafa. ¡Vamos, si fuera Barthes, o Valéry, o Céline! Ya me entendéis. A lo que puedo responder que uno de los imperativos y alicientes fundamentales al traducir es descubrir cómo funciona el texto concreto y los mecanismos que facilitan o dificultan el traslado a otro idioma, no solo del sentido sino de aquello que en la forma del texto posee carácter y valor en sí. ¿El uso del presente de indicativo tiene en este texto ese valor?
De haberse tratado de una ficción, seguro que no albergaría tantas dudas, porque la propia narración suele generar argumentos en defensa de las diferentes decisiones estilísticas que haya tomado el autor, aunque luego veremos que no todos los traductores se atienen a lo que para mí es una regla. Para resolver mis dudas, el primer paso era, por fuerza, averiguar la frecuencia del uso en francés del presente de indicativo y cómo había sido traducido al español en textos relevantes. Esta averiguación tiene algo de detectivesco si consideramos que el texto que yo tenía en pantalla estaba muerto… o parecía sin pulso, apático, desmayado. El doctor Nueva Gramática Española me brindó una clasificación de los usos del presente de indicativo; en sus correspondientes acepciones, la gramática desglosa conceptos que en traducción solemos aplicar de manera intuitiva. Sintetizando, tenemos el uso del presente para hablar del momento actual, refiriendo acciones que no han terminado mientras hablamos; para referir acciones repetidas o hábitos («el sol sale por el este»; «Helena fuma como un carretero»; «su marido la engaña»; «España nos roba»), y también para expresar un futuro próximo al comunicar acciones programadas o compromisos («Recuerden. El grupo A sale desde el paseo marítimo…, el B sale desde el malecón…»). El llamado “presente pro futuro” requiere un complemento que permita al oyente o al lector interpretar que la acción tendrá lugar con posterioridad al momento de la enunciación. El presente de mandato, al que nuestros oídos se acostumbraron desde niños, es muy usado en español para dar órdenes («No te lo digo más. Te vistes y bajas a desayunar a la orden de ya»). El presente prospectivo es el utilizado con un condicional («Si no llega a venir el anfitrión, seguiríamos en la calle»). Todos buscan acentuar la expresividad. No había oído hablar del presente analítico: el que «aparece en secuencias en las que se atribuyen a ciertos individuos afirmaciones tenidas por ciertas que el hablante suscribe de modo implícito». Por supuesto, sí sabía del presente histórico y del uso tan frecuente del presente para referirse a sucesos recientes o de un pasado inmediato. En estos casos, al neutralizarse el presente y el pasado, solo el contexto permite descifrar la información. El francés cuenta además con el presente continuo (sujeto + être en train de conjugado + infinitivo, que en español se traduce con el verbo estar conjugado en el tiempo correspondiente + gerundio: Je suis en train de lire = (yo) estoy leyendo).
Y, por fin, el presente narrativo, el más relevante para mis cuitas e indagaciones, definido como el recurso estilístico «utilizado en las narraciones para describir hechos pasados que se desean mostrar como si fueran actuales. El presente narrativo concurre a menudo con otros tiempos del pasado, de forma que destaca entre ellos y otorga mayor viveza a la narración».
La diferencia respecto del presente histórico, con el que es fácil confundirlo, es que el presente narrativo «admite otros tiempos verbales satélites y obtiene sus efectos de la combinación con ellos». Para no extenderse, baste con indicar que diferentes marcas o construcciones lingüísticas como adverbios facilitan su uso. Llegados a este punto de la enumeración conviene señalar, especialmente para quienes no saben francés, que el indefinido se considera una forma culta, que a no pocos hablantes les cuesta conjugar correctamente y que el passé composé es un tiempo verbal más frecuente en francés que en español. Uno de los errores habituales de los traductores principiantes es traducirlo por un pretérito perfecto cuando el contexto no da lugar a dudas sobre la necesidad en español de usar el indefinido.
En cuanto a saber cómo suele resolverse el desnivel entre la frecuencia de uso y los efectos que tienen en cada lengua los respectivos tiempos verbales, contamos con la ventaja de la ingente producción teórica que se ha publicado en este siglo. Por ejemplo, queda bien en textos de Historia, como he podido comprobar mientras revisaba una vieja traducción mía: Breve historia de los colores, de Michel Pastoureau y Dominique Simonnet. Observemos que también habría sido correcto el tiempo indefinido y «satélites»:
En ese momento [histórico] no se produce ningún avance concreto en la fabricación de colorantes o pigmentos. Lo que sí ocurre es un cambio profundo en las ideas religiosas. El Dios de los cristianos se convierte precisamente en un dios de luz. Y la luz se vuelve… ¡azul! Por primera vez en Occidente, se pintan los cielos de azul. (p. 10)