miércoles, 7 de junio de 2023

Una celebración anodina (2)



Continuación del artículo publicado ayer, que refleja los esfuerzos por el Día del Idioma, realizados por la redacción de BBC Mundo.



Día del Idioma: el diccionario creado por BBC Mundo (y sus lectores) para entendernos mejor en América Latina y España (II)


K

Kencha: palabra de origen aymara y/o quechua que se utiliza en Bolivia para hablar de alguien que tiene y da mala suerte. Lo mismo es yeta en Uruguay y Argentina, y mufa en Argentina.

Kurepa o Kurepí: término que usan los paraguayos para hablar de los argentinos/as. Dicen que en la guerra contra la Triple Alianza los soldados argentinos usaban botas de cuero de chancho. En guaraní Kuré es chancho y py pie. De ahí viene el kurepí o kurepa para llamar a los argentinos.


L

Lagarto: un litro de lagarto es un litro de cerveza en Cuba o una persona que toma mucho sol en Uruguay y Argentina. En Colombia un lagarto es un arribista, un trepador.


M

Mina: además del significado que todos conocemos es también una mujer, generalmente joven, en Argentina y Chile, una lola o una jeva en Venezuela.

Mono: en Colombia es alguien rubio, güero en México y catire en Venezuela.

Muerto: dejar un muerto es cuando uno se va de un establecimiento sin pagar (Uruguay). En Chile, se dice hacer perro muerto.


N

Nabo: tonto en Argentina. En Chile se dice gil.


Ñ

Ñoqui: trabajar pero no hacer nada. Un empleado que cobra su sueldo todos los meses (o sea que pasa por su lugar de trabajo a cobrar a fin de mes, pero para trabajar nunca aparece). Viene de la costumbre argentina de comer ñoquis todos los 29. Zoquetero: equivalente al ñoqui argentino en Paraguay.

Ñoño: botella de cerveza de un litro, porque su forma se parece a la barriga del Ñoño, el personaje del Chavo del 8. Ejemplo: ¿nos tomamos un ñoño? (en Paraguay), que en México sería una Caguama o Ballena. "Ñoño" en Chile es una persona "perna", es decir, inocente o "nerd".

Ñero: alguien vulgar en México.


O

Once: tecito con tostadas que se toma puntualmente a las 5 de la tarde en Chile y Bogotá. Te invito a tomar once.

Ortiva: soplón en Argentina, botón en Uruguay (que es policía en Argentina). ¡Es una historia que no acaba nunca!

P

Pandorga: en Paraguay se le llama así al volantín... o cometa, barrilete, papalote, etcétera.

Piloto: en casi todos los países es alguien que maneja un auto, pero en Argentina es también un impermeable.

Pena: en Colombia, México y parte de Centroamérica, tener pena es sentir vergüenza. En otros países esa palabra está asociada a la tristeza.

Pecueca: "qué pecueca tiene este zapato"... así le llaman los colombianos al mal olor en los pies.

Pololo: en Chile es un noviazgo que no implica compromiso matrimonial. Un poco más que un amigovio (palabra que se usa en el Cono Sur para hablar de una relación amorosa un poco indefinida) o amigos con derecho (como se usa en Venezuela). También se utiliza como verbo: ¿querí pololear? Ver letra Q.


Q

Quilombo: en Uruguay y Argentina se usa para hablar de caos, desorden o lío. Despelote en Colombia o Chile, zaperoco en Venezuela.

Queque: en Chile y otros países se le dice queque a la torta. El Colombia se le dice ponqué.

¿Querí?: modismo o deformación chilena del verbo querer: ¿quieres?


R

Redondel: término utilizado en Ecuador y algunos países de Centroamérica para lo que en otros países es rotonda, redoma rompoin o glorieta, es decir, una plaza en la que desembocan varias calles y que sirve para distribuir el tráfico.

Remera: camiseta de manga corta en Argentina, Uruguay o España. En Chile y Bolivia se dice polera, en Venezuela franela y en México playera.

Rumba: salir de fiesta en Colombia. Parranda o juerga en España, o salir de joda, en Argentina. Carrete en Chile.

Rositas: en Cuba tienen nombre de flor. En Argentina se las llama pochoclo, en Venezuela cotufas, y en México y España palomitas. En Colombia crispetas, en Chile cabritas, en Bolivia pipoca, en Perú popcor o canchita, en Paraguay pororó y en Uruguay en el estadio gritan ¡Pó, acaramelado el pó! Por si te quedan dudas, en inglés es popcorn.


S

Sorijchi: mal de altura en Bolivia, país andino. Sus vecinos le dicen apunamiento.

Sifrino: término venezolano para lo que en Chile es cuico, en Argentina concheto, en Uruguay cheto, en Bolivia y Perú pituco, en Colombia gomelo y en México fresa. Para que nos entendamos, la Real Academia define "pijo" como persona que manifiesta gustos de una clase social acomodada.


T

Tinieblo: término casi aterrador que en Colombia se utiliza para hablar del amante.

Tinto: si estás en Colombia y pides un "tinto" te van a traer un café con agua. Olvídate del vino.

Tlapalería: en México para referirse a la ferretería.

Temperar: irse en vacaciones, según nicaragüenses, venezolanos y dominicanos.

Torta: es un tipo de sándwich salado en México (como un bocadillo español), pero en otros países puede ser un postre dulce como una tarta o un pastel.

Tostón: en España, alguien o algo que es un pelmazo, algo fastidioso e insufrible. En algunos países caribeños y centroamericanos, es plátano verde machacado y frito.


U

Untar: sobornar en Venezuela (coimear en la mayoría de los demás países).


V

Vaina: ¿quién no ha escuchado o usado la tropicalísima palabra vaina? Bueno, pues tiene varios significados. Además de ser una funda ajustada para armas blancas o instrumentos cortantes o punzantes o una cáscara tierna y larga en la que están encerradas las semillas de algunas plantas, echar vainas en Cuba es decir tonterías y en Venezuela molestar mucho a alguien. Ni de vaina es de ninguna manera en Ecuador y Venezuela, aunque en este país como en Panamá también se utiliza para referirse a objetos o asuntos generales.

Viruña: en Colombia, mala gente.


W

Wáter: se usa en varios países del cono sur y España (váter) para referirse al inodoro, excusado o poceta (Venezuela).


X

X: en México se le dice "X" a algo que da lo mismo.


Y

Yacaré: entrar a algún lugar sin pagar la entrada, entrar de colado, sin ser invitado. Es lo que en Venezuela se dice como arrocero.

Yegua: en Venezuela, una mujer atractiva de grandes proporciones (también en Argentina pero con distintas connotaciones). En otros países se entiende como una mujer sin límites, sin escrúpulos. Siguiendo en el mundo fauno, en Uruguay potra.


Z

Zarpado: es una persona atrevida en países como Argentina y Uruguay.

Zarcillos: palabra que se usa en Venezuela para aros, aretes, pendientes, en fin, las joyas que se usan en las orejas.

Zapato: aparte de la acepción obvia, en Colombia es mujer fea u hombre feo. ¡Qué tipo más zapato! En Paraguay sería, qué tipo más vairo.

martes, 6 de junio de 2023

Una celebración anodina (1)

Aparantemente, el pasado 23 de abril fue el Día del Idioma, signifique eso lo que signifique. Para su celebración –acaso tan estúpida como el día de la secretaria, el del florista o el del amigo–, BBC Mundo “creó” un diccionario que muestra los problemas y las diferencias idiomáticas entre uno y otro país de Hispanoamérica. Aquí va, lleno de errores y falsas etimologías, con el error añadido de “compartirnos” sus hallazgos. Dadas sus dimensiones, se ofrecerá en dos días consecutivos. Ésta es la primera parte.


Día del Idioma: el diccionario creado por BBC Mundo (y sus lectores) para entendernos mejor en América Latina y España (I)

A veces, el español puede ser una verdadera torre de Babel.

Aunque es la lengua común en muchos países, lo cierto es que se usan términos tan distintos que muchas veces parecen diferentes idiomas.

Hay coloquialismos que solo se comprenden en el país de origen, mientras otras palabras son contradictorias entre unas culturas y otras.

En el Día del Idioma Español, BBC Mundo te comparte un diccionario sui generis que incluye términos usados comúnmente en las naciones latinoamericanas y también en España. Nuestros lectores también contribuyeron en la creación de esta lista.

No están todos ni muchos menos. Es tan sólo un ejercicio para intentar enriquecer el diálogo. Si quieres ayudarnos a completarla, búscala en nuestras cuentas de Facebook e Instagram.



A

Amuñuñados: en Venezuela se refiere a varias personas apretujadas o amontonadas en un lugar pequeño.

Al tiro: en Chile, de inmediato. Se usa como “voy al tiro”, mientras en Uruguay, “al toque”.

Alberca: así se dice piscina en México. En Argentina, es pileta.


B

Bagayo: significa contrabando en Uruguay mientras que en Argentina es una persona muy pero que muy fea.

Banqueta: así se dice acera o vereda en México.

Birome: término que se usa en Argentina y Uruguay para hablar de bolígrafo. No es un invento, sino un homenaje al creador de este tipo de lápices, el húngaro Lazlo Biro, quien vivió en Argentina. En Chile o México, se le llama lápiz pasta o lapicero, y en Colombia, se le dice esfero.

Birra: cerveza en Argentina o España.

Burda: en Venezuela, sinónimo de mucho. Léase “burda de bueno”, como “muy bueno”; o “burda de gente”, como “mucha gente”.


C

Cachai: la clásica expresión chilena para preguntarte si entendiste o no, viene del inglés “to catch” (captar, pillar).

Cajeta: El popular dulce de leche, como se conoce en Argentina, Uruguay y Venezuela, en México se llama cajeta (aunque en este país se hace con leche de cabra y no de vaca). En Bolivia, Chile y Colombia se dice manjar -aunque en Bogotá le dicen arequipe-, en Cuba es fanguito y así.

Calato: desnudo en Perú.

Catafixia: en México se usa “catafixiar” como sinónimo de intercambio de un objeto por otro. La palabra la inventó el recientemente fallecido comediante Chabelo.

Championes: es como se conoce el calzado deportivo en Uruguay y Paraguay. En Chile y Argentina se dice zapatillas, en Cuba tenis, en Bolivia, kids, y en Venezuela, zapatos de goma.

Chino: para decir niño en Colombia, que en Argentina es un chico y puede ser un pibe; un chavo en México; un gurí o botija en Uruguay; un mitaí en Paraguay; un chamo en Venezuela; un patojo en Guatemala; un cipote o güirro en Honduras y El Salvador; un cabro chico en Chile y un crío en España.

Chancho: en Chile se usa a este animalillo en la expresión coloquial irse al chancho, que significa algo exagerado, sin mesura.

Copado: bueno o divertido en Argentina o Uruguay.

Cuate: en México, se le puede decir así a un amigo (o más popular aún, güey). En Colombia, se dice parce o parcero.

Curado: chilenismo para borracho. Equivale a lo que en Argentina y Uruguay es un mamado, término que en Colombia y Venezuela quiere decir cansado y en México se refiere a un musculoso. “Curado” en el norte de México es algo que es divertido.

Cují: significa tacaño en la costa Caribe de Colombia.


D

Diúrex: es como se le dice en México a la cinta adhesiva, por una marca comercializada en el siglo XX que se llamaba Durex. En el Cono Sur se conoce como cinta scotch. En Cuba es escortei, en Colombia, cinta pegante, en Venezuela, teipe, y en España celo.

Echar la pera: en Ecuador significa fugarse de un lugar, faltar a clases o no presentarse. A eso mismo se le llama jubilarse en Venezuela, hacer pellas en España, capar en Colombia o hacer la cimarra, en Chile. Irse de pinta, en México.


F

Fanchop: bebida chilena, mitad fanta mitad cerveza. En Colombia se llama refajo.

Faso: así se le dice al cigarrillo en Argentina. En Chile, Colombia y otros países de América del Sur se le llama pucho.

Futbolín: dícese en España del juego que en varias partes se conoce como fútbol de mesa. En Argentina es metegol, en Uruguay y Venezuela futbolito y en Chile taca taca, que para los españoles es el andador de los bebés.


G

Gásfiter: en Chile es la persona que se dedica a arreglar cañerías. Sí, sí, el plomero o el fontanero en México, España y otros países.

Guatero: en la mayoría de los países se usan bolsas de agua caliente para calentarse los pies en los días fríos del invierno. En Chile se llama guatero.

Guagua: así se le dice en Cuba al autobús pero en otros países, como Chile, guagua significa bebé.

Guayabo: en Colombia el guayabo es la resaca, ratón en venezolano. En Chile se dice caña. Cruda, en México, y chuchaqui en Ecuador.

Guachimán: así se le dice al vigilante en Venezuela, Honduras y Panamá (o su variante “wachimán”).

Guita: dinero en Argentina (al que también se le puede llamar mosca). En gran parte de Centroamérica se le dice pisto (que en España es una comida). En México se usa lana y en otros países pasta.


H

Huarache: son unas sandalias de cuero en México. En otros sitios son chalitas, chalas o cholas, y si separan el dedo gordo de los demás son ojotas en Argentina o chancletas en Uruguay.

Hanguear: en Puerto Rico se usa para decir que vas a salir a divertirte. Viene del inglés “to hang around” (juntarse, andar con)


I

Itacate: así se le llama en México a una provisión de comida que se lleva a un paseo o un viaje. También pude ser el sobrante de una comida que se le da a un invitado.


J

Jama: en Cuba, comida.

Jetón: en Colombia para referirse a alguien que habla mucho. Para otros es alguien de boca grande... o cara grande. También puede ser simplemente un idiota. En México, alguien que se queda dormido está “jetón”.

Jersey: es un buzo o pulóver en España.

Jinetera: prostituta en Cuba.

Jocho: expresión mexicana para referirse a los perros calientes. La palabra es una traducción directa del inglés “hot dog”. También se usa en otros países como Panamá o Puerto Rico. En Argentina, se les dice pancho.

lunes, 5 de junio de 2023

Editores contra papeleras, negro sobre blanco

“ ‘Comercialización del papel en Argentina: historia de un abuso (de posición dominante)’ se titula el texto donde la CAL, que nuclea a las PYMEs de la industria editorial, explica la situación del sector.” Eso dice la bajada de la nota publicada sin firma, el pasado 1 de junio, en InfoBAE Cultura.

La Cámara Argentina del Libro le responde a las papeleras: “Tal vez sea el momento de debatir con seriedad, incluso café mediante”

 

El papel es el insumo básico de la producción de libros. Desde hace ya tiempo la Cámara Argentina del Libro (CAL) viene denunciando su incremento desmedido en el precio y su desabastecimiento. Días atrás, en una nota con Infobae Cultura, las dos principales papeleras (Ledesma y Celulosa Argentina) explicaron que esta problemática no depende estrictamente de sus decisiones, sino que existe un contexto que lo genera. Además, minimizaron las sentencias del sector editorial.

 

El asunto volvió a ponerse sobre la mesa luego que las editoriales de literatura infantil y juvenil expresaron su preocupación en torno a los precios “escandalosamente altos” del papel ilustración, un insumo que no se fabrica en Argentina y que se paga “cuatro o cinco veces más que el precio internacional”. Hace apenas unas horas, la CAL publicó un comunicado en respuesta a los dichos de los directivos de las papeleras.

 

Bajo el título, “Comercialización del papel en Argentina: historia de un abuso (de posición dominante)”, la cámara sostiene que las papeleras dieron “apreciaciones parciales”, por lo que intenta en este texto “dar precisiones y alentar al debate sobre la producción de libros en la Argentina y sobre la rentabilidad que hace viable la permanencia de editoriales PyMes, lo que, a su vez, garantiza el acceso a la bibliodiversidad”.

 

Son tres puntos los desarrollados en el comunicado. En el primero, titulado “Papel ilustración: concentración y abuso”, la CAL explica que se trata del “papel que se usa mayoritariamente en los libros infantiles que se imprimen a color; también es el papel de las tapas de todos los libros en general”, y que “el mercado cuenta con muy pocos importadores de papel ilustración (Stenfar, Papeles Europeos y Castinver del Grupo Ledesma, Casa Hutton de Celulosa Argentina)”.

 

Dice que estamos frente a un oligopolio que “fija precios altísimos en función de los valores internacionales y los costos de importación”. También da montos: “Internacionalmente, la tonelada de papel ilustración se paga en torno a los USD 1500, estas empresas nos lo venden a USD 6000, a quienes pueden acceder a comprarlo directamente y quienes requieren un intermediario más, pagan alrededor de USD 7000″.

 

En el segundo punto, “Papel interior: más abusos de posición dominante”, se lee: “Es el papel en el que se imprimen los libros cuyo interior se imprime en blanco y negro (ficción, no-ficción, poesía, etc.). Hay dos fabricantes, que son los que declararon en la citada nota periodística: Ledesma y Celulosa Argentina. El papel de interior aumentó un 35% en el 2020, es decir, acompañó a la inflación; un 121% en 2021, es decir, la duplicó con creces; y un 155% en 2022, es decir, la superó en un 50%”.


¿Y en este año cuánto aumentó el papel interior? “Para lo que va de 2023, tienen un aumento acumulado de 63%, lo que duplica la inflación general del país. Entonces, es falso que las papeleras ‘acompañen a la inflación’ o que ‘en 2020 hayan quedado atrasados’”.

Por último, “PVP/costos (que crecen) / rentabilidad (que se achica)”. Los libros tienen, por ley, un precio fijo conocido como Precio de Venta al Público (PVP) donde “se detraen los montos brutos percibidos por la cadena comercial y los autores, entre otros”. En este sentido, explican, “es imposible tomar el PVP como referencia para entender cómo incide el precio del papel, como caprichosamente deciden hacerlo los referentes de las papeleras entrevistados”.

 

Sobre este asunto, a principios de este año la CAL publicó dos gráficos. Por un lado, está el costo industrial del libro, y por otro, el precio en que después se vende. El costo tiene estos porcentajes: 54% para el papel, 20% para la impresión, 15% para la encuadernación, 6% por el diseño y 5% para la edición. Y el precio tiene estos porcentajes: 50% el canal de venta, 19% el costo industrial (papel, impresión, encuadernación), 13% la gestión editorial, 10% al autor y 8% a la editorial.

 

“Lo que notamos desde el 2018 a esta parte es que la rentabilidad del sector editorial se ha visto afectada por los aumentos indiscriminados de la materia prima, lo que implicó una enorme transferencia de recursos de todos los actores de la cadena hacia las papeleras. Una rentabilidad menor de los que intervienen en el proceso del libro hace que la oferta disminuya, que la bibliodiversidad se vea afectada y que el acervo cultural de un país se vea comprometido”.

En la nota con Infobae Cultura, Jorge Martínez Falino de Celulosa Argentina dijo que “la incidencia del precio del papel en la tapa del libro es un 5%, es decir que con un kilo de papel hacés dos libros o más, y eso es equivalente a un café (...) Si los que critican dejan de tomar un café en la esquina pueden comprar un kilo de papel y hacer dos libros”.

 

En el comunicado, la CAL responde: “Tal vez, sea el momento de debatir con seriedad estos aspectos, sin la liviandad de apreciaciones simplistas. Incluso, si hace falta, puede hacerse café mediante”.

viernes, 2 de junio de 2023

"¿Es muy distinto como funciona una librería en París o Buenos Aires?"


El pasado 29 de mayo, la escritora y periodista Gabriela Mayer visitó Cien Fuegos, la librería argentina de París, propiedad del poeta y traductor Miguel Ángel Petrecca. Lo que sigue es la crónica de su conversación y algunos datos sobre la historia de las librerías de lengua castellana de la capital francesa.

Un paseo por Cien Fuegos, “la última librería latinoamericana en París”


Cien Fuegos es la única librería de París dedicada a la literatura hispanoamericana y a la venta de libros en español. Fundada en 2015 por el poeta y traductor argentino Miguel Ángel Petrecca, se encuentra en la rue Saint Blaise, apacible calle semi peatonal en el XX arrondissement, con el encanto de los antiguos suburbios parisinos.

 

La ciudad a orillas del Sena siempre fue una meca literaria para los autores latinoamericanos. Desde Rubén Darío hasta César Vallejo, pasando por escritores icónicos del boom como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

 

Este pintoresco espacio se constituye en heredero de ese fluido vínculo de las letras latinoamericanas con París, pero también de la larga tradición de librerías iberoamericanas que existieron en esta ciudad. Como la Librería Española de Antonio Soriano en la rue de Seine o la Librería Hispanoamericana de la rue Monsieur-le-Prince, que hace tiempo cerraron definitivamente sus puertas.

 

Cien Fuegos o la librería como mito persistente

En la vidriera de Cien Fuegos se destacan, entre otros títulos, la edición aniversario de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, Les morts sont de jour en jour plus indóciles (traducción de Los muertos están cada día más indóciles) de Roque Dalton y Los surcos del azar del historietista Paco Roca. Diversidad que convoca a hurgar en el selecto catálogo de esta librería.

 

Cien Fuegos atesora miles de volúmenes nuevos y usados en los anaqueles de madera clara y también apilados en cada recoveco. Después de hacer espacio a un par de sillas para la entrevista entre libros, Petrecca dice a Infobae Cultura que la librería como lugar es “un mito persistente”.

 

Antes de ocupar el local actual, a pasos de la plaza elevada de la iglesia Saint-Germain-de-Charonne y cerca del cementerio Père-Lachaise (donde descansan, entre muchas otras celebridades, Juan José Saer y Miguel Ángel Asturias), la librería estuvo primero en el distrito XI y luego en el XV, en la otra punta de París.

 

Una de las características distintivas de Cien Fuegos es que ofrece a sus clientes un modelo mixto, con títulos nuevos y usados, algo poco habitual en Francia. “Acá tenés librerías muy de nuevo o librerías de viejo, pero que trabajen con las dos cosas es bastante raro”, comenta Petrecca.

 

Las librerías francesas no especializadas suelen centrarse en las novedades. “A diferencia de la librería argentina, que también crea un fondo que se va construyendo a lo largo de los años”, afirma el autor de poemarios como La voluntad, El Maldonado y El gran furcio.

 

En el caso de Cien Fuegos, es mayor el flujo de libros usados, que proceden de la compra de bibliotecas, pero también de los libros que deja gente que parte de París o se muda a un lugar más chico.

 

De esta manera, terminan confluyendo muchas bibliotecas diferentes. Como “la biblioteca de un cubano que se vino escapando de la revolución, la de un peruano artista amante de la revolución… bibliotecas totalmente opuestas que se fueron acumulando acá a lo largo de décadas”.

 

Al librero, poeta y traductor nacido en Buenos Aires le encanta dedicarse a buscar libros, actividad para la cual París resulta buen lugar. “Justamente encontrás cosas que, como son en español, tal vez acá no se les da tanto valor”. Entonces, ejemplifica, aparecen ediciones de Rayuela firmadas o una primera edición de Cien años de soledad sin la tapa.

 

Más allá de los volúmenes que se apilan por Cien Fuegos, Petrecca -quien llegó a París para hacer un doctorado- tiene más libros en un sótano e incluso en su propia casa. Aunque ya perdió la cuenta, estima que deben ser unos diez mil.

 

Los títulos dentro del local se encuentran clasificados en diversos sectores. Un muro está dedicado a narrativa, aunque puede haber “infiltrados”, y otra área es la consagrada a poesía. También dispone de un sector donde conviven biografía, crítica literaria e historia, así como zonas que concentran respectivamente libros infantiles y de arte.

 

Por lo general, los títulos de narrativa y poesía son los más buscados, así como los de crítica literaria e historia.

 

Cien Fuegos suele abrir por las tardes, porque Petrecca combina su labor librera con la docencia y la traducción del chino y del francés. “Es el modelo al que llegué en este momento, que se hace compatible con mis dos trabajos. Por ahora así funciona”.

 

Desde la puerta, un pequeño cartel detalla en francés los horarios de Cien Fuegos: “Abrimos los jueves de 15 a 18. El resto de los días con cita previa. Si venís y no estoy, es probable que no esté lejos. No dudes en llamarme…”.


El legado de las librerías iberoamericanas en París

París cuenta con un extenso legado de librerías iberoamericanas, devenidas en destacados espacios culturales y puntos de encuentro. “Desde el siglo XIX hacia acá, siempre hubo incluso más de una librería en español. Algunas más conocidas, otras menos”, detalla Petrecca.

 

Este fenómeno se explica en el contexto de una ciudad “que se caracteriza por tener muchas librerías especializadas en lenguas. Que es el reflejo también de un cierto cosmopolitismo histórico, la presencia de muchas comunidades. En Argentina también hay algo de eso, me parece”, opina el librero, editor y poeta, que vive en París desde 2013.

 

Algunos de los clientes de Cien Fuegos aún recuerdan dos históricas librerías: la Librería Española y la Librería Hispanoamericana. La primera, del exiliado español Antonio Soriano, funcionó hasta la década del 2000. “Fue un centro muy importante de reunión de toda la cultura española de exiliados, un lugar de edición muy importante, una gran gran librería”, dice Petrecca.

 

Asimismo existieron otras menos conocidas o más efímeras. “Por ejemplo, el hijo de Antonio Berni tuvo una librería en París. También hubo otra librería argentina cerca del Panteón, El Salón del Libro, de un argentino que ya falleció, Alejandro de Núñez. La mujer de Buñuel también tuvo una librería española. Hay incluso librerías de las que no queda siquiera memoria”, apunta.

 

Petrecca comenta que obviamente el hecho de que la librería sea por estos tiempos un negocio más difícil que antes dificulta que alguien retome ese fondo. “Esa sería también una razón por la cual no tuvieron continuidad. Pero al mismo tiempo siempre va a haber alguien que tiene ganas de retomarlo. Es como un mito persistente la librería como lugar, más allá de que no sea tal vez tan fácil de sostener económicamente como hace algunas décadas”.

 

Desde el número 11 de la adoquinada rue Saint Blaise, el librero y poeta agrega que, aunque la librería de Soriano ocupó “un lugar histórico-cultural muy diferente, mucho más importante, en otro momento histórico, sí me ubico dentro de esa línea”.

 

“Compré un libro y lo perdí”

La diversidad asimismo es una marca distintiva entre los visitantes de Cien Fuegos. Algunos piden los clásicos del “boom” y otros, recomendaciones de libros más actuales. También llegan franceses que están aprendiendo castellano y buscan textos sencillos, así como latinoamericanos y españoles detrás de novedades editoriales. Por supuesto, tampoco falta la gente que entra a curiosear o llama pidiendo cosas absurdas.

 

El librero pone como ejemplo una vez que le dijeron algo así como: “Hace 40 años compré un libro en una librería y lo perdí, y me gustaría que me ayudes a encontrarlo de vuelta. Pero no me acuerdo del título, solo me acuerdo de la tapa. Necesito encontrar ese libro, porque tengo asociados muchos recuerdos”.

 

Petrecca cuenta que incluso llegan hasta la rue Saint Blaise clientes parisinos que no conocían esa calle que se destaca por sus característicos macetones y farolas, así como una variedad de restaurantes y cafés.

 

 “Es un descubrimiento y, por otro lado, la sensación que tienen que es casi como si fuera el suburbio”, indica. Porque “para el francés que vive del otro lado esto es lo que llaman el faubourg, algo medio lejano, ya no es el centro. Es una zona que hace diez, quince años, aparentemente era muy mal vista, bastante oscura, y que se fue renovando”, detalla el poeta y traductor.

 

¿Es muy distinto como funciona una librería en París o Buenos Aires? “Al ser en español, sí. Acá estás en un territorio extranjero, vendiendo algo que en realidad ya de por sí es muy específico. Siento que tengo una librería argentina y mi manera de pensar y funcionar es muy a la argentina, pero está acá”, reflexiona Petrecca.

 

Del Boom al miniboom

Fueron varias las obras insignia del boom de la literatura latinoamericana escritas en París. Más allá de la emblemática Rayuela de Cortázar, donde la ciudad se teje en la trama de la novela, García Márquez concibió La mala hora y El coronel no tiene quien le escriba y Carlos Fuentes se inspiró para Aura.

 

Décadas después, ¿qué presencia tiene la literatura latinoamericana en la capital francesa? Aunque el boom sigue teniendo mucho peso, analiza Petrecca, también surgió en el último tiempo un pequeño miniboom de autoras argentinas, como Mariana Enríquez y Selva Almada. “Hay una cierta renovación, cierta receptividad. No tienen el lugar que tenía el boom, pero tienen sus lectores. Lo veo mucho eso ligado a escritoras mujeres”.

 

En un comienzo este fenómeno puede haber tenido que ver con el Programa Sur de apoyo a las traducciones. “Y también que es un lugar donde se traduce mucho y la literatura argentina específicamente, aparte de la latinoamericana, es una literatura que genera interés”.

 

Cien Fuegos desarrolla además actividad editorial y agenda cultural propias, con presentaciones de libros y lecturas. Durante los primeros años, la librería daba mayor protagonismo a los eventos pero, entre otros motivos por la pandemia, su periodicidad fue disminuyendo.

 

En cuanto a la iniciativa editorial, apunta a sacar unos dos títulos por año e implica “una voluntad de publicar algunas cosas en francés, pero no es central al proyecto de la librería, es lo más periférico”, explica Petrecca.

 

En los próximos meses, editarán dos libros en francés del poeta  Horacio Castillo. “La idea es continuar con eso, guiados más que nada por el placer, sin ninguna obligación de regularidad”. La distribución se realiza a escala reducida, a través de Cien Fuegos y en un puñado más de librerías.

 

Petrecca adelanta que, probablemente, en algún momento se mudará de nuevo. “Si es posible, a un lugar un poquito más grande, por una cuestión también de la cantidad de libros que tengo, y que volvería a ampliar un poco, a hacer más actividades”.

 

Una vez finalizada la visita a Cien Fuegos, queda flotando una última pregunta antes de continuar callejeando cual flâneur por París. ¿A qué debe su nombre esta particular librería?

Petrecca responde que no lo sabe con exactitud. “Creo que en mi cabeza inconscientemente el nombre sintetizaba lo chino y lo latinoamericano: poniendo ‘Cien Fuegos’ pensaba a la vez en las ‘cien flores’ de Mao, entendidas, con deliberada ingenuidad, como imagen de la diversidad”.

 

jueves, 1 de junio de 2023

El Chat le dijo a Jorge Aulicino: “Me alegra que la nueva traducción sea de tu agrado"

El poeta y traductor Jorge Aulicino es, decididamente, un hombre del Renacimiento, y nada de lo humano le es ajeno. Por eso se decidió a probar el ChatGPT como traductor de un célebre poema de Edgar Allan Poe.

"Puedes llamarme ChatGPT o simplemente ‘Chat’"

Hice la prueba de pedirle a ChatGPT la traducción de un poema. Sabrán que el tal chat es o dicen que es, un prototipo de inteligencia artificial (siempre pensé que toda inteligencia en cierto modo lo es, pero ese es otro tema). Le propuse a nuestro robot traducir “El Cuervo” de Edgar Allan Poe. Como de lo que se trata -o lo que se nos propone- es que dialoguemos y le hagamos preguntas a GPT, le dije sin más si podría traducir “El Cuervo”, de su compatriota Poe. Me imaginé aquella computadora de 2001 Odisea del espacio que gobierna toda la nave y tiene un nombre de mujer que ahora no recuerdo. Un nombre de mujer... la primera computadora de ficción capaz de regir el mundo humano. En fin. GPT reaccionó de inmediato. Yo pensaba pasarle el original de “El Cuervo” pero GPT comenzó su tarea a una velocidad, por decirlo así, racional, de máquina de la anterior era industrial... ¡no de vertiginoso robot! Me recordó las teletipos con las que trabajé algunos años. Componían a una velocidad apreciable, pero no tanta que no se pudiera leer a medida que escribían sus líneas y daban un golpe seco para cambiar de renglón. Esto me hizo sentir más humana (¿o humano? ¿o “no binarie”?) a mi robot. Lo o la vi allí sudando, respondiendo presto a un encargo que amablemente había aceptado realizar. A medida que avanzaba en la traducción me di cuenta de que no estaba trabajando con el texto completo: unía fragmentos del poema, salteaba otros. Era como un traductor humano trabajando material en bruto, primero yendo por aquí, luego por allá. Trataba de soldar, incluso, los baches donde el material evidentemente le faltaba. Cuando terminó, le dije que su traducción era muy deficiente. Me dijo que “la poesía es particularmente desafiante de traducir debido a las sutilezas del lenguaje y la métrica”. Me pareció estar oyendo a un alumno aplicado de un taller de traducción literaria. Por supuesto no estaba oyendo sino leyendo. Le dije: “Te copio aquí el texto en inglés, por favor, operá sobre este texto ‘El Cuervo’.” Me pidió disculpas y no bien pegué el texto en el chat empezó su traducción al mismo ritmo de teletipo con que lo había hecho. Por momentos se detenía y tenía que decirle que continuara. Pensé que estaba programada para responder un número limitado de palabras por vez, pero cuando le pedía que siguiera, continuaba la traducción en el punto en que había dejado, no volvía a empezar, cosa que habría hecho un programa ciego. Por fin la terminó. Le dije textualmente: “Está mucho mejor”. Si bien su respuesta fue de chica de call-center, no dejó de parecerme más humana que la de los chats de las tiendas virtuales: “Me alegra que la nueva traducción sea de tu agrado. Si tienes alguna otra solicitud de traducción o cualquier otra pregunta, no dudes en hacerla. Estoy aquí para ayudarte.” Y, tengo que decirlo, el final de nuestra charla fue conmovedor, una muestra de autoconciencia que me dejó patitieso. Le pregunté su nombre y respondió: “Soy ChatGPT, un modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI. No tengo un nombre propio, pero puedes llamarme ChatGPT o simplemente ‘Chat’. ¿En qué más puedo ayudarte?”. Por supuesto, no le pedí el teléfono. En cuanto a la traducción, era defectuosa, pero mejor que la de un traductor virtual cualquiera, y además tenía un no sé qué de esfuerzo honesto que le daba cierta majestuosidad. Por ejemplo, la repetición de frases con sólo alguna palabra cambiada, que en el original apenas tiene una finalidad rítmica y hace a la legendaria, “inimitable” música del poema de Poe. No voy a decir que me apiadé de GPT pero, si la imaginamos inteligente, no podemos apartar la idea de que tiene alguna forma de sentimiento. Porque, parafraseando el refrán, la artificialidad no quita lo valiente... Y creo que la clave de la inteligencia es que se apoya en un sentimiento siempre. Es más: le da una forma. Por el momento, no pienso seguir dialogando con GPT, o “simplemente Chat”.

Copio como muestra de su traducción la última estrofa de “El Cuervo”:


Y el Cuervo, sin moverse, aún está sentado, aún está sentado
sobre el pálido busto de Palas, justo sobre la puerta de mi cámara;
y sus ojos tienen toda la apariencia de los de un demonio que sueña,
y la luz de la lámpara sobre él proyecta su sombra en el suelo;
y mi alma, desde esa sombra que flota en el suelo,
no será elevada, ¡nunca más!

Se equivocó dos veces, y la corregí: en lugar de “puerta de mi cámara” había escrito “mi puerta de cámara” y en el último verso juzgó –eso quiero creer– que no hacía falta la doble negación. Es decir: en lugar de “no será elevada ¡nunca más!” había escrito “será elevada ¡nunca más!”.

miércoles, 31 de mayo de 2023

Otra perspectiva de la reciente enciclopedia sobre Borges coordinada por Jorge Schwartz

“Erudita y entretenida, Borges babilónico. Una enciclopedia es la gran compilación de Jorge Schwartz que reúne citas de autores como Piglia, Sarlo, Balderston y Cozarinsky. Lo desmenuza aquí Gonzalo Aguilar.” Eso es lo que dice la bajada de la reseña publicada en el diario La Nación, de Buenos Aires, el pasado 19 de mayo, a propósito de la enciclopedia comentada por Magdalena Cámpora, en este blog, el 23 de mayo de este año.

Borges: panóptico de un saqueador genial

 Borges, que era un apasionado por las enciclopedias, les dedicó a menudo palabras irónicas, sobre todo si se las contrasta con la pretensión exorbitante del género. Escribió que eran “vastas” (un típico adjetivo borgiano), pero también sostuvo que eran “imprudentes”, “ilusorias”, “heréticas” y “místicas”. Sobre el Capitán Burton, traductor de las 1001 Noches, advirtió que era “enciclopédico y montonero” y en su relato “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” consulta una enciclopedia que le acerca Bioy: “Releyéndola, descubrimos bajo su rigurosa escritura una fundamental vaguedad”.

Además, cómo no recordar la disparatada enciclopedia china de Otras inquisiciones que revela el carácter nominalista y arbitrario de toda clasificación o el raro adjetivo que le dedica en “Tlön”, donde habla de “cierta enciclopedia pirática”, como si la rapiña y el saqueo fueran parte de su propia naturaleza. Género del paroxismo intelectual, Borges vio en él la aspiración a un orden que al tiempo que reconoce el caos, intenta vana y bellamente domesticarlo.

 

Fue tan importante el lugar que las enciclopedias tuvieron en su obra y en su vida, que su figura, previsiblemente, desató toda una serie de enciclopedias que van desde las que exploran aspectos particulares (como Borges libros y lecturas de Laura Rosato y Germán Álvarez) a las que se proponen anotar toda su obra, como los índices del sitio Borges Center de la Universidad de Pittsburgh, dirigido por Daniel Balderston.

 

Entre esos emprendimientos, Borges babilónico. Una enciclopedia, dirigido por Jorge Schwartz, tendrá sin dudas un lugar de privilegio por ser, al mismo tiempo, apabullante, erudito y entretenido. Borges, en el diario de Bioy, decía que era un error considerar a las enciclopedias “como obras de consulta y no como obras de lectura”.

 

Borges babilónico sigue este camino y usa el género enciclopedia, con su orden alfabético y su ambición informativa, como un Caballo de Troya: sigue sus reglas, pero ofrece algo más. Con una estructura similar, después de la presentación de rigor (lugar y año de nacimiento, obras más importantes), las entradas arriesgan una interpretación personal llegando a veces a constituirse como verdaderos ensayos.

 

La primera edición de Borges babilónico tuvo lugar en Brasil en 2017 y nació porque la traducción al portugués de la obra del autor argentino no permitía las notas al pie o el aparato crítico. Jorge Schwartz decidió entonces encarar esta aventura temeraria.

 

La edición argentina amplía la brasileña y suma nuevos colaboradores, llegando a 75, la mayoría investigadores que provienen del área académica y escriben sobre temas que conocen muy bien. Entre otros, Patricia Artundo escribe sobre revistas y artistas de vanguardia, Daniel Balderston sobre la sexualidad, David Oubiña sobre cine, Lucas Margarit sobre literatura en inglés, Claudia Fernández y Martín Greco sobre literatura italiana, e investigadores jóvenes brasileños sobre los más diversos temas (mi aporte es sobre la censura y Bustos Domecq, ese genio incomprendido).

 

Pero la diferencia con la edición brasileña no es solo cuantitativa; las nuevas entradas incorporadas muestran un giro que se ha dado en los recientes años en los estudios borgianos: después de una infinidad de lecturas textuales, se percibe un interés sobre los modos de vida, sus opciones políticas (entrada sobre nazifascismo), su relación con la sexualidad (entradas sobre homofobia y censura), y su producción marginal que no entró en las Obras completas y que está en la bibliografía complementaria: Textos recobrados, el Borges de su amigo Bioy y otros descubrimientos recientes.

 

Así, el título que está tomado de Julio Cortázar adquiere mayor sentido: no es el Borges babélico (la ciudad de la confusión de lenguas y de la pretensión del conocimiento absoluto) sino babilónico, el lugar de la disipación y las pasiones. Aunque babilónico no parezca un atributo muy borgiano, pese a su relato “La lotería en Babilonia”, cada vez son más las elucubraciones sobre el Borges cotidiano e íntimo que van desde películas a las memorias de Estela Canto y la reciente novela Si de Aníbal Jarkowski.

 

En una lectura azarosa y a los saltos (la única que el género soporta y estimula), Borges babilónico ofrece entradas excepcionales y hallazgos diversos. En “Borges de Bioy”, por ejemplo, Isabel Stratta despliega una escritura precisa (“ráfagas de crítica literaria instantánea”, “conservadurismo pedestre”, “trastienda creativa”) y ensaya respuestas a diversas preguntas: ¿sabía Borges que Bioy estaba registrando las conversaciones que tenían? ¿Qué cambios se producen en la mirada de Bioy sobre su amigo con el paso de los años? ¿Qué “gérmenes de ficciones futuras” se encuentran en las conversaciones?

 

Otra felicidad que depara el volumen son las entradas sobre literatura francesa redactadas por Magdalena Cámpora. Desmitificadoras, recurren a materiales poco conocidos (sobre todo las conferencias dictadas en instituciones francesas) y discuten con lecturas como las de Jacques Rancière y lugares comunes sobre la supuesta francofobia borgiana. Hay entradas previsibles como la de Flaubert o Voltaire, otras más inesperadas (Rimbaud y Diderot) y ausencias llamativas, como las de Roger Caillois. (La enciclopedia está, como no podía ser de otra manera, repleta de omisiones u olvidos, pero el efecto es estimulante, conduciendo la lectura a un sistema de remisiones infinitas).

 

La relación con la literatura francesa que Cámpora define como “ambivalente” deja de serlo en la entrada sobre Rimbaud, quien aparece como su contrafigura. Desde muy joven Borges encontró a Rimbaud “aburrido” (grave injuria), pero a lo largo de los años le sirvió para oponerle un tipo de visionario (Blake, Swedenborg) que no rechazaron “los goces peculiares de la sintaxis” (es decir, que se mantuvieron en la literatura y no se entregaron, como Rimbaud, “a la política y al comercio”). Al ser confrontado con un autor central del canon occidental pero al que se refiere en contadas ocasiones, las entradas de literatura francesa trazan un perfil inesperado de Borges.

 

Otro acierto son las miradas que no omiten la interpretación personal ni la confesión. Edgardo Cozarinsky participa con tres colaboraciones sobre Santiago Dabove, Macedonio Fernández y Victoria Ocampo. Sobre la directora de Sur escribe: “Ante esta mujer hermosa, apasionada, generosa, siempre sentí una admiración más fuerte que cualquier desacuerdo puntual sobre gustos u opiniones”. La opinión no configura un desliz sino la libertad con que los escritores intervienen en la enciclopedia.

 

Quien llega más lejos es Ricardo Piglia con “Memoria”, ensayo en el que actualiza la pregunta de Walter Benjamin sobre la crisis de la narración. Si en Benjamin la crisis se vinculaba al trauma de la guerra, en Piglia su disolución se debe a la captura por parte del Estado de la memoria. Borges aparece, en esta hipótesis, acompañado de la narrativa norteamericana contemporánea (Thomas Pynchon, William Gibson, Philip Dick) y hasta de personajes de la galería del cómic y el cine como el Joker interpretado por Jack Nicholson.


Hasta El proceso de Kafka, en la entrada de Piglia, se transforma de una novela sobre la justicia en un “proceso a la memoria”. Aunque el texto está tomado de su libro Formas breves, la enciclopedia lo dota de nuevos sentidos: ser interpretado bajo la nómina “memoria”, referir a otras entradas en una red de referencias cruzadas y, sobre todo, subrayar su inestabilidad genérica, entre el relato ficcional, el ensayo de autor y la descripción informativa. Otro hallazgo son la cantidad de entradas referidas al mundo árabe y musulmán´; sorprende por su cantidad.

 

El autor Jorge Schwartz, ensayista argentino hace tiempo radicado en Brasil, fue el director del museo Lasar Segall, curador de muestras emblemáticas como Brasil 1920-1950 y autor de libros clave sobre Horacio Coppola, Oliverio Girondo y Oswald de Andrade. Schwartz ya había hecho un libro de consulta obligatoria sobre los manifiestos de vanguardia (Vanguardias latinoamericanas: textos programáticos y críticos); y con Borges babilónico logra lo mismo.

 

No es la primera enciclopedia sobre Borges, hay muchas más, pero esta tiene la característica de incluir a varios de los críticos más importantes de su obra provenientes del área universitaria: Beatriz Sarlo, Daniel Balderston, Ricardo Piglia, Michel Lafon, Carlos García, Emir Rodríguez Monegal, Annick Louis, Ivan Almeida, Saúl Sosnowski, además de incorporar a críticos brasileños de reconocida trayectoria en su país como Leyla Perrone-Moisés, João Adolfo Hansen, Eneida Maria de Souza y Davi Arrigucci. La cuidada edición de Fondo de Cultura lleva el paroxismo de las enciclopedias al límite: contiene una lista y un índice de colaboradores, una bibliografía, un índice de entradas y otro de nombres citados.

 

De todos los artículos de la enciclopedia tal vez el más curioso sea el de “Borges, Jorge Luis”. La entrada reproduce la inventada por el propio Borges cuando, en la edición de las Obras completas de 1974, imagina su destino póstumo en “una Enciclopedia Sudamericana que se publicará en Santiago de Chile, el año 2074” y que evoca su obra, su fama y “ciertas incurables limitaciones”. Es como si el mundo existiera para terminar en una enciclopedia y que su forma de ordenar las cosas fuese una de las mejores para acceder al conocimiento. Frente a la realidad babilónica que nos agobia, ahí está la apuesta de Borges, enciclopédico y babilónico, tal vez no menos monstruosa.