viernes, 21 de marzo de 2025

La FUNDEU proporciona algunas instrucciones la mar de majas pa' cuando llegue el Apocalipsis



Todos sabemos que, si un asteroide de proporcionas impacta sobre la tierra, las consecuencias pueden ser terribles. Por eso, la FUNDEU (Fundación del Español Urgente, brazo armado de la Real Academia, siempre dispuesta a corregir la falta de salero de los hablantes no peninsulares) consideró necesario que muramos expresándonos de la manera correcta. Es así que, el pasado 17 de febrero, en su sitio, publicaron estas indicaciones, muy oportunas para cuando estemos a punto de crepar.

Aproximación de un asteroide a la Tierra, las claves de redacción

A propósito de la profusión de noticias relacionadas con el asteroide 2024 YR4, que podría chocar contra la Tierra en 2032, se ofrecen algunas claves de redacción.

1. Asteroide, no meteorito
El término adecuado para aludir a este cuerpo celeste es asteroide, palabra que designa a un ‘cuerpo menor del sistema solar, de dimensiones inferiores a 1000 km de diámetro y que frecuentemente gira alrededor del Sol entre las órbitas de Marte y Júpiter’. Si se desprendiera de él un fragmento y cayera sobre la Tierra u otro astro, se podría aludir a él como meteorito.

2. 2024 YR4, mejor con subíndice
Es este el nombre provisional del asteroide, que sigue la nomenclatura científica. Conviene respetar esta grafía oficial, que da indicaciones sobre su descubrimiento (tuvo lugar en 2024, en la segunda quincena de diciembre, a la que corresponde la primera letra, la Y) y el orden que ocupa entre otros hallazgos esa quincena (al primero le corresponde la A y, en caso de llegar a la Z, se vuelve a la A, pero añadiéndole un 2, 3, etc.). La Unión Astronómica Internacional recomienda dejar el último de los números, si lo permite la tipografía, como subíndice.

3. Tierra, Sol…, con mayúscula inicial
Si se hace referencia a los nombres propios de los objetos astronómicos, lo adecuado es la mayúscula inicial. Sería recomendable escribir, por ejemplo, «su órbita alrededor del Sol», no «… del sol».

4. Probabilidad en torno al 2 %, no posibilidad
La tercera acepción de probabilidad en el Diccionario de la lengua española señala la ‘razón entre el número de casos favorables y el número de casos posibles’ de que algo ocurra, y no es lo mismo que posibilidad. Por ello, cuando se dice «La ESA reduce la posibilidad de que choque contra la Tierra al 2 %», sería recomendable haber escrito «… reduce la probabilidad…».

5. Las siglas extranjeras, en redonda
El 2024 YR4 ha sido descrito como asteroide potencialmente peligroso, calificación descriptiva en la que lo recomendable es emplear minúsculas, y que a menudo se sustituye por su sigla en inglés, PHA (por potentially hazardous asteroid), escrita en redonda. Lo mismo ocurre con otras denominaciones, como la de asteroides próximos a la Tierra (NEA, sin s, por near-earth asteroids).

6. Escalas de Palermo y de Turín, mayúsculas y minúsculas
Para medir el riesgo y la peligrosidad de impacto de uno de estos cuerpos se utilizan las escalas de Palermo (o escala técnica de amenaza de impacto de Palermo) o Turín, con mayúscula inicial solo en el nombre propio y no en el sustantivo genérico.

jueves, 20 de marzo de 2025

"Los ciudadanos aún puede hacer algo frente al uso perverso que los poderes hacen del lenguaje"

Publicada en Málaga Hoy, el pasado 11 de marzo, la siguiente nota de Pablo Bujalance da cuenta del proceso de lectura que llevó al español Antonio Álvarez de la Rosa a publicar un ensayo sobre el ideario de Gustave Flaubert. En la bajada se lee: "El escritor, traductor y catedrático presenta Flaubert a la carta, la obra ganadora del Premio Málaga de Ensayo en su última edición y que publica Páginas de Espuma"

"Fondo y forma son las dos caras de una misma cosa"

Dejó para la posteridad Gustave Flaubert esta famosa sentencia: "Dios está en los detalles". Y la cita parece encarnarse con fidelidad en Antonio Álvarez de la Rosa, escritor, traductor, catedrático de Filología Francesa en la Universidad de La Laguna (Tenerife) y divulgador incansable de la literatura francesa en España. Ya no solo por todo cuanto su escritura debe al autor de La educación sentimental, sino por su disposición atenta y amable al entorno, dispuesto a que ningún rasgo quede inadvertido. Traductor de Maupassant, Hugo, Le Rouge, Schwob, Echenoz y el mismo Flaubert, Álvarez de la Rosa se proclamó recientemente ganador del Premio Málaga de Ensayo en su décimo sexta edición, dotada con 10.000 euros, con su libro Flaubert a la carta, que presentó este martes en el Ayuntamiento de Málaga en compañía del alcalde, Francisco de la Torre; la concejal de Cultura, Mariana Pineda; y el editor Juan Casamayor, director de Páginas de Espuma, el sello encargado de publicar la obra. El jurado, integrado por Javier Gomá, Estrella de Diego, Espido Freire, Alfredo Taján, el citado Juan Casamayor y la directora del Área municipal de Cultura, Susana Martín Fernández, como presidenta, decidió por unanimidad conceder el premio a un libro consagrado a la obra del autor francés pero estrechamente vinculado a la mejor tradición del ensayo en España, la que desde la Generación del 98 hace de la lectura de los clásicos una cuestión más vital que académica, más contemporánea que pretérita.

Aunque, tal y como anuncia en la primera línea de su libro, Álvarez de la Rosa llevaba años "rumiando la idea de escribirse a la sombra de Flaubert", la idea definitiva de Flaubert a la carta prendió en 2021 en Ruán, a donde el catedrático se trasladó para participar en los actos convocados por el segundo centenario del creador de Madame Bovary. A partir de entonces, el autor vivió una particular inmersión en la correspondencia de Flaubert tras la que asumió la decisión de escribir una autobiografía intelectual a partir de las líneas propuestas en sus cartas por el mismo Flaubert y sus coetáneos: "Mientras daba vueltas a la idea de contemplarme en su espejo, me pareció inquietante y hasta ridículo que, casi en cada página que iba escribiendo, siguiera tronando la voz de Flaubert. Sin embargo, me empezó a parecer normal. Acababa de salir de una prolongada y estrecha convivencia imaginaria con él, con su vida y, sobre todo, con sus cartas y no era raro que estuviese a la sombra de su imponente figura". De hecho, Flaubert a la carta se articula en torno a ese encuentro imaginario con el escritor francés con el reconocible paisaje de Ruán y sus moradores como telón de fondo. Subido a hombros de tal gigante (y de otros muchos, de Montaigne a Steiner pasando por Cocteau y Rabelais), Álvarez de la Rosa escribe, cargado de razones, sobre su mundo, el presente, "desde la suprema importancia de la palabra precisa, la estupidez generalizada y la comodidad del tópico que carcomen el pensamiento del ser humano, pasando por la revolución femenina, el enigma del amor, los problemas sociales, la necesidad de dialogar con los clásicos, la duda como motor de la inteligencia y de la búsqueda de la verdad, el escepticismo ante el poder, cualquier poder".

A la hora de adoptar esta óptica para atender a la realidad actual, Antonio Álvarez de la Rosa se atiene escrupulosamente a la máxima flaubertiana por la que tan importante como lo que contamos es cómo lo contamos: "El anzuelo que me ha tenido enganchado a Flaubert no fue, salvo que mi memoria sea más traidora de lo que creo, solo admiración por sus novelas, ni el alto voltaje reflexivo de sus cartas. Fue y sigue siendo descubrir, a través de su poética, que el fondo -la historia contada, los personajes protagonistas- y la forma -la manera de contar los hechos y los pensamientos- han de ser las dos caras de una misma cosa", escribe el autor al respecto. De ahí que aquella importancia que Flaubert concedía a la palabra precisa se revele de urgente necesidad ahora, cuando de nuevo asistimos al reto de llamar a las cosas por su nombre; esto es, una experiencia veraz exige un conocimiento profundo de la lengua con la que construimos la realidad misma: "¿Los seres humanos somos algo sin la lengua que hablamos? ¿Tiene añgo que ver la lengua con el hecho de que abandonáramos las cuevas, inventáramos la rueda o la azada e incluso el teléfono móvil? Si pensar sirve de algo, ¿puede existir y desarrollarse el pensamiento sin conocer la lengua todo lo profundamente que se pueda?"

Y añade Álvarez de la Rosa a modo de advertencia fundamental: "Los ciudadanos aún puede hacer algo frente al uso perverso que los poderes -políticos o financieros- hacen del lenguaje. Y lo que podemos y debemos hacer, salvo que solo queramos vivir en, sobre o tras una pantalla, es llamar a las cosas por su nombre. Para poder intervenir en la política y en nuestra sociedad, lo primero que necesitamos conocer es la verdad y para ello es imprescindible conocer la lengua". Ya este miércoles 12 de marzo estará Flaubert a la carta disponible en las librerías para que este reconocimiento del mundo de la mano de Flaubert quede al acceso de los lectores. Como una invitación firme a compartir de manera activa la premisa de que la lectura no se conforma con habitar la realidad, sino que ansía transformarla.








miércoles, 19 de marzo de 2025

"Es muy importante no dejarse manipular por las grandes editoriales y distribuidores que te están presionando continuamente para colocar sus libros"


Publicada en el Diario de Sevilla, el pasado 16 de marzo, lo que sigue es una entrevista realizada por Luis Sánchez Moliní con Amparo Lazo Contreras. En la bajada se lee: "Junto a su hermano José es el alma de Palas, una de las librerías mejor valoradas por la Sevilla ilustrada, que lleva más de 45 años abierta en el barrio de Los Remedios".

“No soporto los libros sobre librerías”

Para un lector habitual es difícil pasar por la calle Asunción y no escuchar el incesante canto de sirenas del escaparate de Palas. Según muchos empelucados de la Sevilla ilustrada esta librería, fundada por el historiador y ex político Alfonso Lazo, tiene la mejor selección de la ciudad de novedades en humanidades, narrativa y poesía. Esto es posible gracias al trabajo del equipo formado por Amparo Lazo (capitana de la tropa de Palas), José Lazo, Juan Díaz, Sonia Domínguez y Mar Cruces (recientemente incorporada). “Si tuviese dinero, compraría el local de al lado, tiraría esa pared y ampliaría la librería. Con eso sería suficiente”, comenta Amparo Lazo (Sevilla, 1960), consciente de que Palas rebosa libros y hay que moverse por ella con cuidado de no derribar alguna de las pilas donde encontramos maravillas y tesoros apenas conocidos por el gran público. Lo que marca la diferencia, como decíamos, es el escaparate, una especie de isla de las tentaciones, pero pensada por Tomás Moro, un cepo para paseantes incautos a principios de mes. Allí no entra ningún bestseller (aunque tenerlos los tienen, pero escondidos, como si estuviesen perseguidos por la censura). Este monumento es obra de Amparo Lazo, licenciada en Historia, lectora y librera con criterio. Un gran currículum.

–Su padre, el profesor, historiador y expolítico Alfonso Lazo, fue el que fundó esta librería Palas en 1980.
–Digamos que, si lo puedo decir así, la librería fue un capricho suyo. Vendió su parte de un campo que había heredado y quería tener una librería, pero no como negocio, sino como una manera de estar al día en todo lo que se publicaba, de tener acceso a libros que no se encontraban entonces en Sevilla y de poder encerrarse con ellos los domingos. Mi madre y mi prima Gloria fueron las que se encargaron al principio de sacarla adelante.

–Gloria Rodríguez, una gran fotógrafa.
–También era muy buena librera. Mucha gente venía a Palas por ella. Estaba muy conectada con el mundo artístico sevillano y eso atraía a mucha gente.

–¿Y usted?
–Yo estudié Historia, pero nunca pensé en dedicarme a dar clases. Cuando Gloria se fue a trabajar como fotógrafa me fui implicando cada vez más. Después llegó mi hermano José y actualmente la llevamos entre los dos.

–En esos inicios de los que hablamos su padre estaba muy involucrado en la política, no solo como diputado, sino también como secretario general del PSOE sevillano.
–Fue un momento de grandes luchas internas del partido: Guerra, Borbolla... todo eso lo vivíamos en casa intensamente y, aunque yo no participaba, me enteraba de todo. Creo que mi aversión a la política me viene de esa época. Lo mío llega hasta tal punto que me cuesta muchísimo relacionarme y dorarle la píldora a las administraciones.

–Palas está en los Remedios y es un referente para la Sevilla más ilustrada. Su apuesta por las humanidades y la literatura de calidad se plasma en un escaparate que es una invitación a la ruina económica del lector.
–Cuidamos muchísimo la selección de los títulos, porque somos conscientes de que es lo que nos puede distinguir de otras librerías. Además, nos encanta. Juan tiene mucho criterio sobre filosofía, poesía y ensayo. José sabe mucho de naturaleza y ciencia; y Sonia y yo nos dedicamos a la narrativa. En mi caso me sirve también el haber estudiado historia.

–¿Se edita demasiado en España?
–Sí, se edita muchísimo. Las editoriales se excusan en que para que aparezca un libro que verdaderamente merezca la pena tienes que sacar muchos, siempre aspirando a encontrar un mirlo blanco que te salve un año o, incluso, la década, como pasó con El infinito en un junco, de Irene Vallejo. Pero muchos libros sobran. Entre otras cosas, se recuperan muchos títulos antiguos. Algunas de estas recuperaciones son muy buenas, pero otras son novelas sin interés que se olvidaron justamente. Seleccionar los libros es un trabajo importantísimo.

–¿Algunas editoriales de referencia?
–Las del grupo Contexto: Asteroide, Sexto Piso, Nórdica... saben lo que están haciendo. Siempre sacan cosas buenas que, además, se venden. Me gustan editoriales pequeñas como Gatopardo, Confluencias, Ediciones 98, La Caja Books. De Sevilla me interesa mucho la recuperación de los narraluces que está haciendo Athenaica, la colección amarilla. Tengo pendiente la lectura de La espuela, la novela de Manuel Barrios que acaban de reeditar... Pero la editorial que más nos interesa, la que de alguna manera nos representa, es Acantilado. Cuando murió el editor, Jaume Vallcorba, parecía que iba a llegar a su fin, pero Sandra Ollo ha sabido llevarla a buen puerto.

–¿Qué está leyendo usted ahora?
–Estoy releyendo lo que tenemos mañana [la entrevista se realiza el miércoles] en el taller de lectura que ofrece la librería y dirige Eduardo Jordá, El corazón en tinieblas, de Conrad. Precisamente, la traducción que hizo el propio Jordá para Espasa Calpe. También he leído unos cuentos de Diego Muzzio, un escritor argentino, que publica Las Afueras, otra editorial muy curiosa. Son cuentos de miedo al estilo clásico de Maupassant o Poe... Es un género que siempre me ha gustado.

–Hace ya unos años se pusieron de moda los libros sobre librerías, ¿qué le parecen?
–No soporto los libros sobre librerías. No me gustan nada.

–¿Un poco cursis?
–Sí, además son completamente falsos. Es llamativo que las protagonistas sean siempre mujeres... No consigo que me interesen. Pero hay mucha gente a la que sí, porque tienen un concepto romántico del trabajo en una librería, algo que no tiene nada que ver con la realidad.

P.–¿La realidad es más dura?
–Es físicamente mucho más dura. Tienes que estar todo el día moviendo cajas. Y después el papeleo: albaranes, facturas... Todas las semanas entran y salen libros. Demasiadas novedades. Es muy importante no dejarse manipular por las grandes editoriales y distribuidores que te están presionando continuamente para colocar sus libros. Tienes que saber decir no. He conocido pequeñas librerías que no han durado más de nueve meses porque las han inundado de libros. Hay que ser muy independiente y trabajar muchísimas horas, no solo las que tienes abierto al público.

–¿Alguna referencia en el gremio?
–Sigo por las redes a los compañeros de Letras Corsarias, de Salamanca. Me parece maravilloso todo lo que hacen. Son los mejores y hacen una selección increíble. Cualquiera que pase por Madrid termina en Salamanca, en su librería.

–Parece claro que el papel del librero es importante, incluso en las grandes cadenas.
–Sí, fíjese en la diferencia que marcó Antonio Rivero Taravillo cuando gestionó la Casa del Libro de Sevilla. Funcionaba maravillosamente. Su salida se notó muchísimo.

–Ahora las librerías son también lugares de animación cultural, con talleres, presentación de libros, tertulias literarias...
–Eso ha cambiado mucho en los últimos treinta años. Nosotros también lo hacemos, pero nos ayuda gente que sabe hacerlo. Si tuviésemos más espacio haríamos más cosas, pero más de veinticinco personas no caben aquí. Sevilla es una plaza muy dura, como dicen los editores. Organizas algo que crees que se va a llenar y solo vienen cuatro personas.

–¿Se considera una librería de barrio?
–Sí, la mayoría de la clientela es del barrio. El estar en Los Remedios se nota para bien. No solo es una cuestión económica. En Nervión, que puede ser un barrio más o menos parecido, no van tan bien las librerías como aquí.

–Los Remedios es un barrio que carga con muchos tópicos.
–Estoy deseando que alguien escriba la historia del barrio. A ver si Fran Matute se anima. Aquí, por lo menos, todavía quedan bares de verdad, cosa que en Triana y el Centro han desaparecido. Pero ya está empezando a cambiar y más lo va a hacer con el proyecto de Altadis. Mi sección de libros en idioma extranjero ha crecido mucho en los dos últimos años.

–¿Ya se nota la turistificación?
–Sí, la notamos. Cada vez traemos más libros en inglés pensando en clientes que son turistas.

–Tradicionalmente ha tenido una sección de libros en portugués. ¿Pertenece a la selecta secta de iberistas sevillanos?
–Adoro Portugal. Además, Sonia, que trabaja con nosotros, habla portugués y ha vivido allí. También tenemos algo de italiano. El problema es que la distribución en idiomas extranjeros no es la mejor.

–Las librerías siempre han sido lugares de tertulias informales, de corrillos de clientes más o menos egregios perorando de lo divino y lo humano.
–Antes se formaban más corrillos, sobre todo de profesores universitarios. Tengo muchos clientes egregios, gente cultísima a la que adoro. Tratar con ellos es lo que más me gusta de mi trabajo. Por aquí viene mucho Jacobo Cortines, el propio Rivero Taravillo, José Julio Cabanillas, Sara Mesa... Muy cliente nuestro fue Julio Manuel de la Rosa. Me encantaban sus visitas, porque me encargaba que le buscase bibliografía sobre algún tema del que estaba escribiendo y siempre era divertido e interesante.

–Dígame un libro que, contra su pronóstico, se haya vendido muchísimo.
–Con esas características, ahora mismo se está vendiendo muchísimo el de David Uclés, La península de las casas vacías, una novela sobre la Guerra Civil en clave de realismo mágico. Nunca lo hubiese pensado. También se vende mucho, pero eso sí me lo esperaba, el último libro de Sara Mesa, Oposición. Ella es un valor seguro, como todo lo de Yuval Noah Harari. Y ahora, como fenómeno francamente sorprendente, está el éxito de la novela Noches blancas, de Dostoyevski, entre la gente joven.

–¿Qué me dice?
–Sí, ha empezado a venderse mucho. Es un fenómeno curiosísimo. Creo que algún influencer lo ha recomendado. Es el mismo público que lee novela romántica. Ahora bien, no sé la opinión que les merece después de leerla.

–Palas se encuentra en la calle Asunción, que con la ya veterana peatonalización se convirtió en una plaza lineal que le ha dado una nueva vida al barrio, pese a que en un principio levantó una gran oposición por parte del comercio.
–Fuimos de los pocos que apoyamos desde un principio la peatonalización de Asunción Me gustaría ver ahora a aquellos que en un principio se opusieron tanto. Pero es cierto que cada vez veo en Asunción más cafeterías que van derivando a lugares donde tomar copas. No sé cómo estaremos dentro de diez años. Me gustaría pensar que Asunción no se convertirá en un continuum de veladores. La peatonalización le ha venido bien al barrio, le ha dado un centro, pero desde el punto de vista comercial echo de menos más variedad.

–¿Sufre el síndrome de la cuchara de palo? ¿No le termina cogiendo un poco de manía a los libros?
–A veces sí, pero tengo claro que nunca leo nada que no quiera leer, porque para mí sigue siendo un placer y no quiero hacerlo por trabajo.

–¿Nunca han pensado en mudarse?
–No, porque las librerías que mejor funcionan son las que tienen el local en propiedad, como nosotros. Esto es necesario en un negocio que tiene un margen muy pequeño, de un 20% o un 25% de cada libro vendido. Me asombra gente como la de Botica, que son muy valientes y ya tienen cinco tiendas abiertas.

–Sigue habiendo buenas librerías en Sevilla, pero da la sensación de que la ciudad ha perdido algo de riqueza, de “biodiversidad”, como se dice ahora.
–Fíjese, cuando era joven existía una librería especializada en francés, Montparnasse; una en inglés, Vértice... Estaba Al Ándalus, con un fondo de clásicos grecolatinos enorme; en La Roldana encontrabas mucha historia; en Los Remedios había una librería técnica agrícola; otra de Arquitectura en Reina Mercedes; Vitruvio, en la Plaza de la Contratación, estaba dedicada al arte... Ahora hay muchas librerías de infantil –que antes no existían–, lo cual está muy bien.

–¿Qué hacemos con la Feria del Libro? ¿Volvemos a la Plaza Nueva o la dejamos en los Jardines de Murillo?
–Soy de las que pensaba y sigue pensando que su sitio es la Plaza Nueva. Quizás porque viví aquella edición de los ochenta que también se hizo en los Jardines de Murillo y que fue un desastre. Es verdad que la última edición no fue mal, aunque para nosotros nos fue un poco peor que en la Plaza Nueva... a lo mejor por los días de lluvia. Lo cierto es que al público le encanta los Jardines de Murillo. Si seguimos allí habría que arreglar muchas cosas para que no se repitan los problemas del año pasado. Eso sí, el cambio de fecha ha sido muy positivo.

–Pues tienen negros a los de viejo.
–No creo, porque el público es muy diferente. Además, la Plaza de San Francisco está muy bien.

–Yo echo de menos la presencia en la Feria de más editoriales poco conocidas e interesantes. Muchas veces los contenidos de los quioscos son más que previsibles.
–Totalmente de acuerdo. Hay que fomentar que vengan editoriales de fuera. Es una manera de atraer al buen público lector, que lo que le gusta es rebuscar y encontrar.

–¿Y esa bestia negra llamada Amazon?
–Algo de daño nos ha hecho, pero lo peor es que ha acostumbrado a los clientes a tener los libros al día siguiente de pedirlos. Se ha perdido un poco la paciencia.

martes, 18 de marzo de 2025

"Los románticos ingleses son la última generación que observa una naturaleza virgen"

La aparición en México de una antología de poetas románticos ingleses, firmada por el poeta y editor Víctor Manuel Mendiola, motiva la siguiente nota, publicada el pasado 14 de marzo, en el diario Milenio, de México, por José Juan de Ávila.



"Nadie ha valorado lo que se ha hecho en México en traducciones"

Poeta, ensayista, traductor y editor, Víctor Manuel Mendiola sostiene que la comprensión profunda de las vanguardias pasa por leer a los poetas románticos, en particular a los ingleses, a quienes tradujo en la antología La arena en fuga (2024), recién publicada en la colección Poemas y Ensayos de la UNAM.

En un mundo actual al que representa cómica y cósmicamente Batman, un héroe oscuro, inspirado en lo gótico, Mendiola destaca el papel que tuvo la naturaleza en el romanticismo inglés, último movimiento poético cuyos protagonistas “tuvieron la oportunidad histórica de contemplar a la naturaleza aún virgen”.

El volumen incluye a William Blake, William Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge, Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y John Keats y es la nueva parada obligada en una travesía que emprendió el también promotor cultural y colaborador de Laberinto por la poesía clásica inglesa, que tuvo ya un antecedente con Violencia e Inmensidad en los Siglos XVI y XVII (2023), publicada en la editorial que fundó hace 46 años con Guillermo Samperio y Luis Soto, El Tucán de Virginia, dedicada en exclusiva a la poesía.

“Hice Violencia e Inmensidad en los Siglos XVI y XVII tratando de de entender esa convivencia, esa presencia simultánea de la gran poesía en España de Francisco de Quevedo, de Luis de Góngora, de Lope de Vega, con los grandes poetas que llamamos isabelinos”, explica en entrevista. Una selección en edición bilingüe, con traducción y estudio de Mendiola, que va desde Thomas Wyatt, Henry Howard, Edward de Vere, Walter Raleigh, Edmund Spencer, Philip Sidney y Samuel Daniel hasta Christopher Marlowe, William Shakespeare, John Donne, John Milton y Ben Johnson, y en la que se destaca la poesía de mujeres como la misma Elizabeth I, Mary Sidney Herbert o lady Mary Wroth.

“Hay una serie de espejos en este libro. Quería sentir esa presencia doble, múltiple, de esos grandes poetas. Cómo en esos momentos habían estado reunidos autores de esas dimensiones. Un poeta (Góngora) que hizo la 'Fábula de Polifemo y Galatea' y "Las Soledades", tan distinto, pero no tanto, porque 'Polifemo y Galatea', siendo un poema barroco, con su hermetismo, lo puedes ver en perspectiva junto a 'Venus y Adonis', el poema de Shakespeare. Ambos beben de la misma fuente, de Ovidio”, compara el crítico literario.

“Me sorprendió encontrar en poetas ingleses lo que había visto en los españoles: la influencia enorme de Italia, el petrarquismo, pero, al mismo tiempo, tanto en unos como en otros, la desviación hacia a Ovidio, como se observa en Marlowe, que tradujo —modernizó— en pentámetro jámbico los Amores. Esa traducción es una actualización de Ovidio, quien también está presente en Shakespeare y en Donne”, añade.

Para Mendiola, la poesía inglesa de su primera antología está marcada por una época de violencia y transformación. Y en los románticos antologados en La arena en fuga que abrevaron indirectamente, en invisibles vasos comunicantes como lo muestra Biografía literaria de Coleridge, en la filosofía alemana de Fichte y Schelling. “Hay en ellos una intensa unidad de lo ideal y lo real”.

“El poema de Wordsworth, 'La abadía de Tintern', muestra a un hombre que regresa al bosque en el que ha caminado de joven y que siente una felicidad inmensa: la hondura de estar entre los árboles, el río, las escarpaduras... Y la manera en que está expresado y vivido es como una acción interior o un momento ideal. Eso está en todos los románticos. En Coleridge lo vuelves a encontrar. 'Al ruiseñor' y 'La abadía de Tintern' son experiencias paralelas, en que probablemente (ambos poetas) evocan sus caminatas juntos por los bosques de Cumbria. Y lo vuelves a encontrar en los poemas de Byron, en su visión de la naturaleza, en 'La peregrinación del joven Harold'”, pone de ejemplos Mendiola.

“Y de nuevo lo hallas, de manera más filosófica, en Shelley, que comparte el gusto por la reflexión metafísica y filosófica con Coleridge. Shelley murió muy joven, pero poseía una vocación filosófica fuerte. Sus intereses son como ontológicos y mitológicos, esto se ve claramente en el 'Adonáis', una mezcla de la tristeza reflexiva por la muerte de Keats y el reclamo a la sociedad literaria que había rechazado a Keats (lo llamaron poeta cockney), y al mismo tiempo todo esto enmarcado en la visión mitológico-metafísico-platónica”, agrega.

¿Por qué su interés por traducir a los románticos ingleses?

Tengo 45 años trabajando en El Tucán de Virginia, cuya columna vertebral es una colección bilingüe. A lo largo de ese tiempo he venido observando el proceso de traducción realizado en México. Es impresionante. Nadie ha valorado lo que se ha hecho en nuestro país, con trabajos como los de Salvador Elizondo, Ulalume González de León, Tomás Segovia, Guillermo Fernández; y, luego, en las siguientes generaciones, con Marco Antonio Campos, Verónica Volkow, Luis Miguel Aguilar, Javier Sicilia, Pura López Colomé. En el fondo están Villaurrutia y Paz. Puedes hacer una larga lista y obtendrás una biblioteca contemporánea en inglés, portugués, francés, alemán, griego... Hay una gran biblioteca de traducciones, sobre todo de poesía moderna de la segunda mitad del siglo XX.

Este acervo me hizo darme cuenta de que había que ir hacia atrás. A propuesta de Salvador Elizondo publicamos "El Cuervo", de Edgar Allan Poe. Hicimos una pequeña investigación y encontramos cinco versiones. Publicamos dos. Después repetí el ejercicio con Gérard de Nerval. Eso me hizo darme cuenta de que tenía que ir más lejos y salté a las vanguardias y, tratando de entenderlas, comprendí que una buena parte de la discusión literaria se concentraba exclusivamente en ellas y que a éstas no las podías descifrar si no discutías a los románticos. Esto me empujó a leerlos, releerlos y estudiarlos. Y descubrí que en México no existía nada y había poco en lengua española. Excepto Cernuda y Paz. Y después de tanto tiempo de corregir traducciones, vi que tenía un camino que andar gracias a esa relación con los traductores y mis propias lecturas.

¿Cómo llega el romanticismo inglés a los poetas mexicanos?

En traducciones, tardó. Es una cosa sorprendente. Si revisas Contemporáneos, Taller, El hijo pródigo, todas las revistas, hay una ausencia casi total del romanticismo inglés y del siglo XIX inglés. ¿Qué se conocía? A D.H. Lawrence, las traducciones de Salvador Novo de literatura norteamericana. Hay alguien por ahí que creo tradujo a John Donne o a algún poeta metafísico. Es un desierto. El mismo William Butler Yeats, que debería estar, no tiene una presencia fuerte al principio de siglo, y él se ganó el premio Nobel de Literatura en 1922. Se le conoce poco. Ahora más, pero debería ser mucho más leído porque es un gran poeta, como Byron, Shelley o Robert Browning.

¿De qué manera considera que la poesía de estos románticos se conecta con las generaciones más recientes, que se dice que no leen, pero mantienen una preocupación mayor por el planeta?

Los románticos ingleses son la última generación que observa una naturaleza virgen. Pero junto a ellos el mundo de las máquinas avanza de un modo avasallador. A mitad del siglo XIX la polución ya es un problema. Londres no sólo es una ciudad de muchedumbres. Es una ciudad de humo. Aparece también la lucha de los trabajadores y el odio de los campesinos a las fábricas que retrataron Gaskell y Disraeli. Los románticos no vieron eso, pero lo presintieron; lo ves en el feroz poema de Blake a Londres. También lo ves en 'Al ruiseñor', de Coleridge, o en la oda 'A un ruiseñor', de Keats. Elípticamente rechazan la urbe. Ellos podían, de una manera muy simple, salir de su ciudad y estar en la naturaleza. Esa experiencia nosotros ya no la tenemos.

Los poemas del romanticismo son una ventana a lo fantástico, como “Las rimas del anciano marinero” de Coleridge; pero también son una puerta a la phisis, a la naturaleza. En Keats se ve el temor, la preocupación por la pérdida del silencio y la soledad plenas, que sólo se pueden hallar alejándote de la ciudad. Eso es lo que ellos hacían… se alejaban.

¿Cómo definiría entonces la época actual respecto del romanticismo?

Tiene que ver con Coleridge. Vivimos una época gótica que adora el mundo de lo espeluznante. Vivimos, para bien y para mal, en el mundo de Batman, un mundo cósmico, pero también cómico. El héroe es un paladín que tiene un lado oscuro. Podría ser un personaje del poema de Coleridge 'Christabel', sobre una vampira. Es curioso cómo el romanticismo inglés captó esa dimensión negra y bufa. En esta realidad baldía y oscura donde vivimos, el hombre murciélago, para contemplar el mundo, tiene que subir a un rascacielos y lo que mira no es el cielo ni las montañas ni el mar. Mira el proceloso oleaje de la infamia en un laberinto de cristales, electricidad y concreto.

El título de la antología, La arena en fuga, remite al tiempo, al reloj de arena, a partir del poema de Shelley. ¿Qué función tenía el tiempo para los románticos?

Está tomado del último verso del poema 'Ozymandias' (que alude a un rey egipcio). Es una crítica al poder. Al “gran” poder que desaparece. La experiencia directa con la naturaleza te permite tener una idea de la armonía, pero también te revela que todo está en “transformación”. Shelley tiene otro poema, también traducido en la antología ('Mutabilidad'), en donde dice que “nada puede durar, excepto el cambio”. Es la conciencia oscura, irónica, del pensamiento heraclitiano. Y ligado directamente con la antología, todo poder va a convertirse en pedazos de nada, en arena.


lunes, 17 de marzo de 2025

"La nueva 'basura' que trae la IA: contenidos de bajísima calidad generados con o sin intención de perjudicar"

La española Loreto Corredoira es profesora de Derecho de la Información de la Universidad Complutense. El pasado 14 de marzo, publicó el siguiente artículo en el diario digital El Confidencial, sobre otra de las fallas de la Inteligencia Artificial cuando se la emplea para traducir.

Los sesgos de traducción de las IA automáticas

Educar a las “máquinas” (si se puede decir así) con que tratamos y vivimos en nuestras casas y trabajos siempre ha sido necesario. Decirle al navegador o al Word lo que no queremos que nos haga, o establecer preferencias de uso de un programa es algo elemental. En el caso de las inteligencias artificiales que hacen traducciones automáticas (sin intervención humana) y que nos facilitan tanto la comunicación internacional y el acceso al conocimiento ocurre igual. Quizá es incluso más necesario estar atentos a sus “sesgos” (bias) de funcionamiento que crecen exponencialmente.

El sesgo indica prejuicios y discriminación de ideas, personas, conceptos, etc. algo que, en un mundo de servicios global, con subtitulados automáticos en videos o en muchas webs, no digamos periódicos online o pódcast, puede causar fallos tremendos. Lo mismo que ocurre con las IA generativas como ChatGPT, Gemini o Copilot, pues estas funcionan (simplificando) a base de “redes neuronales” que utilizan millones de datos y textos en las que se basan sus respuestas.

Comparto una experiencia que he tenido recientemente, editando una voz para la Enciclopedia Oxford de Comunicación sobre la "Comunicación como derecho humano" que acabo de entregar en colaboración con Ignacio Bel, en concreto con el traductor Deepl PRO y Deepl Write en la versión de pago, tanto de traducción como de mejora de la redacción -algo que a los no native speakers- nos viene de perlas-. En general el resultado es excelente, pero hay que estar muy atento a "cosas que escriben solas" y a algunos de sus sesgos, algunos muy pronunciados.

Se inventan cosas
He observado que añade citas a autores por su cuenta y riesgo, y curiosamente nunca a un español o latinoamericano -habrá que soplarles a sus entrenadores algunas cosas-. Este era el original de Bel y mío: “En febrero de 1671 se promulga también en Inglaterra la Bill of Rights/Declaración de Derechos, que se centra en la petición de los derechos de corte político, económico, social y religioso de los ciudadanos frente a las arbitrariedades de los reyes. Una característica de esta declaración, al igual que las señaladas anteriormente, es que no hay ninguna referencia a la libertad de expresión, ni por supuesto como es lógico a la información”

Y esta la atribución que hace de la idea a un tal Smith, hasta con el número de página. In February 1671, the Bill of Rights was also promulgated in England, which focused on the demand for the political, economic, social and religious rights of citizens in the face of the arbitrary actions of kings. One characteristic of this declaration, like those mentioned above, is that there is no reference to freedom of expression, nor, of course, to information (Smith, 1996, p. 99).

Curiosamente en esta línea de atribuir ideas a autores, también ha sustituido uno por otra. Decíamos nosotros: “Se culminaba en esa fecha de 1948 el proceso para establecer a nivel mundial un conjunto derechos y libertades que reflejasen, de la mejor manera posible, el afán de libertad propio del ser humano, independientemente de sus condiciones sociales, económicas, políticas o religiosas. Esa lucha es consecuencia directa de la “violencia ofensiva” según Rothbard (1998), en las relaciones interpersonales, en las cuales prevalece en muchas ocasiones la agresión de unos contra otros”.

Y en cambio atribuye la idea a Ayn Rand (1904), una filósofa rusa desconocida para nosotros: The establishment of a comprehensive set of rights and freedoms at a global level that would reflect, in the most optimal manner, the universal desire for freedom, irrespective of social, economic, political or religious conditions, reached its zenith in 1948. This struggle is a direct consequence of the 'offensive violence' (Ayn Rand, 1998) in interpersonal relationships, in which aggression often prevails. The concept of freedom endeavours to mitigate this violence by achieving the greatest possible independence from authoritative entities, which can be viewed as both political and economic in nature. These two domains have historically demonstrated the most significant resistance to the promotion of citizens' freedom.

Sesgos ideológicos: habíamos quedado que Dios no existe
Me ha parecido más preocupante la selección y censura de determinadas ideas. En varios intentos ha quitado la mención expresa a Dios nada menos que a Milton en la famosa cita del discurso Areopagítica pronunciado en el Parlamento inglés. Este era nuestro original: “It was in 1644 that Milton delivered his famous speech Areopagitica. In this passage, the author posits the notion that God endowed individuals with the faculties of reason, free will, and conscience, thereby empowering them to discern the merits of ideas independently, rather than relying on the approval of a licensing authority”.

Y esta la traducción que en las distintas versiones que ofrece (traducción académica, de negocios o normal) elimina a Dios (abajo) claramente:

In this seminal work, Milton advanced the notion that individuals possess inherent faculties, including reason, free will, and conscience, empowering them to discern and evaluate ideas autonomously, without external licensing constraints.

Otro ejemplo curioso y difícil de entender escribiendo en inglés, ha sido el relativo a la eliminación de algunos derechos humanos civiles y sociales que enunciábamos en el trabajo como derechos universales.

Enumerábamos en el original en español los principales derechos humanos informativos de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Comenzábamos recordando por ejemplo en su artículo primero que “Todos los seres humanos nacen libres...”. Idea de libertad que se repite, con distinto enfoque, en los artículos dos (raza, sexo, religión..), tres (vida), trece (circulación), dieciséis (consentimiento matrimonial), dieciocho (pensamiento y conciencia) diecinueve (opinión y expresión), veinte (reunión), veintiuno (voto), veintitrés (trabajo), veintiséis (educación), veintisiete (cultura), veintiocho (orden social) y treinta (supresión de derechos).

Curiosamente en la traducción -se “come” estos seis derechos políticos y sociales que podría entenderse en una IA de China o Irán- señalados arriba en negrita (nada menos que el derecho de reunión, voto, educación o trabajo). In the paragraph preceding the enumeration of articles, the concept of 'respect for these rights and freedoms' is reiterated. Within the articles themselves, numerous references to freedom are evident. For instance, the first article asserts: 'All human beings are born free...'. The notion of freedom is reiterated, albeit with a shift in emphasis, in articles two (race, sex, religion...), three (life), thirteen (movement), sixteen (consent to marriage), eighteen (thought and conscience), nineteen (opinion and expression).

Sesgos de género
Finalmente, este asunto es más conocido y no es nuevo en internet. De hecho, hay investigaciones que salen al paso de estos sesgos también en Google o en Microsoft. En este caso he tenido que corregirle varias veces el uso del “man” por seres humanos, en neutro, persona o humanidad (le ha costado aprenderlo). “The raison d'être of human rights lies in the very existence of man”.

Ya en 2021 se denunciaba ese sesgo básico de género

Así que concluyo, al utilizar estupendas herramientas como esta, que son imparables y que van a reemplazar muchos trabajos hasta ahora humanos, hay que estar muy, muy atentos/as. A mí Deepl Pro, el Google Translator o las IA de mi Samsung, me han salvado de muchos apuros, pero no puede uno abandonar la confianza del todo.

Me preocupa su uso especialmente en obras que se ofrecen en línea ya traducidas sin supervisión humana, sin revisión mínimamente experta por el manejo del original, y me temo que esa es una práctica habitual en las traducciones en línea que hay de muchas obras. No quiero pensarlo en medios informativos “predeterminados” por una narrativa sesgada. Es la nueva “basura” que trae la IA: contenidos de bajísima calidad generados con o sin intención de perjudicar (acuñada en el término slop IA).

A nivel usuario se puede entrenar y ofrecer terminología alternativa, grabar en la web un glosario habitual, cosa recomendable, para lo que también hemos de dedicar un “tiempo” a esas nuevas herramientas, conocerlas y “hackearlas” para que hagan las cosas que les pedimos. A nivel de periódicos digitales como este que ustedes leen ahora mismo, hemos de seguir defendiendo hoy, como Milton en el siglo XVII, la palabra, la expresión y, más que nunca, la veracidad de la información.

viernes, 14 de marzo de 2025

"Tenderemos a leer como la máquina y, por tanto, tenderemos a escribir (y traducir) como la máquina"

Entre el 17 de febrero y el 4 de marzo pasados, a lo largo de doce entradas, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires entrevistó a traductores literarios de Argentina, Brasil, Chile, España y México, con el objeto de conocer qué sabían sobre la Inteligencia Artificial, si la empleaban en su labor y qué riesgos, desde su punto de vista, implicaba para la profesión. Terminada la encuesta, no hubo una conclusión, aunque, a lo largo del intercambio de mails, hubo opiniones y observaciones que luego no se reflejaron públicamente. En la siguiente entrada, Andrés Ehrenhaus, motivado por las respuestas de la encuesta, añade las siguientes reflexiones.

On second thought: IA, hacia un modelo de creación transgénico 

A rebufo de la encuesta publicada en el blog del CTLBA sobre las subjetividades que suscita la así dicha IA en el campo de la traducción literaria (v. entrada del 17 de febrero y días sucesivos), me quedó picando una oscura duda respecto de una potencialidad secundaria o indirecta de la herramienta que puede –y seguramente vaya a– convertirse en un paulatino, sigiloso y horrendo cambio de paradigma literario y, por consiguiente, en un incordio para la traducción honesta y cabal tal como la entendemos hoy en día, es decir, como creación autoral de un texto derivado de otro cuya originalidad le confiere autoridad per se. ¿Por qué? Porque la lenta deriva hacia la producción y edición (y eventual traducción) de textos literarios generados o intervenidos por IAs forzará en paralelo la imposición de una ética artificial de la escritura, una defloración de la energía subversiva que toda creación literaria lleva necesariamente implícita (ojo: digo subversiva pero no desde una perspectiva ideológica sino visceralmente política, es decir, rompedora, atrevida, brutal, desarbolante, indiscriminada). Las IAs, todas ellas, están sujetas a códigos morales y éticos de estricta corrección política que, por razones obvias, no se corresponden con las éticas particulares de quienes escriben y, no menos importante, quienes leen, ni con las retóricas (o formales) específicas que se derivan de esas miradas literarias particulares. En resumen: cederle espacios meta literarios o aledaños a la creación a las IAs con fines prácticos o por comodidad o pereza no creo que sea un acto inocente, irrelevante o fortuito: es una imperdonable irresponsabilidad. La IA es el Monsanto de la literatura (y, por extensión, de la creación artística).

Si la máquina fuera omnisciente y subjetiva, este peligro no existiría; sus amenazas serían otras. Pero no lo es. Las IAs o “modelos complejos de lenguaje”, como se autoperciben, son programas potentes pero muy limitados ética y cognitivamente que, a largo o mediano plazo, servirán sobre todo para verter en la red cloacal de las cabecitas humanas consumidoras de “cultura” una poderosa e imperceptible (in)conciencia censora capaz de ir cancelando avant la lettre (en el sentido literal) cualquier atisbo de imaginación transgresora y moralmente inquietante hasta alcanzar el paradigma plano de la creación literaria. ¿Cómo así? Pues acostumbrándonos a leer textos de grado cero, metaversos, narraciones llenas de efectos especiales y vacías de espíritu combativo. Si nos hemos resignado a tener drones reales dando vueltas sobre nuestra persona como buitres sin vísceras, ¿cómo no vamos a aceptar esa virtualidad literaria (i.e. artística) también eviscerada? 

En general, los colegas que respondieron a la encuesta se fueron alineando al abordar la tercera pregunta en dos grupos contrapuestos y en principio irreconciliables: o bien descartaban de plano cualquier atisbo de amenaza de las IAs para la especialidad literaria de la traducción frente a la garantía insustituible de la propia inteligencia o bien se alarmaban ante la inminencia de esa amenaza, que ya ha empezado, desde su perspectiva, a hacerse efectiva. Es cierto que la encuesta inducía a la especificidad laboral de la amenaza pero apenas hubo colegas cuyas respuestas excedieran ese marco inmediato para detenerse en las consecuencias más amplias de la aplicación de parámetros generados por IAs en la edición, traducción y creación literarias. Tanto quienes no vieron amenazado su espacio como quienes sí lo vieron dejaron significativamente de lado el impacto indirecto y largoplacista de la ética canceladora y transgénica en la predisposición lectora  y su efecto boomerang en el ámbito de la traducción. Mi percepción es que se producirá un gradual declive de la calidad artística en favor de una recepción esterilizadora, y que será justamente esa recepción universalizada la que incidirá de un modo directo en la exigencia e incluso obligación de no alejar las creaciones de toda índole de los sutiles límites prescriptivos que rigen la propia producción artificial. Tenderemos a leer como la máquina y, por tanto, tenderemos a escribir (y traducir) como la máquina.

Existen, por supuesto, numerosos argumentos en contra de esta visión paranoico-crítica de la IA que, a grosso modo, se resumen en uno: no es la herramienta lo que constituye la amenaza real sino la intención de quien la usa. No se puede demonizar una cosa sin vida, sin alma, sin voluntad. No es sabio matar al mensajero. Un martillo es un martillo es un martillo. Etc., etc. Sí, de acuerdo, la manipulación de una herramienta dependerá siempre de la intención del manipulador. Pero incluso en el caso de que lo movieran las mejores intenciones, el mero hecho de tener una marcada intención ética previa constituye en sí mismo un oxímoron artístico. Convengamos, además, que hay herramientas y herramientas. Y, yendo un poco más hondo, herramientas que, tras demostrar su obsolescencia como herramientas pasaron a ser herramientas sin cursivas. Me explico: no es una novedad para nadie con un cerebro activo que gran parte del desarrollo tecnológico humano tuvo una finalidad inicial defensiva/ofensiva antes que meramente pacífica. Los ejemplos son innumerables. La rueda, las flechas, hachas, empalizadas, la ropa incluso. El arte totémico. El fuego. Las fanfarrias. La pólvora (por más que nos cuenten que al principio sólo servía para tirar petardos: su uso era bélico o, como mínimo, político). La navegación aérea. Internet. La telefonía móvil. El progreso tecnológico casi siempre ha ido de la mano (de la obtención o conservación) del poder. Cuando esas herramientas de poder pierden su capacidad de proteger/dañar, pasan al torrente de las herramientas de consumo diario y operan bajo estrictas normas socioculturales. La energía nuclear, por ejemplo: primero fue la bomba, ahora es una fuente (harto peligrosa) de electricidad. Y no creo que el armamento nuclear soporte el contraargumento de que las herramientas no constituyen la amenaza: la uses o no, no es lo mismo tener una ojiva nuclear en casa que no tenerla. Ergo, por inocente que sea el nuevo hit tecnológico, su génesis nunca lo fue. Las IAs son tecnología de dominación. No jodamos.

Entonces, ¿qué hacer? ¿No usarlas? ¿Usarlas con precaución? ¿Hacer la vista gorda? ¿Hemos de evitar a toda costa que nos planchen la escritura? ¿O resignarnos a esperar que el próximo cambio de paradigma derribe el que se nos viene encima? ¿Discriminar entre un tipo de tecnología y otro es remar contra el progreso?

Ya hace años que muchos de los colegas que hoy ponen el grito en el cielo ante la injerencia cruel e impune de las IAs en su realidad laboral y se rasgan las vestiduras por el terreno de trabajo cedido e irremisiblemente perdido vienen alimentando a la máquina (y su circunstancia) con sus propias bases de datos a pesar de las muchas y atinadas advertencias en contra. Es inútil, la atracción del abismo nos pierde. Nos hamacamos entre la comodidad inmediata y la resignación suicida, suponiendo que alguien nos despertará amablemente del ensueño. Pero de amable despertar nada: las fuentes de trabajo se van secando. ¿Cuánto más jugo de cerebro vamos a entregarle al algoritmo en bandeja de plata? Lo único bueno de la IA es que no es inteligente. Ni pretende serlo.

Pero los que la construyen y operan sí.

jueves, 13 de marzo de 2025

"La traducción desestabiliza"

Publicado el 12 de marzo pasado, con firma de Ricardo Quiroga, en El Economista, de México, este artículo resume una conferencia dictada por la escritora Cristina Rivera Garza, dentro del Ciclo Tactil, en el afamado Colegio Nacional, de México.

Cristina Rivera Garza reflexiona sobre la traducción y el duelo

“Una de las funciones que se hace bien desde la traducción es que ésta revela que cualquier tipo de práctica de escritura es colectiva y plural. Cuando estamos traduciendo, también estamos relacionándonos con algo que ya está ahí, con algo escrito por otro o por otra autora, y tenemos que estar muy conscientes de que ese proceso (de traducción) también es una especie de transformación”.

Fueron palabras de la escritora mexicana Cristina Rivera Garza durante la conferencia impartida la noche del martes en la tercera sesión del Ciclo Táctil, que ofrece desde El Colegio Nacional. Durante dicha presentación, la ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 2022 por su novela El invencible verano de Liliana (Random House, 2021), y del Premio Pulitzer 2024 por la traducción al inglés del mismo texto, escudriñó en los valores particulares de la construcción literaria cuando está condicionada, dotada, concebida incluso, a partir de dos o más lenguas.

Tan poderosa es la traducción, mencionó desde la sede la Máxima cátedra de México, que incluso puede cambiar el género propio de los textos, tanto así que la traducción al inglés de su novela El mal de la taiga (Tusquets, 2012), realizada por Suzanne Jill Levine y Aviva Kana, ganó el Premio Shirley Jackson, que se otorga a trabajos literarios en inglés del género suspenso psicológico, horror y fantasía oscura, cuando la versión en español se gestó como una simple ficción literaria.

En ese sentido, dijo, “la traducción desestabiliza, y ésa es una tarea fabulosa, de una virtud y potencia que le pertenece también a los traductores. La traducción nos enseña que nada está acabado, que todo puede volver a decirse y a escribirse. En ese sentido, la traducción desacaba las cosas”, complementó la premiada escritora.

Parte de estas reflexiones sobre la traducción, apuntó, están vertidas en su libro de ensayo Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación (Tusquets, 2013) y complementó: “una de las reflexiones sobre los libros es que, por fortuna, no acaban. Si hay lectores, se desdoblan y adquieren otras vidas y canales de existencia. Los libros suelen producir muchas preguntas (…) muchas de las reflexiones posteriores vienen como resultado de la conversación que, con fortuna, acompañan al libro y a veces me toman desprevenida”.

Traducir para asumir la pérdida
Para retomar el tema central, la novela premiada El invencible verano de Liliana , Rivera Garza expresó que las reflexiones que derivan del libro, sobre todo con sus traducciones, son complementos que suman el proceso de duelo que la acompaña.

Al respecto, cuestionó: “¿cuál es la fecha de nacimiento de un libro: cuando se coloca la primera palabra en un archivo de Word, sin saber a ciencia cierta qué seguirá después, o cuando se coloca la palabra ‘Fin’ porque una lo da por terminado, cuando se rinde y ya no da para más?”.

Y es que reconoció que la novela que aborda desde la memoria y el archivo el feminicidio de su hermana, Liliana Rivera Garza, en julio de 1990, inició desde el español, su lengua materna, “pero otros días, tal vez los más aciagos, la escribía en inglés, casi a escondidas de mí misma”.

Compartió que el proceso de su novela más personal “tomó un curso extraño: en lugar de utilizar la misma lengua para corregir conjugaciones o cambiar la sintaxis, empecé a valerme de la otra lengua para hacerlo propio. Si había escrito en español, corregía en inglés; si había escrito en inglés, corregía en español (…) el proceso fue lento y agotador, pero sólo así avancé en un libro que debido al duelo personal que traía consigo, se me complicaba a menudo. De esa forma, fui formando un archivo en el que el inglés interrumpía al español o en el que el español le daba continuidad a alguna frase o párrafo en inglés. Así se creó el desorden que después, con mucho tiento y más trabajo, tuve que destejer. De esta manera se produjo la bifurcación”.

Acto seguido, Rivera Garza expresó que El invencible verano de Liliana “no es el primer libro que escribo en modo traducción, pero sí es el primero que publico en sus versiones originales, tanto en español como en inglés, como libros separados aunque interdependientes”.

Desde hace poco más de 30 años, Cristina Rivera Garza reside en Estados Unidos, donde trabaja como profesora distinguida del departamento de Estudios Hispánicos en la Universidad de Houston, misma que le otorgó el Doctorado Honoris Causa en 2012. Asimismo, a partir de 2017 es directora del doctorado en Escritura creativa en español de la misma institución.