martes, 3 de diciembre de 2024

Una entrevista con Barbara Epler, la directora editorial de la casa estadounidense New Directions

Calamari
entrevistó para Jot Down a Barbara Epler, la presidente y directora editorial de la prestigiosa editorial estadounidense New Directions. En la charla aparece el tema de la traducción y se habla de los autores de lengua castellanada traducidos al inglés.

"Gran parte de lo que está mal con las grandes editoriales no es culpa de los editores, el departamento de marketing manda"

Desde hace más de ochenta años, la editorial New Directions está a la vanguardia en el mercado literario norteamericano con la publicación de poesía y ficción en inglés pero, ante todo, con las traducciones de la mejor literatura mundial.

Fundada en 1936 por el elegante y millonario poeta James Laughlin, amante de la literatura modernista y amigo de escritores de la talla de Ezra Pound, Gertrude Stein y Williams Carlos Williams, esta casa editorial cambió radicalmente el modo de leer en Estados Unidos. Jorge Luis Borges, W. G. Sebald, Elías Canetti, Robert Walser, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Roberto Bolaño, Clarice Lispector y cientos de autores de distintas partes del mundo llegaron a mediados del siglo pasado y desde entonces a los lectores angloparlantes gracias a la visión, el riesgo y la experimentación de James Laughlin (JL, como lo llama nuestra entrevistada).

Barbara Epler es la actual presidenta y directora editorial de la neoyorquina New Directions y estuvo en Marrakech para la entrega del Prix Formentor 2024 al escritor húngaro László Krasznahorkai, como su editora en inglés. Aprovechamos una pausa en el mediodía marroquí para conversar sobre libros, traducciones, gustos y riesgos del mundo editorial estadounidense y de las posibilidades de mantener el legado y la misión de un hombre que avanzó más allá de lo seguro y apostó por una literatura universalista.

Editar libros es un arte repleto de desafíos y cada fragmento de mundo aporta los propios. ¿Cómo se moldea un público lector? ¿Cómo se instalan autores cuyos nombres parecen impronunciables? ¿Cómo se atraviesa el umbral de la aldea cerrada hacia el vasto universo? Algunas de estas respuestas están en el catálogo de New Directions, una editorial relativamente pequeña centrada principalmente en literatura traducida, poesía y ficción no convencional.

Me gustaría empezar a conversar acerca de tu historia y cómo has llegado al mundo de la edición. Estudiaste en Harvard, ¿verdad?
Sí, estudié en Harvard. Hace mucho tiempo, ya.

¿Cómo fue tu formación?
–Hice Historia de la literatura americana y británica del siglo XX porque soy muy mala con otros idiomas. Estudié francés cinco años durante la escuela secundaria pero yo era horrible. ¡Horrible! Así que es bastante gracioso que tenga este trabajo, es como una comedia. Nosotros, en New Directions, editamos mucha poesía en inglés y, también, algo de excelente ficción, no son solo traducciones. Pero claro, la ficción traducida es alrededor del ochenta por ciento de lo que publicamos.

Ochenta por ciento, ¡es un montón!
Sí, y es divertido.

Cuando estabas en la universidad, ¿qué imaginabas hacer en el futuro?, ¿qué proyectabas para tu vida profesional?
Mis padres enseñaban en la escuela secundaria, eran profesores y eso es lo que yo imaginaba ser. Iba a una de esas universidades que eran una especie de fiesta para los estudiantes; era divertida y no competías, al menos si estabas en humanidades, y todos te trataban con amabilidad o de forma muy sutil. Me imagino que si hubiera estudiado medicina o negocios, tal vez hubiera sido diferente, pero nada de eso era así entonces para mí. Y comencé a realizar cursos de posgrado porque pensé que eso era lo que iba a hacer: enseñar literatura. Esos cursos fueron grandes errores (risas). ¡Fueron realmente malos! Eran muy básicos y te daban una visión general de la historia de Estados Unidos… Aunque también es cierto que mis profesores eran muy dulces y querían reunirse conmigo para que me quedara, eran muy agradables, en particular David Herbert Donald, un sureño de edad avanzada, un hombre muy pequeño. Recuerdo que se paró en uno de esos grandes anfiteatros elegantes, miró hacia arriba y vio que todos eran, en su mayoría, de clase media, unos niños mimados. Nos miró a todos y nos dijo «siento lástima por todos ustedes». Fue genial y me gustó desde ese momento porque, a su manera, era una especie de comediante y también un hombre muy dulce. Así que nos dijo «lo siento por ustedes» (risas).

Y después de aquello, ¿cómo fue que llegaste a New Directions?
Yo quería quedarme a vivir allí y no regresar a Columbia con mis padres. Eran los primeros años de los ochenta —me gradué en el 84— y la ciudad era bastante peligrosa. Mis padres buscaban algo más seguro y estable, pero yo siempre había soñado con vivir en Nueva York, así que les dije: «voy a hacerlo». Sabía que nunca iba a volver y que se enojarían mucho, así que pensé que necesitaría un trabajo, algo como ser editora. No tenía idea de lo que implicaba, pero en la universidad leía una revista literaria y pensé que sería fácil. «Sí, es un trabajo sencillo», pensé, «¿qué dificultad puede haber para conseguir algo así?». Y en aquella época, no sé si los hombres pasaban por eso, pero las mujeres teníamos que saber escribir a máquina, y yo no tenía ni idea de cómo hacerlo (risas). En la escuela secundaria se ofrecían clases prácticas como economía doméstica o mecanografía, pero yo elegí otros talleres, y luego me encontré con que no podía conseguir trabajo, literalmente, porque no sabía mecanografiar. Así que, sin empleo, decidí escribir a mis editores favoritos, aquellos que publicaban los libros que yo leía. Envié cartas a varias editoriales, tanto grandes como pequeñas, pero ninguna me respondió. La única que lo hizo fue Griselda Ohannessian.

¿Ella trabajaba en New Directions?
Sí, era la directora. Así que, cuando le escribí, me respondió, y fue muy gracioso porque me envió una carta con una papelería de lo más anticuada. Era una página entera donde me decía que, como no tenía experiencia en edición, tendría que hacer un montón de tareas básicas, todo el trabajo de «cocina»…

¿Trabajo de cocina?
¡Sí! Y también: «tendrás que hacer fotocopias, ponerte muchos sombreros y contestar el teléfono». Así que leí esa carta larguísima y tan extraña, con su firma, Griselda Ohannessian —un nombre muy inusual en América, de origen armenio—, y pensé que debía de ser una broma. Dejé la carta de lado, pero luego hablé con mi madre, que me dijo que necesitaba el trabajo, así que, una semana después, llamé para preguntar si el puesto seguía disponible. Griselda me contestó: «¿Puedes venir esta tarde?». Yo vivía en el Lower East Side, y tuve que pedir prestada una blusa decente porque todo lo que tenía estaba sucio o no era presentable; en realidad, vivíamos como hippies. Fui y ella me recibió preguntando: «¿Qué te pareció mi carta?». «Horrible», le dije, y se echó a reír. Nos sentamos, conversamos, y todo resultó ser más sencillo de lo que parecía en su carta.
Pero aún faltaba la prueba de mecanografía, en una máquina eléctrica donde no podías equivocarte, y tenías quince minutos. Al rato, ella vino a ver y yo aún no había terminado; volvió diez minutos después y luego otra vez, pero la situación no mejoraba. Entonces, tomó el papel, lo dobló por la mitad y me dijo: «Está bien, ya hiciste la prueba. Vamos a conocer a todos». Me llevó a dar una vuelta por la oficina, luego me acompañó al ascensor, me explicó que estaban entrevistando a otros y que me llamaría la semana siguiente. Justo antes de que se cerrara la puerta, asomó la cabeza y dijo: «Tienes el trabajo». Esa no es la forma habitual de actuar de la gente; es que ella no era una persona común en absoluto, era una mujer excepcional.

En ese momento ella era la editora pero también conociste a James Laughlin, el mítico dueño y fundador de la editorial. ¿Cómo era él?
JL era un hombre excepcional, muy amable e increíblemente inteligente. Hay una historia sobre el día en que lo conocí. No todo el mundo lo sabía, aunque él era muy abierto al respecto: padecía una enfermedad mental, era bipolar, algo que se repetía mucho en su familia, donde hubo varios suicidios. Trabajó duramente, y es impresionante todo lo que logró. Como te decía, cuando lo conocí, él tomaba litio; era un hombre muy apuesto, alto, elegante, amable, pero algo distante. Luego cambió bastante. Tras tres años de trabajar allí, él ya era otro, muy diferente desde que descubrieron el Prozac. Empezó a tomarlo, y entonces era mucho más feliz; se convirtió en un hombre bromista.

¿Él fue un jefe o una clase de mentor para ti?
En realidad no era un jefe porque era Griselda quien llevaba las riendas. Él era el dueño y tomaba las decisiones finales.

La historia de James Laughlin es muy interesante. Creó New Directions, también era poeta y amigo de grandes personalidades de la literatura, como Tennessee Williams.
Sí, eran muy buenos amigos. Se conocieron antes de que Williams fuera famoso y luego su obra comenzó a ser publicada y sus libros se convirtieron en los más exitosos de nuestro catálogo.

Incluso ahora, ¿no?
Sí, prácticamente toda su obra. Bueno, todos los estudiantes de escuela secundaria en Estados Unidos tienen que leer en su último año Un tranvía llamado deseo, así que es el libro con el que podemos contar siempre porque se vende todo el tiempo. Se venden cientos de miles de ejemplares al año, así como de otros libros, Borges, por ejemplo, pero el que más se vende siempre es Tennessee Williams… Y hay otra cosa más sobre JL acerca de lo que me preguntabas sobre si era un mentor. Él murió cuando yo ya llevaba trece años en la editorial pero no lo veía todo el tiempo porque él no estaba mucho en Nueva York, lo que sí es cierto es que él tenía cierto instinto con lo que le gustaba, como por ejemplo cuando descubrió a W. G. Sebald.

En The New Yorker hablan de New Directions como una casa editorial experimental. ¿Crees que es correcta esta caracterización? ¿Así la concibió Laughlin?
Cuando JL era alumno en un internado, tuvo como mentor a Dudley Fitts, un profesor, crítico, poeta y traductor que estaba al tanto de la poesía moderna y conocía a figuras como Gertrude Stein y Ezra Pound. JL encontraba fascinante esta poesía. Luego fue a estudiar a Harvard, donde todo le pareció muy anticuado: no enseñaban a los poetas modernos, y así empezó a formarse en él la idea de que en Estados Unidos la literatura de vanguardia estaba desatendida. Finalmente dejó la universidad, viajó a Europa y estudió con Ezra Pound, lo que lo expuso a todo aquel mundo. Pound, al conocerlo, pensó: «Sí, es inteligente, pero no es un gran poeta» y le dijo algo como: «No se pueden hacer dos cosas útiles. Puedes asesinar al crítico del Saturday Post al que no le gustó tu trabajo, o puedes fundar una editorial con buenos escritores. Yo te conectaré con todos los nuevos». JL eligió la segunda opción y contaba con el dinero para hacerlo. Así, fundó su editorial con la misión de ser un foro para los experimentos literarios posibles en poesía y ficción.
En aquella época, Tennessee Williams era visto como radical —obras como El zoo de cristal o Un tranvía llamado deseo rompieron con el teatro rígido y esquemático de entonces. Arthur Miller, muy generoso, dijo sobre Tennessee: «Plantó la bandera de la belleza en las orillas del teatro comercial». Borges y Lorca eran considerados «freak shows» en su momento, pero ahora son parte del canon. JL quiso descubrir ese tipo de talento antes que nadie; admiró a Anne Carson desde muy temprano. Fue poco después de cambiar de medicación, cuando estaba particularmente entusiasmado por descubrir nuevos poetas. JL identificó a una nueva generación, imaginando lo que seguiría tras los poetas de ochenta o noventa años; lo vio antes que nadie.

Has estado en New Directions durante cuarenta años y durante todo ese tiempo la editorial se puedo mantener cercana al espíritu independiente con el que fue creada. ¿Cómo has podido hacerlo?
JL despreciaba las editoriales corporativas, pensaba que ese no era un lugar para escritores y redactó un testamento muy tempranamente, creo que en la década de 1970, en el que fijó las condiciones para la dirección editorial tras su muerte. Hizo un fideicomiso de propiedad cuyos términos eran nadar o hundirse: no podríamos comprarnos ni vendernos legalmente y estipuló que si fallábamos, si aún fallamos ahora, los empleados recibirían su salario por tres meses, las oficinas cerrarían y todos los derechos de autor serían devueltos a los autores. Él se aseguró de que seguiríamos con el espíritu inicial centrado en la experimentación y la novedad y lo seguimos haciendo. Es algo maravilloso aunque no sea exactamente igual. No siempre vamos a encontrar a un Borges pero aun así hay grandes escritores. ¡Están por todos lados! Pero son difíciles de encontrar, si puedes permitírtelo, y para eso tienes que ser rápido. Es difícil, pero es genial. Es divertido.

Acerca de la literatura originalmente escrita es español, ustedes han publicado a Borges, Vila Matas, Javier Marías, García Lorca, Roberto Bolaño…
Ya no. Bolaño ya no. El agente se ha ido.

¿Por qué?
Más dinero. Es así. Bueno, también tenemos a César Aira, a la poeta Alejandra Pizarnik, Fernando Vallejo, Fernanda Melchor, de México y Liliana Colanzi, de Bolivia… Son muchos y eso porque tenemos un poder secreto y es un gran traductor: Chris Andrews. Es un excelente traductor, muy inteligente, y ha realizado muchos estudios sobre traducción; ahora se ha retirado como profesor. Esto es genial porque siempre le estaba pidiendo que leyera cosas, y ahora recibe un pago trimestral, así que podemos enviarle tantos libros como queramos. Nos resulta muy útil, ya que recibimos muchos libros en español. El español es, después del inglés, el idioma más hablado en Estados Unidos, así que tenemos una gran audiencia de lectores. Nuestros traductores también leen y nos ayudan con recomendaciones de todas partes, y recibimos rutinariamente muestras de traducción, lo cual facilita el proceso. Sin embargo, hay que tener cuidado, ya que las traducciones de muestra no siempre son de buena calidad. Debes ser muy cuidadoso, pero también es un sistema excelente. Los agentes son muy activos, ¡son realmente audaces! A veces siento que me estoy perdiendo muchas oportunidades, ya que también necesitas un buen apoyo para gestionar las traducciones.

Las traducciones son costosas. ¿Reciben apoyo?
Recibimos apoyo de algunos gobiernos, y es necesario porque tenemos fines de lucro, también hay mucha gente hace muchas traducciones u otro modelo corporativo sin fines de lucro, pero nosotros no podemos. Necesitamos ganar dinero.

¿Hay algún país latinoamericano con el que trabajan más cercanamente?
Bueno, México. No tenemos autores venezolanos, por ejemplo, y trabajamos bien con Brasil. No es literatura en español pero trabajamos mucho con ellos porque hacemos todo lo de Clarice Lispector. Ella estuvo siempre en New Directions. Yo pensaba que nuestras traducciones eran buenas, pero hace unos diez o doce años, Benjamin Moser publicó una biografía sobre ella. Lo conocía como crítico, así que fui a la presentación de su libro, y él me invitó a tomar algo. Nos sentamos, y me dijo: «Tus traducciones de Clarice Lispector están todas mal, la simplifican; su escritura es radical y está realmente arruinada, puedo mostrártelo». En ese momento, me hizo una traducción del inicio de The Hour of the Star, mi libro favorito de ella, y me mostró la diferencia con las versiones que teníamos, hechas en los años setenta. Decidimos cambiar de traductor, y Clarice pasó de estar en el top 100 de nuestro catálogo al top 10. Ahora está en todas las librerías y ya no está limitada a ser leída solo en estudios universitarios.

¿Cómo se conforma un público lector para un autor desconocido que no escribe en inglés?
Con Clarice los lectores se emocionan con ella. (Susurra:) nuestra audiencia no es tan grande. Pero alguien como Clarice está en las ventas ahora entre las decenas de miles y no entre los cientos, entonces está llegando a todos estos lectores. Voy a decir una frase tonta, pero es verdad: muchos de nuestros escritores son escritores de escritores. Son personas con las que otros escritores se obsesionan y, por suerte, hablan mucho de lo que leen y eso va formando un público lector..

¿Crees que New Directions ha contribuido a formar en Estados Unidos una comunidad de lectores de traducciones?
Creo que somos simplemente una parte de algo más grande, que se ha ido desarrollando con el tiempo, en el sentido de que en el pasado había mucha menos traducción. Ahora hay muchas editoriales pequeñas y buenas que no existían en aquel entonces, cuando comenzó New Directions. Sí, las editoriales pequeñas son muy inteligentes y rápidas y las corporativas son lentas. En aquel primer momento fue única, en los años 40 y 50, era súper icónica y hasta había chistes al respecto: si quieres ligar con una chica seria, tienes que llevar contigo un libro de New Directions.

¿Cómo ha cambiado el mundo de las traducciones desde que tú comenzaste hasta ahora?
Muchísimo. Hay muchas más traducciones ahora, aunque la participación en el mercado no parece haber cambiado tanto. Según una especie de encuesta reciente, en Estados Unidos menos del 3% de los libros son traducidos, y, lamentablemente, ese porcentaje incluye manuales técnicos, libros que no son literatura, como manuales japoneses sobre cómo manejar computadoras japonesas o cosas similares, así que el porcentaje es muy bajo. Aun así, la aparición de pequeñas editoriales que hacen traducciones excelentes ha sido significativa, e incluso las grandes casas editoriales han empezado a notar que las traducciones pueden ser rentables. Gran parte de lo que falla en las editoriales grandes no es culpa de los editores; sé que en Estados Unidos hay editores muy inteligentes, pero el departamento de marketing manda y dice cosas como: «¿Cómo vamos a vender esto si ni siquiera podemos pronunciar el nombre del autor?». Es, literalmente, así. Sé que el cambio es real. Hace quince años, una compradora en Barnes & Noble llegó a decir públicamente: «No creo en la traducción», como si no tuvieras una Biblia en casa o nunca hubieras leído La guerra y la paz o Madame Bovary. Increíble. En todo caso, nuestros libros siempre han estado en los estantes: Borges estaba allí, Tennessee Williams estaba allí, Dylan Thomas estaba allí, y se vendían y se siguen vendiendo. Además, en distintas épocas, surgen tendencias, como la actual, que favorece a las escritoras japonesas.

Te he escuchado decir en una entrevista que Estados Unidos tiende a ser parroquial y que por eso no se expande la literatura originalmente escrita en otros idiomas.
Una parte importante del país, que es realmente importante, algo así como un diez por ciento de la gente, regularmente compra ficción. Sí, tal vez sea ese porcentaje y, de esa cantidad, una parte importante está interesada en aprender sobre el mundo. No hay muchos, pero son compradores habituales, compran muchos libros y están muy involucrados, incluso comprarán nuestros libros, ¡y tenemos tantos! Hay una estadística realmente espantosa, muy triste, y es la misma cantidad: el cincuenta por ciento de los estadounidenses no vota y el cincuenta por ciento de los estadounidenses no ha estado nunca en una librería. La mitad está fuera. Somos un país realmente jodido. Es muy triste, y que Trump sea considerado siquiera votable es increíble. Es como si me alegrara de que mi padres estuvieran muertos, morirían de nuevo si vieran así a su país. Eran verdaderos patriotas, demócratas, pero no eran de izquierdas ni nada por el estilo, simplemente creían en la Constitución. Es trágico, todo esto es trágico… De todos modos, aunque no es una gran cantidad de personas la que compra nuestros libros, es suficiente para que podamos seguir adelante. Es divertido y es algo que realmente funciona y ayuda.

Hablando del arte y el oficio de editar libros, ¿cuál es la relación o el balance necesario entre los negocios y el gusto? Me refiero a tu gusto como editora.
Nuestro gusto. Tanto el mío como el de mis colegas, que son increíbles y nos ha ido muy bien consiguiendo cazadores de trufas, yo los llamo así, o buscadores de conejos. Son personas jóvenes, tienen entre treinta y veinte años, que salen y algunos de ellos siempre traen a casa posibles conejos.

¿Cuántas personas trabajan en la editorial?
Ahora somos once personas y media, porque nuestro editor de poesía es un gran poeta lobo (solitario y autodidacta). Traduce y trabaja a partir de sus reseñas, pero vive en el mundo de la poesía y nos ayuda muchísimo. Amo a mis poetas. Aun así, tenemos que asegurarnos de que lo que queremos lo tengamos. No cavamos demasiados hoyos, pero tampoco queremos perder a nuestros autores, así que simplemente invertimos en ellos. Hay momentos en que queremos continuar con un autor, pero llega un punto en que sus libros dejan de venderse, y tenemos que decir: lo sentimos. No contamos con demasiados recursos, y por eso nunca, o casi nunca, publicamos a alguien que no sea realmente bueno. La teoría es que, si la mitad de los libros no pierden dinero, estamos bien, y hay una cierta cantidad de libros que no generarán pérdidas, pero son poetas. Creemos que debemos publicarlos porque es una oportunidad y estamos asumiendo el riesgo con un autor desconocido. Y luego está la otra mitad… Ahí es cuando empiezas a notar conexiones, como con Jenny Erpenbeck, que ganó el Booker; sus primeros libros con nosotros fueron hace veinte años, y vendieron apenas mil copias, pero ahora vende cuarenta mil. Lo mismo pasa con Yoko Tawada, que vende miles de copias.

Ella es increíble. Escribe en japonés y alemán, dos traductores, ¿no?
Tenemos al menos dos traductores. Es increíble ver casos como el de Fleur Jaeggy, que antes vendía poco y ahora es tan reconocida como Clarice Lispector. Solo necesitas una cierta cantidad de libros y, con algo de suerte, algunos comienzan a tener éxito gracias a los títulos que ya están en el catálogo. No es fácil; incluso tuve situaciones difíciles como durante el COVID, cuando dependimos de los préstamos sin intereses que ofreció el gobierno para poder mantener a los empleados. Mientras no despidieras a nadie, podías salir adelante. No sabía de dónde saldría el dinero, con el impacto que tuvo en las librerías, y fue aterrador; pero resultó que la gente leía más, y mis temores no se hicieron realidad. Había un libro japonés en nuestro catálogo —normalmente tenemos entre mil y mil doscientos títulos activos, que suelen vender unas quinientas copias al año— que se puso de moda en TikTok. Se trata de No Longer Human, de Osamu Dazai. ¡Me encantan los autores japoneses! Este libro se hizo popular entre los jóvenes en TikTok y llegamos a vender cuatrocientas cincuenta y cinco mil copias. Nunca habíamos vendido nada de esa magnitud, y es un título que JL publicó a principios de los años 50. Aunque ahora las ventas han bajado, tratamos de aprovechar ese dinero para generar más ingresos, realizar nuevos proyectos y evitar sacar dinero de la empresa; normalmente lo reinvertimos o lo destinamos a los empleados, buscando así reducir impuestos sobre ganancias.

Es increíble cómo una moda en una red social puede influir tanto en el movimiento del mercado o producir cambios tan significativos en las cifras de ventas de una editorial. Y con respecto a Amazon, ¿es importante para ustedes?
Amazon representa, de lejos, nuestra mayor cantidad de ventas. Para bien o para mal (risas).

¿Los necesitan?
Sí, totalmente. No sé si es la mitad de nuestras ventas, pero quizás sí un tercio… Entre un tercio y la mitad de lo que vendemos es a través de Amazon. No podríamos hacerlo sin eso.

Pero las librerías son importantes también, ¿no?
Las librerías independientes son nuestros mejores amigos. Pasamos el tiempo con ellos, nos gusta conocerlos porque tienen cosas muy importantes para la comunidad. La gente ama a sus librerías independientes, a las que sobrevivieron a la pandemia, claro. Son como nosotros.

¿Suelen hacer presentaciones en las librerías norteamericanas con los autores extranjeros?
Sí, cuando llegan al país, sí lo hacemos. Les pedimos que hagan una lectura pública, pero claro, eso hasta donde toleren los autores.

Por último, ¿qué es lo próximo que editará New Directions de autores que escriben en español?
Ahora tenemos The abyss, de Fernando Vallejo, algo nuevo de César Aira y de Gabriela Cabezón Cámara, su último libro (Las niñas del naranjel) es muy interesante sobre un personaje que comienza en un convento y su relación con los animales y la gente. También publicaremos a Ariana Harwicz y a una joven escritora muy interesante Malén Denis, es argentina, vive en Queens pero escribe en español. También está por salir algo de Alejandra Pizarnik y vamos a reeditar A certain Lucas de Julio Cortázar y estamos preparando Five by Aira, un quinteto de César Aira, un escritor que tanto amamos y nos llevará al punto de tener veintiún libros publicados de él: es como si estuviéramos reflejando el modo narrativo semi loco de su «huida hacia adelante». Espero no olvidar ningún nombre, esto es en lo que estamos trabajando ahora con la literatura en español.

lunes, 2 de diciembre de 2024

La querida Griselda Mársico en el SPET

En el próximo encuentro, séptima y última sesión de nuestro ciclo en celebración de los 20 años del SPET, conversaremos con Griselda Mársico, para seguir debatiendo sobre el tema: "Investigación en traducción y compromiso"

¿Qué hacemos cuando, además de investigar, traducimos, formamos traductorxs (e) investigadorxs, editamos, participamos de un colectivo artístico, político o cultural, gestionamos, escribimos, diseñamos políticas académicas? ¿Qué hacemos cuando nuestras investigaciones buscan o resultan en alguna forma de transformación o en un cambio de punto de vista respecto de la traducción y/o lxs traductorxs? ¿Qué reflexiones guían, o son guiadas por, estas prácticas?

Tras la exposición de nuestra invitada, realizaremos el cierre del ciclo.

La sesión se llevará a cabo el miércoles 4 de diciembre a las 18:30 (hora argentina), en el Laboratorio 1 del IES en Lenguas Vivas “Juan R. Fernández” (Carlos Pellegrini 1515, CABA). También se podrá participar por videoconferencia, en el siguiente link: https://meet.google.com/xwx-qidp-wvg. Les agradecemos que confirmen asistencia.

Griselda Mársico
es doctora en Literatura (UBA), licenciada en Letras (UBA) y Profesora en Alemán (Lenguas Vivas “Juan R. Fernández”). Ex docente del Lenguas Vivas, ex editora de la revista Lenguas V;vas y ex coordinadora del Seminario Permanente de Estudios de Traducción, es investigadora especializada en historia de la traducción argentina y de los intercambios intelectuales entre Argentina y Alemania durante el siglo XX. Traduce en el área de las CHS para diversas editoriales argentinas. Actualmente coordina el grupo que organiza el legado de la traductora María Lilia Mosconi en el marco del SPET.

Lecturas sugeridas
Mársico, Griselda (2021). “La colección de Estudios Alemanes: un hecho editorial muy citado pero poco estudiado. Aproximación descriptiva e histórica” y “Anexo 5”. En: Los Estudios Alemanes en las editoriales Sur y Sudamericana (1965-1974). Un dispositivo de importación de ideas e intervención intelectual. Tesis de doctorado, Universidad de Buenos Aires, pp. 85-139 y pp. 293-298 respectivamente. Disponible en: http://repositorio.filo.uba.ar/handle/filodigital/16187

Payàs, Gertrudis (2010). “Historia de la traducción: cuestiones disciplinares”. En: El revés del tapiz. Traducción y discurso de identidad en la Nueva España (1521-1821). Madrid: Vervuert/ Iberoamericana, pp. 43-52.

Pueden solicitarnos esta última lectura sugerida por mail.

viernes, 29 de noviembre de 2024

Gran compendio de poesía británica traducida por el mexicano Juan Tovar

El escritor mexicano Hermann Bellinghausen firma en La Jornada Semanal, de Mèxico, la siguiente reseña a las traducciones completas del inglés de su compatriota Juan Tovar, recientemente aparecidas por los sellos El Puente-Unam, de México. La nota fue publicada el pasado 17 de noviembre Literalidades de Juan Tovar: Traducir poesía inglesa de alto riesgo

Literalidades. Traducciones de poesía, de Juan Tovar (1941-2019), su consistencia y consecuencia con los autores que trabaja ‒Gerald Manley, Hopkins, Malcolm Lowry, Ted Hughes y W. B. Yeats‒ habrán de despertar el entusiasmo del lector de poesía, tal y como aquí se plantea y espera. Para ello, el traductor ha elegido como método “la sobriedad del equilibrio, la penetración perceptiva y desapasionada que busca traicionar lo menos posible unos versos muy demandantes”.

Cuando lo colateral, lo marginal en la obra de un autor relevante se vuelve en sí mismo otro centro, un aporte literario sin relación evidente con su quehacer en géneros o especialidades por los cuales se le conoce y caracteriza. La publicación de Literalidades. Traducciones de poesía, de Juan Tovar (El Puente-UNAM, México) representa un regalo para cualquier lector de poesía. Reúne las diversas colecciones de autores modernos en lengua inglesa que publicó en vida, todas recibidas con aprecio crítico y la gratitud de los lectores profanos. Por lo tanto, la reunión en un solo volumen de las antologías tovarianas de Gerald Manley Hopkins, Malcolm Lowry, Ted Hughes y, principalmente, W.B. Yeats, significa un acontecimiento y una confirmación.

Narrador, dramaturgo y traductor
Juan Tovar (1941, Puebla-2019, Tepoztlán) es el narrador brillante y claro que avanzó hacia el teatro de manera natural hasta volverse uno de los dramaturgos mexicanos más prolíficos y bien representados en las pasadas décadas. Escribió unas treinta y cinco obras dramáticas, originales y adaptaciones, escenificadas en escuelas tanto como montadas por Ludwik Margules (varias), José Caballero, Luis de Tavira o Beatriz Novaro. Este espectro teatral y sus novelas componen la obra de la que quiso ser autor. Una suerte de novela, Criaturas de un día, fue reescrita y publicada cuatro veces (1984-2009).

Pero desde su juventud, como sucede en ocasiones con los narradores, estableció una relación amorosa con la poesía, digamos que desinteresada, como lo es para los verdaderos lectores de poesía, sin más pretensión que el amor al arte y la lengua. De ahí extrajo Tovar el impulso para realizar estas reescrituras “literales” de formidables e irresistibles poemas escritos por británicos entre el fin del siglo XIX y el largo siglo XX, que forman el meollo de Literalidades.

En su presentación, la poeta Elsa Cross se pregunta “cuándo hizo Juan estas traducciones” si tal ejercicio no formaba parte de su trabajo, ni siquiera como traductor (ciertas traducciones suyas “de oficio”, como Las enseñanzas de don Juan, de Carlos Castaneda, están mejor escritas que el original). Para Cross, el esfuerzo “brotó acaso del puro deseo y entusiasmo”.

Ahora, ¿por qué un título tan poco atractivo como Literalidades? Lo explica la prologuista, quien conoció a Juan Tovar de vida y obra:

“Quiere decir fidelidad a los poemas, y va mucho más allá de la fidelidad sólo a la letra, pues capta también integralmente el espíritu” de los autores. Impactan a Cross las penetrantes lecturas de Tovar. Es desde el mundo interior de los poetas que los ve y traduce, “y es lo que parece tener prioridad sobre cualquier otra cosa, dando con la cadencia, el tono, el ritmo justos, dentro de lo difícil que es traducir poesía del inglés al español”. La tarea principal se vuelve “mostrar esos mundos diversos, hacerlos presentes en toda su intensidad, su delicadeza o su filo”.

Además de los cuatro poetas centrales, Literalidades incluye versiones aparecidas en revistas y suplementos desde 1970 de Shakespeare, Shelley, Graves, Dylan Thomas, Southwell, Holt. También de los estadunidenses Pound, cummings y Williams, y por ahí se le cuela Ungaretti. No se consideran las letras de rock que publicaba en versión bilingüe con José Agustín a fines de los años sesenta y principios de los setenta, especialmente de Bob Dylan. El volumen incluye los textos originales, lo que transparenta los poemas escritos en castellano por Tovar. Tal práctica viene de sus versiones de rock, que proporcionaban las letras de las canciones que los chavos coreaban de oído.

De Hughes a Hopkins et al.
La aparición de Símbolos en 1977, una amplia e impresionante antología del irlandés W. B. Yeats, en Ediciones Era, causó sorpresa en el ámbito hispánico. Tovar mostraba comprensión profunda de un poeta complejo y contradictorio. Logró un verdadero retrato de Yeats en sus propios versos, bajo la pauta de un excelente ensayo como prólogo; transmitió los fervores de aquel irlandés brillante, inquieto, en ocasiones exaltado, casi siempre sabio, incluso cuando lo arrebatan misticismos y atavismos célticos o cristianos.

En 1981, Tovar hizo para la UNAM un cuadernillo, entonces no bilingüe, con poderosos poemas de Ted Hughes (Material de Lectura 170, Poesía Moderna). Allí nos acercaba al laureado pero controversial nuevo poeta nacional del Reino Unido, vinculado para siempre con la obra y la muerte de su primera esposa, la notable Silvia Plath. Ello orienta al traductor hacia las lúcidas consideraciones de A. Alvarez en su gran ensayo sobre los poetas suicidas, El dios salvaje.

Después de esta serie, nadie esperaba el tour de force que significó El terrible cristal (El Tucán de Virginia, 1989), audaz exploración en el apenas traducible Gerald Manley Hopkins, aquel jesuita en vida inédito que transformó la poesía victoriana, alimentó la vanguardia y planteó un rompecabezas a la crítica. El irrepetible Hopkins se atrevió a una radicalidad lingüística comprable a la de nuestro César Vallejo.

Nuevamente, Tovar acomete la escritura de su autor como un recorrido por la existencia interior del poeta, desde la juventud hasta su escritura última, religiosa pero en una osada escala verbal. Hopkins se corresponde, en su unicidad, con Emily Dickinson. Dos poetas secretos en total libertad ante el lenguaje. Al centro de El terrible cristal aparece desde luego “El naufragio del Deustschland”, célebre y viajadísima elegía por encargo en honor a cinco monjas franciscanas que se ahogaron en el mar. Libre y literal, Tovar se atreve a palabras castellanas que los poetas temerían usar. Las necesita para un autor tal, escribe Tovar, que “dice en su manejo del idioma, tantas cosas más allá de las palabras que cualquier traducción será aproximada y parcial, cuando no flagrante traición”.

En un pie de página admite haber compulsado las versiones de “El naufragio del Deutschand” realizadas por Salvador Elizondo (traductor de quimeras) y Edison Simons. “Debo decir que más bien me han servido de escarmiento, pues en alto grado representan respectivamente, la Escila de la libre invención y la Caribdis de la literalidad insensible”. Define así su propio método, elige la sobriedad del equilibrio, la penetración perceptiva y desapasionada que busca traicionar lo menos posible unos versos muy demandantes.

La última trans-sustanciación (término propuesto por David Huerta) de Tovar fue México y otros infiernos, una muestra de la poesía de Malcolm Lowry, quien para su propia desesperación era más bien narrador, aunque dueño de una prosa a la altura de la poesía, bajo el estigma inmortal de Bajo el volcán, novela escrita/vivida a las faldas del mismo Popocatépetl en territorio morelense donde Tovar fraguó su última antología para la colección La Sombra del Viajero (Instituto Morelense de Cultura, 2011).

Nos invita a diversas estaciones del calvario al fondo de la desesperación y el tormento de Lowry en su descenso a los círculos del Infierno, “crucificado entre dos continentes”. No olvida la “noche espantosa” que vivió en un calabozo de Oaxaca donde tiritaba “el niño alcohólico”. Tovar incluye “Para Bajo el volcán”, poema de una furia que se agudizará tras la publicación de la novela, cuando Lowry vive el éxito como “un horrible desastre”. No lo soporta: “La fama, como un borracho, consume la casa del alma”. Padece días terribles en Nueva York y Canadá, pero el infierno favorito de Lowry es México, donde la amenaza y la tragedia además lo excitan. Adelanta varias veces su muerte en Cuautla, Cuernavaca, Oaxaca, y sobre esa huella camina Juan Tovar a paso firme en sus propios zapatos.

Colegas: otros autores/traductores
En esta compilación de autores arriesgados, Lowry resulta el más demandante, pues su poesía batalla tanto que desafía al canto y la razón. Tovar opta de nueva cuenta por el punto medio entre invención y literalidad: “He tratado de seguir en buen castellano la corriente de conciencia del poeta, el hilo de su embriaguez, la sintaxis de su espíritu tortuoso y entrañable, que a fuerza de obsesión se adentra en mares ignotos y algo, al cabo, saca en claro”.

Toda literatura, antigua o moderna, se debe en parte a sus traducciones. El Siglo de Oro español produjo algunas de sus mejores páginas en los hurtos de Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Francisco de Quevedo. La poesía mexicana conoció a lo largo del siglo pasado hazañas y labores muy esmeradas. Desde Jardines de Francia de Enrique González Martínez y los asedios eruditos de Alfonso Reyes hasta las misceláneas Aproximaciones de José Emilio Pacheco, pasando por las traslaciones de los Contemporáneos, Octavio Paz, Jaime García Terrés, Gabriel Zaid, Isabel Fraire, Tomás Segovia, Guillermo Fernández, Elisa Ramírez Castañeda, o bien los clásicos de Rubén Bonifaz Nuño y su peculiar literalidad. Tenemos la constancia admirable de Francisco Cervantes, lusitano honorario. Resulta central la antología de traducciones reunida por Marco Antonio Montes de Oca en El surco y la brasa (1974).

Los siguieron José Luis Rivas (Perse, Schehadé, Walcott, Eliot), Pura López Colomé (Heaney, Brecht, Enzensberger), Francisco Torres Córdova (Elytis y los modernos griegos), el Auden de Luis Miguel Aguilar y José Joaquín Blanco, los beatniks de José Vicente Anaya, el Yehuda Amijái de Claudia Kerik, las caligrafías chinas de Adolfo Castañón, el reciente Wallace Stevens de Hernán Bravo Varela. Y, en fin, la inagotable asignatura nacional que ha representado T. S. Eliot: nuestras varias “Tierras baldías”, los obsesivos asedios de Pacheco a los Cuatro cuartetos, o bien la consideración crítica desde acá de Pedro Serrano.

Un justo sitio en esta corriente alterna de la poesía mexicana lo ocupa el “no poeta” Juan Tovar. Con silencioso heroísmo y rigurosa fidelidad, Literalidades constituye, ante todo, una hermosa experiencia poética. Es así como habrá de leerse.

jueves, 28 de noviembre de 2024

"Contra la esclerosis de la izquierda"

El pasado 17 de noviembre, el escritor Osvaldo Aguirre publicó en el diario Página 12 una larga reseña referida a Enigma Walsh: La escritura del oficio, una investigación de Raúl Horacio Campodónico sobre Rodolfo Walsh.

Rodolfo Walsh como trabajador de la industria cultural

A comienzos del año 2000, Raúl Horacio Campodónico se topó con una pila de ejemplares de Leoplán en una librería de Salta al 700. Buscaba información sobre cine argentino pero encontró otra cosa en aquellas revistas: artículos, traducciones y cuentos de Rodolfo Walsh. El descubrimiento siguió a un par de hallazgos previos: Lo que la noche revela (Hachette, 1946), compilación de relatos de William Irish traducidos por Walsh, comprado por un peso en otra mesa de saldos, y “El pájaro de las islas” (1950), un cuento encontrado también sin querer en la revista El Hogar. “Ahí decidí comenzar este trabajo con la certeza de que era mucho lo que se desconocía sobre su obra”, cuenta Campodónico.

Con el subtítulo de “La escritura del oficio”, su libro Enigma Walsh reconstruye un itinerario desconocido: “El rol de Walsh en tanto trabajador de la industria editorial, eslabonado al impacto que estos oficios han tenido en su producción literaria”. En esta perspectiva Operación masacre no es un punto de partida sino una bisagra: culmina un ciclo en el que las traducciones, los cuentos policiales y el periodismo de divulgación convergen para iluminar la irrupción de Walsh en el campo intelectual e introduce a otra etapa en la que la poética del relato testimonial se enlaza con los guiones de Héctor Germán Oesterheld y con el cine militante de la segunda mitad de los años ’60.

El propio Walsh rechazó el valor de aquella etapa inicial. “No le concedo mayor importancia”, declaró en una entrevista publicada por la revista Mayoría en 1958, y en el prólogo a la tercera edición de Operación masacre (1966) pormenorizó: “Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, del que hoy abomino”. La investigación de los asesinatos de José León Suárez le cambió la vida, pero la maduración del escritor no fue repentina y sus huellas fundamentales se encuentran en ese pasado desmerecido.

Campodónico hace honor a Walsh en el rigor extremo de su construcción. El libro reinterpreta y arriesga claves de lectura donde todo parecía estar dicho, sobre la base de un caudal extraordinario de información. Si lo literario, lo testimonial y los textos del “violento oficio de escribir”, como se llama a los periodísticos, suelen ser examinados por cuerda separada, Enigma Walsh los integra y analiza en el contexto cultural, histórico y político en el que aparecieron, para finalmente desbaratar consensos de la crítica especializada.

Hay cursos secundarios en el recorrido: entre otros, Walsh como actor en un conjunto vocacional; el punto de inflexión de su vida enmarcado por los vínculos con Marcelo Sánchez Sorondo, primer editor de Operación masacre e hijo del ministro del Interior de José Félix Uriburu, y con Piri Lugones, “hija del torturador” según sus célebres palabras; el primer viaje a La Habana y la organización de una oficina de Prensa Latina en Río de Janeiro; la edición pirata de las notas sobre el crimen de Marcos Satanowsky bajo el título Operación homicidio. Nacido en 1961, Campodónico es profesor de Teorías Audiovisuales en la carrera de Imagen y Sonido de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UBA y tiene publicados tres libros sobre cine argentino; Enigma Walsh aparece con el sello de Refucilo Editora.

VARIACIONES EN NOIR
Walsh trabajó como corrector, traductor, antólogo y escritor en Hachette, donde ingresó cuando tenía diecisiete años. Recién salido del internado irlandés de la localidad de Moreno, se convirtió en un asalariado en el momento de mayor desarrollo de la industria editorial argentina. Su trayectoria como periodista estuvo marcada en cambio por la colaboración eventual, externa a la redacción y a distancia de las empresas, con la excepción de la experiencia en el diario Noticias (1973-1974).

Hachette publicaba colecciones juveniles y de bolsillo, textos de divulgación científica y literatura policial, primero con la Serie Naranja (1941) y más tarde con Evasión (1951). Al recomponer el mapa histórico del policial, Campodónico muestra que la difusión de la novela negra en Argentina fue muy anterior a la colección dirigida por Ricardo Piglia para la editorial Tiempo Contemporáneo: ya en 1933 la revista Magazine Azul publicó por entregas Cosecha roja, de Dashiell Hammett, y a partir de la década de 1950 los autores norteamericanos conformaron el catálogo de Malinca, una editorial muy poco considerada en las revisiones del género y reprobada por la carga erótica de sus portadas.

El cambio en la actitud del público destacado por Walsh en el prólogo a su antología Diez cuentos policiales (1953) –“se admite ya la posibilidad de que Buenos Aires sea el escenario de una aventura policial”- tampoco era tan reciente ya que fue precedido por una exitosa saga del detective Sexton Blake ambientada en la ciudad y publicada por la Editorial Tor. Lo que resultó novedoso fue la ampliación del mercado editorial argentino, en una coyuntura que no volvió a repetirse.

La influencia de William Irish, seudónimo de Cornell Woolrich, y en particular los temas que introduce “El pájaro de las islas” tienen proyecciones que Campodónico detecta en las posteriores obras testimoniales y hasta en la carta escrita después de la muerte de María Victoria Walsh. Traductor de cinco libros de cuentos y dos novelas del escritor norteamericano, Rodolfo Walsh asoma como “un joven nacionalista argentino de antepasados irlandeses, que trabaja con el idioma inglés y opera sobre la obra de un neoyorquino que implica a un irlandés en su seudónimo”.

El nombre de Daniel Hernández, seudónimo del autor y a la vez personaje de los cuentos de Variaciones en rojo (1953), representa una cifra que por un lado remite a un personaje bíblico en el que Walsh reconoce al primer detective de la historia y por otro al autor de Martín Fierro y de “Revelación de un crimen” (1863), el texto sobre el asesinato del caudillo Ángel Vicente Peñaloza que articula por primera vez periodismo y denuncia a través del contraste entre distintas fuentes y del examen de sus contradicciones.

Empleado de la ficticia Editorial Corsario, Daniel Hernández surge como un detective aficionado e integra una pareja de investigadores con el comisario Jiménez según el modelo de la novela anglosajona. Campodónico destaca que en “La aventura de las pruebas de imprenta”, el primer cuento de Variaciones en rojo, la pista para resolver un asesinato surge de la incorrecta escritura de la palabra “nacional” en una prueba de galera y que este término orbita en lo sucesivo: “Daniel Hernández parece estar saliendo en busca de las fronteras del género y, simultáneamente, proponer un alejamiento de las pautas clásicas, punto de inflexión desde donde lo “nacional” orientará el resto de los relatos” hasta dar con los sobrevivientes de los fusilamientos de José León Suárez y con sus voces.

ANATOMÍA DE UN OFICIO
El contexto que repone Enigma Walsh es fundamental para comprender las decisiones iniciales. Entre 1951 y 1956, cuando Walsh publica sus primeros cuentos en libros y revistas, transcurre el momento de mayor producción de las editoriales argentinas; si este dato puede resultar conocido, es mucho menos observada la articulación entre literatura y cine nacional que Campodónico puntualiza a través de adaptaciones cinematográficas y de voceros de la industria. “A menudo discutí con usted si fue la caída del peronismo lo que acabó con el fervor de las novelas policiales”, escribe luego Walsh en “Nota al pie”, el cuento que retrata a otro asalariado de la industria, el traductor León de Santis, y añora la presencia de Rastros, Evasión y “tantas buenas colecciones” que fueron “arrasadas por la ciencia ficción” según el narrador.

Walsh ingresa como autor al circuito editorial con su primer libro y la antología Diez cuentos policiales argentinos. Está al tanto de las demandas del público y del mercado por su experiencia en Hachette y ese conocimiento se vislumbra en la correspondencia que mantiene con Donald Yates (recopilada en 2021 por Juan José Delaney) y en el proyecto que concibe a continuación: una novela de espionaje ambientada primero en Asunción del Paraguay y después en Bolivia.

Walsh le explica a Yates en sus cartas que la historia podría adaptarse como guion cinematográfico; con el trasfondo de un golpe de estado en Bolivia planificado por militares, el protagonista llevaría sin darse cuenta una información determinante para el desenlace. Campodónico señala la influencia de las novelas del británico Víctor Canning (también traducido para Hachette), enhebra como un orfebre meticuloso un conjunto de textos y referencias complementarias de Walsh alrededor de Bolivia y traza una línea que corre con sorprendente nitidez desde aquel proyecto frustrado hasta Operación masacre: el thriller boliviano emerge como un boceto, no en el plano anecdótico sino en la combinación de materiales de diferentes tradiciones para producir un efecto de lectura movilizador.

Walsh vio en “La muerte y la brújula”, el cuento de Borges, “un ensayo sobre las posibilidades últimas del género policial” pero en menos de tres años perdió el interés por el modelo deductivo. Las traducciones para Leoplán registran ese cambio con “De rodillas ante el sol naciente”, de Erskine Caldwell, al que presenta como “el relato más minuciosamente feroz de toda la literatura”. En vez de la novela de enigma, el objeto de búsqueda es un tipo de ficción que recrea hechos de la vida real y tienta los límites de lo que se considera publicable: “No se trata tan solo de novelas o memorias testimoniales, sino de textos de circulación observada o impugnada por diferentes razones de Estado. Periodismo, ficción, testimonio y fronteras jurídicas forman parte de este último ciclo”, escribe Campodónico.

La serie incluye la traducción de Anatomía de un crimen, del periodista Joseph F. Dinneen, primero resumida en la revista y después íntegra en libro, y la adaptación de La ley me quiere muerto, de Caryl Chessman, condenado a muerte en Estados Unidos por robo, secuestro y abuso sexual. El primero refería a un robo millonario en Boston y el segundo a la prolongada confrontación del reo con la justicia norteamericana hasta su ejecución en la cámara de gas en 1960. Ambos libros comparten observaciones que Walsh verifica alrededor de los fusilamientos de José León Suárez: la ilegalidad de los procedimientos policiales y judiciales, la administración rutinaria de la violencia en las burocracias estatales, la escritura como acto de resistencia. De otra traducción realizada en 1956 provendrá la inspiración para el título de su libro más conocido: Operación desengaño, novela de espionaje del político británico Duff Cooper.

En el mismo número que incluye el texto de Chessman, Leoplán inaugura su correo de lectores con una carta en la que Walsh arremete contra Ricardo Balbín por declaraciones de coyuntura; a esta publicación le sigue otra carta, ahora destinada a la revista Qué y a polemizar con Héctor A. Murena sobre la política petrolera, el tema dominante durante la presidencia de Arturo Frondizi. Esta forma de intervenir en debates públicos remite a “El genio del anónimo”, una nota previa en la que Walsh relata el caso de un corresponsal no identificado que “tuvo en jaque a la nobleza y al gobierno británico” hacia fines del siglo XIX, y culmina con la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar.

El nombre y el seudónimo cambian de posición en relación a los textos y en esos desplazamientos habría una estrategia sobre el lugar que se desea ocupar en la esfera intelectual. Daniel Hernández firma como periodista y autor de cuentos; Rodolfo Walsh como periodista, traductor y escritor que debate en público. “Su nombre y apellido ahora pasan a encuadrarse en la exclusiva producción de textos periodísticos y puntuales intervenciones sobre las relaciones entre el campo cultural y el político”, afirma Campodónico. “En esta intrincada coyuntura de reconfiguración autoral, se encuentra con la noticia de los fusilamientos de José León Suárez”.

POR OTROS MEDIOS
El pie de imprenta de la primera edición de Operación masacre está fechado el 30 de noviembre de 1957. En mayo del mismo año Héctor Oesterheld comienza a publicar Ernie Pike en la revista Hora Cero, ilustrado por Hugo Pratt, y en septiembre El Eternauta, con dibujos de Francisco Solano López. Campodónico pone el foco en las historias del corresponsal de guerra y en el modo en que Oesterheld plantea preocupaciones coincidentes con las de Walsh: la resistencia de las editoriales a propuestas reactivas al canon, “una textualidad con diferentes registros que persiguen un efecto de extrañamiento en el lector, sumado a una crítica a las instituciones” y la representación del periodista como eje de la narración.

Operación masacre fue en principio el libro que no encontraba editor, según la publicación por entregas en Mayoría, y también la historia que Walsh escribió de un tirón porque creía que se la iban a disputar los grandes diarios. Esta revelación sobre el periodismo y sus operaciones de censura y autocensura inaugura otro recorrido que Campodónico asocia con las exhibiciones clandestinas de cine militante inauguradas en Argentina en 1965.

El punto de encuentro es el sindicalismo combativo y la CGT de los Argentinos: el semanario CGT y los Cineinformes reúnen a Walsh con Octavio Getino y Nemesio Juárez. En sus papeles ya había anotado el impacto que le provocó La hora de los hornos: “La película de Getino-Solanas señala la ruta que yo empecé a transitar hace diez años”.

Si se sabe que Walsh anticipó en una década a Truman Capote, Campodónico agrega que su obra, con la de Oesterheld y el cine político de los ’60 realizan un programa cultural que Hans Magnus Enzensberger postuló contra la esclerosis de la izquierda: “un empleo alternativo de los medios a través de la descentralización y transformación del tradicional receptor pasivo en un potencial emisor”. En esa encrucijada se tramaron “estrategias y formas de construcción de una voz colectiva” que siguen abiertas.

miércoles, 27 de noviembre de 2024

Becas para traducir del gallego

El pasado 16 de noviembre, la Xunta de Galicia y la Residencia Literaria 1863 anunciaron su convocatoria para residencias de traductores extranjeros.

La Xunta y la Residencia Literaria 1863 convocan una nueva estancia de traducción para autores extranjeros

La Consellería de Cultura, Lengua y Juventud y la Residencia Literaria 1863 de A Coruña vienen de convocar la V Residencia Xacobeo para personas traductoras de literatura gallega, con el objetivo de estimular y promocionar la traducción de obras literarias en gallego, así como impulsar las letras gallegas en el exterior.

Esta quinta convocatoria es una nueva oportunidad para que un traductor o traductora literario que proyecte vertir una obra originalmente escrita en gallego la cualquier lengua del mundo pueda hacerlo en unas condiciones de excelencia y sumergiéndose de la cultura que las vio brotar. De este modo, las personas interesadas en presentar sus proyectos deben hacerlo antes de 15 de diciembre, fecha en la que se cierra el plazo de la convocatoria.

El traductor o traductora que se beneficiará de esta estadía, de la que disfrutaron en las anteriores ediciones los estadounidenses Arvis Viguls, Jacob Rogers y Kathleen March, y el letón Arvis Viguls, aspirarán a una estancia en A Coruña durante todo el mes de marzo de 2025. Contará con el alojamiento en la Residencia Literaria 1863, un apartamento del siglo XIX en pleno casco histórico, con vistas a la dársena y todas las comodidades, lo que favorece la concentración en el trabajo.

Estadía en A Coruña
Además, el ganador o ganadora habrá cubierto el billete aéreo desde su país y unas dietas para gastos básicos, así como acceso prioritario a museos, bibliotecas, conciertos, encuentros literarios, obras de teatro y otros eventos en una ciudad que cuenta con una rica y diversa vida cultural. El traductor, si lo desea, tendrá la oportunidad de ofrecer un encuentro público de muestra de su trabajo en Galicia.

Podrá concurrir a la convocatoria Residencia Xacobeo cualquier persona traductora, mayor de 18 años, de obras de literatura en gallego, en cualquier género literario y para cualquier lengua del mundo. Los aspirantes solo podrán presentar un único proyecto de traducción literaria y pueden tener acceso a más información sobre los detalles de la convocatoria en el portal cultura.gal.

Esta colaboración entre Xunta de Galicia y Residencia Literaria 1863 pretende incentivar así el delicado y minuciosa labor de la traducción literaria, el intercambio internacional y el traslado de obras de la literatura gallega para otros idiomas y sistemas literarios, haciéndolo desde el mismo contexto cultural donde habían sido creadas.

Refuerzo de la proyección exterior de las letras gallegas
La Residencia Xacobeo es una de las primeras residencias anuales que lanza la Xunta de Galicia, que se complementará con una convocatoria para que poetas gallegos puedan viajar a Irlanda al Centro Tyrone Guthrie de Annaghmakerrig.

Con este programa de intercambio literario y con otras propuestas que se promoverán a lo largo del próximo año, la Consellería de Cultura refuerza la proyección exterior de las letras gallegas y la promoción de nuestra cultura y de nuestros creadores.

martes, 26 de noviembre de 2024

Malas noticias que llegan de los Países Bajos


El pasado 20 de noviembre, Alejandro Gamero publicó la siguiente noticia en el blog La Piedra de Sísifo. Aquí se habla de por qué los editores, llegado el caso, pueden asimilarse al rango de los mercaderes.

La editorial más gande los Países Bajos usa IA para traducir al inglés

La editorial más grande de los Países Bajos, Veen Bosch & Keuning, ha confirmado recientemente que planea utilizar inteligencia artificial para traducir algunos de sus libros al inglés. Esta decisión ha sido tomada después de que, en mayo de 2024, Simon & Schuster se hiciera con VBK, su primera adquisición de una editorial de habla no inglesa como parte de una estrategia para crecer en los mercados internacionales. Un portavoz de VBK le dijo a The Bookseller, portal especializado en la industria editorial, que la traducción con IA era parte de una pequeña prueba con algunos autores holandeses, a quienes se les invitó a participar.

Según The Guardian, se traducirán menos de 10 títulos, todos ellos de ficción no literaria y cuyos derechos en inglés no se hayan vendido. «No esperamos vender los derechos en inglés de estos libros en el futuro», afirmó la directora comercial de VBK, Vanessa Van Hofwegen. «¿Siempre has soñado con que te lean en inglés?», preguntaba un anuncio de VBK dirigido a escritores holandeses. El anuncio además explicaba que las traducciones al inglés estarían disponibles como libros electrónicos y que los primeros títulos se publicarían en el verano de 2025.

Ian Giles, presidente de la Asociación de Traductores de la Sociedad de Autores, calificó esta noticia de «preocupante» y citó un estudio de principios de 2024 donde se concluye que «un tercio de los traductores literarios ya están perdiendo trabajo debido a la IA». «Incluso aunque no significara una pérdida de trabajo, los traductores tendrán dificultades para aumentar sus tarifas ante el desafío de la IA», dijo Giles a The Bookseller. Y añadió: «Si al final esta editorial tiene la necesidad de consultar a traductores o editores humanos para asegurarse de que los resultados estén bien, está reconociendo que la idea no funciona».

El resultado final es tanto una pérdida de calidad en la traducción, si es que no pasa por los filtros de una revisión humana, como en un tedioso trabajo de reescritura, si es que lo revisa un ser humano, a cambio de una misera tarifa. En palabras del profesor, escritor y traductor literario sueco-inglés BJ Woodstein, «la traducción es un gasto caro, no lo podemos negar, pero en su afán por reducir costes, [las editoriales] no están pensando en la calidad final».

lunes, 25 de noviembre de 2024

Buenas noticias que llegan de Australia

Australia ha puesto en marcha el “Translation Fund for Literature“, un programa que ofrece apoyo financiero para traducir obras literarias y fomentar el intercambio cultural. Este fondo incluye dos líneas de ayudas: una para editores internacionales que deseen traducir obras de autores australianos vivos y otra para editores australianos que deseen traducir a su idioma obras de otras culturas utilizando traductores locales.

Los participantes pueden recibir hasta 5.000 AUD (unos € 3.000) para cubrir costos de traducción, pagos a titulares de derechos y promoción de las obras traducidas. El programa abarca diversos géneros creativos, incluyendo ficción, poesía, narrativa para niños, novela gráfica y ensayo literario. Para solicitar las ayudas, los aplicantes deben demostrar la calidad de la obra, la experiencia del traductor y las estrategias de marketing previstas para su promoción.

Este proyecto tiene como objetivo ampliar la difusión de la literatura australiana en el mercado global, al tiempo que enriquece el panorama editorial del país con traducciones de calidad de otros idiomas.

El período de recepción de solicitudes terminará el 3 de diciembre. Toda la información está en este enlace.