¡Dante está en todos lados!
¡Vaya uno a entender! A veces basta que un clásico levante la cabeza por un tema de actualidad para que bruscamente todo parezca hacerle eco alrededor de uno. En estos días, es el caso de Dante. Sí, de Dante Alighieri, un escritor al que no puede tildárselo de nuevo (Florencia 1265-Ravena 1321), autor del poema épico y alegórico La Divina Comedia, obra maestra de la literatura mundial de todos los tiempos, y no hace falta agregar más. De pronto, está en todas partes. Un verdadero complot. Recientemente, por casualidad, hemos abierto un diario italiano donde hemos descubierto esta información incongruente que, a justo título, provocó un escándalo en ese país: una organización no gubernamental denominada Gherush92 exique en en nombre de los derechos humanos, de los que se considera probablemente depositaria, se prohiba la enseñanza de La Divina Comedia en la escuela secundaria porque el texto es "racista, antisemita, islamofóbico, homofóbico" y porque fue concebido bajo un espíritu "discriminatorio" (por poco no dicen que era "paidófilo" y "negacionista", lo que había terminado de volverlo completamente infame). Aunque el presidente de la ONG haya asegurado de inmediato que no se trataba ni de censurar al poema ni de proponer su entrega a las llamas (el simple hecho de defenderse de tales acusaciones ya es inquietante), los intelectuales italianos reaccionaron de inmediato deplorando el nivel al que se caía en aras de lo "políticamente correcto". El alcance del daño en el campo de la educación puede medirse al comprobar que Gherush92 goza del status de consultora de las Naciones Unidas. La simple sugestión de "filtrar" la peligrosidad atribuida a La Divina Comedia haciendo el tipo de observación que se pretende para no dañar a los jóvenes espíritus resulta tan asombrosa como la perspectiva de ponerle un prólogo a Tintín en el Congo del mismo modo que ya se ha hecho con Mein Kampf.
¡Basta! Para limpiarnos el espíritu de esa moralina, hemos ido a perdernos en los pasillos del Salon du Livre de parís; y ahí, mezclándonos con la multitud cautivada por las palabras del escritor japonés Kenzaburo Oé, nos hemos enterado por él que, el día posterior a la catástrofe nuclear de Fukushima él se dio a la lectura del Infierno, primer canto de la Commedia, ya que se sentía incapaz de leer otra cosa en circunstancias semejantes. ¡Siempre Dante! Su obra, sin embargo, obliga a muchas lecturas. La última entrega de la revista Books reseña justamente una nueva edición alemana, aparecida en S. Fischer Verlag. Algo así como una "Divina Comedia para tontos", de la que sus detractores critican la trivialidad y el empobrecimiento de su complejidad semátncia.
Es cierto que el traductor Kurt Flasch, tomando conciencia de que el pensamiento humano es el personaje principal de esta odisea a través de los círculos del Infierno, la montaña del Prugatorio y las esferas del Paraíso, juzgó que la mejor manera de desocurecer el texto no se limitaba a reemplazar "excremento" por "mierda", cuando se trataba de "merda", sino también de sacarse de encima la avalancha de comentarios eruditos e interpretaciones alegóricas que siempre amenazan con tragarse el texto. Lo que signifca poner en "desempleo técnico" a la mitad de las universidades italianas.
La química de la obra
Fue la providencia o la coincidencia las que hicieron que en el mismo momento las Editions La Dogana hiciera aparecier sobre el ya colmado escritorio del crítica una reedición de Entretien sur Dante (traducido del ruso por Jean-Claude Scneider). En ese ensayo crítico que data de 1933, el poeta Ossip Mandelstam explora la Commedia desmontando su estructura de poliedro de trece mil facetas; avanza en esa obra mineralógica, capa tras capa, armado apenas con un martillo de geólogo "para llegar hasta la textura cristalina de su roca, para estudiar sus impurezas, sus humos, su limpidez, para estimar el valor de ésta en tanto c ristal de roca expuesto a los accidentes más diversos". En poco menos de cien páginas densas, rigurosas, agudas, pero de una luminosidad sin igual, Mandelstam dialoga de poeta a poeta por encima de los siglos transcurridos, pone el acento como nada más sobre la química de la obra en tal o cual canto, sobre el timbre de violoncello de tal otro, sobre las metáforas que conservaron hasta nuestros días el encanto de las cosas jamás dichas. Llevando al lector por su común laboratorio, ahí donde palpitan las palabras, le rinde justicia al genio de la lengua de Dante y, por lo tanto, a todas las lenguas cuyo soplo poético jamás se degrada en relato. Vertiginoso.
El domingo, el saludo para Antonio Tabucchi no habría podido ser otro que la lectura de una oda a la obra de Fernando Pessoa, quien comprometió y gobernó la vida de Taubcchi como escritor. Su desaparación fue la ocasión de hojearla. ¿Y qué descubrimos ahí? Que si la melancolía del novelista toscano debía mucho al desasoeigo del poeta de Lisboa, su italianidad le debía lo esencial al largo comercio mantenido con Dante. Y que La Divina Comedia habría sido uno de los tres libros que él se habría llevado a una isla desierta, junto con Don Quijote y el Nuevo Testamento.
¡Qué semana... dantesca!
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