España está atravesando una crisis sin precedentes. En circunstancias como esas aparecen reflexiones de todo tipo sobre lo propio, como la que se copia más abajo, vertidas por José Manuel Blecua, director de la Real Academia , el pasado 8 de abril, en el diario ABC, en el marco del patriótico especial “España, lo que nos une”. Sería interesante, entonces, que Blecua y su cáfila de amigos convenciera al mundo editorial de sus afirmaciones (“En los últimos años se ha extendido el concepto, general a todas las lenguas, de que no existen variedades del español que sean mejores que otras, sino que un cuidadoso uso de la lengua”), a la indigente prensa cultural de su país que se queja de las “traducciones sudamericanas” y que, finalmente, exigiera que al lado de cada palabra de uso exclusivo en la Península indicara “españolismo” así como se indica “americanismo” en las palabras que los españoles no usan. De ese modo empezaría a ser creíble.
El tesoro común del español
Aprendemos en edad escolar que la lengua es vehículo de comunicación y también vínculo de unión entre los miembros de una comunidad. En el caso de nuestra lengua razones diacrónicas hacen que términos históricos como nación española correspondan a un amplio dominio en su territorio y en sus características lingüísticas. Hasta los movimientos independentistas americanos de inicios del siglo XIX, el concepto nación española corresponde a territorios europeos, americanos y filipinos unidos por la lengua. Anuncia la Constitución de 1812 : «La nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios». Como es natural, un fondo común sistemático continúa siendo el fuerte vínculo entre todos los hispanohablantes, independientemente de que unos, los más, seseen, y otros, los menos, pronunciemos la zeta. En los últimos años se ha extendido el concepto, general a todas las lenguas, de que no existen variedades del español que sean mejores que otras, sino que un cuidadoso uso de la lengua, digno de ser imitado, puede hallarse en un hablante de un estado mexicano, en un costeño colombiano o de una muchacha vecina de Lima. La Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) sigue estos principios a la hora de establecer los criterios que rigen la elaboración de sus trabajos gramaticales o lexicográficos.
Hace casi veinte años en un coloquio en Buenos Aires, la profesora argentina Ana María Barrenechea me reprochaba: «Eso que dices aquí del voseo, no te atreves a decirlo en Madrid». Como homenaje a tan sabia maestra no sólo me atrevo a decirlo, sino que también me atrevo a escribirlo: el uso del vos en el español de Buenos Aires es una característica del español que nos une, aunque no sea un uso habitual en el español de Zaragoza. Nos une un español rico en diversidades, en usos peculiares y lleno de matices evocadores.
Esta lengua que nos une vive en contacto con otras lenguas en América y en España; ese contacto ha producido todo tipo fenómenos lingüísticos que se producen en estas relaciones. Vivir en el estado de Oaxaca o en la ciudad de La Antigua supone estar rodeado de una realidad plurilingüe hermosa, aunque existan problemas de normalización y de enseñanza. Afortunadamente en España ya no existen problemas de normalización, aunque tengamos todos que acostumbrarnos a considerar que las lenguas unen a los hablantes de una comunidad y que el respeto y la consideración a todos es el único camino para lograr una convivencia armónica.
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