Una breve entrevista de Julieta Roffo con José Carreño Carlón, actual director del Fondo de Cultura Económica
de México, publicada en la revista Ñ
el 3 de junio pasado.
Los libros van de la metrópoli a la periferia
Entre el 3 y el 7 de septiembre
habrá fiesta en la Ciudad
de México: será para celebrar el 80° aniversario del Fondo de Cultura
Económica, esa editorial que Daniel Cosío Villegas fundó en 1934 para proveer
de bibliografía a los estudiantes de Economía de la Universidad Nacional
de México y que ocho décadas después tiene en su catálogo unos 10 mil títulos
publicados, cuenta “entre los suyos” a 62 autores que han ganado el Nobel de
Literatura y se convirtió en uno de los nudos centrales de la producción de libros
en América latina. Se trata también del sello que reeditará en versiones
“aniversario” clásicos de clásicos como El Capital, de Karl Marx, La
democracia en América, de Alexis de Tocqueville, que festejará, de paso, el
centenario de Octavio Paz, y que cuenta con Ricardo Piglia entre sus
compiladores actuales. José Carreño Carlón, director de la editorial desde
enero de 2013, dialogó con Clarín desde México sobre esa editorial a
la que los amigos y los lectores le dicen, con cariño, “el Fondo”.
–¿Cómo se sostiene el prestigio editorial durante 80 años?
–Una de las claves está en la congruencia con el correr del tiempo,
en mantener la fidelidad con los orígenes. El Fondo de Cultura mantuvo una
línea editorial constante: se ocupó de la provisión de libros de vanguardia
para la vida académica, para alumnos y profesores. Y esa línea se mantiene
hasta hoy. Siempre fue una referencia para la Economía y la Historia , luego para la Antropología , el
Derecho y la Ciencia
Política : fue ampliando su campo de acción. Ahí aparece otra
clave de su prestigio y su duración: la editorial vino a resolver necesidades
en el mundo universitario. Otro de los problemas que la editorial intenta
resolver, y que creo que está en vías de satisfacerse, es la formación de un
mercado latinoamericano del libro: que lo producido en Chile esté en México y
en Argentina, que es donde el Fondo más ha trabajado. Está por abrirse una
nueva filial en Ecuador; son pasos para asegurar la circulación regional.
–¿Qué otros pasos pueden darse para consolidar este mercado
latinoamericano?
–Creo que tiene que ser una idea colectiva, y no de una editorial
sola. Desde el Fondo quisimos aprovechar el inicio de la novena década para
lanzar una consulta por la región: recibimos muy buenos aportes. Desde Buenos
Aires, por ejemplo, Gabriela Adamo –hoy ex directora ejecutiva de la Feria del Libro porteña–
propuso armar una red de traductores. Esto tuvo que ver con las constantes
críticas que reciben las traducciones españolas. Las grandes editoriales con
sello aparentemente español, como Alfaguara o Planeta, o lo que hoy es Penguin
Random House, llegaron a Latinoamérica pero no resolvieron el problema de
circulación de libros: no la horizontalizaron. Se armó un sistema post-colonial
en el que los libros iban y venían de metrópoli a colonia pero no se movían
entre distintos países de la región: los gatos vinieron a comerse a los
ratones.
–¿Cómo dan pelea los ratones en
un mercado tan concentrado?
–Creo que la concentración muy alta es un problema pero también una ventaja: en nuestro nivel no se da una competencia tan feroz como la que ocurre entre gigantes; aparecen alianzas estratégicas e intereses comunes, y eso nos da una ventaja competitiva. No jugamos a “suma cero” sino que apostamos a las fusiones.
–Creo que la concentración muy alta es un problema pero también una ventaja: en nuestro nivel no se da una competencia tan feroz como la que ocurre entre gigantes; aparecen alianzas estratégicas e intereses comunes, y eso nos da una ventaja competitiva. No jugamos a “suma cero” sino que apostamos a las fusiones.
–¿Cuánto influye el libro electrónico en el futuro de las editoriales,
sobre todo en las que no tienen escala global?
–En el Fondo todavía no hay un gran consumo de descargas. Ya hay
unos mil títulos digitales de los cinco mil que tiene el catálogo actualmente
en circulación, y al año se suben unas cien o doscientas novedades. Aspiramos a
tener todo el catálogo en pocos años y a ir haciendo grandes campañas de
promoción. Una de las cosas que más ayuda al crecimiento del libro digital son
los sistemas educativos que proveen a los chicos de computadoras o tabletas:
ese es el público que habrá que satisfacer con ebooks dentro de unos años.
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