Un día
después de lo que se publicó en la entrada de ayer –o sea, el pasado 12 de
octubre–, el suplemento del diario madrileño El
País, publicó el siguiente artículo de Carles
Geli, donde se habla del mundo editorial. Agregamos, sin el menor respeto,
que la nota, acaso sin quererlo, muestra cómo lo que antes era forma de vida
para gente realmente culta hoy se convirtió en una porquería.
El mundo editorial se encoge
En
otoño habrá en España libros publicados por Harper Collins (HC) en castellano
bajo su sello, asegura a este diario Brian Murray, presidente del conglomerado
editorial de Rupert Murdoch, uno de los cinco grandes de Estados Unidos. La
sede estará en Madrid, aprovechando la estructura de Harlequin, líder de novela
romántica. Esto es así porque Harper Collins, 16º grupo editorial del mundo,
adquirió en mayo el sello a la multinacional canadiense Torstar (42)º.
La editorial de Murdoch (10.000 libros al año, catálogo
digital de 200.000 obras, Twain, las Brontë, Wells o Agatha Christie publicados
originalmente) añade a su imperio una docena de oficinas internacionales que
ampliarán su oferta en lenguas extranjeras en Japón, Suecia, Holanda y España,
ventana que le puede llevar a América Latina. “El primer año nos centraremos en
mercados donde tenemos equipos: España y Brasil. Luego consideraremos
expandirnos a Sudamérica”, aclara Murray.
HC anunció su estrategia en Alemania, en la 66ª Feria del Libro de
Fráncfort, que acaba hoy. Pero la ofensiva de Harper Collins no es
la única de los gigantes de la edición mundial, los más afectados por la
contracción de la actividad. En España, Penguin Random House (nacida en julio
de 2013 tras el acuerdo entre Pearson, líder mundial, y Bertelsmann, quinto en
la clasificación) adquirió en marzo de este año la parte literaria de
Santillana (24º). Pero es que la francesa Hachette Livre (6º), que compró
Hyperion en 2013, anunció hace tres meses su intención de absorber el grupo Perseus
(38º) para reforzar su filial en EE UU. Y Holtzbrinck, número dos alemán, se ha
hecho con Weltbild.
La primera razón de la nueva espiral de
concentraciones es porque el sector se ha estancado, como muestran las cifras
de la
International Publishers Association en 40 mercados. Los
precios de los libros están estables desde hace años y los mercados, salvo
China (crece un 9%) y buena parte de los de Sudamérica —con Brasil y su 8% de
aumento a la cabeza, pero sin olvidar México (el 18º mayor) y Argentina (el
26%)— muestran crecimientos cero o negativos. En ellos está el flotador
español: desde Seix Barral, Tusquets, Salamandra o Alfaguara admiten que en
cinco años se ha pasado de una relación tipo siete a tres de las ventas en
España y América Latina a un 50-50%, cuando no es ya claramente un 40-60%. “Hay
libros de autores que salvamos por lo que venden allá”, dice una editora que
prefiere el anonimato.
La otra razón que
empuja a la concentración se llama Amazon, Google y Apple: el sector
es consciente de que o coge músculo, o los gigantes de la distribución y la
tecnología les arrollarán, aunque Stefano Mauri, presidente del tercer grupo
italiano, Mauri Spagnol, recuerda que “hay otras plataformas digitales de
libros; y luego la Europa
continental puede ver lo que ocurre en Inglaterra sin precio fijo y tomar nota
legislativa de ello”. Pero como él dice: “Un cliente de Internet está dispuesto
a traicionarte por un céntimo”. Y aun así. “No sé ni si con las fusiones
llegamos a tiempo: nuestras facturaciones son minúsculas al lado de lo que
mueven ellos”, apunta Claudio López de Lamadrid, director de la división
literaria de Penguin Random House.
Los grandes grupos quieren gestionar como sea a los grandes
autores de best-sellers. El señuelo: en un creciente mundo único y de
mercado instantáneo nadie puede plantearles, dicen, acuerdos globales y de marketing mejores. Hachette lo aplicó hace poco con la
flamante Nobel de la Paz
Malala Yousafzai. HC, con Patricia Cornwell. “Podemos ofrecer
a nuestros autores ser publicados en 15 idiomas más aparte del inglés; el paso
del papel al digital ofrece muchas oportunidades”, resume Murray. Un ejemplo:
HC da a sus autores desde hace una semana un 10% de derechos más en las
ediciones digitales si estos añaden en sus web un botón para comprar libros
desde la plataforma de la editorial. “No forzamos a ningún autor o agente. Pero
si estamos convencidos de la edición global, haremos ofertas para publicar en
todo el mundo que reflejarán esta emoción y aceptarán”.
Los
agentes literarios han notado la opresión de una estrategia “que va a más”,
reconocen off the recordvarios
de ellos en Madrid y Barcelona. En Inglaterra su respuesta no ha tardado: A. P.
Watt, de las más antiguas del mundo (1866), se fusionó en diciembre de 2012 con
United Agents (2008). En marzo de 2013 lo hacía otra institución, Curtis Brown
(1899), con Conville and Walsh (2000). Clásicas y modernas, tradición y
audiovisual y redes sociales. Por ahí va el acuerdo que antes de acabar el año
deberían dilucidar dos superagentes más: Andy Wylie y la catalana Carmen Balcells.
“Cerrarán las boutique-agency unipersonales que han proliferado y las que
dependan de un solo mercado o lengua deberán fusionarse”, dibuja Anna
Soler-Pont, de la agencia Pontas, que ha colocado uno de los libros calientes
de la feria: el de Milena Busquets. En su opinión, muchos autores no caerán en
las trampas de los grandes grupos: “Quedarían secuestrados, nunca les harán
trajes a medida y sus decisiones son lentas; además, llegan a quedarse hasta el
50% de las ventas internacionales; las agencias no pasamos del 20%”. En
cualquier caso, todo bien reconcentrado.
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