Ilustración de Luis Parejo |
El 11 de marzo pasado, P. Unamuno publicó en El País, de Madrid, el siguiente artículo donde se da cuenta de las
vicisitudes por las que pasan los traductores españoles en la actualidad. La
excusa es la presentación del Libro Blanco de la traducción, presentado en la
Biblioteca Nacional de España por Carlos Fortea, actual presidente de ACEtt (la
Asociación Colegial de Escritores de España, que también nuclea a los
traductores literarios) y próximo visitante a la Argentina.
Como habrán tenido ocasión de comprobar los lectores de este blog,
ACEtt es la institución que, con la excusa de no tomar partido por ninguna de las
partes, hace muy pocos días abandonó a su suerte a la traductora española
Yolanda Morató, apelando a una curiosa versión de la justicia, acaso a la
medida de plagiarios y editoriales poco dispuestas a cumplir con los pactos de
buena práctica que ACEtt, casi como en chiste, les hace firmar a esas mismas editoriales.
Hay entonces
que comprender que la pompa de la Biblioteca Nacional y el glamour que ofrecen
las páginas de El País, resultan más
propicias a la cara de circunstancia que a la búsqueda de la verdad en pleitos por
plagio, siempre menos elegantes y redituables a la hora de posicionarse en el establishment literario español. El premio por no hacer olas o de hacerlas, que éstas sean muy chiquitas, quién sabe, tal vez resulte en una banca en la Real Academia, que, como todos sabemos, no se le niega a casi nadie.
El páramo de la traducción en España
Una profesión depauperada,
envejecida e ignorada. A la vista del panorama
que dibujó ayer Carlos Fortea, presidente de la sección de traductores de la
Asociación Colegial de Escritores de España (ACE), su diagnóstico de que el
sector se halla en una situación "nada esperanzadora" parece casi
optimista.
De acuerdo con el Libro Blanco que Fortea presentó durante un acto en la
Biblioteca Nacional al que asistió el secretario de Estado de Cultura, Fernando
Benzo, únicamente el 9% de los traductores puede vivir hoy de su trabajo en España,
el ingreso medio anual de los profesionales no llega a los 9.000 euros netos y
cuatro de cada 10 tienen más de 56 años, lo que revela que el bello oficio de
're-crear' una obra escrita originalmente en otro idioma cada vez resulta menos
apetecible para los traductores jóvenes.
La crisis no tiene nada que ver con este estado de cosas, advierte
Fortea, escritor y profesor universitario además de reconocido traductor de
Zweig, Döblin, Bernhard, Grass y Keyserling, entre otros. El desolador páramo
en que se desenvuelven los profesionales de la traducción, explica, viene de
antes y continúa hoy, cuando se supone que lo peor de la recesión ha pasado.
Si acaso, "la mal llamada edición digital" ha empeorado este statu quo de
"tarifas innegociables" y "remuneraciones injustas". Como subraya el
Libro Blanco, elaborado con base en una encuesta realizada a 234 traductores en
2015, bajo el equívoco concepto de 'edición digital' ha crecido un nuevo modelo
de negocio basado en un vacío legal que la ACE exige cerrar con medidas
legislativas claras.
La asociación reclama que la difusión en red y la venta mediante
descarga de un producto editorial sea objeto de un contrato específico. Los
traductores han visto cómo se les imponen contratos en los que una mera
cláusula añadida resuelve la
incómoda novedad y les priva de remuneraciones separadas para lo que es, según
su criterio, "una forma separada de explotación del producto".
Dicho en números, el 60% cobra menos de un 2% de derechos digitales y un 21% recibe lo
mismo que en papel,
un 1%, muy por debajo de lo que se lleva un autor para este formato de libro.
ACE Traductores recomienda en este caso multiplicar por al menos 2,5 los
derechos de cesión aplicados en el 'papel'.
El Libro Blanco, referido específicamente a la problemática del ámbito
digital –a diferencia de las dos ediciones anteriores, de 1997 y 2010, sobre la
traducción en general–, establece que casi la mitad de los profesionales (el
48,6%) no recibió ninguna cantidad en concepto de derechos de autor.
En un escenario como internet tornado en "jungla", dice
Fortea, es precisa una regulación específica de los derechos de autor de los
libros digitales, "que oriente y vincule a la industria editorial, al
tiempo que ofrezca la legítima protección que los autores y traductores
merecen".
Conviene recordar que los datos aquí reseñados se refieren a descargas
de libros legales, que suponen en nuestro país alrededor de un 20% del total,
como remarcó Ana María Bejarano, Premio Nacional de Traducción 2016, quien
quiso ilustrar la precarización
creciente del sector con otra cifra preocupante: el 28% de los traductores emprendió
su tarea sin haber firmado contrato de ninguna clase.
A la luz de semejantes cifras, no es extraño que el porcentaje de
traductores frecuentes haya pasado del 27,1% en 2009, cuando peor nos iban las
cosas, al 17,1% en 2015.
Fernando Benzo quiso poner árnica en las heridas del sector al señalar
que tenemos en nuestro
país "una generación de excelentes traductores", aunque la mayoría de ellos se vean
obligados a "compaginar esta labor con otros trabajos". La gran bibliodiversidad del mercado editorial español, indicó, se
resume en el hecho de que en Gran Bretaña los libros traducidos rondan el 3%
mientras que en España superan el 16%, teniendo en cuenta además el notable
número de obras vertidas de unas a otras lenguas oficiales del Estado.
Fernando Benzo reivindicó la
condición de creadores que merecen los traductores y destacó su contribución "al
intercambio cultural en nuestro país". "Nos acerca unos a otros,
despliega nuestra sensibilidad y nuestro conocimiento del otro", además de
aportar "un valor incalculable en un mundo en el que se habla cada vez más
de muros y barreras", afirmó.
A la espera de medidas concretas, Carlos Fortea instó a atajar una
situación que aboca a generar malos traductores y a perder "un bien muy
superior al precio que no se les ha querido pagar".
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