El 10 de diciembre, Daniel Gigena publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, una nota y entrevista con el agente literario Guillermo Schavelzon, donde se habla, entre otras muchas cosas, del futuro del libro.
En 2005, junto con la filial
local del Grupo Planeta y el escritor Ricardo Piglia (cuya obra hoy representa), Schavelzon fue condenado por la
Justicia argentina a pagar una indemnización al escritor Gustavo Nielsen por el
affaire en torno de Plata quemada.
Nielsen, finalista del Premio Planeta con La flor azteca, denunció que el premio había sido “arreglado” en favor de Piglia. La Justicia determinó que había existido predisposición
del premio en favor de la novela basada en la historia real del asalto a un
banco bonaerense, contratada desde 1994 por un sello del grupo editorial. Aquel
episodio de 1997 fue el comienzo del fin de los días de Schavelzon como
director editorial de Planeta y el preámbulo de su debut como agente literario.
Además de desempeñar su
tarea (y muy bien, según afirman varios de los autores que representa),
Schavelzon es alguien que piensa acerca del mundo del libro, que anticipa
debates y discute lugares comunes de la industria. En su blog, dedicado a la
edición, los libros y los escritores, publica artículos sobre el mercado editorial,
el oficio de editor y la “cocina” de los éxitos literarios. En el más reciente,
que lleva el apocalíptico título de “El fin del concepto de publicación, tal
como lo entendíamos hasta ahora”, reflexiona sobre las consecuencias de la
forzada (por la pandemia)
reconversión digital. Desde Barcelona, y días después del miniescándalo protagonizado por su colega estadounidense Andrew Wylie,
la Nobel de Literatura 2020, LouiseGlück, y el editor español Manuel Borrás,
Schavelzon responde las preguntas de La
Nación
–¿Cómo viviste este
año de pandemia en lo personal y desde lo profesional?
–Tratando de comprender lo
incomprensible, y con mucho trabajo para tratar de entender el futuro del mundo
del libro.
–El libro electrónico
no cambió finalmente la industria del libro. ¿Lo hará la creciente
digitalización?
–El libro electrónico, que
parecía la gran amenaza del libro de papel, no logró cuotas de mercado
significativas. Al igual que el audiolibro, es un soporte más, bienvenido,
porque suma al total, aunque no alcanza a reemplazar la pérdida de ventas de
libros de los últimos diez años, que es muy elevada. El libro estaba en crisis
antes de llegar la pandemia, que encontró a todos ya muy debilitados.
–¿Qué hace
exactamente un agente literario y en qué beneficia la carrera de un escritor?
–Un agente literario es un
profesional al servicio del escritor, cuyo objetivo es conseguir el mayor número
de lectores posibles, en todos los países, idiomas y soportes, incluidos los
audiovisuales, tan importantes en este momento. Todo esto no puede darse al
mismo tiempo, ni rápido, ni para todos, es un trabajo de acumulación que alguna
vez hay que comenzar. El agente es un gestor, los objetivos son siempre de
máxima. Esta es la teoría, la práctica es más compleja, intrincada y
personalísima.
–¿Todos los autores
de cierto renombre deberían estar representados por un agente?
–No lo creo, aunque es una
pregunta que habría que hacer a los escritores. Los agentes existen porque los
escritores demandan sus servicios. Los escritores se dedican a escribir, un
trabajo aislado, individual, que requiere mucho esfuerzo y sacrificios, a veces
es incompatible con la familia, los amigos, las noches y los fines de semana.
No imagino a un escritor dedicándose a vender y administrar su obra o
negociando con una gran plataforma audiovisual.
–¿Qué conclusiones
sacaste del affaire Louise Glück/Pre-Textos/Andrew Wylie? El agente siempre
queda como el villano de la historia.
–Me pareció una polémica sin
sentido. ¿Criticar a una poeta por querer ganar dinero con su obra, cuando por
primera vez en su vida puede hacerlo? ¿O querer cambiar de editorial, si no
estaba satisfecha? La escritora sigue siendo muy buena, la editorial también.
El dinero no resta credibilidad al hecho literario. Todo editor elige a quien
publica, de la misma manera, una autora, cuando puede, elige una editorial, o
delega la decisión en su agente.
–En un texto reciente
publicado en tu blog señalás que se termina la era de la publicación tal como
la conocemos. ¿Qué factores motivan este cambio?
–No podría sintetizar lo que
requiere de una extensa explicación. El cambio tiene que ver con los sistemas
de comercialización, cuando el 50% de los libros vendidos en el mundo están en
manos de una sola empresa de venta online, sería imposible que las cosas no
cambiaran radicalmente. Esa empresa es Amazon.
–En tu opinión, ¿se
producen demasiados libros e incluso sobran librerías?
–La sobreproducción ha sido
una estrategia, no un error. En el mundo analógico, las grandes pilas de libros
venden libros, para eso había que fabricar muchos ejemplares, sabiendo que iban
a sobrar. Los sobrantes no eran sorpresa, era algo previsible en ocho de cada
diez títulos. Esto es parte de lo que va a cambiar, porque Amazon no necesita
hacer pilas de libros para vender. Las librerías literarias, tampoco. En cuanto
a las librerías, nunca sobran, como no sobran escuelas. Lo que vendrá es una transformación,
un proceso de reconversión. En las grandes cadenas por falta de rentabilidad,
como ha sucedido en Estados Unidos, donde las más grandes cerraron, o en
Europa, donde la FNAC cambió su eje por la tecnología. A ningún inversor le
interesa un negocio que no sea rentable. Los libros de calidad se venderán en
las librerías más chicas, que conocen bien a sus clientes y saben recomendar,
son aquellas que seguirán abiertas, aunque ganen poco. Es un momento de gran
oportunidad: estarán en espacios acotados, fuera de las grandes avenidas y de
los centros comerciales. Los algoritmos no han resultado buenos prescriptores,
las redes tampoco. Los lectores vemos cómo se equivocan las recomendaciones de
Amazon, porque están diseñadas para el consumo masivo, algo que, en la edición,
no sé si seguirá existiendo.
–¿Por qué varias
editoriales y, en particular, muchos autores optan por la venta directa de sus
libros?
–Los autores se autopublican
y venden directamente porque están hartos de no encontrar editor. Las editoriales,
venden directamente porque es un buen negocio, esto es parte de lo que llamo
reconversión.
–¿Cuál es el negocio
en la industria del libro y quiénes son los que realmente ganan?
–El negocio no es muy grande, en los grandes conglomerados siempre es la línea que menor margen aporta. Estos entraron al mundo del libro intentando transformar una actividad cultural, en una industria masiva, centrada en el ocio y el entretenimiento. El negocio fueron los grandes bestsellers, esos libros que vendían, solo en español, tres o cuatro millones de ejemplares. No sé si este fenómeno se podrá mantener, porque esos lectores ya han cambiado sus hábitos de consumo cultural: ven series de televisión. Los bestsellers sostenían a la gran industria editorial y a las cadenas de librerías, fue algo importante para todos. Esa pérdida no será reemplazada con libros.
–¿Cambió la figura
del editor en las últimas décadas? A veces tienen más prensa que los escritores
y en los últimos años en muchos de ellos se despertó una voluntad de enseñanza.
–No lo veo así, el editor era una figura mucho más pública antes que ahora. El editor hoy está condicionado por lo comercial, por la necesidad de facturación. Solo el pequeño editor independiente puede seguir haciendo lo que le gusta, aunque para aprovechar esta oportunidad tendrá que aprender a administrar mejor, no dedicarse solo al catálogo.
–Representás a varios
autores argentinos. ¿Cómo ves la literatura argentina actual?
–Me preocupa lo que tan bien dijo Martín Kohan: “Ser escritor es fácil, es barato, es accesible, es
inocuo; si les da satisfacción serlo, adelante; el ingreso es irrestricto. Que
no haya más lectores, en cambio, me parece más preocupante, y parecería indicar
que muchos de los que quieren escribir literatura argentina no están
interesados en leerla”.
–¿Qué te lleva a
aceptar a un escritor como representado?
–Las agencias que creen
conveniente leer todo lo que sus clientes escriben tienen el límite de esta
posibilidad. Hay muchas formas de ser agente, el de Glück representa a 1200
escritores, y parece que no lo hace mal.
–¿Vas a publicar un
libro con tus textos?
–El blog es un formato en el
que me siento cómodo. Yo no soy escritor, solo un observador del mundo del
libro, no creo que publicarlo como libro de papel pueda aportar algo más.
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