El pasado 21 de abril, sin firma, el diario El Tiempo, de Bogotá, publicó una nota a propósito de la recuperación de la industria editorial colombiana. La reproducimos a continuación.
FILBo: primera carta de recuperación que se juega la industria editorial
Podría decirse que dos hechos sirvieron de ‘salvavidas’ para la industria editorial colombiana y, en general, para toda la cadena del libro durante la interminable crisis de la pandemia: su capacidad de resiliencia y sobre todo la lectura, ese refugio maravilloso con el que miles de personas paliaron las eternas cuarentenas.
Este extraño momento de la humanidad obligó a muchos
negocios a echar mano de toda su creatividad para sobrevivir. Y como
dice el dicho: “no hay mal que por bien no venga”. Por ejemplo, muchas
librerías independientes debieron dar el salto obligado al mundo digital.
El caso de la librería Tanta Tinta, ubicada en El Retiro, una pequeña población del oriente antioqueño, a 40 minutos de Medellín, que se ha convertido en un colorido destino turístico, resulta ejemplar. Su librera, Catalina Pérez, cuenta que cuando llegó el encierro, la decisión era “o cambiamos o nos morimos”. O aprendían a vender a través de otros medios o les tocaba cerrar. A duras penas sabían usar el WhatsApp y, en ese momento, apenas algunas librerías habían abierto tímidamente sus cuentas en Instagram.
A pesar de que entrar en el mundo del e-commerce
era como “abrir un negocio paralelo”, Pérez destaca que la mayor ventaja que
dejó esta experiencia, que contó con el apoyo de la Cámara Colombiana del Libro (CCL)
y del Ministerio de Cultura, entre otras entidades, fue la unión del sector.
“Más allá de la ayuda económica, el apoyo más importante es que unieron al sector de las librerías. Pudimos trabajar con los inventarios de todas, para entregar libros. Fue un asunto de solidaridad y casi que fue el aprendizaje mayúsculo que dejó la pandemia. Algunas editoriales también nos capacitaron en e-commerce con cursos virtuales. Pero lo más bonito fue que por primera vez estuvimos unidos. Nos quedó un gran grupo de WhatsApp por el que incluso se han creado clubes de lectura para libreros”, comenta Pérez.
“Durante el confinamiento, y luego con las
restricciones de movilidad, estimamos que hubo un incremento de la lectura y
sobre todo de libros impresos”, complementa el
economista Emiro Aristizábal, presidente Ejecutivo de la CCL. De todas maneras, esta tendencia solo la podrán ratificar
los estudios sobre lectura que se planean realizar en los próximos meses, como
el Estudio Nacional de Lectura y Escritura (Enlec), que realiza el Dane.
Pero lo más probable es que sí haya habido un incremento de estos indicadores, a juzgar por fenómenos como el de la librería digital Buscalibre.com, uno de los jugadores fuertes en este canal de ventas.
“La pandemia tuvo una influencia muy importante dentro del proceso de compra y lectura de los colombianos. Pudimos apreciar que las personas enfocaron su necesidad de entretenimiento en los libros y el canal que prevaleció para adquirir los libros fue el canal online. En Buscalibre pasamos de vender 270.000 ejemplares en 2019 a más de 800.000 en 2020, lo que representó un crecimiento cercano al 200 %”, comenta Juan José Daza, director Regional de Buscalibre para Latinoamérica. Pero el de ellos fue uno de los pocos casos que se vio beneficiado con el encierro.
Mercado golpeado
Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos que se hicieron por ‘sobreaguar’ este periodo de crisis, Aristizábal comenta que el sector sufrió los efectos del encierro, que se reflejó en una caída de sus ventas en 2020.
“El estudio sobre el comportamiento del libro en el país, que realiza anualmente la CCL, indica que esta reducción en las ventas fue de 16,1 %. Para el año 2021, donde aún estamos en el proceso de recolección de información para elaborar el respectivo estudio, se indica que inicialmente se presentó una recuperación de las ventas de libros, que se ha mantenido en los primeros meses del 2022, de acuerdo con sondeos que hemos realizado”, anota el directivo.
De allí que una de las cartas más
importantes que se juega el sector por estos días, en su proceso de
recuperación, sea la presencialidad en Feria Internacional del Libro de Bogotá
(FILBo), que reúne en Corferias a más del 90 % de la industria, después de dos ediciones virtuales.
En términos generales, el sector editorial ha venido mostrando un crecimiento interesante, con el surgimiento de nuevos participantes en el mercado. Según la CCL, en Colombia hay alrededor de 300 editoriales activas, en su gran mayoría pequeñas y medianas empresas, muchas de las cuales entraron en operación en los últimos años.
“El crecimiento es bueno en la medida en que se amplía la oferta editorial,
brinda nuevas posibilidades de publicaciones a los autores nacionales y también
puede ampliar la exportación de la edición nacional”, comenta el directivo.
Sin embargo, este es uno de los canales de ingresos que sigue muy golpeado por
crisis reciente. Aristizábal
anota que las exportaciones en el año 2020, “el último del que disponemos
estadísticas, fueron de 27.662 millones de pesos, equivalente al 4,17 % de la
facturación total del sector. Para ese año, se presentó una reducción de 43 %
frente a 2019, debido principalmente a la reducción de las exportaciones por la
pandemia”.)
Además de las ventas, otro de los
indicadores que puede arrojar indicios de la tímida recuperación es el número de
nuevos títulos publicados en Colombia, que se mide a través del registro de ISBN (International Standard Book Number). Estos son los
dígitos que se le asigna a todo libro impreso que se va a publicar.
“Para
el año 2021 se asignaron 20.365 registros. Eso quiere decir que en el país se entregó
esa cantidad de ISBN para la publicación de nuevos libros. Los números
asignados registran un crecimiento del 0,1 % con respecto a 2020 y 2,6 % en
comparación con 2019”, comenta Aristizábal.
En el caso de los libros digitales, se expidieron un total de 7.857 ISBN, en el 2021, representando un aumento de 304 títulos más frente a los registrados en 2020. Esto representa el 38,5 % del total de los registros asignados. “Lo anterior no quiere decir que este es el comportamiento de las ventas de los libros el año anterior, pero sí indica un crecimiento de la edición digital en los últimos años”, aclara el directivo del gremio.
Hay otros dos factores que afectan el
lento despegar de esta industria. La dura crisis mundial de las materias
primas, en especial el costo del papel, y la apuesta estatal por la compra de libros
escolares, que representa un porcentaje importante de las ventas del sector.
“Los libros en Colombia tienen los niveles de precios internacionales. No
obstante, en los últimos meses se han visto afectados por un gran aumento de
los precios internacionales del papel y buena parte de los insumos importados
para la impresión, debido a los efectos pospandemia en la producción y
transporte del papel. Además por la devaluación del peso frente a otras monedas
de transacción internacional”, explica Aristizábal.
Para enfrentar esta crisis del papel, las editoriales han acudido a varias
estrategias. Algunas han tenido que subir precios, otras han optado por
disminuir el gramaje del papel o racionalizar sus tirajes. Incluso, se ha
llegado a la decisión de posponer lanzamientos de novedades de gran tiraje.
A esto se suma el pobre desempeño del
rubro de libros escolares, uno de los subsectores más importantes de la
industria editorial colombiana. “El sector público ha dejado de comprar textos y
otros materiales educativos para cerca de ocho millones de estudiantes de la
educación oficial”, agrega. En este punto, el directivo anota que entre los 200
mejores colegios de Colombia, según las pruebas Saber 2021, solo hay dos instituciones
públicas. Sobre este punto, EL TIEMPO contactó al Ministerio de Educación para
saber las cifras de compra de libros, pero al cierre de este informe no
se recibió respuesta de esa cartera.
“A pesar de lo anterior, y soportado básicamente
en los colegios privados, el sector de texto escolar participó con el 37,5 % de
las ventas de la industria editorial de 2020, con un decrecimiento del 6 % con
respecto a 2019, pero menor a la reducción que tuvo la industria del libro en
2020 con motivo de la pandemia”, explica Aristizábal.
De todas maneras, se muestra esperanzado de que en el futuro el Gobierno haga
una apuesta importante por la gratuidad del texto escolar para los ocho
millones de jóvenes de educación pública primaria y secundaria, el que
considera “un derecho de los estudiantes”.
“Esperemos que el próximo gobierno, atendiendo a
los programas que todos los candidatos presidenciales dicen tener para mejorar
la calidad de la educación pública en Colombia, vean que los textos escolares
son un medio muy importante para lograr cerrar la brecha que hoy existe en la
calidad de la educación en el país”, comenta.
En esta apuesta por la calidad educativa y la mejor comprensión y capacidad
lectora de los niños y jóvenes, otro de los factores claves en la cadena del
libro son las bibliotecas. Para él, las
más de 1.550 bibliotecas públicas de Colombia “hay que protegerlas como un gran
activo cultural”, manteniendo sus colecciones bibliográficas actualizadas.
“Para lo anterior e habían destinado unos recursos del impuesto a la telefonía
celular, pero en una reciente reforma tributaria estos recursos se redujeron
sustancialmente hasta el punto que las colecciones de la red de bibliotecas
públicas no se actualizan en la medida de las necesidades”, explica Aristizábal.
Los otros jugadores importantes de la cadena
editorial son las cerca de 200 librerías del país. “La CCL, en unión del Ministerio de Cultura e Idartes,
estableció un programa para la dotación de páginas web y comercio electrónico
de 56 librerías. Y podemos afirmar con satisfacción que por motivo de la
pandemia no se cerró ninguna librería en Colombia”, concluye.
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