La siguiente entrevista de Clara Ferrer con la traductora mallorquí Magdalena Palmer, ganadora del premio de traducción "'Angel Crespo" por la novela Otoño, de Alí Smith, fue publicada en Ultima Hora, de España, el pasado 3 de marzo.
"El traductor, como el policía, necesita buenos informantes"
Cuando era pequeña, Magdalena Palmer (Palma, 1964) estaba enferma a menudo, por lo que pasaba mucho tiempo en cama. «No podía hacer nada más que leer, así que tuve suerte de que me gustara tanto», recuerda. Con el tiempo, se generó un vínculo muy íntimo y especial con la lectura, que se convirtió en «una forma de escapar de los problemas»: «Era mi boya salvavidas y no lo podía perder». Por eso, a la hora de elegir una carrera, lo más lógico hubiera sido decantarse por filología, pero la mallorquina prefirió estudiar otra.
«La literatura era algo muy mío, no quería que hubiera obligaciones y profesores de por medio, porque corría el riesgo de aborrecerla. No quería que nada entorpeciera esa relación con los libros y la lectura. Así que decidí estudiar Historia medieval. Me gustaba mucho la historia y también escribir, quería ser escritora, pero al fin y al cabo la historia es también ficción, era una forma indirecta de hacer lo mismo. Tardé muchos años en convertir la literatura en mi forma de vida», cuenta sobre sus inicios como traductora, hace ya casi 30 años. Desde entonces, ha traducido a autores como Tessa Hadley, Ali Smith, Kay Boyle, Dennis Lehane, Lawrence Osborne, Katherine Mansfield, Margaret Atwood, Noam Chomsky o Virginia Woolf, entre muchos otros.
Eran los 80 y poco importaba si había estudiado o no Filología o Traducción, así que reconoce que nunca se ha sentido una intrusa. «Mi primer trabajo en el mundo editorial fue con 24 años: redactar una enciclopedia de decoración. La escribí en una casa sin muebles, así que di rienda suelta a la imaginación», cuenta. Luego la ficharon en una editorial científica, como correctora de estilo y fue enlazando contratos hasta que probó suerte en Ediciones B.
«No pude presentar un currículum, porque no tenía experiencia como traductora, pero hice una prueba y me cogieron». «Me fui formando en este oficio a base de practicar y, sobre todo, de leer otras traducciones y cotejar. También tiene mucho que ver con cómo lees y es necesario haber leído muchísimo y tener sensibilidad literaria, si te dedicas a este tipo de traducción, claro», explica.
Investigar
Asimismo, Palmer confiesa que tiene la «manía» de investigar al autor y la obra que traduce, como si fuera un detective. «Empecé en el mundo editorial con máquina de escribir, para encontrar información tenía que ir a bibliotecas. No había internet, todo era más limitado», relata.
«Un traductor es, en cierto modo, un poco policía; necesita buenos informantes. Hay que investigar mucho. Internet te permite acceder a periódicos de Boston de los años 30 que te pueden dar un contexto muy valioso si estás traduciendo una novela negra ambientada en esa época, pero también es muy importante hablar con expertos que te ayuden a usar un léxico realista, si por ejemplo, la novela que traduces tiene como protagonista a un abogado o una ornitóloga».
Pero, ¿puede entorpecer la labor del traductor el saber demasiado acerca del autor que traduce? «La biografía de un autor pesa mucho, sobre todo si este es conocido. Traducir un clásico de Mansfield o Woolf implica que tienes que aportar algo nuevo, es tu responsabilidad. El reto es encontrar el equilibrio entre saber detalles del autor que te puedan ayudar a acercarte a él, pero, por otra parte, te puede despistar y contaminar tu trabajo. El texto te dice casi todo lo que tienes que saber, está allí, pero a veces hay que ir sacando capas, como si fuese un trabajo de arqueología», razona.
De hecho, Palmer ha conocido a Ali Smith, a quien reconoce haber varias muchas consultas, porque «juega mucho con el lenguaje» y hace poco tuvo la oportunidad de conocer a Tessa Hadley en Barcelona. «Son dos autoras con estilos muy distintos, ese es otro de los disfrutes de traducir. Con Hadley la dificultad reside más en plasmar su estilo, muy rico y detallista, con frases inusualmente largas en inglés».
Gustos
Respecto a los gustos, asegura que no tienen por qué coincidir los intereses. «Cuando traduces no juzgas al autor. Si está bien escrito no me planteo si me gusta o no. Es como si un médico piensa que un paciente le cae mal. Si aceptas un libro, lo haces con todas las consecuencias», declara. Entre sus próximos proyectos figura una novela de Jesmyn Ward (Sexto Piso) y acaba de entregar a Nórdica Libros un cuento de Conan Doyle para una antología de relatos sobre animales.
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