viernes, 8 de marzo de 2024

"Un editor literario es alguien que tiene que saber elegir buenos libros y venderlos bien"

La siguiente es una entrevista entre Teresa Galarza Ballester con el editor español Luis Solano, comerciante especializado en marketing, que es dueño de Libros del Asteroide. Publicada originalmente en uno de los últimos números de la revista Jot Down, tiene el interés de reflejar cómo funciona la mente de muchos editores en la actualidad.

Editar en tiempos revueltos: Libros del Asteroide

En una Barcelona donde cada esquina cuenta una historia, Luis Solano (Vigo, 1972) se ha convertido en referente del mundo editorial. Solano fundó Libros del Asteroide en 2005 con la visión de traer al mercado hispanohablante obras de calidad, tanto clásicas como contemporáneas. Desde su sede en la emblemática calle Santaló, Solano ha guiado a Libros del Asteroide hacia el reconocimiento en el panorama editorial español, destacando por su cuidado en la selección de títulos y su compromiso con la literatura de calidad.

En 2008, Libros del Asteroide recibió el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural que concede anualmente el Ministerio de Cultura. Desde entonces, la editorial se ha ganado el elogio de críticos y lectores por su catálogo diverso y cuidadosamente curado, que abarca desde clásicos de la literatura universal hasta voces emergentes de la escena literaria actual. En esta entrevista, exploramos los motivos y los desafíos que han guiado el camino de este cuidadoso editor.

Hola, Luis. Saludos de Enric Jardí. A propósito, diseñó vuestra colección con una línea única. ¿Eso formó parte de tu estrategia inicial?
Sí, la línea única formaba parte del encargo inicial. Normalmente las editoriales trabajan por colecciones, y lo que te dirían en un máster de edición es que cuando montas una editorial tienes que tener claras las colecciones que quieres tener y trabajar el diseño a partir de ahí. En cambio, yo soy de la idea de que una única colección puede ser suficiente. El modelo inicial para mí era la colección Andanzas, de Tusquets, que era ideal, al menos al principio, porque cabía Luis Landero o Alexander Solzhenitsyn; clásicos modernos y extranjeros contemporáneos, un poco de todo. Tengo la sensación de que tener diferentes colecciones no es tan importante porque un buen lector, cuando llega a la librería, no va buscando un género ni que le clasifiquen las cosas, lo que va buscando es un buen libro. Además, si publicas pocos libros no tiene sentido que tengas varias colecciones. Nosotros hacemos literatura, tanto ficción como no ficción narrativa, así que nos cabe todo en una única línea. Otra cosa es que tengas muchos libros, muy variados, y no te quepan en una sola colección.

El asteroide es un isotipo precioso, ¿también es diseño de Jardí?
–Sí, el diseño de la colección y el logo es de Jardí. El encargo inicial era un diseño que fuera clásico y moderno a la vez. Recuerdo que estuvimos visitando librerías para que yo le explicara lo que me gustaba y lo que no. Lo primero que me propuso fue la marca, el logo, y hacer los libros a dos tintas y jugando en el interior de la cubierta con el asteroide. Cuando vi la trama que proponía imprimir en el interior de la cubierta vi claro que ya lo teníamos.

A propósito, ¿cuándo se te ocurrió la idea del asteroide?
–¿La editorial o el nombre?

Empecemos por el nombre.
–Dejé Planeta en junio de 2004 con la idea de montar la editorial. Me di dos meses de vacaciones, coincidiendo con el verano. Recuerdo que en mi cartera llevaba una lista de nombres y cuando iba a cenar con amigos sacaba la lista. A nadie le gustaba el nombre, aunque ahora le parezca acertado a todo el mundo. La idea tenía mucho que ver con El Principito. Me hacía gracia el juego del planeta y el asteroide. Pero también con Planeta. Esto no lo he contado nunca: estando yo en Planeta mandé el típico correo de despedida de «oye, estas son mis nuevas señas». Me respondió un amigo cambiando el asunto del mensaje: «Desde mi asteroide», decía. Y me hizo gracia. Pero al final, el nombre es lo de menos para una editorial. En realidad, lo importante en una editorial es el diseño de marca y, sobre todo, los libros que publica. Y eso dota de contenido al nombre, que a priori da igual. Siempre que no tenga una acepción negativa. En Francia se siguen usando mucho los apellidos, en España quizá somos menos narcisistas y en los últimos cuarenta años ya es raro encontrar una editorial que use el apellido como marca.

Entonces, tenías experiencia previa en el sector editorial.
–Poca. En Planeta estaba en cosas que no eran específicamente editoriales. Nunca elegí libros, por ejemplo.

¿Qué hacías en Planeta?
–Trabajé en marketing directo y durante un tiempo llevé la parte del desarrollo de libros electrónicos. Pero aquello fue más un tema tecnológico.

Tampoco he encontrado que tengas formación académica en el ámbito de las humanidades.
–No la tengo.

¿Qué formación debería tener un editor?
–Un editor literario es alguien que tiene que saber elegir buenos libros y venderlos bien. Por un lado, tiene que tener una formación empresarial para conseguir la difusión de esos libros y, por otro lado, tiene que tener una formación humanística para saber detectar el talento o para corregir un libro. No es una combinación fácil, hay que saber un poco de todo y ser escrupuloso. Un editor debe tener, por un lado, cultura general, muchas lecturas y, además, una formación empresarial. Seguramente un máster en algo que tenga que ver con los negocios, como el marketing.

¿Tú crees que habrías fundado la editorial de no haber vivido en Barcelona?
No creo. En mi caso particular Barcelona es decisiva.

¿Cuándo llegaste aquí?
Me instalé en el 2000.

Para qué.
–Para trabajar como consultor en Andersen Consulting; después cambié a Planeta. Si no hubiera vivido en Barcelona no hubiera tenido la experiencia editorial necesaria, ni unos contactos familiares que me ayudaron mucho al principio. Los contactos son fundamentales, porque el cluster más importante de la edición en español está aquí.

¿Qué importancia tiene esta ciudad en el sector?
–Para que te hagas una idea, más del setenta por ciento de las decisiones editoriales de qué libro publicar en español en todo el mundo las toman empresas con sede en Barcelona. A veces parece que la Generalitat, o el Ayuntamiento, no son muy conscientes de ello. Estando aquí es muy fácil contactar con empresas del sector y colegas, y el sector es muy generoso, comparado con otros sectores de actividad económica. El sector editorial coopera. Yo debo muchas cosas a colegas que han sido muy generosos conmigo y espero poder devolver eso.

La figura del editor es a veces admirada y otras aborrecida, ¿qué relevancia social tiene en verdad un editor?
–La que queráis darle. Esta serie que hacéis vosotros en Jot Down le da cierta relevancia al editor, ¿no? Aunque yo creo que el editor no debería tener mucha relevancia. El que tiene que ser relevante es el escritor. Lo que hacemos los editores es difundir su obra y si lo hacemos bien es cuando conseguimos relevancia. A mí me interesa que Libros del Asteroide sea relevante porque eso me permite, por un lado, incorporar a buenos autores, algunos ya con un nombre, quizá más importante que el de la editorial, y por otro lado, me permite también acoger a otros menos conocidos y ayudar a promocionarlos. En definitiva, sí que me interesa mucho que la marca sea relevante y se conozca, pero creo que la relevancia personal la debe tener el escritor. Eso sí, me puede interesar el catálogo que pueda tener un editor, su mirada. Pero el catálogo es una cosa mucho más sutil y que solo se observa después de bastante tiempo haciendo libros. Si tu catálogo de libros se lee, te das cuenta de que lo que a ti te parecía relevante e interesante se ha consolidado como propuesta artística, que tu mirada influye. Esto es algo que he tardado mucho en ver, pero ahora es de las cosas que más me interesan y de las que más orgulloso estoy. Aunque no es algo que me interesara a priori.

¿Montaste la editorial tú solo?
–Sí.

¿Sigues solo o tienes algún socio?
–Solo. Lo que tengo es un equipo estupendo, y algún colaborador amigo que lleva conmigo prácticamente desde el principio. Pero desde un punto de vista accionarial, la editorial es mía.

Al poco de fundar la editorial recibiste el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural concedido por el Ministerio de Cultura en 2008. ¿Cómo consigues esto en tres años?
–Aquello en realidad tuvo que ver con Contexto. El premio no es a Asteroide, sino a Contexto, una asociación de editores. Lo que ocurre es que cuando se falla el premio se dice que es a las siete editoriales del grupo: Asteroide, Impedimenta, Nórdica, Periférica y Sexto Piso (en orden alfabético) y dos editoriales que ya no están, Barataria y Global Rhythm; se dan por premiadas cada una de ellas, pero en realidad lo que se quiere destacar (así lo decía el acta del jurado) es una nueva manera de editar y una nueva generación de editores. Si no hubiéramos estado en Contexto quizá el premio hubiera llegado igualmente, o quizá no, pero mucho más tarde.

¿Cuándo decidiste entrar en el grupo Contexto de editores? Cuéntanos en qué consiste el grupo y cómo se fragua.
–Se fragua porque teníamos que ir a la Feria del Libro de Madrid y no teníamos ISBN suficientes, títulos suficientes, para que nos dejaran participar. Entonces, nos pusimos de acuerdo a través de Julián Rodríguez, editor de Periférica, para montar esta asociación y poder ir a la feria. Después se nos ocurrió que podría ser buena idea ampliarlo un poco: hacer algunas cosas juntos en librerías, coordinar compras de papel, la labor de prensa o distribución en Latinoamérica, etc. También vamos a ferias en el extranjero juntos… De algún modo aquello fue una manera de ayudarnos y también de aconsejarnos. Juntos podemos más que separados.

¿Pueden entrar otras editoriales al grupo?
–No.

¿Teníais claros unos requisitos de entrada?
–Tampoco. Al principio la idea iba por ahí, por ampliarlo, pero luego, viendo lo difícil que es manejarnos entre todos, que todo el mundo esté de acuerdo, es mejor dejarlo como está. Creo que una asociación así se sustenta mucho en la confianza mutua, en que nadie piense que a uno le va mejor a costa del otro, y eso es muy difícil de asentar. Abrir la asociación sería también abrir la puerta a la desconfianza, supongo.

Eso de Contexto fue importante. ¿Qué otros hitos empresariales destacarías para Libros del Asteroide?
–¿Empresariales? No hemos hecho cambios importantes, no hemos cambiado de distribución…

¿Quién te distribuye?
–UDL. Una de las ventajas que hemos tenido es haber crecido a la vez. Cuando empezamos a distribuir libros, ellos llevaban año y medio, y el crecimiento del grupo Contexto y UDL fue en paralelo. Además, nunca he tenido la sensación de que no me estuvieran distribuyendo bien. A UDL le interesa vender tanto mis libros como a mí y hará todos los esfuerzos que pueda. Obviamente hay que estar encima del distribuidor, porque la labor comercial es muy de detalle, pero hay que entender la relación como si fuera un socio, porque en realidad lo es, te estás partiendo el precio de venta del libro. Si los libros no se venden bien, en vez de pensar que estás mal distribuido, hay que intentar entender qué es lo que te está diciendo el mercado. Eso si tienes un buen distribuidor y le sabes sacar partido, claro. Nosotros hemos aprendido mucho del distribuidor y seguimos aprendiendo.

Leo en vuestra web: «Libros del Asteroide quiere ofrecer a sus lectores obras fundamentales de la literatura universal de los últimos setenta y cinco años que no hayan sido publicadas antes en español o que se encuentren descatalogadas».
–Eso era al principio, ¡tenemos que actualizarlo!

¿Hasta cuándo fue así y por qué se te ocurrió la idea de rescatar autores extranjeros?
–Cuando decidí montar la editorial no tenía experiencia en el sector ni contactos en el exterior para saber qué podría comprar en el ámbito de la literatura contemporánea que no se hubiera publicado antes en otros países. Y supongo que tampoco me fiaba de mi propio gusto. Pensé: ¿cómo consigo encontrar libros buenos como lector? Escuchando a otros lectores fue la respuesta. Por eso mi estrategia pasó por buscar libros que llevaran tiempo leyéndose y vendiéndose en otros mercados, pero que no estuvieran disponibles en español, y buscar a alguien que los apadrinara escribiendo un prólogo. Los primeros veinte libros llevan prólogo porque Libros del Asteroide era totalmente desconocido y era necesario que alguien defendiera el título. Pero llegó un momento que era un poco complicado encontrar prologuistas, y entonces fuimos dejando lo de los prólogos.

¿Y el mismo sistema de buscar libros buenos en el extranjero no te valía en España?
–No. En España, antes de la Ley de Propiedad Intelectual de 1986 los contratos solían ser a perpetuidad y por eso todos los libros importantes españoles están en los catálogos de los grandes grupos. Sacar los títulos de ahí implica que el autor o los herederos se quieran pelear con los grandes grupos demostrando que el libro ha estado fuera de circulación durante un tiempo. No es fácil conseguirlo. Si los herederos no conocen el sector, suelen renovar el contrato con la editorial original. Hay joyas maravillosas que están en bolsillo en los grandes grupos y que no tienen mucha difusión porque no hay manera de presentarlas en una nueva edición. Aunque en realidad, tampoco hay tantísimo. La literatura española durante el franquismo fue un páramo. Hay cosas buenas, que sabemos cuáles son, pero con la dictadura la modernidad desaparece y no hay tantísimas cosas interesantes que se escriban en España entre 1940 y 1975.

Y ahora, ¿dónde buscas los libros? ¿Trabajas con agencias literarias?
–La parte más complicada de todo el trabajo que hace una editorial es cómo se encuentran los libros. El resto se puede procedimentar, explicar. El editor tiene que ser una persona muy curiosa, que esté constantemente alerta para encontrar cosas interesantes para leer. Yo estoy todo el día pensando dónde encontrar un libro bueno. Aunque luego tenga que leer muchas cosas malas para llegar a esas cosas buenas. Estoy todo el rato interrogando al mercado. Leo mucha prensa extranjera, y si voy al cine y hay un libro lo busco. Escucho mucho. También hay que estar atento a lo que están vendiendo editoriales y agencias extranjeras, claro, y es complicado aprender a cribar ese mercado porque tienes que tener en cuenta muchos factores: quiénes son los editores que han elegido ese libro en distintos países, cómo se ha vendido, etc.

¿Con qué agencias?
–Con todas las del mundo, con cualquiera que piense que puede tener algo interesante, claro.

¿Y con autores españoles?
–Las agencias saben que solemos escoger títulos extranjeros, pero si nos llega una propuesta de una agencia española la consideramos encantados.

¿Y si os llega una propuesta de un espontáneo?
–También miramos todas las propuestas que llegan, y contestamos; aunque dependiendo de las temporadas, tardamos dos o tres meses. Tardamos porque nos llegan muchas y muy disparatadas: hay mucho loco que se cree que rellenar un folio es saber escribir.

Eso lo sabes en dos o tres páginas, antes de contestar a la persona si lo considerarás o no.
–Sí, pero incluso así tardamos un par de meses, porque llegan muchas propuestas y tenemos recursos limitados. Con dos o tres páginas lo que sabes con seguridad es si tienes que leer el libro o no, no si el libro merece la pena ser publicado. De todas maneras, recuerdo muy pocos libros valiosos que hayamos rechazado y que luego hayamos visto publicados en otro sello.

Quizá hay agentes que conocen la idiosincrasia de cada editorial y saben qué enviarte.
–No tanto. A veces, me extraña que nos envíen según qué cosa… No obstante, me atrevería a decir que hay pocos libros interesantes que no acaben encontrando editor de una u otra manera.

Antes hablábamos de Chaves Nogales. ¿Lo escogiste porque estaba libre? Dame otros motivos.
–Empezamos con un libro. En aquel momento tenía dos obras en circulación, aparte de las obras completas de la Diputación de Sevilla. Tenía publicado, en Espasa, A sangre y fuego, y en Alianza, Juan Belmonte, matador de toros.

¿Las editoriales no los tenían a perpetuidad?
–El Belmonte sí que estaba con un contrato a perpetuidad, pero no A sangre y fuego, porque no se había publicado en España, sino en Chile. También estaban circulando las obras completas de la Diputación de Sevilla. Un amigo, Jordi Amat, me preguntó si había leído El maestro Juan Martínez que estaba allí, y yo no lo había hecho. Lo leí, me encantó, sabía que a Andrés Trapiello le gustaba mucho Chaves, a mí me gustaba Trapiello, así que le pedí a Trapiello que hiciera el prólogo. Me puse en contacto con los herederos de Chaves y empezamos con El maestro Juan Martínez que estaba allí, luego Juan Belmonte, matador de toros. Luego acordamos con su hija Pilar hacer La agonía de Francia, más tarde yo propuse hacer A sangre y fuego cuando acabara el contrato con Espasa, después vino La vuelta a Europa en avión. Y paramos hasta que hace tres años publicamos sus obras completas.

Cuando un autor muere, pongamos que no especifica nada en su testamento, ¿quién se queda los derechos?
–Los herederos, claro, la obra no pasa al dominio público hasta los ochenta años de la muerte del autor. Y lo mejor que pueden hacer los herederos es buscar un agente que les asesore.

¿Por qué no publicáis autores de dominio público?
–Tenemos solo uno en dominio público, una traducción de Henry James. Cuando empecé con la editorial pensaba que por qué iba la gente a comprar mi edición, de una editorial desconocida, y no otra disponible; tenía miedo a invertir y que luego una editorial de la competencia mucho más potente sacara el mismo título. Luego me he dado cuenta de que podríamos haber hecho sin miedo. Creo que ahora si encontrara un libro que me gusta, en dominio público, lo haría.

¿Qué libros han sido importantes a lo largo de la historia de Libros del Asteroide?
El quinto en discordia, de Robertson Davis, porque es el libro que nos hizo crecer comercialmente: los libreros apostaron por él y Babelia lo sacó como segundo mejor libro del año. El maestro Juan Martínez, de Chaves Nogales, es importante porque nos abre a la literatura en español. Algún día este dolor te será útil, de Peter Cameron, fue el segundo libro de literatura contemporánea que publicamos y funcionó bien. También son importantes La uruguaya, de Pedro Mairal, y Hamnet, de Maggie O’Farrell. Pero me cuesta reducirlo, yo creo que hay dos o tres libros clave por año y llevamos ya diecinueve años publicando libros.

Te interesa mucho la no ficción, tanto que habéis creado un premio. ¿Es más sencillo vender no ficción? ¿Qué objetivo tiene crear el premio?
–No creo que alguien llegue a una librería con la idea de querer un libro de ficción o no ficción. Un lector lo que quiere es un buen libro y le da igual el resto; por eso tenemos una sola colección. Tampoco creo que sea más fácil vender una cosa que otra. Lo que sí es distinto es cómo lo vendes. En no ficción te compran una historia, un libro que va de algo, está todo más acotado. Pero con una novela el lector está dispuesto a dejarse llevar y sorprenderse. Nuestro premio de no ficción es a proyecto, no a libro. Normalmente los premios en España son operaciones de marketing de las editoriales y en casi todos tienes que presentar un manuscrito. En el nuestro lo que hay que presentar es un proyecto. Tenía la sensación de que hay muchas ideas interesantes que no se llevan a término porque el autor no está seguro o no tiene la financiación. Lo que nosotros buscamos es asegurarle al autor que vale la pena el esfuerzo y remunerárselo. Me parece más justo que pedirle a alguien un manuscrito, porque implica una semana de trabajo, no los meses que se tarda en escribir un libro.

¿El premio es un anticipo?
–El premio es un anticipo y la publicación del libro.

Hablando de premios de otro tipo, a los de obra ya editada. ¿A cuáles os presentáis?
–¿A qué te refieres?

A los que no son de marketing, como el Goncourt en Francia.
–En España no hay.

¿No te puedes presentar?
–En España hay contados premios a obra publicada, como los que otorgan libreros, de Navarra, de Euskadi, Todos Tus Libros, los del Gremio de Libreros de Madrid, el Llibreter en Cataluña… Y alguna librería voluntariosa como Cálamo, Finestres o No Llegiu, o el Tigre Juan. Pero en todo caso son premios a los no te puedes presentar y que por desgracia tienen mucha menos repercusión que los premios a obra publicada que hay en Francia o Italia.

Parecen más fiables que los que son una operación de marketing.
–Claro. Ese circuito que tienen en Francia o Italia, que es estupendo, con el Goncourt, el Renaudot, el Médicis, el Femina, el Strega, el Campiello… que se dan a libro publicado, entiendo que con jurados imparciales. En España es diferente, son más una operación de autobombo: yo soy Planeta y aquí tenéis un libro cojonudo que publico yo, y tachán, Premio Planeta. Nos falta un filántropo que monte un premio como el Goncourt o el Booker, con jurados estables y bien pagados para destacar libros importantes a lo largo del tiempo. Esa operación también permitiría a ese filántropo influir culturalmente en el debate.

Esos premios te habrán servido para buscar libros.
–Claro. Eso lo hacemos todos los editores.

Y buscarías quién ganó un premio importante hace veinte años.
–Sí. Eso lo hacíamos mucho al principio. Pero empezaron a hacerlo todas las editoriales y aquel caladero lo esquilmamos un poco entre todos. Ahora hago listas con libros que tendría que publicar dentro de diez años, ahora toca revisar las que hice en el 2013. La recuperación de, por ejemplo, Graham Greene, salió de una de esas listas.

Antes hemos hablado del prólogo como argumento de venta.
–Sí, lo hicimos con los primeros veinte o cuarenta libros.

¿Y un libro no se merece un prólogo?
–Era una manera de validar un título y en algún caso hemos seguido usándolos. Por ejemplo, el libro de Olivia Manning, La gran fortuna, lleva un prólogo de Rachel Cusk, autora inglesa que publicamos y que a mí me fascina. O un libro de Leila Guerriero, Teoría de la gravedad, tiene un prólogo de Pedro Mairal porque Leila había prologado a su vez Maniobras de evasión de Mairal. O El final del affaire, el primer título que publicamos de Graham Greene lleva un prólogo de Mario Vargas Llosa, en realidad un epílogo, porque tenía algún spoiler. En definitiva, sí lo ponemos en los casos en que nos parecen realmente pertinentes, que no son tan abundantes.

¿Tú crees que los lectores leen el prólogo? ¿Tú te lo lees?
–Creo que si les gusta el libro sí.

¿Pero te lo lees antes o después?
–Después. El prólogo no debería ser otra cosa que un texto de contra ampliado. Es un valor para el lector, porque le estás aportando un extra, pero tiene que ser valioso. Como por ejemplo el de Vargas Llosa, que te mencionaba, que en realidad era un texto precioso publicado en Letras Libres.

¿Qué opinión te merecen las fajas de los libros?
–Las usamos mucho. Son necesarias para vender. Una de las genialidades del diseño de Jardí es que la faja se integra muy bien en la cubierta y no molesta. Las fajas deben ser poco intrusivas y decir algo relevante. Últimamente nosotros las ponemos porque nos parece que ayudan al lector, que le animan a leer la contra. También es cierto que somos partidarios de que el lector se deshaga de ella enseguida, en cuanto pueda. Como respuesta telegráfica te diría que la faja es un mal menor.

La editorial ha traducido al español algunos textos originalmente escritos en catalán. ¿Cómo funcionan estos libros en España? La gente ya los lee en catalán.
No hay tanta gente que sepa leer en catalán. Solo en Cataluña, Valencia y Baleares, diría yo.

Pero esos autores interesan más en su tierra.
–No lo creo. Si un señor es español, pero escribe en otra lengua como el euskera, el gallego o el catalán, normalmente interesa más en España que en un país extranjero. Por ejemplo, los libros de Llucia Ramis, Carlota Gurt, Valentí Puig, Castelao… interesan más aquí que en Francia. Del catalán, además, se traduce muchísimo, supongo que porque también es el idioma en el que más se produce.

¿En ventas no hace daño tener un nombre catalán?
–Me parece que no. Muchas veces lo que pasa es que el mercado natural de esas personas es su comunidad lingüística, y quizá no tienen tanta proyección fuera de esa comunidad. Pero los mejores veinte títulos publicados en catalán de cada año están traducidos al castellano, seguro.

¿No hay catalanofobia?
–No creo. Los lectores son lo suficientemente inteligentes como para saber si un libro es bueno independientemente de la procedencia del escritor o de sus ideas políticas. Al menos los lectores que yo me imagino que tenemos. El primero que sacamos fue el de Pla, Vida de Manolo, luego el de Valentí Puig, Ratas en el jardín, y luego de Llucia Ramis, Las posesiones y Todo lo que una tarde murió con las bicicletas.

Otra pregunta de traducción. Veo que el último libro del ruso Maxim Ósipov ha sido traducido por Ricardo San Vicente. ¿Qué otros traductores de su talla colaboran con el Asteroide?
–Intentamos trabajar con los mejores traductores y conservarlos.

Serán traducciones muy caras.
–Depende del idioma. En general la traducción literaria está muy mal pagada en España y eso es un problema. Como todo el mundo paga mal, aunque tú pagues un veinte por ciento más el traductor no siempre te dedica un veinte por ciento de tiempo de más, porque va muy apurado. A la gente buena le cuesta mantenerse en la profesión. Por ejemplo, nuestra mejor traductora del japonés, Marina Bornas, ha decidido dejar la traducción literaria porque no le compensa económicamente… En España deberíamos montar un sistema de formación de traductores en el que hubiera traductores de distinta categoría profesional ayudados unos por otros y que los que fueran buenos de verdad pudiesen cobrar bien y dedicar el tiempo que se merecen los textos, y formar a otros. Eso ayudaría a que los libros salieran mejor. Muchas veces veo libros de la competencia con traducciones reguleras y pienso que la única razón es que las traducciones están mal pagadas y no se revisan bien.

Respecto a la literatura Latinoamericana, ¿qué importancia le dais en vuestra editorial?
–Toda la del mundo. Creo que es más relevante para el lector español que la literatura escrita en otro idioma. Buscamos, pero nos cuesta encontrar porque muchos de los autores más interesantes están ya publicados y los editores originales tienen derechos mundiales. Alguna cosa sale, como fueron los casos de Eduardo Halfon y Pedro Mairal. Aunque creo que, comercialmente, en España cuesta trabajarlos un poco más que los autores españoles.

¿Por qué?
–La cercanía de un autor argentino a un lector español es obvia por el idioma, pero a la vez vienen de un país distinto, con una realidad social y política diferente. Para un lector español es más cercano alguien que escribe de la realidad o desde la realidad de Barcelona o Algemesí que alguien que escribe de o desde Buenos Aires. Y esa realidad hay que tenerla en cuenta; si como editor tú sabes que el setenta por ciento de tus ventas son en España, si traes un autor de fuera, aunque escriba en tu misma lengua, estás publicando a un autor extranjero.

¿Pero lo dices porque no está aquí físicamente para hacer promoción?
–No. Lo digo porque la realidad y el mundo y los referentes que tiene no son tan familiares para los lectores españoles. Como editor tienes que tener eso en cuenta.

Sin embargo, ¿es fácil vender un americano, un francés…?
–No. No estoy diciendo que un autor que escribe en español sea más fácil de vender que un autor traducido. Creo que es un poco más fácil. Pero un autor de España es más fácil de vender, siempre, tanto por el tipo de promoción que puedes hacer con él como porque habitualmente los referentes que usa son más familiares para el lector.

Haciendo el viaje a la inversa, ¿también vendes libros en Latinoamérica?
–Claro, la razón de ser del editor es dar la máxima difusión a sus autores. Si compramos derechos mundiales, tenemos que conseguir que ese autor llegue a todas partes. En Latinoamérica lo europeo es un poco más difícil de vender que lo americano. Al menos lo europeo centrado en temas históricos, como los conflictos bélicos, por ejemplo, que allí no interesan tanto. Pero aquí pasa igual, hemos hecho Operación masacre, de Rodolfo Walsh, con prólogo de Leila Guerriero, y el lector que lo compra debe tener cierto interés por la crónica periodística y la política argentina.

¿Cuándo empezaste a vender en Latinoamérica?
–Lo intentamos desde el principio, pero costó mucho y sigue costando. Estamos con distribución local en Argentina, México, Colombia y Uruguay. Nuestro principal mercado es Argentina. Pero cada uno de esos mercados es distinto, porque la realidad latinoamericana no existe como mercado, hay que trabajar cada mercado por separado, no por el rendimiento que le vayas a sacar sino porque se lo debes a tus autores. Si lo has comprado para todo el mundo, tienes que venderlo en todo el mundo.

¿Cómo trabajáis la promoción de cada título?
–Uno a uno. Cada libro tiene su plan de promoción que tiene desde contactos con los libreros, materiales para librerías, plan de prensa, lo que le vamos a decir al distribuidor… Si hay autor, hay que decidir cómo lo vamos a mover, cómo lo presentas.

¿Si no hay autor qué haces?
El trabajo se limita a librerías, prensa, redes, e-mail marketing

¿Ese trabajo no lo hace UDL?
–Nosotros reforzamos el trabajo que UDL hace en las librerías. El distribuidor trabaja la parte cuantitativa y nosotros la cualitativa de los libros. Nuestra labor es explicarle al librero por qué el libro es valioso literariamente. Pero cada libro lleva una campaña propia que cada vez se sofistica más….

¿Qué opinión tienes sobre las presentaciones de los libros?
–Tengo una relación de amor-odio. Creo que son importantes para llevar gente a las librerías y para que los autores puedan sentir la cercanía física de los lectores. Pero yo siempre me curo en salud y advierto a los autores de que lo más interesante de la presentación es que podamos celebrar en público la salida del libro, ver a sus amigos, etc…Entonces al editor no le interesa nada. Esos libros los amigos los van a comprar igual. Lo digo cuando los autores no tienen mucho recorrido… Ahora con las redes la presentación te permite en cualquier caso decir que el libro está en el candelero.

¿Entonces confías en las redes?
–Sirven sobre todo para escuchar lo que dice la gente y para difundir lo que hacemos. En las redes sociales hay que comunicar honestamente, sin gritar demasiado, sin pelear por llamar la atención. Confiar en que lo que publicas es valioso y esa valía los lectores la terminarán reconociendo en redes sociales. Digamos que puedes animar, pero no imponer.

¿Es boca a oreja?
Es exactamente eso, ver plasmado el boca a oreja en la pantalla del móvil.

Igual por tu parte es solo boca.
–El editor habla, pero si gritas mucho los lectores dejan de escucharte y tu boca ya no sirve para nada.

¿En qué momento se encuentra el mercado editorial en España?
–No es mal momento. Después de la crisis cayó el mercado, en el año 2011, y después de la pandemia se ha recuperado.

¿Cuánto vendes?
–Contando todos los formatos y mercados vendemos más de doscientos cincuenta mil libros al año.

¿Cuántos títulos ha publicado Libros del Asteroide en total?
–Acabamos de recibir el número 312… y tenemos una decena de títulos más fuera de colección. Publicamos poco más de veinte cada año.

Para terminar, recomienda entre tres y cinco libros para el público de Jot Down.
–Acabamos de recuperar un clásico de la literatura canadiense, El ángel de piedra, de Margaret Laurence, un libro que hacía tiempo que quería publicar. Siempre es interesante leer a Maxim Ósipov, uno de los más destacados autores rusos de la actualidad, del que recién hemos publicado Kilómetro 101, un conjunto de relatos de ficción y no ficción sobre la Rusia contemporánea. En marzo publicaremos Casi de Jorge Bustos, un reportaje maravilloso sobre gente sin hogar. De finales del año pasado rescataría la voz feroz y fresca, la de Veronica Raimo en Nada es verdad y a un autor al que seguir: Jacobo Bergarech y su novela Las despedidas.

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